Mis abuelas, mis maestras 

El miércoles 11 de marzo se confirmaron los primeros casos de COVID-19 en Honduras. Mis abuelitos paternos, que residen en Ocotepeque, se encontraban de visita en San Pedro Sula y mi papá había planeado un almuerzo con ellos. Los vi y compartimos un rato hermoso. Entre nuestra plática fue inevitable tocar el tema de la pandemia, pero su despreocupación en cuanto a eso me reconfortó muchísimo es ese momento. Mis abuelitos, que son pastores de una iglesia, dijeron que «ninguna plaga entrará en nuestra morada». Entonces, por ese instante, cuestioné mi exageración al preocuparme mucho, pero claro, apenas habían dos personas infectadas en el país. 

Por suerte, antes que cerraran las calles y las ciudades, mis abuelos pudieron partir hacia San Marcos de Ocotepeque. Aunque sé que ningún lugar está exento del virus, siento más seguridad de que estén en sus casas, en lugar de haberse quedado en San pedro Sula, hoy epicentro de la pandemia. Además, acá en estas ciudades, al menos yo, siento que la vida humana se valora un poco menos, sobre todo si se trata de las personas de tercera edad. En medio de esta pandemia, pienso en mis abuelas y abuelos, y en todo lo que representan para mí, sobre todo las mujeres de mi familia. 

Mi abuela Berta, es mi abuela paterna, mamá de cuatro hijos hombres, maestra jubilada que nunca ha dejado de ser una mujer activa y fuerte. Cuando tengo la oportunidad de visitarla, siempre me ofrece café por la tardes, es una de una de las maneras que tiene de consentirnos a sus nietos y nietas. Dicen que una vez dijo que a falta de hijas mujeres, le abundarían las nietas mujeres y dicho y hecho, empezando con que sus nietas primogénitas todas somos mujeres. Ella siempre, en sus oraciones, pide de manera ferviente por sus nietos y nietas. Yo creo que la fe de una abuela es muy poderosa, y en este confinamiento el solo hecho de saber que estoy en sus oraciones me hace sentir protegida. 

Mi abuela materna se llamaba Danelia, ella murió cuando mi madre estaba pequeña, tiempo después mi abuelo materno se casó con mi abuela Mercedes, la mujer que crió a mi mamá desde los ocho años. Las dos son mujeres a las que admiro mucho, aunque a una de ella no tuve la oportunidad de conocer. De mi abuela Mercedes respeto y tengo muy presente su participación en las luchas sociales, su convicción y su fortaleza. Ella estudió Pedagogía al mismo tiempo que criaba a sus hijos. Incluso recuerdo que en muchas ocasiones me llevaba a la escuela, donde también se desempeñaba como maestra en las mañanas. Mi abuela Mercedes, además, perteneció a organizaciones magisteriales y abogaba por los derechos de los y las maestras. Ella también, como mi abuela Berta, ya es una maestra jubilada, pero nunca pierde la actividad. A mi abuela Mercedes no le gusta estar encerrada en la casa, ella siempre ha acostumbrado salir con sus amigas, porque es una mujer extrovertida y este encierro le está alterando mucho ese estilo de vida al que está acostumbrada. 

Creo que la vida me ha premiado con mis abuelas, y es que a todas estas mujeres que he mencionado, no me las imagino ni un poquito débiles, o desvaneciéndose por una pandemia. Hay gente cree que las personas de la tercera edad ya no cumplen ninguna función, sin embargo hacen muchas cosas más que a veces nosotras mismas, personas jóvenes, no hacemos. Como nos mencionaron al principio que el COVID-19 era más agresivo con las personas de tercera edad, mucha gente se lo tomó como un alivio. En las redes sociales se publicaban muchos comentarios: «Pero no se preocupen, solo los viejitos se pueden morir en caso de gravedad del virus». Claro, en ese momento tampoco se sabía muy bien lo que estaba pasando. Ahora, hasta las personas más sanas y jóvenes temen contagiarse y no sobrevivir, porque si algo sabemos es que mucho y muchas han muerto. En Honduras, por ejemplo, una niña de nueve años es la víctima más joven del COVID-19, así que no, no solo son nuestros abuelos y abuelas que están en peligro. 

Esta vez me dediqué a hablar de las abuelas de mi familia, eso no significa que mis abuelos, Juan de Dios, y mi abuelo Isaías, sean menos importantes para mí, son historias que debo contar aparte porque son tantas las cosas que he aprendido de ellos. El amor que les tengo, a ellos y a mis abuelas, es lo que me mantiene pensando que aunque no sean los únicos en peligro en esta pandemia, les tenemos que cuidar muchísimo más, aunque esto implique tomar distancia y no poder verlos en estos momentos. Duele, pero hay que cuidarlos por todo lo que significan y porque solo ellas y ellos sabrán después cómo enseñarnos a contar la historia, porque yo solo hago un poquito el intento.

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Sobre
Abogada, feminista, defensora de Derechos Humanos. Gusta de las películas y la lectura.
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Pianista y filóloga hondureña. Máster en estudios avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Barcelona. Licenciada en Arte por la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, misma institución en la que se desempeña como docente. Es autora de numerosos ensayos sobre poesía y literatura. Correctora de estilo y editora de la sección Cronistas de la cotidianidad en Contracorriente.
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1 comentario en “Mis abuelas, mis maestras ”

  1. Mercedes Canales .

    Muchas gracias Alejandra por ese bonito y excelente comentario . Felicitaciones , te proyectas como una gran comentarista . Sigue así .

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