La pandemia por COVID-19 que confinó al país desde el 17 de marzo, encerró también a muchas mujeres con sus agresores. Analistas señalan que las conductas violentas de muchos hombres incrementaron por el aislamiento y aunque aumentaron las denuncias por violencia doméstica en el Sistema Nacional de Emergencia 911, solo el 13 % llegó a tribunales y fue declarado con lugar durante la cuarentena.

Entre marzo y abril, la línea 911 recibió 15 996 llamadas de denuncias por violencia doméstica en Honduras. De estas llamadas, solo 651 llegaron al Ministerio Público y apenas 125 tuvieron sentencia en los tribunales. Las denuncias en el 911 aumentaron en un 20%, según informó esta unidad a la primera dama, Ana García de Hernández. Sin embargo, este mecanismo no logra responder a todas las afectadas.

Un ejemplo es el caso de Alejandra, una mujer atendida por la organización Foro de Mujeres por la Vida, cuya historia forma parte del boletín Violencia Doméstica en Cuarentena. A Alejandra se le negó la atención  por un fallo en el sistema eléctrico en la Primera Estación de Policía de San Pedro Sula. La organización, de manera posterior, hizo una llamada al 911, y dos horas después se presentaron agentes a su hogar proponiéndole la conciliación.

«Luego de una semana de haberse realizado la denuncia no se interpusieron medidas de seguridad para proteger a las víctimas y alejar al agresor de su hogar. Según la Fiscalía de turno, Alejandra y sus hijos deben esperar una nueva agresión para poder sacar a su victimario de la casa», explica el boletín del Foro de Mujeres por la Vida, en el cual el caso está documentado.

Este tipo de situaciones se presentan también en las postas policiales de Tegucigalpa, según el Centro de Derechos de Mujeres (CDM). Esta organización asegura que conoce de varios casos en que los que agentes policiales buscan conciliar al momento de la detención y también utilizan la excusa de la pandemia para no atender a las mujeres. «Eso es totalmente fuera del proceso porque la Ley contra la violencia doméstica dice que no se puede hacer conciliación en estos casos, lo que deben hacer los policías es una investigación y garantizar que serán llevados a los juzgados», señala Helen Ocampo, del Observatorio de Derechos Humanos de las Mujeres del CDM.

La violencia 24 horas al día

De acuerdo con Miriam Fonseca, psicóloga de la Pastoral Social Cáritas en San Pedro Sula, la violencia doméstica siempre ha existido porque vivimos en una sociedad patriarcal, pero «el confinamiento hace que tenga a ese agresor encima y se va volviendo un cuentagotas que se va acelerando con la convivencia y el ejercicio desigual del poder. El hombre siente que tiene el control y debe someter a la mujer y lógicamente desencadena episodios de violencia».

Juliette Tinoco, fiscal delegada del Módulo de Atención Integral Especializada (MAIE) del Ministerio Público en San Pedro Sula, concuerda en que las cifras se elevaron por el encierro. «La mujer queda expuesta en el hogar, sola, con sus hijos. Yo atendí a una mujer que me dijo: “abogada, yo prefiero que mi esposo esté trabajando, me hostiga día y noche, ya no lo soporto”». Para Tinoco se debe motivar a las mujeres a denunciar, aunque sea vía teléfono, pero además se debe actuar de forma responsable para proteger los derechos de las mujeres en cualquier lugar y en cualquier momento. Es necesario entender las dificultades que tienen las mujeres para movilizarse durante la cuarentena.

El Ministerio Público señala que detuvieron en flagrancia a 184 agresores y se decretaron 125 sentencias condenatorias por violencia doméstica, cuya resolución exige a los agresores hacer trabajo comunitario y recibir consejería familiar. «La convivencia obligada con algunos perpetradores de violencia contra las mujeres durante el toque de queda, limita que las mujeres interpongan sus denuncias ante las instancias correspondientes. Adicionalmente existe desconocimiento de la ciudadanía sobre los lugares y mecanismos para denunciar los casos de violencia contra las mujeres durante el Estado de Excepción», señala un documento de Naciones Unidas Honduras.

Por su parte, Ocampo señala que el Estado debería establecer medidas distintas para atender a las mujeres víctimas de violencia, porque la línea 911 no es suficiente. «Sabíamos que esas medidas no funcionaban antes y en este contexto donde las mujeres ni siquiera pueden salir de sus casas o si salen a poner la denuncia pueden ser detenidas por salir de sus viviendas, menos están funcionando», añade.

Los registros del CDM contabilizan que en los últimos 10 años el Ministerio Público estaba recibiendo 56 denuncias diarias. En promedio, durante la cuarentena, recibieron apenas 10 al día. «Eso demuestra que el Estado no está respondiendo y que la violencia está quedando otra vez en el silencio, en las casas, Con la excusa del coronavirus no se está priorizando atender a estas mujeres», añade Ocampo. Esto a pesar de que la Secretaría de Seguridad publicó el 8 de marzo el oficio DGPN-DNPSC-DEG No. 0053- 2020 en el que ordena a los agentes a que presten atención a las denuncias por violencia doméstica. «La no atención a la misma podría considerarse negligencia que podría terminar con la pérdida de una vida humana», dice el oficio enviado por la comisionada Sulma Selena Reyes Amaya, jefa de la División de Equidad de Género de la Policía Nacional.

Hasta el momento, el Observatorio de Derechos Humanos de las Mujeres del CDM a través del monitoreo de medios de comunicación escritos y digitales registró 26 femicidios desde la entrada en vigencia del toque queda. La falta de atención a las denuncias por violencia doméstica, en muchas ocasiones termina en femicidios.

Lea más aquí: Un femicidio que el Estado pudo evitar

Refugio en cuarentena

La situación de violencia doméstica a nivel mundial se agravó. Es por ello que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) pidió a los Estados fortalecer sus respuestas a la violencia de género en el contexto de confinamiento y aislamiento social. Entre las recomendaciones se encuentra «crear mecanismos alternativos de denuncias, la ampliación de la oferta de refugios para víctimas de violencia doméstica y el fortalecimiento de la capacidad de agentes de seguridad y actores de justicia para ofrecer respuestas oportunas en el contexto de la pandemia».

Uno de los mayores problemas de Honduras para atender con eficiencia la violencia doméstica es la falta de refugios para mujeres víctimas. Actualmente en el país existen 7 centros ubicados en Tegucigalpa, Santa Rosa de Copán, La Ceiba, San Pedro Sula, La Esperanza, Choluteca y Puerto Cortés. Todos nacen de iniciativas privadas, fundaciones u organizaciones no gubernamentales.

Sin embargo, la diputada por el Partido Innovación y Unidad (PINU) Doris Gutiérrez, denunció que no se les dio un salvoconducto a las defensoras de mujeres en casas refugios para poder circular durante el estado de sitio por la emergencia. «Directamente desde el Congreso Nacional no hemos hecho nada sobre el incremento de las denuncias por violencia doméstica durante la cuarentena», añadió, a la vez que dijo que ninguna iniciativa presentada en las sesiones virtuales ha dado respuesta a las mujeres víctimas de violencia.

Sobre esto, la diputada nacionalista y coordinadora de Comisión de Equidad de Género del Congreso Nacional, Sara Medina, durante un foro virtual realizado por el Instituto Holandés para la Democracia Multipartidista (NIMD, por sus siglas en inglés) señaló que la Comisión no tiene mora legislativa.

«Se está trabajando en elaborar un solo dictamen que reúna tres propuestas en el tema de violencia doméstica, violencia política y violencia callejera. Aunque en este momento yo siento que la prioridad es la Ley de las Trabajadoras Domésticas, asegurar que las transferencias municipales incluyan a las Oficinas Municipales de la Mujer y el tema de las casas refugio».

Para Helen Ocampo del CDM, la única forma en que se mejoren las condiciones de las mujeres víctimas de violencia, durante la pandemia, es priorizando la atención en los Juzgados de Paz, y que las autoridades entiendan que es importante evitar que las mujeres mueran de coronavirus, pero hay una incongruencia cuando al mismo tiempo no se está evitando que mueran por un femicidio.

La COVID19 llegó a las cárceles hondureñas. Por eso, en este episodio, Jennifer Ávila entrevista a diversos actores alrededor del Sistema penitenciario para profundizar en la situación de las cárceles en Honduras.

Hacinamiento, masacres, incendios, militarización y ahora la pandemia, en Honduras se está lejos de ver esto como un asunto de Derechos Humanos con la violencia imperante en las calles y la desidia del Estado por cumplir con las sentencias internacionales de la CORTEIDH en este ámbito.

Guión y entrevistas: Jennifer Avila
Edición, montaje y música original de Gabriel «El Flow» Laínez.

Médicos en servicio social han anunciado que se encuentran en calamidad económica en medio de la pandemia. Después de 90 días, alrededor de 170 de ellos han comenzado el proceso de firma del acuerdo con la Secretaría de Salud. Este contrato les asegura el salario beca de 7700 lempiras mensuales, que desde hace tres meses se les adeuda, sin embargo esto no les garantiza que recibirán el pago de inmediato. 

Boris Fúnez, médico en servicio social en el departamento de Olancho, relata que por no tener salario en los últimos tres meses, varios de sus compañeros no cuentan con el equipo de bioseguridad en los hospitales. Esto aumenta su posibilidad de contagio de COVID-19. «Hay compañeros a los cuales se les ha exigido, de manera obligatoria, pagar más de 450 lempiras por su equipo de bioseguridad, lo cual condenamos, ya que la misma Secretaría de Salud debe de suplir estas necesidades», enfatizó Fúnez. 

Fúnez, pide a las autoridades correspondientes brindar todo el apoyo solicitado porque ellos están dispuestos a continuar en los principales centros hospitalarios para atender a la población, «pero hay cosas que no se pueden hacer sin que ellos nos proporcionan nuestro pago y las medidas de bioseguridad», agregó. Los médicos en servicio social son asignados, de manera primordial, al área de emergencia de los hospitales. También se encuentran dirigiendo diferentes centros de salud en pequeñas comunidades, esto a pesar que las autoridades de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras ha solicitado que los pasantes no estén frente a la emergencia por falta de equipo de bioseguridad. 

El 13 de abril, en San Pedro Sula, se reportó un médico en servicio social contagiado por COVID-19. «Él ya está recuperado, pero tuvo muchos problemas para obtener sus pruebas, así que exigimos que si un médico en servicio social pide que le realicen una prueba, no se la nieguen. Además de eso, varios compañeros han denunciado que los resultados de los exámenes PCR se han perdido y se han  tenido que realizar nuevamente las pruebas. No podemos continuar así», afirma Danielle Castro, médica en servicio social.

A pesar de haber comenzado con la firma del acuerdo, los médicos en servicio social continúan denunciando más atropellos ya que al presentarse a las instalaciones de la Secretaría de Salud, les solicitan diferentes requisitos y al no tenerlos firman pero no tienen el derecho de pago.

Castro cuenta que ha tenido que renunciar a su salario beca, porque al firmar debía regresar a su centro de trabajo y teme por las represalias, tras sus denuncias. “La doctora Mireya Fuentes me dijo que ella sabía perfectamente quién era yo, además querían enviarme nuevamente hasta el hospital de Yoro sabiendo que allá no hay equipo de bioseguridad y esa es una de nuestras exigencias” relata. 

Representantes de los médicos en servicio social piden a las autoridades que mejoren esta situación, porque de no ser así se retirarán en su totalidad de las áreas de emergencia. Por medio de un comunicado oficial, el Colegio Médico les ha informado que su colegiación provisional venció el 16 de marzo, pero que será extendida en un periodo de seis meses, esto para continuar ejerciendo.

La médica en servicio social, Danielle Castro de 28 años, retratada en su casa de la ciudad de Tegucigalpa. Danielle ha quedado sin poder volver al Hospital Manuel de Jesús Subirana de Yoro, donde está asignada, debido al toque de queda decretado por el gobierno hondureño el pasado 15 de marzo a raíz del Covid-19, Tegucigalpa, 13 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Congreso Nacional aprueba contratación de personal médico 

Mientras los jóvenes de servicio social no cuentan con el equipo de bioseguridad y su sueldo correspondiente por prestación de servicios sanitarios, el Congreso Nacional aprobó la contratación permanente del personal médico que está al frente de la emergencia sanitaria. Estos contratos se realizaron por medio de la Secretaría de Salud y uno de los programas beneficiados será el denominado Código Verde, el cual ha sido señalado por representantes del Sindicato de Enfermeros del Hospital Escuela de ser un programa para brindar empleos a activistas del Partido Nacional.

El programa Código Verde fue creado en 2015 y se desprende del proyecto «Con chamba vivís mejor», ambos creados en el gobierno de Juan Orlando Hernández. Este programa brinda oportunidades de empleo a estudiantes y se les paga un salario de 4300 lempiras en pequeñas jornadas. Los jóvenes son estudiantes de secundaria y universitarios, con orientación en las áreas de medicina, enfermería, servicio social y leyes. Su labor consiste en facilitar las gestiones de los pacientes y familiares. Ante la emergencia sanitaria actual, el el presidente solicitó a las autoridades del programa contratar personal médico para que atendieran las principales salas de emergencia de todo el país. Según datos brindados por este mismo proyecto, se han contratado, de manera aproximada, a 550 personas, entre enfermeros, médicos especialistas y médicos generales. 

Sin embargo, Javier Lara, secretario del Sindicato de Enfermeros cuestiona esto, ya que, según él, se contratará solo activistas del Partido Nacional. «En estas contrataciones se tomará en cuenta el personal médico y sanitario contratado bajo la modalidad del programa Código Verde. Es por esta razón que tememos que solo activistas nacionalistas sean contratados, ya que es un secreto a voces el hecho de que ellos son los que laboran para dicho proyecto. Además hay que tomar en cuenta que tenemos compañeros que tienen 7 a 8 años de estar laborando por contrato y merecen su permanencia, ellos están al frente de la emergencia». 

El Código de Trabajo en su artículo 48, estipula que es nula la cláusula de un contrato de trabajo en que el trabajador se obligue a prestar servicios por término mayor de un  año, pero la nulidad solo podrá decretarse a petición del trabajador. Es decir que después de un año se tiene el derecho de obtener su permanencia en cualquier área laboral. 

«Muchos de los médicos corren riesgo en su vida. Si son contagiados no cuentan con los beneficios, y si llegan a morir, a causa del virus, no cuentan con un seguro de vida. Es por ello que solicitamos a las autoridades el nombramiento inmediato de los médicos, tal y como lo establece el decreto aprobado en el Congreso Nacional», recalca Javier Lara.

El decreto aprobado por la cámara legislativa ha autorizado a la Secretaría de Salud y al Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), a emitir los acuerdos de nombramientos permanentes del personal médico, sanitario, asistencial y de apoyo, que actualmente labora bajo la modalidad de contrato. La Secretaría de Salud, Secretaría de Finanzas y el IHSS, serán los encargados de definir el procedimiento para la creación y otorgamiento de las plazas permanentes en un periodo de gracia de 30 días hábiles. Asimismo, serán beneficiados para ser contratados de manera permanente, con la misma modalidad, el personal de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) —entidad que ha manejado todo lo relacionado a la pandemia del COVID-19—, y el Sistema Nacional de Emergencia (911), especialmente el equipo que ha estado al frente de en el servicio de la telemedicina, así lo enfatiza dicha aprobación.

Una enfermera aplica una inyección a un adolescente en la sala de dengue del Hospital Escuela Universitario, Tegucigalpa, 13 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.

El peligro es latente

Médicos, enfermeras y personal auxiliar son parte de los 26 casos positivos de COVID-19, en el Hospital Escuela. Así lo ha confirmado su subdirector, Franklin Gómez: «Este personal se encuentra estable y en sus casas, en aislamiento. El personal médico de este centro asistencial tiene mayor riesgo de contagiarse, ya que nos exponemos al atender a la población que llegan al centro hospitalario con diferentes patologías. La mayoría asintomáticos al virus», explica. También ha informado que a diario se están realizando 80 pruebas PCR  al personal que ha tenido contacto con los casos positivoS. De igual manera, afirma que están dotados de todo el equipo médico para atender a la población.

El Código de Salud enfatiza, en su artículo 104, que todos los empleadores o patronos son responsables de adoptar medidas efectivas para proteger y conservar la salud de los trabajadores. La instalación, operación y mantenimiento de sistemas y de equipos de protección —necesarios para la prevención de los accidentes de trabajo y enfermedades ocupacionales—, está a cargo de los empleadores.

Mauricio Corrales, representante del Sindicato del Hospital Escuela, asegura que dicho artículo no se cumple. «Si se cumpliera no habrían casos positivos en este hospital», dijo. Además condenó que el personal médico no cuenta con los insumos básicos de bioseguridad: «Después de nuestra denuncia en varios medios de comunicación como Sindicato, las autoridades del hospital hicieron la entrega de 2 kits de bioseguridad en las salas de hospitalización. Esto quiere decir que los tenían almacenados y esto va contra el derecho a la vida de los trabajadores. Es aberrante que este equipo solo puede ser usado en caso de tener un paciente positivo en alguna sala de emergencia».

En cuanto al tema de las indemnizaciones, los empleados del Hospital Escuela se rigen por la Ley del Seguro Social. En este caso, se deberá incapacitar al empleado el tiempo que requiera su recuperación. «Por esa parte el empleado debe estar tranquilo. El riesgo aquí es la muerte y que más compañeros continúen contagiándose», afirmó Corrales.

En la carpa frente al portón número 3 del Hospital Escuela Universitario, dos enfermeras con alcohol en gel y un termómetro digital en manos, esperan a las personas que ingresa al centro médico, Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Estigmatización en contra del personal de salud

Durante las primeras semanas de confinamiento los médicos y todo el personal de salud, recibió centenares de mensajes por redes sociales e infinitos aplausos por parte de la población. Fueron catalogados como héroes, por ser parte del personal que se encuentra en primera línea frente a la emergencia sanitaria. Sin embargo, también han sido agredidos de manera verbal en diferentes espacios, en sus propios hogares, bancos y hasta supermercados. Por redes sociales los galenos han denunciado estos atropellos, ya que muchas veces si portan el uniforme médico no se les permite el ingreso a dichos locales.

Contracorriente habló vía telefónica con una joven practicante en el área de rayos X, en uno de los centros hospitalarios, quien pidió anonimato. La llamaremos A. Ella vive en una colonia residencial y nos comenta que desde que inició el confinamiento ha recibido tratos pésimos por parte de sus propios vecinos: «Ellos han solicitado a los guardias de seguridad que me hagan bajar de mi carro para ser desinfectada. De no permitirles eso no me dejarían pasar la tranca de seguridad. Es horrible tener que vivirlo, sobre todo ahora que soy un caso positivo y el caso cero en este sector. Ni siquiera tengo la certeza de cómo me contagie y ahora temo contagiar a mi familia».

Ante estos actos discriminatorios la  Red Lésbica Cattrachas ha presentado un informe donde dejan en evidencia que «el miedo a contagiarse de la enfermedad ha propiciado que grupos que no habían sido discriminados, sean el nuevo foco del estigma. Pacientes de COVID-19, sus familiares y el personal de salud han sufrido en las últimas semanas, amenazas contra sus vidas, desalojos ilegales, ataques a su integridad física y discriminación en la prestación de servicios, por ser considerados erróneamente como ‘‘fuentes de contaminación”», reza el informe. 

También sostienen que «los medios de comunicación han contribuido a este odio entre la sociedad hondureña, donde el  miedo focalizado en el COVID-19 ha desviado de la mirada de los medios y de los fundamentalistas, a las personas LGBTI como los principales receptores de la discriminación (…) La homofobia, la lesbofobia y la transfobia siguen incrustadas en la estructura social, pero en este momento, han sido sobrepasadas por un miedo insuperable, inmediato y urgente para la población: la “covidfobia”», explican. 

En el portón número 1 del Hospital Escuela Universitario, una enfermera toma la temperatura al personal que labora en el centro médico a la hora de ingresar a turno A, Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.

A teme por la seguridad de su familia porque todos los vecinos saben que es positiva y ya han solicitado a sus padres, de manera verbal, que se vayan del lugar. A tiene miedo a que todo sea peor si ella pone una denuncia. Además hará que más gente se dé cuenta que está infectada. «Mejor me quedo aquí, entre menos bulla haga, menos se acordarán de mi existencia», explica. A pide a la población que no siga creando morbo en redes sociales y mucho menos indagar  a quiénes están contagiados, con el fin de agredirlos, ya que en estos momentos lo que se necesita es el apoyo de la comunidad, sobre todo a los familiares que también sufren las consecuencias. 

El vicepresidente del Colegio de Psicólogos de Honduras, Felipe Maldonado lamenta que la población esté reaccionando de esta manera. Esto es algo que tiene que ver con la falta de educación, pero también con la falta de confianza en las instituciones. La gente cree que no hay datos confiables, lo cual genera dudas y termina en la estigmatización del personal de salud y de todos aquellos que estén al frente de esta pandemia.

«La incertidumbre es latente, no sabemos quién está contagiado, quién no, pero eso no nos da derecho de agredir a nadie. Hay que tratar de mantener la calma, mantenernos activos en casa, con alguna lectura, ejercicio, o alguna otra actividad que le ayude a relajarse, ya que el confinamiento hace que las personas tengan actitudes agresivas. Es importante no realizar planes a corto plazo, dado que genera frustraciones que también aumentan el odio. Además no se puede olvidar que gracias a ese personal que está en primera fila, usted y yo podríamos salvarnos de perder nuestras vidas», indica Maldonado. También recomienda al personal médico que, durante la pandemia, descansen lo más que puedan, que realicen ejercicios de meditación y relajación, alimentarse saludablemente, mantener una comunicación permanente con sus familiares más cercanos, de esta manera, disminuirán los miedos y temores que tengan.

El Colegio de Psicólogos ha puesto a disposición sus servicios gratuitos, de manera virtual por video llamada o llamada telefónica normal, para toda aquella persona que necesite orientación psicológica. Estos servicios funcionan las 24 horas del día y los 7 días de la semana. La población puede solicitar la ayuda a los números telefónicos: 3291-0855, 8773-9248 y 9653-0673.

Actualmente no se tiene un dato exacto de cuánto personal de salud se ha contagiado del virus en el país. El pasado 11 de mayo, se cumplieron 60 días desde que se detectó el primer caso de coronavirus en el territorio hondureño y a la fecha 3100 personas es el acumulado de personas que se han diagnosticado positivas con el virus, 151 han muerto y 355 se han recuperado, según los últimos datos brindados por el Sistema de Nacional de Riesgos (Sinager).    


El coronavirus llegó a los centros penales. Luego de la confirmación de dos casos —uno fallecido—, la información sobre protocolos de seguridad durante la emergencia es manejada como un secreto por las Fuerzas Armadas, que tienen a cargo el sistema penitenciario desde diciembre de 2019. Dos cárceles, incluida la de mayor hacinamiento, han sido cerradas temporalmente de manera que no se permitirán nuevos ingresos a las mismas.

Jennifer Ávila para Otras Miradas*

A través de un cuestionario, se realizó una evaluación médica a 70 privados de libertad que compartían módulo con Rafael Herrera, quien tenía 52 años y fue el primer fallecido por COVID-19 dentro de la cárcel de máxima seguridad El Pozo. La información sobre cómo se contagió y lo que pasa en todo el sistema penitenciario es incierta y está vedada. El Instituto Nacional Penitenciario pone en duda el diagnóstico, ya que la prueba confirmatoria de coronavirus se realizó tres días después de que él había muerto, el 23 de abril pasado. 

Un mes después, en la Penitenciaría Nacional ubicada en Támara, a 19 kilómetros de Tegucigalpa, se identificó otro caso positivo. Las autoridades aducen que fue una persona que ingresó el 30 de abril al recinto, quien fue puesta en cuarentena. Se ha oficializado un cierre temporal de esta prisión y no se admitirán nuevos reclusos, tal como ocurrió con las instalaciones donde falleció Herrera.

Honduras tiene una población penitenciaria de 22 007 personas, distribuida en 25 centros penales y tres anexos en sedes militares, con fallas de infraestructura y en condiciones de hacinamiento. Este es uno de los países más violentos del mundo, con una tasa de 43,6 homicidios por cada 100 000 habitantes y con alta incidencia del delito de asociación ilícita, narcotráfico y extorsión. El Pozo, está destinado a recluir a los condenados por esos delitos. 

El 17 de diciembre de 2019, el Ministro de la Presidencia, Ebal Díaz, anunció que debido a la crisis que atravesaba el sistema penitenciario, este pasaría a ser administrado por las Fuerzas Armadas en coordinación con la Fuerza de Seguridad Interinstitucional (Fusina). Esta medida fue tomada después del asesinato del exdirector de El Pozo, Pedro Idelfonso Armas, quien había sido suspendido de su cargo luego de que el recluso Magdaleno Meza fuera asesinado dentro de ese penal. 

Las junta interventora está a cargo del INP y del Instituto Nacional para la Atención a Menores Infractores. El coronel de infantería José A. González Maradiaga, es el nuevo director del INP, según el Decreto Ejecutivo PCM-068-2019.

Tito Livio Moreno, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Honduras en conferencia de prensa en las oficinas del Instituto Nacional Penitenciario, Tegucigalpa, 17 de diciembre de 2019. Foto: Martín Cálix.

El Pozo, está ubicada en Ilama, en el departamento de Santa Bárbara, a 241 kilómetros de Tegucigalpa, la capital de Honduras y tiene capacidad para 1550 privados de libertad. En los últimos dos años, en esta cárcel se han registrado seis asesinatos de privados de libertad. En octubre de 2018 hubo un enfrentamiento en el módulo de mínima seguridad donde murieron dos reclusos. Y en junio de 2019, durante una protesta dentro de la cárcel, fueron ultimados dos miembros de la mara Salvatrucha. Ese mismo año, en octubre, un recluso fue encontrado asfixiado y el reconocido narcotraficante Magdaleno Funez fue asesinado. El video de este hecho se filtró a medios de comunicación.

Tres cosas destacan de la situación de la población penitenciaria hondureña: las condiciones de hacinamiento en la que viven, el poder que llegan a ejercer los grupos criminales desde su interior y el intento del Estado por recuperar el control. 

La muerte de Herrera por COVID-19 en El Pozo debió poner en alerta a todo el sistema penitenciario, pero la información sobre lo que allí pasa es imprecisa. La Ministra de Salud, Alba Consuelo Soto, dijo a este medio que no sabía cuántas pruebas se hicieron, pero confirmó que sí se habían realizado PCR y que todas habían dado negativo hasta el momento.

Realizamos una solicitud de información en el sistema del Instituto de Acceso a la Información Pública para que la Secretaría de Salud respondiera con los datos exactos sobre las pruebas realizadas en las cárceles en alerta por COVID-19. La institución dijo que en Ilama se realizaron 9 pruebas PCR más la realizada al fallecido y que en la Penitenciaría Nacional de Támara han realizado 13. En el primer caso, 70 privados de libertad más compartían módulo con el fallecido por COVID-19 y, en el segundo caso, Támara cuenta con 7000 privados de libertad.

La vocera del Instituto Nacional Penitenciario (INP), Digna Aguilar, informó que los médicos del Sistema Nacional de Riesgo (Sinager) fueron a Ilama y que ellos diseñaron el protocolo de bioseguridad para el sistema penitenciario que se ha implementado en todos los centros. «Los privados de libertad no están teniendo contacto con personas externas, no están recibiendo visitas ni de familiares ni abogados, no se les está sacando a hospitales ni a juzgados, el personal de seguridad ha estado confinado allí, el personal administrativo no tiene contacto con ellos, por eso estamos pidiendo una investigación», afirma Aguilar.

En contraste con esa posición oficial, la directora del Comité Nacional para la Prevención de la Tortura (Conaprev), Glenda Ayala, asegura que la Secretaría aplicó un cuestionario  y que las pruebas realizadas en Ilama fueron a cuatro privados de libertad que compartían celda con el fallecido, a un policía militar, al médico, a la enfermera y a una persona de aseo de la clínica del centro penal, todas con resultado negativo.

A pesar de la pandemia y un muerto por coronavirus, la Junta Interventora militar no acata las disposiciones del Poder Judicial. El 30 de abril, el Poder Judicial publicó un comunicado en el que denunció que el INP no había acatado una resolución que ordenó la realización de pruebas a todos los privados de libertad para identificar casos de COVID-19.  

Después de la muerte de Herrera, el Conaprev visitó El Pozo. Los funcionarios de este organismo estatal constataron con los privados de libertad que compartían módulo con el fallecido, que el personal de seguridad, los policías militares que vigilan los accesos, fueron cambiados 15 días antes. Según Ayala, esto pudo haber sido un factor de riesgo para que el virus llegara al recinto y aseguró que, diez días antes de morir, Herrera fue atendido por un médico que le dio tratamiento para una enfermedad respiratoria, pero éste no le dio mayor seguimiento.

Un niño se acerca al portón de entrada de la prisión de máxima seguridad El Pozo para conversar con los militares que resguardan la entrada, Ilama, Santa Bárbara, 8 de abril de 2018. Foto: Martín Cálix.

El riesgo de contagio en las cárceles es un tema de preocupación para los expertos en América Latina. En las últimas semanas se han registrado incidentes en Brasil, Colombia, Argentina, Bolivia, Ecuador, Panamá, Perú, República Dominicana y Uruguay. Según un estudio de Pedro Rodríguez y Patricia Domínguez, publicado el 22 de abril pasado, por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hay al menos 1,2 millones de personas que cumplen penas de prisión en la región: «la mayoría en cárceles sobrepobladas, donde las malas condiciones aumentan los riesgos de infección».

Lo anterior descibe muy bien la situación de Honduras. En 2019, un informe de Conaprev, el Poder Judicial y la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos (Oacnudh), difundido por el Centro de estudios para la democracia (Cespad), reveló que en El Pozo habían 1804 privados de libertad y para resguardarlos se contaba con 140 miembros de la Policía Militar, 52 agentes penitenciarios y 20 de la Fuerza de Control Penitenciario. Solo el 37 % de la población carcelaria en este recinto tiene condenas y no hay una separación en las celdas que distinga a los procesados de los sentenciados y entre los que cometen delitos graves y los que ingresan por leves.

El Juzgado de Ejecución Penal informó que la población penal en este presidio es de 1400 personas, 150 menos que su capacidad física. A pesar de no estar sobrepasado en su capacidad, las condiciones carcelarias de este centro han causado reclamos de los familiares de los detenidos. En 2017 y 2018, algunos de ellos realizaron manifestaciones demandando una mejora en el trato a sus familiares y que los privados de libertad tuvieran acceso a la salud, ya que muchos padecían de tuberculosis y otras enfermedades.

En la última comunicación a inicios de mayo, la vocera del INP insistió, sobre el caso de El Pozo, que hasta el momento nadie ha presentado síntomas de gripe, tos o fiebre, que hagan suponer que se trata del coronavirus.

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Honduras lleva ya dos meses de estado de sitio por la emergencia sanitaria. Desde entonces hubo 300 nuevos ingresos a las cárceles en este país. A eso se suman los 2000 detenidos por violar el toque de queda que han sido recluidos durante 24 horas en postas policiales y centros temporales de detención, sin las condiciones ni controles adecuados.

El viernes 15 de mayo, se anunció el primer caso de coronavirus en la cárcel en Támara, razón por la cual la Junta Interventora del INP anunció el cierre temporal del centro para evitar la propagación del COVID-19. 

Mediante comunicado en medios de comunicación, las autoridades penitenciarias reportaron que un privado de libertad con COVID-19 fue ingresado el 30 de abril al centro con medidas de cuarentena. Sin embargo, Conaprev, ha insistido en los últimos dos meses que las medidas de aislamiento para los nuevos ingresos son inútiles en centros con hacinamiento y sin las medidas de bioseguridad para prevenir el contagio. La Penitenciaría Nacional es la prisión con mayor hacinamiento, con 7000 personas recluidas, a las cuales ahora se suman 190 personas que fueron recluidas durante la cuarentena. 

Antes de que este caso fuera conocido, la Asociación de Familiares de Privados de Libertad publicó un comunicado expresando su preocupación por la amenaza que representa la pandemia en los centros penales.

«En Támara están sin agua, las personas que atienden son médicos generales, cuando van a consultas no hay medicamentos, ni siquiera acetaminofén, no se pueden tomar las medidas de higiene. Además, están proporcionando la cantidad de comida como si hubiera 6000 reos y son 7072. Y aunque se suspendieron las visitas, el riesgo está porque el personal que trabaja entra y sale de los centros penales y no sabemos qué tipo de control se está llevando con estas personas», explica Delma Carolina Rubí, presidenta de la asociación de familiares.

Retén militar en la entrada a la aldea de Támara donde se encuentran la Penitenciaría Nacional, la Penitenciaría Nacional Femenina y el Centro para menores infractores Renaciendo. Las visitas están canceladas y no hay paso para nadie después de este retén. Tegucigalpa, 5 de mayo de 2020. Fotografía: Jennifer Avila

El 31 de marzo, siguiendo las recomendaciones del Subcomité Internacional para la Prevención de la Tortura de las Naciones Unidas, el Conaprev presentó un recurso de habeas corpus humanitario para pedir la liberación de 6243 personas vulnerables ante el coronavirus. La Sala de lo Constitucional no ha respondido, pero el organismo supo extraoficialmente que se ha declarado sin lugar. Según el Conaprev, para la investigación de este recurso, el Poder Judicial nombró a jueces ejecutores y defensores públicos, quienes en sus informes expusieron que las personas se encontraban en perfectas condiciones en las prisiones y que no ameritaban su egreso.

Hasta el cinco de mayo, el Poder Judicial había emitido resoluciones de preliberación para 1087 personas, 593 que ya gozaban de ese beneficio, 212 con libertad condicional, 185 conmutaciones, 64 que ya habían cumplido su pena, 32 menores con revisión de medida y una persona con enfermedad terminal. Si bien las órdenes fueron dadas al INP, eso no significa que las personas fueron liberadas.

En general, la situación de salud de la población penitenciaria es otro foco de preocupación. Durante una inspección que realizó Conaprev a nivel nacional, se determinó que 2424 presos tienen padecimientos o enfermedades crónicas y 756 son ancianos. Para estas personas, la privación de libertad ya quedó sin efecto y podrían ser liberadas para descongestionar los centros penales, sobre todo el de Támara, explica Ayala. Conaprev solicitó también que las personas que ya cumplan con los requisitos para gozar del beneficio de preliberación o libertad condicional, que ya suman 797, sean evaluadas por consejos técnicos para dar trámite a esos beneficios. También identificaron 696 personas condenadas a penas menores de cinco años, quienes podrían sustituir la prisión con trabajo comunitario o pago de multa, según el mismo organismo de defensa de derechos humanos. 

La vocera del INP asegura que «las excarcelaciones no dependen del Instituto, es el Poder Judicial el que debe emitir una resolución ya sea cambio de medidas, sobreseimientos o arrestos domiciliarios. El Poder Judicial hace una resolución, la envía al centro penitencial y se libera la persona. El INP no puede liberar a nadie».

La abogada Glenda Ayala, de Conaprev, explica que en su inspección por los centros penales, los directores desconocían la resolución judicial: «Todavía el miércoles 29 de abril que estuve en Ilama, no se habían ido los de preliberación porque el director se había negado a cumplir esto. Prácticamente se le coaccionó y se le dijo que si no lo hacía lo denunciaríamos por violación de los deberes de los funcionarios por desobedecer una orden judicial ¿cuál sería la actitud correcta de una comisión interventora? Si hay una orden de un juez, acatarla, si no lo hace no podemos avanzar».

Mientras esa resolución no fue acatada, el Poder Judicial ha trabajado durante la cuarentena, realizando audiencias a puerta cerrada o por videoconferencia para avanzar en el proceso de sentencia y preliberación y reducir la mora judicial. Ha identificado a 1240 personas con prisiones preventivas vencidas, que superan los dos años y seis meses de estar recluidas y que no han ido a juicio o que ya fueron pero que no se ha dictado su sentencia. 

Uno de los casos más destacados en ese sentido es el del ambientalista Jeremías Martínez, judicializado por tentativa de usurpación de espacios públicos y daños en perjuicio de Inversiones Los Pinares, una empresa instalada en un área protegida en el norte.

Por ese conflicto, 31 defensores han sido procesados, 8 de ellos actualmente encarcelados. El caso de Martínez constituye una pena anticipada por haber cumplido su tiempo de prisión preventiva sin sentencia. En las condiciones actuales, diversos organismos internacionales han pedido su liberación. En los últimos 10 años, en Honduras se registraron 424 casos de acoso judicial contra defensores en medio de conflictos medioambientales. 


Familiares de los presos políticos de la comunidad de Guapinol en el Valle del Aguán realizan una manifestación y recolección de firmas frente al Ministerio Público, Tegucigalpa, 27 de agosto de 2019. Foto: Martín Cálix.

Con la pandemia, el Comité de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Honduras, una organización de sociedad civil que promueve y defiende los derechos humanos localmente, presentó un habeas corpus correctivo con la finalidad de lograr la excarcelación de personas consideradas presos políticos, entre ellas aquellas por conflictos ambientales, pero no hubo respuesta por parte de las instancias jurisdiccionales.

Juana Zúniga, familiar de uno de los defensores recluidos y miembro de la resistencia a la minera, asegura que, aunque no se han dado cuenta de que alguno de sus compañeros esté enfermo en la cárcel, están preocupados por lo que les pueda pasar. Después de dos meses sin visitas es poco lo que saben de las condiciones en las que están. «La situación es cada vez más difícil: siete meses con los compañeros presos, tenemos hijos pequeños y no tenemos una respuesta para saber cómo va el caso. Ellos estaban acostumbrados a que cada domingo los visitáramos, solo les queda ahora adaptarse a la comida que les proporcionan allí en la cárcel. Solo hemos sabido que les visitó un doctor y ha estado pendiente de ellos», cuenta Zúniga.

El poder de los militares

A pesar de estar demostrado que es erróneo medir la seguridad a través del número de personas encarceladas, se siguen llenando las prisiones de personas para demostrar el éxito de una política de seguridad. Los gobiernos han sabido justificar sus políticas de «mano dura» y de encarcelación masiva, aunque el sistema de justicia sea ineficaz. En plena pandemia, los arrestos han continuado.

La Fuerza Nacional Antimaras y Pandillas (FNAMP), creada en 2013 dentro de la Fuerza Interinstitucional Nacional (Fusina), es una estructura con la que se le dio potestad a las Fuerzas Armadas para combatir el delito, investigarlo y juzgarlo, con jueces especiales dentro del recinto militar. Esta es una de las acciones más agresivas de militarización que el gobierno del nacionalista Juan Orlando Hernández impulsó al inicio de su primer mandato en 2013. Ellos son los responsables de que las cárceles de máxima seguridad estén llenas.

El jefe de la FNAMP es el teniente coronel Amílcar Hernández, quien en comparecencia de prensa junto a Hernández, detalló las operaciones que han realizado durante la emergencia por coronavirus en el país, en las cuales uno de los resultados son las capturas. El alto oficial dijo que «hubo 144 detenidos, de los cuales el 100 % son personas que han quedado presas porque han sido judicializados de manera correcta cada una».

Las consecuencias de la militarización, además del incumplimiento de las resoluciones judiciales, pueden verse en que la Junta Interventora del INP no ha presentado informes mensuales sobre el proceso de reestructuración del sistema penitenciario. Esta época de pandemia y el caso específico de las cárceles muestran a la sociedad que no hay nada encima del poderío militar. 


Glenda Ayala, abogada directora del Comité Nacional para la Prevención de la Tortura, revisa resoluciones judiciales, informes de visitas a los centros penales y cuestionarios aplicados a los recluidos para confirmar su estado de saud. Tegucigalpa, 4 de mayo 2020. Fotografía Jennifer Avila

Ayala tiene cuatro años en la dirección del Conaprev que, desde su creación en 2008, ha visto cuesta arriba la defensa de los derechos de los privados de libertad y la lucha por la no militarización del sistema penitenciario. «Hoy recibí un audio de una doctora de medicina forense donde dice que fue al centro penal a evaluar a la persona para emitir el dictamen, pero resulta que la doctora del centro no le dio acceso a la información que hay en el expediente clínico del centro. Para cumplir esto necesitamos una voluntad desde arriba. No hay voluntad ni de cumplir la resolución judicial. Las Fuerzas Armadas son un organismo jerarquizado. Al ser él (el director de la junta interventora) notificado sobre esto, inmediatamente debía enviar una circular a toda su gente para cumplirlo, pero no lo hizo. Desde allí partimos de la voluntad que denota para cumplir la ley y los reglamentos en el ámbito penitenciario», explica Ayala.

Las Fuerzas Armadas, tras la transición de la época de golpes de Estado militares en la década de los 80, volvieron a sus cuarteles. Durante el gobierno de Carlos Roberto Reina, en 1994, se abolió el servicio militar obligatorio pero fue en 2002 cuando salieron de nuevo a las calles. 

Las políticas de «mano dura» han marcado la agenda de los gobiernos del Partido Nacional, el mismo que ahora está en el poder. En 2003, el presidente Ricardo Maduro aprobó una reforma al Código Penal que aumentaba las penas por el delito de asociación ilícita, además que incluía descripciones de los miembros de maras y pandillas. La portación de tatuajes era una de ellas. A esto se le llamó Ley Antimaras y fue en esa época en la que los militares comenzaron a hacer labores policiales en el cuidado de los buses de transporte público. En 2010, el gobernante era Porfirio Lobo Sosa quien llegó al poder con una campaña que se titulaba «Puño firme», por estar dirigida a tener «cero tolerancia» a delitos como el de asociación ilícita. En 2013 Hernández asumió la presidencia del país y entregó la seguridad pública al Ejército.

A lo largo de su mandato, el actual mandatario ha impulsado un creciente involucramiento de los militares en su proyecto político, lo que contribuyó a su reelección en 2017, a pesar de existir una prohibición constitucional. Él mismo estudió en el Liceo Militar, y sus hermanos, legal o ilegalmente, han estado vinculados a las fuerzas armadas. Su hermano José Amílcar Hernández, actual asesor de seguridad, es un coronel retirado que participó activamente en el golpe de Estado que derribó a Manuel Zelaya en 2009. Su otro hermano, «Tony» Hernández, fue sentenciado por una corte en Nueva York por traficar drogas a los EE. UU., usando, entre otras entidades públicas, a la institución militar. 

Hernández intentó, en su primer mandato, elevar la Policía Militar del Orden Público a rango constitucional, violando los artículos constitucionales que hablan sobre las funciones de las Fuerzas Armadas, entre las cuales no está incluida la de policía. La reforma no pasó, pero la Policía Militar y otras fuerzas especiales militarizadas tienen el control de la seguridad pública y de algunas áreas del sistema de justicia como las prisiones.

«El que le demos potestades al Ejército para que detenga, investigue y cuide, eso es definitivamente catastrófico y contrario a la convención contra la tortura y protocolos facultativos. Una de las cuestiones que hemos visto con preocupación es el tema de la criminalización inclusive como institución defensora de derechos humanos porque el personal que está dirigiendo lo mira a uno como el enemigo (…) En las últimas intervenciones que he tenido con el señor responsable de la Fuerza Antimaras y Pandillas le digo: prácticamente usted me está diciendo que soy parte de la organización delictiva por preguntar qué trato le está dando al detenido», explica Ayala, directora del Conaprev.

Los abusos de derechos humanos están entre los principales cuestionamientos. «¿Hay tortura en Honduras? Sí hay. Legitimamos a fuerzas militares como la Fuerza Antimaras y Pandillas a que se lleven a los detenidos a oficinas clandestinas que no son postas, no tienen ni rótulos y que allí se llevan a las personas para interrogar y después se presentan ante un juez. La detención se vuelve arbitraria cuando una persona es conducida o llevada a un lugar no autorizado en la ley. Pero ¿qué dice el comisionado por los derechos humanos o la Fiscalía de derechos humanos? brillan por su ausencia», concluyó la defensora.

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Tragedias y políticas de seguridad

La tragedia carcelaria más grande de América Latina ocurrió en Honduras. En 2012, un incendio en la granja penal de Comayagua cobró la vida de 361 privados de libertad y una mujer que estaba en visita conyugal. Pero esta no fue la primera vez que una cárcel se quemó y cobró cientos de vidas. En 2003 y 2004 ocurrieron incendios en cárceles del norte de Honduras. En La Ceiba murieron 68 y en el centro penal de San Pedro Sula 107 privados de libertad. Por este último caso, Honduras fue condenado en la CIDH en abril de 2012 en la sentencia del caso Pacheco Teruel y otros vs. Honduras. Otros motines en ese mismo período dejaron más muertos.

El 29 de marzo de 2012 fue decapitado en un motín el jefe de presos Mario Henríquez. Don Mario y los doce presos de su círculo más cercano fueron asesinados. Fue un cambio de liderazgo que terminó de manera violenta. Luego, un grupo de 18 expandilleros que estuvo en ese motín fue trasladado a Támara, donde fueron asesinados. Don Mario representaba el poder que tenían los presos en los centros penales. En 2017, la cárcel de San Pedro Sula fue cerrada. Según el presidente Hernández, entre 2016 y 2017 cada vez que se trasladaron reos de alta peligrosidad a cárceles de máxima seguridad, los índices de muertes diarias se redujeron hasta en cinco puntos.

El abogado Carlos Paz, de la organización Cáritas Honduras ―una de las partes demandantes en el caso Pacheco Teruel ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH)―, asegura que no hubo un cambio sustancial en las históricas violaciones a los derechos humanos en los penitenciarios desde el incendio en el Centro Penal de San Pedro Sula. Según el jurista, hay 8761 reos por encima de la máxima capacidad de los penales. «Algunos establecimientos como los de Puerto Cortés o Támara, el hacinamiento supera el 200 por ciento. Esto nos da una idea de lo que puede significar si el COVID-19 llega a uno de los centros penitenciarios. El 9 de abril, la propia Corte IDH emitió una declaración en la cual urge a los Estados a manejar esta crisis desde la óptica de los derechos humanos. Desgraciadamente, en nuestro país, la óptica desde donde se acentúan las acciones es desde la corrupción e impunidad», explica Paz. 

Cáritas de Honduras, el Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC) y la Pastoral Penitenciaria demandaron al Estado por las violaciones de derechos humanos en el incendio de la cárcel de San Pedro Sula. La sentencia de abril de 2012 establece medidas de reparación a las víctimas. En su Informe de Fondo, la Corte IDH señaló como presuntas víctimas a 107 reclusos, 22 de los cuales estarían detenidos preventivamente con base únicamente en el delito de asociación ilícita. Se identificó como víctimas por su propio derecho a 83 familiares de 18 reclusos fallecidos.

La garantía de no repetición es una de las partes esenciales del fallo, así como el compromiso del Estado de tomar medidas para hacer efectivo el ejercicio de los derechos de los reclusos. Antes de que la pandemia paralizara el país, varias organizaciones de sociedad civil iban a reunirse para solicitar una audiencia, en vista de la falta de cumplimiento de Honduras. La Corte IDH comenzó el procedimiento interno pidiendo la anuencia del Estado, pero luego vino la emergencia. Según Paz, tampoco se ha cumplido el compromiso ante el Comité contra la Tortura de que un proceso de desmilitarización se iniciaría en 2016, tanto del sistema penitenciario como la sociedad en general.

El año pasado, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitó cinco instalaciones penitenciarias y advirtió en un informe que «el hacinamiento, la falta de higiene e inadecuada ventilación, constituyen una seria amenaza para la salud de las personas detenidas. Lo anterior, debido al incremento del riesgo de contagio de enfermedades de tipo infeccioso, tales como la tuberculosis». 

Ahora en plena emergencia, algunas mujeres recluidas en la Penitenciaría Nacional Femenil de Adaptación Social (PNFAS) lograron enviarnos mensajes pidiendo ayuda en que contaban sobre la escasez de agua y el trato a sus compañeras enfermas con diabetes y tuberculosis, además de las carencias tras la cancelación de visitas. «Antes nosotras sobrevivimos porque venían nuestros familiares. Ahora no vienen a dejarnos nada porque está con esa cosa de que no pueden salir a ningún lado, viven largo. No hay medicamentos, no hay papel higiénico, sobrevivimos porque nos ayudamos unas a otras. Aquí hay un montón de enfermas, diabéticas, hipertensas, gente que padece del pecho, tuberculosis. El agua nos la tiran solo una hora al día, a veces nos bañamos con eso. Aquí no ha venido nadie de la secretaría de salud, es la misma doctora y la misma enfermera de aquí, pero sigue sin haber medicina», dicen los mensajes. 

Para Paz, en Honduras ya hubo intentos de amotinamientos durante este tiempo de pandemia y la respuesta ha sido represión. El abogado estima que si el COVID-19 llega a las cárceles, «sería catastrófico».

El INP rechaza los cuestionamientos. La versión oficial es que en Ilama hay diez médicos asignados que han estado trabajando por turnos durante la emergencia y que ahora, por esta situación, están permanentes. 

«En todos los centros penitenciarios hay personal médico para cubrir las 24 horas del día. También se ha contratado personal de enfermería. Es falso que no hay agua en Támara, en PNFAS hay agua potable todos los días. Si no hubiera, esas mujeres no tendrían llenos los tendederos de ropa. Los privados de libertad están conscientes de que las medidas que se han implementado son para su bien y el de sus familiares», expresó la vocera del sistema carcelario.

Tocar la puerta del INP para hablar con el director de la junta interventora, puede llegar a ser humillante. Aunque tenían mascarillas, pude notar la risa de los policías en la entrada del Instituto Penitenciario cuando pedí ver al jefe militar después de haber intentado programar una entrevista por medio de la vocera . «El coronel no tiene tiempo», me dijo un oficial. Me prometieron que la vocera respondería a mis preguntas sobre el funcionamiento de la junta interventora y el manejo del Sistema Penitenciario. Eso no pasó.

*Otras Miradas es una alianza de periodismo colaborativo integrada por medios independientes de México y Centroamérica. Como parte de esta iniciativa presentamos la serie “Coronavirus desde otras miradas” en la que participan Desinformémonos (México), Chiapas Paralelo (México), Agencia Ocote (Guatemala), No-Ficción (Guatemala), Gato Encerrado (El Salvador), Contracorriente (Honduras), Radio Progreso (Honduras) Nicaragua Investiga (Nicaragua), Onda Local (Nicaragua) y Confidencial (Nicaragua).

El confinamiento forzoso para evitar la propagación del coronavirus se ha convertido en caldo de cultivo de otro virus de efectos devastadores: la violencia machista. Las llamadas de auxilio y denuncias de mujeres maltratadas se han disparado en México, El Salvador y Honduras.

Gloria Muñoz Ramírez, Karen Moreno, Iolany Pérez y Héctor Madariaga para Otras Miradas*

Alejandra, de 19 años, y Lucero, de 30, (ambas utilizan seudónimos por motivos de seguridad) están ingresadas desde hace unas semanas en un refugio para mujeres maltratadas en la Ciudad de México. Intentan recuperarse del tormento. En plena pandemia del Covid-19 el marido de Alejandra mató a su bebé de nueve meses y la emprendió a golpes contra ella. Lucero vivía encerrada en casa. Su pareja no la dejaba salir y el abuso era constante. Ante la amenaza de la violencia machista y del coronavirus, el confinamiento en una casa refugio es la protección de Alejandra y Lucero, que no tienen ningunas ganas de volver a su “normalidad”.

Las cifras por violencia de género en México eran alarmantes antes de la pandemia. María de la Luz Estrada, coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF), que agrupa a 40 organizaciones de 22 estados del país, señala que unas diez mujeres eran asesinadas cada día. Según el Sistema Nacional de Seguridad Pública, el primer trimestre de 2020 ha sido el más violento para las mujeres mexicanas en los últimos cinco años, con 964 homicidios. Pero el presidente Andrés Manuel López Obrador declara que la tendencia en el feminicidio “está a la baja”.

Con apenas 19 años de edad, Alejandra vive refugiada durante la contingencia sanitaria. Foto/Refugio de mujeres

Lo que ocurre, precisa María de la Luz Estrada, es que de los 964 asesinatos, 720 están clasificados como homicidios dolosos y sólo 244 como feminicidios. Este último término define el asesinato de una mujer por la condición de serlo, cometido siempre por un hombre y con una clara connotación machista. Un número creciente de países han incorporado el feminicidio a su legislación penal.

El primer caso de Covid-19 en México se detecta el 28 de febrero. En las semanas siguientes se dictan medidas de aislamiento preventivo, y el 23 de marzo, con 316 casos confirmados y dos muertes, la Secretaría de Salud declara la Jornada Nacional de Sana Distancia, y poco después la campaña “Quédate en casa”. El 30 de marzo se declara una “emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor” y el 21 de abril comienza la fase 3, con medidas que extienden el confinamiento. Los casos de violencia de género, –agresión física, sexual y emocional—se disparan de manera alarmante, según advierten mujeres víctimas de violencia, madres de mujeres asesinadas, activistas, y organizaciones feministas y de defensa de derechos humanos.

Una joven es encontrada sin vida el 2 de mayo en la Ciudad de México, en plena fase 3 de la pandemia.Foto / Brian Torres

Machismo y misoginia en El Salvador

Son más de las 2 de la madrugada del 29 de abril en una vivienda humilde del municipio de Mejicanos, en San Salvador. Cristina, de 17 años, salta de la cama al escuchar ruido. A través de la cortina que divide el cuarto minúsculo vislumbra la silueta de su padre. “¡Qué haces!”, le grita. Salta por encima de la litera donde duerme su hermano de 10 años, enciende la luz y ve una escena dantesca. La madre ensangrentada en su cama, con el cuerpo del marido encima que trata de ahogarla. La muchacha consigue apartar al padre, y levanta a la mujer malherida.

Los gritos despiertan a su tío, Marvin Regalado, quien da un brinco y ve en el cuarto contiguo a su cuñado Edwin Alexander López Rivas, con los brazos extendidos, cubiertos de sangre. “Mátame, mirá lo que he hecho”, susurra el agresor. Detrás ve a su hermana, Susan Daly Regalado, que se tambalea agonizante.

Edwin Alexander López, esposado, justo después de haber asesinado a su esposa en la madrugada, en presencia de su familia. Foto/Cortesía

Marvin avisa a la policía, mientras su sobrina recuesta a su madre, con los ojos cerrados y la lengua fuera. De camino al hospital Marvin graba con su teléfono celular a Susan, recostada en el asiento posterior del vehículo policial, con una toalla ensangrentada en la cabeza. Tiene puñaladas en el cuello, mejilla y frente. En pocos minutos llega a la casa otra patrulla de la Policía, que detiene al agresor. 

A las 3 de la madrugada, frente al Hospital Zacamil, en San Salvador, un médico sube a la parte trasera del vehículo policial para auxiliar a Susan. Demasiado tarde. “Lo siento, ya no se puede hacer nada. Está muerta”.

Edwin Alexander López, antes de la audiencia inicial en el Juzgado Segundo de Paz de Mejicanos, San Salvador. Foto/Émerson Flores

El 1 de mayo se presenta ante el juzgado el requerimiento fiscal contra Edwin Alexander López, por el delito de feminicidio agravado de Susan Daly, que en El Salvador está tipificado y sancionado con una pena de entre 30 y 50 años de prisión. López Rivas está detenido por orden judicial y Fiscalía sigue realizando diligencias en la etapa de instrucción.

El confinamiento forzado de la población a causa de la pandemia ha agravado la violencia contra las mujeres. El Gobierno ha olvidado otro virus, más letal y menos combatido: el machismo y la misoginia. Desde la entrada en vigor de la cuarentena en marzo, el covid-19 ha causado la muerte de al menos cinco mujeres hasta el 13 de mayo. En el mismo período ha habido 18 asesinatos de mujeres, según la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (Ormusa), y el Centro de Atención Legal ha recibido 158 denuncias, que representa un aumento de la violencia del 58% respecto de meses anteriores.

Una “condena” de dos meses en Honduras

En los últimos cuatro meses el Sistema de Emergencia 911 de Honduras ha registrado más de 32.500 llamadas telefónicas de auxilio de mujeres, que denuncian agresiones de su marido o de algún otro miembro de la familia. Según el Ministerio Público, durante el confinamiento se presentan entre 15 y 20 denuncias diarias por violencia doméstica sólo en Tegucigalpa y San Pedro Sula, las dos principales ciudades del país.

Una de esas llamadas fue de una joven, Angie García, hasta ese momento desconocida para el gran público, que denuncia a su marido por maltrato físico y verbal. La noche del 13 de abril, la Policía detiene en su domicilio, en Tegucigalpa, a Román Rubilio Castillo, futbolista de la selección hondureña y delantero centro del emblemático club Motagua.

El vídeo de la detención se hace viral en redes sociales, así como una foto de la paliza que Castillo propinó a su esposa y madre de un hijo. El futbolista pasa 24 horas en dependencias policiales, tal y como estipula la legislación de Honduras, donde la violencia doméstica es tipificada como falta y no como delito.

Jueza Claudia Isabela López–Honduras / Foto Radio Progreso

El Ministerio Pública confirma que el deportista estaba ebrio cuando fue detenido. Después de varios rodeos el caso ingresa en el juzgado de familia, y Castillo es “condenado” a dos meses de trabajo comunitario. Melvin Duarte, portavoz del poder judicial, afirma que el acusado reconoció los hechos denunciados por su esposa, “por violencia psicológica y física”, lo que fue confirmado “por un dictamen preliminar en materia forense”.

En Honduras 390 mujeres fueron asesinadas en 2019. El 60% de las víctimas, por ataques de sus parejas, exparejas o alguien con quien tuvieron una relación afectiva, según un informe del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Las organizaciones de mujeres registran más casos, y alertan sobre la altísima impunidad: nueve de cada 10 crímenes contra mujeres no se investigan y los asesinos están libres.

Cristina Alvarado, dirigente feminista de la Organización de Mujeres Visitación Padilla, asegura que la violencia de género en las familias es una constante en Honduras. “La pandemia del Covid-19 sólo ha evidenciado la realidad histórica que viven las mujeres, producto de la violencia en el hogar. Esto lo venimos denunciando desde hace años las organizaciones feministas y de mujeres”, dice Alvarado.

La presión de la sociedad civil

En México, durante el primer mes de confinamiento las llamadas y mensajes de auxilio a los refugios de mujeres aumentan en un 80%, según explica Pilar Sánchez Rivera, directora de Espacio Mujeres para una Vida Digna y Libre de Violencia, uno de los 69 centros de la Red Nacional de Refugios. Pero el presidente Andrés Manuel López Obrador declara en una de sus conferencias de prensa “mañaneras” que el 90% de las llamadas de auxilio sobre violencia contra las mujeres son falsas, aunque los registros oficiales hasta marzo digan lo contrario.

Marilú Rasso, directora ejecutiva del mismo refugio, asegura que en la situación de encierro por el covid-19 “a las mujeres se les vuelve a meter en un papel de servicio obligatorio, y cualquier pretexto funciona para que el agresor ejerza violencia”.

En marzo, Alejandra y su hija de nueve meses sufren una vez más las agresiones del marido y padre. La pequeña pierde el conocimiento y la madre logra escapar con el bebé, que llega al hospital sin vida. El personal sanitario llama al Servicio Médico Forense y a la Fiscalía. “Les dije que en casa vivía amenazada, y que el papá nos golpeó a mi hija y a mí. No estaba borracho ni drogado, sólo se aburría porque no trabajaba”.

Un informe de la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) da cuenta de un 97% de impunidad en los feminicidios. Entre el 3% restante se encuentra el marido de Alejandra, que está en la cárcel por homicidio.

La historia de maltrato de Lucero empieza poco después del comienzo de la relación con su pareja hace 11 años. Madre de cuatro hijas de 10, 8, 6 y 5 años de edad, Lucero es víctima primero de violencia emocional. “Me insultaba, me decía que yo no valía nada y que si salía de la casa no iba a poder sola”. Cansada de los golpes y del engaño, Lucero da el paso: “Sin pensar agarré lo que pude y me fui con mis hijas. Una amiga nos acompañó hasta el Centro de Justicia.” Los exámenes físicos y psicológicos demoran una semana por falta de recursos humanos derivada de la contingencia, y después envían a la madre y a tres de sus hijas a un refugio. La mayor inquietud de Lucero es que la hija mayor está con el padre.

Despliegue militar contra el virus y las pandillas

En El Salvador, el Gobierno del presidente Nayib Bukele convierte una base militar en el primer centro de confinamiento para las personas que llegan del exterior. El 14 de marzo, la Asamblea Legislativa aprueba la “Ley de Restricción Temporal” o régimen de excepción, y el estado de emergencia y calamidad, para hacer frente al coronavirus. El plan Control Territorial, cuyo contenido era desconocido por la sociedad civil, había permitido anteriormente el despliegue militar y policial en todo el país para actuar contra las pandillas Mara Salvatrucha-13 y Barrio 18. El Salvador, un país de 6,7 millones de habitantes, tiene uno de los índices de violencia más alto del mundo.

Los datos del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública indican que en 2019 se cometieron 230 asesinatos de mujeres, de un total de 2.398 homicidios, casi 1.000 menos que el año anterior. El Gobierno presenta esta tendencia a la baja como un éxito del plan Control Territorial, que entró en vigor en junio de 2019.

Las autoridades policiales y militares cierran las calles para implementar el cerco sanitario y habilitan un acceso. Foto/Emerson Flores.

Con la ejecución del último decreto aprobado “la Fuerza Armada mantiene el 100% de sus efectivos colaborando en la lucha contra el covid-19”, declara el ministro de Defensa, René Merino Monroy. Las personas que, a juicio de las fuerzas de seguridad, no tienen una justificación válida para salir de casa, son detenidas. Más de 2.420 personas están retenidas en condiciones inmundas en centros de contención por violar la cuarentena.

La arbitrariedad de la actuación policial en muchos casos ha provocado choques del presidente con la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Bukele ha desafiado al alto tribunal al hacer caso omiso a las resoluciones judiciales, y la CSJ ha admitido innumerables habeas corpus de personas que denuncian arbitrariedades.

Si bien El Salvador fue uno de los primeros países en cerrar el aeropuerto para vuelos comerciales, la improvisación ha sido la nota predominante en la estrategia de Bukele. Adultos mayores, los más vulnerables ante el contagio, han sido confinados en los mismos centros que las personas procedentes de países considerados focos infecciosos.

Los militares y policías comandan los más de 800 cordones sanitarios implementados en el territorio nacional. Foto/Émerson Flores

El regreso del agresor a casa

La pasividad de la Justicia hondureña provoca que muchas mujeres retiren las denuncias, y que los familiares de las víctimas renuncien a luchar. El miedo se apodera cuando el Estado es claramente ineficiente y no responde a las víctimas.

El caso del futbolista Castillo, denunciado por agresión por su esposa, da un vuelco en cuestión de días, cuando Angie García se retracta de sus acusaciones y dice, a través de las redes, que su marido puede volver a casa.“No entraré en polémica, simplemente quiero aclarar que las fotos expuestas en redes sociales no son de mi persona. Pido respeten mi privacidad, no es justo que mi familia sea el centro de atracción”, escribe la cónyuge del jugador.

La legislación permite a las autoridades ordenar la puesta en libertad del agresor, para regresar a casa y convivir de nuevo con la víctima, si no es un caso reincidente. En opinión de la dirigente feminista Cristina Alvarado, la vuelta del agresor al hogar supone un alto riesgo para la víctima. “Lo que estamos promoviendo como organización es que las mujeres agredidas vayan a las casas refugio, o con familiares o amigos. Por lo general, el gran problema es que la violencia doméstica está tipificada como una falta y no como un delito, entonces el enfoque de la ley es preventivo nada más”.

La jueza Claudia Isabela López puntualiza que, si el agresor no cumple con las medidas que dicte un juzgado, el proceso se convierte en penal. “El antecedente de violencia doméstica, cuando es reiterativo, pasa a ser un proceso judicial”.

Ciudad Juárez, cuna del feminicidio

La propagación del virus ha provocado la suspensión de las clases en todos los niveles educativos de México. Muchas madres y padres que aún trabajan han dejado a sus hijos en manos de familiares. Es el caso de Miguel Ángel Z y María Guadalupe M, en Ciudad Juárez (Chihuahua), que quedan al cuidado de su nieta de seis años. El padre de la niña no vive en la ciudad. El 11 de abril, en plena contingencia sanitaria, la pequeña presenta una insuficiencia respiratoria grave que acaba con su vida. La primera sospecha de los padres apunta a coronavirus, pero el informe médico revela que la niña fue violada, golpeada y estrangulada.

El abuelo es el principal sospechoso y es detenido junto con su esposa. Yadira Soledad Cortés, coordinadora de la Red Mesa de Mujeres Juárez, dice que éste es uno de los muchos casos en plena pandemia: “La violencia sexual infantil se da principalmente por un conocido o un familiar, y las niñas confinadas están más expuestas”.

Diez mujeres son asesinadas en México todos los días. Foto / Brian Torres

Ciudad Juárez es un municipio emblemático de los asesinatos de mujeres en México. En los primeros años de la década de los 90 se propagó en esta ciudad fronteriza una ola de homicidios de mujeres, en su mayoría trabajadoras de las maquilas y habitantes de las colonias populares. Aquí nacieron organizaciones de defensa de mujeres como “Ni una más”, “Nuestras Hijas de Regreso a Casa” y “Mesa de Mujeres Juárez”, que aglutina a una decena de colectivos.

Del 1 de enero al 14 de mayo se han registrado en esta ciudad 65 feminicidios, un 27% más que en el mismo periodo de 2019, según la Mesa de Mujeres.

El aumento de la violencia de género se repite en todo el país. En enero hubo 15.851 denuncias por violencia familiar en México, en febrero, 13.000, y en marzo, ya con las medidas de confinamiento, se abrieron 20.000 casos. Las llamadas al teléfono oficial de emergencia (911) se multiplican cada mes.

El panorama ya era difícil antes de la pandemia, señala Irinea Buendía, madre de una joven estrangulada por su pareja y referente nacional en la búsqueda de justicia. “Vivíamos una emergencia nacional, pero nadie nos hizo caso, y por eso hubo una manifestación histórica el 8 de marzo, y un paro nacional de mujeres, sin precedentes en México, el 9 de marzo”. Pero al presidente López Obrador “en ese momento le importaba más el sorteo simbólico del avión presidencial y despreció nuestras denuncias”, acusa Buendía.

Mujeres trabajando en una recicladora de plástico en Ecatepec, el municipio con mayor número de feminicidos en todo el país. Foto / Brian Torres

Mensaje de impunidad

La historia de El Salvador está marcada por la muerte, la guerra, levantamientos campesinos, mártires y dictaduras militares. El conflicto armado de los años 80 entre la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el Ejército, generado por la injusticia social, se prolonga 12 años, hasta la firma de los Acuerdos de Paz de Chapultepec en 1992. El problema de fondo, como en toda la región, se resume en dos palabras: desigualdad y exclusión de la gran mayoría. Según Oxfam, los 160 más ricos acaparan el 87% de la riqueza. Y la mayoría vive al día.

“El presente no está desvinculado del pasado”, subraya Silvia Juárez, de la organización de mujeres Ormusa, que cita como ejemplo el informe De la locura a la esperanza, elaborado por la Comisión de la Verdad tras la firma de la paz. Dicho informe describe la violencia sexual como un hecho colateral y no como una violación sistemática contra las mujeres.

Tras la firma de los acuerdos de paz no hay un proceso de reconciliación nacional. El año siguiente, en 1993, la Asamblea Legislativa aprueba la ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz, que pone en libertad a todos los presos involucrados en violaciones de derechos humanos durante la guerra civil.

Después de décadas de reclamos por parte de las víctimas, en 2016 la Corte Suprema anula la ley de Amnistía. Los enfrentamientos en la Asamblea Legislativa continúan y el 26 de febrero pasado, el pleno aprueba una ley de amnistía disfrazada, la llamada Ley Especial de Justicia Transicional, Reparación y Reconciliación Nacional. “Si ni siquiera se reconoce esta violación, estamos lejos de construir la paz”, lamenta Silvia Juárez. 

López recibió instrucción con detención provisional por el delito de feminicio agravado, contra su esposa Susan Daly Regalado. Foto/Émerson Flores

En El Salvador, la violencia deja las trincheras y muta en forma de grupos pandilleros. Hasta el 30 de abril, la Fiscalía General de la República (FGR) reporta dos casos en los que hay indicios de asesinatos de mujeres a manos de pandillas o maras desde que comenzó la cuarentena domiciliaria.

La coordinadora de la mujer de la Fiscalía, Graciela Sagastume, explica que no hay diferencia en cuanto al procedimiento de mujeres asesinadas por integrantes de maras, porque en todos los casos se aplica el protocolo de feminicidio. Según las reglas de las pandillas, las mujeres no tienen voz y no pueden opinar ni decidir. La coordinadora fiscal considera que los feminicidios dentro del mundo de las pandillas son un problema estructural. “En la medida que el Estado invierta en problemas sociales, las mujeres podrán salir de ese mundo”. 

San Pedro Sula, violencia y emigración

Iberoamérica es la región más violenta del planeta, según un estudio de la ONG mexicana Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal. De las 50 ciudades con más homicidios 15 están en México (con Tijuana a la cabeza), dos en Honduras (San Pedro Sula y Tegucigalpa), y una en Guatemala (Ciudad de Guatemala) y una en El Salvador (San Salvador).

San Pedro Sula, la capital industrial de Honduras con 1,1 millones de habitantes, estuvo considerada durante cuatro años consecutivos, de 2011 a 2014, la ciudad más violenta del mundo. Llegó a registrar 142 homicidios por cada 100.000 habitantes, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Autónoma de Honduras. San Pedro Sula es también el epicentro del éxodo migratorio de Centroamérica hacia Estados Unidos.

Una de las zonas más conflictivas de la ciudad es Chamelecón, un suburbio pobre, de calles de tierra, donde pandillas y grupos criminales ligados al narcotráfico libran su propia guerra por el control territorial. Aquí se registra el 5 de mayo un caso de violencia que sacude la ciudad. Un abogado asesina a su esposa, después a su hijo y finalmente se suicida. Los vecinos declaran que escucharon gritos y una fuerte discusión.

Para la abogada y feminista Karol Bobadilla, quien integra el Foro de Mujeres por la Vida, en Honduras no hay condiciones para que las mujeres permanezcan en cuarentena y, sobretodo en casos donde tienen un agresor al lado.

¿Qué explicación tiene tanta violencia en Honduras? Tiene raíces profundas, según detalla un análisis político del sacerdote Ismael Moreno: “La acumulación de riqueza, tierra y recursos en pocas manos, y la acumulación de poder en instituciones del Estado controladas por esas mismas personas ha generado una violencia que hoy nos parece incontrolable”.

La oligarquía hondureña, bajo la tutela del capital multinacional y con el aval de las instituciones del Estado, ha logrado el control de todos los hilos: del capital comercial, especulativo y agroindustrial, de la energía, las comunicaciones, el turismo y el transporte. “Las decisiones que de verdad pesan son las que toman estas familias, que en su conjunto no pasan de doce apellidos”, explica Moreno.

Una segunda característica es la cantidad de conflictos sin resolver: “Educación y salud deficientes, recaudación de impuestos, inseguridad y violencia. Es como una enorme olla de presión a punto de estallar”.

El tercer rasgo, según Ismael Moreno, es la subordinación del Estado al sistema de partidos políticos. “Es una institucionalidad que genera violencia, y que sirve como refugio a personas que se dedican a delinquir, a establecer alianzas con organizaciones criminales transnacionales, convirtiendo a instituciones enteras, como la Policía Nacional, en maquinarias delictivas”. La violencia impregna toda la sociedad hondureña y abona el sistema patriarcal, que convierte muchos hogares en campos de batalla, donde muchas de las víctimas son mujeres.

Inseguridad en la UNAM

Antes de que el coronavirus llegue a México, las movilizaciones de mujeres contra las distintas formas de violencia de género están en un punto álgido. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la de mayor prestigio de América Latina, según la página UniRank, vive una convulsión inédita debido al incremento de la violencia y a la falta de respuesta de las autoridades universitarias.

Durante más de cinco meses, hasta el 14 de abril, la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM ha estado ocupada por un colectivo de mujeres estudiantes denominado Mujeres Organizadas, que exigen el fin del acoso sexual, de las violaciones y desapariciones de estudiantes en la facultad y en el resto de la Universidad. La alumna Mariela Vanessa desapareció en 2018 sin dejar rastro, cuando se dirigía desde su casa a la facultad.

Mientras dura la protesta, las ocupantes de la facultad de Filosofía y Letras son “vigiladas, perseguidas por todos los medios posibles, agredidas y criminalizadas”. Lo que no consiguen las amenazas ni las autoridades lo logra la pandemia, y finalmente tienen que desalojar las instalaciones al no contar con “las herramientas necesarias para hacer frente” al covid-19.

Protesta de trabajadoras de la salud en Ciudad de México por la falta de insumos en los hospitales. Foto / Brian Torres

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Las historias de México, El Salvador y Honduras, reflejadas en este trabajo colectivo, ponen de relieve que la pandemia del covid-19 sólo echa más leña al fuego de la violencia machista. El confinamiento forzoso ha convertido muchos hogares en auténticos infiernos para las mujeres.

La conclusión más tremenda, a la luz de lo que ocurre en estos tres países, es que la violencia intrafamiliar o de género no es por temporadas, ni se detendrá una vez pasada la pandemia. Como afirma la fiscal salvadoreña Gabriela Sagastume, la violencia hacia la mujer está sostenida por los patrones socioculturales que imperan en El Salvador, que no difieren mucho de los de México o de Honduras.

Antes del coronavirus las agresiones de toda magnitud a mujeres, incluido el feminicidio, se repetían diariamente en cada uno de los tres países. La pandemia esboza una nueva realidad llena de claroscuros. Las instituciones del Estado brillan por su ausencia cuando son más requeridas que nunca, pero en contrapartida la sociedad civil muestra vigor y capacidad de presión para ser tenida en cuenta. En medio, las mujeres, las víctimas, empiezan a perder el miedo y a romper el silencio.

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*Otras Miradas es una alianza de periodismo colaborativo integrada por medios independientes de México y Centroamérica. Como parte de esta iniciativa presentamos la serie “Coronavirus desde otras miradas” en la que participan Desinformémonos (México), Chiapas Paralelo (México), Agencia Ocote (Guatemala), No-Ficción (Guatemala), Gato Encerrado (El Salvador), Contracorriente (Honduras), Radio Progreso (Honduras) Nicaragua Investiga (Nicaragua), Onda Local (Nicaragua) y Confidencial (Nicaragua).

Ciento cuarenta millones de personas sobreviven en América Latina y El Caribe en trabajos informales, según la OIT. La pandemia ha desnudado la precariedad y la vulnerabilidad en la que viven y también los hace asomarse al abismo de la hambruna. En Centroamérica han empezado a usar banderas blancas para mostrar su tragedia y en México los comerciantes lamentan la falta de protección del Estado.

Este trabajo forma parte del especial para OtrasMiradas*

Desde El Salvador: Julia Gavarrete

Desde Nicaragua: Houston Castillo

Desde Guatemala: Alejandra Gutiérrez

Desde México: Gloria Muñoz

Para vender la fruta y las semillas, ella debe saber muy bien en qué calle moverse. Ser vendedora informal no es fácil en un país donde hay líneas invisibles que dividen los territorios controlados por pandillas. Pasar desapercibida e intentar escabullirse es parte de su día a día antes de realizar la venta de su producto ambulante en un par de organizaciones o lugares donde se sienta segura.

En los últimos años, Ana María se mudó cinco veces, una persecución que inició en 2016. Por ser defensora de derechos de las mujeres se metió en problemas con las pandillas. A sus 46 años, es madre de dos hijos adolescentes y por seguridad no quiere que se publique su nombre real.

La emergencia de la COVID-19 complicó más su caso hasta llevarla a un aislamiento total y a un feroz recuento de días de desesperanza y pobreza en que solo espera que todo pase para salir a trabajar cuanto antes. “No vamos a tener dinero y habrá más personas enfermas”, asegura.

Si bien fue beneficiada con los 300 dólares que repartió el gobierno de Nayib Bukele a 1.5 millones de hogares—considerados los más vulnerables—el fondo lo ha usado para ayudarle a un par de vecinos, ancianos y también vendedores informales, que no tienen comida para pasar el encierro. “Yo estoy fregada”, repite, pero “de hambre no se van a morir”. Ellos no lograron el beneficio y la situación les ha llevado a sobrevivir de ayudas. La entrega del bono sigue recibiendo críticas por economistas que consideran que el ejecutivo lo hizo de forma inadecuada, como lo documentó Revista Gato Encerrado,lo que no permitió que llegara a las personas que realmente lo necesitan.

Antes de la cuarentena domiciliaria, impuesta por el gobierno desde el 21 de marzo, su día arrancaba a las 4:00 a.m. en el mercado La Tiendona, en la capital, una central de abastecimiento de puestos apilados al aire libre, caóticamente organizados, donde se mueve el comercio mayorista del país. Allí adquiría el producto que luego revendía y por el que lograba ganancias de entre siete y diez dólares diarios si le iba bien.

Flor Núñez, de 40 años. Vendedora ambulante en el mercado central, San Salvador. Foto\Émerson Flores

Separada de su pareja, por violencia intrafamiliar, se dedicó a defender a otras mujeres que sufrían como ella.Su historia, víctima de la persecución por pandillas, comenzó cuando asistió a una joven, golpeada por un pandillero. En ese momento, se convirtió en blanco delas mismas.En el país más diminuto de la región, con6.4 millones de habitantes, la Mara Salvatrucha y la Barrio 18 son las dos que más controlan los territorios, incluso en tiempos de COVID-19. Ambos grupos son los que imponen su poder y su fuerza en los lugares donde habitan los más vulnerables a la pandemia.

A quien incumple la cuarentena le va mal, así de simple. En los barrios han llegado al punto de declarar “toque de queda”, según una publicación de El Faro. Ella no solo se enfrenta a un panorama de supervivencia diaria por las pandillas o por vender en las calles, sino que ahora todo luce más complejo con el impacto de la pandemia. Hasta la segunda semana de mayo, en El Salvador se reportaron un poco más de1,000casos de coronavirus. El primero positivo se registró desde el 18 de marzo.

Ana María es parte de los 140 millones de personas que en América Latina y El Caribe sobreviven en el sector informal, como lo reflejan datos de 2014 de la Organización Mundial de Trabajo (OIT), sin un salario fijo ni protección social. Una realidad que se repite en países como México, Nicaragua y otros como Honduras y Guatemala. En las dos últimas naciones, el empleo informal ronda el 80 por ciento. En el caso de El Salvador, hasta 2018, el 70 por ciento de los hogares tenían al menos un integrante en el subempleo.

Ana María Pérez es una trabajadora informal que, además de enfrentar la crisis, no puede vender sus productos en todas partes por el control territorial de las pandillas. Foto\Émerson Flores

La crisis solo vino a desnudar la vulnerabilidad de un sector que subsiste al día y que ha comenzado a manifestarse en El Salvador colgando pancartas en la entrada de sus comunidades o listones blancos afuera de sus casas recalcando que ahí pasan hambruna. En Centroamérica, 45 de cada 100 centroamericanos ya vivían en condiciones de pobreza antes de la pandemia, de acuerdo con Jonathan Menkos, director ejecutivo del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi). Son cerca de 22 millones en total, según cálculos, de los que 18.4 sobreviven en Guatemala, El Salvador y Honduras. “El COVID solo exacerba problemas estructurales que venimos acarreando”, dijo Menkos.

La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal), en un informe publicado el 3 de abril sobre los efectos económicos y sociales por la pandemia, precisó sobre el impacto que recibirán las poblaciones que dependen de la economía informal. Es un hecho que medidas de encierro y de parálisis económica “puede llevar a muchos trabajadores a situaciones de pobreza”.

A Ana María ya se le agotó lo que ahorró con mayor esfuerzo previo a la cuarentena domiciliaria. El día que supo que El Salvador declaraba emergencia nacional por el coronavirus, incrementó su jornada de trabajo e intentó vender por lo menos tres dólares más al día. Ahora,los alimentos que consume son donados.

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Mientras en El Salvador sus ciudadanos sobreviven al virus y al control territorial de las pandillas, en México el Ejército hace presencia para hacer cumplir las medidas tomadas por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Antes de que terminara abril, cuando se registró un repunte de los casos de COVID-19 en ese país, las autoridades declararon de manera oficial la Fase 3 en el manejo de la crisis. Entre algunas de las medidas emitidas estuvo obligar casi al 100 por ciento de los comerciantes ambulantes a dejar sus ventas.

El tianguis “El Salado” es un mercado con 40 años de existencia, ubicado al oriente de la Ciudad de México, donde a los comerciantes los obligaron a parar sus ventas con presencia militar. Los seis kilómetros de extensión, que se convierten en veredas muy bien alineadas de mercadería que se ofrece en las calles, fueron visitados por militares que custodiaron a las autoridades de la Alcaldía Iztapalapa al momento de dar el aviso del fin de labores a todos los vendedores.

Una vista aérea de este mercado mexicano, que tiene 40 años de existencia y donde trabajan unos 6 mil comerciantes.Foto\ Brian Torres e Irving Cabrera

Visto desde el aire, El Salado se ve como un zigzagueante río. Cualquier cosa imaginable aquí se encuentra: desde una acuamoto, el vaso de una licuadora antigua, un tornillo de una vieja máquina de coser, un traje de buzo, montañas de zapatos viejos, guitarras, revistas, llantas, muñecas, ropa, herramienta, cascos, libros o bicicletas.La zona oriente del tianguis, sin embargo, es un foco rojo de contagios de coronavirus. Ahora, siete mercados han suspendido las ventas y con esta medida hay más de 57 mil personas que son afectadas.

Los únicos puestos que pudieron permanecer en El Salado son los de alimentos, con la condición de que los compradores no consumieran la comida en el lugar. Para cuando las autoridades divulgaron las medidas de salud para evitar el contagio del COVID-19, los vendedores se resistían a quedarse en casa no por rebeldía, sino porque viven de lo que ganan al día.

En el tianguis El Salado se encuentra de todo. Trabajadores informales se debaten en la disyuntiva de morir de hambre o por coronavirus.Foto\ Brian Torres e Irving Cabrera

Emilia Sánchez Peña, madre soltera de 60 años y originaria de San Vicente, es una de las personas que no puede dejar de vender. No cuenta con ayuda del gobierno mexicano, por lo que dejar su empleo sería condenarse a no tener ninguna entrada de recursos a su hogar. “En vez de venir a quitarnos del tianguis, que es nuestra vía para vivir todos los días, ¿por qué nos encierran si no nos dan una ayuda?”, asegura desde el puesto ambulante donde ha vendido durante 22 años.

Cada miércoles, El Salado se llena. Ahí convergen unos 7 mil comerciantes que ofrecen mercadería nueva y productos usados.Emilia asegura que no dejará de trabajar a menos de que le garanticen una ayuda para ella y para la gente con hijos pequeños. Eso pelea.“Si no se mueren de la enfermedad, se van a morir de hambre”, reitera preocupada.

La misma OIT ha reconocido que los trabajadores informales no tienen todos los medios de subsistencia, “por ello enfrentan un dilema que prácticamente no puede ser resuelto: morir de hambre o por el virus”. Así lo repite también Emilia.

Los militares acompañan a las autoridades municipales para informarles de las nuevas medidas adoptadas a raíz del aumento de casos de COVID-19. Foto\ Brian Torres e Irving Cabrera

El aumento de las medidas de restricción por la crisis sanitaria en México está afectando a más de 30 millones de personas, 60 por ciento de la población activa según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Para Héctor de la Cueva, coordinador de Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical (CILAS), los trabajadores informales han pasado de un estado de crisis permanente a una situación “desesperante”.

La mayor parte de personas que dependen de la economía informal, señala de la Cueva, “viven al día haciendo cualquier chambita”. La respuesta a la crisis de López Obrador es considerada también insuficiente por este experto. El ejecutivo pondrá en marcha un programa de un millón de microcréditos por 25 mil pesos para pequeños comerciantes que estén inscritos en el programa Tandas para el Bienestar. Sin embargo, “hay una política bastante inconsistente de ayuda. Incluso para los trabajadores formales no hay medidas para apoyar a quienes pierden su empleo injustamente, sino que lo central es que se mantienen programas sociales que ya venían”.

Como ocurre con Emilia Sánchez, María Guadalupe Vargas también tiene años laborando en El Salado. Originaria de Querétaro, ella creció en Ciudad de México. Cuando la situación comenzó a complicarse en su casa, ella buscó maneras para ayudarle a su familia. Se metió de comerciante y lleva cerca de 33 años como vendedora en el tianguis. Sin embargo, hoy, la crisis por el COVID-19 la ha llevado a sentirse atada de manos. “Nos están pasando a liquidar de plano, de plano, en lo económico y en lo anímico”.
Entre las pláticas con otros comerciantes es cada vez más frecuente la expresión del “hoy no salió nada, hoy me fui a cero”. Las bajas en las ventas han comenzado a generar molestias. María Guadalupe está de acuerdo con portar mascarilla, con el uso de lentes y lavarse las manos, pero cree que controlar el virus depende de las ganas de salir adelante.

Otra imagen, que muestra la vivacidad,de uno de los mercados populares de México, El Salado.Foto\ Brian Torres e Irving Cabrera

La pobreza se repite en los centros de compras de la región. En Nicaragua, el 70 por ciento de la fuerza de trabajo ocupada pertenecían hasta 2016 al sector informal, según el economista Adolfo Acevedo. Norma Valentina Calero, de 20 años, se las ingenia para superar al virus y ganarle al hambre en el Mercado Oriental.

Cuando concedió una entrevista para este reportaje, ella esperaba atenta sobre la calle, con un banco para sentarse al lado y su venta de agua helada. Su piel blanca —pero enrojecida, y el cuello quemado, sensible al calor— fue testigo de cómo le fue en la jornada.


Norma Valentina empezó a trabajar a los nueve años en ese centro de compras, considerado uno de los más grandes de Centroamérica. Antes, lo hacía acompañada de su mamá. La venta, en medio de la pandemia, la inició con una pequeña inversión de 15 dólares que tuvo que prestar y que sirvió como su capital semilla. Con eso compró tres bolsones, que lleva cada uno en su interior unas 50 bolsas pequeñas de agua helada. Del dinero que prestó, 6 dólares ya estaban comprometidos: eran un adelanto que debía dejarle a una casa ubicada en el mercado donde guarda el agua que le sobra.

En el mercado principal de Managua,Norma Valentina Calerotiene miedo al contagio, pero debe buscar alimentar a su familia. Vive en una casa de hojalata con once personas más. Foto\Houston Castillo
Norma Valentina Calero, de 20 años, vende en el Mercado Oriental en Managua, uno de los más grandes comercios de Nicaragua, adonde el gobierno ha sido cuestionado por no tomar medidas para evitar el contagio del virus. Foto\Houston Castillo

A la emergencia económica de siempre se une la sanitaria. Las medidas en Nicaragua para controlar el virus tienen perpleja a la comunidad internacional por su inexistencia. La Organización Mundial de la Salud ha mostrado su preocupación, mientras la población trata de protegerse contra un virus del que tiene poca información. El gobierno de Daniel Ortega no ha puesto en marcha ni el confinamiento ni cierre de fronteras, lo que ha llevado a que organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se pronuncien al respecto. La gente, ante la poca respuesta estatal, hace lo que puede.

Esta comerciante continúa levantándose en la madrugada para cocinarles el desayuno a sus hijas antes de salir a su negocio improvisado, ubicado en el sector conocido como Gancho de Camino. No tiene ninguna caseta o tramo para resguardarse mientras trabaja. Madre de dos hijos, una de dos años y otra de tres meses, vive con su pareja, William Bermúdez, de 30 años, y otras diez personas; apuñados todos en un espacio diminuto dividido por paredes de hojalata ubicado en el barrio Julio Buitrago, conocido como Barrio Maldito. De la docena de personas que conviven, solo dos trabajan formalmente. 

La OIT recalca en sus más reciente informe que el COVID-19 afectará 1600 millones de personas que dependen de la economía informal, de los 2000 millones que hay en el mundo.


A pesar de la cuarentena, la vida en las calles de Guatemala sigue. Pero, al barullo cotidiano —de antes de la pandemia— se ha sumado una nueva imagen: cientos, miles de personas, que desde las banquetas, o las orillas de las carreteras, ondean trozos de tela, de papel, de bolsas plásticas blancas que envían un mensaje tácito: tienen hambre, piden comida. Lo hacen ancianos, hombres, mujeres, niños, agitando trapos blancos.

Tienen vergüenza, se cubren el rostro cuando la cámara de los periodistas los enfoca. Un cuadro similar se vivió en Colombia, donde la gente sacó banderas rojas porque, en medio de la crisis, ya no tienen alimentos.
Una gran porción —imposible tener cifras, de quienes ahora piden comida en las vías— pertenecen al sector del trabajo informal. Son vendedores ambulantes, personal de limpieza, empleadas domésticas, jardineros, guardias de seguridad, trabajadores de la construcción, campesinos, que no cuentan con contratos de trabajo. Todo esto, frente a un Estado que no los protege y con un sistema de salud precario.

Una vista a la comunidad Las Mercedes en Guatemala. La situación de los trabajadores informales era precaria desde antes, pero ahora se agudizó con la pandemia.Foto\Julio Serrano Echevarría

La comunidad Las Mercedes es un ejemplo que se repite por miles. Está ubicada a 50 kilómetros de la capital, en Jocotillo, del municipio de Villa Canales, en Guatemala. Allí viven 250 familias. Es un paisaje desértico, donde se cultivan hectáreas de piña. Las calles son de tierra compacta y todo es color ocre. Las paredes divisorias entre terrenos son alambre espigado con láminas de zinc oxidadas. Se instalaron allí en 1998 tras el paso del huracán Mitch, recordado como el causante de una de las grandes catástrofes naturales en Centroamérica.

Elizabeth Tambriz vive en Las Mercedes. Ella es trabajadora doméstica, una de las 250,000 mujeres que limpian, cocinan y cuidan niños para ganarse la vida. Elizabeth trabaja desde los 12 años, cuando dejó Mazatenango su pueblo natal, para ir a vivir a la capital. Desde allí no ha dejado de hacerlo, tiene 42 años y ningún ahorro.

A partir del 13 de marzo, en que se hizo público el primer caso de contagio en Guatemala y que se declaró la cuarentena y se cerró el transporte público, Elizabeth no volvió a ninguna de las tres casas donde trabaja. Desde hace dos meses no recibe el salario de 100 quetzales por día, unos 13 dólares. Una de sus patronas sí la ayuda un poco, dice. Los empleadores de Elizabeth viven en las zonas 10 y 14 de la capital, dos áreas acomodadas para familias de clase media alta y clase alta.

La guatemalteca Elizabeth Tambriz es trabajadora doméstica, una de las 250,000 mujeres que limpian, cocinan y cuidan niñospara ganarse la vida. Foto\Julio Serrano Echevarría

En el trabajo doméstico usualmente no hay contratos (aunque por ley sería válido un trato verbal), la mayoría no recibe prestaciones ni indemnización cuando se retiran. Para Elizabeth, en este momento, su única aspiración —y el de otras vecinas— es poder tener trabajo. Por ahora, sobreviven con su esposo y su hija de 13 años, con el salario reducido de él, que es conductor de autobuses: 800 quetzales (100 dólares).

El Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) ha esbozado escenarios sobre los efectos que tendrá la COVID-19 en Guatemala, y en Centroamérica. Uno de estos: la caída de un tercio de los ingresos del turismo, caída del 20 por ciento del flujo de remesas que provienen de los migrantes, la caída del 20 por ciento de las exportaciones. Esto provocaría el quiebre de empresas, un aumento de pobres y, con ello, de las brechas de desigualdad. El peor de los escenarios, según este organismo, llevaría a una ingobernabilidad democrática.

Sembradío de piña en una comunidad guatemalteca.El economista Jonathan Menkospronostica que la pérdida de empleos en ese país puede llegar a 555 mil empleos. Foto\Julio Serrano Echevarría

En Guatemala, casi el 80 por ciento de la población trabaja en el sector informal, una de las cifras más altas de Centroamérica, de acuerdo con el Icefi. La solución para Menkos, es una estrategia de ingreso básico garantizado, en que todos los ciudadanos reciban un bono, que garantice la subsistencia e impida discrecionalidad en el reparto de la ayuda.

El economista Jonathan Menkos, director ejecutivo del Icefi y excandidato vicepresidencial por el partido Semilla en las elecciones recién pasadas, asegura que “en el caso de Guatemala, la pérdida sería de 555,000 empleos.

Y eso para Guatemala significaría la pérdida de los últimos seis años de empleos formales generados. El país genera tan pocos empleos formales, 25,000 empleos registrados en el IGSS (Instituto Guatemalteco de Seguridad Social) al año, en una sociedad de 16 millones de habitantes. Es nada”.

Para Menkos, las medidas de encierro podrían propiciar un aumento en la tasa de pobreza en los hogares guatemaltecos del 57.15 por ciento a 65.5 por ciento. Debido a la pérdida de ingresos ya que casi ningún hogar tiene ahorros, ni seguros de empleo, ni transferencias condicionadas. “Si la pérdida de ingresos en los hogares de Guatemala persiste por cuatro meses, podríamos tener un incremento de la pobreza de 1,236,000 personas”.

Matilde Alonso, líder de la comunidad Las Mercedes en Guatemala, sostiene que le tocó nacer en la raza de los vulnerables. Foto\Julio Serrano Echevarría

Matilde Alonso es un líder comunitario de Las Mercedes y trabaja con Elizabeth Tambriz en la organización vecinal. Para Alonso, como la prioridad en este momento es la salud, “sucede que todo el mundo está hablando de esto: de los más vulnerables, de los más necesitados. Pero, en realidad, nosotros todo el tiempo hemos estado necesitados”.

“A nosotros nos tocó nacer así, aquí en la raza más vulnerable”, explica.
En efecto, la ayuda del Gobierno para atender tanto la emergencia sanitaria relacionada directamente con el virus, como todos los daños colaterales de ésta, llegan a cuentagotas. Pese a la aprobación de préstamos millonarios, la promesa de bonos de ayuda y de bolsas de alimentos, que representan un paliativo para la crisis, se necesita más y tampoco se cubre a toda la población que se enfrenta a la disyuntiva de mantenerse a salvo del virus en sus casas o ganarse con su trabajo el bocado del día.

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*Otras Miradas es una alianza de periodismo colaborativo integrada por medios independientes de México y Centroamérica. Como parte de esta iniciativa presentamos la serie “Coronavirus desde otras miradas” en la que participan Desinformémonos (México), Chiapas Paralelo (México), Agencia Ocote (Guatemala), No-Ficción (Guatemala), Gato Encerrado (El Salvador), Contracorriente (Honduras), Radio Progreso (Honduras) Nicaragua Investiga (Nicaragua), Onda Local (Nicaragua) y Confidencial (Nicaragua).

Este episodio producido por Ocote en Guatemala, es parte de la alianza Otras Miradas, na alianza de periodismo colaborativo integrada por medios independientes de México y Centroamérica. Como parte de esta iniciativa presentamos la serie “Coronavirus desde otras miradas” en la que participan Desinformémonos (México), Chiapas Paralelo (México), Agencia Ocote (Guatemala), No-Ficción (Guatemala), Gato Encerrado (El Salvador), Contracorriente (Honduras), Radio Progreso (Honduras) Nicaragua Investiga (Nicaragua), Onda Local (Nicaragua) y Confidencial (Nicaragua).

Diez medios de México y Centroamérica reportamos cómo viven el día a día de la pandemia migrantes, trabajadores informales, mujeres que viven violencia, trabajadoras sexuales y personas privadas de liberad. Nos juntamos para investigar desde #OtrasMiradas

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Hambre o coronavirus

Ciento cuarenta millones de personas sobreviven en América Latina y El Caribe en trabajos informales, según la OIT. La pandemia ha desnudado la precariedad y

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Estados Unidos registra más de 20 000 expulsiones entre marzo y abril, cuando el COVID-19 aumentó en la región. El miedo al contagio convirtió, en algunos casos, el regreso de estos migrantes a sus comunidades de origen en un tenaz rechazo, mientras el drama de los que quedaron varados es palpable en la frontera de Guatemala y México.

Texto: Sofía Menchú y Ángeles Mariscal para Otras Miradas*

Portada: Un migrante guatemalteco mira a través de la ventanilla de un autobús después de ser deportado de Houston, Texas, EEUU, junto a otros 74 migrantes, el lunes 4 de mayo del 2020. Foto\Oliver de Ros

La campana de la comunidad guatemalteca de Santa Catarina Palopó repicó varias veces para convocar a la gente a la plaza aquel domingo 19 de abril. Eso sólo ocurre cuando hay una emergencia. Decenas de personas se juntaron antes de que el toque de queda fuera efectivo a las cuatro de la tarde, cuando se enteraron del retorno de un migrante deportado desde Estados Unidos.

A sus 19 años, Carlos Cumes pasó mes y medio en cuarentena en un centro de detención estadounidense. Allí le hicieron la prueba de COVID-19 que salió negativa y el propio Ministerio de Salud guatemalteco le certificó el resultado, pero el revuelo en el pueblo continuó ese domingo hasta las siete de la noche, cuando entró una ambulancia con él a la comunidad. Reinaba el miedo.

En el canal de televisión local, desde el cual se transmitió en directo la llegada de Cumes, se pudo ver a los bomberos vestidos con trajes plásticos, enormes lentes y mascarillas como si fuese aquella una película. Era el regreso del joven lanchero que salió, como miles cada año en Guatemala y Centroamérica, a buscar una mejor vida en suelo estadounidense.

Ahora es el retrato de otra realidad: el rechazo que están sufriendo en sus lugares de origen los deportados, que sumaron 20 mil 860 de distintas nacionalidades entre marzo y abril, según el gobierno estadounidense, justo cuando los casos de coronavirus aumentaron en la región. Al llegar a sus comunidades, en algunos casos fueron tratados como apestados.

“Él venía ya con sus papeles, pero las personas no se quedaron conformes, nos dijeron que nos iban a linchar igual a mi hermano y a toda la familia”, cuenta su hermano Juan Cumes. Al no poder llegar a su vivienda, la Policía lo trajo a la capital y lo llevaron a un hospital destinado para enfermos de COVID-19y finalmente lo enviaron al centro médico de Sololá—en la cabecera departamental de Santa Catarina Palopó—donde debía finalizar la cuarentena.

Pasados quince días de aquel episodio, las cifras oficiales explican el miedo colectivo que generó Cumes. Según los datos reportados hasta inicios de mayo, 103 de un total de 630 casos positivos de coronavirus registrados en el país centroamericano correspondieron a migrantes. Así que esa tarde de abril, mientras el vehículo zigzagueaba para llegar a la casa de Cumes, algunos vecinos fueron a la vivienda del alcalde y otros protestaron frente a la municipalidad, porque querían que se prohibiera su ingreso a la localidad.

Migrantes guatemaltecos hacen cola para entrar a un autobús después de ser deportado de Houston, Texas, EEUU, junto a otros 74 migrantes, el lunes 4 de mayo del 2020. Foto\Oliver de Ros

Escenas de repudio contra los migrantes se repitieron en Suchitepéquez. Las autoridades de esta comunidad, ubicada a 154 kilómetros de la capital del país centroamericano,negaron el siete de abril la entrada a dos personas que llegaron deportados desde México, pese a que también se les realizó la prueba médica y tampoco tenían síntomas, según Ana Lucía Gudiel, portavoz del Ministerio de Salud. Como ocurrió con Cumes, los vecinos de estos nuevos deportados tampoco los dejaron ingresar. Fueron llevados a otro centro hospitalario, en la ciudad, para que ahí cumplieran su cuarentena.

La propuesta del gobierno del médico Alejandro Giammattei, en estos casos, ha sido ubicar a los migrantes en hospitales, hoteles o en albergues temporales para alejarlos del resto de la comunidad. Poco a poco, la pandemia se ha convertido en otro muro para los migrantes que ya enfrentaban férreas restricciones desde que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asumió el gobierno en 2017.

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Según el director del Programa de Migración, Remesas y Desarrollo de Diálogo Interamericano, un centro de análisis que promueve la gobernabilidad democrática, la prosperidad y equidad social en América Latina, el nicaragüense Manuel Orozco, el 20 por ciento de la fuerza laboral en Estados Unidos son migrantes.

En los últimos años, la Casa Blanca ha promovido la política de “America First”, en la que la migración es vista como una amenaza. En pleno aumento de casos por la pandemia, el gobierno estadounidense modificó el 21 de marzo pasado el título 42 del código relativo a la Salud Pública y Bienestar Social, lo que permite ahora la expulsión de extranjeros a su último país de tránsito, dado el “riesgo que representan para la salud”.

Manuel Orozco,director del Programa de Migración, Remesas y Desarrollo del Diálogo Interamericano. Foto\Cortesía de Diálogo Interamericano

Esa nueva reglamentación, sumada a otras medidas migratorias, permitió con la anuencia de países como México, Guatemala, El Salvador y Honduras la deportación masiva. A finales de abril, el gobierno norteamericano reconoció el contagio de 297 personas que se encontraban en los centros de detención, lo que se tradujo en preocupación para las comunidades de origen de los migrantes como muestra la historia de Cumes.

El impacto económico de la pandemia, que incluye a los migrantes y sus familias,es objeto del interés de los expertos de este tema en la región. Orozco, funcionario de Diálogo Interamericano y quien se radicó en Washington desde los años ochenta, explica en un documento sobre el impacto económico sobre las remesas, publicado el 24 de abril pasado, que la recuperación de los migrantes es crítica para el envío de remesas y el crecimiento económico de sus países de origen y de aquellos donde residen.

Para el especialista, el efecto económico de la pandemia tiene varias facetas: los costos del tratamiento médico, el efecto del desempleo que, según sus consideraciones, se refleja en una pérdida grande depuestos. Orozco estima que al menos el 13 por ciento “de la fuerza laboral migrante total de América Latina y el Caribe en los Estados Unidos perderá sus empleos”, lo que equivale a 3,009,365 millones de trabajadores.

Una mujer sostiene una bandera blanca como símbolo de que necesita ayuda o alimentos, en el parque central de Ciudad de Guatemala, el 13 de mayo de 2020.Foto\Oliver de Ros

Además, él considera que el impacto será drástico en las remesas, dado que el potencial del desempleo puede durar más de nueve meses desde marzo.“Una caída del 20 por ciento en las remesas se traduce en una disminución de 17 mil millones de dólares en las remesas no enviadas y de 4 a 5 millones de hogares que no reciben”, añadió.

De acuerdo con su visión, es importante tener en cuenta que los flujos hacia América Latina y el Caribe se originan en Estados Unidos (75 por ciento, 50 por ciento de las migraciones); la propia región (10 por ciento, 30 por ciento), mientras Europa y el resto del mundo equivalen al 15 o 20por ciento.Daniel Villafuerte, economista del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA), especializado también en el tema de la migración, diceen entrevista para este reportaje que, en el marco de la crisis provocada por elCOVID-19, el escenario para los migrantes será más crítico.

“En los próximos meses, se reducirá el monto de las remesas familiares debido a la recesión en Estados Unidos; las medidas de control en las fronteras se endurecerán aún más; y la violencia en los países de origen tenderá a agudizarse debido a que la opción de dejar el terruño se verá más restringida”, lamenta Villafuerte.

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Mujeres y niños se mantienen firmes en su deseo de migrar al norte. La pandemia no los detiene, sólo los retrasa. Foto\Ángeles Mariscal

Quienes quedaron varados en la ruta del viaje a Estados Unidos viven ahora un momento más difícil que cuando la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia el 11 de marzo. Hasta mediados de ese mes, era accesible llegar a algún punto de los 948 kilómetros de la frontera sur de México, con Guatemala y Belice, ya fuera para continuar rumbo al norte o a fin de regresar al país de origen.

Para finales de abril la situación dio un vuelco. En ese momento se podían contar con los dedos de las manos a las personas migrantes que podían hacer el camino de ida o vuelta. Desde marzo los países centroamericanos fueron cerrando sus fronteras como medidas para prevenir los contagios, a excepción de Nicaragua. Guatemala prohibió el tránsito de personas entre los distintos departamentos, y en la línea fronteriza con México, las garitas migratorias también fueron cerradas. A la par, el ejército guatemalteco realiza, desde entonces, rondines para “persuadir”a quien intenta entrar ilegalmente.

Los militares observan la frontera que conforma el río Suchiate, que tiene 161 kilómetros de longitud. Se centran en las balsas donde antes cruzaban migrantes, y ahora sólo transportan mercancía y a personas que viven en los poblados colindantes. Durante un recorrido, realizado para contar esta historia, se pudo encontrar a cuatro mujeres migrantes sentadas en una banca improvisada en interior del albergue “Jesús el Buen Pastor”, ubicado en la colonia popular de Tapachula. A su alrededor, niños y niñas corren,mientras algunos hombres juegan cartas para matar el tiempo. Otros sólo se sientan a mirar sus teléfonos. Hay dos ancianos.Antes del cierre de las fronteras, en este lugar hubo 800 personas y hoy son 250.

Militares y agentes migratorios contienen protestas de quienes demandan agilidad en sus procesos en México. Foto\Ángeles Mariscal

Hay cuartos y oficinas alrededor de un patio central. Son los migrantes quienes mantienen limpio. Aquí hay historias de historias. El 28 de abril entró un hombre procedente de Guatemala, uno de los pocos que han podido esquivar retenes y vigilancia. La encargada del lugar dice que llegó al refugio el mismo día que cruzó la frontera. Iba muy golpeado, huyendo de una situación de violencia que lo hizo arriesgarse en medio de tantas restricciones.

La mayoría no se identifica por completo cuando se les dice que es para una entrevista. Algunos aceptan sólo mencionar su nombre, excepto dos mujeres consultadas. Nolvia Maribel Flores, originaria de Honduras, es una. Ella atravesó la frontera a mediados de marzo, apenas dos días antes que cerraran los cruces; Jenny y Zoila llevan poco más de dos meses en el albergue, y Alma Iris Rugama Gónzalez, originaria de Nicaragua, dice que buscó refugio en este lugar desde agosto de 2019.

Jóvenes migrantes quedaron atrapados en la frontera sur de México, sin posibilidad de continuar su ruta al norte o regresar a su país. Foto\Ángeles Mariscal

Hasta este sitio, a estas mujeres y al resto les llegan las malas noticias de sus comunidades de origen sobre el impacto del COVID-19. “Me dijo(mi hija): mira mami que ya hay más de 60 contagiados y no podemos salir a la calle”, relata Floresque, como los otros migrantes, vieron también cómo las restricciones se fueron endureciendo en México.

Zoila recuerda que un día les dijeron que iban a cerrar el albergue para evitar contagios. Muchos se fueron, pero a otros, como ellas, les permitieron quedarse porque no tenían adónde ir. Cada atardecer, todos se acomodan para dormir en colchonetas, en el piso, en literas, dónde se pueda.

Entre los problemas que tienen, ya comienza a escasear el alimento. Las donaciones disminuyeron, y,sin recursos suficientes para que compren su propia comida, es mayor la preocupación.Tienen miedo también al contagio. Las habitaciones no son tan espaciosas, como para mantener el distanciamiento social que recomiendan los expertos para evitar la propagación del virus.

Las centroamericanas Alma, Nolvia, Jenny y Zoila ven pasarlos días mientras esperan refugiadas en un albergue de la ciudad de Tapachula.Foto\Ángeles Mariscal

El albergue es apenas una muestra de lo que viven. Otros migrantes van cada día hasta las oficinas del Instituto Nacional de Migración para evaluar su situación. Varios de ellos se aglomeran en estas oficinas estatales, pero les dicen que les enviarán la respuesta por correo electrónico. El sitio es siempre frecuentado por militares.

El guatemalteco Anderson Lima luce desesperado. Lleva dos semanas visitando las dependencias gubernamentales. Un día lo hizo desde las cuatro de la mañana, pero fue en vano. “¿Sabe cuánto va a durar esto? ¿Cuándo va a acabar la pandemia?”, pregunta. Insiste. No lo dice así, pero él espera un milagro.“Estoy rentando un cuarto,pero ya se acabó el dinero y debo seguir para enviar (dinero) a mis hijos aunque sea unas mil lempiras(40 dólares)”. Anderson dice que ‘cuando esto acabe’, va a seguir al Norte, “aunque sea a Monterrey (noreste de México), porque allá sí hay trabajo”.

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La presencia de los deportados desde Estados Unidos, que se encuentran varados en la frontera, también ha provocado algunas tensiones en poblados como Talismán, una comunidad rodeada de montañas, ubicada en la línea que divide México con Guatemala.

Al amanecer del 8 de abril, nueve autobuses con alrededor de 480 migrantes se estacionaron a unos 300 metros del puente fronterizo con Guatemala. Encontraron cerrada la frontera por policías y militares de ese país. Estas personas habían sido protagonistas de reclamos a las autoridades migratorias en al menos cuatro estaciones desde una semana antes, en las cuales demandaban ser llevados a sus países de origen.

Pobladores de ciudades fronterizas en México instalaron retenes para impedir que migrantes transiten por su territorio. Foto\Ángeles Mariscal

El caso más destacado de estas protestas ocurrió el 31 de marzo cuando un migrante de Guatemala, quien viajaba con su esposa y un hijo, murió asfixiado en la estación de Tenosique, Tabasco, cuando otros de ellos prendieron fuego a los colchones.

“Alrededor de las 19:45, un grupo de hombres-en su mayoría originarios de Honduras–(…) incendió colchonetas como medio de presión para exigir el retorno a su país de origen, tras el cierre de fronteras derivado de la contingencia sanitaria”, informó en un comunicado la Secretaría de Gobernación de México.

El ocho de abril, ante la imposibilidad de volver a sus países, un grupo de los 480 migrantes empezó a caminar rumbo al centro del poblado de Talismán. Eso encendió las alarmas entre la población local, quienes les cerraron el paso. Llegó la Policía, el Ejército mexicano, “y gracias a Dios pudimos regresar a esas personas (…) desconocemos si los migrantes vienen enfermos. El acuerdo es no permitir el paso de estas personas”, dijo Virgilio Castillo.

Los balseros que antes cruzaban migrantes hacia México, ahora esperan que pase la pandemia para recuperar la bonanza del negocio transfronterizo. Foto\Ángeles Mariscal

A partir de ese día los lugareños instalaron un campamento formal a orilla de la carretera. El mensaje fue que se cerraban para evitar el contagio.Es lo mismo que sucedió en algunos sitios de Guatemala.

Crispin García, vicepresidente de la junta directiva de los 48 cantones de Totonicapán, explica que,cuando llega un deportado, la familia debe avisar a la municipalidad. En el vecino departamento de Quetzaltenango, el alcalde prohibió en un primer momento la entrada a los migrantes que llegan por tierra desde México. Flexibilizó la medida, lo que permitió habilitar un albergue dentro de un centro recreativo estatal, llamado Atanasio Tzul. Los vecinos se opusieron.

“¡Qué se los lleven! ¡Nosotros, señores, aquí estamos arriesgando la vida de nosotros y de nuestra familia. Nosotros no estamos pidiendo otra cosa más que se los lleven! ¡Qué se vayan! ¡Los llevan o los quemamos!”, gritaron los vecinos afuera del lugar la tarde del 15 de abril, cuatro días antes que se encendieran las alarmas con la llegada de un deportado al pueblo Santa Catarina Palopó.

En este nuevo caso se trataba de 80 deportados. “Si los que vienen en avión vienen contaminados ya no digamos los que vienen vía terrestre. Esa es la preocupación”, dice Oscar Nimatuj, líder de vecinos. Aunque muchos de sus compañeros llevaron palos y gritaron enardecidos,él “aclara”que no había una intención real de quemar nada, pero sí de pedir que los desalojaran para evitar contagios. Dejaron allí a los migrantes durante cinco días y después los enviaron a cuarentena a sus casas. Uno de ellos resultó ser positivo en la prueba de coronavirus según las autoridades guatemaltecas.

*Otras Miradas es una alianza de periodismo colaborativo integrada por medios independientes de México y Centroamérica. Como parte de esta iniciativa presentamos la serie “Coronavirus desde otras miradas” en la que participan Desinformémonos (México), Chiapas Paralelo (México), Agencia Ocote (Guatemala), No-Ficción (Guatemala), Gato Encerrado (El Salvador), Contracorriente (Honduras), Radio Progreso (Honduras) Nicaragua Investiga (Nicaragua), Onda Local (Nicaragua) y Confidencial (Nicaragua).

Crecí en un barrio que tiene los mismos problemas de toda comunidad que convive en medio de la pobreza y la marginalidad. Los primeros años de mi infancia viví en una cuartería (vecindad). Ahí crecí junto con mis hermanos y aprendí a conocer las primeras redes de protección feministas: nunca ir al baño sin mi hermana o mi mamá. No permitir que ninguna persona me llegase a tocar. Nunca entrar a otro cuarto sin antes avisar. Luego nos mudamos a una casa (siempre en el mismo barrio), entonces las reglas eran las mismas. Ya para ese entonces se miraba un grupo de jóvenes del barrio que «cuidaba» sus territorios a puño limpio. Nada fuera de lo que parecía normal entre la convivencia diaria: piedras, palos y vergazos.

Fui entonces a la escuela donde estudiaba junto con los hijos e hijas de las dueñas de las chicleras y pulperías, vendedores ambulantes, maestros, costureras, bodegueros del mercado, y también con los hijos y hermanos de los mareros de la zona. Aprendimos a estudiar y convivir juntos en el mismo ambiente, con la misma realidad comunitaria. Desde entonces aprendí a tener empatía con las historias de abuso de drogas, violencia intrafamiliar, abandono familiar, delincuencia, violencia sexual, persecución, narcomenudeo, extorsión, corrupción policial y un sin fin de cosas que eran las pláticas de pasillo, que con asombro escuchábamos. Pero yo, hija de una secretaria (profesión que nunca ejerció, sino más bien mesera) y un empleado público, no estaba tampoco exenta de esa realidad. Pero aún no me daba cuenta. 

Un día mientras me encontraba en la escuela, escuché una ráfaga de disparos que parecía no acabar. Lo que yo no esperaba, es que en poco tiempo alguien llegaría a recogerme a la escuela. Recuerdo que me desviaron y me llevaron a la casa de mi abuela. Por las expresiones en sus rostros, sabía que algo malo había sucedido. Y en efecto así era. En horas de la mañana, en mi casa mientras mi mamá disponía a sacar una silla para sentarse en el patio con su amigo, casi hermano, llegó un hombre, y asesinó frente a mi mamá a este hombre tan querido por mi familia. Yo lo llamaba tío, por el cariño con el cual habíamos crecido. Mi mamá vivió con ese trauma y miedo durante muchos años. Sin darse cuenta que solo estaba esperando que llegaría otro peor. 

Mi mamá lavó la sangre del patio, como quien intenta limpiar los errores y complejidades de un sistema al que le valés verga. Y ese fue el tema de conversación durante días en la calle. Yo escuchaba a todos cuestionar lo que ya parecía «normal»: ¿por qué habrá sido?, ¿quién lo habrá matado?, ¿seguirá sucediendo esto en el barrio? De esas tres preguntas, la única que tuvo respuesta afirmativa fue la tercera. Aquellos grupos iban creciendo, eran más violentos y también más poderosos. La policía ya no les perseguía. Llegaban, pusieron posta policial, negociaban con ellos y los dejaban trabajar. 

Pasó el tiempo y me inscribieron en un colegio público ubicado también en una zona de mucha peligrosidad. Algunos (muy pocos) de mis compañeros lograron conseguir trabajos de lo que aprendieron en los talleres del colegio: mecánicos, electricistas, soldadores, carpinteros, etc. La otra mayoría de ellos fueron asesinados, desplazados y como siempre marginados. Durante el período de Pepe Lobo, en varias ocasiones, los mareros decretaban (como todo gobierno interno) toque de queda, para salvaguardar la vida de los jóvenes, ya que los escuadrones de la muerte (militares) llegaban a hacer limpieza social. De mi colegio en una de esas redadas mataron a cinco estudiantes (no eran mareros ni nada, solo estudiantes). Y así fue cómo aquellos grupos decidieron implementar, un plan de control territorial para establecer circuitos de seguridad (banderas, punteros, mensajeros, vendedora de baleadas, etc.).

Cuando ya casi terminaba el colegio, llegó el episodio que nubló del todo a mi familia: asesinaron a mi hermano Walter. Y fue ahí cuando desperté de golpe. Apagaron la vida de mi hermano y los dolientes no eran los vecinos, ¡éramos nosotros! Y menciono a mis vecinos, porque justo el día en que mi hermano murió, estábamos saliendo de la misa de cuerpo presente de mi vecino y novio de infancia, quien fue brutalmente golpeado por integrantes de una barra deportiva o barra brava, como se le llama (otro asunto con el que también tenemos que lidiar). Mi mamá, mi papá y yo salimos de la iglesia junto a mi hermano, y ahí afuera, frente al templo en el que nos congregábamos, apagaron su vida. No pudimos acompañar a los vecinos al cementerio. En ese momento solo pensé en venganza. El odio me ayudaba a minimizar el dolor. El café me mantuvo despierta durante la vela. Mis amigos me consolaban y me entretenían, pero la realidad siempre impera, siempre se queda. 

Al Estado, a los gobernantes, a la iglesia y a los empresarios, no les interesa darle solución a estos problemas. Les resulta más útil usar estos grupos como una buena alternativa en función de un mensaje de control social, que como poder político y económico buscan enviar siempre al imaginario colectivo. Y así, usando algunos medios de comunicación nos siguen enfocando en criminalizar las maras y pandillas, como la causa, y no como consecuencia. De esta manera lograron convertir a las pandillas y maras en el «demonio» a perseguir, como la supuesta causa de todos nuestros males sociales: «usted joda al de abajo y deje tranquilo al de arriba». Y con eso también, han venido justificando la aplicación de políticas represivas que nos llevan a todos y a todas de encuentro, mientras tanto los mareros siguen operando. Haciendo de este flagelo un problema únicamente para los sectores más pobres de la sociedad, ya que es donde se mueven como su espacio natural: barriadas pobres de las grandes urbes. ¿O han visto ustedes a la mara extorsionando a grupo Intur, a Diunsa, a cadenas de tiendas? No, extorsionan a Pedro, María, Juan, al que está ahí en su ambiente inmediato. 

Y sí, efectivamente es cierto que, hoy por hoy, sus actos constituyen casi siempre demostraciones de la más espantosa crueldad e inhumanidad: matan, violan, descuartizan a sus víctimas, extorsionan. Pero también ejercen una función de protección comunitaria en sus barrios donde brindan apoyo económico a los ancianos, construyen viviendas, dan alimentación, estudios, «trabajo», y complementan un sin fin de elementos que el sistema niega a esa población empobrecida. Se han colocado como la sustitución estatal en sí misma. Donde crecí, escuchaba más «admiración y respeto a la mara» que al mismo podrido sistema estatal. 

Créanme, miles de familias hondureñas, se verían más beneficiadas, si aquellos que hoy les extorsionan, amenazan, desplazan y hasta matan, no hubiesen tenido nunca razones que los impulsaran a ser sus victimarios. Es decir, ¿de qué nos sirve que una vez muerto tu pariente, cerrado tu negocio, o exiliado tu familiar venga el Estado con sus instituciones de justicia fallidas, a decirte quién lo hizo (algo que ya sabíamos), perseguir penalmente a un sólo individuo? Quitan un marero y nos dejan el huevo incubado de 10. Siguen gobernando a favor de la sostenibilidad de este sistema de mierda.  ¿O para que creen que crearon todos esos cuerpos militares?, ¿para reprimir a la gente o para proteger al régimen? Ambas son correctas. 

Fuimos formados para atacar a los pobres, a nuestros  iguales, pero algunos nos desligamos de esa basura impuesta (muchos aún no). En muchas cabezas todavía existe la narrativa que intenta naturalizar la persistencia de la desigualdad, desde una posición privilegiada de la que no gozan. Aducen que solo se trata de gente exitosa y trabajadora que supo aprovechar sus habilidades individuales y otros poco agraciados y potenciales delincuentes que se merecen su pobreza. Y así los tienen y entretienen, creyendo que en una sociedad desigual, pueden existir igualdad de oportunidades. Y es que lastimosamente muchos no son capaces de contextualizar y relacionar el éxito con el peso de la cuna.  

Ya han pasado 10 años desde el asesinato de mi hermano, y sigue doliendo como el primer día. Pero el tiempo, las experiencias vividas y la empatía hacía el resto de esa humanidad existente (buena, mala y maldita), nos ayudó como familia a no concentrarnos únicamente en la persona que jaló el gatillo. Lo más común es que a alguien que te hizo un daño, le querrás aplicar la ley de talión. Pero el resto de ellos y el resto de nosotros seguiremos existiendo ahí en la comuna violenta. Entonces ¿de qué forma le ayuda a mi barrio o a mi comunidad la muerte o cárcel de un transgresor? Si la convivencia del día a día seguirá estando igual. Y ahí es cuando todo empieza a tomar sentido y te empieza a sacudir la realidad: ¡el maldito asesino no es el problema!

El problema de fondo no son estos jóvenes y hombres en sí mismos, sino las causas por las que se convierten en esos transgresores que tanto daño y odio generan. Yo no los defiendo, y ojalá algún día dejen de existir como grupos criminales, y el sistema les permita ser y convivir como seres humanos. Que le brinde la oportunidad de pescar desde la buena mar, y no desde el naufragio donde ya hace mucho, a la mayoría de la población han ahogado.

Aunque, de manera oficial, el Hospital Escuela Universitario (HEU) no es un centro de asistencia para atender la pandemia, el principal centro médico de Honduras tiene un protocolo de identificación de posibles casos positivos por COVID-19: dos carpas de recepción —una por cada portón de entrada— y una carpa donde son remitidas las personas con sospecha de haber contraído el virus, y a la vez en cada sala enfermeras y médicos monitorean los pacientes.

La semana pasada, la administración del hospital confirmó 13 casos positivos del personal que labora en el centro médico: 6 enfermeras auxiliares, 2 médicos, 2 licenciadas en enfermería, 1 ayudante de enfermería y finalmente 2 empleadas de limpieza.

En medio de esta crisis sanitaria, las personas encargadas de brindar la seguridad han redoblado esfuerzos. 80 guardias de seguridad pasaron de trabajar en turnos de 12 horas a hacerlo en turnos de 24 horas. La empresa para la que laboran ha logrado facilitar el traslado de los guardias de seguridad desde sus casas hasta el hospital, y de regreso. De otra manera, muchos de estos agentes no podrían llegar desde los barrios en donde viven.

Para ser guardia de seguridad, uno de los requisitos es haber servido en el Ejército o la Policía Nacional de Honduras, todas las empresas de seguridad en el país exigen la constancia de alguna de estas instituciones.

Según el estudio «La seguridad privada en conflictos territoriales, ambientales y agrarios en Honduras» realizado en 2017 por Fabricio Herrera para la ong Diakonia, existen inconsistencias en cuanto a los datos sobre el número de guardias de seguridad en el país, mientras la Secretaría de Seguridad indica que existen unos 32,800 guardias de seguridad, Naciones Unidas afirma que en el país son al menos unos 14,787 agentes de seguridad, donde la cifra se dispara es con la Comisión de Seguridad del Congreso Nacional que apunta hacia los 80 mil guardias de seguridad. El mismo estudio explica que «por cada guardia inscrito y bajo aparente control, hay 5 en situación irregular». En Honduras podrían existir al menos 706 empresas de seguridad según las Naciones Unidas, apunta Herrera en su estudio.

Honduras es un país con altos índices de violencia. Según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, desde el 5 de enero, al 1 de mayo, se presentaron 11 homicidios múltiples que cobraron la vida de 41 personas, de las cuales 10 son mujeres. El 71 % ocurre en 5 municipios de 3 departamentos: Distrito Central, San Pedro Sula, Choloma, Esquipulas del norte y Catacamas. Incluso en tiempo de pandemia la violencia es el día a día en el país, esto ha justificado la militarización de la seguridad pública y la proliferación de empresas de seguridad privada en los últimos años.

«Los guardias de seguridad tenemos mala fama, dicen que somos unos perros, pero solo cumplimos con el protocolo de seguridad», explica, un poco entre risas, Junior Mendoza, el supervisor de turno. Junior es padre soltero desde que a su pareja le surgió la oportunidad de trabajar en España. Él decidió apoyarla esperando un mejor futuro para ellos y sus dos hijas —que durante sus largas jornadas de trabajo quedan a cargo de la madre de Junior—, a quienes ha visto adaptarse con facilidad a los mecanismos de bioseguridad que ha implementado en su hogar: no abrazarse cuando él regresa del hospital, sino hasta después del baño, quitarse la ropa y sumergirla en un balde con agua y detergente, saludarse con el codo, y usar las mascarillas y gel en caso de salir.

Acostumbrarse a vivir de esta manera y estar preparado para adaptarse con disciplina —porque es la clave para seguir órdenes y que no suceda nada— , son cosas en las que coinciden todos los guardias de seguridad del hospital, pero sobre todo no bajar la moral, explican. De esta manera afrontan sus puestos de trabajo los guardias de seguridad del principal centro médico del país, quienes ahora deben procurar también no contraer el virus.

Para Núñez, un exagente de la Policía Nacional, lo más difícil que ha tenido que afrontar durante la cuarentena es el abastecimiento de su familia, que su familia tenga lo que necesita. Núñez vive con su esposa y sus cuatro hijos en la colonia El Zapote Norte —un barrio de Comayagüela—. Luego de servir durante 22 años en la Policía Nacional ha pasado los últimos 4 años de su vida siendo guardia de seguridad.

Los guardias de seguridad en el HEU reciben a las personas y las orientan hacia dónde deben ir según lo que necesiten, son los primeros en atender a las personas, y son los últimos que ven al salir, pero existen muchos momentos de tensión que terminan en discusiones e insultos hacia los agentes.

Si bien la cuarentena ha bajado el flujo de personas hacia el hospital, también ha acumulado la frustración cotidiana en un país con enormes diferencias económicas, y donde uno de los mayores retos es el acceso a la salud.

«Él no sabe quién soy yo. Yo fui entrenada como agente élite pero también para tener paciencia», explica Sindy, una exagente de la Policía Militar que ahora trabaja como oficial de seguridad en el HEU, luego de recibir insultos y amenazas de un joven que llevaba dos días intentando entrar para ver a su esposa. La expolicía militar toma un vaso de refresco y respira hondo para volver a tomar su posición en uno de los portones de entrada del hospital.

Junior, quien también trabajó durante muchos años en la seguridad de la Embajada Estadounidense, está convencido que los guardias de seguridad saldrán fortalecidos de la pandemia, que esta crisis ha reforzado que lo más importante es la disciplina, y que serán mejores profesionales cuando esto termine.

Junior Mendoza, supervisor de seguridad, es la persona responsable de uno de los turnos con 40 agentes de seguridad bajo su cargo en el HEU. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
El oficial de seguridad Núñez, de 39 años, hace guardia en la sala de Emergencia de Medicina Interna. Núñez fue policía durante 22 años y lleva 4 años siendo guardia de seguridad. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En el portón número 3 del HEU, un joven amenaza a la oficial de seguridad Sindy García. Sindy, de 38 años, es madre de 4 hijos. Ha sido guardia de seguridad los últimos 2 años y antes de este periodo fue Policía Militar por 3 años. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En el portón de salida para vehículos, Carlos revisa un documento de salida de un paciente. Los guardias de seguridad están obligados a comprobar y revisar detalladamente la información de salida y realizar revisiones exhaustivas de los vehículos. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Dos guardias de seguridad utilizan alcohol en gel para desinfectar sus manos durante el cambio de ronda y antes de las nuevas asignaciones. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
El almuerzo de Jefry es una mezcla de arroz, frijoles, huevo, mortadela, quesillo y tortillas. Con 24 años de edad, Jefry, lleva 4 años siendo guardia de seguridad. Vive con su pareja y su hija de 16 meses. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Con la llegada del COVID-19 al país, los guardias de seguridad han pasado a trabajar en turnos de 24 horas. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En total, un grupo de 79 guardias de seguridad brindan su servicios en el HEU. De este grupo, apenas 9 son las mujeres asignadas al principal hospital del país. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
El joven agente de seguridad, Junior Escalante de 24 años, observa el cielo esperando que llueva durante la tarde, mientras hace guardia a pocos metros de «la carpa COVID» que está a sus espaldas en el HEU. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En la entrada de pediatría, Yamileth Cerrato de 35 años, dialoga con la familiar de una paciente. Cerrato fue agente de la Policía Nacional durante 9 años, y los últimos 3 años ha sido guardia de seguridad. Es madre soltera de 2 hijas, una de ellas es policía.
La oficial de seguridad, Sindy García, toma datos a los pacientes de medicina interna del HEU, para luego poder explicarles el estado actual a sus familiares que esperan en las afueras del centro médico. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un agente de seguridad asignado en el HEU acompaña a un joven de vuelta a su sala luego de haber intentado escapar del centro médico. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En horas de la noche, un oficial de seguridad asignado en el HEU, compra un refresco en una venta de golosinas en las afueras del centro médico. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Previo a subirse al bus que la llevará hasta su hogar, una joven del personal de aseo del HEU observa cómo sus pertenencias son revisadas por una agente de seguridad como parte del protocolo de seguridad. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
El oficial de seguridad Berríos de 38 años hace guardia nocturna en el portón de salida de vehículos del HEU. Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.

El miércoles 11 de marzo se confirmaron los primeros casos de COVID-19 en Honduras. Mis abuelitos paternos, que residen en Ocotepeque, se encontraban de visita en San Pedro Sula y mi papá había planeado un almuerzo con ellos. Los vi y compartimos un rato hermoso. Entre nuestra plática fue inevitable tocar el tema de la pandemia, pero su despreocupación en cuanto a eso me reconfortó muchísimo es ese momento. Mis abuelitos, que son pastores de una iglesia, dijeron que «ninguna plaga entrará en nuestra morada». Entonces, por ese instante, cuestioné mi exageración al preocuparme mucho, pero claro, apenas habían dos personas infectadas en el país. 

Por suerte, antes que cerraran las calles y las ciudades, mis abuelos pudieron partir hacia San Marcos de Ocotepeque. Aunque sé que ningún lugar está exento del virus, siento más seguridad de que estén en sus casas, en lugar de haberse quedado en San pedro Sula, hoy epicentro de la pandemia. Además, acá en estas ciudades, al menos yo, siento que la vida humana se valora un poco menos, sobre todo si se trata de las personas de tercera edad. En medio de esta pandemia, pienso en mis abuelas y abuelos, y en todo lo que representan para mí, sobre todo las mujeres de mi familia. 

Mi abuela Berta, es mi abuela paterna, mamá de cuatro hijos hombres, maestra jubilada que nunca ha dejado de ser una mujer activa y fuerte. Cuando tengo la oportunidad de visitarla, siempre me ofrece café por la tardes, es una de una de las maneras que tiene de consentirnos a sus nietos y nietas. Dicen que una vez dijo que a falta de hijas mujeres, le abundarían las nietas mujeres y dicho y hecho, empezando con que sus nietas primogénitas todas somos mujeres. Ella siempre, en sus oraciones, pide de manera ferviente por sus nietos y nietas. Yo creo que la fe de una abuela es muy poderosa, y en este confinamiento el solo hecho de saber que estoy en sus oraciones me hace sentir protegida. 

Mi abuela materna se llamaba Danelia, ella murió cuando mi madre estaba pequeña, tiempo después mi abuelo materno se casó con mi abuela Mercedes, la mujer que crió a mi mamá desde los ocho años. Las dos son mujeres a las que admiro mucho, aunque a una de ella no tuve la oportunidad de conocer. De mi abuela Mercedes respeto y tengo muy presente su participación en las luchas sociales, su convicción y su fortaleza. Ella estudió Pedagogía al mismo tiempo que criaba a sus hijos. Incluso recuerdo que en muchas ocasiones me llevaba a la escuela, donde también se desempeñaba como maestra en las mañanas. Mi abuela Mercedes, además, perteneció a organizaciones magisteriales y abogaba por los derechos de los y las maestras. Ella también, como mi abuela Berta, ya es una maestra jubilada, pero nunca pierde la actividad. A mi abuela Mercedes no le gusta estar encerrada en la casa, ella siempre ha acostumbrado salir con sus amigas, porque es una mujer extrovertida y este encierro le está alterando mucho ese estilo de vida al que está acostumbrada. 

Creo que la vida me ha premiado con mis abuelas, y es que a todas estas mujeres que he mencionado, no me las imagino ni un poquito débiles, o desvaneciéndose por una pandemia. Hay gente cree que las personas de la tercera edad ya no cumplen ninguna función, sin embargo hacen muchas cosas más que a veces nosotras mismas, personas jóvenes, no hacemos. Como nos mencionaron al principio que el COVID-19 era más agresivo con las personas de tercera edad, mucha gente se lo tomó como un alivio. En las redes sociales se publicaban muchos comentarios: «Pero no se preocupen, solo los viejitos se pueden morir en caso de gravedad del virus». Claro, en ese momento tampoco se sabía muy bien lo que estaba pasando. Ahora, hasta las personas más sanas y jóvenes temen contagiarse y no sobrevivir, porque si algo sabemos es que mucho y muchas han muerto. En Honduras, por ejemplo, una niña de nueve años es la víctima más joven del COVID-19, así que no, no solo son nuestros abuelos y abuelas que están en peligro. 

Esta vez me dediqué a hablar de las abuelas de mi familia, eso no significa que mis abuelos, Juan de Dios, y mi abuelo Isaías, sean menos importantes para mí, son historias que debo contar aparte porque son tantas las cosas que he aprendido de ellos. El amor que les tengo, a ellos y a mis abuelas, es lo que me mantiene pensando que aunque no sean los únicos en peligro en esta pandemia, les tenemos que cuidar muchísimo más, aunque esto implique tomar distancia y no poder verlos en estos momentos. Duele, pero hay que cuidarlos por todo lo que significan y porque solo ellas y ellos sabrán después cómo enseñarnos a contar la historia, porque yo solo hago un poquito el intento.

Las familias productoras de flores están reportando pérdidas por el cierre de sus floristerías debido a la pandemia por COVID-19. Algunas de estas familias hablan de pérdidas que se estiman en 800 000 lempiras por cada familia productora. Otras ni siquiera han estimado el impacto económico de la pandemia en este rubro que no representa una necesidad básica para las familias hondureñas.

Están conscientes, que aunque intenten gestionar para ser beneficiadas por el plan de rescate que el gobierno hondureño anunció, la posibilidad es escasa. Este plan de rescate económico para sectores afectados por la pandemia representa 350 millones de lempiras para el agro nacional en calidad de préstamos.

Luego que se decretara el toque de queda absoluto y las demás medidas que restringen la movilidad y que prohíben mantener abiertas las tiendas que no sean proveedoras de servicios de primera necesidad, las floristerías han pasado a ver en el 2020 un año cuesta arriba.

En la zona de El Piligüin, más de mil familias, que durante generaciones se han dedicado a la producción y venta de flores, están a punto de perder el trabajo de sus vidas. Ante la incertidumbre de un apoyo gubernamental hacia el sector, algunas familias se preparan para que este año sea el último año que produzcan flores.

Las principales fechas para este rubro son el Día del Amor y la Amistad (14 de febrero) y el Día de las Madres, que en Honduras se celebra cada segundo domingo de mayo.

Como un intento —que podría ser el último— algunas floristerías han abierto en la semana previa al día de las madres, exponiéndose al cierre de sus negocios, a una multa, a ir presas por violar el toque de queda e incluso a contagiarse por COVID-19. En el bulevar Suyapa de la ciudad de Tegucigalpa, algunas mujeres y sus familias abrieron aunque no se les esté permitido, aunque comprar flores no sea una necesidad fundamental, aunque podrían enfermarse, porque a fin de cuentas es Día de las Madres y estas madres buscan seguir trabajando para sobrevivir con dignidad.

Vanessa coloca unos girasoles en floreros de metal que ayudan a exponer sus productos. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En la apertura temporal, las floristerías del bulevar Suyapa han tenido que vender más barato, intentando que las pérdidas no sean mayores. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Ismenia Coello, retratada en su floristería contiguo al cementerio Jardines de Paz Suyapa. Su familia ha vendido por generaciones, es madre de 3 hombres. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
María Antonia Hernández, de 59 años, vende flores desde hace 10 años. Atiende una floristería que no es suya en el bulevar Suyapa, es madre de 2 hijas y 1 hijo. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Mirian Ortega de 57 años, vende flores hace más de 30 años con toda su familia. Es madre de 3 hombres y 2 mujeres. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Gladis Ríos de 67 años y vendedora de flores, desde hace más de 10 años es madre de 1 mujer, 2 hombres y tiene una nieta. A Gladis se le ha hecho imposible quedarse en casa en la semana previa al día de las madres. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Matrín Cálix.
María Cristina Ríos de 73 años, vende flores hace más de 40 años. «Aquí me hice viejita», explica luego de recordar los años que lleva en el negocio de las flores. Es madre de 2 hijos. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Malissa Estrada, de 27 años y madre de un niño y una niña, trabaja con su esposo y el resto de su familia en la venta de flores. Su matrimonio pertenece a la nueva generación de vendedores de flores, quienes temen no puedan recuperarse tras la crisis del coronavirus. Tegucigalpa, 7 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un hombre compra flores en una de las floristerías de las mujeres de El Piligüin, ubicada al finalizar el bulevar Suyapa, contiguo al cementerio Jardines de Paz Suyapa y bajo la imponente basílica construida en honor a la virgen de Suyapa —patrona de Honduras—. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Portada: Tomada de Pixabay

Estar en casa ha sido una gran oportunidad para recordar los momentos bonitos que viví en mi infancia. Por ejemplo, el otro día me recosté por un momento y al cerrar los ojos disfruté de un sueño lúcido: fue toda una remembranza de cuando tenía siete u ocho años. Me veía en la comunidad donde nací, en el departamento de Colón, bajo las plantaciones interminables de palma africana (que ahora me parecen un terrible daño para las comunidades). Me encontraba caminando descalzo en tierra húmeda por un nacimiento de agua superficial, incluso podía oler la tierra mojada y sentir la brisa cálida en mis mejillas. Siendo consciente que era un sueño, aproveché para arrancar una planta diminuta nacida de alguna semilla de palma africana, me apresuré a morder el suave tallo y disfrutar de ese fresco sabor, tal como lo recuerdo.   

Solo fue un momento fugaz. Sin embargo, ese breve tiempo no evitó que recordara más cosas bonitas sobre mi niñez: las historias que el abuelo Conce (que en paz descanse) nos contaba cuando llegaba la noche y esas tardes interminables jugando con todos mis primos y primas en el patio de la casa. Recordé el riachuelo que atravesaba el solar y la pequeña cocina de mi abuela América, con paredes de tierra y techo de manaca, con su delantal bordado a mano. Siempre tenía agua fresca en un cántaro de barro, y agua caliente en la hornilla para hacerle café a cualquier visita inesperada. Ella siempre estaba sonriente, con sus profundos ojos azules y pelo teñido en blanco por las canas prematuras. La recuerdo de pie en la puerta con una sonrisa tan grande que parecía tener sus ojos cerrados. Yo sabía que mi abuela siempre estaba dispuesta a cuidarme, como las veces en que mis padres se enojaron conmigo a causa de alguna travesura, corría a la casa de la abuela sabiendo que al estar con ella todo estaría bien. De mis cuatro abuelos, mi abuela América es la única que aún está con vida. 

Con la pandemia por COVID-19, sabemos que las personas de edad más avanzada, así como las que padecen enfermedades crónicas como diabetes o enfermedades del corazón, corren un mayor peligro de desarrollar síntomas graves. Mi abuela América y yo nos encontramos a 336 kilómetros de distancia. Ella tiene más de 90 años y su confinamiento lo pasa en casa de mi tío Nelis, donde se encuentra bajo los cuidados de la familia. Es casi ajena a lo que pasa en las calles, pero a la vez tan vulnerable. 

En medio de esta pandemia, imagino a mi familia comiendo malanga hervida con sal en el desayuno, el almuerzo y la cena. Tal como lo hicimos en aquella ocasión cuando no teníamos dinero para comprar comida, después de que el huracán Mitch nos dejó sin casa. Sí, mi familia estaba dentro de la cifra de un millón de damnificados que aquella terrible catástrofe natural dejó. Tuvimos que irnos a vivir lejos, de manera temporal, donde mi abuelo materno. Él vivía apenas a unas casas de mi abuela América y esa es la época de la que más recuerdos tengo con ella. Con mis hermanos la visitabamos casi a diario. Jugábamos entre las plantas del patio, y cada vez que rompía mi camisa la abuela tenía hilo y aguja para dejarla como nueva. Recuerdo cómo disfrutábamos de los frijoles refritos con mantequilla que nos servía en la cena, acompañado de las tortillas pequeñas y regordetas típicas del occidente (a pesar de vivir durante décadas en el Valle del Aguán , su origen santabarbarense es reflejado en su cocina). Mientras tanto los adultos tomaban café y platicaban de sus cosas. A pesar de que en algunos aspectos nunca superamos esa catástrofe, aprendimos a vivir con ella. 

Tengo 13 años de vivir en San Pedro Sula y soy consciente de que la situación de mi pueblo ha cambiado. No puedo evitar pensar cómo se vive la pandemia allá. ¿Estarán respetando la cuarentena para proteger a las abuelas y abuelos?, ¿seguirán las recomendaciones de usar mascarilla, lavarse las manos y usar gel antibacterial? Con la escasez de empleo, ¿cómo consiguen dinero para comprar comida? La principal fuente de ingresos en estas comunidades son las remesas, pero en Estados Unidos la pandemia está azotando muy fuerte a la población. Sin embargo, algunos compatriotas se arriesgan a trabajar porque saben que en este país su familia depende de ese dinero. Muchos otros se quedaron sin trabajo por cierre temporal de las fábricas.

En medio de la emergencia por COVID-19 lo cierto es que, en alguna medida, depende de los jóvenes que nuestros ancianos y familiares estén o no expuestos al virus. No solo en las comunidades rurales, también en las ciudades como San Pedro Sula, que ha sido declarada el epicentro de la pandemia en Honduras. A pesar de esto, hoy circulan vehículos en el centro de la ciudad, casi de manera regular. En los barrios populares las familias caminan con normalidad, como si el virus no pudiera llegar allí. Algunos religiosos siguen desarrollando sus cultos, las pandillas siguen peleando territorio. Parece ser que la gente se está resignando a vivir con la pandemia, como lo hicieron con todas las crisis naturales, políticas y sociales que le precedieron.  

Me consuela saber que en este momento mi familia cuida de mi abuela, y hace un esfuerzo por no exponerse al virus. Aún así es inevitable que me preocupe. Sé que aunque ella no salga de casa, el riesgo es palpable. Es terrible imaginar que podría despedir a mi última abuela por un virus proveniente de China, que en un principio parecía tan lejano que nunca llegaría hasta mis seres queridos. 

Extraño a mi abuela, y cómo no extrañar a esa abuelita que, a pesar de todos lo momentos difíciles en su vida, nunca ha perdido la alegría, ni la empatía. Cómo evitar que rueden mis lágrimas cuando recuerdo la última vez que la vi, pues dijo solo estar esperando el momento de partir de este mundo. Estoy lejos de ella, pero espero con ansias que salgamos con bien de la crisis para hacerle otra visita inesperada y alegrarle el día a la abuelita América.

«Ya no puedo ver un país, pero lo puedo escuchar». Estas palabras fueron pronunciadas por Jorge Luis Borges a su amigo, el narrador mexicano Juan Rulfo, en el atardecer de un día de 1973. En las sombras escuchaba el cálido recibimiento que México le daba a su llegada. En su laberinto de destellos, la oscuridad no es solo oscuridad, también es luz o algo que intuye el futuro.

Oir un país —los ruidos de su país— es lo que hace Darlin desde hace once años, cuando producto del glaucoma juvenil que padeció, quedó finalmente ciego. Darlin y su madre explican que tras una operación de transplante de córnea se le aceleró la ceguera. «Fui víctima de negligencia médica», dice. A Darlin y su familia, entonces, solo le quedó acostumbrarse a algo que pudo tardar un poco más en llegar a sus vidas y que desde los 21 años le acechó. Fue un camino lento en su mayoría, pero hacia su final avanzó veloz por una mala praxis médica: la saturación errónea del trasplante de córnea y el que nunca le suministraran una válvula que evacuara la presión sobre sus ojos.

Luego de una depresión profunda, de la que salió —gracias a aquellos amigos que no sintieron lástima por él y le apoyaron siempre, por los cuidados de su madre, por la poesía y la docencia—, conoció a Xiomara, su pareja, con quien se reencontró en un viaje laboral. En aquel entonces Darlin trabajaba en la escuela para personas ciegas Pilar Salinas, y Xiomara en la escuela Manos Felices, una escuela para personas sordas.

Con la llegada del COVID-19 a Honduras, la rutina de la vida cambió para esta pareja de docentes que lleva más de 40 días en confinamiento. Se quedan en casa, excepto un jueves cada quince días —con base en las nuevas disposiciones del gobierno— que es el día que le toca salir para poder ir al banco y luego al supermercado, según el último dígito del número de identidad de Darlin.

En cada salida, únicamente tienen hasta las 9 a. m., la hora en que los supermercados atienden en preferencia a las personas de la tercera edad y personas con discapacidad. Algunos supermercados, incluso, es hasta la única hora que los atienden, pero los bancos solo los abren después de las 9 a. m.

En la primera ocasión que Xiomara y Darlin salieron, un supermercado les negó la posibilidad de comprar. «Explicamos que el banco no los abren más temprano y yo no uso tarjeta de débito porque los cajeros automáticos no pueden ser usados por una persona como yo», cuenta Darlin. Para Xiomara fue doloroso presenciar el abuso contra su esposo. Llora al recordar que por un instante pensaron que no tendrían nada que comer en una semana, al negarles la entrada para abastecerse —lo resolvieron comprando en otro lugar—, pero aún se ruedan las lágrimas de sus ojos, y algo le oprime el pecho.

En casa no solo se acompañan durante la cuarentena, Darlin y Xiomara también se apoyan mutuamente para realizar sus jornadas de teletrabajo. Xiomara le lee un libro o cocinan juntos, en las tardes toman café en compañía de Reina —madre de Darlin— que vive justo al lado. De la vida antes del COVID-19 extrañan la peatonal y su ruido, sus alumnos y la familia de Xiomara que no han visto más que por videollamada, luego de casi dos meses de convivir con las medidas extremas decretadas por el gobierno hondureño, en su intento por contener el virus.

—¿Qué extrañás de ver?

—Si pudiera volver a ver, aunque sea un día, quisiera que fuera el día que el Real España vuelva a ser campeón. Luego me sentaría a leer—, contesta Darlin entre risas, evadiendo la pregunta, buscando quizá esa visión entre las sombras.

«Solo los ciegos sueñan con el sol. Sueñan en negativo, de ahí que el sol de sus visiones derrame siempre una luz negra», estas palabras fueron escritas por el poeta mexicano Balam Rodrigo en su libro Braille para sordos, donde con su poesía narra cómo Diane Arbus vio a Jorge Luis Borges mientras lo retrataba en el Central Park de la ciudad de Nueva York, en el año de 1969.

Si bien, Darlin y Xiomara le apuestan a la felicidad, hoy lo hacen en un país con tasas elevadas de contagio y muerte por COVID-19.

Loris Dostoyevski le canta al oído a Darlin. Esta lora frente naranja es la mascota que le regaló su madre. Tegucigalpa, 5 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Xiomara atiende una videollamada de trabajo, apoyada por su esposo, quien debe sostener el teléfono para que ella pueda comunicarse en lenguaje de señas. Tegucigalpa, 5 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Darlin es el bibliotecario de la Escuela José Cecilio del Valle en el municipio de Santa Lucía. Para sus alumnos graba un video donde les habla del 1 de mayo, de la huelga bananera de 1954, y les recomienda leer la novela de Ramón Amaya Amador, Prisión verde. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Luego de aplicarse lágrimas naturales para evitar la irritación y el enrojecimiento de sus ojos, Darlin se seca con un pañuelo. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Xiomara y Darlin cruzan una calle del casco histórico de la capital hondureña, luego de hacer compras en un supermercado. Tegucigalpa, 7 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En una farmacia de Comayagüela, Darlin le compra medicinas a su madre. 7 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En el Paseo Liquidámbar del casco histórico, Darlin posa para la fotografía, se apoya de su bastón. La peatonal capitalina es uno de los lugares que más extraña ver. Tegucigalpa, 7 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En una pulpería de su barrio, Cerro Grande, zona 8 —a pocos kilómetros del crematorio municipal—, Darlin hace compras para el almuerzo. Tegucigalpa, 5 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Reina ríe junto a Darlin y recuerdan anécdotas de la infancia de sus hijos. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En el álbum fotográfico familiar se guarda un recorte de un diario local, donde se felicitó a Darlin para su cumpleaños. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En sus manos, Reina sostiene un ejemplar de Tribilín y el pez luna, un cuento infantil publicado por Disney. Estos cuentos regalados por su madre fueron los primeros acercamientos de Darlin a la literatura durante su infancia. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Darlin sostiene y acaricia un ejemplar de Naufragando en el tiempo de un verso, su único libro publicado. Ahora con la ayuda de su esposa, escribe sus próximos libros. Tegucigalpa, 5 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Xiomara y Darlin cocinan juntos unos espaguetis para el almuerzo. Tegucigalpa, 5 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Xiomara responde mensajes de su trabajo desde su celular durante el anochecer. Tegucigalpa, 6 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Reina conversa con su hijo, con quien se ríe y abraza. Tegucigalpa, 5 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.

La atención a mujeres en salud reproductiva y en casos de violencia sexual siempre ha sido restringida en Honduras. Pasaron tres semanas, desde de que se decretó cuarentena para que la Secretaría de Salud se asegurara de que los centros de atención facilitarían anticonceptivos. Si bien no hay cifras oficiales por casos de violencia sexual durante la pandemia, organizaciones e instituciones que atienden a las mujeres aseguran que hay un aumento, y con las medidas de confinamiento, el acceso a la salud y a la justicia es cada vez menor.

Entre marzo y abril, el Ministerio Público realizó dos requerimientos fiscales por violación, tres audiencias iniciales por los delitos de violación y tentativa de violación, además de 13 detenciones in fraganti de sujetos acusados de violación, actos de lujuria y violación en su grado de ejecución de tentativa.

«Uno de los obstáculos principales es el transporte. A las mujeres se les hace difícil movilizarse desde su casa o desde el lugar en donde están, hacia la clínica», explica Maleny Barrera, psicóloga de Médicos Sin Fronteras (MSF), que labora en Choloma, departamento de Cortés y epicentro del COVID-19 en el país. En Honduras el transporte público se paralizó desde el 15 de marzo y se prevé que hasta junio se habilitará de nuevo. Esta situación pone en mayor vulnerabilidad a las mujeres, ya que la calle se convierte en un escenario de acoso callejero y violencia sexual. 

La pandemia, que ha cambiado las formas de vivir al mundo entero, también ha obligado a modificar el servicio de atención prioritaria que ofrece MSF a sobrevivientes de violencia sexual. Aún brindan el tratamiento médico y una atención psicológica inicial, pero ahora tienen que hacer un seguimiento vía teléfono.  «Entonces es más difícil tratar de contener a una persona que acaba de sufrir violencia sexual vía teléfono. Es más difícil trabajar la sintomatología y ese acompañamiento emocional», añade Barrera. 

Toda la situación se complica aún más cuando Honduras mantiene una prohibición en la venta, uso y distribución de la pastilla anticonceptiva de emergencia (PAE). Este es un medicamento básico para evitar un embarazo después de una agresión sexual. En el país tampoco se cuenta con un protocolo integral de atención a sobrevivientes. 

Del total de mujeres embarazadas después de una atención por violencia sexual en MSF entre 2016 y 2018, el 81% consideró que su embarazo fue producto de la agresión. «El único método para prevenir un embarazo no deseado básicamente es el método Yuzpe», comenta Ana Ligia Chinchilla, ginecóloga del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), a la vez que asegura estar recibiendo más casos de violencia sexual durante la pandemia.

El método Yuzpe es un método anticonceptivo de emergencia. Consiste en administrar pastillas anticonceptivas, de uso oral, que contengan levonorgestrel. Se aplican en dosis más altas. Dependiendo de la marca pueden ser entre dos y cuatro pastillas. Se toman de la misma manera que las PAE: la primera dosis dentro de las 72 horas después de la agresión sexual, y la segunda dosis 12 horas después de la primera toma. Se ha identificado que este método tiene mayores efectos secundarios que una PAE.

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«El gobierno tiene que priorizar el acceso a la salud de las mujeres. Es necesario que no solo se brinde alimento, sino también anticonceptivos», menciona, Ana Rivera, integrante de la plataforma feminista Somos Muchas. 

Dos jóvenes sostienen carteles en alusión a la defensa de los derechos sexuales de las mujeres y la despenalización de la Pastilla Anticonceptiva de Emergencia, Tegucigalpa, 24 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

La impunidad en casos por violencia sexual 

El 20 de abril se cumplió un año desde que al menos tres jóvenes agredieron sexualmente a Alejandra, una adolescente de 16 años que se encontraba de vacaciones en un complejo turístico en La Ceiba, Atlántida. El caso de Alejandra se conoció después de que su madre, Flor Sosa, titular del juzgado de violencia doméstica de La Ceiba, denunciara públicamente un retraso en el proceso de captura y enjuiciamiento de los implicados, probablemente por influencias de los familiares de los agresores.  A pesar de haber cumplido con los análisis médico-forenses y las pruebas testimoniales, el MP tardó varios meses antes de emitir los requerimientos fiscales. 

Para muchas personas, el caso de Alejandra demostró una estructura de justicia que le falla a las mujeres. Sosa aún lucha por justicia y uno de los involucrados está prófugo y se presume que salió del país. «Reproducir actos procesales, interactuar con agentes del Estado que carecen de sensibilidad y las demoras en las actuaciones del sistema de justicia, incrementan el sufrimiento de Alejandra. Produce una enorme decepción ver que ha pasado un año y no existe fechas para la celebración de un juicio», dijo Flor Sosa, madre de Alejandra, en un comunicado que publicó la plataforma feminista Somos Muchas.

Solo en 2018 el Ministerio Público recibió 3444 denuncias por delitos en contra de la libertad sexual. Esto aglutina los delitos de violación, actos de lujuria, acoso sexual, estupro, incesto y rapto. En ese mismo periodo de tiempo, apenas 569 ingresaron a la Corte Suprema de Justicia. Información recopilada por Contracorriente señala que la mayoría de los casos que ingresan por este tipo de delitos, terminan en sobreseimiento definitivo, a favor de los acusados. «La nula coordinación, demoras injustificables en la investigación y enjuiciamiento de actos de violencia sexual dificultan la atención, obstaculizan la superación de los hechos y niegan por completo el derecho a la justicia», menciona el pronunciamiento de Somos Muchas. 

Mientras tanto, la Dirección de Medicina Forense asegura que los centros integrados, especializados en atención a víctimas de violencia doméstica y sexual, se encuentran en funcionamiento las 24 horas durante la cuarentena. Estos centros únicamente se encuentran en Tegucigalpa, San Pedro Sula, La Ceiba, Santa Rosa de Copán y Comayagua, mientras que 27 clínicas forenses locales a nivel nacional atienden todo tipo de delitos.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), pidió a los Estados incorporar la perspectiva de género en las respuestas a la crisis por el COVID-19 con el fin de «combatir la violencia sexual e intrafamiliar, así como la discriminación que afecta a las mujeres en ese contexto (…). Garantizar la disponibilidad y continuidad de los servicios de salud sexual y reproductiva durante la crisis de la pandemia, incrementando, en particular, las medidas de educación sexual integral y de diseminación de información en medios accesibles y con lenguaje adecuado».

Decenas de mujeres hacen fila para obtener una ración de alimentos por parte de la barra deportiva Ultra Fiel en un acción solidaria llevada a cabo en Lepaterique, 19 de Abril. Foto: Martín Cálix.

La anticoncepción y el embarazo durante la pandemia

Otra de las preocupaciones que manifiestan las organizaciones en cuanto a la atención hacia las mujeres durante la pandemia, es que el asesoramiento y la entrega de anticonceptivos se han interrumpido o reducido como respuesta a la pandemia de COVID-19. Según denuncias que recibió la organización Acción Joven en Honduras, varios departamentos no estaban dando anticonceptivos ni acceso a sus controles prenatales a las mujeres. Esto de debe a una ordenanza de la Secretaría de Salud (Sesal) que pedía que solo se atendieran pacientes sospechosos de COVID-19. 

Esta situación llevó a que el doctor Alcides Martínez, director general de Redes Integradas de la Sesal, emitiera un oficio en el que exige que se mantenga el acceso de métodos anticonceptivos a la población a través de la entrega de condones masculinos, anticonceptivos orales (utilizando mercaditos, pulperías o algún colaborador comunitario). Sin embargo, el oficio detalla que la aplicación del anticonceptivo inyectable trimestral, los dispositivos intrauterinos (DIU) y los implantes subdérmicos se podrán aplicar únicamente a pacientes que lo hayan usado antes, no a quienes quieran usarlo por primera vez.

Para Ana Rivera de Somos Muchas, la colocación del DIU siempre ha sido una dificultad para las mujeres en el país, debido a que existen médicos que intentan convencer a sus pacientes de no colocárselo si no han tenido hijos. «Ese es un problema bastante grande que ahorita en la cuarentena se acentúa. Los doctores y doctoras están atendiendo otros casos antes que procedimientos de DIU, por ejemplo, o también amarres de trompas», añadió. 

El Secretario General de la ONU emitió hace un par de semanas un llamado para que los Estados no olviden la prestación continua de servicios de salud sexual y reproductiva, como el acceso a anticonceptivos sin receta médica durante la crisis.

Contracorriente contactó a la ministra de salud, Alba Consuelo Flores, y al viceministro, Roberto Cosenza para ampliar la información sobre la atención en planificación familiar durante el COVID-19, pero no tuvo respuesta. Hasta el momento, la cifra oficial de mujeres contagiadas por COVID-19 es de 674, el 40 % de los 1685 casos oficiales en el país hasta el ocho de mayo. 

Mientras tanto, Piedad Huerta, representante de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Honduras, señala que han recomendado mecanismos para poder hacer disponibles los anticonceptivos a nivel de las comunidades, de manera que las mujeres y las adolescentes puedan tener acceso sin correr riesgo de contaminación. Maleny Barrera de MSF, explica que tuvieron que abrir la clínica de Planificación Familiar tres días a la semana en Choloma, ante la demanda. «Hay un aumento en la necesidad de métodos anticonceptivos por el poco acceso al que están teniendo las personas a ir a su consulta de planificación familiar, ahorita los centros de salud solo están atendiendo a un número reducido de personas que tienen que llegar muy temprano y eso deja por fuera un montón de mujeres que están en búsqueda de esos métodos», señala.

Sin embargo, uno de los problemas más graves a los que se enfrentan las mujeres que buscan planificar es la movilidad y el desabastecimiento. Según la información de Acción Joven, la mayoría de las mujeres de la ruta lenca, en la zona occidente del país, utilizan el implante subdérmico Implanon con una duración de tres años. «A la mayoría ya les tocaba cambio ahorita y la preocupación es que la Sesal no había enviado lotes de Implanon ni anticonceptivos orales, ya que hay escasez a nivel nacional», explicó Rosales. 

Chinchilla añade que «desde la Sociedad de Ginecología y Obstetricia se ha hecho énfasis, en la mayoría de los hospitales, que se insista siempre en los métodos, y se le ha insistido a la secretaría para que las personas que llegan a consultar por los métodos tenga siempre disponibles».

La Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO por sus siglas en inglés), recordó a los Estados que la reducción repentina en el comercio fronterizo, utilizado para la fabricación de métodos anticonceptivos, podría provocar escasez, «los gobiernos deben planificar con anticipación los suministros y productos específicos en sus cadenas de suministro, así como garantizar los requisitos de supervisión y logística para garantizar que los suministros lleguen a los clientes e instalaciones en la última milla», añadió. 

Para el caso de la atención a mujeres embarazadas, la mayoría de los hospitales y centros de salud están atendiendo, en atención prenatal, únicamente a aquellas que tienen más de 40 semanas o si pasan por un embarazo de alto riesgo. «Hay un detalle que pasaba incluso antes de la cuarentena y es que las mujeres que están en labor de parto o con emergencia obstétrica llegan muy tarde, ya sea porque no encuentran transporte, viven en las periferias de la ciudad o inclusive lejos», agrega Rivera. 

A finales de marzo, una mujer que no pudo conseguir movilización ni siquiera a través del servicio 911 para emergencias, llegó en el proceso expulsivo del parto. Intentó ingresar por una puerta destinada a casos sospechosos de COVID-19 en el Hospital Escuela Universitario. Según denunciaron familiares, no la dejaron entrar al llegar y tuvo su parto en la entrada del centro asistencial. «Esto lo que sugiere es una gran preocupación para las organizaciones que trabajamos en esta temática, porque las autoridades del país no están haciendo estrategias integrales en salud. No tienen que dejar de lado estos servicios que son tan importantes», finaliza Rosales.

Don Salvador alcanzó ya sus 75 años de edad y todavía debe trabajar para subsistir. Diariamente camina —con mucha dificultad— por colonias y barrios de la ciudad de El Progreso, Yoro; al norte de Honduras. Lo hace para vender las hamacas de diferentes tamaños y colores, que carga en su hombro. Con paso lento recorre la «Perla del Ulúa» (como le dicen a su ciudad) bajo la inclemencia de un sol y temperaturas que sobrepasan la sensación térmica de 44 grados. La realidad socioeconómica que actualmente vivimos es igual de agobiante como la temperatura de esta Ciudad. Hoy estamos viviendo una pandemia mundial y muchos nos encontramos confinados en nuestras casas, al menos quienes podemos hacerlo. La realidad es que  —sin importar la edad— no todas las personas gozan de este «privilegio».

Conocí a don Salvador en el marco del golpe de Estado, nos encontrábamos en las marchas que organizaba el pueblo en resistencia de aquel entonces. Luego coincidí con él en otros espacios y manifestaciones que organizaban grupos de sociedad civil. Siempre es de buena plática, es un luchador social incansable, pues ya ha vivido lo suficiente, tiene muchas experiencias y bien conoce la repercusiones al mantenerse estático e indiferente en un convulsión social.

Don Salvador representa la imagen de la tercera edad que debe trabajar para poder aspirar a tener lo básico. Hoy, el panorama para los adultos mayores en Honduras no es alentador, incluso es desafiante, pues los adultos mayores son parte de la población en riesgo en el contexto del COVID–19. A esto le agregamos los fríos números que el Instituto Nacional de Estadística (INE)  afirma: la población de adultos mayores arriba de 60 años es de 777 905 que representa el 8 % de la población total, de este número solo 252 886 (el 33 %) recibe pensión por vejez de parte del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), y el 43 % vive en extrema pobreza.

Yo soy profesora en un Instituto público de educación media de El Progreso, Yoro, donde estudia uno de los nietos de don Salvador (este también es otro espacio en el que coincidimos). Hace algunos meses, llegó para saber sobre el progreso de su nieto en sus actividades académicas. Ese día aproveché para hacerle el encargo de una hamaca que quería colocar en el patio de mi casa. La siguiente semana estaba puntual mostrándome toda la variedad que tenía y mientras lo hacía me insistió en que me quedara con la más grande. Entre risas yo le decía que lo más seguro es que ni siquiera iba a poder disfrutarla porque entre el trabajo y otras ocupaciones casi nunca estoy en mi casa, pero con palabras sabias me aseguro: «Ya vendrán tiempos para que pueda disfrutarla». Hoy esa hamaca contribuye a aliviar la tensión que me provoca el confinamiento y se ha convertido en el lugar donde puedo descansar y distraerme durante horas en el día. 

Me contaron que don Salvador se encuentra en su casa, acompañado de su esposa y uno de sus hijos. Desde antes de la cuarentena ha dejado de caminar porque tiene un problema en una de sus rodillas y en este momento no tiene posibilidades de realizar un tratamiento adecuado. Entre algunos vecinos y familiares se han organizado para compartirle alimentos y estar pendientes de él, de su esposa y de su hijo. No puede salir a trabajar porque en la ciudad está prohibido por las medidas de seguridad, a raíz de la pandemia. Es un adulto mayor más que no cuenta con un seguro médico para cuidar de su salud, que no cuenta con una pensión alimentaria para poder subsistir y sentirse seguro en sus años de senectud. 

En Honduras, los padres y las madres de la historia de nuestras generaciones deambulan por la calle en busca del sustento. No tienen acceso a la salud pública, son víctimas de la escasez de medicinas que hay en los centros hospitalarios administrados por el gobierno. A sus edades proliferan las enfermedades como diabetes, hipertensión y otras asociadas al paso de los años. En cierto momento esto nos hizo pensar que los más golpeados, según la experiencia de esta pandemia en otros países, iban a ser nuestros adultos mayores, sin embargo, en Honduras, contra todo pronóstico no tienen los mayores porcentajes en las estadísticas. A pesar de eso  el gobierno no ha tomado medidas contundentes que los beneficien y les proporcione el trato digno que se merecen y al que tienen derecho.  

Don Luis murió la mañana del 30 de abril, horas después de que los médicos que lo observaban en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) de la ciudad de San Pedro Sula, le dijeron a sus familiares que estaba mejorando. Él padecía de una neumonía bilateral que estaba afectando sus pulmones y que lo hizo sospechoso de ser un caso positivo de COVID-19. Le hicieron la prueba molecular para comprobar el contagio, pero varios días después de su muerte la familia sigue sin tener el resultado. «En el acta de defunción pusieron que fue por COVID-19, y en eso se basaron para no entregar el cuerpo», cuenta Sandra, en medio del dolor que sufre con la familia de su pareja a quienes les negaron incluso el derecho de reconocer el cadáver.

En Honduras, la pandemia lleva 1055 casos positivos y 82 fallecidos hasta el 4 de mayo. Esto significa que el país tiene la segunda tasa de letalidad más alta de Latinoamérica, según datos de la Universidad John Hopkins. Los números han subido por la cantidad de pruebas que se están realizando: un máximo de 300 pruebas diarias, aún insuficientes. Esta situación sumada a los antecedentes de falta de transparencia e incapacidad en el manejo de la crisis por parte del gobierno central, plantean un panorama incierto para las familias en luto que posiblemente colmen el país en las próximas semanas.

Destino incierto para los cadáveres

Desde la mañana en que don Luis murió, los familiares —­sin tener el resultado de la prueba— iniciaron una lucha con las autoridades sanitarias para que permitieran darle sepultura en un cementerio privado. Finalmente, en la tarde, les avisaron que entregarían el cuerpo a la funeraria para el entierro que se realizaría a las 9 de la mañana del día siguiente, pero que según las disposiciones del Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager) y la Secretaría de Salud, no les permitirían velar el cuerpo y solo podrían asistir diez familiares. La familia hizo todos los gastos funerarios, pero en el momento en que los agentes de la Fuerza de Seguridad Interinstitucional Nacional (Fusina) tenían que entregar el cadáver para trasladarlo al cementerio, no lo hicieron y amenazaron a la familia con llevarlo a una fosa común sin ubicación confirmada, en el departamento de Cortés.

Un informe de la Unidad de Vigilancia de la Salud indica que del total de muertos a nivel nacional, el 82 % se encuentra en Cortés. Solo en San Pedro Sula, su cabecera departamental, produce aproximadamente el 63 % del producto interno bruto,  pero que ahora se ha vuelto el epicentro de la pandemia y se encuentra en toque de queda absoluto y con medidas de abastecimiento suspendidas.

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Ante el crecimiento acelerado de los casos de COVID-19 en todo el país, Sinager a través de un comunicado emitido el pasado 3 de abril, instruyó a los gobiernos municipales para que busquen terrenos aptos para fosas comunes en caso de entierros masivos, que podrían darse «al rebasar la capacidad local para el manejo de cadáveres».

En el caso de San Pedro Sula, Fátima Mena, regidora de la Alcaldía Municipal, asegura que la intención de esa administración es no enterrar cadáveres en fosas comunes, por lo que estarían construyendo un nuevo cementerio municipal en las próximas semanas. «Como ciudad no estamos hablando de fosas comunes, sino la habilitación de cinco manzanas para poder garantizar dignidad al momento de enterrar a las personas. Estamos en un estado de excepción donde los derechos fundamentales de la ciudadanía han sido suspendidos. Yo creo que como un gobierno transparente, limpio y competente deberían de asegurar que todos los procedimientos sean correctos. Creo en no apostar por fosas comunes, sino prever las proyecciones y asegurar que estamos preparados para poder dar sepultura de forma digna a las víctimas», aseguró Mena.

En el caso de los entierros masivos pesar, las autoridades de esta ciudad parecen tener una idea diferente a la del gobierno central. En el caso de don Luis, fue Fusina quien tuvo la última palabra al no permitir el traslado del cuerpo al cementerio y amenazar con enterrarlo en una fosa común.

En un mensaje emitido por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Andrés Rodríguez, coordinador forense de esa institución, mencionó que «la recomendación en las muertes masivas es el uso de tumbas individuales. Eso garantiza el respeto por el trasfondo religioso y cultural de la sociedad y garantiza la trazabilidad de los cuerpos. Además esto está muy relacionado con el trato digno de los cuerpos».

Además el CICR ha recomendado a las autoridades de los países que se permita un momento en el que las familias tengan la posibilidad de despedirse de su ser querido: «Eso se puede hacer en un velorio o en el momento de la inhumación, obviamente esto debe estar alineado con la reglamentación que cada país tenga. Claramente pueden haber restricciones en el número de personas que asistan a este tipo de eventos. Habrá que limitar al máximo el número de personas y limitar el tiempo en que esas personas están juntas, pero por lo menos sí dejar el espacio para que exista ese cierre del duelo, esa reflexión religiosa que muchas familias requieren».

En Honduras el Lineamiento para el manejo de cadáveres por casos de COVID-19 , emitido por la Secretaría de Salud, indica que antes de proceder al sellado y traslado del cadáver, debe permitirse el acceso de no más de dos familiares para una despedida, sin establecer contacto físico. Además en el entierro deben participar un máximo de quince familiares cercanos conservando una distancia mínima de un metro entre cada asistente. Toda esta teoría no sirvió de nada para la familia de don Luis, con quienes, según Sandra, jugaron sentimentalmente en un momento de mucho dolor y no les permitieron identificar el cadáver ni despedirse de forma adecuada.

Entrada al Centro de Medicina Legal y Ciencia Forense, Tegucigalpa, 23 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Los negocios detrás de la muerte

Sandra cuenta que cuando los oficiales de Fusina amenazaron con enterrar a don Luis en una fosa común con otros muertos, que también murieron a causa del COVID-19, solo dejaron una opción para los familiares: cremar el cadáver. Según la Asociación Nacional de Industrias y Funerarias de Honduras, a nivel nacional solo existen tres empresas que ofrecen este servicio en las que el precio ronda los 40 000 lempiras. La familia de don Luis, para evitar la pérdida del cadáver, comenzó a gestionar ayuda de amigos y conocidos para recolectar el dinero, y finalmente lo lograron.

Esa misma presión recibió la familia de la doctora Denise Roxana Murillo Martínez, primera doctora en morir en servicio por la pandemia en Honduras. El pasado 1 de abril, su hija denunció en redes sociales que el gerente de la empresa funeraria Jardines del Recuerdo, estaba obligándoles a cremar el cuerpo de su madre, si no lo hacían tendrían que llevarse los restos mortuorios a otro lugar.

Aunque Sandra asegura que es mayor el perjuicio emocional que el económico para las familias, la presión de las autoridades y empresarios por la cremación de los fallecidos se vuelve sospechosa. En el caso de Villanueva, el alcalde Walter Perdomo confirmó que ante las dificultades presentadas en otras comunidades, las autoridades decidieron que serían los encargados de recibir a la mayor parte de los muertos por COVID-19 de la zona del Valle de Sula, donde se ubican un total de 18 municipios. Para eso, representantes de Copeco firmaron un acuerdo con los dueños de la funeraria Angelus Terra, ubicada en la aldea Dos Caminos, para que habilitaran lotes para la excavación de fosas comunes.

Hasta el momento las autoridades de Copeco no han dado respuesta a nuestras solicitudes de entrevista. No hay documentos públicos que confirmen el costo de esta negociación que se hizo con esta empresa, que hasta 2019 tuvo como socio al fallecido Jorge Faraj Rishmagüi, reconocido banquero fundador de Banco Ficohsa.

Perdomo aseguró: «El municipio de Villanueva no hizo el acuerdo. Nosotros solo fuimos veedores y certificamos el lugar, pero no tuvimos nada que ver con la contratación ni con los otros términos por los que se escogió el terreno. Solo nos aseguramos de que no contamine en el futuro, que los entierros sean dentro de los protocolos y que se cumpla con los registros para que luego los familiares puedan poner sus placas, coronar y visitar a sus familiares».

En el caso de San Pedro Sula, ante la directriz de no optar por fosas comunes y adquirir un predio de cinco manzanas para la construcción de un nuevo cementerio municipal, la regidora del municipio, Fátima Mena, aseguró que «eran de una inmobiliaria que forma parte de un grupo de la Azucarera Hondureña. Para evitar compras fraudulentas, que es uno de los temas que más señalamiento ha tenido, se está aceptando para que se reciba en forma anticipada, en concepto de áreas verdes».

La inmobiliaria a la que se refiere Mena es Lotificadora de Sula S.A que tiene entre sus socios a Guillermo Bueso Anduray, presidente ejecutivo de Banco Atlántida. Ante el pago anticipado del 10 % de áreas verdes que tienen que desarrollarse en cada proyecto inmobiliario, tienen aseguradas 50 manzanas de inversión. «Si bien es cierto no estamos pagando nada por estos terrenos, sí estamos reconociendo que nos estén entregando de forma anticipada áreas verdes para que en un futuro, cuando realicen proyectos, ellos puedan decir: “bueno de estas cinco que formen parte de las áreas que nosotros ya habíamos entregado”», concluye Mena.

Familias y víctimas estigmatizadas

Edwin Lanza es presidente de la Asociación Nacional de Industrias y Funerarias de Honduras. Asegura que desde hace 60 días están solicitando al gobierno apoyo y coordinación para abordar la crisis por el COVID-19, que según sus valoraciones dejará escenarios como el ocurrido en Ecuador, donde el sistema sanitario colapsó y decenas de cadáveres permanecían en las calles. Según el Índice Global de Seguridad Sanitaria elaborado por la Universidad Johns Hopkins, Honduras es uno de los países menos preparados para una pandemia en Latinoamérica, solo Venezuela tiene peores condiciones sanitarias según dicha escala. «Nosotros con este sistema tan precario en salud, ¿estamos esperando que no nos impacte así el virus? El Gobierno ni sabe cuántos cementerios hay a nivel nacional», señala Lanza.

Entre todas las dificultades a las que se han enfrentado como sector funerario Edwin destaca algunas historias que muestran el «futuro sombrío» que, según él, le espera al país. Una de esas historias se dio en un hospital privado en San Pedro Sula. «Esta persona murió y los familiares llamaron a la funeraria para llevar el ataúd en el que se colocaría el cadáver, los encargados de la empresa solicitaron el acta de defunción para poder seguir el proceso posterior a la muerte, el hospital no tenía el acta de defunción en ese momento y le estaban pidiendo a los cipotes de la funeraria que metieran el cuerpo y se lo llevaran, nosotros tenemos una orden interna de que nadie retire un cuerpo sin acta de defunción para saber de qué falleció, el hospital negó rotundamente entregar el acta de defunción».

Cementerio Santa Cruz Memorial, varios de los fallecidos por Covid-19 han sido enterrados en este cementerio, Tegucigalpa, 25 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Omitiendo el nombre del hospital privado, Lanza cuenta que cuando finalmente entregaron el acta se mencionaba como causa de muerte: «posible COVID». Sin contar con el debido cumplimiento de las disposiciones de manejo de muertos por el virus, los encargados dejaron el féretro en manos de los familiares que sin saber qué hacer y sin ayuda del personal médico, decidieron ellos mismos meter el cadáver de su familiar en el ataúd y se llevaron el cuerpo a la ciudad de Choloma de donde eran originarios. «Por eso estamos pidiendo el protocolo para diferentes situaciones, porque si el hospital no entrega el acta de defunción por lo menos la funeraria tiene un protocolo», apunta Lanza.

La entrega del cadáver en los hospitales solo es el inicio de los problemas para los familiares de las víctimas de la pandemia. Muchas comunidades se han organizado para evitar el entierro de los fallecidos a causa del COVID-19 o incluso de quienes ellos creen estuvieron contagiados. «Se han presentado muchos problemas, las personas de los pueblos no permiten entierros, inclusive no permiten que se entierren personas por otras enfermedades. Los alcaldes no están haciendo nada. La verdad es que la policía, los bomberos e incluso medicina forense no se va a hacer cargo de las personas que fallezcan».

El precedente de esta situación, según Lanza, se dio a finales de marzo en la ciudad de Villanueva —la tercera ciudad del país con más casos positivos de COVID-19—, cuando los encargados de Sinager y el Comité Permanente de Contingencias (Copeco), que tenían que dar sepultura a dos personas que fallecieron en el hospital Leonardo Martínez de San Pedro Sula, abandonaron los cuerpos y dejaron solo al personal de la funeraria que en coordinación con la municipalidad contrató a personas particulares para concluir el trabajo de sepultura. Además, la comunidad cercana al predio donde se había habilitado la fosa común para la pandemia en ese municipio, días después salió a manifestarse ya que aseguraban estar en riesgo de contaminación.

Sobre la estigmatización que han recibido las familias de los fallecidos y los mismos cadáveres de las personas que han muerto por el virus, el doctor Carlos Umaña, presidente de los médicos del IHSS en la zona norte del país asegura que los cadáveres no transmiten el COVID-19: «La unidad de cuidados intensivos tiene bolsas especiales. Antes de embolsar el cadáver no se vuelve a tocar, se llama a los ayudantes de hospital que llegan con trajes de bioseguridad. Con una solución desinfectante, el cuerpo se rocía totalmente y se introduce en una bolsa, esa bolsa se vuelve a fumigar y se sella completamente, son bolsas especiales que no permiten la salida de nada. Posteriormente, se introduce en el ataúd y se fumiga el féretro, después se cierra herméticamente, y se vuelve a fumigar. Luego se traslada a la ambulancia y se desinfecta el vehículo, junto a las personas que van con él, de esa forma es casi imposible que suceda algo anómalo», asegura.

Este mismo procedimiento es respaldado por el CICR, que como medida adicional recomienda el uso doble de la bolsas para cadáver y la recomendación a los familiares para que use un equipo de protección personal mínimo: mascarilla, guantes y bata desechable; esto en el caso de que las autoridades acaten su recomendación de permitir la presencia de al menos 15 personas en el momento de la sepultura.

Sin embargo, para Edwin Lanza el mecanismo de manejo que más le preocupa es el de levantamiento de cuerpos en las calles, donde posiblemente quedarán muchos muertos por el virus, que no pudieron ser atendidos por el sistema de salud público o privado. «Preguntamos en la reunión del lunes pasado a un representante de salud qué iba a suceder con las personas que fallezcan y sean de escasos recursos, la respuesta de ellos fue simple: iban a enterrarlos en bolsas plásticas. En este lineamiento de manejo de cadáveres con COVID-19 hay millones de lempiras puestos. A nosotros  como sector funerario nos metieron a los alcances que tiene, pero sin consultarnos. Allí hay millones de lempiras por los que no se está dando fe de nada, simplemente se están gastando», asegura.

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El limbo, según la tradición católica, es un lugar de incertidumbre donde los muertos esperan redención. En nuestro contexto de país, posiblemente es un sitio que se parece mucho al futuro incierto que le depara a los muertos que vendrán, y que países con sistemas de salud sólidos no lograron contener.

Edwin Lanza, cuenta que ha tratado con las mayores catástrofes que se han tenido en el país —desde el huracán Mitch en 1998, hasta el incendio en la granja penal de Comayagua en 2012—, y cuestiona que «en el plano de esta enfermedad, si al gobierno le interesan muy poco los vivos, imagínese los muertos».

Han pasado siete meses del juicio de Antonio «Tony» Hernández —hermano del presidente Juan Orlando Hernández— condenado por traficar cocaína y armas en gran escala a Estados Unidos. Las declaraciones expuestas en ese juicio siguen revelando las redes de narcotráfico en Honduras y su relación con el poder político. Pero también, el rol clave de instituciones como la Policía Nacional en los negocios ilícitos. Los fiscales del Distrito Sur de New York acusaron la semana pasada al exdirector de la Policía Nacional, el Comisionado General Juan Carlos Bonilla, por delitos de narcotráfico y posesión de armas y artefactos destructivos. Un policía cancelado en un proceso de depuración limitado y sin acusaciones por parte de los entes de justicia hondureños. 

 

Texto: Vienna Herrera y Jennifer Avila
Fotografía tomada de El Heraldo

«Que caigan las personas que están involucradas, que allá (en Estados Unidos) las están diciendo y que se siga desenredando. Esto es sano para el país, demasiado dolor tenemos», dice Hilda Caldera, viuda de Alfredo Landaverde, quien por su lucha contra el crimen organizado fue asesinado en 2011 tras denunciar en medios de comunicación que el dinero del narcotráfico infiltró políticos, el sistema de justicia, la empresa privada y la Policía Nacional de Honduras (PNH). Hilda Caldera sostiene, en tono de enojo, en una entrevista vía teléfono con este medio, que otros directores y ministros tuvieron el informe que involucraba a policías en el asesinato de su esposo. Un reportaje del New York Times , publicado en 2016, reveló que el exgeneral Juan Carlos «Tigre» Bonilla, cuando fue director de la PNH en 2012, tuvo acceso a ese informe. Caldera asegura que no se hizo nada. 

«Nosotros nos entrevistamos con el ministro Pompeyo Bonilla y Juan Carlos Bonilla y estábamos buscando, solicitando respuesta (…) pasaron varios directores de la policía que supieron del informe, hay una suerte de personas que lo recibieron y ahora es que nadie lo vio. Hubo demasiada información de personas que dicen saber quién asesinó a mi esposo y seguimos en el silencio. Entonces eso quiere decir que aquí no les interesa saber la verdad», añade Hilda. Cuando Bonilla conoció ese informe, de acuerdo con acusaciones de una corte de Nueva York, ya había trabajado con los narcotraficantes Alexander Ardón, Devis Leonel Maradiaga alias Cachiro y «Tony» Hernández.

El «Tigre» Bonilla está siendo acusado en esa corte de Estados Unidos por conspirar para importar cocaína, además de delitos relacionados con armas, «supervisó el transbordo de cargas de cocaína de varias toneladas con destino a los Estados Unidos, usó ametralladoras y otras armas para lograrlo, y participó en violencia extrema, incluido el asesinato de un traficante rival, para promover la conspiración», señala el documento de la Corte del Distrito Sur, publicado el jueves.

El caso del «Tigre» Bonilla no es aislado. «Mi esposo decía que el narcotráfico funciona con una larga cadena de gente, sobre todo operadores de justicia, políticos y gente que está en la empresa privada que lava activos», afirma Hilda Caldera.

Las acusaciones contra Bonilla derivan del juicio contra «Tony» Hernández que aún espera por una sentencia, hasta ahora programada para el 29 de junio. 

En el informe de la Corte, que resume las acusaciones contra el «Tigre» Bonilla, se señala que Amílcar Alexander Ardón (CW-1), exalcalde de El Paraíso, Copán, narcotraficante confeso y testigo cooperante de la Fiscalía de Nueva York, acusó al «Tigre» Bonilla de haber asesinado al presunto narcotraficante Franklin Arita, rival de «Tony» Hernández, porque quería impedir el tráfico de cocaína hacia Guatemala por Santa Rita, Copán. Según Ardón, «Tony» Hernández fue quien ordenó el asesinato en el que Arita fue atacado por sicarios que usaron bazucas. 

En aquel momento, el «Tigre» Bonilla era el jefe regional de la Policía Nacional en occidente y declaró en medios de comunicación que el asesinato se trató «de un ajuste de cuentas con una operación tipo emboscada, porque tal como se dan las cosas tuvo que haber un seguimiento, luego una ubicación y después una emboscada».

Los fiscales señalan, además, que un testigo criteriado por la corte federal, a quien solo se conoce como CW-2 y quien era una persona que manejaba el transporte de los cargamentos de la cocaína, declaró haber visto al «Tigre» Bonilla facilitar el traslado de cocaína cuando pasaba por retenes policiales sin ser detenido ni examinado. Según CW-2, «Tony» Hernández sobornaba a miembros de la Policía Nacional a cambio de no detener la carga en ningún retén, en particular al «Tigre» Bonilla. «Si usted me dice que los señores narcos mueven libremente las drogas en esta frontera, yo le digo que sí, porque nunca he decomisado ni un granito de cocaína», dijo Bonilla en un reportaje publicado por El Faro en 2011.

La trama que se desarrolla entorno al crimen organizado hace que los roles se inviertan constantemente, una vez se tiene el poder para ordenar en la próxima se tiene el poder para delatar y negociar.

Se señala en el informe que el narcotraficante Víctor Hugo «Rojo» Díaz (CW-3), también testigo de la fiscalía, declaró que cuando Juan Orlando Hernández (CC-4) fue presidente del Congreso Nacional, benefició al «Tigre» Bonilla para escalar posiciones dentro de la Policía Nacional y que este «protegía su tráfico de drogas a cambio». El «Rojo» además informó que «Tony» Hernández le había contado que «El «Tigre» era de confianza de Hernández Alvarado (Tony) y CC-4, que Bonilla Valladares era muy violento, y que Hernández Alvarado y CC-4 le asignaban tareas especiales, incluso asesinatos». 

Las acusaciones además señalan que Devis Leonel Rivera Maradiaga (CW-4) se reunió con el «Tigre» en 2003 para que le ayudara a localizar y asesinar a un narcotraficante hondureño que era su rival. A cambio se le pagaría al «Tigre» Bonilla y otros miembros de la Policía Nacional 300 000 dólares por completar ese plan. Rivera Maradiaga asegura que al final esa persona fue asesinada después, de otra manera. Aunque los fiscales no detallan a quién planeaban asesinar, el periodista estadounidense Jeff Ernst, en su twitter explicó que probablemente se trató de Jorge «Coque» Echeverría Ramos, quién en aquel momento dirigía el cartel del Atlántico. 

El presidente y la depuración policial

Esta última acusación contra Bonilla presiona más al presidente Hernández, quien ha sido mencionado por fiscales de Nueva York en varias ocasiones por sus vínculos con el narcotráfico. El documento señala que Bonilla «presuntamente abusó de su cargo (…) en nombre del excongresista hondureño convicto, «Tony» Hernández, y su hermano el presidente, supervisó el transbordo de cargas de cocaína de varias toneladas con destino a los Estados Unidos, utilizó ametralladoras y otras armas para lograrlo».

Como respuesta, mediante un comunicado, la Presidencia de la República dice que las referencias al presidente Hernández son falsas: «las acusaciones provenientes de narcotraficantes confesos no son creíbles». En el comunicado detallan que Hernández le pidió al expresidente Porfirio Lobo Sosa, nombrar a un nuevo líder en la Policía Nacional en 2013: «ningún presidente que fuera cómplice de un jefe de la policía, como se establece en el falso testimonio, habría reemplazado la cúpula policial. El presidente Hernández sí lo hizo porque no tenía nada que temer». 

En ese mismo comunicado, mencionan que el Woodrow Wilson International Center (Wilson Center) de Estados Unidos elaboró un informe de evaluación sobre el proceso de depuración policial en el que, en palabras de Eric Olson en una presentación del informe se «subrayó la voluntad política de las autoridades gubernamentales».

Sin embargo, Eric Olson director para Centroamérica de Seattle International Foundation y consultor del programa latinoamericano del Wilson Center, explica que Hernández aceptó que la Policía Nacional pasara por una depuración, debido a la presión popular «el encubrimiento en los asesinatos de Arístides González y Alfredo Landaverde, creó una situación totalmente inaceptable para el pueblo hondureño, el gobierno en ese contexto tuvo que aceptar un proceso que se trató de controlar desde el principio, pero no se logró completamente». Es así como, en 2012, se juramenta la Comisión para la Reforma de la Seguridad Pública (CRSP) y se crea la Dirección de Investigación de la Carrera Policial (DIECP).

Juramentación de comisión depuradora.
Juramentación de comisión depuradora. Foto: http://www.consejosecretariosdeestado.gob.hn

Josué Murillo, excoordinador de la Alianza por la Paz y la Justicia (APJ) y que conformó esa comisión, señaló que  «Hernández, al ver que eran independientes y apuntaban a las raíces del problema, los destituyó y conformó la Comisión Especial para la Depuración y Transformación de la Policía Nacional, que comenzó a funcionar en 2016 y depuró un aproximado de 6500 elementos policiales, del cual apenas un 33 % se remitió al Ministerio Público». 

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Puede leer el informe del Wilson Center completo AQUI

Mientras tanto, el informe del Wilson Center indica que, aunque se dijo que la DIECP tendría «autonomía funcional, administrativa y financiera», con la esperanza de que reemplazara el trabajo de la unidad de asuntos internos de la PNH, en las audiencias de abril de 2013, «un diputado del Congreso acusó que el DIECP había renunciado a su independencia y estaba permitiendo al director de la PNH, Juan Carlos Bonilla, decidir qué miembros de la institución serían sometidos a pruebas de investigación». La DIECP dejó de existir en diciembre de 2017 y fue sustituida por la Dirección de Asuntos Disciplinarios de la Policía (Didadpol).

Aurora Pineda ha impulsado el proceso de depuración policial. En 2011 miembros de la PNH asesinaron a su hijo, Carlos Pineda, junto a Rafael Alejandro Vargas, hijo de Julieta Castellanos, en ese entonces rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah). Pineda dice que la depuración es un proceso largo que no debe ser descuidado: «a la Didadpol la veo un poco dormida, aletargada, no se le ve su actividad o su función. No ha rendido informes de cómo está la depuración porque eso no es de un día para otro, sino que es un proceso que dura muchos años para que el ciudadano sienta confianza y se sienta protegido».Ella argumenta que tuvo conocimiento de por lo menos 500 expedientes de policías que estaban involucrados con el narcotráfico: «Yo no veo que se le ha dado seguimiento a estos casos que están en los expedientes en el Ministerio Público. Ahí hay jefes de policías, altos funcionarios policiales que se vieron en una serie de delitos como los asesinatos del general Arístides González y el de Alfredo Landaverde».

Según Pineda, la Didadpol debería seguir los procesos judiciales a los policías depurados que se les comprobó vínculos con algún delito y obtener sentencias. Sin embargo, las autoridades de esa institución señalan que Didadpol solo se encarga de investigar y seguir un proceso interno, pero que las sanciones le corresponden al ministro de de la Secretaría de Seguridad, quien debe actuar y despedir a los oficiales.


Un oficial de la Policía Nacional ayuda a un compañero a acomodarse su indumentaria policial previo a mitin frente al edificio de las Naciones Unidas en la capital hondureña, Tegucigalpa, 30 de abril de 2019. Foto: Martín Cálix.


Eric Olson agrega que «en el caso de Honduras, si bien ha habido mejoras y algunos pasos importantes, el contexto político amplio sigue siendo bastante difícil para la creación de una policía democrática. La política de Estados Unidos debería ir por el lado de apoyo a los procesos de legitimación de la institucional del país y por eso construir una policía civil confiable que no abusa de los derechos, que protege a la ciudadanía, que combate al crimen organizado real es prioridad y no lo está siendo».

La ruta del exgeneral Bonilla

Bonilla formó parte de la PNH durante más de 30 años, entre 2012 y 2013 fue director de la Policía Nacional, antes de eso era el jefe regional en occidente, la frontera con Guatemala, y que tiene importancia estratégica para el paso de la droga en el país. 

Antes de eso, Bonilla había sido denunciado por participar en ejecuciones extrajudiciales. En 2002 Bonilla fue requerido por el Ministerio Público por suponerlo responsable del asesinato de Jorge Luis Cáceres (presunto miembro de una banda investigado por el secuestro y asesinato del exministro de economía Reginaldo Panting). En 2004 Bonilla fue absuelto de todos los cargos y la comisionada en condición de retiro, María Luisa Borjas, en aquel momento jefa de asuntos internos de la PNH, fue despedida de la policía por realizar los informes que denunciaron esta situación. En 2007 un informe del Departamento de Estados Unidos sobre Derechos Humanos estableció que Bonilla era sospechoso de una serie de asesinatos cuando fue inspector penitenciario. Cinco años antes en San Pedro Sula, se le inculpó de crímenes contra personas que se dedicaban al secuestro y otros delitos. 

En 2012, cuando Bonilla era director de la PNH, el Departamento de Estado anunció que suspendería la ayuda a los cuerpos policiales que dependían de Bonilla hasta que se investigaran los señalamientos de que el «Tigre» participó en violaciones a los derechos humanos una década atrás.

El secretario de Estado Adjunto para la lucha antidrogas en Estados Unidos, William Brownfield, dijo en 2013: «No he visto que se haya alcanzado ninguna conclusión que apoye las acusaciones de algunos grupos sobre la historia del liderazgo de la policía hondureña (…). Respeto el trabajo que está haciendo el «Tigre” Bonilla, lo admiro y creo que es bueno para Honduras».

Ese mismo año, Bonilla fue acusado públicamente por Ramírez del Cid, quien fue director de la PNH antes de Bonilla, como el principal sospechoso del asesinato de su hijo Óscar Ramírez. A finales de 2013, Bonilla fue destituido y su cargo lo tomó el exgeneral Ramón Sabillón, quien posteriormente también fue destituido, y Bonilla fue enviado a Colombia como agregado policial a la embajada de Honduras en Bogotá. 

Según el informe del Wilson Center, el «Tigre» había eliminado su registro de servicio de los archivos PNH  al dejar su puesto en 2013, y se negó firmemente a entregárselo a la comisión, «intentó negociar, ofreciendo a los comisionados información comprometedora sobre los vínculos entre elementos criminales y otros oficiales de policía, sector privado figuras y políticos». Bonilla pedía a cambio permanecer en la PNH hasta su retiro, cinco años después, pero como Honduras no poseía una ley de negociación en ese momento, los comisionados se negaron negociar en esos términos.

Ahora, con las acusaciones de la corte de Nueva York encima, Bonilla comenzó a dar declaraciones muy polémicas. «Aquí a través de la institucionalidad se detuvo. Se enjuició al tío de Reinaldo Sánchez que era un delincuente, narcotraficante, asesino y eso causó malestar en Reinaldo Sánchez (…). No me puede decir Reinaldo que no era él quién le mandaba seguridad al alcalde de El Paraíso Copán (Alexander Ardón)» dijo el «Tigre» Bonilla en una trasmisión en vivo del programa El Perro Amarillo. 

Bonilla manifestó que su cargo en la Policía Nacional fue cancelado por denunciar estos hechos ilícitos. Ante esa situación, Reinaldo Sánchez, ministro de Desarrollo e Inclusión Social y actual presidente del Partido Nacional, envió un comunicado a diferentes medios en los que pidió que Bonilla presentara las pruebas en el Ministerio Público de los señalamientos en su contra.

El «Tigre» Bonilla además reveló en otra entrevista que tuvo una relación conflictiva con el exsecretario de Seguridad, Arturo Corrales, y que él vio como «sacaban dinero de la Oficina Administradora de Bienes Incautados (OABI) diciendo que era para operativos de la Policía Nacional y eso era completamente falso. Hay documentos de eso». Bonilla asegura que esa documentación la presentó ante la Fiscalía, la Comisión Depuradora de la Policía Nacional y otras instituciones, pero «nunca se hizo nada».

Bonilla señaló en la misma entrevista que el actual ministro de Seguridad, Julián Pacheco Tinoco aparecía en informes donde se le vinculaba con el narcotráfico. Además, dijo que en enero de 2016 le llamó para pedirle su renuncia de la PNH, «con una opción a un cargo político y que me iban a dar 2 millones de lempiras para que renunciara». Dijo que se presentó a una reunión con la Comisión Depuradora y aunque pidió información sobre la situación de la PNH, en junio de 2016 le anunciaron su cancelación.

Hasta el momento, Julián Pacheco no ha dado declaraciones sobre la situación. Sin embargo, Omar Rivera, miembro de la Comisión Depuradora, aseguró que la destitución de Bonilla fue porque «no era una persona, a criterio de la Comisión, apta para continuar en el servicio policial y se interrumpió su servicio a partir de la recomendación que le hicimos al ministro de Seguridad Julián Pachecho (…). No se adaptaba a la nueva estructura ni a las exigencias de una renovada cúpula policial», sostuvo. Julián Pacheco ha sido mencionado en la corte de Nueva York, por supuestamente haber recibido un soborno en dólares, aunque no se conoció la cantidad. El testimonio lo ofreció Rivera Maradiaga alias Cachiro, ese día también aseguró haber sobornado al presidente Hernández con 250 000 dólares. 


Un policía sostiene un extintor luego de que en una protesta manifestantes quemaran una farmacia en el bulevar Fuerzas Armadas en protesta para pedir la renuncia al presidente luego de ser señalado de complicidad en el juicio contra Tony Hernández , Tegucigalpa, 24 de octubre de 2019. Foto: Martín Cálix.

Para Olson, quien participó en el estudio del Wilson Center, uno de los mayores problemas a los que Honduras se enfrenta es que hay mucho cuestionamiento al presidente, «especialmente en la corte de Nueva York que cada vez rodea más al presidente y que en esta última acusación, me llamó mucho la atención, el fiscal mismo lo conectó con el presidente Hernández (p. 10). La legitimidad del presidente y la razón por la cual sigue gobernando ante las acusaciones que continúan apareciendo en la Corte de Nueva York se debe a que Hernández es considerado un aliado clave de la administración del presidente estadounidense, Donald Trump, para detener el flujo de migración desde Centroamérica como se vio con la firma del acuerdo del «tercer país seguro», pero que además le sirve a Trump para respaldar su posicionamiento en otros temas.

El pasado 24 de abril, Trump señaló, durante una conferencia de prensa, que sostuvo una llamada con Hernández en la que le reportó que el uso de hidroxycloroquina ha tenido «resultados increíbles», como tratamiento para pacientes con COVID-19 en Honduras. Esto después de que la campaña de Trump a favor del uso de este medicamento en los Estados Unidos generara críticas debido a la falta de sustento médico y científico sobre su pertinencia para el tratamiento de este coronavirus y sobre los efectos secundarios que podría tener. 

Lea más aquí: Dos presidentes aseguran el éxito de una medicina contra COVID-19

«Es muy evidente porque el presidente Trump lo ha dicho muchas veces, la prioridad principal para Estados Unidos y para este presidente ha sido limitar, detener y prohibir la migración (…). Creo que la visión de construir la legitimidad del Estado hondureño en que la ciudadanía confía, no solo en su presidente, sino también en su gobierno y en las instituciones, debe ser prioridad número uno porque sin esa legitimidad y confianza de parte de los ciudadanos, la gente está desamparada», concluye Eric Olson.

La pandemia por COVID-19 ha afectado en mayor medida a las personas de la tercera edad en todo el mundo. En Honduras, donde solo el 6 % de la población pertenece a este grupo etario, las políticas públicas no han priorizado la atención a esta población que sufre de abandono, maltrato y discriminación. Y por si eso fuera poco, el Estado está respondiendo a la pandemia reorientando los fondos de pensiones para atender la crisis, en un proceso cuestionable. 

Fondos de las pensiones serán utilizados para la red hospitalaria

Héctor Escoto, presidente del sindicato del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), asegura que la Ley de aceleración económica y protección social, es «una medida sin justificación, la cual se aprobó de manera irregular, poniendo de carnada la pandemia». No se puede seguir sacrificando la institución y sacarle fondos, sin que nadie haga o diga nada, agregó. La ley consiste en la inyección de 10 000 millones de lempiras (420 millones de dólares), monto que aseguró el secretario de la presidencia, Ebal Díaz, será destinado para la construcción de la red hospitalaria de 94 centros de atención de salud en todo el país y para 10 000  contrataciones de personal médico. La red será creada con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el fondo de pensiones del IHSS, el cual pondrá este presupuesto en garantía en el fideicomiso. 

El personal médico de la institución también se ha pronunciado. Aseguran que esta ley pone en riesgo el fondo de pensiones del IHSS, específicamente el fondo de vejez y muerte, sin haber hecho la debida socialización, realizando así un nuevo saqueo del seguro social y la tercerización de sus servicios.

Dos mujeres de la tercera edad esperan en la fila su turno para poder abastecerse en el Banasupro del Barrio Guanacaste. Tegucigalpa, 29 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Inversión Económica del Estado

Actualmente el presupuesto del Estado destinado para el 2020 en beneficio del adulto mayor asciende aproximadamente a 6 millones de lempiras. Este presupuesto ha sido distribuido a diferentes organizaciones encargadas al cuidado de los hogares de ancianos, según datos recopilados de la plataforma de la Secretaría de Desarrollo e Inclusión Social (SEDIS). A pesar de lo anterior, representantes de los asilos de ancianos aseguran que no han recibido ayuda monetaria, y que por el contrario han sido abastecidos de insumos de bioseguridad. 

De igual manera SEDIS informó que entregaría alimentación para un aproximado de 350 000 adultos mayores con una inversión de aproximadamente 113 millones de lempiras. Aseguran que la ayuda económica se distribuiría mediante transferencias del Gobierno a las municipalidades y otras instituciones que manejan centros de cuidado integral del adulto mayor y personas con discapacidad que existen en Honduras, en sus modalidades de hogar permanente, cuidado diurno y otras. 

Un anciano protege con doble bolsa de plástico su compra semanal en el Barrio Guanacaste. Tegucigalpa, 29 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Medidas confusas

Por la pandemia, en Honduras se han tomado medidas de distanciamiento social y restricciones a la circulación, sin embargo las medidas para la población de la tercera edad no han sido claras. Se ha habilitado la circulación según el último dígito de su identificación personal, dando preferencia a las personas de la tercera edad para que visiten bancos, supermercados y farmacias en un horario de 7 a. m. a 10 a. m. El portavoz de la Secretaría de Seguridad, Jair Meza informó que este solo es de manera preferencial y que los adultos mayores pueden visitar estos establecimientos en cualquier hora del día, pero los propietarios de los mismos no les permiten el ingreso después de las 10 a. m.

Ese fue el caso de Rubén Sánchez, un anciano de 71 años, quien se dirigió ayer desde la colonia El Reparto, de Tegucigalpa, para comprar su provisión alimenticia en un supermercado ubicado en el barrio el guanacaste de Tegucigalpa, pero no se le permitió el ingreso ya que el guardia de seguridad le informó que su horario de compra había finalizado hace 20 minutos. «Aunque sé que estas medidas son para evitar que nos enfermemos, deberían de tener más consideración con nosotros. Yo vengo de largo, caminando y ya estoy viejo, tal vez vine muy tarde, pero no podré salir hasta la otra semana. Tendré que ir a comprar comida a otro lado si no me moriré de hambre. A los viejos siempre nos ven como nada, indicó muy molesto don Rubén.

Rubén Sánchez de 71 años, no pudo abastecerse en el supermercado La Despensa, del Barrio Guanacaste, por haber llegado después de las 9 a. m., hora en la que termina la preferencia de compra para las personas de la tercera edad. Tegucigalpa, 29 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Ante esta situación, la Asociación Hondureña al Servicio del Adulto Mayor, ha enfatizado que se asignó un horario preferencial para los ancianos con el fin de protegerlos. De igual manera piden a los encargados de estos establecimientos tener paciencia con este sector, ya que en tres horas es difícil realizar varios trámites cuando ya se tiene una edad avanzada y complicaciones de salud. Los bancos inician la atención para los adultos mayores en un horario de 9 a. m. a 10 a. m., mientras tanto los supermercados y las farmacias de 7 a. m. a 9 a. m. Esta situación no contribuye para nada a que las personas de la tercera edad realicen sus trámites, ya que, si no se cuenta con dinero, es difícil adquirir los insumos.

Tiempo de Jubilación

En Honduras la edad legal para jubilarse depende del sexo, si es hombre a los 65 años, si es mujer a los 60. Los adultos mayores que cumplan los requisitos tendrán el beneficio de jubilación, pensión por incapacidad, beneficios por muerte del participante y beneficio por separación del participante. Según un informe presentado por la  Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), de toda la región centroamericana, Honduras es el país que tiene menor cobertura por jubilaciones, ya que esta representa solo el 7 %. Por delante está Nicaragua, con una cobertura del 17 % y le sigue El Salvador con un 16 %.

Sin embargo, la jubilación es solo un sueño por múltiples razones. La realidad de los adultos mayores es infortuna, un gran porcentaje llega a los 60 años siendo el sustento de sus hogares, viéndose obligados a continuar trabajando, muchas veces con empleos muy pesados y sobre todo mal remunerados. En el mismo informe de la Cepal, al revisar la población económicamente activa (PEA) de este grupo etario, se calcula que de aproximadamente 331 688 personas, el 99.5 % están ocupados y el 0.5 % desocupados. De los ocupados, el 67.5 % son hombres y el 32.5 % son mujeres. Participan en mayores porcentajes, comprendidos en las edades de 60-69 años. 

Un vendedor de helados pasa frente al hogar de ancianos Salvador Aguirre, ubicado en la colonia Villa Olímpica, frente al complejo deportivo José Simón Azcona, uno de los centros designados para ser albergue durante la emergencia del COVID-19. Tegucigalpa, 29 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Tal es el ejemplo de Doña Mary una adulta mayor, de 65 años quien labora actualmente en el comercio informal, tiene un pequeño negocio en una acera del barrio El Guanacaste, vende varios tipos de dulces, chucherías, frutas y  ante la crisis sanitaria que se vive en el país, también ha tenido que reinventarse y vender mascarillas. Tuvo tres hijos, que por diferentes circunstancias no pueden sostenerla económicamente, así que ella se las ha ingeniado para poder subsistir en un país tan desigual, donde la ley de protección al Adulto Mayor es prácticamente ignorada. 

Maria Auxiliadora Juárez, a quien sus amigos de cariño le llaman Mary, vive en el barrio Casamata, uno de los más antiguos del casco urbano. Ella asegura que «el saco solidario» que ha prometido el gobierno, ante este confinamiento no llegó hasta su casa, «la ayuda no me llegó  porque no estoy en la lista de los nacionalistas, así que tengo que trabajar para hacer algo para mi comida», continúa relatando y a punto de llorar dice que no tiene otra opción «en mí no existe el miedo a contagiarme porque hay un Dios en los cielos que me protege, así que no puedo seguir la recomendación del gobierno de quedarme en mi casa si nadie me va a llevar comida», agrega doña Mary,  con un nudo en la garganta. 

Luego de 10 años, Mary sigue vendiendo en la calle para poder vivir. Su única entrada de dinero es lo que logre hacer vendiendo fruta, cigarrillos o mascarillas de tela. Tegucigalpa, 29 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Desde hace cuatro semanas camina desde ese mismo barrio donde tiene su pequeño negocio hasta el Hospital el Tórax para lograr vender algo. Ella se lleva la mitad de su producto  en una carreta de supermercado, mientras uno de sus hijos se queda cuidando el local. Su situación es tan difícil que asegura que en los últimos días solo ha logrado ganar con sus ventas 60 lempiras diarios, lo cual no le rinde para tres tiempos de comida. El Hospital del Tórax es un hospital asignado para atender pacientes con COVID-19. 

La Ley de protección del adulto mayor estipula que las personas mayores de 60 años deben tener trabajo digno, que les permita mantener una situación económica justa, a ser siempre tratado con el respeto y con la dignidad que merecen por su mera condición de personas, a no ser discriminado y no ser calificado como enfermo por su condición de adulto mayor.

El silencio del Estado

El médico geriatra, José Hernández, asegura que se ha buscado la manera de crear una salud integral en nuestro país, pero ha sido muy difícil ya que son muy pocos los médicos especialistas en esta rama. Sin embargo, por medio de la Secretaría de Inclusión Social (SEDIS) han trabajado para lograr que esta atención sea implementada en todos los centros hospitalarios del país.

«Son tantas deficiencias que tenemos a nivel de país. Esto no se trata solo en el ámbito de los adultos mayores, ya que esto no solo tiene que ver con la parte económica en sí, sino que, en la falta de oportunidades, la falta de empleo y tantas deficiencias sociales que tenemos, la falta de atención a los ancianos y el incremento de ellos en las calles, quedando desprotegidos por sus familias y el estado».

Muchos ancianos son abandonados en las calles de las principales ciudades de Honduras. Ellos deambulan y piden dinero en los semáforos, otros viven en aceras o cerca de los contenedores de basura. Aunque no todos corren con la misma desdicha y son acogidos en asilos de ancianos, los cuales se encargan del cuidado de los adultos mayores, les brinda techo, comida, vestuario y si tienen suerte atención médica. el Hogar de Ancianos Salvador Aguirre, ubicado frente al complejo deportivo Simón Azcona, es una de las instituciones que brinda estos cuidados a 85 ancianos, gracias a la colaboración de instituciones privadas y almas generosas, afirma su directora Rosa Lidia Tabora. 

Personal del asilo de ancianos San Felipe cargan un carro de comida hacia el interior del centro en horas del mediodía. Tegucigalpa, 29 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Ante el confinamiento y la propagación del coronavirus, los 9 asilos de ancianos que funcionan en la capital han tomado la decisión de cerrar sus puertas y así evitar el contagio de sus residentes. Por otra parte, el hogar de ancianos del hospital San Felipe amplió el número de camas y habilitó 15 espacios más, para refugiar a personas longevas que vivían en las calles. Pese al abandono que estos hogares de ancianos han sufrido al pasar de los años, en estos momentos sus directoras aseguran que están abastecidos de alimentos, medicamentos y equipos de bioseguridad, este último a sido brindado por SEDIS.

Médicos expertos en el cuidado del adulto mayor, recomiendan tomar varias medidas ante el confinamiento, sobre todo en la atención de nuestros familiares de la tercera edad. Entre estas medidas sugieren realizar un seguimiento de atención emocional, ya sea por medio de internet o llamadas telefónicas —sobre todo si viven solos ya que de ser así podrían presentar cuadros de depresión—, recordarles siempre de manera amorosa que deben de permanecer en confinamiento y así evitar el contagio, de presentar algún tipo de patologías, darles todo el acompañamiento y mantener la calma para darles tranquilidad.

Un informe presentado por Helpage International, organización dedicada al estudio del envejecimiento y de la población mayor en el mundo, asegura que nuestro país es el peor en envejecer. Ocupa el puesto número 82 en la puntuación más baja de América Latina, ya que el 43 % de este grupo poblacional vive en extrema pobreza, sin acceso a vivienda, educación y salud. 

Marta, sus dos hijos y su nieta viven en La Bodega, una aldea del municipio de Santa Ana —en medio del inmenso parque eólico que genera energía, en Honduras, sobre los techos de la gente pobre—. Para poder criar a sus hijos, esta mujer de 41 años ha tenido que ganarse la vida de muchas formas: de niñera, lavando ropa, trabajando en una maquila, reparando ropa en una tienda, y reclutando a otras mujeres para que sean vendedoras en una empresa que ofrece productos por catálogo. En ningún trabajo le dieron derechos laborales.

Marta ha hecho muchas cosas para que su familia conserve la dignidad y que sus hijos crezcan bien. Ahora su hija tiene 25 años y como Marta, también es madre soltera de una niña de 9 años. El hijo menor de Marta tiene 23, abandonó sus estudios y se ha dedicado a trabajar en la construcción, un rubro que apenas está reactivándose en medio de la pandemia. Ante esto, Marta continúa siendo el sostén de su familia.

Antes de la llegada del nuevo coronavirus al país, Marta estaba trabajando en una tienda de ropa de segunda mano, en el Mercado San Isidro de Comayaguela. Ahí reparaba ropa que llegaba en mal estado y ganaba entre 270 y 300 lempiras diarios. De esta tienda no la han despedido, pero durante el período que dure la crisis sanitaria actual, debido al COVID-19, Marta y sus compañeras de trabajo no recibirán salario, por lo que deben buscar otras formas de generar sus ingresos.

Como muchos oficios, la sastrería —oficio que estudió Marta por consejo y apoyo de su abuela— ha decaído, al punto de que los artesanos son simples reparadores, ya no fabrican. Marta jamás tuvo un trabajo estable, algo que le diera a su familia la tranquilidad de una entrada mensual. La incertidumbre económica ha sido parte de esta familia compuesta por tres mujeres y un hombre.

La nueva situación que produce la expansión de una enfermedad de carácter mundial y que ha obligado a muchos a quedarse en casa, ha producido también una oportunidad para el sustento de Marta y los suyos: producir mascarillas de tela en su casa ante el desabastecimiento de mascarillas quirúrgicas en el país. La escasez ha conllevado a aceptar el uso de mascarillas de tela, mismas que al principio de la crisis no eran recomendadas por producir una falsa seguridad en quienes las usan, pero el otro camino era quizá el pánico por no tener una mascarilla para protegerse de un virus más pequeño que una mota de polvo.

Marta hace mascarillas en su casa, sentada en la mesa del comedor. Trabaja produciendo mascarillas por encargo. Los materiales ahora también son escasos debido al cierre de las tiendas y proveedores de materia prima, pero ha corrido con algo de suerte: una exjefa le ha regalado tela para producir sus primeras mascarillas, las que vende a 20 lempiras, cada una.

La materia prima se le está acabando y pronto tendrá que buscar la forma de resolverlo: encontrar un proveedor que le pueda vender telas para seguir produciendo sus mascarillas. Esto que comenzó haciendo para vender entre los vecinos y que la ha llevado a recibir pedidos de algunas clínicas privadas, ya que ven en sus mascarillas la oportunidad de abastecerse de aquello que en las farmacias no puede encontrarse.

Marta explica que empezó a hacer mascarillas porque no tenía dinero. Fue la necesidad la que la llevó a producir mascarillas para vender entre sus vecinos. Santa Ana, 30 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Una de las primeras mascarillas que hizo Marta, cuelga de un tendero vecino. Una familiar suya la usa para protegerse del COVID-19. Santa Ana, 30 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un viejo alfiletero acompaña las labores diarias de Marta mientras elabora sus mascarillas. Santa Ana, 30 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Apoyada por su abuela, Marta estudió en una academia el oficio de la sastrería. Santa Ana, 30 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Marta muestra una de sus mascarillas. Santa Ana, 30 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Tres niñas juegan fútbol en la comunidad de La Bodega, una aldea del municipio de Santa Ana. 30 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
La mesa de comedor en la sala de la casa de Marta ha sido convertida en un taller improvisado. Ahí trabaja produciendo las mascarillas que le encargan. Santa Ana, 30 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Las mascarillas de Marta son elaboradas con tres capas de tela, la pieza de en medio funciona como filtro, explica la sastre. Santa Ana, 30 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Junto a su perra, Marta camina por su vecindario, donde viven únicamente familiares suyos, por lo que al lugar le dicen «El Familión». Santa Ana, 30 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Crecí en el seno de mis raíces maternas. Mi madre y mi abuela fueron las dos mujeres que me enseñaron a caminar por la vida. Ellas se hicieron cargo de mi crianza. Esto es algo que digo siempre ya que me siento orgulloso y agradecido porque creo, de manera firme, que es un privilegio ser criado por mujeres y aprender de ellas. Pasé toda mi infancia escuchando las enseñanzas y, además, las historias de Nana (así es como llamo a mi abuela). Ella es parte de mi vida y hoy extraño mucho su presencia en casa.

Hace unos meses, Nana fue diagnosticada con cáncer de colon y ha tenido que someterse a tratamientos de radio y quimioterapia. Por su salud, tuvo que irse, de manera temporal, a San Pedro Sula. Extraño mucho ir a su habitación, saludarla y preguntarle cómo está y cómo se siente.  Ella ha vivido cosas muy fuertes en el transcurso de su vida, sin embargo, las ha superado, sobre todo ha quedado en paz. La pandemia la encontró en la ciudad con más incidencia de casos positivos de COVID19, con un catéter en su cuerpo, a veces se queja porque le duele o porque le incomoda. Ya casi llega a los cuarenta días de encierro.

Nana tiene 83 años y la noticia de la pandemia le generó tanta curiosidad como preocupación. Creo que no se imaginó jamás que el COVID-19 llegaría tan pronto a Honduras. Ella es una mujer bastante activa y le gusta mantenerse informada y al día con todo, incluso con las redes sociales, que por cierto utiliza de maravilla. Ha leído e investigado mucho sobre el virus, y su interés incrementó cuando se enteró que afectaría más a las personas de la tercera edad. 

Hubo otro momento en su vida en el que recuerdo haberla visto con tanta preocupación: el huracán Mitch. En aquel tiempo era una mujer joven y quizá con más fortaleza física, en relación a ahora, como es normal que suceda con el caminar del tiempo. Ella siempre hablaba sobre las consecuencias sanitarias, económicas y sociales que vendrían después de ese fenómeno natural. Le atormentaba pensar en la situación de muchas familias hondureñas que habían perdido a sus seres queridos, sus viviendas, sus fuentes de trabajo, incluso sus sueños. Hoy su preocupación la hace pensar mucho en nuestra familia, pero también piensa en tantas familias que están sufriendo la falta de trabajo, la falta de sustento de miles de ciudadanos, la falta de condiciones en el sistema sanitario, entre otras cosas. 

Saber que por sus condiciones inmunológicas es aún más vulnerable al virus, me preocupa muchísimo. Mi abuela ha tenido que descontinuar sus sesiones de quimioterapia, que le habían indicado tomar cada quince días, porque el Seguro Social de San Pedro Sula no es un lugar seguro para ella. Para nuestra tranquilidad una de sus hijas y su yerno (a quien ella considera como otro de sus hijos) son médicos, y ellos están tomando todas las medidas necesarias para tratar su padecimiento. Igual que todos en la familia, ella tiene mucho miedo de salir, porque no queremos ni imaginarnos lo que pasaría si llegara a infectarse. 

A pesar de la distancia física, nos comunicamos casi a diario por distintas redes sociales. Hace unos días me contaba que siente que está llevando muy bien el protocolo ante la emergencia, que está tomando todas las medidas, que no sale para nada de su apartamento. Pero también me ha dicho lo mucho que le cuesta no poder salir, ver a otras personas, poder abrazar a sus nietos y a sus hijos, y a la hora de la comida sentarse sola en la mesa. Uno de mis primos (nieto de ella) es quien la acompaña, pero siempre guarda la distancia. Los saludos para ella son a través del cristal de la ventana de su apartamento, no hay abrazos, mucho menos besos para Nana. Esto me quebranta el corazón.

Pasa la mayor parte del tiempo, buscando en qué entretenerse. A través de su iPad lee algunos libros (aunque se queja de que le cuesta leer), le gusta mucho ver Netflix, resolver Sudoku, pero el Facebook y WhatsApp es lo que la mantiene más activa porque la hace sentirse actualizada y, de cierta forma, comunicada. Ella siempre me cuenta que muchas personas y amistades le escriben, otras le envían oraciones que la hacen sentir fortalecida, porque mi abuela es cristiana y muy creyente.

Sé que Nana está siendo muy cuidada. Sin embargo, debo confesar que saber que se encuentra en el epicentro del COVID-19 me genera preocupación. Saber que nos extraña y que también sufre por no estar cerca de quienes la amamos me duele profundamente. Hoy, en medio del vacío que deja por su ausencia en casa, siento que quiero agradecerle y compartir con ustedes el amor y la admiración que siento por ella. Una mujer resiliente, hermosa, empoderada, que luchó por el bienestar de su familia: esa es mi abuela.

Por suerte, en nuestra familia hemos tenido la oportunidad de retribuirle todo su amor y lucha con nuestros cuidados. Pero también lamento tanto que haya muchos adultos mayores a quienes, el Estado y parte de la sociedad, han sumergido en el olvido, eso es inhumano. En esta crisis del COVID-19 los «abuelos» son parte de la población más vulnerable y, a pesar de eso, el gobierno de Honduras no ha presentado ninguna medida concreta para beneficiarles.

Ya quiero que llegue el día en que pueda ver de nuevo a Nana. Ese día nos sentaremos a comer juntos, y podré darle los besos y los abrazos que por ahora están prohibidos.

Texto: Fernando Silva

Portada: Migrante deportado es trasladado en un bus hacia Villa Olímpica. Arribó a Tegucigalpa en un vuelo proveniente de México en abril 2020/ Martín Cálix

El pasado 25 de abril, un vuelo proveniente de Minatitlán, México, arribó a Honduras con 130 migrantes hondureños deportados. Este grupo —que integraban hombres, mujeres y niños— fue trasladado a uno de los cuatro Centros de Aislamiento Temporal (CAT),que se han habilitado de forma oficial por las autoridades en un gimnasio de la Villa Olímpica, en Tegucigalpa. Esto con el objetivo de que los retornados mantengan las medidas obligatorias de distanciamiento social con el resto de la población en Honduras, por un mínimo de 14 días.

La razón de que estos centros sean habilitados es porque desde que el pasado 16 de marzo se decretó toque de queda absoluto en el país. A pesar de lo anterior, los vuelos con migrantes deportados desde México y Estados Unidos no se han detenido. Al menos en una ocasión, un vuelo utilizado para la deportación de 92 hondureños fue habilitado, de manera posterior, para la repatriación de ciudadanos estadounidenses que lograron llegar a su país de origen. Mientras tanto los migrantes fueron trasladados a un plantel de mecánica privada, para cumplir el tiempo de cuarentena ante la emergencia por el COVID-19.

Además, la recepción de migrantes retornados desde EE. UU. y México —en medio de una crisis sanitaria por la pandemia en el país— se torna más complicada con información de los Centros de Detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU., ya que confirman que al menos 220 migrantes, bajo su control, han dado positivos por el virus. A esto se le suma la inminente puesta en marcha del «Acuerdo de tercer país seguro», firmado por el gobierno de Juan Orlando Hernández  y Donald Trump, publicado el 13 de marzo pasado, en La  Gaceta.

Ante las dificultades que estos acuerdos pueden representar y la continuación del flujo de deportados, aún en medio de la pandemia, Contracorriente (CC) habló con Jorge Peraza (JP), jefe de misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) para Honduras, El Salvador y Guatemala. También con Melissa Vega (MV), jefa de prensa para la oficina de OIM en Guatemala.

(CC) ¿Cuál es el apoyo que ha brindado OIM en estos Centros de Aislamiento Temporal?

JP: Ha sido un proceso importante de investigación con el gobierno, para entender las debilidades que existen para el mecanismo de aislamiento temporal. Por eso mismo estamos avanzando con los centros de la Villa Olímpica en Tegucigalpa y con otro centro en el Instituto de Formación Profesional (Infop), siempre en la capital. Uno de los temas que nosotros íbamos planteando, desde un inicio de esta pandemia, era cómo podemos fortalecer las capacidades del gobierno de Honduras para atender las necesidades de los migrantes retornados. Para que se les de una cuarentena digna, para que la gente pueda llegar a atenderse adecuadamente en temas de salud. Por el momento eso va con las necesidades que han identificado los gobiernos. En el caso con el gobierno de Honduras es desde lo más básico: con las camas, equipo de desinfección, equipo esterilizante, todo, básicamente. Estamos tratando de dar un apoyo integral para una solución integral para los migrantes retornados.

(CC) ¿Cuántas personas están atendiendo en estos dos centros?

JP: En la Villa Olímpica hemos venido trabajando con 150 personas y en el Infop con 130. Ahora yo entendería que estas demandas van a ir creciendo sustancialmente. Incluso, yo diría que la tarea siguiente es resolver cómo vamos a gestionar una asistencia integral en San Pedro Sula. Ya venimos desde hace dos o tres semanas apoyando. En algún momento logramos movilizar recursos para atender necesidades en San Pedro Sula, pero este último apoyo en los dos centros en Tegucigalpa es bastante reciente. Parte del desafío es, primero, entender las prioridades, y luego esperar la coordinación entre las instituciones gubernamentales que tienen que dar una respuesta integral: la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), Cancillería, Instituto de Migración, etc. En el caso de la Villa Olímpica, ya empecé a ver fotos del trabajo que han realizado desde hace algunos días.

(CC) ¿Cuáles son las deficiencias que han identificado?

JP: Lo que pasa es que era necesario rehabilitar estos centros, desde cero. Poder establecer esas necesidades desde cero ha sido todo un desafío, tanto para el gobierno como para nosotros. Incluso, los centros que se estarán habilitando de ahora en adelante serán apoyados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Entonces yo creo que la respuesta es que esta emergencia nos tomó a todos nosotros por sorpresa y poder habilitar centros para que realmente se tuviera una asistencia integral ha requerido una distribución importante de recursos de gobierno y de OIM, y ahí estamos arrancando desde cero.

(CC) ¿Tienen reportes de casos positivos en los centros de aislamiento?

JP: Yo no tengo información sobre eso. No tengo datos sobre casos positivos, no ahorita no… no que yo tenga. Voy a tratar de indagar, pero honestamente creo que en este momento no he escuchado nada.

(CC) ¿Se está llevando a cabo algún proceso especial con los menores acompañados?

JP: Nosotros estamos intentando atender en nuestro protocolo a las diferentes vulnerabilidades. Los casos de menores no acompañados (para trabajar de manera conjunta), no son los únicos casos excepcionales. También hay casos de personas que tienen algún nivel de protección. En nuestra respuesta consideramos estas variables. En general, para nosotros el principio de vulnerabilidad de las personas migrantes es un factor que impacta en nuestros protocolos de acción.

(CC) ¿Seguirá el flujo de vuelos de migrantes retornados a pesar de los casos positivos en centros de detención en EE. UU.?

JP: Es el gran desafío. Al final  esto recae en negociaciones bilaterales entre los gobiernos de los países de El Salvador, Guatemala y Honduras con EE. UU. Como institución, nosotros sí nos estamos preparando para pensar que puede mantenerse un flujo sostenido de retornados, desde el punto de vista de derechos humanos. El asunto es que en EE. UU. y México no sé si se están ofreciendo las mejores condiciones para las personas migrantes. Desde mi perspectiva prefiero en este momento pensar que a los migrantes retornados se les pueda ofrecer mejor atención en su país de origen.

(CC) ¿Qué han representado los acuerdos de tercer país seguro en medio de esta pandemia?

JP: Yo entiendo que los acuerdos, la coordinación y cooperación entre los gobiernos bajo este marco de tercer país seguro en este momento están en pausa. Nosotros entendemos que para ninguno de los países, por ejemplo en el caso de Honduras, que era el que estaba a punto de iniciar actividades, ahora está suspendido.

(CC) El acceso a la información ha sido limitado sobre estos centros de aislamiento, ¿Es posible que los gobiernos brinden información de las condiciones en las que se encuentran los migrantes retornados?

JP: Nosotros estamos preocupados por el estigma que se está generando con respecto a los migrantes retornados, porque en algunos países se han vuelto foco de acciones bastante negativas de parte de la población. El principio rector de todo esto son los derechos humanos. Queremos garantizar que estas personas, que estuvieron afuera trabajando por su comunidad, puedan regresar y vivir en sus casas. Eso será fundamental en las semanas que vienen: no permitir que estas personas se interpreten como un factor negativo para la sociedad y la comunidad. Hemos visto con preocupación en varios países de la región, como las personas migrantes retornadas, entre otros, han sido puestas en el foco de atención como si fueran una amenaza. Tenemos que unir esfuerzos para decir que estas personas, que han trabajado mucho, ahora regresan, y es necesario darles un retorno seguro y con respeto de todos sus derechos humanos.

Tenemos muchas notas sobre lo crítico que está volviendo para los migrantes que trabajan en EE. UU. tener oportunidades laborales, así que seguramente veremos más retornados y veremos más gente que necesita regresar a su país. El mensaje es que a estas personas, que han estado afuera, es necesario ayudarles en sus comunidades y hay que abrirles los brazos y estar listos para apoyarlos. Cualquier acción de estigma pone en riesgo sus vidas.

MV: Hay escenarios que nos preocupan en estos momentos. En este tipo de emergencias hay un componente muy fuerte de confidencialidad de estas personas migrantes que están retornando, de sus nombres, de sus datos, de sus características, de los lugares en los que residen y el tiempo que van a pasar en observación sanitaria, porque así también se está protegiendo su seguridad y la de sus familias. Ya hay indicios de expresiones de discriminación en torno a las personas migrantes que están regresando de EE. UU. y México. Los medios son un sector bastante clave para generar esa resiliencia que buscamos y pueden contribuir a preparar a una comunidad para que puedan sumarse a la reintegración de estas personas. Entendemos que hay una necesidad de fiscalización social o de saber cuántas personas están aisladas o qué características tienen, pero la OIM no tiene acceso a esa información, porque nosotros trabajamos solamente en casos específicos. En la medida en que los gobiernos nos compartan esa información, nosotros podemos sistematizar y conocer más sobre esos escenarios en que están retornando las personas, pero por el momento no es una situación normal, es una situación de pandemia y emergencia y estos factores de confidencialidad y seguridad las debemos respetar.

** Este miércoles por la tarde la OIM confirmó que, además del apoyo en los CAT, brindó apoyo logístico para la compra y transporte —desde Guatemala— de kits de extracción y reactivos, Esto permitirá que se realicen 15 000 pruebas para COVID-19 en Honduras.

Las polémicas declaraciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre las formas de prevenir o hasta tratar COVID-19 han generado alarma por su forma de comunicar el manejo de la emergencia. Donald Trump sostuvo una llamada con Juan Orlando Hernández el pasado 24 de abril en la que, según Trump, Hernández le reportó que el uso de hidroxycloroquina ha tenido «resultados increíbles», como tratamiento para pacientes con COVID-19 en Honduras. Eso sucedió después de que la campaña de Trump a favor del uso de este medicamento en los Estados Unidos, generara críticas debido a la falta de sustento médico y científico sobre su pertinencia para el tratamiento de este coronavirus y sobre los efectos secundarios que podría tener. 

A pesar de que ni en los Estados Unidos, ni en otro país desarrollado del mundo —tampoco en Honduras— existen estudios rigurosos que hayan demostrado la efectividad del medicamento para tratar o prevenir el COVID-19, su uso ya se incluyó en la guía de atención para pacientes con COVID-19, aprobada por la Secretaría de Salud en Honduras. En esta guía —que es un esquema médico— se indica cómo la hidroxycloroquina se administra junto con la azitromicina, más la aplicación de Microdacyn, en la garganta. Los datos sobre si está dando resultados no existen. Esto pone sobre la mesa el debate acerca del manejo riguroso de la información científica en esta emergencia sanitaria, por parte de la máximas autoridades de los países. 

Honduras actualmente tiene deficiencias en la identificación de contagios y recuperaciones. Esto se debe a la falta de pruebas para aplicar a los ciudadanos. Actualmente no hay un dato exacto de cuántas pruebas se realizan. Según información oficial, podrían estarse realizando 80 pruebas diarias y ahora con el laboratorio de virología, en la zona norte del país, se suman 40 pruebas más por día. La ministra de salud, Alba Consuelo Soto, admite que cuesta recolectar todos los datos de los contagiados, pero, sobre todo, de los pacientes recuperados en casa: «Los equipos no tienen capacidad de sacar 1000 pruebas diarias. Hay equipos que no pueden pasar más de 100 pruebas porque se queman (por decirlo sencillamente). En otros países lo que han hecho son pruebas rápidas, que son los PCR que hacemos en Honduras». Los PCR son pruebas de carga viral, de estas, Trump envió 8 mil al gobierno hondureño, luego que Hernández le solicitara una donación de 300 mil.

Mientras tanto, la ministra asegura que los pacientes tratados con hidroxycloroquina han respondido de manera satisfactoria, en cuatro hospitales del país, y que se ha estado usando ese esquema médico desde hace un mes. 

Un artículo de New York Times publicado el 4 de abril, explica cómo el presidente Trump —ignorando la opinión de expertos— impulsaba una especie de campaña para el uso de este medicamento, aprobado por  la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) de Estados Unidos, para tratar la malaria y el lupus. «Si funciona, sería una lástima que no lo hiciéramos antes» . El gobierno federal había comprado y almacenado, para ese entonces, 29 millones de píldoras de la droga. «Los enviamos a varios laboratorios, a nuestras fuerzas armadas, los enviamos a los hospitales». La ministra de salud hondureña coincide con esa frase de Trump: «No hay nada que perder». Y dice que «con el tema del coronavirus se tiene que experimentar. Se está buscando, el país tenía un poco de hidroxycloroquina en existencia y se está gestionando más para obtenerla y seguir el tratamiento. Todos los países están gestionando no solo nosotros». 

Honduras no es el único en la región. El 7 de abril, en El Salvador, el presidente Nayib Bukele anunció la compra de más de 1 000 000 de dosis de este fármaco para tratar a pacientes con COVID-19. «Somos de los países que reciben los tratamientos de hidroxycloroquina gratuitos, de parte de ellos (farmacéutica). Ya va a venir el primer cargamento de 55 000 dosis. Nos van a dar 55 000 dosis regaladas, a parte de eso hemos comprado 1 000 000 de dosis», dijo en cadena nacional. En Honduras, la Secretaría de Salud no ha publicado, hasta ahora, compras de este medicamento en su portal de transparencia. Sí se ha reportado la compra de azitromicina y otros insumos médicos básicos para los hospitales, pero se espera que en las próximas semanas se abastezcan de este medicamento. 

Mucho se habla, pero poco se prueba. Según un análisis del discurso, realizado por CNN, Donald Trump ha mencionado las palabras hidroxycloroquina y cloroquina casi 50 veces, desde mediados de marzo. Y según el artículo de New York Times, «un pequeño ensayo realizado por investigadores chinos, que se hizo público, descubrió que el medicamento ayudó a acelerar la recuperación en pacientes moderadamente enfermos, pero el estudio no fue revisado por pares y tenía limitaciones significativas. Los informes anteriores de Francia y China han generado críticas porque no incluyeron grupos de control para comparar a los pacientes tratados con los no tratados y los investigadores han calificado los informes como anecdóticos. Sin controles, dijeron, es imposible determinar si los medicamentos funcionaron». 

El pasado viernes un comunicado de la FDA advertía sobre el uso de esas drogas para tratar COVID-19. La agencia dijo que estaba al tanto de informes de problemas graves de ritmo cardíaco en pacientes con COVID-19, tratados con hidroxycloroquina, a menudo en combinación con azitromicina u otros medicamentos que pueden afectar el corazón. «La hidroxicloroquina y la cloroquina no han demostrado ser seguras y efectivas para tratar o prevenir COVID-19», dijo la FDA.

«La  hidroxycloroquina se usa para la malaria y no le hace daño a nadie porque los médicos tienen mucho cuidado en pacientes con problemas cardíacos. Todo médico por eso pregunta si se padece de alguna enfermedad porque hay medicamentos que afectan. Entonces no se le receta a los pacientes renales, tampoco a pacientes cardiacos porque no se le puede generar taquicardia. No es que se le va a dar así nomás, siempre hay una evaluación médica», dice por su parte la ministra, al preguntarle sobre esta posición de la FDA. «Ahorita hay una guerra comercial, ustedes (los periodistas) tienen que ser analíticos. No es porque se dice o no, ya verán cuando venga la vacuna, las reguladoras comerciales. Este es un nuevo virus, esto es real, todo el mundo está experimentando en el proceso», agregó. 

En San Pedro Sula —epicentro de la pandemia con el 61 % de los casos a nivel nacional—, el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) ha usado los medicamentos en pacientes con COVID-19. El doctor Carlos Umaña, presidente de la asociación de médicos de San Pedro Sula, asegura que aunque los pacientes están siendo dados de alta en este centro hospitalario, no se puede probar que los resultados positivos sean por ese medicamento en específico. «En el IHSS se le da a los pacientes y la evolución es satisfactoria. Que sea por ese medicamento yo no le puedo decir, porque para eso hay que estudiar el medicamento, pero de que hemos tenido buena evolución con los pacientes, los resultados nos avalan. Ya sacamos 9 pacientes de UCI (unidad de cuidados intensivos), pero no existe nadie que esté estudiando el producto en Honduras, uno lo aplica porque está aprobado por la FDA de EE. UU.», dijo Umaña.

Después de toda la publicidad que han hecho los presidentes, el medicamento se ha agotado en las farmacias, asegura Umaña, aunque la ministra de Salud dijo que el medicamento no es de venta libre. «En la población no se debe usar si no hay síntomas. Ese medicamento puede producir consecuencias cardiacas si se usa mal. Cuando la hidroxycloroquina se usa se hacen pruebas médicas. La verdad es que no sabemos si el medicamento está dando resultados per se o si es por la combinación con los otros medicamentos que estamos dando», concluyó Umaña.

El epidemiólogo hondureño William Valladares, explicó que para probar un medicamento se realiza un proceso que requiere una prueba cada siete días. «Se debe identificar la etapa en la que está la enfermedad. La fase 1 es donde está el examen que ha dado positivo, la fase 2, la pulmonar, que es cuando hay efecto en las vías respiratorias, no solo la fatiga, fiebre ni dolor sino un impacto a nivel pulmonar, y está la fase 3, en la que hay una hiper inflamación que es donde hay un sistema respiratorio dañado. Lo primero que hay que identificar es que el medicamento, en este caso la hidroxycloroquina, sea efectivo en las tres etapas, en un ciclo de 7 a 14 días para ir generando o repitiendo la prueba que determina si la carga viral ha bajado. Así que tenemos que esperar un tiempo para establecer el beneficio que ha dado el medicamento. En países como Francia, Italia, Corea, China, Brasil, Costa Rica y EE. UU. se pueden hacer estas pruebas cada siete días para determinar la carga viral y si el impacto del medicamento ha sido positivo o negativo. Pero ahí es donde está la deficiencia, no solo de Honduras, sino a nivel de los países del tercer mundo, en la aplicación de las pruebas, detectar el número de casos positivos o negativos, eso nos dificulta y eso es lo que interviene en la determinación de la eficacia del medicamento. A parte que tiene muchos enfoques, existen patologías que pueden resultar negativas o el medicamento puede ir en contra y el paciente puede fallecer. El sistema se encuentra débil en la capacidad de hacer pruebas, en detectar el número de casos y no hay duda de que hay un subregistro de identificación de casos». El doctor Valladares asegura que el sistema de salud ha hecho lo que puede para controlar la subida de la curva de contagios y que si se flexibilizan las medidas que se han adoptado la situación empeoraría rápidamente. 

Para el 28 de abril, en Honduras, se habían confirmado 738 casos positivos de COVID-19 , 66 fallecidos por la enfermedad y 73 recuperados. Uno de los nuevos contagios identificado fue el de un privado de libertad en la cárcel de máxima seguridad en Ilama, Santa Bárbara, al que se le realizó la prueba tres días después de haber fallecido de un paro cardiaco. «Nosotros no mentimos porque no ganamos nada con eso, usted tiene que saber como periodista que si hay más de 500 infectados, cada persona se relacionó con otros y eso lo hemos informado. Es un tema de sentido común así es que podríamos tener un número de contagiados, pero es irresponsable decirle que tenemos 10 000 o 20 000. Nosotros no sabemos si ahorita la mitad de Honduras está infectada, no sabemos», dice la ministra, que minutos antes confirmaba la efectividad de un medicamento en los recuperados. 

«Él no es doctor», dijo Trump refiriéndose a Juan Orlando Hernández, cuando habló de la efectividad de la hidroxycloroquina en pacientes con COVID-19. Ninguno de los dos presidentes es médico ni especialista, pero recae en ellos tomar decisiones para manejar la emergencia. Desde las medidas restrictivas hasta el uso de los recursos, desde la compra de ventiladores mecánicos que siguen sin utilizarse —porque el presidente decidió hacer caso omiso a la opinión de los expertos—, hasta el uso de pruebas y medicamentos para tratar la enfermedad. Las decisiones tomadas en Honduras demuestran que la concentración de poder no saca lo mejor de los países. 

La pandemia es global y ha hecho que se haga lo que se puede, esto incluye probar medicamentos. Incluso los países que cuentan con la infraestructura científica (universidades, hospitales, laboratorios) necesaria para probar los medicamentos, han demostrado estar superados por la emergencia. Reconocer esa situación es válido. Sin embargo, asegurar el éxito de un tratamiento en Honduras —país que no cuenta con la infraestructura mínima para pasar las pruebas apropiadamente— podría tener implicaciones graves en cuanto al manejo de la información y a la reacción de la ciudadanía, también sobrepasada por la incertidumbre sobre su futuro inmediato.

El Hiphop es el arte de los barrios porque los practicantes habitan allí. Las artes del Hiphop han representado una alternativa de expresión juvenil pacífica y gratuita. Sin embargo, se cree que después de un tiempo de practicar un arte Hiphop este nos hace casi inmunes a muchos flagelos que sufren quienes no lo practican, esto no es verdad.

 En este episodio se cruzan las historias de artistas que han visto muy cerca el desplazamiento por violencia en San Pedro Sula, al norte de Honduras.

 

Asistencia técnica: Catherine Calderón
En colaboración: Juan Enamorado y Jonatan González

Este podcast fue producido con apoyo editorial de Contracorriente y es parte de la convocatoria abierta para producción de podcast que puedes conocer AQUÍ

El Instituto de Acceso a la Información Pública (IAIP), presentó, el pasado lunes, un informe que revela que 213 instituciones publicaron información relacionada a los gastos por la emergencia del COVID-19. Entre ellas 19 instituciones de la administración central y 195 municipalidades, de las 292 que recibieron transferencias.

En su informe, el IAIP detalla los montos ejecutados al 15 de abril de 2020, por un total de 2,949,140,465.4 lempiras (118,855,705.3 dólares). El desglose de montos ejecutados por institución presenta notables diferencias. Invest-H es el ente que reporta el gasto más grande que asciende a 1,846,755,893.5 lempiras (74,598,920.9 dólares). Le sigue la Secretaría de Salud con un monto de 527,526,433.7 lempiras (21,250,891.0 lempiras). De manera posterior, se reporta un total de 420,372,000.0 lempiras (16,814,880.0 dólares), ejecutado por otras instituciones. Esto incluye contratos para hospitales y centros de atención, a través del programa de Chamba Comunitaria. También contratos para sacos solidarios por medio de las 292 municipalidades a las cuales se transfirieron fondos. La Comisión Permanente de Contingencias, Copeco, es la institución con el menor monto de recursos ejecutado: 154,486,138.2 lempiras (6,191,013.5 dólares). 

Luego de haberse presentado estos datos, un informe del Tribunal Superior de Cuentas (TSC) señaló irregularidades en el manejo de fondos por parte de Copeco. Esto terminó con la inmediata destitución del director de dicha institución, Gabriel Rubí, y del administrador Cristian Elias Santeli, de igual forma con otros miembros del personal que brindaron información a la Secretaría de Finanzas sobre las compras, entre ellos el oficial de transparencia de esa institución.

El informe del TSC muestra irregularidades en compras y pagos pendientes y realizados por Copeco, antes de que la comisión de auditores del TSC fuera instalada para acompañar los procesos de compras de esa institución. El TSC reporta que 105 cheques fueron revisados por un total de 49,011,281.21 lempiras. De ese monto ya había sido pagado un total de 32,348,893.21 lempiras, a través de la emisión de 88 cheques, cuya documentación, de acuerdo al TSC, no permite respaldar la transparencia en la gestión de los recursos por no cumplir los controles establecidos por las leyes y por Copeco. El TSC informa en su reporte que se le solicitó al ministro de Copeco la documentación necesaria para respaldar el proceso de compras, pero dicha información no había sido entregada a la fecha de publicación del reporte.

El reporte del TSC indica que 17 cheques, por un total de 16,662,387 lempiras, no fueron emitidos siguiendo los procedimientos establecidos por la ley. Cuatro de esos cheques presentan irregularidades que, de acuerdo al reporte, ameritan que Copeco evalúe la pertinencia legal del proceso de adquisición. Los proveedores para los que están dirigidos esos cheques son Inversiones Bernata, GNM Corporación (dos cheques) y Distribuciones Valencia. 

El IAIP informó en marzo, que todas las instituciones que recibieron fondos para enfrentar la emergencia del COVID-19, deberían brindar información para detallar la inversión de los fondos y ordenó crear un portal de transparencia del Instituto de Acceso a la Información Pública (IAIP) con la estructura de «emergencia COVID-19», para publicar los siguientes informes: planeación y rendición de cuentas, remuneración de empleados, licitación y compras y finanzas. A pesar que la información fue subida al portal, el sistema de acceso a la información en línea no acepta solicitudes para realizar auditoría, los oficiales de transparencia no están respondiendo a la ciudadanía que solicita información detallada.

La sociedad civil exige transparencia 

Diferentes organizaciones han solicitado transparencia en los procesos de adquisición, para demostrar a la población hondureña que estos presupuestos están siendo utilizados correctamente. El Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (Fosdeh), exigió esta semana que las compras se hagan con base a ley y, sobre todo, con transparencia, ya que sus análisis e indagaciones han reflejado diferentes anomalías, entre ellas, la compra de insumos  a empresas de familiares de altos funcionarios, que no tienen la experiencia en vender productos médicos para proveer al Estado y otras no cumplen con los requisitos legales.

Ismael Zepeda, analista económico de Fosdeh, indica que el Ministerio Público y el TSC deben actuar de facto ante estas anomalías y realizar todas las auditorías necesarias para corroborar cada uno de los dictámenes que realicen los especialistas al momento de la compra de los insumos. «Honduras es un país con niveles de pobreza altos, sobre todo de falta de recursos públicos. Además de eso. habrá un sobrendeudamiento más adelante, ya que se habla de definir un plan de reactivación económica, tratándose de una liquidez financiera en el mercado, traer recursos al país para renegociar deudas con micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes), con un presupuesto de 112 millones de dólares. Un endeudamiento más que el pueblo hondureño deberá pagar por años. Cada lempira que se destina al combate del coronavirus va a ser de enorme impacto, sobre todo si se siguen tomando malas decisiones, vamos a pasar dos meses encerrados y, como dijo el presidente, todos vamos a estar infectados y de nada servirá todo el millonario gasto», finaliza Zepeda, en una entrevista brindada a Contracorriente.

La información publicada en los portales de transparencia de las instituciones, presenta irregularidades y hace difícil el acceso a los documentos de compra relacionados con la ejecución de los recursos asignados para enfrentar la emergencia del COVID-19. En el caso de Invest-H, el apartado para la rendición de cuentas que incluye las órdenes de compra, facturas y contratos ha cambiado en diversas ocasiones durante las semanas anteriores. Ha pasado de concentrar  toda la información en un solo documento, con accesos a cada proceso, a una presentación en la que es necesario hacer una búsqueda, mucho más exhaustiva, para encontrar los nombres de los intermediarios que aparecen en cada orden de compra. Esto después de que organizaciones como el Fosdeh y la población en redes sociales accedieron a información que señalaba a un sobrino del expresidente Maduro como intermediario del proceso.

Lea más en Los afortunados en la crisis: el caso de Arturo Maduro y ACCESS TELECOM

Hermes Moncada, comisionado del IAIP, asegura que pese al confinamiento, la institución ha continuado laborando para contribuir a que cada uno de los titulares de las instituciones pueda publicar la información en el portal de forma correcta. «Si bien no estaba en el inicio habilitado el portal en su totalidad, ahora ya estamos haciéndolo, dado que se dictó una resolución para laborar normalmente todo con las medidas de bioseguridad». Moncada también sostiene que las instituciones han estado cumpliendo con el proceso, solo que ahora se realizará de una forma más ágil para que la información llegue a toda la ciudadanía, mediante la plataforma virtual del IAIP. «Los oficiales de información pública y los enlaces de cada institución están obligados a subir la información al portal día a día, de toda la captación de transferencias, de los fondos propios que están manejando las instituciones e igual cada una de las donaciones que se puedan dar, para que toda esta información se canalice y se publique en la plataforma digital», dijo Moncada.

Sin embargo, los señalamientos, denuncias y destituciones demuestran la deficiencia de esta institución, que en su primera fase presentó un informe, pero falta la verificación de 4000 documentos que contienen la información de compras, gastos e inversión aumentando la desconfianza en el manejo de los recursos destinados a la emergencia por COVID-19 en el país. 

Portada: Pixabay


En el último trimestre de 2018 me encontraba atravesando una situación muy difícil. Yo era un joven estudiante, recién salía de Nicaragua, mi país. Huía para salvaguardar mi integridad física de las fuerzas estatales y paraestatales que el gobierno dictatorial de Daniel Ortega organizó, para reprimir a cualquiera que se levantara en su contra. 

Arribé a Honduras en septiembre de 2018. Desde mi llegada al país, se sentía un ambiente de tensión: se estaba gestando la realización de una caravana de migrantes que emprendería un viaje hacia Estados Unidos, en busca de mejor vida para sus familiares (que dejaban atrás). Muchas personas comulgaban con la opinión de que era una movida política de la oposición hondureña para «desestabilizar» al país. Otros expresaban que era algo que se esperaba, debido a la falta de empleo y la estratificación social en el territorio nacional. Pero un buen grupo comentaba que se trataba de una situación que requería completa atención —era una cantidad significativa de personas al mismo tiempo—, debido a que los movimientos migratorios han ido in crescendo en los últimos años y eso representa, en su máxima expresión, lo difícil que es vivir en Centroamérica.

Para el tiempo en que tuve que salir de Honduras, la caravana migrante ya había iniciado su rumbo hacia la frontera con Guatemala. Muchas personas decidieron emprender su camino de forma independiente, en algunos casos porque no habían conseguido dinero para el viaje y en otros porque no tomaron la decisión en el momento preciso. Por la razón que fuere, el contexto me ubicó —en tres sitios diferentes— con personajes que eran parte de la caravana migrante. Cada experiencia fue más conmovedora que la anterior.

La primera vez fue en la estación de buses de San Pedro Sula. Eran las cuatro de la mañana y esperaba un bus que me llevara a la frontera de Corinto. De repente en los asientos que se encontraban en frente de las boleterías, escuché a un grupo de personas hablar de las expectativas sobre su viaje. Entre tantas voces, se escuchaba la de una niña que no quería despedirse de su papá, mientras se sostenía fuertemente en un abrazo —que parecía eterno—, le gritaba: «no te vayas papito, prometo que me voy a portar bien y no le voy a pegar a mi hermanito». De la forma más ruda que pudo e intentando ocultar las lágrimas que corrían por sus mejillas, ese caballero tomó su mochila, abrazó a su hijo más pequeño, le dio un beso a su esposa y empezó a caminar hacia el bus, sin mirar atrás. Es una de las despedidas más fuertes que he visto en mi corta vida.

El segundo episodio fue en el bus que me llevaba a la frontera de Corinto. Se trataba del joven que llevaba a mi lado, un caballero de unos veintitantos años que en todo el camino me hacía preguntas de cómo era mi país y si alguna vez había estado en Estados Unidos. Cuando nos hallábamos cerca de la frontera, y nuestro viaje en común estaba a punto de acabar, Juan (es un seudónimo) me miró y en un arrebato de sinceridad y desahogo me comentó que se dirigía a la frontera de Guatemala con México para incorporarse a la caravana, que en su país ya no quedaba nada porque habían asesinado a su hermano por problemas con pandillas. Su Madre había fallecido de una enfermedad y su padre murió cuando él era muy pequeño. Así que este movimiento migratorio representaba su oportunidad para iniciar de cero y mejorar su vida, aunque confesó que su intención siempre sería regresar a su pueblo.

El tercer episodio fue en el puesto fronterizo, esta es la situación más triste que he podido presenciar en mis veintidós años de vida: un niño, que a lo sumo tenía trece años, de tez morena, cabello negro y ojos entristecidos, cargaba una mochila y un bolso. Tenía a una niña de unos siete años tomada de la mano. Hacían fila en el puesto para sellar su salida de Honduras y entrada al país vecino de Guatemala. Una señora no pudo contener su duda y le preguntó si viajaban con algún adulto, a lo que el niño —con mucho ímpetu— respondió: «no, madrecita. Solo somos mi hermanita y yo, mi mamá murió y mi papá se fue a los Estados hace dos años. Además que vivíamos con una tía que no nos quería. Yo soy papá y mamá para mi hermanita y vamos al norte para buscar mejor vida». Seguido de esa respuesta, se desencadenó un silencio ensordecedor en el resto del tiempo que estuvimos en fila y muchas personas no pudieron contener sus lágrimas.

No puedo afirmar si los niños pudieron salir del puesto fronterizo, pues yo sellé mi salida e ingresé caminando a Guatemala. Cualquiera que haya sido la conclusión de ese episodio, continuará en mi mente durante el pasar de los años. Recién había presenciado esos tristes escenarios e iniciaba mi propio viaje hacia otro destino, pero guardo en mi mente los rostros de esas personas que, por la razón que haya sido, se vieron obligadas a dejar su tierra, a arriesgarse para caminar hacia un sitio donde solo tenían asegurada una cosa: la incertidumbre.

Este es un artículo originalmente publicado en CLIP

Los ciudadanos de la mitad de los países de América Latina no saben cuántos tests del nuevo coronavirus realizan sus gobiernos cada día. Tampoco saben cuántas camas de cuidados intensivos existen actualmente, antes incluso de que lleguen los picos de pacientes que requieren atención médica urgente y especializada.

Hay únicamente dos datos que están universalmente disponibles en 11 países de la región: cuántas personas han sido confirmadas como portadores de Covid-19 cada día y cuántas han fallecido. Ni siquiera la estadística de cuántas personas se han recuperado es pública en todo el continente, subrayando cómo los gobiernos latinoamericanos están apostando por comunicar un mínimo de datos sobre la enfermedad causada por el nuevo coronavirus.

Un grupo de periodistas pertenecientes a 15 medios en 13 países de la región nos juntamos para unir los puntos y entender aspectos de la respuesta a la mayor crisis global de salud pública en un siglo en nuestros países y en los tres estados de Estados Unidos con mayor población hispana. Esto encontramos al mirar qué información está fácilmente disponible y cuál no.

¿Cuántos latinoamericanos tienen Covid-19?

Los 13 países actualizan todos los días sus cifras públicas de casos confirmados de Covid-19, así como las de fallecidos.

Un país, Estados Unidos, no está publicando los números de personas que se recuperaron de Covid-19, un dato crucial porque permite entender la capacidad y calidad de respuesta de los centros médicos ante la cantidad de personas contagiadas. Brasil solo empezó a publicarlo este 14 de abril.

La mayoría de los países sí están haciendo público el origen de cada caso (es decir, si son importados, si están relacionados con esos casos importados o si se trata de transmisión comunitaria), lo que ayuda a los ciudadanos a entender su propagación. Tres países -Ecuador, Brasil y Estados Unidos- no revelan esta información. 

Adicionalmente hay dos países -Brasil y Perú- que no están publicando el rango de edad de sus casos confirmados con Covid-19. En Brasil, anteriormente el Ministerio de Salud publicaba esporádicamente el rango de edad de los pacientes en estado grave, pero ahora solo revela las edades de las personas que murieron.   

La mayoría de países hace pública la ubicación geográfica de sus casos (por ciudad o municipalidad), otro dato que también ayuda a entender la propagación regional. 

No obstante, hay dos países que no los precisan a esa escala. Brasil solo publica datos por estados y Argentina por provincias. Paraguay ha revelado el dato de ciudades a partir del 16 de abril, cuando antes solo lo hacía por departamentos. En el caso de Guatemala, las autoridades dejaron de publicar la información de 22 departamentos y 340 municipios hace una semana, pasando a agruparla en cinco regiones de manera muy general. En Perú, el Ministerio de Salud reporta a nivel regional y solo en el caso de Lima, la capital, a nivel distrital.

Ese no es el único dato relevante de dónde se encuentran los casos confirmados. Buena parte de los países de la región están contándole a sus ciudadanos qué tipo de atención médica están recibiendo quienes han contraído Covid-19, incluyendo si están en casa, en el hospital o en cuidados intensivos. Dos países -Brasil y Guatemala- no hacen público este dato, que permite entender la gravedad del estado de salud de las personas contagiadas. Argentina informa a diario solo el número de personas en cuidados intensivos.

¿Qué tanto nos cuentan del testeo?

Una de las mayores preguntas ciudadanas en la fase inicial de la pandemia es qué tantas pruebas de detección están haciendo los países, bien sea las pruebas moleculares PCR que ofrecen el mayor nivel de confiabilidad o los tests serológicos de diagnóstico rápido que permiten hacer barridos poblacionales más amplios a menor costo.

La información que proporcionan los gobiernos sobre el testeo, que es una de las capacidades técnicas más urgentes de escalar, es en general restringida. 

Menos de la mitad de los países de América Latina revelan de manera consistente los números de pruebas de detección que realizan cada día. Esta información se publica en Colombia, Costa Rica, Perú, México, Argentina, Ecuador y Bolivia. 

En Costa Rica apenas se comenzó a informar el 15 de abril, tras la presión de la prensa y grupos de sociedad civil que exigen cada vez más datos abiertos. Colombia publica un conteo constante de muestras procesadas cada día, pero no se pueden ver tendencias si no sólo por semanas.

De todos, únicamente Bolivia publica datos sobre en qué lugares del país está tomando las muestras.

Asimismo, pocos países están revelando cuántas pruebas están en estado de procesamiento diariamente. Solo Bolivia, Paraguay y México lo hacen.

¿Qué capacidad tienen los hospitales?

Apenas en la mitad de los países consultados hay información pública sobre el número total de camas en Unidad de Cuidado Intensiva (UCI), otro dato importante dado el riesgo real de que en el pico de la enfermedad lleguen más pacientes que requieren la atención médica más especializada que los que permite atender la infraestructura existente. 

Aunque no todos los pacientes con Covid-19 que son hospitalizados requieren cuidados intensivos, es uno de los datos que permiten entender los pasos que han dado los países para escalar su capacidad de brindar atención médica. Esta información es pública en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Paraguay, Perú y Estados Unidos.   

Sin embargo, ello no significa que la información sea fácil de analizar. En Perú, los números de camas de UCI -así como de ventiladores- no están publicados en ningún lugar, sino que se conocen porque las autoridades nacionales los han revelado en entrevistas cuando se les ha preguntado. Esas cifras son, en todo caso, nacionales y no hay manera de entender cómo están repartidas por regiones u hospitales.

Pero de todos, solo tres países están contando a sus ciudadanos cuántas de esas camas en Unidad de Cuidado Intensivo (UCI) están disponibles, dado que muchas están ocupadas actualmente por pacientes con otros problemas de salud. Esto ocurre en Paraguay, Perú y Estados Unidos. 

En algunos otros países las autoridades ha reportado alguna vez el porcentaje de ocupación en una fecha determinada o hay datos para regiones o ciudades específicas, pero no un panorama nacional que se informe periódicamente.

¿Con qué frecuencia reportan las autoridades? 

En todos los países hay boletines periódicos de las autoridades nacionales de gobierno o salud con datos actualizados sobre el impacto del Covid-19. En varios casos, como Perú y Colombia, el presidente hace alocuciones casi diarias por televisión o redes sociales. En México y Brasil son las autoridades de salud las que comparecen diariamente.

En algunos países, las autoridades locales de departamentos o regiones complementan esa información periódicamente con datos más localizados. En Estados Unidos, esa información de salud pública está bastante descentralizada, siendo los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y las instituciones privadas quienes aportan datos más confiables que los del nivel federal. En Perú, sin embargo, se han reportado desfases entre los sistemas de información en los distintos niveles territoriales, con casos de pacientes con COVID-19 o fallecidos que ya habían sido confirmados oficialmente por las regiones, pero no aparecían en el registro nacional.

En seis países, sin embargo, no hay información de autoridades locales, bien sean regionales o municipales : Bolivia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala y Paraguay. 

¿Se ha limitado el acceso a la información?

Dos países de América Latina, El Salvador y México, han tomado la decisión más drástica de  suspender los términos para solicitud de información hecha en el marco de leyes de acceso de información pública, citando la urgencia de la respuesta a la pandemia. 

En México, la Plataforma Nacional de Transparencia suspendió sus términos y plazos para el acceso a la información pública entre el 23 de marzo y el 17 de abril, al tiempo que el INAI -que es el garante del derecho a la información pública- hizo lo propio con sus sesiones públicas. 

El gobierno de Brasil también lo intentó, pero se lo impidió la rama judicial. El 23 de marzo, el presidente Jair Bolsonaro publicó una medida provisional que permitía a las agencias federales extender los plazos de la Ley de Acceso a la Información, en caso de que los funcionarios estuviesen en teletrabajo y sin acceso a la documentación, o que estuviesen involucrados en la respuesta a la pandemia. También preveía que, en caso de no recibir respuesta, un ciudadano podría volver a enviarla solo hasta 10 días después y que, si ésta había sido denegada, no podría apelar. La medida, sin embargo, fue revocada temporalmente días después por un ministro de la Corte Suprema, por lo que no está actualmente en vigor.

Al menos otros tres países modificaron los términos temporales para solicitudes de información pública, extendiendo los plazos legales o cambiando las condiciones de respuesta. Esto ocurrió en Argentina, Colombia y Perú, significando en los últimos dos que el plazo legal para responder es más largo que la duración de las cuarentenas decretadas por sus gobiernos. 

En Perú también se estipuló que las solicitudes de información no digitalizada se verán afectadas por las limitaciones de movilidad de los funcionarios públicos y que algunos organismos incluso podrían suspender los plazos de estos trámites.

En la mayoría de países, los periodistas sienten que las respuestas a solicitudes de información están tardando más de lo habitual. En Costa Rica, si bien no ha habido cambios en la jurisprudencia que garantiza el acceso a la información pública, las autoridades están más herméticas a responder consultas de periodistas. En Bolivia, que no cuenta con una ley de acceso a la información pública, el Gobierno muestra apertura a atender las solicitudes pero en la práctica son comunes las alusiones a la herencia del gobierno anterior de Evo Morales, a la falta de sistematización de la información o a la inexistencia de los datos.

En todo caso, en los 12 países, sin excepciones, está garantizada la circulación de periodistas en medio de medidas de restricción a la movilidad a la población general.

¿Se está restringiendo el trabajo de periodistas? 

En general los periodistas de América Latina sienten que sí se ha restringido o limitado el acceso a la información pública desde que estalló la emergencia del covid-19.

El caso más extremo es el de Honduras, donde el presidente Juan Orlando Hernández decretó el estado de emergencia y suspendió varios artículos de la Constitución, incluyendo el que protege el derecho a la libertad de expresión.

Esa decisión le ocasionó duros cuestionamientos a su gobierno, que reversó la suspensión del artículo de libertad de expresión dos semanas después a causa de la presión internacional. “Es el tipo de medidas desproporcionada y que afecta el derecho de la población a acceder a información completa sobre el Covid-19”, dijo Edison Lanza, el relator especial para la libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). “No debe abusar de esas medidas para limitar la libertad de expresión, particularmente en un momento cuando los medios desempeñan un papel fundamental para mantener a la sociedad informada y segura”, dijo el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) global.

Más allá de Honduras, en al menos otros ocho países los periodistas citan una menor disponibilidad de información pública. 

En El Salvador, el gobierno restringe quién tiene acceso a los espacios de información pública  y no permite preguntas a medios que considera críticos, entre los cuales está El Faro, integrante de nuestra alianza.

Aunque el gobierno de Nayib Bukele ha sido enfático en que no busca restringir el derecho a la libertad de expresión, en la práctica ha sido la Asamblea Legislativa la que ha logrado salvaguardarlo. Por ejemplo, cuando aprobó el estado de excepción, fue la Asamblea la que incluyó un artículo que establece que el Gobierno no puede limitar la libertad de expresión. Asimismo, cuando aprobó fondos de emergencia a través de préstamos millonarios y autorizó suspender la Ley de Contrataciones para permitir compras rápidas, el legislativo incorporó cláusulas que prohíben la reserva de información.

Aún así, las oficinas de información y respuesta (OIR) que deben velar por el respeto a la Ley de Acceso a la Información Pública, no están funcionando y anunciaron que solo admitirían solicitudes de información pública tras finalizar la cuarentena decretada, por lo que en la práctica el Gobierno salvadoreño sí ha conseguido restringir de manera temporal el acceso a la información.

Las quejas de que la información disponible es limitada son frecuentes, incluyendo que se ha vuelto más difícil obtener datos adicionales a los que ya son públicos y que no hay respuestas a las preguntas hechas a las autoridades.

En Costa Rica, los periodistas envían sus preguntas a un chat de Whatsapp previo a la conferencia de prensa diaria del Gobierno, pero con frecuencia no son leídas y o no reciben respuestas claras. 

En Guatemala, el secretario de comunicación de la Presidencia ha bloqueado la participación de los periodistas durante varias días en el chat de información oficial del gobierno para evitar cuestionamientos sobre el manejo de la crisis sanitaria, por lo que se publicó un comunicado firmado por 97 comunicadores.

Aunque los periodistas no sienten que sus gobiernos estén usando esta coyuntura para restringir la libertad de expresión, sí creen que los sistemas de información sobre salud pública no son suficientes para permitir un periodismo riguroso, con base en evidencia y que intente mirar la respuesta al Covid-19 en su complejidad.

En Ecuador, por ejemplo, el gobierno de Lenín Moreno creó un mecanismo de ruedas de prensa virtuales mediante el cual los periodistas enviaban sus preguntas, pero no había claridad sobre cuál era el proceso para seleccionarlas, ni quién lo hacía. Después de una queja pública firmada por varios periodistas ecuatorianos, ahora las ruedas de prensa se hacen por Zoom con posibilidad de preguntas.

En Perú, los periodistas piden que se brinde información más segregada por parte del Ministerio de Salud en sus reportes diarios, incluyendo las características demográficas de los casos positivos así como de los fallecidos. Además, piden informar sobre las regiones con el mismo nivel de detalle con el que se informa sobre Lima, tanto los datos de los pacientes como el número de equipos y camas disponibles.

Con muchos gobiernos optando por informar con el menor nivel de detalles posible, los periodistas sienten que investigar y proveer información de calidad sobre la respuesta al Covid-19 se ha vuelto una labor más lenta y difícil, afectando de forma directa a la información que reciben los ciudadanos.

Centinela Covid-19 es un proyecto de periodismo colaborativo y transfronterizo sobre la respuesta al Covid-19 en América Latina, del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), Chequeado (Argentina), El Deber (Bolivia), Agência Pública (Brasil), El Espectador y La Liga contra el Silencio (Colombia), La Voz de Guanacaste (Costa Rica), Ciper (Chile), GK (Ecuador), El Faro (El Salvador), No Ficción (Guatemala), Quinto Elemento Lab (México), El Surtidor (Paraguay), IDL-Reporteros (Perú) y Univision Noticias (Estados Unidos), con el apoyo de Oxfam y el Pulitzer Center on Crisis Reporting.

La tribu tolupana San Francisco de Locomapa, en Yoro, ha sufrido asesinatos, acoso judicial y ataques por su oposición a la industria extractiva que busca explotar madera, minerales y ríos para la generación de energía en territorios donde siempre han vivido, pero que ahora están en disputa. En los últimos 20 años hubo 40 asesinatos de indígenas tolupanes, una población que se enfrenta a su propio exterminio.   

Este reportaje fue realizado por Contracorriente para el Especial Tierra de Resistentes, coordinado por Consejo de Redacción.

Consuelo Soto habla sin dejar de ver al otro lado de la calle, como si esperara otra vez un ataque de miembros de su comunidad que la han hostigado por años. Hace un par de semanas llegaron una última vez a amenazarla. Responde a las preguntas casi en un susurro, frente a su casa que aún conserva la memoria de la violencia que persigue a su tribu.

Consuelo es una de varios líderes tolupanes que enfrentan amenazas y ataques por la defensa del territorio Tolupán de San Francisco de Locomapa en el departamento de Yoro, al norte de Honduras. El conflicto en la tribu se disparó cuando en 2009 las empresas Venta Local de Madera y Transformación Ocotillo (Velomato) y la Industria Maderera Rene Eleazar (Inmare), en conjunto con el Instituto Nacional de Conservación y Desarrollo Forestal, Áreas Protegidas y Vida Silvestre (ICF), desarrollaron planes de manejo forestal que dan lugar a la venta de la madera extraída de los bosques situados dentro del territorio Tolupán.

En San Francisco de Locomapa hay una división que radica en las distintas visiones que hay sobre el manejo del territorio. Aunque los tolupanes se manejan a través de una estructura jerárquica que cuenta con un cacique, quien asesora la toma de decisiones, y un Consejo Directivo de Tribu, encargado de tomarlas, en Locomapa no todos están de acuerdo con las decisiones de ese cuerpo.

A una orilla están el Consejo y unas 800 personas de los 3000 que conforman la tribu, que están de acuerdo con la entrada de las motosierras para extraer madera y venderla. El resto rechaza esa posibilidad o tiene miedo de manifestar una opinión. Para hacerle frente a la contraparte, decidieron crear una entidad paralela llamada Consejo Preventivo de Tribus.

El presidente del Consejo Directivo de la Tribu, José Alberto Vieda, asegura que el bosque es “renovable” y que la mayoría de la tribu está tomando la decisión sobre la venta. El hombre, de más de 40 años, dijo haberle vendido 14.800 metros de madera, a 250 lempiras ($10) cada uno, al empresario hondureño Wilder Domínguez. Asegura posteriormente haber repartido la ganancia en la asamblea. Del total de las ventas, la comunidad le paga un 15% a la Federación de Tribus Xicaques de Yoro (Fetrixy), una organización que agrupa a todas las tribus tolupanas del país, y otras 40 lempiras ($1.62) por metro cúbico tablar por impuestos a la municipalidad, de acuerdo a una investigación del Centro de Estudios para la Democracia (Cespad).

Esto significaría que para la comunidad quedan aproximadamente 2 millones 500 mil lempiras (unos 100 mil dólares). Las aproximadamente 800 personas que se encuentran de acuerdo con los cortes de madera reciben 500 lempiras (20$) por cada 5 mil metros de madera cortada que aprueban en las asambleas, según la información publicada en una página de Facebook del Consejo Directivo. 

Un 93,9% de los tolupanes apenas puede cubrir los costos de la canasta básica alimentaria, lo que los sitúa en la línea de pobreza extrema, de acuerdo a un informe de la relatora de la ONU sobre Pueblos Indígenas. “Enfrentan una situación de discriminación que los hace vulnerables a condiciones laborales injustas y precarias”, dice la relatora Victoria Tauli-Corpuz. 

Su situación de precariedad es notoria incluso en un país que ocupa el puesto 132 de 189 países en el Informe de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y donde, según otras organizaciones, más de la mitad del país (67.4%) vive en pobreza. 

Como casi todos los pueblos indígenas del país, las condiciones de la tribu de San Francisco de Locomapa son precarias. Sin embargo, el abandono estatal es mucho más evidente para el pueblo tolupan: las calles son de tierra, no hay alumbrado público, ni señal de telefonía celular en casi toda la comunidad y muchos deben movilizarse caminando por horas para asistir a centros de salud. 

Para comunicarse con Consuelo, uno debe esperar a que una vez a la semana ella pague 10 lempiras ($0.45) por cargar su teléfono celular. Cuando lo tiene funcionando, lo coloca sobre baldes cercanos al techo, donde dice que agarra señal a veces.

 

Los tolupanes históricamente se han dedicado a la agricultura, producen especialmente maíz, frijol y café para subsistir. Esta relación les produjo tener lazos cercanos con la naturaleza y tener un sentido de responsabilidad y cuidado sobre el tratamiento que se le debe dar a los bienes naturales.

Llegar al territorio tolupán requiere un carro apto para el terreno de montaña. En medio de los mejores bosques de pino de Honduras y una tierra rica en minerales como óxido de hierro, plata y antimonio, se registran más de 40 asesinatos de indígenas tolupanes en los últimos 20 años, de acuerdo con un informe del Grupo de Trabajo sobre Minería y Derechos Humanos en América Latina que presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Bosque de pino en las montañas del territorio tolupán en la comunidad de Locomapa, 16 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

En San Francisco de Locomapa los asesinatos vinculados al conflicto extractivo comenzaron en 2013. Desde ese momento el Movimiento Amplio por la Dignidad y la Justicia (MADJ) contabiliza 10 asesinatos que no sólo vinculan al conflicto con la madera sino también al de una mina de antimonio. Ellos fueron María Enriqueta Matute, Armando Funez, Ricardo Soto, Luis de los Reyes Marcía, Eracimo Vieda, Santos Matute, Fermín Romero, Juan Samael Matute Ávila, José Salomón Matute, Milgen Idan Soto Ávila, estos últimos 3 ocurrieron en 2019. 

Uno de los asesinados era el compañero de hogar de Consuelo, Luis de los Reyes Marcía, asesinado en 2015 cuando regresaron a San Francisco de Locomapa luego de vivir fuera de la comunidad durante seis meses debido a las amenazas que también recibió por parte de personas que apoyaban una minera y la venta de madera en la comunidad. 

Consuelo se vio obligada a huir una segunda vez. Regresó un mes después, pero alguien la esperaba para asesinarla en su propia casa. 

“Tuve que volver a salir de emergencia y no me deseo ni acordar -dice Consuelo- Mis hijas me dicen que no denuncie, que espere a que se calmen las cosas y que hay justicia divina. Pero las leyes humanas para eso son, para castigar a quien comete estos crímenes. Pero la ley no sirve para nada porque, si algo estuvieran haciendo, hubieran capturado a todas las personas que cometen los crímenes”.

Consuelo, retratada en el patio de su casa en la comunidad tolupán de San Francisco de Locomapa, Yoro. 16 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

A mediados de febrero de 2020, el Ministerio Público capturó a uno de los presuntos asesinos de Reyes Marcía: Fredy Antonio Matute Soto. En el comunicado oficial la entidad estatal asegura que “el capturado junto a otros miembros de la banda, han sido los responsables de varios asesinatos de indígenas tolupanes” aunque se desconocen detalles del móvil exacto del crimen. Su captura le ha significado nuevas amenazas a Consuelo. 

Reyes Marcía y Consuelo forman parte de un grupo de 38 personas a las que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA les había otorgado medidas cautelares el 19 de diciembre de 2013 tras el asesinato de otros tres indígenas de la tribu durante una protesta. 

Contra Corriente buscó a Jany del Cid, titular de la Fiscalía Especial de Etnias y Patrimonio Cultural del Ministerio Público, responsable de investigar estos hechos, pero respondió que no está autorizada a dar entrevistas. El área de comunicaciones de la entidad confirmó haber solicitado la información para proporcionar una entrevista sobre el avance de las investigaciones, pero no volvió a dar una respuesta. 

Días después del asesinato de José y Juan Matute, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA conminó a Honduras a investigar sus muertes violentas y recalcó la necesidad de «incluir líneas de investigación donde se analice como hipótesis que el crimen haya tenido como móvil sus actividades como defensores de derechos humanos». La CIDH denunció no tener información sobre el cumplimiento de las medidas que debía implementar el Estado para su protección. 

 

En conflicto con la industria maderera 

 

«Se sataniza un corte de madera en el sentido de que sí está con un plan de manejo aprobado por el ICF, pasando todas las normas técnicas, que no conozco mucho porque no soy ingeniero. Fetrixy no puede negarse a poner el visto bueno porque ellos decidieron. Uno instruye a su pueblo de que es necesario que se hagan proyectos sociales si hacen ventas», manifestó Noé Rodríguez, coordinador de Fetrixy, cuya organización dice dedicarse a la recuperación de territorios.

Consuelo explica que cuando varios miembros de la comunidad se dieron cuenta de los cortes de madera, empezaron a reunirse para protestar en contra y el Consejo Directivo convocó a una asamblea donde no les dieron la palabra. “Al día siguiente aparecieron diciendo que no debíamos estar ahí, que las ventas estaban aprobadas por la asamblea. Y que para eso se había hecho la reunión de asamblea: para que se aprobaran, porque ya habían aprobado el antimonio y las ventas de madera. Pero es mentira porque en la reunión la opinión estaba dividida”, añade Consuelo.

El pueblo tolupán, al igual que otros pueblos originarios de Honduras, viven en una batalla constante por la protección de su territorio. Esa defensa está amparada en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre pueblos indígenas y tribales, del que Honduras es firmante. Ese es el convenio internacional que protege el derecho de no desplazar a los pueblos indígenas por la fuerza y a no adelantar proyectos en los territorios «sin el consentimiento libre, previo e informados de los pueblos indígenas interesados».

Uno de los proyectos de ley que el Congreso Nacional (CN) trabaja actualmente es la Ley de Consulta Libre, Previa e Informada. Después de anunciarlo públicamente en enero de este año, organizaciones de pueblos originarios se manifestaron frente al CN para declararse en contra del proyecto. Sus observaciones incluyen que la ley no cumple con los estándares internacionales al no consensuar con todos los pueblos indígenas y que aborda la consulta desde una perspectiva homogénea, sin respetar las diferencias de cada pueblo.

Esta falta de consulta con comunidades locales ocurre en un ambiente tenso en Honduras. Distintos proyectos extractivos han generado muchos conflictos y episodios de violencia contra líderes e integrantes de comunidades que se han opuesto a proyectos mineros, hidroeléctricos, madereros y de turismo, sin que el Estado haya logrado aclarar las circunstancias o los responsables de cometerlos. 

El asesinato en 2016 de la reconocida líder indígena Berta Cáceres, fundadora del Consejo de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), dio a conocer esa realidad de violencia que enfrentan los defensores ambientales. Sin embargo, Honduras contabiliza muchos más asesinatos por esta causa.  

Desde 2010 hasta 2017 se registraron 120 líderes ambientalistas asesinados, de acuerdo con los informes de la Global Witness, ONG británica que monitorea este tema en todo el mundo. Esa cifra cataloga a Honduras como el país más peligroso para el activismo por el ambiente en el mundo. 

Miembros de OFRANEH y el COPINH protestan por la aprobación de la Ley de Consulta Libre Previa e Informada, o lo que ellos llaman «la Ley Nájera», en alusión al diputado nacionalista Óscar Nájera, que propuso la ley en el Congreso Nacional. Tegucigalpa, 23 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Berta Zúniga Cáceres, actual coordinadora de Copinh e hija de Berta Cáceres, se muestra preocupada por el modelo económico extractivo promovido por el gobierno. «El obstáculo principal son los pueblos indígenas que han defendido con su vida, con su cuerpo, con su lucha comunitaria, esos territorios de empresas nacionales y trasnacionales», dice. Además, denunció que en las comunidades indígenas se ha profundizado la miseria para jugar con las necesidades básicas de las personas y prometer proyectos sociales a cambio de aprobar este tipo de leyes.

Esta dinámica existe en San Francisco de Locomapa donde, ante la falta de empleo, las empresas madereras han ofrecido a la gente un sustento y una promesa de traer programas sociales que mejoren la situación de la comunidad. 

En 2001 había 9.617 tolupanes en Yoro y Francisco Morazán (dos departamentos de Honduras unidos por montañas), según el Censo del Instituto Nacional de Estadística. La antropóloga franco-estadounidense Anne Chapman que estudió a los pueblos tolupán y lenca en Honduras, calcula que el primero tiene aproximadamente 5.000 años de existencia. Por su parte, Global Witness establece que «son el grupo indígena más marginado de Honduras, que vive en condiciones de pobreza extrema en zonas rurales remotas, con un acceso limitado a los servicios básicos».

Toda esta situación es aprovechada por las industrias madereras que talan los bosques sin el consentimiento de la comunidad entera.

Inmare, un aserradero que tiene como propietario al empresario Wilder Domínguez, opera con “la compra directa de productos forestales madera en rollo proveniente de diferentes de diferentes sitios aprobados por el ICF”, según una auditoría realizada por el Instituto de Conservación Forestal (ICF) gubernamental en 2018. Uno de ellos es San Francisco de Locomapa.

En la región también trabaja el aserradero Velomato, que pertenece al empresario hondureño Kenton Landa Uclés y se ubica en la aldea Las Tejeras, municipio de Yoro. La madera es utilizada en la empresa Inversiones del Atlántico (Invertlan) que forma parte del Grupo Landa, un conjunto de empresas creadas por su director corporativo, el mismo Kenton Landa Uclés.

Las auditorías del ICF señalan que, en los últimos tres años, ambos aserraderos poseen entradas de madera superiores a las que se reportan en sus informes mensuales. También observa que las ventas de madera aserrada son mayores a los volúmenes producidos con los ingresos de madera, lo que indica que se vendió o salió más madera de la industria producida en la sierra. 

Ambos empresarios tienen conexión a través de la empresa Inversiones del Atlántico (Invertlan), según consta en el Registro Mercantil de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés. Kenton Landa Uclés es socio con 60% de las acciones, mientras que Wilder Domínguez, socio con el 40% de las acciones, también es el gerente general de la empresa. 

Invertlan y Grupo Landa dicen que se dedican a proveer madera tratada o sin tratar para tendidos eléctricos, y son proveedores de empresas gubernamentales y privadas que trabajan en la distribución y administración de energía del país.

Aún no queda claro a donde termina la madera que es cortada por Inmare. Los registros públicos no lo explican y el ICF de Yoro tampoco respondió sobre el destino de esa madera. Igualmente, Invertlan y Grupo Landa comparten un mismo número de teléfono. Contra Corriente intentó comunicarse con ambas empresas pero no obtuvo respuesta. Tampoco respondieron a través de correos electrónicos enviados a sus datos públicos de contacto.

«Si nosotros decidiéramos procesar la madera por nuestra cuenta, nosotros miramos qué parte nos afecta y qué parte no. La empresa no mira eso, no le importa. Ellos ocupan su capital porque de lo que ganan de este bosque se pueden ir a vivir a Miami o cualquier parte del mundo y quiénes quedamos jodidos somos nosotros», dice Celso Cabrera Matute, quien forma parte del rival Consejo Preventivo de Tribus y actualmente está procesado judicialmente por la defensa de su territorio.  

Celso caminó varios minutos desde la montaña que se encuentra atrás de su casa. Sus manos y su ropa aún tienen la tierra fresca que se impregnó durante su trabajo cultivando granos básicos. Vive en una casa de madera muy pequeña, el suelo es de tierra y su techo aún tiene agujeros que, según cuenta, provienen de piedras que le han tirado para amenazarlo.

“Nosotros no tenemos miedo a morir ni a caer preso, pero si debo decirles que me siento un poco mal, una porque perdí a mi Nana (mamá) y las autoridades no han hecho cambios. En su lugar nos siguen procesando”, añade.

Los procesos judiciales contra los tolupanes

 

 

En marzo de 2010, el empresario Kenton Landa Uclés interpuso una denuncia en contra de los indígenas José María Pineda, Tomás Matute, Melvin Castro, Carlos Martínez, Bernardo Martínez, Celso Cabrera Matute, Juan Matute y Armando Fúnez Medina, según consta el expediente 36-2010 en los juzgados de Yoro.

Los acusó del delito de obstaculización de la ejecución de un plan de manejo forestal otorgado por el Instituto Nacional de Conservación y Desarrollo Forestal, Áreas Protegidas y Vida Silvestre (ICF), en perjuicio de su empresa maderera Velomato. 

El proceso duró tres años y tras un fallo de la Corte de Apelaciones de San Pedro Sula en 2013 los tolupanes obtuvieron un sobreseimiento definitivo.

“La protesta indígena no puede ser considerada una acción ‘ilegal’ ya que los mismos estaban legitimados en el Convenio 169 de la OIT el cual les ampara para reclamar su derecho de ser consultados ‘antes’ de emprenderse o autorizarse cualquier programa de prospección o explotación de recursos existentes en sus tierras”, señala el documento de la Corte de Apelaciones. 

Sin embargo, el fallo no fue tomado en cuenta cuando, en enero de 2012, Landa Uclés inició un segundo proceso judicial contra dos de esos miembros de la comunidad (José María Pineda y Celso Cabrera Matute) y otro nuevo (Oscar Cabrera Matute). Una vez más, solicitó que les imputaran el delito de obstaculización de la ejecución del plan de manejo aprobado por el ICF, en perjuicio de su empresa Velomato, después de que la tribu realizara manifestaciones en el predio que ocupa la empresa.

En la audiencia inicial el juez que conoció el caso dictó medidas cautelares para los líderes indígenas, pero finalmente obtuvieron sobreseimiento definitivo. Durante un nuevo fallo de la Corte Suprema de Justicia en 2015, el Estado admitió que la protesta no podía ser considerada ilegal porque el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) contempla el derecho que tienen a ser consultados antes de la explotación de los recursos en sus tierras.

Ante ambas medidas, el informe “Violación de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas en Honduras: El caso del pueblo tolupan”, realizado por varias organizaciones de derechos humanos, señaló que, “las medidas cautelares que obligaron a los indígenas acusados a presentarse periódicamente al juzgado ubicado en la cabecera departamental de Yoro, por cinco años, también impactó en su precaria economía debido a que la zona de San Francisco de Locomapa es altamente pobre, sin fuentes de empleo y el costo del autobús que debían pagar cada 15 días les privó de situaciones básicas de subsistencia”.

A pesar de tener dos fallos en los que se determinó que la protesta de los indígenas no podía considerarse ilegal, en 2017 nueve miembros de la tribu fueron acusados por el mismo delito, esta vez por la empresa maderera Inmare. Los indígenas acusados fueron: Allison Pineda, Ángela Murillo, Oscar Vieda, Ramón Matute, Sergio Ávila, Wendy Ávila, Oscar Cabrera Matute y por tercera vez, Celso Cabrera Matute y José María Pineda. 

«Estos tipos estaban invadiendo la decisión de la asamblea y estaban obstaculizando un plan de manejo y después de tantos abusos que estaban haciendo ellos, ahí también hubo gente de la asamblea agredida donde ellos lanzaban piedras, tiraban armas de cortopunzantes, pincharon carros, quebraron vidrios», dice José Alberto Vieda, presidente del Consejo Directivo, que es una de las partes demandantes. Según este líder, pusieron la denuncia contra sus autoridades rivales por las constantes protestas que realizaban.  

Para Ariel Madrid, coordinador del área legal del Movimiento Amplio por la Dignidad y la Justicia (MADJ) que ha llevado los casos de los tolupanes, este nuevo proceso judicial es ilegal debido a que la resolución del proceso anterior sentaba jurisprudencia y no se puede declarar ilegal la protesta de los indígenas. Madrid, además, denunció que durante las audiencias la jueza tuvo conductas racistas y pedía que se verificase la pobreza de los indígenas acusados. 

De igual manera, el ICF asegura no conocer los procesos judiciales en contra de los indígenas. «No tenemos conocimiento de procesos que se hayan llevado por lo menos del ICF hacía ellos, lo más que hay es armonía y trabajo conjunto, desconozco si a través de alguna persona tercera hay algún proceso», manifestó Samuel Arturo Núñez, jefe regional del ICF en Yoro. 

Mientras tanto, Celso Cabrera Matute y Oscar Cabrera Matute aún esperan el inicio del juicio oral y público. Ambos son hijos de una de las primeras tolupanas asesinadas en la zona.

Una mina ilegal y el reclamo constante por justicia

En 2013 arreció la violencia. El 25 de agosto, durante una toma de carretera en contra de una mina de antimonio, un grupo de sicarios asesinó a tres tolupanes que protestaban: Armando Fúnez Medina (44), Ricardo Soto Fúnez (40) y María Enriqueta Matute (71), la madre de los hermanos Cabrera Matute.

 

Celso aún vive en la casa donde su madre fue asesinada, señala al suelo, cerca de un poste de madera. «Ahí solo le puso la escopeta en la cabeza y ni sonó», dice sobre la muerte de Ricardo. Uno de los sicarios preguntó quiénes eran los cabecillas de la comunidad en contra de la extracción de madera y minerales, recuerda. Armando Fúnez le respondió que no había cabecillas y que estaban defendiendo los derechos de todos. En ese momento el sicario le disparó a él, causándole la muerte. A su madre la asesinaron por haber presenciado todo.

Una fotografía en la que Enriqueta aparece con su hija menor es sostenida en las manos de su hijo Celso, Locomapa, 16 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Consuelo dice que ese día los sicarios habían llegado al lugar preguntando por ella. Que si no hubiera salido antes por unas fotocopias, su nombre formaría parte del listado de los asesinados ese día, meses antes había recibido amenazas con mensajes machistas. «Deja de estar en la calle. ¿Sabes qué estás haciendo? Que te van a matar, mejor salí de esto y anda a tu casa que tenés mucho trabajo en la cocina. No sé por qué andas perdiendo el tiempo», le dijeron en una de las veces que pidieron hablar con ella durante las tomas de carretera. 

Según los miembros de la comunidad, los sicarios tenían vínculos con la empresa minera Lachansa Co, cuya información oficial dice que se dedica a la extracción del antimonio.  

A partir de 2012, los tolupanes vieron cómo el agua del río del río Guayma, una vertiente que baja a San Francisco de Locomapa, comenzó a ponerse café producto de la contaminación durante la extracción del antimonio.

La exposición a este mineral -que sirve para la aleación con otros metales como el plomo y para la fabricación de baterías, armas, revestimiento para cables y otros productos industriales- durante largo tiempo puede provocar irritación en los ojos, piel, pulmones y hasta ulceras estomacales. Aún no se sabe si también podría provocar cáncer o fallos reproductores, según afirma la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades de Estados Unidos. 

La alcaldía había dado los permisos de manera irregular, sin consultar a las comunidades. Por eso en 2019 el Ministerio Público (MP) a través de la Fiscalía de las Etnias procesó por abuso de autoridad al jefe de Unidad Medio Ambiental de la Alcaldía de Yoro, Medardo Varela Bustillo. 

 

El Ministerio Público constató que la empresa solicitó a la Unidad Municipal Ambiental permisos de extracción de antimonio en los sitios La Mina y Lagunitas en Yoro (que forman parte de la tribu de San Francisco de Locomapa). La solicitud fue recibida por la alcaldía bajo el número 432688 y, aunque no se especifica la cantidad, está señalado que Varela Bustillo recibió “una suma de dinero” por ésta. Todo se dio sin la debida delimitación que efectúa el Instituto Hondureño de Geología y Minas (INHGEOMIN) en las áreas que se pretendían autorizar proyectos mineros. 

La minería es considerada por científicos y organizaciones sociales como una de las amenazas ambientales más graves en Honduras. En el país existen 310 concesiones mineras otorgadas, de las cuales 92 son metálicas, 210 no metálicas, una artesanal y siete están en suspenso, según la base de datos del Centro Hondureño de Promoción para el Desarrollo Comunitario (CEHPRODEC). Además, existen otras 199 esperando ser aprobadas.   

De aprobarse todas las concesiones que están solicitadas, el 75% de los ríos del país se verían afectados, advierte la ONG internacional Oxfam en su último informe Territorios en Riesgo. Pero no sólo el agua se estaría contaminando, las poblaciones río abajo de las operaciones mineras también se exponen a la contaminación de los cultivos. Al menos un 27% de la tierra utilizada para agricultura en Honduras se encuentra en áreas expuestas a contaminantes vinculados a la minería. 

«La muerte de mi madre fue porque estábamos en la calle defendiendo el medioambiente, la tierra, el bosque, la piedra, la arena, el río, todo. Porque si dejamos ir eso, ¿con qué nos vamos a fortalecer?», dice Celso Cabrera, hijo de María Enriqueta. 

En 2018, el Ministerio Público a través de la Fiscalía Especial de Etnias obtuvo sentencia condenatoria de 45 años de prisión contra Carlos Roberto Luque Varela por el asesinato de María Enriqueta y los otros dos tolupanes. Su comunicado oficial señala que el sentenciado «despojó de sus machetes y asesinó a Ricardo Soto Fúnez y Armando Fúnez Medina, posteriormente le dio muerte a la señora María Enriqueta Matute por haber presenciado los hechos». 

Luque se fugó ese mismo año de la cárcel junto a siete reos más, a través de un túnel y posteriormente fue asesinado por desconocidos . 

En 2019 la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) capturó a Selín Eliazar Fúnez Bonilla, también acusado de esos tres asesinatos y quien desde 2013 tenía una orden de captura en su contra. Actualmente está en prisión, a la espera de un juicio. Las comunidades denunciaron que Fúnez Bonilla ofrecía seguridad a una de las empresas madereras.

El Ministerio Público no dio información oficial sobre la sentencia condenatoria de los autores materiales del asesinato de los tres tolupanes, ni tampoco si existe información sobre una autoría intelectual. Mientras tanto, los hijos de María Enriqueta no sienten que hayan tenido justicia porque los capturados sólo fueron los autores materiales, no quienes ordenaron los crímenes.

 La situación de abandono de los tolupanes

Las tribus tolupanas tienen una historia de desplazamiento. Llegaron a las montañas de Yoro y de Francisco Morazán huyendo de la esclavitud y la violencia que la época colonial significó para los pueblos originarios. Ahora llevan viviendo en estas zonas remotas boscosas desde hace más de un siglo. 

La situación de violencia y esclavitud provocó que los tolupanes estuvieran «recluidos en las sierras y en los densos bosques tropicales de la costa, todavía inaccesibles para los conquistadores buscaban en el aislamiento, la supervivencia de su propia cultura y la libertad”, según cuenta el sacerdote jesuita José María Tojeira en el libro Los Hicaques de Yoro

Por esto, en el siglo XIX el sacerdote Manuel de Jesús Subirana intercedió por los indígenas para que el Estado reconociera y titulara sus tierras con el fin de liberarlos de la esclavitud. Varias tribus tolupanas obtuvieron su título de esta manera: San Francisco de Locomapa lo tiene desde 1864, y aunque ahora lo denominan «ancestral» es un título legal que les fue otorgado por el primer presidente de la República de Honduras, el general José María Medina. 

En la década de 1980, el general del Ejército, Filander Armijo Uclés, que ahora se encuentra retirado, llegó al territorio de la tribu de San Francisco y comenzó a adueñarse de tierras. Llegó a la zona y obtuvo del Instituto Nacional Agrario (INA) un título supletorio, un documento que se utiliza ante la ausencia de un título de propiedad. Esto afectaba directamente el territorio que desde 1864 pertenecía legalmente a los tolupanes. 

En Locomapa ubican a Filander Uclés como un terrateniente con conexiones directas con el clan político de los Urbina, quienes durante los años 90 llegaron al poder en el municipio. Uno de sus líderes es el exalcalde Arnaldo Urbina, quien fue pedido en extradición por Estados Unidos en 2019 acusado de conspirar para introducir cocaína en territorio estadounidense. Aún no ha salido del país porque todavía debe responder en Honduras por 24 presuntos delitos de malversación pública y 87 de abuso de autoridad. 

El ex general Ucles estaba bien conectado. En los años 80 había sido director del Centro Regional Entrenamiento Militar (CREM), como parte de la Doctrina de Seguridad Nacional firmada con Estados Unidos, de acuerdo con un boletín informativo del Centro de Documentación de Honduras (CEDOH). 

En 2014, llegó a la casa de los Córdoba Soto y amenazó con quemar la casa y asesinarlos. Por esto, el general fue condenado en enero de 2019 por daños y amenazas contra la familia indígena. Desde que inició el proceso en 2015 en los tribunales, se le impuso una orden de alejamiento y prohibición de acercarse a la familia, que incumplió al llegar a amenazarlos una última vez en 2015. 

Uclés siempre andaba armado, por lo que los 11 integrantes de la familia Córdoba Soto tuvieron que desplazarse y ahora sólo regresan a la propiedad a limpiar de vez en cuando, según el abogado Madrid. Los Córdoba Soto figuran entre los tolupanes beneficiarios de las medidas cautelares emitidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 2013.

Los conflictos sobre las tierras de los tolupanes se repiten en las 31 tribus que se distribuyen en varios  municipios de Yoro, al norte de Honduras, y en los municipios de Orica y Marale, del departamento de Francisco Morazán.

Comunidad de la Tribu San Juan en la Montaña de La Flor, 14 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Las tribus que no tienen conflictos contra empresas parecen ser más olvidadas, pero entre sus bosques de pino también hay muerte. En la Montaña de la Flor, departamento de Francisco Morazán, hay 5 tribus tolupanas que enfrentan problemas por la tenencia de tierras. Gertrudis Bustillo, quien fue coordinadora del Consejo de Tribus de San Juan, cuenta que campesinos ladinos (término utilizado para referirse a las personas mestizas que no eran parte de la élite dominante ni de la población indígena) han llegado a sus territorios. Hasta el momento registran ocho tolupanes asesinados por defenderlos. 

Hace cuatro años el Instituto Nacional Agrario (INA) llegó a la zona para hacer una remedición del territorio tolupán después de que en varias ocasiones las comunidades lo pidieran en un intento de mitigar el conflicto con otras personas. Bustillo dice que esa visita les trajo amenazas a los coordinadores y caciques de la comunidad y que no sirvió de nada porque dejaron la medición incompleta. En una visita que hizo el presidente, Juan Orlando Hernández, en 2016, prometió resolver el problema de los títulos de propiedad y que mientras él fuera presidente «la Montaña de la Flor nunca será olvidada».

Los tolupanes en San Juan dicen que les han mentido. «Ahora todo el mundo comenta que ya los indios no valemos nada. Morimos como animales y eso rectifica que es cierto lo que dicen, en leyes ya no creemos», dice Bustillo. 

Anastacio Martínez, el cacique de la tribu San Juan, no quiso dar declaraciones. Señala que ya ha hablado muchas veces, que no ven una respuesta y su situación de vida no mejora.  

«Yo creo que los tolupanes están atravesando por el peor momento de su historia”, asegura Héctor Flores, un sociólogo que ha trabajado de cerca con este grupo. “Se están encerrando tanto en sí mismos que, no importa que les vayas a hacer, están cansados del mundo exterior, hastiados de no encontrar respuesta y están cruzando los brazos”. 

La violencia parece aumentar con el tiempo. En 2015, ante la situación de abandono y violencia, los tolupanes realizaron una huelga de hambre en Tegucigalpa, frente a las instalaciones de Casa Presidencial, exigiendo la captura de las personas responsable de los asesinatos de sus compañeros. Además, exigían el cumplimiento de las medidas de protección otorgadas por la CIDH y la realización de una consulta previa, libre e informada ante la extracción de recursos naturales.

La huelga no logró que el gobierno ni el Estado hondureño asuma sus obligaciones y compromisos con el pueblo tolupan. 

Después de 32 días sin comer, los tolupanes decidieron suspenderla y emitieron un manifiesto. “Nuestra hambre histórica ha llenado y sigue llenando de dolor, luto, insalubridad, ignorancia y despojo a nuestro pueblo –dijeron- La criminal frialdad y dureza de los actuales gobernantes alimentaron nuestra milenaria indignación y rebeldía y hoy más que nunca asumimos nuestro legítimo derecho de impedir, a cualquier costo, todo atropello contra nuestro territorio”.

Casi cinco años después de esa huelga de hambre, las condiciones de los tolupanes parecen haber empeorado. Dos familiares de Santos Matute, uno de los huelguistas, fueron asesinados en 2019. Olvidados en las montañas continúan enfrentándose -a veces gritando, otras en silencio- contra industrias y terratenientes en defensa de sus territorios llenos de riqueza en madera, caudalosos ríos y tierras abundantes en minerales.

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En Contracorriente nos comenzamos a preguntar cómo podremos mantenernos creativos si estamos sumergidos en la información. Salimos a respirar un poco, solo para tomar el aliento para hablar, hacer entrevistas, guiones, infografías, boletines, reportajes de investigación, fotografías, y todo lo que nos dedicamos a producir en nuestro oficio periodístico. Cómo mantenernos en esa dinámica con el temor que implica salir y estar expuestas y expuestos al contagio, pero también a dejarnos llevar por el pesimismo. Así decidimos que nos dedicaremos a buscar, también, historias de solidaridad, de respuesta comunitaria a la pandemia y a la crisis social que esto ha agudizado. No hay esfuerzo grande o pequeño, uno más útil que el otro, o uno más trascendental que el otro, solo acciones de respuesta organizada.

La barra Ultrafiel

Un león bordado en la gorra que viste una niña en la comunidad de Sabana Redonda, el león es el símbolo del Club Deportivo Olimpia, equipo que apoya la barra Ultra Fiel, 17 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Hace dos semanas, recibimos fotografías de una entrega de comida que realizaron peñas organizadas de la barra deportiva Ultra Fiel (hinchas del equipo capitalino Olimpia) a varias comunidades en el norte del país. Este grupo de jóvenes que viven en barrios y comunidades vulnerables, se organizaron para llevar comida a personas en calamidad, tras la emergencia por COVID-19. El líder de la barra, a nivel nacional, Melbin Servellón, nos contaba —en una primera entrevista por teléfono— que en el norte del país reunieron comida para llevar a más de 200 familias que se encuentran en situación precaria. No eran familiares de sus miembros, eligieron según iban viendo la necesidad expresada, tanto en redes sociales o en llamados personales, a algunos miembros.

El valle de Sula entró en fase 4 de contagio. Varios municipios se cerraron totalmente y muchas empresas suspendieron los contratos a sus empleados por 4 meses sin goce de salario. Allí en esa zona, en los municipios de Villanueva, La Lima y San Pedro Sula, la barra Ultrafiel se organizó —así como cuando se organiza para ir a un partido a alentar a su equipo— esta vez para asistir a la gente que más necesita. En el sur del país, en Choluteca, llevaron comida para un grupo de migrantes procedentes de África, Haití y Cuba, que en su tránsito quedaron varados en las calles de esa ciudad.

«Esto no es para limpiar nombres, es para ayudar al pueblo», reitera Melbin, quien además explica que las peñas tienen sus fondos. Entre todos juntan el dinero, compran la comida y arman las bolsas, después de tener ya identificados los barrios, esos que no están en vulnerabilidad por tener muchos casos de coronavirus, sino por la falta de empleo y comida.

Una anciana carga los alimentos que fueron donados por miembros de la barra Ultra Fiel, Lepaterique, 17 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

En Honduras, las barras deportivas son llamadas «barras bravas» y han sido emisoras y receptoras de una violencia que ya ha cobrado cientos de vidas, según los datos de los propios barristas. La dirigencia de la Ultra Fiel registra alrededor de 500 miembros activos de la barra asesinados entre 1998 y 2016, muchos de estos en enfrentamientos con barras contrarias. La violencia ha ido disminuyendo, pero el Observatorio de la Violencia de la UNAH, en su reporte de 2019, resaltó que al menos 17 personas miembros de barras fueron asesinadas y que se reportaron alrededor de 15 denuncias por violencia sexual en estos grupos. En varias ocasiones los han colocado en lista de grupos criminales, junto a las maras y pandillas (cosa que los ha puesto en riesgo mortal). En muchas ocasiones han sido reprimidos en el estadio o a sus alrededores por pleitos entre contrarias.

Por la cuarentena no hay partidos. Aún no se sabe qué pasará con el campeonato y, juntarse solamente, sin necesidad de entrar a los golpes, podría llevarlos a prisión por 24 horas. Con este panorama, los jóvenes de esta barra decidieron reinventarse y usar la organización y la disciplina con la que cuentan, para alentar a su equipo, esta vez para llevar comida a las personas que siguen esperando el saco o la bolsa del programa Honduras Solidaria.

El gobierno ha destinado más de 300 millones de lempiras para el programa Honduras Solidaria y con esto aun no cubrirán ni el 50 % de la población en pobreza extrema de cada municipio. La falta de transparencia en las compras y los actos de corrupción, llenan a la gente de desconfianza y aunque no sea una solución a la crisis social que se ha agudizado por la pandemia en Honduras, la gente busca salidas. Los jóvenes de la Ultra fiel sacan sus ahorros, incomparables con los millones aprobados por el gobierno. 

En Tegucigalpa se juntó primero la peña Santa Fé para visitar el barrio Mirador de Oriente. D (así lo llamaremos), miembro de esta peña, me contó que ese día fueron a visitar 80 casas. «Primero pensamos en nuestro núcleo, las personas con más bajos recursos, a nuestros integrantes de peña y al pueblo en general». Santa fe tiene alrededor de 130 miembros y ese dinero que reúnen les sirve para sus viajes, sus instrumentos, mantas y actividades que realizan como barra. «Es lindo ver la cara de alegría de la gente, porque el gobierno no se pronuncia, ellos son invisibles así como nosotros», explica D.

Un hombre rocía con una mezcla de agua, cloro y detergente a los miembros de la peña Invasores de la Ultra Fiel, a su ingreso a Lepaterique, donde tuvieron una jornada de donación de alimentos y agua, 17 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

La segunda movilización de la barra, en Tegucigalpa, fue de la peña Los Invasores. Decidieron ir un poco más allá y llevarle comida a comunidades rurales en Lepaterique, municipio vecino del Distrito Central. El camino no es fácil para estos jóvenes, aun cuando sus intenciones sean las mejores. El estigma que cargan llena de adrenalina el recorrido. Los retenes policiales y militares son el primer obstáculo: que si no hay permiso, que si vienen con prensa igual es prohibido filmar, y a regañadientes, les revisan con detalle los vehículos y auscultándolos con la mirada, al final los dejan pasar. Luego los retenes comunitarios que —a pesar de la desconfianza de quienes podrían traer el virus al pueblo— no pasan del baño de un líquido que es una mezcla entre cloro, vinagre y bicarbonato, para que la comida llegue a su destino pero bien desinfectada.

Melbin lo dijo en una de las comunidades al repartir alrededor de 40 bolsas de provisión:  «nuestra realidad no es tan distinta a la suya. Esta ayuda sale de los que no tenemos para los que tampoco tienen». En ese momento, una anciana comenzó a llorar, porque lo que se veía allí, enmedio de esas bolsas de comida, era algo mucho más grande. La chica vestida con su camiseta de colores vivos y mascarilla diseñada por ella misma, dando la mano a la madre de 4 hijos, embarazada, que ha quedado sin trabajo por la cuarentena y lleva días sin comer. Allí entre los colores rojo, azul y blanco de la manta de la peña, el contraste con el bosque de pino y los niños desnutridos que aparecían de repente bajando del cerro, lo que se veía era la unión de los excluidos del campo y la ciudad, y la esperanza de que un pueblo así sale de la crisis que se venga.

Güiran: significa «pueblo», en lenca

Todo comenzó por una publicación en su perfil de Facebook, ahora son más de 200 voluntarios fabricando escudos faciales,  filtros de aislamiento, aeroboxes y un ventilador mecánico para respiración artificial en San Pedro Sula. El arquitecto Josué Castro escribió en su muro una invitación a sus colegas para construir el equipo médico de manera gratuita, ante las denuncias de que los hospitales estaban desabastecidos, cuando inició la emergencia por COVID-19 el 21 de marzo de este año. La crisis se aceleró, sobre todo en su ciudad. Castro, comenzó identificando quiénes en San Pedro Sula cuentan con una impresora 3D, identificó 51. Luego descargó una patente que una empresa internacional liberó en internet para construir los escudos. La iniciativa se volvió «viral» (ya no sé si esta sea la mejor palabra). Ahora ya no solo fabrican escudos o caretas de protección facial,  sino que también trabajan en la construcción de un ventilador mecánico para respiración artificial. A la iniciativa se unen médicos, ingenieros en mecatrónica y, de manera temporal, se suma la Universidad Tecnológica de Honduras (UTH) y la Universidad Tecnológica (UNITEC) que aún les apoya brindando un espacio para todo el trabajo.

«Han sido tres semanas intensas, esta es una iniciativa ciudadana y lo organizamos desde el whatsapp y las redes sociales», cuenta el arquitecto Castro, quien ahora ha trasladado todo a una página en facebook que se llama Güiran, el nombre que decidieron ponerle al grupo, una palabra en lenca que quiere decir “pueblo”, «porque es el pueblo el que se volcó a responder a la crisis, en este caso a los médicos y empleados de salud», explica. Castro cuenta que han donado 8000 escudos faciales, valorados en 80 lempiras cada uno, dos filtros de aislamiento (camillas especiales para transportar infectados), valorados en 20 000 lempiras cada uno,  tres cabinas de desinfección, valoradas en 30 000 lempiras cada una. De manera paralela a la fabricación de escudos faciales, se hicieron 60 aeroboxes que son cajas que los médicos utilizan en los quirófanos para entubar a los pacientes sin correr el riesgo de infectarse.

Güiran toma varios nombres en otras ciudades: Fuerza HN, Fuerza Copán, Respira Honduras. Ahora su gran proyecto es el ventilador que debe ser aprobado por los médicos, y cumplir con los estándares necesarios para ser usado en una sala de cuidados intensivos. En todo este trabajo y con toda la gente que se ha unido, cuenta Castro que no ha sido fácil conseguir los salvoconductos, conseguir insumos y transportarlos. A pesar de eso lo han podido hacer gracias a un grupo de voluntarios que creen en el proyecto. «En un principio la idea nace de que esto no debería responder a intereses gremiales, empresariales o políticos y con fines de lucro. Obviamente no podemos estar divorciados y les hemos facilitado escudos faciales a Copeco y ellos han validado los filtros, por ser ellos quienes mueven a los pacientes afectados. El ejército ha ayudado a través de la Fuerza Aérea para llevar y traer equipos de San Pedro Sula y Tegucigalpa, y hasta hemos trasladado una aerobox a La Mosquitia».

Pocas empresas se sumaron a la iniciativa, a pesar de ser San Pedro Sula «la capital industrial». Pero Castro asegura que este es un esfuerzo colectivo de muchos profesionales y empresarios, que no se sintieron cómodos quedándose solo en casa viendo la crisis por la televisión y las redes sociales.

Cuidado comunitario

La zona atlántica de Honduras es la más afectada por los contagios de COVID-19. Al inicio se hizo público el recorrido de la persona que habría llevado el virus al departamento de Colón, procedente de Estados Unidos.  Pero no solo los insultos y la paranoia salió con esto, muchas comunidades en esta zona del país, algunas del pueblo garífuna, han orientado su unidad comunitaria y saberes ancestrales para dar respuesta a la pandemia. 

Juana Esquivel, de la organización San Alonzo Rodríguez, de Tocoa, Colón, explica que a nivel comunitario la respuesta se ha basado en acciones solidarias de autocuidado. El valle del Aguán ha sido una de las zonas más conflictivas del país, por la disputa de tierras que ha provocado centenares de asesinatos en los cultivos de palma africana. La militarización se volvió su día a día, tras el repunte de los homicidios por el conflicto agrario en 2008. Con la emergencia sanitaria por la pandemia, la situación parece agudizarse. Las comunidades garífunas, por su parte, han sido las más golpeadas por el olvido de las autoridades e históricamente amenazadas por industrias turísticas y mineras. En 2019 fue el pueblo originario más golpeado por la violencia homicida.

«En comunidades campesinas, la gente ha tenido crisis principalmente por las restricciones de garantías para salir de sus comunidades a obtener aquellos productos que ellos consumen. La mayor parte de las comunidades tomó como medida inmediata restringir el ingreso y salidas de sus comunidades, pero poco a poco han ido creando ideas. Ahora tienen centros de control donde la gente se lava pies y manos antes de ingresar a la comunidad», explica Esquivel.

Algo que estas comunidades han priorizado es la organización para dar respuesta solidaria a las familias más vulnerables. Comparten los recursos, desde las remesas hasta el dinero de las juntas de agua. «Ha sido muy poco o nulo el apoyo que han tenido de las municipalidades y Copeco. Como parte de la corrupción que corroe estas instancias, han hecho un clientelismo político de la ayuda. Las comunidades semiurbanas o urbanas han sabido responder de mejor manera, ya que han podido sostenerse con la producción que va desde tener una gallina, huevos, reserva de maíz, entre otras. A diferencia de aquellas personas que jornalean, viven del día a día y deben pagar una renta», asegura Esquivel, y dice que son las comunidades garífunas las que han dado el ejemplo sobre tener consciencia del cuidado comunitario, identificar a los más vulnerables y compartir para no morir en el olvido de las autoridades.

Ilustración: Juan Pablo Cortés

Texto: Fernando Reyes

Durante este proceso obligatorio de autoaislamiento, de confinamiento, verse en soledad es quizás uno de los retos más grandes que nos ha tocado vivir como generación.

Se nos reta a probar y aguantar a nuestro propio ser, a reflexionar qué tanto amamos o, en definitiva, que tanto nos amamos a nosotros y nosotras mismas. El coronavirus nos ha traído un proceso de reflexión.

Cada quien lo vivirá de acuerdo a su nivel de conciencia, aunque nuestra Honduras nunca deja de recordarnos lo solitarios y desiguales que estamos.

Si por fortuna tenés una sensación de hogar, pese a este contexto, tu soledad es un privilegio innegable que debe trascender de aguantarse a tenerse, sobre todo si se piensa en los que necesitan un amparo porque viven en situación de calle.

No es fácil para nadie, pero justo cuando se siente que todo se va al carajo, este proceso de preparación —que nos ha traído este virus— corona nuestra soledad y nos pide abrazarnos, sin necesidad de tocarnos, justo en nuestro espacio personal, ahí justo en el corazón, para decirnos al oído: «esto también pasará».

La Leona, Tegucigalpa.

Texto: Fernando Silva

Fotografías: Martín Cálix

Avaros y egoístas, son los adjetivos que Juan Orlando Hernández utilizó para describir a empresarios de la industria de la salud que venden mascarillas —a precios más elevados de lo normal— durante la crisis por el COVID-19. Sin embargo, su llamado a la regulación de los precios dista de ser la realidad en las gestiones que su propio gobierno está realizando: compras sobrevaloradas, empresas opacas y adquisición de equipo inapropiado.

Un ejemplo de las irregularidades es que esta semana se dio a conocer una orden de compra por 88 millones de lempiras (3,5 millones de dólares), ejecutada por Inversiones Estratégicas de Honduras (Invest-H) para adquirir de la empresa Access Telecom equipo de bioseguridad. Access Telecom es una empresa ubicada en Estados Unidos con rubro principal en venta de celulares y accesorios electrónicos. En el documento público de esa orden de compra, se consta el nombre de Arturo Osmond Maduro Zelaya, de 50 años y sobrino del expresidente Ricardo Maduro. Sin embargo, Marco Bográn, director de Invest-H, aseguró después que había sido un error colocarlo como contacto en la orden de compra ya que «no tiene ninguna responsabilidad y no es parte de la empresa». Esta investigación revela que Arturo Maduro, sí ha estado vinculado con la empresa Access Telecom que, según denuncias de empresarios nacionales, habría sobrevalorado el precio de los implementos de bioseguridad hasta por un 100 %.

Dentro de la «carpa covid» en el Hospital Escuela Universitario, Felipa Cálix de 53 años desinfecta su una careta de plástico que forma parte de su equipo de bioseguridad para atender a los pacientes que son sospechosos de haber contraído Covid-19, Tegucigalpa, 16 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

***

En una entrevista del 15 de abril, en el noticiero TN5, Bográn cuestionó a quienes preguntan sobre los procesos de compra que están llevando en Invest-H, a pesar de que desde su creación como unidad operativa del gobierno en 2005, nunca se habían dedicado a proyectos del rubro médico. Ahora tendrán que administrar aproximadamente 3700 millones de lempiras entre fondos nacionales y préstamos de organismos internacionales. «¿Cómo es posible que nos pregunten si estamos adquiriendo los insumos a tiempo y a buen precio?, en este momento en el mundo se está adquiriendo lo que se puede», aseguró Bográn, ante la ola de críticas que surgieron en redes sociales cuando publicaron las órdenes de compra que habían realizado, incluyendo el nombre de las empresas con las que habrían adquirido hospitales de aislamiento, ventiladores mecánicos y equipo de bioseguridad.

En apariencia, las ocho empresas involucradas en este proceso parecen no tener irregularidades. Sin embargo, en la compra de insumos de bioseguridad destinados a la Secretaría de Salud, aparece el apellido Maduro como contacto de la empresa Access Telecom, un apellido muy conocido en Honduras. Ricardo Maduro Joest fue presidente de la República entre 2002 y 2006, reconocido por la condonación de la deuda externa, que se logró en su mandato, y la aplicación de cuatro ajustes fiscales que buscaron «rescatar la economía» que se había hundido a raíz del huracán Mitch en 1998. Ahora, Arturo Maduro, un familiar cercano que asiste a todos los eventos sociales donde la familia del expresidente y empresario se presenta, fue el enlace para que Invest-H contactara a la empresa basada en Estados Unidos.

Bográn aseguró en una entrevista que «hubo una confusión, ya que la Secretaría de Salud pasó sus proveedores de insumos y entre ellos venía una empresa estadounidense que había contactado el señor Arturo Maduro, a quien quiero eximir de cualquier responsabilidad. Lastimosamente pensábamos que esta persona, que simplemente mandó el contacto de la empresa estadounidense que ofrece mascarillas, era parte de la empresa y no lo es. Públicamente quiero eximirle de esa responsabilidad, porque no tiene ningún cometido, el error fue nuestro en haber colocado el nombre de esta persona en la orden de compra». Sin embargo, la excusa del error tiene varias inconsistencias.

En primer lugar, el vínculo de Arturo Maduro con la empresa mencionada es mucho más fuerte que el de solo haber sido el contacto casual para ofrecer mascarillas. Según su sitio web y registros abiertos de compañías a nivel mundial, Access Telecom fue fundada en 1999 y su presidente actual es Abraham Benhamu. Su dirección es el local 82 de un edificio en la 97 avenida en el noreste de la ciudad de Miami, Florida. En ese mismo edificio, pero en el local 80 funcionó, de manera activa, entre 2015 y 2017 Distelsa LLC (Limited Liability Company), presidida por Arturo Maduro.

Sin embargo, el vínculo entre el familiar del expresidente y la empresa viene de antes de que compartieran edificio. El 10 de septiembre de 2014, Arturo Maduro participó como miembro del equipo de Access Telecom en la feria de tecnología CTIA en Las Vegas, Nevada y en 2005 inscribió en el registro público de El Salvador a la empresa Teleamerica (razón social de Access Telecom en Centroamérica). En Honduras, Arturo Maduro está relacionado con al menos diez empresas, una de ellas dedicada al comercio y distribución de celulares.

Por otro lado, Bográn describe que Access Telecom fue referida por la Secretaría de Salud como oferente de mascarillas, a pesar de que su rubro es muy diferente pues se dedican al comercio y distribución de celulares, tabletas digitales y accesorios electrónicos. Hasta el momento no hay información de que esta empresa realmente sea un proveedor de insumos médicos para el gobierno hondureño.

Pedro Barquero, presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Cortés, se refirió a esta compra como sobrevalorada. Aseguró que empresarios del norte del país cotizaron las mascarillas y guantes. Confirmaron que con esa misma compra desde China —sumándole los costos por envío y las ganancias—, se podrían vender las mascarillas a la mitad del precio reportado en la mencionada compra hecha a través de Access Telecom. «Esta orden de compra que suma 3,5 millones de dólares, se pudo haber vendido a la mitad en 1,7 millones de dólares. Imagínate cuánta gente se pudo haber alimentado, comprar medicina, cuánto equipo se pudo haber comprado», lamentó Barquero, en una entrevista en un programa de televisión.

Ante los señalamientos, Invest-H emitió un comunicado en el que asegura que todas las compras fueron realizadas en el marco de la ley y que los 62,8 millones de dólares ejecutados hasta el momento han estado bajo la observación del Fondo Nacional de Convergencia (Fonac) y la Asociación por una Sociedad más Justa (ASJ), dos organizaciones altamente cuestionadas por su actuar debido a su  afinidad con el gobierno de Juan Orlando Hernández.

Sin embargo, Carlos Hernández, director ejecutivo de la ASJ, niega que hayan participado en la veeduría de las compras realizadas por Invest-H y asegura que lo que han realizado hasta el momento es el «diseño de una estrategia para hacer un trabajo de veeduría y acompañamiento en los procesos que ellos van a hacer de aquí para adelante. Sin embargo, lo que nosotros le hemos pedido (a Invest-H) es que nos den toda la información que ellos tienen referente a las compras que han hecho, que son justamente respiradores y los hospitales móviles. Nos han provisto toda la información y nosotros con eso estamos generando un informe». Carlos Hernández dice que si hay una unidad del gobierno en la que se puede confiar es Invest-H porque es «uno de los mejores ejecutores del país, ya que es un híbrido entre lo privado y público». La confianza es mutua, pues los funcionarios del gobierno están descargando las preocupaciones de transparencia de la población en esta organización —ASJ—, que también funciona como capítulo en Honduras de Transparencia Internacional.

Por otro lado, Bográn señaló al Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) como una institución que «se está aprovechando del amarillismo, para dar a entender que en Honduras estamos en una secuela de corrupción en medio de la pandemia». Según su página web, el CNA ha presentado 101 casos relacionados con corrupción estatal desde su fundación. El pasado viernes presentaron la investigación La corrupción en tiempos del COVID-19, donde por  medio del análisis  comparativo de los precios  establecidos en el portal de  transparencia de la Secretaría de Finanzas (SEFIN) y  los precios de mercado incluidos en el informe de compras de emergencia del Poder Judicial, identificaron una diferencia de 3,6 millones de lempiras en la compra de equipo de protección de su personal. Gabriela Castellanos, directora del CNA, publicó en su cuenta de Twitter que «mientras todos estamos encerrados en casa, en Honduras, los corruptos quedan en libertad: bienvenidos a la cuarentena de la impunidad».

En el baño móvil de la «carpa covid» del Hospital Escuela Universitario, un rótulo indica que es de uso exclusivo para el personal de la carpa, Tegucigalpa, 16 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

¿De dónde sale el dinero?

De acuerdo con el portal de transparencia de la Secretaría de Finanzas (SEFIN), el presupuesto utilizado para atender la emergencia hasta el momento es de 2949.1 millones de lempiras ($188,8 millones). La cifra corresponde a fondos del Presupuesto General de la República 2020 que se han reorientado para la emergencia. Estas medidas forman parte del decreto ejecutivo PCM-020-2020, publicado el 16 de marzo en La Gaceta, que detalla austeridad y contención del gasto en todas las instituciones del sector público. Esas medidas incluyen la reducción de todos los presupuestos que no pertenecen a salud, educación, energía, seguridad y defensa para obtener el 2 % del total aprobado para 2020.

Hugo Noé Pino, doctor en economía y miembro del Instituto de Investigación de Políticas Públicas (IIPP), asegura que lo preocupante de toda la aprobación de fondos para atender la pandemia y también para «impulsar la economía» después de la crisis, es que «el gobierno se maneja en forma muy poco transparente, porque anuncia un plan, pero no dice en qué se van a invertir las cosas ni la fuente de los recursos para que se pueda dar el seguimiento correspondiente».

Las inversiones más significativas durante la pandemia están a cargo de Invest-H, que se encarga de nueve proyectos de infraestructura vial con fondos de bancos internacionales, la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) que normalmente se encarga de situaciones de emergencia climática y la Secretaría de Salud, que se ha limitado a realizar compras de equipo de protección personal y medicamentos. Sin embargo, de ninguna institución queda claro el destino final de las adquisiciones.

El Hospital María ha sido uno de los centros seleccionados como centros de atención directa de la pandemia, y aquí se ha instalado una carpa de recepción a las personas que ingresan al centro hospitalario, donde se les toma la temperatura y se les hace un breve cuestionario verbal, Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

De acuerdo con Hugo Noé Pino, se está recurriendo a estas instancias, que no tienen experiencia en este tipo de situaciones, porque que el gobierno mismo se ha encargado de «desmantelar» las instituciones del estado que sí tendrían esa experiencia. «Por ejemplo, uno de los problemas que yo miro es que Invest-H fue creado con el objetivo de hacer inversiones estratégicas y le pasaron todo el presupuesto que existía en el fondo vial. Yo no sé, hasta ahora, si tiene la capacidad operativa de dedicarse a todos los otros proyectos que tenía en carreteras y ahora simultáneamente dedicarse a la pandemia».

De igual forma, la doctora Ligia Ramos, miembro del Colegio Médico de Honduras (CMH), asegura que «quien debería rectorar cómo le estamos haciendo frente a la pandemia debería de ser la Secretaria de Salud, ya que por ley es la Secretaría que lleva ese mandato. Estas instituciones deberían ser un apéndice solo para dar un poco de ayuda. No deberían estar teniendo control de las decisiones, de las publicaciones ni de todo lo que conlleva insumos médicos para hospitales, ni estrategias ni nada de eso».

***

Integrantes del Foro Social de la Deuda externa y Desarrollo de Honduras (Fosdeh) y otros miembros de la sociedad civil, denunciaron esta semana en sus redes sociales que Copeco había comprado televisores, cafeteras, dispensadores de agua y otros equipos con precios sobrevalorados. La denuncia se hizo basada en la información publicada en la página web que la Secretaría de Finanzas habilitó para la transparencia de los fondos ejecutados. Sin embargo, autoridades del Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager) aseguraron que lo presentado en el portal solo eran precios de referencia y que aún no han comprado el producto.

Ante las negativas sobre la existencia de gastos sobrevalorados, la Secretaría de Finanzas emitió un comunicado en el que señalan que «la ejecución real presentada en el sitio web de la Secretaría de Finanzas fue proporcionada directamente por Copeco y las demás instituciones ejecutoras. Por lo tanto, de existir discrepancias en los datos proporcionados la responsabilidad de ello es totalmente de cada institución». Todo este enredo condujo a que el Tribunal Superior de Cuentas y el Ministerio Público iniciarán procesos de investigación al personal de Copeco. Además, salió a la luz pública un oficio de la Secretaría de la Presidencia en el que se ordenó la suspensión del titular de la dirección administrativa de la institución, Cristian Elías Santelli.

El doctor José Padilla de 32 años desinfecta la entrada a la «carpa covid» en el Hospital Escuela Universitario, esta carpa únicamente sirve para la identificación primaria de los posibles casos positivos por coronavirus, luego son remitidos a los centros de atención de la emergencia, Tegucigalpa, 16 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Además de su cargo en Copeco, Cristian Santelli funge desde 2015 como representante legal de la organización  no gubernamental de desarrollo, denominada Asociación Vivienda Benéfica Hondureña (Vibeh). Entre 2015 y 2019, esa organización recibió un aproximado de 19,6 millones de lempiras como parte de cinco convenios firmados con la Secretaría de Desarrollo e Inclusión Social para la construcción de techos, letrinas y pisos del programa Vida Mejor —un programa asistencialista del gobierno que ha sido señalado por servir para proselitismo político y por actos de corrupción que involucra a fundaciones que pertenecen a la familia del presidente Hernández con la que han recibido más de tres mil millones de lempiras—.  A pesar de manejar millones de lempiras, Vida Mejor no cuenta con página web y su portal en Facebook apenas tiene una publicación.

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Santelli fue el encargado de aprobar una compra por 2,3 millones de lempiras a la empresa GNM Corporación, que incluía camas unipersonales, televisores de 32 pulgadas, lavadoras y secadoras, entre otros artículos que supuestamente servirían para los pacientes aislados por el COVID-19. En un comunicado, Copeco publicó las facturas de cada empresa, incluyendo la de GNM, y aunque los rangos de precio parecen normales, una búsqueda un poco más exhaustiva muestra otras irregularidades. El número de teléfono de la empresa no parece funcionar. Al llamar a la empresa contigua que aparece en la dirección de la factura, el encargado dice que lo que hay en el lugar indicado es una bodega de dónde sacan bolsas cada cierto tiempo. El hombre, con asombro en su voz, no cree que allí se encarguen de vender electrodomésticos y asegura que las oficinas de los encargados se ubican en otro lugar por lo que es casi imposible contactarlos.

Un empleado de limpieza vestido con equipo de bioseguridad y una bomba de desinfección rocía una mezcla de agua, detergente y cloro en los pies de las personas que ingresan al Hospital Escuela Universitario, Tegucigalpa, 14 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Sobre las compras efectuadas por Copeco, Carlos Hernández de ASJ dice que tampoco han hecho algún proceso de veeduría, aunque ya se han acercado a los titulares de la institución para iniciar el acompañamiento. «La condición nuestra para hacer un trabajo de veeduría a partir de ahora, es que nos puedan proveer toda la información de lo que han comprado en el marco de la emergencia. Ya en la primera reunión que tuvimos con ellos se les dijo que necesitamos la información, si no dan la información, toda la información, lo vamos a decir y no vamos a acompañar el proceso de veeduría», asegura.

Sobre este acompañamiento, Ligia Ramos asegura que deberían ser otras instituciones las encargadas de fiscalizar el proceso. «Ellos se han vuelto parte de todo lo que hace el gobierno, ellos más bien han acompañado al gobierno en un montón de cosas que no están correctas, entonces no creo que tenga moral para decir lo que dicen. No cuentan con la credibilidad de la población y yo no creo en ellos y en vez de ayudar a que se mejorará el sistema de salud han sido cómplices de lo que ha venido ocurriendo», asegura.

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Ante las denuncias de corrupción el presidente Hernández en una conferencia de prensa, el 14 de abril, aseguró que «no vamos a permitir que un malnacido venga y abuse de los recursos del pueblo hondureño». Mientras tanto los funcionarios de gobierno siguen mintiendo y las influencias construidas en ocho años de gobierno siguen evidenciándose.

El gobierno de Juan Orlando Hernández —reelegido de manera inconstitucional en 2017—, inició a finales de marzo la operación Honduras Solidaria frente a la emergencia por #COVID19. En esta campaña, supuestamente, llevarán 800 000 raciones de alimentos a 3,2 millones de personas en toda Honduras. Sin embargo, cada día surgen más denuncias acerca del producto distribuido y el presupuesto, en sus dos modelos de ejecución, no queda claro ni para las autoridades del Foro Nacional de Convergencia (FONAC), institución a la que el gobierno encargó la veeduría del proyecto. El Progreso, Yoro, es uno de los municipios beneficiados con una transferencia gubernamental de 8 millones 460 mil lempiras, que según el gobierno central deberá representar un total de 16 mil 920 raciones, para igual número de hogares. Según datos de la municipalidad esa cifra sólo abarca poco menos del 15 por ciento de la población en el municipio. La gente ha salido a las calles a protestar desesperada por el hambre, la respuesta gubernamental ha sido represión con gas lacrimógeno. Vean el reporte completo del estallido social que se va generando en el interior del país.

Un reporte de Deiby Yánez para Contracorriente.

En Honduras, diversas iniciativas ciudadanas han desnudado actos de corrupción en el manejo de alrededor de 2 mil millones de lempiras de presupuesto ejecutado para enfrentar la emergencia por #COVID19. Los fondos ejecutados presentan irregularidades como sobrevaloración de bienes e incumplimientos a la ley de contratación del Estado al haber proveedores con vínculos familiares con funcionarios. Ante las denuncias ciudadanas, el Estado se defiende aduciendo que es un error de subida de datos. El abogado y catedrático universitario Ramón Barrios ha identificado un grupo de personas, nuevos empresarios con vínculos políticos, que se están beneficiando de la crisis, aquí lo entrevistamos:

La primera línea. Las que siguen llegando a su puesto de trabajo, puntuales, el ejército —el otro ejército— compuesto de mujeres y algunos hombres que ejercen dos labores vitales: enfermería y aseo.

Esta semana, en el departamento de Cortés se reportaron 70 enfermeras auxiliares en aislamiento, bajo sospecha de haber contraído COVID-19 en el ejercicio de su profesión. Cortés es el departamento con mayor índice de contagios: 320 de los 457 casos en total, para la cuarta semana de emergencia por la pandemia en Honduras. Josué Orellana, presidente de la Asociación Nacional de Enfermeros Auxiliares de Honduras (ANEEAH) confirma que al menos 11 casos han dado positivos. Una de las enfermeras se encuentra en la unidad de cuidados intensivos del Instituto Hondureño de Seguridad Social en la ciudad San Pedro Sula. Sí, 10 casos positivos de la primera línea.

«Forman parte de la primera línea», así se ha referido a ellas el presidente del país. El presidente que ha intentado imponer, a través del miedo y no a través de información eficaz, que las personas pobres se queden en casa para evitar enfermarse por COVID-19, aunque no sepan cómo hacerlo, aunque no tengan condiciones para hacerlo. Los primeros días fueron los días de mayor incertidumbre. El cómo llegar, el cómo volver, eran preguntas que apenas se hacían y que no sabían responder. Esquivaban retenes desde sus barrios hasta sus puestos de trabajo. Ahora, en algunos casos tienen transporte con salvoconducto que les permite circular.

Muchas tienen miedo, un miedo con el que han vivido durante años: el miedo de enfermarse porque sus trabajos las ponen en riesgo, un riesgo real, no metafórico. Ese miedo que han experimentado desde que iniciaron en sus puestos —no por coronavirus, sino por enfermar de cualquier cosa—, las ha acompañado y se ha enraizado tanto en sus vidas que están en los hospitales a pesar de eso. También porque en la mayoría de los casos, de ellas dependen sus familias, que se han quedado sin trabajos porque la pandemia lo mandó todo a una especie de zona de espera, todo excepto el hambre.

Yessi Flores de 39 años, es auxiliar de enfermería en el Hospital María. Yessi es madre soltera de 5 hijos (6, 8, 13, 17, 20), ella y su familia también elaboran flores para eventos: bodas, cumpleaños, y decoración de iglesias. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Ana Ruth Corea de de 27 años, vive en la colonia Campo Cielo y trabaja para una empresa que facilita el servicio de aseo en el Hospital Escuela Universitario. Ana es madre soltera de una niña de 8 años y un niño de 4 años. Además de sus hijos, su padre de 62 y su madre de 58 dependen también del salario mínimo que gana, limpiando en el principal hospital público del país. Tegucigalpa, 16 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Abigail Rubio de 25 años, vive en la colonia Altos de El Paraíso y trabaja como aseadora en el Hospital María. Abigail es madre soltera de 2 hijos de 5 años y 16 meses. Su madre de 64 y su hermano de 23, también dependen de ella en este momento. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Abigail Rosado de 61 años, vive en Residencial Plaza, tiene 3 nietos y es madre de 4 hijos. Abigail es enfermera en el Hospital Escuela Universitario. En esta fotografía, hace «turno A» en la carpa de recepción frente al portón 1 de entrada al centro hospitalario. Su trabajo consiste en hacer un breve cuestionario a las personas que ingresan al hospital y hacer toma de temperatura para detectar posibles casos de COVID-19. Tegucigalpa, 16 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Sonia Martínez de 50 años, madre de 2 hijos y enfermera en el Hospital Escuela Universitario. Para poder llegar a trabajar, desde su casa en el municipio de Ojojona, ha tenido que recurrir a la ayuda de una compañera de trabajo para poder movilizarse hasta el hospital. Durante los primeros días del toque de queda, Sonia tuvo que pedir aventón en la orilla de la carretera. En esta fotografía, Sonia está en la carpa de recepción frente al portón 1 del HEU, donde toma la temperatura y hace un breve cuestionario verbal a quienes ingresan al hospital, con el objetivo de detectar posibles casos de COVID-19. Tegucigalpa, 16 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Felipa Cálix de 53 años, vive en Aldea Loarque en la salida al sur de la ciudad. Tiene un hijo de 34 años, una hija de 18 años, y su esposo de 60 años. Debido a la crisis sanitaria actual, al toque de queda y la cuarentena, toda su familia depende de ella que es la única que sale a trabajar. En esta fotografía, Felipa está en la «carpa COVID», un espacio habilitado en el HEU para realizar atención primaria a las personas detectadas como posibles casos de COVID-19. Su labor es ayudar al médico de turno en el cuidado de las personas que luego serán remitidas a los centros de atención de la emergencia. Tegucigalpa, 16 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Brenda Sánchez de 29 años, es supervisora de aseo en el Hospital María. Brenda es madre de 2 niñas de 13 años con 3 meses y un niño de 8 años. Su pareja de 28 años es oficial de seguridad en una empresa de seguridad privada. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Mariane García de 32 años, es licenciada en enfermería y trabaja en consulta externa y estabilización del Hospital María. Mariane vive sola, sin pareja, sin hijos. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Isis Gabriela Matamoros de 26 años, vive con su pareja de 23 años y su hijo de 8 años, quienes ahora mismo dependen de ella que es la única que trabaja. Es supervisora de aseo en el Hospital María. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Pamela Ávila de 40 años vive en La Laguna, una colonia en la salida a Olancho. Es madre soltera de una niña de 9 años. Pamela es hija de una enfermera y hermana de enfermeros. En su casa, además, vive su madre de 69 años. En esta fotografía, Pamela está en la carpa de recepción del portón 3 del HEU. Su trabajo consiste en hacer un breve cuestionario verbal y tomar la temperatura a quienes entran al centro hospitalario, esto para intentar identificar posibles casos positivos de COVID-19. Tegucigalpa, 14 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Mirian Sánchez de 47 años, es madre soltera una adolescente de 15 años y un adolescente de 18 años. Mirian trabaja como enfermera en el HEU, en la sala de emergencia de pediatría. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Jessica Cerrato de 48 años, es madre de un chico de 21 años y dos chicas de 19 y 18 años. Ella y su familia viven en Barrio Lempira. Jessica trabaja como enfermera en el HEU en la sala de emergencia de pediatría. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Ingrid Suazo de 47 años, es enfermera en el Hospital María. Es madre de chicas de 18 y 10 años. El día de esta fotografía, se cumplía el noveno mes de fallecimiento de su esposo. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Abigail Méndez de 24 años es oficial de atención al paciente en el Hospital María, ella vive en la colonia Altos de La Primavera con su padre de 57 años, su madre de 52 y su hermano de 21, debido a la crisis sanitaria actual provocada por la expansión del Covid-19 su familia depende toda de ella. Esta fotografía fue realizada en la carpa de recepción donde ella toma la temperatura y realiza un breve cuestionario verbal a quienes ingresan al hospital con la intención de identificar posibles casos positivos de Covid-19, Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Yeni Rodríguez de 36 años, vive la colonia Los Pinos, con su esposo de 38 años, quien es comerciante individual y que durante la crisis provocada por la llegada al país del COVID-19 ha trabajado esporádicamente. En esta fotografía, Yeni está dentro de la carpa de recepción del Hospital María, donde ella trabaja identificado posibles casos positivos de COVID-19. Les toma la temperatura y les realiza un pequeño test verbal. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Criselda Rivera tiene 39 años. Es madre de dos chicos de 23 y 20 años y dos chicas de 22 y 11 años. Su esposo de 43 años, trabaja como maestro constructor, pero durante la crisis sanitaria actual no ha podido trabajar, razón por la que todo el peso de la familia ha recaído sobre Criselda. Esta fotografía, fue realizada en el interior de la carpa de recepción, donde Criselda toma la temperatura y realiza un breve test verbal a quienes ingresan al hospital como posibles casos positivos por COVID-19. Tegucigalpa 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Lelys Cárdenas tiene 58 años. Es licenciada en enfermería, madre de dos hijos de 22 y 19 años. Su pareja de 62 años ahora es un trabajador jubilado, ella y su familia viven en la colonia Prados Universitarios. En esta fotografía, Lelys está dentro del área de niños pacientes enfermos de dengue, donde trabaja atendiendo a los enfermos del virus. Tegucigalpa, 16 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Maleny Velásquez tiene 28 años. Es madre de dos niñas de 12 y 6 años, vive junto a su padre de 55 años, su madre de 43 años y su esposo de 27 años. El esposo de Maleny es repartidor para la empresa de delivery, Glovo, y durante la actual crisis no ha dejado de trabajar, pero asegura que la empresa no le ha pagado. Maleny trabaja como aseadora en el Hospital María. Tegucigalpa 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.


La población hondureña cumple aproximadamente cinco semanas de confinamiento a causa de la pandemia por COVID-19. A pesar de un toque de queda, absoluto para algunas ciudades, que supone restricciones al uso del espacio público y con ello la reducción de las actividades económicas formales e informales de las que se nutre la extorsión, hay diferentes opiniones y percepciones acerca de las actividades criminales durante la pandemia. De acuerdo a fuentes oficiales, las organizaciones delictivas han continuado operando de manera rutinaria para adaptarse a la coyuntura y continuar con la extracción de recursos a la población y el comercio. Otras fuentes señalan que la reducción de la actividad económica también afecta la generación de recursos que ofrece la extorsión y otras actividades ilícitas.

Honduras es uno de los países más pobres y violentos de Latinoamérica y también  uno de los más desiguales, de ese contexto emergen diversas formas de criminalidad. La extorsión y el sicariato son dos de las actividades ilícitas con mayor impacto en esta sociedad, por su efecto en la economía de las personas y por la pérdida de vidas, según datos recopilados por la Secretaría de Seguridad.

Cada seis horas se detecta un nuevo caso de extorsión que en algunos casos termina con el asesinato de las víctimas de ese delito, especialmente comerciantes y transportistas, según la Mesa temática de criminalidad y la Fuerza Nacional Antiextorsión (FNA), quienes agregan que el sector transporte paga aproximadamente 540 millones de lempiras anuales por extorsión.

El oficial de comunicaciones de la regional de Tegucigalpa de la Fuerza Nacional Antimaras y Pandillas (FNAMP), Mario Fu, asegura que las maras y pandillas se han visto acorraladas ante la crisis sanitaria generada por el COVID-19. Por esa razón, Fu afirma que esos grupos han tratado de cambiar la mecánica criminal para agenciarse de recursos y tratar de subsistir. 

Uno de los «golpes al crimen organizado» más publicitado por la FNAMP, fue la detención de dos supuestos empleados del sector salud que transportaban marihuana en una ambulancia durante el toque de queda el pasado 7 de abril. «También en Comayagua se le dio captura a cinco miembros de una estructura criminal que transportaba varios paquetes de supuesta droga en una llanta de vehículo», afirmó Fu. 

Si bien el mercado ilícito de drogas no parece estar interrumpido por la pandemia, la extorsión está siendo impactada de mayor forma por los efectos de la cuarentena en la economía. Victor Aguilar, presidente de la Asociación de Taxistas de Honduras (Ataxis), asegura que actualmente no han estado pagando extorsión. «Ellos [las pandillas] saben que no hay entrada de dinero y es imposible que uno pueda pagar. No hay dinero ni para tomarnos una bolsa de agua peor para pagar extorsión o cualquier otro impuesto, así que sería el colmo que nos hostiguen por eso ahora», asegura Aguilar, y explica que, desde que inició el confinamiento, no han recibido ningún tipo de amenazas por parte de las maras o pandillas que usualmente les cobran extorsión. 

Por su parte, Carlos Sierra, representante del Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (CIPRODEH), asegura que no se puede evidenciar que la extorsión ha bajado, pero sí las denuncias por extorsión, ya que muchas de las actividades de los cuerpos policiales del país se han concentrado en apoyo de la emergencia nacional y se encuentran cerradas varias instancias donde se realizan las denuncias.

El posible indulto por pago de extorsión no es algo que solo estaría ocurriendo en Honduras. El 26 de marzo una noticia de El Periódico de Guatemala daba a conocer que «los comerciantes de la colonia Kennedy, en la zona 18, señalaron que los dos grupos de pandilleros que los extorsionan en el mercado local, perdonarán el cobro ilegal por una semana, a causa de las ventas irregulares por el estado de emergencia ante el COVID-19. “Solo por una semana” advirtieron».

En El Salvador, la pandemia también modificó las prácticas de control de las pandillas y la extorsión. «Por disposiciones oficiales de las pandillas» se ha determinado que es difícil cobrar la extorsión en medio de la paralización económica que vive el país. Además, las pandillas han impuesto sus propios toques de queda en los barrios. De acuerdo a Juan Martínez, antropólogo especialista en temas de pandillas y violencia social en Centroamérica, la vulnerabilidad social en que los miembros de las pandillas viven podría ser una razón para para hacer valer el toque de queda en sus territorios. «“Mira, Juan, no queremos que esto se expanda. Si nos toca llegar a un hospital y necesitamos un respirador no se lo quitarán a una persona de la colonia Escalón (una colonia de buen estatus económico en El Salvador)”. Lo que me quería decir es, que no desconectarán a un rico para conectar a un pandillero o a alguien de nuestras comunidades», cuenta a Contracorriente el antropólogo salvadoreño.

Martínez explica que los más interesados en que se reanude nuevamente el comercio y la vida normal son las pandillas, ya que la economía formal y la economía criminal están sumamente vinculadas. En el tema de la extorsión se puede ver muy claro, porque esta depende de la actividad comercial, si no hay comercio activo, no hay cobro de extorsión. 

Cuando la crisis del COVID-19 se normalice, ¿qué pasará con los índices de violencia? «En Honduras lamento vaticinar —exactamente en Cortés— una crisis de violencia en los meses que nos vienen ante el desmorone del Estado de derecho en esa zona. Estos grupos criminales recuperan su papel protagónico, porque en Honduras se viene arrastrando una crisis política con un gobierno que no es legítimo ni reconocido. Ya existían manifestaciones de descontento muy fuertes. Hay una institucionalidad muy frágil, sobre todo en San Pedro Sula, y en este departamento hay más agilidad social para hacer cosas como los saqueos», explica Martínez.

Cortés es el departamento más golpeado por la pandemia, acumula el 78 % de los casos confirmados y ya ha entrado en fase cuatro de contagio. Las expresiones de desesperación por el hambre, la incertidumbre y la falta de acceso a la salud, han ido escalando hasta llegar al cierre de calles, protestas, el incendio de un vehículo y el intento de saqueo de algunos almacenes, sobre todo en la ciudad de Choloma. 

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Los cambios que la pandemia produzca en la dinámica violenta y criminal podrán ser de corto plazo en lo relacionado con el el cierre del espacio público y la disminución de la economía formal e informal, el largo plazo depende de las políticas de seguridad y combate al crimen que el Estado no va a cambiar enmedio de la emergencia. En Honduras, la pandemia COVID-19 se suma a la larga lista de precariedades que la población enfrenta día a día y a las que adapta frente a la incapacidad de las instituciones de minimizar el impacto de la mejor manera. Las dinámicas criminales son adaptativas también, especialmente cuando tampoco ha habido una respuesta institucional orientada a superar el problema.

Desde que era niño comencé a cuestionar muchas cosas en torno a mi vida. Me preguntaba por qué tenía que ser como soy y por qué tenía que sufrir por eso. Yo era de uno de esos niños al que desde lejos «se le miraba el gran arcoíris» y a mis maestros esto no les gustaba, por eso en la escuela sufrí de bullying. Cuando era la hora de los juegos tradicionales yo tenía que esconderme, porque en el mundo «normal» hay roles que ya están definidos para quienes son niñas y para quienes son niños, y eso creaba una gran contradicción en mí. Se me hacía muy difícil poder conducirme en este mundo que parecía no estar programado para la gente como yo.

Cuando miraba la televisión junto a mi familia y surgía algún tema relacionado con la homosexualidad, mi mamá comenzaba a hablar muchas cosas que hacían que yo no pudiera exteriorizar lo que pensaba, decirles lo que sentía y comunicarles, de manera abierta, quien era en realidad. Cuando llegó mi adolescencia, empecé a sentir atracción física, sexual y emocional por niños que eran de mi mismo sexo. Por supuesto, que no era algo que podía expresar con la libertad que quería. 

Si fuera posible, yo no querría regresar jamás a los años en los que estuve en el colegio, porque estuvieron llenos de muchas dificultades. Junto a otras compañeras y compañeros sufrimos por ser gays y lesbianas. En realidad, yo siempre defendí lo que creía que era justo, pero a los docentes y autoridades del instituto no les gustaba la manera en que yo hablaba, ni cómo me vestía, me comportaba, me peinaba, en fin. Ejercieron una violencia permanente. 

Salí del closet a los 15 años. Tuve que enfrentarme a mi madre y decirle que yo era una persona que tenía una orientación sexual diferente a la tradicional. Mi mamá nunca me rechazó, pero ella estaba llena de confusiones. Era duro llegar a casa y que no me saludara, que no me preguntara si tenía hambre para cocinarme (como usualmente lo hacía). Y es que mi mamá no entendía nada, no sabía cómo reaccionar frente a esto. Trabajé en sensibilizarla y hacerle saber que ella siempre iba a seguir siendo mi madre, de que muchas cosas habían cambiado, que a partir de ese momento ya no era su hijo, sino que su hija. Todo eso ha sido un proceso que hemos tenido que trabajar mano a mano. 

Los 18 años para mí significaron un portal hacia la libertad. Empezó mi transición: yo tenía una mochila que permanecía con un candadito, en ella cargaba con mi ropa femenina porque ya empezaba a identificarme con quien era, me gustaba todo lo que —me habían enseñado— caracterizaba a una mujer.  Cuando me iba de fiesta me arreglaba muy bonita, pero lo hacía fuera de casa porque mi madre no sabía que «Kendra» ya existía, entonces lo hacía en casa de mis vecinas o amigas.

Yo nunca quise lastimar a mi papá y a mi mamá. En una ocasión mi mamá se desmayó en mis brazos. Uno de mis hermanos le dijo que me habían visto vestida de mujer, esto la impactó demasiado. Con muchísimo dolor tuve que enfrentarme a ella y decirle que en realidad no era yo quien le estaba causando tanto dolor, sino que eran las personas malintencionadas que pronunciaban esos comentarios transfóbicos, que tenían como objetivo hacerme quedar mal ante ella y denigrarme como persona. Yo no hacia nada malo, simplemente merecía verme como sentía que era.

Llegó el momento en el que pensé que tenía que elegir mi nuevo nombre, el que yo quería y cómo quería que me llamaran. El primer nombre que elegí fue Clarisa, pero luego decidí ponerme Kendra en honor al personaje de una serie que me gustaba mucho y con la que me sentía identificada. Me gusta que la gente me llame por este nombre, porque es la identidad que he elegido y es la que me hace sentir bien, respetada y como el ser humano que soy. 

Un día tuve una pelea muy fuerte con uno de mis hermanos. No hubo golpes, pero sí muchas palabras de ofensa y humillación. Decidí marcharme de casa. Yo tenía 20 años. Recibí la llamada de mi madre y fue ese día cuando me dolieron, más que nunca, sus palabras. Me dijo que nunca regresara, que me olvidara de ella y que no anduviera rondándola. Ambas lloramos —aún lloro al recordarlo— y esa fue la primera vez en que me sentí completamente sola. En medio del profundo dolor que sentía, decidí asumirlo. Fui siempre muy apegada a ella. 

Pero no todo en este camino ha sido sufrimiento y oscuridad. Entré en una etapa muy bonita: decidí ser la persona que quería. Pasó el tiempo, fui a casa a buscar a mi madre y a hablar con ella. Regresé a mi hogar. 

Un día le dije a mi mamá que lo sentía, pero que esta vez yo iba a ser tal como era, dentro de mi casa: decidí ponerme guapa y ella logró entenderme. En el caso de mi padre, él solo me miró ir en el camino, nunca me dijo nada, nunca me golpeó ni discriminó. A pesar de eso, en él y en los hombres de mi familia el trabajo todavía no se termina. Para ellos aun siendo Kendra (la mujer que soy), no soy así. Sé que es producto del machismo que todavía tienen. Los hombres tradicionales, en este sistema patriarcal, no dirán abiertamente que tiene una hermana o una hija trans.

A mis 21 años empecé el proceso de hormonización. Quería un cuerpo con formas femeninas. Este es un momento muy importante en mi vida porque significaba sentirme cómoda con mi cuerpo. Empecé a investigar qué hormona podría ser efectiva para mí. Fue duro porque sentía cosas horribles en mi cuerpo: se me ponían los labios y uñas moradas, por ejemplo. En lo personal y con base en mi experiencia, no recomiendo este tipo de tratamientos. No es por egoísmo, sé que cada cuerpo reacciona de distintas formas, pero en mi caso fue un proceso doloroso, porque en realidad esa carga hormonal no era parte de mi organismo. A pesar de todo, desde ese momento empiezo a ponerme más bonita. 

Ya no sueño con tener grandes tetas ni un gran trasero, el tema del maquillaje ya no es para mí. Me gusta ir al gimnasio para mantenerme en forma y saludable porque me gusta cuidarme. Todo esto lo he ido aprendiendo en el movimiento feminista. Junto a otras amigas, hace algunos años, creamos el primer grupo de mujeres trans y mujeres lesbianas feministas. Yo empecé a deconstruir cosas que había construido. La identidad de género me decía que lo tenía que hacer: el pelo largo, el maquillaje, en fin. Pero poco a poco fui deconstruyendo esos patrones. No voy a negar que soy una mujer muy apasionada, sexy, me gusta vestirme bien y que se sienta mi presencia cuando llego a un lugar. 

Hay personas que me han dicho que soy el diablo en vivo, que yo le hago mal a las personas por ser transexual. Pero lo primordial para mí es que mi madre me vea como su hija. Ella se siente muy orgullosa de quien soy, me quiere, me respeta, incluso ha conocido a mis parejas. 

Actualmente vivo con mi familia: mi mamá, mi papá y mis hermanos (yo soy la menor de los cuatro). Trabajo en Médicos sin fronteras, tengo 31 años y decidí llamarme Kendra Stefani Jordany. También, desde diferentes espacios, trabajo por resaltar y visibilizar las luchas de las mujeres trans. Esto nos compete a todos y todas. Jamás he pedido que me acepten, yo pido respeto porque las personas diversas no andamos diciendo que aceptamos a los heterosexuales, porque no va de eso. Soy una mujer feliz, plena, llena de sueños. Soy quien siempre quise ser, quien decidí ser.  

Break in peace

Texto: Juan Carlos Enamorado «JC Rock»

Ilustración: Kelvin Enamorado «Shino Rock»

El sentimiento de soledad solo es tapado por un nudo terrible de agonía y nostalgia. La soledad, en gran medida, es una compañera fiel que nos permite ver hacia adentro y —cuando el subconsciente lo permite— cuestionar nuestro entorno. Hoy puede ser uno de esos momentos que me ha permitido cuestionar mi deprimente realidad.

Ayer me enteré del asesinato de un joven que respondía al nombre de Felipe Hernández. No fue otra muerte más de las muchas que acontecen en San Pedro Sula, siento que fue diferente porque sucedió en plena emergencia mundial por COVID-19. En San Pedro Sula tenemos un toque de queda absoluto. El día que asesinaron a Felipe, era el día que a él le tocaba circular —según las disposiciones del gobierno en la emergencia—. Estaba en el famosísimo Maheco (punto de buses y transporte público de todo tipo), donde decidió vender almuerzos a sesenta lempiras para conseguir un poco de dinero y así sobrellevar la cuarentena. Solo pasaron dos horas de haber publicado en sus redes sociales el anuncio de su venta, cuando llegaron a asaltarlo y matarlo. 

Esto solo nos recuerda, una vez más, la triste y cruel realidad que vivimos: un círculo de injusticia social que lejos de motivar a la juventud a seguir adelante, la orilla a tomar decisiones poco acertadas. Estas decisiones son impuestas por el estigma y discriminación social. Muchos jóvenes son obligados, por la presión de su entorno, a ejecutar aquello que durante tanto tiempo se les dice: «los jóvenes son delincuentes, ladrones, drogadictos». Me atrevo a decir que a Felipe lo mató otro joven que fue vulnerado en su vida, esto lo llevó a hacer realidad lo que por tantos años la sociedad le dijo que era: un asesino. 

Felipe era un joven con mucho talento, conocido en la primera generación de Skateboarding de San Pedro Sula. Ya no estaba activo compitiendo en los diferentes eventos desarrollados a lo largo del año, pero siempre estaba pendiente de qué sucedía y de cómo apoyar. Compartía artes para promocionar los eventos o donaba aportaciones económicas para los premios de los torneos que el Club de Skater de San Pedro Sula organiza de manera local.

Él tenía una aparente vida normal: trabajaba en una joyería y tenía su novia a quien amó hasta sus últimos suspiros. Tenía muchas ganas de triunfar en esta vida, siempre le miraba el lado positivo a la realidad que vivía a diario. Tuve el privilegio de verlo en un par de eventos y torneos que realizamos con la ONGD «Warriors Zulu Nación Honduras» y ahora su muerte me recuerda la injusticia también cometida contra Yovin Villanueva conocido como «Ross One» bailarín profesional de Breaking  y otros jóvenes del país asesinados, con los que compartí en algún momento la  pasión por las artes y deportes extremos.

Este hecho no representa una muerte más para las estadísticas, representa la iniquidad que sucede, más seguido de lo que uno se puede imaginar. Siempre se dice que la víctima tiene la culpa, que lo mataron por algo: «en algo malo andaba ese “wirro”». Pero qué tal si aceptamos la terrible realidad que negamos como sociedad: no necesitamos estar en algo negativo para que el verdugo de la injusticia acabe con nuestra luz. En un análisis realizado para el periodo de 2019-2020 con el equipo de Warriors, contabilizamos al menos nueve jóvenes asesinados en el país, todos formaban parte de la comunidad de atletas y artistas.

Yo que llevo once años en este rubro de la gestión cultural urbana —gestionando espacios recreativos y sanos para la juventud excluida socialmente— he sido estigmatizado por el simple hecho de ser joven e incursionar en el mundo de las artes y deportes extremos del país, por trabajar con jóvenes vulnerados en comunidades de alto riesgo, principalmente . He vivido en ciertas comunidades vulneradas y he podido notar que muchos jóvenes buscan otras opciones para poder resaltar y ser un ciudadano de bien, pero se necesita comprensión, apoyo moral y motivación para lograr lo que se proponen.

Sin embargo, ¿qué hacemos como sociedad para finalizar de una vez por todas esta cadena de violencia cargada de indiferencias, corrupción, apatía, individualismo y conformismo?, ¿cuántos jóvenes más serán asesinados así como Felipe?, ¿acaso es necesario que un amigo o familiar sufra este golpe? Sabemos lo difícil que es ser joven en este país, todas las trabas que se presentan en muchos espacios, incluso por el hecho de residir en comunidades vulneradas.

Hoy la comunidad de Skateboarding de Honduras lamenta esta terrible injusticia, y me permito escribir estos pensamientos en voz alta para cuestionarte a vos que lees esto, motivarte a que juntos aprendamos a leer nuestro contexto y buscar acciones que parecerán pequeñas, pero que generarán grandes cambios. Iniciemos desde nuestro entorno y contagiemos a más personas para lograr un cambio. Ya basta con justificar nuestra miseria y desgracia social, debemos de tomar cartas en el asunto.

Texto: Otto Argueta

Portada: Jimmy Girón

La pandemia del COVID-19 ha llevado a que la mayoría de los Estados dispongan una serie de restricciones a la movilidad de las personas, con el objetivo de reducir el contagio masivo. Hasta el momento, el distanciamiento social parece ser la solución más razonable para evitar que los sistemas de salud colapsen, debido a la velocidad y facilidad con que se transmite la enfermedad. Evitar que las personas se reúnan de manera voluntaria o involuntaria es el gran objetivo y, para lograrlo, los estados utilizan la normativa legal para restringir el uso del espacio público, a través de limitar algunas garantías constitucionales.

Se ha debatido sobre los efectos que estas medidas producen en la economía, pero ¿qué factores condicionan el escalamiento de esta situación en conflictos sociales? En toda sociedad esos factores están relacionados con las instituciones y con la confianza, y con la legitimidad que la sociedad tiene hacia ellas y sus gobernantes. En Honduras, la crisis pandémica es un asunto político bastante susceptible de escalar en conflictos sociales.

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Reducir el impulso gregario del ser humano no es tarea fácil. Requiere enfrentar uno de los logros evolutivos que nos hizo ser lo que somos: una especie que depende de su capacidad de interactuar, de comunicarse, de compartir el conocimiento y, por supuesto, de creer colectivamente en algo —sea un dios o una ley—. Esa cualidad no implica que siempre funcione para el beneficio común de todas las personas. Los niveles de proximidad y de confianza determinan el alcance del beneficio de la acción colectiva. Un grupo buscará la interacción con otro grupo para colaborar y apoyarse o para extorsionarlo, robarle lo que tenga o estafarlo. Eso dependerá de prejuicios, creencias, identidades y también de necesidades.

El contagio del COVID-19 no distingue el motivo de la reunión o de la interacción. Se contagia igual el grupo de religiosos que se reúne en una iglesia, los fanáticos de un equipo de fútbol, los asistentes a un concierto, los compradores en un mercado, los vacacionistas en una playa, los médicos que atienden una emergencia o los políticos que abrazan personas para hacer una buena fotografía. Todos se contagian siempre y cuando interactúen.

Las medidas de restricción son necesarias y el que estas tengan que ser impuestas por el Estado, depende de qué tanto los ciudadanos confían en las instituciones públicas por encima de sus creencias individuales. En los países en que las instituciones públicas son confiables —especialmente las de salud—, bastó con emitir alertas e información para que las personas tomaran medidas de distanciamiento. El Estado informa y recomienda, el ciudadano confía y obedece porque no duda en que las instituciones hacen lo correcto por las razones correctas. Ese pacto social no se crea durante la crisis producida por la pandemia, sino que es el resultado de una larga trayectoria de relaciones Estado-sociedad.

En sentido contrario, la falta de confianza en las instituciones y en los gobernantes hace que las personas antepongan sus necesidades, creencias e intereses a cualquier disposición proveniente de sus gobiernos. En algunos casos, las razones sobran y son justificadas, van desde la necesidad de sobrevivencia hasta la incredulidad de que lo que anuncia un presidente es real y no parte de un engaño más. Si bien eso sucede casi siempre, durante la pandemia se hizo más evidente en países como Guatemala, El Salvador y Honduras. Los gobiernos recurrieron a los estados de emergencia y toques de queda de forma inmediata, luego del reporte de los primeros contagios e incluso antes de que éstos fueran detectados. Los tres gobiernos recurrieron a las fuerzas de seguridad para controlar el movimiento de las personas y a la invocación a dios, para movilizar su voluntad. Al fin de cuentas, ambos mecanismos aluden al miedo, uno vía las armas y el otro vía la culpa. La mayoría de presidentes del continente americano han entregado a las manos de Dios la solución de la crisis. Ese tipo de relación entre Estado y sociedad tampoco se creó durante la pandemia, es la expresión de un patrón político que sustituye la falta de confianza en las instituciones por la fuerza de la represión y de los dogmas religiosos. Los ciudadanos deben atender las medidas porque temen ser encarcelados o castigados divinamente.

El conocimiento sobre la pandemia ha sido progresivo. Se buscó entender primero la naturaleza de una enfermedad que avanzó de manera acelerada por el mundo. Se entendió que había que tomar medidas de distanciamiento social y cerrar las fronteras. Eso llevó a la preocupación sobre los efectos económicos producidos por la pandemia, un debate que ha puesto en contraposición la vida y la economía y que ha dado lugar a expresiones radicales como la de sacrificar a las personas más vulnerables —las de la tercera edad—, con el fin de salvar la economía.

Los préstamos, prórrogas para el pago de impuestos y servicios, remesas en efectivo para evitar la reducción del consumo, entre otras, son medidas que dependen del entorno institucional en el que se implementan. En los países en donde la recaudación de impuestos a individuos y empresas se traduce en servicios públicos de calidad y los derechos laborales están protegidos, las medidas de encerramiento no producen una crisis familiar, las personas saben que sus empleos y lugares de habitación están garantizados, tienen seguridad y si hay alguna emergencia, como por ejemplo un parto, el sistema de salud lo atenderá.

Al contrario, en países en los que se ha privilegiado la acumulación de riqueza de familias, élites económicas y políticas a través de la evasión de impuestos, la corrupción y vínculos político-criminales, los Estados están desfinanciados y han recurrido al endeudamiento público para promover medidas populistas y, en algunos casos, más corrupción. Los estados protegen a los empleadores, los cuales cargan a cuenta de vacaciones de sus trabajadores los días de cuarentena o hacen despidos masivos. En países en donde la mayor parte de la población económicamente activa sobrevive de la economía informal, el encerramiento produce una crisis de sobrevivencia, se aumenta la incertidumbre en la que la mayor parte de la población vive y se buscarán salidas inmediatas a los problemas, cueste lo que cueste.

Este es el nivel del conflicto social, de las consecuencias que las medidas restrictivas producen en la relación entre el Estado y la sociedad, de la forma en que las instituciones abordarán el descontento social y de la forma en que la sociedad buscará sobrevivir la precariedad que aumenta debido a la crisis económica y a los abusos cometidos por empleadores y fuerzas de seguridad.

La pandemia no es el conflicto social. Lo es la tensión existente entre el Estado y la sociedad, y que aumenta debido a la pandemia y que se suma a la trayectoria de conflictos que tiene cada sociedad. ¿Cuáles son los ingredientes de la receta con la que se cocina una escalada de conflictos en el contexto de la pandemia? Aunque tal vez esos ingredientes se pueden identificar en otros países de América Latina, es en Honduras en donde son más visibles y en donde se han manifestado ya con mayor claridad.

Las premisas básicas

Antes de analizar el caso hondureño, es importante mencionar algunas premisas básicas sobre la dinámica de los conflictos sociales.

    • Un conflicto social es la suma de muchos conflictos no resueltos. Con el objetivo de analizar y entender, se diferencian por sus motivaciones, actores o niveles de violencia. Así, se dice que un conflicto es económico, social, político, cultural, violento, pacífico, étnico, religioso, etc. Esa división es útil cuando se trata de identificar y dar respuesta a una demanda específica, pero en realidad los conflictos —las demandas que los motivan— se acumulan en la memoria de los grupos afectados, sobre todo cuando la respuesta no es satisfactoria o es del todo ausente.

    • El Estado está en el centro de los conflictos sociales. No importa si un conflicto es entre dos o más grupos o individuos privados (entre una empresa y una comunidad, entre dos empresas o dos grupos de vecinos) o si la demanda es privada (un contrato fallido, por ejemplo) siempre hay derechos que están siendo vulnerados para una de las partes. La garantía de esos derechos es responsabilidad del Estado, lo cual lo ubica como parte directamente involucrada en el conflicto. El tipo de respuesta que el Estado tenga será entonces determinante en el rumbo que el conflicto tome.

    • La protesta social (salir a las calles) no es el conflicto en sí, sino una expresión de uno o más conflictos. No todos los conflictos conducen a que las personas protesten en las calles. La protesta social es una forma de canalizar un conflicto y, en principio, en un estado democrático, la protesta social es un derecho. Cuando un estado reprime la protesta porque considera que es un conflicto, porque altera el orden público o porque se hace el juego maniqueo de contraponer derechos (de protestar o de circular, por ejemplo), entonces la tensión aumenta y la protesta tiende a escalar. Otra consecuencia es que las personas buscarán otras formas de lidiar con el conflicto. Por ejemplo, la delincuencia se considera como expresión de un conflicto estructural, de largo plazo (la marginalidad, la pobreza, la exclusión, la desigualdad). Así mismo, el saqueo y el vandalismo expresan descontentos sociales que se canalizan a través de acciones radicales.

    • Lo estructural encuentra salidas en lo coyuntural. La estructura social, es decir, la forma en que la sociedad se organiza a través de sus instituciones y relaciones, produce una serie de conflictos que se arraigan a través del tiempo. Sociedades con altos niveles de desigualdad social y económica, de exclusión y marginalidad hacen que grandes grupos de personas acumulen innumerables insatisfacciones que se manifiestan en coyunturas específicas, es decir, cuando existen detonadores que condensan el descontento acumulado y explotan de diferentes formas en momentos específicos, a veces predecibles y en otras ocasiones completamente espontáneos.

    • La violencia es evidencia de la incapacidad del Estado de responder a los conflictos. Cuando un Estado recurre a la fuerza para lidiar con cualquier manifestación de inconformidad, la sociedad responde también de forma violenta. Se establece así una simbiosis que tiende siempre a escalar y que corresponde al Estado interrumpir. El problema es cuando los estados lo quieren hacer de forma violenta y se entra entonces en la dinámica de quién golpea primero y más fuerte. La consecuencia de eso es que la violencia se enraíza en las relaciones sociales y desgasta, hasta disolver, cualquier intento de construir democracias.

    • Todo conflicto es político. Ya sea por sus motivaciones o por la forma en que es enfrentado, todo conflicto expresa una relación de poder que se expresa en la política. La delincuencia, por ejemplo, expresa un conflicto social relacionado con la economía y las condiciones de vida de los grupos sociales. Cuando los gobiernos sacan provecho de eso (en campañas electorales, haciendo pactos con el mundo del crimen o justificando su incapacidad por la existencia de grupos criminales) entonces el problema es político. Cuando un gobierno establece alianzas y favorece a una de las partes del conflicto alejándose de la neutralidad jurídica que debe tener, entonces el conflicto se transformó en político.

Honduras y los signos del estallido social

El gobierno de Juan Orlando Hernández, impuso una serie de medidas restrictivas para enfrentar el COVID-19 que incluyeron limitar la libertad de locomoción, de asociación, las garantías de prisión preventiva y allanamiento, así como la propiedad privada. Se había limitado también la libertad de expresión del pensamiento, pero esta fue posteriormente restituida. Esas medidas ocurren en un contexto en donde los conflictos sociales han sido una constante histórica, especialmente durante el actual período de gobierno y el anterior, ambos presididos por Juan Orlando Hernández. En ese contexto, las medidas restrictivas no constituyen en sí un conflicto social, sino son un detonador de conflictos existentes que en una coyuntura específica aumentan la tensión y podrían derivar en una escalada de conflictos diversos. Los siguientes son algunos de los factores que podrían dar cuenta del riesgo de escalada de conflictos.

Medidas restrictivas, economía informal y conflicto

La policía y los militares, fueron desplegados a las calles de las principales ciudades del país para controlar la circulación de las personas. El 8 de abril de 2020, el gobierno de Honduras reportó que 6000 personas habían sido capturadas por transgredir el toque de queda y que además se habían decomisado 2000 vehículos. Las personas estarían detenidas por 24 horas y se impondrían multas de 600 Lempiras (25 dólares) por vehículo decomisado.

La detención masiva y arbitraria en Honduras es una de las causas del hacinamiento de los centros de detención penal del país y de la saturación del sistema de justicia. La mayoría de los jóvenes de barrios y comunidades vulnerables han sido detenidos en operativos policiales y militares y luego dejados en libertad. De acuerdo a muchos de esos jóvenes, el tener antecedentes penales y policiales se traduce en un obstáculo para su ingreso al mercado laboral. Cada vez que una persona es detenida, aunque sea por 24 horas, la familia es afectada ya que deben incurrir en gastos para costear la burocracia necesaria para la liberación de la persona. En algunos casos, también la corrupción. El arresto temporal y el decomiso de vehículos, además del pago de multas para recuperarlos, lejos de ser un escarmiento por no obedecer una disposición pública, afecta la ya precaria situación de las familias que dependen de la economía informal. Lo lógico será que esas familias saldrán al siguiente día a buscar recursos con más necesidad.

El 73 % del empleo no agrícola en Honduras es informal, es decir, que no es regulado ni paga impuestos al Estado. Sin embargo, esa forma de empleo hace posible que millones de personas obtengan lo necesario para sobrevivir especialmente en un país con un mercado laboral limitado y excluyente. Las medidas de restricción del uso del espacio público afectan directamente a ese grupo de población, al que debe salir día a día a obtener lo necesario para alimentar a las familias.

De igual forma, el transporte público es en Honduras un déficit urbano que afecta a miles de personas diariamente. El único intento municipal por replicar los sistemas de transporte público existentes en ciudades como México, Colombia y la vecina Guatemala terminó en la alteración de las vías más transitadas de Tegucigalpa, la construcción de estaciones que nunca fueron inauguradas porque los buses nunca fueron adquiridos, a pesar de haber sido oficialmente adquiridos. El llamado Trans450 que terminó en un gran acto de corrupción visible a todos, dado que las inútiles obras grises siguen alterando el tráfico de las congestionadas vías de la ciudad. El transporte en ciudades como Tegucigalpa y San Pedro Sula es una combinación de servicios privados formales e informales regidos por diversas mafias.

Los servicios de taxi son la fuente de empleo para miles de familias pobres y son también la fuente de enriquecimiento para unos pocos individuos que controlan unos corruptos mecanismos formales de autorización que funcionan más como instrumentos de extorsión. El ingreso semanal de un piloto de taxi debe alcanzar para pagarle la cuota al dueño del vehículo o del número de autorización del taxi (hay personas que son propietarias de hasta 50 números que los alquilan a los pilotos de los taxis, ya que la institución responsable no emite nuevos números), pagar los impuestos al Estado, el combustible y mantenimiento del vehículo, las diversas extorsiones que imponen los grupos criminales (rentas o impuestos de guerra) y además, alimentar a su familia.

El toque de queda afectó directamente a este masivo gremio el cual dio inicio a protestas por alimentos y por el derecho a trabajar. Representantes del gremio argumentan que más de 35 000 taxistas en todo el país necesitan alimentos para sus familias y que el Estado no ha respondido con los ofrecimientos hechos para enfrentar la falta de circulación durante la pandemia. Los taxis son el medio a través del cual se moviliza el comercio informal y también buena parte de la economía ilegal. Semanas antes del inicio del toque de queda, hubo en Tegucigalpa protestas de taxistas en rechazo a la entrada de servicios que utilizan plataformas similares a las de UBER y exigieron protección debido al elevado riesgo que esa profesión conlleva en Honduras.  Poco antes de eso fue asesinado uno de los principales dirigentes del gremio, Rony Figueroa, quien ya había sido amenazado luego de denunciar la excesiva carga de extorsiones y asesinato de pilotos que el gremio enfrenta. De acuerdo al Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, 18 taxistas fueron asesinados en 2019. 

Usar la fuerza pública de forma represiva como primer y único recurso del Estado expresa la incapacidad de un gobierno de prever las situaciones de conflicto y anticipar medidas no violentas para abordarlos. Una de las prerrogativas del Estado es el monopolio del uso de la fuerza legítima, es decir, las instituciones que incluyen desde militares y policías hasta instituciones de justicia. Sin embargo, la tradición centroamericana presenta dos aspectos particulares respecto del uso de la fuerza. El primero es que el Estado no tiene –nunca ha tenido ni parece buscar– el monopolio de la violencia o del uso de la fuerza. Al contrario, el sistema político es el resultado de una permanente negociación y competencia entre actores públicos y privados, en donde la posibilidad de violencia es constante. Durante la larga historia de disputas entre los partidos liberal y nacionalista en Honduras, la violencia entre ambos grupos fue recurrente, una violencia de actores privados que servía de mecanismo de acceso a lo público, al Estado. Actualmente, el control del territorio urbano está distribuido entre pandillas que durante años estuvieron en guerra y que terminaron por imponer un sistema normativo informal al que la población se ajusta, en silencio. De igual manera, los territorios estratégicos para el tráfico internacional de drogas son controlados por capos locales que imponen su ley a través del ejercicio de la violencia. En ambos casos se establece una relación simbiótica con el Estado, un nexo político criminal que va desde la tolerancia hasta la complicidad y que se diluye en una extensa cadena de relaciones corruptas.

La segunda particularidad es que el uso de la fuerza es la primera respuesta del Estado ante cualquier manifestación de descontento o expresión de conflicto y problemas en la sociedad. El último período de la historia política de Honduras estuvo marcado por intensos episodios de protesta, violencia política y represión. Desde 2009 y seguido de la crisis electoral de 2017, la protesta social se ha expresado a través de la violencia colectiva e institucional. Según datos de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 22 personas fueron asesinadas además de otras violaciones a los derechos humanos. El Sistema de Estadística Policial en Línea (SEPOL) reporta que entre noviembre y diciembre de 2017 y durante el 2018 hubo 456 protestas pacíficas y violentas distribuidas entre Tegucigalpa, San Pedro Sula y Choluteca. Durante esas protestas hubo numerosas violaciones a los derechos humanos que hasta el momento siguen sin ser investigadas y juzgadas.

Los motivos de esas protestas varían desde demandas gremiales, como las del magisterio y el sistema de salud pública que tienen carácter nacional, hasta demandas locales que varían desde la carestía y precariedad de los servicios públicos hasta el rechazo a explotaciones de recursos naturales a través de la minería o hidroeléctricas. La dinámica de las protestas demuestra que confluyen múltiples demandas en una sola acción de movilización y que estas no necesariamente son convocadas y organizadas por un actor específico. Al contrario, la espontaneidad de barrios y colonias para organizar protestas es notable así como la amplia participación de población joven que se enfrenta con las fuerzas de seguridad.

La prolongación de la dinámica de protesta social y violencia produce diversos efectos en la relación Estado-sociedad. Por un lado, las personas, especialmente la juventud, desarrollan una serie de estrategias de adaptación a un entorno conflictivo constante. Se espera que la protesta termine con la confrontación con la fuerza pública, de lo contrario, pareciera que el ciclo estuvo incompleto. La posibilidad del diálogo es remota, sobre todo porque cuando se ha buscado establecer esos espacios, ha sido el mismo gobierno el promotor lo cual impide generar confianza y proveer de legitimidad el esfuerzo dado que son parte directamente involucrada —si no es que fuente del conflicto—.

Las Fuerzas Armadas, por su parte, no cuentan con las capacidades necesarias para anticipar mecanismos de mediación con las partes involucradas en los conflictos. Esto incluye el que las mismas fuerzas de seguridad no se apropian de su rol en el conflicto que es el de garantizar el derecho de protesta a la vez que el resto de derechos ciudadanos. Para muchos policías y militares, la protesta es el conflicto y las personas que protestan son consideradas criminales. Por otro lado, la retórica oficial que criminaliza la protesta justifica el uso de la represión y anula la posibilidad de salidas no violentas a los conflictos. Cuando un gobierno acusa cualquier expresión de descontento como terrorismo, alteración del orden público o de que son «mareros infiltrados» o antisociales y no reconoce el derecho de protestar sin atender las demandas, la tensión social aumenta así como la desconfianza y la crisis de legitimidad.

Toda esto se intensifica durante el periodo de restricciones impuestas por el gobierno para enfrentar una pandemia. De acuerdo a un recuento llevado por la organización ACI Participa, del 19 al 31 de marzo de 2020, cuatro días después de la entrada en vigencia de las medidas restrictivas dictadas por el gobierno nacional, se produjeron 72 manifestaciones pacíficas en 7 municipios del país. El gremio de médicos fue el primero en denunciar la falta de condiciones adecuadas para atender la emergencia. Así mismo, se ha denunciado que la ayuda que justificó los desembolsos que el gobierno aprobó, no ha llegado al personal médico que atiende la crisis en el país. A pocas semanas del toque de queda, las áreas que rodean los mercados de barrios y colonias han tenido que ser custodiadas por equipos de policía para evitar protestas de personas que exigen el acceso a alimentos y de otras que exigen poder venderlos.

Los cercos epidemiológicos han funcionado de forma diferente en el país. En Tegucigalpa, aparentemente han tenido mayor éxito que en la región norte, donde múltiples factores tales como la composición de la población, el trazo urbanístico y la presencia del Estado, elevan el descontento y, consecuentemente, el rechazo a las medidas dictadas por el gobierno. En Choloma, Cortés, los mercados han sido escenarios de enfrentamientos con la fuerza pública y se han presentado casos de saqueo y vandalismo.

Las protestas por el acceso a alimentos, por el derecho a poder circular y comerciar recaen sobre un terreno minado de conflictos anteriores y la respuesta estatal, lejos de ser diferente, ha fortalecido la represión a través del toque de queda.

Delincuencia, economías ilegales y violencia

Para las ciencias sociales y la criminología, el delito y la delincuencia son expresiones de un conflicto social. El Estado crea el delito al crear la restricción legal, lo que no es permitido pero sí deseado o necesitado por individuos o grupos sociales. La permanente tensión que produce la aspiración del Estado de que se cumpla la norma que prohíbe hacer algo y el deseo de la sociedad por hacerlo, es un conflicto social. Durante el siglo XX, la responsabilidad del Estado de evitar el delito se transfirió a los ciudadanos, a los individuos, quienes pasaron a ser responsables de su propia seguridad. Esto tuvo enormes implicaciones. En primer lugar, los estados renunciaron a abordar la delincuencia como un problema social, es decir, relacionado con las condiciones estructurales de los países, la educación, la salud, el empleo, la recreación, y lo abordaron como un problema de seguridad desde una perspectiva maniquea de «los buenos ciudadanos» (merecedores de derechos y atención pública) y los «malos ciudadanos» (merecedores del peso represivo y violento de la ley, la encarcelación masiva y hasta el linchamiento y la ejecución extrajudicial).

Las pandillas son el mejor ejemplo de esta situación. Surgieron, crecieron y se enraizaron en las comunidades pobres, marginales y carentes de servicios públicos y oportunidades laborales, al punto de que en la actualidad controlan territorios y economías ilegales, a través del uso de la violencia. La deuda de atención social a la población se remonta varias generaciones atrás. Cuando los gobiernos decidieron abordar el problema de las pandillas lo hicieron a través de la represión y la violencia, por un lado, pero también a través de los pactos informales con ellas.

La oferta de sobrevivir a través de la violencia y las economías ilegales se amplía proporcionalmente al cierre de otras oportunidades, desde las que ofrece el escaso empleo formal hasta las que existen en la economía informal. La sociedad se depreda a sí misma cuando tiene que buscar la sobrevivencia del grupo cercano a cualquier costo, así sea otro grupo que se encuentra en las mismas condiciones.

A diferencia de la protesta social, que implica un enfrentamiento directo con el Estado o con un actor privado con poder (una empresa, por ejemplo), la delincuencia y las economías ilegales no se enfrentan con el Estado, son parte de sus espacios vacíos, de sus nexos indebidos y de su colusión con el mundo del crimen. Esa delincuencia, la social, ocurre entre personas de la misma clase, un joven sicario de origen marginal es contratado por otra persona de ese mismo estrato social. Las drogas que se venden en puntos controlados por las pandillas la consumen jóvenes de esos mismos barrios carentes de servicios sociales y oportunidades laborales.

Un escenario que concentra las dinámicas de economía informal e ilegal, corrupción y precariedad institucional y que es susceptible de un estallido social es el sistema de prisiones del país. Se calcula que para agosto de 2018, en 25 centros penales en Honduras,  20 489 personas estaban privadas de libertad. Menos de la mitad de esas personas están recluidas bajo sentencia firme, el resto se encuentra en proceso. Todos los centros penales están en condiciones de hacinamiento y precariedad en materia de servicios básicos como la salud, alimentación, recreación y rehabilitación penitenciaria. Los centros penales funcionan gracias a un sistema de corrupción interno que se nutre de otro externo. La precariedad en la asignación de recursos y los contratos anómalos hacen que las personas privadas de libertad sobrevivan en condiciones que violan sus derechos humanos. Es gracias al sistema interno de corrupción que se logra obtener desde lo básico, para quien no tiene dinero, hasta lo suntuoso, para quien puede pagarlo.

Con las medidas restrictivas del COVID-19, las visitas en los centros penales fueron canceladas y no hay posibilidad de obtener información sobre la situación de salud de las personas internas. A través de las visitas, las personas internas obtienen comida, artículos de aseo personal, ropa, teléfonos, cigarros, alcohol y también droga, algo que en esas condiciones de vida se convierte en necesario. Todo eso pasa por un sistema de corrupción. Al no ser posible abastecer la economía informal que funciona dentro de las prisiones (tiendas y comedores) la situación de la mayoría de personas quedará en el nivel de lo que el Estado provee, que es precario y por lo tanto, podría presentar un escenario de protestas y motines. Es preocupante que esta situación no sea pública ya que la tradición ha demostrado que prevalece la idea de que en las prisiones las personas no merecen nada más que una muerte lenta que, cuando se puede, se acelera.

Para muchas personas que viven la línea de la pobreza, que es la mayoría de la población de Honduras, y que sobreviven a través de la economía informal, el periodo de encierro que pueden soportar antes de salir desesperadamente a conseguir recursos para alimentarse es sumamente corto. Puede extenderse un poco debido a los controles de las fuerzas de seguridad y a las innumerables estrategias de la «rebusca», es decir, de la creatividad transgresora. Sin embargo, será la economía ilegal y con ella la violencia la que reciba a grandes cantidades de personas que aceleradamente están buscando sobrevivir el toque de queda.

Migración y deportaciones

La migración masiva que caracteriza a Honduras puede entenderse como una expresión del conflicto social estructural del país. Es una válvula de escape de la tensión que produce un modelo de sociedad que expulsa masivamente a sus ciudadanos por la falta de empleo o por la explotación irracional a que son sometidas las personas; por la absoluta incertidumbre jurídica en que vive la mayoría de la población que sabe no tener ninguna garantía de que sus derechos serán respetados; por la violencia que en todas sus expresiones afecta especialmente a mujeres, niños, niñas y adolescentes y porque desde la infancia se aprende que en este país la mejor aspiración es irse lo más pronto posible.

Por las razones que sea, la conflictividad social migra con las personas y retorna un aliciente económico para las que se quedan, las remesas. El 24 % del producto interno bruto del país proviene de las remesas, que constituyen la principal fuente de divisas para el país, muy por encima de las exportaciones y de la inversión extranjera directa. Las remesas sostienen el consumo y las importaciones, la economía formal y la informal. También sostienen la economía ilegal ya que los puntos para la venta de droga y las extorsiones se instalan en zonas que tienen alguna actividad económica, no en lugares en donde ni las remesas llegan.

La deportación, por otro lado, engrosa las filas de personas que quedan a merced de dos opciones, una, volver a migrar lo más pronto posible y la otra, ingresar a la economía ilegal para obtener recursos de forma inmediata para migrar otra vez cuando se pueda.

Durante la crisis producida por el COVID-19 se sabe que las deportaciones han continuado a pesar del riesgo que implican dado que provienen de los Estados Unidos en donde los controles y medidas para contener la enfermedad han sido precarios. Por otro lado, las personas deportadas han llegado a instalaciones que no cuentan con ninguna preparación para atender a personas que podrían estar en riesgo. En San Pedro Sula, un grupo de deportados fue instalado en bodegas privadas sin ningún tipo de atención adecuada para la crisis. De hecho, la información sobre estos viajes fue escasa pero se supo que hubo algunos deportados que lograron escapar a las autoridades. En Guatemala, deportados detuvieron los buses amenazando a los pilotos y huyeron.

Hasta el momento no se sabe en qué medida el cierre de las fronteras ha frenado los flujos constantes de migrantes hondureños. Se puede suponer que la migración irregular no depende de que los puestos fronterizos estén abiertos o cerrados. Sin embargo, en el caso de que esos flujos se reduzcan, la consecuencia será que la conflictividad social de la cual los migrantes buscan escapar, quedará atrapada dentro del país que justamente quieren dejar atrás. La economía informal de una familia que una vez generó los recursos para que uno de sus miembros pudiera migrar, será usada para la sobrevivencia en medio de la crisis económica que produce la pandemia. Mientras tanto, las familias que sobreviven con remesas ven reducidos sus ingresos debido a la crisis de empleo para migrantes en Estados Unidos y algunos países europeos.

Los posibles cambios en las dinámicas de migración y deportación que se producen durante la pandemia afectarán de forma directa el riesgo de escalamiento de los conflictos sociales, ya sea a través de protestas o de delincuencia como se ha mencionado anteriormente.

La pandemia y el conflicto político

La pandemia ha demostrado las enormes divergencias que existen entre la perspectiva médica del problema y la perspectiva política. Para los médicos, extender las medidas de distanciamiento social, equipar los hospitales y proteger al personal son prioridades. Los gobernantes se encuentran sometidos a la presión de una pandemia que hace colapsar los sistemas de salud y que obliga paralizar a la sociedad, por un lado, y a la presión del sector económico que reclama pérdidas y exige del Estado apoyo e incentivos, por el otro. Esta situación ha dado lugar a cuestionar la capacidad de los Estados de priorizar lo público por encima del interés privado. Si bien no hay país que escape a esta tensión, la forma en que se ha abordado depende del sistema político y de sus instituciones, además del momento político, la confianza y legitimidad del sistema y de sus gobernantes. Así, inevitablemente, la pandemia se convierte en un problema político.

En Honduras, el gobierno de Juan Orlando Hernández se encuentra en la víspera de un nuevo proceso electoral y carga con un pesado legado de conflictos políticos que se remontan a 2009 cuando el golpe de Estado polarizó al país y definió un nuevo escenario de fuerzas contendientes, algunas públicas, otras vinculadas al mundo del crimen y la corrupción. Poco antes de que la pandemia monopolizara el debate público, miembros de la familia del presidente Hernández y prominentes figuras del Partido Nacional eran acusadas en Nueva York por su participación en el narcotráfico y en el financiamiento ilegal de campañas electorales. La DEA había señalado al presidente como el responsable del control de negocios ilícitos relacionados con el tráfico de drogas. Paralelamente, la sombra de la posible segunda reelección del actual presidente, elevaba las alertas de la oposición política y vislumbraba un escenario de conflictos violentos durante el período electoral. Un aspecto que generaba preocupación era la desviación de fondos públicos para la campaña electoral vía corrupción de alto nivel.

La primera decisión que tomó el gobierno nacional de Honduras fue la de tramitar préstamos millonarios para atender la crisis. Se estima que más de 300 millones de dólares han sido asignados a través de préstamos a organismos financieros internacionales y readecuaciones del presupuesto nacional. De estos fondos, una parte fue invertida en la compra de respiradores artificiales que luego fue cuestionada porque el equipo adquirido no es el adecuado para atender los casos más graves de esta enfermedad. Por otro lado, el gremio de médicos ha denunciado en diversas ocasiones que el equipo necesario no ha sido entregado y los casos de contagio en el personal médico aumentan.

El asistencialismo es uno de los rubros que está siendo cubierto con esos fondos. El gobierno de Hernández ha ofrecido compensar la pérdida de ingresos de las familias más pobres a través de la entrega de bolsas de alimentos. En otros países, como El Salvador, se optó por la entrega de dinero en efectivo. Ambos mecanismos son asistencialistas y no son sostenibles frente a lo que se proyectó que durarán, o deberían durar, las medidas restrictivas.

Este tipo de medidas no son nuevas en la historia de las catástrofes. Hay experiencias de asistencialismo luego de guerras y devastaciones que permitieron sostener mínimamente la sobrevivencia de las personas y reducir el colapso de la economía. Sin embargo, se espera que para cuando un gobierno anuncia esas medidas, los mecanismos para implementarlas ya existen. En Honduras (lo mismo sucedió en El Salvador), se anunció la medida antes de considerar cuáles serían los mecanismos para implementarla y a quiénes. El retraso en la entrega de las bolsas ha generado protestas en diversos puntos del país además de que el número de personas que el gobierno ofreció beneficiar, 3,2 millones de personas en todo el país, está lejos de alcanzarse.

El conflicto político emerge cuando el asistencialismo despierta las sospechas de corrupción. Los cuestionamientos a la operación Honduras Solidaria, que es la acción de gobierno para distribuir las bolsas de alimentos, giran en torno a la falta de transparencia en el gasto de los recursos y la pertinencia de lo que se entrega, por ejemplo, el hecho de incluir cartillas de evangelización.

Es lógico que un gobernante busque mejorar su imagen a través de las acciones que implementa durante una crisis, de eso se trata la política. Algunos gobernantes fueron muy activos desde el inicio, otros optaron por la negación del problema atribuyéndolo a conspiraciones provenientes de la oposición o de un espectro político que controla el mundo. El momento político en que esto sucede es crucial para su desenlace en términos de confianza y legitimidad. Por ejemplo, Nayib Bukele en El Salvador y Alejandro Giammattei en Guatemala, son dos presidentes que enfrentan la crisis pandémica a pocos meses de haber iniciado sus períodos de gobierno. Con sus respectivas diferencias, cada uno de ellos ha buscado legitimar sus acciones ya sea vía la fuerza de la retórica autoritaria o bien, la confusión en la presentación de la información. Luego de algunas semanas, ambos han enfrentado las consecuencias de décadas de abandono del sistema de salud, de deslegitimación de la política por la excesiva corrupción y la falta de confianza de una ciudadanía que sobrevive al día a día.

El caso de Juan Orlando Hernández es diferente al de sus vecinos por el momento político en que la pandemia ocurre. En este caso, el gobierno se encuentra en una fase defensiva, con altos niveles de desconfianza y con poca legitimidad. La reducción de la inversión en salud recae en gran medida sobre los hombros de este gobierno y se expone crudamente durante la pandemia. En 2010, se invirtió aproximadamente el 15 % del presupuesto general del Estado en la secretaría de salud. En 2020, esa inversión representa el 11 %. El ICEFI alertó a finales del año anterior que el nuevo presupuesto aprobado presentaba recortes en las áreas de educación y salud, especialmente cuando se calcula que 1,8 millones de personas no tienen acceso a los servicios de salud en el país. Vuelve a saltar a la vista que el rubro de defensa y seguridad continúe por encima del de salud, con el 14.4 % versus el 10.2 asignado a la salud para el 2020.

El asistencialismo y los préstamos gestionados para la crisis no resolverán los déficits estructurales que las decisiones políticas tomadas durante los últimos años han profundizado. ¿Hasta qué punto el asistencialismo está orientado por criterios clientelistas? ¿Hasta qué punto el dinero asignado para la atender la crisis será malversado para financiar la campaña electoral? ¿Hasta qué punto reducir las medidas restrictivas de forma temprana es el resultado de las presiones hechas por el sector empresarial o por la carrera electoral?

La dinámica de conflictos que surja en los siguientes meses podrá dar indicios para responder esas y otras preguntas. Los análisis prospectivos en materia de conflictos deberían servir para implementar medidas orientadas a reducir el riesgo de escalamiento de la violencia. Sin embargo, el nivel de preocupación por el conflicto social también es un asunto político ya que abordarlo dependerá de la escala de prioridades que define un gobierno. En Honduras, esas prioridades han sido privadas, ya sea empresas, iglesias o familias y si bien eso no ha reducido la conflictividad en que vive el país, tampoco ha llevado a un quiebre institucional. Un gobierno depende de algo más que una persona, se requiere de instituciones clave, como los militares; también de otras no estatales pero con poder dogmático, como las iglesias y, por supuesto, otras con poder económico, empresas legales e ilegales.

Los conflictos que se disparen en el contexto de la pandemia no serán nuevos, serán la continuidad de otros existentes que en esta coyuntura detonan. Hasta el momento, no hay signos de que la situación será abordada con algo diferente a la represión, el asistencialismo clientelar y la demagogia religiosa. Si esos tres recursos han logrado estabilizar la crisis política durante los últimos años, se puede esperar que lo harán durante la crisis pandémica ya que en este país la precariedades, nuevas y viejas, se normalizan y pasan a formar parte del conjunto de adversidades que la mayoría de la población enfrenta a través de la «rebusca», de la economía informal e ilegal o de la migración. Queda también abierta la peligrosa opción de las respuestas sociales violentas que van desde el cierre de calles para exigir dinero a cambio de transitar, el imperio de sistema normativo de las pandillas en barrios y comunidades y el principio aquel de «muerto el perro se acabó la rabia», es decir, el ataque a personas infectadas o a sus familias. Esto último, peligrosamente legitimado por el dogma religioso —y oficial— de que el COVID-19 es castigo por los pecados que como sociedad cometemos, como el aborto o el matrimonio igualitario.

Fotografías tomadas por Jimmy Girón en San Pedro Sula durante toque de queda absoluto por emergencia COVID19.

La doctora especialista en dermatología y miembro de la Plataforma en defensa de la salud y la educación en Honduras, Ligia Ramos, asegura que hay un subregistro, casos que no están entrando al conteo, además la centralización de las pruebas PCR está afectando el acceso en diferentes zonas del país.

Para Ramos esta emergencia no está siendo llevada por personas capacitadas, y COPECO quiere engañarnos con sus proyecciones y datos.

En esta entrevista la doctora habla además sobre las medidas de prevención y sobre la solidaridad en las comunidades como respuesta a la pandemia y para romper el estigma que también puede ser letal en países conflictivos como el nuestro.

Con imágenes de Martín Cálix y Catherine Calderón.

Decenas de familias, con hambre y encierro acumulado, salieron este viernes a las calles de la López Arellano, en el municipio de Choloma, en el norte de Honduras. Reclamaron que desde hace varias semanas las autoridades prometieron llevar raciones de alimentos para sobrevivir al toque de queda absoluto que el gobierno decretó en esa zona desde el 6 de abril. Esto implicaba que las familias no tenían la posibilidad de abastecerse en supermercados, farmacias y gasolineras como en la mayor parte del país.

La quema de llantas, el intento de saqueo a un supermercado y el cierre de calles, no son las únicas muestras del hambre y desesperación desde que empezó el encierro en Honduras, pero sí podrían significar la agudización de una crisis sanitaria y social en el país más pobre de América Latina (según datos del Banco Mundial).

Ante esa situación, el gobierno de Juan Orlando Hernández —reelegido de manera inconstitucional en 2017—, inició a finales de marzo la operación Honduras Solidaria. En esta campaña, supuestamente, llevarán 800 000 raciones de alimentos a 3,2 millones de personas en toda Honduras. Sin embargo, cada día surgen más denuncias acerca del producto distribuido y el presupuesto, en sus dos modelos de ejecución, no queda claro ni para las autoridades del Foro Nacional de Convergencia (FONAC), institución a la que el gobierno encargó la veeduría del proyecto.

Un pelotón del Ejército hondureño descarga provisiones para ser entregadas a beneficiarios del proyecto gubernamental «Honduras solidaria», Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Irregularidades

«Esa bolsa solidaria es indigna, es jugar con la dignidad de los humanos», dice Dennis Galeas, mientras observa cómo reparten las bolsas solidarias frente al local donde solía vender productos plásticos y útiles escolares en el mercado Los Dolores, en el centro de Tegucigalpa. Aunque Dennis asegura que esa bolsa, con un par de libras de harina, arroz, frijoles, jabón y sardina, le durará como máximo dos días, tiene que tomarla para sobrevivir junto a su esposa y sus tres hijos. Después de eso, cuando se acaben los productos hará lo que ha hecho los últimos días: salir a la calle para vender las mascarillas de tela que él mismo confecciona.

Este mercado ha permanecido cerrado desde que inició el toque de queda el 16 de marzo. Las familias que se sostienen de las ventas de carne, lácteos, comida preparada y otros productos varios, han sufrido las consecuencias. Sin embargo, el miércoles  por la mañana la presidenta de la asociación de vendedores del mercado avisó a los dueños de los locales que el gobierno haría entrega de 407 raciones de comida como parte de la operación Honduras solidaria. El 21 de marzo pasado, Juan Orlando Hernández anunció una «operación gigantesca» para la entrega del «saco solidario» que incluiría productos básicos que, presuntamente, alcanzarían para el sustento de cada familia durante 15 días. Sin embargo, en el transcurso de los días los beneficiarios comenzaron a denunciar que era una bolsa con una cantidad mínima de productos la que se estaba distribuyendo.

En el decreto ejecutivo PCM-025-2020 se define que serán el FONAC junto a la Federación de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo de Honduras (FOPRIDEH) los encargados de la veeduría del proyecto. Sin embargo, ha sido el FONAC, liderado por el ingeniero Omar Rivera, quien ha llevado la titularidad de la fiscalización de forma pública. «Aspectos logísticos hicieron modificar la decisión del Estado porque ese saco era muy pesado e imposibilitaba que a todos, de manera simultánea, se les pudiera dar. La última persona necesitada iba a recibirlo en 4 meses, entonces lo que se hizo fue tener raciones más pequeñas que duran entre 7 y 15 días para llegar a más personas de forma inmediata», comenta Rivera, quien a pesar de estar a cargo de la veeduría de la operación dice desconocer el valor específico de cada bolsa que se distribuye.

Las personas que sean beneficiadas con la bolsa solidaria que entregan los militares en nombre del gobierno de Juan Orlando Hernández, deben llenar una sencilla acta de entrega, Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

En la página que la Secretaría de Finanzas asignó para la transparencia de los fondos en medio de la crisis sanitaria por el COVID-19, se refleja que, como parte del primer modelo de la operación Honduras Solidaria, se han hecho transferencias por 355 millones de lempiras entre 292 municipios para abarcar un total aproximado de 711 000 familias beneficiadas. Los alcaldes de estos municipios tienen que comprar los productos para llenar cada bolsa, al dividir la cantidad transferida entre el total de familias se refleja el valor que Rivera dice desconocer: 500 lempiras (20$) por bolsa solidaria, o al menos eso debería ser el monto.

Lea también:  https://contracorriente.red/2020/04/03/la-bolsa-solidaria-de-20-y-la-deuda-millonaria-del-estado-ante-pandemia-covid-19/ 

Recientemente, se hizo público un informe de veedores que indica irregularidades en una entrega en el municipio de Catacamas, Olancho, desde la falsedad en el peso de los productos hasta el incumplimiento del valor asignado por bolsa solidaria. Al solicitar información sobre esta denuncia, la oficina de comunicaciones del FONAC aseguró que un equipo de esta institución se encontraba en el proceso de verificación para luego poder trasladar dicha irregularidad a la secretaría ejecutiva. Sobre la cantidad de denuncias hasta el momento se limitaron a decir que «son muchas», tantas que no hay un registro oficial hasta el momento. Sin embargo, en este momento se está llevando a cabo un proceso para habilitar, la próxima semana, una plataforma digital para el registro y estadística de las denuncias a nivel nacional.

Para Dennis, la entrega de bolsas solidarias solo es una jugada proselitista más de este gobierno, que se aprovecha de la situación para ocultar las deficiencias que el pueblo ha exigido que sean solucionadas desde 2014, cuando inició su gobierno. «Está utilizando la pobreza extrema del país para jugar con la dignidad de los hondureños. Están tratando de engañar al pueblo con una bolsa solidaria, cuando eso no llena las expectativas de los ciudadanos. Las expectativas siempre han sido tener buena educación, buena salud, un trabajo bien remunerado y sin violaciones a derechos humanos», concluye.

Dudas sobre la veeduría

El pasado jueves 9 de abril, en un manifiesto público, emitido por más de 20 organizaciones sociales en Honduras, se detalla el repudio hacia el FONAC en asuntos de auditoría. Aseguran que «no representa a la sociedad civil». Además lo señalan de «barnizar el rostro de la corrupción y criminalidad del actual gobierno». Este no es el único señalamiento hacia el ente veedor de miles de millones de lempiras del Estado. Esta pandemia no estaba en la conciencia de la población, hasta hace unos meses.

El 26 de diciembre de 2019, mientras una gran mayoría de la sociedad hondureña pujaba por la renovación de la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad (MACCIH), se reactivó el FONAC, en búsqueda de un mecanismo que formulara un sistema anticorrupción en el país. Un mes después se oficializaba la no renovación de la MACCIH y diez días después sería elegido Omar Rivera como titular de la institución reactivada, quien anteriormente fungía como director de Incidencia Política de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ), donde fue cuestionado por avalar procesos irregulares del gobierno actual.

Joaquín Mejía, abogado e investigador del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (ERIC-SJ), cuestiona la credibilidad de Rivera y la institución que dirige. Señala, además, que debería ser el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) quien esté al frente de esta fiscalización de los recursos en la pandemia. «El FONAC está bajo la dirección de una persona con falta de legitimidad y que representa a un sector de la sociedad civil muy cercano al régimen de Juan Orlando Hernández. Y resulta que al momento de hacer veeduría social se excluye al CNA, único órgano que ha denunciado los actos de corrupción del régimen».


En el marco de la emergencia sanitaria por el covid-19, una de las tareas del Ejército hondureño ha sido entregar víveres en los barrios más pobres del país, Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Mejía, solicitó directamente en sus redes sociales que Omar Rivera exigiera la inclusión del CNA en el proceso de veeduría de todos los fondos asignados para la crisis. Ante esto, Rivera señaló que «no se trata de que lo inviten a uno para hacer veeduría social, si es un derecho constitucional. Nadie necesita invitación del gobierno para hacer auditoría, mal hacemos en excluirnos ante el deber que tenemos». Por su lado, Mejía señaló en entrevista con Contracorriente que esta respuesta es una mentira, ya que se está ocultando información a quienes quieren involucrarse en el proceso de veeduría, incluidos miembros del CNA.

El manifiesto firmado por más de 20 organizaciones también hace un llamado para «demandar la conformación de un sistema transparente de rendición de cuentas conducido por personas e instituciones independientes». Hasta el momento este llamado no ha sido atendido por el gobierno.

Más vulnerables que nunca

A doña María Elena se le llenan los ojos de lágrimas en dos ocasiones. Primero, cuando recuerda que no ha tomado su medicamento para la hipertensión y que posiblemente no podrá comprarlo cuando lo necesite, ya que su local de comida Doña Tere, en el mercado Los Dolores, está cerrado desde hace casi un mes. Segundo, cuando menciona a sus nietos, que son casi sus hijos, a quienes tiene que alimentar. Esta mujer, que pasa los sesenta años, es presidenta de la Asociación de Vendedores del Mercado Los Dolores, por lo que el gobierno le encargó levantar las listas de los locatarios que serían beneficiados con la operación Honduras Solidaria. Por esta razón, también tuvo que esperar, por varias horas, la mañana del miércoles, en el estacionamiento del Instituto Nacional de Formación Profesional (INFOP), donde miembros de las Fuerzas Armadas de Honduras le facilitaron las 407 bolsas solidarias para distribuir en el mercado.


En el mercado Los Dolores del Centro Histórico de la capital hondureña, María Elena Amador del Comedor Doña Tere, revisa las actas de entrega que sirven como prueba que la bolsa solidaria ha sido entregada, ella es parte del grupo que gestionó para los locatarios del mercado, Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Más que la entrega de estas bolsas, doña María Elena asegura que lo que necesitan, como pequeños empresarios, es apoyo del gobierno. Que se les faciliten préstamos con bajas tasas de interés, y aunque Hernández ha asegurado que después de la crisis podrán acceder a créditos de la banca privada, dice que necesitan sobrevivir en este momento: «Si esta cosa sigue así, Honduras no va a sobrevivir. Tengo mis nietos a los que estoy criando porque la delincuencia me quitó a mis hijos. Yo no puedo tirarlos a las calles. Si nuestra economía ya estaba en decadencia, ahora para que nos levantemos nos va a costar a saber cuánto. Creo que es peor que el Mitch, pero esto es peor que un huracán porque está paralizada toda la economía. Nosotros vivimos del día a día».

Un informe del Foro  Social de Deuda Externa  y Desarrollo de Honduras (FOSDEH) denominado Análisis y Propuestas del FOSDEH Frente a la Crisis del Coronavirus, indica que hasta el momento, el gobierno ha destinado a  través de transferencias y donaciones, un monto aproximado  de 80 000 millones de lempiras (aproximadamente US$ 3,2 millones),  dirigidos principalmente «a  atenuar  las consecuencias  sanitarias, económicas  y sociales provocadas por  el COVID-19 en Honduras».  Como  comparativa,  a las municipalidades  se les ha transferido el  0.42 % del monto total de  los recursos destinados para hacer frente al COVID-19, para la ejecución de Honduras solidaria. El informe sigue explicando que «las  transferencias  monetarias o alimentarias  realizadas a través de las  Municipalidades son insuficientes para garantizar una canasta de bienes y servicios básica, cuyo costo, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), ronda los 11 000 lempiras. Sin mencionar que la medida tiende a ser excluyente, al no abarcar al total de personas en condición de pobreza».

Doña María Elena no sabe si el gobierno la llamará otra vez para cumplir con las raciones de comida que necesitan, así que tendrán que racionar, todo lo posible, los productos que se les brindó. Sin embargo, esta no es toda la ayuda a la que ella puede acceder, ya que la Secretaría de Desarrollo e Inclusión Social ha reorientado fondos del sector discapacidad y adulto mayor para llevar 328 000 bolsas de ayuda humanitaria a personas en situación de vulnerabilidad. Doña María Elena tendrá que esperar si la solidaridad o ayuda humanitaria llegan a su puerta.

Cada bolsa solidaria entregada a las familias pobres por el Ejército hondureño lleva en su interior un ejemplar del «Libro de vida», un libro cristiano diseñado para jóvenes latinoamericanos en edades entre los 16 y los 21 años, Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Presupuestos inciertos

Arnaldo Bueso, titular de la Secretaría de Educación, publicó un video en twitter la mañana del viernes en el que mencionaba: «En Choloma hemos tenido que suspender la operación dado que obstaculizaron el paso de los camiones que llevaban el alimento. Pedimos a los pobladores de la López Arellano que por favor tengan paciencia». En los videos que muestran los disturbios en el sector de la López Arellano, se muestra a mujeres y hombres de todas las edades, algunos con mascarillas para protegerse del virus y otros sin ningún tipo de protección. Se ven desesperados por abrir un supermercado al que no habían logrado acceder durante toda una semana. El hambre les llevó a la desesperación. Durante el tiempo en que no lograron salir de sus casas escucharon que la operación Honduras Solidaria llegaría a sus hogares con sacos o raciones de comida, pero no sabían que no sería de la misma manera que en la mayoría de los municipios del país.

Choloma junto a cinco municipios más, en los que se incluyen San Pedro Sula y Tegucigalpa, son parte de la modalidad centralizada de la operación Honduras Solidaria. En ese modelo no hay desembolso a las municipalidades y las raciones de comida son administradas y distribuidas directamente en los hogares por el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos y las instituciones que lo conforman. No hay datos claros de los fondos que se están asignando bajo ese modelo, ya que no se han mencionado públicamente ni están disponibles en los portales de transparencia habilitados por la Secretaría de Finanzas y el Instituto de Acceso a la Información Pública (IAIP).

Al consultar sobre este presupuesto a la abogada Mercy Monroy del FONAC, asegura que la institución también desconoce la cantidad de fondos asignados a estos municipios y el origen de dichos recursos en el presupuesto. La falta de transparencia en la administración de los recursos es evidente, a pesar de las distintas plataformas que el gobierno ha anunciado, pero que apenas cuentan con la información que ya se brinda en las cadenas de radio y televisión.

Ante esta problemática, el Tribunal Superior de Cuentas se ha sumado a la labor de fiscalización. Ha colocado en su página web las acciones y denuncias que han atendido hasta el momento. Entre ellas se informa la «inspección a la bodega del Comité permanente de Contingencias (COPECO) y la emisión de recomendaciones como el acompañamiento de documentos que amparan las salidas de insumos, una copia de la autorización de la salida de insumos propios de la Emergencia. Asimismo, el establecimiento de un área dentro de la bodega que agrupe los insumos recibidos en calidad de donación para diferenciarlos de los insumos adquiridos con fondos asignados a la institución».

Ante las denuncias y las irregularidades ya detectadas, aun sin que el FONAC cuente con la información que la veeduría debería proporcionar, Rivera asegura que «si la corrupción apareciese, no solo aplica la sanción administrativa sino también el papel que pueda jugar el TSC y el Ministerio Público. Los fiscales, investigadores deberían estar en la calle haciendo el esfuerzo de verificar que nadie transgrede la ley».

***

Desde hace más de 10 años que Edilberto Sánchez, zapatero, no hace zapatos, su oficio venido a menos, se ha reducido únicamente a la reparación de calzado, él es uno de los locatarios del mercado Los Dolores que esperan ser beneficiados con una bolsa solidaria, Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

En el mismo mercado Los Dolores, don Edilberto Andino permanece sentado frente a un viejo televisor en su pequeño local de reparación de zapatos. Sus ojos sobre la mascarilla denotan ansiedad. Lleva varias horas esperando que entreguen la bolsa solidaria que le prometieron y que le da un respiro, porque gastó todo el dinero que tenía ahorrado para sobrevivir, junto a su familia, durante las semanas que no ha estado trabajando.

Algunos zapatos yacen sobre su lugar de trabajo. Tenía unas cinco entregas pendientes que le iban a permitir ganarse unos 800 lempiras, ahora no sabe cuándo volverá a trabajar «El gobierno ha actuado mal en esta crisis porque no hay ninguna ayuda verdadera. imagínese que ni le ayudan a los médicos, peor que le vayan a ayudar a la gente. Una bolsita de esas no es ayuda porque puede ser que solo sea una y ahí quede todo», asegura don Edilberto, mientras sintoniza el canal HCH, uno de los más populares del país.El abogado Joaquín Mejía dice que esta crisis «le ha caído como anillo al dedo» al gobierno actual, y recuerda que  en el periodo presidencial de Carlos Flores, después del huracán Mitch, el mismo mandatario se benefició económicamente de la ayuda internacional. Don Edilberto también está de acuerdo que esta crisis puede traer consecuencias peores que las del huracán Mitch. Además, aunque no está seguro si habrá más bolsitas o ayuda mientras dure el encierro, sí está seguro de algo: «Ellos cuidan las grandes empresas porque ellos se lucran, más el presidente que es un inservible».


El suministro de alimentos para las familias hondureñas parece complicarse a medida que avanza la crisis sanitaria en el país. Por un lado, a pesar de que existe un decreto que congela algunos productos de la canasta básica de alimentos, los precios en mercaditos y pulperías continúan siendo altos. Por el otro, hay un desabastecimiento de mascarillas, gel de manos, alcohol y los productos obligatorios para poder salir de casa. Esto que provoca que lo poco que hay en el mercado tenga un costo hasta diez veces mayor a su precio regular.

En medio de la crisis por el abastecimiento, el alza de precios y la venta de producto, una empresa en Tegucigalpa que se dedica a impresiones digitales señalaba en redes la venta de gel de mano de 70 mililitros que contiene 80 % de alcohol etílico, a un precio de 80 lempiras, esto, aunque el gobierno ya había estimado una tabla de precios en la que un gel de 60 mililitros debe costar 23 lempiras. Al asistir al local y probarlo, el gel no parecía contener alcohol.

A pocos kilómetros de la imprenta, una farmacia anuncia en redes sociales: «tenemos mascarillas, alcohol y gel de manos». En la publicación no especifican los precios y cuando se consulta, responden asegurando tener mascarillas N95 a 100 lempiras. Sin embargo, al comprar en la tienda lo que ofrecen es una mascarilla quirúrgica, la misma que antes de la crisis costaba un máximo de 3 lempiras en farmacias. 

«Es un daño al consumidor, independientemente del precio. Si le están vendiendo mascarilla quirúrgica por N95 tiene que hacer el reclamo o la denuncia a través del correo electrónico en de la página de internet para nosotros darle el seguimiento», dice Mario Castejón, director de la oficina de Protección al Consumidor. Además señala que desde que inició la crisis en marzo, han encontrado solo a 20 empresas (pulperías y mercaditos) que no respetaron la estabilización de precios en Tegucigalpa. De estas, dos son por la venta de gel de manos. Sin embargo, asegura que las denuncias son más y a nivel nacional se están coordinando con fiscales del Ministerio Público para proceder en los próximos días.

Una pareja camina luego de hacer sus compras en la colonia Toncontín, Tegucigalpa, 22 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Entre las empresas que incumplen los acuerdos, la Fiscalía del Consumidor ha detectado que existe un aumento de el 10 % y 15 % en los precios de varios productos, como huevos, manteca, aceite y azúcar. Por el momento los términos legales para proceder están suspendidos por el toque de queda, por lo que, de manera momentánea, solo realizan un levantamiento de acta por incumplimiento. 

Para Adalid Irías, presidente de la Asociación para la Defensa de la Canasta Básica en Honduras, la canasta en realidad ha subido hasta un 30 % y por esa razón los inspectores deberían visitar todos los barrios y colonias. «Deben darles sanciones administrativas fuertes para persuadir a los demás que si están en esta situación serán penalizados» señaló. 

Aunque el congelamiento de precios no parece haber funcionado con el gel de manos, el alcohol y la canasta básica, la Secretaría de Desarrollo Económico decretó un congelamiento en los precios de mascarillas: las quirúrgicas deben costar 18 lempiras ($0.75), las N95 sin válvula a 120 lempiras ($4.75) y las N95 con válvula a 200 lempiras ($8).

El desabastecimiento de las mascarillas y el aprovechamiento de la crisis provocó que la ciudadanía comprara hasta 10 veces más de su precio normal. Una mascarilla quirúrgica, que es de un solo uso, puede encontrarse en pocas farmacias a un precio mínimo de 25 lempiras ($1), pero otros negocios y vendedores particulares las estaban ofreciendo a 100 lempiras ($4). 

Un vendedor de verduras revisa su balanza, Tegucigalpa, 22 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

La discusión sobre el uso de mascarillas

En Honduras es obligatorio, desde el martes 7 de abril, usar una mascarilla al salir de casa. Según las autoridades, en ese momento, dos de cada tres personas ya las utilizaban como medida de protección. En el comunicado se señaló que los centros de abastecimiento aprobados para operar no deberán atender a clientes que no porten una y los negocios deberán mantener ese protocolo en sus empleados. 

Según Gabriel Rubí, director del Comité de Contingencias (COPECO), el desabastecimiento es a nivel mundial: «nos encontramos en una encrucijada entre comprar lo que hay y buscar lo que no hay por la alta demanda en el mundo y los precios alterados que tienen muchas empresas. Por ejemplo, esa mascarilla de dos horas (la quirúrgica) costaba 1.50 lempiras y ahora la unidad está costando 10 lempiras. Hay un desabastecimiento y una sobredemanda». Mientras tanto, el gobierno planteó como solución la creación de mascarillas a través de la Industria Militar que se encuentra confeccionando 3 000 a diario y hasta el momento ya hizo entrega de 40 000 mascarillas.

Juan Ramón Soto, gerente de la Industria Militar, asegura que estas mascarillas solo son para abastecer al personal de las Fuerzas Armadas y algunas dependencias del Sistema Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres (SINAGER). Además asegura que estas fueron certificadas por el Hospital Militar de Honduras para que puedan utilizarse al salir a la calle, pero que no podrían proteger a una persona dentro de un centro asistencial. «Queremos ser responsables en eso. Estas mascarillas son para utilizarlas como medida de prevención cuando uno sale a la calle, compararla con una N95 no lo vamos a hacer y tampoco vamos a decir que usted puede estar seguro en un hospital con ella. Lo que podemos hacer es asegurar que los soldados anden protegidos en la calle», añadió el coronel Soto, y dice que realizarán 20 000 mascarillas para proporcionar a ciudadanos particulares.

Miembros del Ejército se colocan guantes de látex y usan tapabocas rosados durante una jornada de entrega de alimentos del programa «Honduras solidaria», Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Las mascarillas que produce la industria son de tela revestida de un material conocido como pelum que posee un plástico que, al fusionarlas, logran hacer un filtro de aire. Estas se pueden utilizar 5 o 6 veces, con el cuidado de limpiarlas cada vez que se utilizan y dejarlas reposar en un contenedor con agua, cloro y jabón por varios minutos, para lavar sin frotar y que no pierda la forma. 

El presupuesto utilizado para la fabricación de este equipo es parte del presupuesto asignado para la Industria Militar y con material que ya formaba parte de la industria que han readecuado para la emergencia, además de materia prima que proviene de la maquila. El coronel Soto dice que solo recibió órdenes de ir a traer esa materia a las maquilas, por lo que no podría asegurar que son donaciones o que es parte de algún otro presupuesto. De igual forma, la industria está produciendo caretas 3D para la protección de personal de salud y las han distribuido en los centros hospitalarios de Tegucigalpa. Además se encuentran en proceso de certificar trajes de bioseguridad y respiradores mecánicos, pero que de estos últimos hay equipo necesario que no se encuentra a nivel mundial. 

«El uso de las mascarillas es obligatorio, si no tiene una profesional hágala en su casa y para mayor seguridad hágale un doblez», señaló Juan Orlando Hernández en un medio televisivo. Mientras tanto, la Organización Mundial de la Salud (OMS), acaba de publicar un nuevo informe en que reafirma que «no hay evidencia científica de que llevar una mascarilla, ya sea médica o de otro tipo, pueda prevenir la infección por coronavirus en personas sanas».

Sin embargo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés) recomiendan que todos las utilicen, después de que en estudios recientes comprobaran que una cantidad significativa de personas con el nuevo coronavirus son asintomáticas y pueden contagiar a otras aún antes de manifestar las señales de la enfermedad. «Al haber interacción cercana —al hablar, estornudar o toser— puede ocurrir el contagio sin que el infectado se percate de ello, y un cubreboca ralentizaría la propagación del virus», señalaron los CDC, a la vez que recomiendan llevar una mascarilla de tela a los lugares públicos donde es difícil mantener el distanciamiento de metro y medio que se sugiere para no ser infectado.

Los CDC aseguran que una mascarilla casera no tendrá la eficacia que ofrecen las quirúrgicas o las N95, pero que las personas sin síntomas deberían utilizar mascarillas de tela y no asumir que garantiza protección: «Sirven para desacelerar la propagación del virus y ayudar a evitar que las personas que podrían tenerlo y no saberlo transmitan el virus a los demás», además así se puede evitar el desabastecimiento para el personal de salud. Mientras tanto, la OMS señala que aunque no recomiendan su uso en personas sin síntomas, es crucial que las mascarillas de un solo uso no se reutilicen y que a medida que se humedezcan por llevarlas, se cambian por una seca. 

En medio de la discusión entre las entidades de salud, lo único en lo parecen estar de acuerdo es en las medidas de seguridad como lavarse las manos antes de colocarla y después al retirar las mascarillas, y en que el uso de solo mascarilla no garantiza que no vaya a haber infección a menos que se apliquen las demás medidas: lavarse las manos, mantener la distancia y usar gel de manos. 

Mientras tanto, Taiwan envió una donación de 180 000 mascarillas quirúrgicas para su distribución en el personal de salud hondureño. Sin embargo, la transparencia en el manejo de las donaciones y los fondos aprobados ha sido muy cuestionado por distintas entidades.  

Un equipo técnico del Tribunal Superior de Cuentas (TSC), después de inspeccionar la bodega de COPECO, recomendó que la dependencia de Ayuda y Asistencia Humanitaria de la institución debería hacer documentos que certifiquen la salida de insumos y establecer un área para agrupar los insumos que reciben como donación, porque no se diferencian de los insumos adquiridos con fondos asignados a la institución. 

Un militar gana una bolsa solidaria durante una jornada de entrega de alimentos, Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Un presupuesto cuestionado que sigue en aumento 

De acuerdo con el portal de transparencia de la Secretaría de Finanzas (SEFIN), el presupuesto utilizado para atender la emergencia es de 2,195.9 millones de lempiras ($87.8 millones). La cifra, actualizada hasta el 3 de abril, corresponde a fondos del Presupuesto General de la República 2020 que se han reorientado para la emergencia.

Estas medidas forman parte del decreto ejecutivo PCM-020-2020, publicado el 16 de marzo en La Gaceta, que detallan austeridad y contención del gasto en todas las instituciones del sector público. Entre ellas la reducción de todos los presupuestos que no pertenecen a salud, educación, energía, seguridad y defensa para obtener el 2 % del total aprobado para 2020. 

Otras disposiciones incluyen la restricción de nuevas plazas permanentes, nombramiento de personal con salarios mayores a lo establecido en otros decretos, compra y arrendamiento de vehículos, así como compra de mobiliario y equipo de oficina para aquellos departamentos que se mudarán al Centro Cívico Gubernamental, entre otras. «El gasto no ha sido mayor, se han hecho transferencias a las instituciones, pero no ha sido ejecutado ese presupuesto porque en primer lugar no estamos ni siquiera en el 15 % de la fuerza con que el coronavirus va a atacar a Honduras», señaló Gabriel Rubí, comisionado del Comité Permanente de Contingencias (COPECO), en declaraciones a un medio. 

Mientras tanto, el portal de transparencia de la Secretaría de Finanzas, detalla que se hizo una compra de 450 ventiladores mecánicos, sin especificar el modelo, por un total de 324 millones de lempiras ($13 millones) a través del presupuesto ejecutado por Inversión Estratégica de Honduras (INVEST-H), contraparte nacional de la Cuenta del Milenio, encargada de gestionar proyectos y programas de desarrollo con fondos internacionales y nacionales.

Mientras tanto, las autoridades de SINAGER dieron a conocer que de los primeros 140 ventiladores mecánicos comprados por el gobierno ya se han instalado al menos tres en el Hospital Cardiopulmonar del Tórax y ahora cuentan con 6 respiradores. El Tórax es uno de los principales centros de atención en la capital. Los demás centros asistenciales que recibirán ventiladores son el San Felipe, en Tegucigalpa, el Mario Catarino Rivas y el Leonardo Martínez en San Pedro Sula, el Hospital de Atlántida en La Ceiba y el Salvador Paredes en Trujillo. De igual manera, los hospitales de Santa Bárbara, Ocotepeque, San Lorenzo, Valle, Roatán y Danlí. 

Finanzas también señala que se hizo la compra de 7 hospitales móviles, cuatro de 51 camas, uno de 91 camas, dos que no especifican su capacidad. El monto total es de 1 159 millones de lempiras ($46 millones). Anteriormente el portal de Finanzas señalaba que uno de estos hospitales móviles estaba en el Aeropuerto Toncontín. Según señala Gabriel Rubí, titular de COPECO, inicialmente se planteaba tener uno en Toncontín y otro en Roatán, pero estos no se instalaron porque las terminales aéreas cerraron y llegaron más tarde de lo previsto. Sin embargo, los hospitales se pueden ubicar en otros lugares. Ante el brote creciente de COVID-19 en Cortés, las autoridades están definiendo si lo instalarán en Choloma o Villanueva. 

Hasta el momento el gobierno aprobó 144 millones de dólares en préstamos, más 424 millones de dólares a través del Congreso Nacional y el Consejo de Ministros. Han utilizado 87 millones de dólares provenientes del Presupuesto de la República, el total es de 638 millones de dólares para atender la emergencia. 

Por su parte, el Foro Social para la Deuda Externa (FOSDEH) señala que «debemos tener sumo cuidado con el uso del nuevo endeudamiento para enfrentar la emergencia del COVID-19, por los compromisos que esto significaría a futuro», a la vez que recuerda que para que el país supere esta pandemia «no sólo es necesario la transparencia y rendición de cuentas en el uso de los recursos, sino también, el conocer los escenarios durante y después de la crisis».

Un vendedor de verduras se lava las manos después de hacer una venta, Tegucigalpa, 22 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

En el Valle de Sula, cada año durante abril, las nubes se pierden y las sustituye un cielo gris a causa del humo que provoca la quema de cañaverales, una práctica que ni las medidas de encierro por COVID-19 han pausado. El calor es intenso y hoy es viernes de la Semana Santa, con toque de queda absoluto, en esta zona del país. Acaban de ser comprobados 265 casos positivos de COVID-19 que en Honduras ya cobró la vida de 23 personas, 22 de ellas residentes del departamento de Cortés.  La ciudad que produce aproximadamente el 63 % del producto interno bruto (PIB), San Pedro Sula, se ha convertido en el epicentro de la pandemia en Honduras, rompiendo el mito de que en temperaturas altas el virus no sobrevive.

La medida de cerrar el departamento de Cortés y la ciudad aledaña de El Progreso, Yoro, fue anunciada a través de una cadena nacional el domingo 5 de abril de 2020, luego de comprobar que los días de circulación asignados para todo el país no estaban siendo funcionales para ciudades como San Pedro Sula y Villanueva, que representan puntos críticos de la pandemia. Durante la semana antes del cierre, muchos comercios habían conseguido operar de manera remota: a domicilio y autoservicio, un factor determinante para la propagación del virus. Además, en las primeras semanas de la emergencia, varias empresas maquiladoras no cerraron operaciones. 

El aislamiento o período de cuarentena que se lleva hasta el momento no es suficiente, indica el doctor Carlos Umaña, presidente de la Asociación de Médicos del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS). «Hemos entrado a la fase cuatro, cuando el contagio es exponencial y autóctono. Cuando empecemos a reportar mil casos cada tres días, entonces habremos entrado a la fase cinco de la enfermedad y hasta que no se haga una cuarentena total, no se logrará reducir la curva», enfatiza Umaña. También indica que una cuarentena total quiere decir que las empresas que elaboran alimentos no deben estar operando o movilizándose, hasta que no se cumplan periodos de cuarentena con estos empleados. «Claro, en otros países ha sido posible porque son países desarrollados y esperaría que esto no tenga que suceder acá. Espero no tengamos que llegar a la situación de que las empresas improvisen albergues adentro, para mantener la cuarentena de sus empleados y poder seguir trabajando», dice Umaña y asegura que los casos van a seguir aumentando y que no se verán resultados de la cuarentena, hasta la primera semana de mayo. 

Mujer realiza una llamada en las afueras del Hospital Leonardo Martínez, donde están atendiendo emergencias por coronavirus, 2 de abril de 2020. Foto: Jimmy Girón

Según las Proyecciones y recomendaciones en el marco de la pandemia COVID-19 en Honduras, realizadas por la Universidad Autónoma de Honduras (UNAH), se estima que los casos podrían incrementarse a 16,558 casos a nivel nacional para el 30 de abril de 2020. 

La medida de aislamiento se inició el 20 de marzo de 2020 a nivel nacional. No obstante, las medidas de circulación no fueron tan restrictivas como ahora, que se cuenta con una tasa de mortalidad del 6.02 % y una economía colapsada que no estaba preparada para este escenario. Según estimaciones de la Asociación Nacional de la Micro y Pequeña Industria de Honduras (ANMPIH) se espera que alrededor del 25 % de las micro empresas en el país cierren operaciones. 

Un mercado vacío ubicado en el lateral de una maquila en Villanueva, este mercado también funciona como paso a las colonias que se encuentran en los cerros de atrás de la maquila, Villanueva, Cortés, 2 de abril de 2020. Foto: Jimmy Girón

Para Esperanza Escobar, presidenta de esta asociación en San Pedro Sula, lo que está sucediendo es un reto pero también una oportunidad de demostrar lo resiliente que puede ser la microempresa. «Nosotros tenemos experiencia en este sistema, si quebramos hoy en un negocio, pues mañana abrimos el otro. Estamos para mantener a nuestras familias y no nos estamos yendo del país, y esas convicciones que tienen los empresarios que deciden abrir una pequeña empresa».

Esperanza tiene el optimismo de que la microempresa logrará adaptarse a esta nueva era. También es consciente que no se logrará sin el apoyo del Estado de Honduras. Considera que en muchas ocasiones el apoyo que brindan o el dinero que destinan para equilibrar y apoyar a la empresa privada, no están destinados a los que realmente tienen la experiencia en el manejo de fondos. Es por eso que, desde la asociación junto a más de trescientos microempresarios, han empezado jornadas de trabajo a través de llamadas telefónicas y video llamadas en internet para presentar un proyecto en el que solicitan 300 mil lempiras al Estado. Esto vendría a apoyar a estas microempresas a pagar planillas, gastos de energía eléctrica y capital de trabajo que les permita continuar con sus empresas abiertas. 


Según la encuesta de análisis de resiliencia empresarial ante crisis por #COVID-19, elaborada por la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés junto a organizaciones del sector privado y la UNAH, indica que alrededor del 11 % de la pequeña y microempresa en el Valle de Sula ya cerró sus operaciones. El resto se prepara para cerrar en unos meses más, si no se encuentra una forma viable de hacerle frente a esta crisis.

Gráfico de efectos a corto y mediano plazo provocados por el COVID-19 según Encuesta de análisis de resiliencia empresarial ante crisis por #COVID-19, elaborada por la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés junto a organizaciones del sector privado y la UNAH.

«Somos empresas pequeñas, a las cuales les ha costado abrirse camino en la banca. No somos personas que vienen con herencias o que conocen todo lo riguroso del sistema bancario. Por eso hemos estado impulsando las cajas de ahorro, con las que hemos logrado que muchas iniciativas se formalicen», explicó Escobar. La ANMPIH está incidiendo para que el gobierno además de apoyarles con el proyecto de los 300 00 lempiras, también pueda incidir en la banca para que les brinden el congelamiento de cuotas de préstamos, por lo menos para los próximos 3 meses, algo que el gobierno ya anunció como medida económica, pero que no se ha implementado aún. 

Gráfico del tipo de financiamiento que tienen las empresas actualmente según Encuesta de análisis de resiliencia empresarial ante crisis por #COVID-19, elaborada por la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés junto a organizaciones del sector privado y la UNAH.

El presidente Juan Orlando Hernández, a través de sus redes sociales, mediante vídeo, el 7 de abril anunciaba: «En las últimas horas hemos tomado la decisión de reducir las inversiones obligatorias a través del Banco Central de Honduras o lo que le llaman el encaje legal, que hacen los bancos y entidades financieras». Con estas medidas los bancos, las cooperativas y las entidades financieras serán más flexibles y ágiles para prestar dinero en mejores condiciones, con tasas más bajas, por ejemplo, explicó Hernández. 

Por su parte, el Banco Central de Honduras (BCH) mediante un comunicado de prensa del 8 de abril indicó: «En el marco del Programa Monetario 2020-2021, en el cual se estableció como medida monitorear permanentemente los impactos del COVID-19 sobre la economía nacional y adoptar de manera oportuna las medidas adicionales, que permitan reducir el impacto en la economía hondureña, el Directorio del BCH aprobó un conjunto de medidas de política monetaria tendientes a continuar flexibilizando las condiciones financieras, facilitando el funcionamiento del sistema financiero y de pagos del país al disponer de liquidez para atender las necesidades de los agentes económicos en estos momentos de alta demanda, y a su vez propiciar el acceso al crédito a los distintos sectores económicos, que ayuden a mitigar el impacto derivado de la pandemia». 

Aunque el sector gobierno ya ha declarado dichas acciones, la banca y seguros de Honduras aún no han comunicado que llevarán a cabo estas medidas propuestas por el BCH. Para Escobar, de la ANMPIH, esto es sumamente importante para poder garantizar que la microempresa continúe operando. Considera que la banca debería estar atendiendo durante este período, para que cuando las medidas de restricción sean suspendidas, las empresas ya tengan asegurado el capital para trabajar. «Necesitamos crear nuevas plataformas financieras, que sean disruptivas para que esta población pueda acceder a fondos» indica que los cambios deben ser en paralelo, considerando que la microempresa y pequeña empresa, está lista para trabajar y reinventarse a esta nueva etapa, pero que será imposible sin poder tener una estabilidad financiera que solo la banca puede brindar en estos momentos. La ANMPIH representa el 76 % de la microempresa en Honduras y según sus estadísticas genera alrededor del 70 % a 80 % de empleo incluyendo a trabajadores informales. 

Según la encuesta de análisis de resiliencia empresarial ante crisis por COVID-19, en San Pedro Sula, el  31 % de microempresas han tenido que negociar la suspensión de sus empleados en promedio. Estas empresas generaban alrededor de veinte empleos de los cuales, al menos, seis contratos de empleados permanentes han sido suspendidos. 

Los invisibles en las estadísticas económicas 

Todas estas medidas están alejadas de personas como Gilberto Paredes, quien luego de trabajar 11 años sin contrato formal y sin derecho a seguro social, décimo cuarto y aguinaldo, se ha quedado sin trabajo y junto a él, 34 familias más a quienes les despidieron recientemente de una empresa que se dedica a la producción y distribución de productos de la canasta básica, a través de una contratista. Este despido se da luego de no haber accedido a quedarse hasta el amanecer cargando furgones con producto para exportación. «Nosotros nos quedamos hasta tarde, pero no pudimos quedarnos más, estábamos cansados. Hemos estado trabajando jornadas extendidas y sin que nos garanticen derechos o permisos para andar circulando. El día que nos despidieron llegamos temprano a trabajar y terminar de cargar el camión y lo que recibimos fue esta noticia», relata Paredes. 

Los días que Gilberto y sus compañeros estuvieron yendo a trabajar, tuvieron que ingeniárselas para que los retenes militares no les pararan o terminaran detenidos 24 horas por infringir la ley de circulación. Hasta el momento 6 000 hondureños han sido detenidos por no respetar el toque de queda absoluto durante la emergencia por el coronavirus, informó este miércoles el portavoz de la Secretaría de Seguridad, comisionado Jair Meza. En algunas ocasiones, cuenta Gilberto, no les dejaban pasar dentro de la fábrica, porque no llevaban mascarillas y guantes, algo que según él era imposible cumplir cuando hubo escasez de estos productos, apenas tenían dinero para comprar la comida del día. 

Trabajos como los que realizaba Gilberto, no están regulados por un contrato de trabajo directo con la empresa, sino que a través de una contratista quién también ha quedado sin trabajo. Gilberto cuenta que en los peores días lo más que lograba generar eran 60 lempiras ($2.5) diarios y en los mejores días 114 lempiras ($4.6), que representaban un ingreso semanal de 800 lempiras ($32.5) para mantener a sus dos hijos y pareja. «Imagínese, tanto tiempo callándome para no perder la única entrada de dinero, callándome que no me daban mis derechos o no había formalidad, yendo a trabajar en medio de todo esto, arriesgándome porque ni implementos nos daban para protegernos, siendo fumigados sin mascarilla, para que el producto vaya bien, rociado de químicos», cuenta mientras hace una pausa larga. El grupo de exempleados ha decidido organizarse para llevar este caso al Ministerio de Trabajo. 

El día que conocí a Gilberto, estaba junto a un amigo y su hijo esperando, en su carro de paila, que le dieran noticias de su hermano que había llegado deportado y tenían en cuarentena en un plantel de la 33 calle de San Pedro Sula. «Vengo por mi hermano menor, vengo a ver si me lo dan para que vaya a despedirse de mi otro hermano en mi pueblo. Él está muriendo y no quiere irse hasta que no vea al que vino. Espero que acá me ayuden y pueda pasar los retenes hacia la casa de mis papás»,  me decía a través de su mascarilla. 

Gilberto esperaba a su hermano que había sido deportado en el primer vuelo registrado de Estados Unidos a Honduras, durante el cierre de fronteras. En este primer vuelo hubo 92 deportados quienes fueron puestos en una cuarentena de 14 días en un plantel de la empresa privada Tranycop S.A, en San Pedro Sula y custodiada por militares. El hermano que agonizaba era quien trabajaba con él en Choloma y le habían diagnosticado con el síndrome de Guillain-Barré. «A él esa enfermedad le llegó de pronto. En menos de una semana ya estaba muy mal y en el Catarino (Hospital Mario Catarino Rivas) nunca supieron decir qué era lo que tenía. Decidí llevarlo al Hospital del Valle, para ver qué tenía, pero casi que me salía 200 000 lempiras de hospitalización y sin mucha esperanza de vida. Por eso me lo llevé para el pueblo. Realmente es decepcionante cómo nos toca vivir», relataba mientras se limpiaba el sudor de la frente. 

Gilberto me dijo ese día afuera del plantel, que tenía miedo de brindar declaraciones y que cuando estuviera listo me llamaría. Me llamó esta semana al enterarse que luego de estar trabajando 11 años lo despedían sin ningún beneficio. Su hermano trabajaba con él en la misma empresa, murió sin atención de salud con calidad. Gilberto siente que las condiciones en que trabajaba son las que al final mataron a su hermano de manera abrupta. 

Entrada al plantel del taller de mecánica de equipo pesado en Tranycop S. A. que funciona actualmente como albergue para la cuarentena de deportados de Estados Unidos, algunos vehículos ingresan a dejar donaciones para los retenidos y camiones militares que llevan a los policías que custodian el lugar, 33 calle de San Pedro Sula, 23 de marzo de 2020. Foto: Catherine Calderón

Protestas, deportados y miedo al virus 

El Valle de Sula, en especial ciudades como Choloma, Villanueva y San Pedro Sula, son conocidas por sus altos índices de violencia. Según un informe difundido por medios de comunicación nacional el 4 de febrero de 2020, las ciudades con mayores índices de homicidio eran San Pedro Sula y El Progreso con 27 y 12 asesinatos respectivamente, aunque han reducido durante la cuarentena. En los barrios históricamente excluidos, las normas sociales de los grupos delictivos siguen siendo las que se obedecen, así que si a esto le sumamos que hay un miedo intensificado por la sobreinformación y  noticias falsas alrededor del COVID-19, muchos lugares que aún siguen esperando el apoyo del Estado de Honduras, han decidido imponer sus propias reglas. 

En el sector Rivera Hernández, pasajes y colonias enteras han decidido regular la entrada y salida de los transeúntes, como una medida de prevención del contagio del virus, para algunas personas que habitan en este sector, los vecinos solo tienen miedo y están confundidos de cómo funciona el contagio. «Acá hay personas que ya tenían enfermedades respiratorias, pero hubo un señor que, seguramente por el estrés, se puso mal del pecho (dificultad al respirar). La gente empezó a decir que ya tenía el virus y que tenían que sacarlo de la colonia, gracias a Dios consiguió una nota médica que decía que él tenía otra enfermedad. Pero la gente se volvió loca, ni siquiera dejaron entrar muertos al cementerio, porque decían que tenían COVID-19 y que preferían meterle fuego antes de dejar pasar gente» relata una joven que, por seguridad, ha decidido no brindar su nombre real y le llamaremos Karen. 

Cesar Flores de 51 años, vive en la calle desde hace unos meses que llegó de Santa Bárbara en busca de oportunidades de trabajo, luego de no poder volver a trabajar como albañil a causa de una lesión que tuvo. Ahora pide ayuda en la calle sosteniendo un rótulo que dice «Ayuda- Dios le bendiga» en las calles de San Pedro Sula.

Karen, relata lo sucedido el 2 de abril: vecinos del sector Rivera Hernández con palos y piedras bloquearon el paso al personal de COPECO que se dirigía a enterrar a una de las personas fallecidas en el Leonardo Martínez, aduciendo que solo ahí iban a enterrar a las personas que fallecían por la infección. «En efecto hay pobladores de algunos lugares, particularmente de la colonia Rivera Hernández, donde no permiten el ingreso de cadáveres que vengan por muerte de coronavirus, Se ha hablado con estos pobladores para que puedan permitir el acceso a estos cadáveres, pero las autoridades de salud tienen diferentes accesos a otros cementerios y de esa manera se ha permitido enterrarlos en otros lugares», señaló el subcomisionado Hugo Miranda, jefe noroccidental de comunicación estratégica de la Policía Nacional.  

En sectores como la López Arellano y Quebrada Seca en Choloma han decidido salir a realizar protestas con bloqueos de calles, quema de llantas y carteles exigiendo apoyo del gobierno y comida. En varios de los rótulos se podía leer «Tenemos hambre», rótulos que desde que inició la cuarentena se han podido leer en diferentes sectores del departamento de Cortés. 

Ayer, las manifestaciones terminaron al cabo de una hora, mientras que la de hoy, 10 de abril de 2020, se mantuvo más de una hora y sin acatar las medidas impuestas del toque de queda absoluto. Las personas se aglomeraron en la carretera que dirige a Puerto Cortés, quemaron un vehículo y rodearon un supermercado que pretendían abrir. Ante esto. las autoridades publicaron una nota que decía que los días de circulación o medidas para abastecerse de comida, que se mencionaban en el comunicado de ayer, no eran aplicables para los municipios de Cortés y la ciudad de El Progreso, Yoro. Desde las 8:30 a. m. hasta las 11 a. m. las personas empezaron a ser reprimidas por parte de la Policía Nacional, quienes llegaron con una tanqueta de agua y dispararon gases lacrimógenos. 

Archivo:  Toque de queda en Choloma como solución a la violencia

Varios vecinos lograron grabar en el momento que los policías le daban persecución a los pobladores que se manifestaban. También el 29 de marzo los pobladores de Aldea El Carmen  en San Pedro Sula, se habían organizado para exigir comida al estado de Honduras. Al preguntarle ayer al subcomisionado Miranda, sobre estos posibles saqueos, indicó que las medidas son claras y que no pueden circular, que debemos comprender que la ciudad podría llegar a presentar alrededor de mil casos de COVID-19 diarios, sino se toman las medidas correspondientes.

En la 13 calle del barrio Medina en San Pedro Sula, varias personas se juntaron a recibir la bolsa solidaria que se está brindando con el programa Honduras Solidaria. Se podía observar la molestia y desesperación, ya que no a todos les llegó la bolsa o por la inconformidad de que la provisión no les ajustará para 15 días. 

En medio de protestas, patrullajes y demás acciones rutinarias de la Policía Nacional, se están ejecutando varias órdenes de captura por asesinato. Algunas de estas órdenes son de personas que están viniendo en vuelos de deportados de Estados Unidos, según el subcomisionado comisionado Miranda.  «Hay personas capturadas en estos vuelos. De igual manera, la Dirección Policial de Investigaciones está trabajando para poder ubicar personas que tengan orden de captura. En ese sentido se están capturando por lo menos dos personas diarias en la ciudad de San Pedro Sula por tener orden captura pendiente por diferentes delitos», manifestó.

Subcomisionado Hugo Miranda, jefe nor- occidental de comunicación estratégica de la Policía Nacional, mientras brinda entrevista a medios de comunicación en la posta policial de tránsito, San Pedro Sula. Foto: Catherine Calderón

Miranda además confirmó algo que hemos preguntado en varias ocasiones a la Cancillería de la república y no hemos obtenido respuesta: alrededor de cuatro a cinco vuelos de deportados, de aproximadamente  100 personas cada uno, están llegando al país en medio de la crisis. Todas las personas a excepción de quienes tienen orden de captura son revisadas por las autoridades correspondientes. Se les llena una ficha y se verifica que no tengan o presenten síntomas de coronavirus para que puedan ser despachados a sus casas. Miranda también agregó que la mayoría de ellas han estado en albergues de tres a cuatro meses antes de ser deportados, por lo que en dichos lugares las autoridades también verifican que no presenten síntomas. 

Un reporte de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) en Estados Unidos, indica que hay, al menos, cuatro migrantes que han dado positivo por COVID-19 en sus centros de detención. Dado lo anterior, organizaciones y familiares han exigido la liberación de los detenidos. Los deportados que han llegado no han sido reportados por las autoridades correspondientes de migración. Desde el primer vuelo de marzo, se solicitaron entrevistas en los lugares claves como el aeropuerto, albergues improvisados, pero no se obtuvieron respuestas. En la mayoría de los casos, quienes atendieron a Contracorriente fueron la policía migratoria y policía militar, que indicaron no tener autorización para brindar declaraciones. De igual manera, se contactó a personal de ACNUR y OIM para conocer su posición ante esta crisis de salud y de migración. Al menos para saber si tenían conocimiento de las condiciones en que se encontraban estas personas. No obtuvimos respuestas, ya que ambas instituciones indicaron tampoco tener información. 

Crisis sanitaria ya existente 

El sistema de salud en Honduras ya estaba colapsado antes de la pandemia, durante meses en 2019 el sector de educación y salud, iniciaron una serie de protestas ante la posible privatización del sistema educativo y salud. Los médicos en aquel momento junto a estudiantes de medicina que hacían su trabajo social exigían al gobierno mejores condiciones de trabajo, exigían implementos para poder atender con mejor calidad a la población hondureña. 

Actualmente los médicos han decidido dividir sus esfuerzos para no dejar de atender otras personas que no estén infectadas con el COVID-19, pero que sí presenten otro tipo de enfermedad. «Los médicos estamos luchando con dos patologías, una es la patología normal como vesículas, hernias, apendicitis, accidentados en motos, carros que no deberían de haber pero hay, han habido como 3 accidentes que hemos atendido , una gran cantidad de cesáreas que siempre existen y estamos luchando contra el COVID. El Hospital Catarino Rivas y el Seguro Social están divididos para atender ambas patologías, y evitar que pacientes que llegan por otras enfermedades o atenciones se infecten. Es preocupante,  pero no tenemos otra alternativa porque muchos de los pacientes deben ser vistos en los hospitales, como los hipertensos, diabéticos entre otros. Estamos trabajando en guardias de 12 horas continuas para que el personal de salud no esté expuesto también a la enfermedad del COVID-19», expresa Umaña, haciendo hincapié en que el sector salud está haciendo su lucha, pero que necesita que las personas comprendan la importancia de la cuarentena. 

Actualmente, el Seguro Social está realizando alrededor de 50 pruebas diarias. «Nos están llegando bastantes personas. Las pruebas no se le hacen a cualquier persona, ya que se busca primero algo que se llama rasgo epidemiológico, como por ejemplo si ha estado con una persona que estuvo tosiendo, si viene de una ciudad donde el COVID-19 estuvo presente y con ese criterio hemos estado realizando la pruebas rápidas, las confirmatorias, tengo entendido que en el país se están haciendo de 400 a 500  pruebas diarias». 

El miércoles 8 de abril, durante una cadena nacional, el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP), brindaba declaraciones que la población interpretó como un mensaje de que el lunes 12 de abril, algunos comercios se reactivarían. Esto causó una conmoción en las redes sociales y generó que tanto el COHEP como también el titular de Cámara de Comercio de Industrias de Cortés, Pedro Barquero, quien en su cuenta de twitter publicó una encuesta sobre qué pensaban de reactivar la economía hondureña, aclararan que en ningún momento se había pretendido o se había insinuado que se suspende la cuarentena y que los únicos que podían determinarlo eran los profesionales de la salud. 

«Honduras va a tener que reactivar esto, lógicamente, pero va a suceder cuando la curva se aplaque, o sea cuando usted empiece a ver que bajen los casos y usted va a poder regresar a trabajar. Lo que se tiene que hacer es poco a poco  ir re-incorporando la industria y el comercio informal. La expresión de que el COVID-19 está entre nosotros y se quedó a vivir con nosotros, es correcta, Nos tenemos que acostumbrar a vivir con él, porque mientras no exista una vacuna, que creemos los expertos va a venir como en febrero del próximo año, la humanidad se va a seguir infectando, Se calcula que más o menos el 60 % de la humanidad va a infectarse, de ese 60 % el 7 % va a morir», dice Umaña.

Uno de los factores por los cuales la zona norte ha sido el foco de la epidemia es debido a su actividad comercial. «Hay cientos de miles de personas trabajando en las maquilas y un comercio bastante importante en centros comerciales,  pero quizás el aspecto más importante es el comercio informal. Tenemos una gran cantidad de vendedores ambulantes en las carreteras, en las ciudades y bastantes mercados. Esto hace que sea un caldo de cultivo para el virus , la gente se aglomera, son abundantes emprendedores. En cambio en Francisco Morazán, no es así, allí está la sede del gobierno central. Si bien es cierto una cantidad de vendedores, no tantos como acá en el norte del país, y aunque hay centros comerciales también tiene que ver la distribución, no hay tantas plazas como allá y no existen carreteras que conecten tantos municipios como aquí la carretera CA-5», según el doctor Carlos Umaña esto influyó mucho en la toma de decisiones de la cuarentena. 

Muchos negocios al inicio de marzo, siguieron abriendo y operando de manera normal, a pesar de que existía una alerta roja por parte del gobierno, una medida que sin duda afectaría posteriormente a la zona norte del país, cuando lo ideal hubiese sido haber restringido la circulación tal cual sucedió en el sur del país. 

Ahora, con la mayoría de casos de COVID-19 en Honduras, el Valle de Sula, en medio de la incertidumbre y la sorpresa, cerró sus entradas y salidas. Es verano y en las calles de San Pedro Sula solo se escucha el  parlante de la patrulla que da indicaciones para que los vecinos, que salen por las tardes a observar las calles vacías, no estén en grupos. La famosa Tercera Avenida y sus puestos de baleadas 24/7 llevan cerrados un mes. La ciudad no es la misma, el parque lo han tomado policías municipales que no permiten se acerque nadie, ni siquiera periodistas.

Y, aunque no es la misma, en los alrededores de la ciudad, a orilla de la carretera, hay una industria que se resiste a apagarse. Los deportados siguen llegando, los siempre olvidados ahora salen a protestar. Gritan que no los olviden otra vez después de ser sustituidos por uniformados de la policía nacional y militar en las calles donde antes se ganaban la vida.

En Honduras, las proyecciones realizadas por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y las expresadas por el titular de la Comisión Permanente de Contingencias (COPECO), no están mínimamente cerca. La primera, estima que en junio, Honduras alcanzará la cumbre de la curva de contagios con 2 millones ochocientas mil personas infectadas en su punto máximo. La segunda, dice que en junio se llegarán a 75 000 contagios. «Esto podría dejar hasta 1 200 muertos y hasta 75 000 personas contagiadas. Datos que podrían verse reflejados en el mes de junio», así lo aseguró Gabriel Rubí, comisionado de COPECO. La desconfianza en los números oficiales aumenta en países como Honduras, que tiene en su gabinete de gobierno a personas cuestionadas por corrupción. Tal es el caso del presidente Juan Orlando Hernández, desde su ilegítima reelección hasta el involucramiento de su hermano en crímenes de narcotráfico.

Hasta el  9 de abril, después de un mes de haber sido detectado el primer caso de COVID-19 en Honduras, hay 382 casos positivos, 23 muertos y 7 personas recuperadas. La zona norte del país es la más afectada. Las medidas de prevención han tenido ajustes en las tres semanas de estado de sitio. A partir de la próxima semana —aunque se ordene la salida de las personas con el número de su documento de identidad— la mayoría de los comercios abrirán de lunes a viernes en horario completo. 

Una de las preocupaciones que también surgen en este momento, es la capacidad que tiene el país para manejar un número alto de muertes por esta enfermedad. El alcalde de Villanueva Cortés, Walter Perdomo, relató a nuestro medio de comunicación, que no han tenido mucho apoyo de las autoridades encargadas de la emergencia, para la sepultura de las personas fallecidas por COVID-19.  «Apoyo de las autoridades de SINAGER no hemos tenido. Nosotros y salud pública hemos realizado el entierro de los cadáveres. La población se ha mostrado molesta porque no quiere que estos sean enterrados en cementerios cercanos al grupo poblacional, es por esa razón que la alcaldía está en busca de un terreno para realizar dicho procedimiento», cuenta Perdomo.

Las imágenes de Ecuador: cadáveres en la calle, escasez de ataúdes, personas desesperadas pidiendo, durante días, que se lleven el cadáver de su ser querido que murió en casa por COVID-19, parecen un presagio para Honduras. 

La Secretaría de Salud en Honduras ha creado un protocolo para el manejo de cadáveres. Este consiste en que las personas que fallezcan a causa del virus no sean veladas por sus familiares y que sean enterradas de manera inmediata para evitar el riesgo de contagiarse. Los velorios están prohibidos durante la emergencia para evitar la aglomeración de personas. Por otra parte, los cadáveres no pueden pasar por el protocolo común de realizarles una autopsia, ya que su muerte es considerada «muerte natural». La Dirección General de Medicina Forense (DGMF) establece —de forma prioritaria—  la identificación del fallecido y el llenado de ficha de información que ya tiene un formato único. Esta institución continúa laborando de manera cotidiana las 24 horas en los Centros Integrados del Ministerio Público (MP) ubicados en Tegucigalpa, San Pedro Sula, La Ceiba, Santa Rosa de Copán y Comayagua.

El procedimiento que se debe realizar al momento de sepultar los cadáveres es el siguiente: desinfectar todos los insumos a utilizar, se requiere de manera obligatoria bolsas herméticas, las personas que realicen la manipulación de los cadáveres deben usar el equipo de protección: batas plásticas, guantes látex y gorros. Los cuerpos deben de ser enterrados lo más pronto posible y no pasar más de 10 horas, todo esto en compañía de las Fuerzas Armadas y SINAGER. 

Foto: Martín Cálix.

Se agotan los ataúdes

La Asociación de la Industria de Funerarias de Honduras expresó su preocupación esta semana, ya que la operación de este sector se ha reducido en un 80 % por falta de acceso a las materias primas para la elaboración de ataúdes. Solo cuentan con 5 000 féretros, los cuales pueden agotarse en una semana, según Edwin Lanza, presidente de la asociación. Lanza, además asegura que tampoco tienen un salvoconducto para poder laborar con normalidad, esto impacta de manera directa a los trabajadores de las funerarias a nivel nacional, ya que han tenido que suspender a sus trabajadores porque es imposible sostener el pago de los salarios. La cremación no suele ser una opción viable en este caso. Su costo es elevado, ronda entre los 30 a 40 mil lempiras, pero Lanza asegura que ese costo podría reducirse si se logra consensuar con el gobierno, ya que es un momento de emergencia nacional y la Asociación de Funerarias del país podría contribuir.

SINAGER habla de un aproximado de 1 200 muertos a causa de esta pandemia. Sin embargo, si se juntan las proyecciones de infectados con la falta de acceso a la salud, el número es cuestionable. Según datos del Centro de Estudio para la Democracia, el país tiene una población de 9,3 millones de habitantes, pero solo cuenta con unas 6 590 camas en el sector hospitalario, lo que se traduce en 9.5 camas por cada 10 000 habitantes. Según la UNAH, al 30 de abril estaríamos teniendo 16 mil personas infectadas. 

Por otro lado, la doctora Suyapa Figueroa, presidenta del Colegio Médico de Honduras (CMH), afirma que tampoco los centros hospitalarios privados del país no están preparados para enfrentar esta pandemia. Por esta razón, este sector ha solicitado en reiteradas ocasiones que se administre bien el presupuesto destinado para esta crisis y que no se realicen compras de material que no se necesite, que sean de calidad, cantidad y con conocimiento científico. Figueroa hizo referencia a la compra de más de un centenar de ventiladores que no cumple con los requisitos: «Los equipos que trajeron no sirven para esta emergencia, lastimosamente no cumplen con los requisitos que se necesitan para dar soporte a un paciente con una neumonitis viral, como la que provoca el coronavirus», afirmó.

Ante esta situación y las declaraciones que brindaba el alcalde de Villanueva, Cortés, a nuestro medio de comunicación, existe la interrogante de que si estamos preparados para enfrentar lo que nos dicen las proyecciones. Roberto Cosenza, subsecretario de la Secretaría de Salud asegura que cada alcaldía ha cavado 10 fosas, en caso de que tengan que realizar la sepultura a personas que pierdan la vida a causa del coronavirus, pero el que quiera y tenga la posibilidad de que su familiar sea enterrado en un cementerio privado puede hacerlo perfectamente.

«Esperamos no tener que llegar a la apertura de fosas comunes, de ser así son las alcaldías las que deben de estar preparadas»  indicó.

Nadia es la paciente cero por COVID-19 en animales, eso creen los científicos que han atendido a la tigresa en el zoo del Bronx en Nueva York, han explicado que el contagio vino de uno de sus cuidadores que estaba en una etapa asintomática de la enfermedad. Se han dado uno o dos casos más en animales domésticos en el mundo, pero no más que eso. Las alarmas se levantan, quizá por el posible escenario que implica que un virus como el SAR-CoV-2 se salga de control entre la vida silvestre, un escenario donde lo que estaría en peligro no es la vida de los seres humanos, sino algo que es un poco más grande: la vida en el planeta. Por ahora, al autorregulación de la naturaleza nos hace estar lejos de ese escenario apocalíptico y los zoológicos toman sus precauciones y entran en cuarentena.

Cada cuatro días en el zoológico El Picacho se utilizan 30 mil galones de agua y varios cientos de toneladas de comida. Agua y comida son las necesidades primarias, dos cosas que ahora mismo es complicado conseguir, la primera por el racionamiento en el servicio que brinda el SANAA y la segunda porque la cuarentena hace difícil adquirirla.

La emergencia sanitaria que ha estallado por la expansión del COVID-19 en el país, ha dejado postergados a los postergados de siempre: personas pobres y en el caso más extremo, a los animales —y al personal que cuida de ellos— en el zoo de Tegucigalpa. Quienes les cuidan han tenido que eludir el toque de queda saliendo mucho más temprano de sus casas, algunas de ellas en barrios periféricos de la ciudad. La primera semana del toque de queda estuvo llena de incertidumbre, el personal se vio obligado a cruzar retenes y explicar que hay seres que dependen de ellos porque de otra manera se morirían, han tenido que dejar el encierro precautorio y hacer caso omiso al llamado de quedarse en casa porque realizan un trabajo que no puede parar. Cuidadores, biólogos, veterinaria, personal de cocina, el equipo del zoo no tiene la opción de quedarse en casa para salvarse del coronavirus.

De los más de 400 animales —64 especies, entre reptiles, mamíferos y aves— que habitan el zoo al menos el 70 % de ellos han sido rescatados del tráfico de especies, y en su mayoría, reinsertarlos a la vida silvestre y a un hábitat donde puedan tener libertad es imposible. Económica y logísticamente es una opción inviable, por lo que el Estado hondureño ha debido cargar con ellos y garantizarles el menor de los traumas en lo que resta de sus vidas.

En cuarentena, los horarios se duplican. Suelen comenzar a las 6 a. m. y no tener horario de salida, explica Hugo, encargado de la logística del zoo. La institución también ha tenido que garantizar la llegada y la salida de sus empleados, pedir un salvoconducto y hacer un uso eficiente de los recursos: dos equipos que se turnan los días, y un motorista que debe acarrear la comida y llevar y traer al personal porque en este momento no hay transporte público.

El zoológico El Picacho es una dependencia de la Secretaría de Energía, Recursos Naturales y Ambiente (MiAmbiente). Al menos en la primera semana del toque de queda, hubo problemas para movilizar a su personal porque la burocracia estatal tardó en otorgarles el salvoconducto que les permitía llegar a trabajar. En el segundo mes de la pandemia en el país, las gestión de necesidades son de agua y comida.

Una de las tareas que se ha complicado más durante el toque de queda es encontrar proveedores para alimentar a los animales, las restricciones para circular afectan a quienes venden comida y, como en cadena, a quienes la necesitan. El alimento también debe priorizarse para los seres humanos, las razones pueden variar, pero la escasez de alimento podría convertirse en una situación de riesgo y que mantiene preocupados a la administración del zoo.

Javier Valenzuela, el director interino del zoológico, explica que un tercio del presupuesto total de la institución —4 millones de lempiras— deben ser invertidos en la alimentación de los animales. A esto debe sumarse las donaciones de algunas empresas que colaboran con el zoológico haciendo donación de carne. El zoo necesita cerca de los 12 millones de lempiras para funcionar, para poder pagar personal y el suministro de combustible. Los ingresos por taquilla por ahora no están llegando y no lo harán hasta que la crisis sanitaria llegue a su fin.Según estimaciones de la facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, en un documento publicado este abril de 2020, a un mes de la llegada de la pandemia a Honduras, la curva de infección no ha alcanzado su punto máximo todavía. Esto sucederá hasta junio, entre el 8 y el 18, y la curva no va a bajar hasta septiembre, entre el 17 y el 26 de septiembre. Por lo que la vida con relativa normalidad no va a ser posible quizá hasta agosto, esto va a dejar sin visitantes al zoo por mucho tiempo. Deberán confiar que durante estos meses no serán víctimas de la reducción del presupuesto estatal. El zoo, como todo el país, está cuarentena. De resultar ciertas las estimaciones, al país entero le quedan meses oscuros por delante. Nunca el final de algo significó tanta esperanza junta.

Entrada al Parque Nacional El Picacho donde está ubicado el zoológico, Tegucigalpa, 9 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un trabajador del zoológico El Picacho limpia la jaula de los jaguares, Tegucigalpa, 7 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
En el interior del corral de los chanchos de monte, Julio hace labores de limpieza. Julio vive en Barrio El Bosque, uno de los barrios en las faldas de El Picacho, pero su acceso al parque implica caminar varios kilómetros, Tegucigalpa, 9 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
La cuarentena ha guardado a los visitantes del zoo, las únicas personas que lo caminan son sus trabajadores, Tegucigalpa, 7 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un trabajador del zoo abastece de fruta la jaula de los pericos, Tegucigalpa, 7 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
En una zona restringida para el público del zoo, Mario Donaldo, alimenta a los monos araña. Para él, llegar a trabajar implica caminar varios kilómetros desde la aldea Jutiapa, ubicada en el Parque Nacional La Tigra, Tegucigalpa, 7 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un mono araña come fruta durante el desayuno en el zoo, Tegucigalpa, 7 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Dentro de un refrigerador se guardan el alimento de los carnívoros, Tegucigalpa, 7 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
En su hogar, Sofía es la única persona que ha quedado con trabajo y recibiendo un salario, su esposo (albañil), sus dos hijos mayores ( electricistas) no tiene trabajo en este momento, por lo que el peso de su hogar ha recaído en ella, Tegucigalpa, 7 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Hugo, encargado de la logística del zoológico, desinfecta un auto asignado al zoo, Tegucigalpa, 9 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
La doctora veterinaria, Diana Echeverría, realiza limpieza a una herida en la pata de una ocelote, es asistida por los biólogos Julio y Heydi, Tegucigalpa, 9 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Desde la pantalla de su teléfono celular, Diana Echeverría, veterinaria del zoo, explica que hay dos tipos de coronavirus: el alpha coronavirus para el reino animal y el beta coronavirus para la humanidad, Tegucigalpa, 9 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Una ocelote aún con los efectos de la anestesia es cargada en brazos por la bióloga Heydi Carballo luego de la limpieza en una herida, Tegucigalpa, 9 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un pavo real en su ritual de apareamiento, Tegucigalpa, 7 de abril de 2020. Foto: Martin Cálix.
Simba, el león del zoo, ronronea cuando Alejandro se acerca a saludarlo, Tegucigalpa, 9 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Dentro del serpentario del zoo, una timbo permanece enrollada, esta especie de serpiente venenosa puede llegar a crecer más de 50 centímetros, es una especie endémica de Honduras, Tegucigalpa, 9 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Debido a la escasez de agua, la fuente frente al edificio administrativo del zoológico permanece vacía, Tegucigalpa, 7 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Un total de 19 incendios forestales se reportan en lo que va del año en el Parque Nacional la Tigra, pero 3 incendios diarios han sido provocados en los últimos días a pesar del confinamiento de la población por la llegada de la pandemia del COVID-19 en Honduras. Las autoridades no atienden las denuncias de los incendios por atender la pandemia, o al menos esa es la excusa, explica Jorge Luis Palma, director técnico de  la Fundación Amigos de la Tigra (Amitigra).

Según estudios del Centro de Información Toxicológica (Centrox), de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia, de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, la contaminación por humo a causa del tabaco, la industria y los incendios forestales, aumentan de manera significativa el riesgo de propagación del coronavirus. Sin embargo, los incendios en el Parque Nacional La Tigra en el departamento de Francisco Morazán no deberían preocuparnos solo por eso. Este parque fue declarado como la primera área protegida de Honduras en 1980. Cuenta con un patrimonio forestal de 24,040 hectáreas, donde se produce el 30 % de agua que abastece el noreste de Tegucigalpa y 104 caseríos de los municipios de Cantarranas, Valle de Ángeles y Santa Lucía.

Amitigra registra entre 30 y 40 incendios por año, con una afectación promedio de 1,000 hectáreas. En Contracorriente (CC) entrevistamos al director técnico de Amitigra, Jorge Luis Palma (JP) quien asegura que también se debe poner atención a esta problemática aunque todos los esfuerzos estén orientados a atender la pandemia. 

CC: ¿Cuántas hectáreas de bosque han sido dañadas a causa de los incendios en este año?

JP: Sin contar los dos incendios suscitados el día martes, serían 305 hectáreas afectadas. En las últimas semanas se han reportado hasta tres siniestros al día.

CC: ¿Qué impacto produce la contaminación a causa de los incendios y quienes son los más afectados?

JP: La población se ve afectada en sus vías respiratorias, ya que la quema de las plantas son las que más emiten gases a la atmósfera, los más afectados siempre son los niños, las personas adultas mayores y quienes tienen padecimiento de problemas como rinitis y asmáticos.

CC: ¿Qué tipo de trabajos está realizando Amitigra para contrarrestar los incendios forestales?

JP: En estos momentos un equipo de alrededor de 20 personas —tomando todas las medidas ante la alerta por la pandemia que azota el país—  nos mantenemos en puntos estratégicos. Las cuadrillas se ubican en el sector de Cofradía, en Jutiapa y en El Hatillo. Contamos con la ayuda de cuatro torres que están instaladas en el parque para alertar cuando el fuego se propaga.

CC: ¿Amitigra cuenta con el apoyo de otros sectores al momento de una alerta de fuego?

JP: Nos colabora el Instituto de Conservación Forestal (ICF), el Cuerpo de Bomberos de Honduras y muchas veces los vecinos de las comunidades salen a combatir el fuego en apoyo a nuestras cuadrillas, entre otros.

CC: ¿De dónde se abastecen de agua para lograr apagar los incendios?

JP: Nosotros no utilizamos agua para contrarrestar el fuego, porque no contamos con fuentes de agua accesibles para las zonas montañosas, es por esa razón que los incendios se combaten por medio de la ronda «corta fuego», que consiste en construir una ronda por donde se dirige el fuego, para que cuando llegue hacia esa ronda se detenga ahí y allí se apague. 

Fotografía cortesía de AMITIGRA.

CC: ¿Quiénes provocan estos incendios? 

JP: En el parque nacional La Tigra todos los incendios son provocados por la mano humana. Muchas veces son provocados por personas que ingresan a la montaña a sacar miel y, para alejar las abejas, inician el fuego que luego se les va de control.

CC: ¿Ante esta situación cuál es el trabajo de las autoridades para detener esto?

JP: Tenemos muchas debilidades en cuanto eso, sobre todo en el marco legal porque para enjuiciar estas personas se exigen muchas pruebas, casi que debería estar el fiscal o la persona que va a denunciar al momento que cometen el hecho, además en estos momentos por la emergencia ante el COVID-19 las autoridades no están atendiendo.

CC: ¿Cuál sería el llamado a la población en general para evitar que nuestra área protegida continúe siendo afectada?

JP: Todos debemos aportar en el cuidado de nuestros recursos naturales. Si se utilizara fuego, se tiene que ser responsable. Al final cuando quemamos impactamos en el ciclo de lluvia, la calidad de nuestra agua y después nos vemos sumamente afectados, ya que cada vez más tenemos menos agua disponible.

Este año, en Suecia, hemos tenido un invierno singular. Las consecuencias del cambio climático han sido evidentes. Soy hondureña y desde que me mudé a Lund, hace casi 14 años, esta es la vez primera que no hemos visto nieve en el sur, aunque las temperaturas han oscilado entre 10 °C y -1 °C. Hemos recibido poco sol y mucha lluvia bajo un cielo nublado. En ese ambiente de días grises, el 31 de enero, las redes sociales, la  radio y la televisión daban a conocer que el primer caso de COVID-19 estaba confirmado en la ciudad de Jonköping. Una persona que estuvo de visita en Wuhan —primer epicentro del COVID-19— era la primera portadora del virus.  El 24 de febrero se presentó el segundo caso, justo después de la semana sportlov que aconteció entre el 17 y 21 de febrero. Esa semana es conocida en Europa como la vacación de invierno y gran parte de la población se desplaza hacia Italia, Austria y otros países para esquiar.  Al inicio se reportó que de los primeros casos 444 personas obtuvieron el virus en el norte de Italia y 201 en Austria.  

No han transcurrido ni siquiera dos meses desde el primer caso, sin embargo según los reportes oficiales de la agencia de salud pública, actualmente existen 9141 casos confirmados,  793 han fallecido.  

Aunque países vecinos como Noruega y Dinamarca han declarado cuarentena y  cerrado escuelas y fronteras , al día de hoy en Suecia, se recomienda no hacer viajes innecesarios de y hacia Suecia, y no hay medidas de aislamiento obligatorio. El gobierno ha decidido no cerrar las escuelas primarias y secundarias, y para justificarlo existe una razón: alrededor de un millón de niños son menores de 10 años y en un país donde el servicio doméstico es nulo, uno de los progenitores tendría que permanecer en casa. Eso significa que alrededor de un millón de personas no podrían trabajar por un período indeterminado. En cuanto a la aglomeración de personas, solo se han restringido eventos donde asistan más de 50 personas. 

Las universidades han cerrado sus clases presenciales y las han reemplazado por las aulas virtuales, donde la igualdad en el acceso a internet y a los portátiles son la clave para continuar con la educación en el nivel superior.  

Las opiniones a favor o en contra de las medidas moderadas del gobierno no se han hecho esperar, pero la población en general está de acuerdo en seguir las recomendaciones de la agencia sueca de salud pública, tales como: evitar el contacto social, no asistir al trabajo a la escuela si se presentan síntomas de resfriado o COVID-19, restringir de manera absoluta el contacto con la población mayor de 70 años y, por supuesto, continuar con las medidas de higiene preventivas. 

Presas del pánico y la posibilidad de que la cuarentena sea una medida que llegará  tarde o temprano, el papel higiénico y ciertos productos alimenticios como la pasta y la avena  desaparecieron por unos días de los supermercados. Con todo, el gobierno sueco ha prometido que no habrá escasez de alimentos  —tampoco de papel higiénico—.

En contraste, Honduras, el país donde crecí, vive de crisis en crisis y la pandemia ha venido a desnudar la ya vieja y calamitosa situación del sistema de salud. Hacerle frente a la pandemia con las uñas será un reto que seguramente costará muchas vidas.  También es preocupante la forma en que se difunde la información. El miedo y la angustia se convierten en armas de doble filo. Por un lado se pretende asustar a la gente para que se quede en casa —de ser posible— , por otro puede dar lugar al caos. La  histeria que ahora enfrenta Ecuador donde la gente  rechaza al que contrae el virus y ni siquiera pueden hacer frente al entierro de los fallecidos, es un escenario probable para Honduras, si la gente no obtiene educación e información adecuada y veraz.

Hasta ahora, Suecia y Honduras enfrentan el COVID-19 de formas distintas. Aquí no hay cuarentena obligatoria, en Suecia la gente decide quedarse en casa a base de las recomendaciones del gobierno. Se trata de disciplina y seguramente de legitimidad. La transparencia en el manejo de millonarias inversiones para salvar a las empresas, los fondos destinados para el fortalecimiento del sistema sanitario, es algo que damos por hecho. A nadie se le ocurriría pensar en compras secretas, posible desvío de fondos o hacer uso de la crisis para perfilar candidaturas, situación que se presume pasa en Honduras.

La individualidad se transforma en solidaridad 

Suecia es conocida internacionalmente por su sistema tributario como base fundamental del estado de bienestar.  El sistema promueve la autonomía y la autosuficiencia, asegurando que en casos de necesidad el Estado garantiza a la persona joven, enferma o mayor no tener que depender de otros para subsistir, ya sea de familiares, amistades o cualquier otra red de protección.  Aunque los suecos mantienen sus círculos de amistades muy cerrados, para ellos ser humano y solidario implica demostrarlo a través de ese sistema que, a su vez, les permite ofrecer igualdad de oportunidades a sus habitantes.  

Esto también ha tenido un efecto colateral y ha creado familias independientes, donde los mayores son autosuficientes en la vejez. Los ancianos  —al menos en las familias de origen sueco—  no viven con sus hijos como en el sur de Europa o en Latinoamérica. Frente a la pandemia esto disminuye el riesgo de que sean contagiados, pero también mantiene a los mayores más aislados. 

Pero el COVID-19 ha despertado otro tipo de solidaridad: jóvenes ofrecen a sus vecinos mayores hacer el supermercado para disminuir el riesgo de contagio, las redes sociales son canales para difundir mensajes de cooperación. Por ejemplo, los estudiantes de carreras técnicas universitarias han creado en Facebook una red de más de 200 voluntarios para dar clases virtuales de matemáticas a alumnos de escuelas secundarias que permanecen aislados.  

Yo trabajo en el área de Derechos Humanos. Actualmente soy Gerente de Proyectos y Sostenibilidad de Drivkraft,  una organización no gubernamental financiada por la empresa privada, las alcaldías y la princesa Victoria de Suecia. Drivkraft tiene por objetivo que todos los niños y  jóvenes tengan igualdad de oportunidades, que puedan terminar la escuela y reducir los índices de desigualdad. También Suecia tiene problemas de inequidad, pero cuando pienso en Honduras es difícil no sentirme conmovida. Pienso en cuántos niños no podrán alimentarse hoy. Pienso en todos los que de manera eventual verán morir a sus seres queridos. Pienso en cuántos de ellos serán víctimas de la pandemia y de un sistema de salud que no tiene las condiciones para hacerse cargo de sus cuidados.

Percibo que la propagación agresiva del virus es preocupante, pero —a diferencia de Honduras— en Suecia la población está informada, la mayoría sabe que  no mostrará síntomas o que estos serán leves. La gente sabe que solo los grupos en riesgo deben buscar atención hospitalaria en caso de ser necesaria, a fin de evitar colapsar el sistema de salud. No obstante, me parece que la mayor preocupación es que a pesar de que no se ha declarado cuarentena el aislamiento ha desencadenado en un efecto negativo para la subsistencia de la pequeña y mediana empresa. Hoteles, cafés y restaurantes son parte del rubro más afectado. Pero también empresas multimillonarias como la línea aérea sueca SAS se encuentran en aprietos. SAS ha despedido temporalmente a la mayoría de sus empleados y ha advertido que sin la ayuda del Estado, enfrentarán la bancarrota a partir de mayo. 

Para mí el COVID-19 está dejando tres lecciones concretas al menos en esta parte del mundo: La primera, es que en tiempos de crisis el uso de libertades debe asumirse con enfoque colectivo y no individual.  Las cifras demuestran que la propagación agresiva del virus y la mayoría de infectados se disparó justo después de que regresaran al país después de tomar vacaciones de invierno en Austria e Italia, identificadas previamente como zonas de riesgo. La segunda, es que según las proyecciones es inevitable que al menos el 70% de la población adquiera el virus y que con o sin restricciones la responsabilidad de cada persona es vital para asegurar de alguna manera que el virus se propague lentamente y no de forma descontrolada. Y, la tercera, es que sin duda vivimos tiempos difíciles y que a pesar de esto, solamente la creatividad en una era digital y la solidaridad en un momento dramático nos permitirá levantarnos de esta crisis, reinventarnos y asegurarnos nuevos comienzos. 

Escribo este texto desde Costa Rica, donde cumplo veinte días de estar a la espera de un vuelo que me lleve a Honduras. El gobierno ha comunicado que los hondureños han podido regresar al país, pero eso es una verdad a medias y las medidas no han sido claras. Se habilitaron vuelos para Tegucigalpa y San Pedro Sula, pero todo aquel que sea de otra región del país quedará encerrado en cualquiera de estas dos ciudades, ya que —por orden del gobierno— sus salidas y entradas permanecen cerradas. Y ese es mi caso.  

Nací en Honduras, de donde partí, hace 11 años. Mi madre, mi hermana y gran parte de mi familia viven allá. Me vine a vivir a los Estados Unidos cuando apenas tenía 10 años. Mi madre se vino conmigo, pero cuando comencé  la universidad, ella se regresó a Honduras. Siempre he sentido que mi hogar está donde ella se encuentre, por eso, cada vez que puedo o tengo vacaciones me voy a visitarla.

Estudio Derechos Humanos con especialización en Cultura Latinoamericana. Como parte del currículum de la carrera, los estudiantes, podemos hacer un programa de intercambio, y —emocionada de poder embarcarme en una experiencia nueva— el 3 de marzo de 2020 me enviaron a Jordania. Días después, el mundo se vió afectado por una pandemia. En Jordania decidieron cerrar fronteras como medida preventiva y me vi obligada a organizar mi regreso en menos de tres días, de lo contrario me quedaría varada en Oriente Medio. El 16 de marzo, el día que mi vuelo salía, recibí la llamada de un amigo a las 3 a. m. (eran las 7 p. m. del día anterior en Honduras). Me avisó sobre la nueva medida que había tomado el gobierno de Honduras para limitar el brote de COVID-19. 

«Mami, Mami, cerraron las fronteras de Honduras», las palabras se me escaparon antes de poder sentir el peso en mi propio corazón. Las dos empezamos a llorar. Cinco horas antes habíamos estado conversando de lo lindo que iba a ser estar en familia, incluso si los primeros catorce días tuviese que estar en cuarentena. Mi realidad cambió en un instante y la verdad es que nunca imaginé que las fronteras de mi país se cerrarían, al menos no para mí y mis compatriotas. No obstante, entiendo que en un país como Honduras, donde el sistema de salud ya no da abasto —incluso sin la presencia de una pandemia—, las medidas extremas son necesarias.

Cuando el gobierno tomó la decisión de cerrar las fronteras desde el 15 hasta el 22 de marzo, solo le dio a la población unas cinco horas para salir o entrar al país. Sin embargo, indicaron que «se exceptúa del cierre de las fronteras el ingreso de hondureños, residentes permanentes y temporales, así como cuerpo diplomático acreditado». Al enterarse mi madre, la mañana del 16 de marzo, hizo una llamada al Aeropuerto Toncontín, donde le informaron que no había vuelos aterrizando al territorio nacional y que por ende, ningún ciudadano podría entrar. Me vi obligada a venir a Costa Rica, donde seres queridos (personas que se han vuelto en una segunda familia) me aceptaron en su hogar, mientras esperaba que las fronteras de mi país se abrieran para estar de nuevo con mi mamá.   

Honduras declaró toque de queda absoluto desde el 20 hasta el 29 de marzo en todo el territorio nacional. Tal medida alargó el cierre de las fronteras, pero a cambio del comunicado del gobierno, la Secretaría de Seguridad indicó que solo se exceptuaba al personal de carga de ingresar o salir del país. 

El 26 de marzo, Sinager publicó que se habilitaría de manera temporal todo tipo de vuelo para el ingreso de hondureños. Al darme cuenta de la medida, me puse a buscar vuelos de Costa Rica a Honduras. El resultado de la búsqueda: «no se han encontrado vuelos en las fechas especificadas». Luego, me enteré que habilitaron vuelos en ciertos aeropuertos estadounidenses. Y cuando le avisé a mi mamá, me dijo: «pero Jalileh, las carreteras hacia Siguatepeque están cerradas. Nadie puede entrar ni salir». Soy de Siguatepeque, Comayagua, a 125 kilómetros de la capital, eso implicaba que al llegar a Honduras me quedaría de nuevo varada, solo que esta vez en Tegucigalpa, sin poder regresar a casa y en medio de un toque de queda. Como lo dije antes: las medidas son necesarias. Sin embargo, cerrar las fronteras sin dar aviso previo es dejar a hondureños con mucha incertidumbre en el exterior.

A pesar de vivir en Estados Unidos, siempre estoy pendiente de lo que sucede en Honduras. Primero, porque tengo a mi familia allí, y segundo, porque hago la cobertura de Honduras para Central American News, donde mi trabajo consiste en recopilar las noticias que ocurren todas las semanas. Es interesante ver cómo el discurso del gobierno se enfoca en ayudar a personas de escasos recursos, mejorar escuelas y el sistema de salud, sin embargo, el tiempo pasa y el cambio es nulo. Se hace la promesa que los militares son los que mantienen la seguridad. Si fuera cierto, Honduras  — el país de Centroamérica con mayor inversión en tal sector—  sería el país más seguro en la región. Además, resulta contradictorio ya que las Fuerzas Armadas son responsables de muchas violaciones a los derechos humanos en contra de los hondureños, entonces, ¿qué tipo de protección provee y para quién?

Continúo en Costa Rica, sin ningún tipo de protección y auxilio de parte del gobierno de Honduras. Por suerte, tengo amigos y familiares que estuvieron dispuestos a cuidar de mí, no obstante, esta no es la realidad de todos. Creo que la frustración que siento se rige de una inconsistencia comunicacional por parte del gobierno. Si las fronteras están cerradas, que se cierren para proteger al país donde ya se vive una situación social precaria, y si las fronteras están abiertas a los ciudadanos hondureños, que se hagan las medidas necesarias para el bien de la salud pública y, a la vez, asegurar el paso seguro de los ciudadanos. Lo que no se puede hacer es comunicar una cosa y hacer otra, aunque esto no le sorprende a ningún hondureño que ha visto cómo el gobierno hace más promesas de las que cumple. 

Estudiantes, exalumnos y miembros del curso de Periodismo de la Universidad de Columbia están impulsando una sección en el medio digital Medium que se llama #Whenthisisover o en español #CuandoEstoAcabe. La dinámica es responder lo siguiente: «La pandemia COVID-19 ha expuesto todos los vacíos, fallas, debilidades y desigualdades en nuestra sociedad —y en nuestras vidas privadas—. Pero habrá un día después, y ¿luego qué?, ¿qué deseas para el momento cuando esto acabe?».

Quisimos retomar la iniciativa de la Universidad de Columbia para analizar cómo sería esa respuesta en un país como Honduras. Con un estado de excepción que se ha extendido por cuatro semanas y que aún no sabemos por cuántas más se ampliará, nos lo preguntamos de diferentes maneras: ¿cuándo volveremos a la normalidad?, ¿a qué normalidad es a la que regresaremos?

La emergencia por COVID-19 que ha generado un shut down global , nos encerró en nuestras casas de la noche a la mañana, nos recordó que el Estado es el único que puede tomar las riendas de una situación como esta y que las decisiones que tomen los mandatarios se traducirán en un número de muertes. Entre más alto, más alta la probabilidad que la decisión se haya tomado de manera equivocada. Ahora mismo, esto le está restando puntos en popularidad a presidentes como Donald Trump. En Honduras, la falta de legitimidad del presidente se traduce en una enorme desconfianza en su gestión de los recursos y medidas de prevención. Sin embargo, #CuandoEstoAcabe y la curva de contagios haya bajado, cualquier medida que se establezca para recuperar la economía devastada o para regresar a la normalidad será un logro que puede hacer olvidar que las decisiones que se tomaron en primera instancia nos dejaron incontables muertes. Nos pasó con el huracán Mitch en 1998, al presidente Carlos Flores Facussé se le conoce por ser el presidente que «hizo lo que pudo», porque en situaciones como esta, eso es lo que se agradece.

En este oficio, nosotros trabajamos para que #CuandoEstoAcabe no se nos olvide que esta crisis nos puso en la cara que la poca inversión en la salud pública nos pone en riesgo de muerte. A inicios de año discutimos en este medio sobre el poco presupuesto para salud y la priorización de la seguridad y la defensa nacional en la inversión del dinero público. El sistema público de salud no estaba listo ni con las condiciones mínimas para esta pandemia, la epidemia de dengue nos lo mostró el año pasado. La OPS señaló en septiembre de 2019 que Honduras vivía la epidemia «más grave» de dengue de su historia. Hubo un gran número de personas infectadas y fallecidas. El 70% de los casos graves de dengue en Centroamérica estaban en Honduras y su índice de letalidad en Latinoamérica era el segundo más alto, después de Brasil. Los hospitales colapsaron, no había suficientes máquinas de medición de líquidos, 155 muertos se reportaron en el tercer trimestre del año.

Hemos cuestionado que la privatización de la salud, el debilitamiento del gremio médico y de profesionales de la salud y los saqueos millonarios al sistema público sanitario son inhumanos. Creemos con certeza que un país debe priorizar el bienestar de su población, la salud, y no la compra de armas, la reparación de aviones o la compra de un buque de guerra. Ahora con la pandemia #COVID-19 vamos por la tercera centena de infectados y ya tenemos el índice de letalidad más alto de la región. Estamos a la espera de que la curva de contagios suba aún sin saber cómo enfrentarlo. Tenemos un sistema de salud precario y los millones aprobados y prestados destinándose al asistencialismo o quizá a esperar el peor momento. #CuandoEstoAcabe tememos que no lograremos saber cuántas personas se llevó la pandemia. Tampoco sabremos cuántos millones sí se invirtieron para enfrentarla y cuántos otros se fueron a unos cuantos bolsillos.

Es cierto, priorizar los recursos en temas de seguridad se justifica en un Estado controlado por mafias. Tenemos un gobierno con miembros señalados por usar el Estado como una vía para lavar dinero y brindar seguridad a narcotraficantes mientras pasa por el territorio un alto porcentaje de la cocaína que en Estados Unidos consumen. Pero también es cierto que en Honduras la gente está enferma, muchísima gente muere de diarrea, de dengue, de enfermedades que se podrían prevenir y tratar si hubiera voluntad política. Y ahora, la gente enferma y no tiene acceso a la salud, ahora tiene que enfrentar a un virus que justamente se lleva a los más vulnerables.

En fin, nos preguntamos ¿qué vamos a hacer cuando todo esto —así como la violencia— se acabe normalizando? Porque aquí no se vuelve a la normalidad, aquí se normaliza la precariedad que se suma a las ya existentes. 

Honduras, desde 2008 entró en una vorágine de violencia que hizo que entre 2008 y 2010 fuéramos el país más violento del mundo. Aunque hemos ido reduciendo la tasa de homicidios de 86,5 por cada 100 mil habitantes en 2011— su punto máximo— a 42 por cada 100 mil habitantes en 2019, las múltiples expresiones de la violencia y de la vida precaria en este país nos llenan el día, aun en medio de la emergencia. En este tiempo de encierro los homicidios se redujeron un 3.7%, según la Secretaría de Seguridad. Según el Sistema Estadístico Policial en Línea (SEPOL), en marzo de 2020 se contabilizaron 225 homicidios, 74 homicidios menos que los 299 de febrero. Sin embargo, el mismo promedio del año pasado. No es que bajara a cero, sino que ocurrieron, al menos, 7 homicidios diarios en esta época de «distanciamiento social».

#CuandoEstoAcabe la violencia no habrá acabado, nos va a quedar el luto y el dolor, porque la pandemia nos está dejando muertos — a quienes no podemos ni siquiera enterrar en familia—. También nos quedarán más muertos por exacerbación de la «violencia común», porque no todo mundo pudo sobrevivir encerrado, porque en los hospitales la atención se focalizó en una sola enfermedad —teniendo una población con afectaciones diversas y graves—, porque no hay dinero ni trabajo y eso solo puede llevar a la violencia. Además, tenemos un Estado que solo se muestra fuerte en la represión, pero no en la inversión de sus recursos para el bienestar social.

Pero quizá una de las cosas más tristes que ocurrirán, #CuandoEstoAcabe, es que vamos a regresar a la normalidad de la bulla electoral, porque la publicidad de las «buenas acciones» en cuarentena, sale más cara que incluso la bolsa solidaria valorada en 20 dólares que se le pudo repartir a la gente en algunos barrios y porque alguien tiene que salir ganando de la crisis. Quizá esa misma publicidad nos diga que nos abracemos de nuevo, que salir vivos de este apocalipsis es una «bendición». Los líderes religiosos insinuarán que Dios hizo su elección y que los vivos deben tomar eso como recompensa porque algo bueno habrán hecho. Luego seguirán recibiendo dinero y poder para tomar decisiones que limiten los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Cercenarán el estado laico y desviarán fondos de sectores fundamentales como la salud y la educación para programas asistencialistas y adoctrinamientos religiosos.

Según el informe de FM Global Resilience Index, Honduras está en el puesto 121 en un rank de 130 países que evalúan la capacidad de resiliencia de un Estado para enfrentar amenazas naturales, crisis económica, riesgo político, y su capacidad de gobernanza, control de la corrupción y calidad de su infraestructura. Pero en Honduras, al normalizar las crisis, hemos desarrollado la capacidad de seguir, arrastrando los males, pero seguir. 

#CuandoEstoAcabe tendremos que ser creativos para juntarnos un poco más, aún con el tejido social casi destruido, la clase media quizá ya no lo sea y los más empobrecidos harán lo que están acostumbrados a hacer: seguir sobreviviendo. Nos toca pensar que debemos mejorar nuestro nivel de resiliencia, tejer redes comunitarias, unir agendas de sociedad civil, sacar algo de esta crisis, una posibilidad de pensarnos para el futuro y allí sí, seguir. Eso es lo que deseamos #CuandoEstoAcabe, ¿ustedes qué desean?

Iris Argentina Álvarez, defensora del territorio en la zona sur del país, fue asesinada en un desalojo violento el 2 de abril, mientras seguía en vigencia el toque de queda absoluto y estado de excepción decretado el 16 de marzo por el gobierno de Juan Orlando Hernández, ante la llegada del COVID-19 al país. El hecho se dio cuando sesenta familias, aproximadamente, fueron desalojadas por una empresa de seguridad privada. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos apuntan la responsabilidad de la  Policía Nacional de Honduras, quienes son los encargados de mantener el control en un país donde —se supone— solo se puede circular para abastecer alimento y medicamento. Según información de esa misma institución, desde el 1 de abril han sido detenidas más de 13 mil personas por incumplir estas medidas.

En Honduras, la estrategia para detener la propagación del virus ha sido liderada por la Secretaría de Seguridad y las Fuerzas Armadas, quienes además de entregar víveres y confeccionar mascarillas han sido denunciados por violar derechos humanos y se han mostrado incapaces de frenar la cantidad de muertes violentas en el país.

En un retén militar en la zona Toncontín, un oficial del ejército hondureño dialoga con un conductor, el toque de queda absoluto y el llamado a la aislamiento en los hogares ronda la tercera semana, pero la gente sigue circulando en la ciudad, Tegucigalpa, 22 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Violencia en toque de queda

Según denuncias hechas por Hedme Castro, coordinadora general de la Asociación por una Ciudadanía Participativa (ACI PARTICIPA), agentes de seguridad privada de la empresa Azucarera La Grecia iniciaron el desalojo violento en el sector de Los Chanchos en el municipio de Marcovia, Choluteca, enfrentándose a las familias que en 2019 ocuparon varias manzanas de la propiedad para la siembra de productos básicos. Dispararon en contra de niños, mujeres, ancianos y  asesinaron a Iris Argentina. «Hubo una alianza entre los empresarios y la policía porque aunque no participaron, permitieron que dispararan en contra de la gente», dice Castro.

Estos hechos relacionados con la defensa del territorio, no son la única muestra de que la dinámica de  violencia no se detiene en el país. El jueves 19 de marzo tres hombres fueron asesinados en una masacre en la colonia Las Colinas del sector López Arellano de Choloma, Cortés, y de esa misma manera el 26 de marzo, cuando se oficializó el primer muerto por COVID-19 en el país, también se reportó el día con más asesinatos durante la cuarentena, hasta el momento.

Según el Sistema Estadístico Policial en Línea (SEPOL), en marzo de 2020 se contabilizaron 225 homicidios. Esto representa una reducción en relación a los 299 de febrero y 269 de enero, sin embargo, se mantiene el mismo promedio del año pasado. Según datos del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (OV UNAH), el promedio diario de asesinatos en el primer trimestre de 2019 fue de 9 personas. Un informe de Insight Crime indica que Honduras cerró el año pasado como el país más violento de Centroamérica con 41.2 muertes violentas por cada 100 mil habitantes. La licenciada Migdonia Ayestas, directora del OV UNAH aseguró que «los que viven de las acciones ilícitas no importa si están en cuarentena, porque al contrario, tienen mayor oportunidad de realizar los delitos, lo único que han disminuido son las muertes violentas de empleados del transporte público pero es porque no hay transporte público».

La crisis sanitaria no ha disminuido la violencia, pero sí ha dejado a las familias sin la posibilidad de velar los cuerpos de sus seres queridos ante las disposiciones del Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (SINAGER) que limitan las ceremonias para evitar la concentración de personas. Esas mismas disposiciones indican que «los gobiernos locales deberán localizar terrenos aptos para fosas comunes en caso de entierros masivos al rebasar la capacidad local para el manejo de cadáveres».

Un conductor muestra sus documentos de identidad a un oficial de la Policía Nacional de Honduras en un retén en el bulevar Los Próceres, Tegucigalpa, 27 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Violaciones a los derechos humanos

«La suspensión de garantías constitucionales implica una violación directa de los derechos humanos, como la que se dio con esas familias, porque están usando el toque de queda para hacer detenciones selectivas», señaló Castro, y asegura que ahora las familias desalojadas en Choluteca duermen en la calle expuestas al virus.

Un informe del Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH) recoge al menos 22 mil violaciones a derechos humanos entre suspensión de trabajadores, desalojos y detenciones ilegales hechas por la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas desde el inicio de la suspensión  de las garantías hasta el 31 de marzo. La estrategia de contención del virus que propuso el presidente Juan Orlando Hernández ha sido liderada desde el primer día por la policía y el ejército. En sus redes sociales han establecido una estrategia de publicidad en la que se muestran como héroes en medio de la pandemia.

El informe publicado por COFADEH indica que en respuesta al COVID-19 está concurriendo no solo una movilización de los recursos sanitarios públicos y la modificación del presupuesto, sino que también de «las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado», incluyendo el Ejército y a la Dirección Nacional de Investigación, como se ha visto en los últimos 10 años. El informe concluye que «seguramente son medidas inevitables, pero plantean desafíos evidentes por lo que toca a la salvaguarda de las libertades ciudadanas y al mantenimiento de los límites legales».

Además de todas las tareas de vigilancia y apoyo, encargadas a las Fuerzas Armadas, Juan Orlando Hernández también asignó la confección de mascarillas de tela a la Industria Militar, encargada normalmente de la confección de uniformes militares. «Pedí que pongamos a toda capacidad la producción de mascarillas, máscaras de polietileno y batas quirúrgicas. Tenemos que repotenciar esta capacidad instalada», aseguró Hernández. Esto supone que en un futuro se apruebe un mayor presupuesto de seguridad en la producción de mascarillas de tela que, según el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades, «pueden aumentar el riesgo de infección debido a la humedad, la difusión de líquidos y la retención del virus». Las mascarillas de tela bien pueden representar una analogía del fracaso de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas ante la violencia aun entre la pandemia.

El gobierno de Juan Orlando Hernández, autorizó la transferencia de 355,372,000.00 lempiras a las alcaldías municipales por medio de la Secretaría de Finanzas, ya que estas se han sumado a la operación denominada «Honduras Solidaria». Esta campaña se lleva a cabo con el fin de comprar alimentos y equipo de higiene para distribuirlo en los municipios a más de 750 mil familias en hogares de mayor vulnerabilidad, ante la pandemia de COVID-19. 

Referente a este desembolso, la Asociación de Municipios de Honduras (AMHON) ha dicho mediante un comunicado posteado en sus redes sociales, que el gobierno debe enfocarse en los hogares más pobres, atendiendo la indicación de proveer como mínimo 500.00 lempiras ($20) por familia en raciones alimenticias para un periodo de 15 días. También ha solicitado que se integre al equipo de entregas a las Fuerzas Armadas de Honduras (FFAA). Si se revisa el portal donde han subido las transferencias municipales, podemos ver que el número de hogares multiplicado por 500 da como resultado es el total transferido por el programa Honduras Solidaria, es decir, que 500 lempiras es el valor fijo para cada bolsa solidaria, unos 20 dólares. 

«El problema grande que se puede encontrar con las alcaldías, es que no cuentan con una estructura que les permita hacer una distribución transparente. Entonces lo que hacen ellos es tomar listados de su partido político y ya. Además un saco con 500 lempiras de alimentos no va a ser suficiente para poder enfrentar esta crisis que empeora cada vez más», expresó el exregidor del Distrito Central, Cárlenton Dávila, uniéndose a las múltiples voces que exigen una auditoría a la entrega de este presupuesto. 

Rocío Tabora, Ministra de Finanzas, ha dado a conocer que en el marco de la crisis se autorizó un presupuesto de  3,804 millones de lempiras de los cuales ya han sido ejecutados un aproximado de 1,700 millones, sobre todo por la Secretaría de Salud, Copeco e Inversión Estratégica de Honduras (INVEST-H) en la compra de equipo médico para atender a la población en general. Además, esta semana el Fondo Monetario Internacional (FMI) informó en su plataforma web que las autoridades hondureñas «accederán a recursos por un monto de 143 millones de dólares que se encuentran disponibles bajo el Acuerdo Stand-by (SBA) y el Acuerdo de Facilidad de Crédito (SBA/CFA), aprobado en julio de 2019 por un total de 312 millones de dólares».  

El trabajo del gobierno no deja de ser cuestionado por diferentes organizaciones. El Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), ha hecho un llamado a activar mecanismos de vigilancia social para evitar que se continúen cometiendo actos de corrupción, ya que sostienen que Honduras cuenta con uno de los sistemas de salud pública con mayor precariedad en la región, sin olvidar los actos de corrupción de los que ha sido víctima. El CNA ha presentado 35 líneas de investigación desde 2014 a la fecha y han concluido que 2,100 millones de lempiras fueron malversados, «este dinero pudo ser utilizado para la compra de 100,000 respiradores artificiales», puntualizó en un comunicado divulgado en sus redes sociales. De igual manera, el presidente Juan Orlando Hernández informó en cadena nacional, el pasado 31 de marzo, que este dinero será auditado por organizaciones como el Foro Nacional de Convergencia (FONAC), representantes de la iglesia católica, la confraternidad evangélica y el Fondo las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). 

Las ciudades que fueron afectadas en los primeros días de la pandemia: Tegucigalpa, Choluteca, La Ceiba, San Pedro Sula, Villanueva y Choloma, serán atendidas de manera centralizada. Es por esta razón que a sus municipalidades no se les deposita ninguna cantidad económica para la emergencia, ya que los alimentos están siendo enviados directamente por parte del gobierno para ser distribuidos por miembros del programa «Vida Mejor» en compañía de las Fuerzas Armadas.

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Son 20 mil raciones las que se distribuirán en Villanueva, Cortés, con un presupuesto de 500 lempiras cada una, según datos brindados a nuestro medio de comunicación por parte del alcalde de ese municipio, Walter Perdomo. 293 Municipalidades son las que han recibido las transferencias, todas con diferentes cantidades, según las necesidades de cada una. Las transferencias fueron realizadas el 31 de marzo para que los alcaldes iniciaran el proceso de compra de víveres y a la vez la distribución de los mismos. 

Una pareja conversa en una banca del parque central de Villanueva en el departamento de Cortés mientras esperan ser atendidos con el alcalde de la ciudad, han llegado para solicitar su ayuda para poder comprar comida y pañales desechables, tienen un familiar enfermo, postrado en una cama, Villanueva, Cortés, 2 de abril de 2020. Foto: Jimmy Girón.

Según datos brindados por el alcalde Perdomo, en Villanueva, Cortés son aproximadamente 25 mil familias afectadas, las cuales viven en calamidad y están sufriendo las consecuencias por esta cuarentena decretada por el gobierno de la república. Estas familias viven del día a día. En este sector el miedo es inminente, hasta la fecha se han contabilizado 24 pacientes positivos de COVID-19, tres fallecidos y 30 que se encuentran en aislamiento por ser contactos directos de los casos positivos. «Es por eso que las autoridades de este municipio hemos hecho una alianza en conjunto con los entes policiales, bomberos, Cruz Roja, Salud pública, la municipalidad y otras organizaciones, para enfrentar esta situación todo con fondos propios de la alcaldía municipal, los cuales son el pago de impuestos de la población», afirma Perdomo.

Mientras tanto, el Distrito Central que también es uno de los municipios más afectados en el territorio y el único en el departamento de Francisco Morazán, cuenta con aproximadamente 1 millón 200 mil habitantes. En algunos sectores de Tegucigalpa, y según el recuento de la organización Aci Participa durante las tres semanas de estado de excepción, se han realizado 41 protestas pacíficas solicitando a las autoridades alimento a los hogares más vulnerables.  Intentamos hablar con el Alcalde Nasry Asfura Zablah sobre el manejo de la emergencia y, aunque es el único autorizado en brindar información sobre el presupuesto y el manejo del programa Honduras Solidaria en la capital, no respondió a nuestras solicitudes. 

Algunas personas protestan exigiendo ayuda del gobierno de Juan Orlando Hernández a la altura del bulevar Fuerzas Armadas en el sector de El Carrizal, Tegucigalpa, 1 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.

Los comités de emergencia Municipal al frente de la alerta roja  

El representante del Comité de Emergencia Municipal (CODEM), del Distrito Central, Mario Reyes, informó que ellos continúan laborando, ya que están distribuyendo de 40 mil a 50 mil galones de agua a diario en la capital. Asimismo realizan el lavado y desinfección en las calles de diferentes sectores como en mercados públicos y privados citadinos, entre ellos el San Isidro, Colón, Las Américas, San Miguel, Quinta y Séptima Avenida de Comayagüela, Los Dolores, San Miguel, Barrio Guanacaste, Jacaleapa, Perisur, la Feria del Agricultor y el Artesano ubicada a inmediaciones del Estadio Nacional y las ferias del agricultor de las colonias Villa Nueva y la Alemán. Han realizado este mismo trabajo en los centros asistenciales de la capital.

El agua que ha sido utilizada para el lavado de calles y centros hospitalarios ha sido extraída de pozos. El líquido que se está distribuyendo es parte del proyecto denominado «Agua para vivir» del Servicio Nacional de Acueductos y Alcantarillados (SANAA)  para ser distribuido en diferentes barrios y colonias de la capital, según el gerente del CODEM. Se presume que las raciones que serán distribuidas por estas municipalidades incluirán arroz, sardina, azúcar, café molido, frijoles, harina de maíz, harina de trigo, manteca, pasta alimenticia, pasta de tomate, sal yodada, sopa de pollo, cubitos, gel antibacterial, jabón para lavar ropa y jabón para lavar platos.

En Honduras el 70% de la población económicamente activa es parte del comercio informal (el sector más golpeado ante la pandemia), quienes han tenido que abandonar sus trabajos y regresar a casa a la espera de una ayuda del gobierno o de otra mano solidaria que se acuerde de ellos.

Existe miedo por parte de la población. Doña María Ponce, quien reside en el sector de La Lomita, en el barrio La Sosa de Tegucigalpa, tiene dudas sobre quiénes lograrán recibir la ayuda. Ella tiene 68 años y desde hace más de 15 años se dedica a la venta de tortillas en su barrio, uno de los más violentos de la capital. Con este negocio, que se ha visto severamente afectado por las medidas de encierro por la pandemia, ha sostenido a sus dos hijos quienes presentan trastornos psicológicos desde su niñez y necesitan medicamentos que no siempre ha podido proveerles el hospital psiquiátrico Mario Mendoza. Ahora está preocupada que esa bolsa solidaria de apenas 500 lempiras no llegue a su casa. «Yo tengo miedo que a mí no me den una ayudita, porque yo no soy del partido de ellos y las señoras que van a repartir lo que puede llegar aquí, no son mis amigas», expresa doña María. Para ella la distribución de ayudas se trata de un proceso de clientelismo político, del que tenga «cuello» para conseguir algo. 

El bulevar Centroamérica de la capital hondureña luce prácticamente vacío en horas de la tarde, el acostumbrado tráfico en este tramo de la ciudad está casi desaparecido debido al toque de queda producto de la declaratoria de emergencia nacional por COVID19, Tegucigalpa, 31 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Estado con otras prioridades

En los últimos diez años el gobierno de Honduras ha deprimido la inversión en la Secretaría de Salud. En 2010 esta secretaría representaba aproximadamente el 15% del presupuesto general del Estado. En 2020 representa nada más el 11%. Este resultado, más con la confirmación de 264 casos positivos por COVID-19 y 15 muertes por esta enfermedad, denota el colapso del sistema.

Representantes del Foro Social para Deuda Externa de Honduras (FOSDEH) exigen que las medidas del aislamiento social, para poder prevenir la propagación del COVID-19 en el país, vayan acompañadas con medidas humanitarias. Con esto, se garantiza la alimentación a todas aquellas familias que hoy no cuentan con un empleo que les permita llevar el sustento a sus hogares. Además, condenan la sectorización de estas ayudas ya que solo están abriendo la puerta a una crisis humanitaria que puede llevar a un estallido social. Alejandro Kaffati, miembro de esta institución, enfatiza que el endeudamiento que ha adquirido Honduras a causa de esta pandemia, generará presiones fiscales que puede llevar a una reducción en el gasto social (principalmente educación e infraestructura productiva). 

Ayer, en el Congreso Nacional, se aprobó que la secretaría de finanzas para el ejercicio fiscal 2020-2021 pueda adquirir deudas directas hasta por un monto de 2,500 millones de dólares. Kaffati asegura que es un monto extraordinario y que es preocupante, ya que no existe una instancia veedora que goce de credibilidad por parte de la ciudadanía en medio de esta crisis sanitaria. 

La deuda del Estado de Honduras, a finales del 2019, era de 11,600 millones de dólares, de los cuales, 6,500 millones (aproximadamente) corresponden a deuda externa. Ahora, el país podría registrar niveles de endeudamiento hasta por el 58% del PIB que serían al menos unos 14,243 millones de dólares, principalmente con organismos internacionales, un pago que será trasladado a los contribuyentes que en Honduras, sin un pacto fiscal, seguirán siendo los que menos ingresos tienen. 

En el mercado de la colonia Kennedy de la capital hondureña, un joven intenta vender alcohol en gel en botellas de agua, guantes y mascarillas de tela, insumos médicos que han sido vendidos hasta agotar las existencias en las farmacias del país, Tegucigalpa, 27 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

El Congreso Nacional de Honduras, en su última sesión legislativa aprobó que el Poder Ejecutivo pidiera hasta 2,500 millones de dólares en préstamos. Esto se suma a los más de 420 millones de dólares de la primera etapa de aprobaciones presupuestarias para combatir la actual crisis sanitaria que desencadenó la expansión de la COVID-19 en el mundo. Oxfam asegura que «acatar una cuarentena sin ayuda económica resulta casi imposible para los 140 millones de latinoamericanos que trabajan en la informalidad, sin beneficios sociales e ingresos garantizados».

En la misma sesión legislativa de este 2 de abril de 2020, mediante una propuesta presentada por los diputados del partido Libertad y Refundación, el Congreso Nacional dejó ir la oportunidad de aliviar la —cada vez más difícil— situación económica de los más pobres del país. La bancada de la oposición pedía que se suspendieran los pagos de agua, energía, cable, internet y alquiler, que se garantizara el salario mínimo de los trabajadores de la economía informal (1.3 millones, según la intervención del diputado Jorge Cálix) de la reservas internacionales. Lo anterior fue tildado como una medida populista por parte de diputados liberales y nacionalistas.

En las ciudad de San Pedro Sula y Tegucigalpa —las principales del país— se aprecia un parcial cumplimiento del toque de queda decretado por el gobierno hondureño. Quienes desacatan la disposición y no pueden quedarse en casa suelen ser quienes pertenecen al 62% de la pobreza en el país, dato del Instituto Nacional de Estadística.

«Yo decidí trabajar en lo propio porque no me gustaba ser empleado de nadie, igual tener lo propio es difícil, pero al menos es de uno», expresa Ernesto, un vendedor de hot dogs que ha trabajado por 20 años en las cercanías de las maquilas ubicadas en la ciudad de San Pedro Sula. «Tengo casi toda mi vida de hacer esto para vivir y sostener a mi familia», concluye.

«Yo tengo 17 años de tener este puesto, amiga, y he visto pasar cualquier cantidad de enfermedades, sobre todo porque trabajo frente a este hospital. Sé que con las medidas adecuadas de usar el gel, dárselo al cliente y mantener limpio y la distancia necesaria, esa enfermedad no me va a pegar, además siempre me encomiendo al de arriba» dice doña Reyna, con una sonrisa mientras se unta gel antibacterial para seguir mostrando su producto.

Esta galería intenta mostrar ese silencio parcial, ese murmullo leve de quienes —si se quedaran en casa— aseguran que morirían de hambre, de quienes al salir a trabajar —porque dependen de lo que hagan a diario— arriesgan sus vidas ya que se exponen al contagio por COVID-19.

Algunos han cambiado sus ventas, para ponerse a vender los productos de temporada: alcohol en gel, guantes de látex y mascarillas de tela —aunque muchos médicos han explicado que no son recomendables para protegerse del virus, puesto que no evitan el contagio y generan una falsa sensación de seguridad—. Las mascarillas quirúrgicas están agotadas en muchas de las farmacias del país. Ante esta situación, funcionarios del gobierno, que van desde el mismo presidente Juan Orlando Hernández hasta el doctor Francis Contreras, vocero de la Secretaría de Salud para la emergencia sanitaria, alientan a la población hondureña a hacer sus propias mascarillas en casa, contradiciendo a las recomendaciones de los médicos.

El icónico mercado Guamilito ha tenido que cerrar debido al estado de emergencia nacional y la medida del toque de queda para intentar evitar la propagación de la COVID19 en el país, San Pedro Sula, 23 de marzo de 2020. Foto: Catherine Calderón.
Atardecer en el bulevar Centroamérica de la ciudad de Tegucigalpa, luce vacío cerca de las 4 de la tarde, la hora cuando comienza el mayor tráfico en este bulevar que es uno de los principales accesos de la ciudad capital, Tegucigalpa, 31 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Con 17 años vendiendo frente al hospital Mario Catarino Rivas, Reyna Burgos, no puede quedarse en casa porque depende de lo que pueda vender aunque haya toque de queda, San Pedro Sula, 2 de abril de 2020. Foto: Catherine Calderón.
Antes de la crisis sanitaria que desencadenó la expansión de la Covid 19, Maritza vendía cosméticos en el mercado de la colonia Kennedy; ahora vende mascarillas (de tela y quirúrgicas), guantes de látex, y alcohol en gel, Tegucigalpa, 27 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.
En el barrio Guanacaste del Centro Histórico de Tegucigalpa, un joven vende mascarillas de tela y alcohol en gel, estos productos están agotados en muchas farmacias de la ciudad, Tegucigalpa, 27 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Adán Antúnez, tiene 37 años y le dicen Marathón por ser hincha del club de fútbol sanpedrano, hace un año que vende tortillas y antes de esto trabajaba en un carwash, San Pedro Sula, 23 de marzo de 2020. Foto: Catherine Calderón.
Un grupo de personas entre los barrios Las Palmas y Cabañas se aglomera junto a un camión de BANASUPRO para poder abastecerse de alimentos, esto sucede frente al antiguo Centro Penal de San Pedro Sula, 23 de marzo de 2020. Foto: Catherine Calderón
En el mercado de la colonia Kennedy, un niño vendedor de frutas y verduras luce una mascarilla de tela negra mientras espera clientes en su puesto de venta improvisado en la paila de un pick-up, Tegucigalpa, 28 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Ernesto Rivera, tiene 42 años y hace 20 años vende hot dogs, aprovechó que muchos vehículos hacen fila para entrar a la ciudad de San Pedro Sula para poder vender y así llevar sustento a su familia, San Pedro Sula, 23 de marzo de 2020. Foto: Catherine Calderón.
Un puesto de venta de producto de higiene personal frente al hospital Mario Catarino Rivas, San Pedro Sula, 2 de abril de 2020. Foto: Catherine Calderón.
Atardecer sobre el parque central de la ciudad de San Pedro Sula que luce vacío luego de que el gobierno central ordenara la prohibición de reuniones masivas de personas y un toque de queda que se ha extendido a su tercer semana, San Pedro Sula, 2 de abril de 2020. Foto: Jimmy Girón.
Interior del mercado Guamilito durante la cuarentena, como medida de prevención para evitar el contagio de la COVID19, San Pedro Sula, 23 de marzo de 2020. Foto: Catherine Calderón.
Mayra Perdomo de 30 años, es madre de dos hijos, tiene 9 años de trabajar en el mercado Guamilito, uno de los mercados más icónicos de la ciudad de San Pedro Sula, 23 de marzo de 2020. Foto: Catherine Calderón.
Un oficial del Ejército hondureño luce una mascarilla rosa durante su turno en un retén de control durante el toque de queda absoluto en el bulevar Los Próceres, Tegucigalpa, 27 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un hombre espera su turno para entrar en una farmacia en la zona de Toncontín, Tegucigalpa, 22 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Pocas semanas han pasado desde que el COVID-19 levantó la mano y dijo presente. Ha sido tiempo suficiente para dejar al descubierto el descalabro en el sistema de salud pública que existe en la gran mayoría de los países del mundo. En algunos, sin lugar a duda, ese descalabro es mayor, como es el caso de Italia, España, Brasil, Estados Unidos y Chile, sólo por poner algunos ejemplos. Un sistema de salud pública responsable y sólido no es aquel que combate con eficacia una enfermedad, sino aquel que sabe prevenirla con sagacidad. Tal es el caso de la isla de Cuba, donde la ciencia médica ha encontrado tierra fértil. Cuestión que actualmente le permite a los médicos realizar más de 1,000 exámenes diarios para comprobar los contagios, al tiempo que se han desplazado brigadas médicas para auxiliar a países como Italia, Venezuela, Brasil y Nicaragua. 

A España e Italia, en solo un mes, el COVID-19 los puso de rodillas. Y algunos países de América, incluyendo EE. UU., se quedaron como María Antonieta de Francia luego de la decapitación de su marido; viendo la masacre y esperando su hora.

En el caso de Estados Unidos, es importante decir que el sistema de salud con que cuenta es uno de los más excluyentes y cuestionables de la región. La historia de que en este país hay un «gran» sistema de salud es un mito. Primero porque la salud pública de calidad no existe. Segundo, si quieres salud de calidad tienes que matricularte con una aseguranza, y esto no es que sea malo, el problema es que este país es como una mesa, cuya pata principal está conformada por al menos 50 millones de migrantes de todo el mundo. Muchos de ellos ilegales que trabajan con horarios indefinidos con salarios muy bajos, por esto —entre otras razones—, no cotizan en el mercado de la salud.

El panorama, sobre todo para los pobres, resulta poco halagador. Para los migrantes de todo el mundo, especialmente los que residimos en Estados Unidos, aún menos esperanzador, porque nos enfrentamos a medidas de contención del virus poco claras, y a necesidades económicas y de seguridad más exigentes. Por otro lado, ante la crisis del COVID-19, el gobierno de Estados Unidos se ha comportado de manera mediocre. No ha efectuado un confinamiento adecuado, no ha facilitado el método de las pruebas rápidas para la ciudadanía en general, no ha dado medidas claras sobre el comportamiento que debe adoptar las sociedad laboral ni mercantil, no ha proporcionado información contundente sobre las acciones empresariales. 

Y, si bien es cierto que algunos Estados adoptaron medidas de contención del virus, en algunos de ellos estas medidas fueron, como dice el dicho «gallogallina». Esto permite que cada ciudadano haga su propia interpretación y aplicación de las medidas. El problema con este método es que el virus no entiende de interpretaciones o aplicaciones particulares en cuanto a las leyes, el COVID-19, en tres segundos que tiene de vida al aire libre, puede contagiar a todas las personas con que se encuentre, ya sea una o mil. Para reforzar este comentario, dejo por caso lo ocurrido en la ciudad de Austin, capital del Estado de Texas. Después de que se emitiera una orden de quedarse en casa, se emitió una aclaratoria de que dicha orden no era obligatoria. En un tuit, la ciudad posteó lo siguiente: 

City of Austin

@austintexasgov

El Departamento de Policía de Austin ha recibido varias llamadas en referencia a la orden de Quedarse en casa/Trabajar Seguro. Es importante saber que esto no es un encierro mandatorio. La prioridad de APD es mantener al público seguro a través de educación y conciencia.

7:56 p. m. · 25 mar. 2020  https://twitter.com/austintexasgov/status/1242978609461112841

La trampa que encierra esta cuestión es que gran cantidad de personas viven de lo que ganan a diario, esto significa que la frase «Es importante saber que esto no es un encierro mandatorio» les da luz verde para salir cada mañana a buscar sus trabajos como si nada estuviera ocurriendo. Y a la vez, es una manera que tiene la ciudad de librarse de ciertas responsabilidades coyunturales. En esta ciudad, la orden de confinamiento entró en vigor el martes 24 de marzo a las 12 de la media noche, no obstante, el miércoles 25 de ese mes, las calles estaban igual de transitadas que el día anterior, porque para la población —sobre todo migrante—, la concienciación sobre el virus no traspasa la línea de «tendré cuidado», enfatizando la conjugación en futuro del verbo «tener».

A la fecha (27 de marzo) EEUU cuenta con más de 80 mil casos de contagios y alrededor de 1300 muertos y, como dicen los escrutiñadores electorales: «y subiendo». Hace solo 7 días (el 20 de marzo) se contabilizaban alrededor de 20 mil contagios y poco más de 200 fallecimientos. Vea usted el aumento en una semana.

Con medidas tan débiles como las adoptadas en Austin, el COVID-19 será como un tornado. Y más aún si le sumamos la incapacidad económica de gran parte de la población para pagar el tratamiento de esta pandemia. Como se mencionó anteriormente, en Estados Unidos, la salud está en manos privadas, lo que da lugar a que las aseguradoras hagan grandes negocios. Tal es el caso de Danni Askini, quien se recuperó del COVID-19 en un hospital de Boston, pero le llegó una factura de 34,927.43 dólares, porque no contaba con el respaldo de una aseguradora. Vea aquí la nota.


A estas alturas del COVID-19, los gobiernos del mundo deberían estar aglutinados en un sistema de abordamiento del problema de modo conjunto, no obstante, muchas naciones siguen, como dice el dicho «cada cual llevando agua para su propio molino». Una de las pocas luces que vemos al final del túnel es la utopía de que el COVID-19 pueda mutar a una versión menos mortífera, como ya lo sospecharon algunos científicos, no obstante, esto es como apostarle al póker: nunca sabes si vas a ganar o perder.

Fotografía de portada: Martín Cálix/ Contracorriente

Columna originalmente publicada en Revista Factum

Desde la gripe española, o gripe de 1918, el mundo no se veía en estas. 102 años en que ningún enemigo flotaba de forma masiva por el aire, adhiriéndose a las cosas, metiéndose en nosotros y postrándonos en cama o llevándose a los nuestros. 102 años en que la preocupación principal fuimos nosotros mismos y nuestra inagotable hambre de poseerlo todo.

Hasta el domingo 22 de marzo a las 3:00 de la tarde el virus había matado oficialmente a 14,632 personas e infectado, al menos, a otras 335,972. El virus ha hecho que la mayoría de fronteras del mundo se cierren y que los gobiernos pidan a su población quedarse en casa. Algunos de formas más severas que otros. Sin duda alguna, un mal terrible se cierne sobre nosotros. Pero es un mal extraño, parece no haber entendido la forma en la que funcionan las cosas en este mundo…

Este virus no ha seguido el patrón del cólera, la fiebre tifoidea, la malaria. No mordió primero, y casi exclusivamente, a los miserables del mundo. No comenzó, pues, en una chabola maloliente del barrio Kibera en Kenya, la favela Rocinha de Río de Janeiro o el barrio Rivera Hernández en Honduras. Comenzó en las vísceras de la potencia económica más formidable de la actualidad. Luego se esparció por Europa. Por la próspera y moderna Europa. De un momento a otro el mundo se invirtió, se volvió un lugar distinto.

En América Latina, como hacía ya 500 años que no sucedía, empezamos a desconfiar de los que venían del otro lado del mar. Por primera vez la clase media y alta son los sospechosos. En El Salvador, y en general en toda América Latina, las poblaciones pobres se cubren la boca y evitan darles la mano a los más acomodados, a los que viajan. En Uruguay, por ejemplo, el virus se coló a bordo de una diseñadora de modas, quien viajó desde España e infectó a decenas en un evento social en el exclusivo barrio Carrasco de Montevideo. Ahora, por primera vez, los sospechosos somos nosotros.

El 8 de marzo, el presidente salvadoreño Nayib Bukele prohibió la entrada a territorio salvadoreño a italianos y alemanes. Algo sin precedentes. Al siguiente día, a las 7:00 de la noche, prohibió el ingreso de españoles. Los salvadoreños que venían de esos países tuvieron que ingresar a unos recintos improvisados en donde aún se encuentran. No son los primeros albergues que se organizan para situaciones catastróficas. Para los terremotos, inviernos y las violentas lluvias tropicales se habilitan siempre albergues temporales para aquellas familias que lo pierden todo. Son lugares muy incómodos que suelen improvisarse en escuelas o centros comunitarios, donde llegan madres solteras destilando aún la misma agua que les robó la casa, o ancianos sin hogar o campesinos sin cosecha. Ahora no. Esta vez a los albergues llegaron gentes con maletas y cubrebocas, con ropas de temporada y reclamando al Estado comida y atenciones de calidad. Como pingüinos en desierto se miran. Los albergues no son para ellos. Nunca han sido para ellos, pero este virus no entendió nada.

El día 15 de marzo sucedió algo histórico en El salvador. Nadie le ha parado mucha bola, pero es un evento sin precedente: El Salvador cierra sus fronteras, entre otros países, a los Estados Unidos de América. El gobierno del país más chiquito de América, del que su población brota como caudal torrentoso hacia las fronteras del norte, colándose por desiertos, por túneles, muriendo en balsas o deprimiéndose en las celdas «hieleras» cuando son capturados y esperan su deportación, le cerró la entrada a ciudadanos norteamericanos. Días después hicieron lo mismo Guatemala y Honduras, las Banana Republic. Un mes atrás, la posibilidad de que esto ocurriera era parte de un panorama imposible. Lo mismo ocurrió el 19 de marzo en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, cuando el gobierno le impidió el aterrizaje a varios aviones provenientes de España y otros países de Europa por temor al contagio. Definitivamente el virus no sabe de historia, ni de muros o deportaciones. No entiende que las fronteras se cierran allá, no acá. No al revés. No entiende nuestro mundo.

El virus se confundió. Si se hubiese informado con sus antecesores sabría que tenía que atacar primero el cuerpo de una prostituta marroquí o un migrante venezolano, saharaui o un niño palestino sin hogar. Pero en los tres meses que lleva su ofensiva, ya infectó a Tom Hanks y a su esposa, Rita Wilson. Enfermó también a varios jugadores de la NBA como Kevin Durant o futbolistas europeos como Danielle Ruani de la Juventus. Estos males entran siempre por abajo, nunca por arriba, así ha sido siempre, desde la peste negra. Pero este es quizá el hijo díscolo en su familia de enfermedades pandémicas. Este llevó sus fiebres y su tos seca al secretario de prensa del presidente derechista brasileño Jair Bolsonaro, quien por poco infecta a uno de los hombres más poderosos del mundo: Donald Trump.

En su repertorio de incongruencias, este virus disidente afecta a las grandes ciudades, dejando bastante tranquilos a los campesinos y gente de las afueras, quienes además contarán con suministros alimenticios mientras que en las grandes urbes la escasez se comienza a sentir. Y no solo en suministros como el papel de baño o el alcohol en gel. Empieza ya a ralentizarse la llegada de carne fresca, de granos básicos y de pastas. Es un verdadero reto, y lo será cada vez más, encontrar en las ciudades pescado o huevos. Pero esto no será así por mucho. Mientras más tiempo pase el virus entre nosotros más irá aprendiendo cómo son las cosas. Irá aprendiendo cómo somos los humanos. Lo iremos educando entre todos. Pronto llegará de lleno a América Latina y aprenderá a tratar a los pobres de la misma forma que lo hicieron sus antecesores. Con saña. Entrará de lleno a África y a las regiones más vulnerables de Asia y aprenderá, como la serpiente, a morder al descalzo.

Este virus aprende rápido, las clases pobres de todo el mundo están ya sintiendo sus estragos, y cambiará para siempre la forma en la que entendemos el mundo y las relaciones humanas. Así como el 11 de septiembre transformó la forma de viajar, y ahora a nadie se le ocurriría llevar un encendedor en un equipaje de manos, de acá en adelante, salvo en México o Nicaragua, falta mucho para que se organice un concierto o una marcha. La muchacha se lo pensará tres veces antes de besar al muchacho desconocido en un bar. Los viejos, los que nos queden, abrirán sus puertas con tapabocas y ojos desconfiados a sus nietos, sumiéndose aún más en la soledad en la que ya los confina el primer mundo.

Pero también dejará avances en salud. Dejará una capacidad instalada para afrontar con menos lentitud pandemias futuras, dejará la certeza en los gobiernos de que la salud necesita más presupuesto y, en los listos, dejará la sabiduría de que la felicidad no se mide en unos y ceros, sino en la posibilidad de estar con los que amás y tener con qué alimentarlos. Dejará la lección de que cuidar de tus viejos es un privilegio, nunca una carga. Yo, en lo personal, espero que también deje otra cosa: ahora que las clases más afortunadas sabemos lo que significa ser sospechosos y marginados, aunque sea por unos meses, tratemos con más empatía a los que sienten eso desde que nacen hasta que mueren.

En la Europa medieval, tan marcada por las diferencias entre nobles y plebe, entre los que tenían mucho y los que casi no tenían nada, había un solo momento en donde el mundo se invertía, donde los pobres podían comportarse como ricos y los ricos como pobres: el carnaval. No era un periodo muy largo. Duraba días o como mucho semanas, y en estos momentos especiales las burlas y la sátira eran para los amos. Pienso que si el virus, como un enemigo que espía a su víctima antes de la ofensiva, observó a los humanos para aprender de ellos, lo hizo en tiempos de carnaval. Cuando el mundo, por un momentito, se daba vuelta.

—¿Y qué piensan de la crisis?, ¿creen que se va a solucionar pronto?

—No, esto va para largo.

Karla y Obed están convencidos de que la actual crisis sanitaria provocada por la expansión mundial del COVID-19 se va a extender por mucho más tiempo, ¿cuánto? no quieren pensarlo. El gobierno ha dicho que, al menos, hasta el 12 de abril se va a extender el toque de queda que ha calificado de absoluto, aunque casi nadie lo ha cumplido, quizá porque la realidad hondureña no lo permite.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la pobreza en Honduras ronda el 62% de la población. Al cierre de 2019, el Foro Social de Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (FOSDEH) indicaba que existía una tendencia hacia la alza del subempleo, la cifra se ubicó en 60.6%, y el desempleo en 5.7%, quizá estas sean las cifras que no permitan que las personas se  guarden en casa y respeten el toque de queda absoluto. El contagio y la tasa de mortalidad en Honduras por COVID19 es alarmante, en dos semanas de 172 casos confirmados 10 personas fallecieron, y aun no conocemos el número exacto de pruebas con las que cuenta el estado hondureño para detectar la enfermedad a tiempo.

La calle principal del mercado de la colonia Kenedy permanece cerrada y custodiada por policías y militares bajo el argumento que las personas se aglomeran para comprar, pero los vendedores siguen trabajando en la cuadra de al lado, Tegucigalpa, 28 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Karla y Obed, casados hace poco más de 20 años, trabajan en el mercado de la colonia Kennedy de Tegucigalpa, Karla «La Negra» vendiendo comida y Obed vendiendo pan. Pero después del estallido de la crisis sanitaria en el país a Karla no le ha quedado otra alternativa que ayudar a su esposo en la venta de pan, porque ahora ya no puede vender comida, porque no la dejan, porque cerraron los comedores del mercado. Los militares y la Policía Nacional también han cerrado la calle principal del mercado, «porque la gente se acumula mucho» explicaba un oficial de policía, aunque «cerrar» sea un eufemismo para decir que han sacado a los vendedores de sus lugares naturales de venta, quienes se han movido hacia la cuadra de al lado, porque deben seguir vendiendo.

—Y ustedes, ¿siguen vendiendo a precio normal?

—Sí… nosotros estamos vendiendo como para ganar un poco uno, y un poco el pulpero.

Este matrimonio de vendedores —como muchos vendedores que dependen de la venta diaria— no puede quedarse en casa, con tres hijos: dos en escuela (4to y 6to grado) y una en secundaria, las necesidades del hogar pasan por el sostén de los hijos y la seguridad de que estarán bien. Todas las mañanas llega un microbús a dejarles el pedido de pan. Para que esto suceda deben pagarlo desde el día anterior y asegurar de esta manera que van a seguir recibiendo el surtido diario. En mitad de la pandemia, la panificadora a la que le distribuyen el producto prioriza a los distribuidores que paguen anticipado, de otra manera Obed y Karla se quedarían sin vender, y esto es algo que no pueden permitirse. Las reglas han cambiado, antes era más sencillo, no tenían que pagar el producto con anticipación.

Quienes ahora han podido salir a comprar comida «son los que tienen un trabajo fijo», dice Obed, «los que reciben un salario mensual». Sin embargo, ese número de personas se ha reducido radicalmente en las semanas de distanciamiento social por la emergencia por COVID19 en Honduras luego de que al menos tres empresas maquiladoras en el norte del país suspendieran por 4 meses a sus empleados sin goce de salario, mientras que otras empresas, con el visto bueno de las autoridades estatales han arrebatado el derecho de vacaciones a sus empleados con tal de no despedirlos tras la paralización de labores.

Karla es más dura con lo que sucede, ella cree que la crisis se ha politizado, que los nacionalistas, simpatizantes del partido en el poder, únicamente apoyan a los suyos, y piensa que es injusto que les pidan quedarse en casa porque si no trabajan no podrán llevar comida a sus hogares. «La Negra» —como le dicen— se muestra molesta con el sistema de salud, dice que no sirve. Hace un tiempo a su esposo no le pudieron atender bien en el Hospital Escuela, por falta de medicamentos para la presión, y ella tuvo que comprarlos.

Obed atiende a un joven que se ha lacerado a su carro para comprar pan, Tegucigalpa, 28 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Por ahora en la colonia donde viven: Las Palmas, explica Obed que aún están abastecidas las pulperías, pronto esta situación podría cambiar, y lo primero que aceptan es que todo se ha encarecido. Incluso en el mercado donde trabajan, los precios se han disparado. Temen que haya saqueos, están seguros de que el hambre llevará a la gente a buscar opciones más violentas para resolver sus necesidades. Mientras el país se mueve en esa frontera entre la estabilidad de la crisis y la profundización hacia un estallido mucho más agudo en términos de protesta social y respuesta del gobierno, los vendedores del mercado de la colonia Kennedy —como los vendedores de todos los mercados— que dependen de sus ventas diarias, seguirán llegando a sus puestos de trabajo, exponiéndose al contagio.

—Si uno de ustedes dos se contagia ¿están preparados para asumir la enfermedad en casa?

—Pues sí aquí es estar encerrado, porque al hospital qué va a ir a hacer, a perder el tiempo.

«Ahorita todo es coronavirus», sigue explicando Obed, «ahorita ya no hay gripe, ya no hay tos, asma, dengue, no… coronavirus». Sobre el futuro, sobre si vamos a ser distintos cuando esto —aunque ahora parezca lejano— termine, Obed y Karla piensan que en Honduras solo habrá más desempleo, más pobreza.

Obed acaricia el pelo de su esposa Karla al pasar a su lado mientras esperan al próximo cliente en su puesto improvisado para vender pan durante la crisis sanitaria actual, Tegucigalpa, 28 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

La ciudad abre un gran abanico de temas que podemos abordar desde la óptica espacial, social y sensorial. Como urbanistas, profundizamos en la observación cualitativa y análisis de datos cuantitativos en la categoría pública, semipública y privada; profundizamos en conceptos que no solo encierra el estado físico del sujeto, también el comportamental.  Ahora, ¿cómo ha funcionado la ciudad en tiempos de la COVID-19?, ¿existe un exceso de información que nos ha vuelto paranoicos a todos?

En los últimos tres meses, el COVID-19 se ha desarrollado de manera rápida en casi todos los rincones del mundo. Se contabilizan alrededor de 192 países con casos confirmados hasta el pasado martes 31 de marzo de 2020, según los medios de comunicación.  Hasta el momento ha causado más de 38,000 muertes y los números cada día crecen exponencialmente.  Como medidas de seguridad, varios países del mundo están decretando distanciamiento social y cuarentenas para no propagar más el virus afectando en gran medida como experimentamos la urbe. 

El arquitecto español Ildefons Cerda, utilizó por primera vez en 1859 las palabras urbanismo y urbanista. Dichas palabras surgieron por la necesidad de una comprensión propia de las ciudades. Las crisis económicas y los problemas en la salud pública llevaron a repensar la estructura de las ciudades, partiendo de que las enfermedades afectan tanto a ricos como pobres. Las pestes fueron grandes amenazas en las ciudades, por ejemplo, la Peste negra disminuyó un tercio de la población europea en la Edad Media. Los primeros urbanistas que intentaron enfrentar estos problemas de salud no fueron los médicos, fueron los ingenieros. La ingeniería civil no era solamente la construcción de puentes y edificios elegantes, su labor era de prevención al mejorar la calidad de vida de los usuarios a través de la higienización del espacio.

Actualmente, desarrollo investigaciones psicogeográficas en el campo latinoamericano. La psicogeografía es un concepto que surgió en Francia después de la segunda guerra mundial y fue impulsado por el Movimiento Situacionista Internacional a mediados de los años 40, como una crítica hecha por artistas, revolucionarios e intelectuales hacia el nuevo urbanismo europeo, clasificado como monótono, capitalista y fragmentado. La psicogeografía se encarga de estudiar la ciudad con base en la experiencia del sujeto; liga el espacio, la emoción y el comportamiento en una misma cartografía. En la actualidad estoy realizando estudios a través de la semiótica en la imagen y memoria: la creación de The Kittynet (@thekittynet), una plataforma de intercambio multidisciplinar en mi kitnet o apartamento monoambiente con el uso de herramientas tecnológicas; y el estudio de cartografías emocionales en barrios y calles surgidos en la época moderna.

 El pasado 4 de marzo cumplí 2 años viviendo en Brasil. A lo largo de este tiempo he viajado, observado y experimentado rutinas de la cultura brasileña. Hace menos de un mes, las calles se apoderaron del aclamado Carnaval, la mayor fiesta en Brasil y el mayor atractivo para turistas de todo el mundo. Se celebra desde el siglo XVI cuando los portugueses conquistaron el territorio suramericano. Para el siglo XX, la popularidad de la fiesta contribuyó al surgimiento de nuevas escuelas de baile y música, ya que estas instituciones juegan un papel indispensable en la preparación del Carnaval.

Con la apropiación de los espacios públicos: parques, calles y plazas, El Carnaval cumplió un importante rol en la economía, turismo y actividades sociales en todo Brasil. Idea semejante a los escritos del filósofo Henri Lefebvre, a finales de los años cincuenta, que retratan estos comportamientos lúdico-constructivos con lo que él llamaba La fête o la fiesta. La festividad funcionaba como un rechazo radical de la sociedad capitalista alias «el uso eminente de la ciudad», que elude toda lógica productiva, en la que todos puedan participar.  Con esto surgió ese momento en el que las personas identifican la calle como casa, como oficina, como una extensión espacial de su día a día.  Para el antropólogo norteamericano Geertz, «las calles sirven como referencias definitorias a los límites de un territorio, son unidades de gran importancia para quienes saben cómo reconocerlas […] Las calles forman un continente, mapean y organizan contenido de actividades. Una calle es un universo de múltiples eventos y relaciones».

Carnaval 2020, Rio de Janeiro, Brasil. Fotografía: Gabriela Zúniga Fu.

Según la Alcaldía de la ciudad de Río de Janeiro, se recibieron alrededor de 1.9 millones de turistas en el pasado Carnaval 2020. La fiesta recibió una inversión gubernamental de alrededor de 100 millones de Reales (aproximadamente 20 millones de dólares) que fueron destinados a tour operadoras, pago de blocos o desfiles y mejoramiento del espacio público y salubre. En menos de 3 semanas, lo que era descrito como fiesta, baile y libertad se convirtió en paranoia, sedentarismo y aislamiento. ¡Llegó el minuto 33 de la película, ese momento donde todo sale del control y la dinámica de nuestra vida cambia! 

Para el 19 de marzo, los departamentos de salud estatales publicaron 534 casos confirmados de COVID-19 en 20 estados de Brasil, con 6 víctimas mortales. Se decretaron distanciamientos sociales a través del cierre de actividades escolares, comerciales y eventos deportivos, conciertos, ferias, manifestaciones, marchas, entre otros. Estos distanciamientos se establecieron con el fin de minimizar el contacto con las personas y mantener una distancia de al menos 2 metros entre uno y el otro. Lo anterior conllevó a evitar el transporte público, limitar los viajes, trabajar en casa. Esta estrategia salvó miles de vidas  durante la pandemia de gripe española de 1918, de igual manera que en la Ciudad de México durante la pandemia de gripe de 2009. Sin embargo, la pandemia de la COVID-19 nos está haciendo reflexionar y especular sobre el futuro de las relaciones laborales y sociales en el mundo. Millones de personas se han visto obligadas a trabajar desde casa, uniéndose a un número reducido de personas que antes lo han hecho por elección o por conveniencia. 

Los nuevos modelos de negocio, como el freelance o independiente, han beneficiado a miles de personas para poder movilizarse y agendar sus actividades con base en sus necesidades y tiempos. Sin embargo, es una economía incierta, ya que este modelo no permite contar con beneficios como los seguros de salud o un fondo de reserva monetario, entre otros. Si lo llevamos al campo de las artes: la música, la danza, pintura, fotografía y video, han sido algunas de las actividades capitalizadas en el espacio público (plazas, parques, calles) o semipúblicos (bares, restaurantes, centros comerciales). Con el surgimiento de la COVID-19, artistas, artesanos y otras economías independientes han sido brutalmente afectadas con la cancelación de sus actividades.

Por otro lado, la revolución tecnológica y la transformación de los medios de creación, han tenido un profundo impacto en nuestra forma de vida y relaciones laborales, causando cambios categóricos en la forma en que nos relacionamos.  Construimos mundos virtuales para reemplazar un mundo físico en problemas.  Cada día las herramientas digitales nos facilitan nuevas plataformas para la gestión de la información y procesamientos de grandes cantidades de datos. Además, ayudan a ofrecer nuevos servicios y comunicaciones en el entorno urbano. Sin embargo, el exceso de noticias e información ha llevado al ser humano a una falta de control e inseguridad. La difusión noticias falsas viraliza informaciones sensacionalistas que tienden a desestabilizar emocionalmente a quienes consumimos estas noticias. 

Debido a este aislamiento, somos impedidos a realizar nuestras actividades exteriores y tener contacto directo con gran cantidad de personas, causando signos que van desde el aburrimiento hasta la soledad, incluidos ataques de ira, intolerancia y agresión. En este escenario pandémico, los arquitectos y creativos estamos siendo impulsados ​​a buscar respuestas a nuevos desafíos, reinventando las tipologías tradicionales de espacios de vida y trabajo y cuestionamos la división espacial tradicional entre estas dos áreas.  El manejo de recursos físicos y digitales abre puertas a nuevas políticas sociales, por lo que es necesario un soporte comunitario y multidisciplinar para que estas plataformas se sostengan.

LA VIDA EN INTERIOR

El humano debe estar integrado a la naturaleza, y provocar lugares dedicados al pensamiento.

Transformaciones de mi kitnet / monoambiente. Escenario de The Kittynet

Estudios han demostrado que pasamos alrededor del 87% de nuestras vidas en espacios interiores, ya sea en casa o en el trabajo. Si bien es cierto, los interiores agradables pueden influir positivamente en el estado de ánimo y el bienestar de sus ocupantes, los lugares poco iluminados e incómodos pueden producir efectos psicológicos desfavorables. Es por eso la importancia de espacios bien ventilados e iluminados, ya sea iluminación artificial o natural, uso de diferentes colores, texturas y materiales de construcción, integración de vegetación y otros aspectos que influyen en las sensaciones espaciales. 

El diseño de viviendas es un problema que parece simple, pero es de los temas más antiguos desde la formación del ser humano. Es posible escribir la historia de la civilización, desde los inicios del hombre primitivo hasta la actualidad, analizando únicamente la evolución de las formas de vida. Para Le Corbusier, la arquitectura de residencia es el producto inmediato del instinto humano y cada día nuevas estructuras de convivencia son ejecutadas. La mala arquitectura, construcciones mediocres y situaciones de aislamiento en que vivimos en la actualidad ha elevado las tasas de depresión y suicidio, incluso en los nuevos y ordenados edificios. Los signos de desconexión social, individualismo y apatía son resultados de una mala planificación urbana y de una economía elitista. Además, la negligencia en relación con los ancianos y el abandono de los abuelos tomó tales proporciones que los gobiernos lo declararon un delito punible. Como urbanistas debemos ir a favor de la salud física-mental en nombre de la justicia.

En términos psicoanalíticos, la persona que está aislada quiere eliminar aquel sentimiento de vulnerabilidad y exposición. Pensar, sentir y habitar nunca es estático. El psicólogo William James y el filósofo Henri Bergson, pioneros de estudios de la consciencia, acreditan que los estados mentales no son bloques sólidos o imágenes fijas. La atención de individuo se disloca de manera constante saltando entre recuerdos y otros cuadros que son absorbidos sensorialmente por el cuerpo. 

Los cambios urbanos, climáticos y salubres son en gran medida causados por la imprudencia humana. Correspondería aprovechar este tiempo de cuarentena para reflexionar y concientizar sobre una ética más humana, humilde y solidaria para evitar futuras crisis. En el griego antiguo, la palabra krisis significaba tomar una decisión cuando las situaciones llegaban a un punto que no podían ser evitadas. Los grandes pensadores, filósofos y meditadores fomentaban el hábito de la resiliencia para decidir con calma qué acciones tomar en momentos de histeria y terror. Con la resiliencia se promueve buscar la recuperación de las ciudades a través del arte de la reconfiguración. 

La tarde del 20 de febrero de 2016 en la Plaza Cívica del municipio de San Francisco de Ojuera, Berta Cáceres, líder indígena y ambientalista, encabezaba su última gran movilización en contra de la instalación del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca. En un comunicado emitido ese mismo día a través de la organización que lideraba: el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), denunciaba a quienes apoyaban este proyecto que buscaba explotar  —para la producción de energía— el río Gualcarque (sagrado para el pueblo lenca). Doce días después de esa movilización, fue asesinada en su casa en el municipio de La Esperanza, Intibucá. Entre las instituciones y empresas que denunció estaba Castillo Torres Energy (Castor Energy), empresa que cuatro años después se encuentra en negociaciones para concretar la instalación de una hidroeléctrica en el río Güince, perteneciente al municipio de San Francisco de Ojuera y afluente con el río Gualcarque.

Ante la amenaza que representa la instalación de este proyecto extractivo, unos pocos pobladores de esa comunidad dicen extrañar el liderazgo de Berta Cáceres, sobre todo en estos momentos que se enfrentan no solo a la venta de sus recursos, sino que además tienen que sobreponerse al miedo que generó su asesinato. Aún el eco de su voz es escuchado por algunos que la recuerdan como una de las líderes indígenas más importantes de Latinoamérica. 

La lucha inaccesible en San Francisco de Ojuera

Para llegar al casco urbano de San Francisco de Ojuera, los pobladores que regresan de sus trabajos, en municipios aledaños, tienen que esperar un aventón. Los cinco buses de entrada al municipio solo pasan dos veces al día y la llegada a pie desde el desvío de la carretera principal puede llevar horas sobre un camino de tierra. Algunos pobladores tienen motos y animales de carga, pero —ante la falta de oportunidades económicas— son una minoría. Después de adentrarse en la montaña y sortear todas las curvas del camino, se llega a San Francisco de Ojuera. La belleza del pueblo es notable, sus casas mantienen el estilo colonial, a pesar de la llegada aparente de las remesas desde Estados Unidos. Es un pueblo en el que sus habitantes sobreviven principalmente del cultivo de arroz, frijoles y maíz.

«San Francisco está rodeada de agua. Güince, Ulúa y Gualcarque redondean San Francisco con agua», señala Menchita, una mujer de 48 años que tiene una pequeña abarrotería y pertenece al pequeño grupo de personas que han decidido oponerse, de manera pública a la explotación de los ríos que le pertenecen a la comunidad. Menchita estuvo en 2016 cuando Berta se paró frente a la Alcaldía Municipal para explicar las consecuencias ambientales de la instalación de un proyecto hidroeléctrico; también escuchó cuando Plutarco Mejía, entonces vicealcalde del municipio, amenazó a la líder del COPINH. «Es triste que otras personas vengan a querer enriquecerse con lo poquito que tenemos y que vengan a destruirlo», dijo Menchita.

A pesar de que en 2017 se oficializó la suspensión del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca, los problemas para los habitantes de la comunidad, que se oponían a la venta de los ríos, no terminaron. La central hidroeléctrica El Molo, que pertenecía a la empresa Castor Energy, continuó trabajando —con el apoyo del alcalde Raúl Pineda— para cumplir con el contrato de producción de energía renovable que firmaron con la ENEE en 2012. Según dicho contrato, se tendrá una potencia de producción de energía instalada de 3.9 megavatios, considerablemente menor que los 21 megavatios de energía que se esperaban producir en el Gualcarque con la represa Agua Zarca de DESA. El proyecto hidroeléctrico El Molo aún espera ser instalado en el río Güince, que desemboca en el Gualcarque. El caudal del río Güince es bajo durante el verano, pero sigue siendo suficiente para los pobladores de la aldea Molo que se encuentra justo al lado y que lo utilizan para bañarse, lavar ropa y hacer algunos lempiras en Semana Santa, ya que lo adaptan para usarlo como balneario. 

Un hombre camina junto a la Plaza Cívica Prof. Raúl Pineda P., nombrada así en honor al ex alcalde Raúl Pineda, San Francisco de Ojuera, 4 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Menchita recuerda que dos meses después que el alcalde Fredy Cabrera asumiera la dirección del municipio, convocaron a la comunidad a un cabildo abierto al que también asistieron representantes de Castor Energy. El grupo de defensores y defensoras del ambiente se quería quedar fuera del salón donde se llevaba a cabo el evento, pero funcionarios de la municipalidad les obligaron a entrar y firmar una lista de asistencia. Desde esa ocasión, Menchita, no volvió a asistir a una reunión convocada por la municipalidad. «Aquí, en este pueblo, han aprobado proyectos de mala manera y han agarrado la costumbre que con base en las firmas de asistencia aprueban los proyectos. Un representante de la empresa comenzó el cabildo y dijo: “creo que con esto es suficiente para aprobar el proyecto, suficientes firmas”», comenta, y mientras manifiesta su enojo le pide a su hija menor que atienda al cliente que ha llegado a comprar un refresco ante el fuerte calor.

La  maquinaria  de la planta hidroeléctrica El Molo, abrió caminos e instaló un plantel inicial donde guardaban sus equipo. No hubo proceso de consulta previa, libre e informada para la comunidad. La aprobación del proyecto de ley de Consulta Previa e Informada se encuentra en discusión después de que en 2018 el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP) entregó a Mauricio Oliva, presidente del Congreso Nacional, la iniciativa de anteproyecto. La Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH) y el COPINH ya habían hecho un anteproyecto de este tipo, sin embargo no se tomó en cuenta a la hora de constituir el actual, por lo que se oponen a la regulación que intenta aprobarse desde el Congreso.

Instalaciones de una bodega en abandono de la empresa Castor Energy en la comunidad de Molo, San Francisco de Ojuera, 5 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Desde 2014 la corporación municipal de San Francisco de Ojuera tenía un opositor en su propia mesa: el regidor José Hernández. Chechito, como le dicen en la comunidad, cuenta que después de oponerse a la «corrupción» de Raúl Pineda, también confrontó al actual alcalde: «le dije: usted es bruto, mire el problema con el que viene Pineda por permitir esa represa de Agua Zarca y usted viene a vendernos el otro río, ¿es bruto o qué pasa?». Chechito, quien además es un empresario de la construcción, ganó popularidad entre los pobladores del municipio al oponerse al proyecto, que bajo falsos argumentos, pretendió engañar a una gran mayoría asegurando que llevaría empleo y proyectos sociales a esa lejana y olvidada comunidad. «No nos van a quitar lo que es de nosotros, no nos trae beneficio real en la parte económica y además nos deja daños ambientales», aseguró. José Hernández dijo no tener miedo y estar dispuesto a «rajarse la madre» con quien sea por defender el río Güince.

Según el testimonio de los pobladores de la comunidad, la construcción de la hidroeléctrica se paralizó a inicios de 2018. Los ingenieros a cargo del proyecto, dijeron que la causa era la falta de financiamiento ya que los bancos no querían meterse en problemas después del asesinato de Berta Cáceres.

Cuando en las oficinas de la Alcaldía Municipal se solicita información sobre el proyecto, todos parecen ponerse nerviosos. Dicen que no pueden dar declaraciones sin la autorización del alcalde que, justo en ese momento, se encuentra en Tegucigalpa realizando trámites de la municipalidad. En una llamada, el alcalde Fredy Cabrera le prohíbe a la secretaria dar información sobre la hidroeléctrica que, por cierto, desde hace unos meses ha prometido regresar pronto a la comunidad. La única dispuesta a dar una opinión sobre el proyecto es Eny Pineda, vicealcaldesa del mismo partido político del alcalde, quien manifiesta no estar a favor de la instalación de un proyecto que afecta los ríos y que rompe con la tradición en favor de los proyectos de energía renovable que lleva su partido. Como vicealcaldesa no tiene voto en las decisiones de la corporación municipal, por lo que su oposición se vuelve un asunto de convicciones: «Yo no quisiera que un río se tocara, yo lo que quisiera es que todos colaboráramos, reforestáramos y cuidáramos las cuencas. Yo no estoy de acuerdo ni en minería ni en hidroeléctrica ni nada de eso». Sin embargo, asegura que el proyecto ha cumplido con todo el proceso y documentación para volver a instalarse.

Para Menchita el retorno de Castor Energy, más allá de los empleos temporales que generará para unos cuantos hombres de la comunidad, es un engaño. «Ahorita disfrutamos bañando pero si logran privatizar ya no vamos a poder. Me duele en mi corazón saber que existan personas sin conciencia. ¿Quiénes van a sufrir? nosotros, ¿y quiénes van a beneficiarse? los dueños de la represa», concluye Menchita.

Las conexiones de Castor

Lorena Cálix, subjefa de relaciones públicas en el Ministerio Público, dice que Berta Cáceres hizo más de 40 denuncias en esa instancia. Una fue en contra de la empresa Castillo Torres Energy S.A, la cual, según Cálix, ha desembocado en una investigación de la Fiscalía Especial de Etnias y Patrimonio Cultural del Ministerio Público, que, cuatro años después del asesinato de la líder indígena, estaría por concluirse.

Castor Energy es una empresa constituida en San Pedro Sula en 2007. Su representante legal es Oscar Rene Castillo Torres, quien a su vez es el presidente de la junta directiva, de la que también son miembros sus hijos Daniel Castillo Sánchez y Oscar Castillo Sánchez. Según el registro Mercantil de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés, Castillo Torres también funge como gerente general de Suministros Eléctricos S.A de C.V (SEL) constituida en 1983. Según su página web ha estado involucrada en la comercialización de productos eléctricos en proyectos públicos y privados, para el caso, el proyecto hidroeléctrico Patuca III y las operaciones de Minerales de Occidente S.A (MINOSA), en el municipio de Azacualpa, Copán, donde se ha desarrollado un conflicto por las intenciones de explotación minera en un cementerio de la comunidad.

Lea más en el reportaje Éxodo desde el espejismo minero

En términos de contratos con el Estado, solo en julio de 2015 Suministros Eléctricos recibió un pago por más de 2 millones de lempiras de la ENEE. Además, esta empresa ha sido patrocinadora del Club Deportivo Real España, uno de los equipos de fútbol más importantes del país. De esa empresa también se desprende en 2013 la constitución de SEL STORE S.A de C.V por parte de los hijos Óscar y Daniel. Según el portal Estrategia y Negocios, esta sociedad se especializa en la comercialización de equipo eléctrico, atención industrial de motores eléctricos y suplidora de materiales y equipos para proyectos de energía renovable. Han establecido tres tiendas a nivel nacional desde donde coordinan las ventas del equipo eléctrico.

En el contexto de las inversiones del Grupo SEL, en 2017 se generó una alianza con la multinacional alemana Siemens para la mejora y automatización de procesos industriales, así traería equipo de última generación para ofertar a los proyectos de energía renovable con los que ya trabajaban. En 2016 líderes del COPINH señalaron a Siemens como cómplice del asesinato de Berta Cáceres al participar como accionistas en el consorcio Voith Hydro que, según información del medio alemán Deutsche Welle, firmó en 2013 un contrato de suministro de turbinas, generadores y tecnología de automatización con DESA por un valor de 8 millones de euros.

En 2007 gobierno de Manuel Zelaya Rosales, aprobó la Ley de promoción a la generación de energía eléctrica con recursos renovables. Desde entonces los conflictos en las comunidades, ante la falta de consulta y violaciones de derechos humanos, han dejado criminalización y muerte. Según la organización Global Witness, hasta 2017 más de 120 personas habían sido asesinadas por enfrentarse a empresas que acaparan la tierra y destruyen los bienes naturales. A pesar de todos los conflictos, organismos de financiamiento internacional siguen apoyando estos proyectos que tienen como premisa principal el desarrollo y trabajo que pueden llevar a comunidades olvidadas por el mismo gobierno.

Elsia Paz, presidenta de la Asociación Hondureña de Energía Renovable, declaró a un medio nacional que la puesta en marcha de proyectos de energía son necesarios porque «necesitamos generar no solamente empleo urgente, sino empleo sostenible, y es donde nosotros venimos a aportar algo muy importante que es el empleo en las zonas remotas y rurales». En febrero de este año el Poder Judicial dictó sobreseimiento definitivo en favor de Paz, después de que la Fiscalía de Etnias del Ministerio Público la acusó del delito de discriminación en contra del pueblo Lenca. La consultora en proyectos de energía renovable dijo en un foro de televisión que la gente de las comunidades no piensa bien porque no come los tres tiempos. En Contracorriente solicitamos una entrevista a Paz pero no obtuvimos respuesta a las solicitudes.

En la aldea Molo, justo en la orilla del río Güince, las familias que fueron beneficiadas por la llegada de Castor Energy ahora añoran que el proyecto hidroeléctrico se reanude para que los hombres puedan regresar a sus trabajos temporales como guardias y las mujeres vender comida a los ingenieros, maquinistas y otros empleados. A corto plazo las comunidades cercanas a los proyectos son beneficiadas con las prebendas que las empresas otorgan a cambio de los recursos. Por ejemplo, Maynor Ordoñez y su familia solicitaron transporte para que los niños de la comunidad viajaran a la escuela, a cambio de dar permiso sobre una parte de su tierra para que la maquinaria de Castor Energy transite hacia la montaña.

Doña Doris limpia una mesa en su pequeña pulpería instalada en la sala de su casa, en la comunidad de Molo, una pequeña comunidad junto al río Güince, San Francisco de Ojuera, 5 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Sentado en la sombra de una casa que vende golosinas y refrescos, Maynor dice que las personas de la comunidad que se oponen a la continuación del proyecto es porque seguramente tienen alguna forma de subsistir, pero para las familias de esa aldea los pocos lempiras que se ganan, a cambio de muchas horas bajo el sol trabajando en los potreros aledaños, no son suficientes. «Hay una esperanza de que ellos vuelvan, hace unos ochos días anduvieron los ingenieros inspeccionando», cuenta.

Mientras el río sigue fluyendo sin turbinas ni en función de la producción de energía, algunos jóvenes nadan en el río y una mujer se acerca para lavar ropa. El río es importante, sin duda, pero la necesidad de un empleo hace que para Maynor y su familia valga la pena arriesgar el recurso con el que siempre han convivido. «Hay cosas que afectan en lo ambiental y la libertad, pero también que nos benefician por el trabajo. No estoy de acuerdo con que se privatice el río, aquí somos libres, nadie nos prohíbe nada y nadie anda con temor», concluye.

Temor y memoria

La noche del 2 de marzo de este año en la ciudad de La Esperanza, Intibucá, más de un centenar de indígenas lencas liderados por el COPINH, junto a representantes de organizaciones internacionales de derechos humanos, marcharon con antorchas encendidas para exigir justicia en el caso de Berta Cáceres. Pararon frente a la Jefatura Departamental de la Policía Nacional y repitieron que Berta no murió, recordaron que se hizo millones.

Laura Zuniga Cáceres, hija menor de Berta, tenía 23 años cuando le avisaron que varios hombres armados habían llegado a casa de su madre para disparar y cambiar la vida de su familia para siempre. Cuatro años y muchos reclamos de justicia después, dice que «al hacer un repaso de este tiempo nos damos cuenta que se ha logrado mantener la lucha dentro de los territorios y dentro del Copinh. Hemos visto persecución, estigmatización y criminalización de los compañeros y compañeras pero la valentía y decisión de multiplicar a Berta ha persistido, entonces eso le da alegría a una, que en el momento de su asesinato lo que quiso es que el ejemplo de mi mami sirviera a otras luchas».

Laura Zúniga Cáceres, hija de Berta Cáceres, posa junto al altar hecho en memoria de su madre en el 4to año de su muerte, lo que el COPINH resignificó como «La siembra de Berta» tras su entierro, La Esperanza, 3 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

En San Francisco de Ojuera su ejemplo sigue vigente. Un ejemplo es el pequeño grupo que, de manera pública, se opone a la construcción de la planta hidroeléctrica El Molo, a pesar de que la municipalidad emprendió una campaña de desprestigio en contra de la figura de la líder lenca.

Por otro lado, Menchita dice que apenas es una decena de personas la que en ocasiones se reúne para capacitarse en temas de defensa de derechos humanos y del ambiente. Asegura que muchos más son los que se oponen a la construcción del proyecto que podría tomar los recursos de uno de sus ríos, pero que no se atreven a manifestarse por el miedo que generó el asesinato de Cáceres. Para Menchita el ejemplo de Berta Cáceres ha pasado más allá de lo terrenal. «El corazón de Berta, el espíritu de Berta que vive en nosotros es como el poder de Dios», dice mientras mira una imagen de la virgen que tiene en la sala de su casa sobre el equipo de sonido en el que escucha la radio comunitaria. Ese espíritu es el que les ha dado fuerza después del 2 de marzo de 2016 cuando les quedó claro que todo aquel que se dedique a proteger el ambiente será perseguido y posiblemente asesinado. «Yo siento que me pueden venir a matar aquí a la casa», concluye.

«Menchita», retratada en su casa, es líder en la defensa del medio ambiente, San Francisco de Ojuera, 4 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

La defensa del río Güince no está siendo liderada por organizaciones, sino por miembros de la comunidad que temen que ellos y sus hijos no vuelvan a disfrutar de las aguas que le pertenecen al pueblo. La única organización que se ha acercado en este proceso es el Movimiento Ambientalista Santabarbarense (MAS) liderado por la ambientalista Betty Vásquez. «En las comunidades que están al margen del río Gualcarque en San Francisco de Ojuera, se ha tenido poca incidencia porque hay miedo a que pase lo que pasó con la compañera. Si mataron a una líder con perfil tan alto como el de ella, qué no pueden hacer», dice Betty, quien acompañó a Berta como amiga y compañera en múltiples luchas. Sobre El Molo, comenta que es un proyecto que han formulado muy bien en favor de los interesados, ya que la corporación municipal no ha divulgado información oficial sobre el proyecto: «Como organización eso nos limita a hacer un trabajo porque no tenemos la suficiente información que nos de la capacidad de divulgar, además ese es uno de los territorios más peligrosos para hacer resistencia porque no se sabe con quién se está hablando. El ejemplo es que a Berta Cáceres la criminalizaron el 20 de febrero y lo hicieron aunque ella había movido a gente de otros municipios», concluye.

La líder espiritual del COPINH, Pascualita, durante la ceremonia en honor a la vida de Berta Cáceres, La Esperanza, 3 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

A pesar de la fuerza que la memoria de Berta Cáceres genera en los defensores de San Francisco de Ojuera, el miedo, la falta de acceso a la información y las limitantes de las organizaciones para hacer incidencia siguen provocando que la instalación del proyecto hidroeléctrico se vuelva casi inevitable. A pesar de que la promesa en San Francisco de Ojuera es el desarrollo, Betty Vázquez apunta que este tipo de proyectos terminan sin cumplir las expectativas, ya que no generan la cantidad de empleo que prometen porque la mayoría de la gente que contratan es de afuera del municipio: «La gente se queda sin acceso al río, porque terminan poniendo mallas para cortar el paso. Las más afectadas son las mujeres, ya que para ellas no hay empleo temporal ni nada, y si se escasea el agua de las comunidades, ellas son las que tienen que conseguirla».

Maynor y su familia, en su casa en la orilla del río, siguen contando los días para el regreso de algo que para ellos representa empleo temporal. Sin embargo para Menchita y el pequeño grupo de pobladores que se oponen, sería una prueba de que en un país como Honduras se puede seguir construyendo un proyecto a pesar del asesinato de la líder indígena más reconocida del país.

Apelar a los artistas en momentos extremos no es nuevo, sucedió en tiempos de guerras y en calamidades naturales, cuando sentimos rota el alma por algo que nos supera, apelamos a aquello que nos hace sentir conectados, el arte.

«BocaLoba está en la cuerda floja en estos momentos», comienza explicando Mayra Oyuela, gerente de uno de los bares del casco histórico de Tegucigalpa.

A BocaLoba —un proyecto que funciona bajo la modalidad de casa cultural y bar— la alcaldía que preside Nasry Asfura no le ha otorgado el permiso de operaciones, bajo el argumento que en el plan de arbitrios municipal explica que no pueden funcionar locales que vendan bebidas alcohólicas cerca de iglesias, claro, esto en el casco histórico de Tegucigalpa donde hay tantas iglesias como cantinas. Solo a una cuadra de la Catedral de San Miguel Arcángel, la principal iglesia católica del casco, funciona otro recinto sagrado: el New Bar —Tito Aguacate, para los parroquianos— que funciona desde 1945.

La preocupación de Mayra, poeta y gestora cultural, es real, la crisis sanitaria le está pasando factura a todos los emprendimientos culturales del país. Los proyectos como BocaLoba, o Café Paradiso, que en el centro de Tegucigalpa son espacios para presentaciones de artistas y montaje de exposiciones, corren el riesgo de entrar en bancarrota porque el cierre de los espacios públicos debido al avance del coronavirus en el país se puede extender aún más, esto es vital si entendemos que los bares y restaurantes sobreviven de lo que hacen diariamente.

Debido al toque de queda decretado por el gobierno de Honduras en el marco de la crisis por el coronavirus el pasado 15 de marzo, no hay conciertos, no hay bares abiertos y los museos han cerrado totalmente, no hay librerías abiertas, no hay lecturas de poesía. Sin embargo, ahora que el virus ha tomado tanto territorio, el mundo parece necesitar más que nunca del arte, y de quienes lo producen, necesita salir de esto con el espíritu intacto, esa parece ser la sensación con tanta lectura de poesía, con tanto concierto de famosos por redes sociales.

Pero en las crisis —como suele pasar en todo, en casi todo— las desigualdades siguen siendo visibles, son más visibles. Ahora mismo, comunidades enteras tienen hambre, no de arte, sino de esa que te hace pequeño el estómago, de esa que solo se sacia comiendo.

«Si no hay venta no se puede operar, si no hay venta no pagas empleados, no pagas servicios, no podes pagar proveedores, es así de simple», explica Mayra. Aunque en BocaLoba están preocupados por el posible cierre, existe una comprensión de todo lo que sucede alrededor de la crisis por el coronavirus, las personas no podrán tan fácilmente volver a consumir a los espacios culturales porque el arte y la cultura no son productos de primera necesidad, antes se deberá solucionar la comida y la salud.

Mayra Oyuela, poeta y gestora cultural, retratada en BocaLoba, Tegucigalpa, 24 de abril de 2019. Foto: Martín Cálix.

De este espacio dependen seis personas, seis personas a las que se les ha podido garantizar el salario porque se dejó de pagar el alquiler donde opera, pero en tres meses —de extenderse a tanto la cuarentena— BocaLoba no tendría la capacidad de pagar los salarios y la renta, ni siquiera podrían elegir entre uno u otro, se verían obligados a cerrar. BocaLoba es un proyecto autofinanciado, y solo puede sobrevivir por el consumo cotidiano de los clientes, en ausencia de una cooperación internacional o gubernamental, proyectos como este solo puede sobrevivir porque la venta diaria sostiene los proyectos artísticos, el cobro de entradas para algunos conciertos termina financiando la microfonía y el técnico para la banda que toca, de otra manera es imposible.

En algunos países los gobiernos han destinado algo del presupuesto para combatir la crisis del coronavirus para amortiguar el impacto económico en la industria cultural y artística, en Honduras nadie de los entrevistados cree que algo de los más de 420 millones de dólares aprobados por el gobierno de Juan Orlando Hernández llegue a cultura o a los artistas. Para el año 2020, en el Presupuesto Nacional de la República para la Dirección Ejecutiva de Cultura, Artes y Deportes se destinaron cerca de los 208 millones de lempiras.

«Sí, me ha impactado un montón, yo tengo mis obligaciones, tengo un préstamo, pago renta de apartamento, pago renta de local». Es la reflexión que hace David Santos, uno de los principales tatuadores de Honduras. Golosinas y más, el estudio de David, cerró el día uno. Para un estudio de tatuajes que agenda sus citas con mucha anticipación cerrar implicará en el mejor de los casos reprogramar las citas, esperar si cabe, que aquellas personas que tenían citas y habían pagado el adelanto que el estudio exige para poder reservar, no pidan la devolución y sigan con sus planes de tatuarse.

David Santos, durante una sesión de tatuado en su estudio Golosinas y más, Tegucigalpa, 26 de mayo de 2018. Foto: Martín Cálix.

En el caso más extremo, suponiendo que la crisis sanitaria provocada por el avance mundial del coronavirus se extienda a más de un mes, Golosinas y más, donde trabajan cuatro personas, tendrá que cerrar, no sobrevivirá a la crisis. En medio de todo, David quiere ser optimista, piensa que se puede salir de esto y replantearse cada uno la interacción con los demás. «En la medida que todos nos apoyemos, así como puedo estar en el día trabajando y en la noche veo que Pavelón —Café Guancasco— tiene un evento, asistir y pagar la entrada», explica, porque la solidaridad deberá superar la crisis también.

La medida más drástica a la que ha llamado la Organización Mundial de la Salud es la de quedarse en casa, la OMS llamó a todos los países a cerrar fronteras y hacer la cuarentena, una cuarentena que en el caso de Honduras no se ha cumplido del todo. 

En la segunda semana de un toque de queda que pretende retener a las personas en sus casas para intentar evitar la propagación del virus, solo en Tegucigalpa se han reportado tomas de carreteras con quema de llantas, saqueos a supermercados y protestas en los barrios más pobres de la periferia capitalina, donde la gente tiene hambre y vive de lo que puede hacer a diario, ahí donde el llamado a quedarse en casa es un llamado en el vacío, la gente únicamente no puede porque no tiene ahorros, porque no tiene comida, porque no tuvo las condiciones para hacer la cuarentena. El gobierno ha respondido con gas lacrimógeno en las tomas y en el mercado del Zonal Belén, uno con mayor conglomeración de personas en una zona pobre de la capital de Honduras.

Los casos positivos han superado por mucho la frontera de los 32, donde apuntaba la Secretaría de Salud, el sistema hondureño comenzaría a colapsar, para la noche del 26 de marzo ya sumaban 67 casos positivos y 1 muerte.

Los balcones de BocaLoba lucen cerrados durante la segunda semana del toque de queda absoluto en todo el país decretado como medida para evitar la propagación del coronavirus, Tegucigalpa, 23 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Para la artista urbana Betán, la cuarentena la tomó un poco por sorpresa, todo al principio parecía de mentira, las personas con mascarillas, colapsando los mercados y los bancos. Cuando Betán arribó al país luego de un viaje al Perú se encuentra con un país en toque de queda y sus proyectos suspendidos.

Culturas vivas, el colectivo de artistas urbanos al que Betán pertenece, ha tenido que quedarse en casa e intentar hacer algunos trabajos desde ahí, elaborar propuestas confiando en que la crisis va a pasar pronto para retomar los espacios públicos donde el colectivo hacía graffiti y muralismo, el colectivo depende del espacio público, uno que en este momento no es una opción.

Artistas como Betán y su colectivo viven de lo que proyectos puntuales van dejando a diario, porque no tienen un salario mensual, un trabajo a largo plazo que les permita poder dedicarse a desarrollarlo ni siquiera durante un año, por lo que deben recurrir a presentar propuestas constantemente a organizaciones —que como bien explica ella, han tenido que entender con el tiempo que el trabajo de los artistas urbanos debe pagarse—, tampoco tienen seguridad médica. «Aquí tenés que pagar tu renta, no como en otros países que te dicen que tenés tres meses, aquí dicen tomar medidas de seguridad pero la verdad es que el gobierno no está ayudando». Cuestiona.

Para Betán está claro: «no todas las personas tenemos los privilegios de tener todo, de tener alimento, de tener el dinero para pagar la renta, hay personas que sobreviven día a día». A Ella le interesa reflexionar más allá del arte, más allá de los artistas.


El mítico Café Paradiso, también ha cerrado durante la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, Tegucigalpa, 23 de marzo de 2020. Foto: Martín Calix.

La crisis sanitaria que implica la expansión del coronavirus en Honduras lleva a tomar ciertas medidas, usar mascarilla y gel, lavarse bien las manos con agua y jabón, pero la principal es quedarse en casa, sin embargo esta última para Bentán es un privilegio, y así como ella otros artistas están conscientes de este privilegio, uno que dudan se pueda sostener si la cuarentena se extiende por mucho más tiempo.

Marcela Lara, vocalista de la banda Puras Mujeres cree que quedarse en casa, por ahora, es un privilegio del que ella puede gozar, pero está consciente que de no encontrarse una solución pronto, el país entero va colapsar en puntos de inflexión vitales.

«Ninguna de nosotras vive exclusivamente de la música, o de Puras Mujeres». Explica Marcela la situación de ella y sus compañeras de banda.

En este momento, a la banda le comienza a pasar factura la falta de ensayos, Marcela no tiene reparo en explicar que las bandas existen de los ensayos y las tocadas en vivo. Pero todo está cerrado, ese público está en sus casas intentando lo mejor que puede no infectarse de coronavirus, ellas también, porque esto nos supera a todas las personas.

Los proyectos deben esperar para esta banda, que es la única banda en el país que es integrada solo por mujeres: canciones, ensayos, viajes, conciertos, todo ha pasado a segundo plano porque lo principal es la salud.

—El arte no lo vemos como una necesidad vital, y ahora estamos nada más preocupados por las necesidades vitales, que son comida y agua, el arte queda fuera de eso.

La banda espera sobrevivir a la crisis y reponerse componiendo canciones y volviendo poco a poco a los escenarios, volviendo a sus proyectos, los que afortunadamente para la banda están garantizados gracias a una subvención del Fondo Centroamericano de Mujeres, que les ayudará a producir sus próximas canciones, pero para esto deberán superar la crisis individualmente para que la banda también lo haga.

—¿Para qué sirve hacer arte en este momento de crisis en el país?

—Para tener un poquito de alegría, para tener un poquito de esperanza para la reflexión.

Si bien Marcela sabe que el quedarse en casa ha llevado a otras formas de expresarse y solidarizarse: subir contenido gratuito y dialogar con el público, que esto ayuda a reflexionar sobre la situación actual, también espera que el encierro haga crecer la expectativa por los proyectos y cuando por fin se retome la vida, medianamente como la conocíamos, que los conciertos se llenen, que la gente llegue.

Otros no son tan optimistas al respecto, y sospechan de todo: de que esta crisis —que cada día parece más profunda— haga cambiar la actitud del público respecto al arte, que si acaso tanto concierto online no es solo una manera de sobrellevar nuestro propio encierro, porque antes no los hubo, éste es el cuestionamiento de Héctor Flores, escritor, editor y librero en El Progreso.

Es escéptico a la idea de los famosos y sus conciertos por Facebook live y por Instagram live, para alguien que una vez por semana hace un en vivo, esta modalidad no parece tan novedosa, todos los jueves cierra su librería y transmite desde El acantilado, un programa dedicado a la poesía, a veces lo hace solo, otras con algo de suerte tiene quien lo acompañe. Y así, todos los jueves, durante una hora, Héctor habla de poesía en Facebook, no le impresionan los famosos y sus streaming.

Isla poesía, la librería de Héctor, opera en un espacio pequeño que la administración de una farmacia le ha facilitado sin cobro alguno, pero no es una farmacia que pertenezca a un consorcio farmacéutico, y explica que cuando esto pase, si a la farmacia no le ha ido bien,  deberan comenzar a cobrar la renta del pequeño local y por tanto Isla poesía no sobreviviría».

—Yo tengo una librería, una librería que lleva lo que lleva la crisis, cerrada literalmente, y cuando digo cerrada literalmente es que nosotros no podemos ir y abrir las puertas porque hasta los libros pueden ser una condición de contagio, eso hace que yo me sienta incluso frustrado internamente, porque no le veo futuro, una semana después, lo que yo había logrado en estos meses, está caído. La dificultad —sigue contando— está en comenzar desde cero, porque la cuarentena se habrá llevado también el encanto por los espacios culturales.

El escritor y gestor cultural, Héctor Flores, retratado en su casa desde donde transmite «El acantilado», programa dedicado a la poesía que se emite todos los jueves por Facebook live, El Progreso, 15 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Isla poesía surgió por la necesidad de tener un punto de encuentro, para Héctor la librería no genera beneficios económicos pero había logrado que tampoco generara deudas, que no cerrarán los días en números rojos, ahora todo ese trabajo de convertir una librería café en un proyecto sostenible está echado atrás.

Héctor se dedica a otra cosa, trabaja haciendo consultorías para organizaciones, si cuando la cuarentena pase se encuentra con la decisión de tener que invertir más dinero en el proyecto de la librería, está claro que es algo que no podrá hacer, porque no podría poner en duda el futuro de la educación y salud de sus hijos. Pero más allá del costo económico de la crisis, Héctor cree que el primer impacto es emocional: no poder salir, no tomar un café con los amigos, no poder ni siquiera acceder al limitado abanico cultural que en un lugar como El Progreso se tiene.

Para cuando todo esto pase, porque ahora pensamos en ese futuro, Héctor tiene un plan: «Lo primero que haría —explica desde su escepticismo— sería agarrar el sonido que tengo, ir al parque e invitar a los artistas, a los músicos y celebrar que hay vida, abriría la librería para seguir soñando que es posible aunque la realidad me la pinte imposible».

Quizá otros proyectos editoriales atraviesan una situación similar a la de Isla poesía, pero para Guaymuras —editorial y librería—, esta crisis todavía no pone en duda su continuidad. Guillermo Brune, editor de la editorial Guaymuras, explica que un proyecto de 40 años de existencia que ha sobrevivido a muchas cosas y la ausencia total de apoyo gubernamental tiene el músculo necesario para sobrellevar la crisis actual.


Librería Guaymuras, ubicada en el Centro Histórico de la capital hondureña, permanece cerrada durante el toque de queda absoluto decretado por el gobierno como medida para evitar la propagación del coronavirus, Tegucigalpa, 23 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

«Guaymuras es un proyecto autosostenible», cuenta su editor, «la venta de los libros da para sostener una plantilla que ronda las 16 personas entre diseñadoras, gente en imprenta, editor, directora, y la librería. Esto se ha logrado a través de los años, consolidar alianzas y publicar libros que puedan venderse con facilidad —básicamente los clásicos de la literatura universal— que aporten el sostén económico para la plantilla y para plantearse títulos que están conscientes nos devolverán lo invertido en ellos. Estamos pensando qué se puede hacer, nosotros no vendemos pdf o e-book, los libros electrónicos, quizá ahora sea buen momento para comenzar a ver ese modelo de negocio».

La semana que recién terminó, la editorial española Anagrama puso a disposición en formato e-book, seis títulos de su vasta colección de narrativa, Guaymuras no puede hacerlo, aunque estén conscientes de lo que significa tener un libro en casa para poder pasar la cuarentena, porque ni siquiera tienen esa modalidad entre sus opciones al público.

Guillermo también piensa en el futuro, piensa que cuando esto pase el gremio editorial debe replantearse muchas cosas que hasta ahora no lo ha hecho, el cómo se trabaja, la relación con el público, el estándar de calidad en los trabajos que se publican, una feria del libro, son tantas que se debe comenzar por dialogar y desde ese diálogo construir algo que perdure.

El virus —ese del que todos hablamos en internet— parece superarnos en la vida real. Todos los días un poco más. Ahora para salvarnos del encierro solicitamos, agradecemos, que los artistas estén ahí y hagan sus streamings.

Hablamos con Marcela Arias del colectivo Somos Muchas de Honduras sobre la situación de las mujeres, ¿cómo vivimos las mujeres un estado de excepción por emergencia sanitaria? Honduras es un país con alta tasa de femicidios pero también que ha negado históricamente derechos a las mujeres: derecho a la vivienda, derechos sexuales y reproductivos, derecho a un empleo digno, acceso a la justicia.

Portada: Fotografía de Archivo Choloma, Cortés / Martín Cálix

Diferentes sectores han denunciado en las últimas horas, que empresas maquiladoras como Southern Apparel y New Holland, ubicadas en la zona norte del país, han dado autorización a que se suspenda a nueve mil empleados sin disfrute de sus sueldos, correspondientes a los próximos cuatro meses, esto a causa de la actual alerta roja que se ha declarado en el país por el COVID-19, dado que el gobierno ha decretado mediante PCM-021-2020 la suspensión de las garantías constitucionales y esto ha impedido que las empresas sigan operando. 

Los trabajadores lamentan que esta suspensión sea por 120 días y que se les notificara por medio de las redes sociales. Fredi Carrasco, presidente del Sindicato  Southern Apparel Contractors (SITRASOACON), dijo a Contracorriente que están pidiendo al ministro de trabajo, Carlos Madero, que «no vaya a avalar esa suspensión, que mejor haga su trabajo y llame a las empresas a buscar una salida a esta situación».

«Entre las dos empresas, se estarían quedando sin empleo, aproximadamente, unos nueve mil hondureños, entre ellos mujeres embarazadas y madres solteras, varios tienen más de 14 años de laborar para dichas empresas», así lo afirma Joel Almendares, dirigente de la Confederación Unitaria de Trabajadores de Honduras (CUTH), quien además condena esta suspensión laboral, ya que en la actualidad Honduras enfrenta una crisis sanitaria y esta acción por parte de la empresa maquiladora podría agudizar aún más la situación porque las «empresas de la industria maquiladoras textiles son las que más gozan de exoneraciones».

El economista Ricardo Castañeda, del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), dijo la semana pasada, en entrevista con Contracorriente, que Honduras es el país con el mayor gasto tributario de toda la región y esto ha imposibilitado que se pueda fortalecer el sistema sanitario del país. «En el caso de Honduras representa un 7% del producto interno bruto (PIB)», dijo.  

Puede ver video completo: AQUÍ

El martes en horas de la mañana, se llevó a cabo una reunión de la Asociación de Maquiladores de Honduras quienes se han comprometido con los dirigentes obreros a buscar la manera de hablar con dichas empresas de la zona norte y concertar un acercamiento entre las dos partes para solucionar el conflicto laboral.

Por su parte, Adolfo Facussé, miembro del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP), hace un llamado al gobierno de Juan Orlando Hernández para que «deje de gastar el dinero en más armas y cosas innecesarias e invierta en la gente, haga su tarea y deje de hacer política en medio de esta situación» y añadió, en una entrevista con nuestro medio, que una propuesta para reducir el impacto a la empresa privada podría ser la suspensión de pagos a los servicios estatales por tres meses, ya que el impacto económico es difícil contrarrestarlo cuando la producción está completamente parada.

Honduras cuenta con un código de trabajo

Con base en la ley, el empleador está en la obligación de avisar por escrito a los empleados 30 días antes de iniciada la suspensión, si no cumple con esto deberá indemnizar a los trabajadores con 30 días de salario. De igual manera deberá enviar copia del aviso a la Secretaría del Trabajo para que el ministro apruebe o no la suspensión. Ante esta situación intentamos comunicarnos con el ministro de trabajo Carlos Madero, pero no tuvimos una respuesta.

En Honduras, alrededor de dos millones de hondureños no cuentan con un empleo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Asimismo, el 18% del producto interno bruto proviene de las remesas que se envían del extranjero.

«El estado de excepción que se vive en el país desde hace más de ocho días, ha creado la histeria en el sector empresarial, parece que le preocupa más sus pérdidas que la estabilidad de quienes le han dado su pulmón por años», culminó diciendo Almendarez, representante de la CUTH.

Texto y fotografía de Corie Welch

Artículo publicado originalmente en inglés por Witness for Peace/ Solidarity Collective

El sábado 21 de marzo por la tarde, estaba sentada en la mesa de la cocina en mi casa de El Progreso, Yoro, cuando recibí un mensaje de voz que decía: «tendrán un vuelo para sacarnos mañana», aún con mi incredulidad —después de la descorazonadora semana que había tenido mientras estuve atrapada en Honduras tratando de regresar a casa—, sentí que al menos me estaban dando la esperanza de salir. 

Desde que las fronteras se cerraron el 15 de marzo por la emergencia del COVID19 decretada en Honduras, estuve trabajando con otro grupo de ciudadanos estadounidenses en El Progreso para encontrar una solución a nuestro predicamento. Alguien en este grupo de 12 ciudadanos logró contactarse con una mujer conectada con la Embajada de Estados Unidos en Honduras, quien nos puso en una lista para salir del aeropuerto de San Pedro Sula, el domingo 22 de marzo. Nos dieron instrucciones: llegar al Hotel Intercontinental en San Pedro Sula, llevar solo una maleta de 80 libras, calzar zapatos cerrados, estar listos para que nos tomaran la temperatura y empacar nuestros propios alimentos y agua.

La naturaleza de nuestro vuelo no se nos comunicó de manera directa por ningún oficial de la Embajada, solo sabíamos que no era un vuelo comercial y por eso no debíamos esperar que nos dieran agua o comida. Después de llegar a San Pedro Sula, los oficiales consulares y de la Embajada chequearon nuestros pasaportes y nos llevaron al aeropuerto donde nuestro vuelo fue programado para partir a las 11:00 a.m. Nos informaron que nuestro vuelo llegaría a Alexandria, Louisiana, y nada más. 

Mientras esperábamos, logré entablar una conversación con Dana, un funcionario de la Embajada, que parecía estar a cargo. Le pregunté si el avión que llegaba por nosotros era un avión comercial vacío. Él respondió: «No, no es un vuelo comercial, pero sí está vacío, podría decirse». 

Lo presioné preguntándole qué quería decir con «podría decirse», a lo que contestó: «son pasajeros de naturaleza involuntaria», «entonces, son deportados», respondí. Él replicó mientras se alejaba: «Nos gusta mejor referirnos a ellos como retornados». 

El gobierno hondureño dejó de aceptar vuelos de deportados, desde México, el 10 de marzo, pero continuó aceptando deportados por tierra y por vía aérea desde Estados Unidos. De acuerdo a mis comunicaciones con la Embajada de Estados Unidos después del cierre de las fronteras, aseguraron que no habría salida ni entrada al país por 7 días, sin excepciones. Si ese era el caso, las deportaciones se hubieran detenido mientras el gobierno hondureño no aceptara ningún vuelo en el país. Sin embargo, varios asistentes de congresistas de los Estados Unidos me comunicaron, que bajo la presión de representantes de los EE. UU. de llevar a sus hogares a ciudadanos estadounidenses atrapados en el extranjero (incluidos los de Honduras), comenzaron las negociaciones entre el Departamento de Estado y el gobierno hondureño para encontrar una solución con el fin de «rescatar» a estos ciudadanos hondureños.

El domingo en la mañana, el cierre oficial de fronteras fue levantado para dejar salir a 99 ciudadanos estadounidenses, incluyéndome, y enviarnos en un vuelo desde San Pedro Sula hacia Estados Unidos. Personas en nuestro vuelo incluían agentes de ICE (vestidos con chaquetas en las que se leía ICE), así como personal del Departamento de Seguridad Nacional. 

Nuestro avión particular era de marca Swift Airlines; una compañía privada ahora renombrada como iAero Airways, y que junto a World Atlantic Airlines son las dos compañías privadas que lideran las operaciones de la mayor parte de las deportaciones que ICE realiza hacia San Pedro Sula. 

Un oficial de la Embajada de Estados Unidos, que esperaba con nosotros en la terminal, se jactó con uno de mis compañeros de viaje, explicando el ingenio de su decisión de cargar este avión que «ya estaba funcionando hasta diez veces por semana» con ciudadanos estadounidenses que estaban atrapados en Honduras.

El vuelo realiza viajes de ida y vuelta entre La Lima y Alexandria, Luisiana, aunque el vuelo de regreso no tiene muchos pasajeros. Específicamente, salen de la Instalación Alexandria Staging Facility, donde una corporación privada llamada GEO Group  se encarga de un refugio de 72 horas que alberga a las personas antes de sus deportaciones. GEO Group es una compañía privada que posee prisiones y centros de detención, con 67 ubicaciones en los EE. UU. y 6 a nivel internacional.

Aunque se desconoce si reiniciar o no las deportaciones de hondureños de los Estados Unidos a Honduras fue parte de las negociaciones con el Departamento de Estado, funcionarios hondureños y estadounidenses siguen con la boca cerrada, indispuestos a revelar esta información. Lo que sí sabemos es que el avión que me devolvió a mí y a otros 98 ciudadanos estadounidenses a nuestro país de origen, primero dejó a 96 hondureños en San Pedro Sula provenientes de un centro de detención en Louisiana.

El legado continuo de la hegemonía estadounidense y violaciones de Derechos Humanos en Honduras

Incluso en medio de esta crisis sanitaria global, la relación entre Honduras y Estados Unidos sigue siendo la misma: una relación de dominación estadounidense que prioriza el capital sobre la vida humana. Antes de COVID-19, Honduras no podía recibir adecuadamente a los «retornados» de los Estados Unidos, pero la situación actual es mucho peor ya que existen casos confirmados de COVID-19 en centros de detención de migrantes en los EE. UU., lo que significa que a medida que continúan las deportaciones de personas, EE. UU. está deportando el virus junto con ellos. El sistema de salud hondureño no está equipado para manejar el brote.

A pesar de que el gobierno hondureño está luchando por contener casos de COVID-19 con un extenso bloqueo militarizado, el gobierno de los Estados Unidos continúa enviando deportados con sospecha de estar infectados con el virus. Esto aumentará la propagación y la probabilidad de una grave crisis sanitaria dentro de Honduras.

La aceptación de estas deportaciones por parte de Honduras, refleja los siglos de hegemonía de EE.  UU. en la región, donde Honduras sirve como un peón geopolítico para ser controlado con el fin de promover los intereses estadounidenses. El apoyo inquebrantable al actual presidente, Juan Orlando Hernández, ante las acusaciones de corrupción y narcotráfico demuestra aún más el patrón histórico de los Estados Unidos de apuntalar regímenes en Honduras que cedan a sus disposiciones. Por ejemplo, los funcionarios de la Embajada nos dijeron de manera recurrente, durante la semana y en nuestro tiempo esperando en el aeropuerto, que «el gobierno de Honduras ha sido un gran amigo nuestro».

Estados Unidos ya tiene una importante presencia en Honduras con la base aérea Soto Cano, conocida como Palmerola, ubicada en las afueras de Comayagua, y que fue utilizada como un punto estratégico para coordinar y lanzar operaciones contrarrevolucionarias en toda América Central en la década de 1980. La base aérea ha sido «reutilizada» para lanzar «misiones humanitarias». Entonces, ¿por qué no utilizaron esta base aérea para ayudar a los ciudadanos estadounidenses a abandonar Honduras? Los marines estadounidenses fueron enviados para proteger las plantaciones bananeras en la década de 1890, pero de alguna manera la vida de los ciudadanos estadounidenses atrapados no podía justificar el gasto de usar su ejército. Estados Unidos continúa demostrando que su presencia militar en Honduras no tiene nada que ver con proteger la vida humana, los ciudadanos hondureños o estadounidenses, sino que está allí para promover sus intereses políticos y económicos.

Exacerbación de la pandemia

Después de aterrizar en la pista de Alexandria, entregamos el formulario de aduana, y los funcionarios estadounidenses nos dejaron solos. Ni nuestras temperaturas ni nuestras maletas se registraron a la llegada, nos dejaron a la deriva para buscar un medio de  transporte que nos llevara a casa. Todo esto, justo cuando Louisiana comenzaba las medidas de restricción de movimiento en el estado. Tuve menos de 24 horas para encontrar mi salida de Louisiana antes de quedar atrapada allí. En ningún momento recibí orientación a mi llegada.

Mientras tanto, en Honduras, al menos 50 deportados escaparon en el momento en el que eran trasladados hacia un lugar que el gobierno hondureño estableció para los deportados: un taller de mecánica en la  33 Calle, en el sector El Polvorín en San Pedro Sula. La cuarentena en la que los deportados deberán mantenerse durará 14 días. Ahora, con una orden de arresto, según la policía hondureña, todos los deportados que ese día escaparon serán capturados y enviados a la cárcel, lo que fomentará la criminalización de los deportados y exacerbará la propagación del virus.

En mis últimos momentos en el aeropuerto de San Pedro Sula, mientras 96 personas llegaban a su país luego de horas encadenadas en un avión —después de meses de abuso en el sistema de inmigración de Estados Unidos, en medio de una crisis sanitaria global, en un país sin un sistema de salud funcional y estropeado con un legado de abusos contra los derechos humanos—, un funcionario de la embajada de los Estados Unidos suspiró y me dijo: «Rezo para que después de todo esto comencemos a amarnos y cuidarnos más».

En este espacio de análisis y reportes nos conectamos con Catherine Calderón quien ha estado siguiendo la situación de más de 80 personas deportadas de Estados Unidos que se encuentran en cuarentena en un predio de taller mecánico en San Pedro Sula. También hablamos con el abogado Alex Navas, consultor en temas de Derechos Humanos y Seguridad sobre las medidas como el estado de excepción para enfrentar la crisis por COVID19 en Honduras.

Honduras ha sido el primer país en restringir la libertad de expresión como parte de la suspensión de garantías constitucionales en el marco de la emergencia, Navas apunta que las medidas radicales son importantes para prevenir el contagio masivo y la saturación del sistema de salud pero que estas medidas no pueden ir en detrimento de los derechos humanos, sobre todo el de la libertad de expresión que en estos momentos es sumamente importante para ayudar a salvar vidas.

En este programa hablamos además del uso de las Fuerzas Armadas y la prioridad que hay hacia la militarización del país en esta emergencia sanitaria en la que se debe priorizar el personal médico y las medidas de salud así como el uso de la represión para contener un inevitable conflicto social por la carencia de lo básico para la sobrevivencia en medio de la emergencia.

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Mi nombre es Héctor Pineda, soy médico neurólogo y este es un breve capítulo en mi vida.


Hace una semana ingresó a la emergencia del Hospital Mario Catarino Rivas, una paciente con síntomas respiratorios; pese a la inminente tragedia que meses atrás se vislumbraba, a la información que nos llegaba por la prensa internacional, y a las múltiples banderas rojas que se agitaron de manera ferviente por el personal sanitario, la paciente (al igual que otra innumerable cantidad de pacientes) ingresó sin ningún tipo de medida, reflejando la vulnerabilidad y falencia de nuestros «protocolos de atención» frente a este implacable patógeno: el COVID-19.

La paciente permaneció cuatro días en Sala de Emergencias, sumergida entre diferentes equipos de personal sanitario (incluyéndome), ejércitos de familiares que todos los días y a diferentes horarios se exponían de manera «inocente»; y lo que es peor, pacientes con un sistema inmune comprometido por otras patologías. No podría describirse un mejor escenario para que este nuevo enemigo nos mostrase su capacidad letal masiva.

La paciente se aisló el día cinco, el diagnóstico demoró seis días en hacerse: tres días de sospecha clínica, un día para realizar la tomografía de tórax y obtener el patrón radiológico sugestivo que apoyó dicha sospecha, dos días para tomar la prueba y obtener el resultado confirmatorio (tiempos aproximados), ella era la paciente #17.

Estoy seguro que no es para nadie desconocido, el impacto que esto representa, este caso sólo evidencia lo que siempre hemos sabido: el sistema de salud hondureño no tiene capacidad de respuesta ante esta contingencia, sumado a eso, como factor de riesgo adicional, el comportamiento sociocultural e idiosincrasia que exhibe nuestra población se traduce en una ecuación letal.

Como les contaba al inicio, yo soy médico neurólogo y hasta hace dos meses, aún vivía en Tegucigalpa. Me mudé a San Pedro Sula después de recibir una llamada de la jefa del Departamento de Medicina Interna de un hospital en esa ciudad, quien me ofreció una oportunidad de empleo en la emergencia. Por alguna razón, se estaban quedando sin personal y necesitaban encontrar reemplazos ipso facto. Creo debieron estar urgidos, porque cuando pregunté cuándo podía presentarme respondieron: «si puede preséntese mañana», luego les expliqué que era foráneo y que tenía que mudarme antes. Decidí salir de mi zona de confort y emprender un viaje hacia una nueva experiencia laboral, con mucha incertidumbre, dudas y temores, pero también lleno de entusiasmo, ilusiones y aspiraciones.


Desde que inicié mis labores, me di cuenta de la gran mora asistencial que el hospital resentía con relación a la consulta neurológica, dada la celeridad de la situación, comencé a trabajar firmando sobre la efímera palabra de inescrupulosos oportunistas, desconociendo el ardid que tenían preparado. Pese a ser un duro campo de batalla, fui bien recibido por la mayoría del personal, pacientes y familiares.

No fue hasta al cabo de un mes que se presentó la primera piedra en el camino. Era jueves a media mañana cuando una colega interrumpe la visita médica diciendo: «doctor Pineda, hay un problema con nuestros contratos, vaya al Departamento de Recursos Humanos». Después de una tediosa espera y una infructuosa explicación, un alto mando del personal administrativo me dio la desagradable noticia que no podían pagarnos como especialistas, arguyendo que debíamos presentar nuestro título de posgrado. Pese a presentar toda la documentación pertinente: carta de egreso extendida por la universidad y certificación de médico especialista por el Colegio Médico (que son documentos extendidos precisamente para estos menesteres), entre otros, fueron intransigentes en su posición; debíamos esperar los anquilosados trámites administrativos de la universidad para poder recibir nuestro justo salario.

Obviamente esto causó mucho malestar, ya que estaban justificando una, de tantas, artimañas, en un argumento incoherente y ridículo. Varios colegas recién «contratados» decidieron abandonar el barco y creo era de esperarse. En ese entonces entendí porqué de la falta de médicos dispuestos a laborar en este escenario. Decidí darme ese fin de semana para meditarlo y tomar una decisión.

Fue bastante agobiante estar en una habitación, acompañado de la incertidumbre y la frustración de ser «un extraño en una tierra extraña». Me fue inevitable retomar hábitos perniciosos de mis tiempos de mocedad, 20 cigarrillos no eran suficientes al final del día. Y de minuto a minuto, llegó el momento de tomar una decisión, y para que sean más empáticos las implicaciones eran: continuar en un espinoso ambiente laboral, con la promesa (ya viciada por el escepticismo) de recibir un sueldo injusto, sin tener la certeza que este llegará algún día (hoy por hoy sigue sin llegar), técnicamente, trabajar ad honorem. Ese domingo cerré los ojos y en silencio dije: «Señor, te ofrezco mi trabajo».

Los días pasaron, unos plácidos, otros austeros, y de todas partes y por muchos medios llegaban los gritos enérgicos que anunciaban una pandemia inminente: una tragedia llamada COVID-19 se avecinaba. Así llegó la paciente #17 positiva para COVID-19 al hospital donde yo tenía mi trabajo.

Vimos claudicar los mejores sistemas de salud pública mundial y convulsionar a sociedades más educadas que la nuestra, pero al margen de eso, nuestras autoridades están llevando la situación de una forma bastante mediocre, han subestimado el poder destructivo de este ubicuo pero efectivo nuevo enemigo. Ni siquiera nos brindan las condiciones mínimas para desempeñarnos y salvaguardar la vida de los pacientes que pueden escapar a esta tragedia. Al momento no se ha tomado ninguna medida particular con los médicos expuestos, por varias razones, en mi caso particular, y cito textual: «usted no es un contacto directo, doctor».

Ante la incertidumbre y austeridad de la situación, el personal asistencial entre jocosos e irrisorios comentarios (al menos de la mayoría), rezaba así: «vendremos a trabajar hasta donde la enfermedad nos lo permita».

Exigimos compromiso y coherencia de las autoridades, y conciencia en la población. No buscamos aplausos, ni aceptación social, ni lástima, para esto nos formamos y es la oportunidad de demostrarlo.


A los colegas: ¡fuerza! caerán muchos pero habrán muchos más dispuestos a dar la vida por su trabajo (he sido testigo de ello). A la familia hondureña: aquí estamos, siempre hemos estado para ustedes, luchando encerrados en la clandestinidad de la falta de empatía que descubrió un nuevo enemigo. A Dios: te ofrecemos nuestro trabajo.

Sin duda la agenda informativa a nivel mundial se volcó a hablar del COVID19 un virus que ya ha infectado a una población de 373 mil personas en 178 países.

En Honduras se confirmaron hoy 24 de marzo 30 casos positivos de COVID19 pero son cientos de sospechosos, y estimamos porque el acceso a información precisa es uno de los grandes problemas que estamos teniendo como periodistas cubriendo esta emergencia. Las autoridades del instituto de información y transparencia no están trabajando, las autoridades no contestan las preguntas y hay hermetismo en el manejo de compras y donaciones en el marco de la crisis, además llevamos una semana con estado de excepción en el que varias garantías constitucionales fuerons suspendidas, entre ellas la libertad de expresión, la libre circulación y el debido proceso en detenciones.


En países como Honduras, el miedo al virus se mezcla con la incertidumbre de tener un sistema de salud colapsado, de sobrevivir con estas restricciones cuando la mayor parte de las personas viven del comercio informal y de no tener garantías en uno de los países más violentos de la región.

Cuando Estados como el hondureño toman medidas radicales para enfrentar la crisis, no deja de ser un tema de conversación la legitimidad que las autoridades tienen para contener a la gente, la confianza que tiene la gente en que sus autoridades no van a aprovechar el momento para cometer actos de corrupción e implementar medidas autoritarias.

En este podcast invitamos a Otto Argueta, investigador social en temas de conflicto, violencia y sistemas políticos en Centroamérica y Colombia para hablar sobre cómo esta pandemia puede generar escalamiento en el conflicto social en países como el nuestro.

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Desde hace cinco meses partí de casa, cinco meses de haber dejado las mañanas calurosas, el canto de los gallos del vecino, mi gato despertándome a las cuatro de la mañana para que le diera de comer, las pláticas con mi madre mientras tomábamos café —es que hasta el peor café te sabe a gloria cuando estás en casa—, ¿y ahora qué? solo puedo decir que el sueño europeo no es tan cool como lo ves en la televisión o en las fotografías de tus amigos y amigas, no es tan cool para las personas que venimos del otro lado del charco. La realidad es otra, el trato y las condiciones para los inmigrantes no siempre es lo que esperamos, lo que nos cuentan.

Llegué a Madrid huyendo de la extorsión. Vivía, junto a mi familia, en la colonia Céleo González de San Pedro Sula, pero nos vimos obligados a salir y cambiar de domicilio porque unos delincuentes nos pidieron dinero y amenazaron con matarnos si no cumplíamos con lo requerido.

Tuve la suerte de conseguir un empleo al mes de haber llegado a Madrid, sobre todo porque el trabajo que logré encontrar fue de «externa» (empleada del hogar que llega a trabajar y regresa, a diario,  a dormir a su casa). Sin embargo, me enfrenté a esa realidad desconocida y experimenté los tres meses más agotadores —física y psicológicamente— de mi vida. La señora Ana, para quien trabajaba, era una persona con ideología racista y clasista. Me pagaba 800 euros al mes y trabajaba 46 horas a la semana, a pesar de que el salario mínimo, en España, por 40 horas laboradas es de 950 euros. Pero todo esto a nadie le importa, ser mujer inmigrante es venir a dejar la vida en una casa donde sufrís explotación, humillación, maltratos. Somos la otredad. No existe una ley que regule esta barbarie. Te pagan lo que se les ronca, mientras te cargan con todo el trabajo.

Un día decidí reclamar mis derechos laborales a doña Ana, le pedí un salario acorde a mis horas laboradas, un seguro médico, y lo que conseguí fue su despido. Al menos la pesadilla de lidiar con sus tratos inhumanos se acabó. Al mes siguiente, en febrero de 2020, me dediqué a andar por las calles buscando empleo, fui de parroquia en parroquia, ya que tienen bolsa de empleo donde te consiguen trabajo sin tener papeles, pero nada. No hay empleos, y ahora llevo más de un mes cargando con esta angustia en la espalda. Ojalá alguien me hubiese advertido de esta realidad, seguro lo hubiese pensado más de dos veces en venirme, no es lo mismo comer mierda en tu país que hacerlo en un país al que sos ajena. Extraño profundamente a mi familia y cada vez se me hace más difícil vivir un país en el que estoy sola y en el que soy víctima del racismo y el clasismo de parte de parte de muchas personas. 

¡Taaaaaaaaan, explota el coronavirus señoras y señores! y ahora resulta que no puedo salir a buscar empleo, el país entero está paralizado, si te agarran en la calle sin razón válida te ganas una multa, que por razones obvias no puedo pagar. Se acerca el día en que debo pagar la renta ¡ay, mierda! ¿Y ahora qué hago? Van apenas ocho días de esta pesadilla y ya estoy agotada; quiero llorar, lo hago. Quisiera teletransportarme a Honduras y pasar la cuarentena con mi familia (pero esas ganas ahí se quedarán).

Actualmente vivo en un mini apartamento con seis personas más —cinco hondureños y un ecuatoriano—, todos inmigrantes. El hacinamiento no ayuda para nada, solo me dan ganas de salir corriendo, la encargada del apartamento no nos permite ni salir a la puerta y habla del COVID-19 las veinticuatro horas del día, ¿¡saben que se siente estar encerrada escuchando lo mismo todo el día!? Ni querrán saberlo. Las horas se hacen eternas, mi único consuelo en este momento son las palabras de mi madre: «ánimos hija, vos sos fuerte y pronto se va a terminar todo esto. Cuidate, te amo», esto es lo único que me ayuda a matizar la angustia.

Todo este caos tiene nublada mi mente. Pienso en que si llego a enfermar lo único que podré hacer es aislarme (más de lo que ya estoy) del resto de mis compañeros de apartamento. No cuento con un seguro médico, no tengo a mi familia —que podría auxiliarme—, no tengo dinero, mi estatus migratorio en este país es irregular. En noviembre de 2019 solicité asilo y se supone que en mayo podrían darme un permiso de trabajo, mientras tanto cuento con un documento que me dieron para poder circular porque mi período de permiso para estar en el país se venció hace dos meses . Los asilos los están negando y te dan la respuesta en dos o tres años, sin embargo el permiso de trabajo te sale a los seis meses de haber aplicado, ¿pero qué puedo hacer mientras tanto? Seguramente esperar y vivir el día a día, recordar mi vida en Honduras, pensar en la palabra de mi madre.

El 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) categorizó como «pandemia» el brote de coronavirus COVID-19, esa misma noche las autoridades hondureñas reportaban los primeros dos casos de contagio. Nueve días después, el último reporte del gobierno de Honduras contabiliza 24 casos positivos; todo el país se mantiene en estado de excepción absoluto con suspensión de garantías constitucionales hasta el 29 de marzo que se anunciarán las nuevas medidas. 

El miedo a la enfermedad se coloca en la balanza con el nivel de desconfianza que ha generado el gobierno del presidente Juan Orlando Hernández a raíz de los diversos casos de corrupción dados en su gobierno.  Entre la crisis sanitaria y social que ha creado la emergencia, el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) emitió un comunicado en el que plantea que esta emergencia puede ser «la coyuntura perfecta» para actos de corrupción. 

El Congreso Nacional de Honduras aprobó el 13 de marzo más de 10 mil millones de lempiras ($420 millones) en la Ley especial de aceleración económica y protección social frente a los efectos del coronavirus, el mismo Congreso que mantiene a diputados en procesos judiciales por malversación de caudales públicos y que no permitió que el CNA se involucre en la veeduría de esos recursos.

El 15 de marzo hicimos solicitudes de información pública con respecto a los presupuestos aprobados, hoy reclamamos que el sistema no tomó las solicitudes y nos respondieron que se tomarán hasta que el personal vuelva a las oficinas, no tener un protocolo claro para el acceso a la información en estos momentos puede generar mayor desconfianza sobre el manejo de la crisis por parte del gobierno. 

Agentes de la Policía Nacional de Honduras en un retén policial en el bulevar Suyapa, la ciudad capital está sitiada por varios de estos operativos que intentan contener a las personas en sus hogares ante el temor de propagación del coronavirus, Tegucigalpa, 18 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Presupuesto y compras

Desde que el 10 de febrero el gobierno decretó emergencia nacional por el COVID-19 las autoridades gubernamentales han aprobado una serie de paquetes económicos desde el Ejecutivo y Legislativo que en total suman 11,323 millones de lempiras para el manejo de la crisis; sin embargo,  la Ley especial de aceleración económica y protección social frente a los efectos del coronavirus que se ha presentado como la principal medida de auxilio económico, no contempla el uso inmediato de la totalidad de los recursos para suplir las actuales deficiencias del sistema de salud en el país.

El dictamen de esta ley apunta una autorización especial de contratación directa de obras públicas, bienes y servicios, aunque no especifica cuántas contrataciones se harán ni el periodo de tiempo para ejecutarlas. Sin embargo, Juan Orlando Hernández en conferencia de prensa, después de anunciar el tercer caso de contagio por el virus, agradeció a «una amplia mayoría» de diputados que aprobaron la ley que semanas atrás el Ejecutivo había enviado. De 128 diputados, 69 votaron y aprobaron dicho proyecto de ley.

«Con esto se van a generar alrededor de diez mil nuevos empleos en el sistema de salud para los próximos cinco años, esta red contempla la construcción de 11 hospitales, 17 policlínicos, 27 centros de salud y 40 unidades de atención primaria de salud en todo el país», apuntó Hernández. 

Suyapa Figueroa, presidenta del Colegio Médico de Honduras (CMH), declaró a medios de comunicación que el objetivo de esta ley es establecer mecanismos para saltarse las pocas medidas de control que tiene el Estado: «No es necesario legislar para la contratación directa en un estado de emergencia puesto que ya existe para ello la ley de administración pública y la ley de contratación del estado en la que regula dicha modalidad de contratación», explicó Figueroa.

A pesar de que esta ley parece dar vía libre para cualquier tipo de compra o contratación sin regulación de otras instituciones, el 11 de marzo la Oficina Normativa de Contrataciones y Adquisiciones del Estado (ONCAE) emitió un comunicado en el que explica la creación de una herramienta para transparentar las compras según la declaración de emergencia emitida por el Poder Ejecutivo. 

El Catálogo Electrónico De Emergencia PCM-005-2020 es la herramienta en la que empresas ya inscritas en el Registro de Proveedores pueden colocar sus productos para que las instituciones del Estado adquieran los insumos para afrontar esta crisis. El catálogo establecido por ONCAE y difundido por la plataforma Honducompras, consta de 53 productos que van desde mascarillas descartables hasta ventiladores mecánicos de alto flujo para que las empresas puedan adherirse como proveedores de los mismos. La plataforma de Honducompras también contiene las órdenes de compra obligatorias para todas las instituciones del Estado. Hasta el momento, se puede observar ciertas irregularidades en la compra de los insumos.

La Administración Aduanera de Honduras ejecutó una orden de compra para adquisición de 500 cajas que contienen seis galones de gel antibacterial por un monto total de 2.2 millones de lempiras. Cada galón de antibacterial le costó al Estado 750 lempiras aunque el gobierno mismo definió que 500 mililitros de gel deben tener un valor máximo de 80 lempiras, convirtiendo los valores el precio máximo del producto debería de ser 606 lempiras. En total se está pagando 432 mil lempiras más de lo estipulado.

Esta compra fue hecha por la Administración Aduanera a Supermercados YIP, un proveedor registrado que según la página de Honducompras está ofertando los productos sustancialmente más caros que el otro proveedor que vende la misma caja a 710 lempiras. Por otra parte, Aduana hizo una compra de 2 mil cajas de mascarillas descartables a Healthcare Products Centroamérica por un valor aproximado de 1.2 millones de lempiras. Cada caja contiene 50 mascarillas por lo que el valor que está pagando el Estado es de casi 12 lempiras por mascarilla descartable. El valor máximo antes de la crisis en las casas farmacéuticas del país era de hasta 3 lempiras por mascarilla. 

Aunque el gobierno definió límites en los precios del gel antibacterial no lo hizo en otros insumos que han demostrado un aumento significativo para la población que en medio de la crisis sanitaria ha intentado conseguirlos.  La designada presidencial y ministra de Desarrollo Económico, María Antonia Rivera, en conferencia de prensa declaró que se acordó establecer una determinación en el precio máximo de venta de productos, debido a la emergencia sanitaria y que los mismos «puedan ser usados por la población sin ser violentados sus derechos».

Los ventiladores que no se compraron

El secretario privado de la presidencia, Ricardo Cardona, declaró este lunes a medios de comunicación que el avión presidencial había salido hacia Estados Unidos para traer insumos para el tratamiento del COVID-19. Sin embargo, no especificó el tipo de insumo, el costo, ni el lugar donde se habían adquirido. Sin el conocimiento de la población, el avión presidencial aterrizó en la ciudad de Nueva York y permaneció en el aeropuerto New York Stewart International hasta el 18 de marzo.

Al solicitar información sobre el viaje y los objetivos del mismo a la oficial de comunicaciones de Casa Presidencial en primer lugar afirmó que no era el avión presidencial el que había salido del país, luego admitió no tener información sobre el viaje y finalmente dijo que el viaje se hizo para la compra de 140 ventiladores mecánicos, 140 respiradores y 90 succionadores mecánicos de flema.

Según las fotografías enviadas a la prensa por la oficina de comunicaciones de Casa Presidencial el ventilador que se compró es marca Breas modelo VIVO 65, con un precio aproximado en el mercado de 5 mil dólares, el cual según especialistas no sirve para el manejo de pacientes con COVID-19 en estado crítico que son quienes necesitan equipo de asistencia respiratoria. 

El doctor Gaspar Rodríguez, especialista del Instituto Hondureño de Seguridad Social, explicó que los ventiladores necesarios son los que permiten una ventilación asistida total dirigida al manejo del pulmón rígido, especificaciones que no cumplen los adquiridos por el gobierno. Incluso la epidemióloga Roxana Araujo, vocera del Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (SINAGER), admitió que se compró sin seguir las especificaciones de los ventiladores mecánicos que se necesitan y que la exministra de salud Elsa Palou ha informado que solo existen 100 en los centros asistenciales públicos y privados del país. 

Contracorriente envió un correo a la oficina de la empresa distribuidora de los ventiladores para comprobar la compra realizada por el gobierno de Honduras; sin embargo, hasta el momento no se ha obtenido respuesta.

El Complejo Deportivo José Simón Azcona, popularmente conocido como Villa Olímpica, ha sido tomado por las autoridades de COPECO y agentes de la Policía Militar y la Policía Nacional Civil para acondicionar el espacio para atender a los enfermos por coronavirus, Tegucigalpa, 18 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Sobre esta compra de ventiladores que no son los adecuados para personas en estado crítico por Covid-19, el presidente Hernández dijo que la información es cierta y que todos los equipos que sirven para el estado más crítico están agotados en el mundo. «Me informaba la Secretaría de Salud que con el fideicomiso de Banco de Occidente habían planteado una orden de compra de respiradores para los que estén en el estado más crítico en cuidados intensivos y el proceso ha venido normal, pero todos los suplidores del mundo están diciendo: “miren, no podemos ahora porque hay gobiernos que los acapararon todos para sus países donde los elaboran”», dijo Hernández. Además aseguró que hay técnicos reparando varios que existían en el sistema de salud.

Hernández señaló que en la fase dos de la enfermedad, que significa que alguien con coronavirus leve puede migrar a estado crítico: «Es en esa etapa intermedia en que también estos aparatos pueden servir», además señaló que el avión de la Fuerza Aérea trajo 4,200 pruebas para la emergencia y que solicitaron a China-Taiwan la donación o compra de 100 mil pruebas más.

En el catálogo electrónico de ONCAE habilitado para la emergencia nacional, dos empresas ofertan ventiladores mecánicos para proveer a la institución que lo necesite. Estos productos fueron colocados en el catálogo electrónico después del 11 de marzo, dos días antes de la aprobación de 420 millones de dólares para esta crisis.

La avenida Miguel de Cervantes, una de las principales del Centro Histórico de Tegucigalpa, luce casi desierta en horas de la tarde del segundo día de toque de queda absoluto, una medida tomada ante el temor de propagación del coronavirus, esta medida incluye al Distrito Central, San Pedro Sula, Ceiba y Choluteca, 18 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Situación en los hospitales

Medios internacionales reportaron que en Italia 2,629 médicos y enfermeras se contagiaron de coronavirus, más del doble en comparación de la cifra que registró China, además registran al menos 14 entre los profesionales de salud. Esto se debe en parte, a la escasez de dispositivos de protección personal a la que han tenido acceso.

Según el Índice Global de Seguridad Sanitaria elaborado por la Universidad Johns Hopkins, Honduras es uno de los países menos preparados para una pandemia en Latinoamérica, solo Venezuela tiene peores condiciones sanitarias según dicha escala. 

La situación de Italia podría verse con mayor alarma en Honduras, a pesar de los presupuestos aprobados y las compras millonarias de gel antibacterial y mascarillas para evitar el contagio del COVID-19 en el interior de las instituciones gubernamentales, los médicos de los diversos centros asistenciales del país alegan que a la fecha no han recibido los insumos para atender la emergencia, y el martes pasado la Asociación Hondureña de Médicos Residentes (ASOHMER) y médicos del internado rotatorio mediante comunicado de prensa anunciaron su retiro de las salas de hospitalización de todos los hospitales del país.

En el comunicado señalan no tener acceso a mascarillas N95 aunque han atendido pacientes calificados como sospechosos: «No es no queramos dar atención al pueblo hondureño, porque sí la queremos dar, pero nosotros también tenemos familia, tenemos que proteger nuestras vidas», dijo Marco Elvir, coordinador del Servicio Social de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

De igual forma la Comisión de Estudiantes en Servicio Social de Microbiología de la UNAH emitieron un comunicado en el que exigían el abastecimiento de insumos en todas las áreas para poder cumplir con las prácticas de bioseguridad al ser quienes se encargan de tomar las muestras para enviarlas al Laboratorio Nacional de Virología y confirmar o desestimar los casos sospechosos por COVID-19. A ninguno de los dos grupos de estudiantes se les han cumplido las exigencias de protección e insumos hasta el momento.

Para los vecinos de la colonia Villa Olímpica, la decisión de utilizar el Complejo Deportivo José Simón Azcona como hospital improvisado para atender la crisis por el COVID19 es una decisión irresponsable que toma en cuenta las colonias que rodean las instalaciones deportivas, Tegucigalpa, 18 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

La doctora Ligia Ramos, miembro del Colegio Médico de Honduras (CMH), declaró que respalda a los jóvenes que han desertado de atender a la población ya que ellos reciben salarios bajos y no les ajusta para poder comprar sus propios equipos, «que nos den los insumos ya a los hospitales que tenemos, si no pueden con los que ya existen que nos van a estar construyendo, dejen de estar inventando que solo robar quieren, este problema ya lo tenemos encima y el sistema de salud hay que fortalecerlo», manifestó.

En el Hospital Escuela Universitario (HEU) se suspendieron las atenciones en consulta externa, pero los pacientes con patologías crónicas debidamente identificados pueden asistir a retirar su tratamiento. Los residentes e internos aún continúan atendiendo las salas de emergencia, luego de sostener una reunión con autoridades de la Facultad de Ciencias Médicas, quienes prometieron que les proveerán todo el equipo necesario. Contracorriente intentó comunicarse con el doctor Jorge Valle, decano de la facultad, para hablar de cómo podrán contrarrestar esta situación, ya que los casos van en aumento y el personal médico es indispensable, pero fue imposible obtener una respuesta.

Mientras tanto, la Secretaría de Salud designó como los centros de atención ante esta pandemia en el Distrito Central a la Clínica Periférica de El Hato y la de El Sitio, así como el Hospital Cardiopulmonar (conocido como el Tórax) y el Hospital de Especialidades San Felipe, por lo que toda persona con síntomas respiratorios agudos y fiebres deben presentarse únicamente a estos centros de atención.«Recordemos que el Presupuesto General del Estado no es distribuido equitativamente, ya que la mayor parte se lo lleva Defensa y Seguridad dejando a la salud y educación de lado», afirma Jorge Letona, presidente del Bloque Amplio Reivindicador de Medicina de la UNAH.

Manejo de la crisis

El pasado miércoles se difundió en las redes sociales un informe de situación realizado por la Comisión Permanente de Contingencias (COPECO), quienes publicaron en su página de Facebook que era falso, pero luego borraron esa misma publicación al ver que grandes medios de comunicación ya habían tomado la información. En dicho informe se señalaba que hasta el 18 de marzo habían 105 sospechosos en el país, de los cuales se habían atendido solamente 31. 

Una estudiante de medicina en servicio social en el Hospital Cardiopulmonar, quien prefiere mantener su identidad anónima, menciona que no se han realizado pruebas por COVID-19 a todos los pacientes con síntomas ya que actualmente solo hay unas 50 pruebas disponibles y no se quieren agotar, por lo que se está priorizando a los pacientes con nexo epidemiológico. 

COPECO informó que habilitaron una sala de aislamiento temporal en uno de los gimnasios de la Villa Olímpica. Esta sala atenderá a pacientes asintomáticos que han tenido contacto con personas confirmadas con el virus y no puedan auto aislarse en sus viviendas, para evitar un colapso en los centros asistenciales. 

Una mujer grita que frente al Complejo Deportivo José Simón Azcona hay un asilo de ancianos, los que podrían estar en peligro según los vecinos de la colonia Villa Olímpica ante la cercanía de casos graves por COVID19, Tegucigalpa, 18 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Esta situación provocó que los vecinos de las colonias cercanas a la Villa Olímpica protestaran señalando que el recinto no reúne las condiciones sanitarias y que no fue construida para el fin y uso. Los vecinos creían que el complejo lo estaban convirtiendo en un hospital improvisado, sin embargo, el gerente de la Comisión Nacional Pro-Instalaciones Deportivas (CONAPID), Armando Váldez, señaló que los vecinos no debían temer porque en el albergue hasta el momento solo se encuentran 21 personas que ingresaron desde Nicaragua sin síntomas y están bajo vigilancia por si los llegan a presentar.

Sin embargo, esta medida es de reciente aplicación ya que el informe de COPECO indicaba que, al menos, hasta el 13 de marzo se recibieron 5 buses llenos de migrantes deportados desde México y tres vuelos desde Texas, Estados Unidos, con más de 300 hondureños y hondureñas, a ninguna de estas personas se mantuvo en aislamiento.

Un retén policial a la altura de la colonia Las Brisas en el bulevar Fuerzas Armadas en el segundo día de toque de queda absoluto para el Distrito Central, Tegucigalpa, 18 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Panorama incierto

La tarde del jueves, Juan Orlando Hernández anunció haber llegado a un acuerdo con las dos compañías telefónicas privadas del país, para que permitan a sus usuarios la navegación en ciertas páginas del gobierno con el objetivo de mantenerlos informados. Además, los usuarios tendrán diariamente 50 mensajes y 5 minutos de llamadas gratis. Un mensaje del gobierno difundido por estas compañías anuncia «TOQUE DE QUEDA ABSOLUTO. Prohibida circulación. No hay entrada ni salida de la ciudad. El Coronavirus es mortal. QUÉDATE EN CASA».

Las autoridades hondureñas dicen que el término del toque de queda decretado, dependerá de la evolución en las próximas semanas y los análisis que los técnicos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el equipo de SINAGER hagan, que por ahora no pueden asegurar que 14 días de aislamiento forzado serán suficientes para detener la propagación.«Esto tiene una dimensión que nunca se había esperado y cualquier medición o pronóstico que se hecho anteriormente no había previsto lo que ha ocurrido en otros países del mundo; por tanto, nosotros tenemos que partir del peor escenario que significa tener miles y miles de infectados y, lamentable, vamos a tener también personas que van a fallecer con esta enfermedad; es difícil, pero así es», aseguró Hernández en una declaración a medios de comunicación.

En todo el país, para la mayoría de los personas, son días de encierro por la cuarentena y las medidas dictadas por el gobierno ante la llegada del COVID-19 a Honduras. Por esta razón, toca quedarnos en casa, cuidarnos de manera recíproca con quienes convivimos, y prestarle mucha atención a la salud mental y a la gestión de nuestros tiempos y emociones. En Contracorriente hemos consultado con artistas hondureños sobre qué obras literarias y audiovisuales pueden acompañarnos en estos días de cuarentena. A continuación, les compartimos una selección de los títulos recomendados:

Cecilia Durán, 1980. Productora del Festival Ícaro Honduras, asistente de producción de Toque de queda (2012), publicista, comunicadora:

De Honduras, apuesto en esta oportunidad por cortos animados para toda la familia:

Oscuro Cardinal de Adrian Guerra:

Virus de Omar Carías:

Alberto Solo de Michael Baruch, para entender un poco a los padres en sus rutinas:

Solo Sebastián de René Pauck y Elizabeth Figueroa, para mayores de temple de acero en estos momentos:

Cuentos de carretera de Elizabeth Figueroa y Nolban Medrano

Recomiendo las siguientes plataformas para ver cine independiente sólo con registrarte de manera gratuita:

Retina latina, es una plataforma de registro gratuito con contenido latino propiamente. Para iniciar la cuarentena con toda la familia recomendaría de su colección de cortos para niños película animada Canicas de cuento. Dará un poco de nostalgia en padres al mostrar un juego tradicional, tal vez nos animamos a salir un rato al patio o de perdida aprender a dar ñoclas (lanzar las canicas para pegar en los dedos de otros) de castigo.

Por otra parte Casa Comal Guatemala, organizadora del Festival Internacional de Cine Ícaro ha puesto a disposición su plataforma , donde podremos ver cortometrajes realizados por exalumnos de la escuela.

Gustavo Campos, San Pedro Sula, 1984. Narrador, ensayista y crítico literario.

  1. La vuelta al mundo en 31 escritores, es una lectura contra la fastidiosa obligación de leer. Esa intención ruin que puede matar al primerizo lector. Podría decirse que esta es otra versión de lectura de lo ya canonizado. Para que un libro sea debidamente aprovechado, primero debe estimular el gusto natural de la persona. Con el tiempo, con el ejercicio, esa persona seguirá buscando en ese «museo de cera al que son conducidos los escritores», como decía Piglia, literatura con otros temas y estilos literarios y otros enfoques de la vida tal como la conocemos o percibimos. Estimular imaginación, intelecto y placer, pero sin decírselos, sin que se note esa vil intención.
  2. Un espejo roto: antología del nuevo cuento de Centroamérica y República Dominicana, compilado por el Premio Cervantes 2017 Sergio Ramírez, en 2014. Es hasta el momento la antología centroamericana que reúne las nuevas rutas de escritura de los escritores «más jóvenes» (nacidos después del 70, con dos o tres excepciones).

Venus Mejía, Tegucigalpa, 1979. Poeta, cantautora, docente.


Si tuviera que recomendar solo 5 libros (y ya eso se vuelve una agonía en mi cabeza) y que estos estuvieran al acceso de todas y todos en la red en estos días de encierro, pensaría en lecturas de alguna forma relacionadas (a veces evasivas) a la conmoción que vivimos en estos días en el mundo.
Pienso que también la lectura debería ser exigente, y, por qué no, extensa, ya que eso nos mantendrá entretenidos y ocupados mentalmente y nos alejará de las preocupaciones circundantes.

  1. El Decamerón de Giovanni Boccaccio. Este libro es un clásico de la narrativa universal. Es una buena oportunidad para leerlo y para recordar las coincidencias históricas respecto a las pestes que asolaron gran parte de la Edad Media y que acabaron con un gran porcentaje de la población. Además, es una obra entretenida, divertida, ocurrente y picaresca, será bien recibida por el público.
  2. Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. Esta novela es tan vigente que da escalofrío. En estos mundos posibles que relata Saramago, nos podemos encontrar con lo más recóndito del alma humana, presa de una dinámica de poder subterránea que nos esclaviza la bondad.
  3. Todos los fuegos el fuego de Julio Cortázar. Creo que todo tiempo es bueno para leer a Cortázar, un verdadero maestro de la sorpresa y de lo fantástico. Este libro lo recomiendo justo por uno de sus cuentos: la autopista del sur, una ocurrente exposición de la crisis de la edad moderna con sus urbes cada día más colapsadas.
  4. La peste de Albert Camus. ¿Por qué no? Un libro que hable justamente de una peste exterminadora y sobre el sentido de la vida en un mundo sin muchas respuestas. Es bueno reflexionar en tiempos de crisis, no siempre se presentan estas oportunidades.
  5. 24 horas en la vida de una mujer de Stefan Zweig. Quizá esta lectura no encaje en temática con las otras, pero para aquellas lectoras y lectores que deseen ahondar más en las relaciones amorosas moralmente censuradas, este libro les encantará. Además, atrapa de principio a fin.

Aparte de la narrativa, recomiendo que se lea de manera alterna algunos poemas. La poesía es la que nos mantiene vivos en tiempos de crisis. Hay revistas literarias muy buenas como Altazor en donde pueden encontrar poesía de latinoamericanos de todos los tiempos.

Abróchese los cinturones y disfruten el vuelo literario.

Contanos cómo vivís la cuarentena. Compartinos tus fotos, tus vídeos o tus crónicas explicándonos y mostrándonos cómo pasás el tiempo en casa y cómo vivís las medidas del estado de alarma. Ayúdanos a crear un gran muro con testimonios gráficos y vivenciales de este acontecimiento histórico. Envía tus documentos, con tus datos personales, a nuestro correo: info@contracorriente.red

En Honduras estamos en alerta roja por #COVID19 tras 12 casos confirmados (al momento del cierre de ese programa eran 9) y varios sospechosos, las medidas de estado de excepción absoluto se van tomando en las ciudades más importantes del país y ante esto la crisis económica, las personas más pobres que dependen del comercio informal son las más desprotegidas. Hablamos con Ricardo Castañeda, del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI) quien destacó varios puntos que hay que tomar en cuenta en materia económica:

1. A nivel mundial la caída de los precios del petróleo, a un nivel que no se había visto desde 1991, la proyección de crecimiento de la economía a niveles de la recesión de 2008, son indicadores para entender que a Centroamérica le irá peor.

2. En Honduras, alrededor del 80% de la población trabajadora está en el comercio informal, la medida de quedarse en casa para evitar la propagación del COVID19 para esta población es la posibilidad de morir de hambre, estas personas necesitan garantías y un plan de reestructuración económica.

3. En países como Honduras, es necesario garantizar en estos momentos el abastecimiento de comida, medicinas y gasolina.

4. Es momento de priorizar en lo público, solo el sistema sanitario público puede enfrentarse a este tipo de pandemias, sin embargo Honduras ha venido en un proceso de privatización de facto. Honduras tiene el mayor gasto tributario de la región, este tipo de crisis deben hacernos crear un pacto fiscal, lo que el Estado deja de percibir en impuestos, lo notamos en emergencias como estas en las que vemos a un Estado desfinanciado.

5.Es necesario crear condiciones de crédito, tasas blandas, fondos de compensación económica y manejar bien la deuda pública para no caer en calamidad tras la crisis.

A seis días de que el gobierno de Honduras confirmara la presencia del virus COVID-19 en el territorio nacional, se decretó estado de excepción en La Ceiba, Tegucigalpa, Choluteca y San Pedro Sula, y en el resto del país con excepciones en la movilización por compras de alimentos, gasolina, trámites financieros y de salud. Ante el incremento en los casos confirmados (9 al momento del cierre de esta nota) y sospechosos (9 al momento del cierre de esta nota), depende del aislamiento, evitar que el coronavirus continúe propagándose.


Tegucigalpa es la ciudad más vulnerable ya que presenta, hasta el momento, 6 casos, 5 de ellos tuvieron contacto con el paciente cero: una mujer de 37 años procedente de España, otro corresponde a una mujer de 42 años que llegó de Suiza el 5 de marzo, otros dos casos con un ciudadano de 30 años —quien tuvo un nexo epidemiológico con una persona de origen oriental— y el último confirmado hace unos minutos de un hombre originario de Asia, procedente de Nueva York, detectado en San Pedro Sula.
El cierre de todas las fronteras y el tránsito de personas se hizo efectivo el 16 de marzo, se declaró toque de queda por siete días y cierre de las calles en las ciudades de Choluteca, La Ceiba y en el Distrito Central, esta ordenanza limita algunas garantías constitucionales.


El presidente Hernández dijo en una de sus últimas conferencias que la emergencia se declaró desde finales de febrero, sin embargo eso solo fue referente a la aprobación de un presupuesto de 210 millones de lempiras y otro aprobado a inicios de marzo de 643 millones de lempiras, para atender la emergencia (de ambos presupuestos seguimos sin conocer el detalle). Las medidas eficaces para detener el contagio se dieron muchos días después y aún hay denuncias desde los centros hospitalarios de no tener los recursos para seguir detectando el virus ni para atender pacientes con síntomas graves. El 13 de marzo del presente año, el Congreso Nacional, en su última sesión, aprobó 420 millones de dólares para la construcción de 94 hospitales en todo el país, un presupuesto que aún no han facilitado a la ciudadanía para saber el destino de la inversión, mientras tanto la epidemia se esparce.


Ante esta situación, en Contracorriente (CC) entrevistamos a la infectóloga y exministra de la Secretaría de Salud, Elsa Palou (EP) , quien responde esta entrevista en el momento de elevación de la curva de contagios, asegurando que no hay condiciones siquiera para diagnosticar más casos.


CC: El COVID-19 se encuentra en Honduras, ¿representa una gran amenaza?

EP: Por supuesto que sí, porque los 9 casos representan la punta del Iceberg, seguramente ya tenemos miles de casos en el país, simplemente no se han diagnosticado.


CC: ¿Si la población presenta síntomas, debería automedicarse?
EP:
No deberían hacerlo, pero la mayoría de los casos se van a presentar como una gripe común, así que lo que se debe de hacer es lo siguiente: quedarse en la casa y tomar acetaminofén y líquidos abundantes para hidratarse y sobre todo aislarse, apartar todos sus utensilios de cocina y de cama, usar mascarilla y estar a más de un metro de distancia con cualquier persona.


CC: ¿Cómo cataloga la respuesta del gobierno ante la llegada del virus al país?
EP:
Las medidas de distanciamiento social que se han dado son correctas, el tema está que se debió hacer cuando teníamos el primer caso ya que, probablemente, ahorita la gente tiene que esforzarse por cumplir esas medidas, porque la experiencia vivida en China, España y Francia nos está diciendo que si la gente no se queda en sus casas después viene una cantidad enorme de casos, lo que puede colapsar nuestro sistema de salud que es débil.


CC: ¿Tiene todos los insumos el laboratorio nacional de virología para realizar las pruebas de COVID-19?
EP:
No creo que tengamos todas las muestras que el país necesita en este momento, ya que lo principal es determinar cuáles son todos los contactos de las personas que han dado positivo y así realizar todas las pruebas para confirmar o descartar los posibles contagios.


CC: ¿Cuál es su opinión ante los desembolsos económicos que se han realizado en los últimos días, por ejemplo 420 millones de dólares para la red hospitalaria?

EP: A mí lo de la red hospitalaria me parece incorrecto, es cierto, el país ocupa hospitales, pero no ahorita. Lo que se ocupa es que en este momento se equipe al sistema de salud con mascarillas N95, trajes de protección personal y de ventiladores mecánicos, porque eso se ocupa hoy, no en dos años. Esos hospitales se pueden construir después que salgamos de esta crisis porque en este momento ese dinero se necesita para equipar lo que ya tenemos.


CC: ¿Cien ventiladores con los que actualmente se cuentan, son suficientes?
EP:
Totalmente insuficientes.


CC: ¿Qué pasa con los médicos que están denunciando que no hay insumos en los hospitales?
EP:
Si no se les da el equipo necesario para protegerse, a los médicos y enfermeras, se van a enfermar y será un grave impacto ya que no habrá quien atienda a los pacientes que lleguen a los hospitales.


CC: ¿Cuál es su mensaje a la población hondureña?
EP:
Guardemos la calma, mantengámonos en las casas. Aunque parezca exagerado, es la realidad y nuestro mayor ejemplo es Italia ya que ha reportado más de 300 muertes en un solo día, simplemente por no seguir las medidas.

«Evitemos la histeria y el pánico» fueron las palabras del presidente Juan Orlando Hernández, al finalizar la conferencia de prensa que se desarrolló el pasado 11 de marzo, en las instalaciones de la Comisión Permanente de Contingencias (COPECO), luego de confirmar que existen dos casos de coronavirus (COVID-19) en Honduras. Hoy, en el Congreso Nacional, se aprobó mediante decreto legislativo la Ley Especial de Aceleración Económica y Protección Social frente a los Efectos del Coronavirus COVID-19, que incluye el desembolso de 420 millones de dólares equivalentes a 10,500 millones de lempiras para la construcción de 94 centros hospitalarios y la adquisición de bienes y servicios para la denominada Red Pública de Servicios de Salud.

Ebal Díaz, ministro de la presidencia aseguró que esta emergencia se debe atender de manera inmediata y por esta razón se han aprobado estos decretos a favor de sostener la economía del país. Por su parte, la doctora Suyapa Figueroa, presidenta del Colegio Médico de Honduras afirmó que «el Congreso se comporta como una estructura criminal y que no les importa aprovecharse de una situación como la epidemia del coronavirus para aprobar desvíos de fondos públicos, para incentivar la terciarización de los servicios de salud como ya nosotros lo hemos denunciado».

Figueroa sostiene que el gobierno solo busca la privatización del sistema de salud: «Una cosa les digo a los diputados del Congreso Nacional, ¿ustedes creen que son inmortales? cuando hay una epidemia de estas, eso no admite fronteras, clases sociales y la vida les va a pasar la factura», finalizó Figueroa en una entrevista brindada al equipo de Contracorriente, tras la aprobación de esta ley que no fue socializada con el Colegio Médico de Honduras.

El COVID-19 es una enfermedad que ha afectado a más de cien países en el mundo. La cifra de personas contagiadas, hasta el momento, es de 127,863 siendo China el país más afectado a nivel mundial, según datos recopilados de la Universidad de Johns Hopkins. Sus principales síntomas son fiebre alta, tos seca, dolor de cabeza, dolor de garganta y dificultad para respirar.

Los dos primeros casos en Honduras corresponden a una mujer de 42 años de edad que se encuentra en estado de gestación, quien ingresó al país el 4 de marzo, en un vuelo procedente de España y el segundo caso se trata de una mujer de 37 años, quien ingresó al territorio el 5 de marzo vía aérea por el aeropuerto Ramón Villeda Morales de San Pedro Sula, en un vuelo procedente de Suiza.

En la pantalla de monitoreo de COPECO se aprecian los primero dos casos positivos por coronavirus, Tegucigalpa, 11 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Ante esta emergencia, la Ministra de Salud, Alba Consuelo Flores, aseguró que se continúan realizando los protocolos de salud y que las pacientes se encuentran estables, mientras tanto la representante de la Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), Piedad Huerta, afirmó que mediante la vigilancia epidemiológica se están identificando los posibles contactos de las personas contagiadas con el virus.

Minutos más tarde de la conferencia brindada por autoridades del gobierno de Honduras, la OMS declaró pandemia mundial y se declararon 7 casos sospechosos en las ciudades de Choluteca, Tegucigalpa e Intibucá, según las declaraciones de Edith Rodríguez, jefe del departamento de epidemiología de la Secretaría de Salud en el país.

Juan Orlando Hernández, presidente de la República y Gabriel Rubí, Ministro comisionado de COPECO dialogan al finalizar una conferencia de prensa donde se explicó que las instituciones están trabajando para responder a la crisis del COVID 19, Tegucigalpa, 11 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Por medio de la página web: www.covid19honduras.org habilitada por el gobierno de la República, se ha informado que los centros asistenciales a la disposición ante el coronavirus en el país son: Hospital Roatán en Islas de la Bahía, Hospital de Especialidades San Felipe, Instituto Nacional Cardiopulmonar, en Francisco Morazán; Mario Catarino Rivas, en San Pedro Sula; Leonardo Martínez, en Puerto Cortés; El hospital General del Sur, en Choluteca.

Por otra parte, el Consejo de Ministros determinó decretar emergencia sanitaria en todo el territorio nacional, horas después de confirmarse los dos casos del virus en las dos principales ciudades del país. Por lo anterior, se han suspendido viajes a funcionarios públicos y se ha priorizado la realización de protocolos establecidos por la Secretaría de Salud a personas provenientes de China, Irán, España, Francia e Italia, entre otros. De igual manera, el gobierno ha recomendado a la población evitar viajes fuera del país y ha determinado suspender eventos musicales. Mientras tanto, los centros escolares cancelaron actividades por 14 y hasta 22 días, para evitar que el virus continúe propagándose.

Una empleada de aseo del Aeropuerto Internacional de Toncontín usa mascarilla como parte de las nuevas medidas que se cumplen de manera parcial en la principal terminal aérea hondureña, Tegucigalpa, 10 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Los millones del COVID-19


Ante esta emergencia, la ministra de Finanzas, Rocío Tábora, afirmó a inicios de esta semana que se destinarán 640 millones de lempiras para contratación de personal, instalación de hospitales móviles, compra de respiradores especiales (de los cuales ya han comprado 90) y equipos de protección al equipo médico. Sin embargo, muchos médicos cuestionan este presupuesto ya que afirman que se debió hacer un plan de prevención antes que un desembolso de tal magnitud, ya que en los aeropuertos ni siquiera se han colocado cámaras para detectar el calor, y en el país no hay guantes ni mascarillas.

Pero mucho antes que se confirmaran los casos, justo el 10 de febrero de 2020, se publicó en el Diario Oficial la Gaceta un decreto de emergencia en el que se autorizó la cantidad de 110 millones de lempiras para combatir el dengue y la llegada del coronavirus al territorio hondureño. En Contracorriente solicitamos a la Secretaría de Finanzas el desglose de ambos presupuestos y respondieron diciendo que los publicarían en su página web, hasta el momento no se ha publicado y tampoco hemos recibido una respuesta oficial a nuestra solicitud.


Ayer, mediante iniciativa de ley en el Congreso Nacional aprobó la exoneración de impuesto a 14 laboratorios acreditados en Honduras que abastecen de materia prima para la fabricación de productos de alcohol-gel para combatir el COVID-19, esta exoneración tendrá vigencia a partir de la fecha hasta el 31 de diciembre del presente año, 2020.


Algunos economistas sostienen que la grave preocupación por la llegada del virus a tierras hondureñas se debe a que la economía de este país es dependiente de las actividades externas: «Debemos tener paciencia y tomar las medidas de prevención, ya que las actividades económicas que han sido canceladas tienen un gran impacto en la economía nacional, pero esta situación se debe sobrellevar ya que si este virus no se prolonga por mucho tiempo se puede dinamizar de manera inmediata la economía en el país», expresó el economista Renan Barahona.

Juliette Handal, propietaria de MC Compañía Farmacéutica, asegura que en Honduras hay falta de materia prima; no hay sanitizante, mascarillas y se estaría contando con estos productos hasta la próxima semana, de tener suerte. Handal además agregó que el gobierno debe abastecer de agua sobre todo a la ciudad capital donde se vive una crisis de escasez. Según el Instituto de Conservación Forestal (ICF) en los dos últimos años la sequía ha aumentado, afectando directamente la seguridad alimentaria, principalmente en el corredor seco.

Para enfrentar la crisis hoy se aprobó la Ley Especial de Aceleración Económica y Protección Social Frente a los Efectos del Coronavirus COVID-19. «La emergencia requiere medidas extraordinarias, lo importante es que con la red pública de salud vamos a lograr construir y generar empleos. Algunos hospitales van a estar listos en seis meses, otros en 12 meses y otros en 18 meses. El seguro social será parte de la administración de los nuevos hospitales. Este es un primer paquete, así que posiblemente volvamos», aseguró Ebal Díaz, ministro de la presidencia. Además, reafirmó que este decreto se ha aprobado a favor de sostener la economía del país, ya que se estarían generando 10 mil empleos solo en el sistema de salud, a través de contrataciones directas de empresas y de personal. Este tipo de modificaciones intentaron realizarlas antes con los decretos ejecutivos del año pasado, que conllevaron al país a una crisis de protestas por la educación y la salud.

El único parlamentario que usó mascarilla durante la sesión legislativa fue el diputado nacionalista Marco Handal, terminó quitándosela, Tegucigalpa, 13 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Luis Redondo, diputado del Partido Innovación y Unidad-Social Demócrata (PINU) asegura que este es un negocio para sacar fondos, porque van a beneficiar al sector privado a través de fideicomisos de donde sacarán un porcentaje por el manejo de los fondos, «así que esta es una especie de privatización», concluyó el diputado.


Por otro lado, Doris Gutiérrez, también miembro de esta misma bancada y del Frente de Transparencia del Congreso Nacional, alertó al Colegio Médico, Colegio de Economistas y centrales obreras de la intención del gobierno de tercerizar el sistema de salud, y que con el desembolso de los 420 millones de dólares que implicaría la inversión en la construcción de estos hospitales se pone en riesgo el fondo de pensiones del Instituto Hondureño de Seguridad Social.


La contratación directa de empresas constructoras, la ejecución y manejo de estos fondos serán auditados por la iniciativa de transparencia e infraestructura (COST) y el Fondo Nacional de Convergencia (FONAC) junto con el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP), algo a lo que la bancada del PINU se opone en totalidad.

La desconfianza en la aprobación de fondos de emergencia tiene antecedentes. El Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) ha presentado un total de 10 líneas de investigación en el sistema de salud, un total de 293 millones 557, 235 lempiras con 86 centavos en pérdidas entre los años 2015 y 2018, con una malversación de 426 millones 346 mil 925 lempiras con 79 centavos. En 2015, el desfalco al IHSS se calculó en 6 mil millones de lempiras de los cuales hasta 2018 solo se habían recuperado 19 millones.

El diputado por el Partido Libertad y Refundación, Fabricio Sandoval, levantó la mano para pedir su participación durante aproximadamente 45 minutos, su intervención fue interrumpida cuando se referiría al saqueo de las instituciones del Estado y al caso de Tony Hernández, Tegucigalpa, 13 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Desde hace 10 años se ha intentado la privatización de todas las instituciones gubernamentales y el sector salud no es la excepción, el doctor Marco Girón, miembro del Colegio Médico de Honduras, dice que la intención del gobierno actual es entregarle el sistema de salud a la banca nacional: «así como ya se paga agua, luz, vamos a dar una cuota mensual para obtener el servicio de salud y esta crisis es una manera de aprovecharse para lograrlo».

En la actualidad, el presupuesto destinado para el sector salud este año es de 15 mil 880 millones, insuficiente para solventar la demanda que existe en los centros asistenciales ya que más de 1.5 millones de hondureños no tienen acceso al sistema sanitario del país, según datos proporcionados por el Centro de Estudios para la Democracia (CESPAD).

Problemas endémicos


Cada año, Honduras enfrenta (con mayor precariedad cada vez) el brote de dengue, que en 2019 cobró 180 vidas y 9 en lo que va de 2020, con un total de aproximadamente 112.708 enfermos registrados en el país y una inversión de 1.5 millones de lempiras con la cual no se ha podido combatir de manera efectiva esta enfermedad ni prevenir para que el brote del año que viene no sea peor.


La doctora epidemióloga Roxana Araujo, nos ha recordado que hace mucho tiempo los hospitales del país se encuentran saturados de pacientes, es por esa razón que aumentarán sus esfuerzos para lograr tener salas para los porcentajes de pacientes que podrían ser hospitalizados por el COVID-19. «Se ha confirmado que de la totalidad de casos a nivel mundial, el 80% desarrolla un cuadro clínico leve, un resfriado común o una gripe, los cuales han sido tratados de manera ambulatoria y solamente el 20% se ha hospitalizado, mientras que la tasa de mortalidad está entre el 2% y 4%», explicó Araujo para no alarmar sobre una saturación del sistema de salud.

El uso del gel desinfectante es una de las medidas recomendadas para prevenir el coronavirus, Tegucigalpa, 11 de marzo de 2020. Foto: Martín Cálix.

Referente a esta situación, empleados del Instituto Nacional Cardiopulmonar han informado a la población que el personal de atención no cuenta con el equipo médico e insumos necesarios, incluyendo el abastecimiento de agua en el centro asistencial, es por esta razón que exigen de manera inmediata la compra de todo el equipo necesario para garantizar la protección de sus empleados como de los pacientes. «En estos momentos en el país se vive una histeria colectiva porque los centros de salud no están preparados para contrarrestar el COVID-19 ya que se necesita un traje impermeable que tiene su gorro, mascarillas que tienen que ser obligatoriamente n95, guantes y botas especiales para el personal médico que atienda a los casos positivos. Hay que decirlo de la manera popular que esta enfermedad nos va agarrar al personal de salud y al gobierno con los calzones en la mano», agregó, por su parte, el doctor Girón del CMH.

Recomendaciones de la OMS


La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha girado recomendaciones ante la propagación del contagio del COVID-19. De igual manera, ha enfatizado que una persona puede contraer la COVID-19 por contacto con otra que esté infectada por el virus, que la enfermedad puede propagarse de persona a persona a través de las gotículas procedentes de la nariz o la boca que salen despedidas cuando alguien infectado tose o exhala. También señala que el coronavirus es de una familia de virus y que gran parte de ellos no son peligrosos y se pueden contrarrestar de forma eficaz, siguiendo cada una de las directrices de lavarse las manos constantemente, con agua y jabón (de no poder hacerlo que se utilice un gel antibacterial), evitar el contacto con personas ya contagiadas, que proteja sus ojos, nariz y boca, esto con una mascarilla o un pañuelo.

Portada: Tomada de Pixabay

Doña Manuela; mujer, madre soltera, hija: trabajaba en una cocina, mejor dicho «caseta» de un colegio de Sabana Grande, Francisco Morazán. Tenía ya sus cuarenta y tantos años de edad, de tez trigueña, cabello corto y desarreglado; llena de sentimientos e intenciones hermosas que podían percibirse al entrar en contacto con su voz suave y dulce. Hace varios meses, mientras se encontraba en su lugar de trabajo, sufrió de una extraña crisis que le impedía respirar, por lo que fue llevada e ingresada a la emergencia del Hospital Escuela de Tegucigalpa. Mientras era asistida, comentaba que no era la primera vez, que ya llevaba un tiempo así, pero ya en esta ocasión, al no poder respirar sentía que era incapaz ,incluso, de hablar.

Asistí a doña Manuela cuando realicé mi servicio como médica interna en el Hospital Escuela. Aún puedo recordar que mientras le colocaba el oxígeno, en la sala de emergencia, me enteraba de que nuevamente no había mascarillas, así que tuve que improvisar una mascarilla conectada a un venoclisis ―que es una especie de manguerita que sirve para conectar el suero al catéter y no para pasar el oxígeno, pero en este caso tuve que utilizarlo―, ya que el hospital no contaba con el instrumento adecuado. Doña Manuela necesitaba la toma de rayos X, pero en el hospital tampoco había rayos X y le tocó esperar al siguiente día porque existía la probabilidad de que arreglaran la máquina; una vez tomados y analizados los exámenes, logramos estabilizarla y comenzó a sentirse mejor por lo que, junto a otros compañeros, tomamos la decisión de trasladarla a la sala de hospitalización ubicada en el sexto piso del hospital.

Doña Manuela permaneció conectada al tanque de oxígeno, día y noche. Continuamos estudiando su caso, se siguió sometiendo a exámenes básicos con los que contaba el hospital. Cada día se le indicaba un examen nuevo ya que era difícil identificar cuál era en realidad su padecimiento. Se le solicitó una tomografía, y como era de costumbre: el tomógrafo del hospital se encontraba en mal estado; sus familiares cotizaron en todos los hospitales privados, pero doña Manuela no tenía los medios económicos para pagarlo por lo que acudimos a hablar con el departamento de trabajo social y se logró llegar a un acuerdo de pago. Por fin logró realizarse la tomografía que reveló su lamentable y duro diagnóstico: fibrosis pulmonar, es decir que sus pulmones se habían endurecido y su tejido se había cicatrizado, y como consecuencia ya no podía respirar sin ayuda de oxígeno artificial. Esta enfermedad no tiene cura.

La Fibrosis Pulmonar es una forma específica de neumonía, ocurre fundamentalmente en adultos mayores, es progresiva, de curso crónico e irreversible. La incidencia de la enfermedad no se conoce con certeza. Diversos estudios han propuesto cifras entre 6.8 y 16.3 por 100.000 habitantes. Se trata de una enfermedad que invariablemente se asocia con mal pronóstico y que usualmente termina con la vida del paciente. El grado de dificultad respiratoria es un síntoma muy importante, ya que se relaciona con depresión, mala calidad de vida y mayor mortalidad.


La única solución para doña Manuela era que anduviera pegada a su tanque de oxígeno día y noche. Era estremecedor verla angustiada y sin parar de llorar. Con ayuda de su familia, cotizamos los tanques de oxígeno portátiles, y variaban entre 20 y 30 mil lempiras, cifras inalcanzables para esta mujer, se habló nuevamente con trabajo social para que tal vez pudieran aportar algo para la compra, pero la respuesta fue que el hospital no tenía presupuesto para este tipo de solicitudes.

Las únicas opciones para doña Manuela eran: vivir permanente en el hospital con el tanque de oxígeno de la sala o desconectarse y eventualmente morir de una parada respiratoria. Los días transcurrían, y durante la pasada de visita médica lo único de lo que hablaban los especialistas era sobre la posibilidad de doña Manuela para conseguir su tanque de oxígeno e irse. No se le realizaban más pruebas, no más exámenes, no más revisiones, solo estaba hospitalizada porque necesitaba oxígeno.

En el hospital sucede una situación muy peculiar: entre más rápido se puede dar de alta un paciente, mejor es, y eso sería lo ideal, sin embargo la prisa por darles de alta no va de la mano con su recuperación; lo que sucede es que el hospital no tiene los medios para seguir los tratamientos necesarios de muchas enfermedades y el paciente resulta una «carga» que ocupa una camilla más que podría ser ocupada por otra persona, que quizás, correrá con la misma suerte de no tener la asistencia médica acorde a su necesidad. Desde sala de emergencia, todos los días se hacen llamadas al sexto piso para saber si hay cupo en sala de hospitalización porque no hay sillas, no hay camillas, no hay personal para atender a tanta gente.

Lastimosamente a esta pobre señora no solo la estaba matando su enfermedad como tal, sino su salud mental ya que iba decayendo cada día, ella misma sentía que en cualquier momento la corrían a la calle.
Un día la hija de doña Manuela se me acercó muy contenta: ¡doctora, doctora, hemos conseguido comprar un tanque de oxígeno, se lo mandarán de los Estados Unidos! Su felicidad era infinita, la esperanza de ver a su mamá nuevamente de pie y regresar a su casa no tenía precio. Como a los 15 días llegó el dichoso tanque, sus ojos estaban brillantes, llenos de alegría y esperanza. ¡Comenzamos a armarlo, lo conectamos y funcionó perfectamente!, sin embargo, resultó que el modelo que le lograron conseguir, no contaba con un sistema inalámbrico, por lo que tenía que permanecer conectado. Doña Manuela solo pudo bajar la cabeza después de mostrar su mirada triste que no pudo disimular.

Ese mismo día, el hospital le informó que no la podía mantener más tiempo hospitalizada por lo que fue llevada en ambulancia hasta su casa en Sabana Grande, la dejaron conectada con el nuevo tanque de oxígeno en su habitación, donde probablemente tendrá que permanecer encerrada el resto de sus días.

Como doña Manuela, al Hospital Escuela, frecuentemente llegan personas que presentan la misma complicación, lastimosamente no hay datos ni estudios (al menos yo no los he encontrado) que nos digan el porcentaje de hondureños que padecen de fibrosis pulmonar. Sin embargo pude presenciar muchos casos de pacientes que ni siquiera lograron sobrevivir durante su estadía en el hospital, otros que les fue imposible adquirir el tanque de oxígeno para continuar el tratamiento en sus domicilios y aun así fueron dados de alta y quedaron a la deriva sin el tratamiento necesario.

«De 2004 a 2020, múltiples organizaciones de narcotráfico trabajaron juntas para llevar cocaína hacia Estados Unidos vía aérea o marítima desde Colombia, pasando por Honduras gracias al apoyo de prominentes políticos y la complicidad de las fuerzas de seguridad del país». Así está escrito en el relato de un agente especial de la Administración para el Control de Drogas (DEA) en la acusación en contra del hondureño Geovany Fuentes Ramírez, que ha sido capturado de manera reciente en Estados Unidos y acusado por conspiración para introducir cocaína, traficar armas y materiales explosivos a ese país. Fuentes Ramírez es un hilo más de la red que ha ido destapando el juicio en contra de Antonio «Tony» Hernández, hermano del presidente hondureño, condenado por los mismos delitos que le imputan a Geovany y con quien este último habría hecho tratos que involucran al presidente Juan Orlando Hernández. Casa Presidencial indicó en un tweet, a pocas horas de ser pública la acusación del Distrito Sur de Nueva York, que ese vínculo expuesto por un presunto narcotraficante también «es 100% falso».

Según los documentos del juicio contra Tony Hernández, en una corte federal estadounidense, desde el 2004 estuvo involucrado en producir y distribuir toneladas de cocaína. Usaba aviones, lanchas y, por lo menos en una ocasión, un submarino. Tenía acceso a laboratorios de cocaína en Honduras y Colombia. A veces proveía seguridad fuertemente armada a los narcotraficantes, la misma que, en repetidas ocasiones, era brindada por policías hondureños. Esto se repitió en la acusación contra Fuentes Ramírez tras su captura en Miami agregando que el testigo al que llaman CC4 (Tony Hernández) se habría reunido con Fuentes Ramírez para acordar el pago de 25 mil dólares a cambio de protección y dejar claro que su hermano (el presidente Hernández) era con quien debía reportarse para asuntos de traficar drogas. Aún se está a la espera de la sentencia de Tony Hernández en una corte de Estados Unidos.

En 2004, cuando el Gobierno Federal Estadounidense dice que el negocio ilícito de Tony iba tomando impulso, el presidente de Honduras era el nacionalista Ricardo Maduro, quien implementó la política de «mano dura» contra la delincuencia. Bajo su misma administración se creó la reforma al Código Penal que dio paso a la llamada Ley Antimaras. El ministro de seguridad era Óscar Álvarez quien a su vez tenía un policía de confianza en la zona norte del país: el comisionado Leonel Sauceda, recientemente capturado por lavado de activos.

Sauceda fue un hombre de confianza para Óscar Álvarez (ministro de seguridad en dos administraciones de 2002 a 2005 y de 2010 a 2011), tanto que tuvo la oferta de escoger el cargo que él quisiera conforme a su rango. Pero se negó a eso y continuó en su cargo, eso lo relató él mismo a medios de comunicación nacional. Ahora, Sauceda tiene dos semanas de estar en prisión acusado por lavado de activos por no poder justificar de 2006 a 2017 el manejo de más de 13 millones de lempiras (aprox. USD 500,000), en trece cuentas bancarias a su nombre.

Raúl Pineda, analista hondureño, exdiputado por el Partido Nacional y antiguo aliado de Juan Orlando Hernández en el Congreso Nacional, asegura ―ahora alejado de su partido― que esto obedece a la agudización del conflicto entre las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional impulsado por Hernández para garantizarse la continuidad en el poder.

«Los militares se han tragado a la policía, entiendo que la posición de las Fuerzas Armadas es reducir la Policía a su mínima expresión y dirigirla de manera directa, para eso se ocupa primero una campaña de desprestigio y por eso este policía recluido (Leonel Sauceda) va preso, no tanto por lo que hizo sino porque es el oficial más mediático de la policía y si él es malo, toda la policía es mala», dijo Pineda, y agregó que la reelección para Juan Orlando es la opción de mantenerse impune ante cualquier posible acusación de Estados Unidos y para esto, requiere negociar con las Fuerzas Armadas.

Pero Sauceda no es una excepción. Desde antes, la Policía hondureña ha sido señalada por corrupción, asesinatos extrajudiciales y complicidad con narcotraficantes, tanto que en 2016 comenzó un proceso de depuración policial que no ha satisfecho las demandas de la sociedad civil.

En el artículo La depuración que triunfó, publicado en Contracorriente en febrero de 2020 se narra la cronología de la crisis policial:

«La Policía Nacional en Honduras, desde su creación a través de la ley orgánica en 1988, ha mantenido grietas institucionales que impidieron su consolidación y el desarrollo de la confianza ciudadana, al menos eso indican las valoraciones de un informe del Wilson Center presentado en mayo de 2019. Ese informe también identifica la crisis política de 2009 y la inclusión de elementos de la Fuerza de Seguridad Pública (FUSEP) ―institución militar en tareas policiales― como elementos que contribuyeron la debilidad institucional que llevó, entre otras razones, a que en 2012 los índices de confianza pública en la policía cayeran a un 28.7 por ciento. Ese mismo informe señala la infiltración de la policía por el crimen organizado.

El asesinato de dos jóvenes universitarios (uno de ellos hijo de la rectora de la UNAH en ese momento) en 2011 y los señalamientos de que altos mandos de la policía estuvieron involucrados en los asesinatos del ex asesor de la Secretaría de Seguridad, Alfredo Landaverde y el zar antidrogas, Julián Arístides González, impulsaron en el país un movimiento de diversas organizaciones de sociedad civil que, entre otras cosas, dio como resultado un proceso de depuración y reforma de la Policía Nacional. En 2012 fue creada la Comisión para la Reforma de la Seguridad Pública (CRSP), la cual fue rápidamente disuelta para dar paso a una comisión depuradora, que según datos del excomisionado Omar Rivera, depuró hasta la actualidad aproximadamente a 6.500 policías».

Óscar Álvarez ofreciendo entrevista a los medios al finalizar una movilización del Partido Nacional en apoyo a Juan Orlando Hernández, Tegucigalpa, 28 de noviembre de 2017. Foto: Martín Cálix.

Golpe a la democracia y paz al narco

En 2009, cuando Honduras estaba convulsionando por el golpe de Estado, Geovanny Fuentes establecía un laboratorio de cocaína en el norte de Honduras, en el departamento de Cortés, según el testimonio de la DEA. En ese mismo año, Fuentes sobornaba a miembros de la Policía Nacional que podían garantizarle la seguridad para su negocio. La Policía Nacional permitió la producción y el tráfico de cocaína mientras reprimía violentamente las manifestaciones en contra del golpe de Estado. El tráfico de drogas y violaciones a Derechos Humanos siguen impunes.

En ese momento, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), escribió en su reporte de Honduras que «como consecuencia del uso desproporcionado de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad para reprimir manifestaciones públicas, se produjo la muerte de al menos 7 personas. De acuerdo a la información recibida, no se observa que las investigaciones internas presenten avances sustanciales en cuanto a la identificación y sanción de los responsables». El golpe de Estado distrajo las miradas permitiendo que el narcotráfico se intensificara.

Sin embargo, de 2009 a 2012 comenzaron los conflictos entre carteles, asesinatos de enemigos públicos: el zar antidrogas, Alfredo Landaverde, periodistas, y otros narcotraficantes no tan públicos con los que peleaban territorio. En ese periodo también se intensificaron las operaciones de la DEA en conjunto con las fuerzas de seguridad hondureñas. El programa de colaboración de la DEA con el Estado de Honduras en 2012 era conocido como el Foreign-deployed Advisory Support Team, o equipo de asesoría con despliegue en el extranjero. Sus integrantes recibieron entrenamiento militar para combatir a traficantes de opio vinculados al Talibán en la guerra de Afganistán, pero después se expandió a América Latina con el fin de combatir el narcotráfico trasnacional. Este programa fue conocido por provocar la masacre en la que murieron personas inocentes confundidas con narcotraficantes en la Moskitia hondureña.


La lucha contra el narcotráfico no ha sido buena medicina. Según Dana Frank, Profesora emérita de historia en la Universidad de California, Santa Cruz, el Comando Sur continúa utilizando la retórica de «combatir a los narcotraficantes», mientras trabaja en estrecha colaboración con ellos para justificar sus presupuestos y competir con otros comandos regionales.

«El gobierno de los Estados Unidos, a niveles múltiples, incluido el Departamento de Estado, la Casa Blanca, la DEA y el Comando Sur de los EE. UU., conoce muy bien la evidencia que establece que el gobierno de Honduras está entrelazado con narcos. EEUU está eligiendo deliberadamente mirar hacia otro lado, al servicio de sus objetivos ideológicos y geopolíticos globales, utilizando a Juan Orlando Hernández para atacar a los gobiernos de Venezuela y Bolivia, apoyar al régimen de derecha en Israel y luchar por nuevas guerras frías con China y Rusia, todos en servicio a las corporaciones transnacionales que dirigen la política exterior de los Estados Unidos. Si bien la prensa estadounidense ha presentado claramente la evidencia creciente y persuasiva de que el gobierno hondureño y sus fuerzas de seguridad están dirigidas por narcos, el liderazgo del Congreso de los EE. UU., especialmente del Senado, sigue apoyando en silencio la colaboración estadounidense con JOH. Hasta que el Congreso hable enérgicamente, la Administración Trump y el Comando Sur tienen un boleto libre para hacer lo que quieran», dijo.

Un agente de la Policía Nacional de Honduras lanza una bomba lacrimógena durante una enfrentamiento con manifestantes que exigen la renuncia de Juan Orlando Hernández luego del resultado del juicio en Nueva York de Tony Hernández por cargos relacionados con el narcotráfico, Tegucigalpa, 24 de octubre de 2019. Foto: Martín Cálix.

En 2013, año de los comicios electorales que de alguna manera dejaban atrás la transición después del rompimiento constitucional, Tony Hernández aparece en el escenario criminal no solo como traficante sino como línea directa con el próximo presidente de Honduras, su hermano y el hombre con más poder político en el país que, aun sin ganar las elecciones, pero siendo presidente del Congreso Nacional, ya había modificado lo que le convenía, incluyendo la Corte de Constitucionalidad. Juan Orlando Hernández iba a ser presidente y en su territorio toda actividad debía reportarse a él. Tony prometió seguridad a cambio de dinero.

De 2013 a 2017, la convulsión social fue provocada por la exposición pública de la corrupción, el desfalco al IHSS reveló la vinculación del presidente Juan Orlando en un acto repudiable por todos, sobre todo la clase media del país. El dinero producto de la corrupción llegó a la campaña electoral y la ciudadanía pidió una comisión internacional contra la corrupción, algo parecido a la CICIG. Esto demostró que la gente ya no confiaba en sus instituciones que, aunque la mancha del golpe de estado parecía haberse limpiado con las elecciones, la huella era más profunda. Juan Orlando Hernández respondió, con el apoyo de la OEA, instalando a la MACCIH. Hubo reducción de homicidios, y en ese periodo de movimiento cívico, pacífico y controlado, no hubo ni un muerto en las protestas, ni abusos policiales, ni violaciones a Derechos Humanos. Detrás del escenario político en el que un gobernante negocia la lucha anticorrupción como salida a la crisis, sucedían otras cosas: la caída del imperio Rosenthal, la entrega en Estados Unidos de los capos del cartel de Los Cachiros, la reducción del espacio de acción de una pandilla para la expansión de otra, la depuración policial en su apogeo.

Todas las piezas no fueron movidas en vano. En 2017 Juan Orlando Hernández se reeligió declarando inconstitucional la misma Constitución de la República, en unas elecciones denunciadas internacionalmente por ser fraudulentas. Esta vez el movimiento ciudadano no fue controlado, hubo más de 20 muertos durante las protestas postelectorales y cientos de personas en prisión. Hernández se mantuvo firme con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, al parecer a cambio de las aproximadamente 20 extradiciones que según recuento de medios de comunicación se han dado hasta 2018 y los acuerdos para frenar la migración.

Por su parte, Frank asegura que «el precedente establece que Estados Unidos no acusará a un presidente de turno hasta que deje el cargo. Se puede suponer que el Tribunal de Distrito del Sur de Nueva York ha compilado la evidencia necesaria para acusar a JOH una vez que deje el cargo. Pero esos fiscales sirven a voluntad del Fiscal General, que responde a Trump, o a su sucesor. Hay investigaciones sobre lavado de dinero ―por ejemplo, los Rosenthal y Tony Hernández― pero parece que no haber voluntad política para investigarlo de manera amplia y profunda».

El tráfico de drogas se estabilizó y el gobernante superó la crisis. La democracia, en cambio, no garantiza que los hondureños se queden en el país.

Los migrantes: una carta bajo la mesa

En un país donde la mayor entrada de divisas es el ingreso por remesas (22% del PIB), donde literalmente el mayor producto de exportación es la gente, las promesas de frenar la migración son vacías, aunque sean producto de la presión del gobierno de Estados Unidos.

Honduras firmó con Estados Unidos los Acuerdos de Cooperación y Asilo (ACA), popularmente llamados «Acuerdo del tercer país seguro» en el que los países se comprometen a frenar la ola de refugiados que buscan asilo en Estados Unidos y apoyar a las autoridades estadounidenses con información biométrica del sistema nacional de migración, entre otros asuntos que siguen sin ser públicos ya que el acuerdo aún no ha sido ratificado. En respuesta a una solicitud de información que realizamos desde Contracorriente a la Cancillería, el gobierno aseguró haber firmado el acuerdo desde 2018 pero no es posible publicar su contenido ya que este se mantiene en negociación para su ratificación.

Para el analista Raúl Pineda, esa es la carta bajo la mesa, esos migrantes que garantizan la sobrevivencia económica del país, pero y que en Estados Unidos alimentan el discurso xenófobo del presidente Donald Trump: «Si me preguntan si el presidente puede ser defenestrado por esas denuncias donde se le pretende vincular en actividades inapropiadas, la respuesta sería que por eso no va a caer el gobierno. El problema tiene que ver más bien con el incumplimiento de ese compromiso que se ha hecho con Estados Unidos con respecto a la recepción de migrantes y que los gobiernos de Centroamérica han tratado de dilatar o evadir. Eso sí puede ser un detonante que desencadene otros acontecimientos que deriven en una inestabilidad del gobierno», explica Pineda y añade que la esperanza que se pone, desde Honduras, a que en Estados Unidos se defina el futuro de Hernández, a costa de lo que sea, es un reflejo de la desconfianza que hay en la institucionalidad hondureña, que aun con las declaraciones que incriminan al presidente, sigue sin actuar.

Entonces, ¿qué se gana enjuiciando a los narcos en Estados Unidos? Para la profesora Dana Frank, hay intereses y actores diferentes que debemos distinguir: «Los fiscales de Nueva York son (por ahora) independientes del Departamento de Estado y la Casa Blanca. Creen en la lucha contra el narcotráfico, de manera fuerte, pero no se involucran en los temas de la política exterior ni de los procesos políticos adentro de Honduras u otros países. El Departamento de Estado y la Casa Blanca, por su parte, a veces usan acusaciones y extradiciones para intentar controlar y moldear el liderazgo y dinámicas de poder adentro de un país, a través de un proceso que podemos llamar “imperio por extradición”. Otros actores, por ejemplo, en el Congreso estadounidense, quieren luchar contra la “corrupción” de algunos individuos, pero no quieren cortar el apoyo de EEUU para el régimen de JOH», explicó.

Según el Monitoreo de la Cooperación de Estados Unidos a Centroamérica de la organización WOLA, Estados Unidos invirtió en 2017 $181,758,000 en diferentes rubros de apoyo para Honduras, siendo la prevención de violencia y el buen gobierno los dos con mayor apoyo. No es fácil que se frene el apoyo internacional cuando Honduras es un país que ha fracasado. Honduras tiene uno de los niveles de desarrollo humano más bajos de la región (solo por encima de Haití), escasa inversión extranjera directa, el 67.4% de la población vive en situación de pobreza, es uno de los países con mayor vulnerabilidad ambiental y presenta los índices de riesgo más altos a catástrofes naturales. Además, uno de los más violentos del mundo.

«Si bien los principales medios de comunicación de EE. UU han informado bien sobre los lazos entre JOH y los narcos, en su mayor parte no lo han utilizado para atacar a Trump o criticar abiertamente la política de EE. UU. Por ejemplo, no discuten el financiamiento y el apoyo de los Estados Unidos a la policía y militares hondureños, aunque están claramente implicados. Ninguno de los candidatos demócratas a la presidencia ha desafiado a Trump en sus políticas sobre Honduras», añade por su parte Frank.

Raúl Pineda es de la opinión de que si el presidente Hernández no arregla el problema de los migrantes lo van a seguir presionando, sacándole personajes del mundo criminal que lo relacionen con esas actividades. «Los norteamericanos conocen quién es quién en este país y si no hacen las cosas es porque ellos juegan a sus intereses y no a los del pueblo hondureño. Los hondureños debemos dejar de creer en la infalibilidad de los norteamericanos, los hondureños debemos pensar en trabajar en la agenda nacional», culminó.

Por ahora, gana Trump y gana Hernández, mientras puedan. Solo un año pasó para que Tony Hernández fuera capturado y estuviéramos escribiendo sobre el «narco estado». Ahora, 2020 es el año de la estabilización antes de los nuevos comicios, la candidatura del Partido Nacional a cargo del presidente del Congreso Nacional, Mauricio Oliva, fiel colaborador de Hernández, revive personajes como Oscar Álvarez, exministro de seguridad en 2004, cuando la narcoactividad tomó impulso, y levanta la promesa de hacer borrón y cuenta nueva. En el extremo de las posibilidades se proyecta la otra opción: la instauración de una dictadura.

A veces la llaman Margarita, cuando no la llaman Margareth o simplemente Sandoval, en la calle donde, según sus compañeros de trabajo, actualmente es la única mujer trabajando en las construcciones de las obras públicas de la ciudad de Tegucigalpa, subcontratada por una empresa.

Margarita Sandoval creció en el barrio Las Brisas de la ciudad de Tegucigalpa, y volver a su barrio es algo que ahora anhela, recuerda su barrio de infancia con ternura, a pesar que es un barrio controlado por las pandillas, uno de tantos en la capital hondureña.

Margarita piensa que el amor no es algo para ella, luego de que sus dos parejas, padres de sus hijos, la dejaran sola con la responsabilidad de sacar adelante a sus tres hijas y a su único hijo. Su segunda relación: matrimonio por lo civil y con la bendición del cura, duró solo dos meses. Por eso piensa que la mujeres debe cuidarse más que el hombre, “porque ella es la que queda con la responsabilidad de los hijos”, Margarita tiene cuatro, una nieta —que nace en marzo—, y su padre a quien debe ayudar también económicamente.

Margarita detiene el tráfico de vehículos para evitar accidentes con la maquinaria pesada que trabaja en la construcción del nuevo puente aéreo en el bulevar Juan Pablo II, Tegucigalpa, 27 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.
Una de las tareas de Margarita es recoger los conos al final de cada jornada, Tegucigalpa, 27 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Margarita no trabaja para la alcaldía, trabaja para Santos & Cía, la constructora que está a cargo del proyecto del puente aéreo que se construye sobre el bulevar Juan Pablo II, pero luego de seis meses, a Margarita no le han informado si su periodo de prueba terminó o si ya es trabajadora permanente para la constructora.

Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la tasa de participación laboral en Honduras es la más baja de la región de Centro América y la República Dominicana con el 57,3%. La participación laboral masculina es de 75.1% y la de mujeres de 41.4%. La brecha entre ambos sexos es de 33.7%. A Margarita le toca ser creativa para ganarse la vida en un país con escasas oportunidades y aún con muchas menos oportunidades para las mujeres.

Antes y durante este trabajo, Margarita lavó ropa, aseó casas, trabajó de conserje, hizo lo que podía con lo que iba saliendo, porque sus cuatro hijos eran la razón. Siguen siéndolo.

—¿Ha pensado en irse a los Estados Unidos?
—No. A veces me lo han propuesto pero si algo les pasa a mis hijos estando lejos, no lo soportaría. —Confiesa.

Al ser la única mujer en esta construcción, Margarita, hace todo tipo de tareas, entre ellas mantener cierto orden dentro del caos que implica proyectos como la construcción de un puente, Tegucigalpa, 20 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.
Margarita prepara un sticker para ser colocado en un pilón de concreto que sirve para que por la noche los conductores identifiquen los límites de la construcción, Tegucigalpa, 20 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

A los 15 años ya tenía su primera hija, fue madre adolescente y con el tiempo ha sido madre soltera, con 34 años de edad y con la secundaria incompleta, debe trabajar todos los días porque el dinero no ajusta.

En la construcción, Margarita da vía a los autos que se ven obligados a atravesar las obras, cuida que ningún carro atropelle a alguno de sus compañeros, coloca los stickers de señalización de límites para que por las noches ningún conductor caiga fuera del límite estrecho que por ahora debe transitar, vigila que sus compañeros cumplan con las normas de seguridad que su trabajo implica: llevar siempre el casco para proteger sus cabezas, usar el zapato adecuado, y siempre tener colocado el chaleco naranja que hace visibles a los trabajadores en medio de la maquinaria pesada y del tráfico ordinario de la ciudad. Pero cuando no está haciendo todas estas cosas a Margarita también le toca sumarse a las tareas más pesadas del trabajo: tomar una pala, llevar de un lado a otro materiales y herramientas, alguna vez también le ha tocado hacer mezcla de concreto junto a sus compañeros hombres.

Es, a grandes rasgos, el comodín de la obra, la madre de todos los obreros.

Los cuida, de eso no cabe duda, y a ella —parece- la respetan, la tratan como una de ellos, es una de ellos, y también es la madre de ellos, y esto a Margarita le gusta porque este trabajo también le gusta, tiene claro que trabajar aquí le permite en parte pagar las cuentas de su familia: de agua 2 mil lempiras cada quince días para que un camión cisterna la abastezca porque el barrio donde vive con su familia en la periferia capitalina es uno de los tantos barrios que no tiene servicio de agua potable, de renta paga 4 mil lempiras, más los gastos escolares, más comida, luz, y el transporte, que en algunos momento ha implicado pagar taxis porque las jornadas extendidas en la obra la obligan a salir a las 9 de la noche, cuando ya no hay un bus que la lleve a su casa.

Margarita trabaja por hora, una hora trabajada que no sabe o no tiene claro a cuánto se la paga la constructora para la que trabaja. Según la tabla de salario mínimo para 2020 los obreros de la construcción devengan un salario que ronda los 12 mil 29.76 lempiras, unos 400.99 lempiras por hora.

—Y de todas las construcciones, ¿usted es la única mujer?
—Soy la única mujer, y me siento orgullosa. La única mujer aquí, y con todos me llevo.

Lo más difícil —dice Margarita— de ser mujer trabajadora de la construcción es intentar estar al nivel de sus compañeros hombres.

Mantener el orden vial es una de las tareas importantes asignadas a Margarita, esto evita accidentes con la maquinaria pesada, Tegucigalpa, 27 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.
Margarita coloca una malla de plástico que ayuda a delimitar la construcción, 27 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Este puente aéreo sobre el bulevar Juan Pablo II es una de varias construcciones en la ciudad, y al menos ésta, según algunos trabajadores, podría terminar en agosto, quizá septiembre de 2020, para que esto sea posible los obreros deben trabajar de 7 de la mañana a 5 de la tarde, y solo tomarse media hora para almorzar.

Para saber cuántas construcciones activas hay en la ciudad se solicitó una entrevista con el ingeniero Manuel Membreño, quien es el responsable de dar seguimiento a los contratos de infraestructura y la construcción de servicios y obras por parte del gobierno local, pero de Membreño —o su secretaria y el departamento de relaciones públicas de la municipalidad de Tegucigalpa— no hubo respuesta.

Margarita cree también, que las mujeres deben aprender a ahorrar su dinero para poder tener algo en la vida, «evitar comer cosas ricas» dice la mujer que ha trabajado durante seis meses sin tener certeza de si va a ser una empleada permanente o no, la que debe hacer otros trabajos por las noches o los fines de semana como lavar la ropa de otros, planchar la ropa de otros, cuidar los hijos de otros, limpiar las casas de otros, para poder sostener lo propio.

—Si yo le contara mi vida se quedaría admirado.
—Cuéntemela pues…
—Me da tristeza esa historia, es fea.

Y Margarita prefiere callar, no dice más.

Un obrero camina a un lado de Margarita, ella dice que aquí los hombres la respetan mucho y que una de sus tareas es también cuidar de ellos cuando están trabajando para que un conductor no los atropelle, Tegucigalpa, 20 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.
Margarita coloca un sticker en un pilón de señalización, Tegucigalpa, 20 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.
Administrar el tráfico para evitar accidentes con la maquinaria pesada es una de las tantas tareas que realiza Margarita, Tegucigalpa, 27 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Fotografía portada: Archivo/ Martín Cálix

Texto: Jennifer Avila

Wilson y Diana viven repartidos entre la realidad que los asfixia en Honduras y el sueño de su hijo Daniel que llegó a Estados Unidos hace 6 meses. Daniel con 22 años «se fue a tiempo», dice su padre. El desempleo y la violencia en Honduras simplemente engullen a los jóvenes. Pero Daniel se fue y les manda alrededor de $100 cada 15 días para aportar a la comida de la familia y sueña construir una casa, comprar un carro para su hermana y, quizá algún día, ahorrar para regresar cuando las cosas mejoren.

El informe Balance Preliminar de las economías de Centroamérica y República Dominicana y perspectivas para 2020 de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) estableció que el flujo de remesas en Honduras tuvo un aumento del 12.4% en el 2019 en relación a lo que se presentó en el 2018 (10,6%). De acuerdo a la CEPAL, como en el resto de la región de Centro América y República Dominicana, este crecimiento es tres veces superior al presentado por la inversión extranjera directa, que en Honduras presenta los niveles más bajos de la región, lo cual se atribuye a los incentivos fiscales otorgados a las empresas estadounidenses en país de origen y por la situación sociopolítica crítica que vive el país.

Wilson escucha con desdén esos datos que le doy como excusa por haberme ido a meter a su casa justo en el momento que estaban alistándose para ir a la iglesia con Diana. Muy serio me cuenta que él tiene un empleo en el que gana 11,000 lps ($441.77) y Diana trabaja como aseadora en un hospital en el que le pagan 5,000 lps ($200.10) cada mes.

Con el salario familiar pagan los gastos del consumo de su hogar. Por ejemplo, la renta: lps. 3000; energía eléctrica: entre lps. 800 y lps. 1000; agua potable y purificada: lps. 200; gastos de colegio de su hija menor: lps. 600; transporte: lps. 800; comida, lps.2000 y más gastos que no tienen calculados: el internet para poder llamar a Daniel todos los días o al menos recibir sus mensajes, las deudas que han adquirido con el tiempo en que estuvieron desempleados, las medicinas de Wilson que es diabético y actualmente está incapacitado por una úlcera en el pie (tiene que comprarlas porque en la farmacia del seguro social no hay), y los gastos de graduación de su hija que este año ya sale de la secundaria. Sus números son rojos y los 100 dólares que representan 2490 lempiras, son solo un aporte a la sobrevivencia.

«Yo he visto cómo la gente tiene mejor calidad de vida con las remesas, algunos hicieron casa, comen mejor, uno espera la ayuda de ellos aunque uno sabe que en el camino sufren», dice Wilson, y su rostro duro se ablanda y me dice que su hijo está vivo de milagro, que lo que pasó en el camino fue horrible y que él no durmió todo ese tiempo pensando que no volvería a verlo jamás.

De acuerdo al informe de la CEPAL, el contexto migratorio adverso en Estados Unidos y las políticas migratorias adoptadas por México no parecen haber mermado, en el corto plazo, la dinámica de remesas. Más que nuevas remesas, la dinámica económica en este rubro se preserva por los migrantes históricos que parecen haber aumentado el monto enviado a los países de origen. Honduras es el país que presenta el rubro más alto de envíos mensuales (alrededor de 500 mil dólares en total), esto explica la inserción laboral de los migrantes y su capacidad de resistencia en el país de destino.

El economista hondureño Claudio Salgado comenta que «las remesas son la expresión de la pobreza del país» y que no solamente se está recibiendo el dinero de los migrantes en Estados Unidos, también ha crecido el ingreso por México, Costa Rica, España e Italia. «El gobierno genera ilusiones sobre el retorno de los migrantes, pero eso es puro anuncio. La economía hondureña sin esos dólares no sobreviviría. Es el producto que más genera divisas, el segundo es el café, y aún no es comparable», explicó. De hecho, de acuerdo al informe de la CEPAL, las remesas son la principal fuente de divisas, incluso igual o por encima de las generadas por la inversión extranjera directa.

«En Honduras, las remesas representan el 22% del PIB, por encima de El Salvador (21%) y Guatemala (13.8%) y financian casi un tercio de las importaciones del país lo cual demuestra el alto nivel de dependencia de la economía en este rubro y los desequilibrios que genera en los patrones de consumo», indica la CEPAL en su informe, y añade que «factores asociados con la estructura productiva del país impiden la inversión de las remesas en actividades productivas. Por ejemplo, bajos niveles de apoyo para financiar proyectos productivos, escasas capacidades empresariales, baja rentabilidad de las inversiones locales, desconfianza en la estabilidad macroeconómica y la limitada oferta de servicios financieros para el tipo de hogares receptores de remesas. A eso habría que agregar el miedo y la extorsión de grupos delictivos que impera en muchos territorios del país. Sin embargo, el monto total de remesas reportadas aumentó de 3,650 millones de dólares en 2015 a 5,349 millones en 2019».

Salgado asegura que aunque algunos expertos alegan que el consumo activa la economía, el consumo que generan las remesas es consumo importado, y eso no es bueno para la economía. «Lo que nos reactivaría es la inversión en la agricultura y la construcción que son los rubros que más generan empleo», agregó, y a su vez explicó que la tendencia seguirá ya que migrar es la opción que tiene mucha gente para sobrevivir.

El gobierno de Juan Orlando Hernández ha puesto mucho de su discurso de desarrollo en un modelo económico basado en la actividad extractivista, pero los datos nos dicen que eso no se acerca ni un poquito a lo que los migrantes mandan para el sostén del país. La base de datos del Banco Mundial indica que el rubro de minería aportó el 0.5% al PIB en 2017 y de acuerdo al Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), entre 2000 y 2011 la minería apenas absorbió a un promedio de 0.2% de la población económicamente activa (PEA), equivalente a un promedio de 6,342 puestos de trabajo.

El sueño y la pesadilla


Daniel se graduó de Contaduría y Finanzas en la secundaria, y estuvo un par de años buscando trabajo en todos lados, cuenta su padre: «Conseguir trabajo en Honduras es muy difícil, solo hay que tener cuello para tener un puesto en el gobierno o en la empresa privada, a raíz de eso él se tuvo que ir y gracias a Dios él ayuda», Wilson no sabe que esa ayuda representa en Honduras el mayor ingreso de divisas para el país y es quizá el pilar que sostiene su economía.

La tasa de participación laboral en Honduras es la más baja de la región de Centro América y la de República Dominicana con el 57,3%. La participación laboral masculina es de 75.1% y la de mujeres de 41.4%. La brecha entre ambos sexos es de 33.7% siendo más baja que la que presenta Guatemala, la brecha más grande en la región (47.3), según la CEPAL.

Daniel se fue a la mano de dios, dice Wilson: «sufrió mucho», y baja la voz. Ahora agradecen que su hijo no sea de los muertos en México, de los secuestrados por los ZETAS, de los perdidos en el desierto. Pero pasar su cumpleaños y la navidad sin él, ha sido un golpe muy fuerte para esta familia que nunca se había separado.

En Estados Unidos, Daniel trabaja limpiando casas, y con el sueldo que gana debe pagar renta, comida, servicios básicos, lo poco que le queda lo envía. Con el dolor que les causa la separación, Wilson sueña que Daniel haga su vida allá, que encuentre a una buena compañera y cumpla sus sueños de mandarles ropa buena, construirles la casa, ahorrar dinero. Casi a diario platican por whatsapp y entre los «te extraño» y las advertencias a su hermana para que no salga sola a la calle porque es peligroso, Daniel pide que le saluden a sus amigos del colegio.

El rubro económico de mayor crecimiento en Honduras en 2019 fue la intermediación financiera, eso quiere decir que la gente además de ser sostenida por remesas para sobrevivir, tiene que endeudarse y pagar altas tasas de interés, porque sobrevivir es vivir al borde del precipicio. Las remesas son muchas y el Estado se beneficia de ellas a través de impuestos a las transacciones financieras. A pesar de eso, las remesadoras, como parte del rubro de intermediación financiera, obtienen ganancias muy grandes. Ellas y el Estado también se engordan del trabajo de los migrantes.

Foto portada: Martín Cálix

Texto: Guillermo Brune

En espiral hacia el Centro. Paso a paso. La multitud es el camino. Me gusta ser parte, pero también estar aparte. Entrar y salir a mi antojo. Da lo mismo ir a la izquierda o a la derecha. Ocioso. Anónimo. Fantasma sospechoso. Soy yo, y soy el otro. Espero la coyuntura: la historia. No interactúo. Contemplo. Paseo. La peatonal se abre: fuente sin agua, concha acústica, vendedores ambulantes, gritos, iglesia manchada, miradas, olores, sonidos, risas y árboles de liquidámbar, caleidoscopios que me muestran la multiplicidad de la vida.

Cuatro leonas cantan: «¡Olimpia, Olimpia de mi vida, danos la alegría, a mi corazón!». Una de ellas le pide dos lempiras a un águila que va pasando: «para entrar al campo, hoy juega el albo». El ave, apoyada en sus alas, responde sonriendo: «perro, no ando nada». Mientras, del otro extremo del parque, llega el corazón rojo y azul de una manada. Alzan el rezo: «¡Quiero, quiero poder verte, levantar la copa, la copa de campeón!».

Rosita Fresita, sonrisa sin asombro, da la bienvenida a la tienda. Atrás de ella dos estatuas multicolores con peinado afro. Un tipo entra cargando el peso del tejido desechado. Las visitas recorren laberintos en busca de viejos tesoros. Lo viejo es lo nuevo. Una caja llena de maravillas se abre: espejos, pinturas, oro, plata, guitarras, saleros, lámparas. Dios se escucha por lo altoparlantes, hasta que una voz chillona lo interrumpe para anunciar con júbilo: «¡A las siete en punto nos vamos hoy!».

Ella deja la cajita con dulces en el asiento de cemento. Su cuerpo es una cruz que da la bienvenida al muchacho agitado. El descanso no es opción: el tiempo es un correcaminos. Las ondas comienzan en la unión de sus comisuras. Las vibraciones se expanden por simpatía. Dibujan enteros sus cuerpos. Dos son una serpiente que baila. Entonces un grito desbarata el hechizo: deben separarse. El correcaminos se detiene. Antes de partir, él sugiere el trato (encubre la súplica): «Chichí, póngase viva».

Sentada en los pies de la Catedral, carga a una bebé que sueña. Un borracho se acerca y le ofrece un cigarro. Ella solo mira el humo del pequeño sol que él tiene entre sus dedos. El humo que se convierte en espejo. Ella mira su rostro, su pasado y su presente. Se pone de pie. «Esperate, agarrame la niña», le dice. Así, mientras el humo entra como una cascada por su garganta, su hija duerme tranquila en los brazos del arrullo.

Reconoce la esquina. Asegura el sonido. Comparte su alimento: «Hermanos, Jesucristo quiere cenar con ustedes; Apocalipsis 3, 20, dice: “si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo”». Las puertas abiertas se detienen. Caminan hacia adentro. Alimentan lo que creen: «Pero antes de cenar, Jesucristo limpia la casa: separa la codicia, la represalia y la ira». La mesa está servida. Las palabras afiladas. El destino espera: «¿Ah? ¿Entonces? ¿Disfrutarán hoy de la cena con Cristo?, ¿o van a seguir en la misma rutina? ¿Cuánto tiempo quieren para cambiar?».

Un teclado. Un güiro. La avispa. Dos parlantes. Dos tambores. Un árbol gigante. El premio. Tres cantantes. Ocho bailando. Dos borrachos. Un rottweiler. Negro. Kenzo. Como el perfume. La cadena en el cuello. Caricias. Un estuche para el pago. Verde fosforescente. Aplausos. Sombreros. Anteojos. Saludos. Para Luis. Para Carmen. Para el Chele. Ojos cerrados. Ojos abiertos. Vista al piso. Vista al cielo. Un micrófono. Cejas tatuadas. Dos aullidos. Tres zapateadas. Ritmo. Risas. Eclipse. Agrupación. El ambiente. Lo más importante.

Espera en la sombra del árbol. La llamada llega. Contesta. Cierran el trato. Se levanta, se ajusta la falda y camina hacia Cronos. Junto a la figura, espera de nuevo. Mira a las cuatro direcciones. Un lobo se acerca. La observa. Ella se escabulle, desaparece, pero al rato regresa. Otro lobo ronda. Esta vez no logra esconderse, pero se escapa por las palabras: queda sola de nuevo. Llegan más lobos. Sienten el perfume. Acechan. Por una ranura entran tres bendiciones. La liberan. Alza a la más pequeña y se alejan del tiempo.

Le quita el hambre, el frío y la vergüenza. Una botella amarilla, que fue negra, lo contiene. Del plástico pasa al cuerpo. Cada bocanada es un puente hasta los pulmones. Cuando llega al pecho la vida se enciende. El aquí y el ahora en brazos y piernas. Pero en la cumbre está la caída. La cotidianidad lo tira al suelo. Se arrastra a las esquinas vacías. A descansar. A nebulizarse. Se siente seguro: las sombras y las luces pasan sin mirarlo.

La pirámide comienza con la yuca. Vigas blancas en la base. Raíces que sostienen todo. El repollo cae desde el cielo. Retoño de planta. Cogollo que se desgaja. Juliana que cruje con sabor a tierra mojada. La frescura llega con las medias lunas rojas. El tomatl: ombligo de agua. Melocotón de lobo. En el vértice, gotas de perfume ácido, un poco de rocas comestibles y un hilo de fuego líquido. Cada pirámide a veinte lempiras. Veinte pirámides en una bandeja. Bandeja que es sombrero.

La quietud es la insignia de este poeta. El movimiento es su promesa. El silencio, su mantra. El aire, su asiento. Ropa azul. Cabello azul. Piel azul. Sus ojos son un secreto. Nadie le habla. Nadie lo toca. La multitud se detiene a observar sus detalles, que son la totalidad. La quietud es la totalidad. El movimiento nace de la quietud…. Un muchacho nervioso se acerca. Deposita su ofrenda. El poeta cumple su promesa: se mueve.

Texto: Fernando Silva


Fotografía de portada: Agentes formados durante su ascenso a oficiales de la Policía Nacional de Honduras, Tegucigalpa. /Archivo de la Policía Nacional de Honduras.

“Es para honrar y glorificar el nombre de Cristo”, dijo el Comisionado de Policía Leonel Sauceda, el domingo 9 de febrero, antes de bajar del escenario del Centro Cristiano Internacional (CCI) donde minutos antes el pastor evangélico y miembro de la Comisión Especial para el Proceso de Depuración y Transformación de la Policía Nacional, Alberto Solórzano, había dirigido una oración en su favor. Una semana antes, Sauceda había sido ascendido al grado de Comisionado General de la Policía Nacional.

Dos días después del acto religioso en que participó agradeciendo su ascenso a Dios junto con el depurador policial, fue capturado por la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC), dependencia especializada del Ministerio Público, por suponerlo responsable del delito de lavado de activos al no poder justificar un aproximado de 16 millones de lempiras contenidos en sus cuentas bancarias.

La captura de uno de los rostros más mediáticos de la Policía Nacional en el país, quien además ha sido catalogado como la reserva moral de esa institución, ha agudizado el debate sobre la efectividad de un proceso de depuración al que han señalado de responder a intereses políticos, separar a miembros de la policía sin justificación y liderar el descrédito que provoque la desaparición de la Policía Nacional hondureña.

Dos agentes de la Policía Nacional de Honduras dialogan y ven sus celulares frente a la entrada principal de la Secretaría de Seguridad, Tegucigalpa, 26 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix

La Policía Nacional en Honduras desde su creación a través de la ley orgánica en 1988, ha mantenido grietas institucionales que impidieron su consolidación absoluta y el desarrollo de la confianza ciudadana, al menos eso indican las valoraciones de un informe del Wilson Center presentado en mayo de 2019, en el que se describe a la crisis política de 2009 y la inclusión de elementos de la Fuerza de Seguridad Pública (FUSEP) -institución militar previa a la Policía Nacional- como elementos de contexto en la debilidad institucional que llevó a que en 2012 los índices de confianza pública en la policía cayeran a un 28.7 por ciento.

Ese mismo informe señala como factor la evidencia de infiltración de la policía por el crimen organizado.

En ese contexto, en agosto de 2013 un tribunal concluyó que los responsables de ejecutar a los universitarios Rafael Alejandro Vargas, y su amigo, Carlos Pineda en la madrugada del 22 de octubre de 2011 fueron cuatro miembros de la Policía Nacional. Rafael era hijo de Julieta Castellanos, en ese entonces rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

Este crimen y los señalamientos de que altos mandos de la policía estuvieron involucrados en los asesinatos de Alfredo Landaverde y el zar antidrogas Julián Arístides González potenciaron en el país un movimiento de diversas organizaciones de sociedad civil que impulsaron un proceso de depuración y reforma de la Policía Nacional que daría como primer resultado la juramentación en 2012 de la Comisión para la Reforma de la Seguridad Pública (CRSP).

Josué Murillo, excoordinador de la Alianza por la Paz y la Justicia (APJ), explica que “previo a la comisión de depuración, logramos que se conformara una Comisión de Reforma de la Seguridad Pública, encargada de diseñar y planificar el proceso de transformación y reforma de la policía nacional, Ministerio Público y Poder Judicial”.

Un manifestante afectado por el gas lacrimógeno camina ante la mirada atenta de agentes de Fuerzas Especiales de la Policía Nacional de Honduras, Tegucigalpa, 24 de octubre de 2019. Foto: Martín Cálix.

Murillo cuenta que la comisión trabajó en el periodo de Porfirio Lobo como presidente de la República y generó un paquete de reformas que se presentaron en el Congreso Nacional. Las reformas incluían la creación de una policía netamente civil, la despolitización de los cargos en el sistema de seguridad pública y quitarle poder a los diputados en la elección del Fiscal General.

“Cuando Juan Orlando vio que ellos eran independientes y estaban apuntando a las raíces del problema, los destituyó, anuló la comisión de reforma y conformó esta comisión depuradora”. En la última sesión de su legislatura como presidente del poder legislativo, Hernández se encargó de borrar del mapa a la comisión.

En ese momento la apuesta principal para la seguridad pública por parte de Hernández era la creación de la Policía Militar, que finalmente se oficializó mediante decreto legislativo en 2013. Una policía que muchos sectores han señalado como la guardia personal y represora del presidente que en 2017 sería inconstitucionalmente reelegido en unas elecciones con muchas irregularidades.

Finalmente, en 2016 es creada la Comisión Especial para la Depuración y Transformación de la Policía Nacional y nombrados como comisionados el pastor evangélico Alberto Solórzano, la abogada Vilma Morales, señalada en medios de comunicación por actos de corrupción en su mandato como presidenta de la Comisión Nacional de Bancos y Seguros (CNBS); y Omar Rivera, un cuestionado dirigente de sociedad civil que ahora ostenta el cargo director ejecutivo del Foro Nacional de Convergencia (FONAC).

La creación de esta instancia y su ampliación en 2018 permitió la instalación de Dirección de Asuntos Disciplinarios Policiales (DIDADPOL), encargada según su sitio web de “investigar todas las faltas cometidas por parte de los miembros de la carrera policial y empleados de la Secretaría de Seguridad”.

Alan Argeñal de la DIDAPOL, Tegucigalpa, 19 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Alan Argeñal, titular de la DIDADPOL, cuenta que ante los señalamientos a miembros de la policía que presuntamente estaban involucrados en el crimen organizado, surgieron una serie de preguntas, “¿qué hacer con la Policía Nacional? ¿Desaparecerla o fortalecerla?.”

Argeñal dice que finalmente se decidió crear un mecanismo para rescatar la institución conformando la comisión depuradora y posteriormente la DIDADPOL para investigar y separar a los culpables de faltas graves en el ejercicio de sus funciones.

“La mayor incidencia de faltas es por el abandono de servicio policial, por negligencia del servicio policial, conocimos un caso de paro ilegal, también por manifestar inconformidad en el servicio policial”, señala.
Sin embargo, mujeres policías han denunciado que algunas de sus compañeras que siempre han cumplido con los reglamentos reciben bajas repentinas, presumen a causa de las denuncias que ellas mismas han interpuesto por el acoso sexual y laboral que ejercen sus superiores.

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Según datos de la Comisión Depuradora proporcionados por Omar Rivera, se han depurado un aproximado de 6.500 elementos policiales y de ese total solo se han remitido un 33% al Ministerio Público.

Para Murillo, la Comisión Depuradora “se quedó muy corta” al no presionar a las instituciones u organizaciones que tenían que llevar los procesos de investigación de los oficiales que separaban de sus cargos.

“Lo que se hizo fue nutrir a los entes criminales, por eso yo siempre he criticado, porque desde su génesis tenía un error ya que la iglesia no tuvo que estar involucrada, la sociedad civil perdió su papel”, concluye.

La agente Perdomo de la Policía Nacional de Honduras dirige el tráfico en el bulevar Centroamérica de la ciudad capital, muchas mujeres trabajan en la unidad de tránsito, Tegucigalpa, 18 de marzo de 2019. Foto: Martín Cálix.

Captura de Leonel Sauceda y depuración policial

El martes 11 de febrero de 2019, los medios de comunicación de todo el país, despertaron con la noticia de la captura del comisionado Leonel Sauceda y su esposa Patricia Estrada acusados por la Unidad Fiscal de Apoyo a la Depuración Policial (UF-Adpol) por el delito de lavado de activos.

Sauceda servía en la institución policial desde 1992 ocupando diversos cargos dentro de su estructura, mano derecha del exministro de seguridad Oscar Álvarez y un reconocido religioso que además formaba parte de organizaciones como la Fraternidad Internacional de Hombres de Negocios del Evangelio Completo. Ahora Sauceda guarda prisión preventiva en el Primer Batallón de Infantería.

María Luisa Borjas, comisionada retirada de policía y ex diputada de oposición, señaló que “la comisión depuradora quedó en evidencia con esta captura y el previo ascenso como Comisionado; además, a Sauceda se le había abierto expediente desde 2002 en la Inspectoría General de la Secretaría de Seguridad por vínculos con el narcotráfico cuando con otros oficiales bajaron una narcoavioneta en Choluteca”.

María Luisa Borjas asegura que la razón por la que durante todos estos años permitieron su ascenso en la institución es justamente por ser la mano derecha del exministro de seguridad y militante del Partido Nacional, Oscar Álvarez.

Según esta mujer que ha ganado y perdido batallas en su esfuerzo por cumplir el deber policial, la intención de crear esta comisión era destruir la principal institución de seguridad civil del Estado; dejar a los oficiales que estaban involucrados en actos ilícitos y expulsar de la institución a los honestos.

La Comisionada de la Policía Nacional en calidad de retiro, María Luisa Borjas, Tegucigalpa, 19 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Borjas dice que “la comisión sacaba a los depurados de los listados que les daban oficiales corruptos, y depuraban a los policías que les estorbaban a los superiores para realizar las actividades delictivas”.

Por su parte, Jair Meza, vocero de la Secretaría de Seguridad, dice que “al ser la única institución del Estado que es evaluada, todas las actuaciones se vuelven transparentes”.

Sobre la captura del Comisionado General Leonel Sauceda y la efectividad de la depuración policial, apunta que la institución policial lleva el proceso de reestructuración desde hace cinco años por lo que todavía hay investigaciones pendientes que el Ministerio Público está llevando.

“Todos estamos sometidos a este proceso, así que no hay que asustarse”, asegura y recuerda que Sauceda puede reintegrarse a su puesto en cuanto el juzgado decida otorgarle una sentencia absolutoria.

Para Meza existe un claro antes y después en la operatividad de la corrupción dentro de la Policía Nacional, asegura que “había una policía abandonada totalmente y todo el Estado estaba permeado por el crimen organizado, principalmente el narcotráfico”.

Sin duda, las políticas de seguridad en Honduras tuvieron un punto de inflexión a partir de la llegada de Hernández a Casa Presidencial, y su ilegal enamoramiento con la titularidad de ese poder del Estado.

Por ejemplo, en diciembre de 2014 el gobierno de Juan Orlando Hernández nombró al general Julián Pacheco Tinoco como titular de la Secretaría de Seguridad. El primer militar activo en asumir ese cargo desde que la Policía Nacional pasó al poder civil en la década de los noventa.

Para María Luisa Borjas, como Juan Orlando Hernández no ha logrado elevar la Policía Militar a un rango constitucional, está acabando con la policía civil para que la Policía Militar ocupe su espacio. Después de más de seis años de gobierno las fuerzas militares han tomado la titularidad de sectores imposibles de imaginar que tomarían, como el discurso religioso, la educación en valores y el sector agrícola.

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Ramírez del Cid y filtraciones en el programa El Perro Amarillo

Siete días después de la captura de Leonel Sauceda, en el programa “El Perro Amarillo” transmitido a través de Facebook Live, un ex comisionado depurado de la Policía Nacional, entregaba en manos del comunicador social y sociólogo Milton Benítez, un disco duro con supuesta información que relaciona al gobierno de Juan Orlando Hernández y algunos de sus más cercanos colaboradores con el crimen organizado.

Ramírez del Cid fue cancelado por la Comisión Depuradora en 2016 después de que un reportaje del New York Times lo señala de haber organizado el asesinato del General Julián Arístides González, el zar antidrogas; y Alfredo Landaverde, político y asesor de seguridad en el Ministerio Público.

En el caso de Landaverde, un mes antes de su asesinato había nombrado a Ricardo Ramírez del Cid en un popular foro televisivo, en el que se refirió a él como “quien conoce a los jefes del crimen organizado en Honduras, en cada departamento, en cada municipio, en cada ciudad grande”.

Landaverde señaló públicamente a los altos mandos de la Policía Nacional de servir al crimen organizado y un mes después fue acribillado en la ciudad de Tegucigalpa.

Según un documento oficial de la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York, Devis Rivera Maradiaga miembro del cartel de narcotráfico “Los Cachiros”, admitió estar involucrado en el asesinato de Landaverde y al menos 77 personas más.

Al consultarle a Milton Benítez, director del Perro Amarillo, sobre la fiabilidad de su fuente ante las menciones en el reportaje del New York Times, aseguró que tienen pruebas de que los informes de la Policía Nacional que se utilizaron para la pieza periodística tienen firmas falsas y seguirán en proceso de investigación; aunque aclaró que no lo hacen por defender a Ramírez del Cid.

“Ricardo Ramírez del Cid nos buscó a nosotros porque teníamos esta información hace un año, pero solo teníamos las transcripciones de los audios que ahora nos proporcionó”, y explica que lo que recibieron no es una filtración, ya que, según él, eran documentos que habían ocultado durante mucho tiempo pero habían sido investigados y archivados dentro de la Secretaría de Seguridad.

El programa de Milton Benítez es visto por miles de personas, y desde la entrega de la información su audiencia ha escuchado una serie de audios que, según él, selecciona su equipo de trabajo, y que presuntamente involucran las voces de testigos protegidos en diversos casos del crimen organizado e incluso contienen el audio que han identificado en este programa como el de Alexander Mendoza “alias El Porkis” que el 14 de febrero fue liberado ilegalmente en una operación ejecutada por personas vestidas de agentes policiales.

El Comisionado de la Policía Nacional de Honduras, Jair Meza, durante la entrevista con Contracorriente, Tegucigalpa, 26 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Aunque el vocero de la Secretaría de Seguridad no quiso referirse a la información vertida por Ramírez del Cid por no formar parte activa de la institución policial, mencionó que siempre están listos ante los requerimientos del Ministerio Público que se puedan emitir ante denuncias públicas o privadas de la ciudadanía, aun si les tocara hacer cumplir un requerimiento en contra del presidente.

La comisión depuradora seguirá en funciones hasta 2022, al preguntarle a Benítez sobre esto, afirma sin dudar que se cumplió la función para la que fue creada. “La depuradora fue muy bien pensada para desaparecer a la Policía Nacional y militarizar el país, ahora entregar a un policía como Leonel Sauceda es riquísimo porque así los militares son los buenos pero los policías son los malos”, concluye.

Según información de diversos medios de comunicación nacional con origen en el Ministerio Público, Leonel Sauceda era investigado desde 2002 cuando fungía como jefe regional de tránsito del departamento de Choluteca, donde se creó un expediente en el que se le señalaba de formar parte de un grupo criminal encargado de coordinar el aterrizaje de avionetas cargadas con droga.

Hasta que la comisión depuradora termine su mandato se espera que las capturas y cancelaciones de policías involucrados en ilegalidades continúen, aunque en muchas de esas separaciones no haya mayor investigación. De la misma forma se espera el seguimiento de la depuración de oficiales honestos, en función de una depuración que aparentemente ya ha logrado debilitar los cimientos del ente de seguridad civil en Honduras.

El muro atraviesa la ciudad, se mete por las montañas y un poco en el mar. Pero en realidad, el muro no es esa verja de alrededor de 8 metros, son las políticas migratorias que refuerzan el plan contra la inmigración ilegal que comenzó Bill Clinton en 1994 y el miedo a los «bad hombres» que, en Tijuana, son los migrantes centroamericanos. En el lado mexicano, ese cerco rojizo, oxidado, separa el destino de los refugiados de una sala de espera enorme. Cada día en El Chaparral, desde muy temprano, cientos de migrantes se acercan para saber cómo va su turno, se han apuntado en una lista para pedir asilo. En julio de 2019 la organización Al Otro Lado hablaba de más de 9 mil nombres en esa lista de la primera espera y ahora, con las nuevas políticas migratorias de Donald Trump, estos migrantes, al ser llamados al fin para iniciar el trámite, podrían ser retornados a México a una segunda espera, para culminar su proceso de asilo.

Israel (Guatemala) y Sarahí (Honduras) se conocieron en la caravana migrante de octubre de 2018. «Fue amor de caravana», dice Israel, mientras carga a su bebé de 3 meses, el producto de ese amor, que ahora en México podría ayudarlos a comenzar un trámite para obtener algún documento que les permita quedarse allí, trabajar y avanzar tras la pausa que han hecho en su vida en ese país extraño. Pero ellos no están seguros, no han podido registrar a su bebé porque Sarahí no tiene un tan solo documento de identidad con ella. Sarahí tiene 15 años y es hondureña, huyó de su ciudad tras el asesinato de su hermano y su madre. Lo único que tiene en la vida es a Israel, a su bebé y la familia que hizo con otros migrantes de la caravana.

Las historias de Israel y Sarahí se encuentran en los nombres que le han puesto a su bebé, el primer nombre es el del hermano de Sarahí, asesinado hace tres años por miembros de una pandilla en Honduras, y el segundo nombre es el del hermano de Israel, asesinado en Guatemala también por miembros de una pandilla. Ninguno de ellos ha pensado en solicitar asilo, ahora viven en una casa que ellos llaman albergue, pero que es realmente una casa prestada donde viven migrantes, sin ninguna regulación. No han tenido tiempo de pensar en solicitar asilo.

Dice Israel que podemos pasar toda la tarde y la noche hablando de su historia larga de migración. Hace 9 años, cuando él tenía 16, salió de Retalhuleu, Guatemala siguiendo a un primo que había sido deportado de Estados Unidos y que iba de regreso. «Yo viajé de Guatemala para EEUU en 2010, monté 22 trenes para llegar a Piedras Negras, tenía 16 años», cuenta Israel mostrándome uno de sus tatuajes: es «la bestia», como le llaman al tren donde él mismo vio gente morir, caer y perder piernas o brazos, asaltos y actos de violencia que marcaron su vida. Aún se le llenan los ojos de lágrimas al recordarlo.

Israel llegó a Estados Unidos y trabajó allá durante 6 años hasta que cayó en una redada y fue deportado a Guatemala, acababan de asesinar a su hermano y él, por dolor y miedo, no quiso volver a su pueblo. A los pocos días se regresó para el norte desde Ciudad Guatemala, las cosas habían cambiado.

«Once balazos le metieron a mi hermano. Hubo un momento allí donde vivíamos que llegaron las pandillas que le inculcaban a los más morritos que se metieran, él se negó a meterse a cosas así, yo igual lo viví y siempre me aparté de eso. Ese día estaban jugando pelota con los amigos de la infancia, estaba lloviendo cuando comenzaron a disparar, ese día mataron a varias personas allí en Reu en esa área, fue como hace tres años —le pregunta a su esposa cuánto tiene de muerta su madre, porque fue casi al mismo tiempo—.

Cuando yo regresé me di cuenta que ya las cosas no eran como antes cuando yo viajé, ya miraba que caminaban tres personas en el tren, ya no miraba tanta gente y me dio miedo, comencé a llorar, no hallaba qué hacer, llamé a mi mamá y le dije que la quería mucho, que no sabía si la volvería a ver. Me regresé a Guatemala, me vine de pueblo en pueblo, charoleé (pedir limosna), luego compraba paletas y me subía a los transportes para venderlas», pero Israel se encontró en el sur de México un grupo de 900 personas que iban juntos, en caravana, hacia la frontera norte.

«Allí conocí a la gente de Pueblos sin fronteras y me preguntaron si iría con ellos. Así me vine».

Pueblos sin fronteras, desde 2011 ha acompañado a grupos de migrantes que encontraron una manera de migrar más seguros juntos. La antropóloga Amelia Frank Vitale asegura que desde aquella caminata inicial en 2011, miles de centroamericanos han participado en algún tipo de caravana. «Se corrió la voz. Las experiencias gemelas de seguridad en la visibilidad y abiertamente retando las leyes migratorias y violaciones de derechos humanos en masa en México han dado fruto. Algunos argumentan que no se debe de llamar caravana, en el sentido tradicional, sino un éxodo». Así lo escribió en su texto De caravana a éxodo, de migración a movimiento explicando el origen de las caravanas.

Israel llegó a Tijuana en una caravana que partió en 2017, comenzó a ir a talleres con organizaciones que atienden migrantes y a participar en manifestaciones exigiendo derechos y pidiendo un cese al racismo. Cuando salió el anuncio de la caravana que vendría de Honduras en octubre de 2018, decidió bajar al sur de México para ver cómo ayudaba.

De la caravana se ha dicho mucho, el mismo Donald Trump la catalogó como una invasión, el presidente municipal de Tijuana adoptó esa idea y los medios de comunicación hablaron de conspiraciones y de pagos a las personas para que trajeran el mar de gente, la mayoría con la idea de solicitar asilo en Estados Unidos. Dice Israel que a él le han acusado de haber recibido 10 mil dólares por ayudar a traer a los migrantes en la caravana, eso más o menos, le habría costado a Israel pagar un coyote para pasar al otro lado, pero ni siquiera puede costearse una renta en Tijuana.

Los murales en El parque la amistad, un lugar que en 2014 brevemente se convierte en espacio de encuentro entre familias separadas por el muro entre México y Estados Unidos. Foto: Jennifer Avila.

Sarahí escucha la historia de Israel mientras ve su celular y carga al bebé. Es una niña delgada que no tiene país. A los 13 años salió de Honduras porque se quedó sin madre y sin hermano (las personas que la protegían), dejó la escuela y se fue con su hermana de 23 años, con rumbo a Estados Unidos. Llegaron solas a Tapachula, Sarahí no cuenta detalles de cómo lo lograron. Estando en Tapachula se unieron a la caravana y se aferraron a los líderes, Sarahí llama papá a uno de ellos y el otro, Israel, es su pareja, el padre de su hijo.

«Mi mamá trabajó en un restaurante, en un asilo de ancianos limpiando a los señores solos, trabajó en una tienda de vender ropa formal, la planchaba. Cuando se quedaba sin trabajo lo que hacíamos era vender tortillas. Éramos cuatro hermanos, dos varones y dos mujeres, el que mataron y uno que murió de diarrea antes que yo naciera. A mi hermano lo mataron primero y en 2017 mataron a mi mamá». Sarahí no pudo volver al cementerio después de enterrar a su madre, los que la mataron advirtieron que a quien se acercara le llovería balas.

«Tuvimos que hacer una misa en la iglesia, nunca fuimos al cementerio a verla. Yo no sé si me harían daño si regreso, pero igual me da miedo. No he hecho proceso de asilo, nunca lo he pensado y regresar no puedo porque me da miedo, sería tal vez como última opción», asegura. Sarahí pasó un infierno cuando tuvo a su bebé, como casi todas las mujeres en Latinoamérica vivió violencia obstétrica, pero ella siendo menor y además migrante indocumentada, la pasó peor. No tuvo suficiente información, poco supo de lo que le estaba pasando: de la aplicación de suero para hacerla dilatar, de las horas en un trabajo de parto que desde el inicio estaba condenado a terminar en una cesárea.

Al salir de eso, Sarahí ahora solo espera poder inscribir a su hijo en el registro de México con la identidad de ambos padres y con sus respectivas nacionalidades y comenzar un proceso para legalizarse. Ella sueña con tener pronto un trabajo para que junto con Israel puedan rentar un apartamento, también sueñan con comprar un carrito para vender elotes, que ese es buen negocio, les han dicho. Quizá un día se permitan pensar seguir su camino hacia donde alguna vez soñaron llegar.

Israel y Sarahí caminan por el centro de Tijuana. Foto: Jennifer Avila.

Encuentro Migrante

Volvamos a la lista y la sala de espera. Paulina Bejarano es una mujer joven que dirige la organización Encuentro Migrante, una organización de sociedad civil que surgió cuando llegó la migración haitiana a Tijuana, alrededor de 20 mil migrantes haitianos que buscaban asilo en Estados Unidos.

«Se vivió de una manera muy fuerte porque era la primera vez que recibíamos gente que no fuera de México y Centroamérica, eran del caribe, sobre todo familias que pasaron por aquí, y los albergues eran insuficientes», Bejarano explica que hubo hospitalidad por parte de la ciudad, abrieron varios centros comunitarios para enseñar español y apoyar a los refugiados haitianos, pero todo se complicó cuando en el gobierno de Barack Obama se puso un límite para las solicitudes de asilo, se debía dosificar, el sistema estaba colapsado.

«A nosotros dos cosas nos afectaron más, desde 2016 se creó una lista. Antes la gente venía a la puerta de Estados Unidos , pedía asilo, lo dejaban pasar y adentro llevaban su proceso, pero desde que llegaron los haitianos (como era tanta gente) EEUU comenzó a dosificar las peticiones de asilo con el apoyo de México. Se creó una lista informal, la gente llega y se apunta, eso hizo que Tijuana sea como un cuello de botella o una sala de espera», explica Bejarano.

Su organización es binacional y en Tijuana tiene un centro comunitario y un albergue donde caben 40 personas que pueden estar allí en esa espera, pero el tiempo se ha extendido tanto que ya no pueden atender mucha gente, porque las personas pueden estar varios meses yendo a ver cómo va su turno. La mayoría de las personas en su albergue son hondureñas y siguen llegando más.

El centro comunitario Encuentro Migrante tiene un espacio para niñas y niños migrantes. Foto: Jennifer Avila.

«Esto se presta para corrupción porque es una lista hecha a mano y nadie toma la responsabilidad de esto. Tanto el gobierno de México y el de EEUU niegan que ellos han hecho esa lista y se ha dicho que son los mismos migrantes que lo manejan, Grupo Beta resguarda la lista, así que ellos deben tomar esa responsabilidad. Por ejemplo, los menores no acompañados no pueden poner su nombre en la lista porque entonces Grupo Beta llama a la Dirección de Infancia y Familia (DIF), que son los que se encargan de la niñez y se los llevan a un albergue de ellos para después ser retornados sin tener acceso a ningún acompañamiento legal, ellos deberían ser los primeros en proteger, pero se les cierra la puerta».

Los funcionarios mexicanos de inmigración con Grupo Beta, la agencia encargada de la protección de los migrantes, se comunican con los oficiales de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) del lado estadounidense para determinar a cuántos números llamar. Ellos, junto a un grupo de voluntarios migrantes, son responsables de la lista. New York Times publicó un artículo donde detallan cómo funciona esta lista: «¿Qué pasa cuando les llega el turno para presentar sus casos? Las autoridades estadounidenses les informan a sus homólogos mexicanos cuántas personas serán entrevistadas cada día y los funcionarios mexicanos informan a los voluntarios que coordinan la lista. En las últimas semanas, la capacidad diaria para entrevistas ha oscilado entre cuarenta y cien».

Otra política que ha venido a cambiar dinámicas en esta ciudad fronteriza son los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP), que según la página web de Homeland Security «son parte de una acción del gobierno estadounidense para que ciertas personas extranjeras que ingresan, de manera ilegal o solicitan la admisión, sin la documentación adecuada a los EEUU desde México, sean devueltas a México y esperen desde allí sus procedimientos de inmigración. México les proporcionará todas las protecciones humanitarias apropiadas durante la duración de su estadía».

«Esto de remain in México quiere decir que después de esperar 3 o 6 meses en la lista los dejan entrar, se les hace una entrevista y son retornados a la frontera a esperar su proceso en México y eso hace que las familias que atendemos tengan que esperar de 8 a 10 meses, para nosotros es difícil porque quiere decir que nos quedamos sin espacio para la gente que sigue llegando. Cuando llegaron las caravanas comenzó un ambiente de xenofobia y racismo, sobre todo con los migrantes centroamericanos en Tijuana, cosa que nunca habíamos visto en la ciudad de manera abierta», explica Bejarano.

Los albergues que el gobierno mexicano ha habilitado en el marco de estos protocolos, como el Centro Integrador para el Migrante Carmen Serdán, son grandes y tiene buenas condiciones para que los peticionarios de asilo esperen, pero los migrantes no confían, están ubicados lejos de la ciudad y prefieren esperar en un lugar donde puedan trabajar e incluirse en la sociedad.

Israel cuenta que en el lugar donde está trabajando actualmente en Tijuana, sus compañeros mexicanos le han preguntado por qué no se regresa, por qué siguen llegando si en México no caben, no es su país.

«Yo les he respondido y ustedes ¿porqué siguen cruzando a Estados Unidos?».

Un hombre se ejercita en el Parque La Amistad, de espaldas al muro. Video: Jennifer Avila.

Tijuana, el límite entre México y Estados Unidos, ha visto décadas de flujos migratorios, es una frontera transitada a diario por mexicanos viviendo en Tijuana y trabajando a 20 minutos en San Diego o viceversa, se estima que actualmente hay alrededor de 3 millones de habitantes, pero su población «flotante» es incalculable. Y es Tijuana, una ciudad diversa, con un comercio enorme característico de ciudad fronteriza: una calle larga de prostíbulos, grandes hoteles y clubes nocturnos.

En «Tijuana en los cuentos de Luis Humberto Crosthwaite: el reto a la utopía de las culturas híbridas en la frontera» , Pilar Bellver Saez habla sobre la exageración de Tijuana y las narrativas alrededor de su transformación de «rancho fronterizo» a «metrópoli transnacional» y cita al ensayista tijuanense Heriberto Yépez en una idea que calzó con lo que sentí al estar en Tijuana:

«La frontera es la paradójica oportunidad para que nuestros males nacionales (la pobreza, la migración, el crimen) le ocurran a otros . . . Hablar de frontera desde el lado mexicano es la enorme oportunidad para tratar nuestro pan diario como platillo exótico; hablar de la  discriminación y la desigualdad como si fuera un caso y no la realidad cotidiana . . . La frontera es donde todas las mentes nacionales se lavan las manos . . . ¡México no somos nosotros! ¡Toda la culpa la tiene Tijuana!»

Últimamente hay una hostilidad marcada contra los centroamericanos, sobre todo los hondureños que con las caravanas se atrevieron a romper una dinámica migratoria de la que generaciones en esta ciudad se han beneficiado.

«Yo soy de aquí de Baja California, cuando llegó la migración haitiana me sentí orgullosa de la hospitalidad de la comunidad, de la solidaridad de San Diego, Los Ángeles, de Tijuana. Y ahora es absurdo que una ciudad como Tijuana, construida a base de migrantes que todos los que somos de aquí de la frontera tenemos familiares allá, tengan esta actitud tiene que ver con las narrativas de los gobernantes y los medios de comunicación. Muchos migrantes nos han dicho que sienten que México es como una prisión, se les quiere obligar a pedir refugio aquí cuando lo que quieren es ir a EEUU, otra cosa es que hemos visto que les dan documentos que dicen que son apátridas y esto es para que se queden aquí y eventualmente se regresen, esos son los resultados de la presión de EEUU a México con el tema de los aranceles», añadió.

Foto: Jennifer Avila.

En mayo de 2019, la Casa Blanca anunció un plan para subir los derechos de aduana hasta el 25%, si México no frenaba la llegada de inmigrantes. Le torció el brazo al nuevo gobernante que había recibido a la caravana migrante de enero de 2019 con la promesa de libre tránsito por México. Un año después devolvió la última caravana con gas lacrimógeno y engaños al país del que huía.

Yo conocí Tijuana por un breve momento, presentamos una revista en vivo sobre migración con un grupo de periodistas y actrices centroamericanos, un proyecto de la productora El Intercambio, fue un evento de organizaciones de sociedad civil y donantes estadounidenses, el Encuentro Transnacional de organizaciones en solidaridad con la comunidad migrante y refugiada Géneros, Infancias y Juventudes en movimiento. De 8 albergues, Tijuana pasó a tener 30 en tres años y esto también atrajo la solidaridad de fundaciones e incluso asociaciones gremiales en Estados Unidos para apoyar a la sostenibilidad de estos espacios que ahora también se han diversificado: hay albergues, consultorios legales, atención a la salud y espacios lúdicos y de sanación mental.

En la calle, un par de veces en mi recorrido por la ciudad, algunas personas me preguntaron por qué mis compatriotas estaban llegando a Tijuana así, con «el relajo» de las caravanas. Las pláticas terminaban casi siempre en lo mismo: tenemos problemas similares, sabemos lo que es huir o simplemente migrar para estar mejor.

«Siempre hay voces críticas que dicen que porqué no ayudan a los nuestros, pero igual nosotros estamos acompañando a los deportados y también atendemos a muchos mexicanos siendo desplazados del crimen organizado. Este es un tema no solo de Centroamérica sino de México, y es esquizofrénico que México tome una postura así porque el mexicano es el prototipo de inmigrante ilegal para EEUU, el concepto de ilegal se creó para nosotros, entonces, ¿cómo ahora nosotros vamos a llamar ilegales a los otros migrantes?», termina diciendo Paulina Bejarano en ese espacio que se ha convertido en un encuentro migrante frente al muro.

Texto: Luis Lezama

Fotografía portada: Jessica Guifarro

Un 26 de febrero de 1962 nació Rommel Guillermo Anderson, conocido por todos los hondureños como Guillermo Anderson. Después de que en noviembre de 2015 se le diagnosticara cáncer, falleció un 16 de agosto del 2016 en la fragorosa ciudad de La Ceiba; ciudad que lo vio crecer y que él, entre canciones, actividades, conciertos, también hizo crecer.

Desde que nos dejara, Honduras se viene desbarrancando por la vida como quien ha perdido el amor más querido. A veces escucho por horas sus álbumes y creo, llevado por su música, que Guillermo Anderson fue el mejor hondureño de todos los tiempos. Por lo menos, eso sí no lo dudo, fue quien mejor supo atrapar la naturaleza melancólica y fabulosa de los personajes que pueblan toda la costa de este país incierto. Una muchacha que lava ropa ajena durante la semana y que los viernes se transforma en la reina del baile, un futbolista venido a menos que cuenta sus tiempos de gloria y pena por los bares abrazado a una botella, una mujer hermosa atrapada con un marido abusivo, un marinero enamorado, un capitán mítico, un jardín donde reina un pichete malvado. Uno tras otro, Anderson fue decodificando la realidad compleja del caribe hondureño para contarla llena de profundidad, con sus puntas más hirientes, en pequeñas cápsulas de cinco minutos. Más que un músico, era un cronista, un sociólogo, un cuentista con la maña de cantar y rasgar una guitarra.


«En mis conciertos lo que hago es presentar a un país más allá de los terribles estereotipos y titulares horrorosos que nos han creado la imagen que hoy tienen de nosotros esos países. Presentar un país con seres humanos que trabajan, luchan y esperan un país mejor. Un país con una riqueza increíble en recursos naturales y turísticos. El reto es presentar lo hermoso que puede ser un país sin perder el sentido crítico de su realidad. Al final un grupo de asistentes se levanta con carteles y banderas, peticiones y denuncias al gobierno. Han sido respetuosos de mi concierto y están en toda su libertad», esto escribía Guillermo Anderson en su blog después de un concierto en Barcelona en 2015, poco antes de morir.


Casi todas las canciones de Guillermo Anderson son momentos narrativos. Uno tiene la sensación de que las historias las canta in situ, usando como palanca nada más que su oído y su mirada. Parafraseando a Borges, diría que Anderson no fue ninguno de sus personajes, pero era todos ellos. Es difícil que algún hondureño pueda atravesar su discografía sin guardarse en el corazón por lo menos un disco completo suyo. Lo tenemos escondido del mundo, como me reclamó una amiga argentina que descubrió «Club Social la Gloria», esa canción hermosa, una especie de canción hermana de «Piano Man» de Billy Joel; pero también, creo, lo tenemos escondido de nosotros mismos. En las canciones de Anderson hay soluciones para la mitad de nuestros problemas: corrupción, incendios, sequías, machismo, deforestación, tantos otros. Pero, ¿quién se toma el tiempo de escucharlo y poner en práctica lo que él canta?


Como anécdota, para ilustrar lo que digo, me queda una madrugada en Buenos Aires, en la que llegaba a rematar la noche del sábado a la casa de unos amigos extranjeros. Después de saludar a los asistentes que ya conocía, un amigo me presentó a un joven músico panameño que tenía unos días de haber llegado a Argentina. La casa también era de un músico, así que una brillante guitarra acústica coqueteaba aquí y allá con los distintos invitados, que se la peleaban para tocar y cantar las de Rubén Blades, Cultura Profética, Rawayana. Me presenté con el panameño, que me sonrió alegre cuando le dije que era de Honduras.


—¿Honduras? —dijo—. La tierra del maestro.


No pude decirle nada, porque él ya había pedido que le pasaran la Fender acústica y se la cedieron de inmediato. Se la sentó en las piernas, tocó una cuerda, dos, ajustó un poco las clavijas y empezaron a sonar los acordes más dulces que yo jamás escuché.


«María Dolores, María Dolores, qué triste verte así, cómo has perdido hasta los colores desde que yo te vi…», cantaba y los más de diez hondureños ahí lo escuchábamos, estupefactos, sin saber acompañarlo. Me hubiera gustado decir que todos cantamos y nos abrazamos y lloramos, pero ninguno se sabía aquella canción, aunque puedo asegurar que todos quedamos encantados por la voz del panameño y los acordes que rasgaba. Cuando terminó dijo:


—Qué grande Guillermo Anderson.


Y qué pequeños y qué grandes, a la vez, nos sentimos todos los hondureños cuando dijo eso. El panameño siguió y se tocó otras dos canciones más de su maestro. Cuando acabó, yo sentía la piel erizada y el corazón como descolocado, una especie de orgullosa vergüenza.


Desde entonces he escuchado toda la música de Guillermo Anderson; gracias a la cual siento que he conocido con más admiración a mi país: sus complejidades, sus bellezas, sus tragedias y, sobre todo, sus esperanzas.
Las canciones de Guillermo Anderson son la visualización de una Honduras más bella a través exclusivamente del sonido. Su país, ese país al cual él le toca, al cual él le canta y en el que él —todavía— vive, no es uno que pertenece a la simple y racional geografía; sino que es una Honduras mágica, fresca y esperanzadora, una Honduras que existe, tal vez, sólo en el territorio de la música. O en tal caso, un país al que sólo puede llegarse si seguimos ese camino trazado en un diapasón, entre tambores y ritmos garífunas, siguiendo las huellas que dejó Guillermo en la arena.


Hace dos días se estrenó en plataformas digitales su nuevo disco: «Guillermo Anderson, En vivo desde la Fortaleza de San Fernando», una remasterizada versión de uno de sus últimos conciertos en vida. Dijo José Martí que el viaje humano consistía en llegar al país que llevamos descrito en nuestro interior y que una voz constante nos promete. Guillermo Anderson, cuatro años después, sigue cantando y creando, tratando de llegar con su música, a esa Honduras prometida para todos. Donde el agua se cuida, donde los tapires se defienden, donde cortar un árbol es una tragedia digna de una canción. Por eso es nuestro deber escucharlo, porque él sigue creando; y si él sigue creando, nosotros no podemos menos que seguir creyendo.

Fotografía: Hondudiario

Cuando yo tenía 13 años, el 14 de febrero se convirtió en un día de horror en Honduras. A pesar de que a diario andamos cargando con la violencia, un día como ese todo mundo quiere olvidar la situación y celebrar el amor y la amistad. Pero el 14 de febrero de 2012, ocurrió un incendio en la granja penal en Comayagua. Siempre me consideré precoz en algunos temas cuando era pequeña, sin embargo apenas puedo recordar cuál fue mi pensamiento momentáneo al enterarme de esa noticia. Lo que sí tengo presente son los sentimientos que causó en mí y que hasta hoy continúan firmes. Para mí, la idea del amor en Honduras es imaginaria.


Mi mamá se ha dedicado casi toda su vida a la defensa de Derechos Humanos, por lo que desde su trabajo legal en el ERIC SJ, como abogada, estuvo muy de cerca con los familiares de las personas que perdieron su vida aquel 14 de febrero. Todavía guardo recuerdos de las familias, de las esposas que quedaron viudas, de las mamás y papás que perdieron a sus hijos. Fueron 361 las víctimas. Recuerdo haber acompañado, en varias ocasiones, a mi madre cuando ella viajaba para visitar a estas personas que fueron víctimas, al igual que sus familiares, de un sistema fallido que los violentó y asesinó. Un sistema y un Estado que los mantuvo en un centro penal en condiciones indignas y, que, a pesar de todas las recomendaciones brindadas por parte de organismos internacionales, nunca se ha interesado por cambiar esta situación tan grave que, por cierto, se sigue repitiendo, y lo podemos ver en los últimos asesinatos ocurridos dentro de cárceles de «máxima seguridad».


Han pasado ya varios años de esto y yo ahora estudio Derecho en la universidad, y he comprendido que estos gobiernos buscan aplicar lo que llamamos el «derecho penal del enemigo», un Estado que quiere tener más y más gente criminalizada para llenar las cárceles que construyen, pero rara vez se preocupan en el bienestar de sus privados de libertad. Un Estado que nos incita a ver a los presidiarios con odio y a sentir que lo que pasa en esas cárceles es lo que se merecen, incluso cuando sabemos que muchísimas de las víctimas del centro penal de Comayagua ni siquiera tenían una sentencia condenatoria. Me parece repulsivo ver cómo este sistema nos fomenta el odio hacia personas que igual que nosotros, son gente pobre y víctimas.

La percepción del amor ha ido cambiando a lo largo del tiempo, y es que los seres humanos, también, hemos ido cambiando nuestras perspectivas de ver y entender su definición. Hace muchos años, el versículo bíblico que dice que «el amor todo lo puede y todo lo aguanta», me parecía romántico. Ahora releo y no puedo creer que esa sea una acertada definición de amor. Por suerte, no soy la única persona que piensa que el amor no es tal como nos enseñaron antes: sufrido, abnegado. Es muy difícil, incluso más para las mujeres, viviendo en un país con tanta romantización hacia lo doloroso, porque nos enseñaron que, si no nos duele en el alma lo que nos hagan, no es amor. Desde el amor romántico, nos enseñan a las mujeres que, si un hombre nos molesta y nos busca constantemente, hasta llegar al acoso, es porque ese hombre de verdad nos quiere.


El 14 de febrero se celebró a nivel mundial el día de San Valentín o como otros llaman el «día del amor y la amistad». A veces, me parece irónico que los medios intenten vendernos esta fecha en un país como Honduras donde lo que predomina es la violencia: la violencia militar, la violencia estatal, la violencia por parte del crimen organizado, la violencia en el espacio privado. Podría mencionar tantas cosas que me hacen creer que aquí es utópico: los femicidios, los asesinatos, las masacres. Y cuando escribo esto se viene a mi mente el video, que se hizo viral, de un asesinato a un aficionado de un equipo de fútbol en Tegucigalpa. No puedo dejar de pensar en la saña con la que lo mataron y también la tranquilidad de la gente al compartirlo sin el menor de los escrúpulos, a través de sus redes sociales.


Me resulta doloroso pensar que se puede festejar el amor cuando en apenas dos meses del 2020 se han reportado 35 femicidios. Es difícil seguir teniendo esperanza en la ternura y en ese amor distinto, en un lugar donde la violencia es nuestro diario vivir. Creo que es irrisorio celebrar el amor en cualquier forma que queramos celebrarlo, en un país donde solo en el primer mes del año hubo un total de 269 homicidios, y donde un día antes de celebrar a San Valentín, en los tribunales de justicia de El Progreso ocurrió un enfrentamiento armado a plena luz del día.


Honduras es un país al que, sobre todo, le falta esperanza. Vivimos a la defensiva, en un constante miedo por el que está a nuestro lado, temiendo de confiar en cualquier persona que se nos acerque, que sea amable. Y así nos ha tocado vivir: con enojo, con violencia e irritación, creyendo que nos pueden hacer daño en cualquier momento, muchas veces incluso perdiendo la empatía de lo que pueden sentir otras personas a nuestro alrededor.


Vivo en uno de los países más violentos de Latinoamérica, en el que se ha normalizado el odio: el odio hacia las mujeres, hacia la comunidad LGBTI, hacia las personas privadas de libertad, hacia los pobres. Sin embargo, nos invitan a celebrar el amor todos los 14 de febrero y a mí me resulta contradictorio porque después del incendio del penal de Comayagua, esta fecha también tiene el significado de luto, dolor y violencia.

Suyapa de 58 años, y su hija Beatríz de 31 de la comunidad de El Pataste, una aldea en las montañas del municipio de Danlí, departamento de El Paraíso, intentaron viajar en la caravana migrante del 15 de enero de 2020, pero una complicación de salud a último momento evitó que salieran.

Madre e hija tenían la intención de llegar a los Estados Unidos para recuperar a sus hijas, quienes les fueron arrebatas a finales del año pasado por las autoridades migratorias estadounidenses, cuando Suyapa fue detenida con las menores en el estado de Texas luego de que el coyote que las llevaba las abandonara a su suerte.

Lo que Suyapa desea es que sus hijas sepan que ella no las abandonó y que quizá, lo mejor sea que estén lejos de Honduras, este país violento y sin oportunidades, aunque eso les haya roto su pequeño mundo.

Mónica Gálvez nos cuenta su historia.

En 2007 se aprobó la Ley de Promoción a la Generación de Energía Eléctrica con Recursos Renovables que autorizaba la compra directa de energía sin necesidad de licitaciones y la promoción de incentivos hacia las empresas generadoras. Desde entonces se han firmado más de 200 contratos con empresas privadas, de los cuales solo 90 han entrado en operación y están generando energía. La capacidad instalada de las generadoras renovables representa el 62% del total contratado en el país. Según estimaciones del Sindicato de Trabajadores de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (STENEE), entre renovables y térmicas, se produce un promedio de 1600 megavatios de los 1670 que se necesitarán en 2020. Después de 13 años un gran porcentaje de los 70 mil millones de lempiras de deuda que mantiene la ENEE es a causa de los contratos que garantizaron un negocio redondo para los empresarios, pero significaron aumentos de tarifas y ninguna mejora para aproximadamente 1.6 millones de habitantes que no cuentan con electricidad en el país.

Cuando en 2011 la maquinaria de la empresa Energía Eólica de Honduras invadió la tranquilidad de los pobladores de los municipios de Santa Ana y San Buenaventura para instalar 51 aerogeneradores de 80 metros de altura, los pobladores de esa zona pagaban por mucho unos 100 lempiras (4 dólares) mensuales por consumo de energía eléctrica. Al menos eso cuenta doña Sandra, vicepresidenta del Consejo Indígena Lenca de Santa Ana.

Ahora doña Sandra no logra entender cómo en un solo año —entre febrero de 2019 y febrero de 2020— pasó de pagar 467 lempiras (19 dólares) a pagar 834 lempiras (34 dólares), a pesar de que su consumo de kilovatios/hora solo se ha incrementado la mitad de lo que le están cobrando.

Esta mujer de un poco más de 50 años se pregunta cómo a pesar de todas las promesas, mentiras y engaños que se pusieron en práctica, para que una gran parte de la comunidad aceptara la instalación de un proyecto de energía renovable en un territorio con título ancestral perteneciente a la población lenca, no han obtenido ni siquiera una reducción en los costos de la energía que consumen.

Este proyecto aprobado por el Estado de Honduras en 2008 durante la gestión de Manuel Zelaya Rosales mediante el decreto ejecutivo PCM-16-2008, es el punto que inició la puesta en marcha del cambio de matriz energética que permitió la contratación de cientos de proyectos de generación de energía renovable. Estos proyectos se han convertido en uno de los principales causantes del descalabro económico de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), y que a inicios de este año resultó en la instalación de una comisión interventora.

El parque eólico ha sido totalmente invasivo en la comunidad de Santa Ana, las torres metálicas se ven desde cualquier punto del pueblo, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Nueva interventora, viejas cuentas por pagar

«Es urgente que la deuda histórica que hoy suma más de 70 mil millones de lempiras pueda ser reestructurada debidamente, con base en las negociaciones transparentes que garanticen a la ENEE ahorros significativos», ese fue el mensaje que el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP) dejó en un comunicado de prensa en diciembre de 2019. Unas semanas después el Consejo de Ministros anunciaba la instalación de una comisión interventora con el objetivo de «lograr la estabilización financiera de la empresa y la aplicación plena de la Ley General del Sector Eléctrico de Honduras».

La Ley General del Sector Eléctrico de Honduras entró en vigencia en 2014, pero hasta el día de hoy su implementación en el sector energético del país ha sido prácticamente nulo, provocando una ampliación de la crisis que se viene arrastrando desde que en los años 90, ante los racionamientos de casi doce horas en muchos departamentos del país, se declaró la crisis que conllevó a los primeros contratos con las generadoras térmicas privadas.

Estas generadoras tuvieron el monopolio de la venta de energía a la ENEE hasta que en el gobierno de Manuel Zelaya Rosales se abanderó el cambio de matriz energética para pasar de la generación de energía «sucia», a través de las térmicas, hacia la generación de energía renovable aprovechando los bienes naturales del país. A partir de esa fecha, según informes de la Secretaría de Energía, hubo al menos 200 contratos firmados con empresas privadas.

Según Hugo Noé Pino, economista y miembro del Instituto de Investigación de Políticas Públicas (IIPP), una gran parte de la deuda que sostiene la ENEE es provocada por esos contratos. «Hasta los mismos empresarios han mencionado que son contratos sobrevalorados por encima de los precios en Centroamérica», apunta el economista y explica que el desastre ha sido sistemático e incluye también las pérdidas técnicas que no se redujeron y eran responsabilidad de la Empresa Energía Honduras (EEH), de capital mayoritariamente colombiano, con la que se firmó un contrato de fideicomiso por 360 millones de lempiras (14.5 millones de dólares).

EEH era la encargada de reducir las pérdidas por efectos de distribución en 17 puntos porcentuales. Sin embargo, no se logró y actualmente la cantidad de pérdidas en la ENEE asciende a una cantidad de 12,630 millones de lempiras (509 millones de dólares). «En esa carrera impulsada desde la presidencia de promover alianzas público privadas, no se analizó bien la compañía que se estaba contratando, ni si tenía la competencia adecuada. ¿Qué tipo de intereses económicos jugaron?, ¿por qué el sindicato se involucró?», apuntó Hugo Noé Pino. Una hipotética cancelación del contrato ante su incumplimiento podría significar un mayor perjuicio económico para el Estado ante una posible demanda por parte de EEH. Todo lo que rodea a la ENEE representa pérdidas.

Ahora la comisión interventora liderada por la abogada Miriam Guzmán, quien dirigía el Servicio de Administración de Rentas (SAR), es la encargada de poner en funcionamiento —en medio de la crisis— la Ley General de la Industria Eléctrica que tiene como plan básico la liberalización del mercado energético y la división de la empresa estatal en tres sociedades: Empresa de Generación y Comercialización de Electricidad (Egeco), Empresa Eléctrica de Transmisión y Operación (Emeto) y Empresa de Comercialización y Distribución de Electricidad (Edco).

También se ha señalado la importancia de que esta interventora haga una renegociación de los contratos de energía renovable que se firmaron entre 2008 y 2019, en el marco de la Ley de Promoción a la Generación de Energía Eléctrica con Recursos Renovables, que fue aprobada por el gobierno de Zelaya y reformada en 2013 en el Congreso Nacional mientras Juan Orlando Hernández era presidente del Legislativo.

Estos contratos de energía renovable no pasaban un proceso de licitación, simplemente eran ofertados a las empresas ante la junta directiva de la ENEE , la cual según ley estaba obligada a aceptar la propuesta de generación y luego se pasaba al Poder Legislativo para su aprobación definitiva. Las generadoras aprovecharon la ley para beneficiarse económicamente de un negocio con 0% de riesgos al obtener costos fijos por la potencia instalada, aunque la energía producida no sea constante en el caso de las eólicas, plantas solares e hidroeléctricas, porque dependen de las condiciones climáticas y los recursos naturales de donde generan la energía. Para Hugo Noé Pino lo que hará la interventora en este sentido es tomar algunas medidas paliativas y esconder actos indebidos del gobierno.

Una torre de energía eléctrica sobre las montañas de Santa Ana, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

La ciudad de los vientos en Honduras

Santa Ana y San Buenaventura son dos municipios al sur de la capital de Honduras. En los últimos años se han convertido en un destino turístico de fin de semana por la atracción del parque eólico que fue cimentado en las montañas que le rodean, más precisamente en el Cerro de Hula. Un lugar que según el Instituto Hondureño de Ciencias de la Tierra (IHCIT) fue un volcán activo y que conserva los vestigios de las terrazas agrícolas prehispánicas más importantes de la región.


Doña Sandra ha vivido toda su vida en la zona y cuenta que ahora cuando ve a los turistas venir de la ciudad a tomarse fotos con las eólicas se siente triste y frustrada, la lucha para que respetaran las tierras de sus ancestros se acabó y nadie —casi nadie— escuchó sus reclamos.

El pueblo lenca de Santa Ana cuenta con un título ancestral que data de 1882, este título les da pleno derecho sobre sus tierras; además, como pueblo indígena están amparados por el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que indica que ante la instalación de proyectos de cualquier índole sobre sus tierras, será obligatoria la consulta a los pueblos y comunidades indígenas que habitan la zona de instalación. Sin embargo, en 2008 cuando empezaron a convocar a reuniones de socialización del proyecto, nadie les consultó si querían esa instalación en sus tierras, solo les dijeron que sería «lo mejor que podría pasarle a Santa Ana» y luego desaparecieron por un par de años.

Un grupo de vacas camina frente a la entrada principal del plantel de Energía de Honduras en Santa Ana, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Mercidia Lagos (46) hace tortillas en su hornilla, la vida —explica esta panadera y ama de casa— antes del las eólicas era distinto: silenciosa y sin sombras recorriendo sus hogares durante las tardes de todos los días, San Ana, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

«Luego en 2010 escuchamos que estaban haciendo unos mentados cabildos abiertos, pero con boca cerrada. Ellos decían que era una socialización del proyecto y la pintaron como que no dañaba al medio ambiente ni a las personas y que era un proyecto amigable con todo el mundo. Nos dijeron que estaban sacando dominio pleno a la gente que tenía el terreno con la que querían hacer el contrato de arrendamiento para poner las torres eólicas», cuenta Sandra. La titulación de dominio pleno es ilegal ante la existencia de un título ancestral en posesión de las comunidades indígenas. Sin embargo, la mayoría de las personas aceptó la titulación otorgada por el gobierno municipal, con la promesa de que la empresa pagaría por el arrendamiento de las tierras que se les estaba otorgando para la instalación y operación del proyecto.

La empresa encargada del proyecto fue Energía Eólica de Honduras, una subsidiaria de la empresa Globeleq Mesoamérica Energy, con registro público en Las Bermudas, según un documento de la Comisión para la Defensa y Promoción de la Competencia al que tuvo acceso el medio centroamericano El Faro para uno de sus reportajes. En un principio este proyecto estaba destinado a tener una capacidad instalada o potencia máxima de 102 megavatios de energía y en ese contexto instaló 51 aerogeneradores en las montañas que rodean las tierras lencas, en 2013 se dio una ampliación en el tiempo del contrato y se instalaron 12 turbinas más para completar uno de los parques eólicos más grandes de Centroamérica con 126 megavatios de potencia instalada.

Según estimaciones del Sindicato de Trabajadores de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (STENEE), en Honduras hay una potencia instalada de 2638 megavatios pero la reducción de la generación a causa del clima en las hidroeléctricas, fotovoltaicas y eólicas, deja la potencia firme en 1600 megavatios. Esto supone 100 megavatios menos de lo que se necesita para la demanda de energía en el país. Esa fluctuación de energía no representa ninguna pérdida para los generadores que en los contratos firmaron garantías para que se les paguen costos fijos por la potencia instalada. Por ejemplo, en el contrato que firmaron Manuel Zelaya Rosales, expresidente de la Honduras, y Jay Gallegos, representante de Globeleq Mesoamérica Energy se estipulaba que ante una posible privatización de la ENEE, el gobierno garantizaría el cumplimiento de las obligaciones adquiridas, pasara lo que pasara.

Doña Sandra tiene otra perspectiva de las estrategias de las empresas de energía renovable y la forma en que aventajan cualquier situación. Las familias se han quejado por el ruido insoportable de las turbinas durante la noche, la sombra intermitente que se mete a las casas provocando dolores de cabeza y los cimientos de concreto de las torres que han provocado que el suelo se vuelva infértil para la siembra.

A solo unos metros de la zona de ampliación del parque eólico, en San Buenaventura, vive Bairon y su familia. Cuentan que les ha tocado acostumbrarse al desvelo provocado por el motor y aspas del monstruo productor de energía de 80 metros de altura, «uno se acostumbra», dice la mamá del joven mientras hace tortillas en el fogón de su cocina. Desde el aerogenerador más cercano al terreno familiar, donde se ubica su pequeña casa, se puede ver la totalidad del parque eólico instalado. Bairon señala los lugares donde jugaba cuando era niño, en los tiempos donde todo estaba lleno de árboles. «Hemos tenido reuniones donde hemos solicitado que ejecuten la reforestación que habían prometido. Solo prometen y nunca vienen».

Byron (30) muestra un recibo de energía eléctrica pagado por la suma de 875.79 lempiras, Santa Ana, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Energía de Honduras paga alquiler a quienes no vendieron sus propiedades, pero los impuestos al Servicio de Administración de Renta (SAR) lo cubren las personas y no la empresa, Santa Ana, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Entonces, ¿cuál es el beneficio de este proyecto? Bairon ríe de manera irónica y dice con resignación: «Nada». Las promesas de la empresa fueron muchas, y los proyectos sociales canalizados a través de la alcaldía es de las primeras cosas que se pueden observar al entrar en la recepción de la empresa ubicada en la entrada al municipio de San Buenaventura, eso y los logos de Corporación Multi Inversiones. La oficial de comunicaciones no se encuentra y nadie más puede brindar información.

Energía Eólica de Honduras, subsidiaria de Globeleq Mesoamérica Energy, desde 2016 también forma parte de Corporación Multi Inversiones, una empresa de origen guatemalteco que en 2018 fue señalada por parte de la Fiscalía y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), ya que el presidente de su junta directiva habría financiado de manera ilegal la campaña de Jimmy Morales para llegar a la presidencia del país centroamericano. La compra de la empresa productora de Energía Eólica de Honduras por esta transnacional, que también cuenta con inversiones en la industria de las comidas rápidas a través de Pollo Campero, no ha provocado algún cambio ante las solicitudes de la población afectada.

Para doña Sandra, ya que no hay vuelta atrás a la instalación de las eólicas, la única forma actual de recomponer la problemática es que el dinero de las supuestas ayudas sociales que brinda la empresa, y que en la opinión de los miembros de la comunidad se queda en manos de las autoridades municipales, se ejecute directamente sin intermediación de la alcaldía. «Que le paguen bien a la gente y que si hay una responsabilidad social, pues que den a todas las comunidades afectadas, pero el alcalde quiere que el dinero se lo den directamente», finaliza.

Sandra Verónica Zenón (58), vicepresidenta del Consejo Indígena Lena de Santa Ana, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

A muchas casas de la comunidad se les ha hecho reparaciones después de la instalación del parque eólico, una de ellas, la sustitución de las ventanas de madera por ventanas francesas con vidrios polarizados, intentando de esta manera que la sombra de las torres metálicas —o molinos de viento— entre a sus hogares, esto provoca mareos a los habitantes de Santa Ana, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Corrupción renovable

«En 2012 le dijimos a Juan Orlando Hernández: si ustedes aprueban esos contratos será un perjuicio enorme para el pueblo hondureño en razón de tarifas, y van a restarle mucha competitividad a la economía del país», cuenta el arquitecto Juan Carlos Rodríguez quien ocupa el cargo como presidente de la Coalición Patriótica de Solidaridad. En ese año estaban por ratificarse en el Congreso Nacional más de 50 contratos de energía renovable, en su mayoría fotovoltaica, y aunque Rodríguez afirma que hay algunos contratos que sí era necesario aprobarlos en el marco del plan de expansión estipulado en 2008 por el departamento de Planificación de la ENEE, también es cierto que muchos de ellos eran otorgados gracias a las influencias políticas de los empresarios.

«Cuando revisamos los contratos nos dimos cuenta que así como habíamos hablado de contratos leoninos de energía térmica también se estaban generando contratos leoninos de generación de energía renovable, bajo la excusa de que hay que cambiar la matriz de generación. Dijeron: si no se hace esto, Honduras queda en tinieblas», recuerda Rodríguez. El cambio de matriz energética finalmente se concretó y según datos de la ENEE, hasta el año 2018, el 62% de la capacidad instalada en el país era renovable. Sin embargo, según Rodríguez este cambio se manejó de forma incorrecta y provocó que Honduras ahora tenga la tarifa de energía más alta en Centroamérica.

Ocho años después de la ratificación de todo ese paquete de contratos, vuelve a salir a flote la amenaza de los apagones y racionamientos. Ante esta situación diversos sectores de la empresa privada y el gobierno, han presionado para la aprobación final de un contrato de suministro de energía térmica por 240 megavatios con la empresa Luz y Fuerza de San Lorenzo Sociedad Anónima (Lufussa), propiedad de la familia Kaffie, uno de los grupos con más poder en el sector energético del país y que anteriormente tenía un contrato estatal para la generación de energía.

Una torre del sistema interconectado nacional y tras ella, uno de los imponentes molinos de viento del parque eólico de Energía de Honduras, Santa Ana, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

José Antonio Morán, comisionado presidente de la Comisión Reguladora de Energía Eléctrica (CREE), en declaraciones dadas a un diario nacional, recomendó al Congreso Nacional aprobar este contrato, «considerando que se atendió todos los procedimientos legales de precio competitivo y aprobación», declaró Morán.

Según Miguel Aguilar, presidente del STENEE, hay dos problemas que la CREE y la Comisión Interventora deben observar. En primer lugar, la falta de inversión en la red de distribución y los transformadores de energía que constantemente se sobrecargan, esto provoca apagones que serán inevitables en los próximos meses del año.

«Independientemente de que se compre energía o no se compre siempre habrá apagones en los tiempos de mayor recalentamiento del año porque los transformadores están colapsados porque hay un retraso en inversiones de casi diez años», puntualizó. Y en segundo lugar, analizar los aproximadamente 100 contratos de energía renovable firmados por la ENEE y ratificados por el Congreso Nacional que no han entrado en operación. Todos estos contratos representan alrededor de 2000 megavatios.

Según el arquitecto Juan Carlos Rodríguez, muchos de esos contratos todavía flotan en maletines en búsqueda de un comprador. Según una investigación del periódico digital Revistazo todas las empresas contratadas por la ENEE en enero de 2014 para generar energía fotovoltaica, fueron constituidas para hacer un gran negocio, no para generar energía.
Según los datos investigados por este medio suscrito a la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ), de las 21 empresas a las que se otorgaron contratos de generación, 17 habían existido un año o menos antes de obtener la adjudicación del proyecto. También se comprobó que después de algunos meses 17 de las 21 empresas ya habían sido vendidas en su totalidad a otras sociedades mercantiles. Ninguno de los contratos adjudicados pasaron por un proceso de licitación, hecho que también se señaló en un informe de auditoría elaborado por el Tribunal Superior de Cuentas publicado en 2018.

«Esta gente no pretendía ser generador, lo que pretendían era tener en su maletín los contratos, venderlos a empresas extranjeras que tenían capacidad de financiamiento y producción. Como tenían buenos beneficios, riesgo nulo y grandes ganancias podían venderlos muy bien», apuntó Rodríguez.


Destino incierto

Francis Cruz (42) camina detrás de su ganado, mismo que hace pastar en medio del parque eólico en el zacate seco de la temporada de verano. La energía de su hogar —explica— no se la da el parque, la paga él. Francis cree que cuando no hay viento los molinos adquieren su energía de las personas, y que es debido a eso que han habido muchas muertes por ataques cardíacos en su comunidad, Santa Ana, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Francis acompaña a su ganado desde temprano en la mañana hasta que el sol está casi por esconderse. Los animales pastan en los alrededores de las oficinas de Energía Eólica de Honduras, comenta que no le dicen nada por transitar esa propiedad pero que el día que quieran correrlo él también cerrará los accesos a la torre eólica que se encuentra a unos cuantos metros de su casa. Le pagan 14 mil lempiras cada tres meses por el arrendamiento de las tierras que después de inyectarle una base de concreto para la instalación del aerogenerador ha quedado infértil.

«Cuando no hay aire se roban la energía del corazón para funcionar», dice Francis y recuerda que personas, vegetación y animales han sido afectados por el robo de energía que ejercen los monstruos gigantescos y sus aspas giratorias. Según lo que doña Sandra cuenta, este hombre ha tenido suerte en el precio de arrendamiento, ya que muchos pobladores apenas reciben mil lempiras de parte de la empresa y algunos tienen que gastarlo en pagar la electricidad que se produce a unos cuantos metros y ha aumentado muchísimo en los últimos meses.

Aunque el Consejo Indígena siente que ya no hay mucho por hacer con el proyecto instalado, Sandra asegura que con fuerza seguirán trabajando para que haya justicia en su territorio, inspirados por las pocas visitas que hizo Berta Cáceres en la comunidad y la resistencia en otros municipios como Mesa Grande donde la eólica no logró entrar. «Queremos que si no se puede quitar, al menos haya justicia para la gente que está viviendo esa sombra ese ruido».

Mientras caminábamos por las periferias del hospital -en su ciudad, en su país- no pude evitar sorprenderme por todo lo que miraba a los alrededores: farmacias y laboratorios clínicos por doquier, un gimnasio, restaurantes y cafeterías, tiendas de ropa y utilidades, un parque comunitario, un cuartel de bomberos. Nada fuera de lo normal. En realidad se trataba de un complejo mío, de entristecerme recordando eso que veía yo en mi ciudad.


Ella, mujer, habría querido tener la posibilidad de tomarme de la mano para cruzar la calle, darme un beso que llevara un poco de lujuria un poco de encanto integrado; a mí, mujer, que a veces también quiero besarla en público y tocarle el trasero, y que de hecho a veces lo hago porque en realidad puede hacerse, aunque implique mil miradas encima. Miradas que a veces pueden dar igual, pero a veces dan asco, tanto asco que ya no siento ser yo el motivo del estorbo, sino ellos que están allí y que miran.

El 2019 cerró con la abrumadora cifra de más de 300 feminicidios. Para el 25 de enero del 2020, fecha que conmemora una de las primeras conquistas de las mujeres en Honduras, ya se habían reportado al menos 23 muertes de forma violenta de mujeres cuyas edades rondan entre los 15 y 35 años. Y si los impactos de la criminalidad en Honduras resultan devastadores por el hecho de ser mujer, ¿qué implica entonces ser mujer y lesbiana, sino una lucha constante por vivir?

A los diversos factores de riesgo que viven las mujeres, hay que sumar ahora las formas de discriminación, hostigamiento, marginación, estigmatización y violencia sistemática a las que son expuestas las lesbianas y toda la comunidad LGTTBI, tanto en el seno privado como en el público. Si bien las lesbianas aparentan ser el grupo menos afectado por la violencia extrema dentro de la comunidad, el Informe sobre muertes de la comunidad LGTTBI, 1994-2019 presentado por la Red Cattrachas, registra 38 casos de un total de 325 personas del movimiento LGTTBI asesinadas, que representan 38 compañeras que fueron víctimas tanto de ejecuciones, acribillamientos, violaciones, apuñalamientos, golpes, lapidaciones e incluso machetazos.

Más aún cuando el Estado ha sido el mayor responsable de restringir y coartar los espacios de empoderamiento de las distintas instituciones del movimiento LGTTBII bajo la fórmula del «estira y encoge». Para el caso, solo basta recordar lo ocurrido luego de que el Poder Ejecutivo otorgara reconocimiento legal a las asociaciones en el año 2004, y que tuvo por respuesta la reforma de los artículos 112 y 116 de la Constitución de la República, para invalidar y prohibir el reconocimiento marital y de hecho, así como la adopción por parte de personas del mismo sexo. Todo lo anterior, con la finalidad de «proteger a la familia hondureña».


Proteger a la familia hondureña, ¿pero de quién? ¿de una oleada de personas, de mujeres, que solo buscan vivir y dejar vivir? Porque entienden que proteger es realmente obligar. Obligar a vivir como no vive el resto: en una situación de desigualdad, de incertidumbre tanto humana, como social y jurídica.

Miraba tratando de asimilar que, en realidad mi sorpresa no tenía ninguna razón, seguramente en cualquier parte del mundo ese tipo de negocios son los que se encuentran a las afueras de un hospital. Entonces, le pregunté:
-Adiviná qué se mira por todas partes cuando una sale del Hospital Escuela en Tegucigalpa.

-¿Farmacias? —preguntó.
-No —le dije—. Funerarias. Hay montón de funerarias y funerarias por todo ese bulevar. ¡Ja, ja! Es la marca país.
Me observó un momento y guardamos silencio.
Nada fuera de lo normal. Porque en Honduras, la muerte es el negocio más rentable.

Texto: Otto Argueta y Knut Walter*

Portada de: Voanoticias

Ahora que las cifras de homicidios en los tres países del Triángulo Norte Centroamericano (El Salvador, Guatemala y Honduras) dan muestras de una reducción, la subregión parece no dejarse perder en el olvido del tercer mundo. Honduras y Guatemala han sido escenarios de escándalos de corrupción que alcanzan a presidentes o a sus familiares cercanos y el narcotráfico es un factor determinante en las relaciones políticas en todos los niveles. En El Salvador, el país que parecía libre de crisis políticas, recientemente el presidente Nayib Bukele se encargó de hacer tambalear la institucionalidad al irrumpir en la Asamblea Legislativa rodeado de militares para presionar a los diputados por la aprobación de un préstamo millonario para impulsar las políticas de seguridad de su gobierno.

Los gobiernos de Honduras y Guatemala, apoyados por la clase política, algunos empresarios y grupos sociales, han resistido –hasta terminarlas– a las dos comisiones internacionales creadas para apoyar y fortalecer la investigación de la corrupción en los sistemas políticos. Honduras arrastra la crisis política heredada del golpe de Estado de 2009 y que se profundizó con la reelección del actual presidente Juan Orlando Hernández en 2017.

Desde 2015, Guatemala entró en una fase de regresión de los avances logrados en materia de reducción de la impunidad luego de que el entonces presidente Otto Pérez Molina y la vicepresidenta Roxana Baldetti fueran retirados de sus cargos por haber sido acusados de dirigir una extensa red de corrupción en el país. El gobierno de Jimmy Morales se encargó de liderar una cruzada contra la Comisión Internacional Contra la Impunidad, CICIG, que unificó a diversos sectores que antes, si bien no simpatizaban, al menos no rechazaban la existencia de la comisión. El Salvador era el único país centroamericano – excepto, claro, Costa Rica, la eterna excepción – que había venido respetando (más o menos al pie de la letra) la receta de la democracia representativa, pluralista y civil, desde 1992, cuando terminó la guerra. Si bien asediado por las elevadas tasas de homicidio en ese país, la alternancia de gobiernos entre ARENA y el FMLN fue muestra de que la institucionalidad democrática, la formal y procedimental, no estaba en riesgo.

La toma de posesión de Nayib Bukele, de hecho, dio signos de que el sistema de partidos políticos en El Salvador, dominado tradicionalmente por partidos situados en los extremos del espectro ideológico, entraba en una fase de cambio. Bukele, anterior alcalde de la ciudad de San Salvador por el FMLN, del cual se desligó para postularse como presidente con un partido propio, Nuevas Ideas, en alianza con la GANA, partido del expresidente por ARENA, Elías Antonio Saca (2004-2009), alcanzó la presidencia con un 53 por ciento de los votos en primera vuelta. Pese a los vericuetos de su trayectoria política con partidos tradicionales, el triunfo de Bukele representa un rechazo al bipartidismo y una forma antisistema y polémica de hacer política.

Es así que, el 9 de febrero de 2020, a siete meses del inicio de su gestión, Nayib Bukele se presentó en la Asamblea Legislativa acompañado por militares fuertemente armados para presionar a los diputados por la aprobación de un préstamo millonario para continuar un plan de seguridad que es la explicación oficial de la disminución de homicidios en el país. Con grandes aspavientos, gestos dramáticos y frases explosivas, el presidente Bukele hizo alarde del apoyo popular y militar que goza -además de contar con el consejo político directo de Dios- y aludió al derecho a la insurrección establecido en la Constitución Política de la República.


¿Capricho o personalidad histriónica de un gobernante? ¿Acto desesperado por falta de apoyo político en la legislatura? ¿Crisis de legitimidad o capacidad política? ¿Reacción ante la posibilidad de que la impunidad sea combatida?


En cualquiera de los casos, el uso de los militares como mecanismo de presión política (operativa o simbólica) es posible porque existe la prerrogativa constitucional de hacerlo y porque existen, aún, fuerzas militares que en lugar de reducir su poder, lo han recuperado luego de unas reformas militares circunstanciales en la historia política de los tres países. El problema entonces es de mayor envergadura, ¿cómo sobrevive una democracia cuando son los militares los que saltan a la escena política en momentos de crisis y no las instancias políticas y estatales bajo dirección civil que supuestamente tienen la obligación de mantener el régimen constitucional?

Jimmy Morales, el anterior presidente de Guatemala, apareció el 31 de agosto de 2019 en cadena nacional de televisión y radio acompañado de la plana mayor del Ejército Nacional de Guatemala para anunciar la no renovación del acuerdo que permitía la existencia de la CICIG en el país. Posteriormente desfilaron vehículos militares frente a la sede de dicha comisión. El nuevo presidente Alejandro Giammattei, siguiendo el impulso de Morales, ha nombrado a importantes personajes militares en puestos del gabinete de gobierno que desde la firma de los Acuerdos de Paz habían estado bajo conducción civil. En Honduras, Juan Orlando Hernández ha entregado a las Fuerzas Armadas una cuota de responsabilidad por la seguridad pública a través de la creación de una Policía Militar; también se le ha encargado al Ministerio de Defensa la ejecución de una serie de programas educativos y agrícolas. Las constantes protestas sociales en Honduras, especialmente las derivadas por la reelección de Hernández, han sido reprimidas por fuerzas militares, con un saldo de 22 muertes y otras violaciones a los derechos humanos de acuerdo a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, OACNUDH.

La afrenta de Bukele a la independencia de los órganos del Estado -pilar fundamental del orden democrático- en El Salvador, despierta una preocupación histórica en los tres países y que parece ser el despertar centroamericano del dragón dormido: la participación de los militares en la política.

Fotografía tomada de Plaza Pública. 30 de agosto, día en que Jimmy Morales anunció la no renovación del mandato de la CICIG.

Con conflicto armado o sin él: los militares sostienen el orden político

Honduras se ha excluido de los análisis del postconflicto centroamericano por el hecho de no haber tenido un conflicto armado interno como lo hubo en El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Sin embargo, con la excepción de Costa Rica, que en 1948 disolvió su ejército, todos los estados de la región transitaron por la segunda mitad del siglo veinte bajo el amparo de sus fuerzas armadas. En Guatemala y El Salvador, fueron los militares quienes a través de una seguidilla de golpes de Estado controlaron la conducción política de los gobiernos en el marco de contrainsurgencia. En Honduras, los golpes militares estuvieron siempre en función de la competencia electoral de los dos partidos políticos tradicionales.

En El Salvador y en Guatemala hubo reformas militares promovidas en el marco de los Acuerdos de Paz y en Honduras, que no tuvo ese proceso con la misma formalidad, se hicieron reformas al Ejército durante el gobierno de Carlos Roberto Reina (1994-1998) para reducir el poder la institución armada ese país. Estas reformas tuvieron diferentes resultados en cada país. La reforma militar en El Salvador fue la más prometedora en la región ya que el balance de fuerzas entre el gobierno y la guerrilla – y el peso de los Estados Unidos en esa negociación– logró reducir la injerencia de los militares en la transición a la democracia y darle a los civiles un mayor protagonismo. En Guatemala, el balance de la guerra fue favorable para que los militares postergaran por muchos años más las esperadas reformas (la reducción del número de efectivos militares se alcanzó, al menos formalmente, hasta el gobierno de Óscar Berger (2004-2008). El resultado fue una transición tutelada por militares que de forma cada vez menos explícita, ejercían una importante influencia en los partidos políticos o en puestos de asesoría en dependencias clave del Estado. En Honduras, las reformas fueron limitadas pero importantes en ausencia de un proceso formal de reforma al sector seguridad. Por ejemplo, se creó la Policía Nacional Civil separando esa función de los militares y se abolió el servicio militar obligatorio, además de que el país pasó a formar parte del Tratado Marco de Seguridad Democrática.

En los tres países, la reforma militar fue parte de una expectativa de cambio democrático, necesaria en vista de la larga historia de poder político que los militares ejercieron durante el siglo veinte. Pese a esos cambios, las fuerzas militares lograron preservar un rango constitucional que ha sido una de las fisuras más importantes en el diseño institucional de la democracia en estos países. La seguridad pública interior o el orden público (diferentes términos para referirse a lo mismo) es una función constitutiva de las fuerzas militares consagrada en los textos constitucionales de los tres países. Lo es también el que serán las fuerzas militares las encargadas de hacer valer el funcionamiento de los órganos del Estado cuando las circunstancias así lo ameriten (la redacción es diferente y ambigua en cada caso, pero al final, la posibilidad de injerencia es la misma). En los tres países, el presidente es el comandante general de las Fuerzas Armadas, algo que parecería normal si no fueran estos unos países con larga tradición caudillista y centralista que hacen del Ejecutivo, órgano del cual dependen las Fuerzas Armadas, la más importante instancia de poder político del Estado. Poco quieren estos países para que sus presidentes intenten sobrepasar sus funciones y hasta sus períodos de gobierno. El clientelismo y la política patrimonial hacen del Ejecutivo un centro de negociación para todos los asuntos relacionados con la corrupción y los partidos políticos, que tienen la representación en los órganos legislativos, son maquinarias de negocios que instalan en dicho órgano a un gerente más que a un presidente.

Ejércitos policías en países sin guerra


La participación de los militares en el control del orden público tiene una larga historia en esta región. Sin embargo, fue durante las décadas de 1940 y 1950 que se atribuyeron funciones específicas de orden público y otras de mantenimiento del orden constitucional a las Fuerzas Armadas. En el caso de El Salvador, los términos varían desde orden público y seguridad interna hasta paz interna. Todos son conceptos ambiguos que los textos constitucionales no definen con precisión pero que han justificado la función militar en materia de seguridad pública. De hecho, la misma función es delegada a la policía, la cual en algunas ocasiones fue suprimida, en otras condicionada a los militares o bien, inexistente hasta este momento como es el caso de Guatemala.

Con excepción de la guerra breve entre Honduras y El Salvador en 1969, los tres países no han enfrentado amenazas externas de orden bélico. Más bien, fueron los conflictos armados internos los que justificaron el crecimiento de los ejércitos durante la segunda mitad del siglo veinte acompañado por un proceso de cambios en su naturaleza y organización con miras a modernizarlas. En Guatemala la función de seguridad interior fue incluida en la constitución de 1945, pero ya desde antes las fuerzas militares eran las responsables del orden público. La misma situación ocurrió en Honduras en la Constitución de 1957, en la que se insertó un apartado especial para las Fuerzas Armadas a quienes se les delegó la función de orden público y se les obligó a acatar las órdenes del presidente de la República. Se estableció que la Policía sería civil y encargada del orden público y que el Ejecutivo podría someterla a un régimen militar cuando fuera preciso mantener el orden público y fuera necesaria la defensa de las instituciones democráticas (Art. 97). La Constitución de 1965, producto de un gobierno de facto, suprimió todos los artículos relacionados con la Policía y otorgó a las Fuerzas Armadas el control absoluto de las funciones de seguridad. Fue hasta la Constitución de 1982 que la Policía recobró su estatus constitucional. En El Salvador, desde 1950 se le delegó a la Fuerza Armada el mantenimiento del orden público, la seguridad y el cumplimiento de todas las garantías constitucionales, especialmente la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República. En la Constitución de 1983 se separaron las funciones de defensa nacional y seguridad pública en ministerios diferentes. Después del Acuerdo de paz en 1992, la seguridad pública quedó adscrita a la Policía Nacional Civil, creada como institución independiente de la Fuerza Armada. Si bien la Constitución vigente de El Salvador no delega la función de seguridad pública en la Fuerza Armada, establece que el presidente puede disponer de ella para ese fin cuando los medios ordinarios se han agotado. Su uso será temporal y excepcional y la Asamblea Legislativa podrá disponer el cese de tales medidas excepcionales. En las reformas siguientes se introdujo el concepto de paz interna cuya garantía se delegó a la Fuerza Armada.

Una de las expectativas que generó la transición a la democracia fue la reducción del poder militar tanto en lo político como en el uso de la fuerza. Se puede entender que en el proceso de formación de estos estados, los militares tuvieran el control del orden público porque esos procesos fueron todo menos democráticos. Sin embargo, la transición a la democracia supuso la superación de esos legados. Las policías civiles fueron creadas para asumir las funciones de seguridad interna. Sin embargo, en los tres países la delegación constitucional de esa función siguió recayendo en última instancia en las fuerzas militares. En Guatemala, el artículo 244 de la Constitución, que determina que la seguridad interior del país es parte constitutiva de los fines del Ejército, fue uno de los sometidos a referéndum en 1999. También se incluyó darle un estatus constitucional a la Policía Nacional como el único cuerpo policial armado con competencia nacional encargado de mantener el orden público y la seguridad interna. Con solo un 18.6% de participación ciudadana, todas las reformas constitucionales fueron rechazadas. En El Salvador no hubo referéndum pero sí una serie de reformas constitucionales asociadas con el Acuerdo de paz de 1992, una de las cuales delegó en la Fuerza Armada el mantenimiento de la paz interna en situaciones excepcionales. En Honduras 21 reformas a la constitución desde 1982 no cambiaron la delegación del orden público a las Fuerzas Armadas.

Desde la década de 1990, la violencia social en los tres países fue escalando paulatinamente hasta alcanzar los niveles más altos del mundo mientras que las instituciones policiales nunca lograron asumir por sí mismas la función de seguridad interna sin depender de la presencia militar. Incluso en El Salvador, que llegó a tener la mejor institución policial de los tres países, los militares fueron desplegados como apoyo -transitorio- para la seguridad pública durante el gobierno de Mauricio Funes (2009-2014). En Guatemala los militares centraron sus recursos en la seguridad pública y en Honduras se ha llegado al extremo de crear una policía militar justificada por la cooptación de la Policía Nacional por el crimen organizado y a pesar de un proceso de depuración de dicha institución.

Son divergentes los resultados en materia de expectativas democráticas, especialmente cuando la seguridad pública ha sido presentada como el principal problema que explica la precariedad social y económica de la región. Los presidentes de los tres países han ocupado el cargo después de campañas que ofrecen «mano dura» para restituir la seguridad pública (léase más militares y policías a las calles), y también han justificado su fracaso aludiendo impedimentos políticos y económicos que no les permitieron ser lo suficientemente duros en la materia.

Fuerzas Armadas: la muleta de la democracia en el Triángulo Norte


La democracia se fundamenta sobre otra premisa básica: una democracia se controla y estabiliza con más democracia. Cuando un gobernante hace uso de los militares para hacer valer su poder frente a la sociedad o bien frente a otro órgano del Estado, no se construye democracia, al contrario, se debilita o se perpetúa lo que en términos centroamericanos se conoce como la democracia tutelada.

Además de la seguridad pública, los estados de estos tres países han reservado prerrogativas constitucionales para que sean los militares quienes, en última instancia, preserven el orden constitucional y democrático. Sin embargo, la definición de inestabilidad o transgresión del orden constitucional raras veces ha sido definida por órganos competentes e independientes como las cortes constitucionales. Las constituciones de Honduras y El Salvador (la de Guatemala no) incluyen el derecho a la insurrección del pueblo para defender la alternabilidad en la presidencia y el orden constitucional, pero han sido los militares, a través de sus golpes de Estado, quienes se han insurreccionado amparados en su mandato constitucional. Las guerrillas de la segunda mitad del siglo veinte se insurreccionaron en nombre del pueblo y fueron fuertemente combatidas -junto con el pueblo- por los militares.

Juan Orlando Hernández, presidente de Honduras sale a dar conferencia de prensa para desligarse de acusaciones por narcotráfico, rodeado del ministro de Seguridad, el militar Julián Pacheco Tinoco y el ministro de Defensa, General Fredy Díaz. Agosto 2019.
Foto: Martín Cálix/Contracorriente.

En Honduras, el golpe de Estado de 2009 fue ejecutado por militares cuando se determinó que un intento por incluir una urna para decidir la posibilidad de reelección era un atentado al orden constitucional. Sin embargo, no hicieron lo mismo cuando se hizo la reelección del actual presidente en medio de una polémica sobre la legalidad de la misma. Los militares acuerparon al presidente Jimmy Morales de Guatemala cuando anunció el fin de la CICIG, situación que nadie había decretado como inconstitucional. Y ahora, el presidente Bukele fue acompañado por militares para presionar a otro órgano del Estado, acción que ya la Sala de lo Constitucional definió como incorrecta en términos constitucionales.

Los golpes de Estado militares se han amparado históricamente –ya sea de manera explícita o implícita– en los artículos constitucionales que dan derecho a la insurrección en El Salvador y Honduras. En Guatemala los militares no necesitaron ese aval para ejecutarlos. En la novísima era democrática de la región, es posible que los militares no vuelvan a usar ese recurso. Tal vez Dios o Estados Unidos les aconsejen a tiempo que no es conveniente. Sin embargo, son los gobernantes civiles quienes hacen uso de los militares en tiempos difíciles, debidamente amparados por las prerrogativas constitucionales que transitaron intactas a la era de la democratización.

Las Fuerzas Armadas han sido las instituciones más sólidas en los tres países al punto que sus funciones rebasan todo orden de carácter militar o de seguridad y asumen funciones que son propias de otras instituciones que, al contrario, han perpetuado su debilidad. En Honduras, la Constitución le permite a las Fuerzas Armadas asumir funciones que están fuera de todo orden militar, como la alfabetización, educación, agricultura, protección del ambiente, viabilidad, comunicaciones, sanidad y reforma agraria si las instituciones destinadas para esos fines lo solicitan (Art. 274). Durante los últimos años, los militares hondureños han estado a cargo de extensos programas educativos y recientemente serán los encargados de desarrollar programas agrícolas para reactivar la economía en el campo.

Los textos constitucionales ambiguos también abren las puertas para la incursión de los militares en la política interna. La Constitución de 1983 en El Salvador intentó aclarar las disposiciones de las constituciones anteriores que le encargaban a la Fuerza Armada el cumplimiento de la ley, el mantenimiento del orden público y la garantía de los derechos constitucionales. Sin embargo, la situación terminó siendo aún más riesgosa en términos democráticos dado que la Constitución vigente dispone en el Art. 212 que «Los órganos fundamentales del Gobierno mencionados en el Art. 86 [legislativo, ejecutivo y judicial] podrán disponer de la Fuerza Armada para hacer efectivas las disposiciones que hayan adoptado, dentro de sus respectivas áreas constitucionales de competencia, para hacer cumplir esta Constitución». En esas circunstancias cada órgano puede hacer uso de la Fuerza Armada, pero ¿a quién responderá en última instancia cuando el conflicto sea entre dos órganos, como es el caso del presidente Nayib Bukele y la Asamblea Legislativa de El Salvador? No es poca cosa el que el presidente es el comandante general de una Fuerza Armada, obediente y no deliberante, y que ésta depende del Ejecutivo tanto administrativa como financieramente. Habría que ver qué hace la Fuerza Armada si es el órgano judicial o el legislativo el que le ordena que haga cumplir al Ejecutivo sus funciones. Como se dijo antes, en países de tradición centralista, caudillista, personalista y clientelista es difícil que los presidentes enfrenten una situación así.

Obedientes y no deliberantes

Los militares en estos y en cualquier país latinoamericano respetan la Constitución Política. Otras leyes secundarias o normas internacionales, como las de derechos humanos, pueden ser reconsideradas si las circunstancias en tiempos difíciles así lo ameritan y si la orden deviene de la autoridad competente (el presidente de la República es comandante general de las Fuerzas Armadas) que se ampara en el texto constitucional.

Eso en El Salvador, Honduras y Guatemala es un arma de un solo filo. Los tres países están siempre en tiempos difíciles. La seguridad pública fue desde la transición a la democracia la mejor excusa para sostener instituciones armadas que superan en recursos y poder a otras instituciones que bien pudieron haber sido fortalecidas para atender las causas sociales de la delincuencia, la criminalidad e incluso el narcotráfico. La demagogia de las nuevas amenazas que dominó el debate en la década de 1990 sentó las bases para justificar la presencia militar en materia de seguridad pública. Como si se tratara de una tabula rasa, gobiernos, sociedad civil y comunidad internacional consideraron que luego de terminar los conflictos armados surgieron amenazas que antes no existían y que además eran producto del entorno global y no de los déficits estructurales no resueltos en cada país. La narrativa del carácter transnacional de los problemas de inseguridad continúa y cada vez más los gobernantes se aplauden entre sí considerando que sus esfuerzos son dignos de imitar. Alejandro Giammattei apoyó públicamente la acción de Nayib Bukele el 9 de febrero justificando que era necesario para combatir el problema común de las pandillas.

Los tres países están sorteando siempre la presión social que produce la precariedad de sus modelos económicos. El Salvador y Honduras (Guatemala en menor medida) se caracterizan por economías y sociedades abiertas al mundo, países importadores de grandes volúmenes (relativamente hablando) de bienes de consumo y energéticos así como exportadores de grandes contingentes (relativamente hablando) de personas, una emigración que alivia las presiones sociales internas y permite costear, a la vez, las importaciones de las cuales dependen tantas personas que se quedan en estos países. Pero los flujos migratorios se están reduciendo. El viaje a Estados Unidos por rutas informales cada vez más peligrosas ahora se ha vuelto prácticamente imposible gracias al endurecimiento de las políticas migratorias de Washington, que la Unión Europea también comenzará a imitar el año entrante. Si los frenos a la migración hacia Estados Unidos se mantienen después de 2021, los tres países tendrán que hacer lo imposible por diseñar e implementar políticas de desarrollo que efectivamente eleven la tasa de crecimiento económico y mejoren la distribución de ingresos y servicios en lo que ahora son sociedades de grandes desigualdades. En otras palabras, crear las condiciones y las oportunidades para que la ciudadanía sustituya las perspectivas asociadas con la emigración y el sueño americano por otras, más modestas pero seguras, que puedan concretarse en el país mismo.

Finalmente, se demostró que la corrupción, que hasta hace algunos años parecía estar blindada por la impunidad, no era imposible combatirla. Presidentes encarcelados o fugados, familiares de presidentes condenados por lavado de activos y narcotráfico, ministros civiles y militares en prisión y una amplia gama de funcionarios y empresarios enjuiciados y condenados por financiar partidos políticos y campañas electorales y obtener contratos con el Estado de forma anómala, todo esto ha abierto fisuras en el muro de la impunidad. La reacción ha sido la vuelta al antiguo régimen: terminar con las comisiones internacionales, hacer comisiones locales contra la corrupción de dudosa capacidad e independencia y, por supuesto, mostrar el músculo militar cuando ha sido necesario.

La presión social que se traduce en protestas e inestabilidad del orden público alude al mandato constitucional de que son las Fuerzas Armadas las llamada a preservarlo. Los gobernantes tienen sus propios problemas circunstanciales: Nayib Bukele debe mostrar resultados en el corto plazo si quiere conservar el apoyo de sus seguidores en redes sociales porque no cuenta con apoyos en el órgano legislativo y gobierna un país desfinanciado; Juan Orlando Hernández enfrenta la sombra de su relación (familiar) con el narcotráfico y la corrupción y la tentación de un tercer período presidencial, por inconstitucional que pueda ser y Alejandro Giammattei asumió el gobierno de un país que tiene los arañazos que la CICIG le dio al Leviatán de la corrupción guatemalteca y que ahora muestra su fuerza, un legado del expresidente Jimmy Morales.

El mayor riesgo para la democracia en estos países es la paradójica combinación de gobernantes electos a través de procedimientos democráticos pero carentes de legitimidad (suponiendo que la legitimidad no proviene únicamente del voto) y la existencia de poderosas Fuerzas Armadas, constitucionalmente obedientes y no deliberantes. Una paradoja que ocurre en contextos de crisis de gobernanza agravada por una reducción de la emigración que hasta ahora ha apuntalado la estabilidad económica y en donde son los militares el fiel de la balanza y la institución delegada para la defensa de la democracia y el orden constitucional. Esa combinación en nuestros contextos podría despertar al dragón dormido, ese que conduce a soluciones de corte autoritario y no democrático que ya hemos conocido ampliamente en la historia de estos de países. Que sea esta una situación cómoda o incómoda para las Fuerzas Armadas es algo que está por verse.

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* Knut Walter. Historiador. Ha sido docente en universidades de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Estados Unidos. Es autor de varios estudios monográficos de historia centroamericana moderna, especialmente de El Salvador y Nicaragua, y coordinó la elaboración de textos de historia salvadoreña y centroamericana.

La aprobación del proyecto de ley de Consulta Previa e Informada (LCPI) pronto se estará discutiendo entre los legisladores del Congreso Nacional, después de dos años de permanecer en proceso de estructuración y socialización.

En 2018, el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP) entregó a Mauricio Oliva, presidente del Congreso Nacional, a través de una conferencia de prensa, la iniciativa de anteproyecto de Ley sobre consulta previa libre e informada; que es la que actualmente entrará en debate.
La Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH) y el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) ya habían hecho un anteproyecto de este tipo antes, sin embargo no se tomó en cuenta a la hora de constituir el actual.

Según una nota publicada por la página del Congreso Nacional, la LCPI tiene como objetivo «dictar medidas de protección de los derechos e intereses de las comunidades indígenas y afro descendientes», además de brindarles espacios de participación.

Oscar Nájera, diputado del Partido Nacional que dirige la Comisión Especial que dictamina el anteproyecto, aseguró que por primera vez en la historia se logró un consenso con 10 pueblos indígenas, sin embargo días después de dar esas declaraciones, representantes de organizaciones de comunidades originarias, protestaron afuera del Congreso Nacional exigiendo que no se apruebe la propuesta de LCPI.

En los últimos años, el respeto y la regulación del Artículo 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha sido una demanda ante los conflictos socioambientales originados por la falta de consulta a comunidades cuando proyectos extractivistas son desarrollados. El caso más extremo fue el asesinato de Berta Cáceres, fundadora del Copinh, que se oponía a la instalación de una hidroeléctrica en territorio lenca.

Contra Corriente (CC) conversó con Olivia Zúniga Cáceres (OZC), hija de Berta Cáceres y ahora diputada en el Congreso Nacional por el partido Libertad y Refundación (LIBRE). Olivia forma parte de la Comisión de enlace con pueblos indígenas y afro hondureños del Congreso y desde allí se opone a un dictamen favorable porque considera que este proyecto de ley es inconsulto con los pueblos, corrupto e ilegítimo.

Olivia Zúniga Cáceres, diputada al Congreso Nacional por el departamento de Intibucá, durante la entrevista para Contracorriente, Tegucigalpa, 12 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

CC: ¿Cuál es el panorama general de los proyectos extractivistas en el país actualmente?, ¿qué acciones legislativas deberían generarse para evitar problemas en las comunidades?

OZC: Se ha impuesto una política extractivista en función de los intereses de las grandes transnacionales, de los monopolios, de la empresa privada, de accionistas de políticos corruptos que se han prestado para ser funcionales al sistema extractivo y beneficiarse con las ganancias; porque ahora dedicarse a la explotación de recursos hídricos y energéticos es realmente uno de los negociazos más grandes en este país. El golpe de Estado se da precisamente para imponer ese modelo extractivista.

Aunque seamos minoría, aunque no seamos la principal fuerza en el Congreso tenemos que accionar: uno, a la hora de los debates, mostrando argumentos y dos, mostrando propuestas alternas a lo que ellos presentan. Me parece muy importante denunciar y visibilizar lo que está pasando ahí adentro, siento que muchas veces la gente no tiene idea del nivel de suciedad que es el tema de la imposición del modelo extractivo a nivel del Congreso Nacional.

Nuestro papel es contribuir para que el pueblo se informe, aunque vivamos en un cerco mediático, por ejemplo en mi caso, yo estoy super censurada en los medios de comunicación masivos en este país, por haber mencionado varias veces a los asesinos intelectuales en el caso del asesinato de Berta Cáceres que es mi mamá.

CC: Ha mencionado antes que con el asesinato de su madre, Berta Cáceres, incrementaron las intenciones de avalar a través de las leyes los proyectos de empresarios en zonas de comunidades indígenas, ¿cómo se ha ido desarrollando este proceso que mencionan?

OZC: Cuando surge el asesinato de Berta Cáceres, los ojos del mundo se ponen en Honduras, Juan Orlando inicia todo un proceso para lavar la cara a su gobierno que tenía una cara ensangrentada como un gobierno asesino de los líderes y lideresas ambientalistas de este país.

Juan Orlando toma una serie de medidas, acompañadas por los grupos empresariales, y los mismos organismos económicos e internacionales como la Unión Europea que respaldan todos estos procesos. Una de las cosas es este proyecto de ley, que es como para decirle al mundo «miren aquí vamos a poner este proyecto». El asesinato de Berta Cáceres paró proyectos y montón de financiamientos. A Honduras al gobierno le suspenden «ayudas» que se daban y la presión mundial es horrorosa.

Comienzan a tomar algunas medidas y entre ellas es este proyecto de ley de consulta. Eso se agudiza inmediatamente después del asesinato de Berta Cáceres, el mismo Juan Orlando Hernández, habla de ello. «Hay que impulsar un proyecto de ley», pone a sus ministros y empiezan a trabajar con el COHEP, pero quien aprueba esto es el Congreso Nacional, entonces esto es como la última etapa.

CC: Se ha cuestionado la legitimidad de la representación indígena ante el gobierno con este proyecto de ley, ¿a quiénes se está tomando en cuenta y a quiénes no?

OZC: Hay Personas y organizaciones funcionales a los intereses de la narcodictadura, porque siempre hay una organización, por ejemplo CONPAH (Confederación de Pueblos Autóctonos de Honduras) que está avalando todo lo que el gobierno está haciendo y que prácticamente sus militantes son activistas del Partido Nacional. Ahora vienen de DINAFROH, que también era cachureca, a un lugar donde las personas que laboraron ahí, lastimosamente, ahora están en el Congreso; muchos son asistentes, otras son diputadas, como el caso de la doctora Ivana Bermúdez, que viene de esos espacios.

Ahí estuvo Gloria López – haciendo referencia al proceso de socialización – esta persona del Partido Nacional que ataca la memoria de Berta Cáceres de manera permanente, que es mandadera de Juan Orlando Hernández, junto con otro grupo de organizaciones que pecaban por ignorancia.
OFRANEH y el COPINH se manifestaron en los bajos del Congreso porque tampoco van a ir a hacerle el juego a Oscar Nájera, a salir en una foto, en un video, abrazándose con él y haciéndole la patarata.

La líder misquita, Marlene Zelaya, durante el chequeo por parte de la seguridad del Congreso Nacional de Honduras, previo a dejarla entrar a una reunión con la comisión de socialización de la Ley de Consulta Libre Previa e Informada, junto a representantes del COPINH, OFRANEH y líderes tolupanes, Tegucigalpa, 23 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

CC: En una publicación de OXFAM se asegura que este proyecto tiene incongruencias jurídicas, ¿qué incongruencias son estas?

OZC: El proyecto tiene incongruencias jurídicas que están explicadas por la relatora de pueblos indígenas. Una de las más grandes es que ¿cómo usted va a tener un proyecto de ley de consulta previa, libre e informada que violente un marco jurídico internacional que está en rango constitucional, como el convenio 169 de la OIT?

Este proyecto de ley contravendría el mismo convenio 169 y la Constitución de la República, hay un artículo de la Constitución que habla de la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y de sus territorios, sus bosques y sus recursos naturales (Art.346). No se puede aprobar en un Congreso Nacional un marco jurídico interno que violente un marco jurídico internacional en un rango constitucional.

CC: ¿Qué es lo que se violenta del Convenio 169 de la OIT?

OZC: Violenta el derecho al consentimiento, a la libre determinación de los pueblos. En este caso, es el hecho de que no puede ser no vinculante la decisión de una comunidad, no puede decidir el Estado por un pueblo indígena.

OFRANEH y COPINH ya habían trabajado en un proyecto de ley de Consulta Previa e Informada, que se presentó el periodo pasado a través del exdiputado Rafael Alegría, este era un proyecto que era más representativo de los pueblos indígenas y respetando el convenio 169, después de presentarse se engavetó de inmediato.

CC: Usted comentó a un medio de comunicación digital que asistió a reuniones de la comisión especial que analizará este proyecto de ley, ¿Qué observó durante esas reuniones?

OZC: Nosotros ya como diputados de LIBRE llevamos un planteamiento. Nos habíamos reunido con organizaciones de sociedad civil que estaban observando este proceso y que lo declaran como un proceso irregular, también nos habíamos reunido con la alta comisionada de las Naciones Unidas, Soledad Pazo; nosotros exigimos que estuviera la alta comisionada que había emitido informes pronunciándose en contra de la aprobación de esta ley.

Pues me fui de metida y bueno, ellos decían que sí a todo. Escuché las opiniones de los diferentes diputados miembros de la comisión. Los diputados del Partido Nacional prácticamente no sabían nada, solo iban a decir sí a todo lo que decía Oscar Nájera que es el presidente; lógicamente él sí sabe muy bien lo que se está jugando, es una persona que ha trabajado para el despojo de los pueblos indígenas en la zona norte del país y que mantiene su poder político y económico gracias al apoyo de estos poderes fácticos que están detrás.

Lo que hizo la alta comisionada fue una intervención muy larga, donde ella expuso el porqué no debe de ser aprobada, por qué se debería suspender del Congreso Nacional la discusión de este dictamen y por qué debería ser anulado.

El presidente de la comisión, el diputado Oscar Nájera, le dijo sí a todo; no había pasado ni una semana cuando ellos iniciaron el proceso de socialización. (…) Se fueron a meter a La Mosquitia, a la costa norte, reunieron a activistas del Partido Nacional y a gente desinformada que seguramente no tenían ni idea de a qué iban; levantaron firmas y con eso dijeron que habían socializado.

Bertha Zúniga —hija de Bertha Cáceres y líder del COPINH— sostiene en sus manos el documento con observaciones a la Ley de Consulta Libre Previa e Informada, firmado por la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH) presentado a la comisión de socialización de la ley por parte del Congreso Nacional, Tegucigalpa, 23 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

CC: Han hecho referencia a que el Estado no está siguiendo las recomendaciones de la Relatora de Pueblos indígenas de la ONU, Victoria Tauli-Corpuz, ¿qué recomendaciones dio ella al respecto y de qué manera se están incumpliendo esas recomendaciones?

OZC: Una es que no se apruebe ese proyecto de ley, lo otro prácticamente es denuncia de los asesinatos y de persecución. Ella argumentaba que no se debe aprobar porque se estaba haciendo de manera viciada. Dice en su informe en la tercera página en los últimos párrafos, que la forma en la que se está realizando este proyecto de consulta es con activistas afines al gobierno que están firmando documentos.

Ella recomienda al Estado de Honduras que no se apruebe y que se suspenda de manera inmediata la discusión del proyecto de ley.

CC: ¿Qué transnacionales y empresas del país serían las beneficiadas tras la aprobación de este proyecto de ley?, ¿cree que están involucradas de alguna manera?

OZC: Salen beneficiadas todas las que quieran explotar los recursos. Aquí tenemos empresarios conocidos como Fredy Nasser y los Atala Zablah.

Las familias más poderosas de este país son las mismas que están vinculadas en actos ilícitos. No son una clase empresarial decente, son una clase empresarial que actúa como estructura criminal, como asociaciones ilícitas porque no les importa asesinar, destruir la cultura, poner sicarios, imponer el paramilitarismo, la militarización de nuestros territorios, amenazar a la gente, sobornar, dar dinero a cambio de voluntades, darle siete millones de dólares a un alcalde, por ejemplo, para que les apoye, hacerle mansiones, darle poder político y económico.

Hay un grupo empresarial multinacional que está interesado en el despojo, esto es algo grande, no es una lucha contra un diputado del Partido Nacional, es una lucha contra los mega poderes que operan en el mundo y que imponen el extractivismo bajo un modelo capitalista, racista y patriarcal, que cree que puede despojar de los derechos a los pueblos indígenas por ser indios o a los pueblos negros por ser negros, y no digamos el impacto que sufren la vida de las mujeres. Ellos están detrás, aquí verdaderamente la lucha es contra los poderes fácticos de este país.

CC: En un encuentro con organizaciones opositoras a este proyecto se habló sobre un plan estratégico de lucha desde el CN contra cualquier ley que pueda afectar a los pueblos y territorios del país ¿Qué acciones se han tomado para evitar que se apruebe la ley?


OZC:
Nosotros, el próximo martes, tenemos una reunión para tratar precisamente este punto. Ya hicimos algunos aportes y hablamos de que parte de tomar esas acciones estratégicas es por la defensa ecológica de nuestros bienes naturales comunes y de nuestros pueblos originarios. No es un proceso fácil pero vemos que este proceso abre la ventana para crear un acercamiento entre las comunidades indígenas y que de esta manera se consolide un plan estratégico de lucha legislativa en defensa de nuestros bienes naturales. No es nada fácil, ya hay prácticas impuestas históricamente dentro del Congreso Nacional que no favorece este tipo de cosas. Ahí tenemos comisiones que botan el pisto, andan en todo Honduras, turisteando, gastando el dinero, andan en congresos móviles pero para esto – haciendo referencia a las capacitaciones- no hay presupuesto. Nosotros tenemos que gestionarnos solos.


Una de las cosas que hablábamos a finales del año pasado, es que los próximos meses teníamos que pensar seriamente en el tema ambiental. Libre tiene que permanecer en su demanda, en su proceso de protesta y denuncia a favor de la Madre Tierra y en contra de las amenazas neoliberales que se imponen en el Congreso a través de diputados que solo les interesa favorecerse económicamente.

CC: En las próximas semanas este proyecto de ley se someterá a discusión en el Congreso Nacional, ¿cuál cree que será el dictamen legislativo sobre su aprobación?


OZC:
El pueblo sabe, el pueblo no es tonto, eso será aprobado. Nosotros como bancada, aunque tengamos toda la capacidad de protestar y toda la voluntad de estar en contra. Ellos aprueban lo que quieren porque tienen la mayoría de votos, tienen las presidencias y los puestos claves dentro de las comisiones; son los que estructuran las comisiones especiales, entonces la gente tiene claro que eso va a ser aprobado.

Ashanty Crisanto, diputada del Congreso Nacional por el Partido Libertad y Refundación, escucha atenta a una mujer garífuna que desde el otro lado de la verja es parte del grupo de personas que protestaron contra la Ley de Consulta Libre Previa e Informada aprobada por el Congreso Nacional de la República, Tegucigalpa, 23 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Texto editado de Casi Literal

Estaría en el kínder cuando aquel niño blanco, gordito, de pelo azabache e hijo de la señora que vendía las tortillas ya me arrancaba profundos suspiros y me despertaba la más ingenua candidez. Y es que desde que tengo uso de razón me han gustado los niños. Con los años, a raíz de entender que la cultura y el entorno tenían un enorme peso sobre nuestro inconsciente, no tardé en cuestionarme si mi orientación sexual en realidad era decisión mía o más bien el resultado del aprendizaje cultural. Recordé aquel maestro que me enseñó que la calidad de mis decisiones y opiniones estarían mediadas por el conocimiento que tuviera. Mientras más formada e ilustrada estuviera al respecto, mis probabilidades de tener criterios propios y libres de manipulación serían más altas. Fue entonces cuando me di la oportunidad de regalarme espacios, tiempos, libros y, sobre todo, personas y experiencias diversas. Concluí que la orientación sexual no se aprende, ni se decide, ni se elige y menos se prefiere. Tan solo se siente.


La mayoría de los estudiantes con quienes he trabajado, si no es que todos, provienen de hogares conformados por parejas heteronormativas. Me entristezco al ver en muchos de sus comportamientos pequeñas acciones que de forma temprana van evidenciando la ausencia de bondad, solidaridad y ternura. Estoy convencida de que la heterosexualidad no es garantía de tener sentido ético y que no existe ninguna evidencia que muestre una escala de valores superior en este grupo de personas. Por el contrario, los sonados casos recientes de abusos a menores no han sido provocados precisamente por personas LGTBI sino por una de las instituciones que, paradójicamente, más se ha jactado de promover la moralidad y las buenas enseñanzas: la Iglesia.


Con frecuencia se utiliza una conducta reprochable para justificar un odio que no tiene que ver con la conducta en sí sino con quien lo hace. Basta hacer una entrevista callejera y en segundos sabremos quiénes son los acosadores número uno a nivel mundial: los hombres bien heterosexuales, cuyas prácticas no parecen ofuscar ni ofender tanto al resto. De igual manera, todos hemos visto el tratamiento «especial» que se ha dado a los sacerdotes pederastas dentro de la iglesia. ¿Crítica? La más suave. Pero, vamos, que si Juan le da un beso en la boca a Pedro en el parque es un atentado imperdonable a la moral —aparte de asqueroso y repulsivo— ¿Niños abusados sexualmente? «Bueno, eso no lo es tanto y además podemos discutirlo».


«Las odio Lahurita», me comentaba una mujer. «Es que usted no sabe lo que es ser acosada por una persona así. Cada día del colegio aquella mujer no me quitaba la mirada de encima. Estaba obsesionada conmigo y por eso las detesto». De esta forma justificaba su odio a las lesbianas. La entiendo porque he vivido una situación muy similar, pero a diferencia suya, a mí me ha ocurrido prácticamente toda la vida. Ya quisiera yo que hubieran sido miradas libidinosas, pero no. Cientos de hombres muy «normales» y «bien» heterosexuales se han dedicado a acosarme desde que tengo uso de razón y, siendo una niñita, el hijo de trece años del ejemplar matrimonio cristiano y muy heterosexual de la casa vecina ya me había requetetocado el culo mucho más de un par de veces; pero no: no odio a todos los hombres por eso.


Uno de los principales mitos homofóbicos para justificar que no se debe permitir la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo es decir que los menores van a adquirir las orientaciones sexuales de sus padres. El mensaje que predomina en quienes piensan de esta forma es que la orientación sexual se aprende a partir del ejemplo y lo único que se me ocurre pensar es que esa opinión surge de la experiencia propia. Imagino que todas las personas que sostienen ese argumento vieron a sus padres ser heterosexuales y lo aprendieron. De ahí que les produzca tanto pánico convivir y entender a las personas LGTBI. ¡Menuda y voluble heterosexualidad de quienes piensan así! No es mi intención cuestionarles si así lo han vivido, pero me es imposible entenderles porque mi experiencia ha sido completamente diferente.


¿En qué momento el amor se convirtió en pecado? Que los prejuicios y fanatismos pretendan convencernos de que hay maldad en amar a otro ser humano es reírse un poco de nuestra capacidad de razonar. La orientación sexual es un estado que se siente y, para sorpresa de muchos, puede ir y venir a lo largo de la vida. La gran mayoría de los problemas en el mundo surgen por la falta de amor, no porque lo haya. Una realidad debe quedar clara: heterosexuales y homosexuales vivimos el amor casi de la misma manera. No hay mayores diferencias y, por suerte, todos tenemos la posibilidad de sentirlo.


A finales del mes pasado, se dio a conocer que el Poder Ejecutivo envió una propuesta de ley al Congreso Nacional, solicitando suprimir el Banco Nacional de Desarrollo Agrícola (BANADESA), esto tras presentarse un informe de la Comisión Nacional de Bancos y Seguros (CNBS) en el que se indicó que la institución muestra insostenibilidad y falta de solvencia por no contar con los recursos mínimos de funcionamiento, y con ello la ninguna posibilidad de recuperación. Esta insolvencia tiene parte de sus raíces en la corrupción.

La Comisión alega que para salvar la institución se necesitan más de 3 mil millones de lempiras, y afirman que de los valores activos que se encontraron cuando comenzaron su gestión administrativa como interventores de la institución (alrededor de 6 mil millones de lempiras), solo el 47% representaba valores reales, el otro 57% no existía como consecuencia de malas prácticas bancarias.

La solicitud del presidente Juan Orlando Hernández se origina en medio de casos de corrupción millonarios dentro de BANADESA, y con cuestionamientos por parte de los productores primarios del país sobre el interés del gobernante de intentar cerrar el banco por segunda vez.

El primer intento: una fusión con Banhprovi


No es la primera vez que sale a la luz la inviabilidad de la institución, el 31 de agosto de 2016 la CNBS realizó un informe sobre la situación de BANADESA, en el que se estipulaba que el banco no tenía posibilidades de atender de manera sostenible al sector agrícola y productivo, por ende esa situación afectaba la protección de sus depositantes y acreedores.

Un mes después, surgió la primera intención por parte del Ejecutivo en desaparecer la institución, a través de una propuesta de ley enfocada en la fusión entre BANADESA y el Banco Hondureño para la Producción y la Vivienda (BANHPROVI). En la nota de prensa compartida a los medios por parte del Despacho de Comunicaciones y Estrategia Presidencial se aseguró que Hernández estaba solicitando que BANHPROVI absorbiera BANADESA, afirmando que «la primera entidad financiera se ha posicionado como una institución sólida y de prestigio, (…) mientras que la segunda en los últimos años ha requerido un saneamiento financiero».

La propuesta no consiguió la mayoría calificada requerida para ratificarse, sin embargo, se creó el Decreto Ejecutivo PCM 084-2016, donde se estipuló la creación de una comisión interventora, como la actual. Posteriormente la comisión sugirió «nombrar (…) responsable de la administración del Banco Nacional de Desarrollo Agrícola al Consejo Directivo del Banco Hondureño para la Producción y la Vivienda», no se logró una fusión pero sí una alianza administrativa donde el Consejo Directivo de BANHPROVI se comprometió a tutelar el total de los pasivos y activos de BANADESA.

Jorge Lobo, presidente de la actual Comisión de Agricultura y Ganadería del Congreso Nacional dio declaraciones en un medio de comunicación nacional, en la que afirmó que los productores no fueron favorecidos ante esa decisión del Poder Legislativo y sigue trayendo consecuencias a los préstamos actuales para los productores. «Desde que BANHPROVI agarró la administración, le empezaron a cerrar los créditos a la cartera (…) a la buena le decían que ya no había fondos para prestarle. Al final quien empezó a cercenar las posibilidades que BANADESA siguiera operando fue el Poder Ejecutivo» comentó en el medio televisivo.

Mayra Falck, actual presidenta de BANHPROVI llegó a encabezar esta intervención, pero antes que ella llegara a la presidencia del Banco de Producción y Vivienda, fue nombrada por el presidente Juan Orlando Hernández como vicepresidenta del Banco Central de Honduras en el 2016.

A pesar de que el Consejo Directivo de BANHPROVI ya no maneja la parte administrativa de BANADESA debido a la nueva intervención de la CNBS en la institución, José Segovia, expresidente de BANADESA reveló que cree que, ante la posibilidad de cierre del Banco de Desarrollo, ahora se utilice a BANHPROVI para actos de corrupción «porque vienen las próximas elecciones y seguramente va a servir para el mismo propósito», dijo en el foro televisivo Frente a Frente.

Segunda intervención: los 4 mil millones a las FFAA habrían sido suficientes


En febrero de 2019, nuevamente la Comisión Nacional de Bancos y Seguros intervino a BANADESA colocando nuevos administradores: Marco Antonio Cano y Roberto Antonio Jerez, con el objetivo –como sucedió después de no ratificarse la fusión con BANHPROVI– de que estos determinaran la situación financiera de la institución, y a partir de ello sugerir la resolución adecuada basándose en los resultados que se encontraran. Los administradores fueron nombrados inicialmente por 120 días – lo que equivaldría a cuatro meses, teniendo entonces como finalización el mes junio del año pasado– sin embargo, se les hizo dos extensiones en la administración, una después de estos 120 días y otra en noviembre del año pasado y que continúa vigente hasta la fecha. Cano estará dejando la administración este mes.

Entre lo que se encontró durante el año en el que la Comisión manejó la institución, están cinco mil expedientes que no cuentan con documentos, los cuales representarían la pérdida de 800 millones de lempiras, asimismo se encontraron casos de fraude, mal uso de los recursos del Banco y otorgamiento de créditos sin cumplir requisitos.

Además de esto, aseguran que la mora encontrada dentro del banco alcanza el 72% debido a las deudas por préstamos que no se han pagado.

Evin Andrade, superintendente de la CNBS, dijo a Contra Corriente que en BANADESA no hubo un procedimiento adecuado a la hora de otorgar créditos, porque no existió un proceso integral que permitiese el seguimiento y recuperación del dinero prestado por el Banco. «Si usted presta y no le pagan es imposible que pueda cubrir sus obligaciones, entonces lo que se crea es un desfase, lo que afectaría en sus patrimonios. Un banco para operar necesita 800 millones como base de capital mínimo, en el caso de BANADESA para alcanzar ese mínimo necesita poner 3,400 millones de lempiras porque tiene capital negativo. El mismo Código de Comercio establece que una institución que ha consumido su capital en las tres cuartas partes, es una institución técnicamente quebrada», dijo Andrade.

Por otra parte, Dulio Medina, presidente de la Asociación Nacional de Agricultores y Productores de Granos Básicos de Honduras (Prograno), expresó a este medio que los pequeños y medianos empresarios no son los que tienen en bancarrota la institución, puesto que estos no solicitan préstamos de más de cien mil lempiras. El productor explicó que hay 88 grandes créditos de más de 3 millones de lempiras que sumarían un total de 640 millones, lo que significa 121 millones menos que los que solicitan por debajo de los cien mil. A pesar de esto, quienes se han acercado a pagar han sido en su mayoría los pequeños productores.

Además de esas pérdidas, las seis condonaciones que se dieron entre 1992 y 2008, por decretos en el Congreso Nacional, llegan a los 401 millones de lempiras, dinero que según Medina no se ha retribuido al banco por parte del Estado. De estas condonaciones, Marco Cano, actual administrador de BANADESA, afirmó en un programa de televisión la semana pasada, que no se conoce quiénes fueron las personas beneficiadas durante ese periodo de tiempo, porque en el 2013 hubo un cambio de sistema en el que se excluyó esa información. «Necesitábamos averiguar una información (…) enlazar a unos deudores actuales, porque la ley dice que si usted ha sido beneficiado por una condonación, BANADESA no le puede otorgar un crédito (…) pero cuando fuimos al sistema a rastrear para cruzarlo, el sistema no los tenía», explicó Cano.

Contrario a estas declaraciones, Evin Andrade ha asegurado que sí tienen nombres y registros, y que en ningún momento en ese proyecto legislativo se dijo que al que condonara no se le podría otorgar otro crédito.
Con estos datos presentados por la CNBS y la propuesta de Ley dirigida al Congreso para la supresión del Banco, Mauricio Oliva, presidente del Legislativo, creó la Comisión Especial para Socializar y Dictaminar el cierre de BANADESA; esta nace frente a la ya creada Comisión de Agricultura y Ganadería liderada por el diputado nacionalista Jorge Lobo, quien se opone a la desaparición del banco.

El diputado Enrique Yllescas, cuarto vicepresidente del Congreso Nacional y secretario de la comisión de finanzas, asegura que el objetivo es determinar a través de investigación y análisis si debe o no cerrarse BANADESA, posteriormente se debe presentar un informe al Congreso para que este dictamine lo que debe proceder. «La última decisión la tiene el Poder Legislativo, es el que va a analizar desde el punto de vista financiero, legal, administrativo y estructural, determinar si realmente BANADESA aún es sostenible o es mejor crear otro ente estatal con una reingeniería homologada en nueva tecnología», explicó el diputado.

Por su parte, el diputado Juan Ramón Flores, del partido Libertad y Refundación dijo en un medio de comunicación nacional que en la creación de esta reciente comisión estarían figurando los intereses del presidente de la República, porque no se tomó en cuenta a ningún miembro de la Comisión de Agricultura y Ganadería, por oponerse al cierre del banco. «Nombraron a una comisión especial que es un invento que tiene el presidente (…) porque hay que reconocerlo, Jorge Lobo como el presidente de la comisión –haciendo referencia a la del agro- también se opuso, más los miembros de otras bancadas (…) pero como ellos tienen una línea del gobierno para cerrar», declaró Flores.

Para que se apruebe la propuesta de Ley enviada por el Ejecutivo, se necesitaría mayoría calificada, al menos 86 votos para su ratificación. Paralela a esta propuesta surgió la creación de la Agencia de Desarrollo Nacional que vendría a cumplir las mismas funciones de BANADESA. Andrade de la CNBS expuso que este nuevo ente se podría capotalizar con alrededor de 2 mil millones de lempiras. «Los cuales lógicamente el Estado no puede ponerlos de un solo, sino que lo hará de forma gradual. En un primer año lo va hacer de 400 millones de lempiras y así sucesivamente hasta alcanzar los 2 mil millones de lempiras en un periodo de cinco años», comentó el superintendente.

En contraste con esta inversión a una nueva institución, además de los 4 mil millones que se le otorgó al sector agrícola a través de las Fuerzas Armadas, a BANADESA le hacen falta fondos. Al consultarle al miembro de la CNBS si podría llegar a salvarse BANADESA, dirigiendo inversión a la institución, Andrade aseguró que el banco tendría que priorizar sus obligaciones y luego ver si podría restablecerse.

«Tenemos, actualmente, alrededor de 700 millones de lempiras que son de depositantes que hay que regresarlos, esas obligaciones hay que honrarlas (…) Si usted invierte 3 mil millones para reactivar el banco, prácticamente ese dinero lo que va a servir es para pagar todas esas obligaciones que el banco tiene (…) tendría que invertir otra cantidad de dinero para poder reactivar el tema crediticio», explicó el representante de la CNBS. Sin embargo, para el ex ministro de Economía, Fernando García, 4 mil millones habrían superado cualquier problema financiero de BANADESA.

Más allá de los números en informes está la corrupción

La crisis financiera y administrativa de BANADESA no solo se originó de los datos oficiales presentados por la administración interventora actual. Varios casos de corrupción con cantidades millonarias en desvío de fondos habrían aportado a la insostenibilidad del banco, además de los procesos de privatización de servicios estatales.

En septiembre del año pasado la recién extinta Misión de Apoyo Contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (MACCIH) señaló a varios exfuncionarios de BANADESA en la línea de Investigación «Corrupción sobre Ruedas», donde se les denunciaba por desvío de fondos provenientes del proyecto social «Bono 10 mil», el cual era manejado por el banco.

El coordinador del programa, junto con el gerente administrativo y el financiero se fueron acusados por abuso de autoridad, fraude y uso de documentos públicos falsos, dejando un gasto de poco más de 11 mil 400 millones de lempiras que se sustrajeron en 104 retiros entre julio de 2013 y mayo de 2014. Para este cometido, se realizó una firma de contratos con una empresa fachada – Servicios en Inversiones AID- en la que se solicitaba el arrendamiento de vehículos blindados para supuestamente brindarles seguridad a las personas de BANADESA que entregaban el bono, pero en realidad fueron utilizados para movilizar personas que trabajaban en la campaña electoral del entonces candidato a presidente Juan Orlando Hernández. Además, se utilizaron alrededor de 800 mil lempiras para consumo de alimentación en el Estadio Nacional el 27 de enero de 2014, día en el que se realizó la toma de posesión del actual presidente Juan Orlando Hernández.

La MACCIH también explicó que AID recibió cheques para el hospedaje de miembros de un partido que asistieron a Comayagua a la convención «Todos por una Vida Mejor», evento organizado por el Partido Nacional en el que se esperaban «mil convencionales entre propietarios y suplentes de todo el país (…), también representantes del gabinete de gobierno, diputados y alcaldes».

El analista Fernando García cuenta que la corrupción pudo venir desde antes, que quizá se hayan utilizado fondos dados por el ALBA TCP con el que se constituyó un fideicomiso en BANADESA en el gobierno de Manuel Zelaya Rosales, para dar grandes financiamientos a un empresario de San Pedro Sula después del golpe de Estado en el 2009.

«El ALBA donó al Estado de Honduras 100 millones de dólares, que fueron ingresados a la Secretaría de Finanzas (…), hasta donde yo tengo conocimiento, antes del golpe de Estado del 28 de junio de 2009 la Secretaría constituyó un fideicomiso en BANADESA, que era para los pequeños productores campesinos, la pequeña producción familiar, empresas asociativas y empresas cooperativas. Sin embargo el golpe de Estado trastocó esa iniciativa y por eso se conoce de un empresario muy fuerte de San Pedro Sula que solo en un financiamiento recibió 100 millones de lempiras, una cifra inaudita para un solo préstamo», explicó.

El economista considera que estas acciones son posibles porque existen normas jurídicas y políticas de financiamiento que no son precisas. «Provocan que haya discrecionalidad en el Ejecutivo como para favorecer el uso de su criterio, en función de intereses político partidarios y no de políticas del desarrollo del sector agrícola, ganadero y agropecuario», expresó García.

El expresidente de BANADESA, Jorge Segovia, manifestó que vio los documentos que utilizó un periodista para denunciar que diputados y miembros del gobierno estaban cambiando cheques en la institución provenientes de otros bancos entre 2013 y 2014. «Este gobierno lo quiere cerrar porque es el que ha cometido más corrupción (…) el cajero general de BANADESA renuncia porque ya no aguantaba la presión de Casa Presidencial cambiando cheques de banco a banco que es prohibido, entregando papeles y sacando dinero», aseguró Segovia, haciendo referencia a BANADESA, en un foro televisivo.

Por otra parte, para Jorge Lobo, no solo son los casos de corrupción los que generan esta intención de cerrar la institución, sino las intenciones de pasar la cartera de BANADESA a banca privada. García, explica que desde principios de los noventa – con el gobierno de Rafael Leonardo Callejas – se estableció una comisión de modernización del Estado que comenzó a promover la privatización de activos estatales. «Desde ese momento el Banco Nacional de Desarrollo Agrícola, el Banco de los Trabajadores, el Banco del Café se pusieron en la mira del Gobierno, para ir promoviendo poco a poco un ambiente favorable a su privatización», declaró el ex ministro de economía.

Ante el panorama actual de la situación corrupción-privatización de los entes públicos, el futuro de BANADESA se tambalea frente al continuo esfuerzo del gobierno por su erradicación y la poca viabilidad de su rescate.

Texto y fotos: Martín Cálix

Los 200

—El día que pasamos nosotros todo bien, íbamos alegres porque creíamos que ya la habíamos hecho, ya íbamos cruzando, ya estábamos en México.

Narra con cierto desencanto un joven de 25 años que viajaba en la caravana migrante del 15 de enero, su nombre es Edwin. Luego de tres días en Tecún Umán esperando el mejor momento para poder cruzar, Edwin y el grupo con el que atravesó el río Suchiate que divide Guatemala y México, decidieron subir varios kilómetros hasta encontrar un punto ciego que les permitiera llegar a territorio mexicano. Ahí no había policías, no había agentes de migración, y pudieron avanzar tres horas cuando fueron interceptados y retenidos. La Policía Federal mexicana, explica Edwin, los apresó, incluso utilizando gas pimienta y después les engañó: los llevó hasta un punto migratorio para que firmaran unos documentos que les decían, posibilitaría obtener un permiso de tránsito por México; esto nunca se dio, finalmente fueron montados a un bus y enviados de regreso a Honduras.

Un grupo de personas que se unieron a la segunda caravana migrante de enero, descansa en la Terminal Metropolitana de Buses. San Pedro Sula, 30 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.
Madres y sus hijas e hijos, toman un breve descanso, al inicio del camino, en la salida al occidente del país. San Pedro Sula, 31 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Es la noche del 31 de enero, 15 días después este joven originario de San Esteban en el departamento de Olancho, está nuevamente donde empezó, retornado, y ve acumularse poco a poco a quienes han atendido la convocatoria de una nueva caravana: «la caravana del diablo», se presumía le habían nombrado a través de redes sociales.

Pero «la caravana del diablo» no sumaba ni 200 personas.

Edwin —como muchos— tomó la decisión de unirse a la caravana anterior por la falta de empleo, para este soldador no hay más trabajo en el pueblo de San Esteban, y alimentar a su familia, tres hijos y su esposa, se ha vuelto una tarea difícil. «Es complicado mirar que tenés hijos y los días van pasando y estás desempleado, lo que hace uno es agarrar esos caminos, arriesgar la vida», reflexiona.

—¿Te sentís derrotado?
—No, porque estamos con vida y con fuerzas para seguir adelante, vamos a tratar de regresar, vamos a tratar de regresar, pero ya con algo distinto.

Ese «algo distinto» del que habla Edwin es la visa mexicana, esta vez ya no en caravana.

Con una bandera de la Selección Nacional de Fútbol de Honduras, dos jóvenes encabezan un grupo que no superaba las 200 personas y que salió en la madrugada desde la Terminal Metropolitana de Buses de San Pedro Sula. 31 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

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La noche del 31 de enero la Casa del Migrante en Ocotepeque estaba llena, había 60 personas que hacían turnos para comer un plato de frijoles con huevo y tortilla, café, bañarse y descansar. En el parque, del grupo que se dispersó para pasar la noche a la intemperie, dos chicas sentadas en una banca frente a los puestecitos de comida callejera se preguntan cómo le harán para convencer a las autoridades mexicanas de que ellas lo único que quieren es trabajar para poder sacar adelante a sus hijas. «Tenemos un problemita», dice una, «ella y yo somos pareja», explica. Se van porque el trabajo de cocina en un comedor solo les da 3 mil lempiras al mes (unos 120 dólares), pero también se van porque se han comprometido, quieren casarse y en Honduras no solo no se puede, sino que esconden su relación por miedo a que algo les pase. «Hay hombres que violan a mujeres como nosotras», explican.

Se enamoraron, vivieron un tiempo juntas, lejos de sus familias haciéndose pasar por amigas nada más, pero poco a poco el rumor de que son lesbianas, que son pareja, comienza a esparcirse entre sus círculos personales, y también el temor de ser separadas por sus padres. Prefieren no decir sus nombres y bromean con su anonimato, un poco para evadir la pregunta de cómo se llaman, un poco para intentar calmar la ansiedad que sienten porque al día siguiente retomarán camino, y la frontera de Tecún Umán —por donde han dicho van a intentar cruzar hacia México— estará más cerca.

Para el mediodía del 1 de febrero el grupo había pasado por Esquipulas, y del grupo más rezagado solo quedaban cerca de 20, hombres jóvenes todos, que se van porque no hay trabajo para ellos en Honduras, explican algunos, los pocos que hablan porque al ser un grupo pequeño se sienten expuestos y desprotegidos.

Dos jóvenes revisan la ruta que deben seguir en su camino hacia el norte en un mapa de la Casa del Migrante. Esquipulas, 1 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un cubículo para que puedan pasar la noche y descansar quienes llegan a la Casa del Migrante José. Esquipulas, 1 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.
Santos, de 22 años, toma sus alimentos durante el almuerzo, este día descansa junto a su primo Lenin de 19 años en la Casa del Migrante José. Los dos primos han decidido migrar porque en Siguatepeque el desempleo no les permite tener mejores condiciones de vida. Esquipulas, 1 de febrero 2020. Foto: Martín Cálix.

En este grupo viajan Santos de 22 años y su primo Lenin de 19 años, dos jóvenes originarios de Siguatepeque en el departamento de Comayagua. Los dos primos han trabajado toda su vida en las plantaciones de café donde apenas ganaban entre 100 y 120 lempiras diarios. Lenin ahorró su última corta de café para poder hacer este viaje, parte de lo que ganó se lo dejó a su hija de 2 años y a la madre de esta, y con el resto tomó camino hacia el norte.

Para Santos hubo una oportunidad, una pequeña oportunidad fuera de las plantaciones de café: trabajó durante unos meses de cocinero en un restaurante, donde ganaba 3 mil lempiras al mes, eso significó un cambio para este chico que dice trabajar desde los 5 años en las plantaciones de café, pero aunque alejado de la explotación que viven los corteros de café su trabajo de cocinero no representaba abrir la puerta de una vida más digna, esa, espera encontrarla en Estados Unidos. Para alcanzar esta meta los dos primos piensan que trabajar en México durante un tiempo será lo mejor, y luego seguir al norte, tan al norte como puedan.

Santos y su primo Lenin solo pudieron asistir a la primaria, sus condiciones de postergación, como la de todos los jóvenes del área rural, en donde estudiar significa en muchos casos andar a pie durante horas para llegar al centro educativo más cercano, son parte de las condiciones que finalmente han orillado a los dos primos a emprender juntos el camino de la ruta migratoria hacia Estados Unidos. Atendieron el llamado, son dos de cerca de 200 personas, que ahora caminan con sus esperanzas de una vida mejor lejos de Honduras.

La tarde previa al día de salida de la caravana migrante, dos jóvenes se arreglan mutuamente el pelo con una gillette. San Pedro Sula, 30 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Este grupo que salió de la Terminal Metropolitana de Buses de la ciudad de San Pedro Sula en la madrugada del 31 de enero, en su mayoría, eran jóvenes y niños. De este grupo 8 menores que viajaban solos fueron retenidos por Migración y el Dinaf en Agua Caliente, 7 de ellos escaparon a la retención y seguramente avanzaron por puntos ciegos, un agente de la Policía Nacional y dos trabajadores del Dinaf fueron incapaces de mantener en retención a los adolescentes.

—¿Por qué te querés ir?
—Para ver si encuentro una vida mejor. —Con resignación y cabizbajo, responde Axel.

Axel tiene 15 años, es el menor de 7 hijos, su madre es madre soltera y para Axel, la aldea de Dos Caminos en Villanueva, Cortés, es un lugar aburrido y feo, donde lo único que hacía era aprender el oficio de soldadura en un taller. Axel es el único de los 8 adolescentes que no pudo escapar del cautiverio en el punto fronterizo de Agua Caliente, y mientras explica un poco su historia con desdén, enrola un cigarrillo de mentira con el papel aluminio que cubría el plato de comida que la Dinaf le ha dado para que almuerce.

—Y tu madre, ¿sabe que te ibas?
—Sí…
—¿Qué te dijo?
—Que tuviera cuidado, pero ya voy pa´ bajo.

A Axel, la Dinaf lo va a enviar a Centro Belén en San Pedro Sula, donde contactarán a su madre para que vaya por él, pero antes de entregárselo a la madre de Axel le espera una amonestación verbal por parte de la institución, y si Axel reincide en migrar solo antes de que cumpla los 18 años y es interceptado, entonces será separado de su madre y sus hermanos, para ser enviado a una casa hogar. Por ahora, el sueño de Axel por llegar a los Estados Unidos tendrá que esperar.

Las casas del migrante

Un voluntario de la Casa del Migrante José, muestra en su mano un boleto que entrega la casa a cada migrante, lo que les da derecho al menos a 3 noches de hospedaje, un desayuno, un almuerzo, una cena y una refacción (una merienda). Esquipulas, 1 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

—Es algo que no podemos percibir: si van a seguir o no van a seguir. —Explica Judith de la Casa del Migrante José en Esquipulas, quienes la noche del 31 de enero recibieron a 45 personas de los casi 200 que salieron desde San Pedro Sula.

Judith Ramírez es la coordinadora del equipo de voluntarios en la Casa del Migrante José de Esquipulas. Desde hace 3 años trabajan por darle una atención digna a las personas que pasan por Esquipulas en su andar hacia el norte. En un principio ni siquiera tenían un terreno propio, atendían en la calle, luego pudieron alquilar un espacio para poder atender al «hermano migrante», explica Judith, una laica comprometida de la iglesia católica, y para ella las casas del migrante solo son posible desde el milagro del amor a los migrantes.

Ninguna casa del migrante ha recibido apoyo del gobierno guatemalteco, se sostienen por el apoyo incansable de la feligresía de las parroquias. Pero si el Gobierno de Guatemala le preguntara a Judith cuánto necesita para atender a los migrantes que recibe todos los días en Esquipulas, ella respondería que unos 4 mil dólares mensuales. En Honduras con la casa del migrante en Ocotepeque sucede los mismo, se sostiene desde el apoyo de la iglesia. Las personas que llegan a las casas del migrante, explica Judith, no han perdido la esperanza, son personas que salen de sus países buscando un futuro que no encuentran. Y para los caminantes de la ruta migratoria las casas del migrante se convierten en los oasis del camino: se detienen para bañarse y comer algo, pasar la noche bajo un techo, desayunar y luego poder seguir. Adelante hay otra casa refugio a donde llegar.

Judith Ramírez, coordinadora del equipo de voluntarios que atiende la Casa del Migrante José. Esquipulas, 1 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

—En la primera caravana atendimos a 5 mil personas, les dimos dos platos de comida.

Para Judith esto solo puede ser explicado desde el milagro de la multiplicación de los peces y los panes, y es que en las casas del migrante deben hacer que todo se multiplique. «No solo es el camino, va más allá, estar lejos de tu familia en un lugar donde no te quieren ni te valoran», cuenta desde su experiencia. Judith estuvo 5 años en los Estados Unidos, al volver no pudo sino ayudar a quienes pasan por Esquipulass con la esperanza —que explica ella, no puede quitársele a los migrantes— de una vida mejor, distinta, a la que dejan atrás.

Los retornados: «el que es deportado o es retornado es un fracasado»

Una familia se abraza en el Aeropuerto Internacional Ramón Villeda Morales, luego de horas de espera por su familiar. La Lima, 3 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

En el Aeropuerto Ramón Villeda Morales de la ciudad de La Lima, Vicky de 24 años, espera a Olman de 26 años. Vicky y Olman tienen un hijo de 8 años.

Esta capitalina de la colonia El Pedregal lleva muchas horas esperando que su expareja salga del chequeo migratorio, y para entretenerse pela mangos verdes con el cuchillo que un vendedor de frutas le ha prestado. Olman decidió migrar luego de que asesinaran a sus dos hermanos, a uno por el impuesto de guerra y al otro porque salió corriendo luego de que lo detuvieran en una colonia de Tegucigalpa para preguntarle por los tatuajes de su cuerpo. Los tres hermanos trabajaban como choferes de unidades de transporte público, y Olman decidió migrar para pedir asilo político, pero el acuerdo firmado por Estados Unidos con los países de Centroamérica no le permitió acceder al asilo. Después de 7 meses esperando la respuesta a su solicitud, Olman debe volver a Honduras. Vicky cree que si el padre de su hijo continúa trabajando en el transporte público terminará muerto como sus hermanos, y reniega del gobierno y de sus programas que dicen mejorar la vida de los más pobres de Honduras.

Para el cierre de 2019, la Fuerza Nacional Antimaras y Pandillas (FNAMP) primero Fuerza Nacional Antiextorsión, creada por Juan Orlando Hernández, reportaba alrededor de 2 mil denuncias por extorsión en el país.

—La Honduras donde yo vivo cada vez está peor.
—¿Cómo podrías describir la Honduras donde vos vivís?
—Pues te voy a contar que la vez pasada iba para mi trabajo y ¿qué me dijo un ladrón? Vos hija de la tarantantarán, dame el celular sino te voy a pegar un tiro, y eso es cada día en la mañana, hasta madrugan los ladrones. —Cuenta, y dice que ha sido asaltada dos veces en el último año y la Policía jamás ha hecho algo.

Vicky de 24 años y vestida con camisa rosa, carga en brazos a una bebé mientras espera que su expareja y padre de su hijo de 8 años, salga del chequeo migratorio en el Aeropuerto Internacional Ramón Villeda Morales. La Lima, 3 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

En el barrio donde vive Vicky la Policía Nacional está ausente, el barrio es controlado por una de las maras o pandillas que controlan los barrios de la periferia de la ciudad. Y está bien para esta joven, «porque por lo menos ahí no asaltan», dice. Se sienten más seguros con la mara cuidando el barrio.

A veces, Vicky llama para decir que no va poder llegar a trabajar en la tienda donde labora desde 2014 en el centro de la ciudad. A veces no tiene dinero y se arriesga a perder el único trabajo que ha podido conseguir y con el que ha podido alimentar a su hijo y enviarlo a la escuela, la única entrada de dinero que ha tenido en los últimos 7 meses. El asilo político que se le negó a Olman era la única oportunidad que estos jóvenes tenían para ofrecerle a su hijo un futuro lejos de la violencia hondureña. Olman es uno de los más de 5 mil hondureños retornados que, según el Instituto Nacional de Migración, en su mayoría lo hacen de forma voluntaria. Pero a Olman lo detuvieron en Texas, y luego de 7 meses de cautiverio no pudo obtener el ansiado asilo que significaría para él y los suyos alejarse de la violencia que ya cobró dos vidas en su familia.

Según un post de Facebook en la página del Instituto Nacional de Migración de Honduras, todos los días Estados Unidos deporta más de 200 hondureños, los que llegan al aeropuerto internacional Ramón Villeda Morales de La Lima, a 15 minutos de San Pedro Sula. —Hay estigma de que el que es deportado o es retornado es un fracasado. —Explica César Ramos, miembro del equipo técnico del programa de apoyo a migrantes retornados de la Comisión de Acción Social Menonita (CASM).

Gustavo Sánchez de 28 años, deportado desde Atlanta, Georgia, es originario de Baracoa, Cortés, vivía en Estados Unidos desde el año 2007 donde trabajaba en una llantera. Él es parte del grupo de deportados que llega al Aeropuerto Internacional Ramón Villeda Morales. Gustavo dice que volverá a irse. La Lima, 3 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.


La organización CASM desde 2014 ha trabajado con los migrantes retornados a raíz de la emergencia que se decretó por la cantidad de menores no acompañados que fueron retornados en ese año, en ese momento se conformó junto a organizaciones estatales y de sociedad civil la atención de los retornados.

En total, 10,450 menores fueron retornados en 2014 según el Informe Estadístico de las Personas Repatriadas / Retornadas a Honduras Periodo Enero a Diez de Diciembre de 2014, un informe realizado por el Gobierno de Honduras. El retornado —explica César Ramos— necesita ayuda psicológica prioritaria, porque los migrantes cuando regresan son personas que no tienen nada, han perdido lo que tenían para apostarle al viaje hacia Estados Unidos y al volver no tienen nada, solo hambre. Regresan a sus entornos de violencia y desempleo.

El programa de atención a los retornados que la Comisión de Acción Social Menonita ayuda a los retornados que acceden a él para que puedan reincorporarse al país, algunos toman talleres de oficios y se les ayuda buscando empleo, aunque —reconoce, Ramos— a veces esto último resulta complicado si las empresas no pueden contratar a quienes en un primer instante se fueron del país por la falta de empleo, también alimentos, debido a que cuando regresan no tienen nada. —El gobierno en algún momento decidió sacarnos de estos centros de recibimiento de estos migrantes, el CAM-R en Omoa, el CAM-R en el aeropuerto Ramón Villeda Morales, y en el Centro Belén, donde llegan los niños. —Explica César Ramos.

Antes de que las autoridades hondureñas sacaran a las organizaciones de sociedad civil que atendían a los migrantes retornados, daban toda su atención en los centros de recibimiento, ahora lo hacen desde la Terminal Metropolitana de Buses en San Pedro Sula. La atención que siempre ha estado a cargo de las organizaciones como Comisión de Acción Social Menonita y de Casa Alianza, fue solicitada por el gobierno de Honduras como requisito para continuar atendiendo a los retornados en las instalaciones del Estado.

—¿Hubo una justificación para expulsarlos de los centros?
—Creo que tiene que ver con la crítica de parte de las organizaciones de sociedad civil de que el gobierno no está haciendo lo suficiente para dar respuesta a esta población cuando retorna.

El enfoque, explica Ramos, que el gobierno de Honduras tiene con respecto «a la migración irregular» viene en línea con las políticas anti migratorias de los Estados Unidos. Para CASM, la situación de los migrantes retornados es doblemente difícil «uno, la misma situación política, económica, y social del país, más difícil cada año, y dos, estas personas que se fueron tal vez empeñaron hasta su terreno, su casa, sacaron préstamos o tal vez si tenían su pequeño ahorro lo gastaron en este viaje», explica Ramos.

Los migrantes que retornan tienen una cosa en común: todos quieren volver a intentarlo. Edwin, el joven soldador de 25 años de San Esteban, Olancho, lo volverá a intentar porque no tiene empleo en su pueblo, Vicky está consciente que si Olman no lo intenta nuevamente en Tegucigalpa solo le espera la muerte, Axel de 15 años, el niño de la aldea Dos Caminos —una aldea controlada por las maras y las pandillas y por el capital de enclave de las maquilas— ni siquiera esperará a ser adulto para volver a intentarlo. Es lo único que ha quedado para quienes retornaron, volver a intentarlo cuantas veces necesiten hacerlo, a pesar de todo lo que la ruta migratoria implique, migrarán nuevamente.

Dos mujeres se abrazan y lloran durante su reencuentro en el Aeropuerto Internacional Ramón Villeda Morales. La Lima, 3 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.

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El coronavirus 2019-nCoV aún no ha llegado a Honduras, al menos oficialmente, pero ¿es esta pandemia la mayor amenaza que tiene Honduras en materia de salud? La respuesta es relativa: Sí una amenaza, pero no la peor. Veamos.

La experiencia indica que los virus de este tipo no generan en Honduras un impacto tan catastrófico debido a que no se originan aquí. Los primeros países en ser afectados son los países desarrollados de occidente y oriente, tales como Estados Unidos, Europa y China, donde los procesos de control epidemiológicos son muy avanzados y el problema es controlado incluso antes de que se encuentre una vacuna.

«Si la historia se repitiera, tomaría meses o incluso años antes de que una vacuna estuviera disponible para tratar a los enfermos. En el caso del Síndrome respiratorio agudo severo (SRAS), la vacuna fue elaborada tras 20 meses y nunca se ha utilizado porque la epidemia ya se había erradicado. El MERS, el coronavirus del síndrome respiratorio del Medio Oriente, que apareció en 2012 y que ha desaparecido casi por completo, todavía no tiene vacuna». Cuando estas enfermedades desaparecen o cuando la vacuna aparece, los países de la periferia como Honduras se benefician de no sufrir la peor parte de las pandemias.

Valga como comparación lo que ocurrió con el virus de la Influenza que sigue un patrón similar al del coronavirus, por tratarse de un tipo de gripe muy grave. En 2018, cuando no se había encontrado una vacuna, la epidemia de la Influenza infectó a 456 personas en Honduras, de las cuales murieron 22, con una mortalidad de 4.82% de los pacientes. Pero en 2019, cuando fue descubierta la vacuna, el número de casos se redujo a 165 (hasta septiembre) y solo había fallecido un paciente . Algo similar pasó con el SRAS y MERS que ni siquiera llegaron a Honduras.

En el caso del coronavirus 2019-nCOV las posibilidades de encontrar una vacuna aumentan tanto por la similitud molecular entre este y su antecesor, el MERS, porque la tecnología y la cooperación científica es mucho mayor ahora que a principios de siglo. De manera que, a menos que surja un problema inesperado, es poco probable que esta pandemia sea el principal azote de salud en Honduras.

Supongamos que la vacuna tarda demasiado y la enfermedad llega y se expande en Honduras. Por supuesto, sería terrible. Sus principales víctimas serían las hondureñas y hondureños más vulnerables, o sea aquellas personas que por su edad o su condición de salud previa, son frágiles a las infecciones como la neumonía, como por ejemplo, los desnutridos. Por tanto, sería catastrófico, en especial para la niñez, en un país donde el 77% de nuestros niños y niñas sufren de desnutrición (UNICEF), y donde las infecciones respiratorias agudas (IRA) son la principal causa de muerte infantil.

Asumiendo que en un pico de la enfermedad se contagian, digamos, unas 200,000 personas, si asumimos que la mortalidad del coronavirus 2019-nCoV es del 3%, habría alrededor de 6,000 fallecidos. Terrible ¿no? Pues sí, pero no tanto si se le compara con los males que ya están causando estragos en nuestro país, a los cuales nos hemos acostumbrado y la prensa no dedica similar difusión que en el caso del coronavirus.

Las cifras hablan: En 2016 murieron 26,200 hondureños y hondureñas por enfermedades no transmisibles, según la siguiente distribución: El 25% por enfermedades cardiovasculares, el 14% por diferentes tipos de cáncer, 14%por afecciones transmisibles, maternas, perinatales y nutricionales, el 4% por enfermedades respiratorias crónicas, y el 2% por diabetes. En el caso de las Enfermedades Transmisibles la situación no es mejor. Por ejemplo, hoy en día más de 23,000 hondureños padecen VIH y el 40% no lo sabe, de los cuales la gran mayoría van a fallecer. Todas estas son enfermedades que con la inversión de recursos y educación son prevenibles.

El siguiente gráfico indica las principales causas de decesos en Honduras, según estadísticas de la OPS.

Fuente; OPS, “Salud en las Américas 2017”.

Como puede verse, el 47% de las causas de muertes tienen como causas afecciones perinatales (es decir, que afectan a bebés), enfermedades del sistema circulatorio y respiratorio. Básico ¿no?

¿Y qué decir de la violencia social? El Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), aseguró que «desde enero del año 2010 al 2018, se registran 26,403 muertes violentas de la niñez y juventud».

¿Para qué seguir?, ¿de qué emergencia estamos hablando si Honduras está en emergencia desde hace décadas? Sobre todo desde que la azota el peor de las plagas que ha sufrido nuestro país: el capitalismo neoliberal y la narco dictadura.

EL SISTEMA DE SALUD: VÍCTIMA DEL VIRUS DEL NEOLIBERALISMO

Un reciente estudio de CESPAD, sobre las condiciones del sistema de salud muestra que Honduras está en harapos en cuanto a infraestructura y logística sanitaria para atender a la población. «El país cuenta con un total de 6, 590 camas disponibles en el sistema hospitalario: 5, 059 pertenecen a la SESAL, 916 al IHSS, 40 al Hospital Militar y 575 al sector privado. Estos datos representan un número de 9.5 camas hospitalarias por cada 10,000 habitantes. A nivel hospitalario existe una cobertura de 0.4 Hospitales por 100,000 habitantes, lo que ubica a Honduras en el penúltimo lugar en Centro América, solo superado por Guatemala». Y más adelante dice: «Ninguno de los 18 departamentos cumple con el indicador mínimo establecido por la meta regional de recursos humanos, que es de 25 médicos por cada 10,000 habitantes. En contrataste con el promedio de la región, persiste una brecha desigual ya que se establecen 20.8 médicos por 10,000 habitantes. Mientras, con las enfermeras, la cobertura es 2 por cada 10,000 habitantes, y ocho auxiliares de enfermería por cada 10,000 habitantes. Este es un indicador de los más bajos en comparación con la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es de 50 enfermeras por cada 10.000 habitantes».

Como lo han demostrado las revelaciones de la Plataforma de Defensa de Salud y Educación, y del Consejo Nacional Anticorrupción, la causa de esta situación se debe a la terrible corrupción que azota al país, y de la cual el sistema de salud y seguridad social han sido sus víctimas preferidas. Solo en las últimas dos décadas de este siglo, el latrocinio en salud alcanza la estratosférica cifra de Lps. 700 mil millones (aproximadamente US$ 26,400 millones de dólares). De no ser por esos robos, Honduras tendría un sistema de salud del primer mundo. ¿Exageración? Una muestra de cómo la narco dictadura gestiona los problemas de salud del pueblo la vimos claramente en el caso de la reciente epidemia del dengue.

EL CASO DEL DENGUE

En 2019 la epidemia del Dengue afectó a un poco más de 3 millones de personas en Latinoamérica. De Centroamérica, el país con el mayor número de infectados fue Nicaragua, con 186,173 casos (2.87% respecto a la población), seguido de Honduras con 112,708 casos.

POBLACIÓN INFECTADA Y FALLECIDA POR DENGUE EN CENTROAMÉRICA (año 2019)

De la estadística disponible se ve claramente que el país con el mayor número absoluto y relativo de fallecidos de Centroamérica fue Honduras con 180 casos (0.16% respecto a su población infectada), ocupando el tercer lugar en Latinoamérica en porcentaje de decesos por causa de la epidemia, después de República Dominicana (0.26%) y Perú (0.22%).

En comparación, Guatemala con una población casi el doble de Honduras e igualmente empobrecido, tuvo 66 fallecimientos por esa causa (0.13%), tres veces menos que en nuestro país; y Nicaragua, donde hubo mayor número de infectados, tuvo una mortalidad de apenas 30 personas (0.02%), o sea, seis veces menos que en Honduras; sin hablar de Costa Rica y Belice, países igualmente tropicales donde el número de infectados fue de 9,400 y 8,302 respectivamente, con cero mortalidades. Pero esto no para ahí. En una reciente entrevista dada a la agencia EFE por el viceministro de salud de Honduras, Roberto Cosenza, reconoció que el país puede afrontar «una epidemia más grande que la de 2019». Esto significa que en 2020 la plaga del dengue azotará con más fuerza el país y que el número de fallecidos podría ser mucho mayor. De hecho, en el primer mes de este año ya han sido reportados 3,232 casos de dengue en Honduras.

Los números demuestran que Honduras es el país en mayor riesgo de mortalidad en el caso del dengue en Centroamérica y el tercero en Latinoamérica. Lo más grave es que las principales víctimas fueron niños y niñas en un 57% de los casos. Adicional a la pobre infraestructura y la corrupción, existe además un gobierno de ineptos que fueron incapaces de prevenir la epidemia cuando esta se veía venir el año pasado.

No podemos caer en la trampa mediática que nos quiere ocultar los verdaderos problemas de Honduras. La peor epidemia que padecemos es el gobierno de corruptos e ineptos que se ha entronizado en el poder y que nos está robando nuestro derecho a atención de salud pública. De manera que, si queremos sobrevivir, el verdadero virus que debemos erradicar de nuestro territorio no es el coronavirus sino la narco dictadura y su modelo neoliberal de subdesarrollo.

Las opiniones expresadas en este espacio son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de Contracorriente.

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Era 2019 cuando me reincorporé a mi trabajo de maestra después de estar afuera, por motivos personales, durante dos años. Para ese entonces habían cambiado muchas cosas en mi vida y en mi entorno laboral, y muchos de mis antiguos compañeros, por diferentes motivos, ya no eran parte de la institución educativa que compartimos durante muchos años. Era tan nuevo todo que me costó conectarme otra vez.

En ese proceso conocí a Vanessa, quien llegó a cubrir una vacante temporal. Vanessa era una mujer con una hermosa y potente presencia, con una mirada fuerte y penetrante, con un impresionante don para enseñar matemáticas. Los jóvenes la recibían a diario con mucha algarabía, a la que ella respondía con mucha emoción y dulzura. Había desarrollado con sus estudiantes una empatía única en el salón de clases.

Vanessa era una mujer de pensamiento libertario, amante del fútbol, mamá de dos niñas, su esposo había migrado; así comencé a conocerla. Un día me contó cómo su historia de amor fue interrumpida por la precariedad de trabajos y la falta de oportunidades: con el dolor a cuestas de una separación forzada, su esposo tuvo que irse al país del norte, Estados Unidos. A partir de ese momento comenzaron los procesos para que Vanessa y sus hijas decidieran atravesar el camino de irse «mojadas» a Estados Unidos, el cual se vio frustrado porque no lograron llegar a su destino.

Para ese entonces, Vanessa apenas comenzaba a estudiar su licenciatura en matemáticas en la universidad, pero la necesidad de tener mejores condiciones de vida la obligó a interrumpir su sueño de tener una formación académica de nivel superior. Intentó emprender una vez más su viaje, acompañada de sus pequeñas hijas que a edades tan cortas (once y siete años) se dieron cuenta lo que significa salir de este país, y peor aun lo que significa transitar el camino de la discriminación, de la desesperación y la angustia. Ese segundo intento tampoco tuvo los frutos esperados y una vez más tuvieron que regresar a Honduras.

Durante su último año en la institución, ella llevaba muchos casos de jóvenes que tenían dificultades en matemáticas y siempre la escuché animando a sus estudiantes, y a padres y madres de familia, pese a la situación de inestabilidad que ella vivía. De vez en cuando platicaba de sus sueños, hablaba de su esposo ausente y de su anhelo por tener un trabajo permanente para el cual estaba preparada ella, mas no el sistema.

Un día de octubre del 2019, Vanessa dejó de llegar al trabajo. Al sentirse despojada de sus sueños y anhelos, emprendió por tercera vez su viaje hacia Estados Unidos, con ella se fueron, también, las ilusiones de sus hijas de crecer en un país que las merezca y que les brinde las oportunidades que aquí les fueron negadas, aunque eso sea una falacia. Vanessa es la representación de la mujer soñadora, trabajadora y profesional, pero que se encuentra inmersa en la desigualdad social que nos cobija.

Vanessa volvió después de estar con sus hijas en diferentes albergues de México, y pasar un sinfín de experiencias no gratas. Las autoridades migratorias le dijeron que tenía que regresar a su país, ella trató de explicar las razones de su viaje y de convencerlos para que la dejaran quedarse, sin embargo, la respuesta fue cruda y tajante: «a este lugar no perteneces».

Hasta hoy continúa desempleada, a pesar de las cualidades profesionales que posee. Todavía conserva su sonrisa y escrudiña cada día una oportunidad, por efímera que sea, y mientras tanto intenta tomar fuerzas de nuevo para volver a intentar cruzar hacia el lugar donde no pertenece.
Miles de mujeres emprenden la huida y muchas veces pensamos que el no tener una profesión las hace vulnerables, pero creo y siento que vulnerables estamos todas: profesionales y no profesionales.

Ante un gobierno que no nos brinda oportunidades y se roba nuestros sueños de crecer y vivir dignamente. Muchas prefieren emprender el camino hacia el norte, a pesar de saber muy bien todo lo que esto puede implicar.

Autor: Luis Alfredo Barahona Ayala
BIo- Ilustrador

«Hemos implementado una acción sin precedentes que abordará la urgente crisis humanitaria y de seguridad en la frontera sur. Este enfoque humanitario ayudará a poner fin a la explotación de nuestras generosas leyes de inmigración. Los Protocolos de Protección de Migrantes representan un enfoque metódico de sentido común, que ejerce una autoridad legal de larga data para ayudar a abordar la crisis en nuestra frontera sur» (Secretario de Seguridad Nacional Kirstjen M. Nielsen).

Según la página web de Homeland Security, los protocolos de protección a migrantes (MPP, por sus siglas en inglés) son parte de una acción del gobierno estadounidense, para que ciertas personas extranjeras que ingresan de manera ilegal o solicitan la admisión sin la documentación adecuada a los EEUU desde México, sean devueltas a México y esperen desde allí sus procedimientos de inmigración. México les proporcionará todas las protecciones humanitarias apropiadas durante la duración de su estadía.

Las caravanas que han salido de Honduras este año se enfrentaron a la brutalidad del gobierno mexicano que intentó contener la marea de refugiados que huye de Centroamérica. Los que huyen no han recibido protección humanitaria y son desechados por estos países del norte.

Texto publicado originalmente en El blog de la Palabra Incómoda de Mónica Campos

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Tuve mi primera menstruación a los trece años. Siempre dolió mucho. Mes a mes, la hemorragia era cada vez más fuerte y lo que para todo el mundo era «normal», en mí se traducía en llanto y mucha sangre. Mientras me desmoronaba por dolor, tuve que escuchar frases como: «no seas exagerada» o «a mí me dolía más, pero tampoco me hacía la víctima». 


¿Se imaginan crecer y pensar que sentir cuchilladas en el vientre, espalda, piernas y estómago, todos los meses, era normal? Intenté, por años, acostumbrarme a mi vida adolorida. En mi mente me repetía: «Fátima, así es la regla, ya se te pasará». En esos años comprendí que cuando las personas no se identifican con tu dolor, tu sufrimiento siempre es inoportuno, cansado y exagerado. 


Una noche de mayo de 2017, sentí que iba a morir. Aún recuerdo ese frío temeroso que invadió mi cuerpo desde los pies hasta mi vientre. El estómago se me encogió de dolor y yo no podía siquiera hablar para pedir ayuda. Cada gota de sangre significó una tortura. Esa noche, junto a mi cama, me hinqué en posición fetal. Mi corazón galopó tan fuerte que lloré hasta agotar mis lágrimas. El dolor era insoportable. Por suerte, mi cuerpo inmerso en el cansancio, encontró un poco de sueño y descanso.


A lo largo de mi enfermedad nadie (o casi nadie) ha comprendido mi dolor, excepto mujeres que han pasado por esto. Aunque no lo crean, te llega dolor por todo: por el periodo, porque estás ovulando, porque hay frío o por cosas tan simples como tomar café. Sin embargo, con todo esto encima tu vida cotidiana te exige simplemente soportar. 


Cuando mi cuerpo no pudo más, tuve que correr a pedir respuestas. Decenas de pruebas médicas, como endoscopias y ultrasonografías pélvicas, indicaban que me encontraba en perfecto estado. «El estómago le duele por estrés», dijo un gastroenterólogo. Ninguno de los cuatro médicos que me atendió (gastroenterólogos y ginecólogos) sospechó que podía padecer de endometriosis. Según los especialistas, esta es una enfermedad que tarda alrededor de siete años en ser diagnosticada, aproximadamente el tiempo que tardó en mi caso. Mientras yo sentía que mi vida se acababa, mis únicos amigos fueron analgésicos tales como el tramadol.  Ya no recuerdo cuántas veces corrí a la farmacia a comprarlos o hice que mis amigos desviaran sus caminos para traer a mí un poco de alivio. 


Mi diagnóstico llegó luego de un peculiar episodio que me obligó a insistirles a los médicos que mi dolor no era normal. Fue en septiembre de 2017, cuando en una cena con mis amigos descubrí que un chorro gigante de sangre se paseaba por mis piernas, hasta llegar a mis pies. Estábamos en un restaurante muy concurrido y en una sociedad donde la menstruación es un tabú, no podés ponerte de pie con un pantalón lleno de sangre sin que decenas de miradas te ataquen. Me pasó, me aterré e insistí que eso no era normal.


Siete días después, por medio de una ultrasonografía, la ginecóloga encontró un tumor de 9.6 centímetros en mi ovario. Sin saber qué era lo que tenía, entré al quirófano cinco días más tarde. El diagnóstico fue endometriosis severa.


La endometriosis es una enfermedad que afecta a una de cada diez mujeres. Este padecimiento hace que el tejido que normalmente reviste el interior del útero, crezca fuera del él. La endometriosis te lastima mucho de manera emocional y física. Lloré mucho y aún sigo llorando.


Luego de la cirugía, me sometí por dos años a un tratamiento que logró que a mis veinticinco años mi cuerpo tuviera la menopausia de manera temporal. No menstrué por veinticuatro meses. En ese proceso, nadie me explicó que mi peso subiría descontroladamente y que tendría un estado de ánimo depresivo. Tardé mucho tiempo en desintoxicar mi cuerpo, incluso, a veces creo que todavía no lo he logrado.


La enfermedad no tiene cura y solo se anida en tu cuerpo en edad fértil, para formar muros en el lugar donde se sienta más cómoda. En el 2020 todavía se desconocen las causas de este padecimiento. Lo que se sabe es que causa infertilidad en el 50% de mujeres que la poseen, origina problemas en los intestinos y vejiga, y lo único que aparentemente puede ayudar es comer alimentos que estén libres de hormonas y pesticidas.


Luego de tres años de haber sido diagnosticada, me he informado mucho acerca de la enfermedad y he hablado con mujeres maravillosas que todos los días luchan por salir adelante. Mujeres que inmersas en el internet, charlas y libros han logrado encontrar la cura (su cura) de este «cáncer benigno». Siempre digo que la endometriosis es la enfermedad de las mujeres solas, mujeres que transitan por una batalla que cuenta con muy poca información y con pocos ginecólogos que se dediquen al estudio profundo de la misma. Siempre me pregunto, ¿si esta enfermedad afectara a los hombres, ya habría cura? No lo sé. Pero sí sé que como las mujeres «soportamos todo», los estudios siguen estancados.


Estemos atentas, porque el dolor no es normal. Lo normal es estar bien y que tu periodo llegue mes a mes sin complicaciones.  Las enfermedades ginecólogas son muchas y vale la pena chequearse y buscar respuestas hasta encontrarlas. 


Mi batalla no termina. Mi batalla es diaria. Siempre agradezco encontrar luz en personas como mi esposo, familia y amigas más cercanas, que sin duda luchan a mi lado. Pero siempre hay algo que debemos recordar: no estamos solas, nos tenemos a nosotras, siempre.

Texto: Mónica Gálvez

Portada: Fernando Silva

Los representantes de los tres poderes del Estado – Rolando Argueta (presidente de la Corte Suprema de Justicia), Juan Orlando Hernández (presidente del Poder Ejecutivo) y Mauricio Oliva (presidente del Congreso Nacional) – asistieron a la instalación de la Tercera Legislatura del periodo 2018 – 2022 en el Congreso Nacional la semana pasada, para exponer los logros y avances alcanzados hasta la fecha.

Los discursos hacen mención de «acciones históricas», apuntando a Honduras como referente en la región. Sin embargo, la situación del país no coincide con las desmesuradas afirmaciones sobre los resultados que se atribuyen.

(CLICK EN + PARA SABER QUÉ DICEN LOS DATOS)

1. Rolando Argueta, presidente de la Corte Suprema de Justicia

«En el marco de la mora judicial, habiendo recibido un poco más de 182 mil expedientes en todas las materias, a través de la implementación de un Plan Nacional de erradicación de la mora judicial con 25 actividades, hemos logrado reducir esa mora judicial de ese grupo de expedientes en un 70.8%, que representan 132 mil expedientes. Teniendo un pendiente de 54 mil expedientes que encontramos en esa categoría de mora judicial»

Verdad a medias: La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) en su informe sobre la Situación de Derechos Humanos en Honduras publicado en agosto del 2019, asegura que a pesar del desarrollo de ese Plan Nacional, se les informó que los juicios de primera instancia no han agilizado sus procesos de manera significativa, durando aproximadamente veinte meses.

Asimismo, se menciona que los procedimientos de Habeas Corpus ante la Corte Suprema de Justicia los resuelven en un promedio de cuarenta y cinco días, lo cual, según CIDH «resulta dilatorio para un procedimiento concebido de emergencia y limita la eficacia de este recurso en la protección pronta y efectiva de derechos vulnerados».

A mediados de noviembre del año pasado, un grupo de personas de La Paz que laboran en los juzgados de esa ciudad, se tomaron las instalaciones en protesta a la mora judicial de la institución por no contar con suficiente personal para resolver los casos. Aseguraban que tenían un total de 850 expedientes pendientes y solo dos jueces para llevar a cabo las resoluciones. Por lo que los resultados mencionados en el discurso no se ven reflejados en el desarrollo de los procesos según lo publicado por la CIDH, ni en la situación de mora en el último semestre del año en el departamento de La Paz. Además que carecen de un punto de referencia.

2. «Nosotros hemos resuelto solo el año pasado 1,148 casos en materia penal, civil de violencia doméstica, que se agregan a los otros miles de casos resueltos entre el 2016 y 2019».

Una joven durante un plantón de protesta contra la violencia hacia la mujer, Tegucigalpa, 25 de noviembre de 2019. Foto: Martín Cálix.

Verdad a medias:  Según datos del Observatorio de Derechos Humanos de las Mujeres del Centro de Derechos de Mujeres (CDM), en los últimos diez años el promedio anual de denuncias de violencia doméstica que ingresan a la Corte Suprema de Justicia (CSJ) llega a los 20,523 casos, lo que representaría la cantidad de 56 denuncias diarias.

Esto significa que solo se resolvió un promedio del 5.5% de los casos que fueron denunciados. Además, CDM también asegura que de las resoluciones de la Corte, sólo el 22% quedan en «denuncias con lugar», que son las que les proporcionan los mecanismos de protección a quienes denuncian, el otro porcentaje son las resoluciones «sin lugar», que son las caducadas y otras situaciones diferentes a las anteriormente mencionadas. Por lo tanto, no existe un verdadero avance en cuanto a las denuncias referentes a violencia doméstica en el país.

3. «En el marco del combate a la corrupción y la transparencia, el poder judicial se ha apuntado y sigue apuntando, en el despliegue de acciones que tienen que ver el combate a la corrupción y la impunidad»

Verdad a medias: La tasa de impunidad en el país sobrepasa el 90%, las fases de enjuiciamiento llegan solamente 1 de cada 4 acusaciones, y el 75% de estas acusaciones son desestimadas o cerradas durante la etapa preliminar de las audiencias.

Dentro del mismo informe del CIDH, la comisión afirma que la sociedad civil les comunicó sobre una selectividad de los casos dentro de los organismos de justicia en el país, mencionando que «por un lado se actúa de manera tardía sin ofrecer respuesta efectiva en relación  con violaciones a derechos humanos, pero que, por otra parte, actúa favoreciendo en algunos casos los intereses de diversos actores vinculados al poder público, político y empresarial».

Además de esto, la finalización de la MACCIH trajo consigo la eliminación de la Unidad Fiscal Especial Contra Impunidad y la Corrupción (UFECIC), que investigaba -con la contribución y el apoyo de los expertos de la Misión- casos en los que estaban involucrados funcionarios públicos y diputados del Congreso Nacional. La salida de esta unidad y la creación de la UFERCO, instaurada hace una semana por el Ministerio Público, podría significar la limitación investigativa de casos de corrupción, lo que vendría a aumentar la impunidad en el país, ya que según Luis Javier Santos, actual jefe de la UFERCO y exfiscal de la UFECIC, están mucho más debilitados, por lo que se les dificultaría luchar contra la corrupción.

Verdad a medias: La tasa de impunidad en el país sobrepasa el 90%, las fases de enjuiciamiento llegan solamente 1 de cada 4 acusaciones, y el 75% de estas acusaciones son desestimadas o cerradas durante la etapa preliminar de las audiencias.

Dentro del mismo informe del CIDH, la comisión afirma que la sociedad civil les comunicó sobre una selectividad de los casos dentro de los organismos de justicia en el país, mencionando que «por un lado se actúa de manera tardía sin ofrecer respuesta efectiva en relación  con violaciones a derechos humanos, pero que, por otra parte, actúa favoreciendo en algunos casos los intereses de diversos actores vinculados al poder público, político y empresarial».

Además de esto, la finalización de la MACCIH trajo consigo la eliminación de la Unidad Fiscal Especial Contra Impunidad y la Corrupción (UFECIC), que investigaba -con la contribución y el apoyo de los expertos de la Misión- casos en los que estaban involucrados funcionarios públicos y diputados del Congreso Nacional. La salida de esta unidad y la creación de la UFERCO, instaurada hace una semana por el Ministerio Público, podría significar la limitación investigativa de casos de corrupción, lo que vendría a aumentar la impunidad en el país, ya que según Luis Javier Santos, actual jefe de la UFERCO y exfiscal de la UFECIC, están mucho más debilitados, por lo que se les dificultaría luchar contra la corrupción.

4. Juan Orlando Hernández, presidente de la República

«Si hemos logrado que Honduras dejara de ser el país más violento del mundo, reduciendo a la mitad las muertes por cada 100 mil habitantes, si hemos llegado a sacar a San Pedro Sula y Tegucigalpa de la lista de ciudades más peligrosas del mundo, yo sé, yo creo que somos capaces de alcanzar cualquier meta y darle a nuestra gente la calidad de vida que se merece».

Engañoso: A pesar de las reducciones generales de la tasa de homicidios en los últimos seis años, se siguen superando los 40 asesinatos por cada mil habitantes, dejando a Honduras, según las Oficinas de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC) en su estudio Global de Homicidios 2019, como uno de los países con la tasa de homicidios más alta.

El presidente Hernández tomó posesión en su primer mandato en 2014, recibiendo al país con una tasa de homicidios de 83 por cada 100 mil habitantes, ese año se redujo a 68 por cada cien mil. En 2015 la reducción fue a 60 y en 2016 a  59.1, en 2017 a 43.6 y en 2018 bajó a 41.4, lo que representaría la mitad de la tasa con la que recibió el país, sin embargo en 2019 volvió a subir a 42.8. Aunque casi habría llegado a la mitad en 2019 (41.5 por cada cien mil habitantes), la tendencia parece haberse revertido. Sin embargo, el enunciado es cuestionable porque la fórmula que se aplica para la determinación de la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes necesita un dato actualizado de la población total del país, y en Honduras no se ha realizado un censo desde 2001.

Durante el 2019, aumentó en comparación al 2018, llegando a alcanzar los 3,996 asesinatos según el Sistema Estadístico Policial en Línea (SEPOL). Lo mismo sucedió con el número de masacres, totalizando 71 eventos violentos –28 masacres más que en 2018- con 285 víctimas de acuerdo a datos del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (OV-UNAH).

Esto evidencia que el Plan Estratégico Interinstitucional de Seguridad 2018-2022 del gobierno hondureño, no ha cumplido la reducción propuesta de disminuir 8 puntos por cada año, lo que proyectaría la reducción de 11 homicidios para 2021.

La primera mentira dicha por Hernández es que la reducción de violencia se basa en la disminución de homicidios. No es absoluta la correlación entre el descenso de los homicidios y el aumento de la calidad de vida de las personas cuando persiste una diversidad de formas de violencia que no acaban la vida de las personas, pero denigran su calidad de vida, por ejemplo, la violencia en el país, la que no se cuenta por no ser homicida, empeora las condiciones de vida de la población, que se ven forzados a desplazarse para huir de las amenazas que enfrentan. La Comisión Interinstitucional para la Protección de las Personas Desplazadas Internamente por la Violencia (CIPPDV) suma un total de 247,090 personas desplazadas en el interior del país -entre el 2004 y el 2018– afirmando que estas familias no reciben asistencia ni protección.

Por otro lado, el Instituto Nacional de Migración de México retornó alrededor de 2,303 personas hondureñas después de que estas intentaran llegar a EEUU en la caravana migrante que salió de San Pedro Sula hace poco más de una semana.

5. «Con Ana, con un equipo muy sensible, construimos el programa social más grande y ambicioso que ha tenido Honduras: Vida Mejor. Es por primera vez una respuesta a esas miles de familias en todos los departamentos y ahora han podido mejorar poco a poco su condición de vida»

Engañoso: Contracorriente investigó el programa durante el 2018, hablando con personas que testifican que no se les daba el pago por sus servicios como «guías de familia», los cuales recibían solo un ingreso de 4,000 lempiras por el trabajo. Además, se presenta el caso de una de las beneficiadas que explica que consiguió ser parte del proyecto «por ser nacionalista y asistir a las marchas» explicando que su casa, así como la de todos en Bella Vista –lugar en donde vive- fue reconstruida en dos periodos de tiempo: una parte antes de las últimas elecciones y la otra después de que estas se desarrollaran.

En el reportaje se hace mención del estudio Hacia una nueva estrategia de reducción de la pobreza, publicado por el Foro Social de la Deuda externa y Desarrollo de Honduras (FOSDEH), el cual explica que, del total de bonos que se entregan en el programa, el 34.1% de las personas beneficiadas no lo reciben por completo. Además sostiene que más del 58% de quienes están involucrados en el proyecto no salen de la pobreza, por lo que no habría tal mejoramiento de condiciones mencionado por el presidente.

 

Lee más al respecto aquí: Una vida mejor para la corrupción y no para los pobres

6. «Hoy somos referente en el combate contra el narcotráfico, las maras y pandillas en la región»

Desmesurado: Según la Comisión Interinstitucional para la Protección de las Personas Desplazadas Internamente por la Violencia (CIPPDV) en su estudio de Caracterización del Desplazamiento Interno por violencia en Honduras 2004 – 2018, publicado el año pasado, la causa principal del desplazamiento de los hogares son las amenazas directas, siendo casi la mitad de los casos –en un 48%- provenientes de las maras y pandillas, a las que también se les vincula con los asesinatos, restricciones a la movilidad y las extorsiones.

Considerando los datos, no hay resultados significativos o efectivos en estos años referentes a la reducción de riesgos por amenazas de maras y pandillas.

Por otro lado, en octubre del año pasado, Tony Hernández, hermano del actual presidente Juan Orlando Hernández, fue declarado culpable por tráfico de drogas –junto con otros tres cargos- en la Corte del Distrito Sur de Nueva York. Durante las declaraciones de los testigos en el caso, Amílcar Alexander Ardón, exalcalde de El Paraíso y narcotraficante confeso, afirmó que financió la campaña electoral de Juan Orlando Hernández con dinero proveniente de la narcoactividad en las elecciones del 2014.

La Asociación para una Sociedad más justa (ASJ), se pronunció ante las acusaciones al presidente, exigiendo que se creara una comisión especial encargada de investigar el financiamiento de todas las campañas presidenciales desde el 2004 hasta el 2017, sin embargo, hasta la fecha no se ha llevado a cabo ninguna acción investigativa referente al tema.

En el comunicado de prensa de la ASJ aseguran que «la ausencia de una ética pública y la falta de voluntad y compromiso político, han facilitado la infiltración del dinero proveniente del narcotráfico, crimen organizado y corrupción en los gobiernos y en sus decisiones».

7. Mauricio Oliva, presidente del Congreso Nacional

«Hermanos hondureños, gran parte de nuestro tiempo y nuestras energías han estado enfocados en consolidar la gobernabilidad, el Estado de Derecho, la satisfacción de las necesidades de la ciudadanía, las reforma del Estado y la modernización de nuestras instituciones y en todas esas acciones, el hilo conductor ha sido nuestra infinita paciencia para escuchar, para concertar y para incluir a todos los hondureños en la edificación del futuro por medio de leyes discutidas ampliamente y con el consenso de todos los sectores».

Miembros de OFRANEH y el COPINH protestan por la aprobación de la Ley de Consulta Libre Previa e Informada, o lo que ellos llaman «la Ley Nájera», en alusión al diputado nacionalista Óscar Nájera, presidente de la comisión que ahora socializa la ley aprobada por el Congreso Nacional. Las organizaciones populares indígenas y garífunas cuestionan que no se les consultó para la realización de esta ley, Tegucigalpa, 23 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Engañoso: Se han generado conflictos sociales por no priorizar desde la etapa inicial de los proyectos de ley la opinión de la ciudadanía y los sectores directamente involucrados en las decisiones.

El Congreso Nacional nunca concretó el desarrollo de las propuestas de la Misión de Apoyo Contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (MACCIH), la cual sugería la creación de la Ley de Colaboración Eficaz y la derogación de la Ley de Secretos oficiales, por el contrario, se creó una Comisión Evaluadora que recomendó que no se extendiera el periodo de mandato de la Misión en el país, a pesar que la mayoría de los ciudadanos preferían la permanencia del mismo en Honduras, basado en encuesta del Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (IUDPAS).

En el 2019 se produjo una crisis en el sector Salud y Educación, luego que el Congreso Nacional aprobara la Ley de Reestructuración y Transformación del Sistema de Educación y Salud, ocasionando protestas en las calles donde se exigía la derogación de los decretos PCM 026 Y PCM 027.

Asimismo, el Colegio de Periodistas de Honduras, solicitó en agosto del año pasado que se eliminaran artículos del nuevo código penal por restringir la libertad de expresión y provocar la censura en los medios de comunicación.

Además, el Congreso Nacional, hace un par de años, presentó en el Diario Oficial la Gaceta una reforma a la Ley Orgánica del Presupuesto, en el que no se leyó el texto completo que se publicaría en el momento de su aprobación. Tal reforma beneficiaría a varios involucrados en el caso de «Red de diputados» investigados por la MACCIH-UFECIC. Tras lo ocurrido, la Unidad Fiscal y la Misión denunciaron el intento como un «pacto de Impunidad». Actualmente los diputados Antonio Rivera, Román Aguilar, Tomás Zambrano y Sara Medina -quienes estuvieron involucrados en el proceso de investigación– forman parte de la nueva junta directiva del Congreso Nacional.

Otra ley que está en proceso de socialización y no ha logrado consenso de todos los sectores es la Ley de Consulta Previa Libre e Informada que el diputado nacionalista Oscar Nájera lidera en una comisión. Grupos indígenas organizados, incluyendo el Consejo Nacional de Organizaciones Populares Indígenas de Honduras (COPINH), fundado por Berta Cáceres quien fue asesinada por un conflicto relacionado a la consulta previa por proyectos extractivos, no avalan esta ley.

Con ello, la transparencia de los procesos legislativos queda imprecisa frente a la afirmación que las leyes son «discutidas ampliamente y con el consenso de todos los sectores».

8. «Logramos levantar nuevas instituciones para que diseñen, administren y supervisen los procesos electorales, que son medulares en nuestro sistema democrático».

El Congreso Nacional aprobó un presupuesto general en el que se le brindan pocos recursos al Consejo Nacional Electoral (CNE) y al Tribunal de Justicia Electoral (TJE), ambas nuevas instituciones que tienen como objetivo reemplazar y mejorar el trabajo de lo que fue el Tribunal Supremo Electoral (TSE).

Considerando que el actual año es preelectoral, al CNE se le proporcionó menos que lo establecido para TSE en el año previo a las últimas elecciones del 2017. Del mismo modo, el comisionado presidente del TSE, en una de las entrevistas proporcionadas para ContraCorriente, manifestó que no se les dio ni la mitad de lo solicitado para funcionar con los recursos necesarios, solo se les concedió 35 millones de los 90 millones requeridos.

A tan solo ocho días desde que se dio a conocer la no extensión del mandato de la la Misión de Apoyo contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (MACCIH) en el país, el Ministerio Público (MP) presentó, a través de un comunicado de prensa, la creación de la Unidad Fiscal Especializada contra Redes de Corrupción (UFERCO); institución que vendría a reemplazar a la UFECIC, la fiscalía que trabajaba con la ahora extinta Misión y que para algunos todavía tenía vigencia al ser una unidad independiente.

La Secretaría de los Estados Americanos aseguró que no existió consenso debido a la imposibilidad de la MACCIH de continuar acompañando y colaborando activamente a través de los equipos MACCIH-UFECIC.

En 2015, miles de hondureños salieron a las calles en diferentes partes del país exigiendo una Comisión Internacional contra la Impunidad, parecida a la CICIG en Guatemala, se llamaron popularmente “marcha de las antorchas del movimiento indignado”; la cual surgió después de que se diera a conocer el uso de 3.6 millones de lempiras provenientes del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) para financiar la campaña del presidente Juan Orlando Hernández en las elecciones del 2013.

Tras semanas de protestas continuas, el gobierno hondureño accedió ante la presión ciudadana y la comunidad internacional, firmando un acuerdo en enero del 2016 con la Organización de los Estados Americanos (OEA) dando inicio a la instalación de la MACCIH; creando con ello la primera misión en la historia de esta organización que trabajaría con el objetivo de apoyar el combate a la corrupción en un Estado miembro.

Después de 4 años de la firma de ese convenio, tras el apoyo continuo a UFECIC en la investigación de 13 casos – en los que están involucrados funcionarios públicos y se ha identificado la apropiación de 460 millones de lempiras provenientes de fondos del Estado – la MACCIH ha finalizado su mandato en el país y el futuro de la nueva fiscalía, siempre al mando de Luis Javier Santos, el fiscal que encabezó las investigaciones de la UFECIC, es incierto.

Diversos sectores de la sociedad hondureña se han expresado en contra de la salida de la MACCIH del país, entre ellos el representante del sector privado de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés, Pedro Barquero, quien expresó en medios de comunicación nacionales que: “…el gobierno de la República de Honduras ha demostrado que no está comprometido con eliminar la corrupción y la impunidad en nuestro país”, y además consideró que con acciones como está solo se ahuyenta la inversión extranjera en Honduras.

Protestas fueron convocadas a las calles esta semana, sin embargo la respuesta no ha sido masiva, y una campaña del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) de colocar cintas negras en los vehículos para demostrar el descontento por la salida de la MACCIH, son muestras de un panorama desolador.

Un anciano marcha con una bandera nacional durante una movilización en favor de la Maccih, Tegucigalpa, 19 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Juan Jiménez Mayor, quien ejercía como vocero de la Misión cuando se creó la UFECIC, mencionó en una entrevista realizada por un medio internacional de noticias, que estas negociaciones no demostraron interés por parte de la OEA de continuar en Honduras, puesto que no hubo insistencia de la Organización para lograr la permanencia en el país, ni claridad en lo que se habló durante las reuniones.

“No sería la primera vez que hay estas consideraciones de intervención entre la Secretaría General y el gobierno de Honduras (…) fue precisamente la crisis que provocó nuestra salida” aseguró el ex vocero, quien renunció a su cargo en febrero del 2018.

El abogado Raúl Pineda, durante la entrevista para Contracorriente en su despacho, Tegucigalpa, 23 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

El analista político Raúl Pineda, quien fue diputado en tres ocasiones por el Partido Nacional y ahora se dedica al litigio privado, considera que existieron intereses en las negociaciones, pero inclinadas a lo que Estados Unidos podría obtener del gobierno de Juan Orlando Hernández.

“La OEA es una expresión del poder político de los norteamericanos (…) toleraron la destrucción de la MACCIH, juegan en base a sus intereses; en este momento están enfocados en el tema migratorio y el tráfico de drogas. Si se les da eso, ellos hacen concesiones y parte de ellas son limitar su inconformidad con la disolución de la MACCIH a un simple comunicado”, explicó Pineda.

Además descarta la posibilidad que le den continuidad al trabajo de la UFECIC, que también se vio condicionado a las decisiones políticas del Fiscal General, algo que no cambiaría con la nueva UFERCO que será dependiente totalmente del Fiscal General.

Uno de los casos con mayor cantidad líneas de investigación a desprender es el «Caso Pandora» que llega hasta la primera dama, por su asociación con una de las organizaciones involucradas. Por este caso, el acusado Fernando Suárez, operador de organizaciones sin fines de lucro que sirvieron para drenar fondos de proyectos sociales probados en el Congreso Nacional, se encuentra con medidas cautelares, y un año y medio después de su entrega solo se ha presentado un caso más relacionado a esta investigación.

Con el fin de fundamentar las acusaciones, Suárez entregó miles de documentos, incluyendo cheques, recibos, estados de cuenta bancarios y más, relacionados con una red de organizaciones sin fines de lucro que, según él, se utilizaron en la malversación de fondos, principalmente del Fondo de Desarrollo Departamental, el programa 449 y Vida Mejor.

Recomendamos leer: La caja de Pandora de la corrupción en Honduras

Congreso Nacional legisla impunidad en el país

Oswaldo Ramos Soto, diputado al Congreso Nacional por el Partido Nacional, conversa con Jorge Cálix, diputado al Congreso Nacional por el Partido Libertad y Refundación (Libre), durante la sesión legislativa del 23 de enero. El Congreso Nacional fue donde inicialmente se definió el final de la Maccih. Tegucigalpa, 23 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Mientras se acercaba la fecha estipulada para la finalización de la primera etapa de la MACCIH en el país – 19 de enero -, el Congreso Nacional, a través de una Comisión Evaluadora integrada en su mayoría por miembros del Partido Nacional, presentó un informe en diciembre del año pasado, donde se le propuso al Poder Ejecutivo darle fin al convenio.

Para Fátima Mena, quien fue miembro del Frente Parlamentario de Apoyo y de la Coalición para la Renovación de la MACCIH, este informe presentado por el CN carecía de legalidad y sirvió para disminuirle la responsabilidad al presidente de la República de posicionarse públicamente ante la renovación o no renovación del convenio.

“La ilegalidad de esta recomendación viene de la Ley Orgánica del Congreso, que establece que los diputados deberán de abstenerse; es decir, no podrán votar ni decidir cuando exista un conflicto de interés (…) ¿Qué más conflicto de interés que las investigaciones presentadas por la UFECIC?” afirma Mena.

Entre los 13 casos presentados e investigados por la MACCIH-UFECIC, están mencionados exdiputados y diputados actuales, a los que se les involucra en malversación de fondos públicos, abuso de autoridad y delitos contra la forma de gobierno.

Después de presentarse estos casos, comenzaron a surgir una serie de leyes y reformas que frenaban el trabajo de las investigaciones, ocasionando el debilitamiento de la Unidad Fiscal y el apoyo que la MACCIH le estaba proporcionando.

Es el caso del intento de reforma a la Ley del Presupuesto, la cual se desarrolló luego que se denunciara la “Red de Diputados”, donde se desviaron 8.3 millones de lempiras a través de ONGs. La reforma consistió en la modificación de artículos de esa ley para que no fueran investigados los recursos invertidos en proyectos sociales durante dos periodos de gobierno, en los que no se les podría involucrar a ninguna acción judicial; el llamado “Pacto de Impunidad” también denunciado por la MACCIH.

Una manifestante sostiene una pancarta durante un plantón en apoyo a la continuidad de la Maccih frente al edificio que sirvió de sede para la misión internacional, Tegucigalpa 19 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix

A pesar de este intento fallido, se hizo una reforma a la Ley del Congreso Nacional, donde los diputados quedan inmunes ante posibles acusaciones por las legislaciones que hagan en la actualidad; esto a consecuencia de la denuncia que hizo la MACCIH por abuso de autoridad al intentar Reformar la ya mencionada Ley de Presupuesto; además lograron reactivar el Fondo Departamental y reformar la ley del Tribunal Superior de Cuentas, las cuáles limitan el conocimiento del uso de los fondos públicos.

Por el contrario, las propuestas dadas por la MACCIH, como la creación de la Ley de Colaboración Eficaz y la derogación de la Ley de Secretos Oficiales nunca se concretaron.

Para Lester Ramírez, director de Investigaciones de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ), estos cambios en las leyes fueron esfuerzos para limitar las acciones investigativas contra los miembros del mismo congreso, a los que no les convenía una renovación de convenio.

“Estos sectores corruptos se encontraron con una verdadera respuesta anticorrupción inesperada, (…) los diputados del Partido Nacional fueron los más amenazados por la MACCIH, por los procesos que se iniciaron contra ellos. Quienes realmente tomaron la decisión final, fueron los diputados” manifestó.

El pasado miércoles, 22 de enero, se realizó la primera sesión legislativa en el Congreso Nacional, donde varios diputados de oposición se manifestaron contra la decisión de no renovar el convenio, mientras los demás miembros definían la nueva Junta Directiva para el periodo 2020 – 2022, la cual terminó siendo integrada por varias personas involucradas en los casos de “Pacto de Impunidad” – Antonio Rivera, Román Aguilar, Tomás Zambrano, Sara Medina – y “Arca Abierta” – Gladis López – todos mencionados por la MACCIH.

El diputado por el partido Libertad y Refundación Fabricio Sandoval, aseguró en la sesión, que desde el Congreso Nacional no se podría hacer nada ante la crisis de corrupción ya que “en su mayoría está integrado por delincuentes”.

Una mujer porta dos pancartas durante una manifestación en apoyo a la Maccih realizada en el bulevar Morazán de la ciudad capital. Las protestas y expresiones en descontento por la no renovación de la MACCIH han sido diversas, sin embargo no han logrado hacer el eco de las manifestaciones de 2015. Tegucigalpa, 22 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Renace el FONAC frente a la UFERCO y el CNA

El 26 de diciembre del año pasado, en las semanas previas a la finalización de la MACCIH, se reactivó el Foro Nacional de Convergencias (FONAC), que según la Presidencia de la República vendría a “darle seguimiento al Plan de Nación y Visión de País, y ayudará a crear nuevos sistemas de transparencia y anticorrupción”.

Para Fátima Mena este resurgimiento del Foro levanta sospechas sobre las intenciones con las que reaparece la institución, ya que considera que lo que se busca con ello es debilitar a los demás entes que han denunciado casos de corrupción como el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA).

“La reactivación del FONAC únicamente responde a la intención manifiesta de querer eliminar al CNA (…) entendemos que este es el próximo blanco que tendría la élite política corrupta del país, después de eliminar a la MACCIH” asegura la ex diputada del PAC.

Mena explicó que el Consejo nació a través de un decreto legislativo, por lo tanto los diputados tienen la capacidad de hacer cualquier tipo de reformas a la ley del CNA. “Por esa autoridad que ellos tienen (…) podrían atacar al CNA y justificar con un nuevo mecanismo – anticorrupción – al que se le estaría delegando algunas de las atribuciones que ejercita el CNA, apoyado desde el gobierno como organización de sociedad civil.

Oswaldo Canales, líder de la Confraternidad Evangélica de Honduras, durante la entrevista otorgada a Contracorriente en el lobby de uno de los hoteles más lujosos de la capital hondureña, Tegucigalpa, 23 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Por su parte, Oswaldo Canales, Presidente de la Confraternidad Evangélica de Honduras, quien fue coordinador del CNA y forma parte de los 22 miembros que integran el actual FONAC, aseguró en entrevista con este medio que no se está buscando debilitar a las instituciones de justicia, sin embargo considera que éstas deben fortalecerse.

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El desenlace de la MACCIH frente al panorama de corrupción en Honduras

La MACCIH aumentó la percepción de la ciudadanía sobre la realidad de corrupción que afecta el país, y el descontento se volvió manifiesto tras la explicación de cada caso presentado. Según la encuesta realizada el mes pasado a nuestra audiencia, la mayoría de personas afirmaron (90.36%) que la Misión era necesaria por la grave corrupción en el país.

Pineda asegura que esta escala va más allá de lo que se publica o aparece en los medios de comunicación y que está vinculada a los altos niveles de poder.

“El sistema está diseñado precisamente para permitir la corrupción; la Corte Suprema de Justicia es electa por políticos del Congreso, el Fiscal también, igual el Tribunal Superior de Cuentas (…) estos funcionarios tienen compromiso político con los que los eligieron” aseguró el analista político.

En Honduras, la percepción de Corrupción ha empeorado según Transparency International, subiendo de la posición 132 en el 2018, a la 146 el año pasado – mientras más cerca de la posición 180 se esté, más corrupto es considerado el país – colocándose dentro de la lista de lugares altamente corruptos.

Teniendo este panorama, el apoyo y acompañamiento de la Misión al MP representaba una amenaza a las redes de corrupción en el país, sin embargo para el abogado Pineda, la MACCIH estaba limitada por el Fiscal General Oscar Chinchilla; por lo que según él, la Misión pudo haber hecho más en el país .

“Yo creo que la MACCIH cometió un error, y fue no darle a la culebra en la cabeza. Un abogado dijo en un programa de televisión que UFECIC hizo un requerimiento contra el Presidente de la República. ¿Por qué no lo presentaron? – cuestionó – a la MACCIH no la sacan por lo que hizo, sino por lo que pudo haber hecho”, finalizó.

Muchas y muchos tendremos memorias de visitar el mercado junto a nuestras madres, abuelas o tías. Entre ruidos, olores y colores aprendimos cómo comprar, qué cosas comprar, distinguir entre lo vital y el lujo, aprendimos que allí se construyen comunidades donde el sentido y respeto por la preservación de la vida son una expresión de amor. Los mercados son espacios de apropiación e identidad cultural que cohesionan a pobladores, son espacios con realidades dolorosas, espacios cargados de tradiciones e historias que permanecen.

El año pasado, el Colectivo Culturas Vivas, un equipo de graffiteros – muralistas de Tegucigalpa, intervino artísticamente en diferentes espacios en uno de los mercados urbanos más populares de Comayagüela: el «Mercado Mama Chepa».

Los murales retratan a las matriarcas en los mercados y la mirada de la niñez en estos espacios. El arte público construye un lenguaje en lugares donde lo que fue una pared en blanco, ahora representa la cotidianidad de nuestra gente en los mercados. El Colectivo Culturas Vivas reivindica a través del arte público los derechos ciudadanos y el cese a las represiones violentas, el hostigamiento y la incautación de bienes por parte de los entes de seguridad, todo en vías de crear espacios generosos para el trabajo digno de las y los comerciantes en los mercados.

Miles de mujeres hondureñas se despiertan desde las primeras horas del día, se preparan, ajustan su delantal a la altura de su cintura y salen de su vivienda con una sola finalidad: llegar al mercado y comercializar diferentes productos en búsqueda del sustento económico para ellas y su familia.

La mayoría de ellas empezaron como comerciantes en los mercados desde su infancia, algunas llegaron en su adolescencia, y existen otras que han llegado como comerciantes ambulantes en su adultez. Ya en el mercado, enfrentan los desafíos de Comayagüela: la sofocación por un espacio de trabajo en un lugar sobrepoblado y reducido que iguala a la lucha diaria por el sostenimiento de una vivienda, diversas agresiones con un rango elevado de violencia en todos los sentidos por parte de los transeúntes y demás vendedores. Estas mujeres son víctimas del olvido por parte del Estado hondureño ya que no existen políticas públicas que mejoren las condiciones de vida de los comerciantes en los mercados. Estas mujeres, en gran medida, tienen que enfrentarse solas a diferentes peligros y sobre todo a la tremenda carga que llevan sobre sus cestos: sobrevivir cada día.

La economía de nuestros mercados está en manos de mujeres, cuyos saberes pasan de madres y padres a hijas, hijos y allegados, provenientes de familias de aldeas y pueblos del interior del país, barrios urbanos de Tegucigalpa y Comayagüela. A pesar de la resistencia, tanto individual como colectiva, de las mujeres, de los hombres, de los niños y niñas de los mercados, no se puede subestimar el sufrimiento humano que deja como experiencia el empobrecimiento y la violencia económica.

En esta ocasión uno de los murales lleva el rostro de Doña Julieta, la antigua propietaria del Mercado Mamachepa. Según datos históricos adquirió este espacio entre los años 1940 y 1950. Muy poco se conoce de la historia de este espacio, fue construido en los años veinte del siglo pasado y remodelado hace unos pocos meses. En los murales, como simbología general, se empleó una fusión entre las popularmente conocidas «Flores de muerto» y los girasoles, como una representación del contraste de las realidades: nacer, florecer y morir.

Otro de los murales destaca el rol materno de las mujeres comerciantes que trabajan en los mercados, mujeres en condiciones de baja escolaridad, juventudes sin ningún conocimiento de educación sexual y por ende con dependencias económicas. En muchos casos, lamentablemente, son madres adolescentes, son mujeres que retan las normas sociales, los estereotipos de la maternidad y el trabajo, las desigualdades que estructuralmente e institucionalmente las han mantenido marginadas, son mujeres generadoras de su propio empleo, vendiendo en los espacios públicos a pesar de la exclusión social y discriminación que viven a diario. Especialmente se dedicó un mural en representación de todas las madres que luchan día a día en los mercados, por esas madres que desde estos contextos nos enseñan a ser con los otros, a luchar por un mundo más equitativo.

Las niñas y niños se ven obligados a trabajar en ocupaciones altamente peligrosas para su salud física y psicológica, estando en una situación de desprotección absoluta, todo esto ligado especialmente con el empobrecimiento en ascenso en los hogares de nuestro país.

«Pintando en el mercado, compartimos espacios de diálogo y pintura con los niños y niñas (hijos e hijas de vendedoras), niños que se dedican a la venta callejera. Los primeros acercamientos fueron momentos de inseguridad para ellos, luego de compartir saberes y pinturas, derribamos esa inseguridad de los primeros momentos, comenzaron a pintar con mayor confianza y entusiasmo. Las madres, los niños y algunos transeúntes nos comunicaron que hasta ese punto de vida no habían tenido interacción alguna con el arte. Algunas de las madres vendedoras deseaban obtener referencias de instituciones públicas en las que los niños y las niñas puedan asistir y ser educados a través del arte, y nuestra referencia más cercana fue Piloto 7/14, organización dedicada a la promoción artística educativa, cerca del teatro Manuel Bonilla», Colectivo Culturas Vivas.

El Colectivo artístico reivindica la exigencia y promoción de los derechos educacionales y culturales que el Estado hondureño ha mutilado a través de los años en nuestras realidades. La niñez es el grupo principal en la transmisión oral de la cultura popular. Estamos llamados a fomentar la comunicación y la relación entre ellos.

¿Te gusta contar historias a través de audio? En Contracorriente amamos dar voz a nuestra audiencia, pero también a esas historias que escribimos, es por eso que decidimos abrir la primera convocatoria para presentar podcast para nuestra plataforma.

La forma de hacerlo es sencilla, básicamente deben descargar los TDR de abajo y enviar una propuesta vía correo electrónico a info@contracorriente.red de acuerdo a nuestras líneas de investigación: migración y DDHH, violencia y juventud, derechos sexuales y reproductivos, estructuras de poder, medio ambiente y extractivismo.

Escucha nuestros podcast

Texto: Otto Argueta Ramírez

Fotografía: Tomada de la página de Flickr del Gobierno de Guatemala

El 14 de enero de 2020, Alejandro Giammattei, médico de 63 años de edad, se convirtió en el presidente número 51 de Guatemala y en el séptimo presidente electo después de la firma de los Acuerdos de Paz en 1996. Llegó a la presidencia en medio de la crisis que dejó Jimmy Morales, considerado como uno de los peores presidentes del continente, pero que logró uno de sus principales objetivos, evitar la renovación del acuerdo para la continuidad de la Comisión Internacional Contra la Impunidad, (CICIG) y desmantelar muchos de los avances logrados en materia de investigación criminal y reformas políticas para luchar contra la corrupción.

No considero apropiado hacer el juego de las predicciones que tanto gusta a los analistas, sobre todo cuando se trata de una de las instituciones más visibles, pero que está lejos ser la única que determina la vida política de nuestros países, aunque ese sea su mandato: la presidencia de la república. En el mundo ideal de la teoría política, la presidencia del organismo Ejecutivo tiene el control de la política de gobierno de acuerdo al bien común plasmado en la Constitución Política de la República y demás normas nacionales e internacionales. Su gestión responde a políticas de Estado y es independiente de cualquier influencia guiada por intereses privados o sectoriales. Se apega a los principios democráticos de transparencia, respeto a la independencia de los órganos del Estado, Derechos Humanos y promueve un modelo económico que supere el lastre de pobreza y desigualdad que caracteriza a muchos de los países de la región.

Todo eso no ocurre en países como Guatemala y con seguridad en muchos de América Latina. Los presidentes son figuras públicas que representan intereses de financistas que rehúsan la transparencia, dependen de sectores poderosos como empresarios, militares e iglesias y se encargan de ser la cara pública de una maquinaria de poder y clientelismo que controla al Estado. La corrupción es solo el medio a través del cual se logra el objetivo de preservar un sistema político patrimonial, es decir, que compite por el acceso y control de lo público para el beneficio privado. Eso abarca desde élites económicas hasta grupos criminales. Cada cuatro años -a veces más en otros países- cambia el nombre del presidente, es decir, el nombre público de una institución política que garantiza la continuidad de un modelo de sociedad.

Por esas razones, las predicciones son ejercicios bastante inútiles, si no se toma en cuenta que la dinámica política de nuestros países requiere ver más allá del presidente y entender un sistema político que resiste fuertemente cualquier intento de reforma. Y las elecciones no son reformas, son actos formales, procedimientos de ese sistema, por eso, cuando todo cambia para que todo siga igual, la predicción pierde sentido.

Giammattei llegó a la presidencia con niveles bastante bajos de legitimidad. Consiguió 614 mil votos de los más de 5 millones votos válidos de las elecciones. Ese 14% hizo posible que pasara a la segunda vuelta frente a Sandra Torres, a quien venció con 1,907,767 votos de un padrón de casi ocho millones de votantes.

No fue su carrera política lo que hizo posible ganar las elecciones. La candidatura de Sandra Torres fue duramente confrontada por una campaña anti-Sandra, varios candidatos fueron inhabilitados junto con sus partidos por vínculos corruptos y el país se encontraba al borde de finalizar el nefasto período de Jimmy Morales.

Desde las elecciones de 2007, Giammattei buscó la presidencia del país. También trató de ser alcalde la Ciudad de Guatemala en dos ocasiones. Su carrera como candidato de elección popular fue siempre marginal, uno de esos candidatos que se consideran en los análisis políticos como el relleno de los partidos políticos, esos que acumulan unos votos en la primera vuelta electoral para negociar alianzas con los que pasan a segunda vuelta a cambio de puestos menores en la administración pública. Candidatos y partidos que sobreviven del clientelismo político.

En nuestros países se vota por descarte, por el «menos peor» y son esos los candidatos que en los últimos meses del proceso electoral obtienen repentinamente el apoyo de grupos poderosos porque carecen de fuerza propia, de proyecto político. Son ideales para preservar el procedimiento democrático y la continuidad de los grupos de poder. Eso ocurrió con Jimmy Morales, pero desde siempre en Guatemala y más visiblemente desde Otto Pérez Molina, que renunció a la presidencia en medio de las investigaciones de corrupción de la CICIG y el Ministerio Público, los presidentes han hecho ajustes a la maquinaria institucional del Estado sin cambiar su función patrimonial, sino al contrario, la aseguran más. Jimmy Morales llevó al extremo esa función de representar intereses corruptos y mafiosos al bloquear la trayectoria de reformas iniciada desde el 2010 con la llegada de la Comisión Internacional Contra la Impunidad, CICIG.

La lucha contra la corrupción generó problemas en Guatemala para los grupos más poderosos del país. Desenmascarar los mecanismos de políticos corruptos -incluido el presidente, vicepresidenta y varios ministros- está bien, aunque molesta, igual, otros llegarán a retomar la función. Pero, desenmascarar la participación, complicidad y beneficios que la corrupción genera para prominentes empresarios del país ya es peligroso. Otto Pérez Molina era ex militar y como sabemos, se puede dejar de estar activo en la institución, pero nunca se deja de ser militar, miembro leal de la corporación. A pesar de eso, los militares sabían que a su hermano en armas había que dejarlo caer, que no era posible defender nada sin comprometer seriamente a la gloriosa institución militar. Pero cuando dos ministros de defensa y otros funcionarios ex militares fueron encarcelados, las cosas cambiaron. Igual pasó con las iglesias, especialmente las evangélicas. Cuando se inició la investigación contra Cash Luna, venerado pastor evangélico, por su vínculo con la corrupción, las alertas ya estaban encendidas para los tres poderes del país: empresarios, militares e iglesias.

Como cuando se rompe una cañería y se empieza a inundar un edificio, Jimmy Morales se encargó de remendar los daños causados por la lucha contra la corrupción ¿podemos argumentar que Giammattei llega ahora a reparar la tubería para que siga fluyendo el vital líquido de la corrupción?

Gimmattei ganó notoriedad en 2006, cuando se hizo la Operación Pavo Real, una acción armada realizada en la Granja de Rehabilitación Penal Pavón en la que participaron más de tres mil policías y militares y en la que un escuadrón de hombres armados (no policías ni militares, sino un cuerpo ilegal paralelo) y con rostros cubiertos y una «lista negra», ejecutaron extrajudicialmente a siete reos. La operación fue organizada y coordinada por el entonces Ministro de Gobernación Carlos Vielman y el jefe de la Policía Nacional, Erwin Sperisen. Vielman fue juzgado en España y dejado en libertad, pero Sperisen, quien usando su doble nacionalidad, se instaló en Suiza buscando impunidad luego de dejar el cargo, fue encontrado culpable por su complicidad en la ejecución extrajudicial de los reos. Fue sentenciado originalmente a cadena perpetua, la cual fue reducida a 15 años de prisión en Suiza.

Giammatei era el Director del Sistema Penitenciario del país y apareció en la escena de la operación horas después para relatar a los medios de comunicación la versión oficial del hecho: un fuerte enfrentamiento armado con los reos que dio lugar a la muerte de siete de ellos. La investigación que llevó al exjefe de la Policía a prisión en Suiza y la que llevó a cabo la CICIG, demostraron que no hubo tales enfrentamientos y que la operación no tuvo el objetivo de retomar el control del centro penal sino la estricta ejecución extrajudicial de los reos. Esa investigación condujo a que Giammattei pasara 10 meses en prisión y luego quedara en libertad por falta de pruebas.

La falta de pruebas no es sinónimo de inocencia, menos cuando algo así ocurre en la institución que la persona dirige. Demuestra, en todo caso, que su función en el hecho fue poner la cara ante la opinión pública y defender la versión oficial de los hechos, lo cual no lo incriminaba penalmente. Sin embargo -y para fines de este análisis- lo ocurrido en Pavón durante su gestión demuestra su función en el sistema político. Como les sucede a muchos funcionarios, puede ser que era conveniente que él ni supiera de la operación, sino hasta el momento indicado con el guion elaborado. Ya en medio de la poza, lo mejor es seguir nadando para no hundirse… diez meses de nado forzado.

La mecánica del patrimonialismo -o de la corrupción en términos más llanos- es que, desde el presidente hasta muchos funcionarios en puestos de dirección de instituciones menores, saben que predomina un pacto, una regla informal: los funcionarios dejan hacer a cambio de algo, por lo regular beneficios producto de la corrupción, pero en otros casos a cambio de no ser entregados al escrutinio público por su incompetencia o por acciones indebidas en el pasado. Algunos incluso llegan a afirmar que para poder hacer algo hay que dejar hacer mucho. En todo caso, cuando la corrupción es el patrón que domina la gestión pública, toda persona en un puesto de dirección técnica o política sabe que hay cosas que no se pueden tocar si quiere permanecer en el puesto, en el mejor de los casos, o ser encarcelado y hasta asesinado, en el peor de ellos.

A diferencia de Jimmy Morales, que parece haber pasado cuatro años en estado de ebriedad -en serio-, Giammattei es iracundo, habla y grita fuerte, es claramente autoritario y no escatima adjetivos para referirse a la necesidad urgente que tiene Guatemala de retomar las riendas (¿cuáles?) con la firmeza de un hombre recio y duro, que conoce la muerte de cerca (así lo dijo en su discurso de toma de posesión), que es portador de los valores más sagrados de la sociedad (Dios, por supuesto, no la Constitución Política, sobre la cual no hizo el juramento presidencial sino sobre una Biblia de edición gruesa y llamativa, algo que fue aclamado por las principales iglesias evangélicas del país).

Más allá de su personalidad, Giammattei ha dejado claro en sus primeros días de gobierno a quién referirse con solemnidad. En su discurso de toma de posesión, anunció que presentará una iniciativa de ley al Congreso de la República para declarar a las pandillas terroristas (eufórico aplauso en el auditorio) y que disolverá la Secretaría de Asuntos Administrativos y Seguridad, SAAS, encargada de la seguridad del presidente para encargar dicha tarea a los militares, además de anunciar planes de reactivación económica y toda la retórica de rigor sobre el combate a la pobreza y demás males aparentemente menores ya que las pandillas fueron el primer punto de su discurso. También anunció la creación de una comisión para el combate contra la corrupción, integrada, entre otros, por la actual fiscal general, María Consuelo Porras, quien por su inactividad ha sido clave en el proceso de desmantelar los avances en la lucha contra la corrupción.

Lo de las pandillas recuerda a Otto Pérez Molina quien en su campaña electoral en 2011 ofreció «mano dura» y al final no pasó nada. Recurrir a las pandillas como el mal mayor de los países ha sido una estrategia usada también en Honduras y El Salvador -y con Trump en Estados Unidos. Está de más recordar que en los tres países ese discurso ha sido útil para alimentar el pánico social y posicionar a los mandatarios como una especie de súper héroes. En ninguno de los países, sin embargo, eso ha dado los resultados anunciados. El Salvador es el mejor ejemplo ya que en ese país el término terrorismo ha sido usado contra las pandillas en las leyes, en la política de seguridad y hasta en la declaración de guerra que hizo el anterior presidente Sánchez Cerén. Al final, las pandillas continúan y crecen al margen de ese tipo de política. Es en otro tipo de política, la informal, en donde se encuentran de mejor manera funcionarios y pandillas. Además, como otros problemas de estos países, las pandillas son la expresión de la desigualdad, la violencia como recurso para todo y, sobre todo, son resultado de un sistema político que, al contrario, depende de su existencia ¿qué harían estos presidentes sin ellas para tener a quien culpar de todos los males de los países?

La retórica del terrorismo para tratar un tema que mas bien tiene raíces sociales se hace aún más preocupante en términos democráticos cuando se acompaña de una serie de expresiones y acciones que demuestran el reposicionamiento formal de los militares en el Estado.

La cada vez más explícita dependencia de los gobiernos de posguerra en la institución armada va en detrimento de las expectativas que el proceso de democratización despertó en las sociedades centroamericanas. En El Salvador en 1992 y en Guatemala en 1996 se firmaron acuerdos de paz que incluyeron la reforma militar como un pilar fundamental de la democracia y la paz. En Honduras no hubo proceso de paz ni reforma militar sustancial, hubo cambios, pero no en las proporciones necesarias para garantizar el ajuste del sistema político a la ola de democratización en la que estaba embarcada la región.

Esas reformas incluyeron la reducción del presupuesto militar y de la cantidad de efectivos, además del desmantelamiento o limitación de una serie de estructuras institucionales de control (estados mayores, inteligencia militar) así como la reducción de prerrogativas que gozaban los miembros de las instituciones armadas (bancos, institutos de previsión militar, comisariatos, etc.).

Hubo avances significativos en ese proceso y las fuerzas militares en El Salvador y Guatemala apuntaban, al menos formalmente, a una transformación necesaria en términos democráticos. Sin embargo, paralelamente les fueron asignadas tareas que se alejaban no solo de los comprometido en los acuerdos de paz sino también de la función que una institución militar debe cumplir en una sociedad democrática, especialmente en países que no tienen amenazas bélicas externas que requieran el despliegue de fuerza militar. Los militares compensaron las reducciones producidas por la reforma militar con una creciente participación en la seguridad pública, en la protección de industrias extractivas y, más recientemente, en la reducción de la migración. Han logrado así justificar su existencia -y ahora su crecimiento- abarcando ámbitos que deberían ser competencia de otras instituciones, civiles y democráticas.

Lo anterior en el plano formal. Informalmente, la continuidad de lo militar en el sistema político ha ocurrido a través de los ex militares que participan de diversas formas en la política. En el caso de Guatemala, Otto Pérez Molina es la máxima representación de esa situación. No le fue bien. Con Jimmy Morales, numerosos exmilitares formaron parte del partido político que lo llevó a la presidencia, fueron diputados y asesores de diferentes instituciones. Y con Giammattei, los exmilitares vuelven a ocupar puestos importantes dentro de la administración pública o están emparentados con personas que ocupan dichos cargos.

El Ministro de Gobernación de la nueva administración es Edgar Godoy, militar compañero de promoción de Otto Pérez Molina y allegado al General Ortega Menaldo, un nombre que produce eco en los corredores tenebrosos de la historia de Guatemala. Godoy tuvo cargos que dentro de la dinámica militar y política del país fueron clave: subdirector de inteligencia militar durante el primero gobierno democrático en la transición, el de Vinicio Cerezo Arévalo (1986-1991); fue sub jefe del Estado Mayor Presidencial durante el gobierno de Serrano Elías (el presidente del «auto golpe» en 1993). Ambos cargos fueron fundamentales en la lógica de la democracia tutelada: el gobierno de Cerezo Arévalo fue parte de una transición controlada por un ejército que se encontraba aún en guerra y el quiebre institucional de Serrano Elías estuvo fuertemente influenciado por las dinámicas internas del ejército en aquel entonces.

Godoy ha sido crítico de los procesos de democratización y reforma del Estado, especialmente en lo relacionado con la reforma militar. En sus columnas de opinión criticó fuertemente a la CICIG y antes de ocupar el cargo, fue contratista de la Municipalidad de la Ciudad de Guatemala dirigida por Álvaro Arzú, un férreo antagonista de la misma comisión.

Al frente del gabinete de seguridad e inteligencia está el general retirado Roy Dedet Casprowitz, un militar que ha estado presente en varios gobiernos desde la transición a la democracia como parte de una red, la de Ortega Menaldo, que representa la sección de más extrema derecha de los militares en el país y que se insertan en el partido político que más convenga para asegurar su permanencia en la administración del Estado.

La lista de exmilitares es larga en el gabinete de Giammattei y todos tienen algunos rasgos en común: fueron parte de la inteligencia militar, estuvieron en el Estado Mayor Presidencial, han sido vinculados a casos de corrupción y algunos fueron parte de intentos de golpes de Estado al primer gobierno de la fase democrática de este tiempo, otros han sido asesores de varios políticos antidemocráticos y hasta consultores para defender a Efraín Ríos Montt durante el juicio por genocidio. Joyas de la corona autoritaria y antidemocrática del país.

De esas redes hay muchas y fueron la razón por la que originalmente se luchó por la CICIG que, en su versión original, debía investigar los cuerpos ilegales de seguridad y aparatos clandestinos de seguridad (CICIACS). Sin embargo, en el 2006, cuando se creó la CICIG, esas redes estaban más preocupadas por las violaciones a los derechos humanos que por la corrupción, de la cual siempre se sintieron -y de hecho lo son- impunes. Su labor siempre fue doble: controlar el Estado y garantizar la corrupción. De lo primero había que rendir cuentas en materia de derechos humanos. Lo segundo siempre ocurrió en el subsuelo y especialmente durante la nueva democracia, que tenía a los civiles para ser la cara pública de las instituciones.

El 2015 fue el quiebre, cuando se demostró que esa impunidad, la de la corrupción, tal vez no podía ser absoluta. Los militares activos, los del Ministerio de la Defensa, acuerparon públicamente a Jimmy Morales en su lucha contra los que estaban en contra de la corrupción. Jimmy Morales estuvo rodeado -alcoholizado y bien pagado- por militares y exmilitares de tenebroso pasado y presente. Al salir de la presidencia se acabó la protección militar de Jimmy Morales pero le aseguraron el último beneficio de impunidad, el Parlacen. Giammattei está también rodeado, pero más explícitamente, del mismo tipo de militares y exmilitares. Su apuesta por ese apoyo es un avance en el retroceso de la tan accidentada democratización institucional del país.

En su discurso de toma de mando como Comandante General del Ejército, el pasado 16 de enero en las instalaciones de la Primera Brigada de Infantería «Mariscal Zabala» -lugar que fue utilizado como prisión de políticos y empresarios por casos de corrupción y en donde él estuvo diez meses privado de su libertad- Giammattei dijo que «Hoy mi compromiso con el Ejército es reforzarlo» y aludió a su plan de aumento del pie de fuerza, provisión de equipo y asesoría técnica por parte de las fuerzas militares de Colombia, país con una institución militar de más de 350,000 efectivos y una larga historia de conflictos y violencia política no resuelta. Las coincidencias con ese país van más allá de la función de sus ejércitos.

Al siguiente día, Giammattei anunció que dos municipios del departamento de Guatemala entraban en estado de emergencia y desplegó un fuerte contingente de militares y policías para combatir a las pandillas y el crimen organizado. San Juan Sacatepequez, uno de los municipios que junto con Mixco entraron en estado de emergencia, es ampliamente conocido por los conflictos derivados de la explotación de recursos naturales por parte de industrias extractivas, acciones de grupos de vigilantismo vinculados a militares y relacionados con esas industrias, altos niveles de pobreza e inseguridad. Y también pandillas. El mismo día anunció el rompimiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela y el cierre de su embajada, algo que ya se había iniciado con Jimmy Morales.

Guatemala vivió un momento en el que se despertaron expectativas, cuando las investigaciones sobre corrupción lograron tocar los tres poderes reales del Estado: empresarios, militares y evangélicos y, por supuesto, a sus operadores, los políticos presidentes, ministros, directores y otros funcionarios.

Hacer predicciones sobre el nuevo presidente es un despropósito cuando toda la maquinaria patrimonial está en marcha, aceitada por el autoritarismo y el revestimiento de una democracia formal, incapaz de mejorarse con más democracia. Giammattei llega a la presidencia cuando la reparación de las fugas en las tuberías de ese sistema ya había iniciado y da los mensajes propios de un fontanero acreditado para permitir que los principales interesados hagan su trabajo. Honduras hace lo mismo al negar la continuidad de la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras, MACCIH, que aunque con menos capacidades que la CICIG, logró demostrar que la impunidad es posible combatirla. En Colombia, los acuerdos de paz no han logrado generar cambios que indiquen una dirección diferente a la ya conocida. Iván Duque, presidente de Colombia y Juan Orlando Hernández fueron gratamente saludados por el entrante presidente Giammattei en su discurso inaugural.

Hay países insignia en la sofisticación del modelo patrimonial del sistema político en Latinoamérica. Un país aprende del otro y de eso se pueden extraer señales claras del presente que vivimos: los avances democráticos tuvieron su límite al tocar el fondo de las instituciones políticas que sostienen el modelo de acumulación de muchos países de la región y la complementariedad de intereses de los poderes más tradicionales. Militares, empresarios, iglesias y políticos, recuerdan la fortaleza de su vínculo histórico, ese que formó estos estados y que resiste su transformación.

¿Trae Giammattei algo diferente al país? Tenemos cuatro años para saberlo.

Las opiniones expresadas en este espacio son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de Contracorriente.

El éxodo migratorio que inició su camino el miércoles 15 de enero de 2020 ya se encuentra en la frontera entre Guatemala y México. El primer grupo de aproximadamente 500 personas llegó este viernes y durmió en las aceras de la ciudad de Tecún Umán, en el departamento de San Marcos. El sábado despertaron frente una reja de incertidumbres, forjada entre las promesas de empleo que esta semana dio el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y los acuerdos de “País Seguro” que el mismo México, Guatemala, El Salvador y Honduras firmaron el año pasado con el gobierno de Donald Trump para disminuir el flujo de migrantes que llegan a Estados Unidos.

Ante la espera de que llegue todo el grupo, las miles de personas que salieron de Honduras en los últimos cuatro días y transitaron más de 500 kilómetros para llegar hasta este punto fronterizo dejan atrás un país que parece quebrarse entre la violencia y la corrupción de un gobierno cada vez más impune.

Anita ayuda a dar de comer a un bebé que acaba de conocer mientras espera junto a su madre que salga la Caravana Migrante en dirección a la frontera de Agua Caliente, San Pedro Sula, 14 de enero de 2020. Foto: Fernando Silva.

Un camino recurrente

El martes por la tarde; mujeres, hombres, familias enteras y menores no acompañados de todo el país empezaron a llegar a la Terminal Metropolitana de Buses en San Pedro Sula, el punto de reunión de todas las caravanas que han salido de Honduras desde octubre de 2018. Las aceras comenzaron a llenarse, los jóvenes llegaron con banderas sobre sus espaldas y las cámaras de los medios de comunicación nacionales e internacionales atiborraron la terminal.

Entre todos esos rostros estaba el de Ever Aceituno de 23 años, originario de Tegucigalpa, acompañado por su esposa Sandra de 35 años que tiene tres meses de embarazo, ambos huyen de la violencia. Ever trabajaba de ayudante de buses en la ruta Cerro Grande – Kennedy en la capital del país, un rubro que, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (OV-UNAH), en 2019 contabilizó más de 100 trabajadores asesinados a causa del cobro de la extorsión que ejercen las pandillas.

Ever y Sandra se casaron hace algunos meses, se conocieron después de que él fue deportado de Estados Unidos cuando se fue en la primer Caravana Migrante de octubre de 2018 y ahora harán la ruta juntos, San Pedro Sula, 14 de enero de 2020. Foto: Fernando Silva

“Tengo miedo de estar aquí, hace cinco meses me intentaron matar cuando seis jóvenes se subieron al bus, sacaron machetes y me golpearon a mi y al chofer”, cuenta Ever mientras señala la cicatriz que dejó uno de los golpes que le dieron en la cabeza. A su hermano lo mataron hace ocho años en un incidente también causado por la extorsión.

Esta no es la primera vez que emprende la ruta migratoria en un éxodo masivo; en 2018 estuvo sobre el puente que cruza el río Suchiate cuando la Policía Federal Mexicana lanzó gases lacrimógenos a los más de 3 mil centroamericanos que conformaron esa caravana que representó el inicio de una nueva forma de migración en la región. En esa ocasión logró llegar hasta Estados Unidos pero fue deportado, después de ser detenido mientras cenaba en un restaurante de Houston, Texas. Después de estar retenido en un centro de detención durante ocho meses fue deportado a Honduras con la seguridad de que no podría quedarse por mucho tiempo.

Según un informe del Observatorio Consular y Migratorio de Honduras solo entre 2017 y 2019, la cantidad de deportaciones han aumentado en un 56.7 por ciento. Esta situación se da en el marco de la reelección inconstitucional de Juan Orlando Hernández, el endurecimiento de las políticas migratorias de Estados Unidos y los acuerdos que ese gobierno ha firmado con los países de origen de la migración en Centroamérica.

Ahora Ever no está solo, después de su retorno conoció a Sandra, quien la noche del 14 de enero lo acompaña para esperar la salida pactada en las redes sociales para las 5 de la mañana del día siguiente.

Las largas distancias se hicieron en base de pedir aventones a camiones pequeños y grandes que pudiesen trasladar a grupos completos de la Caravana Migrante, Santa Rosa de Copán, 15 de enero de 2020. Foto: Fernando Silva.


La caravana de las dos rutas

Ante la formación de una nueva Caravana Migrante, el ministro de seguridad, Julián Pacheco Tinoco, lamentó la decisión de los hondureños y hondureñas de salir del país y expresó su esperanza de que “antes de llegar a Corinto o Agua Caliente se arrepientan y regresen a nuestro país”.


Estas declaraciones no fueron atendidas por las casi mil personas que la noche del martes esperaban la salida de la primera caravana de 2020, aunque muchos no sabían exactamente que rumbo tomaría. Las opciones eran tomar un nuevo camino hacia la frontera de Corinto en Puerto Cortes, o la ruta ya conocida por la frontera de Agua Caliente en el occidente del país.

Después de un día largo de viaje, jóvenes migrantes descansan en el auditorio del Parque Central de Ocotepeque que esa noche alberga a unas 600 personas que saldrán por la frontera de Agua Caliente, Ocotepeque, 15 de enero de 2020. Foto: Fernando Silva.

Un grupo de amigos que emprendió el camino juntos en la Caravana Migrante se abrazan antes de salir del parque Central de Ocotepeque en dirección a la frontera de Agua Caliente para cruzar hacia Guatemala, Ocotepeque, 15 de enero de 2020. Foto: Fernando Silva

Esa discusión por la ruta que tomarían causó un enfrentamiento entre un grupo de supuestos migrantes, que propusieron viajar por Corinto, y Bartolo Fuentes, el exdiputado del partido Libertad y Refundación (LIBRE) acusado de promover la caravana de octubre de 2018.

Al escuchar la propuesta de este grupo de irse por la frontera de Corinto, Bartolo junto a un periodista de UNE TV, un reconocido canal de televisión de oposición, señalaron a estas personas de ser traficantes de personas, los migrantes respondieron que ya no querían políticos en la caravana. Los gritos e insultos estuvieron a poca distancia de convertirse en golpes.

Dos horas después de ese confuso incidente, un grupo de 300 migrantes inició una primer vertiente de esta caravana hacia la frontera de Corinto, el grupo que quedó partió a las cuatro de la mañana rumbo al occidente, algunos salieron a pie y otros directamente en autobús.

En ese camino iba Luis Fernando Osorto originario del sector López Arellano, una de las zonas más peligrosas del norte del país ubicado en Choloma, Cortés.

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“He recibido insultos, maltratos, me han querido hasta matar; por eso yo decidí viajar y ahorita voy confiando en Dios, le pido fuerzas, que me abra puertas y mi deseo es llegar aunque sea hasta México”, dice Luis Fernando, un hombre gay que ha sufrido todas las formas posibles de discriminación en un país con la tasa más alta de crímenes de odio en la región, según el informe “El prejuicio no conoce fronteras” de la organización Diakonia.

La realidad para Luis Fernando continuará siendo peligrosa al llegar a México. En promedio, en ese país anualmente son asesinadas 79 personas de la comunidad LGTBI; sin embargo, será mucho más seguro. En enero de 2019 Luis Fernando también había salido con la caravana a causa de las cartas que la pandilla dejaba en su casa advirtiéndole que si no se iba del barrio lo iban a matar.

Luis Fernando huye de la violencia y la discriminación, dice que no entiende porque hay tanto odio y ahora solo piensa en no volver a Honduras, solo espera “trabajar, echarle ganas a la vida, apoyar a mi madre, y si es posible quedarme mucho tiempo fuera”, San Pedro Sula, 14 de enero de 2020. Foto: Fernando Silva

Para este hombre de 34 años la única opción para vivir tranquilo es irse del país, ya que el gobierno no se interesa por su población, las políticas públicas están lejos de volverse inclusivas, no ha logrado conseguir trabajo en mucho tiempo y el acceso a derechos como el matrimonio igualitario parece casi imposible en una sociedad en la que el poder político es sustentado por el poder religioso.

“Ya no quiero volver a Honduras”, dice Luis Fernando quien llegó con el primer grupo de la caravana a la frontera de Agua Caliente y cruzó el mismo 15 de enero al municipio de Esquipulas en Guatemala.

Detrás de él quedo otro grupo de al menos 800 personas que durmió en el parque de la ciudad de Ocotepeque y salió el siguiente día a las 4 de la mañana después de orar y cantar el Himno Nacional a todo pulmón. Salieron en la oscuridad y llegaron a la frontera cuatro horas después con la bandera y sin hacer ningún registro, nadie pudo impedir su paso.

Países cárcel

Según datos del Instituto Guatemalteco de Migración entre el 15 y 16 de enero ingresaron a Guatemala un total de 3543 personas como parte de la caravana a través de las fronteras de Corinto y Agua Caliente. Los centroamericanos continuaron su camino a pesar de la advertencia del presidente guatemalteco entrante, Alejandro Giammattei, quien en una conferencia de prensa señaló que aunque los migrantes podrían cruzar el país sin problemas al contar con la documentación necesaria, en la frontera con México se toparían con un muro impenetrable.

Además, el pasado viernes el embajador de Estados Unidos en Guatemala, Luis Arreaga, envió un mensaje en tono amenazante a través de las redes sociales, en donde advertía a los migrantes centroamericanos que “las autoridades de Guatemala, México y Estados Unidos han reforzado sus controles fronterizos, usted será detenido y retornado (…) no arriesgue su vida y la de sus parientes.”

Estas amenazas fueron de cierta manera diluidas por la hospitalidad que la caravana migrante recibió desde la aduana guatemalteca de Agua Caliente hasta su llegada a la ciudad de Tecún Umán en las diversas casas de migrantes en las que descansaron, recibieron atención médica y comida.

El director de la Casa del Migrante de Guatemala, el padre scalabriniano Mauro Verzeletti, aseguró que “la situación del norte de Centroamérica es demasiado compleja y prácticamente son narcoestados en los que las personas no tienen sus derechos, ellos siempre nos mencionan como principal causa de su desplazamiento la corrupción que se ha instaurado en Honduras y también que es un gobierno que esta tomado por el crimen organizado y no está interesado en la población”.

Lea nuestro editorial tras el anuncio de no renovación de la MACCIH: Se cerró la rendija

Para Verzeletti ser nombrado “País seguro” es fácil en el papel pero en la práctica no solucionará el problema al ser una imposición de Estados Unidos.

En Honduras los acuerdos migratorios firmados en septiembre de 2019 son inciertos de manera oficial pero según un recurso de amparo presentado por integrantes de Comités de Familiares Desaparecidos implicarían deportaciones exprés desde Estados Unidos, intercambio de información biométrica y convertirse en un país de retención para migrantes de otros países que se dirigen hacia el norte.

La Casa del Migrante en Ciudad de Guatemala acondicionó un espacio en donde albergó la noche del jueves a casi mil personas que viajaban como parte de la Caravana Migrante. Allí recibieron un lugar para descansar, comida y atención médica, Ciudad de Guatemala, 16 de enero de 2020. Foto: Fernando Silva.

Una semana antes de que la caravana partiera de Honduras arribó al país Chad Wolf, secretario interino de Seguridad Nacional estadounidense, con el objetivo de definir la implementación de los acuerdos que permitirán que Honduras se convierta en un país de espera para los solicitantes de asilo en Estados Unidos. La ironía rebasa los límites cuando se habla con alguno de los migrantes que pasó la noche en el refugio que habilitó la Casa del Migrante en Ciudad de Guatemala, durmiendo bajo una carpa casi uno encima del otro por falta de capacidad, algunos dentro de una bolsa plástica para pasar el frío de la madrugada, todos concuerdan que en Honduras es imposible vivir.

El penúltimo tramo

Desde su salida la caravana que avanzó por la frontera de Agua Caliente se dividió en tres grupos que avanzaban uno detrás del otro, de la misma forma salieron de Ciudad de Guatemala hacia el paso de fronterizo entre Tecún Umán y Ciudad Hidalgo.

Si tienen suerte, y avanzan a través de aventones, a cada grupo le toma aproximadamente 15 horas poder llegar desde la capital guatemalteca hasta la frontera con México.

Algunos se quedan rezagados en el camino y se unen para pedir un aventón o ayuda para ajustar el pasaje del bus que los lleve hasta el destino. Ese es el caso de Kenia Cáceres, madre de dos adolescentes y originaria de Tocoa, Colón; quien lidera un grupo de 9 jóvenes que esperan un aventón en una gasolinera a 100 kilómetros de la frontera.

Kenia regresó a Honduras cuando se anunció la Caravana de Migrantes después de vivir varios meses en Tapachula con Andrea, su hija de 17 años; la razón del regreso fue su hija menor de 14 años quien fue secuestrada durante dos semanas y abusada sexualmente por miembros de una pandilla.

Kenia, sus dos hijas y un grupo de jóvenes que les acompañan, siguen el camino rumbo a Tecún Umán después de haber logrado que un bus llevara a dos de sus compañeros junto con las maletas del grupo, Guatemala, 17 de enero de 2020. Foto Fernando Silva

Cuando Kenia presentó su caso ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) le dijeron que sí podían otorgarle el refugio pero tenía que regresar por su hija. Después de cuatro días de camino se sienten cada vez más seguras al alejarse de Honduras.

Finalmente el grupo logra que un bus les haga el favor de llevar sus maletas hasta Tecún Umán y que dos de los jóvenes también puedan irse. Kenia organiza rápidamente al grupo y elige quienes se irán, les recuerda que no olviden la maleta que lleva el nebulizador de Andrea y ayudan a subir todo al bus. El resto de los migrantes, liderados por Kenia, comienzan a caminar haciendo bromas y pidiendo que alguien más los lleve.

En los alrededores de la aduana guatemalteca de Tecún Umán duermen alrededor de 500 migrantes que esperan al grupo que viene desde Ciudad de Guatemala para cruzar la frontera mexicana que conecta con Ciudad Hidalgo, Tecún Umán, 17 de enero de 2020. Foto: Fernando Silva.

Los mismos engaños de siempre

El viernes por la noche llegaron Ever y Luis Fernando a Tecún Umán, cada uno ha cursado su propio camino y sorteado diversas dificultades.

Ever llegó en calcetines ya que los zapatos que llevaba se le rompieron en el camino, una parte del tramo lo hizo descalzo y hasta ahora que llega a la ciudad logra conseguir unas sandalias. Sentado junto a Sandra en una banca del parque municipal cuenta que le duele una muela y que no tiene dinero para nada, ni para una bolsa con agua. Unos minutos después una policía llega con refrescos y comida para ambos. En este trayecto no se ha registrado ninguna hostilidad por parte de las autoridades guatemaltecas.

Por otro lado Luis Fernando es acompañado por un grupo de migrantes de la diversidad sexual que se han encontrado en el camino y ahora en grupo piden seguridad al gobierno Mexicano ante la violencia en Honduras.

Ninguno de los dos quiso participar en el grupo de migrantes que la mañana del sábado intentó cruzar la frontera y forcejeó con elementos de la Guardia Nacional mexicana para poder pasar sin hacer registro migratorio y continuar su camino hacia Estados Unidos. En el forcejeo los elementos de seguridad rociaron con gas pimienta a los migrantes, incluidos a los menores que eran cargados por sus madres.

El sábado por la mañana un grupo de aproximadamente 300 migrantes intentó cruzar sin registro la frontera mexicana, en el forcejeo los elementos de seguridad rosearon con gas pimienta a los migrantes y cerraron los portones de ingreso, Tecún Umán, 18 de enero de 2020. Foto: Fernando Silva.
Del lado de Ciudad Hidalgo, la Marina Mexicana vigila que ningún migrante de la caravana cruce por el río Suchiate, 18 de enero, Tecún Umán. Foto: Fernando Silva

Este enfrentamiento resultó en el cierre del paso y la autorización de un cruce “controlado” de grupos de 20 personas según las instrucciones del Instituto Nacional de Migración.

Los integrantes de la caravana que decidieron pasar fueron subidos en autobuses que según la información del periodista Alberto Pradilla, reportando para el medio mexicano Animal Político, serían llevados a la estación migratoria Siglo XXI, en Tapachula, Chiapas.

Ahora la Caravana Migrante espera la llegada de todos sus integrantes para pasar juntos este lunes 20 de enero y seguir hacia Estados Unidos.


Honduras ha demostrado tener un Estado fuerte y servil para intereses extranjeros, de explotación de recursos ya sea para la industria extractiva o para la economía ilegal del narcotráfico. Una institucionalidad fuerte para servir a estos intereses y débil para generar bienestar para la población, inútil para combatir la corrupción. Sin embargo, el gobierno actual se cobija en los principios democráticos de separación de poderes y soberanía para no renovar el convenio de la Misión de Apoyo contra la Corrupción e Impunidad (Maccih) que a dos días de cumplirse su plazo de trabajo en Honduras, fue liquidada por la falta de consenso con la OEA, principalmente por su apoyo a la Unidad Fiscal Contra la Corrupción e Impunidad (UFECIC).


En 2015, miles de hondureños salieron a las calles a exigir una Comisión contra la impunidad parecida a la Cicig en Guatemala, liderada por la Organización de Naciones Unidas y que llegara con el fin de investigar el desfalco al Instituto Hondureño de Seguridad Social, saqueado para financiar la primera campaña del actual presidente de la república. En 2016 se instaló la Misión de Apoyo Contra la Impunidad y Corrupción (MACCIH) liderada por la Organización de Estados Americanos (OEA). En 4 años la Maccih presentó 14 casos que en total suman a 133 imputados entre diputados, otros funcionarios públicos y familiares acusados de malversar casi 400 millones de lempiras en diferentes actos de corrupción: desvío de fondos desde ong’s o despachos de gobierno, irregularidades en concesiones, lavado de activos del narcotráfico para financiar campañas políticas, sobrevaloraciones en equipo médico o contratos con el Estado, así como la denuncia del Pacto de Impunidad que intentó frenar las investigaciones contra diputados.

Los resultados de esta misión no fueron nunca suficientes, pero eran una especie de rendija, para ver a través de la puerta de la impunidad, cómo se estructuraba la red de corrupción en Honduras. La ciudadanía se cuestiona aún qué tanto poder tenía esta misión y qué tanta posibilidades había de que los culpables terminaran en la cárcel, pero de alguna manera generaba esperanza. Con el tiempo, la esperanza se ha ido apagando, las antorchas no iluminaron más y miles han salido juntos a las calles, pero para huir en caravana hacia Estados Unidos.

La MACCIH chocó, desde el principio, con la institucionalidad cooptada que investigó, porque esta misma es la que le permitía seguir en el país. La gente que huye pidiendo asilo en el norte, ha chocado siempre con esa institucionalidad que no la protege y que le ha quitado toda esperanza.

Los que legislan fueron acusados y los tres poderes del Estado, al unísono expresaron que la Maccih violaba la independencia de poderes, imponía un sistema de justicia punitivo y hasta denunciaron atropellos contra los acusados. Diferentes organizaciones de sociedad civil, congresistas norteamericanos y organizaciones internacionales pidieron y sugirieron al gobierno renovar la Maccih, la última palabra siempre la tuvieron quienes se sintieron perseguidos por ella.

La Maccih fue poco a poco debilitada hasta llegar a este punto de su terminación. El Congreso Nacional, que insistió hasta el último momento que la ratificación del convenio corría por su cuenta, aprobó una ley que le quita facultades al Ministerio Público para investigar la corrupción, dejándolo en manos del Tribunal Superior de Cuentas, bajo la concepción de que la corrupción es una falta administrativa y no debe ser evacuada vía penal. Los diputados se garantizaron inmunidad legislativa y los casos de la MACCIH que rozan a la familia presidencial están detenidos porque la Fiscalía no avanza en la investigación y no se presentan requerimientos fiscales contra los personajes de más alto nivel.

La MACCIH, sin duda, dio la oportunidad a los periodistas y la ciudadanía de tener información para explicar las redes de corrupción, abrió la caja de pandora, supuso una oportunidad que ahora puede dejar a ciegas al país entero, la puerta podría quedar totalmente cerrada.

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Tras un año sumergido en numerosas crisis sociales, el 2019 finalizó con la publicación del Presupuesto General de la República para el año actual, aprobando la suma de 282,335 millones 553,855 lempiras destinados a los diferentes gabinetes sectoriales de la nación. Suma que presenta un aumento en comparación con la estipulada para el 2019, pero que por las condiciones de su distribución, no refleja cambios significativos en la inversión social.

Al aprobarse oficialmente el proyecto en el Congreso Nacional, la ministra de la Secretaría de Finanzas, Rocío Tábora, aseguró que el aumento del presupuesto es sostenible y que su estrategia está orientada principalmente a mantener la consolidación fiscal; sin embargo, según Ricardo Castañeda, economista del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), Honduras cuenta con un índice de deuda del 49.4%, lo que lo convierte en un país insostenible; además asegura que la consolidación fiscal busca aumentar los ingresos y reducir los gastos del país a costa de recortes en áreas importantes.

Es el caso del sector salud y educación. A pesar de haber un aumento de inversión en el Gabinete Social, que es donde pertenecen ambas instituciones, al sector salud no se le proporcionó el incremento que la Secretaría solicitó a Finanzas, el cual era equivalente a 4,300 millones, según declaraciones dadas por el viceministro de Salud, Nery Cerrato a un medio digital. Por otro lado, Educación también tiene un leve aumento, pero se le disminuyó la cantidad proveniente del Tesoro Nacional, que es la inversión procedente únicamente de los ingresos del Estado.


El panorama salud: aumento de presupuesto pero no de verdadera inversión

A la Secretaría de Salud se le destinó 15,880 millones 193,416 lempiras, representando un aumento del 7.72% en comparación al 2019; a pesar de esto, no hay nada que garantice que estos recursos sean utilizados en su totalidad. La doctora Suyapa Figueroa, presidenta del Colegio Médico de Honduras, destaca que existen presupuestos que no son ejecutados dentro del Ministerio de Salud.

“La crisis ha sido casi continua, en los centros asistenciales no ha habido un crecimiento del personal de salud con respecto al crecimiento vegetativo de la población; se han cerrado centros asistenciales, tenemos un ministerio de salud que devuelve 300 millones de lempiras no ejecutados, habiendo tantas carencias por falta de insumos y atención oportuna” afirmó Figueroa, conocida además por liderar la Plataforma en Defensa de la Salud y Educación durante las protestas de ambos sectores el año pasado.


Suyapa Figueroa, Presidenta del Colegio Médico de Honduras, durante la entrevista para Contracorriente, Tegucigalpa, 8 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Para Figueroa, una de las problemáticas que define cómo se encuentra actualmente el sistema de salud, es el alarmante número de casos por dengue; que según la Secretaría de Salud llegó a los 113,175 el año pasado, causando un total de 180 muertes.

Hemos estado como un barco a la deriva (…), no hemos podido tener un programa preventivo en tiempo y forma” manifestó.

La presidenta del CMH vincula esta deficiencia con la fragmentación del presupuesto a través de las redes prestadoras de servicios de salud privada, ya que al no ser la secretaría quien maneje por completo todos los recursos, no se pueden conocer los indicadores de resultados o de impacto que definan si se está invirtiendo bien el dinero.

El Reto en Educación

Por otro lado, el aumento en la cantidad del presupuesto en el sector educación proviene de los recursos propios del sector y las fuentes externas – que son la deuda y las donaciones extranjeras – el recorte se encuentra dentro del Tesoro Nacional, donde se observa una disminución de alrededor de 124 millones en comparación al 2019.

A Ricardo Castañeda, del ICEFI, le preocupa el manejo de la actual inversión presupuestaria para el sector educativo y las bajas tasas netas de matrícula.

“El recorte de la Secretaría de Educación contrasta con la gran cantidad de niños y niñas adolescentes que están afuera de las escuelas (…) las propias estimaciones de la Secretaría muestran que para 2018 casi 900 mil niños estaban fuera del sistema; la lógica diría que el presupuesto público debería de priorizar eso, pero no prioriza la educación” afirma el economista.

Una niña juega con un libro de sopa de letras en una de las salas destinadas a atender la emergencia del dengue en el Hospital Escuela Universitario (HEU). En el momento de esta fotografía tres salas destinadas a atender la emergencia se encontraban colapsadas, Tegucigalpa, 24 de julio de 2019. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.

Honduras se encuentra dentro de los países con índice de desarrollo humano medio; la comparación de este porcentaje entre los datos publicados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) del 2019, muestra que ha sufrido ligeras disminuciones en comparación con el año 2016 (0.625 en 2016, 0.623 en 2019) con un porcentaje más bajo en el 2018 (0.617); sin embargo no hay cambios porcentuales significativos. Para el PNUD la educación “es uno de los motores más poderosos y probados para garantizar el desarrollo sostenible” por lo que la inversión en educación sí debería estar entre las prioridades.

Pocos recursos para instituciones electorales

Actualmente Honduras se encuentra en un periodo preelectoral; la crisis del sistema democrático vivido durante las últimas elecciones, nos coloca en un panorama con retos concernientes a la renovación y fiscalización de un nuevo mecanismo electoral, que funcione de forma transparente e íntegra. Las nuevas instituciones electorales: El Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal de Justicia Electoral (TJE) – que serán las encargadas de reemplazar las funciones de lo que fue el TSE – ya se visualizan dentro de los entes que a los que se asignará una suma del presupuesto.

Al CNE se le otorgó una cantidad cercana a los 113,400 millones de lempiras; mismo monto que se le proporcionaba al Tribunal Supremo Electoral antes de su desaparición. Si se comparan estas cifras con las que el TSE obtenía durante el 2016, también año previo a las elecciones, se encontrará una diferencia mayor a los 116 millones, siendo el año actual el que cuenta con menos recursos.

Fachada principal del Tribunal Supremo Electoral, Tegucigalpa, 7 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

Por otra parte al TJE se le estipuló un ingreso de 35 millones de lempiras, menos de la mitad de los 90 millones que habían solicitado para la institución.

“Primero se nos había dicho que solo se nos iba a dar 25 millones, hicimos algunas gestiones en el congreso para advertirles que con eso no íbamos a lograr funcionar y de alguna forma nos extendieron a 35”, explica Eduardo Enrique Reina, presidente del TJE.

Esta no es la primera vez que les disminuyen recursos al ente electoral. El artículo 43 de la “Ley Especial para la Selección y el nombramiento de autoridades electorales, atribuciones, competencias y prohibiciones”, establece que la asignación presupuestaria para los gastos iniciales del TJE al crearse, debió ser de 10 millones de lempiras, sin embargo, Reina comenta que solo se les proporcionó 7 millones para esto.

El Presidente del Tribunal, asegura que la institución queda extremadamente limitada con lo que se les está entregando, por lo que buscarán resolver a través de una solicitud de ampliación del presupuesto o pedir apoyo a la cooperación internacional.

Eduardo Enrique Reina, Comisionado Presidente del Tribunal de Justicia Electoral, Tegucigalpa, 7 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

La inversión en seguridad y defensa

Agentes de la Policía Nacional de Honduras durante un enfrentamiento en el Casco Histórico de Tegucigalpa, en las jornadas de protestas del sector salud y educación, Tegucigalpa, 30 de abril de 2019. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.

Al menos en los últimos siete años, los fondos públicos destinados a la Secretaría de Despacho de Defensa – Fuerzas Armadas – han ido aumentando significativamente.

Este despacho, junto con el de Seguridad – Policía Nacional – reciben el 79.9% del presupuesto destinado al Gabinete de Prevención, seguridad y Defensa (Juntos suman un total de más de 150 mil millones); dejando muy por debajo a instituciones como el Programa Nacional de Prevención, Rehabilitación y Reinserción Social que solo cuentan con alrededor de 8 millones de lempiras.

Según Víctor Meza, director del Centro de Documentación de Honduras (CEDOH), esto sucede porque existe una tendencia a priorizar la inversión en el control y represión del delito, dejando de lado la prevención y la rehabilitación del privado de libertad.

A pesar de los incrementos anuales presupuestarios en este sector, la realidad nacional en cuanto a asuntos de seguridad ciudadana, no muestra resultados positivos. El 2019 finalizó con una tasa de homicidios que superó la del 2018 con un total de 3,996 casos contabilizados por el departamento de estadísticas de la SEPOL; además se perpetraron 28 masacres más que el 2018 – sumando un total de 71 con 285 víctimas, según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

El director del CEDOH cree que actualmente es imposible tener el control y el conocimiento de la distribución del presupuesto militar.


El analista político, experto en temas de seguridad, Víctor Meza, retratado en las oficinas del Centro de Documentación de Honduras, Tegucigalpa, 8 de enero de 2020. Foto: Martín Cálix.

El desconocimiento del uso de los fondos en materia de seguridad está respaldado por la “Ley de Secretos Oficiales”, aprobada en el Congreso Nacional en el 2014, la cual limita el acceso a la información de más de 20 instituciones del Estado, así mismo la “Ley de Seguridad de Tasa Poblacional” aprobada en el 2011 y con vigencia hasta el 2023.

A pesar que los efectos o resultados de estos fondos no se pueden medir por su confidencialidad, lo que sí es observable es la presencia militar que se ha apropiado de espacios en diferentes sectores; Juan Orlando Hernández desplegó en las calles a la Policía Militar de Orden Público, colocó el sistema penitenciario del país bajo el mando de las Fuerzas Armadas tras declarar estado de emergencia a final de año y además les cedió la administración para el Programa de Desarrollo Agrícola valorado en 4 mil millones de lempiras.

Sobre este último punto, Ricardo Castañeda afirmó que la cantidad destinada para este proyecto no se tomó en cuenta en la discusión del presupuesto, ya que aun no se había definido la realización del Programa; no obstante, al ser un fondo multianual, muchos de los recursos van a ser ejecutados en este 2020.

Un presupuesto discrecional para el Gobierno

En Honduras, los análisis previos que se realizan para establecer las condiciones económicas del país, y así, posteriormente, crear un proyecto de presupuesto de acuerdo a las circunstancias establecidas, podrían estar siendo desarrolladas con intereses de por medio.

El ICEFI ha identificado que se subestima el monto de recaudación tributaria en los porcentajes establecidos para los proyectos de presupuesto sin justificación. Para el presupuesto actual, se estableció que hubo una recaudación del 16.6%, cifra que está muy por debajo del 18% esperado para el cierre del 2019.

Esta reducción no tiene ninguna explicación o evidencia que demuestre que hubo un deterioro en esa recaudación, llega incluso a contradecirse con lo definido en la Estrategia Fiscal de mediano plazo de la Secretaría de Finanzas.

“De acuerdo al marco legal vigente, si se obtiene más recaudación de la que se había pronosticado, esa recaudación adicional no necesita tener un destino especifico aprobado por el Congreso Nacional, sino que como Presidencia de la República se puede utilizar de manera discrecional esos recursos” explicó Castañeda.

El Informe sobre El Análisis y las Recomendaciones para el Proyecto de Presupuesto 2020 del ICEFI, asegura que es algo que ha sucedido al menos los últimos cinco años y que tal acción va en contra de los estándares internacionales de transparencia.

La fotografías de esta galería —ubicadas por orden de publicación— intentan ser el testimonio de un año que ha estado lleno de vaivenes: comenzó con una caravana de migrantes que a su llegada a territorio mexicano la vimos perderse en el horizonte, contamos algunas de sus historias y contamos también la historia de los que volvieron de ella con la mirada de quien vuelve de la derrota al hastío, o de quien se queda, confiando que a sus familiares no les suceda nada en la ruta migratoria.

2019 fue un año marcado por el juicio en Nueva York a Tony Hernández, las protestas del sector salud y educación, los gases lacrimógenos y la bala viva como métodos de represión a los estudiantes universitarios y sus bombas molotov, el aumento en los crímenes de odio y los femicidios, la corrupción de quienes gobiernan y el programa militar Guardianes de la Patria, los asesinatos de jóvenes que protestan contra el gobierno, la violencia en los barrios controlados por la pandilla y la mara, los desaparecidos en la ruta migratoria.

Esta galería, a manera de resumen, es un breve vistazo fotográfico a algunas de las historias que en Contracorriente contamos en 2019.

Enero: La caravana migrante a su llegada al municipio guatemalteco de Ayutla con el objetivo de cruzar la frontera de Tecún Umán y entrar a territorio mexicano. Luego de cruzar el último punto migratorio entre Centroamérica y México, la caravana migrante llegó a superar las 5 mil personas. Ayutla, Guatemala, 17 de enero de 2019. Foto: Martín Cálix.
Febrero: En un condominio rodeado de guardaespaldas, el ex presidente Porfirio Lobo Sosa pasa sus días entre diligencias legales por los casos contra sus familiares y entrevistas de periodistas. En esta fotografía, Lobo muestra las transferencias SIAFI como supuesta prueba para mostrar que el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) recibe dinero del gobierno y que, por lo tanto, está parcializado. Contracorriente lo entrevistó sobre los casos de corrupción en los que se le involucra a él y a su familia, la renovación de cuadros dentro del Partido Nacional y la gestión del gobierno de Juan Orlando Hernández. Tegucigalpa, Honduras, 16 de febrero de 2019. Foto: Martín Cálix.
Marzo: Doña Blanca corta cebollas y zanahorias, sentada frente a la vitrina que mantiene caliente las carnes en su comedor. Esta foto forma parte de la galería «Las Dolores», publicada el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Tegucigalpa, Honduras, 1 de marzo de 2019. Foto: Martín Cálix.
Abril: Los jóvenes del Club Deportivo Olimpia de la Liga Federico Fortín de Tercera División celebran la conquista del campeonato y el pase a la Segunda División de la Liga Nacional de Fútbol. La Liga Federico Fortín juega en la cancha de El Birichiche, cancha que entraba dentro del proyecto Semilleros del Futuro. En 2005 las autoridades del fútbol hondureño firmaron un acuerdo para empezar el proyecto Semilleros del Futuro que vendría a mejorar las condiciones del fútbol menor con canchas, uniformes y capacitaciones, un proyecto que fracasó por el mal manejo de los fondos, entre irregularidades en la contratación de empresas hasta pago por obras que nunca se realizaron y equipo que nunca fue entregado, Tegucigalpa, Honduras, 6 de abril de 2019. Foto: Martín Cálix.
Mayo: Un manifestante apila neumáticos para que se incendien frente a la entrada principal de la Embajada de los Estados Unidos en Tegucigalpa. Al menos unas 700 personas llegaron a la sede de la Embajada de los Estados Unidos en Tegucigalpa luego de ser dispersadas de un grupo mayor en la represión policial y militar, lo que desató la ira de los manifestantes que decidieron quemar la entrada principal de la sede diplomática. Tegucigalpa, Honduras, 31 de mayo de 2019. Foto: Martín Cálix.
Junio: Radiografía del brazo de un estudiante universitario con la esquirla de una bala luego de la represión del 24 de junio de 2019 donde el Ejército y la Policía Militar del Orden Público violentaron la autonomía universitaria al ingresar y reprimir a los estudiantes universitarios con gases lacrimógenos y bala viva. Tegucigalpa, Honduras, 27 de junio de 2019. Foto: Martín Cálix.
Julio: Un niño con fiebre, producto de haber sido infectado con dengue, permanece conectado a una de las máquinas de medición de líquidos en la sala para cuidados de pacientes con dengue del Hospital Escuela Universitario (HEU) de la ciudad de Tegucigalpa. Esta sala con capacidad para 18 personas, es una de 3 salas que el HEU ha habilitado para atender la emergencia, al momento de esta fotografía estaban colapsadas y los pacientes continuaban llegando. Tegucigalpa, Honduras, 24 de julio de 2019. Foto: Martín Cálix.

Agosto: Una mujer quema una bengala de humo durante la Marcha del Orgullo en la 3ra Avenida de San Pedro Sula. En el momento de esta fotografía Honduras registraba 27 crímenes de odio en 2019. Al cierre de la década (2009-2019) el país registra una cifra de 336 asesinatos y 1 desaparición de personas LGTBIQ, según datos del Observatorio de muertes violentas de personas LGBTTI de la organización Cattrachas. San Pedro Sula, Honduras 24 de agosto de 2019. Foto: Martín Cálix.
Septiembre: Sentada y con el retrato de Wilfredo en sus manos, doña Doris cuenta que esa era la cama donde dormía su hijo. Wilfredo Moncada era un muchacho de 17 años, líder en las protestas del único grupo que nunca dejó de tomarse las calles protestando por la ilegítima reelección de Juan Orlando Hernández en Honduras, en una zona empobrecida del país, sin acceso permanente a agua y a energía. El sur, sin embargo es ahora una de las zonas con mayor cantidad de proyectos de energía fotovoltaica del país. Los ingredientes de la crisis en el sur son comunes en muchas comunidades desde que se ha concesionado el territorio nacional para proyectos extractivos: confusión por falta de consulta y luego la división de las familias, violencia desatada y desplazamiento forzado. Choluteca, Honduras, 29 de mayo de 2019. Foto: Martín Cálix.
Octubre: Un agente de la Policía Nacional de Honduras lanza una bomba de gas lacrimógeno durante un enfrentamiento con manifestantes que exigían la renuncia del presidente Juan Orlando Hernández luego del resultado del juicio por delitos de narcotráfico que enfrentaba su hermano, y también ex diputado del Congreso Nacional, Juan Antonio «Tony» Hernández, Tegucigalpa, Honduras, 24 de octubre de 2019. Foto: Martín Cálix.
Noviembre: Niños son transportados en un camión del Ejército hondureño, esto sucede durante los actos de inauguración del periodo 2019 del programa Guardianes de la Patria de las Fuerzas Armadas de Honduras. Cada año, desde 2010, el programa Guardianes de la Patria, gradúa 28 mil niños y niñas. Tegucigalpa, Honduras, 15 de febrero de 2019. Foto: Fernando Silva.
Diciembre: Catalina, al centro, sostiene el retrato de su hija Julia Oneyda Velásquez, desaparecida en la ruta migratoria mientras intentaba llegar a los Estados Unidos, le acompañan en esta foto, sus dos nietos Wilmer y Génesis, a quienes Julia dejó al cuidado de su madre, Tegucigalpa, Honduras, 13 de diciembre de 2019. Foto: Martín Cálix.

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