Transiciones de tortura: mujeres que se autoconstruyen

No se nace, sino que se deviene mujer.

 No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino.

 Simone Beauvoir

Texto: Catherine Calderón

Fotografía: Martín Cálix

Sofía es una mujer transgénero, tiene 26 años y vive en San Pedro Sula, una ciudad en un país donde realizar una transición de identidad de género tiene riesgos diversos y muy altos, de muerte. El Observatorio de la Red Lésbica Cattrachas establece que es así porque en el país no existen leyes ni políticas que protejan o garanticen los derechos humanos de las mujeres transgénero.

“Para nosotras la transición se vuelve una pesadilla, cuando no se tienen los servicios adecuados” comenta Sofía Carbajal acompañada de otros compañeros y amigos defensores de derechos humanos en el país, durante una reunión en la que coinciden para hablar sobre sus trabajos.

A Sofía le ha tocado escuchar las historias de amigas que deciden no comer con tal de ajustar el dinero para ir a Villanueva, un municipio a 26.8 km de San Pedro Sula para que otra compañera inyecte aceite mineral en los pechos o glúteos.

“Acceder al aceite es fácil, solo cuesta de 35 a 50 lempiras ($1.42) el bote, el cual se inyecta con jeringas de 20 cc y en otros procesos han incluso utilizado el mismo tipo de jeringas que usan para inyectar a vacas y caballos. Quienes hacen dicha práctica deben dormir por días sentadas y con unos alambres en forma de equis X en sus pechos para que le formen ambas tetas, algunas no aguantan, se quedan dormidas boca abajo y ahí es donde el aceite se corre más rápido o les deja unas tetas deformes” relata mientras muestra su pecho como referencia.

La compañera que les inyectaba a la mayoría el aceite, ya no vive en el país, emigró y es parte de la cifra de la Pastoral de Movilidad Humana, de las 300 personas que cada día migran de forma irregular, huyendo del riesgo que supone sobrevivir en Honduras.  La forma cómo aprendió a hacerlo esta compañera, fue empíricamente, aunque hubo un tiempo en el que una enfermera de esa misma ciudad les cobraba por cada inyección Lps.500.00 ($20.38) casi el quíntuple de lo que les costaba luego con una compañera. Actualmente está enfermera tampoco les sigue brindando dicho servicio clandestino.

Al tener estos espejos Sofía ha decidido solo seguir con su hormonización con pastillas, aunque apenas acaba de iniciar nuevamente el proceso, luego de una intoxicación que tuvo en su adolescencia, cuando iniciaba con la transición.

Y es que los cánones de belleza en las mujeres, impuestos por la sociedad, sobre todo afectan a las mujeres transgénero ya que se ven volcadas a seguirlas. Saben que lograrlos tiene un costo alto monetariamente pero también les podría costar la vida misma. La transición de las mujeres transgénero es un proceso de construcción de sentidos de pertenencia que van desarrollando en lo largo de sus vidas.

“Yo me emocioné al ver los primeros cambios en mi cuerpo, ya cuando tenía entre 19 a 20 años, inicié a ponerme inyecciones de Topasel. Al inicio me ponía una cada semana pero luego quería más, porque ya me miraba con mis pechos y como estaba pequeña, mi cuerpo se miraba muy curvilíneo, hasta que de repente estas inyecciones me empezaron a dar alergia y termine en emergencias, donde me inyectaron penicilina G benzatina” recuerda Sofía entre risas y muchos nervios.

Sala de espera de la emergencia en el Centro de Salud público de la ciudad de San Pedro Sula Foto Martín Cálix

Utilizar inadecuadamente la administración de Topasel (u otros medicamentos hormonales) puede causar trombosis, alergias irreversibles e incluso fallo hepático.  “Usualmente cuando una receta este tipo de medicamentos que en general son para control natal, se prescribe una sola dosis al mes, pero en el caso de las mujeres transgénero, eso es diferente por diversas razones, muchas de ellas se automedican hasta 20 dosis al mes por miedo a preguntar a sus médicos de cabecera, lo cual es bastante comprensible, ya que el sistema de salud no tiene conocimiento de estos casos ni tampoco está capacitado para brindar un servicio diferenciado y de calidad” expresa Karen Luján, doctora general en Servicio de Atención Integral (SAI) del Hospital Mario Catarino Rivas.

En Honduras, como en muchos países de la región, la atención diferenciada en los servicios de salud es inexistente, esto debido a la falta de marcos legales que permitan acceder a derechos básicos y sin estigma a poblaciones vulneradas. Los pocos esfuerzos que se realizan desde esa visión, están en el marco de la respuesta y prevención de Infecciones de Transmisión Sexual, por ejemplo en San Pedro Sula el lugar donde usualmente se atiende a la población LGTBI es en las clínicas de Vigilancia Centinela de las Infecciones de Transmisión Sexual (VICITS) una iniciativa surgida en Bolivia en 1992, como una actividad de vigilancia epidemiológica de VIH y otras ITS en los servicios para la atención de mujeres trabajadoras sexuales (MTS). Posteriormente, llega a Centroamérica y se implementa en Honduras en el año 2006.

Generalmente estas clínicas, están dentro de los centros de atención médica, no obstante, no son fáciles de encontrar o identificar, usualmente están ubicadas en los extremos de los centros de salud y casi invisibles, como para que nadie se entere quiénes llegan ahí y lograr mantener la confidencialidad de las personas. El personal de salud que atiende a las poblaciones claves -como se le conocen en las estrategias de país y de la región desde los organismos internacionales- está capacitado para atender de forma integral, una integralidad que está basada únicamente en el tema de la salud sexual más no en la salud mental o acompañamiento para los procesos de transición de las personas transgénero.

La entrada al Centro de Atención Integral del Centro de Salud en la ciudad de San Pedro Sula queda obstaculizado a la vista por los autos que se estacionan enfrente Foto Martín Cálix

“Sí, se les brindara acceso al derecho a la salud realmente integral, las mujeres transgénero podrían hacer su transición de manera más segura y no se expondrían a tantos riesgos. En los últimos meses he recibido muchos casos de mujeres que han adquirido infecciones por mala praxis en lugares donde les ofrecen servicios de castración de sus testículos o glande” según Luján, estos lugares también se dedican a realizar piercings y demás servicios relacionados, por lo que para las mujeres transgénero es una opción viable para acelerar el proceso.

Luján recuerda los momentos de impotencia que ha sentido al conocer casos como el de una chica que, por intoxicación y abuso del uso de medicamentos hormonales, desarrolló una serie de enfermedades, algunas de ellas crónicas como la diabetes y problemas de la tiroides. “Ella ya tiene un fallo hepático que además le ha causado cirrosis medicamentosa (daño hepático inducido por medicamentos) nuestra recomendación lastimosamente fue eliminar el uso de estas hormonas y otras sustancias y ahora ella, se encuentra en su transición de reversa, es decir ahora se identifica como hombre gay, al no verse cómo lo que ella es. Tiene depresión,” dice Luján al agregar que estos medicamentos o procesos que realizan al ser utilizados de manera errónea también les altera su salud mental y emocional, causándoles efectos adversos como ansiedad, mal humor y depresión.

Cuando una mujer transgénero llega a un centro de salud, ni la guardia de seguridad ni el médico le llaman por su nombre social, sino que el legal, son ingresados al área de hombres, aunque física y emocionalmente ellas se identifiquen como mujeres. “Ese es problema de ellos, porque acá se les va a llamar como hombres y serán atendidos así, no se puede hacer mucho” dice una guardia de seguridad privada en emergencias del hospital, mientras revisa su celular, al preguntarle dónde ingresarían a una mujer transgénero con un ataque de asma.

La barrera de salud es uno de los grandes retos que tienen al no contar con una identidad de género. Es por ello que su transición la realizan mediante un método de prueba y error, “prefieren el dolor físico que el emocional”, acota Luján al referirse a los diversos casos de emergencia que le ha tocado atender.

A veces ni siquiera el horror de ver cómo el aceite vegetal o biopolímero (sacado al derretir discos) les quema por dentro sus órganos, ha hecho que las mujeres trans reduzcan las prácticas.

Julia, como le llamaremos por seguridad, es una activista al igual que Sofía, que lucha para que la población transgénero tenga mejores condiciones de vida, no obstante, incluso en ella, las exigencias de una sociedad y del imaginario de belleza en su cabeza, hicieron que pusiera en peligro su vida en dos ocasiones.

“La primera vez que decidí colocarme silicón, porque estaba segura que no quería aceite, fue cuando tenía 19 años y una vez que logré tener mis primeras chiches (pechos), finalmente me sentí completa, me miraba como yo me sentía y asumía. Sin embargo, aunque me sentía contenta con lo que tenía, creía que teniendo más iba a ser mejor, así que empecé ahorrar aproximadamente 50 mil lempiras ($2,124.00) que los hacía a través de trabajo sexual alguna parte y otra por mi trabajo como defensora” relata Julia quien cada tanto hace una pausa, para recordar detalles y otras veces para atender cosas de la oficina que recién ha abierto en una zona conflictiva de San Pedro Sula, pero que es para lo que le alcanza ahora.

“Yo tenía el dinero, aunque no lo suficiente como para ir en las mejores condiciones, tenía miedo de irme de una u otra forma porque tanta historia que una escucha, hace que siempre se vaya con miedo”, cuenta.

El riesgo se volvía secundario pues lo único que a Julia le importaba era poder llegar a México, aunque fuera de manera indocumentada, para poder inyectarse los litros de silicona que necesitaba, según ella, para verse como la mujer que se sentía por dentro. “Ya me había puesto medio litro y estaba bien, todo había salido bien, el trayecto de ida y venida, pero como yo quería más, es en mi segundo viaje en donde todo se vuelve caótico y terrible, este camino violento era nuevo para mí. La segunda vez que fui a México por mis otros 4 litros de silicón líquido, mi cuerpo no estaba listo para dicha cantidad y de paso me dieron calenturas que me pusieron muy mal de salud,” relata Julia mientras se acomoda cada tanto, en su silla, ya que no puede estar tanto tiempo sentada en una sola posición a causa de los efectos secundarios de esta práctica.

Julia además de haberse puesto mal de salud, fue capturada por migración y puesta en la cárcel de migrantes en México, en donde permaneció 3 días sin bañarse, sin comer, sin dormir y casi gritando todos los días para que la liberaran. “Yo estaba desesperada, me quería morir y sentía que lo que me había puesto me estaba poniendo peor, tenía una gran infección a causa de no haber tenido reposo y estar en ese lugar frío y asqueroso”. Todo se volvía más complicado de lo que ella pudo imaginarse, hasta que de pronto alguien en la celda le dijo:

-Hey catracha, ahí anda el cónsul de Honduras, aprovecha para que te liberen.

“Yo no sé cómo, pero yo exigí que me sacaran que necesitaba ir al baño o algo así, para que me dejaran salir de la celda y cuando lo hice, empecé a gritar como loca y del dolor que tenía no podía correr, así que me tropecé y caí, un golpe que se escuchó en todo el pasillo e hizo que el cónsul me mirara y preguntara quién era yo”.

– Soy hondureña, me estoy muriendo acá, necesito regresar a mi país- les dijo Julia mientras experimentaba una fiebre que la tenía deshidratada.

Y es así cómo Julia logra regresar a su país, con una meta clara: trabajar  exhaustivamente en el tema de los derechos de las mujeres transgénero, para que puedan acceder a servicios de salud integrales y de acuerdo a sus necesidades, pero también con la meta que regresaría a México de forma legal sin gastar ni un peso de su bolsa e ir a hacer lo que más le gusta- incidir políticamente. Una meta que logró y lo expresa con orgullo y alegría, casi olvidando que sus piernas y pantorrillas ahora están sufriendo los efectos secundarios de lo que se inyectó.

“Ahora no puedo ni golpearme ni nada, porque paso con miedo, estoy deprimida y siento que no encuentro salida más que mi trabajo”. Julia, luego de ese suceso, ha estado en tratamiento con algunos especialistas y cada tanto logra ahorrar para poder realizarse mamografía, exámenes con un endocrinólogo y proctólogo. Estas especialidades no están disponibles en los centros de salud públicos a los que tienen acceso las mujeres transgénero.

Julia cuenta que ahora su meta a largo plazo es poder viajar a Colombia para poder extraerse el silicón y que le raspen los residuos.

El caso de Julia es atípico en Honduras, ya que su condición de trabajo le ha permitido poder tener acceso a servicios de salud especializados, no obstante, tampoco ella está tan lejos de la realidad de sus compañeras que, aun siendo profesionales en distintas áreas, han tenido que ejercer más de una vez el trabajo sexual.

En Honduras las mujeres trans no cuentan con una política pública que las ampare para garantizar sus derechos humanos, es por ello que en 2013 varias profesionales del derecho y activistas de la población en específico, inician la elaboración de una Ley de Identidad de Género, tomando en cuenta lo que sus compañeras en la región iban trabajando, tanto en Argentina, Uruguay e incluso México.

No obstante, desde el 2015 que se entregó el anteproyecto con el apoyo de la Secretaría de Estado en los Despachos de Gobernación, Justicia, y Descentralización (SGJD), el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (CONADEH) y la diputada independiente Doris Gutiérrez, esta quedó engavetada, reduciéndola en debates políticos en una ley que busca permitir el matrimonio igualitario. Si bien es cierto dentro de la ley se menciona el tema, esta busca superar las barreras para el acceso a servicios competentes para hacer frente a las necesidades generales y específicas.

Esta situación sigue siendo parte del cimiento de las diversas barreras que las mujeres trans deben enfrentar, tal cual lo cuenta Alejandra Vega una mujer transgénero de 34 años que trabaja como contadora en una organización de sociedad civil. “La Vega” como le dicen, cuenta que cuando empezaba con su transición de hombre a mujer su vida se complicó y dio un giro completo.

“Cuando a mis 19 años dije en mi casa que era gay, como muchas en este proceso, mi familia se alteró, mi mamá lloró, pero luego me confesó que ya lo sabía de alguna manera. Pero cuando empecé a verme más femenina y me fui asumiendo mujer, empezaron los problemas”. Vega cuenta este episodio de su vida y asegura que odia las etiquetas, para ella tener una vagina o un pene no debería determinar cómo se asume o construye una persona.

Alejandra es una chica trans que trabaja en una calle del centro de la ciudad de San Pedro Sula Foto Martín Cálix

Está convencida que todo va amarrado de una u otra forma, ya que realmente los problemas en su casa no iniciaron porque fuese una mujer transgénero, sino porque perdió su trabajo como contadora y al no tener cómo aportar a su familia de forma constante, Vega tuvo que iniciar a ejercer el trabajo sexual y con ello también llegaron las drogas.

“Fui drogadicto 10 años, llevo apenas 1 año de estar limpio y las drogas me costaron mi vínculo familiar, una consecuencia del no tener trabajo o expresarme como la sociedad quiere”, Alejandra hace hincapié que odia los roles de género y que por eso durante el día se viste con sus jeans, camiseta, gorra, aretes y casi nunca anda en tacones, contrario a cómo se viste en la noche. “Al final de cuentas soy la misma y una gorra o unos tacones no me deberían de definir” recalca.

Según un estudio realizado por Distintas Latitudes y publicado en su Ebook Imparables, en América Latina y El Caribe solamente 3 países tienen regulaciones en cuanto a identidad de género. Honduras, según este estudio es de los países con legislación inexistente más allá de la despenalización, rectificando que las barreras para la población LGTBI siguen siendo un reto para los gobiernos.

Alejandra, al igual que Sofía y a diferencia de Julia, decidió no utilizar más que hormonas para su transición y considera que el hecho de no contar con un sistema de salud integral y especializado en atención para mujeres trans hace que ella como otras compañeras, decidan quedarse solo con lo que es más seguro, que en este caso son las hormonas a través de pastillas anticonceptivas o inyecciones para planificar que usan las mujeres cisgénero.

“Las estrategias de salud se enfocan en VIH y no tanto en tema de prevención como antes, básicamente a lo que tenemos acceso en temas de servicios de salud, solo es focalizado a mujeres transgénero enfermas, no para prevenir”, asegura Vega.

“La hormonización es importante pero también son los dientes”- se ríe mientras lo dice y sigue retocando su maquillaje en la calle en donde decidió atendernos esa noche-  Alejandra, Sofía y Julia nunca han conocido a alguien que haya hecho su transición de forma segura y con profesionales de la salud en el país, aunque algunas lo han intentado, casi todas inician de forma empírica a través de pastillas anticonceptivas.

Una Ley de identidad de género – Una oportunidad de vida

“La expectativa de vida de una mujer trans en la región es de 35 años. Sin salud integral no hay igualdad de derechos ni democracia real” resalta Marcela Romero, coordinadora de la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas Trans (RED LAC TRANS) en el inicio de la “Guía de recomendaciones de sobre atención integral de la salud de las mujeres trans en Latinoamérica y El caribe”.

En Honduras no existen leyes focalizadas que garanticen los Derechos Humanos de la población LGTBI, actualmente los únicos recursos legales que tienen es el artículo 321 del Código Penal y la Ley de Protección para las y los Defensores de Derechos Humanos, Periodistas, Comunicadores Sociales y Operadores de Justicia, que solamente ampara a aquellas personas que han sido certificados como defensores de DDHH.

Además de ello a pesar de haber elaborado anteproyectos de ley por la no discriminación y la ley de identidad de género por parte de la sociedad civil, el Estado no ha continuado el proceso de revisión correspondiente para la discusión en el pleno del Congreso.

La segunda ley es clave para garantizar y mejorar la tasa de mortalidad de las mujeres trans en el país, ya que con esta ley el Estado está obligado a cumplir con la despatologización y el reconocimiento de las personas por su nombre social. En el ámbito de la salud, la ley implica garantizar la atención integral para las personas trans, centrado en un modelo de derechos y necesidades de cada persona.

Al no tener una ley y políticas como las antes mencionadas se genera una condición de vulnerabilidad para el acceso a la salud física y mental de las mujeres y hombres transgénero en el país colocándolas en peligro de vida.

Jorgina Fuentes tiene 33 años, con una personalidad única y con mucha astucia. Antes de brindar la entrevista, revisa las credenciales de los reporteros y los trabajos que realizan y advierte que no quiere que le vayan a cambiar palabras al momento de escribir su experiencia.

Una chica trans posa para una sesión de fotos en el interior del pequeño apartamento que alquila en un barrio de la ciudad de San Pedro Sula Foto Martín Cálix

Ella inició su transición como muchas, pensando que era hombre gay hasta que se dio cuenta que era una mujer y comprendió los retos a los que iba a enfrentar. A veces este proceso es acelerado en algunas y en otras mucho más lento, mucho depende de las familias y los entornos en los que se encuentren.

Jorgina cuenta que cuando ella inició su transición ya tenía 15 años y salía con una amiga mayor a la calle, ya en ese entonces empezaba a ejercer el trabajo sexual para poder obtener dinero. “Empecé a salir  y dije – hey, ¿qué onda?-  porque ya me empezaba a gustar aquello”. En ese momento de su vida en el que era un panadero comenzó a “botar las plumas” al desafiar su entorno y pintarse el cabello de color amarillo.

Ella al igual que Alejandra Vega pudieron trabajar en sus profesiones y continuar su transición sin exponerse de alguna manera a la violencia en la calle, no obstante, el machismo no les permite desarrollar una vida tranquila. Ellas dos son amigas, vivieron en contextos bastante diferentes pero fue uno solo el que hizo que se encontraran en el camino de la exclusión y cero garantías: La calle.

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Las iniciativas de ley además de garantizar los derechos buscan reivindicar el hecho que el término transgénero sea alejado de las connotaciones psico- médicas de la transexualidad y el travestismo, permitiendo que se resignifiquen bajo el paraguas del término trans a las maneras en las que ellas se perciben y construyen su identidad de género más allá de las intervenciones quirúrgicas o modificaciones hormonales y estéticas.

Se vuelve una re-significación que incluso en el marco legal está establecida como precedente en la lucha por los derechos de las mujeres trans, al lograr que la Organizaición Mundial de la Salud (OMS) removiera de sus protocolos la patologización de las identidades trans, que hasta en ese momento eran clasificadas como trastornos mentales.

“Para poder avanzar sin duda debemos botar estereotipos, incluso dentro de la población LGTBI que por supuesto también tiene un sistema patriarcal, en el que los hombres gais han liderado procesos y las mujeres trans hemos sido rezagadas y tratadas como drogadictas, ladronas e irresponsables – y no es que no existan compañeras así, yo misma fui drogadicta – pero sé que también existimos mujeres con ganas de demostrar lo contrario y romper paradigmas” dice La Vega que lleva horas esperando un cliente en la avenida del sur este de la ciudad.

Mientras Vega relataba los diversos retos que ella ha podido identificar, recordaba a las mujeres que decidieron utilizar aceites u otras sustancias para tener los cuerpos perfectos y lamenta mucho cómo este sistema no puede siquiera garantizar lo básico que necesita una persona.

“En este punto de mi vida solo tengo claro que quiero dejarles algo a mis compañeras y que, aunque sea algo de lo mucho que he leído se les quede, pero sobre todo quisiera que dejáramos de estar pidiendo: Me lo podés dar por favor, porque lo necesito -mientras hace su voz más baja y sumisa. – No. Tenemos que decir – Aquí está una puta ley, mira, sino respetas te voy hacer esto, cabrón” Vega, considera que a pesar de tener avances luego de 17 años en activismo, llegar a condiciones ideales para su transición es apenas una utopía, sobre todo, si en el país no se empieza a tomar en serio el tema de la educación sexual.

Las mujeres transgénero son fáciles de encontrar en estrategias, justificaciones de proyectos y en cifras frías, pero poco o nada se habla de ellas desde la óptica cultural e inclusión dentro del sistema cotidiano. De las cuatro entrevistadas, 3 de ellas ejercieron el trabajo sexual siendo menores de edad, todas lograron terminar su educación primaria, dos de ellas su educación media y solo una logró graduarse de la universidad. Todas siguen construyendo su identidad en medio de la tortura estatal.

Glosario:

Transición: Se refiere al período de tiempo en que las mujeres y hombres trans cambian el rol de género asociado con el sexo asignado al nacer a una identidad de género diferente. También es conocida como la construcción la cual puede o no incluir feminización del cuerpo (modificando características genitales) a través de hormonas y otros procedimientos médicos.

Transgénero: Se refiere a las personas que no han alterado o que no desean cambiar las condiciones o características sexuales con las que nacieron, pero cuyas identidades de género difieren del sexo que se les asignó al nacer.

Cisgénero: Es un término que se utiliza para describir a personas cuya identidad de género y género asignado al nacer son concordantes, y que cuyo comportamiento también es concordante con el que socialmente se asigna a dicho género.

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Cofundadora de Contracorriente y directora de desarrollo. Cubre temas de género, en específico población LGTBI, violencia y juventud. METIS fellow 2019.
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2 comentarios en “Transiciones de tortura: mujeres que se autoconstruyen”

  1. Excelente reportaje Catty, no podía esperar menos de vo, una realidad muy marcada en la población trans. Éxitos espero sigas haciendo más reportajes y te sigo por todo los medios jejeje éxitos siempre, y muy buenas fotos!

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