Este lunes la Unidad Fiscal Especializada Contra Redes de Corrupción (Uferco) presentó ante el juzgado un antejuicio contra Nasry Asfura, precandidato a la presidencia del movimiento Salvemos Honduras del Partido Nacional, por suponerlo responsable de utilizar fondos públicos para su campaña política en 2014. Mientras tanto en el Congreso Nacional se discuten las reformas electorales.
Texto: Fernando Silva Fotografías de archivo: Deiby Yánes y twitter de Mauricio Oliva
Este lunes 26 de octubre, la Uferco presentó ante el Juzgado de Letras Penal Anticorrupción, una solicitud de antejuicio en contra de dos funcionarios de la alcaldía municipal del Distrito Central: el alcalde y precandidato presidencial por el Partido Nacional, Nasry Asfura, y la regidora Nilvia Castillo. Entre los delitos de los que se les acusa están: lavado de activos en perjuicio de la economía del Estado, fraude, malversación de caudales públicos, uso de documento falso y violación de los deberes de los funcionarios.
El documento de investigación difundido en redes sociales y retomado por el Centro de Estudios para la Democracia (Cespad) indica que, con el propósito de recaudar fondos para su candidatura, Nasry Asfura abrió una cuenta en Banco Ficohsa con la denominación «Aportes de Campaña Política», donde se depositaron trece cheques con un valor aproximado de 11,9 millones de lempiras (477 000 dólares), que provenían de un fideicomiso que buscaba captar todos los ingresos percibidos por la administración municipal.
La presentación de la solicitud para este antejuicio se hace después de que la semana pasada el Congreso Nacional aprobó la reforma a varios artículos de la Ley de Financiamiento, Transparencia y Fiscalización a Partidos Políticos, con el objetivo de establecer las disposiciones para la fiscalización de los movimientos en formación, las precandidaturas, y otros referentes al financiamiento en las elecciones primarias, por parte de la Unidad de Financiamiento, Transparencia y Fiscalización de Partidos Políticos (UFTF). Sin embargo, organizaciones de sociedad civil señalan que estas acciones son insuficientes y apuntan la necesidad de otras reformas contempladas en la nueva Ley Electoral que actualmente se discute en el Congreso para garantizar elecciones confiables y equitativas.
Este lunes 26 de octubre, la Uferco presentó ante el Juzgado de Letras Penal Anticorrupción, una solicitud de antejuicio en contra de dos funcionarios de la alcaldía municipal del Distrito Central: el alcalde y precandidato presidencial por el Partido Nacional, Nasry Asfura, y la regidora Nilvia Castillo. Entre los delitos de los que se les acusa están: lavado de activos en perjuicio de la economía del Estado, fraude, malversación de caudales públicos, uso de documento falso y violación de los deberes de los funcionarios.
El documento de investigación difundido en redes sociales y retomado por el Centro de Estudios para la Democracia (Cespad) indica que, con el propósito de recaudar fondos para su candidatura, Nasry Asfura abrió una cuenta en Banco Ficohsa con la denominación «Aportes de Campaña Política», donde se depositaron trece cheques con un valor aproximado de 11,9 millones de lempiras (477 000 dólares), que provenían de un fideicomiso que buscaba captar todos los ingresos percibidos por la administración municipal.
La presentación de la solicitud para este antejuicio se hace después de que la semana pasada el Congreso Nacional aprobó la reforma a varios artículos de la Ley de Financiamiento, Transparencia y Fiscalización a Partidos Políticos, con el objetivo de establecer las disposiciones para la fiscalización de los movimientos en formación, las precandidaturas, y otros referentes al financiamiento en las elecciones primarias, por parte de la Unidad de Financiamiento, Transparencia y Fiscalización de Partidos Políticos (UFTF). Sin embargo, organizaciones de sociedad civil señalan que estas acciones son insuficientes y apuntan la necesidad de otras reformas contempladas en la nueva Ley Electoral que actualmente se discute en el Congreso para garantizar elecciones confiables y equitativas.
Foto Archivo: Deiby Yánes
Financiamiento de partidos
Las reformas a la Ley de Política Limpia se hicieron en diez de los artículos contenidos en la misma, entre los que se contempla que los desembolsos para el financiamiento de las campañas políticas tendrán un límite hasta cincuenta días antes de los comicios primarios y que los recursos que provengan de financiamiento público y privado deben depositarse en cuentas diferenciadas, atendiendo al tipo de financiamiento, esto también en el caso de los movimientos internos de cada instituto político.
Con respecto a la pauta televisiva que pueden adquirir, el artículo 28 apunta que «bajo el principio de equidad de pauta televisiva, los medios de comunicación, no pueden discriminar a ningún partido político, candidato, alianza entre partidos políticos, candidatura independiente, movimiento interno, movimiento en formación o precandidato. Para efectos de los límites de gastos en campañas electorales es obligatorio el reporte de la adquisición de publicidad por cualquier medio».
La dirección principal de estas reformas es ampliar la capacidad de acción de la UFTF para que no solo se encargue de fiscalizar el financiamiento de las campañas en los comicios generales, sino que también se fiscalicen los recursos que son recibidos para las elecciones primarias.
En ese sentido Rafael Jerez, oficial jurídico de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ) e integrante de la iniciativa Voto Informado, apuntó que:
«Si la unidad no tiene los recursos no puede fiscalizar realmente, más allá de una revisión documental no puede ir a los departamentos a ver cómo fue que gastaron el dinero los partidos y de dónde salió ese dinero».
Para el 2021 el proyecto de Presupuesto General de la República, que todavía no se aprueba en el Congreso Nacional, contempla un presupuesto para el CNE de 1833 millones de lempiras (73,6 millones de dólares) que se distribuirán en el financiamiento de las elecciones y otros gastos operativos, solo 30 millones de lempiras (1,2 millones de dólares) serán destinados a la UFTF. Menos del 2 % de los recursos.
En un comunicado, Voto Informado señaló que la UFTF no cuenta con el presupuesto necesario, recurso humano y técnico, acceso al secreto bancario y herramientas necesarias para afrontar la responsabilidad que conllevan estas reformas, en ese sentido apuntaron como ejemplo que el informe de fiscalización de las elecciones generales de 2017 se entregó oficialmente hasta el 1 de octubre de este año, por lo que darle la responsabilidad de fiscalizar las elecciones primarias de marzo de 2021 sin fortalecer sus capacidades representaría tener un informe de ese proceso hasta 2024. «Otorgarle más obligaciones de fiscalizar a la UPL, puede ser una estrategia para sobrecargarla de trabajo sin que tenga capacidad objetiva para fiscalizar y consecuentemente, sancionar», señalan.
La Unidad de Política Limpia nace en 2016 por una iniciativa respaldada por la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (OEA-Maccih) con el objetivo de combatir la corrupción y el financiamiento ilegal de las campañas electorales, su proceso de aprobación tenía relación con las denuncias del desvío de fondos del desfalco del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), con destino a las cuentas del Partido Nacional para la campaña presidencial del 2014, donde Juan Orlando Hernández resultó electo como presidente de Honduras. En ese caso el mismo Partido Nacional admitió el desvío de fondos y Hernández prometió la devolución del dinero.
La ley que finalmente se emitió propició la creación de la UFTF adscrita al presupuesto del CNE, sobre esto en la presentación del informe Costo de la Democracia en Honduras, Ismael Zepeda del Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo (Fosdeh) apuntó en declaraciones a medios de comunicación que «se les sigue asignando el mismo recurso cuando ya se sabe que ese presupuesto no alcanza para cumplir con los procesos de fiscalización».
Por la pandemia, las oficinas de la Unidad de Política Limpia permanecen casi siempre sin el personal, al llegar a preguntar por alguno de los tres comisionados que lideran esta unidad aparece un oficial de policía que no sabe con certeza el día que alguien llegará para atender a la prensa. En comparación, los precandidatos de los diez movimientos internos del Partido Nacional, Liberal y Libre que competirán en las elecciones primarias de marzo del próximo año, todos los fines de semanas están realizando concentraciones políticas, en su mayoría sin medidas de bioseguridad.
A pesar de la ausencia presencial de la UFTF en sus oficinas, a inicios de julio emitieron un comunicado en el que ampliaban el tiempo para que cada instituto político presentara su Informe Anual del Patrimonio, según lo contempla la ley, colocando como fecha límite el pasado 14 de agosto, si no presentaban el informe serían objeto de multas. Sin embargo, en una reunión de los comisionados, Javier Franco, representante del Partido Liberal y German Espinal, de Libre, votaron a favor de dispensar del pago de multas establecidas en la ley a los partidos políticos que presentaron su informe de manera extemporánea y los que no presentaron su informe financiero. Esta decisión fue denunciada como «ridícula y una aberración jurídica» por parte de Kilvett Bertrand, secretario de Comunicaciones y Estrategia del Comité Central del Partido Nacional (CCPN), quienes sí presentaron la información en el tiempo requerido.
Sobre la solicitud de antejuicio en contra del precandidato nacionalista que también implicaría financiamiento ilícito en las elecciones, la UFTF no ha emitido ninguna declaración. Las implicaciones del candidato nacionalista no son novedad en la administración pública, por lo que Gustavo Irías, director ejecutivo de Cespad, apuntaba sobre esta ley en un informe de 2017 que «es preocupante que en las fuentes prohibidas para el financiamiento privado no se esté considerando a las empresas y ejecutivos con contratos de concesiones con el Estado. En especial cuando las evidencias indican que es a partir del financiamiento de este tipo de empresas que se articulan redes de corrupción pública-privada. Estas redes de corrupción constituyen canales idóneos para el lavado de dinero proveniente del narcotráfico y del crimen organizado».
En el período en el que la Maccih estuvo en el país presentaron trece casos que en total sumaron a 129 imputados entre diputados, otros funcionarios públicos y familiares acusados de malversar más de 460 millones de lempiras (18,5 millones de dólares) en diferentes actos de corrupción: desvío de fondos desde oenegés o despachos de gobierno, irregularidades en concesiones, sobrevaloraciones en equipo médico o contratos con el Estado, así como la denuncia del Pacto de Impunidad que intentó frenar las investigaciones contra diputados.
Además del desvío de fondos públicos, en el juicio de Juan Antonio Hernández, hermano del presidente hondureño, también se evidenció el involucramiento del narcotráfico en los últimos procesos electorales. En ese sentido, Alexander Ardón, alias «Chande», un excapo narco y exalcalde de la ciudad de El Paraíso, relató que sobornó con más de 2 millones de lempiras (80 000 dólares) al hermano del mandatario, este dinero presuntamente fue destinado a la campaña electoral de Hernández. Además, explicó que el el excapo mexicano Joaquín «Chapo» Guzmán también entregó un aproximado de 25 millones de lempiras (1 millón de dólares) a la campaña presidencial.
Discusión por paridad electoral y transfuguismo
Han pasado más de cuarenta días desde que el CNE convocó a elecciones primarias y aunque diversos candidatos a elección popular, en su mayoría funcionarios actuales, se han movilizado por todo el país, como parte de su campaña política, no se ha logrado la aprobación de las reformas electorales que diversos sectores de sociedad civil han señalado como esenciales para evitar una nueva crisis política.
En un comunicado, Voto Informado señaló que «ir a elecciones con la legislación desfasada actual propiciará un escenario de total inseguridad jurídica, no habrá mecanismos de resolución de conflictos electorales sin una legislación que establezca el debido proceso».
Rafael Jerez apuntó que si ya existe un nuevo diseño institucional por el que se creó el CNE también es necesario un marco normativo renovado en el que se contemplen temas que se exigen desde que finalizó la crisis postelectoral de 2017: segunda vuelta y transparencia en el sistema de transmisión de resultados. Otro aspecto que tendrá que discutirse en el marco de la nueva ley será si la UFTF seguirá adscrita al CNE o finalmente obtendrá independencia institucional. Jerez recalcó que la nueva ley electoral debe ser aprobada antes de las elecciones primarias.
En reiteradas ocasiones la Junta Directiva del Congreso ha suspendido sesiones por falta de consenso para aprobar artículos de la nueva ley, dilatando el proceso de reforma que expertos señalan como urgente. Entre los primeros artículos que se han aprobado de esta ley está el respeto a la paridad, alternancia e igualdad de género en las elecciones y la prohibición para inscribir como candidatos a cualquier cargo de elección popular para las elecciones generales a personas que hayan participado en elecciones primarias en otro partido político.
«El Congreso Nacional deja una deuda pendiente para reformar profundamente la legislación de financiamiento de las campañas políticas para evitar la penetración del financiamiento ilícito proveniente de la corrupción y el narcotráfico», señaló por último la iniciativa Voto Informado.
El boxeador de padres hondureños, Teófimo López, logró un triunfo histórico ante el ucraniano Vasyl Lomachenko. Lo celebramos, pero reconociendo que la actuación de López no refleja la realidad llena de carencias que vive el deporte hondureño. El Presupuesto General de la República contempla una partida de 38 millones de lempiras para repartirse en 40 disciplinas del deporte nacional. Josec «El escorpión» Ruiz, un boxeador nacional, cree que nunca surgirá un campeón formado en Honduras.
Texto: Allan Bu
Fotografía portada: Top Rank
Hace 25 años, Teófimo López, originario de San Pedro Sula, tomó maletas y se fue rumbo a Estados Unidos (EE. UU.) buscando mejores oportunidades. En la ciudad de Nueva York, formó una familia en la que nacieron dos hijas y un hijo. Para ganarse la vida su esposa trabajaba como barman y él conducía limosinas.
Intentó ser boxeador, pero perdió en el segundo asalto de su única pelea semiprofesional. Su vida dio un giro en un gimnasio que él frecuentaba. Ahí comenzaron a ver características únicas en su hijo que apenas tenía seis años. Entonces se dedicó a entrenarlo y con eso comenzó el camino de un campeón.
Hace una semana una imagen dio vuelta al mundo. Teófimo López júnior, el hijo del inmigrante sampedrano, apareció acorazado entre los cuatro cinturones que lo acreditaban como el campeón mundial unificado de pesos ligeros del boxeo. La bandera de Honduras estuvo en el combate, pues López es hijo de sampedranos. Teófimo júnior ya representó a Honduras en los juegos Olímpicos de Río 2016, cuando cayó derrotado ante el francés Sofiane Oumiha. Tras esa pelea, López argumentó que le robaron la contienda por ser de un país pequeño.
Teófimo júnior, nacido el 30 de julio de 1997 en Brooklyn, Nueva York, es estadounidense por el principio del ius soli, que significa derecho de suelo o en otras palabras por haber nacido en tierra de EE. UU. adquirió esa nacionalidad. Y es hondureño por nacimiento por ius sanguini o sea la sangre hondureña que corre por sus venas, reconocido así en el artículo 23 de nuestra Constitución.
Cuando el pasado sábado 17 de septiembre venció por decisión unánime al ucraniano Vasyl Lomachenko, varios políticos hondureños, incluido el presidente Juan Orlando Hernández, felicitaron a Teófimo por su gesta y lo nombraron como «orgullo» hondureño. Hubo otras personalidades de fama mundial como el basquetbolista Magic Johnson y el reguetonero Dady Yankee que felicitaron a López y a Honduras.
Pero el logro de Teófimo y sus puños es una realidad distante para el deporte hondureño. Así lo demuestran las cifras, los pergaminos conseguidos y los testimonios de deportistas de otras disciplinas que se practican en Honduras y que no tienen las atenciones que tiene mayormente el fútbol.
Honduras ha participado en once Juegos Olímpicos y también participará en Tokio —cuya actividad fue aplazada al 2021 por los efectos de la pandemia— y lo más cercano a una medalla fue el cuarto lugar logrado por la delegación de fútbol en Río de Janeiro 2016. Aún no podemos presumir de una medalla olímpica.
Las carencias son evidentes. Tras el triunfo de su hijo, Teófimo padre prometió en conferencia de prensa que trabajarían «en abrir muchas escuelas de boxeo en Honduras para ayudar a la juventud». Sabe que el país necesita apoyo y tiene una corazonada: «estoy seguro que debe haber otro Teófimo en Honduras».
Nuestro deporte más popular es el fútbol. También es el que cuenta con más apoyo del gobierno y el sector empresarial, pero los éxitos son casi igual de esquivos. Honduras ha clasificado a cuatro Mundiales de fútbol, donde sus actuaciones han involucionado. En 1982, logró dos empates, en 2010 consiguió un empate y en 2014 no consiguió puntos, pero anotó su único gol en mundiales.
En el balompié hay algunos picos destacados como un tercer lugar en la Copa América 1999, dos medallas de plata en Juegos Panamericanos en Winnipeg 1999 y Lima 2019. En general, el deporte hondureño goza de pocos éxitos en el fútbol y en otros deportes las menciones son nulas.
En el deporte de alto rendimiento ganar no es fácil. La mayor justa deportiva son los Juegos Olímpicos cuyo medallero histórico es encabezado por EE. UU. con 2520 medallas. De Latinoamérica, el único país que aparece en el top 20 es Cuba, cuyos atletas han logrado 226 medallas olímpicas. En Centroamérica, Costa Rica tiene cuatro preseas, Panamá dos y Guatemala una.
Por eso en Honduras con el presupuesto asignado para el deporte es difícil esperar otros resultados. En el 2019, la asignación para el deporte en el Presupuesto General de la República fue de 38 431 482 lempiras (1 566 168 dólares aproximadamente), esa cantidad se reparte en aproximadamente 10 millones para Confederación Deportiva Autónoma de Honduras, Condepah y sus 40 federaciones afiliadas. El valor más jugoso lo recibe el fútbol con 2,5 millones de lempiras. El resto se lo dividen 39 asociaciones.
Félix Sabio, vicepresidente de la Condepah y presidente de la Federación de Voleibol, afirma que el fútbol se lleva el 53 % del presupuesto aprobado para el deporte. Además, hay 10 millones (400 000 dólares) orientados a los gastos operativos de la Condepah, el resto se divide en 39 federaciones. Hay federaciones que tienen un presupuesto entre 200 000 y 300 000 lempiras al año (12 000 dólares).
Refiere que las federaciones que más fondos reciben, sin contar a la Fenafuth, son la de voleibol, taekwondo, baloncesto, natación y béisbol, pero que después de las mencionadas todas tienen presupuesto abajo de 450 000 lempiras anuales (18 000 dólares).
Sabio refirió que existe un fideicomiso para la promoción del deporte en el que hay disponibles 150 millones (6 millones de dólares), pero se utiliza para cubrir gastos de viaje o montaje en eventos de carácter internacional.
Este fideicomiso es administrado por Banhprovi, Condepah, la Secretaría de Finanzas y la Comisión de Deportes del Congreso Nacional, que es presidida por el diputado de Colón y presidente de Real Sociedad, Ricardo Elencoff. Las solicitudes para utilizar estos fondos son aprobadas por un comité técnico.
«El Escorpión» quiso ser campeón
Todo lo anterior quizá ayuda a entender la historia de Josec «El Escorpión» Ruiz, un prometedor boxeador hondureño que soñaba con ser campeón mundial. No era un sueño cualquiera, él quería llegar a la cima desde Honduras, a pesar de sus limitaciones.
«Quería ser campeón mundial o lograr algo muy importante en el boxeo para demostrarle a los hondureños que éramos capaces de hacerlo sin salir de nuestro país, pero después de un tiempo me di cuenta que eso es imposible», nos dice Ruiz en una conversación vía Messenger. Él en este momento está en EE. UU.
Ruiz piensa que la gesta de Teófimo López pone en evidencia a Honduras, donde a su juicio, no hay capacidad para obtener un título mundial. «Algo hecho y salido de Honduras en cualquier deporte es imposible. Nunca va a pasar. Ni los nietos de los nietos de mis hijos lo van a ver. No tenemos esa capacidad. Necesitamos prepararnos en otro país».
Desde hace dos años, Ruiz viaja con regularidad a la tierra del Tío Sam. Allá ha continuado con su preparación y espera conseguir su sueño. «Sigo mi carrera todavía, gracias a Dios se me dio la oportunidad de trabajar con una promotora estadounidense. Sigo mi camino, enfocado en mi trabajo. Si Dios quiere que sea campeón mundial, pues voy a ser campeón del mundo», manifestó emocionado.
Abandonó el boxeo hondureño porque no hay apoyo, dice. «Y no solo es el Gobierno, la empresa privada siempre está confiando en la moda, más que en los talentos. Prefieren invertir en algo que esté de moda, así sea algo estúpido».
Honduras es un pueblo futbolero. Es casi el único deporte al que siguen las masas y es, por ende, el que cuenta con más recursos y patrocinios por eso «El Escorpión» está convencido que «si en Honduras se nace con un talento que no es para el fútbol, se nace con un talento equivocado».
Tiene claro que en el boxeo y en el deporte hondureño en general, el mayor problema es la falta de dinero y la corrupción, «porque si hubiese apoyo siempre habría gente queriéndoselo robar», nos dice.
Ruiz recuerda que ha visto en la Villa Olímpica de Tegucigalpa a atletas y a los familiares de ellos vender productos para ajustar los gastos para una preparación o competencia en el extranjero. «He visto a la mayoría», dice.
Por eso tiene reparo en establecer una diferencia entre la calidad de preparación que encontró en tierras norteamericanas: «Hay mil años luz de aquí a la luna a pasito de caracol», sostiene este púgil de 26 años.
«Sinceramente es la primera vez que me tratan como un boxeador, como una persona, como alguien que puede lograr algo en este deporte. En Honduras, todo era a mi suerte, si comés bien, si no comés también», nos confesó.
Sin plata no hay torneo
Osman Chávez, actual diputado del Congreso Nacional por el departamento de Colón y exjugador de la Selección Nacional, reconoce un país con gran potencial para destacar en lo deportivo especialmente en el fútbol. Y solo difiere en una cosa respecto a lo dicho por «El Escorpión»: piensa que también el fútbol está abandonado.
En las ligas menores, los niños y niñas se sostienen por el aporte de sus padres y personas que aportan plata de su bolsa sin esperar beneficios. Considera que en Honduras hay mucho material y biotipo adecuado, «pero no cuenta con la infraestructura en sus inferiores», comienza diciendo en clara referencia al mal estado de las canchas donde juegan los niños.
«Preguntemos cuándo Fenafuth (Federación Nacional de Fútbol de Honduras) regaló tacos, balones, iluminó campos en los diferentes departamentos y la respuesta será cero. El fútbol va cada día peor, pero es producto de quienes lo manejan», reclamó el congresista.
Pero sí hay carencias de balones, uniformes y zapatillas de fútbol, que es el juego más popular, ¿Cómo la pasan aquellos que escogen otra disciplina?
«El deporte no es una prioridad para el Estado de Honduras. No existen políticas que puedan contribuir con el deporte», nos dice Félix Sabio, aunque recuerda que a veces «nos ufanamos de invertir en el deporte», pero la realidad es que lo único considerado como deporte es el fútbol. Se olvidan de los demás.
Sabio reconoce que en los últimos años se ha aumentado el apoyo al deporte, pero sigue siendo insuficiente ante las innumerables necesidades y piensa que estamos atrás no de países de primer mundo, sino que estamos rezagados en el área, donde Guatemala, Costa Rica, Panamá y Nicaragua nos han sacado ventaja.
Chávez expresó que muchos deportistas que representan a Honduras en justas importantes como en los Juegos Olímpicos se presentan por coraje y voluntad: «a veces no salen las cosas porque no se trabaja como se debe. Hay un abandono total».
Expuso que en el abandono que se encuentran los deportistas hay responsabilidad compartida del Gobierno y las federaciones «que tendrían que hacer las gestiones necesarias para que se fortalezcan las áreas débiles».
Recalcó que desde el Gobierno no se dedican los suficientes fondos para el deporte ni otras cosas importantes como la salud, educación o seguridad. «El deporte es fundamental porque es una vía de escape para muchos jóvenes, hombres y mujeres».
Agrega que en Honduras para incentivar el deporte no hay intercambios, convenios que se deberían ratificar con Cuba, EE. UU. u otros lugares para que los jóvenes vayan a prepararse. Tampoco se contratan visores para que recorran el país y traigan a los mejores atletas. «Todo eso es inversión y nadie quiere hacerlo», explica.
A este problema también se refiere Sabio, quien dice que se dificulta la contratación de personal necesario para los atletas de cualquier disciplina puedan hacerle frente a una competencia: «habitualmente van limitados sin un médico, sin psicólogo y sin terapeuta», sostiene.
Desde su curul en el Congreso, Chávez sostiene que ha intentado impulsar proyectos para tener mejores campos deportivos o construir complejos en lugares catalogados como violentos, por ejemplo la Rivera Hernández y Chamelecón, en San Pedro Sula o en Choloma, «esas cosas vendrían a fomentar la sana convivencia y han sido bloqueadas».
El congresista asegura que en el país hay un biotipo para destacar en cualquier deporte. Al preguntarle por la gesta de Teófimo, contesta sin emocionarse: «tiene sangre hondureña, que nos ha representado muy bien, y así hay otros que tienen capacidad, pero no tienen el apoyo que él ha tenido» aclaró.
La corrupción
En Honduras la rama deportiva que más fondos ha tenido a su disposición es el fútbol. De la partida asignada por el gobierno recibe 2,5 millones según información publicada en el portal de transparencia de la Condepah. Además, Fenafuth recibe fuertes patrocinios por derechos de televisión y publicidad en el uniforme.
Los seleccionados nacionales reciben un trato preferencial. Gozan de viáticos, buenos hoteles y jugosos premios. En contraste, «El Escorpión» recuerda que cuando viajaba o tenía que entrenar, su representante Godofredo Fajardo hacía solicitudes a amigos para conseguir fondos.
Además, en premios por clasificar a los mundiales de 2010 y 2014, la federación hondureña recibió más de 20 millones de dólares (500 millones de lempiras), según confirmó en 2013 a diario Diez, Rafael Callejas, presidente de Fenafuth en aquel entonces.
Llegaron todos esos millones y también llegaron las acusaciones por corrupción a Rafael Callejas y Alfredo Hawit, ambos presidentes de Fenafuth fueron acusados por corrupción en EE. UU. El primero murió y el segundo ya cumplió su condena.
Los cientos de millones que el fútbol recibió entre 2009 y 2014 no fueron aprovechados. La bonanza de la que gozan los seleccionados no la tienen los pequeños que juegan y sueñan en campo polvosos y mal cuidados.
Y si el fútbol, que es deporte de masas, sufre abandono, no se puede esperar una realidad menos dura para los otros deportes. «Es un presupuesto sumamente raquítico», nos reiteró en varias ocasiones Sabio, cuya federación ha logrado construir con fondos donados cuatro cancha de voleibol.
Esas realidades chocan con el momento cuando Teófimo López elevó sus manos en señal de triunfo en el MGM Grand de Las Vegas, Nevada. Muchos se sintieron orgullosos porque al fin y al cabo es un hondureño que destaca, pero él está lejos de representar la realidad catracha.
Por eso «El Escorpión», con sus pies más puestos sobre la tierra, tiene un pronóstico poco esperanzador para nuestros deportistas «Nunca vamos a tener un campeón mundial formado en Honduras. Eso no va a pasar».
Esta es una opinión personal de Claudia López, en nuestro espacio Cronistas de la Cotidianidad.
Hace algún tiempo asistí a un conversatorio universitario sobre derechos de las mujeres, recuerdo que un señor opinaba: «ahora las mujeres tienen más derechos que los hombres». Después otra persona dijo: «es que ahora las mujeres mandan, nosotras tenemos el poder». Ante estas manifestaciones yo solo pensé que nada estaba más lejos de la realidad. Si bien, en una sociedad democrática no debería privilegiarse a ninguna persona —pues toda constitución, de cualquier país que se precie respetuoso de derechos humanos, reza que todos somos iguales ante la ley—, la verdad es que nuestra sociedad da cuenta, más bien, de una situación de desventaja para las mujeres, sin embargo, pese a esa realidad seguimos escuchando ese discurso de que «ahora las mujeres pueden lograrlo todo».
Podríamos decir que hay avances gracias a las luchas de muchas feministas a lo largo de la historia: en casi todos los países del mundo las mujeres pueden votar, dependiendo del país tienen acceso a empleo remunerado, hay mujeres científicas y en carreras que antes eran ejercidas de manera exclusiva por hombres, entre otras cosas. Sin embargo, todavía hablamos de enormes desigualdades entre mujeres y hombres.Las mujeres día a día experimentamos discriminaciones y violencia de género, lo que impide un avance significativo en nuestra calidad de vida, de manera individual y en conjunto, así como el derecho de alcanzar las mismas oportunidades que los hombres.
Es importante considerar que hay millones de mujeres cuyo desarrollo personal se ve obstaculizado, pues sufren otras discriminaciones además del hecho de ser mujeres, experimentan doble o triple discriminación, ya sea por su condición económica, edad, discapacidad, ser migrante irregular, desplazada, pertenecer a una comunidad o pueblo originario, o pertenecer a la diversidad sexual, etc.Sin embargo, se nos ha socializado la idea de que ya empoderadas y con derechos, si nos esforzamos lo suficiente y nos proponemos, podemos ocupar casi cualquier espacio, pero eso es una verdad a medias o una falacia del sistema patriarcal en contubernio con el capitalismo explotador.
Es cierto que muchas mujeres logran alcanzar ciertos estados de bienestar profesional y personal, sin embargo muchas veces lo han logrado con un sobre esfuerzo o sobre renuncias, y ello dista de lo que significa la justicia.A lo largo de mi vida y hasta que conocí el feminismo tomé conciencia de expresiones como «qué exitosa ella», «es una gran profesional, pero se quedó sola y ya no puede concebir hijos», «se dedicó a su carrera», como si para una mujer tener una carrera fuese incompatible con formar una familia o vivir en pareja (si se decide tenerlos), pues se asume que para las mujeres o es una o es otra. Eso no sucede con los hombres, quienes sí logran congeniar ambos mundos, todo gracias a las mujeres que están para multiplicarse en las tareas que deberían ser distribuidas de manera equitativa por simple justicia.
Así también encuentro muchas mujeres citadas como ejemplo de «empoderamiento» o «la lista de las mujeres más poderosas», tanto en política, en el mundo empresarial y en la academia, pero nos hemos preguntado: ¿cuánto sacrificio han hecho estas mujeres para llegar a su posición?, ¿qué implica ser una mujer poderosa para el sistema patriarcal y capitalista?, ¿no será más bien «masculinizar» a estas mujeres para replicar conductas propias de los sistemas de opresión económicos?, es importante hacer estas reflexiones.En estos meses de pandemia ha quedado en evidencia la falacia de ese discurso del empoderamiento de las mujeres, pues en las redes sociales y su constante uso para dictar conferencias, cursos etc, he observado que —salvo en los ambientes feministas— el discurso y el debate en todos los temas ha estado principalmente a cargo de los hombres y no es porque no existan mujeres expertas en todas las disciplinas y áreas del conocimiento humano.
Así que estamos empoderadas de los temas, pero siempre son los hombres los que protagonizan.Recientemente participé en un curso de formación judicial y quien lo facilitaba era un colega hombre, entonces traté de recordar las ocasiones en que recibí formación judicial de una mujer y han sido muy pocas, no porque en el medio no haya mujeres capaces de hacerlo, es que las mujeres han sido tratadas como seres de segunda categoría. Se privilegia la palabra de los hombres frente a la de las mujeres, además de que por ser mujeres, no estamos disponibles siempre, ya que el patriarcado nos ha asignado connaturalmente las obligaciones del cuidado y las tareas de casa, que incluye una actividad de la que no se habla, pues es invisible, extenuante y exclusiva de la mujer: la administración y planificación de todo en casa que implica aquellas actividades indispensables para que todo «funcione», como el listado de compras, planear los alimentos que se van a elaborar, estar pendientes de las vacunas de los hijos e hijas, citas médicas, lavar la ropa, etc).
Visibilizar todas las labores que a las mujeres nos ha endilgado el sistema patriarcal, no es con el fin de victimizarnos, es para reclamar justicia, pues desde el discurso se apuesta a la inclusión y participación de las mujeres en todos los ámbitos del desarrollo, pero no exhorta a los hombres para que se involucren también, de manera masiva, a las labores del hogar, que les corresponden en igual proporción y que han sido un obstáculo para que las mujeres puedan desarrollarse en pie de igualdad. Además de justicia se demanda la necesidad de crear conciencia, pues muchas de estas vivencias de las mujeres no son consideradas, incluso en los espacios que pensamos son más progresistas.Entre colegas es necesario normalizar la necesidad de que los hombres avancen en asumir su corresponsabilidad en la crianza y en las tareas de casa, pero que también se piense en aquellas mujeres que no tienen pareja o no conviven con el padre de sus hijas e hijos, pues si no se toma en consideración estas particularidades, las mujeres normalizarán hacer malabares para desarrollarse, o simplemente no lo harán.Lo anterior lo ejemplifico con algo que me sucedió en ese mismo curso de formación judicial que comentaba: me vi obligada a abandonar la sesión sin haber finalizado (pues la misma se prolongó por incumplimiento de la hora de inicio).
Mi hijo, que es un bebé de dos años, me estaba llamando y esperando en la puerta de la habitación donde estaba recibiendo el curso. No dudé ni un momento en salir, ya que considero que se debe entender la necesidad del tiempo compartido con la familia, sin embargo, es asombroso que aún en los ambientes que suponemos más respetuosos de derechos o más progresistas, parece que no se considera, por ejemplo, que al demorar la finalización de una jornada, quienes salimos más afectadas somos las mujeres, porque vemos inconclusa nuestra formación, en especial las que maternamos, es decir que el mundo sigue, funciona y se organiza, sin considerar que generalmente las mujeres —y más las madres— tenemos limitaciones de tiempo, es como si se pensara que es nuestro asunto y que si nos queremos desarrollar que veamos cómo nos las arreglamos.Todo lo anterior, no es más que reproducir la discriminación que profundiza la desigualdad en detrimento de las mujeres, ya que la mayoría de colegas hombres no tendrían problemas de seguir y completar las jornadas porque saben que sus parejas les tienen resuelto hasta el más mínimo detalle de las tareas de su propio cuidado.
Por ello es importante hacer hincapié que esa invisibilización de las necesidades reales de las mujeres no sucedería si se tuviese conciencia que el maternar o el cuidado de casa deben ser realizados por hombres y mujeres, de manera equitativa. Así las mujeres tendrían más oportunidades y opciones de participar y aportar en esos espacios, libres de toda discriminación, así cambiaríamos el paradigma patriarcal a un enfoque de género, recuperaríamos y dignificaríamos la maternidad, acompañando y apoyando. Por su parte, los hombres podrían ir responsabilizándose de ejercer esa paternidad igualitaria, pues se trata de justicia y equidad y así vamos educando a las nuevas generaciones en igualdad real, ternura y acompañamiento.Por tanto, es imperativo replantearnos ese promocionado empoderamiento, ese ideal de convertirnos en la «supermujer» como un mandato patriarcal que ha sido usado para explotarnos, relegándonos a despersonalizarnos para cumplir con ese estándar y sin la justa corresponsabilidad de los hombres. Aspiremos a una libertad construída desde nuestros deseos, bienestar y necesidades. Hago mías las palabras de Mary Wollstonecraft: «No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas».
Millones de dólares se han perdido por corrupción en la asignación presupuestaria para combatir la pandemia por COVID19 en Honduras. En esta ilustración muestro a un político contando dinero sobre una pila de cráneos, dinero que obtuvo por la corrupción, y cráneos que son los muertos debido a sus acciones corruptas. Dándole la espalda hay un mar de camillas y enfermos que representa cómo estos hombres han decidido ignorar su responsabilidad con la gente, y con los enfermos.
Muchas mujeres indígenas y campesinas tienen algo en común: son sobrevivientes de la violencia en sus distintas formas. Según el Ministerio Público, en el departamento de La Paz, en lo que va de 2020 se han registrado 137 denuncias por violencia doméstica solo en los dos municipios de mayor importancia política y económica: Marcala y La Paz (la cabecera del departamento). En total, el Ministerio Público ha logrado registrar 194 casos de violencia contra la mujer, 28 de estas son violaciones sexuales.
María vive en la comunidad de Las Flores, una aldea en las montañas de la sierra cafetalera del departamento de La Paz. Como madre, María ha debido soportar la humillación y el dolor de que Mirian —su hija menor)— fuera violada por un militar que vive en la aldea vecina. Producto de esa violación su hija quedó embarazada y dio a luz a una niña.
Luego de un juicio que duró año y medio en resolverse, al hombre que violó a la hija de María —y que estuvo en prisión ese año y medio— las autoridades lo dejaron en libertad, una decisión que no fue comunicada por los entes competentes a las víctimas. María, su hija y su nieta, ahora viven con el temor de ser víctimas de la venganza de un hombre que ya hizo mucho daño a esta familia, por haberlo llevado a juicio y por consecuencia su retiro por baja deshonrosa del Ejército.
Según el Observatorio de Derechos Humanos de las Mujeres del Centro de Derechos de la Mujer, solo en el mes de septiembre de 2020, Honduras registró 30 casos de femicidios, 14 de estas víctimas se encuentran en un rango de 30 a 49 años de edad.
Doris tiene 36 años, y es una mujer lenca campesina que ha sobrevivido a la violencia sexual, pero también a la humillación y al desprecio familiar por haber señalado a su agresor. Ella y sus cinco hijos han sido víctimas de una violencia que no parece tener techo y que se extendió de la pareja de Doris hacia otros miembros de la familia y sobre sus hijos y ella.
Desde hace dos años se separó del padre de sus hijos quien la golpeó muchas veces y la amenazó con disparos a sus pies y cerca del rostro, la corría de su casa y encerraba a sus hijos a quienes también golpeaba, desde entonces trabaja la tierra sembrando frijoles y maíz para el consumo de su familia en una parcela donde ha sido incluida dentro de una cooperativa de la Central Nacional de Trabajadores del Campo (CNTC) y con la esperanza de también sembrar café.
Datos del Observatorio de Derechos de las Mujeres revelan que Honduras registró 17 casos de violencia sexual solo en el mes de septiembre, 9 de las sobrevivientes eran niñas entre los 10 y los 19 años de edad, 7 de las 17 fueron violadas por sus padres o algún familiar cercano.
Dalila Aguilar trabaja en un proyecto con la CNTC. En ese proyecto se apoya a las mujeres para que aprendan herramientas y procedimientos que les ayuden a denunciar a sus agresores y para que puedan salir de los círculos de violencia. Pero Aguilar reconoce que para las mujeres es muy difícil por aspectos culturales de opresión con los que han tenido que convivir muchas generaciones de mujeres indígenas campesinas.
Un ejemplo de esta segregación económica y social que sufren las mujeres del área rural, se puede observar en el acceso a la tierra. Dalila explica que a las mujeres no se les hereda nada, que el machismo que predomina provoca que las mujeres tengan muchas variables en contra a la hora de optar por acceso a tierra, créditos, y relaciones igualitarias para vender sus productos.
Elda, originaria del municipio de Opatoro en el departamento de La Paz, tiene 29 años y es madre de una niña de 5 años y un niño de 12 años, ella es alguien que ha logrado salir del círculo de violencia luego de denunciar a su expareja y padre de sus hijos. La denuncia no procedió en las instancias competentes del Estado de Honduras donde la respuesta fue que debido a la pandemia por COVID-19 su caso quedaba congelado. Luego de que su expareja les abandonara solicitó a la organización se le concediera el derecho a la tierra y esta solicitud encontró eco dentro de la CNTC que le otorgó el derecho total sobre la tierra que antes tenía el padre de sus hijos.
Elda no solo encontró apoyo en la organización, también conoció a Dina, una mujer que la apoyó a ella como ha ayudado a otras mujeres. Dina también es madre de 2 niñas, la menor de 9 años y la mayor que quedó embarazada a los 17 años y dio a luz a una niña que ahora tiene 2 años.
Estas dos mujeres se conocieron porque la CNTC contrata a Dina para que cocine para la organización en actividades como talleres y reuniones grandes. Dina y Elda trabajan una parcela de tierra que es del suegro de Dina. Desde hace un año han sembrado una hortaliza de repollo, rábano, zapallo, frijoles y maíz, enseñándole también a sus hijas el trabajo de la tierra. Se sienten orgullosas de lo que han logrado juntas, apoyándose, comprendiendo que solo el apoyo entre mujeres podrá sacarlas de los círculos de violencia.
Más de siete meses han pasado desde que la pandemia por COVID-19 llegó a Honduras, y aunque en la actualidad el país continúa en confinamiento ha sido imposible bajar la curva de los casos positivos, esta ha avanzado de tal manera que ya se ven afectados todos los departamentos del interior del país, según lo expresado por varios especialistas de la salud.
Honduras está situado como el tercer país de Centroamérica con mayor número de contagios y fallecidos a causa de la pandemia, según el Observatorio Demográfico Universitario (ODU). El Sistema Nacional de Riesgos (Sinager) contabiliza a la fecha 91 078 casos positivos y 2596 decesos en todo el territorio nacional.
En las últimas semanas se ha presentado un mayor número de personas contagiadas en los departamentos de Islas de la Bahía, Atlántida y Colón que son parte de la zona norte del país; Comayagua, ubicada en la zona central; y Olancho en la zona del oriente. Debido a esto, Contracorriente habló con varios especialistas de la salud para conocer a profundidad cómo se encuentran estas zonas, mayormente rurales.
Los médicos sobrevivientes del COVID-19 cuentan su batalla en las zonas rurales Ruth Muñoz, médica general en el municipio de San Francisco de Yojoa, del departamento de Cortés, labora desde el 6 de abril con el programa Código Verde. Ahí atiende en primera línea en el centro de triaje asignado a esta localidad. Después de ser diagnosticada positiva de COVID-19, Muñoz vivió en carne propia la negación de acceso a la salud que vive la mayoría de la población en su municipio.
Muñoz presentó los primeros síntomas el 24 de septiembre, luego de que se suscitó un brote de COVID-19 en su área de trabajo, donde médicos, enfermeras y personal de acceso fueron diagnosticados positivos. «Un 80 % de los compañeros del triaje nos contagiamos, solo que la mayoría tuvo síntomas leves. Yo creo que fui la única que evolucionó a una neumonía severa, todavía estoy bajo los efectos de la enfermedad, aún tengo inflamación en mi cuerpo. Ha sido tan fuerte mi caso que tengo que hacer terapia física, aún me falta para estar 100 % recuperada», contó.
En San Francisco de Yojoa, con una población aproximada de 21 000 personas, se reportan 328 casos positivos y 10 decesos. La doctora buscó asistencia médica y le fue negada, también asegura que asistió a centros asistenciales privados y no fue atendida porque le solicitaban que su análisis de PCR-RT estuviera negativo para recibir la atención. Tampoco en el sector público tuvo respuesta. Hasta que se contactó con varios colegas del Colegio Médico de Honduras que están asignados a este sector fue atendida.
Triaje de Santa Cruz de Yojoa, Foto: Cortesía.
Triaje en Santa Cruz de Yojoa. Foto: Cortesía
«Yo tengo una lista de quince cardiólogos que intenté contactar y todos me dieron la misma respuesta. Gracias a Dios tuve acceso a camas hospitalarias, oxígeno, medicamentos y recibí la atención de mis colegas que están asignados también a este triaje. Pese a todo esto, estoy motivada a continuar atendiendo a mis pacientes, porque no es justo que los hondureños pasemos por estas situaciones». Agregó que está buscando donaciones para abastecer este triaje que no cuenta con medicamentos como anticoagulantes, antihipertensivos, hipoglicemiantes y los insumos que son primordiales para atender la pandemia. Manifiesta que su motivación es hacer lo más que pueda por esta comunidad, ya que su contrato con Código Verde es temporal y no sabe exactamente cuánto tiempo seguirá laborando.
Cortés es el departamento con mayor número de decesos y reporta 811 en total, le sigue Francisco Morazán con 654 fallecidos. Ahora, en el oriente del país, Olancho se ha convertido en el tercer departamento con más decesos contabilizados y a la fecha reporta 119 fallecimientos, según la biblioteca virtual de la Secretaría de Salud, por esta razón tuvo que ser intervenido hace unas semanas. La Secretaría de Salud (Sesal) proporcionó a Contracorriente una base de datos donde revela que de marzo a agosto, en este departamento, fallecieron 46 personas, según la comparación de los datos, los decesos aumentaron en septiembre, justo con la reapertura a la economía en el país.
Centro de Salud en Omoa, Cortés. Foto: Martín Cálix. Olancho ha sido uno de los departamentos de mayor preocupación para los médicos, ya que ha sido difícil mantener a las personas en confinamiento porque su actividad económica es la agricultura, la crianza de ganado y la explotación de la madera, y no han parado de realizar estas actividades.
La Infectóloga y exsecretaria de Salud, Elsa Palou, hace un llamado a las autoridades para que presten atención a este departamento el cual tiene una letalidad del 6 %. «Si no se le toma seriedad al asunto, la situación en Olancho podría descontrolarse y no queremos que los hospitales se vuelvan a desbordar», dijo.
El municipio más afectado de Olancho es Juticalpa, donde se contabilizan 917 casos positivos y solo cuentan con el Hospital San Francisco, que dispone de ocho camas para realizar tratamientos contra el COVID-19 y 49 médicos de los cuales apenas dos son internistas.
En la siguiente posición encontramos a Yoro con 95 fallecimientos, siendo El Progreso el municipio más afectado con 2908 casos y 47 decesos. Este departamento cuenta con tres triajes donde se realizan aproximadamente de 150 a 200 pruebas PCR-RT diarias y su capacidad hospitalaria es de 60 camas en total, según datos brindados por el presidente del gremio de médicos de esta localidad, Roberto Castellanos.
Castellanos manifiesta que no cree que el número de contagios haya reducido: «los casos no han disminuido porque la positividad de las pruebas continúa siendo alta, aparte de eso solo contamos con pruebas rápidas. Nosotros deberíamos de realizar pruebas de hisopado para realizar los muestreos correspondientes, además no se están haciendo el número suficiente de análisis, en eso debemos de ser transparentes».
El médico también hace mención que es cuestionable la labor del Gobierno referente al manejo de la pandemia: «se han realizado demasiados actos vergonzosos, muy mal manejo de los fondos públicos, los hospitales móviles son la evidencia más grave de eso. Sabemos que ningún Gobierno estaba preparado para esto, pero esta administración es la peor preparada para enfrentar esta pandemia».
En la zona suroriental del país, exactamente en Guajiquiro, La Paz, se contabilizan 57 casos positivos de COVID-19 y solo un fallecido. Leticia Corea, quien habita en esta comunidad y es una líder campesina, relata que desde el inicio de la pandemia no se cuenta con un médico en la comunidad y solo tienen un centro de triaje habilitado, siendo este un único enlace para que los pacientes que se presenten con síntomas sean remitidos al hospital de la Paz.
«Como ciudadanos, este abandono nos preocupa porque hemos sido afectados por el COVID-19, muchos hemos tenido que buscar asistencia médica privada y los que no pudieron lamentablemente ya no están con nosotros, aunque las autoridades solo contabilizan un fallecimiento», argumenta Corea. Agrega que el acceso a la asistencia médica es precario, ya que para recibirla tienen que movilizarse hasta La Paz, y esto conlleva un trayecto de dos horas, además denuncia que la única ambulancia que está en el sector es utilizada para movilizar gente para campañas políticas.
La mayoría de los fallecimientos del personal médico se reporta en la zona rural
La lista de médicos fallecidos a causa del COVID-19 va en aumento. El doctor Carlos Umaña, presidente de la Asociación de Médicos del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), vía llamada telefónica, nos confirmó el fallecimiento de Luis Enamorado, quien se convierte en el médico número 48 en perder la vida a causa del virus. El doctor Enamorado era uno de los seis médicos intensivistas del país y también precursor del tratamiento CATRACHO, fue hospitalizado hace unos días y su fallecimiento fue reportado el pasado 21 de octubre a las 4:20 p. m.
Umaña menciona que de los 48 médicos fallecidos, el 60 % aproximadamente atendían en la zona rural: «hay colegas de La Ceiba, Atlántida, Colón e Islas de la Bahía, el COVID-19 en la zona rural no ha detenido su marcha, es más, está en etapa de crecimiento». También menciona que es importante que las autoridades competentes fortalezcan y doten de centros de triaje a cada municipio con población mayor a 10 000 habitantes, establecer más brigadas de respuesta móvil, pero sobre todo crear una red donde por lo menos 1000 personas que se desplacen a realizar intervenciones a los lugares de mayor contagio tengan atención médica.
«Además de eso la policía debe de ejercer un control en la deambulación, porque se ha perdido totalmente. Los hondureños debemos de ser responsables y continuar utilizando las medidas de bioseguridad, de esta manera se evitarán más contagios y muertes», agrega Umaña.
Pruebas diarias para la detección del COVID-19 Para la exsecretaria de Salud, los casos de coronavirus han presentado una baja relativa: «recordemos que se están haciendo menos pruebas de lo que se hacía previamente, así que uno no sabe si es por la disminución por el número de pruebas o qué». También asegura que en las últimas semanas se ha entrado en una «meseta», sin embargo «cuando se hace la curva del número de pruebas realizadas y el número de casos que salieron, estos siguen en ascenso».
La exsecretaria de Salud asegura que actualmente Honduras está en diferentes etapas de la pandemia: «algunos lugares están en etapa cuatro, otros en etapa cinco, con transmisión comunitaria, siendo cualquier persona sospechosa porque hay muchas que no presentaron ni presentarán ningún síntoma, siendo positivas por COVID».
Según el último dato oficial de Sinager se están haciendo 2000 pruebas diarias en todo el país, pese a que los médicos han solicitado que se realicen de 3000 a 4000 pruebas, pero los triajes no tienen la capacidad de realizar más de 200 pruebas diarias para la detención del coronavirus.
El centro de Triaje La Fragua funciona con fondos gubernamentales administrados y gestionados a través de la municipalidad progreseña. El Progreso, Yoro, 22 de octubre de 2020. Foto, Deiby Yanes.
Comunidades garífunas de Honduras y el COVID-19
En la zona del Caribe de Honduras se sitúan gran parte de las comunidades garífunas, mismas que han estado marginadas por mucho tiempo ya que no son prioridad para el Estado, así lo manifiesta Luther Castillo, médico y máster en Administración Pública por la Universidad de Harvard quien fundóel hospital garífuna comunitario. «En la comunidad garífuna no hay acceso al diagnóstico de casos COVID-19, mucho menos a centros de triaje para atender la emergencia, ante este abandono nuestra Organización Fraternal Negra Hondureña (Ofraneh) junto con las autoridades comunitarias y un grupo de profesionales de la salud, conformamos un equipo multidisciplinario para diseñar estrategias de contención y logística para COVID-19», explicó.
Entre estas estrategias están la práctica de medicina natural y tradicional: «hemos utilizado brebajes de té de eucalipto, de limón, un montón de hierbas y raíces ancestralmente conocidas por nuestra gente en las comunidades, también hemos tenido muchísimo uso de la talasoterapia que es la terapia de mar para baños, cocimientos y todo lo demás».
Castillo señala que no es posible dar un número exacto de contagios en esta zona del país porque son pocas las pruebas de hisopado que se han realizado por parte de Sinager, además los resultados los tienen de dos a tres semanas después, cuando el paciente ya ha superado sus días más críticos. «Por parte del Estado no existe ninguna estrategia de contención de la patología. Si no se hacen pruebas no se pueden detectar los casos positivos», asegura.
Luther le recuerda al gobierno que uno de los elementos más importantes en la batalla contra la pandemia es la confianza, pero si no existe transparencia en la información oportuna y en tiempo real, sobre todo en el manejo de los fondos públicos, se genera inseguridad en la población.
Centros de triaje En julio se creó el programa Fuerza Honduras, con el fin de masificar los centros de triaje en todo el país. Actualmente 190 brigadas médicas han visitado el territorio y se han instalado 163 centros de triaje, los cuales operan con los 280 millones de lempiras que fueron autorizados mediante este programa para ser distribuidos a 298 municipalidades, con el fin de contener la propagación del COVID-19. Los primeros municipios en recibir los fondos fueron: Catacamas, Juticalpa, La Unión, Siguatepeque, La Lima, Pimienta, Santa Lucia, Yamaranguila, Morocelí, Jacaleapa, Valle de Ángeles y Santa Bárbara.
Para la operación de estos centros de triaje el Gobierno, por medio de su titular Juan Orlando Hernández, informó que se contrataron 1908 miembros del personal médico y se entregaron 154 193 insumos médicos, invirtiendo en el mismo 240 131 286 lempiras.
El coordinador de los centros de triaje de la Secretaría de Salud, Juan Carlos Guevara, ha manifestado que en un 20 % se mantiene el incremento de atención en estos centros. También informó que la positividad de los casos ha sido de un 50 % en los pacientes que se realizan la prueba del hisopado (PCR-RT), ya que «en un inicio, en los centros de triaje se aplicaban 30 pruebas y ahora se aplican de 50 a 60 muestras diarias».
Solo en los triajes de Tegucigalpa a la fecha se han atendido 105 275 pacientes de los cuales han dado positivo un total de 26 675, confirmándose 20 000 casos de COVID-19 y 624 fallecidos.
En 2018 el Departamento de Salud Pública de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras presentó su informe Situación del Sistema de Salud en Honduras, donde pone en evidencia la capacidad hospitalaria en el país. La red de servicios de la Sesal cuenta solamente con 5059 camas, estos datos representan un número de 9.5 camas hospitalarias por 10 000 habitantes.
En junio y julio se presentó una crisis en los hospitales de Tegucigalpa y San Pedro Sula, ya que excedieron su capacidad hospitalaria. Actualmente en ellos hay menos pacientes ingresados por COVID-19, pero ahora la ocupación está creciendo en otros departamentos, permitiendo que Honduras ingrese en una segunda ola de contagios. «Esto va a obligar que desde los municipios se refieran a pacientes con COVID-19 a hospitales como el Catarino, como el Hospital Escuela y los hospitales del Seguro, porque cuando no se den abasto los hospitales regionales los de área tienen que asumir», puntualiza Palou.
Pacientes a la espera de ser revisados en el Centro de Triaje de La Fragua. 22 de oct de 2020, El Progreso, Yoro. Foto, Deiby Yanes.
Zonas rurales esperan hospitales móviles En abril, el Gobierno de Honduras informó a través de un comunicado publicado por Inversión Estratégica de Honduras (Invest-h) que había gestionado la compra de siete hospitales móviles para brindar apoyo al sistema de salud por la alta demanda de atención médica, a la fecha solamente han llegado dos y uno está en funcionamiento en la ciudad de San Pedro Sula.
Los municipios de Choluteca y Santa Rosa de Copán, están a la espera de la llegada e instalación de dos hospitales más, uno en cada localidad y atender la demanda médica que día a día crece en la zona rural, así lo ha manifestado Gustavo Boquín, miembro de la comisión interventora.
El Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) en su último informe La corrupción en tiempos de COVID-19, ha revelado que a consecuencia de la demora en la llegada e instalación de los hospitales móviles han perdido la vida 2446 hondureños. El informe establece que la Sesal, la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) e Invest-h le provocaron al Estado una pérdida de aproximadamente 32 000 dólares (817 millones de lempiras), desde el mes abril a septiembre del presente año. Esto por la compra de 474 000 mascarillas, la sobrevaloración del medicamento ivermectina y de los hospitales móviles, estos últimos fueron adquiridos por la suma de 43 millones de dólares (1100 millones de lempiras). En este informe, el CNA le hace un llamado al actual mandatario, Juan Orlando Hernández y le pide que «limpie la característica corrupción que prevalece dentro de su administración» para que el país pueda superar la crisis que lo golpea.
Feriado Morazánico El Gobierno ha oficializado que los feriados correspondientes al 3, 12 y 21 de octubre, serán trasladados para el mes de noviembre. Esta medida se tomó a petición del sector turismo en el país, el cual ha sido fuertemente afectado por el confinamiento a causa del COVID-19.
La Cámara Nacional de Turismo (Canaturh) ha informado que su expectativa es que circulen aproximadamente un millón de personas y unos 10 000 millones de lempiras, solo en turismo interno, lo que beneficiaría a las empresas que han sido golpeadas con esta pandemia.
Roatán, ubicado en Islas de la Bahía, será uno de los municipios turísticos beneficiados con esta apertura, pero existe temor por parte de los profesionales de la salud porque, pese al confinamiento, esta zona tuvo que ser intervenida al presentar un aumento de casos, reportando a la fecha 1882 casos positivos y 30 fallecimientos.
En la intervención realizada por autoridades de la Sesal se realizó la entrega de 10 000 mascarillas y se inspeccionó varios negocios para verificar que cumplieran con las normas de bioseguridad, ya que esta isla subsiste de las visitas que realizan turistas nacionales e internacionales.
Sindy Ferrufino, una enfermera que fue trasladada desde Tegucigalpa a Roatán, para ser parte del personal médico que atiende a la población en este municipio, relató a Contracorriente que el mayor problema que se vive en la isla es que la población no toma las medidas adecuadas: «los isleños no se protegen, no usan su mascarilla, pese a que estas se regalan en las brigadas, además siempre están aglomerados, es por eso que el 90 % está contagiado».
Ferrufino afirmó que es una situación alarmante porque en Roatán tienen una capacidad hospitalaria de 73 camas, de las cuales 65 están en el centro de triaje y ocho en el hospital público de esta misma localidad, con una población de aproximadamente 50 000 habitantes.
«Para noviembre se tiene previsto que se va a reabrir la isla, si eso se hace esta situación se nos puede salir de las manos y aunque esta activación económica es peligrosa, ellos se ven obligados a hacerla. Los isleños no tienen ayuda de nadie, aquí hay mucha pobreza, así que se debe de reactivar la economía», puntualizó Ferrufino.
Aunque los médicos son conscientes que es importante la reapertura económica en el país, continúan insistiendo que esto aumentará de una manera drástica el número de contagios, porque es imposible que el 100 % de las personas que realizan turismo interno guarden las medidas de bioseguridad.
Por otro lado, la exsecretaria de Salud agregó: «nosotros sabemos que el turismo interno es un ingreso importante para el país, entendemos que una gran cantidad de población depende de este: las recamareras en los hoteles, las meseras en los restaurantes, la gente que trabaja en aseo y mantenimiento de los hoteles que llevan ya siete meses de confinamiento y es necesaria la apertura, pero al final todo depende de la responsabilidad de cada persona», además piden al gobierno «realizar más pruebas después de este feriado para así saber qué tanto movimiento tuvo el virus».
Nací en 1992, en el barrio Morazán de San Pedro Sula, donde pasé toda mi infancia. Me crié con mi abuela, quien tomó el papel de madre hasta el día de hoy. Mi niñez avanzaba y me fui dando cuenta que no tenía la misma forma de actuar o de expresarme con relación a todos mis vecinos y primos.
Recuerdo que cuando estaba en segundo grado de la escuela, sentía el deseo de estar siempre cerca de un compañero que se llamaba Guillermo, siempre estaba observándolo y quería tocarlo y hablar con él en todo momento. Sin duda sentía mucha atracción, y es que todos nacemos con ese líbido, pero en aquel momento todo se gestaba solo en mi mente. Fui creciendo y tenía algunas actitudes no tan masculinas —dentro de los roles que la sociedad ha asignado—, esto siempre me hacía estar en la mirada de los demás y me fui convirtiendo en alguien tímido y retraído.
Estudié mi carrera de Ciencias y Letras y Diseño Gráfico en el Instituto Santo Tomás. En los primeros años sufrí acoso, golpes, humillaciones, todo tipo de ataques y agresión verbal a causa de mi orientación sexual y fue cuando decidí hablar con mis familiares, sin embargo ellos se negaron a aceptarlo por muchos años. Al poco tiempo logré independizarme, me fui de casa y demostré que ser homosexual no era un motivo para que ellos se avergonzaran.
Cuando cumplí diesciseis años comencé a trabajar, esto significó el inicio de otra realidad: la discriminación en el área laboral, que incluyó despidos injustificados y llamados de atención absurdos. Todo esto era por ser un hombre sexualmente diverso y asumido. Mi vida de estudiante estaba estancada y terminé mi secundaria seis meses después que mis compañeros. La vida de adulto y mi pública sexualidad se enfrentaban en una batalla campal, pero sabía que tenía el derecho de vivir y ser libre. Siempre tuve parejas y jamás nos escondimos, viví en libertad y eso siempre me hizo pagar un precio alto en mi vida familiar, estudiantil y laboral.
A raíz de estas cosas me vi obligado a cambiar de actitud y decidí mostrarme como una personas segura, entonces comencé a sacar mi voz, quería que todo el mundo supiera que jamás iban a pasar por encima de mí. Al mismo tiempo una voz interna me decía: yo tuve el valor, pero otros chicos gays están siendo agredidos en mi barrio y colegio. En realidad yo sufría por dentro, porque quería que todos sacaran la fuerza, sin embargo con el tiempo comprendí que no todos actuamos y nos defendemos de la misma manera.
Desde pequeño soñé con desempeñarme en los medios de comunicación y sabía que era un gran reto, ya que no solo tenía que ver con el talento, sino también con el estudio. A decir verdad me desenfoqué de mis metas académicas por un tiempo, pero necesitaba un empleo para subsistir. Por suerte logré conseguir el trabajo de oficina –que siempre quise– y costear mis estudios. Inicié la licenciatura en psicología y actualmente estoy haciendo tesis y práctica.
En medio de mis estudios y trabajo de oficina, mi sueño de estar en los medios se había postergado, pero la inquietud interna siempre seguía, sin embargo sabía que en algunos medios, quizá, me desfavorecería el hecho de ser abiertamente gay. A pesar de eso me armé de valor y toqué puertas y tuve la oportunidad de trabajar en Radio Fabulosa 102.1, con esto sentí que superé otro reto más.
Poco a poco conseguí el respeto de mis familiares, en mis trabajos y centro de estudio, pero siempre sentí que me faltaba algo más, algo que me sacara de mi centro y zona de confort, de hecho cuando comencé a estudiar psicología lo hice solo por tener un título universitario, incluso el tiempo pasaba, avanzaba en mis clases y yo aún no tenía claro en qué área me iba a especializar. Finalmente logré decidirme por psicología social. Por otro lado, en mi último trabajo ya no me sentía cómodo, claro quería probar y experimentar algo nuevo y sacarle provecho a la profesión que elegí para mi vida. Entonces decidí cerrar mi ciclo con la empresa Mundo Laboral, a la cual dediqué varios años.
El tiempo pasaba y la necesidad de encontrar mi norte seguía latente. Siempre, de una u otra forma, tuve cercanía con varios colectivos LGTBIQ de San Pedro Sula, pero nunca me animé siquiera a ser voluntario, de alguna manera sentía que no llenaban mis expectativas. Tiempo después comencé a crear ideas, pero continué postergando todo por mis actividades cotidianas.
Llegó el 2020 y con él la pandemia por la COVID-19 y aquel vacío continuaba latente, fue entonces cuando comencé a ver las grandes necesidades que estaban saliendo a flote en la comunidad LGTBIQ en San Pedro Sula: sin poder salir porque no tenían salvoconducto, sin poder trabajar para cubrir sus necesidades primarias y ahogándose en toda su problemática, y las autoridades y líderes completamente ajenos. Debo confesar que nunca me sentí a gusto con ninguno de los colectivos con los que tuve acercamiento. Siempre me pareció que el activismo no se dinamizaba, que no se actualizaba y que no había oportunidad a nuevas ideas y nuevos activistas.
Con toda esta situación acrecentada por la crisis sanitaria decidí echar manos a la obra y comencé con el ciberactivismo a través de las redes sociales, y fue en ese momento en que el que fundé la Asociación Iguales, un movimiento LGTBIQ. Tuve el apoyo de mi pareja y cercanos y ellos me dieron la motivación y apertura suficiente como para comenzar con este nuevo proyecto social.
Iguales fue lo que siempre estuvo en mi mente y ya era momento de echarlo a andar, y yo tenía las ganas, el talento y la preparación académica para hacer frente a la problemática de la comunidad en la zona norte. Comencé con un perfil normal de Facebook y rápidamente tuve la aceptación de conocidos y extraños, me sorprendió todo el ruido y la apertura que causó, no solo en la comunidad sexualmente diversa, también en personas heterosexuales.
Iguales busca el respeto y el cumplimiento de los derechos que tenemos como población. Poco a poco se han ido adhiriendo varias personas al movimiento y esto suma y sigue. Actualmente tenemos un equipo de cuarenta y seis personas, entre voluntarios y una junta directiva, y todos los días se suman más, estamos muy motivados y queremos romper esquemas, tener una diversidad sin límites y llegar a espacios jamás alcanzados en todos los sentidos. Iguales siempre fue mi sueño y eso que muchas veces interpreté como un vacío, pero ha llegado para quedarse.
Mi sueño ahora es vivir en un país donde la diversidad sea entendida como valor, un país en el que todas las personas sexualmente diversas puedan vivir libres, seguras, iguales en dignidad y derechos.
El ciberactivismo en nuestras redes sociales está impactando y eso me alegra mucho, trabajar y llenar vidas con ayuda de las plataformas digitales. Considero que cuando uno inicia como activista en cualquier área que tenga que ver con derechos humanos lo indispensable siempre es el bien común antes que el propio.
A mis 27 años sé que es un gran reto ser activista y defensor de una población que históricamente ha sido vulnerada, sobre todo en un país como Honduras. Considero que cambiar el pensamiento de la sociedad y detener la discriminación es una de las grandes metas, muchos dirán que es imposible, pero estamos caminando y trabajando en ello.
Ante la incertidumbre y la preocupación que generó la llegada de la COVID-19, muchas personas acudieron a recetas ancestrales compuestas por un sinnúmero de hierbas, raíces, flores y frutas, con el propósito de fortalecer su sistema inmunológico, aliviar algunos síntomas y enfrentar de mejor manera el virus. Conversamos con la fitoterapeuta Cindy Zelaya, fundadora de la empresa Artea Honduras, un negocio que se dedica a la producción de tisanas.
Cyndi nos habló de los beneficios en el uso de los productos que ofrece y de cómo nació Artea. «Nosotros tenemos un negocio familiar que se llama Merendon Coffee y notamos que las personas no solo buscaban café, sino también infusiones que les ayudaran con sus problemas digestivos, de ansiedad y estrés. Entonces vimos esa necesidad y como yo estudié fitoterapia, quise crear estas tisanas y aportar un poco para el alivio de los síntomas que sufrían quienes nos visitaban», nos comentó.
Cuando hablamos de fitoterapia nos referimos al estudio de las plantas, de sus flores, hojas, frutas y todas sus partes que sirven para un fin terapéutico. «Es importante ser conscientes de que si utilizamos un medicamento prescrito por un médico especialista, este no debe ser sustituido por las tisanas, sino más bien deben ser utilizadas como una medicina complementaria al tratamiento», nos dijo Cindy, y además explicó que todas las hierbas tienen un cierto grado de toxicidad y por esto es necesario brindar asesoría sobre el uso adecuado de la medicina tradicional.
A través de la historia, las plantas han sido utilizadas para el tratamiento y prevención de enfermedades, esta ha sido una práctica realizada de manera frecuente en las comunidades rurales y ha logrado mantenerse hasta la actualidad acompañando y, en algunos casos, sustituyendo a la medicina occidental. El fácil acceso y su bajo costo —en la mayoría de los casos— ha convertido a la medicina ancestral herbaria en la principal alternativa para la población en general. Cada vez es más común el uso de las tisanas, tés y blends entre la gente que busca mantener un estilo de vida saludable y alejado de los compuestos químicos.
Al principio de la pandemia era frecuente escuchar a muchas personas, incluso leer en algunos medios de comunicación, sobre la importancia de recurrir a la medicina natural. Con frecuencia se hablaba de tomar infusiones de eucalipto, de jengibre, de limón, etc., sin embargo en pocas ocasiones se dialogaba acerca de la cantidad necesaria para utilizarlos con fines terapéuticos. Cindy nos comentó que «es contraproducente y puede afectar si no tomamos las cantidades adecuadas, por ejemplo el jengibre no debe utilizarse más de tres gramos por tres tazas de ocho onzas. Todas las plantas tienen un grado de toxicidad y si no se utiliza de la manera correcta puede causar daños en el organismo, sin embargo con una orientación y una dosis adecuada estaremos contribuyendo de manera positiva a nuestra salud».
También nos explicó que una tisana es una infusión de frutas y hierbas deshidratadas, que no es lo mismo que el té: «normalmente la gente le dice té a todo, pero el té viene de una hoja específica que se llama Camellia sinensis y sus diferentes tipos dependen del grado de fermentación, de oxidación y de fermentación de la hoja».
Artea ofrece asesoría y brinda diversas alternativas para fines terapéuticos: reguladores digestivos, para problemas respiratorios como el asma, para personas que vienen saliendo de COVID-19 —que no los va a curar, pero sí les va a disminuir sus síntomas—, para personas con problemas de ansiedad y trastornos del sueño. Además tienen opciones con frutas en combinación con verduras y con té, por ejemplo el chai y otras mezclas que contribuyen al tratamiento y prevención de enfermedades como la diabetes, artritis, problemas hepáticos, cardíacos, entre otros. «Elaboramos tisanas frutales, para personas que simplemente quieren tomarse una infusión antes o después de hacer ejercicios, estas son bebidas energizantes con puros antioxidantes. También tenemos tisanas con fines medicinales. Todas se pueden ingerir frías y calientes, todo dependerá del fin y de la preferencia de quien las ingiera», nos explicó Cindy.
Artea existe desde marzo de 2019, sin embargo sus productos solo eran distribuidos a los restaurantes y cafés. Con la llegada de la pandemia las ventas se vieron afectadas porque muchos de estos establecimientos tuvieron que cerrar, unos de manera temporal y otros de manera definitiva. «Me quedó una cuenta por cobrar bien grande y no voy a mentir: me deprimí porque todas las empresas a las que le vendía cerraron y a mí no me pagaron. Esto me generó una gran deuda, pero decidí no quedarme de brazos cruzados, decidí levantarme y seguir luchando», relató Cyndi. Pero fue entonces cuando también pensó en llegar directamente a las personas.
«La gente me dejó entrar a sus hogares y empezó a comprarme las tisanas, que por cierto tuve que hacer en presentaciones más pequeñas porque antes la distribución se hacía en cantidades grandes, dado que las vendía al por mayor». Cindy recuerda que antes los dueños y empleados de los cafés y restaurantes le comentaban sobre cómo los clientes disfrutaban de sus tisanas: «sin embargo yo no miraba la expresión de la gente, yo no los escuchaba decir: “me gustan estos productos”, “siento alivio en mi estómago con estas bebidas”, pero ahora yo lo escucho y me llena de dicha».
Se estima que el 80 % de la población de los países en desarrollo recurre a los medicamentos herbarios para el alivio de sus enfermedades. Ante esta situación la Organización Mundial de la Salud ha manifestado la importancia de que los Gobiernos garanticen instrumentos que contengan la mejor información y así garantizar el uso adecuado de las medicinas tradicionales. Pero la realidad es que en la mayoría de estos países la asesoría es casi nula, incluso el tema es abordado con prejuicios, en lugar de propiciar diálogos interculturales para encontrar puntos de encuentro y mejorar los niveles de salud de la población.
Uno de los objetivos fundamentales de Artea es contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas y hacer conciencia sobre la importancia de consumir productos que contribuyan a la salud física y mental. «Me llena de alegría y satisfacción el hecho de escuchar lo que la gente siente al usar mis tisanas y cómo les mejora la vida. La gente me llama o me escribe para decirme “ya puedo dormir”, “mi papá viene saliendo de COVID, está tomando el Lung protector y sus síntomas los siente más leves”, “antes me sentía muy ansiosa, pero sus tisanas me relajan y me ayudan mucho”. Entonces he vivido esa experiencia de ver, escuchar o leer la expresión de la gente. Es algo que no estaba viviendo, ahora ya lo leo, ya lo escucho y esto me motiva».
Cyndi tiene planes de seguir estudiando a profundidad la fitoterapia, y así brindar una mejor asesoría a las personas. A raíz de la reapertura decretada por el Gobierno hondureño, muchos de los establecimientos a los que les distribuía sus productos han abierto las puertas al público y de nuevo han recurrido a Artea: «Estamos en más de sesenta negocios a nivel nacional, entre ellos en una franquicia muy conocida que es del grupo Intur».
Es importante mencionar que Artea también se involucra en la labor social y actualmente ha destinado las ventas del mes de octubre al Comité de apoyo de la liga contra el cáncer: «nos interesa aportar a la comunidad. Apoyamos en lo que podemos. En realidad creemos que servir a la comunidad es uno de los propósitos de Artea», finalizó Cindy.
Podés contactarte con Cindy Zelaya a través de su página de Instagram Artea Honduras.
El 26 de septiembre la Liga Nacional de Honduras reanudó su actividad, pese a que la pandemia no ha cedido y a los aprietos económicos de la mayoría de equipos. No hay público en los estadios. Muchos vendedores se quedaron sin ingresos porque dependían de estos espectáculos. La pelota libra una gran batalla contra la pandemia.
Texto: Allan Bu
Fotografía de archivo: Martín Cálix
«El Barney» se movía en las calles aledañas a los estadios sampedranos intentando vender boletos para presenciar espectáculos de la Liga Nacional de Honduras. Trabajaba la reventa en el «mercado negro», pero desde marzo de 2020 los ingresos que conseguía por el fútbol son historia. Ahora vende artículos personales en las redes sociales.
La liga hondureña suspendió actividades del 16 de marzo y canceló el torneo Clausura 2020 el 29 de abril. El 26 de septiembre, cuando el país tenía 74 548 casos y cuando los expertos decían (y lo siguen diciendo) que por la falta de pruebas era imposible determinar en cuál etapa de la pandemia estábamos, volvió a abrirse el fútbol profesional a Honduras.
La Liga Nacional reanudó sus actividades bajo un extenso y meticuloso protocolo de bioseguridad, en que se contemplan once medidas generales para contrarrestar la propagación del COVID-19. En un documento de 45 páginas se contempla desde realizar pruebas PCR y pruebas rápidas a los jugadores y personal de cancha, hasta el número de personas que debe ir en un autobús para ingresar al estadio.
De acuerdo a este protocolo, en cada entrenamiento se tomará la temperatura de los involucrados y se realizará una breve entrevista. Se ha pedido a los equipos que coloquen pediluvios, estaciones de lavado de manos y aplicadores de gel. El uso de las mascarillas es obligatorio en todo momento, a excepción de los jugadores y árbitros en el partido.
A los jugadores y a los árbitros se les llama a que se bañen inmediatamente al terminar el partido, pero por ejemplo en un estadio como el de Tocoa, Colón, donde no hay servicio de agua potable esta medida es inviable.
El protocolo también llama a los jugadores a llevar una dieta alimenticia saludable, sumada a la ingesta de suplementos para el fortalecimiento del sistema inmune. Mientras que en el juego será prohibido abrazarse para festejar un gol y aunque durante el partido choquen una y otra vez, durante la charla del entrenador y la oración previa al encuentro, los futbolistas deberán mantener el distanciamiento social.
Bajo toda esta rigurosidad y con el estadio vacío, «Barney» no ha podido continuar con su «rebusca»: «Nos vino a afectar. Los vendedores somos independientes. Era una entrada que teníamos hace años en los juegos, más que todo en los juegos de Real España y Marathón». «Barney», apodado así por su tamaño, ha tenido que cambiar de rubro en la venta informal: «Tenemos que ver cómo sobrevivimos. Dios no nos deja de la mano, siempre se agarra para los frijolitos, pero es bien difícil».
Por la pandemia, «Barney» dice que ha dejado de percibir al menos el 40 % de sus ingresos, pues también vendía entradas para conciertos y otros eventos. Ahí se acuerda de la gente que solo tenía ingresos por su trabajo en el estadio, como los vendedores de carne o los que ofrecían chicles. «Deben estar enjaranados (endeudados). No queda de otra en este país, uno arañando y los corruptos se hacen más millonarios», dice en pose de analista.
Jonathan Amaya, colaborador del Club Deportivo Marathón, sostiene que sólo en el estadio Yankel Rosenthal hay ocho puestos de comida, que emplean a cuatro personas cada uno. «Hay personas que se dedican solo a vender en los estadios y es una situación bien complicada para ellos, tantos meses sin recibir un peso», nos dice.
Piden la misma vara
Tres o cuatro días antes de los juegos de Liga Nacional del Club Deportivo Olimpia, Melbin Cerbellón, líder de la Barra Ultrafiel, ya planificaba que haría la barra de los blancos en el estadio. Él es uno de los líderes de la barra del equipo más popular del país. «Para nosotros seguir al Olimpia es algo que tenemos en mente en la semana y ahora no podemos hacerlo», dice.
Comenta que en el juego de la jornada 4 del torneo Clausura Olimpia vs Motagua, querían cantarle a su equipo, como lo hicieron los aficionados del Real España en las afueras del Yankel Rosenthal el miércoles 14 de octubre en el partido en el que Marathón ganó 3-0. Junto a los líderes de la barra Los Revolucionarios —la barra del Motagua— líderes de la Ultrafiel sostuvieron una reunión con la Policía Nacional, en la que las autoridades les pidieron no asistir al estadio.
«Teníamos planificado poner nuestras mantas en el estadio aunque no pudiéramos entrar y estar afuera cantándole al equipo, pero ahorita Sinager y la Comisión de Prevención de Riesgo en los Estadios nos dijeron que cuidadito nos acercamos porque podemos incurrir hasta en delito», explicaba Cerbellón esta semana. Hoy el partido Olimpia vs Motagua terminó en un empate 0-0, sin el aliento acostumbrado de las barras.
Hay una prohibición sobre reuniones masivas desde que el país entró en estado de emergencia en marzo hasta la fecha, pero este líder afirma que «el caso de Sinager es bien chistoso» porque a los políticos que andan en campaña sí les dan permisos de reunir a muchas personas, como ha quedado en evidencia con las actividades de los nacionalistas Mauricio Oliva y Nasry Asfura o la candidata de Libre, Xiomara Castro.
El miércoles 14 de septiembre, la Secretaría de Seguridad emitió un comunicado en el que se prohibía la presencia de aficionados en las afueras de los estadios. Quienes estuvieran por ahí tendrían que demostrar mediante identidad que pueden estar ahí según el calendario de circulación nacional. «Para las autoridades, la barra sí va a contagiar. Este país es bien chistoso, pero ni modo, qué le vamos a hacer», dice con marcada ironía Cerbellón.
Manifestó que ellos como organización han realizado diversas actividades de ayuda como regalar comida, agua y hasta reparar algunos techos en solidaridad por la pandemia. «Hay casos positivos en familiares de barristas, pero no por alguna actividad de nosotros, sino porque la enfermedad existe», dice. Y pide que los «midan con la misma vara a todos, que hagan la revisión general porque se supone que las leyes son para todos».
Cerbellón, además, consideró que la gente podría volver a los estadios porque en Honduras cuando no es la etapa final del torneo, la asistencia nunca pasa del 40 %. Ha escuchado que para otras etapas del actual certamen ya podría haber público en las gradas.
Por su parte, la barra del Motagua, Los Revolucionarios emitieron un comunicado en que dejan claro que desean apoyar a su equipo después de tanto tiempo sin hacerlo, pero reconocen que el peligro no ha pasado. «Recordemos que la pandemia no ha terminado, el virus está en cualquier parte y estamos expuestos a contagiarnos. Debemos respetar las medidas indicadas por las autoridades», sostienen los «Revos» en un comunicado.
En el documento llaman a los aficionados a proteger a sus familias, jugadores y profesionales de la salud «que salen a diario a salvar vidas de personas que se han contagiado». Sostienen que los demás (otras barras) han salido de «manera irresponsable sin cumplir las medidas de bioseguridad, sin importar contagiarse y llevar el virus a sus casas». Agregan que «nuestra barra no se manifestará masivamente en los alrededores del estadio ni en ningún otro lugar, ya vendrán mejores tiempos donde podamos estar todos juntos alentando a una sola voz».
Venciendo al COVID
El futbolista Luis «Güicho» Guzmán cumplirá 41 años en diciembre. Ha militado en ocho equipos de Liga Nacional en Honduras y es sobreviviente del COVID-19. Su caso fue el más mediático en el mundo del deporte.
«Agradezco a Dios porque ha tenido el control», dice el «Güicho» en su plática con Contracorriente. Se le conoce por ser un hombre profundamente religioso. «Esta experiencia fue algo bien difícil, soy muy sano y nunca me había enfermado de esa forma. Hubo momentos cuando los doctores dijeron que mis pulmones estaban trabajando al 50 %. Me sentí a veces muy mal. Nunca se me cruzó que iba a perder mi vida, pero no te voy a negar que sentía miedo», nos cuenta.
El futbolista estuvo quince días en su casa antes de ser internado en el Hospital del Tórax, en Tegucigalpa, en un momento en que los centros asistenciales en San Pedro Sula y Tegucigalpa estaban saturados por la cantidad de enfermos. «Un día casi me muero en los brazos a mi mamá. No podía dar ni tres pasos y me faltaba el aire. Creo que en casa pasé los momentos más difíciles, estuve cinco días con oxígeno», recuerda.
Guzmán cuenta que desde su lecho de enfermo en el hospital logró que cuatro personas «aceptaran a Cristo como su salvador. Si era mi propósito, pues lo volvería a pasar», nos dice, quien a sus cuarenta años piensa en seguir activo en la Liga. En el hospital permaneció durante doce días. Ingresó el 18 de julio y salió el 30 del mismo mes. El 7 de agosto se realizó una prueba PCR y el resultado fue negativo.
Perdió dieciséis libras de su peso habitual. Y a veces siente dolores en el pecho, la espalda y las piernas. En este proceso no recibió ayuda de Liga Nacional, cuenta y tampoco del equipo para el que jugaba —el Real de Minas—, cuyo presidente Gerardo Martínez, solo llamó en una ocasión preguntando por su estado de salud. Menciona que otros personajes como Raúl Cáceres y Héctor Zelaya, gerente de Motagua, sí estuvieron pendientes.
Guzmán no seguirá en el modesto Real de Minas. Después de año y medio jugando en ese equipo le adeudan mes y medio de salario. Su caso se repite a menudo en la Liga Nacional, donde al menos seis equipos no mantienen al día sus planillas. «Espero que honren la deuda que tienen conmigo. Estuve año y medio metiéndoles el lomo», dice indignado.
El «Guicho» es un hombre optimista, a pesar de que hasta el jueves 15 de octubre, en Honduras se sumaban 85 458 casos confirmados y 2533 muertes por COVID-19: «Creo que en este momento ya nadie es igual que antes de la pandemia. Dios nos permite estar aquí».
En la cancha jugadores del Olimpia y Motagua se enfrentan por las semifinales de la Liga Nacional de Fútbol hondureño.intética de FUTECA entrenan las reservas del Club Deportivo Olimpia, el equipo con mayor cantidad de títulos en la liga nacional de fútbol profesional hondureña, estos chicos ensayan para un sueño que quizá tengan que abandonar por alguna lesión. FOTO DE ARCHIVO/ Martín Cálix
Los clubes
En los entrenamientos y concentraciones de los clubes ahora no solo se habla de estrategias y de cómo doblegar al «enemigo», también hay que estar pendiente de la mascarilla, el gel y el distanciamiento social. Los periodistas ya no son permitidos en las prácticas y en los partidos únicamente pueden asistir los fotógrafos. Para el caso, en el Real España, equipo con base en San Pedro Sula, realizan pruebas PCR cada quince días. Todos los clubes están obligados a hacerlo.
Desde que se llega a la sede aurinegra, jugadores, entrenadores y personal administrativo se ven sometidos a un riguroso protocolo. Hay que desinfectarse los pies, aplicarse gel y tomarse la temperatura. Y si no es jugador, no tiene que quitarse la mascarilla. Antes de la pandemia, los jugadores se quedaban en la sede una noche previa al juego, ahora ya no. Cada uno llega por su cuenta al estadio.
En los hoteles solo pueden quitarse la mascarilla para comer. Y dependiendo el tamaño de la unidad de transporte solo pueden ir quince si es mediano y treinta si es grande. Durante los juegos se escuchan las voces de todas las personas en la cancha, «se siente raro, parece que estás en un entrenamiento. Uno espera que haya bulla», nos dice Julio Aguilera, de relaciones públicas del Real España.
Las finanzas y el COVID-19
En la Liga Nacional de Honduras, aunque se llame profesional, hay muchos equipos que rayan en el amateurismo. A excepción del Olimpia y Motagua, los otros equipos, unos más que otros, siempre están con sus finanzas en rojo.
El COVID-19 les ha planteado un nuevo reto para sus arcas. Antes del arranque de este torneo, seis equipos iniciaron una «huelga» en la que exigían apoyo a la Federación de Fútbol y hasta al Gobierno para arrancar el torneo.
En reunión con el presidente Juan Orlando Hernández, los equipos pidieron que se les dotara de todo lo relacionado con bioseguridad y el Gobierno les aprobó la solicitud. Según recoge el diario Más, dio a cada equipo 450 000 lempiras para gastos sanitarios, pero de acuerdo a las proyecciones realizadas por los equipos estos gastos serían 1 150 000 lempiras.
Los clubes recibieron un modesto aporte de la multinacional Fifa, que maneja cuentas de miles de millones de dólares y que otorgó a cada federación miembro tres millones. No se ha especificado cuánto dinero fue destinado a la Liga Nacional.
Además, ocho equipos de Liga solicitaron un préstamo al Banco Hondureño de Producción y Vivienda (Banhprovi). Argumentaron que no tenían dinero para comenzar el torneo y los obtuvieron. Cuando se reunieron con los presidentes de la Liga, el Gobierno se comprometió a conseguir un crédito con intereses blandos.
Para los equipos, los ingresos por taquillas —si antes eran muy pobres— ahora son inexistentes. Quedan las cifras por patrocinio, pero tampoco las empresas están dispuestas a invertir en publicidad en época de pandemia. Motagua perdió dos patrocinadores al comienzo de la crisis sanitaria. Y los que se quedaron han reducido sus aportes.
Pese al complejo panorama económico y sanitario que la pandemia plantea para el país, en Honduras el fútbol ha regresado a Honduras. Hasta hoy se han disputado cuatro jornadas del torneo Apertura 2020. La pelota le quiere ganar al COVID-19.
En las últimas semanas, Honduras comenzó la carrera por las elecciones de 2021, y con eso las campañas políticas. Las reuniones de los partidos políticos más grandes del país se celebran en espacios abiertos con más de cincuenta asistentes, dejando atrás las indicaciones del Sistema Nacional de Riesgos (Sinager), en muchas ocasiones sin utilizar las medidas de bioseguridad y sin el debido distanciamiento social. Los precandidatos: todos conocidos y muchos de ellos señalados por corrupción.
Honduras desde el pasado 16 de marzo se encuentra en confinamiento a causa de la pandemia por COVID-19, pese a eso los partidos políticos ya iniciaron sus campañas electorales, luego de que el 13 de septiembre el Consejo Nacional Electoral (CNE), convocara de manera oficial a elecciones primarias, destinadas a realizarse el próximo 16 de marzo del 2021.
La Ley Electoral en su artículo 144 estipula que el periodo de propaganda electoral solo se podrá realizar dentro de los cincuenta días anteriores a la práctica de las elecciones internas y primarias y noventa días anteriores a la celebración de las elecciones generales, pero en estos días los precandidatos han realizado actividades de propaganda e incluso han entregado mascarillas con el logo y eslogan de su corriente para ir comprometiendo los votos para el año que viene.
El Centro de Documentación de Honduras (Cedoh), en su análisis de las confluencias críticas en las próximas elecciones, argumenta que se podría desatar una grave crisis política «derivada de la falta de credibilidad y legitimidad en el proceso electoral actualmente en marcha y el frustrado esfuerzo por aprobar una debida reforma a la legislación electoral, son dos elementos más que se suman para volver más crispado el ambiente político».
Entre las reformas a la Ley Electoral aprobadas por el Congreso Nacional (CN) está la depuración del censo nacional y la emisión de una nueva tarjeta de identidad, proceso que ha iniciado hace unos meses por el Registro Nacional de las Personas, también se ha regulado la participación de los representantes en las mesas electorales, asimismo la reforma dicta que a los partidos minoritarios no se les acreditará fondos para sus campañas.
Estas reformas y lo que se discute sobre la ley electoral sigue sin ser suficiente, sobre todo porque los puntos de mayor conflicto, tras la crisis política de 2017, son la aprobación de una segunda vuelta electoral y la falta de regulación de la reelección presidencial.
Pese a que se realizó la convocatoria a elecciones para el próximo mes de marzo de 2021, continúa sobre la mesa la discusión de la segunda vuelta electoral un mecanismo que ha sido demandado por muchos sectores del país, entre ellos el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep), representantes de la sociedad civil y de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). La segunda vuelta electoral es un método utilizado cuando ninguno de los candidatos obtiene la mayoría de votos que determina la ley, por lo que deben someterse a un nuevo proceso de votación donde solo participan los dos primeros lugares.
El golpe de Estado del 2009, desnudó la fragilidad democrática que se ha vivido en Honduras durante décadas. Según un informe presentado por el Centro de Estudios para la Democracia (Cespad), «Honduras vive una crisis permanente de derechos humanos que está asociada a la regresión del Estado de derecho. Durante todo este período del 2009 a la fecha se han producido más de cien asesinatos políticos, miles de detenciones ilegales, centenares de lesionados y lesionadas, y la impunidad casi absoluta de las víctimas violentadas en sus derechos y libertades». Ese es el contexto de un nuevo proceso electoral con protagonistas ya conocidos.
El exfiscal y ahora analista político, Edmundo Orellana señala que son varios los políticos y empresarios relacionados en actos de corrupción que están optando a un cargo de elección popular. «Hay quienes han sido investigados por la Misión de Apoyo Contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (Maccih) y por la Unidad Fiscal Especializada Contra Redes de Corrupción (Uferco), otros han sido procesados y exonerados por la Corte Suprema de Justicia (CSJ), pese a que es evidente que se aprovecharon de los dineros sustraídos para campañas electorales».
«Con el Caso Pandora, el Poder Judicial decidió que sustraer dinero del erario nacional es delito y tiene presos a quienes tramitaron la erogación, pero aquellos que recibieron el dinero para pagar campañas electorales fueron exonerados, también aquellos que tenían la obligación de denunciar las transacciones, como los bancos, todo esto está exonerado. El Poder Judicial le ha dado una carta blanca, un cheque en blanco a los políticos para que saquen dinero del erario y financien sus campañas. Pero la desesperación que vive la población en estos momentos de crisis hace que esas cosas de repente se difuminan sobre todo por el hambre», dijo Orellana.
Hace unos días se divulgó un video donde el ministro de la Presidencia, Ebal Díaz emitió fuertes comentarios refiriéndose a la razón por la cual el pueblo hondureño asistirá a las urnas el próximo 2021, «la gente en las próximas elecciones no va a ir a votar por la cantidad de muertos que deje la pandemia, la gente va a ir a votar por cuánto tiene en la bolsa, si tiene o no tiene comida en la casa, si tiene o no tiene ingreso, si tiene o no tiene trabajo, eso es lo que va a mover a la gente en las próximas elecciones», dijo en una reunión con correligionarios de su partido, el video se filtró en redes sociales. «Es más ni siquiera por el tema de corrupción porque muchos andan acobardados por ese tema, va a ir a votar por el tema económico», agregó Díaz quien en septiembre anunció que no descarta lanzarse como precandidato presidencial en las elecciones internas de su partido.
Entre los candidatos a la presidencia por el Partido Nacional de Honduras se encuentran Mauricio Oliva, actual presidente del CN y quien fue investigado por la Maccih, en el año 2018, por el drenaje de fondos públicos a través de algunas oenegés. Ante esto, Oliva interpuso un recurso de amparo ante la sala de lo constitucional para suspender dicha investigación, recibiendo un fallo a su favor el 13 de septiembre del mismo año.
Oliva quien es candidato por el movimiento Juntos Podemos, del Partido Nacional, hizo su lanzamiento oficial el 8 de marzo del presente año, en una concentración llevada a cabo en la zona sur del país, entre sus promesas de campaña se refirió a más espacios para los jóvenes, estímulos a la empresa privada y no más impuestos que afecten a los pequeños emprendedores.
De igual manera, Nasry Tito Asfura, actual alcalde de la ciudad capital, quien está siendo investigado actualmente por Uferco por los delitos de lavado de activos, fraude, malversación de caudales públicos por supuestos cheques destinados a cuentas personales y uso de documentos falsos, más abuso de autoridad. Asfura es candidato por el movimiento Unidad y Esperanza, también del Partido Nacional, su lanzamiento lo realizó en Tegucigalpa y entre sus propuestas de campaña mencionó la erradicación del desempleo y la pobreza y continuar la modernización de la capital.
Mientras tanto, por el partido Liberal de Honduras, el pasado fin de semana oficializó su candidatura por diferentes medios de comunicación, Yani Rosenthal quien regresó al país el pasado 7 de agosto, tras cumplir una condena de treinta meses de prisión en Estados Unidos por los delitos de transacciones monetarias con bienes de procedencia ilícita.
Rosenthal en su discurso se refirió al tema de la corrupción, enfatizando que es «un cáncer que tiene enfermo de gravedad a Honduras, es un tumor que tiene que ser extirpado de raíz». Entre sus propuestas mencionó la importancia de crear fuentes de trabajo y una economía firme y solidaria y prometió un combate a la delincuencia a través de «la eliminación de las instituciones débiles y desacreditadas en las que nadie confía».
Sin embargo, Rosenthal Hidalgo lleva en sus filas a Elvin Santos, excandidato presidencial y actual diputado por el Partido Liberal quien también ha estado involucrado en actos de corrupción como el Caso Pandora, en el cual se malversaron 282 millones de lempiras, fondos utilizados para financiar campañas políticas. Santos tuvo participación en el mencionado discurso político donde aseguró que «Yani es la esperanza del liberalismo, es el primer paso para edificar esa esperanza de unir el liberalismo (…) él ha construido caminos, tendido puentes que acortan distancias y hoy nos acercan como liberales hechos en la lucha y el trabajo».
El Partido Libertad y Refundación (Libre) tiene tres precandidaturas presidenciales: Carlos Eduardo Reina, por el movimiento Nueva Corriente, Xiomara Castro y Wilfredo Méndez.
Wilfredo Méndez, fue director del Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (Ciprodeh), y en 2019 fue denunciado ante el Ministerio Público por acoso laboral y sexual, una denuncia que fue acompañada por la directora de la organización Diakonia, Reina Rivera Joya, a lo que Méndez respondió que estas acusaciones eran parte de una campaña de desprestigio para afectar su trayectoria.
El CN aprobó ayer el capítulo de la Paridad, Alternancia y Equidad de Género el que comprende el artículo 71 al 75 de la nueva Ley Electoral, el cual fue aprobado con 86 votos a favor y siete abstenciones, esta aprobación permite a las mujeres no ir de relleno en las planillas para cargos de elección popular y garantizarles que participen en iguales condiciones con los hombres.
Los partidos políticos deben aprobar una política de género e igualdad de oportunidades, la cual debe de ser supervisada por el CNE. Para darle efectividad a esta aprobación se debe integrar el cincuenta por ciento de las mujeres y el cincuenta por ciento hombres en las planillas para los cargos de elección popular.
«Las Mujeres Interpartidarias UNIDAS POR HONDURAS libramos hoy una gran batalla en el CN al ser aprobada la PARIDAD Y LA ALTERNANCIA EN TODOS LOS CARGOS DE ELECCIÓN POPULAR. Gracias pueblo hondureño y a todos los 86 diputados que nos apoyaron con su voto», así lo expresó en redes sociales Doris Gutiérrez, diputada en el CN por el partido Innovación y Unidad (PINU-SD).
En las elecciones primarias, la única precandidata mujer anunciada hasta ahora es Xiomara Castro de Zelaya, ex primera dama en el gobierno de Manuel Zelaya Rosales en 2006, quien busca en su segundo intento la presidencia por el partido Libertad y Refundación (Libre), Castro es la candidata por cuatro corrientes del partido Libre: el Pueblo Organizado en Resistencia (POR), el 28 de junio, Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) y Somos Más.
La exprimera dama desde su discurso político ha hecho un llamado de unidad de todos los sectores: económicos, políticos y sociales. A las mujeres les ha pedido confiar en ella: «a las mujeres les digo confíen en mí, les devolveré todos los derechos que merecen», también ha asegurado ponerle fin al partido político que ha gobernado por 10 años el país. También se ha referido que es momento de que Honduras nombre a una mujer como presidenta: «estamos preparados para asumir el poder y para gobernar el país con nobleza, corazón, fe y esperanza».
En el 2004 una reforma a la Ley Electoral fijó un mínimo de participación del 30 % de la mujer en la elección de cargos directivos de los partidos, integrantes titulares y suplentes del Congreso Nacional y Gobiernos municipales. Con la reforma en la nueva ley electoral esto podría cambiar, sin embargo, en las próximas elecciones primarias, de quince precandidatos solamente una de los anunciados es mujer.
Una década del Partido Nacional
En los últimos diez años Honduras ha sido gobernado por el Partido Nacional, después del golpe de Estado. Porfirio Lobo Sosa, quien marcó el inicio de esta década, llegó a la silla presidencial con un llamado a la unidad y al diálogo mientras la crisis política estallaba en las calles en repudio al golpe de Estado y a la impunidad con que se reprimió la exigencia de la gente para que se restituyera a Manuel Zelaya Rosales.
Lobo prometió en su campaña política programas de asistencia económica, para los micro, pequeños y medianos empresarios, prometió la recuperación de la educación, seguridad, salud y la promoción de nuevos empleos. Su gobierno comenzó con una tasa de 64.8 homicidios por cada 100 000 habitantes, marcaba el inicio de la tendencia en la baja de homicidios, pero en los dos años centrales de su gobierno (2011-2012) se alcanzó la tasa más alta de homicidios de la última década: 83 homicidios por cada 100 000 habitantes. Al final de su gobierno descendió hasta 65.8, casi como en el comienzo.
El expresidente tuvo que enfrentar la suspensión de acuerdos internacionales, relaciones diplomáticas y todo tipo de ayuda, aunque sus aliados más importantes como Estados Unidos, Panamá, Costa Rica y Colombia, se mantuvieron.
En 2012, el proceso electoral interno fue conflictivo. Juan Orlando Hernández, quien después de cogobernar con Lobo se lanzó como precandidato del Partido Nacional a la presidencia, fue acusado por Ricardo Álvarez de robarse las elecciones internas «inflando» los datos, comprando mesas electorales, y tomando el control de los centros de votación a través de la intimidación y la retención de credenciales.
En 2013, Hernández llevó a cabo un programa denominado El pueblo propone, que consistía en escuchar ideas y sugerencias de las comunidades. De igual manera propuso combatir la violencia en Honduras con 30 000 soldados para conformar la Policía Militar y la apuesta por unas Fuerzas Armadas con diversidad de tareas en el Estado.
Hernández asumió la presidencia en 2014, prometiendo depurar las instituciones públicas, la elevación del número de elementos de seguridad en las calles y ayudar a las familias más pobres bajo su lema «Una vida mejor», desde entonces sus esfuerzos se vieron enfocados en mantenerse en el poder a través de la consolidación de un gobierno autoritario que se estabiliza al violar la independencia de poderes.
Aunque la captura de Juan Antonio Hernandez «Tony», diputado por el mismo partido y hermano del actual mandatario lo colocó en el ojo del huracán, Hernández podría reelegirse y mantenerse en el poder, o de no ser así su partido político podría continuar lo que él comenzó.
Jorge Lanza, dirigente del transporte, pide que de una vez por todas se realicen verdaderos cambios estructurales ya que la población hondureña tiene diez años de estar bajo el mismo mandato sin verdaderos cambios «todos sabemos que necesitamos cambios en la política y con el respeto que se deben los nacionalistas del país, ellos no pueden darnos dichos cambios». También apuntó que con sus concentraciones en campaña «los políticos no deben contribuir a la proliferación de la pandemia, deben de ser responsables por primera vez y no aumentar».
Daniela Calderón, estudiante del último año de Derecho, considera que no es momento para pensar en campañas políticas, ya que generan altos costos económicos siendo este un acto de egoísmo de parte de los políticos: «este dinero debería ser invertido en los hospitales sobre todo en esta época de pandemia, lamentablemente la política partidaria en nuestro país se desarrolla de esta manera egoísta».
De igual manera Lucia Ponce,quien se gana la vida desde hace quince años como vendedora de tortillas en la colonia La Sosa de la capital, pide a los políticos que dejen de mentir y robar: «mire cómo cree usted que uno los va apoyar en esas campañas políticas si se han robado todo durante esta pandemia, usted antes de esto iba a los hospitales y no había medicinas, ahora si no tiene COVID-19 no la atienden, se volvió todo peor y los hospitales móviles solo fueron historias de camino real».
Mientras tanto la empresaria Juliette Handal sostiene que Honduras atraviesa por una crisis general. «Honduras está pasando por una crisis económica nunca antes vista, mientras que la población cada vez se hace más pobre, pero vemos que ahora estamos ante un proceso electoral y para que las cosas cambien se debe tener personas honestas, con carácter y que de una vez por todas legislen a favor de los más desprotegidos, porque el pueblo ha sufrido mucho».
Texto: Knut Walter y Otto Argueta*
Fotografías de archivo: Martín Cálix
Introducción
La pandemia por COVID-19 ha expuesto dos grandes problemas estructurales en Honduras. El primero es que hizo visibles los efectos que producen en la población la precariedad de las instituciones, su abandono y saqueo. El segundo es la necesidad del gobierno de recurrir al uso de la fuerza jurídica y física para preservar el control sobre una población decidida a no acatar las medidas porque eso no le permitiría sobrevivir económicamente. Ante eso, han sido las Fuerzas Armadas (FF. AA.) quienes asumieron la conducción operativa de las medidas tomadas por el gobierno para enfrentar la pandemia.
Desde el 16 de marzo de 2020, cuando se habían detectado seis casos de COVID-19 en el país, el Gobierno de la República decretó la suspensión de nueve artículos constitucionales en un toque de queda, la medida más estricta con la que se ha enfrentado a la pandemia. Hasta la fecha, esa suspensión continúa y durante todo este tiempo las fuerzas de seguridad —policías y militares— se han desplegado en las principales ciudades del país para controlar la movilidad de la población. Hasta el mes de agosto, esta medida produjo la detención de más de 54 000 personas que luego de 24 horas fueron puestas en libertad. La Policía Militar del Orden Público (PMOP) —el brazo policial de las FF. AA.— también fue parte de la fuerza de choque frente a diferentes manifestaciones de descontento de la población, sobre todo protestas por hambre. Adicionalmente, las FF. AA. han tenido un rol protagónico en asuntos de atención de la pandemia, por ejemplo, un general de brigada es la cabeza de la junta interventora más importante en estos momentos, tras los escándalos de corrupción de la institución de Gobierno con más presupuesto ejecutado en la emergencia sanitaria. Esto ocurrió luego de que esa institución fuera señalada de cometer diversos delitos relacionados con la malversación de fondos públicos, entre ellos el fraude cometido durante la compra de siete hospitales móviles para enfrentar la pandemia. También, los militares han coordinado el trabajo de otras instituciones durante la crisis sanitaria y su participación se diluye en múltiples tareas que van desde repartir bolsas de alimentos a familias pobres, hasta sobrevolar con helicópteros militares la capital, llevando líderes religiosos que interceden por la población ante lo divino.
Sin embargo, todas estas acciones no son nuevas para las FF. AA. en Honduras. Desde 2009, luego de su participación directa en la ejecución de un golpe de Estado, retomaron el rol protagónico en la política que una vez tuvieron en el país. En esta ocasión no lo hicieron de forma directa a través de un Gobierno militar o una junta., como la historia lo demuestra reiteradamente. Han sido, desde ese año, el soporte de tres gobiernos del Partido Nacional que han debilitado la ya vulnerable democracia hasta el punto de ser una autocracia, una forma de dictadura que ha preservado la formalidad de la institucionalidad democrática, pero que ha concentrado el poder en una sola figura. Esa institucionalidad es cada vez más estéril y carente de legitimidad, controlada por un partido político con acciones que califican como mafiosas. Ante toda la inestabilidad que eso produce están las FF. AA. como sostén de un país que parece siempre estar al borde del abismo.
La democracia no salva a Honduras ni se salva a sí misma. La democratización ocurrió debido a presiones externas de los Estados Unidos y fue un proceso marcado por la herencia de una competencia violenta, caudillista y desleal entre los dos partidos tradicionales: el Liberal y el Nacional. Ese proceso —frágil y desconocido en la historia del país— no solo enfrentó la adversidad de su propia clase política, sino también al retraso en que quedó sumido después del huracán Mitch en 1999, del cual aún hoy no se recupera.
La persistencia de los dos partidos políticos más grandes nunca se tradujo en un proyecto de país duradero. El saqueo de los recursos públicos ha sido, al contrario, una constante de la cual las FF. AA. formaron parte, por un lado de manera directa a través de la conducción del gobierno o bien por medio de la tutela que miembros de la institución ejercen en los partidos en gobierno.El imaginario nacionalista, celoso y protector, que caracterizó al ejército de Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX y que produjo levantamientos y luchas internas frente al uso del territorio por milicias apoyadas por Estados Unidos para combatir enemigos en la región, nunca existió en Honduras. Al contrario, durante ese período, Honduras fue un país en donde cinco ejércitos tenían presencia y operaciones: el norteamericano, rector y financista de la contrainsurgencia; el salvadoreño y guatemalteco para entrenamiento; la Contra nicaragüense y, por supuesto, el hondureño.
Las FF. AA. hondureñas aceptaron eso a cambio de recursos para la institución, pero también para una oficialidad que controló al Estado. El Gobierno de Estados Unidos entregó equipo, adiestramiento y apoyo político a cambio de convertir al país en un territorio estratégico para la contrainsurgencia regional con la base militar norteamericana de Palmerola como principal símbolo de la importancia del país en la agenda norteamericana.
El protagonismo que tienen hoy las FF. AA. en la política hondureña tuvo su impulso más reciente en 2009, pero la trayectoria es larga. Ha sido el socio confiable de una clase política conflictiva y mafiosa y de los Estados Unidos. Unos buscando la estabilización del país para garantizar el acceso al Estado y el saqueo de sus recursos, y el otro esperando que la conflictividad no rebase ciertos límites. La corrupción ha sido una constante que hoy más que nunca se legitima cuando el mismo presidente de la República tiene el vínculo de su hermano y un buen grupo de sus funcionarios de confianza con el narcotráfico. La reelección de Juan Orlando Hernández en 2017 no solo produjo un estallido social que profundizó la polarización, sino que violentó el proceso electoral. Ni las elecciones de 2009 ni las de 2017 respetaron lo estipulado en la constitución política de Honduras, la que las FF. AA. están llamadas a defender.
El país ha entrado ya en un nuevo proceso electoral que tendrá lugar en 2021, y lo hizo bajo la sombra de una posible segunda reelección del actual presidente, la candidatura del liberal Yani Rosenthal quien cumplió una pena de treinta meses de prisión en Estados Unidos por delitos relacionados al lavado de activos y narcotráfico, y una oposición de izquierda débil y carente de legitimidad. En Honduras no es la institucionalidad democrática la encargada de proteger la democracia. Son los militares quienes, por delegación constitucional, deben garantizar —incluso por encima del Tribunal Electoral— los procesos electorales y la democracia, pero los resultados de eso son hoy todo lo contrario: una autocracia con procesos electorales fraudulentos y conflictos sociales que hacen del país un territorio inhabitable para miles de sus ciudadanos. ¿Qué han sido, entonces, las FF. AA. en la vida política hondureña? ¿Cómo entender una institución tan sólida en un país de instituciones precarias? ¿Cómo se explica que la institución sea el socio fiable de las élites económicas y políticas y de los Estados Unidos?
En este artículo se recurre a la historia como herramienta explicativa. En una sociedad los cambios ocurren cuando fuerzas sociales y políticas compiten e imponen sus proyectos en momentos críticos, que son períodos de alta tensión social. En Honduras esos momentos han sido el resultado de una competencia de actores políticos diferentes por su signo pero que buscan con frecuencia el mismo objetivo: el control de lo público para el beneficio privado. No ha existido fuerza suficiente en actores políticos que busquen objetivos diferentes: democráticos en el sentido de gobernar, con eficiencia y eficacia, en beneficio de la colectividad. A eso se suma que la presión internacional para la democratización, especialmente la de Estados Unidos, ha sido a medias, siempre consciente de que en el país basta con la contención casi siempre represiva del descontento social. Los militares son el fiel de una balanza que, por lo general, no se ha inclinado hacia la democracia en Honduras y con la cada vez mayor expansión de sus funciones no militares, la posibilidad de que otras instituciones o actores políticos asuman ese papel parece esfumarse.
Honduras, país sin ejército (1900-1954)
Honduras nació a la vida independiente con el resto de Centroamérica y pronto se vio envuelta en los conflictos entre las nuevas naciones del istmo. Su posición geográfica en el preciso centro de la región —compartiendo fronteras con tres países más— convirtió a Honduras en ruta de paso de ejércitos y campo de batalla, a lo cual se agregaron múltiples conflictos internos entre bandos políticos que luchaban por controlar el gobierno radicado en la primera capital de Comayagua y posteriormente en Tegucigalpa, el histórico centro minero que se convirtió en la capital en 1880. El problema de las guerras con los países vecinos se resolvió en gran medida cuando todos los países centroamericanos suscribieron un tratado de paz y amistad en Washington, en 1907, que, entre otras cosas, declaró a Honduras como país neutral. No obstante, el país siguió siendo escenario de enfrentamientos armados entre sus dos fuerzas políticas principales a comienzos del siglo XX —Liberales y Nacionales— que terminaron finalmente en 1932 cuando el general Tiburcio Carías Andino asumió la presidencia y puso fin a las luchas políticas violentas al implantar una dictadura severa.
Antes de que Carías acabara con las guerras civiles, el uso de la fuerza para alcanzar objetivos políticos en Honduras ha sido descrito como «militarismo sin militares», en tanto que los oficiales y la tropa no habrían recibido mayor formación. El gobierno estableció una escuela militar en 1904, pero fue clausurada ocho años después por otro gobierno de filiación diferente. Esto no impidió que proliferaran generales y coroneles nombrados a dedo por sus hazañas militares y lealtades políticas. Por ejemplo, en 1899 había 53 generales de división y de brigada, 242 coroneles y tenientes coroneles, 592 capitanes, 972 tenientes y 932 subtenientes, es decir, un total de 2791 oficiales y suboficiales al mando de 36 686 miembros de tropa en ese año, una relación de aproximadamente de uno por cada trece, sin embargo, el verdadero poder militar se concentraba en los comandantes de armas de las cabeceras departamentales, quienes hacían y deshacían casi a su antojo. En la capital, el presidente ejercía un mando directo sobre su guardia presidencial pero las distancias y la condición de las comunicaciones terrestres y telegráficas en Honduras a comienzos del siglo XX no le permitían controlar mucho más que eso.
Las mismas constituciones políticas de 1894, 1904 y 1924 se refieren al Ejército como una «fuerza pública […] instituida para asegurar los derechos de la nación, el cumplimiento de la ley y el mantenimiento del orden público» que se organiza a partir de «milicias» conformadas por reclutas de un «servicio militar obligatorio» que recaía, obviamente, sobre los sectores más pobres de la población. Fue solamente hasta la constitución de 1924 que se mencionó la creación de un estado mayor del Ejército y de academias militares «para la enseñanza e instrucción de las diferentes armas del Ejército». Para entonces buena parte del norte de Honduras se había convertido en un enclave bananero donde la seguridad de las empresas estaba a cargo de sus propios cuerpos policiales privados. Los gobiernos en Tegucigalpa no tenían mayor necesidad de preocuparse por la zona norte del país sino para asegurar los ingresos provenientes de los impuestos de exportación del banano. El presidente que sentó las bases de un ejército profesional en Honduras fue Tiburcio Carías Andino, el déspota por excelencia que gobernó durante 16 años sin interrupción (1932-1948), pero quien, irónicamente, siempre desconfió de los posibles designios políticos de los jefes militares. El brazo preferido del dictador fue la fuerza aérea que él prácticamente creó a comienzos de su mandato, mediante un convenio con el piloto neozelandés Lowell Yerex, quien posteriormente fundaría la empresa de aviación centroamericana TACA. Carías conocía las condiciones precarias del transporte terrestre en Honduras y le apostó a una flota de aviones con los cuales acortar los tiempos y las distancias con miras a desplegar fuerzas militares en caso dado. Al finalizar su mandato, Honduras contaba con la fuerza aérea más poderosa de Centroamérica, una posición que no ha dejado de ocupar desde entonces.
En cuanto al Ejército, su organización moderna comenzó en 1946 con la llegada de una misión militar estadounidense, la cual se hizo cargo de la dirección de varias escuelas para entrenar oficiales y soldados. Bajo su supervisión, se crearon los primeros batallones de infantería que fueron concentrados en las principales ciudades del país, desde donde se podrían movilizar a otros puntos del territorio, dando lugar al debilitamiento progresivo de los comandantes de armas en las cabeceras departamentales de la vieja fuerza pública. Esta nueva organización militar se vio respaldada por un Estado Mayor y una Policía Nacional, nominalmente civil, pero organizada bajo líneas de mando militar.
La importancia del Ejército se incrementó notablemente hacia el final de la dictadura de Carías, y no solamente por la dinámica interna de Honduras. En 1947, se firmó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (Pacto de Río de Janeiro) y el año siguiente se fundó la Organización de Estados Americanos, ambos dedicados a impedir la expansión de la influencia soviética en el Hemisferio Occidental. A Honduras le tocó participar en la primera operación anticomunista organizada por Estados Unidos al servir de trampolín para la columna armada que invadió Guatemala, en junio de 1954 para a derrocar al gobierno del presidente Jacobo Arbenz. Justo el mes anterior, el Gobierno de Honduras había firmado un convenio de asistencia militar con Estados Unidos que con modificaciones se mantuvo vigente hasta la década de 1980. Y en el mismo mes de mayo de 1954, comenzó la gran huelga de los trabajadores de la costa norte liderada por los que laboraban en las plantaciones de banano.
La huelga en la Costa Norte concluyó en julio de 1954, pero sin haber resuelto los problemas principales que le habían dado origen. Es más, las empresas bananeras despidieron a miles de trabajadores quienes años después dieron vida al movimiento campesino. En realidad, la fisonomía social y económica del país estaba cambiando rápidamente en muchos sentidos: la población comenzó a crecer a grandes pasos, aumentando así la demanda de servicios sociales; en San Pedro Sula ya se perfilaba el surgimiento de una clase empresarial vinculada a la industria que no se sentía debidamente representada en los pasillos del poder de Tegucigalpa; la clase obrera se estaba organizando y adquiriendo más conciencia de sus derechos y su fuerza política; y la fuerza armada empezó a interesarse por la problemática nacional más allá de su misión estrictamente militar.
Para la fuerza armada, al compromiso de la defensa del territorio y de la soberanía nacional se le agregó la seguridad nacional, un concepto que combina tanto la prevención del ingreso de la ideología comunista en su versión soviética como su supresión dentro del territorio nacional. En otras palabras, las FF. AA. debían ver hacia afuera así como hacia adentro. No pasó mucho tiempo antes de que dejaran su marca en la historia del país cuando el presidente Julio Lozano Díaz, una herencia del régimen de Carías, intentó mantenerse en el poder más allá de lo que establecía la ley y fue derrocado por un golpe militar en octubre de 1956, el primero que darían las FF. AA. de Honduras en el siglo XX. La junta militar que sucedió a Lozano Díaz se identificó con los ideales democratizadores que expresaban los grupos opositores al continuismo. En la proclama que emitió al día siguiente del golpe se comprometió a «entregar el gobierno a un elemento civil de extracción auténticamente popular. En consecuencia, solo permaneceremos en el poder por el tiempo que el criterio democrático aconseje y el interés nacional exija». Procedió a liberar a una cantidad de presos políticos y decretó una amnistía por delitos políticos cometidos en los dos años anteriores. También convocó a elecciones en septiembre de 1957 para una asamblea constituyente, la cual se reunió con una mayoría del partido Liberal dos veces mayor que la del partido Nacional. Además de promulgar la nueva constitución en diciembre de 1957, esta asamblea constituyente procedió a elegir al nuevo presidente de la República, Ramón Villeda Morales, del partido Liberal.
Se ha especulado mucho acerca de unas supuestas negociaciones que antecedieron a la constitución de diciembre de 1957, especialmente en torno a la elección en segundo grado de Villeda Morales y el articulado referente a la fuerza armada en la nueva constitución. Lo cierto es que Villeda Morales asumió la presidencia el 21 de diciembre, dos días después de que la constitución fuera promulgada bajo la firma de dos miembros de la junta militar, uno de las cuales fue del coronel Oswaldo López Arellano, quien habría de jugar un papel de primera línea en la política hondureña durante los siguientes 18 años.
La Constitución de 1957 le otorgó un peso mucho más grande a la fuerza armada, nada más al comparar los siete artículos dedicados al Ejército en la constitución de 1936 con los 16 de la de 1957. La más importante novedad de esta última fue la creación del puesto de jefe de las FF. AA., que sería ocupado por un oficial de alta jerarquía, nombrado por el Congreso de la República, por medio de quien el presidente ejercería su papel de comandante en jefe. Las órdenes del presidente debían ser obedecidas, pero la Constitución también aclaró que «cuando surja alguna diferencia deberá ser sometida a la consideración del Congreso, el que decidirá por mayoría de votos. Esta resolución será definitiva y deberá ser acatada». Como el mando directo de las FF. AA. lo habría de ejercer el jefe de las FF. AA., quien solamente podrá ser removido por el Congreso, el poder real de la rama ejecutiva del gobierno se vio reducido a las labores «meramente administrativas» que realizará el ministro de defensa nombrado por el presidente. Hasta el manejo de los fondos asignados estaría a cargo de su propia pagaduría, no sujeta a inspección por las autoridades del gobierno.
La organización operativa y sus funciones se definieron y centralizaron sustancialmente. El Jefe de las FF. AA. se vio apoyado por un Consejo Superior de la Defensa Nacional, un órgano consultivo nombrado por él mismo e integrado por los principales cargos de Estado Mayor y mando de tropa. Para asegurar una «mejor eficiencia del servicio», el país se dividió en zonas militares, lo que solo puede entenderse en función de un mejor control territorial y no tanto de una defensa de las fronteras nacionales. También se crearía una escuela militar dedicada a la formación de los nuevos oficiales. Finalmente, las FF. AA. adquirieron responsabilidades completamente fuera del ámbito militar en tanto que la Constitución estableció que «cooperarán con el Poder Ejecutivo en las labores de alfabetización, educación, agricultura, conservación de recursos naturales, vialidad, comunicaciones, colonización y actividades de emergencia». En resumidas cuentas, lograron una altísima cuota de poder y autonomía dentro del Estado hondureño.
El gobierno de Villeda Morales operó bajo estas disposiciones constitucionales hasta octubre de 1963, cuando fue derrocado por un golpe militar encabezado por el jefe de las FF. AA., el coronel Oswaldo López Arellano, quien había ocupado ese puesto durante todo el gobierno de Villeda Morales. Lo cierto es que al presidente Villeda le tocaron años difíciles, incluyendo el impacto de la Revolución cubana de 1959, un creciente activismo sindical y la inserción de Honduras en el Mercado Común Centroamericano. Aunque se proclamó ardiente anticomunista y defensor de los derechos ciudadanos democráticos, la proclama de los militares que lo derrocaron subrayó los supuestos nexos de Villeda Morales y de su Partido Liberal con el comunismo internacional, una posición que fue aplaudida por los gobiernos centroamericanos gobernados por militares (todos menos el de Costa Rica, que rompió relaciones diplomáticas con Honduras) y que no alteró las siempre importantes relaciones con Washington. Dentro de Honduras, el golpe fue respaldado por el Partido Nacional, que se convirtió en el aliado electoral de los golpistas para la siguiente ronda de comicios.
Como casi siempre ocurre después de un golpe de Estado en Centroamérica, la prioridad de un nuevo gobierno de facto es legitimar su propia existencia y abrir el camino para el siguiente, eligiendo una asamblea constituyente que redacte una nueva constitución para proceder después a elegir al nuevo presidente. Eso fue exactamente lo que ocurrió en Honduras después del golpe de Estado de 1963. Las elecciones para la asamblea constituyente se realizaron en febrero de 1965 y le dieron al partido Nacional una victoria muy cuestionada después de que se denunciaron abundantes irregularidades en la votación y el conteo de los resultados. Ya instalada, la asamblea procedió a ascender a López Arellano de coronel a general de brigada y a elegirlo presidente de la República para el período 1965-1971.
El general López Arellano provenía de las filas de la Fuerza Aérea, dentro de la cual comenzó su carrera militar durante la presidencia de Tiburcio Carías. Su dominio del idioma inglés le facilitó el trato con los oficiales estadounidenses que fueron clave en el suministro de aviones y el entrenamiento de los pilotos y el personal de tierra. Como Jefe de las FF. AA. en el gobierno de Villeda Morales, una de sus principales desavenencias con el presidente surgió debido a la formación de la Guardia Civil en sustitución de la antigua policía nacional. La Guardia Civil se percibió como cercana al Partido Liberal, especialmente cuando pasó a depender del Ministerio de Gobernación, mientras que los liberales identificaban a las FF. AA. con el partido Nacional. Cuando el candidato liberal para presidente, Modesto Rodas Alvarado, se perfilaba como ganador en las elecciones de octubre de 1963 para suceder a Villeda Morales, López Arellano dirigió el golpe de Estado para impedir el acto electoral y sacar a los liberales del juego político.
Durante su presidencia, López Arellano impulsó políticas abiertamente represivas, persiguiendo a los liberales e imponiendo resultados electorales que le dieron el control al partido Nacional de casi todos los municipios del país. Los sindicatos de oposición fueron suprimidos, al igual que los comerciantes y los industriales de la costa norte cuando objetaron ciertas políticas fiscales del Gobierno de Tegucigalpa. La Constitución de 1965 le otorgó a López Arellano un control prácticamente absoluto sobre la fuerza armada porque la figura de jefe de las FF. AA., aunque se mantuvo, ya no tendría la potestad de apelar al Congreso en caso de que surgieran diferencias entre ambos funcionarios.
Por lo demás, el único momento en que López Arellano recibió un apoyo político generalizado fue durante los días en torno a la guerra con El Salvador en julio de 1969, cuyo trasfondo de demandas de acceso a tierras agrícolas tuvo consecuencias tremendas en ambos países. En el caso de El Salvador, el retorno de decenas de miles de campesinos que se habían trasladado a Honduras en busca de tierras obligó al gobierno de ese país a contemplar una reforma agraria para impedir un estallido social. En Honduras, se estaba gestando un problema similar que se manifestó en choques entre campesinos y fuerzas militares y paramilitares vinculadas a latifundistas y grandes empresas agrícolas. Sin embargo, al acercarse las elecciones presidenciales de 1971 ninguna de las fuerzas políticas tradicionales -—Liberales y Nacionales— entendió que se requerían respuestas categóricas para resolver la creciente conflictividad social.
El candidato del Partido Nacional, el abogado Ramón Ernesto Cruz, ganó las elecciones pero su presidencia duró solo un año y medio, cuando el general López Arellano, a la sazón jefe de las FF. AA. nuevamente, organizó un golpe de Estado en diciembre de 1972 que lo llevó otra vez a la jefatura del Estado. Sin embargo, en esta oportunidad López Arellano y la cúpula de las FF. AA. manejaron un lenguaje de reformismo social y económico, muy a tono con otros Gobiernos militares contrainsurgentes en Latinoamérica, en ese entonces como los de Torrijos en Panamá, Velasco Alvarado en Perú y Molina en El Salvador, todos ellos amenazados por movimientos guerrilleros reales o potenciales. Fue así que el segundo gobierno de López Arellano decretó medidas de distribución de tierras, planes de desarrollo económico con participación estatal y una reforma educativa ambiciosa, entre otras.
No hubo que esperar la reacción de latifundistas y grandes empresarios presionando al Gobierno para que desistiera de su reformismo. López Arellano tuvo que entregar la jefatura de las FF. AA. y quedarse nada más con el cargo de presidente de facto, que tampoco le duró mucho más cuando se reveló que había recibido un soborno millonario de una empresa bananera a cambio de una reducción del impuesto de exportación de la fruta. El 22 de abril de 1975 fue apartado del poder por una junta militar, poniendo fin a su presencia determinante en la política hondureña que había comenzado 19 años antes cuando participó en el golpe de Estado contra el presidente Lozano en octubre de 1956. Como militar de carrera que comenzó como recluta y ascendió por habilidad y antigüedad hasta general, López Arellano siempre estuvo en el centro del poder político después del derrocamiento de Lozano, como miembro de juntas militares, como jefe de las FF. AA. o como presidente de la República. A eso habría que agregarle su desempeño como accionista mayoritario de una línea aérea y socio de una empresa bancaria, entre otros. En resumidas cuentas, representa una figura de transición entre los antiguos gobernantes al estilo caudillo y el nuevo poder emergente de una institución militar que se creyó imprescindible para asegurar la estabilidad del país.
Durante los siete años siguientes al derrocamiento de López Arellano, los militares siguieron al frente del Gobierno hondureño, primero en la figura del general Juan Melgar Castro (1975-1978) y después de una junta militar (1978-1980) que convocó a elecciones para una asamblea constituyente a celebrarse en abril de 1980, que a su vez escogió al general y triunviro Policarpo Paz García para ocupar la presidencia hasta 1982, cuando entregaría el cargo a un presidente electo bajo las providencias de la nueva constitución. Se repetía entonces el procedimiento acostumbrado para darle seguimiento a un golpe de Estado, como los que hubo en 1956 y 1963, mediante la promulgación de una nueva constitución pero que contenía buena parte del articulado de la anterior.
La constitución de 1982 —todavía vigente casi cuarenta años después con las debidas reformas— no se apartó de momento del patrón histórico en lo referente a las FF. AA. que siguieron organizadas bajo criterios similares a las de la constitución anterior: a) el presidente de la República siempre sería el «comandante general», pero se mantuvo el cargo de jefe de las FF. AA. quien ejercería el «mando directo», incluyendo la potestad de nombrar al personal de las mismas; b) el territorio nacional seguiría dividido en regiones militares «por razones de seguridad nacional» bajo el control de jefes militares de región; y c) los fondos para el estamento militar serían administrados por la pagaduría de las FF. AA., que las recibiría de las autoridades fiscales «por trimestres adelantados». Lo cierto es que estas se opondrían a cualquier alteración de su rol debido a la situación que se hacía cada vez más tensa en la región centroamericana en la medida que el Gobierno de Estados Unidos intentaba frenar el avance de la guerrilla en El Salvador y revertir el cambio revolucionario que se había producido en Nicaragua a raíz del triunfo del FSLN en julio de 1979.
A Honduras le tocó ser la pieza clave de la estrategia político-militar de Washington en la región. Desde territorio hondureño se organizó, entrenó y aprovisionó a un ejército de contrarrevolucionarios para atacar al Ejército Popular Sandinista, en territorio hondureño se entrenaron oficiales y tropas del Ejército salvadoreño para combatir a las guerrillas en el vecino país, y en territorio hondureño se realizaron múltiples maniobras militares conjuntas y se montaron bases de operaciones de tropas de Estados Unidos en caso de que fuera necesaria una intervención directa. De mucha importancia fue la construcción y ampliación de pistas de aterrizaje en diversos puntos del país, entre ellas la de Palmerola, en la ciudad de Comayagua, donde Estados Unidos estableció una base aérea que todavía utiliza y en donde hoy se construye el nuevo aeropuerto internacional del país. Las FF. AA. de Honduras se mostraron receptivas a las iniciativas de Washington, en buena medida porque la ayuda militar estadounidense se incrementó sustancialmente y porque sus inclinaciones ideológicas anticomunistas encajaban con los objetivos de Washington, hasta permitir que militares salvadoreños se entrenaran en el Centro Regional de Entrenamiento Militar (CREM) que Estados Unidos montó en Trujillo, en la costa norte del país.
La presencia cada vez mayor del Gobierno de Washington en la persona del embajador en Tegucigalpa no estuvo ausente de críticas y protestas, especialmente después de que la presidencia del país pasó a manos de un civil, el liberal Roberto Suazo Córdova, quien había ganado una elección contra el candidato del Partido Nacional en 1982. Suazo Córdova tuvo que enfrentar críticas por su postura abiertamente pro estadounidense en tanto que defendió las maniobras militares conjuntas y la presencia de los elementos de la Contra nicaragüense en territorio hondureño. También tuvo que resolver un problema mayúsculo que se presentó en el seno de las FF. AA.: las ambiciones del jefe de las FF. AA., el general Gustavo Álvarez Martínez, quien no solamente ejercía influencia desde su cargo militar, sino que también fundó y dirigió una organización político-empresarial, la Asociación para el Progreso de Honduras (Aproh). Desde su cargo en el ejército y su liderazgo de la Aproh, Álvarez Martínez proyectó un mensaje militarista, altamente represivo que recordaba la forma de proceder de los gobiernos militares del Cono Sur. La resistencia que creó entre sus mismos compañeros de armas culminó con su detención y expulsión del país en marzo de 1984.
En ese entorno de una presencia militar y política de Estados Unidos cada vez mayor, se dio en Honduras el primer traspaso de poder apegado a la ley de un presidente a otro desde 1948: Suazo Córdova le entregó el mando a su correligionario liberal José Azcona. Aunque no se puede negar el protagonismo de los actores políticos hondureños en este notable suceso, también puede entenderse como otro resultado de la política que Estados Unidos venía impulsando desde el gobierno de Jimmy Carter (1977-1981) de distanciamiento de soluciones militares en el ámbito de la gobernabilidad. A pesar de que el Gobierno de Ronald Reagan (1981-1989) se identificó abiertamente (mediante procedimientos a veces clandestinos) por la vía militar para imponer la estabilidad en Centroamérica y evitar su acercamiento a la órbita soviética, también tuvo que hacerle frente a una creciente oposición dentro de Estados Unidos a la tragedia que su apoyo a la guerra estaba provocando en Centroamérica. También tuvo que negociar con un congreso en manos del Partido Demócrata para que le autorizaran los fondos con los cuales seguir financiando las guerras en Centroamérica. Es así como el Gobierno de Washington apoyó, irónicamente, la democratización en El Salvador y Honduras.
A la larga, el fin de la Guerra Fría eliminó la preocupación de Washington sobre la influencia soviética en Centroamérica, aunque no eliminó la herencia del peso de los ejércitos. En el caso de Honduras, después del traspaso de Suazo Córdova a Azcona, las contiendas electorales y la sucesión presidencial se normalizaron —al menos por unas décadas— después de 30 años de estira y encoge entre militares y civiles por la conducción del Estado. Lo que no significa que Honduras ya encontró el camino definitivo hacia la democracia. Como se verá en la siguiente sección, las FF. AA. no han dejado de ser parciales y manifiestan sus preferencias partidistas a través de diversos medios. Además, han tenido que enfrentar una realidad social y económica que hasta puede decirse que es más problemática para la gobernabilidad democrática que la que vivió el país durante la década de 1980.
Reforma militar, huracán, violencia criminal y golpe de Estado
En la década de 1990, el Estado hondureño empezaba a vivir un período de gobiernos civiles en el que se buscó profundizar el proceso de democratización. Durante el Gobierno del liberal Carlos Roberto Reina (1994-1998) se impulsó una serie de reformas militares que redujeron por primera vez el protagonismo de las FF. AA. en el país. Este proceso fue altamente influenciado por el clima internacional y regional de reforma del sector seguridad que en Honduras solo podía ocurrir por presiones externas, ya que desde adentro no se tenía la excusa y el antecedente del fin de los conflictos armados internos como en los países vecinos.
En marzo de 1994 se eliminó el servicio militar obligatorio, se redujo el presupuesto asignado a las FF. AA. y se sustrajo a la policía de investigación del ámbito militar, lo cual dio inicio al proceso que culminó en 1996 con el traslado de la policía al poder civil y la creación del Ministerio Público. Adicionalmente, se retiró a las FF. AA. del control de instituciones que habían sido dirigidas por militares como la empresa de telecomunicaciones HONDUTEL, la Marina Mercante, la Dirección Nacional de Migración y el Instituto Geográfico Nacional.
También se llevaron a cabo reformas constitucionales que, por un lado, redujeron el protagonismo institucional de las FF. AA. pero, por otro lado, dieron continuidad a funciones de tutela de los procesos electorales y abrieron la puerta a la expansión de funciones secundarias o no estrictamente militares. Así, se abolió el cargo de jefe de las FF. AA., lo cual les restó protagonismo y las colocó directamente bajo el mando del presidente como «comandante general». Se ratificó a nivel constitucional la abolición del servicio militar obligatorio que en adelante se prestaría «en forma voluntaria en tiempos de paz, bajo la modalidad de un sistema educativo, social, humanista y democrático» (sin especificar en qué consistía esa modalidad).
Por otro lado, las reformas a la constitución también ampliaron las funciones de las FF. AA. para colocarlas a tono con los tiempos: «Participarán en misiones internacionales de paz, con base a tratados internacionales, prestarán apoyo logístico de asesoramiento técnico, en comunicaciones y transporte, en la lucha contra el narcotráfico […] Además cooperarán con las instituciones de seguridad pública, a petición de la Secretaría de Estado en el despacho de seguridad, para combatir el terrorismo, tráfico de armas y el crimen organizado, así como en la protección de los poderes del Estado y del Tribunal Supremo Electoral, a pedimento de estos, en su instalación y funcionamiento».
La continuidad de la tutela militar sobre los procesos electorales quedó asegurada al confirmarse una tarea que las FF. AA. habían realizado de manera esporádica (y no del todo imparcial) durante las décadas anteriores: «A efecto de garantizar el libre ejercicio del sufragio, la custodia, transporte y vigilancia de los materiales electorales y demás aspectos de la seguridad del proceso, el presidente de la República, pondrá a las FF. AA. a disposición del Tribunal Supremo Electoral, desde un mes antes de las elecciones, hasta la declaratoria de las misma».
Finalmente, las prerrogativas de la carrera militar, fundamentales para garantizar la lealtad de la oficialidad, quedaron plasmadas en las reformas constitucionales mediante la creación del Instituto de Previsión Militar, bajo la dirección del jefe del Estado Mayor que, junto con el Banco de las FF. AA. fundado años atrás, sentó las bases de la seguridad social de los militares y su incursión en el mundo de los negocios.
El liberal Carlos Roberto Flores Facussé (1998-2002) fue el primer presidente que asumió también el cargo de comandante en jefe de las FF. AA. Se iniciaba un período prometedor en materia de reforma militar que fue interrumpido, como todo en el país, por el huracán Mitch en 1999. Ese huracán fue, literalmente, el parteaguas de los procesos que se habían iniciado recientemente en el país. Por un lado, la democratización, incipiente y frágil no logró echar raíces en una sociedad devastada que además de la pobreza estructural del país, se encontraba en medio del ajuste estructural promovido por el Fondo Monetario Internacional en la región. Se calcula que en ese momento el 73 % de la población era pobre y el 50 % era indigente. Los partidos políticos no lograron canalizar los fondos nacionales e internacionales de ayuda para superar la catástrofe en algo que compensara mínimamente el drama humano que se vivió. Fue la cooperación internacional la que financió la mayor parte de los planes y estrategias de reconstrucción nacional y los intentos de promover la participación política de la ciudadanía. El huracán Mitch fue devastador, pero en el largo plazo lo fue más la corrupción y la incapacidad de las instituciones de utilizar los recursos de forma adecuada para superar las consecuencias del fenómeno natural.
Ricardo Maduro, del Partido Nacional, asumió la presidencia en 2002 en un país devastado por el huracán. Eso no evitó que su elección ocurriera en medio de polémicas por sus orígenes panameños, exacerbadas por el tradicional juego desleal de los dos partidos tradicionales. En un país políticamente polarizado —nuevamente— y empobrecido y golpeado por el aumento de la delincuencia, Maduro promovió el regreso de los militares a la seguridad pública y apoyó una serie de reformas legales para endurecer la persecución a las maras y pandillas que ya empezaban a perfilarse como un problema social que sería, como en el resto de la región, abordado a través de un conjunto de políticas represivas. Durante los siguientes años la emigración masiva y la inseguridad aumentaron estrepitosamente. En 1999 se calculó una tasa de cuarenta homicidios por 100 000 habitantes, la cual saltó a 57.3 en 2003 y para 2009 alcanzaba ya 64.7.
Los 10 años que se pensó que tomaría la reconstrucción del país culminaron, irónicamente, con el golpe de Estado en 2009 contra el presidente liberal Manuel Zelaya, quien ganó las elecciones de 2005 luego de haber hecho carrera política como diputado por el departamento de Olancho, del cual es oriundo. Durante su gobierno enfrentó el aumento de la criminalidad con decisiones polémicas, como la de transferir personal militar a la policía nacional para supuestamente fortalecerla, algo que en la tradición de las FF. AA. sería inaceptable dada la histórica supremacía jerárquica que han tenido los militares sobre las policías civiles. Una serie de medidas tomadas por su gobierno para enfrentar una inminente crisis económica produjo el disgusto de la élite empresarial conservadora y recelosa de cualquier intento de reforma fiscal o del aumento del salario mínimo, además de que las molestias ya estaban presentes debido a la merma de concesiones de licencias para explotación de recursos naturales en el país. Su simpatía con los gobiernos de Ortega en Nicaragua y Chávez en Venezuela así como la integración de Honduras al ALBA despertaron las alarmas de las élites políticas y económicas por lo que se conocía en ese momento en América Latina como la «venezolización» de los países pobres. Eso, en el país más controlado por Estados Unidos en la región, era inaceptable.
Las maniobras de Zelaya para estabilizar su gobierno ante el cierre de filas de la oposición del Partido Nacional, las élites empresariales, las iglesias y los militares aumentaron la tensión que llegó a su punto máximo, tras la convocatoria a elecciones en noviembre de 2009 para elegir a un nuevo presidente. Zelaya ordenó a las FF. AA. a mediados de junio de ese año la distribución de la boleta electoral adicional para consultar al electorado durante las elecciones generales, la posibilidad de modificar la Constitución para permitir la reelección presidencial. Las FF. AA. desobedecieron la orden por lo que Zelaya destituyó a su jefe, el general Romeo Vásquez, quien fue después uno de los ejecutores del golpe de Estado. Inmediatamente, un tribunal judicial procesó a Zelaya y el Congreso decidió su destitución y ordenó su captura. Los militares no cumplieron la orden de arresto dictada y de manera extrajudicial desterraron a Zelaya conduciéndolo por la fuerza a Costa Rica. El debido proceso fue violentado porque no hubo antejuicio ni el proceso judicial que corresponde legalmente para la destitución de un mandatario. Lo que ocurrió fue un golpe de Estado ejecutado por las FF. AA. y apoyado por funcionarios, iglesias y empresarios que no adujeron razones legales sino ideológicas. Todo esto con la tolerancia y apoyo del Gobierno de Estados Unidos que vio en las decisiones de Zelaya la posibilidad de aumentar la influencia de Venezuela en la región. Zelaya no fue un «socio fiable» para los objetivos de estabilidad de Estados Unidos en la región. Poco tiempo después del golpe, se solicitó a Estados Unidos un «plan Colombia» para Honduras, y no fue casualidad que el expresidente colombiano Álvaro Uribe fuera el primer mandatario en reconocer internacionalmente al Gobierno de Porfirio Lobo después que los Estados Unidos avalaran la victoria del Partido Nacional en las elecciones de Noviembre de 2009.
El poder económico y político de Honduras se reconfiguró con ese golpe e inició una nueva era que, con el Partido Nacional en el Gobierno, entre otras cosas abrió las puertas al reposicionamiento de los militares como un poder político sólido y fundamental para la estabilidad de un partido político, de unas élites económicas y de grupos criminales que encontraron en el Estado su principal fuente de financiamiento y mecanismo para la generación de negocios. El golpe de Estado devastó, otra vez, a la sociedad hondureña. Pero fue la oportunidad para que el Partido Nacional, las élites económicas, las iglesias y los militares iniciaran un nuevo capítulo en la degradación democrática del país que lo ha llevado, en sus páginas actuales, a ser considerado como una autocracia acorazada en el poder militar.
Las Fuerzas Armadas para todo
La democratización de Honduras ha sido un esfuerzo dramáticamente fallido. Los procesos electorales, casi sin excepción, tienen la marca del fraude que se resuelve posteriormente con arreglos mafiosos entre los partidos políticos (los tradicionales y los recientes). Las instituciones públicas no superan la precariedad, algo que durante la pandemia ha sido claramente expuesto. La pobreza alcanzó en 2018 al 61.9 % de la población de la cual más del 67 % se emplea en la economía informal. La migración no ha dejado de ser masiva y alcanzó dimensiones de éxodo con las caravanas de migrantes que desde 2018 cuentan miles de personas integrándolas. El narcotráfico es una actividad normalizada desde la misma familia del actual presidente hasta empresarios y autoridades locales, funcionarios y un colorido espectro de bandas criminales que controlan todos los negocios de la economía ilegal y que nutren impunemente la economía legal a través del sistema financiero. La corrupción es la fuente más importante de financiamiento del sistema político y ha resistido el tímido, pero significativo, esfuerzo de la cooperación internacional y de la sociedad civil por combatirla a través de una comisión internacional anticorrupción, la cual fue finalmente disuelta en 2019. La impunidad le ganó la partida a la esperanza de una famélica sociedad civil que cada vez más pone sus expectativas en la justicia estadounidense para poder vislumbrar un poco de justicia ante los excesos de políticos corruptos y narcotraficantes.
Es en ese contexto que las FF. AA. abarcan, cada vez más, las funciones de dirección, administración y operación que otras instituciones parecen ya no poder —o querer— cumplir. El reciente andamiaje que sostiene el lugar que ocupan hoy las FF. AA. en Honduras inició durante el Gobierno de Porfirio Lobo (2010-2014). Durante ese período se buscó estabilizar al país luego de la crisis que produjo el golpe de Estado mientras se alcanzaban los niveles más altos de violencia homicida del mundo, con una tasa de 83.7 homicidios por 100 000 habitantes en 2011. El Gobierno de Lobo estuvo marcado por la corrupción y la impunidad. Pero fue Juan Orlando Hernández, en su calidad de presidente del Congreso de la República, quien preparó las condiciones de su posterior elección como presidente de la República a través de una alianza política con las FF. AA. que explica en buena medida la situación actual.
La primera pieza de ese andamiaje fue la creación de la Policía Militar del Orden Público (PMOP) en 2013 por el Congreso de la República. Inicialmente, esa fuerza estuvo integrada por dos comandos de brigada y doce batallones, un total de 5000 elementos. Recibió fondos directamente de un nuevo impuesto, la llamada tasa de seguridad, creado para fortalecer la seguridad pública. En ese mismo año se inició la creación de fuerzas especiales híbridas, militares y policías, tales como la Tropa de Inteligencia y Grupos de Respuesta Especial de Seguridad (Tigres). La justificación para la creación de esas fuerzas fue la crisis en que la Policía Nacional se encontraba luego de escándalos de corrupción, vínculos con organizaciones criminales y ejecuciones extrajudiciales. Esa situación dio lugar a un proceso de depuración policial que se extendió por varios años y que también ha dado signos de haber fallado en su misión original, la cual era fortalecer la institución policial. La PMOP asumió rápidamente la conducción de la seguridad pública en el país.
En 2014, cuando Juan Orlando Hernández fue electo por primera vez, la PMOP hizo su ingreso en la función de control del orden público, es decir, de represión de la protesta social producida por el descontento con el proceso electoral. En esa elección participó por primera vez una tercera fuerza política nacida de la unión de movimientos sociales antigolpistas. Las denuncias de fraude se tradujeron en protestas que fueron reprimidas por las recién creadas fuerzas híbridas de seguridad.
Desde su inicio, Juan Orlando Hernández dio signos de una preferencia por la opción militar para la conducción de lo público. Durante su paso por el Congreso de la República, fue creado el Consejo Nacional de Defensa y Seguridad, en diciembre de 2011. Ese órgano está integrado por el presidente de la República, quien lo preside, así como por el presidente de la Corte Suprema de Justicia, el fiscal general, el secretario de Estado en el Despacho de Seguridad y el secretario de Estado en el Despacho de Defensa Nacional. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos señaló que ese consejo se ha convertido en un mecanismo para la concentración del poder del Ejecutivo sobre los restantes poderes del Estado. En este consejo participan también el ministro de Seguridad y el de Defensa, ambos militares. Similar al Consejo Superior de la Defensa Nacional creado en 1957, el nuevo consejo ha sido el centro de poder de la política de seguridad, una que se ha inclinado por la opción militar antes que la civil. Pero eso no ha sucedido de manera formal y explícita. La política de seguridad se estructuró a partir de la lógica interagencial, que ante los ojos de expertos internacionales, especialmente de Estados Unidos, era la mejor opción para compensar la precariedad de la institución policial y la pasividad de otras instituciones relacionadas, como el Ministerio Público.
Una de las contradicciones que marcan la función militar durante la gestión de Juan Orlando Hernández es que en las elecciones de 2017 se produjo la reelección del mandatario, a pesar de estar prohibida por la Constitución. La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia emitió un polémico fallo autorizando lo que el artículo 239 de la Constitución Política prohíbe: la reelección presidencial. Esto dio lugar a una crisis electoral y postelectoral que tuvo como saldo la muerte de más de 20 personas que, de acuerdo a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, fueron ejecutadas por las fuerzas de seguridad, especialmente, de la fuerza militar. Desde ese momento y durante múltiples episodios de protesta social, la PMOP ha actuado como una fuerza de choque altamente violenta que no ha sido juzgada por las constantes denuncias de violaciones a los derechos humanos. En 2009 el solo intento de hacer una consulta para reformar la prohibición constitucional, que es un procedimiento avalado por la misma constitución, fue entre otras razones el detonante del golpe de Estado ejecutado por los militares. Ese desenlace no ocurrió en 2017 a pesar de que el proceso que autorizó la reelección es cuestionable legalmente. Las FF. AA. reafirmaron con esos dos hechos, uno por obra y otro por omisión, su lealtad a un sector político específico.
La política interagencial de seguridad se profundizó en el segundo período de Juan Orlando Hernández. En 2018 fue reformada la Fuerza Nacional Antiextorsión que pasó a ser la Fuerza Nacional Anti Maras y Pandillas, FNAMP, la cual forma parte de la Fuerza de Seguridad Interinstitucional (Fusina). Una de las características de esa política es la compartimentación administrativa que se traduce en un complejo entramado burocrático que imposibilita cualquier esfuerzo de transparencia y rendición de cuentas sobre los fondos públicos utilizados y las responsabilidades legales que esas fuerzas tienen. Además, gozan del secreto por razones de seguridad, que en un entorno autoritario se ha traducido en impunidad.
La seguridad pública es territorio militar en Honduras y se refuerza a la par de una policía civil débil y corrupta que mantiene a la mayoría de su personal en una situación de precariedad laboral y profesional. En dos ocasiones, en 2017 y en 2019, unidades policiales se declararon en huelga exigiendo mejoras laborales. Esta situación se exacerba debido a las desigualdades laborales y profesionales de esa fuerza respecto de la PMOP. En la lógica perversa de las justificaciones, la debilidad de la policía es necesaria porque hace imprescindible la solución militar al problema.
Esa misma lógica parece aplicarse al resto de funciones no militares ni de seguridad que ejecutan las FF. AA. Se pueden identificar dos mecanismos a través de los cuales las FF. AA. validan funciones secundarias o de apoyo institucional que son cada vez más expansivas. En primer lugar, las FF. AA. asumen la tarea de intervenir instituciones que consideran no pueden cumplir sus funciones. Esto se hace a través de juntas interventoras dirigidas por oficiales activos o en retiro y que nada tienen que ver con tareas militares. En 2018, un general retirado asumió la dirección de la junta interventora del Hospital Escuela Universitario, el más importante de la ciudad capital. Durante la pandemia, esa junta defendió la intervención ante las denuncias del personal médico de que los recursos asignados para enfrentar la crisis de salud pública no estaban siendo utilizados de forma debida y en beneficio del gremio médico. De igual manera, desde 2019, la administración y seguridad del Instituto Nacional Penitenciario y del Instituto Nacional para la Atención a Menores Infractores se encuentran controladas por militares. Ambas instituciones, como tantas otras en el país, se encontraban en crisis y se espera que las capacidades militares resuelvan problemas que son estructurales.
El segundo mecanismo es la entrega de programas a la administración militar para su ejecución desde el momento en que son creados. En 2019 se aprobó un programa para el desarrollo de proyectos agrícolas por un monto de 400 millones de lempiras (aproximadamente 16,2 millones de dólares) que fue entregado las FF. AA. para su ejecución. De igual manera, en 2012 se creó el programa educativo Guardianes de la Patria que es implementado por las FF. AA. en escuelas públicas del país ubicadas en barrios y comunidades conflictivas. Este es un programa orientado a niños, niñas y adolescentes para inculcar valores militares, cívicos y religiosos.
Ambos programas no tienen ninguna relación con lo militar y deberían ser ejecutados por otras instituciones especializadas. Al ser entregados a la administración militar, el acceso a la información es también vedado a pesar de no tener relación alguna con la seguridad nacional. Adicionalmente, la conducción militar de esos programas es promocionada oficialmente como un logro de la administración a través de una supuesta eficiencia y honestidad militar. Todo esto ocurre en detrimento de lo civil que debería ser la base sobre la que se sustenta una democracia.
Una ampliación de responsabilidades también supone un mayor gasto de ejecución. El presupuesto de la Secretaría de Defensa para 2020 fue de 344,6 millones de dólares (8477 lempiras), un aumento de 8,1 millones de dólares (200 millones de lempiras) respecto de 2019. El aumento del presupuesto de defensa ha sido constante desde 2001, año en que el monto asignado a las FF. AA. fue de 62,3 millones de dólares (974 millones de lempiras). A estos montos se debe sumar lo que los militares perciben por las tareas secundarias, aquellas para las que necesitan adquirir equipo y entrenamiento o contratar personal, dado que no son propias de sus funciones o de su formación, como las descritas anteriormente. Ninguna otra institución en el país tiene ese ritmo de crecimiento presupuestario y tampoco ese nivel de secretismo.
A partir de esa evidencia y extrapolando, es posible argumentar que si el criterio utilizado para delegar a los militares la conducción de las instituciones o programas es que las entidades destinadas a hacerlo no funcionan, entonces se corre el riesgo de que las FF. AA. terminen asumiendo la totalidad de las funciones institucionales del estado hondureño. Ese camino sólo conduce a un lugar, a una dictadura militar, lo que se conoció como Estados burocráticos-autoritarios-militares.
Existe otro ámbito que socava las frágiles bases institucionales en el país: el vínculo político-militar-narcotráfico. Desde los tiempos del afamado narcotraficante Juan Ramón Matta Ballesteros, en la década de 1980, los nexos entre militares, narcotraficantes, políticos y empresarios quedaron expuestos en Honduras. También se expuso cómo esas redes colaboraron con la cruzada contrainsurgente impulsada por Estados Unidos que no solo las toleró, sino también las apoyó como parte de sus operaciones de inteligencia a nivel internacional. Desde ahí se traza una línea que llega hasta el hermano del actual presidente, «Tony» Hernández, quien fue condenado en 2019 en Estados Unidos por traficar droga a ese país. El juicio contra «Tony» develó cómo se canalizaron fondos generados por el narcotráfico a las campañas presidenciales de su hermano y al Partido Nacional y también cómo el tráfico de drogas por el país se hizo con la colaboración de miembros activos de las FF. AA. y de la policía. Y si no es por la vía del Partido Nacional, lo será por la del Liberal, ya que Yani Rosenthal también representa una élite empresarial coludida en negocios ilícitos transnacionales con fuertes vínculos con organizaciones criminales y funcionarios corruptos. En el medio de ese trazo hay alcaldes, funcionarios, empresarios y personas individuales de cualquier índole que se nutren del amplio espectro de actividades económicas ilegales vinculadas al narcotráfico. Todo esto es difícil que pase desapercibido para la institución más poderosa del país, en el país de la región más abierto al control de Estados Unidos que ha sido, como se le calificó en tiempos de los conflictos armados centroamericanos, el «mayor portaaviones norteamericano». Ahora ya no lo es por la contrainsurgencia, pero sí para las operaciones del Comando Sur que sigue teniendo en Honduras un territorio estratégico en el continente.
A pesar de la exposición que el presidente Hernández y su familia han tenido en casos de corrupción y en vínculos con el narcotráfico, el tema de la participación de las FF. AA. sigue siendo un tabú en el país. Como se argumenta al analizar el crimen organizado, este necesita de Estados fuertes, con instituciones sólidas, que garanticen la estabilidad de los negocios ilícitos y sobre todo, la impunidad. Aunque para todo lo demás, especialmente en lo que respecta al bienestar de la mayoría de su población, sean precarias y disfuncionales.
Conclusiones
El Estado hondureño fue formado por una combinación de élites económicas y políticas que adoptaron procedimientos institucionales por requerimiento de fuerzas externas y por una violenta y corrupta competencia política por el acceso a los recursos del Estado. La democratización no fue la excepción y sus resultados fueron sumamente limitados porque el compromiso de los actores políticos locales terminó en donde empezaba su interés por el saqueo de los recursos públicos.
En ese entorno, las FF. AA. han sido un actor más, con poder y privilegios que provienen de su control del ejercicio de la fuerza y la violencia y de una serie de alianzas con los principales partidos políticos, especialmente el Partido Nacional, y con los Estados Unidos. La opción de promover la democracia, aunque sea tutelando la acción política de los actores civiles como ocurrió en Guatemala después de 1963 o haciéndose a un lado para que otras fuerzas políticas la instauren (como ocurrió en El Salvador) no ha ocurrido en Honduras. Ni las Fuerzas Armadas ni la clase política han tenido un compromiso formal o real con la democracia.
La precariedad de las instituciones no tiene excepción en el estado hondureño. Es más, durante los últimos tres gobiernos la apuesta no ha sido el fortalecimiento de las instituciones existentes sino la instauración de una expansiva administración militar de la función pública. De la creciente presencia burocrática de militares en instituciones civiles no se puede esperar un fortalecimiento de la democracia, sobre todo cuando la reforma militar fue un proceso limitado y de corta duración en el país.
Para superar la degradación democrática que vive el país se requiere de alianzas entre fuerzas políticas y sociedad civil que superen la polarización que divide al país. La pugna histórica entre nacionalistas y liberales ya no responde tanto a asuntos ideológicos —si es que alguna vez fue así— sino a una búsqueda por controlar los bienes públicos para el beneficio personal o familiar. Y las nuevas fuerzas políticas arrastran el desgaste que ha producido adaptarse a un sistema político que tiene sus propias reglas poco democráticas y transparentes.
En ausencia de fuerzas locales democratizadoras, el destino del país sigue estando fuertemente influenciado por los golpes de timón ejecutados por actores externos, especialmente los Estados Unidos. Esa presencia permanente ha sido heterogénea en Honduras y recientemente hasta contradictoria. Por un lado, el juicio que se llevó a cabo en Nueva York contra «Tony» Hernández y otros juicios más han dejado clara la tolerancia y hasta complicidad del presidente Hernández en actividades relacionadas con el narcotráfico y con el lavado de activos a nivel internacional. Pero por otro lado, el Gobierno goza del apoyo del actual Gobierno estadounidense aún a sabiendas de que el financiamiento de las campañas electorales del partido Nacional provino, en buena parte, de actividades criminales transnacionales.
Honduras ha sido un territorio abierto al mejor postor. Así lo fue durante décadas durante los enclaves económicos de las compañías bananeras y lo sigue siendo a través de la concesión de grandes extensiones del territorio para la industria extractiva, la generación de energía e incluso la instalación de megaproyectos en las recientes Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), que son una edición actualizada del antiguo modelo de enclave económico.
En ese contexto, las FF. AA. siguen siendo el socio fiable para muchos actores locales y extranjeros. ¿Se traduce eso en ser también el socio fiable de una población vulnerable que no necesita más represión sino desarrollo económico y social? ¿Serán también el socio fiable de una democracia que no termina de dar sus primeros pasos? Esto requiere necesariamente que las FF. AA. reduzcan su protagonismo político y su expansión burocrática. Que eso provenga desde el interior de las FF. AA. o que sea el resultado de un impulso ciudadano estará por verse. Tal vez tendrá que ser también el resultado de la presión internacional. Ojalá no como respuesta a un capítulo más de catástrofes, naturales o humanas.
*Knut Walter. Historiador. Ha sido docente en universidades de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Estados Unidos. Es autor de varios estudios monográficos de historia centroamericana moderna, especialmente de El Salvador y Nicaragua, y coordinó la elaboración de textos de historia salvadoreña y centroamericana.
Otto Argueta. Historiador y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Hamburgo, Alemania. Coordinador regional de la Alianza para la Paz. Sus investigaciones se concentran en temas de criminalidad y violencia con especial énfasis en pandillas, crimen organizado, narcotráfico y policía, así como sistemas políticos y procesos de formación del Estado.
El presente artículo es parte de un proyecto de investigación regional desarrollado por Alianza para La Paz con apoyo de la Fundación Heinrich Böll.
El pueblo costero asediado por toneladas de basura provenientes de Guatemala, también es escenario de una acelerada erosión costera que prácticamente ha desaparecido a 2 comunidades. Pero su tragedia ambiental no se termina de contar ahí, otros recursos como el Parque Nacional Omoa y sus ríos también han sido alcanzados por la destrucción que deja a su paso el extractivismo.
En la playa de la Barra de Motagua, en Omoa, camina Lesly Martínez. No está buscando arena, sol o la vida sabrosa del mar, como dice aquella pegajosa canción. Ella fue por leña y plástico para encender el fuego de su hornilla. Tras unos minutos de faena ha logrado recolectar una cantidad que considera suficiente y mientras lleva en su hombro la carga, camina unos 200 metros para llegar a su precaria vivienda.
La leña que recogió Lesly tiene su origen en una tragedia ambiental. Llegó junto a toneladas de basura procedente de unos 35 poblados guatemaltecos que se encuentran cercanos a la ruta del Río Motagua, que cuando el invierno arrecia lanza al mar, y este en su afán de limpieza, los arrincona en las playas de Omoa y Puerto Cortés. Y por eso en lugar de encontrar cocos o champas, en las playas —donde Lesly camina todos los días— hay una gran cantidad de recipientes plásticos, latas, zapatos, bombillos, desechos hospitalarios y también madera.
Los habitantes de esa parte costera vienen desde hace años lidiando con una basura que no es de ellos. Los gobiernos de Honduras y Guatemala no han encontrado la forma de resolverlo.
En la última semana de septiembre una gran cantidad de basura llegó a las costas hondureñas nuevamente. El gobierno de Honduras informó a la BBC que en 11 días habían retirado 550 toneladas de basura de las playas.
Este problema tiene su raíz en el mal manejo de desechos en la vecina Guatemala y el caudal del poderoso Río Motagua, que desde la zona de Quiché hasta el Mar Caribe recorre 486 kilómetros, pasando por 5 departamentos de Guatemala. Omoa tiene aproximadamente 25 kilómetros de playa, de esos casi 22 reciben sedimentos provenientes de Guatemala.
Lesly y su hija Emily —la mayor de sus 3 hijas— vuelven a su casa luego de recoger trozos de madera y plásticos para poder cocinar sus alimentos. Esta madre soltera y sus hijas se mudaron a la comunidad de la Barra del Río Motagua en 2017, cuando el padre de sus hijas las abandonó, aquí encontraron un hogar en una comunidad amenazada por la erosión costera y la contaminación debido a la basura que invade todo el año las playas de su comunidad. Omoa, Cortés, 29 de septiembre de 2020. Foto: Martín CálixUna mujer camina en medio de la playa llena de basura en la comunidad de la Barra del Río Motagua. Omoa, Cortés, 28 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Pero Lesly y sus vecinos en las barras no tienen como único problema la basura. Hace muchos años, pero con una aceleración desde el 2009, los habitantes de las barras de Cuyamel y Motagua observan cómo sus casas son literalmente tragadas por el mar. Más de 70 familias han tenido que huir de la voracidad de las aguas, mientras 74 hogares se mantienen viviendo en la zona en constante zozobra a la espera de la marea alta. «Cuando el mar se enoja se mete y la basura se viene para aquí», nos cuenta Lesly, señalando el patio de su casa donde hay varias gallinas y patos, todo en un inmenso charco.
El biólogo Gustavo Cabrera, director de la ONG Centro de Conservación Omoa (CCO), asegura que la erosión costera en ese sector se aceleró debido al hundimiento de esas tierras después del terremoto de 7,3 en la escala de Richter, que sacudió a Honduras el 29 de mayo de 2009.
«Estas comunidades estaban en un terreno mucho más alto, pero como son suelos aluviales al haber un movimiento telúrico toda esa tierra se movió y se compactó», explicó el biólogo.
En las costas de Omoa, el mar ha reclamado como suyo de 300 a 500 metros que antes eran playa, pero en las barras sus habitantes aseguran que el avance ha sido más de un kilómetro y medio. Cabrera contó que científicos de la Universidad de Stanford de Estados Unidos, visitaron este lugar y sostuvieron que no hay otro lugar en el mundo donde la erosión costera por el cambio climático avance de forma tan agresiva.
Una familia que ha llegado en búsqueda de un espacio para descansar se ha encontrado con una playa inundada de basura en la comunidad de la Barra del Río Motagua. Omoa, Cortés, 28 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Pobreza en medio de la riqueza natural
Lo que este puerto tiene podría ser aprovechado de mejor manera: 18 fuentes de agua entre ríos y quebradas, un parque nacional y un edificio colonial en el Castillo San Fernando de Omoa. Pero ya ni el turismo, la pesca o la agricultura son viables para que la gente de este poblado sobreviva como en años anteriores.
Este poblado costero fue fundado en 1752 con el nombre de Camoa, que 20 años después pasaría a ser Omoa. Se encuentra a 29 kilómetros de San Pedro Sula, que es la segunda ciudad en importancia de Honduras y tiene una extensión de 382.7 kilómetros cuadrados. Actualmente, según estadísticas del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), recolectados en el censo poblacional de 2013, tenía 45 179 habitantes distribuidos en 28 aldeas y 148 caseríos.
Buscar una solución a la basura guatemalteca y reubicar a 74 familias que viven en barras mencionadas son 2 situaciones que Omoa debe resolver con urgencia, pero no son los únicos problemas que asedian el equilibrio ambiental de este municipio costero. También en Omoa se encuentra la planta de gas LPG más grande de Centroamérica, 4 hidroeléctricas se han instalado en sus ríos, hay palma africana sembrada en tierras que eran del Parque Nacional Cuyamel y existe un botadero de basura en pleno casco urbano. En sus montañas hay una deforestación descontrolada, afirman sus autoridades y defensores del ambiente. Omoa es una ciudad agredida por la furia del mar y el insaciable extractivismo.
Francisco Díaz, líder comunitario de las comunidades de la Barra del Río Motagua y Barra del Río Cuyamel recuerda con nostalgia los años cuando creció y la playa de su comunidad no estaba invadida por la basura que arrastra el Río Motagua desde Guatemala. Omoa, Cortés, 28 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Lesly sonríe a menudo, pese a que en su vida no todo es felicidad. Es madre soltera de 3 hijas con quienes vive en una pequeña casa de madera con 2 piezas. Su patio está lleno de agua. Llegó a la Barra del Motagua hace 3 años cuando su pareja la abandonó. No tenía a donde ir y se fue a ese lugar del que ya muchos huían, dejando entre las aguas sus casas y alguna parte de sus vidas.
Omoa ha sido conocido por ser un destino del turismo nacional, pero ahora la industria del turismo ha tenido pérdidas porque las playas son cada vez menos y porque lo poco que queda está lleno de basura. Paradójicamente, para Lesly, con esa basura llega la leña, que de no conseguirla en la playa tendría que ir a terrenos lejanos a buscarla. Además, esa cantidad de desechos también significan un trabajo temporal en una comunidad pequeña que vive esencialmente de la pesca.
Armada con un rastrillo, Lesly ha trabajado los últimos días recogiendo basura. «Ahorita hemos venido limpiando desde Buenavista», nos dice en referencia a otra comunidad cercana. La Municipalidad de Omoa invierte unos 40 000 lempiras cada vez que las playas se inundan de basura, según la Unidad Municipal de Ambiente (UMA).
Tras la avalancha de basura que llegó en septiembre a las playas hondureñas, los gobiernos de Honduras y Guatemala tuvieron una nueva reunión. Una más. Las autoridades guatemaltecas construyeron una barda industrial para frenar la basura, pero se rompió solo 8 meses después de que fue instalada.
Muchas casas han quedado abandonadas en la comunidad de la Barra del Río Motagua debido a que se han vuelto inhabitables producto del avance de la erosión costera. La erosión costera ha sido un problema con el que esta comunidad ha tenido que lidiar a partir de la construcción de los rompeolas tras la llegada de la empresa Gas del Caribe. Omoa, Cortés, 29 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix. Liliam Rivera, comisionada presidencial de Honduras para la gestión ambiental del Río Motagua y su desembocadura, manifestó a la BBC Mundo que el gobierno de Juan Orlando Hernández ha pedido una «solución definitiva» al problema. También afirmó que como los ríos hondureños Ulúa y Chamelecón son afluentes del Motagua, un 20 % de la basura es hondureña.
La llegada de esas cantidades enormes de basura también causa daños que a veces son imperceptibles. Todos los desechos provenientes de Guatemala se alojan y recalientan ecosistemas que sirven de viveros para jaibas, cangrejos y otros peces.
«Estos desechos están dañando las lagunas costeras y los manglares, que son sitios de reproducción de especies de valor comercial. Con esa cantidad de desechos no deja paso de luz y los peces no se pueden reproducir», nos asegura el biólogo Gustavo Cabrera.
En un pueblo que tiene 542 pescadores, si los peces se van, el hambre llega. «Muchos utilizan redes y cuando vienen a capturar, a veces sacan mucho plástico y madera eso rompe las redes», nos cuenta Sandra Cárdenas, del Centro de Estudios Marinos (CEM), cuya sede principal por razones de incidencia política está en Tegucigalpa.
Omar de 55 años, navega su lancha de regreso luego de estar cinco horas de trabajo apenas pudo sacar 15 libras de pescado. Este pescador tiene 30 años de experiencia. Omoa, Cortés, 29 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Luis Ortega de 56 años, ha pescado en el mar de Omoa durante 40 años. Luis está consciente de que los peces que pesca comen plástico en un mar que lleva años siendo invadido por la basura que arrastra el Río Motagua desde Guatemala. Omoa, Cortés, 29 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Hay reportes de peces muertos a causa de la basura. «Los pescadores o la gente que está en los restaurantes no se dedican a revisar qué microplásticos traen los peces, pero el año pasado murió un delfín, que al hacerle la necropsia, fue a causa de una bolsa de clorox, no se pudo hacer nada», dice Cárdenas.
Después de 4 horas de faena, Luis Ortega y Mario Rodríguez, 2 pobladores nativos de Masca, aldea de Omoa, llegan con la pesca del día. Tienen en un recipiente quizás unas 8 libras, suficiente para alimentar por unos días a 3 familias, dice Luis. Y algo debe saber de esas cosas, tiene más de 40 años pescando.
«Afecta la basura porque se enreda en las redes», aunque este día no las utilizó porque mientras conversa revisa sus cuerdas, anzuelos y la carnada que le sobró. Luis piensa que los peces comen partículas de plástico, pero aclara que muy pocas veces han encontrado residuos de estas en sus vísceras.
Para Francisco Díaz, presidente del patronato de la Barra Cuyamel y la Barra del Motagua, la basura no es nueva, lo que ha cambiado es el contenido. «Desde que yo era niño el Motagua arranca basura, pero ahora trae desechos hospitalarios y desechos de las maquilas. Eso es un peligro».
Según el estudio «La nueva economía de los plásticos» del Foro Económico Mundial y la Fundación Ellen MacArthur, «para 2050 habrá más plásticos que peces en los océanos a menos que la gente deje de utilizar artículos de un solo uso elaborados con este material, como las bolsas y las botellas». Omoa, Cortés, 29 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Carlos Hernández, de 32 años y Dilver Rodríguez de 25, viven en la Barra de Motagua. Son pescadores, pero cuando hay basura sus cayucos se quedan en la playa y ellos deben buscar «algunos trabajitos en cualquier cosa», que tampoco son abundantes en la comunidad donde la erosión costera ha hecho infértiles las tierras. Trabajando ocasionalmente como jornalero ellos pueden ganar de 200 a 250 lempiras. Cuando no hay trabajo se quedan en casa. El día que hablamos el mar estaba lleno de sedimento. Estaban en casa.
Francisco Díaz eleva su voz cuando nos habla de lo que antes eran las barras: «esto era bonito, los peces los agarrábamos con las manos», recuerda. Asegura que el mar estaba a 1.7 kilómetros de donde está hoy. Había una playa hermosa.
«Nuestro sostén es la pesca, pero le voy a decir que si no fueran instituciones que traen bolsas de comida nosotros muriéramos de hambre», dice Francisco. Ahora viven de la caridad. Lesly observa a una de sus hijas mientras se enciende el fuego, en esa comunidad ella encontró solidaridad. Sus nuevos vecinos le ayudaron a elevar su casa para que no fuese tan vulnerable a la bravura de las olas del mar.
Reina Isabel Hernández de 35 años, cocina arroz, frijoles y platano para el almuerzo de su familia: sus tres hijos, su pareja y su padre de 96 años. En la comunidad de la Barra del Río Motagua todas las mujeres van a la playa por trozos de madera y plásticos que les permitan encender sus hornillas de barro para cocinar, esto podría causarle graves enfermedades respiratorias pero las autoridades no tienen un estudio que determine el impacto de la basura en el proceso de cocinar los alimentos. Omoa, Cortés, 29 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Dos veces a la semana, Lesly vende pastelitos y donas a los pocos veraneantes que pasean por playas cercanas. «No queda una gran ganancia, pero aunque sea para sobrevivir. Hay días que gano 60 o 70 lempiras», mientras conversamos el fuego sigue rugiendo avivado por la leña y el plástico llegado del mar.
En las barras se convive con la basura y los efectos de la erosión costera. Dilver y Carlos nos dicen que para una buena pesca, el mar debe «enojarse», pero no mucho. Es que si hay marea alta por mucho tiempo, su aldea se inunda, pero si está muy calmado los peces no se acercan a las áreas de pesca.
En estas comunidades la agricultura tampoco es una opción. Unos pocos tienen la posibilidad de cultivar pequeñas parcelas, que ya no son tan productivas como antes cuando daban hasta 70 quintales de arroz por manzana. Ahora en promedio se cosecha 15 sacos en la misma área de terreno. «El agua salada está molestando. Lo único que crece son los palos de coco y se quedan chiquitos, otra cosa no nace», dice Carlos.
Doña Angelita Rivera tiene 84 años. Es alegre y bromista, con la edad ha perdido su capacidad de escuchar, pero no de platicar y recordar. «Aquí era mejor, el mar estaba largo y mire ahora cómo ha rellenado. Donde es el mar vivía un gentío», nos dice.
Al parecer la angustia está por llegar a su final. Hay un proyecto para reubicar a las 74 familias que viven en las barras de Cuyamel y Motagua. En el sector de Cuyamel hay 2.15 manzanas dispuestas para construir 84 viviendas. Pero la intención de reubicación de estas familias no es reciente. Desde el 2012, la corporación municipal aprobó gestionar fondos para reubicar a los afectados por la erosión costera. «Ha sido toda una lucha porque para comprar terrenos para estos fines no hay donante que aporte dinero», se excusó el regidor municipal Leonardo Serrano.
En 2018 la municipalidad determinó orientar 2.15 manzanas que había comprado en 2009 para otro proyecto hacia la idea de reubicación. Serrano aseguró que para el presupuesto de 2019, la corporación aprobó 740 000 lempiras para terminar de rellenar y preparar la lotificación y dijo que el fondo ya fue aprobado y ya está «detectado» el banco donde se pedirá el préstamo. En el terreno hay máquinas emparejando y realizando la limpieza.
Moisés Castro, miembro de la Cruz Roja en Omoa, quien ha sido participante activo en la tarea de reubicación, recuerda que mediante una reunión de la sociedad civil del pueblo, se aprobó que este terreno se destinará a las familias. Y después de casi 10 años de luchas, solicitudes y gestiones, Castro consideró que «ahora hay indicios que pronto tendremos las primeras casas».
El proyecto será financiado por la ONG Cepudo. Esta organización trabaja en Honduras para ayudar a comunidades en extrema pobreza. Para reubicar a las familias de las barras, Cepudo ha gestionado 2 millones de dólares. En el lugar donde se edificarán las viviendas ya hay un albergue para las familias por si tuviesen que abandonar las barras por una inundación.
Un botadero urbano
El sol está ocultándose en la tarde del martes 29 de septiembre. Una mototaxi llega al botadero de basura y un niño se baja y deja un par de bolsas de basura en pleno casco urbano de Omoa, Cortés, que tiene su botadero rodeado de decenas de casas. Es otra amenaza ambiental para el municipio.
«Es un botadero a cielo abierto. Eso técnicamente debe de cerrarse. Ya no puede estar funcionando ahí», nos dice el biólogo Gustavo Cabrera. Asegura que este lugar tiene drenajes y que las sustancias que ahí se producen finalmente llegan al mar.
Un niño carga bolsas de basura hasta el botadero a cielo abierto del municipio de Omoa. Según Edimar Herrera, jefe de la Unidad Municipal de Ambiente, se ha aprobado un proyecto por 60 millones de lempiras para reubicar este botadero que en la actualidad se encuentra ubicado en mitad del casco urbano. El municipio no cuenta con servicio de recolección de deshechos. Omoa, Cortés, 29 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
La doctora Karen Sevilla, encargada del centro de Salud en Omoa, dijo a Contracorriente que en las personas que viven en zonas aledañas al botadero de basura las enfermedades dermatológicas son los problemas de salud más frecuentes. En general, en Omoa, antes del COVID-19, los problemas más comunes eran resfriado común, bronquitis y otras afecciones respiratorias.
En la Municipalidad de Omoa nos encontramos a Edimar Herrera, jefe de la Unidad Municipal de Ambiente (UMA), quien aseguró que ya existe un predio para que el pueblo tenga un relleno sanitario. El proyecto ha sido gestionado, a nivel nacional, por el alcalde nacionalista Ricardo Alvarado.
Herrera aseguró que el gobierno de Juan Orlando Hernández aprobó 60 millones de lempiras para el proyecto, pero no sabe por qué no ha sido ejecutado. El Congreso Nacional aprobó los fondos el año anterior, pero estos no han sido desembolsados. Mientras tanto, el corazón de Omoa es un hervidero que no permite la clasificación de la basura, porque —según el funcionario municipal entrevistado— no hay personal ni presupuesto para hacerlo. Tampoco hay tren de aseo. Hay personas que prestan este servicio en camioncitos o carretas.
Botadero a cielo abierto del municipio de Omoa, el municipio no cuenta con servicio de recolección de deshechos ni con un plan de tratamiento de la basura, aquí se tira y se quema todo en un botadero que está ubicado en mitad del casco urbano. Omoa, Cortés, 29 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Este municipio ha sido gobernado prácticamente por el partido Nacional que ha ganado las elecciones municipales en 7 ocasiones, el partido Liberal solo ha obtenido 2 triunfos. El actual alcalde Ricardo Alvarado, de filiación nacionalista, gobierna por tercer período consecutivo. Alvarado ha logrado atender algunas de sus promesas de campaña, aunque tiene una deuda en la parte sanitaria del pueblo, pues no ha conseguido construir el alcantarillado y el relleno sanitario para sacar el botadero del casco urbano.
La gestión de Alvarado en la problemática ambiental del municipio ha sido diligente, según Moisés Castro, presidente de la Cruz Roja, pero no ha encontrado respuestas en el gobierno central, donde «nunca les pararon bola» y al final lo que han logrado es con fondos de oenegés.
La muerte de los ríos
Por una playa de Masca, aldea de Omoa, camina Elena Rodríguez, quien es miembro de la Mesa de Incidencia Contra el Riesgo en el Valle de Sula, ella recuerda los años cuando Omoa era un «paraíso». Los ríos de agua cristalina corrían con libertad para encontrarse con él y se ha afectado varios ecosistemas como efecto de los sedimentos que emanan de las represas.
En Honduras, la matriz de energía ha cambiado desde 1990, cuando todos los generadores eran propiedad del Estado. A esta fecha, el 74 % de las instalaciones son privadas. Al 2018, según estudio realizado por la ENEE, el país producía 2682 Mega watts por hora (MW/h) de energía, el 26 % (705) de la misma era hidráulica. Energía térmica era 32 % (882).
Antes de que aparecieran los racionamientos de energía en 1994, se había dicho que con el potencial de la represa hidroeléctrica Francisco Morazán (El Cajón), el país tenía para exportar energía a naciones vecinas. En lugar de lo anterior, en la administración de Carlos Flores Facussé (1998-2001) se firmaron los primeros contratos con generadores privados para que proveyeran de energía a Honduras.
Así llegó en 2006 el primer proyecto hidroeléctrico en el Río Cortecito. Con una capacidad para producir 9.3 MW/h en 2 etapas: Cortecito y San Carlos. El principal inversor de este proyecto fue el empresario Johny Canahuati. Después se inauguró el proyecto Cuyamel en el río del mismo nombre con una capacidad para generar 7.8 megas.
Después llegaron la Represa Hidroeléctrica Chachahuala, sobre el río del mismo nombre y el proyecto hidroeléctrico Los Laureles en el río Malombo, que era una de las principales fuentes de agua de Omoa, en el año 2012, cuando se empezó su construcción. Diario La Prensa recoge declaraciones en ese entonces en las que el alcalde Ricardo Alvarado se quejaba porque el agua llegaba sucia a los pobladores.
El Río Cuyamel, una de las principales fuentes de agua del municipio de Omoa, tiene una concesión aprobada por el Congreso Nacional de Honduras desde el año 2008 a favor de la empresa Generadora Cuyamel, S.A, con una producción estimada de 7.8 megavatios. Omoa, Cortés, 30 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
«Nos instalaron sobre nuestra represa de agua una represa hidroeléctrica, que provocó un efecto enorme, a tal grado que ahora el río es un cadáver», dijo a Contracorriente Junior Madrid, presidente de la Comisión Ambiental de la Sociedad Civil de Omoa. En el departamento de Cortés, hay 10 hidroeléctricas y 4 de ellas están en la jurisdicción de Omoa.
Mediante reforma publicada en 2013 a la Ley de Promoción a la Generación de Energía Eléctrica con Recursos Renovables, que había sido publicada en 2007, se exonera del pago de impuesto sobre ventas e impuesto de la renta a las personas naturales o jurídicas que desarrollen proyectos de energía renovable.
Madrid, afirma que cuando llegaron las hidroeléctricas se ofrecieron algunas prebendas a la comunidad, pero que «regalar 100 mochilas no es responsabilidad social, tampoco regalar la pintura para una aula. Eso es mendicidad», sentenció.
De acuerdo a lo dicho por el jefe de la UMA, Edimar Herrera, el pueblo de Omoa no percibe impuestos por la operación de estos proyectos en su jurisdicción. Tampoco tiene energía más barata. Incluso los vecinos sostienen que el servicio de energía se interrumpe de manera constante en el municipio, pues se establecieron estas 4 hidroeléctricas, pero no se mejoró la capacidad de transmisión. Los cables recalientan y el fluido eléctrico no es constante.
«Lo único que han hecho es destruir los ríos. La muerte de peces ahí es increíble cuando cierran las compuertas. Lo que había eran pozas bonitas, ahora son charcos donde hay zanates comiéndose los camarones muertos. Es un desastre», aseguró el biólogo Gustavo Cabrera.
Palma africana en zona de reserva
Los ríos no son los únicos recursos naturales que han sido afectados en Omoa. En decreto publicado en el Diario Oficial La Gaceta, el 28 de junio se declaró área protegida el Parque Nacional Cuyamel Omoa, con un área de 30 031 hectáreas, la zona núcleo, según el decreto está compuesta por 5663 hectáreas y la zona de amortiguamiento está compuesta por 16 223 hectáreas y 8145 de área marina. El parque aún cuenta con 3 ecosistemas que son: humedales, el marino costero y el de montaña. Pero esta área protegida tampoco ha escapado del extractivismo. La zona de amortiguamiento ha perdido miles de hectáreas por la siembra de monocultivos como la palma africana y sus montañas son deforestadas sin supervisión, aseguran defensores del ambiente.
Elena Rodríguez, de la Mesa de Incidencia para la Gestión del Riesgo en el Valle de Sula, recuerda que cuando se inició con la delimitación del parque «fue como darle a los palmeros la oportunidad de destruirnos los humedales.Era una zona tan hermosa. Ahí estaba la Laguna de Jaloa. Ahí usted miraba monos, micos cara blanca, los tucanes y cualquier cantidad de loras. Ahora solo se mira aquella inmensidad de palma», dice.
Junior Madrid resalta que en Omoa se destruyeron humedales pese a que Honduras es firmante del Tratado de Ramsar, creado en 1971 y que protege a estos ecosistemas. Aún así, el gobierno ha entregado licencias a empresas que han sembrado monocultivos en lo que antes eran humedales. «Las concesiones en el Congreso Nacional se han repartido como en una chiveada de pueblo», sostuvo.
En 2019, el área protegida se dividió en el Parque Nacional Omoa y el Refugio de Vida Silvestre Cuyamel. Con esta declaratoria y la concesión a monocultivos el parque ha perdido de 6000 a 7000 hectáreas de la zona en la que inicialmente se creó.
Trabajadores del centro de acopio de Copacal descargan un camión que ha transportado fruta de palma aceitera. Este centro de acopio recibe 250 toneladas diarias, que luego serán transportadas a Ceiba para su procesamiento. Omoa, Cortés, 29 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
De acuerdo a cifras en poder del biólogo Gustavo Cabrera, el parque ha perdido unas 3000 hectáreas para el cultivo de palma africana y zacate. En Omoa la principal compradora de palma es la Cooperativa Mixta de Palmas del Caribe (Compacal), que recibe unas 250 toneladas de producto que envían diariamente los palmeros de la zona.
La palma africana ha tenido un impacto fuerte en la fauna de la zona. Así lo revela un estudio realizado en 2015 por el Centro de Conservación Omoa, en el cual se concluye que las población de loras y pericos es casi nula en los sitios cercanos a estas plantaciones. Incluso el biólogo Gustavo Cabrera afirmó que la lora cabeza amarilla está en peligro porque se ha comprobado que estas aves no atraviesan las plantaciones de palma aceitera.
La fauna ha sufrido. En mayo de 2019, en la cuenta de Facebook del Instituto de Conservación Forestal (ICF) se informó sobre una inspección a un predio en el que se realizó un corte ilegal de 142 árboles, en una zona colindante con los terrenos de Compacal. Las áreas afectadas, según el ICF, conformaban un refugio natural de monos.
Vista del bosque en el Parque Nacional Cuyamel, en 2011 el Congreso Nacional emitió el acuerdo número 008-2011 otorgándole 30,031 hectáreas de extensión al Parque Nacional Cuyamel. Según estimaciones de la oenegé Centro de Conservación de Omoa, en la actualidad, el parque ha perdido entre 6 y 7 mil hectáreas producto de los proyectos extractivistas en la zona. Omoa, Cortés, 30 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
En Honduras, la palma ha tenido un crecimiento exponencial. En 2006 se calculaba que ya había unas 89 000 hectáreas de palma en Honduras y en 2018, de acuerdo a cifras de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, este cultivo ha crecido en más del 100 %, pues hace 2 años ya habían 190 000 hectáreas, según recoge la revista Estrategia y Negocios.
Además, hay indicios de una deforestación descontrolada en la montaña. Sandra Cárdenas (CEM) nos cuenta que en una ocasión una crecida del río Masca llevó consigo trozos de madera, que venían de la parte alta del parque.
En la Municipalidad, Edimar Herrera, jefe de la UMA, afirmó que el ICF emite permisos para talar el bosque, pero no hay supervisión si cortan los árboles contemplados en el permiso. El funcionario consideró que la deforestación es el principal problema ambiental de Omoa.
Doña Elena dice que los habitantes pobres del municipio al observar la impunidad con la que actúan quienes están explotando sus recursos, también toman una sierra para cortar árboles sin ningún pudor. De la explotación irracional de los recursos, considera responsable al gobierno central: «que me manden a matar mañana si quieren, ya viví de balde mucho tiempo», dice con miedo porque criticar el cultivo de palma africana puede ser riesgoso en su comunidad. Entre 2017 y 2019 en Masca, Omoa, ocurrieron 4 asesinatos y 4 ataques directos contra personas conocidas por ser ambientalistas de la zona, según el informe de Tierra de Resistentes. Las víctimas se identificaron como defensores del medioambiente involucrados en luchas por la tierra, en contra de las hidroeléctricas y el cultivo extensivo de palma africana, todas eran garífunas pobladoras de Masca.
Elena Alvarado Salinas de 62 años, líder comunitaria de la comunidad de Masca, retratada en su restaurante a orillas del mar. Omoa, Cortés, 29 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Omoa es un retrato pequeño de lo que pasa a gran escala en Honduras, donde los recursos son explotados de forma irracional por las élites de poder. Ríos, bosques y yacimientos minerales son aprovechados sin políticas que favorezcan su conservación.
Los inmensos e innumerables recursos de este poblado no han sido puestos al servicio del bien común. Están en manos privadas con la venia del Estado, a través de sus leyes y su inoperancia. Elena, Júnior, Sandra y Gustavo defienden los recursos de este municipio costero, pero su lucha aún no encuentra eco. «Parece que uno habla solo», dice Elena.
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En el contexto de la puesta en marcha de las 2 primeras Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE) o «ciudades modelo» en Honduras luego de casi 10 años de especulación y letargo, este ensayo ofrece algunas reflexiones sobre cómo y porqué —incluso para quienes hemos investigado de cerca el tema— estos proyectos específicos pueden aparecerse de manera sorpresiva.
Texto: Beth Geglia
Portada: Martín Cálix
En el contexto de la puesta en marcha de las 2 primeras Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE) o «ciudades modelo» en Honduras luego de casi 10 años de especulación y letargo, este ensayo ofrece algunas reflexiones sobre cómo y porqué —incluso para quienes hemos investigado de cerca el tema— estos proyectos específicos pueden aparecerse de manera sorpresiva.
Al inicio de la pandemia global, ciertos inversionistas anunciaron el lanzamiento de la ZEDE Próspera, ubicada en la isla de Roatán, y últimamente se reveló la ZEDE Morazán en Choloma, así como planes de otro lanzamiento en La Ceiba, al norte del país. Habiendo investigado el proyecto de las ZEDE hondureñas desde el 2014 y de manera más intensa del 2015 al 2017 en Honduras como antropóloga, considero que estas parecen salir de sus madrigueras luego de años de espejos y humo. Quienes hemos investigado las ZEDE en Honduras, sin poder predecir estos proyectos recientes, tenemos la responsabilidad de agregar nuestro testimonio como investigadores a la pila de evidencia sobre qué tan secretivos y antidemocráticos son.
Afortunadamente, en el campo de la antropología el proceso de realizar una etnografía es parte de la etnografía misma. Los silencios y espacios vacíos que dejan las preguntas que no logramos contestar revelan hallazgos adicionales sobre las relaciones de poder.
Del 2014 al 2017 los medios en Honduras reportaron que la primera ZEDE del país sería lanzada en Amapala, la municipalidad más al sur en el Golfo de Fonseca, donde pasé la mayoría del tiempo en investigación de campo. Para muchos hondureños era de conocimiento un mapa publicado en los principales diarios identificando los tres puntos de interés para las ZEDE: Amapala en el sur, Puerto Cortés y Puerto Castilla en la costa norte. El presunto interés de las administraciones de los nacionalistas Porfirio Lobo Sosa (presidente 2010-2014) y Juan Orlando Hernández (presidente 2014 a la actualidad) era construir un «canal seco» que conectara puertos a gran escala en cada uno de estos 3 puntos. Un «canal inter-oceánico» como tal, que competiría con un canal de inversión china a través de Nicaragua, ha sido de interés geopolítico para los Estados Unidos, incluso una fantasía de control colonial antes de la independencia centroamericana. De acuerdo con periódicos como La Prensa y LaTribuna, que parecían regurgitar los comunicados de prensa gubernamentales textualmente, la ZEDE de Amapala siempre estaba a solo meses de lanzarse. Eso duró varios años.
Firmas de Corea del Sur contratadas por la agencia de cooperación surcoreana KOICA llevaron a cabo estudios de factibilidad y completaron un Plan Maestro para la ZEDE del sur en el 2015, en ambos casos los estudios no se hicieron públicos. Los realizadores de los estudios no tuvieron contacto con las comunidades que viven en la Península de Zacate Grande o la Isla del Tigre y se sabía muy poco de su proyecto y sus visitas a la región. Lo que sí fue compartido de este estudio de factibilidad fue que la ZEDE en el departamento sur de Valle tendría 3 puntos: Amapala, donde estaría el puerto; una pequeña parte de Nacaome, donde se ubicaría un centro de estudios agro-industriales; y Alianza, en un sitio en la frontera con El Salvador, el cual sería un centro de almacenamiento y comercio. En una entrevista en septiembre de 2016, Octavio Sánchez, del Comité para la Adopción de Mejores Prácticas (CAMP) me comentó que habían alrededor de quince memorándums de entendimiento para la ZEDE de Valle firmados por varias empresas, incluyendo estadounidenses y asiáticas. Por supuesto, se me negó mayor información. La supuesta inminencia del proyecto resultó como una distracción tanto para el público como para mí misma.
Sin embargo se sabía de otros planes que circulaban. En el 2011, Future Cities Development liderado por Patri Friedman, fundador del Instituto Seasteading, y la empresa de Michael Strong llamado MKG, firmaron un memorándum de entendimiento con Coalianza, bajo la administración de Lobo, para una ciudad semi-privada. Aunque Friedman declaró en una entrevista que no se había ofrecido un sitio específico para la «city-stead» de Future Cities, los medios hondureños reportaron que el proyecto sería en la municipalidad de Trujillo en la costa norte, un territorio mayormente garifuna afro-indígena que ha sido de gran interés para el desarrollo de las ZEDE. En el 2012 la Corte Suprema de Justicia emitió sentencia en contra de las reformas constitucionales para las ZEDE (en ese entonces denominadas Regiones Especiales de Desarrollo) poniendo fin al proyecto con Future Cities Development, sin embargo la compra ilegal de tierra por inversionistas canadienses para turismo a gran escala persistió, lo que muchos creyeron que era un sitio de pruebas para una ZEDE futura en Trujillo.
En el 2014, los miembros de la Oficina Presidencial de las ZEDE (compuesta por dos personas en ese entonces, resaltando la falta de capacidad y recursos materiales asignados al proyecto) me contaron que había doce ZEDE en proceso. Luego de preguntar, pude obtener que uno de estos proyectos de interés era una ZEDE de turismo médico en Gracias, Lempira, un proyecto que no ha avanzado en los seis años subsiguientes. Hubo también intentos de instalar una ZEDE en Suyapa, justo afuera de la capital de Tegucigalpa, aparentemente para convertir a la Basílica de la Virgen de Suyapa en un tipo de zona de turismo religioso. La organización comunitaria detuvo exitosamente ese proceso en marcha, y ha permanecido mayormente fuera del radar nacional. En el 2015, la misma oficina me contó que había cuatro grupos de inversionistas elaborando propuestas para ZEDE, pero me negaron información más específica.
Hablé con Guillermo Peña Panting de la organización libertaria Eleutera, quien dijo estar elaborando una ZEDE de diversas industrias, ubicada en la ciudad de San Pedro Sula o alrededores. Dijo estar en contacto con el gobierno de EE. UU. sobre cuestiones de transparencia, pero nada concreto aún. La razón por la que pedí hablar con Panting fue debido a su presencia en un evento promocionando las ZEDE en San Francisco al que atendí ese verano, co-organizado por el Instituto Seasteading. El Presidente Hernández canceló su participación en ese evento a último minuto. El evento provocó una ruptura pública entre el CAMP en Honduras y los inversionistas tecno libertarios de Silicon Valley quienes habían abanderado las ZEDE como una oportunidad novedosa para experimentar con «ciudades startup» y «ciudades flotantes» autogobernadas. La tensión se basaba en un choque entre la retórica de “mejores prácticas” del CAMP y la de “gobernanza experimental” de estos tanques de pensamiento. A partir de allí no se sabía qué tan probable era la participación de estos grupos de tendencia libertaria en las ZEDE, aunque en una entrevista con Patri Friedman, me dijo que retomaría un proyecto en Honduras si se presentaba la oportunidad.
Hubo cansancio en el país sobre un asunto que parecía estancado y con crisis más apremiantes que atender: la persecución de líderes comunitarios y ambientalistas, acaparamiento de tierras, privatización del sector público, y la evidencia cada vez mayor de enlaces entre altos mandos en la administración de Juan Orlando Hernández y cárteles de la droga. Hernández viajaba periódicamente a la Isla del Tigre en Amapala declarando que «el tiempo del Sur ha llegado», pero nada llegó jamás. La promoción entusiasta jugó un rol tan grande en la producción del imaginario de las ZEDE y la construcción de poder del Estado, que era imposible determinar cuáles declaraciones, si es que alguna, eran ciertas. El gobierno de Honduras negociaba en lo que la antropóloga Anna Tsing llama una «economía de apariencias» y parecía que el esfuerzo para atraer la inversión dependía en el espectáculo y en la pretensión de que este proyecto fallido progresaba.
En 2015 pude obtener copias de los planes para una ZEDE que envolvería dos municipalidades —Trujillo y Santa Fe—, pero sólo porque las obtuve de una fuente anónima. Los estudios fueron conducidos por el arquitecto Dino Rietti a través de Coalianza, la agencia de promoción de alianzas público-privadas del país. Describían una ZEDE de múltiple función de alrededor de 866 kilómetros cuadrados (el área designada variaba en los documentos) y una inversión total de 1 898 850 000 de dólares en las primeras etapas, repleta con una zona de desarrollo de bienes raíces y turismo, una zona marítima, zona de manufactura, zona agrícola industrial, zona de conservación, y el Puerto Castilla que sería concesionado a una compañía llamada BDR. Era un plan de ordenamiento territorial bajo el esquema ZEDE.
Cuando entrevisté a Rietti en la sede de Coalianza, me describió un proyecto de ciudad fantástico una mezcla de la ciudad de Miami con los famosos canales de Venecia, antes de llevarme apresuradamente fuera de su oficina. Las comunidades de Trujillo y Santa Fé han estado en alerta alrededor de la especulación sobre las ZEDE en sus tierras, pero el proyecto nunca se desarrolló.
Supe de un esfuerzo para constituir una ZEDE minera en los departamentos del norte en Olancho, Yoro, y Colón porque pagué 110 dólares —un costo prohibitivo para la mayoría en Honduras— para asistir al Congreso Internacional de Minería en el hotel de lujo Clarion en Tegucigalpa, en julio del 2015. De acuerdo a la presentación, llamada Parque Minero en Olancho, la ZEDE se llamaría Mamucol, por la Mancomunidad Mamucol (la mancomunidad es una alianza de gobiernos municipales) y abarcaría hasta 27 licencias de exploración minera para oro y óxido de hierro, de las cuales un estimado de 4 o 5 serían viables para extracción. Según la presentación, estas 4 o 5 minas duplicarían el producto interno bruto atribuido a la actividad minera. La ZEDE Mamucoy incluiría un distrito de energía en su extremo sur con un proyecto de biomasa en el bosque de Agalta. Finalmente, según mis notas, aproximadamente 10 000 hectáreas de bosque tropical preciado serían plantadas para su exportación, lo que generaría billones de dólares en los siguientes 25 años. Ese proyecto se llamaría Proyecto Agalta y se ubicaría ventajosamente cerca de los puertos tanto de Castilla como de Cortés, en la costa norte.
Rastreé este proyecto hasta Fundemun, una ONG hondureña creada para brindar asistencia técnica en desarrollo a gobiernos municipales. Según un Convenio Interinstitucional firmado en diciembre de 2014, Fundemun recibió 15 millones de lempiras de fondos estatales (alrededor de 615 940 dólares) en el 2014 como asociación público-privada a través de Coalianza. Los fondos fueron apropiados a través de la Orden Ejecutiva #068-2014, en la cual el presidente Hernández creó lo que se llamó el Programa Nacional para el Desarrollo de Empleo e Ingresos en la Energía Comunitaria para una Vida Mejor. Esta Orden Ejecutiva declaró la producción de energía en biomasa un asunto de interés nacional y asignó fondos para que Fundemun ayudara en el desarrollo de este sector.
En una entrevista que agendé con la organización, conocí que Fundemun trabajaba en la parte de energía de biomasa de la propuesta ZEDE discutida en el congreso de minería. En ese entonces en el 2016, trabajaban con el alcalde de San Esteban, Olancho, y la organización estadounidense de caridad HOI para desarrollar una ZEDE que produciría biocombustible del bosque del Valle de Agalta. Un oficial de Fundemun, quien pidió no ser citado con su nombre, me contó que buscaban incluir la ZEDE en un acuerdo entre países para que pasara desapercibida . En ese entonces, me ofreció compartir documentos sobre el proyecto de la ZEDE en el Valle de Agalta solo si firmaba un contrato de confidencialidad, presentándome un abogado y una pila de documentos allí mismo. Elegí no firmar, porque información que no podía publicar me era de poca utilidad y el mantenerla me haría cómplice en las prácticas de secretividad del estado hondureño. Les pedí que me enviaran el acuerdo que querían que firmara para revisarlo con un abogado, pero nunca lo hicieron.
A las personas en Honduras se les niega la información más básica sobre el funcionamiento de su gobierno, y esto permea en todo nivel. En la región del sur, se me dio repetido acceso a documentos de títulos de tierras que habían sido denegados por años a mis interlocutores en comunidades rurales, a pesar de ser documentos públicos. La Ley de secretos oficiales y de clasificación de la información, aprobada en el 2014, ha hecho aún más peligroso para periodistas e investigadores publicar información de interés público, criminalizando la distribución de información clasificada relevante a la «seguridad nacional». Como he explicado, de cierta manera mi privilegio como investigadora internacional me costeó el acceso, mientras en otras ocasiones se me negaba la misma información básica, al igual que a las y los hondureños. sobre un proyecto con tanto en juego para el futuro del país Ciertamente, elegí no entrevistar a algunos de los más altos niveles, tales como Ebal Díaz, quien fue investigado por la DEA al lado del presidente Hernández y su hermano «Tony» Hernández por casos de narcotráfico. Díaz fue uno de los arquitectos de la ley de las ZEDE y miembro del comité de máxima poder de su gobernanza, el CAMP, pero una investigadora tiene la responsabilidad ética de velar por su propia seguridad también.
En 2017, después de un evento de promoción en Tegucigalpa y tan solo semanas antes de una crisis electoral, se reportó que las empresas Energy Transfer, Port Royal, Lacthosa, Emco Group, Lamericom, Dong Ju, Raptor Mining, y Wonder Foods habían escrito cartas de interés en las ZEDE. Pero también parecía que los planes a gran escala para las ZEDE pregonados por el gobierno, tales como el puerto a gran escala en Amapala, tardarían mucho más ya que requerían un mayor nivel de inversión e infraestructura. Era probable que empresas a pequeña escala a cargo de terratenientes y/o tecno-capitalistas, como asentamientos residenciales y turísticos, o zonas industriales existentes sencillamente convertidas a un marco legal ZEDE, serían las primeras ZEDE, si es que alguna lo hacía, en avanzar. Esto es lo que estamos viendo con Roatán y Choloma. Pero es posible que estos proyectos de ser «exitosos» inspiren la confianza de los inversionistas y conlleven a ZEDE más extensas territorialmente. Los materiales de promoción de Próspera identifican a Cuyamel, Puerto Cortés, La Ceiba, Puerto Castilla, y Amalala como posibles sitios para sus próximos emprendimientos.
Del 2016 al 2017 trabajé con una ONG de garantías civiles para presentar solicitudes de información a diversas agencias hondureñas bajo la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública. Una de los objetivos principales que teníamos era conseguir la lista actual de miembros del Comité para la Adopción de Mejores Prácticas (CAMP), el comité presidencial con la facultad de aprobar nuevas ZEDE. El CAMP que fue ratificado por el Congreso en el 2014 estaba repleto de oficiales estadounidenses de la era Reagan, pensadores libertarios y neoliberales internacionales, y empresarios, pero el CAMP tiene la habilidad de reemplazar sus miembros y llenar sus vacantes sin buscar aprobación del Congreso. En entrevistas, varios oficiales hondureños me dijeron que la composición del CAMP había cambiado significativamente desde el 2014. Cuando pregunté quiénes actualmente servían en la comisión, la respuesta fue siempre que no me podían decir.
Con nuestro acto de libertad de información pretendíamos saber quién fungía actualmente en el CAMP, ver el Plan Maestro para la ZEDE de Valle y saber qué otras ZEDE estaban en consideración, de ser así. No conseguimos la información. Acerca del CAMP, la Casa Presidencial respondió que no manejaban la información al respecto y nos dirigieron a una “Dirección Ejecutiva” de las ZEDE, un ente que no existía en alguna ley del país. Esta no respondió. Solicitamos al Instituto de Acceso a la Información Pública de Honduras contestar una pregunta de alta importancia legal y constitucional para el país: ¿El Comité para la Adopción de Mejores Prácticas y el Secretario Técnico establecido en la Ley Orgánica de las ZEDE son sujetos obligados de acuerdo con la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública? Es decir, ¿este ente se rige bajo la ley nacional del país? Por lo tanto, no fue sorpresivo que el suscrito del acuerdo aprobando las ciudades ZEDE de Próspera y Morazán, Carlos Pineda Pinel, sea un actor desconocido en el proceso. Los hondureños aún no saben exactamente quiénes sirven en este cuerpo que esgrime un tremendo poder para entregar su territorio a inversionistas privados para formar sus propias formas de gobierno.
Cuando las noticias surgieron últimamente sobre la segunda ZEDE en Choloma, y que la propuesta para la ZEDE Próspera en Roatán fue presentada al CAMP por primera vez en 2017, un colega hondureño y yo lamentamos que «es imposible mantenerse delante de las ZEDEs». Pero ese es precisamente el punto.
Este argumento no es para nada sorpresa en Honduras donde se ha visto cómo las administraciones posgolpe han trabajado sistemáticamente para socavar la democracia y la transparencia. De hecho, podría parecer generoso, ya que la secretividad difícilmente es el aspecto más ofensivo del desarrollo de las ZEDE. En los años desde el golpe del 2009, hemos visto un afianzamiento del poder de redes corruptas narco-estatales. Como la Organización Franteral Negra de Honduras (Ofraneh), y la Asociación para el Desarrollo de la Península de, Zacate Grande (Adepza) y muchas otras organizaciones hondureñas han denunciado desde el 2010, las ZEDE nacen a raíz de este acaparamiento de poder y representan una violación al concepto de la soberanía popular para los pueblos de Honduras. Pueden ocasionar el despojo de tierras, como ha sido la tendencia con nuevas zonas económicas especiales y proyectos de «nuevas ciudades» alrededor del mundo. Los artículos 25 y 26 de la Ley de las ZEDE describen cómo las expropiaciones de la tierra deberán tomar lugar, permitiéndole al Estado ejecutar la expropiación para tomar la tierra que se considere necesaria para la zona o la expansión de la misma. Tanto la ZEDE Morazán en Choloma como la ZEDE Próspera en Roatán (así como los planes acá mencionados) chocan de cara con años de declaraciones del gobierno y sus asesores extranjeros de que se iba a dar el permiso para las ZEDE únicamente en territorios no habitados. En los años 2014 al 2017, el gobierno hondureño operó un sitio oficial de las ZEDE que declaraba, contrario a la Ley de las ZEDE, que los inversionistas necesitan ser dueños de sus tierras previo a proponer la ZEDE ante el CAMP. Pero hoy en día las comunidades de Roatán viven en la incertidumbre de una posible expropiación. No fue hasta el 24 de septiembre de 2020, después de la aprobación de Próspera, que se emitió una normativa (Normativa ZEDE 002-2020) acerca de estos artículos opacos en la Ley Orgánica de la ZEDE sobre la expropiación. Ofraneh también denuncia que La ZEDE Próspera no respetó el derecho de las comunidades de Roatán a la consulta libre, previa e informada, un derecho garantizado por el estado de Honduras y reiterado en la misma Ley de las ZEDE.
Aunque representan solo la punta del iceberg, comparto estos detalles de mi proceso investigativo ya que en muchos de los espacios en que circulo —en la academia y en el norte global— muchas de las ideas intrínsecas al modelo de las ZEDE mantienen su atractivo. Irónicamente, el valor de este modelo a menudo se enmarca en términos de «transparencia» o «Estado de derecho», cuando la verdad es lo contrario. Los inversionistas y promotores de las ciudades startup que entrevisté en los Estados Unidos creyeron que sus proyectos no estaban inexorablemente entrelazados con el contexto de la represión y los actos autoritarios de su principal socio de negocios, el gobierno hondureño. Algunos probablemente creen en la idea de que la justificación de la zona recae en su supuesta habilidad, una vez creada, de brindar a Honduras una alternativa a su «estado fallido». Pero declarar que estos proyectos son «más democráticas que la democracia» es infundado e ilógico. Las ZEDE deben ser entendidas como una extensión de la falta de transparencia y las violaciones que las produce.
Cierto día de esta semana estábamos descansando en casa, eran más o menos las ocho y treinta de la noche, había dejado de llover y solo sentíamos el olor a tierra mojada y el aire fresco que quedó después de la lluvia. Rápidamente la calma acabó, escuchamos un par de gritos que venían de la casa del lado, en casa creímos que era un robo o algo parecido. Decidí salir al corredor y percatarme un poco de la situación, ya que imaginamos que alguien podía estar en peligro. Pero entonces lo vi: uno de los vecinos estaba ebrio y agrediendo a su compañera de hogar.
En ese instante pensé en ir y tratar de dialogar con él para que de alguna manera las cosas no pasaran a más, sin embargo había una parte de mí que me lo impedía, ya que pensé que no era buena idea intervenir en asuntos de familia que no me corresponden, y tratar de hacerme «el héroe» no es algo que me agrade tanto que digamos. Finalmente decidí ir porque pensé en que no se trata de jugar a ser el héroe sino sentir un poco de empatía ante estas situaciones.
Salí de casa, no sin antes llamar al 911, para reportar el caso. Estaba nervioso y lo único que se me ocurrió fue acompañarme de mi perro. Al salir, mi sorpresa fue encontrarme con los otros vecinos, que también se acercaron para ver de qué manera podían apoyar a la vecina. En mi barrio nuestras casas están muy cercanas, por lo que al dar un par de pasos ya nos encontrábamos frente al portón presenciando una escena terrible: el hombre le gritaba a su esposa amenazas y palabras soeces. Ella al no tener cómo defenderse, únicamente agachaba su cabeza, como rogando para que esa pesadilla que estaba viviendo terminara.
Supuse desde que colocamos un pie frente al portón de esa casa que lo que venía no sería agradable. Con toda la amabilidad posible, junto con los vecinos, llamamos al señor para que se acercara y platicara con nosotros, obviamente la intención era hacer tiempo mientras la policía aparecía y dejar las cosas en manos de ellos. Estaba ebrio y a juzgar por lo que vi, creo que el alcohol le desinhibe una cantidad desmedida de enojo e ira. Con un poco de nervios, le hice un par de comentarios para que pudiera entablar una plática conmigo, sin embargo no dejaba de gritarle a su esposa y, en honor a la verdad, me animaba a darle un puñetazo, pero hacer eso tampoco era una solución, simplemente reconozco que lo pensé y por un momento creí que era una posibilidad.
En ese tratar de calmarlo y de escuchar sus constantes expresiones denigrantes —también para los que estábamos presentes— el tiempo se fue rápido, o al menos eso imagino, ya que pude divisar luego de un corto rato una patrulla de la policía nacional enviada tras la llamada al 911. Fue un alivio enorme, puesto que ya no teníamos otra estrategia para tratar de disuadir al que ahora había dejado de ser solo «nuestro vecino» y se había convertido en un agresor. La policía se acercó y después de un par de preguntas realizadas por el oficial, procedió a entrar al hogar, llevarse al agresor y decirle a la joven que era necesaria una declaración en contra de él.
Ella después de la agresión le dijo a los oficiales, casi susurrando, que no podía denunciar a su esposo, ya que tenía miedo de una posible represalia y que después de todo él era el padre de sus hijos, agregó que tampoco podía porque después no habría quién llevara comida al hogar.
De alguna manera, yo entendía su posición, entonces decidí buscar mi teléfono y comunicarme con una amiga psicóloga que pensé nos podía ayudar. Me acerqué a ella y le dije: «me gustaría que pudiera hablar con una amiga que se llama Meulin, ella es psicóloga, de mucha confianza, podrá darle un par de consejos sin llegar a señalar o juzgar».
El oficial de policía subió al agresor y se lo llevó a la patrulla quien desde ahí se dirigió a mí con insultos. Antes de irse, el oficial insistió a la vecina que tenía que interponer una denuncia en la jefatura de estación policial. Yo decidí intervenir de nuevo y le dije al oficial que le diera un poco de tiempo para que tomara un poco de aire y que si ella se animaba a denunciar, personalmente la iba acompañar. El oficial se retiró y me dijo que la decisión debía tomarse lo más pronto posible, puesto que no podían tener al hombre detenido tanto tiempo sin muchas pruebas. De manera inmediata pensé y dije entre dientes que la cara de terror de la muchacha era suficiente prueba, pero el sistema de justicia de nuestro país tristemente es así.
Cuando la patrulla se fue, recibí una respuesta de Meulin, mi amiga psicóloga. Ella me sugirió que le comentara a mi vecina que lo ideal, en estos casos, es no tener miedo de denunciar, si así lo desea. También me dijo que a pesar de que las autoridades no tienen un buen manejo, existen organizaciones que pueden ayudar en estos procesos, que en realidad las víctimas no están solas y es importante hacerles ver que no tienen la culpa y que pueden salir de esa problemática que les afecta su salud mental y física porque además estos casos muchas veces suelen terminar en tragedias.
Entendí, en cierto modo la presión que sentía mi vecina, así que decidí irme para que descansara, pero le hice saber lo último que me dijo Meulin: «cuando hay hijos de por medio los más afectados son ellos, ya que cargan con gran responsabilidad ante esta problemática, tienen que ver el sufrimiento de su madre y ellos sufrir maltrato por algo que no comprenden. Muchas veces sienten culpa, lo que genera mucha ansiedad sobre ellos y en un futuro eso seguramente afectará en sus relaciones interpersonales».
Los vecinos y yo nos retiramos del lugar reiterándole nuestro apoyo. Luego de eso Meu y yo, seguimos hablando un poco del tema y me comentó que según los últimos reportes e investigaciones de diferentes oenegés, en este tiempo de pandemia los casos de violencia intrafamiliar y de género han ido en un aumento desproporcionado.
Se han realizado estudios que indican que la población hondureña en un cuarenta por ciento está consumiendo alcohol en este tiempo de confinamiento y que la mayoría de estas causas es la depresión u otros trastornos y el desempleo que genera impotencia. Sin duda es una situación terrible la que las familias están viviendo en medio de la cuarentena y más aún con la precaria situación que se vive en el país, al parecer no salimos de una para entrar en otra.
Meulin me comentaba que las autoridades realmente no están listas para tratar este tipo de situaciones, ya que no actúan como debe ser ante denuncias por este tipo de abusos. Históricamente estos casos han sido mal manejados, incluso los han querido resolver dándoles categoría de simples «peleas maritales», «ya se le pasará al marido, o sólo anda tragueado, no pasa nada». El asunto es que sí pasa algo y es que después de situaciones como estas nace o se refuerza el miedo y la dependencia, surgen las peleas, gritos, ocurre violencia física en la que se involucran a las personas que viven en el hogar, pueden ocurrir muertes o separaciones donde se puede dar hasta la migración por escapar de ese problema.
Días después de lo sucedido, supe que la vecina decidió interponer la denuncia y las autoridades le dieron al agresor una orden de alejamiento y de responsabilidad sobre el cuidado y alimentación de los hijos. Mi vecina retiró la denuncia, sin embargo ahora vive separada del agresor, y gracias a grupos feministas de la zona, tuvo la oportunidad de obtener un empleo y así tratar de reconstruir su vida.
Con mucho ánimo y con la esperanza de llegar hasta Estados Unidos, casi 3000 migrantes salieron de Honduras la semana pasada. No hubo mayor intento por parte del Gobierno de Honduras de frenarles el paso como en las caravanas anteriores. Esta vez fue el Gobierno de Guatemala que respondió con una estrategia de contención y persecución de los migrantes. El muro de Trump por extensión, logró fragmentar y evitar que la caravana llegara a la frontera con México.
«Yo dije que ni loca me iba a ir así, en las caravanas. Pero la situación llegó a un extremo donde ya no sabía qué más hacer. No teníamos otra opción que irnos», dice Telma, un poco fatigada. En una mano carga un cartel «Emigramos para heredar a nuestros hijos un futuro mejor lejos de violencia». Con la otra sostiene con fuerza la mano de su hija de 11 años mientras caminan a la orilla de la carretera en Izabal, en el nororiente de Guatemala.
Es sábado 3 de octubre, el tercer día de la caravana migrante más reciente que salió de San Pedro Sula en Honduras el pasado miércoles 30 de septiembre. Han pasado las tres de la tarde y la temperatura asciende a más de 30 grados centígrados. Telma está agotada. Pasaron la noche en una gasolinera donde apenas durmió y comenzaron a caminar en la madrugada. Su hijo de 7 años se cansó y su papá, Raúl, el esposo de Telma, lo lleva cargado en los hombros. Como miles de personas durante la pandemia, Raúl perdió su trabajo en la fábrica de hilos y mechas donde llevaba tres años. Para agosto, en Honduras se habían perdido 600 mil empleos, según estimaciones del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP).
Aparte de encargarse de la casa, Telma, de 31 años, se dedicaba a trabajar como estilista en Choloma, departamento de Cortés en el norte de Honduras. Por el miedo a que sus hijos se contagiaran dejó de recibir clientes en la casa, y muchos de ellos, por la misma precaución, tampoco querían recibirla en servicio a domicilio. Ya debían tres meses de alquiler y comenzaron a acumular deudas para pagar sus gastos, incluso para tener comida y agua, que recibieron de vecinos y amigos.
Mujeres y niños, integrantes de la caravana migrante de hondureños, se acercan a la ciudad de Guatemala, luego de 3 días de camino desde San Pedro Sula, Honduras. Ciudad de Guatemala, Guatemala.
«Nuestros niños necesitan una mejor educación que la que tenemos en Honduras. Arriesgamos nuestra vida constantemente. Un día estaba haciendo un planchado y a dos casas de mi casa, mataron a una persona, así es todo el tiempo. Mis hijos no pueden salir a jugar y uno por el temor no sale ni a la esquina. Vivimos encerrados», dice Telma.
En 2019, Choloma se convirtió en el tercer municipio más violento de Honduras, con 263 homicidios en el año según estadísticas de la Policía Nacional de Honduras, solamente superado por San Pedro Sula en ese mismo departamento con 438 homicidios y por el Distrito Central, Tegucigalpa, con 528 muertes violentas. Y aunque las restricciones por la pandemia incluyeron un toque de queda a nivel nacional, esto no influyó significativamente en la dinámica de violencia dentro del país, los tres departamentos con más homicidios mantuvieron su tendencia y en el país ocurrieron hasta agosto 2199 homicidios.
Entre la violencia diaria y la profundización de la precariedad por pobreza que causaron las restricciones en la pandemia, Telma y su familia optaron por abandonar su país, su gente y su casa, en la que ya debían tres meses de alquiler, para encontrar mejores oportunidades afuera. Delante y detrás de ellos, se extiende una fila de unos 200 connacionales. Sus sombras se alargan en el sol de la tarde. Es el último grupo grande que queda de esta caravana, pero todavía no lo saben. Aún les faltan más de 300 kilómetros para llegar a la frontera El Ceibo en Petén, donde quieren cruzar a México. Uno tras otro pasan los camiones del ejército de Guatemala o las patrullas de la Policía Nacional Civil (PNC) en dirección opuesta, cargados con migrantes. Se saludan a gritos y porras, unos viendo un futuro posible y otros, una expectativa frustrada.
El último grupo numeroso de la caravana migrante camina en sobre la carretera que conduce a Petén. Izabal, Guatemala.
Cada día y cada kilómetro la caravana se fragmenta más. De las aproximadamente 3 mil personas que salieron de Honduras, más de 2 mil habían sido ya retornadas a la frontera de El Corinto el sábado, según los datos del Instituto Guatemalteco de Migración.
«Lo que más miedo me da es la Migración, que me regresen después del esfuerzo que he hecho» dice Telma. Su grupo continúa, pero cada vez los recesos son más frecuentes. Cualquier lugar que ofrece un poco de sombra alivia los pies cansados.
Un tráiler de transporte pesado frena despacio frente al grupo. El piloto saca medio cuerpo por la ventana. «Oigan hermanos, más adelante hay un retén grande de soldados», grita antes de seguir su ruta hacia el sur.
Un grupo de hondureños camina hacia el departamento de Petén, intentando alcanzar el punto fronterizo de El Ceibo. Izabal, Guatemala.
Los peones de Trump
Como en las caravanas anteriores, esta fue organizada a través de grupos en redes sociales y whatsapp, donde las convocatorias comenzaron a circular desde mediados de septiembre para que personas de diferentes departamentos de Honduras se unieran. El punto de encuentro fue la terminal metropolitana en San Pedro Sula, de donde estaba programada la salida para el 1 de octubre a las 4 de la mañana.
En Guatemala aún no era un tema viral la llegada de una nueva caravana. El 24 de septiembre, el Instituto Guatemalteco de Migración anunció que su director, Guillermo Díaz, se había reunido con los gobernadores de los departamentos de Chiquimula e Izabal, con el objetivo de coordinar un sistema de alerta temprana porque se tenía conocimiento de «que el único fin de estas personas que conforman las caravanas es llegar hacia este país del Norte [Estados Unidos]».
No fue sino hasta la tarde del 1 de octubre, cuando alrededor de 2 mil personas ya habían ingresado a Guatemala, que el Presidente Alejandro Giammattei se pronunció en uno de sus ya comunes y temperamentales mensajes a la nación. Describió la caravana como grupos violentos «que utilizan niños no acompañados, están haciendo escudos humanos con mujeres y ancianos y están vulnerando a nosotros los guatemaltecos».
Como parte de lo que Giammattei calificó como una «estrategia de contención», declaró estado de prevención en los departamentos de El Progreso y Petén, y en los cuatro departamentos que tienen frontera con Honduras, Jutiapa, Chiquimula, Zacapa e Izabal, con el objetivo de bloquear el ingreso de la caravana. Un muro de soldados y derechos restringidos.
Un fuerte dispositivo militar hizo frente a la caravana de migrantes en la aldea Chocón, Livingston, Izabal, Guatemala.Un fuerte dispositivo militar hizo frente a la caravana de migrantes en la aldea Chocón, Livingston, Izabal, Guatemala.
El mismo día,1 de octubre, la Secretaría de Gobernación del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Migración, emitió un comunicado en el que advirtió sanciones penales para las personas que ingresen al país como parte de la caravana por romper los protocolos de salud. El día siguiente, el Gobierno mexicano desplegó un contingente de agentes de la Guardia Nacional a las orillas del río Suchiate, que separa a México de Guatemala, y el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, comentó en conferencia de prensa que le pareció extraño que surgiera una nueva caravana a un mes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, algo que varios usuarios habían comenzado a opinar también en redes sociales.
En Honduras, la vicecanciller Nelly Jerez dijo a medios de comunicación locales que existían 11 líneas de investigación para determinar responsabilidades a los organizadores de estas caravanas. «Hoy en día nos estamos enfrentando a un fuerte tráfico de personas de cualquier edad, donde por igual tranzan con niños, jóvenes, mujeres y hombres.» Por su parte, el presidente Juan Orlando Hernández, en una conferencia de prensa, se refirió a la caravana aduciendo que «existe un movimiento político que desde ya hace bastante tiempo ha venido promoviendo este tipo de acciones» y aconsejó a los migrantes a no exponerse a los riesgos de la pandemia pero también a las medidas estrictas que han tomado Guatemala, México y Estados Unidos para frenar la migración.
A diferencia de otras caravanas, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mantuvo silencio.
Un joven integrante de la caravana descansa en la carretera, al fondo un fuerte contingente militar les impide el paso. Livingston, Izabal, Guatemala.
Para justificar las medidas contra la caravana, el presidente de Guatemala utilizó la pandemia por COVID-19. Migrar en tiempos de pandemia implica aún más riesgos que los que históricamente han tenido que enfrentar los migrantes. Las condiciones de viaje para los que huyen de la situación en sus países no aseguran acceso a alcohol en gel ni agua para desinfectarse. En el intenso calor, las mascarillas rápidamente se humedecen por el sudor y en los pequeños espacios que se encuentran para el refugio nocturno no es posible la distancia sanitaria entre las personas.
Telma, igual que muchas otras personas de la caravana, dice confiar en Dios y en las oraciones para combatir la COVID-19. Igual como lo ha hecho el presidente Giammattei, que varias veces durante la pandemia ha llamado a jornadas de oración y ayuno.
«No permitiremos que puedan venir personas a violentarnos y a poner en riesgo la seguridad sanitaria que tanto nos ha costado controlar. Si ustedes vieron los resultados del día de hoy de las pruebas de COVID-19, hemos tenido el día más bajo en contaminación y casos positivos. De casi 5 mil pruebas, solo el 14% resultaron positivas. Vamos por buen camino» dijo Giammattei.
Las medidas represivas y la reacción — con tintes xenófobos — de Giammattei ante las personas que formaban parte de la caravana migrante, contrastó con la forma en que celebró hace un mes el aumento de las remesas que envían los guatemaltecos desde Estados Unidos.
Sin caravanas, Guatemala, con su violencia y pobreza crónicas, sigue siendo el país de Centroamérica que expulsa más ciudadanos, tanto adultos como niñas, niños y adolescentes (NNA). Entre el 1 de octubre de 2019 y el 1 de septiembre de 2020, fueron aprehendidos en la frontera sur de Estados Unidos 23 mil 392 adultos, 7 mil 540 NNA no acompañados y 10 mil 392 unidades familiares. En el mismo período, fueron aprehendidos 21 mil 435 adultos, 3 mil 857 NNA y 9 mil 946 unidades familiares de Honduras.
Esta caravana hizo evidente que los países que expulsan a miles de sus ciudadanos con sus precarias condiciones, también los retienen a la fuerza para proteger el interés de Estados Unidos por frenar la migración. Un contradictorio rol que beneficia a ese país del norte pero que deja en el limbo de la desolación a grandes grupos de personas altamente vulnerables.
Un grupo de migrantes hondureños descansa en la aldea Tierra Colorada, de Livingston, Izabal, Guatemala, previo a continuar su viaje en caravana. Izabal, Guatemala.
Escudo de nadie
Mientras tanto, en Zacapa, unas nubes negras alertan desde las montañas la inminente llegada de un aguacero, común en esta época del año. Sentada en la banqueta, en el kilómetro 184 de la carretera que atraviesa Guatemala y conecta el Atlántico con la capital, encontramos a Tanya. Lejos de su casa, pero más lejos aún de su destino, México, donde piensa refugiarse. La madre de 29 años, no es el escudo humano de nadie. Ella decidió unirse a la caravana porque su vida corre peligro ante uno de los fenómenos que atormentan específicamente a las mujeres en el triángulo norte, y que sus gobiernos no han sido capaces de resolver, la trata de personas para la explotación sexual.
Hace dos años, Tanya –cuyo nombre real resguardamos por su seguridad– fue rescatada de una casa cerrada (centros clandestinos de explotación sexual) junto con otras mujeres y adolescentes por las autoridades en Belice. Desesperada por encontrar empleo, había caído en los engaños de una red que prometía trabajo bien remunerado como trabajadora doméstica en ese país. Pero al llegar, Tanya fue encerrada en una casa que funcionaba como bar. Las personas a cargo le explicaron que tenía que pagar su “deuda” con ellos por los costos del viaje y que trabajaría atendiendo a los clientes como mesera, con bailes y servicios sexuales.
Tanya junto a su familia huye de Honduras porque asegura que corre peligro de muerte, porque denunció a una red de trata de personas que la llevaron bajo engaños a trabajar a la fuerza a un bar en Belice. Gualán, Zacapa, Guatemala.
Tanya regresó a Honduras a finales de 2018 y declaró en contra de las personas que formaban parte de la red de trata a cambio de recibir protección como testigo. Una de las personas involucradas fue capturada y sentenciada, pero Tanya asegura que nunca recibió la protección prometida de parte del Estado hondureño. Atemorizada de que alguien de la red de trata buscara venganza, huyó de Honduras con la caravana de enero 2019 y consiguió asilo en México.
Guatemala, Honduras y El Salvador son países de origen, tránsito y destino de víctimas de la trata de personas. Según el Informe Global sobre Trata de Personas, para el 2018, 80% de las víctimas fueron niñas y mujeres. Especialmente las mujeres de escasos recursos, como Tanya, están en mayor riesgo ante las redes de trata que se aprovechan de la necesidad y la situación de vulnerabilidad de sus víctimas para someterlas a la explotación laboral y sexual.
El caso de Tanya es un ejemplo común de cómo operan estas redes. Reclutan a las víctimas en su país, las trasladan a otro lugar, las aíslan de su entorno y de su círculo familiar. En septiembre, Alex Mairena, investigador de la Dirección Policial de Investigación (DPI), asignado a la Unidad de Delitos Especiales, explicó en entrevista con Contracorriente que «las bandas de trata son internacionales y se interconectan con grupos que operan en otros países». El investigador hizo referencia a un caso, justamente en Belice, donde una mujer logró escapar. Ella denunció y logró no solo rescatar otras siete víctimas, dos de ellas menores de edad, sino también sentenciar a los responsables en Honduras.
A finales de 2019, la mamá de Tanya enfermó. Aunque significaba perder su asilo en México, Tanya decidió regresar a Honduras para cuidarla hasta su muerte unos meses después.
Hace dos meses escuchó el rumor de que uno de los acusados en su caso salió de la cárcel y gente conocida de su comunidad comenzó a comentarle que unas personas andaban preguntando por ella. En medio de la desesperación por sobrevivir durante la pandemia, Tanya revivió el temor, la desesperación y la necesidad urgente de huir. Cuando vio la convocatoria de la caravana, no dudó en unirse.
Mujeres y niños, integrantes de la caravana migrante de hondureños, se acercan a la ciudad de Guatemala, luego de 3 días de camino desde San Pedro Sula, Honduras.
La mayoría de los integrantes en esta caravana buscó llegar a la frontera en Petén, una ruta más corta pero conocida por ser peligrosa, no solo porque está desolada sino también porque es utilizada para el narcotráfico. Otros grupos pequeños y dispersos optaron por ir a la capital, para luego dirigirse a la frontera de Tecún Umán, departamento de San Marcos, la ruta más utilizada en las caravanas anteriores.
Por la seguridad de sus seis hijos, Tanya escogió la ruta larga, a través de la capital. Con su pareja invirtieron más de Q1000 ($124) en pasajes de bus, casi todo el dinero que se llevaron para el viaje, para llegar más rápido a la Ciudad de Guatemala. Se toparon con uno de los múltiples retenes de la Policía Nacional Civil, PNC, para detener la caravana y retornar a sus integrantes. Los agentes de la PNC pidieron la identificación a cada pasajero y uno por uno bajaron a los hondureños migrantes. En total 23 personas.
En esta caravana son menos las personas que han ofrecido jalón a las y los migrantes. Varios de ellos indican que los pilotos de camiones y tráiler tienen miedo de llevarlos, no por la pandemia, sino porque circulaban rumores de que se les podría retirar su licencia o multarlos. Para Tanya, la diferencia en el trato de las autoridades entre esta caravana y la de 2019 ha sido notoria.
«La primera vez que salí en caravana pues nos trataron bien en Guatemala, y en México ni se diga, excelente. Fueron muy atentos, nos dieron de comer y nos ayudaron con ropa también. Aquí pues se sabe que siempre nos tratan de lo peor, en Agua Caliente nos gasearon. Pero esta vez los policías se pasaron. En el bus nos dejaron entender que a empujones y con fuerza nos iban a bajar si no nos movíamos», cuenta Tanya.
En buses de la Policía, y en patrullas, los integrantes de este grupo de la caravana, fueron llevados de regreso a la frontera de Corinto. Livingston, Guatemala.
En el retén de Zacapa, otro bus es revisado por la PNC. Un hondureño más, cabizbajo y con sus sueños rotos, se une al grupo de los retenidos. El Instituto Guatemalteco de Migración y la PNC han insistido en que todos los retornos durante la caravana califican como voluntarios, pues no se les aplicó la prohibición de entrar al país durante dos años, como cuando una persona es expulsada.
Mientras esperan el bus que los lleve de regreso a la frontera El Corinto, un hombre reclama a la policía que no le había devuelto sus documentos de identificación. Visiblemente molesto, un agente le responde que al momento de subir al bus le darían sus documentos. No pierde la oportunidad para aclararle al hondureño, voluntariamente retenido pero sin opción de seguir su camino, de que si hubiera tenido el sello migratorio y una constancia de prueba negativa de COVID-19 podría haber seguido su viaje. «Si usted entra legal a nuestro país, no hay ningún problema, nadie les está negando el ingreso», dijo.
Dayanna solicitó refugio ante las autoridades de migración guatemaltecas.
Ante la llegada masiva de personas, los puestos de control migratorio y de salud en la frontera El Corinto colapsaron. El trámite por cada integrante habría tardado días, tal vez semanas. Varias personas de la caravana comentaron que en el lado de Honduras, las autoridades vendían el hisopado a 600 lempiras ($24). Entre pagar por la prueba o tener dinero para comida en el camino, la mayoría escogió la comida.
Una pareja que optó por pagar la prueba explicó que le dieron el resultado 24 horas después. Aún así, con la constancia y el ticket con sello migratorio, soldados del ejército de Guatemala bajaron a la pareja de un camión que les dio jalón, solo por ser hondureños. Ignoraron por completo los dos documentos. Fue hasta cuando llegó un delegado del Instituto Guatemalteco de Migración que la pareja pudo continuar su viaje hacia Estados Unidos.
El siguiente día, domingo 4 de octubre, Tanya y su familia ya estaban de regreso en su casa. Derrotada, asegura que lo más pronto posible intentarán nuevamente irse del país.
«He pasado tantas cosas que siento que en cada momento van a entrar a sacarme de la casa», expresa Tanya. Tiene miedo. Mucho miedo.
En buses de la Policía, y en patrullas, los integrantes de este grupo de la caravana, fueron llevados de regreso a la frontera de Corinto. Livingston, Guatemala.
El último bastión
El domingo amaneció brumoso luego de otra noche de fuertes lluvias. El grupo de migrantes, con ropa y zapatos aún mojados, ya se había reducido cuando llegó al retén del ejército en la aldea Chocón, kilómetro 312 en San Pedro Cadenas, en Livingston, Izabal. Telma, Raúl y sus hijos no aparecen. En la madrugada llegó la PNC para convencer al grupo de que se rindiera y que se dejara retornar a la frontera. «Más adelante sólo se pondrá más difícil», dijeron.
Aproximadamente 40 personas finalmente decidieron darse por vencidas luego de otra noche complicada. Según Migración, el total de personas retornadas ya sumaba más de 2 mil 900.
La cuarta noche de la caravana, una fuerte lluvia azotó a los migrantes.
Aresly, de 27 años, es firme. Ella no quiere regresar y no se deja asustar por los soldados que en formación de tres filas parecen preparados para enfrentar a una banda de delincuentes en este pequeño pedazo de carretera, entre puestos de reparación de llantas, palmeras y montañas. Tampoco se deja convencer por los intentos de parte de un capitán del ejército que asegura que las condiciones de vida y trabajo en Honduras están bien.
«Yo voy a esperar a que se quiten. Porque no es fácil venir desde allá y solo regresar, tanto que nos ha costado. Y allá no hay nada», dice la mujer que ha cruzado los más de 130 kilómetros en silla de ruedas.
Arely, en silla de ruedas, se unió a la caravana, junto a su hermano y su hijo, ella es madre soltera y viajó porque sufrió un derrame cerebral y dice que en el exterior puede recibir un tratamiento adecuado para recuperar su salud. Izabal, Guatemala.
A los 20 años Aresly sufrió dos derrames. Con ellos perdió la movilidad en sus piernas casi en su totalidad y con ellos su trabajo como recepcionista en un hotel. Desde entonces, ella, su hija de 5 años y su hijo de 11, quien la acompaña, dependen del apoyo económico del hermano de Aresly. Los médicos le dijeron que con la terapia adecuada, lograría volver a caminar. El problema es que no la puede recibir en Honduras, dice.
Su hermano trabajaba como repartidor para una empresa, pero fue despedido por los recortes laborales durante la pandemia. Frustrada por no poder hacer nada, Aresly decidió irse a Estados Unidos para buscar una fundación que la pueda ayudar para volver a caminar y así poder trabajar y proveer para sus dos hijos.
«Ustedes son el último grupo numeroso que se encuentra en esa región», dice Enrique Coronado, subdirector de control migratorio del Instituto Guatemalteco de Migración, quien llega con un grupo de delegados luego de casi 6 horas de estancamiento en el retén.
Este migrante parece estudiar la ruta a seguir en su camino hacia los Estados Unidos, mientras toma un descanso.
Este mensaje genera decepción en algunas de las personas de la caravana, quienes mantenían la esperanza de que otros grupos grandes aún estaban por llegar. Están solos y por más tiempo que pasa, se agotan y desesperan más. Esta vez la batalla no la ganarían los migrantes.
Cuando finalmente llegaron dos buses grandes para retornar a los migrantes a El Corinto, muchos de los hombres jóvenes que iban adelante, con la adrenalina hasta arriba, fueron de los primeros en hacer fila para subirse. Aresly observa desde la sombra de un árbol en la carretera como se desvanece la caravana, posiblemente la última en mucho tiempo. Aún resiste, pero es demasiado tarde.
«Es demasiado peligroso si nos quedamos aquí solos, y si no hay nadie más a la fuerza nos van a llevar», dice. Los buses ya se fueron, varias patrullas llenas de personas también. Poco después, la PNC la llevó en la parte trasera de un pick-up patrulla de regreso a Honduras.
Aresly regresó a San Pedro Sula triste, por tanto sacrificio y esfuerzo sin el resultado que esperaba. Pero no está derrotada. Al contrario, regresar para ver a su familia pasar hambre solo la hizo más determinada. Volverá a cruzar pronto con su familia, y sin la caravana.
La basura que el río Motagua arrastra desde Guatemala, invade cada año las playas del puerto de Omoa, en Honduras. Toneladas de plástico que han sustituido a los peces, el sustento de las familias empobrecidas que viven entre el acecho del mar y la contaminación. Para el año 2050 habrá más plástico que peces en los océanos del mundo, según el informe La nueva economía de los plásticos del Foro Económico Mundial y la Fundación Ellen MacArthur. En Honduras eso ya se ve en 25 kilómetros de playa en Omoa, este lugar que se han convertido en un botadero que afecta la endeble salud de sus comunidades pesqueras. A los pescadores les falta comida pero les sobra el plástico.
Omoa es un puerto hondureño que ha perdido su esplendor tras el avance agresivo de los proyectos extractivistas y los embates del cambio climático. Luego de la construcción de un rompeolas por parte de la empresa Gas del Caribe y arriba en la montaña con la construcción de hidroeléctricas en las 4 principales fuentes de agua del municipio: los ríos Cuyamel, Cortecito, Chachahuala y Malombo reduciendo la extensión del Parque Nacional Cuyamel, la biodiversidad marina y terrestre se ha visto afectada con sus corredores biológicos interrumpidos. Desde hace más de una década las comunidades pesqueras a la orilla de esta zona del atlántico hondureño han sido las más afectadas: desplazadas y condenadas al hambre.
En las comunidades de la Barra del Río Motagua y Barra del Río Cuyamel —quizá las comunidades más afectadas por el impacto de la erosión costera— viven 74 familias que dependen de la pesca, condicionada cada vez más por la expansión del plástico que procede desde Guatemala, a través del río Motagua. El plástico lo invade todo: las playas, el mar donde pescan estas comunidades, incluso los hogares.
Lesly Martínez y su hija Emily —la mayor de sus 3 hijas— se rebuscan en medio del plástico y los restos de ramas de árboles que el río Motagua ha arrastrado hasta el mar y hasta la playa de su comunidad. Todas las mujeres de la comunidad de la Barra del Río Motagua hacen lo mismo: van a la playa por plástico y trozos de madera que utilizan para encender sus hornillas de barro para poder cocinar sus alimentos sin importar que esto les produzca enfermedades respiratorias y dermatológicas.
Lesly y sus 3 hijas no son originarias de la comunidad de las barras, pero decidieron mudarse hasta aquí porque no tenían dónde vivir. Solo es cuestión de pocos años para que su casa, hecha de madera y levantada en pilones de concreto quede como tantas otras que se ven en esta playa, soterradas por la arena.
Si bien la erosión costera es un proceso natural que reduce las playas y les da nuevas formas por la acción de las olas, las corrientes marinas y los vientos fuertes. Otra de las razones por las que se produce el proceso de erosión de las costas es por la intervención humana: «el dragado, el desmonte de terrenos, extracción de áridos marinos, arena, gas natural, agua y solicitudes de ocupación de terrenos», son algunas de las causas, según el proyecto Coastal Risks Management- Atlantic Stakeholders network (CORIMAT).
Gustavo Cabrera, biólogo de la oenegé Centro de Conservación de Omoa explica que con los rompeolas que Gas del Caribe construyó, lo que sucede es que la playa se recupera del lado derecho y del izquierdo el mar devora todo a su paso. En Omoa hay casas hundidas en la arena y golpeadas con fuerza por el mar.
En relación al problema de la basura en las playas del municipio, el jefe de la Unidad Municipal de Ambiente de la Municipalidad de Omoa, Edimar Herrera, asegura que el gobierno local invierte hasta 40 000 lempiras en la limpieza de los casi 25 kilómetros de playa del municipio, pero en un municipio sin políticas públicas para el tratamiento de los desechos sólidos, esto se suma a la producción local de deshechos en un botadero a cielo abierto en medio del casco urbano, donde la basura se acumula y se quema emanando toneladas de gases de efecto invernadero del que no se tiene control a falta de un estudio que indique el impacto real de la basura en el municipio de Omoa.
El jefe de la Unidad Municipal de Ambiente en Omoa asegura que se ha gestionado con el gobierno central un proyecto por 60 millones de lempiras para la reubicación del botadero y el tratamiento de los deshechos, pero que después de 2 años sigue sin ejecutarse, aunque asegura que el proyecto está aprobado.
Francisco Díaz —presidente del patronato de las comunidades de la Barra del Río Motagua y la Barra del Río Cuyamel— cuenta que con el paso de los años «todo se fue escaseando, el campo de fútbol en el cual jugaba uno chiquito, ahora son lagunas, los peces abundaban, no podía bañarse uno porque se lo comía un tiburón». Ese paraíso a orillas del atlántico en el que este líder comunitario creció ahora es un territorio desolado lleno de basura, enfermedades y sin peces suficientes para la pesca que es la fuente principal de subsistencia de las comunidades de las barras. Francisco, a quien en su comunidad todos conocen como «Chico», explica que en la comunidad ya no se puede sembrar yuca y arroz, que viven de las donaciones. «Nuestro sostén es la pesca, pero le voy a decir que si no fueran instituciones que vienen a donar bolsas de comida nosotros muriéramos de hambre. Aquí ni cosechas podemos pegar porque el agua salada ha contaminado las tierras, no dan frutos», concluye.
Las enfermedades con mayor incidencia en el municipio son el resfriado común, asma, bronquitis, enfermedades dérmicas, diarreas, también las personas que padecen hipertensión y diabetes, según los datos recogidos en el Centro de Salud Dr. Rigoberto Milla. Karen Sevilla, doctora jefa de este centro de salud, cree que los escasos cuadros dermatológicos provenientes de las comunidades de las barras se debe a que «la basura en la playa está lavada con agua del mar».
Omoa se encuentra en el departamento de Cortés, uno de los departamentos que fueron focos de contagio cuando la COVID-19 llegó a Honduras—, en la actualidad, el gobierno hondureño a través de las instancias de comunicación oficial que el Sistema Nacional de Gestión de Riesgo (Sinager) ha habilitado para informar el avance y control de la pandemia en el país, únicamente arroja datos departamentales: el departamento de Cortés registra hasta la noche del 7 de octubre, un total de 24 093 casos (un 29.7 % del registro nacional) de los cuales se contabilizan 789 muertes y 10 332 recuperados. Omoa registró 41 contagios para COVID-19 hasta el mes de junio, según Sinager.
Cada año el municipio de Omoa recibe miles de toneladas de basura, que no se cuantifican a raíz de la falta de un proceso de tratamiento de los desechos. El gobierno local no tiene certeza del impacto de la basura en la salud de las comunidades más pobres del municipio y del impacto medioambiental, aunque el problema es uno que debe resolverse a nivel bilateral entre los gobiernos de Guatemala y el de Honduras: los años pasan, las comunidades de la Barra del Río Motagua y la Barra del Río Cuyamel se siguen hundiendo en la arena a raíz de la erosión costera y la basura se acumula a niveles impensables en las playas del municipio, convirtiendo a Omoa en un enorme botadero sin aparente solución.
Dicen que la juventud es la etapa más bonita, es el tiempo del primer beso, del primer viaje, de salir con amigos, hacer las travesuras del colegio, hacer chistes, hacer el ridículo, experimentar la vida. También es un momento muy decisivo porque es cuando nos encontramos a nosotros mismos, algunos se encuentran a sí mismos en el estudio, otros con su familia y otros nos encontramos gracias al arte. Kelvin Enamorado, Susan Dubon, y Alberto Pineda quisimos encontrarnos en este texto para hablar de Allan Sosa, amigo, soñador, artista que nos arrebató la violencia.
¿Qué pasa en un país donde los jóvenes son asesinados?, tal vez se van antes de encontrarse a sí mismos. Allan estaba en ese proceso justo cuando lo asesinaron. Todos sus conocidos lo definimos como un joven talentoso que ayudaba a otros jóvenes con sus dones, a pesar de tener muchas necesidades. Así lo recordaremos y así queremos que la sociedad entera lo recuerde y no solo como un número más.
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Soy Alberto Pineda y les voy a contar cómo conocí a Allan:
Allan Sosa fue un joven artista multidisciplinario, líder comunitario, un soñador y un amigo. Tuve el gusto de conocer a Allan, en un viaje que realizamos a Medellín, Colombia, con otras y otros jóvenes de distintos municipios de Honduras. En este viaje conocí a muchas personas y muchas historias que aún llevo conmigo. La de nuestro amigo Allan me llamó mucho la atención, pues era alguien a quien no conocía en ese momento y a simple vista mi percepción era que se trataba de una persona muy distinta al resto y que quizá no lograríamos construir una relación como la que tenía ya con otros amigos.
La primera tarde noche y parte del día siguiente la pasamos en Tegucigalpa, ya que desde allí partiríamos hacia Colombia, hablamos un poco y me dijo que era zanquero, hacía malabares, que podía andar en monociclo y que también bailaba breaking, esto último obviamente me llamó más la atención, ya que yo también bailo breaking, y todo se volvió más interesante y quise saber qué más hacía y cómo lo hacía.
Recuerdo que cuando llegamos a Colombia visitamos la casa de la cultura de Bello, Medellín. Conocimos a muchos artistas: bailarines, pintoras, bandas sinfónicas, un grupo de violinistas conformado por mujeres, grupos de teatro, zanqueros y un hombre que hacía retratos con sus pies. Uno de los zanqueros andaba un par de zancos canguros o saltarines, y Allan estaba emocionado mirándolo y comentando sobre aquellos zancos, ya que nunca había visto unos de ese tipo. El chico que andaba los zancos le preguntó si los quería probar y Allan no dudó en subirse a ellos. Los disfrutó al máximo, tanto que era hora de irnos de ese lugar y Allan seguía subido brincando por todo el lugar. Esto causó mucha emoción en nuestros amigos colombianos al ver su alegría mientras los usaba.
Un día visitamos una de las bibliotecas de Bello, y allí le llevaron un par de zancos a Allan como obsequio. Aún tengo presente su rostro lleno de alegría, se le rodaron las lágrimas de pura felicidad. Esto me conmovió y me hizo pensar rápidamente en el primer día que llegamos a Colombia y nos tocó presentarnos. Allan dijo su nombre, las disciplinas artísticas que realizaba y que esperaba aprender mucho de ellos, pero que también esperaba que ellos aprendieran de él. Era un buen líder y a pesar de su edad era alguien con mucho potencial.
En poco tiempo ya había muchas anécdotas con Allan, era gracioso, hiperactivo y tenía muchas ansias de aprender. Bailamos juntos un par de veces en Colombia y en Comayagua, compartimos momentos que han marcado mi vida de manera positiva.
El 10 de septiembre, me llamaron para informarme sobre la muerte de Allan, que lo asesinaron la noche del miércoles 9 de septiembre. No supe cómo reaccionar pues todos estos recuerdos con él se me vinieron a la mente. Ni siquiera pudimos ir a su velorio porque podía ser riesgoso.
Sentí tanta impotencia por no poder manifestar mis condolencias a su familia y amigos y no poder darle la última despedida. Me da rabia el simple hecho de ser joven en este país, en nuestra sociedad, en nuestra comunidad, en nuestro barrio. Me enfurece tanto que una vez más la violencia nos quita un joven, nos quita un líder, nos quita un amigo, nos quita otro ser humano.
Me hace pensar en que quizá no estamos haciendo bien las cosas. No estamos trabajando como se debe para parar todo esto. Para las autoridades él pasó a ser una cifra más, un indicador más, una noticia más. Para nosotros sus amigos y amigas, hermanas y hermanos, familiares, conocidos y compañeros, Allan será siempre un joven artista multidisciplinario, líder comunitario, un soñador y un amigo.
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Soy Susan Dubón, así recuerdo a Allan:
El dolor que ha dejado en quienes lo conocimos es profundo, pensamos todo lo que pudo ser de su vida si tan solo existieran más oportunidades y si esta sociedad y las instituciones del Estado no rechazaran nuestras formas de pronunciarnos ante la exigencia de derechos para seguir haciendo arte.
Con Allan nos acompañamos en procesos institucionales de arte, lo cual fue claudicando poco a poco debido al prejuicio que impera en Choloma, una ciudad estigmatizada por la violencia, ubicada al norte de Honduras. Después de tantos años de poner el pecho para la juventud creyendo en la institucionalidad, tuvimos que salir de allí (o más bien nos sacaron) e intentar hacer nuestras vidas con las herramientas que nos encontrábamos en el camino, nuestra consigna era «El arte salva vidas», y en realidad, cuando estábamos activos y activas las cosas eran diferentes.
Me llena de rabia e impotencia saber que este gobierno no brinda las oportunidades a las y los jóvenes para que podamos avanzar en nuestras vidas y tener acceso a educación de calidad, a un trabajo para mantener nuestra economía estable y sobre todo la oportunidad de poder decir y proponer nuestros proyectos, nacidos de ideas que parten de realidades crudas que se viven en las comunidades invadidas de violencia.
Recuerdo que Allan siempre tenía una voz para motivar y con su presencia en el grupo artístico las cosas se animaban cuando estábamos en circunstancias de caída del grupo. Llevaba la voz cantante y era multidisciplinario, él usaba sus zancos al mismo tiempo que percutía el tamborín para acompañar la comparsa que llegaba a alegrar la comunidad donde íbamos a presentarnos. Allan reflejaba alegría, la transmitía cuando llegaban niños y niñas a ver los zancos hacer su show, eso nadie se lo quitara, toda la felicidad que brindó a las y los demás con su característica simpatía.
Su hermano Jefry fue asesinado dos meses antes que él, es inimaginable el dolor de su madre y sus hermanas. Para nosotros sus amigos resulta insoportable la idea de que se hayan ido siendo jóvenes que no solo trataron de seguir adelante, sino que también se esforzaron para reducir la violencia en la zona, irónicamente su partida fue de la manera más violenta.
Ahora Allan es una estrella que sigue brillando en nuestros corazones, y por siempre su influencia vivirá y su entusiasmo encenderá nuestra fuerza para seguir en los caminos de reivindicar el arte para la comunidad.
Son demasiados recuerdos compartidos y estas palabras son para recordar la vida de Allan, como amigos y como artistas también daremos homenaje haciendo arte, que fue lo que unió nuestras vidas.
Por: Knut Walter y Otto Argueta*
Fotografías: Deiby Yánes
Introducción
Para inicios de marzo de 2020, justo antes de que la pandemia por COVID-19 fuera la preocupación central del nuevo gobierno de Guatemala, el presidente Alejandro Giammattei había decretado cinco estados de prevención en diferentes municipios del país con el argumento de enfrentar a grupos criminales y pandilleros dedicados a la extorsión y el narcotráfico. Los estados de prevención no han durado menos de seis días y no pueden, por ley, superar los quince. Se movilizaron miles de miembros de la Policía Nacional y del Ejército en operativos de saturación del espacio público a través de puestos de registro y patrullajes, utilizando equipo móvil terrestre y aéreo. De manera inmediata, el gobierno atribuyó a esos operativos el éxito de haber reducido los homicidios y desarticulado bandas delictivas.
Los estados de prevención reactivaron la participación masiva del Ejército en la seguridad pública que había sido reducida desde 2018. Asimismo, el Ministerio de la Defensa recibió un aumento de 99 millones de quetzales respecto del presupuesto del año anterior, sumando un total de 2627 millones de quetzales para 2020. Fue el ministerio que recibió el mayor aumento presupuestario después del de educación. En sentido contrario, al Ministerio de Salud le redujeron 214 millones de quetzales de su presupuesto para 2020, año de la pandemia.
El debate sobre la función actual del Ejército se centra en los temas de seguridad. Sin embargo, hay poca o nula evidencia —válida, independiente y consistente— sobre la ventaja o desventaja de usar al Ejército en la seguridad pública, aparte del costo que implica para el Estado y el efecto negativo que tiene en la Policía Nacional Civil y en la misma institución militar. No es posible, con la información disponible, atribuir el descenso de los homicidios registrado en los últimos años al despliegue de los militares en el espacio público, mucho menos en unos pocos meses de gobierno.
La pandemia dejó en segundo plano la preocupación sobre la función de los militares en la política gubernamental que se expresa en dos sentidos: uno formal institucional y otro vía la incorporación de exmilitares en el gabinete de gobierno. En Guatemala, hablar de la función militar requiere tomar en consideración el rol que tienen los exmilitares en la política y en las instituciones, en los negocios con el Estado y en muchas de las conocidas mafias —antiguas y nuevas— que, ya se sabe, son el aceite del motor de la política en el país. Ser «exmilitar» en Guatemala significa estar en condición de retiro o de baja, que implica la pérdida del poder de mando administrativo sin perder el poder de mando informal, el que se rige por la antigüedad o el reconocimiento o prestigio. Realmente, un retirado no deja de ser militar nunca, es parte de su identidad y, sobre todo, es parte de la naturaleza corporativa del Ejército el preservar lealtades más allá de ser activo o no en la institución. Es parte de la tradición latinoamericana que el grado militar se conserva por siempre, se antepone al nombre por el resto de la vida del oficial y, con el grado, los privilegios y la subordinación de las generaciones de militares que le siguen.
En el gabinete de Giammattei fueron nombrados algunos militares retirados que ocuparon puestos clave durante importantes momentos del proceso de transición a la democracia. El Ministro de Gobernación, Edgar Godoy, que fue destituido meses después de su nombramiento, fue subdirector de inteligencia militar durante el primer gobierno democrático en la transición, el de Vinicio Cerezo Arévalo (1986-1991); fue también subjefe del Estado Mayor Presidencial durante el gobierno de Serrano Elías (el presidente del «autogolpe» en 1993). También se nombró al general retirado Roy Dedet Casprowitz para el gabinete de seguridad e inteligencia, un militar con trayectoria en diversos partidos políticos y que representa a un sector de extrema derecha de militares en el país.
Guatemala es una sociedad en la que el tema militar produce tensiones, polariza y termina por zanjar posiciones «anti», ya sea antimilitares, como anti civiles. Las heridas que dejó el sangriento conflicto armado siguen abiertas, la justicia transicional ha tenido que enfrentar grandes obstáculos y algunos de los procesos de justicia más importantes son constantemente amenazados hasta con la excusa del COVID-19, como recientemente sucedió con los militares condenados por el caso Molina Theissen.
Profundizar sobre lo sucedido durante el conflicto armado es una necesidad urgente no solamente por el tiempo, que literalmente se acaba para juzgar a los perpetradores de las violaciones a los derechos humanos, sino porque sus efectos y su impunidad continúan causándole daño a la sociedad. A pesar de que la mayoría de los militares que hoy forman parte del Ejército no participaron en esas operaciones que dieron lugar a las conocidas violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado, pesa sobre la institución la sombra de los militares retirados que un día fueron parte de poderosas estructuras criminales y políticas y que tuvieron alta incidencia en las decisiones gubernamentales. Ellos son hoy personas que por su edad vivirán su retiro con impunidad o bien tendrán un proceso judicial que difícilmente llegará a una sentencia mientras los acusados estén aún con vida.
Luego de 34 años de haber iniciado el período democrático y 24 años después de firmados los Acuerdos de Paz, profundizar sobre la función militar en la democracia en Guatemala es necesario porque las alarmas se siguen encendiendo cuando un presidente, civil y electo democráticamente hace alarde del apoyo que encuentra en el Ejército para poder llevar a cabo su gestión y la institución armada no escatima recursos para demostrar su capacidad de cumplir con dicha insinuación. ¿Nos encontramos ante una democracia que, por la debilidad o incapacidad de sus autoridades civiles, no puede escapar de depender de la institución armada? O, más bien, ¿estamos ante un Ejército que, por obligación constitucional o deber patriótico no puede replegarse a los cuarteles y dejar de ser la «muleta» de la gobernabilidad civil?
Esas preguntas implican dos problemas. El primero refiere a una ausencia o escasez de personal calificado para ocupar puestos de dirección o tareas técnicas en el gobierno. Esa ha sido la excusa para que los militares asuman la administración de la seguridad en el país, a veces como asesores o bien a través de su participación directa en operativos conjuntos, fuerzas especiales e inteligencia. El problema se extiende a otras funciones del Estado, por ejemplo, atención a desastres naturales o la protección de proyectos extractivos. Los militares son llamados a cumplir esas tareas por razones de su disciplina, eficiencia e incluso por la poca sustentada fama de no ser corruptos y no inmiscuirse en asuntos de política. Al margen de las diferentes perspectivas sobre esta situación, un hecho concreto es que desde mediados del siglo pasado, la única institución que forma a su personal para administrar el Estado es el Ejército, de ahí su flexibilidad para adaptarse a cumplir las tareas no estrictamente militares, o tareas de apoyo institucional, que se le delegan. Así se instaura un ciclo en que las autoridades demandan tareas no militares al Ejército para lo cual, la institución armada requiere más recursos que, por otro lado, son tomados de las instituciones que deberían cumplir con esas tareas.
El segundo problema es de tipo político, el de una seguidilla de gobiernos que necesitan proyectar una imagen de fuerza en la forma de una alianza con los militares que en ocasiones puede expresarse en declaraciones o medidas de apoyo abierto (como lo ha hecho Giammattei) o bien viceversa, es el Ejército el que rechaza cualquier expresión de oposición al gobierno de turno a cambio de las prebendas que piden (más presupuesto, más nombramientos). El Ejército apoyó a Jimmy Morales públicamente en su cruzada contra la CICIG. En cadena nacional de televisión, rodeado por la cúpula del Ejército en uniforme de combate y con el pabellón nacional de fondo, el presidente Jimmy Morales anunció el 30 de agosto de 2018 que el mandato de la CICIG, que vencía en septiembre de 2019, no sería renovado por su gobierno. Esa acción fue seguida del despliegue de vehículos militares frente a la sede de la CICIG. Es más, Morales dejó asegurado el aumento del presupuesto militar al final de su mandato.
El análisis puede centrarse en el recorrido de una institución altamente corporativa que busca insistentemente justificar su lugar en el Estado y con ello las prerrogativas para sus elementos activos y retirados, o en el de una democracia defectuosa, de élites políticas que durante los últimos 34 años han recurrido a los militares —ambos activos como retirados— para preservar el funcionamiento del Estado. Ambos enfoques son igualmente válidos y sus resultados dependen del momento que se analiza.
La trayectoria del Ejército en relación con la vida política del país ha sido continua pero no lineal. Ha estado marcada por contrastes que van desde la subordinación casi humillante y utilitaria a los dictadores del Estado oligarca de la primera mitad del siglo XX, al empoderamiento legal para incidir en las decisiones gubernamentales durante la década revolucionaria de 1944-1954, pasando después al control total del Estado a través del ejercicio de la violencia extrema durante las décadas contrainsurgentes para luego gestionar la instauración de la democracia y la posterior reforma de la institución en el marco de los acuerdos de paz y volver, con ello, a ampliar su presencia en la vida social y política durante los últimos años. Una trayectoria que requiere tomar en cuenta a gobiernos civiles —igualmente contrastantes—, élites empresariales y una relación cambiante y muchas veces contradictoria con Estados Unidos.
En Guatemala hay períodos en los que se define con relativa claridad la función militar en el Estado y más allá de este, cuando esas funciones se apoyaron en grupos paramilitares ligados al Ejército o en grupos de crimen organizado incrustados en las instituciones. También, durante la instauración de la democracia en 1986, los militares tuvieron un papel claro, tutelar, que permitió que el tránsito de la conducción del Estado a los civiles ocurriera sin poner en riesgo lo logrado a través de la acción bélica del Ejército y se preservaran las prerrogativas institucionales, incluida la impunidad por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante el conflicto armado. Tuvieron que transcurrir 10 años más para que el conflicto armado terminara, período durante el cual los militares enfrentaron pugnas internas, un quiebre institucional con Serrano Elías y la firma de la paz. Nada de eso puso en peligro a la democracia representativa a causa del rol de los militares en el conflicto armado.
Pero el siguiente período, de 1996 a la actualidad, es el más complejo porque la función de los militares se adaptó para compensar las debilidades de la democracia al punto de ser imprescindibles para la conducción del gobierno, todo esto sin violentar el orden democrático. Durante la primera década de ese período, se sobrepusieron procesos de cambio institucional en el Ejército y en el sistema político en el país. Por un lado, los militares aceptaron los cambios pactados en el Acuerdo de Paz, especialmente en el acuerdo para el fortalecimiento del poder civil y la función del ejército en una sociedad democrática. Por otro, poco a poco se fueron ampliando sus funciones en la seguridad pública y otros asuntos considerados de seguridad, como los conflictos socioambientales.
Sin embargo, el resultado del referéndum de 1999 fue negativo en tanto que despejó el camino para que el Estado conservara el lugar que constitucionalmente habían ocupado los militares desde 1954. La polarización ideológica de ese momento justificó la continuidad del estatus constitucional de los militares: el Estado continuaba protegido por su institución más fuerte y fiel a los principios conservadores del país. Sin embargo, 20 años después, esas reformas siguen siendo una deuda con la democracia aunque su viabilidad sea cada vez más lejana.
En Guatemala se fortaleció el poder civil, pero uno que a lo largo de siete gobiernos ha demostrado que las mafias y la corrupción no eran exclusivas de los militares de los años ochenta. Si las estructuras que hacen posible el nexo político criminal fueron heredadas de los gobiernos militares, los políticos civiles no solo las han aprovechado, sino que las han defendido, expandido y consolidado. En Guatemala no hay guerra ni amenazas externas, no hay desorden público que no pueda ser controlado por la fuerza policial, el crimen está bien organizado por lo que no hay riesgo de eventos violentos de gran escala, las pandillas (la gran excusa de los gobiernos) podrían controlarse sin necesidad de desplegar fuerza militar —porque eso no funciona y porque es desproporcional al tamaño de la amenaza— y los desastres producidos por fenómenos naturales seguirán ocurriendo porque la infraestructura del país nunca se ha adecuado a la geografía o el clima del país, además de que las pérdidas materiales, en particular las pérdidas de infraestructura, son la mejor excusa para alimentar la corrupción año con año.
El Ejército de Guatemala ha tenido en los últimos 35 años una actitud de tolerancia (más creciente que decreciente) hacia los gobiernos electos y las crisis de gobierno (las de Serrano Elías y Otto Pérez Molina). Por más que los gobiernos civiles han tergiversado la Constitución y las leyes del país, los militares no han saltado a tomar el poder vía golpes de Estado. La función de garantes últimos del orden constitucional que se les delegó desde 1945 parece hoy —por suerte— no ser lo que le da sentido a la institución militar aunque así lo diga la misma Constitución. Los últimos tres presidentes del país parecen sentirse cómodos con la compañía de los militares, a pesar del costo que eso ha tenido para la institución (dos ministros en prisión investigados por actos de corrupción).
Para los militares, las tareas de apoyo institucional —las que no son rigurosamente militares— siempre implican riesgo debido a la desproporcionalidad de sus capacidades de fuerza y porque pesa sobre la institución actual la sombra de su historia de violaciones a derechos humanos. ¿Por qué seguir así? ¿Por obligación constitucional? ¿Por inercia corporativa, por responsabilidad —motu proprio o por ser el socio confiable de USA— ante la incompetencia de los gobiernos civiles? ¿Hasta dónde puede avanzar una democracia cargando el peso de la institución militar? ¿Hasta dónde el Ejército podrá justificar su naturaleza militar si se dedica cada vez más a tareas no estrictamente militares? ¿Cuál es el Ejército idóneo para una democracia o es este acaso el Ejército idóneo para esta democracia?
Trayectoria de la función política de los militares
Guatemala es uno de los países en los que la institución armada ha tenido más peso en la estructuración del sistema político y de las relaciones sociales. Los militares construyeron Estado. Un recuento de los 173 años de vida republicana (1847-2020) demuestra que a la democracia le hace falta mucho tiempo para superar los años que el país ha sido gobernado por mandatarios militares de alta o retirados, ya sea electos o de facto.
Las instituciones son el resultado de largos procesos de cambio, continuidad, adaptación y en algunos casos, ruptura. Cuando se refiere a las trayectorias de las instituciones para explicar el estado actual de una de ellas, se parte del principio de que los individuos deciden de acuerdo a sus intereses dentro de los límites de las normas, costumbres y símbolos que constituyen una institución. A veces eso se expresa de manera formal, es decir, por escrito y legislado y otras veces sucede de manera informal, sin estar escrito pero igual de válido, conocido y sancionado. Incluso para transgredir la normativa de una institución se necesita de otra, a veces informal como los pactos políticos-criminales.
Las trayectorias ejercen en las instituciones actuales el efecto acumulado de sus cambios y en algunas ocasiones, de su falta de cambio, sus continuidades. En Guatemala, los militares tienen una institución formal, antigua y robusta, normada desde un alto nivel constitucional pero, también, esa misma institución funciona a partir de un complejo conjunto de normas informales, de tradiciones y códigos que garantizan lealtad, secretismo, disciplina y, en muchos casos, impunidad.
El conteo de meses y años no explica por sí solo los procesos de cambio institucional, pero sí ayuda a ilustrar el peso y efecto acumulado que produce la continuidad y sus rupturas. De marzo de 1847, año de la fundación de la república de Guatemala, a marzo de 2020 hay 2076 meses (173 años). El 62.4 % de esos meses, equivalentes a 108 años de vida política y administrativa del Estado, ha estado conducido por militares. Se incluye en este conteo a Miguel Ydígoras Fuentes y a Otto Pérez Molina, ambos militares retirados que llegaron a la presidencia mediante elecciones pero que no terminaron su período de gobierno. Ahora bien, un 38 % de esos 173 años, equivalente a 65.8 años, corresponde a administraciones civiles, entre las que se incluye la más larga dictadura de Guatemala, la de Manuel Estrada Cabrera que abarcó 22 de esos años y que demuestra que no hay una necesaria correlación entre autoritarismo y gobierno militar. El período democrático que ahora vivimos, instaurado en 1986, suma 30.5 años excluyendo, como se dijo, los casi 4 años de Otto Pérez Molina, lo cual demuestra que un gobierno conducido por un militar retirado no significa devolver el poder al Ejército aunque sí le permite aprovecharse del poder simbólico que implica ser «exmilitar» en Guatemala y del acceso a redes corruptas que eso posibilita. Ese período equivale al 46.45 % del total de meses que los civiles han tenido el control del Estado y equivale solamente al 17.7 % del tiempo total de vida republicana.
La democracia no se mide solamente por su duración sino también por su calidad, por su profundidad y lo fuerte de sus instituciones. Lo que las trayectorias de las instituciones permiten entrever en el caso de los militares en Guatemala, es que el Ejército ha sido una institución que ha incidido directa o indirectamente en los cambios de la forma del Estado. Pero el Ejército de Guatemala ha sido, y seguramente es, una institución con profundas contradicciones internas que se manifiestan en posiciones que a veces respaldan la democracia y luego la destruyen, o que delegan el control del Estado a civiles y luego lo asumen —o lo arrebatan— para caer en los extremos y luego reconstruir lo destruido por ella misma.
Los momentos que evidencian esos giros en la trayectoria de la institución demuestran también que el Ejército es una institución que responde a la presión de agentes externos, pero relacionados e interesados con la institución. Ya sean empresarios y políticos, el crimen organizado, los Estados Unidos o presidentes civiles electos democráticamente, todos de una forma u otra, han buscado balancear la competencia por el poder del Estado —o los negocios con o gracias al Estado— a través de alguna influencia sobre el Ejército o un allegado militar retirado. Esta tendencia a recurrir al «amigo» militar o exmilitar es característica de Guatemala. Desde un partido político, una empresa o una familia, siempre hay alguien que dirá algo parecido a «yo tengo un conocido militar que puede resolver eso».
La trayectoria del ejército ha cambiado al punto de estar hoy en una situación que podría ser parecida a la que hubo durante la primera mitad del siglo XX cuando los dictadores usaron a los militares a su antojo. Hoy son presidentes civiles los que ordenan el uso de los militares de acuerdo a las necesidades de su gobierno. Por su parte, el Ejército ahora defiende intereses de tipo corporativo, que benefician a la institución, a los que fueron parte de ella y a los que algún día serán los militares retirados del futuro.
Las siguientes páginas presentan un recorrido por los momentos en que la institución dio golpes de timón, con los cuales cambió el rumbo del país y de la institución misma. Esos momentos demuestran cómo el Ejército ha construido y destruido para luego volver a construir, pero siempre preservando la integridad constitucional de la institución, su última y más valiosa garantía en un país convulso. Al Ejército le toca ser una de las principales muletas de la democracia que esa misma institución instauró y de la cual se hizo imprescindible, tal vez a costa de su propia integridad.
De la subordinación al empoderamiento
La presencia y participación de soldados en la toma y conservación del poder político en Guatemala se remonta prácticamente a los inicios de la república en el siglo XIX. El más importante jefe de estado de Guatemala en esos tiempos, Rafael Carrera, llegó al poder por la vía de las armas en 1844, derrotó a sus enemigos en el campo de batalla y amenazó con violencia a sus opositores. Murió en 1865 cuando todavía ocupaba el cargo de presidente de la república. Durante los años restantes del siglo, la fuerza de las armas siguió siendo fundamental para ejercer el poder político en ausencia de una institucionalidad y una base material suficientemente abundante como para sufragar los gastos asociados con el mantenimiento de un estado fuerte, incluyendo un ejército profesional. En consecuencia, la fuerza militar siempre estuvo asociada con la lealtad hacia un individuo determinado, el llamado caudillo, el hombre fuerte a quien todos recurrían en su carácter de «el señor presidente». Carrera fue uno de ellos, al igual que Justo Rufino Barrios (presidente durante 1873-1885) y José María Reina Barrios (presidente durante 1892-1898).
Todos ellos ostentaron un grado militar aunque ninguno se había formado como oficial de milicia. Por eso no debería causar sorpresa que el caudillo-presidente más longevo de todos, el abogado Manuel Estrada Cabrera (1898-1920), nunca se haya presentado en galas militares aunque fue tan caudillo como sus predecesores uniformados. Lo que había cambiado cuando Estrada Cabrera llegó al poder fue la creciente y determinante presencia del capital extranjero en el país, especialmente el de la empresa bananera United Fruit Company y sus grandes fincas en la costa del Atlántico de Guatemala junto a una red de vías férreas para transportar la fruta y un puerto especializado para embarcarla. La presencia de la empresa se volvió todavía más importante cuando esta terminó de construir y operar el ferrocarril desde la capital al Atlántico que el país tanto necesitaba para exportar su café a los mercados en el norte. El presidente Estrada envió soldados en varias oportunidades a la costa Atlántica para suprimir huelgas de obreros en las plantaciones y el puerto cuando los cuerpos de seguridad de los enclaves de la empresa bananera se vieron abrumados.
Por lo demás, el control social en el resto del país quedó esencialmente en manos de los grandes intereses agrarios, especialmente cafetaleros, quienes amparados por diversas leyes de control de la mano de obra, organizaban la fuerza de trabajo necesaria en las explotaciones agrícolas con ayuda del Ejército. A su vez, los líderes indígenas tradicionales se encargaban del gobierno de sus comunidades, que todavía constituían una gran mayoría de la población del país. No había necesidad de un ejército grande para el país a pesar de que se hicieron varios intentos durante el gobierno de Estrada Cabrera por establecer un sistema de reclutamiento, incluyendo a la población de varones indígenas, sin mayores resultados. Más bien, al gobierno de Estrada Cabrera se le recuerda por el uso frecuente de policías secretos para perseguir, intimidar y eliminar a sus enemigos políticos que se encontraban más que nada en los principales centros urbanos del país.
La caída de Estrada Cabrera en abril de 1920, después de varios días de agitación y represión, abrió las puertas para que generales del ejército se hicieran cargo de la presidencia (intercalados por algunos episodios breves de gobernantes civiles): José María Orellana (1921-1926), Lázaro Chacón González (1926-1931) y finalmente Jorge Ubico (1931-1944). Ninguno de estos generales había recibido una formación militar completa sino que fueron incorporados al ejército por conveniencia del presidente Estrada Cabrera, bajo quien todos tuvieron algún cargo en su gobierno. Por lo tanto, el paso de éstos por la presidencia no supuso cambio alguno en las principales políticas de estado y en la relación servicial hacia las empresas de propiedad extranjera, a las que se le sumaron otras en las áreas de generación eléctrica y telefonía. Es más, la crisis económica que afectó al país después de 1929 fue enfrentada principalmente por un incremento de las medidas represivas, al igual que en los demás países del norte de Centroamérica. El levantamiento indígena-campesino en enero de 1932 en El Salvador tuvo un impacto especialmente fuerte en los sectores dominantes de Guatemala, por el miedo que les provocaba la población indígena de su propio país, muy superior a la de cualquier otro centroamericano.
Si bien Estrada Cabrera y Jorge Ubico fueron dictadores que militarizaron la dirección de la gestión pública, eso no significó el fortalecimiento de la institución armada como tal. Los grados militares eran otorgados por designio del dictador de turno a civiles allegados que ejercían autoridad territorial, constituyéndose así en jefes políticos y comandantes de armas al mismo tiempo. Eso hacía posible el control político, incluyendo la represión cuando era necesaria. También les permitía incursionar en negocios que tenían el único objetivo de generarles riqueza y preservar la lealtad al dictador, tales como la adquisición de tierras y el control del contrabando. La función militar estaba subordinada a una estructura de poder dictatorial, personalista, caudillista y autoritaria, ejemplificada vivamente por las giras de inspección del general Ubico a ciudades y pueblos del interior del país donde impartía bendiciones y regaños a funcionarios y pobladores por igual.
Pero a la par del continuismo político heredado de los 22 años de gobierno de Estrada Cabrera, se estaban formando en la academia militar de Guatemala —la que terminó llamándose Escuela Politécnica— varias generaciones de oficiales profesionales quienes llegaron a cuestionar y rechazar las grandes desigualdades e injusticias sociales de Guatemala y de un sistema político que estaba reñido cada vez más con las corrientes políticas democráticas del mundo occidental, especialmente cuando la Segunda Guerra Mundial colocó a Guatemala a la par de las potencias que luchaban contra el fascismo totalitario. Esta «concientización» de los militares jóvenes eventualmente los llevó a declararse en abierta rebeldía frente a los oficiales de mayor gradación y a identificarse con un nuevo proyecto político para su país.
Fue precisamente a raíz de la revolución que se inició con el derrocamiento cívico-militar de Ubico en julio de 1944 que se produjeron los cambios más importantes que ha tenido la institución militar. Fue en la década de 1944-1954, revolucionaria y democrática, que el Ejército se incorporó a la política como una institución autónoma y profesional. Los militares descubrieron que tenían capacidades para tomar decisiones políticas dentro del Estado y desarrollaron la institucionalidad necesaria para hacerlo de forma legal y legítima. También ocuparon puestos en otras instituciones diferentes a la militar y hasta tuvieron diputados en el Congreso de la República.
El triunvirato revolucionario, que llegó al poder tras la destitución de los últimos herederos políticos de Ubico en octubre de 1944, estuvo integrado por un empresario civil y dos militares que representaban sectores diferentes del ejército (oficiales de escuela y de línea). Si bien es cierto que los militares tuvieron buena parte del mérito de haber derrocado al dictador e iniciado el proceso revolucionario, accedieron a que el primer gobierno de la revolución fuera encabezado por un civil luego de haber pactado una serie de condiciones en beneficio de la institución militar. Esas condiciones incluyeron la creación de una institucionalidad que garantizara la autonomía política al Ejército para reducir el riesgo de manipulación por parte de un caudillo. También exigieron ciertas medidas para asegurar la profesionalización del Ejército, incluyendo la nivelación de los oficiales de línea en la Escuela Politécnica. El Ejército también adquirió la potestad de fiscalizar las decisiones del gobierno, del presidente y sus ministros, como una institución separada políticamente del Ejecutivo, con autonomía de mando y de misión. El Consejo Superior de la Defensa Nacional, una de las instancias que se crearon bajo el liderazgo del coronel Francisco Javier Arana, tuvo más poder que incluso del Ministro de la Defensa, cargo que ocupó el coronel Jacobo Arbenz durante el gobierno de Juan José Arévalo (1945-1951).
Además del Consejo y del Ministerio de la Defensa, se creó la Jefatura de las Fuerzas Armadas, dependiente del Congreso y encargada entre otras cosas de nombrar a los miembros del Consejo. Esas tres instituciones cerraron el círculo de la autonomía política del Ejército pero también se convirtieron en fuente de pugnas políticas por el control del Estado. Es así que el primer gobierno de la revolución bajo el presidente Arévalo tuvo que sortear varios intentos de golpe de estado y el asesinato del mismo coronel Arana en 1948, que despejó la competencia electoral a favor de Arbenz, quien al asumir la presidencia en 1951 representó de forma unificada los intereses de la institución armada, al menos en apariencia.
El ideario de defensa del Estado que aún hoy define la naturaleza del Ejército se implantó durante el período revolucionario. El Ejército tuvo la misión de vigilar el proceso democrático y el cumplimiento de las leyes por parte de los políticos. La injerencia en asuntos gubernamentales no era intromisión, pues estaba legislada y legitimada por la Constitución de 1945. Pero el Ejército era autónomo en tanto que el gobierno no podía incidir en sus operaciones y procedimientos. Bernardo Arévalo de León, autor del estudio Estado violento y Ejército político, argumenta que esas ventajas institucionales no fueron suficientes para asegurar la lealtad absoluta del Ejército a la Revolución. Durante los gobiernos revolucionarios, se intentó comprar la lealtad del Ejército a través de aumentos de sueldos, asignación de altos puestos dentro de la administración pública y becas al extranjero. Fue también en esos años que se descubrió que la carrera militar era una efectiva opción de movilidad social para familias de estrato medio y bajo.
La institución dirimió un buen número de sus conflictos internos a través de la marginación de oficiales inconformes, muchos de ellos provenientes de los tiempos de Ubico. Otros aseguraron su posición a través de la amistad y la confianza. El Ejército de la Revolución en efecto revolucionó la institución, no necesariamente por un compromiso ideológico o respeto al orden constitucional, sino por las ventajas de crear y fortalecer un interés corporativo que marcaría a la institución armada por el resto de su historia.
Fue también en esos años que el Ejército tomó decisiones institucionales determinantes para el destino político del país. El retiro del apoyo del Ejército a Arbenz, cuando arreciaron las múltiples presiones internas y externas a la institución en 1954, evidenció la ausencia de unidad política entre la oficialidad. A nivel interno, oficiales jóvenes, identificados con los objetivos del gobierno de Arbenz, se mostraron inconformes con la presencia continua de oficiales antiguos, algunos de filiación ubiquista, quienes a su vez vieron con recelo la cercanía de miembros del partido comunista con el presidente Arbenz.
Cuando se conoció que unas columnas contrarrevolucionarias al mando del coronel Carlos Castillo Armas habían entrado a territorio guatemalteco desde Honduras, el Ejército se dividió entre los que vieron como una deshonra la participación de oficiales guatemaltecos en un ejército de mercenarios apoyados por civiles anticomunistas radicales y por el gobierno de Estados Unidos y los que, temerosos de ser superados militarmente por los aviones piloteados por estadounidenses que atacaron la capital, decidieron no actuar ni permitir que otros actuaran en defensa de la soberanía nacional. Desde el exterior, civiles anticomunistas y los Estados Unidos presionaron a miembros de la oficialidad para que intercedieran en favor de la contrarrevolución. El Ejército finalmente cedió a las presiones externas y las pugnas internas y decidió no apoyar al gobierno de Arbenz, el cual fue derrocado en junio de 1954.
Los acontecimientos que terminaron con el experimento revolucionario han sido estudiados extensamente en toda su variedad y complejidad. En lo que se refiere al Ejército, la revolución le permitió introducirse en el mundo de la política y de la administración del Estado, y tomó decisiones que tuvieron grandes costos institucionales y políticos para el país. Se puede afirmar que los militares fueron parte de la creación de la democracia y a la vez de su destrucción, pero también los mandos del Ejército tomaron decisiones que dividieron a la institución e introdujeron al país en una espiral de conflictos que no se pudo resolver del todo sino décadas después. Si bien es cierto que el Ejército no fue el único responsable de los acontecimientos de 1954, sí cayó sobre la institución la responsabilidad de estabilizar al país luego de dicha crisis. La siguiente década fue, otra vez, un período de reestructuración de la institución militar y hasta asesinato de militares inconformes, a lo que se agregaron el nacimiento de guerrillas integradas por militares rebeldes, la injerencia directa de Estados Unidos, y una crisis social acompañada por represión política intensa.
Miembros del ejército durante un operativo para frenar la caravana migrante en la aldea Chocón, Livingston, Izabal, Guatemala. Foto Deiby Yanes 4 de octubre de 2020.
De la crisis al control del Estado
El problema inmediato con el cual se enfrentó el Ejército de Guatemala a raíz del derrocamiento del gobierno de Arbenz y la instauración de la presidencia del coronel Carlos Castillo Armas de signo ideológico y político marcadamente opuesto, se resumió en el papel que jugaría dentro del nuevo esquema de poder que comenzó a tomar forma en el país. Castillo Armas había asumido la presidencia de facto del gobierno en septiembre de 1954 después de sofocar una rebelión de cadetes de la Escuela Politécnica y fue confirmado por un plebiscito el mes siguiente cuando se le preguntó a los votantes si estaban de acuerdo con que ocupara la presidencia hasta 1960. En un clima de fuerte represión, más del 99 % de los votantes se mostró de acuerdo. También fue electa una asamblea constituyente que habría de sustituir la Constitución de 1945, la cual ya había sido abrogada por Castillo Armas junto con los principales logros de los gobiernos revolucionarios, incluyendo la reforma agraria, los sindicatos obreros y todos los partidos políticos.
Como era de esperarse, la Constitución de 1956 reflejó la orientación anticomunista del gobierno de Castillo Armas. En lo político, solamente permitió la existencia de partidos políticos «que se normen por los principios democráticos» y prohibió «la organización o funcionamiento de todas aquellas entidades que propugnen la ideología comunista o cualquier otro sistema totalitario». En su articulado económico y social, se identificó con la libertad de empresa, la armonía entre trabajadores y patronos bajo la tutela del Estado y la propiedad privada de las tierras de vocación agrícola. Con referencia al Ejército, abolió las instancias intermedias que le habían otorgado un rol prominente bajo los gobiernos de Arévalo y Arbenz como fueron la de jefe de las Fuerzas Armadas y el Consejo Superior de la Defensa Nacional y concentró la dirección del Ejército en manos del presidente de la república en su carácter de comandante general del Ejército. También subrayó el carácter apolítico de la institución militar: «El Ejército es obediente y no deliberante, y sus miembros están en la obligación de mantenerlo como una institución profesional digna y esencialmente apolítica», a lo cual agregó que «la fuerza armada no puede deliberar ni ejercer los derechos de petición ni de sufragio». Esta constitución preservó los artículos de la de 1945 que asignaban al Ejército la garantía de la seguridad interior así como la potestad del Ejecutivo de llamar al Ejército para apoyar tareas que no eran estrictamente militares como obras de comunicación, reforestación e incremento de la producción agrícola.
El gobierno de Castillo Armas pudo prohibir que los simpatizantes de la revolución siguieran actuando abiertamente pero no pudo suprimirlos, a pesar de que centenares de sus figuras más destacadas fueron obligadas a exiliarse sin posibilidad de volver sino después de 5 años según disposición constitucional. El mismo Castillo Armas fue asesinado en 1957, lo que obligó a adelantar las elecciones presidenciales previstas para 1960. La mayoría de partidos políticos que se organizaron e inscribieron a tal efecto se identificaban con variadas tendencias políticas de derecha, incluyendo resabios del régimen de Ubico así como aquellas de una derecha anticomunista radical más reciente, como el Movimiento de Liberación Nacional (MLN). Pero también se creó en 1957 el Partido Revolucionario (PR), conformado por simpatizantes de los gobiernos de Arévalo y Arbenz a quienes se les permitió legalizarse. El ímpetu contrarrevolucionario se estaba perdiendo en la medida que proliferaban los partidos en contienda.
Después de varios retrasos y confusiones, las elecciones se realizaron en enero de 1958, las cuales fueron ganadas por el general Miguel Ydígoras Fuentes, uno de los jefes políticos de Ubico quien le otorgó el grado de general del Ejército. Fue también uno de los principales opositores de Arévalo y estuvo vinculado a los múltiples intentos de golpe de estado durante ese período. Entre otros puestos, fue agregado militar en Washington y embajador en Londres. Se puede equiparar a Ydígoras con los militares retirados que después incursionaron en la política, como Otto Pérez Molina en 2012.
Con independencia de sus planes de gobierno, el presidente Ydígoras tuvo que enfrentarse a situaciones que se derivaron del triunfo de la revolución cubana de enero de 1959. Ydígoras autorizó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) del gobierno de Estados Unidos para que utilizara territorio guatemalteco para entrenar a cubanos exiliados que se estaban preparando para invadir Cuba y derrocar al gobierno de Fidel Castro. Un alzamiento de oficiales jóvenes que se oponían al uso del territorio nacional para entrenar a fuerzas militares extranjeras terminó en fracaso pero sentó las bases de acciones de guerrillas en el oriente del país y puso en evidencia la inconformidad de oficiales formados durante la Revolución del 44 respecto de la conducción política del Ejército y del gobierno en general.
Para el Ejército, la guerrilla como medio para la toma del poder significó un reto adicional que se combinaba con la limitada apertura política que se estaba dando bajo el presidente Ydígoras. También debió tomar en cuenta la presión que ejercía Estados Unidos bajo el programa de la Alianza para el Progreso para que se impulsaran reformas sociales y económicas que le quitaran banderas a los grupos políticos que pretendían imitar la experiencia revolucionaria de Cuba. Pero lo que llevó al extremo las presiones sobre el Ejército fue la posibilidad de que en las elecciones presidenciales programadas para 1963 pudiera resultar electo el expresidente Juan José Arévalo, de momento exiliado en México, a cuya candidatura no se oponía el presidente Ydígoras. Esas presiones no solo provenían de las filas de la institución armada sino también de políticos anticomunistas y de empresarios recién agrupados en el Comité de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF), además, por supuesto de los Estados Unidos, cuya preocupación, más que una insurrección popular poco probable, era una división en las filas del Ejército que recién en 1960 habían protagonizado un alzamiento.
Ydígoras se negó a evitar el ingreso de Arévalo al país lo que hizo inevitable el golpe de Estado en su contra a finales marzo de 1963 bajo el liderazgo del coronel Enrique Peralta Azurdia, hasta entonces ministro de defensa. El coronel Peralta Azurdia asumió el título de jefe del gobierno, para proceder después a disolver la Corte Suprema de Justicia y el Congreso y abolir la constitución de 1956. También suprimió con violencia a todos aquellos identificados con los gobiernos revolucionarios y con los pequeños grupos guerrilleros que se mantenían activos en el noreste del país. Para legitimar el nuevo orden político, convocó a una asamblea constituyente. La constitución de 1965, la tercera en 20 años, repitió el articulado de prohibición de partidos o agrupaciones de tendencia comunista pero contempló la realización de proyectos de reforma agraria y expropiación de tierras con miras a que el campesinado no se sintiera atraído por los ofrecimientos de la izquierda en armas. Esa constitución también suprimió todos los artículos relacionados con la Policía y otorgó al Ejército el control absoluto de las funciones de seguridad.
Bajo la nueva constitución, se convocó a elecciones para presidente en marzo de 1966. El único candidato civil fue Julio César Méndez Montenegro del Partido Revolucionario, quien resultó electo por el Congreso al no haber alcanzado la mayoría absoluta de votos. Para el Ejército, el triunfo de Méndez Montenegro resultó problemático porque contaba con el apoyo de muchas personas identificadas con los gobiernos de la revolución y gozaba de cierta simpatía entre los movimientos guerrilleros, con los cuales se suponía que quería llegar a algún acuerdo político para poner fin a los enfrentamientos armados. Por otra parte, si el Ejército desconocía el resultado electoral abiertamente se podría intensificar la conflictividad social y política. En consecuencia, la plana mayor del Ejército, encabezada por el mismo Peralta Azurdia, obligó a Méndez Montenegro a firmar un pacto que le permitiría acceder a la presidencia bajo ciertas condiciones.
Lo que más le preocupaba al Ejército era el compromiso del gobierno de no interferir en la lucha contra la izquierda en armas y sus aliados en el campo y las ciudades. Por lo tanto, una de las cláusulas del pacto reiteró la prohibición de las actividades políticas de los comunistas. En atención a las acciones militares contra la guerrilla, otra de las cláusulas obligó al gobierno a seguir la lucha contra «los grupos y facciones subversivos que perturban la paz y la seguridad nacionales y en ningún caso, ni bajo pretexto alguno, entrará en entendimientos o pactos con tales grupos y facciones, salvo que se tratare de proposiciones de rendición o capitulación de los mismos». También se especificó que el ministro de defensa sería nombrado por el presidente pero a partir de una terna que le presentaría el Ejército. En resumidas cuentas, el Ejército adquirió un nivel de autonomía de operación y organización que lo convertía en un estado dentro del estado, al menos hasta que hubiera pasado la situación de emergencia militar bajo el cual operaba.
En consecuencia, los años de la presidencia de Méndez Montenegro se tornaron extremadamente violentos en tanto que la opción militar ganaba fuerza. Las acciones de la guerrilla en el noreste del país fueron contrarrestadas por operaciones militares muy duras a la vez que la guerrilla comenzó a operar en centros urbanos mediante secuestros y asesinatos de personas vinculadas con el régimen. El mismo embajador de Estados Unidos fue asesinado en 1968 cuando la guerrilla intentó secuestrarlo, al igual que el embajador de Alemania Federal en 1970 cuando el gobierno no accedió a las demandas de sus secuestradores. Las personas identificadas con la izquierda —entre ellos estudiantes, sindicalistas, profesionales— fueron igualmente señaladas y asesinadas por grupos irregulares de la derecha, los que se conocieron como «escuadrones de la muerte». Esos grupos no solo tuvieron tareas contrainsurgentes sino que también se dedicaron a actividades delincuenciales (secuestro, robo, tráfico de drogas) cuya tolerancia por parte del Estado y de grupos de extrema derecha era una forma de pago por su lealtad.
Ante el deterioro de la seguridad y la paz social en el país, las elecciones presidenciales de 1970 favorecieron a los que reclamaban medidas radicales para terminar con la violencia y la inseguridad. El Movimiento de Liberación Nacional (MLN) se alió con un partido fundado por Peralta Azurdia y otros militares años atrás, el Partido Institucional Democrático (PID), y procedieron a lanzar la candidatura del coronel Carlos Arana Osorio, quien había comandado las operaciones militares contra la guerrilla en el noreste guatemalteco. Es decir, las opciones políticas se habían reducido a movimientos y partidos encabezados por civiles de centro o centro-izquierda inclinados hacia medidas políticas para dirimir la conflictividad y a partidos abiertamente identificados con el Ejército y una agenda anticomunista que abogaban por una salida esencialmente militar al enfrentamiento. La segunda habría de ser la que se impuso en 1970 y que se mantendría hasta 1983 sin interrupciones, unos años en que las cifras de muerte violenta llegaron a niveles insospechados. Para el Ejército, fueron años de éxitos militares logrados a partir de grandes costos políticos y de un desgaste de la institución que en cierto momento se volvió insostenible.
De la represión extrema a la instauración de la democracia
El movimiento pendular de la función militar en la política guatemalteca alcanzó niveles extremos en el período que inició en 1970 y que finalizó en 1986: del control total del Estado y del ejercicio de la violencia y el terror institucional, así como de la corrupción y todos los excesos de poder imaginados, a la instauración de la democracia tutelada por militares convencidos de que la guerra había llegado a su fin militar pero no político. El Ejército no estuvo solo en la tarea contrainsurgente. Estados Unidos también transitó del apoyo irrestricto a las operaciones militares tanto abiertas como encubiertas, legales o extralegales, al bloqueo de la ayuda militar —que se trianguló igual a través de otros países— y a los señalamientos por violaciones a los derechos humanos. Las élites empresariales y terratenientes que anteriormente exigieron al Ejército apoyar la cruzada anticomunista, empezaron a ver con recelo que algunos oficiales aumentaban su poder económico a través de adquisición de tierras y el control de negocios vinculados al Estado y las economías ilegales. Sin embargo, también esperaban de los militares ser los guardianes fieles de las propiedades y de los bienes de las familias acaudaladas del país, ya sea vía la disponibilidad de policías y militares o bien a través de los escuadrones de la muerte que proliferaron en esos años para cumplir tareas contrainsurgentes pero también para tomar el control de las actividades delictivas del país, como el secuestro y el robo a bancos y viviendas.
Los 13 años que van de 1970 a 1983 son los del terror institucional en Guatemala. El ejército de este período fue el resultado del proceso de homogenización ideológica que Peralta Azurdia llevó a cabo para acabar de raíz con los conflictos internos derivados de la crisis de 1954. Los generales Carlos Arana Osorio (Julio 1970-julio 1974), Kjell Laugerud García (Julio 1974-julio 1978) y Romeo Lucas García (Julio 1978-marzo 1982) fueron presidentes-soldados en el sentido más militar posible. Entendieron la administración del Estado como un instrumento para llevar a cabo la tarea militar de acabar con el enemigo interno. Eso implicó hacer lo que fuera necesario para cumplir con la misión encomendada, desde el terror en extremo hasta la corrupción y la delincuencia.
Un gobierno civil surgido de elecciones libres era inviable en ese período. Por un lado, la última experiencia, la de Julio César Méndez Montenegro (julio 1966-julio 1970), fue esencialmente de carácter militar en tanto que garantizó la autonomía del Ejército, especialmente en lo referido a la estrategia contrainsurgente. Por otro lado, el terror inhabilitó cualquier intento de participación política y la élite empresarial y terrateniente no tenía ningún interés ni necesidad de inmiscuirse en los asuntos de administración del Estado dado que estaba asegurado lo necesario para garantizar sus beneficios. La corrupción e ineficiencia del gobierno de Méndez contribuyó a fortalecer la creencia dentro de la élite política y empresarial de que era necesaria una solución militar a la crisis pública.
De esa manera, el ejército pasó de tener un papel protagónico en la administración del Estado hasta controlarlo en su totalidad, lo cual rebasó sus capacidades. El país entró en una crisis social, política y económica que para finales de la década de 1970 hizo evidente que una transición controlada hacia un gobierno civil era necesaria. De hecho, la crisis económica era regional y el resultado de un progresivo deterioro de las economías de exportación, afectadas por crisis internacionales que impactaron significativamente en países con alta dependencia de unas pocas exportaciones. En los inicios de la década de 1980, los ingresos fiscales de los gobiernos cayeron y para responder a la demanda social, se expandió el gasto público lo cual a su vez aumentó el déficit fiscal. Una de las salidas que buscaron los gobiernos centroamericanos fue el endeudamiento externo pero eso requería estabilizar a los países que se encontraban sumidos en conflictos armados y administraciones militares.
El gobierno de Romeo Lucas estuvo marcado, además de la crisis económica, por la violencia indiscriminada cometida especialmente por escuadrones de la muerte. La corrupción también había permeado el gobierno y el país se encontraba sumido en el aislamiento internacional por las violaciones a los derechos humanos. De hecho, la corrupción fue uno de los principales incentivos para controlar el gobierno durante el período contrainsurgente. Los militares de alto rango se encargaron de la dirección de unas 43 instituciones estatales y crearon su propio canal de radio y televisión, así como una red financiera de empresas, un banco y su propio sistema de pensiones. Las prerrogativas eran muchas, así como las oportunidades para aumentar los ingresos vía corrupción, la cual estaba garantizada por la impunidad en todos los ámbitos.
En lo político, los militares mantuvieron un sistema de elecciones, pero la competencia electoral se restringió a los partidos controlados directamente por militares o por civiles comprobadamente anticomunistas. Eran elecciones abiertas entre facciones militares que competían por el control de una administración que se regía por las reglas de la contrainsurgencia pero que ofrecía todos los beneficios propios de la corrupción y la impunidad. En lo económico, los militares impulsaron iniciativas nacionalistas que retomaron algunos de los objetivos del intento de modernización económica de la década anterior, por ejemplo, transformar el modelo agroexportador centrado en pocos productos por un estímulo a exportaciones no tradicionales. También se buscó elevar el nivel de vida de la clase media dependiente de la burocracia del Estado a través de proyectos habitacionales y otros beneficios gremiales. Si bien esto tuvo apoyo incluso de los Estados Unidos, la conflictividad en el país hizo inviable la combinación de una tímida diversificación económica con represión y violencia del Estado.
El gobierno de Lucas García evaluó la situación hacia 1980 y concluyó que era necesario transitar a un gobierno civil tutelado por los militares (al mejor estilo de Méndez Montenegro), con lo cual podría mejorar la imagen del país y evitar el desgaste que producía en la institución la corrupción y la violencia desmesurada de los escuadrones de la muerte y las patrullas contrainsurgentes. El país se encontraba al borde del colapso y la institución armada también. El alto mando buscaba controlar el Estado para asegurar su enriquecimiento pero eso no garantizaba el éxito militar en el conflicto armado.
Lucas García ofreció a varios civiles de su confianza el apoyo para que participaran en unas elecciones controladas en 1982. Como no hubo respuesta al llamado, la opción fue promover la candidatura del entonces ministro de la defensa, Ángel Aníbal Guevara, quien fue declarado ganador en medio de la protesta de los tres candidatos opositores —Mario Sandoval Alarcón, Gustavo Anzueto Vielman y Alejandro Maldonado Aguirre (posterior presidente transitorio entre Otto Pérez Molina y Jimmy Morales)— quienes denunciaron fraude y fueron golpeados por las fuerzas afines a Lucas García.
El control del Estado que el Ejército mantuvo durante los tres gobiernos anteriores se vino abajo y afloraron las luchas de poder expresadas en diversos intentos de golpe de Estado, de los cuales se impuso el promovido por Mario Sandoval Alarcón y Leonel Sisniega Otero, ambos del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), y el periodista Danilo Roca. Luego de un fuerte movimiento de tropas, Lucas aceptó renunciar con la condición de que lo sucediera un general para lo cual se propuso a Efraín Ríos Montt. El golpe fue apoyado por un grupo de oficiales jóvenes, conocidos como «la juntita», quienes se declararon desmoralizados por los excesos cometidos por la institución, por la corrupción rampante y por la crisis en que estaba sumido el país.
Jennifer Schirmer, autora del libro Intimidades del proyecto político de los militares en Guatemala, analizó el pensamiento del general Héctor Gramajo, uno de los estrategas militares más icónicos del país y que describió el golpe de 1982 como el resultado de una coincidencia de intereses de la extrema derecha del MLN, que al haber perdido las elecciones decidió tomar el poder a través de una conspiración militar, con un grupo de oficiales jóvenes inconformes, a los cuales se unió un general ambicioso de poder y fanático religioso convencido de que su tarea sería poner orden en la institución armada y en el país. Para completar el andamiaje del golpe, los intereses de los Estados Unidos, a través de la CIA, también encajaban con los planes de los golpistas. La región se encontraba en convulsión insurgente en tanto que la caída de Somoza en Nicaragua en 1979 y el aumento de las acciones guerrilleras en El Salvador a partir de 1980 elevaban la preocupación por Guatemala y la crisis en que se encontraba sumido el país.
A raíz del golpe de Estado se impuso un estado de sitio, se establecieron los tribunales de fuero especial y se abolió el Congreso y los partidos políticos, entre un largo listado de medidas que sumieron al país en uno de los capítulos más sangrientos de su historia. Durante los 17 meses que duró el gobierno de facto de Ríos Montt se produjeron las más atroces violaciones a los derechos humanos mientras se controlaban las confabulaciones dentro del Ejército y se reprimía todas las manifestaciones de oposición en la sociedad. El objetivo fue estabilizar la sociedad como condición necesaria para instaurar la democracia electoral y transitar a un gobierno civil tutelado.
La descripción del horror vivido durante este período supera este y muchos espacios más de reflexión. No obstante, los militares se convencieron de que la represión no podía ser la única forma de continuar la guerra; se necesitaba utilizar otras tácticas que permitieran acercar a la ciudadanía a los objetivos contrainsurgentes. De ahí surgió el Plan Nacional de Seguridad y Desarrollo que no solamente incluyó la conocida operación «fusiles y frijoles» —una combinación de represión y desarrollo local— sino que también contempló la instauración de la democracia y su tutela por los siguientes años.
El gobierno de facto de Ríos Montt finalizó con el golpe de estado de agosto de 1983 conducido por el general Humberto Mejía Víctores. La campaña militar desplegada por Ríos Montt en las áreas rurales había logrado el objetivo de acabar con las bases de la guerrilla a través del ejercicio de la violencia extrema contra la población civil. La corrupción había aumentado y el fanatismo religioso de Ríos Montt combinado con los intereses de las élites económicas interesadas en priorizar la estabilización económica a la política, elevaron la preocupación de la cúpula militar ante un posible intento de continuidad en el poder por parte de Ríos Montt. Mejía Víctores trazó la ruta necesaria para que el Ejército condujera la transición a la democracia que incluyó un conjunto de decisiones políticas claves como la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente en 1984 y elecciones generales en 1985. Así mismo, se redujo la violencia en las áreas rurales aunque la represión y violencia selectiva continuaron en las áreas urbanas del país a la vez que Mejía Víctores retiraba progresivamente al personal militar de las instituciones públicas para preparar así la transición a una administración civil. El Ejército pasó de una estrategia centrada en lo militar a una que dio un amplio margen a la política para reducir la atención centrada en la institución militar debido a las violaciones a los derechos humanos y la corrupción. Además, garantizó que, independientemente de quién ganara las elecciones de 1985, el Ejército continuaría la estrategia contrainsurgente a través de gobiernos civiles tutelados.
Los cinco planes que se desarrollaron para llevar a cabo la «pacificación y reconciliación» evidencian la brutalidad de la represión. Pero esos planes también describen el paso forzado con el que se impuso la democracia. Los primeros dos planes dan muestra de la agenda represiva implementada por el Ejército: Victoria 82 u «Operación Ceniza», que fue más conocida como tierra arrasada; y Firmeza 83 o Plan G, para el despliegue de tropas y patrullas de autodefensa civil. Estos dos planes fueron los que marcaron la violencia y el terror desplegado por el gobierno de Ríos Montt.
Los tres restantes tuvieron un cariz más bien político: «Reencuentro institucional 84» que contempló el retorno a la constitucionalidad por medio de garantías de legalidad de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente en junio de 1984; «Estabilidad nacional 85» que incluyó la expansión de operaciones militares junto con la ampliación de la presencia institucional del Estado en áreas rurales a través de programas socioeconómicos y garantías de participación ciudadana bajo vigilancia militar; y finalmente «Avance 86», el plan de transición al gobierno civil que condujo Marco Vinicio Cerezo Arévalo.
La institucionalidad democrática que instauró el Ejército entre 1983 y 1986 fue un ajuste institucional llevado a cabo para encauzar al país y proteger la imagen corporativa de los militares sobre todo cuando ya se tenía asegurada una victoria militar sobre las fuerzas guerrilleras que seguían operando. La democracia en Guatemala no fue el resultado de un movimiento cívico que exigió derechos e institucionalidad. La guerrilla tampoco se encontraba en capacidad de tomar el poder y no contaba con la legitimidad necesaria para promover procesos de cambio a través de la sociedad civil, la cual, además, se encontraba diezmada por la violencia y la represión. Esta situación se extendió a los partidos políticos, los cuales eran dirigidos directamente por militares o por civiles de extrema derecha que incluso podían ser más violentos y represivos que los mismos militares. La democracia se instauró para preservar un modelo de Estado —el contrainsurgente—, pero revestido de procedimientos electorales dado que el conflicto armado aún se mantendría por los siguientes 10 años y el Ejército tenía que asegurar su posición y prerrogativas en el nuevo Estado que inevitablemente había que configurar.
El Ejército instauró la democracia porque las fuerzas políticas existentes solo habrían llevado a más violencia. También controló a las facciones conservadoras dentro del Ejército heredadas de los gobiernos de las décadas de 1970 y 1980. Esto incluyó la amplia gama de grupos y estructuras paralelas ligadas al Estado: comisionados militares, patrullas civiles, escuadrones de la muerte y grupos encubiertos de la policía, entre otros. Se debía evitar que la transición fuera dominada por los civiles de extrema derecha o por los simpatizantes de la izquierda. Por otro lado, el gobierno de Estados Unidos osciló entre una oposición a los gobiernos militares durante la presidencia de Jimmy Carter (1977-1981) para luego convencerse de que el único socio fiable para el interés del momento era, otra vez, el Ejército.
El Ejército de Guatemala tuteló la democracia luego de un largo período en el que transitó del aprendizaje y empoderamiento de su función política, al control total del Estado, que a su vez condujo a una profunda crisis y al derramamiento de mucha sangre. Asumió entonces la tarea de enderezar lo torcido y garantizar su rol de guardián de lo que de allí resultara.
Ejército para la democracia sin cambio constitucional
No hay otra institución en Guatemala que haya asumido su misión constitucional de la misma forma como lo ha hecho el Ejército. Muchas cosas han cambiado en la institución armada luego de que en 1986 los militares propiciaron el tránsito a un gobierno civil y que en 1996 se firmaron los Acuerdos de Paz que pusieron fin al conflicto armado interno. El Ejército se reformó y la mayoría de sus miembros activos no tienen ya vínculos con el pasado represivo de la institución. Lo que no cambió fue la misión y el lugar que se le define al Ejército en la constitución actual, lo cual es tan determinante como la existencia misma de la institución.
Los aspectos clave del estatus constitucional actual del Ejército son herencia de la constitución de 1945, especialmente en lo que se refiere a la función del presidente de la república como comandante en jefe del Ejército, la garantía de la seguridad interna, la defensa de la constitución y la potestad de llamar al Ejército para tareas que no son estrictamente militares (es decir, de apoyo institucional). Pero los cambios y procesos ocurridos en los años desde 1986 son igualmente importantes, en especial el acomodo del Ejército a la democracia, una reforma militar y un reposicionamiento de la institución en tareas fundamentales del Estado, como la seguridad pública. Se puede observar que los militares transitaron de la desconfianza hacia el poder civil al acomodo de la institución según los vaivenes políticos propios de cada gobernante.
Más complicadas han sido las otras facetas de su presencia política y económica. Transitaron del control de las redes de corrupción al interior del Estado a participar en su carácter de jubilados en esas redes ahora controladas por civiles. También han tenido que enfrentar el cambio de haber sido un Ejército victorioso militar y políticamente a ser una institución nacional e internacionalmente emplazada como responsable de crímenes de lesa humanidad que apenas se empiezan a llevar a juicio. Finalmente, los militares pasaron de la instauración de una democracia tutelada a ser el sostén aparentemente indispensable de gobiernos incapaces de fortalecer la institucionalidad civil sin necesidad de recurrir a los militares para cumplir funciones cuestionadas por su pertinencia y elevado costo.
Todo eso ha ocurrido —y podría seguir ocurriendo— porque el núcleo de la función militar, el ADN de la institución, no cambió en la única oportunidad que se tuvo para hacerlo a través de mecanismos democráticos: el referéndum constitucional de mayo de 1999. La ruta trazada por los Acuerdos Paz fue inviable cuando las reformas constitucionales necesarias fueron rechazadas. La democratización del país sufrió con eso su principal revés ya que la promoción de las reformas dependió de la voluntad de los gobernantes. Los Acuerdos de Paz no tuvieron obligatoriedad por parte de ningún actor político y quedaron en las manos de una sociedad civil organizada y comprometida pero dependiente del apoyo de la comunidad internacional que, por definición, es siempre limitado.
Con independencia del resultado del referéndum, la reforma del sector seguridad contemplada en los Acuerdos de Paz recibió apoyo técnico y hubo apertura para ello por parte de la institución militar. Una generación de profesionales civiles se formó en ese período y aportó a la creación de instituciones que buscaron redefinir la estructura institucional de la seguridad. El componente de «Fortalecimiento del poder civil y la función del ejército en una sociedad democrática» contemplado en los Acuerdos de Paz dispuso que la función del Ejército sería únicamente la defensa nacional, es decir, la seguridad externa. También se dispuso la reducción del Ejército, además de impedir que se involucrara en proyectos de desarrollo y medio ambiente y en la seguridad pública. Y se acordó abolir el Estado Mayor Presidencial y sustituirlo por lo que fue después la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad encargada de la seguridad del presidente y vicepresidente, reformular la doctrina militar y disolver los grupos paramilitares como las Patrullas de Autodefensa Civil.
Además de esas medidas, los Acuerdos plantearon una serie de reformas a la Constitución orientadas a redefinir la función del Ejército, incluyendo la supresión de privilegios y fueros especiales para los miembros de la institución y del requerimiento de que el Ministro de la Defensa sea un militar. También se contempló retirar a los militares de los espacios que ocupaban en las áreas de educación, comunicaciones y economía y desmilitarizar los servicios sociales de emergencia (Comité Nacional de Emergencia, Consejo Nacional de Salud, etc.).
Se pactó también reformar el sistema de inteligencia militar y darle prioridad al sistema de inteligencia civil y otras más relacionadas al acceso a la información y archivos militares.
Los Acuerdos se orientaron a ajustar la institución militar a las necesidades de la democracia y priorizó el fortalecimiento del poder civil dado el desequilibrio que en ese momento existía entre el Ejército y el resto de instituciones del Estado. La premisa central de los Acuerdos fue que el fortalecimiento del poder civil, necesario para la democracia, requería transformar la función del Ejército y su naturaleza. Mucho de lo planteado por los Acuerdos se llevó a cabo durante los primeros 10 años: se redujo el número de efectivos del Ejército y el presupuesto, se creó la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad (SAAS) y se reformó la doctrina militar, entre otros.
La formalidad de esos cambios persiste hoy en día con excepción de lo relacionado con el presupuesto y el número de efectivos del Ejército, pero los cambios sustanciales que la democracia requiere quedaron frustrados cuando el referéndum de 1999 se inclinó por el «no» a las reformas. Parte de la explicación de este fracaso tiene que ver con la turbulencia política del período 1986-1999. Los militares tuvieron que enfrentar conflictos internos que incluso llevaron al país al borde del quiebre institucional cuando ocurrió el denominado autogolpe del presidente Serrano Elías en 1993. Las pugnas se han analizado entre los bandos de «duros y blandos» en que los últimos lograron imponerse y evitar que la nueva democracia sufriera su primera caída, ya no en la forma de un golpe militar sino a través de la manipulación de un gobernante incapaz, fanático y carente de legitimidad.
Por otra parte, los Acuerdos de Paz fueron un parteaguas en la historia del país al poner fin a un sangriento conflicto armado interno y obligaron al Ejército a negociar su futuro institucional. Sin embargo, no lo fueron en cuanto a la sostenibilidad de la reforma del Estado. El balance de poder se inclinaba en favor del Ejército y del apoyo que las élites políticas y económicas le daban para evitar que la insurgencia ya desarmada transitara a convertirse en una fuerza política que pudiera retar el status quo nacional.
Adicionalmente, el presidente Álvaro Arzú (1996-2000) inauguró la modalidad de defenestrar cúpulas militares para asegurar el apoyo de facciones afines en momentos turbulentos, modalidad que luego sería replicada por otros gobernantes y que motivó fuertes pugnas al interior del Ejército. Por una combinación de motivos personales e ideológicos, Arzú cambió la cúpula militar que había apoyado la firma de la paz y dejó que opositores a ese proceso tomaran el control del Ejército, una fuerza militar ligada a las tradicionales operaciones de inteligencia para la represión, ocultamiento de crímenes y, por supuesto, negocios.
Las incertidumbres se resolvieron cuando el referéndum fue convocado y no hubo, otra vez, fuerza política para hacer de ese proceso un honesto ejercicio democrático. Los mecanismos definidos para el referéndum fueron perversos dado el contexto del país, con una ciudadanía apática y afectada por el reciente conflicto armado y por la cada vez más intensa desconfianza que producían los gobiernos civiles. No se invirtió en tiempo ni procesos de información ciudadana sobre las reformas. La consulta se redujo a cuatro preguntas que agrupaban un total de cincuenta reformas desconocidas para la mayoría de la ciudadanía sobre temas relacionados con la definición de la nación y los derechos sociales, la reforma del Congreso, del poder Ejecutivo y del Judicial. El referéndum tuvo solamente el 18.5 % de participación ciudadana. Todos los intentos de reforma política que se han impulsado desde ese momento cargan con el lastre que dejó el referéndum de 1999 en la frágil democracia del país.
A partir del resultado del referéndum, el futuro constitucional del Ejército quedó intacto y eso inauguró un proceso de doble vía. Por un lado, se implementaron de forma limitada las reformas al Ejército que ya se han mencionado y, por otro lado, los gobernantes tuvieron la posibilidad de redefinir la función militar de acuerdo a los problemas que enfrentaba la sociedad. El primero de ellos y el más visible de todos fue la seguridad pública. Durante el gobierno de Alfonso Portillo (2000-2004) la criminalidad aumentó en el país. Se dispuso entonces hacer uso de los militares para apoyar a una Policía Nacional Civil que ya empezaba a dar signos de debilidad pese a su reciente creación. Portillo cambió otra vez la cúpula militar y llegó al poder de la institución una mezcla de militares afines a la reforma y militares vinculados a poderosas redes de corrupción y crimen organizado. Durante ese gobierno hubo cuatro ministros de defensa, cada uno representando una facción diferente del Ejército. A pesar de eso, durante este gobierno se inició la reforma del Ejército para cumplir con los compromisos de los Acuerdos de Paz. Esto incluyó, además de la reducción del presupuesto, la disolución del Estado Mayor Presidencial. Estas reformas no fueron obstaculizadas incluso por Efraín Ríos Montt que en ese período fue presidente del Congreso de la República.
El gobierno de Oscar Berger (2004-2008) puede ser considerado como el último intento de la élite tradicional del país, la de empresarios urbanos y terratenientes, de apostar por el control del Estado vía la conducción del gobierno. Berger se distanció del Ejército y forzó las reformas para llevarlo a un nivel que incluso sobrepasó lo establecido en los acuerdos de paz. Se redujo el presupuesto militar en un 50 % más de lo pactado y se cerraron bases militares y redujo el número de efectivos. Por otro lado, Berger le apostó a enfrentar el problema de la inseguridad a través de la Policía Nacional, pero entregando la institución a civiles que demostraron su capacidad para ejercer excesivos niveles de violencia extrajudicial sin depender de los militares de forma directa ya que de todas maneras militares jubilados fueron incorporados como asesores a la Policía y al Ministerio de Gobernación. La policía fue conducida por Erwin Sperinsen (condenado en Suiza por los crímenes en el caso «Pavo Real») y el Ministerio de Gobernación por Carlos Vielman (juzgado en España y puesto en libertad), apoyados ambos por personajes conocidos por su afinidad con la violencia y el control del crimen en su favor. El resultado fue desastroso para el país, en vista que los índices de violencia homicida se dispararon y la Policía quedó debilitada y deslegitimada. Berger utilizó a los militares jubilados mientras redujo la capacidad de la institución militar.
A pesar de múltiples resistencias entre los oficiales, el Ejército fue paulatinamente recuperando su protagonismo a través de la ampliación de sus funciones en la seguridad pública e incluso en materia de control de la creciente conflictividad socio ambiental. La herencia del gobierno de Berger consistió, entre otras cosas, en abrir la puerta del país a una guerra interna del narcotráfico que durante el gobierno de Álvaro Colóm (2008-2012) llegó a extremos escandalosos. Las masacres y enfrentamientos entre narcotraficantes en ese período demostraron diversos vínculos con miembros del Ejército, desde oficiales de alto rango hasta kaibiles reclutados por cárteles del narcotráfico. Y eso que el Ejército asumió tareas de combate al narcotráfico a través de diferentes unidades especializadas en conjunto con la Policía y con el apoyo de los Estados Unidos.
La Comisión Internacional Contra la Impunidad, CICIG, creada en 2006, no había sido aún una amenaza al orden corrupto del país. Fue con el caso Rosenberg en enero de 2010 que la CICIG demostró el potencial de impedir conspiraciones políticas a través de la investigación criminal independiente. La actuación de la CICIG y el Ministerio Público no solo aclaró un polémico caso sino que evitó un posible quiebre institucional.
Con la llegada a la presidencia de Otto Pérez Molina (2012-2015) se cerró un ciclo de la presencia política —formal e informal— del Ejército. Pérez Molina, un militar jubilado con trayectoria en el proceso de paz, supo reconocer la necesidad de satisfacer las dos bocas de la institución: la formal representada por los oficiales activos y responsables de la institución y la informal, representada por los militares retirados vinculados a la política, los negocios con el Estado, la corrupción y el crimen organizado. Durante ese gobierno, los militares fueron reasignados a tareas de seguridad pública y también de control de protestas, mientras que se aumentó el número de efectivos y el presupuesto. De hecho, la principal autoridad sobre la policía y las instituciones de seguridad fue el coronel retirado Mauricio López Bonilla quien fue nombrado Ministro de Gobernación. Paralelamente, la redes de corrupción y crimen organizado tuvieron la protección que el mismo presidente de la república podía ofrecer.
Conocemos ya la historia de que eso no salió bien.
La CICIG logró demostrar con el caso de corrupción en las aduanas denominado «La línea» la existencia de un persistente legado de estructuras de militares jubilados que controlaban redes de crimen organizado y la financiación de partidos políticos vía fondos provenientes de la corrupción. Hasta resultaron implicados militares activos del Ministerio de la Defensa y militares jubilados con cargos en el Ministerio de Gobernación, como Mauricio López Bonilla, uno de los entonces oficiales jóvenes golpistas en 1982.
El Ejército se vio involucrado en situaciones conflictivas debido a su participación en acciones que no le corresponden. En octubre de 2012, seis personas murieron y 34 resultaron heridas en un confuso incidente en el que militares abrieron fuego contra una manifestación campesina en el departamento de Totonicapán. Otros incidentes ocurrieron durante el gobierno de Pérez Molina debido al uso de la fuerza militar en tareas que no son propias de su naturaleza. Si bien es cierto que miembros de la institución se oponían a que el Ejército fuera usado para esas tareas, el mandato constitucional de obedecer al comandante general del Ejército prevaleció, especialmente cuando ese puesto lo ocupaba un militar de alto rango en retiro.
Otto Pérez Molina terminó como Ydígoras Fuentes, defenestrado y evidenciado por su incontrolable sed de corrupción. Su sustitución no ocurrió a través de un golpe de Estado, pero sí abrió el capítulo que ahora vive el país, la vuelta a la defensa corporativa del Ejército y la utilización de la institución por parte de gobernantes civiles incapaces y corruptos. Jimmy Morales se rodeó de una oficialidad del Ejército en activo y de un grupo de militares jubilados altamente cuestionados por su vínculos con violaciones a derechos humanos y corrupción en su cruzada contra la CICIG a cambio de aumentos presupuestarios y creación de condiciones para que el siguiente gobierno, el de Alejandro Giammattei, reposicionara a los militares a través de su participación masiva en la seguridad pública. Los militares de baja de diferentes facciones reafirmaron su participación en la política partidaria y algunos de ellos ocupan puestos en la administración pública.
Por negocios, por firme creencia ideológica o por convencimiento de que los civiles no son capaces de conducir al país, militares y militares de baja siguen amparándose en el mandato que la constitución le otorga al Ejército, ese que se instauró en 1945 y que no se pudo cambiar en 1999.
Reflexiones finales
El Ejército de Guatemala siempre ha estado muy cerca del poder político (léase dictador-caudillo, junta de gobierno, o presidente civil o militar) o de un proyecto político determinado (revolución de octubre, anticomunismo, aliado de Estados Unidos, etc.). Hasta podría suponerse que ningún gobierno en Guatemala es viable sin el aval explícito o implícito del Ejército. Esto ha sido especialmente cierto cuando el Poder Ejecutivo es ejercido por un oficial militar a nombre del Ejército directamente (como en el caso del coronel Peralta Azurdia, quien además de jefe de gobierno ocupó el cargo de ministro de defensa a la vez). El Ejército se vinculó con el proyecto de los gobiernos de la revolución de octubre pero no tanto con el liberacionismo de Carlos Castillo Armas, se mostró tolerante con un viejo compañero de armas (Ydígoras Fuentes), obediente bajo Peralta Azurdia, receloso cuando Méndez Montenegro, y comprometido con la guerra contrainsurgente de los tres generales (que le permitió hacer aquello para lo que se había preparado expresamente, la guerra), pero entendió y aceptó la necesidad de un retorno a la democracia no sin antes exigir una amnistía a cambio, y se ha mantenido quieto desde que no ha habido amenaza alguna a su monopolio del uso de la fuerza militar (salvo excepciones como las del narcotráfico en ciertos momentos y de la crónica situación de inseguridad pública).
Es decir, el Ejército se ha preocupado siempre, en primer lugar, por la buena marcha del Estado, del cual es parte, porque de la buena marcha del Estado depende su propia buena marcha como institución. En segundo lugar, se ha preocupado por la buena marcha del país, porque es la institución a la cual se recurre en última instancia para estabilizar la situación política o para acuerpar determinados procesos de desarrollo nacional, por ejemplo, en tiempos de la revolución de octubre cuando se asoció con un proyecto de modernización nacional o desde los acuerdos de paz de 1992 cuando ha respaldado a los políticos electos para que asuman la función de gobernar.
En diferentes momentos de su trayectoria, el Ejército ha justificado su función política con la defensa de la soberanía e integridad del Estado. La institución armada, así como diferentes actores que esperan de ella una reacción determinada, ha intervenido en momentos que varían de significado por su contexto, interpretación ideológica o intereses, pero que coinciden en el imperativo del deber de defender al Estado de una injerencia extranjera. El alzamiento de los cadetes de la Escuela Politécnica del 2 de agosto de 1954 estuvo motivado más por la indignación que produjo la incursión armada del ejército liberacionista y la injerencia de los Estados Unidos que por un ideal revolucionario o lealtad a Arbenz; el levantamiento militar del 13 de noviembre de 1960 en contra de Ydígoras Fuentes por el entrenamiento de tropas cubanas en territorio nacional; los gobiernos contrainsurgentes de 1970 a 1985 que se justificaron por la amenaza del comunismo internacional que apoyaba a las guerrillas locales; y hasta los oficiales del Ejército que apoyaron a Jimmy Morales contra la injerencia extranjera a través de la CICIG.
Resulta obvio que el Ejército no es como las demás instituciones del Estado. Sus oficiales pertenecen a un cuerpo —permanente, profesional— al cual acceden por decisión propia por una sola puerta de entrada (la Escuela Politécnica). La tropa entra por la puerta de los cuarteles, pero no por su voluntad cuando han sido reclutados. En ambos casos, la organización jerárquica del Ejército no admite sino una obediencia prácticamente incuestionable, no deliberante (con muy pocas excepciones de reciente data) para sus integrantes. Estas características han eximido de responsabilidad a los que tienen que obedecer las órdenes pero también introducen un elemento de inestabilidad a las filas porque cuando alguno de sus miembros se ha sentido inconforme con alguna situación, decisión o política (del gobierno, del sector privado, o del mismo Ejército), tiene pocas opciones: conciliarse con su inconformidad, pedir la baja o participar (como en los tiempos pasados) en un golpe de Estado. No tiene otros medios para expresar sus opiniones políticas porque le es vedado hasta el voto, una prohibición que no afecta a ningún otro empleado público. En este sentido, el Ejército es una institución del Estado guatemalteco realmente excepcional.
Por lo tanto, podría pensarse que la oficialidad y la tropa de un ejército permanente y profesional prefieren mantenerse al margen de la vida política de un país y limitar sus acciones y decisiones al campo estrictamente propio de la institución militar para evitar complicarse. Sin embargo, ha sido recurrente en Guatemala desde 1986 que la oficialidad en retiro participe en la vida política como asesores de partidos políticos, ministerios y otras dependencias y por supuesto, como candidatos a diputado o presidente. Los militares retirados han conservado uno de los recursos más valiosos que otorga la naturaleza corporativa de la institución: las redes que se crean a partir de las promociones de la Escuela Politécnica y de los cargos y la formación militar posteriores. En Guatemala se ha evidenciado que los beneficios que las redes otorgan a sus integrantes incluyen la protección mafiosa, la garantía de la impunidad y las facilidades para entrar en los negocios ilícitos, además de la participación en alianzas político-partidarias. Muchas de las redes de militares jubilados heredadas del conflicto armado han mutado, ya sea por senectud, porque fueron superadas por otros competidores o porque algunos de sus miembros han sido capturados y procesados o están prófugos. Actualmente son las redes de civiles mafiosos y poderosos —en las que no suele faltar un militar o exmilitar— las que dominan la escena criminal del país y controlan las instituciones que una vez estuvieron en manos del Ejército.
Guatemala necesita salir del círculo vicioso que atribuye la precariedad de su democracia a la existencia de su Ejército porque, viceversa, el Ejército ha justificado su función política debido a la precariedad de la democracia. El apoyo recurrente que los gobernantes civiles demandan a los militares, ya sea como institución o a través de militares jubilados con influencia en la política, debilita la institucionalidad democrática y hace cada vez más atractiva la opción militar como solución de última instancia para una diversidad de gestiones públicas. A la larga, esto también daña a la institución armada a pesar de que le representa la posibilidad de hacerse de una porción significativa de los recursos financieros del Estado.
Cuando los militares se ocupan de la seguridad pública o de vigilar el cauce de los ríos, siguen siendo siempre militares, con armas y entrenamiento adecuado para una reacción violenta de grandes proporciones. Eso será siempre un riesgo para ellos y para la población, además de ser un recurso costoso para el Estado.
Cuando los militares asumieron el control total del gobierno en las décadas de 1970 y 1980, ya había sido rebasada la capacidad del Estado de conciliar pacíficamente las diferencias entre los grupos opuestos. Se recurrió entonces a la opción militar porque nadie lo podía hacer mejor, o siquiera quería hacerlo. El Ejército asumió la tarea haciendo lo que mejor sabía hacer, usar la fuerza y la violencia al extremo de la saña y el terror. Para muchos militares —y civiles— gobernar un país es como dirigir un cuartel ya sea porque no tienen otro referente de cómo hacer las cosas o porque consideran que esa es la única forma en que se puede controlar a la mayoría de la población. ¿Qué nos asegura de que eso no suceda otra vez si la clase política delega en los militares la solución de problemas producto de su propia incapacidad, indiferencia o interés mafioso? Guatemala tiene una larga historia de experiencias que se prestan para responder a esa pregunta.
* Knut Walter. Historiador. Ha sido docente en universidades de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Estados Unidos. Es autor de varios estudios monográficos de historia centroamericana moderna, especialmente de El Salvador y Nicaragua, y coordinó la elaboración de textos de historia salvadoreña y centroamericana.
Otto Argueta. Historiador y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Hamburgo, Alemania. Coordinador regional de la Alianza para la Paz. Sus investigaciones se concentran en temas de criminalidad y violencia con especial énfasis en pandillas, crimen organizado, narcotráfico y policía, así como sistemas políticos y procesos de formación del Estado.
El presente artículo es parte de un proyecto de investigación regional desarrollado por Alianza para La Paz con apoyo de la Fundación Heinrich Böll.
Una bebida fría de cacao en el calor de Comayagua va pa ́dentro a tucún tucún. Me explicaron -porque soy extranjero- que en Honduras a tucún significa tomarse algo en pocos sorbos. Pero en la chocolatería Atucún, en Comayagua, esa palabra significa tradición, patrimonio, poesía, entusiasmo, calidad y sobre todo, mucho, mucho, sabor y felicidad.
La chocolatería Atucún tiene casi un año y medio de estar en un local en el centro de Comayagua. Ofrece productos derivados del cacao que van desde bebidas, hasta chocolates producidos dentro de los estándares internacionales de lo que se conoce como bean to bar, del grano a la barra, una especialidad de producción artesanal altamente cotizada por su calidad.
Ahora con la pandemia, Atucún ha enfrentado muchos retos, pero Efrén Elvir Maradiaga y Manuel Castañeda han convertido la adversidad en oportunidad para mejorar su emprendimiento. Sus historias y la del chocolate que producen entrelazan aventuras individuales, un legado precolombino en Honduras, poesía en una ciudad que tendrá próximamente el nuevo aeropuerto internacional del país.
Efrén Elvir Maradiaga incursionó en el mundo del chocolate porque la idea, literalmente le golpeó la cabeza. Cuenta Efrén que regresó a Comayagua luego de muchos años con la idea de cultivar café en una montaña y reproducir lo que aprendió en la finca de su infancia. Sus conocimientos y entusiasmo se toparon con que la altura para cultivar el tipo de café que tenía en mente no era adecuada. Decepcionado -y desempleado- se sentó bajo un árbol para protegerse del intenso calor. En medio de sus cavilaciones, una semilla golpeó su cabeza, era de cacao, unas ardillas -buenas mensajeras de la Fortuna- estaban comiéndolas. El golpe hizo recordar a Efrén que durante sus estudios en la universidad, realizó un proyecto llamado Atucún, que era para producir pinol, que es una bebida tradicional hondureña elaborada con polvo de cacao. A Newton le faltó gusto por los placeres terrenales cuando le cayó la manzana en la cabeza.
Manuel Castañeda y Efrén Elvir, dueños de la Chocolatería Atucún. Comayagua, 11 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Así empezó todo, buscando producir polvo de cacao para pinol. Pero nada mejor para los buenos descubrimientos que los accidentes. Efrén se dio cuenta de que al procesar las semillas se obtenía la manteca de cacao, un producto que explica es de alta calidad y con ella se producen los chocolates saborizados. Buscó apoyo en instituciones, pero otra vez -como ocurre con las buenas ideas- lo que recibió fue desaliento e incredulidad dado que Comayagua no figura en el mapa de regiones productoras de cacao de Honduras.
Honduras cuenta con siete mil hectáreas de cacao en nueve departamentos productores: Cortés, Santa Bárbara, Copán, Yoro, Atlántida, Colón, Olancho, El Paraíso y Gracias a Dios. De acuerdo al Comité Nacional de Cacao, Honduras tiene el segundo lugar en producción de cacao de Centroamérica y el quinto a nivel mundial. Efrén explica que el cacao de Comayagua ha sido afortunado por no ser parte de las regiones de mayor cultivo de ese producto y que se ha preservado criollo, sin alteraciones genéticas.
Es un patrimonio histórico. Reciente evidencia arqueológica encontrada en lo que hoy es Honduras, específicamente en Puerto Escondido, en Tela, demuestra que el chocolate podría haber sido descubierto de manera accidental por indígenas de la región que producían cerveza con la pulpa de las vainas del cacao y que aprendieron a utilizar los desechos de ese proceso. Los indicios del chocolate se encontraron en piezas de cerámica que datan desde 1100 y 800 a. C. en Puerto Escondido. Ese cacao criollo, sin alteración, es el usado para hacer los chocolates de Atucún, y Efrén, además, ha emprendido la tarea de preservar el cultivo del cacao en Lomas de Cordero, así, sin adulteraciones, como un patrimonio histórico.
Una joven prepara chocolate en la Chocolatería Atucún. Comayagua, 11 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
No se puede evitar usar adjetivos y metáforas, cuando se describe algo que produce mucho placer. Uno se pone hasta poético para describir la experiencia. Y en Atucún la poesía no falta.
Manuel Castañeda, ahora chocolatero, le imprime a este arte una experiencia de vida llena de colores. Manuel entró en el negocio cuando estaba a punto de partir, como tantos miles de hondureños, a otras tierras en busca de una vida libre de las adversidades que el país impone. Vendía café para ganarse la vida cuando Efrén, amigo de juventud y deportes, le entregó unas cajas de chocolate para venderlas a través de las redes sociales. Como Manuel estudió para ser chef, se interesó por la chocolatería. Antes de eso, fue maestro de primaria en aula multigrado en San Francisco de la Ceibita y en la comunidad Santa Cruz de Lagunetas. Fue maestro porque estudió ciencias sociales, dado que los estudios de sus sueños (arqueología) no era posible hacerlos en Honduras. A la vez que fue ayudante de electricista, emprendió el camino de ser escritor, ahora ya con tres publicaciones de sus poemas y cuentos.
Junto con otros poetas de Comayagua, Manuel fundó el movimiento Lienzo Breve que en su manifiesto resalta: «… hemos aprendido que el proceso de creación es una tarea orgánica que se desarrolla a medida que se estructura y consolida. La falta de sustento y apoyo en Honduras para estos procesos nos obliga como Lienzo Breve a tomar las riendas de toda iniciativa para que algo tenga vida y trascienda. El solo hecho de pensarlo y anhelarlo es desde ya una tarea titánica», muy cierto y no solo para el mundo de las letras. Cuando Efrén y Manuel coincidieron en entusiasmo y aspiraciones, se dieron a la tarea de encontrar un local para instalar la chocolatería. Una tarea titánica porque encontraron una casa en abandono que tuvieron que restaurar ellos mismos.
Pero resulta que una vez más el chocolate y la poesía confabularon en el destino, ya que en esa casa vivió el poeta Edilberto Cardona Bulnes (1935-1991), connotado poeta hondureño que se autoexilió en la ciudad para sobrevivir la depresión que le produjo la pérdida de los ejemplares de su libro Jonás, fin del mundo o líneas en una botella, quedesapareció del aeropuerto Toncontín en 1980 cuando venía de Costa Rica para ser distribuido aquí en Honduras.
El legado patrimonial del cacao y el homenaje a la poesía de Comayagua se saborean en la experiencia Atucún, aunque en sus chocolates hay solo tres ingredientes: cacao, leche y el fruto que le agregue un sabor extra. El chocolate de mora, tiene moras, de verdad.
Efrén explica con detalle que los chocolates saborizados industriales tienen hasta quince ingredientes. Agrega que la mala fama de que el chocolate es dañino a la salud viene de allí, de un proceso industrial. Ese es el chocolate que se encuentra en cualquier supermercado. Hay otro tipo de chocolate: el artesanal, que usa chocolate industrial que luego es trabajado a mano. Al final, lo que uno se come es otra vez un producto industrial. Atucún en cambio es una chocolatería bean to bar, del grano a la barra, algo que en el mundo internacional del chocolate se considera una exquisitez.
«Nosotros no sabíamos en dónde estábamos, queríamos ser como Nestlé, ir a un súper y poner nuestras barras a la par de una con cacao de baja calidad. Los costos de producción nuestros son altísimos y al hacer eso, a nivel de mercado, teníamos problemas. Un supermercado local nos dijo: “ok tu chocolate nos gusta, tenemos treinta marcas de chocolate importado, pero queremos poner uno de aquí de Honduras, queremos setecientas barras a la semana”. Imposible. Hacer chocolate como este lleva mucho tiempo porque hacemos todo el proceso: las semillas deben ser secadas, tostadas, removida la cáscara, molido y seguir todo el proceso que toma mes y medio desde el momento en que se extrae la bellota hasta que se puede comer el chocolate. El proceso es todo para lograr la calidad.» explica Efrén.
Ser tan innovador en un país con tan pocas garantías jurídicas para el emprendimiento tiene su precio. Efrén y Manuel han aprendido a cuidar sus ideas porque ya fueron engañados por políticos y medios de comunicación. Ellos cuentan que al inicio entregaron información sobre sus procesos para solicitar créditos y luego esa información fue utilizada por otra empresa propiedad de una persona acaudalada en San Pedro Sula. A pesar de no necesitar el crédito igual lo recibió, así como la cobertura de los medios celebrando que la propietaria trajo a Honduras las ideas de un país asiático. Maldición de malinche que le llaman.
Pero llegó la pandemia. Atucún apenas cumplía el año cuando Comayagua, como el resto del país, se encerró. «Nos afectaron las prohibiciones, hubo tanta histeria que si la policía lo veía a uno en la puerta del local lo agarraba como a un delincuente. A pesar de eso, solo paramos de trabajar una semana y la pandemia nos dio la oportunidad a Manuel y a mí de pensar y tener nuevas ideas», cuenta Efrén. La más importante de ellas, quizás, fue recordarle a sus clientes que el chocolate posee teobromina, un alcaloide parecido a la cafeína que a diferencia de esta tiene una propiedad extra, estimula el sistema nervioso central a través de la endorfina. Es decir, produce felicidad. Nada más necesario en momentos en que el miedo, el duelo y la incertidumbre rondaron las calles de la ciudad.
«En la pandemia la gente estaba deprimida, histérica, empezamos a promocionar productos buenos para la depresión, para la ansiedad, y la gente empezó a pedir» ¿Y cómo no? Si con o sin depresión, con o sin pandemia, la “Bomba de chocolate” y los “huevitos de chocolate” –los dos “productos exitosos de pandemia” como los llaman Efrén y Manuel– son felicidad pura.
«La bomba de chocolate fue bautizada así por un cliente. Es una torta de chocolate, de chocolatero, no de pastelero. Un pastelero le pone a una masa de harina el cacao en polvo junto con barritas de chocolate. Esta es una torta hecha de chocolate de verdad, lleva tres tipos de chocolate: el fundido, en polvo y los nibs de cacao que son pedacitos de cacao especialmente tostado para el consumo. Además lleva un caramelo de leche en medio».
La chocolatería se ha vuelto un lugar de asistencia asidua para la gente de Comayagua. «Chocolate para beber, eso se consume aquí, en el local» en la casa que una vez fue del poeta Bulnes. Los otros productos sí salen, porque Atucún está abriendo su oferta a Tegucigalpa, incluso ha iniciado la exportación de chocolates a los Estados Unidos y se espera iniciar la exportación a Suiza.
¿Cómo contar toda esta historia para disfrutar aún más el chocolate de Atucún? Pues resulta que Efrén y Manuel también tienen el tour del chocolate. «El tour surgió porque hubo quienes no creyeron que había cacao en Comayagua. El tour inicia en las zonas de cultivo, en la montaña, para conocer al cacao criollo y termina aquí en el local mostrando el proceso para elaborar el chocolate», cuenta Efrén, que también recuerda que esa idea surgió como respuesta a la incredulidad. Cuando Atucún empezó, nadie creyó que era posible hacer chocolate en Comayagua. Se llevaron a un grupo de escépticos expertos a la montaña a ver los cultivos. Ahora, el tour es usado, incluso, por la universidad en una materia llamada proceso agroindustrial que envía a sus estudiantes a Atucún para aprender sobre el cacao.
Atucún fue premiada en el Festival Internacional del Chocolate Artesanal en Honduras y ahora cuenta con el apoyo de Antonia María Morales, Ariagny Morales, Daysi López Donaire y Allan Paredes. Allan viene del orfanato llamado Hogar Nazaret y realiza una pasantía en la chocolatería.
Todos aportan con ideas y entusiasmo. Los chocolates se pueden llevar en una caja-libro, los choco-libros: Chocolate Potter, el Cholatito, El Chocolate de Montecristo, Cien años de chocolate, Juego de chocolates, El chocolate de la Mancha, Bajo el mismo chocolate, etc. La literatura y el chocolate se volvieron a encontrar en Atucún.
En Chocolatería Atucún, una de las ideas ingeniosas para empacar chocolates ha sido reinventar los títulos de obras literarias famosas. Comayagua, 11 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Conozco muy pocas personas a las que no les gusta el chocolate. Hasta raro es cuando se encuentra una. Tal vez porque nos produce alegría o porque lo asociamos con nuestra niñez, con el amor, con la calidez del hogar o porque lo consideramos algo exquisito, digno de saborear. Como sea, el chocolate nunca pasa desapercibido, siempre es bienvenido, celebrado. Es una metáfora, un símbolo, nombre de libros y películas como Fresa y chocolate o Como agua para chocolate. En Comayagua, Atucún lo fabrica con la poesía y el patrimonio histórico en mente. Todo tiene una historia y este chocolate no solo la recupera sino la transmite.
Y para cerrar el círculo de homenaje al legado precolombino del chocolate comayagüense, Atucún incursiona en la elaboración de cerveza de cacao. Habrá que tomarla a tucún tucún.
Los pueden encontrar en su página de Facebook y en Instagram: @atucun_chocolatería
Hasta agosto de 2020 se han registrado 2199 homicidios, según datos de la Policía Nacional. Aunque esto representa una disminución de 425 en relación con el mismo periodo de tiempo en 2019, analistas señalan que la violencia sigue siendo un problema grave en el país y que las restricciones por la pandemia no generaron un impacto considerable en el curso de disminución de los homicidios.
A pesar de la cuarentena prolongada desde marzo en Honduras, el Sistema Estadístico Policial en Línea de la Policía Nacional (Sepol) contabilizó más de 2000 homicidios hasta agosto de 2020. A pocas semanas de la reapertura de la economía en el país, se registraron 3 hechos violentos de gran impacto: el asesinato de un periodista independiente, la masacre en la que un defensor de derechos humanos y el medio ambiente fue asesinado y el primer transportista víctima de una muerte violenta a pocos días de la reapertura del transporte público tras la pandemia.
Migdonia Ayestas, directora del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Ov-unah), señala que la violencia y criminalidad ha disminuido muy poco en el país y prevé que aumentará la tasa de homicidios este año. «El promedio nos evidencia que a diario 9 personas están siendo víctimas de la violencia y criminalidad y esto es grave porque el año pasado eran 10 u 11 y con estas excepciones que se mantienen en el país que nos mantiene encerrados en cuarentena y ahora con la reapertura, se evidenció que no disminuyó la violencia».
Uno de los últimos homicidios registrados en el país es el del periodista independiente Luis Almendares, de Comayagua, quien tras recibir 3 impactos de bala por parte de desconocidos comenzó a transmitir en vivo por su página de Facebook en busca de ayuda. Almendares tenía 25000 seguidores en esa red social que utilizaba para denunciar corrupción y hacer periodismo humano.
«Se encargaba de gestionar ayuda para personas pobres y tenía mucha proyección en su ciudad. Eso le hace tener un reconocimiento en la sociedad y un afecto que se hizo tangible el día de su entierro, que pese a haber un estado de excepción y toque de queda la gente incumplió y decidió acompañarlo», dice Miriam Elvir, encargada de comunicaciones del Comité por la Libre Expresión (C-Libre).
Con el asesinato de Almendares se contabilizan 80 asesinatos de periodistas desde 2009, los 3 ocurridos en 2020 se dieron en medio de la pandemia y con restricciones en la libertad de movilidad.
Según la Relatoría Especial de Naciones Unidas sobre la Situación de las y los Defensores de Derechos Humanos, emitida en 2018, el 91 % de los asesinatos a periodistas aún no han tenido una condena hacia los responsables.
De acuerdo con C-Libre, esta organización emitió 7 alertas por Luis Almendares desde el 2018 y documentaron 12 agresiones contra él, la mayoría eran violencia directa. «Incluso en febrero de este año denunció un sabotaje a su vehículo, le quebraron los vidrios del carro y era un mensaje, según él, directo por las denuncias que había hecho en sus redes sociales», añadió Elvir y dice que ante todas las denuncias que hizo C-Libre, ninguna institución ni estancia encargada de darle protección a periodistas hizo caso de las alertas para garantizar la vida de Luis.
Por su parte, el Colegio de Periodistas de Honduras, mediante un comunicado exigió una exhaustiva investigación por la muerte de Almendares. A la vez, denunció que han demandado «el fortalecimiento logístico humano y financiero del Mecanismo de Protección para que cumpla con eficiencia su mandato de proteger a periodistas, comunicadores sociales y defensores de derechos humanos, pero lamentablemente nuestras peticiones han sido ignoradas y no hemos tenido respuesta».
La Policía Nacional de Honduras declaró a través del director de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI), Rommel Martínez, que el Ministerio Público inició varias operaciones para localizar evidencia o algún hallazgo relacionado al hecho: «se desplazó un componente de la fuerza de tarea de Delitos contra la vida que se encarga de investigar cuando las víctimas forman parte de un sector más vulnerable. Es por ellos que sentimos que se están dando pasos bastante adelantados para responsabilizar a los responsables».
Luis, en reiteradas ocasiones, afirmó querer irse del país porque temía por su vida. Durante su ejercicio periodístico denunció sobre la falta de agua y el mal manejo de la basura en las calles de Comayagua, además de ser uno de los pocos periodistas que cubrían de manera constante a la Corporación Municipal y que denunciaba las anomalías en sus gestiones.
A Luis lo asesinaron a 2 semanas de haber denunciado a través de su página de Facebook Luisito Almendares (La voz del pueblo), el machismo y la transfobia ejercida supuestamente por el Poder Judicial, luego de haber negado atención a la denuncia de Grey Anahi, una mujer trans que fue agredida a machetazos en San José de Comayagua. La noticia se hizo viral y las autoridades publicaron una aclaración en la que desmentían la denuncia de Grey y afirmaban que con eso dañaban la imagen de la institución.
Luis fue enterrado y acompañado por más de un centenar de personas que le seguían por su trabajo y su cercanía en denunciar las injusticias que suceden en su ciudad. En diversas publicaciones, la ciudadanía exige justicia para el periodista.
El ciclo de la violencia y la impunidad
Un informe publicado en agosto por la Asociación por una Sociedad más Justa (ASJ) señala que, aunque hay una disminución del 10 % en la impunidad, las cifras aún son altas pues de cada 100 asesinatos, 86 quedaron en la impunidad.
Arabezka Sánchez, experta en criminología, destaca que uno de los mayores retos que tiene la seguridad y la justicia en Honduras es la alta tasa de impunidad y que, aunque los índices de sentencia han disminuido según los informes de la ASJ, la sentencia no siempre es condenatoria.
«Esto puede estar pasando porque no hay suficientes elementos de prueba recolectados por partes de unidades investigativas, puede ser que aún con los elementos no son sostenidos y defendidos en juicio por parte del ente acusatorio o simple y sencillamente las personas que están siendo cuestionadas recolectan suficientes evidencias para contrarrestar las pruebas de la fiscalía», añade Sánchez.
La experta detalla que en la última auditoría que se le realizó a la tasa de seguridad el año pasado por parte del Foro Nacional de Convergencia (Fonac)uno de los principales hallazgos fue que había una deuda de más de un año porque se había adelantado el uso de esos recursos «68 % de esos fondos fueron usados para estructura, concretar unidades de investigación e inteligencia, Policía Militar y todas las reformas que necesitó la Policía Nacional de Honduras y programas de prevención».
Para Migdonia Ayestas es importante que las instituciones del Estado gestionen apropiadamente las acciones que tienen que ver con la seguridad pública «que controlen la violencia y criminalidad, que investiguen y sustenten bien las pruebas porque luego dejan libre a la gente y nunca llega a los tribunales».
Los homicidios múltiples no se han detenido
Según el Ov-unah hasta el momento se han registrado 39 homicidios múltiples, estos son los asesinatos con más de 3 víctimas. Estos homicidios suman 145 personas víctimas este año, 33 mujeres y 112 hombres. Del total, 28 de los eventos ocurrieron en Francisco Morazán, Cortés, Yoro y Olancho. «Los posibles móviles son la venganza, pelea de territorio para negocios ilícitos y pelea de terrenos entre familias o riñas interpersonales», añade Ayestas.
En la última masacre fue asesinado José Antonio Teruel de 72 años junto a su esposa, Francisca Zavala y su cuñado, Marco Zavala en la aldea de San Fernando de Patuca, Olancho. Teruel era conocido por su labor como defensor de derechos humanos y su lucha por el medio ambiente, laboró por muchos años para Cáritas de Honduras como Coordinador de Participación Ciudadana.
Cáritas de Honduras a través de un comunicado exigió a las autoridades competentes «una investigación inmediata y exhaustiva de su trágica muerte». Además, reconoció el trabajo que realizó durante muchos años y que actualmente era el colaborador más cercano: «extrañaremos sus aportes tan acertados, así como su carisma de hombre de lucha por un mundo más justo, fraterno y solidario».
Teruel además integró la Alianza Hondureña para la Defensa y Desarrollo Forestal, y recientemente participó en reuniones por el conflicto que tienen pobladores con autoridades de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE) por la represa Patuca III.
Miguel Cálix, docente universitario y amigo cercano de José Teruel, dijo que la información que se tiene sobre un posible móvil no es oficial: «no debe considerarse concluyente ni que descarte otras motivaciones, pero de personas allegadas se cree que es por temas de posesión de tierras de una zona donde vivía. Tenía una larga trayectoria como luchador social, por temas ambientales, pero hasta donde yo tengo conocimiento no pareciera haber un vínculo entre su lucha y esos hechos que ocurrieron».
Calix añade que son las autoridades las obligadas a dar respuestas: «quisiera creer que dada las circunstancias y por quien era, reconocido incluso por las autoridades como defensor de derechos humanos, quizás eso me dé un poco de confianza de que se pueda indagar y castigar a los culpables».
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Honduras (Oacnudh) instó al Estado hondureño a realizar una investigación independiente, rápida, efectiva e imparcial que permita juzgar a los responsables del crimen contra Teruel y su familia y presentar resultados en un plazo razonable de conformidad con sus obligaciones internacionales.
OACNUDH lamenta profundamente el asesinato del ambientalista José Antonio Teruel, el 27 de septiembre en la comunidad de San Fernando, municipio de Patuca, Olancho. Junto al señor Teruel también fueron asesinados su esposa Francisca Aracely Zavala y su cuñado Marco Tulio Zavala.
Por su parte, Roberto Herrera, comisionado nacional de derechos humanos, denunció el hecho y pidió protección para los defensores de derechos humanos. «Debemos facilitarles el trabajo y lograr, en todo caso, que las objeciones a opiniones contrarias a los planteamientos que se deriven de sus investigaciones se hagan en forma cívica, democrática, responsable, y documentada, pero que nadie pueda utilizar la fuerza contra ellos», Cáceres añadió que abrieron un expediente para darle un seguimiento respectivo.
Calix recuerda que conoció a Teruel trabajando por el diálogo y la paz: «Toño era un hombre bueno, comprometido con la paz y la justicia, que buscaba por los pobres y creía que la lucha violenta solo dejaba perdedores». Añade que Teruel fue parte de un grupo de Soberanía Activa con Alfredo Landaverde, asesinado en 2013 por denunciar a narcotraficantes. «Qué duro darnos cuenta de que Teruel tuvo el mismo destino. Morir por la violencia que denunciaron, que trabajaron por erradicar. Así lo conocí como una persona coherente, una persona valiosa y da tristeza que su muerte sea así», finalizó Calix.
Violencia en el transporte urbano
La Encuesta de percepción ciudadana realizada por el Ov-unah publicada a principios de septiembre, un 60.6 % de los entrevistados dijeron que se sienten inseguros en el transporte público.
El martes 29 de septiembre ocurrió el primer homicidio a un conductor de transporte urbano desde que inició la cuarentena por COVID-19 en Honduras, el pasado 16 de marzo, y después de 15 días desde que se le permitió al transporte público circular nuevamente bajo medidas de bioseguridad.
La víctima fue identificada como Ariel Mejía, conductor del autobús número 140, que cubre la ruta entre la colonia Arturo Quezada y el centro de Tegucigalpa, Mejía fue atacado en Comayagüela en el bulevar del Norte, intersección hacia el sector de la colonia El Country.
La Fuerza Nacional de Seguridad del Transporte Urbano (FNSTU), unidad creada en marzo de 2019 para disminuir la violencia en el transporte, reveló que tras escuchar las versiones testimoniales y revisar vídeos de cámaras de seguridad instaladas en la zona, el conductor fue asesinado por una mujer que se transportaba en una motocicleta con un hombre. Posterior al hecho, Mejía fue trasladado a la sala de emergencias del Hospital Escuela Universitario, pero falleció a los minutos de haber ingresado.
El sector del transporte es una de las profesiones más afectadas por la violencia en el país, en 2019 se registraron 130 homicidios de transportistas principalmente en San Pedro Sula, Tegucigalpa, La Ceiba y Puerto Cortés, según el Ov-unah. La Policía Nacional señala que la mayoría de los ataques a este sector es por el cobro de extorsión.
El portavoz de la FNSTU, Juan Sabillón, indicó que, aunque aún realizan investigación sobre el móvil del crimen contra Mejía, la principal hipótesis es el cobro de la extorsión, pero que no descartan que se trate de una venganza por el hecho ocurrido el 12 de marzo, 4 días antes de que iniciara la cuarentena, en el que un sicario fue quemado vivo en la terminal de la Colonia Arturo Quezada, después de haber asesinado a un conductor de bus de esa misma ruta.
«El equipo de inteligencia se encuentra recabando toda la información pertinente que nos pueda conducir a la captura de las personas que cometieron este hecho criminal, pero por lo observado en la escena es el modus operandi de algunas estructuras criminales. Este es el primer hecho de esta naturaleza que ocurre desde que comenzó la emergencia por la pandemia del coronavirus a mediados de marzo pasado y se presenta ahora que el transporte urbano ha reanudado sus operaciones mediante el pilotaje», añadió Sabillón.
En agosto el dirigente del transporte, Jorge Lanza, aseguró en medios de comunicación que la Mara Salvatrucha (MS-13) les notificó que dejaría de cobrar la extorsión durante la pandemia: «Hemos recibido notificaciones de este grupo de personas (MS13), que Dios les ha tocado el corazón y nosotros estamos agradecidos porque era algo que nos torturaba económicamente y esperamos que la palabra de ellos sea real», declaró Lanza en un canal televisivo.
Ayestas del Ov-unah señala que «algunas investigaciones han establecido que en promedio anual de 450 millones de lempiras los que les sacan a los pequeños negocios y se vuelve un problema cuando son las maras y pandillas los principales extorsionadores, pero también es un problema cuando creemos que tenemos que negociar con grupos ilícitos o paralelos al poder porque las instituciones del Estado no han hecho lo que corresponde para tratar de frenar estos problemas».
El sector del transporte fue uno de los más afectados por la pandemia. Debido al cierre total se mantuvo con protestas intermitentes para que se les permitiera circular, las únicas medidas de alivio que recibieron del gobierno fue la posibilidad de dividir el pago de la matrícula vehicular en cuotas de 12 meses y un bono de 2000 lempiras (80 dólares), ejecutado por el Instituto Hondureño de Transporte Terrestre (IHTT) en el que se entregaron 140 millones de lempiras (5600 millones de dólares) a 70 000 conductores.
La violencia e inseguridad no ha parado en el país y de acuerdo con la encuesta de percepción del Ov-unah, un 59.4 % de los hondureños entrevistados cree que la inseguridad va a empeorar en los próximos 12 meses.
Miles de personas se reunieron en varios grupos para migrar en caravana con destino a los Estados Unidos, el pasado 30 de septiembre, en el punto de partida que se ha vuelto icónico: la Terminal de buses de San Pedro Sula, en el norte de Honduras. Esta es la segunda que se organiza en tiempos de pandemia, y a diferencia de la primera -en julio- que fue disuelta rápidamente en la frontera de Honduras con Guatemala, ésta iba con tal fuerza que atropelló a las fuerzas de seguridad fronteriza y logró que al menos unos 3.000 hondureños -según cifras del gobierno de Guatemala- ingresaran a ese país en su paso hacia México.
Uno de los migrantes murió apenas cruzó la frontera, “quiso subirse a una plataforma en movimiento y como la plataforma iba en movimiento, le cayó encima y falleció”, dijo Guillermo Diaz, Director General del Instituto Guatemalteco de Migración en una conferencia de prensa donde también instó al gobierno de Alejandro Giamattei a movilizar Fuerzas Armadas, Policía y personal de salud para fortalecer los pasos fronterizos y controlar el flujo migratorio que se mueve por Guatemala. Así, este mismo día, el presidente guatemalteco decretó estado de excepción en la zona por donde se mueve la caravana, esto significa que los militares han tomado el control de las calles por donde transitan los migrantes.
Esto no ha detenido a la caravana que en este momento se ha dividido en pequeños grupos con rumbos varios.
La masiva caravana de migrantes avanzó fragmentada en grupos pequeños que fueron dispersándose a lo largo de su recorrido hacia el punto fronterizo de Corinto. Omoa, Cortés, 1 de octubre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Las fronteras de Guatemala se abrieron hace dos semanas, tras el cierre que se realizó desde marzo para evitar la propagación de contagio por COVID19. La re apertura en Centroamérica pareció ser la oportunidad que muchos en Honduras esperaban para huir, aunque con la pandemia los muros pueden ser más impenetrables.
El Instituto Nacional de Migración de México (INAMI) emitió un comunicado hoy en el que advertían que el Código Penal en Chiapas estipulaba una pena de 5 a 10 años en contra de las personas que pusieran en riesgo la salud de otros. Por otro lado, la Embajada de Estados Unidos en Honduras ha enfatizado que “ahora más que nunca, es más difícil cruzar la frontera de Estados Unidos de manera ilegal, el viaje se ha vuelto más peligroso, dada la pandemia global del Covid19”.
Las cifras de contagios en estos países no han mostrado una caída considerable; en Honduras al 1 de octubre, el gobierno reportaba 77,598 contagios por COVID19, con apenas 28,517 personas recuperadas, en Guatemala la cifra asciende a los 92,409 aunque reporta 80,800 personas recuperadas.
Muchos miembros de la caravana de migrantes avanzaron montados en trailers y camiones. En territorio guatemalteco se confirmó la muerte de un migrante de esta caravana cuando intentaba subirse a un trailer. Omoa, Cortés, 1 de octubre de 2020. Foto: Martín Cálix.
¿De qué huyen los hondureños?
La pobreza, el desempleo y la violencia en Honduras se han profundizado a causa de la pandemia, el presidente de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés (CCIC), Pedro Barquero dijo en un foro organizado por Contracorriente hace un mes que se estimaba que al menos unos 500 000 empleos se han perdido a causa de la paralización de la economía por el coronavirus y que recuperar esos empleos nos tomaría al menos unos cinco años.
Cristian Vargas, de 23 años, viajó desde la isla de Roatán para unirse a la caravana ya que por la pandemia perdió su trabajo de capitán de un yate. “Yo soy de la isla de Roatán y mi destino es llegar a Estados Unidos. Me voy por la falta de empleo, por la violencia y la falta de estudios que en estos momentos no se está dando. Yo soy capitán y trabajo con turismo en una empresa, por lo que está pasando el turismo no está llegando a la isla; si no hay turismo, no hay dinero, no hay comida, y eso que para poder sobrevivir el sueldo apenas ajusta para uno solo no para la familia y yo tengo una esposa y tres hijos”, contó mientras caminaba desde la terminal de buses de San Pedro Sula con rumbo a la frontera con Guatemala.
Cristian Vargas, de 23 años, originario de la isla de Roatán se unió a la caravana de migrantes porque la pandemia por Covid-19 lo ha dejado sin trabajo. San Pedro Sula, 30 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Virginia Corea, originaria de la comunidad de La Arada en el departamento de Santa Bárbara, viaja en esta caravana con su familia: su pareja y sus hijos. La razón por la que esta familia ha decidido unirse a la caravana de migrantes, a pesar de tener todas condiciones en contra, es la falta de empleo. Ha intentado muchas veces conseguir empleo en las empresas maquiladoras pero nunca lo ha logrado, y durante todos los meses de la pandemia, ella y su esposo han estado sin un trabajo que pueda garantizar el sostén de su familia.
Sofía de 4 años, llora sobre la tranca que evitó por un momento el paso de los migrantes hacia territorio guatemalteco. Sofía viaja junto a su hermana mayor, María José de 6 años, y su madre, Sulay de 31 años. Puerto Barrios, Guatemala, 1 de octubre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Raúl Rivera de 25 años y Thelma Rivera de 31 años, originarios de la colonia Cerro Verde en el sector López Arellano, viajan en la caravana de migrantes con su hijo de 8 años y con su hija de 11 años. Antes de la pandemia, Raúl trabajaba en una maquila, pero tras el decreto de emergencia que el gobierno de Honduras hizo efectivo en el marco de la pandemia por Covid-19, la empresa lo suspendió. En esta empresa, Raúl ni siquiera ganaba el salario mínimo y desde su suspensión esta familia únicamente ha percibido ingresos de las pocas oportunidades que Thelma ha tenido como trabajadora doméstica. Ahora intentan llegar a los Estados Unidos en búsqueda de mejores opciones de vida, porque además del desempleo, esta familia ha tenido que afrontar la muerte de familiares por Covid-19.
Para el defensor de Derechos Humanos en Honduras, Ariel Díaz, el deber de los Estados es asegurar condiciones seguras y dignas para los migrantes “no se puede restringir de forma arbitraria y abusiva el derecho a la migración, su deber es asistir humanamente a los migrantes y asegurarles las condiciones sanitarias adecuadas”. Además expresó que existe una responsabilidad compartida con el gobierno de Honduras, El Salvador, Guatemala y México para asegurar que sus ciudadanos puedan salir en condiciones regulares del país y evitar se les violente sus derechos humanos, ya que los migrantes están frente a un fenómeno de persecución, criminalización y estigmatización “no sólo a nivel estatal, si no que también a nivel del crimen organizado y otros grupos no estatales organizados”.
En el punto fronterizo de Corinto, del lado guatemalteco, una joven llora, pidiendo se les permita ingresar a Guatemala junto a un grupo rezagado de la caravana de migrantes. La Policía Civil de Guatemala bloqueó el paso durante al menos unos 40 minutos. Puerto Barrios, Guatemala, 1 de octubre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Otra vez cerca de las elecciones en Estados Unidos
Para la antropóloga Amelia Frank Vítale, el escenario de esta nueva caravana migratoria no es esperanzador, porque se enfrentará con un México militarizado y disponible para hacer el trabajo de los Estados Unidos de contener la migración. “Van a detener, reprimir, deportar y encarcelar a quienes busquen migrar, la reacción del presidente mexicano Manuel López Obrador ha sido actuar de una manera muy violenta y represora, siguiendo órdenes de los Estados Unidos, así que es seguro que no los dejen avanzar por ninguno de los Estados fronterizos mexicanos. Si logran pasar a la frontera con Estados Unidos, se encontrarán con una frontera totalmente cerrada”, dijo esta estudiosa del tema migratorio.
Desde el inicio de la pandemia, Estados Unidos ha prácticamente anulado el proceso de asilo a migrantes, usándola como pretexto, según la especialista ni están permitiendo a las personas que huyen, iniciar un proceso de petición de asilo y esto viola las leyes internacionales. Por otro lado, desde las caravanas anteriores, Trump ha intentado frenar la migración por medio de la corte federal de apelaciones de EE.UU con la medida llamada Protocolo de Protección a Migrantes (MPP, por sus siglas en inglés), la cual ha obligado a los solicitantes de asilo en la frontera a esperar la audiencia correspondiente a sus casos en territorio mexicano, proceso que podría tardar meses o años.
Debido a los cordones policiales en el punto fronterizo de Corinto, algunos miembros de la caravana decidieron avanzar por puntos ciegos para ingresar a territorio guatemalteco. Omoa, Cortés, 1 de octubre de 2020. Foto: Martín Cálix.
La caravana salió un día después del primer debate presidencial en Estados Unidos en el que el candidato republicano Donald Trump se disputa la presidencia con el candidato Demócrata Joe Biden, un debate que se basó en insultos, mentiras y ataques personales. Sin duda, estas elecciones son importantes para Centroamérica y para los migrantes después de que el gobierno Donald Trump abiertamente ha declarado la guerra a la migración irregular.
Siempre salen a relucir las suspicacias sobre la mano oculta detrás de la organización de la caravana, sobre todo ahora con rumores de que sea producto de una táctica para evitar la posibilidad de que Biden gane las elecciones. Frank Vitale dijo que “esto se debe de descartar porque las caravanas son el resultado de la desesperación de los hondureños que deben de cargar con las secuelas de la pandemia en un país donde ya vivían una pobreza e inseguridad extrema. Igual no podemos obviar que Trump ha reiterado que su objetivo es ponerle fin al flujo migratorio centroamericano, según él, para detener el tráfico de drogas y la delincuencia procedente de esta región”.
Un joven miembro de la caravana de migrantes avanza por la CA-13 mientras conversa en una video llamada. Omoa, Cortés, 1 de octubre de 2020. Foto: Martín Cálix.
“Migrar es un derecho universal según la Carta Interamericana de los Derechos Humanos”, esa es la frase en el centro del afiche que circuló a través de las redes sociales en todo el mes de septiembre, como convocatoria a la cuarta caravana migrante del 2020 con fecha de salida el 1 de octubre.
Entre los perfiles que compartieron el afiche, se encuentra un grupo cerrado en Facebook, llamado: caravana de inmigrantes uno tres y cinco octubre DosMiLveinte. Al momento de pedir el ingreso a dicho grupo salta una pregunta: ¿invitarías a 10 personas más a unirte a la caravana? Y al aceptar el ingreso la invitación se amplía: “Invita a tus amistades a seguir la caravana para armar otra nueva y salir del país en múltiples grupos unos el 01/oct/ otros el 30/oct/ ya que el GOBIERNO opresor incapaz de alimentar a su Pueblo no está dejando salir personas en grupos pequeños se juntaron cualquier cantidad debido al alto costo de la vida en el país si tú no eres miembro suscríbete”.
Este grupo de Facebook cuenta con más de dos mil personas, las cuales han estado atentas a la información publicada en donde proporcionan diferentes grupos de WhatsApp de diferentes partes del país para que las personas puedan organizarse. Así comenzaron a organizarse grupos provenientes de todo el país para llegar el 30 de septiembre a la terminal de transporte de San Pedro Sula.
La finalidad del grupo según describen en la caja de información es “buscar personas voluntarias de gran corazón con el deseo de aportar su granito de arena: ropa usada en buen estado, zapatos en buen estado, alimentos enlatados, juguetes para los niños, ropita de niños, abrigos, gorras, gorros, guantes”, además, dicen buscar dirigentes, líderes y miembros.
Hasta el momento no se conoce quien o quienes son las personas que organizan este grupo, lo que sí se sabe es que miles de hondureños se abocan a este tipo de páginas para unirse al éxodo migrante, que según esta página podría repetirse el 5 y el 30 de octubre.
Una niña es cargada en brazos por su madre mientras intentan avanzar de un retén policial en el punto fronterizo de Corito. Omoa, Cortés, 1 de octubre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Migrantes se exponen al contagio del Covid19
El médico y gerente del área de salud de la Cruz Roja, Joel Durón, dijo que el riesgo de contagio de la COVID19 en los migrantes es muy alto, sobre todo en este trayecto y donde no existen medidas como el distanciamiento ni el uso de mascarillas en todas las personas, además los migrantes no tienen acceso al agua para realizar el lavado de manos constantemente.
“Las condiciones de movilización de los migrantes son precarias, incluso es dramático porque no solo se movilizan personas adultas, sino que niños y hasta personas de la tercera edad los cuales tienen alta vulnerabilidad”. Durón también menciona que el acceso a la salud es mínimo durante este trayecto, aunque como Cruz Roja dan acompañamiento durante toda la caravana.
“Sé que tomar esta decisión no es fácil pese a la violencia y el desempleo que se vive en Honduras, pero si esta decisión era compleja antes del coronavirus ahora es mayor, así que no es recomendable viajar de esa manera en estos tiempos y los que ya están viajando deben tomar todas las medidas bioseguridad, aunque no sea tan fácil de cumplir”, expresó.
Un joven carga en brazos a su hija en medio de un multitudinario segundo grupo que salió desde la Terminal de buses en San Pedro Sula en dirección al punto fronterizo de Corinto, en el occidente hondureño. San Pedro Sula, 30 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Glenda Salazar viajó desde Tegucigalpa para unirse a la caravana, esta es la primera vez que migra y ella dice que desde la pandemia ella y su pareja están desempleados, esto los llevó a tomar la decisión de migrar. Su esposo padece de epilepsia y antes de salir de la terminal de buses tuvieron que cancelar su viaje porque el señor tuvo un episodio epiléptico, Glenda lo intentaba convencer de no seguir, porque a pesar de esto, él quería continuar. Al final esta no fue su oportunidad de huir del país.
Mientras tanto, en Guatemala, después de que la marea venciera la valla policial, unos buscan lugar donde pasar la noche en Ciudad Guatemala, otros planifican la ruta de mañana y otros se organizan también para hacer retornos voluntarios.
Una familia avanza por territorio guatemalteco como parte de un grupo rezagado de la caravana de migrantes que salió la noche del 30 de septiembre desde la Terminal de buses en San Pedro Sula. Puerto Barrios, Guatemala, 1 de octubre de 2020.
El pasado 25 de septiembre de 2019, los gobiernos de Estados Unidos y Honduras firmaron el Acuerdo de cooperación en materia de asilo, en el que el Estado de Honduras se comprometió a atajar los flujos migratorios de solicitantes de asilo con rumbo a la frontera o en la frontera sur de Estados Unidos. En consecuencia EUA se comprometía a fortalecer las capacidades de recepción, asistencia e integración de la población refugiada en el país. Este acuerdo sumado a la firma de tres tratados equivalentes con los gobiernos de Guatemala, México y El Salvador dibujaron en el triángulo norte de Centroamérica y los Estados del sur de México un muro de contención migratoria.
En un reportaje realizado por el Democracy Now, Noam Chomsky desarrolló una exposición sobre los procesos de intervención norteamericana en Centroamérica, particularmente en Honduras, al margen del contexto de conformación y salida de las caravanas migrantes de 2018:
En este momento, la mayor cantidad de migrantes proviene de Honduras. ¿Por qué Honduras? Siempre fue un país terriblemente oprimido. Pero en 2009 Honduras tenía un presidente moderadamente reformista. La poderosa y rica élite hondureña no podía tolerar eso. Se produjo un golpe de Estado militar. Esto fue duramente condenado en todo el hemisferio, con una notable excepción: Estados Unidos. El Gobierno de Obama se negó a llamarlo un golpe militar, porque si lo hubieran hecho, habrían sido obligados por ley a retirarle los fondos militares al régimen, el cual estaba imponiendo un brutal clima de terror. Honduras se convirtió en la capital mundial del asesinato. Entonces se llevaron a cabo unas elecciones fraudulentas, bajo el control de la junta militar, algo que también fue condenado severamente en todo el hemisferio, y en la mayor parte del mundo, excepto en Estados Unidos. El Gobierno de Obama elogió a Honduras por llevar a cabo unas elecciones que impulsaban al país hacia la democracia. Hoy en día la gente huye de la miseria y los horrores, de los cuales somos absolutamente responsables (Noam Chomsky, 2018).
Durante los conflictos armados, que se desarrollaron en Centroamérica desde 1970 hasta la firma de los acuerdos de paz en 1987, Honduras fue territorio de tránsito y llegada de personas que huían de la violencia en los países vecinos, a causa de las devastaciones que provocaban los enfrentamientos entre los cuerpos de seguridad y las guerrillas, el reclutamiento forzado, desapariciones, corrupción, impunidad y el empobrecimiento histórico de sus economías.
El territorio hondureño, sirvió de refugio a más de siete mil quinientas personas de nacionalidad salvadoreña, que se ubicaron en siete campamentos en territorios fronterizos, bajo las coordinaciones del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y bajo un clima de asedio permanente de parte del ejército hondureño y salvadoreño, ya que muchos de los desplazados eran considerados simpatizantes de la guerrilla. Los campamentos instalados en La Virtud en el departamento de Lempira y Mesa Grande en el departamento de Ocotepeque, desde 1981 a 1987 fueron una radiografía con la que se pudo observar a detalle las consecuencias de la guerra.
El trabajo de documentación fotográfica realizado por Giovanni Palazzo, nos regala un relato visual de este momento y de las coordinaciones que se llevaron a cabo durante esos años. El registro de seis mil fotografías forma parte de la colección del Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI).
Desde la década de los ochenta, Honduras se convirtió en un refugio para las personas que huyeron de las guerras en sus países de origen, sin embargo y sin advertir ninguna contradicción, el territorio hondureño también se había convertido en terreno para la instalación de bases de vigilancia y entrenamiento para los agentes que estimularon y promovieron las guerras imperiales en Centroamérica. Fronteras adentro, la realidad hondureña no era tan lejana a la de los países vecinos. La corrupción, las desapariciones forzadas, la represión y el empobrecimiento histórico eran también el pan nuestro de cada día.
En este tiempo, Honduras no desarrolló conflictos armados que hayan sido declarados o publicados de manera abierta, sin embargo, el índice de personas que fueron víctimas de la represión del Estado y de las campañas anticomunistas era el de una guerra en primavera, esto sin mencionar el rosario de personas asesinadas y desaparecidas durante los golpes de Estado de principio de siglo, el Cariato y los gobiernos militares. La historia de Honduras ha sido fuertemente marcada por la corrupción, la impunidad y la intervención de Estados Unidos. La historia de Honduras es la de una moneda en el aire que no ha dejado de girar, ni de caer.
Los hermanos Vaccaro, comerciantes de frutas en Nueva Orleans a principios del siglo XX, toman a bien instalarse en las tierras cedidas por el Estado de Honduras en la costa norte del país a cambio de la instalación de diversos tramos de líneas de riel para el ahora extinto Ferrocarril Nacional De Honduras, que pretendía unir por tierra el Golfo de Fonseca con las costas del mar caribe. El primer contrato para la construcción de canal seco se firmó en 1853 por José Trinidad Cabañas, el proyecto se financiaría con fondos de la banca inglesa mediante la solicitud de un préstamo, el cual fue aprobado, despilfarrado y drenado. Para la década de 1990, el ferrocarril nacional carecía de estructura y operatividad, oportunidad que los hermanos Vaccaro aprovecharon para negociar el valle más fértil (probablemente) de la región centroamericana, a cambio de la promesa de la instalación de los rieles que habrían de concretar el sueño de Cabañas. La realidad fue otra, lo que se obtuvo fue la colocación únicamente de los rieles sobre los que correrían los vagones de las compañías bananeras que sacaban los cargamentos de oro verde y transportaban miserables a los campos bananeros.
El Estado hondureño, ha ocultado un éxodo interno desde la reforma liberal. Las familias hondureñas han sido víctimas históricas, ya que han tenido que despedir a sus seres queridos que se han visto obligados a abandonar sus comunidades en busca de los pequeños focos democráticos, industriales, y culturales del país o de otros países, con la intención de acceder a un trabajo, a educación, salud y vivienda, esos derechos humanos que se han convertido con el paso del tiempo en servicios.
Con la llegada de la Standard Fruit Company, la United Fruit Company y la Cuyamel Fruit Company, también llegaron contingentes de trabajadoras y trabajadores de todo el país al Valle de Sula. El banano se convirtió en el principal producto de exportación del país, detrás del café, de la madera y los minerales preciosos. Estas empresas de capital estadounidense, en su mayoría, recibieron desde su llegada abundantes beneficios fiscales y territoriales por parte del gobierno de Honduras, sin importar si este era de corte militar, conservador o liberal. Parecía que en las esferas del gobierno hondureño existía de manera permanente un consenso sobre todos los consensos: el de mantener una economía de enclave, en la mayoría de los casos en función de los intereses económicos y de seguridad nacional del policía del mundo, ejemplo de esto fue la declaración de guerra que Honduras como país aliado lanzó contra Alemania, Japón e Italia después del ataque a Pearl Harbor en 1941 y la firma de los Tratados de Libre Comercio en la década de 1990.
Así el capital extranjero, las intervenciones, el desplazamiento forzado, las dictaduras, los gobiernos militares y los golpes de Estado definieron la política interna e internacional hondureña durante el siglo XX. En 1982 Honduras volvió a la «vida democrática», poniendo fin a una época de gobiernos militares con un proceso constituyente y una convocatoria a elecciones, está demás mencionar que estos procesos fueron acompañados y legitimados por los Estados Unidos.
Ronald Reagan, mantuvo estrechas relaciones y coordinaciones con los presidentes Roberto Suazo Córdoba, José Simón Azcona y sus mandos militares, con el objetivo de frenar la amenaza comunista y los flujos migratorios de centroamericanos hacia Norteamérica. Honduras se convirtió en la punta de lanza de la magna estrategia imperial estadounidense en Centroamérica.
Uno de los temores que más atormentó el sueño del malogrado actor de cine y presidente de Estados Unidos, era el hecho de que los flujos de migrantes irregulares de salvadoreños y guatemaltecos habían demostrado ya para ese momento, que era posible llegar a pie a la frontera sur de Estados Unidos, con una mochila al hombro desde Centroamérica, recurso que según Reagan, los comunistas bien podrían utilizar en su avance militar en el continente. Esto, verdad o invento, debía detenerse ya fuera por la vía de las relaciones diplomáticas o por la vía de la intervención y el asesoramiento militar para no dejar cabos sueltos, la Casa Blanca ejecutó ambas estrategias.
Los Estados Unidos, continuó avanzando en una guerra fría por la hegemonía mundial y su supervivencia, de este modo la desgastada guerra contra el comunismo, la guerra contra el terrorismo y la guerra contra las drogas, son solamente diferentes capítulos de una misma historia. Bajo la administración Reagan se desangró Centroamérica, con Bush, Medio Oriente corrió la misma suerte.
Sin lugar a dudas, las fuerzas desatadas por Reagan, en territorio centroamericano produjeron heridas y consecuencias que hasta hoy siguen sin resolverse. Economías y democracias dependientes de la política exterior y de las aprobaciones de Estados Unidos son realidades que deben ser estudiadas constantemente por las ciudadanías, ya que en este ejercicio podríamos dirigirnos a las causas estructurales del desplazamiento forzado en Centroamérica.
En la actualidad, no son desconocidas las posturas racistas del inquilino de la Casa Blanca. Durante su periodo de gobierno la retórica supremacista ha sido transversal en sus apariciones. El 31 de octubre de 2018, Donald Trump escribió en su cuenta de Twitter: «Nuestro ejército está siendo movilizado en la frontera sur. Muchas más tropas están yendo. No permitiremos que estas caravanas, que también están formadas por algunos matones y pandilleros muy malos, ingresen a Estados Unidos. Nuestra frontera es sagrada, deben ingresar legalmente. ¡DEN VUELTA!».
El gobierno de Donald Trump, como el Gobierno de Juan Orlando Hernández, se encuentran a la vuelta de procesos electorales. Ambas administraciones involucradas y señaladas en diversos escándalos de corrupción, y en el caso hondureño, mencionado en juicios contra narcotraficantes, en la Corte Sur de Nueva York.
El proyecto de Trump, de construir un muro antimigrantes en la frontera sur de Estados Unidos, se vio desacelerado por los múltiples escándalos de abuso de poder en los que se encontró involucrado, las protestas antirracistas, sumado a los contrapesos en los ejercicios de poder con el Senado para la aprobación de presupuesto para el muro. Sin embargo, una cosa son las diferencias internas en las estructuras de gobierno y otra la agenda del Departamento de Estado. La Casa Blanca, buscó la forma de imaginar un segundo muro de contención para solicitantes de refugio, muy a tono con la negativa a formar parte de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951. Lejos de aceptar las responsabilidades históricas en el desmoronamiento de las sociedades centroamericanas, Estados Unidos en una negociación forzada hizo responsables de la contención de los flujos migratorios a las víctimas de sus vejámenes.
Más allá del relato de una historia de cooperación, de sus alcances y retos, o del ejercicio académico de establecer una tesis política que explique la realidad que hoy atravesamos en materia de relaciones internacionales y migraciones, es necesario seguir trabajando de cara a las tareas de fortalecer nuestros mecanismos de recepción, de protección y asistencia; una tarea en la cual las ciudadanías deben estar involucradas a nivel comunitario y posiciones estratégicas.
Los flujos migratorios comienzan nuevamente a retomar sus rutas en un contexto de pandemia que se diluye, esto nos enfrenta a la tarea de buscar estrategias para garantizar un tránsito y un refugio digno en un país donde ríos de gente huyen buscando «una vida mejor».
En los pasillos de los supermercados comienzan a verse sellos negros en algunos alimentos. Sellos que son calcomanías pegadas pero también son mucho más, una marca inocultable. La gente los toma, los analiza. Hay asombro y decepción al ver que sus productos favoritos tienen uno o hasta cuatro octágonos que les advierten ¡exceso de azúcares, grasas o sodio! Rápidamente su mirada se mueve hacia otra parte de la estantería, buscando opciones.
El descubrimiento de los contenidos ocultos en la comida ultraprocesada, los llamados nutrientes críticos, ha provocado cientos o tal vez miles de mensajes en redes sociales. “Esta advertencia me hizo reaccionar como si fuera veneno para mi niña (que en realidad lo es), y simplemente cambié de opción de inmediato. Está excelente que se advierta la nocividad de los productos”, dice un tuit de un padre de familia acompañado con imágenes de frituras marcadas con el nuevo etiquetado frontal que tienen los alimentos en México.
Y no es el único. Gente sorprendida, no sólo por los sellos en la comida chatarra, sino por los que encuentran en productos que, antes de tener etiquetas, consideraban como saludables: las barritas que suelen consumirse como colación o el amaranto con chocolate, aderezos para ensaladas, o productos ofertados para personas con diabetes que no contienen azúcar pero sí son altos en grasas saturadas. Muchos alimentos que parecían – o se vendían como – saludables, ahora están marcados con octógonos.
Desde que inició el confinamiento por la pandemia de Covid-19, el subsecretario de salud Hugo López Gatell realiza conferencias de prensa a diario. No hay día en que no mencione los efectos adversos que produce el consumo de comida chatarra y refrescos – a los cuales ha llamado “veneno embotellado”- y cómo se relacionan con el nuevo Coronavirus que a la fecha ha provocado la muerte de más de 75 mil mexicanos.
Sus declaraciones cotidianas han provocado enardecidos debates en redes sociales; columnistas han criticado la postura del funcionario a la que califican de “ideológica”; las cámaras empresariales han dicho que se estigmatizan sus productos y han pedido que se frene la medida que entrará en vigor en octubre. Piden que no existan etiquetas bajo pretexto de la gran crisis económica que provocaría la regulación, pero sin tomar en cuenta la crisis de salud que ya está aquí.
Más allá de posturas que responden a diversos intereses, en redes como en tienditas y hasta en la mesa familiar, los mexicanos están discutiendo sobre lo que comen y beben. Debaten sobre su derecho a saber y sobre el papel del Estado en la alimentación, temas que al menos hasta principios de 2020 no parecían tener relevancia hasta la llegada tanto de COVID-19 como de los sellos.
Pero el camino hasta aquí no fue fácil. Fue atropellado. En el año 2000, el llamado gobierno de la alternancia, fue encabezado por el entonces presidente derechista Vicente Fox, ex CEO de Coca Cola quien agradecido por el apoyo a su campaña presidencial apoyó a la refresquera y ésta creció como nunca antes. Lo mismo pasó con sus sucesores. En la administración del ex presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018) la industria de alimentos ultraprocesados y bebidas azucaradas se sentaban en la misma mesa que los altos funcionarios, quienes toman las decisiones. Y en esas mesas se impedía cualquier medida que atendiera la grave situación de obesidad y enfermedades crónicas, como un impuesto más enérgico a bebidas con alto contenido calórico o un etiquetado claro.
Y no sólo frenaron cualquier regulación, además invirtieron grandes sumas en financiar “estudios científicos” que hacían ver a sus mercancías como inocuas y subsidiar a asociaciones médicas que promueven sus productos, confundiendo al consumidor que confía en las recomendaciones de su nutricionista.
Fueron más allá, mucho más allá. Hubo espionaje a los activistas independientes de la industria. Si bien no se ha probado aún la participación directa de compañías, es un hecho que desde el Estado y por medio del software -o malware- Pegasus se espió en 2014 a personas clave en la lucha por impuestos a bebidas azucaradas. Espiaron a Luis Manuel Encarnación, entonces coordinador de la Coalición Contrapeso; Alejandro Calvillo, director de la organización El Poder del Consumidor; y al doctor Simón Barquera, del Instituto Nacional de Salud Pública. Calvillo y Barquera enfrentan ahora ataques de las asociaciones refresqueras por impulsar el etiquetado y hablar de la evidencia científica del daño que provocan dichas bebidas.
Mal de muchos
México es el mayor consumidor de comida chatarra de América Latina, el primero en obesidad infantil (y el segundo en adultos). Y es que este tipo de productos se encuentran en todos lados: en la fila de las cajas de los supermercados, en todas las tienditas de los barrios, en las escuelas y hasta en las farmacias. “Carga 9 dólares de gasolina y llévate gratis una bolsa de botanas”, “Por sólo 50 centavos de dólar extra crece tu refresco al doble”, son algunas de las promociones que diariamente nos bombardean en los espacios habituales. Está tan normalizado el consumo de estos productos que es inimaginable una reunión sin tener tres o cuatro botellas de 3 litros de refresco y bolsas gigantes de frituras.
México tiene un gran problema de alimentación.
Ahora, a partir de octubre, en teoría todos los productos que lo requieran deben contar con etiquetas con forma de octágono que advierten del exceso de azúcar, grasas y sodio pero también alertan sobre los riesgos de que los niños ingieran productos con cafeína y edulcorantes. Un etiquetado más potente que su antecesor, el logrado en Chile en 2016.
La gravedad del problema hizo que dos estados prohibieran la venta de comida y bebidas chatarra a menores de edad; y la regulación podría multiplicarse en breve porque 17 congresos locales, de provincias, están estudiando iniciativas similares.
De avanzar las iniciativas en las 17 entidades, sería un avance importantísimo para los defensores de la salud, para la industria, se pondría en riesgo su mayor mercado pues los productos ultraprocesados estarían en el mismo nivel de daño que el alcohol y el tabaco.
En América Latina, pareciera que fue necesario sufrir la peor pandemia de la era moderna para que una parte de la población escuchara advertencias con años de historia. Pareciera que apenas ahora, en los tiempos Covid, muchos escuchan lo que que desde hace años venían alertando profesionales de la salud, activistas y académicos. Pareciera que recién ahora lo entendimos la mala alimentación mata.
México está en una situación delicada, pero también otros países. El mal afecta y acecha a toda la región. Desde hace tiempo, la Organización Panamericana de la Salud ha advertido que la alta incidencia de diabetes, hipertensión y padecimientos renales pone en riesgo a una de cada tres personas en el continente -alrededor de 186 millones de latinoamericanos- que podrían enfermar gravemente de COVID-19. Hay que sumar otra de las principales comorbilidades, el sobrepeso, que en la región afecta a un 8% de los menores de 5 años, 28% de adolescentes, 53% de hombres y 61% de las mujeres.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) informó que el 82 por ciento de las muertes en América Latina y el Caribe fueron a consecuencia de las enfermedades cardiovasculares y cáncer. Se calcula que en la región hay 41 millones de personas adultas con diabetes y la mitad no lo sabe, por lo que no podrá atenderse adecuadamente. Las muertes atribuibles a altos niveles de glucosa en la sangre aumentaron en la región 8% entre 2010 y 2019.
Antes de que el SARS-CoV-2 pusiera en jaque a los sistemas de salud del mundo, se preveía que serían las enfermedades no transmisibles las que lo colapsarían. Con ambas pandemias coexistiendo, la urgencia es mayor.
Chile fue el primer país latinoamericano en lograr el etiquetado en 2016, tres años después se redujo en un 25% el consumo de bebidas azucaradas. Perú fue el segundo, un estudio de hábitos indica que el 37% de los habitantes de Lima dejaron de consumir productos con octógonos. En plena cuarentena, el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual declaró como barreras burocráticas ilegales a los sellos establecidos por el Ministerio de Salud, un hecho en el que hubo interferencia de la industria. Otra sala del mismo instituto apeló esta decisión, al día de hoy no se ha definido el futuro del etiquetado peruano, por lo pronto, los octógonos deben seguir apareciendo en los empaques.
Uruguay va en el mismo sentido, aunque con dificultades. Ordenó sellos que debían comenzar a pegarse el 1 de marzo, pero el cambio de gobierno lo postergó hasta febrero de 2021. Algunas de las razones que arguyen es esperar que se “armonicen” las normas de etiquetado con los demás países del Mercosur, aunque activistas denuncian es una práctica dilatoria porque este tipo de definiciones podría tardar hasta 6 años.
Argentina y Brasil son dos países que llevan años intentando que las etiquetas lleguen a supermercados y tiendas. Como en Uruguay, la pertenencia al Mercosur también ha servido de pretexto en Argentina para no discutir la medida, más las piedras que va poniendo la industria, igual que ocurrió en México. ¿Por qué tanto esfuerzo por frenarlo? “El etiquetado es una puerta de entrada, una vez que lo tienes estableces cuáles son los productos saludables y cuáles no lo son”, explica Luciana Castronuovo, coordinadora de la Fundación Interamericana del Corazón Argentina. Actualmente en el país hay 45 iniciativas en discusión en diversos espacios de gobierno.
Brasil, un actor importante en la región, lleva 6 años trabajando para tener un etiquetado. También ha intentado impulsar el impuesto a bebidas azucaradas siguiendo el ejemplo de México y regular la publicidad, pero la “interferencia de la industria impide que se avance en el tema”, lamenta Ana Paula Bortoletto, integrante del Instituto brasileño de defensa del consumidor (Idec).
Pero aún tiene esperanzas: “Que más países estén trabajando en esto puede ayudar a que se aceleren estas medidas en la región por ejemplo, al entrar en vigor el etiquetado en Uruguay hace necesario discutir estas políticas porque eso ayudaría a reducir las barreras comerciales, las empresas son las mismas que trabajan en nuestros países.”
El tema avanza, se cuela. Pese a los millonarios intentos de la industria, la necesidad de tomar medidas para regular el consumo de comida chatarra está en la mesa de las discusiones, ineludible.
En Costa Rica ya se presentó un proyecto de ley con un etiquetado similar al chileno. En República Dominicana, durante la campaña electoral el colectivo la Alianza por la Alimentación Saludable convocó a los candidatos presidenciales a asumir el Compromiso por una alimentación saludable que entre otras medidas incluye un etiquetado correcto. En Colombia, la Red PaPaz pidió al Estado un etiquetado frontal y claro de advertencia, iniciativa que está siendo revisada por el Ministerio de Salud. La directora de la organización no gubernamental, Carolina Piñeiros, ve un creciente interés de los colombianos por saber qué consumen y de a poco hay legisladores que van apoyando estas iniciativas. Además, la ciudad de Bogotá está discutiendo la prohibición de venta de comida chatarra y bebidas azucaradas en los colegios.
Como en un juego de estrategia, la industria presiona. Sin embargo, América Latina se mueve. Cuando se implementó el etiquetado en Chile los productores de comida chatarra “pensaron esta es la excepción, no va a ser la regla”, recuerda Enrique Jacoby, ex viceministro de Salud de Perú. Y en cada país en el que se ha discutido el tema, han encontrado resistencia. La industria ha intentado impedir las etiquetas claras. Por eso la batalla mexicana es fundamental: “La importancia y la expectativa que la región tiene con México es que ayude a inclinar una balanza, es una batalla muy grande para la industria mundial, si América Latina adopta esta estrategia es muy serio para el mundo entero.”
La batalla está en todos los frentes. En los gobiernos, en los congresos, pero también en las calles. Porque la comida chatarra no ha dejado de venderse, siguen las tienditas a reventar de bolsas y paquetes que son bombas de tiempo.
Y la industria pelea con todo: durante el confinamiento ha aprovechado para hacer mercadeo “donando” sus productos, insumos de higiene y equipo al personal médico. Sólo en México se han contabilizado al menos cien donativos. Mientras intentan frenar impuestos, etiquetado y toda medida en favor de la salud, se publicitan como empresas supuestamente comprometidas con la salud. Más distópicas que el tiempo pandémico en sí, las imágenes de estos días: Coca Cola regalando refrescos a los médicos que atienden a enfermos de Covid, graves por padecer diabetes, sobrepeso y obesidad.
Pero también hay buenas noticias desde un frente, las redes sociales. Porque ahí,al parecer, la industria va perdiendo una batalla. Al día de hoy no he visto ni un solo mensaje de alguien lamentándose porque los sellos le hayan quitado la venda de los ojos y sí he visto a muchos celebrando que podrán ejercer su derecho a saber.
En una sociedad en la que se aprecie la salud y la vida de sus ciudadanas, es absolutamente necesario que las prácticas de interrupción del embarazo se regulen y realicen como un asunto de salud pública. Esto significa dejar de tratarlo como un asunto criminal y de política judicial que lo único que provoca es inseguridad, clandestinidad y mayores problemas de salud, en primer lugar para las mujeres y de manera más general para los sistemas de salud.
En estas semanas en que en todo el mundo conmemora el 28 de septiembre como el Día Global por el Aborto Legal y Gratuito o por la Despenalización del Aborto, en otros países, según sea el caso y la realidad que en cada lugar se enfrenta, es importante decir claro y fuerte: no luchamos porque el aborto sea una práctica de salud deseable, ninguna mujer a cualquier edad desea un aborto, pero hay circunstancias en la vida de cualquiera, en las que tiene necesidad de decidir la interrupción del embarazo y que exista una regulación y unas políticas públicas de salud que la atiendan y acompañen con calidad a resolver esta necesidad, es absolutamente imprescindible para hacer vigente su derecho a la salud.
En este marco es necesario comprender que una mujer ante un embarazo que no desea continuar o que necesita interrumpir siempre tiene sus razones, pero son de ella, y lo que sí desea, es que se respete su decisión, que no se le juzgue por sus razones y que no se le discrimine por expresar esta necesidad y esa decisión.
Hay situaciones en las que una mujer considera que no es conveniente continuar un embarazo porque afecta su vida o su salud. En la mayoría de casos, como muestran las estadísticas mundiales, las mujeres aprecian ese embarazo y buscan y esperan cuidados de salud para ese proceso de gestación.
También están los casos donde el embarazo es el resultado de una violación sexual, que es un acto criminal del cual las mujeres, las adolescentes e incluso niñas han sido víctimas, y como nos dice María Luisa Pfeiffer: «La sociedad no puede obligar a estas víctimas de la violencia a hacerse cargo del fruto del embarazo pero en caso que lo hagan debe sostener esa decisión facilitando los medios para que pueda llevarse adelante».
De igual manera, es necesario tener claridad que el aborto no es una decisión fácil, superficial o ligera, sobre todo en aquellas sociedades donde además de estar penalizado, predomina una cultura que culpabiliza a las mujeres, incluso en casos donde no sean responsables de aquel embarazo. Pero que no sea fácil no quiere decir que no sea una decisión responsable, y es esa capacidad de ser personas con capacidad de tomar decisiones responsables la que se cuestiona y se niega a las mujeres cuando únicamente se penaliza, criminaliza y persigue el aborto.
La demanda de que se legalice o despenalice el aborto —que no es lo mismo, pero que expresa algunas de las opciones ante realidades diferentes en los países— tiene que ver con la exigencia de que las sociedades y los Estados reconozcan a las mujeres como personas que en libertad tienen la capacidad de tomar decisiones responsables y asumir sus consecuencias. En este sentido, cuando se habla del derecho al aborto, lo que se demanda es el reconocimiento de que las mujeres puedan decidir en libertad la interrupción de un embarazo.
Cuando el aborto se trata solo como un delito
Situando esta reflexión, hay que recordar que en la mayoría de países del continente americano la práctica del aborto es considerada un delito, y con pocas excepciones está regulada de forma permisiva y con la prestación de servicios de salud hasta un determinado número de semanas de embarazo. Por otro lado están las figuras de aborto no punible, ante situaciones relacionadas con la salud, la vida, las condiciones de viabilidad del embrión y el origen del embarazo como resultado de un acto criminal, como son los embarazos que han resultado de una violación sexual.
Son pocos los países que como El Salvador, Honduras, Nicaragua y República Dominicana tratan la interrupción del embarazo únicamente como un problema delictivo sin ninguna excepción. En este marco hay que tener en cuenta que esto coloca a todas las mujeres en edad reproductiva ante un eventual conflicto con la ley, porque todas pueden tener una complicación durante un proceso de gestación ante el que, la única o la mejor decisión puede ser la interrupción de ese embarazo, aún en situaciones o condiciones en que este haya sido deseado e incluso planificado.
Las políticas criminales que solo tratan el aborto como delito, si bien establecen penas para quienes realicen o ayuden a la mujer a realizarlo, facultativos u otro tipo de personas, este es un delito que tiene un claro sesgo de discriminación de género, pues las perseguidas, las señaladas, las inculpadas y las condenadas son siempre las mujeres.
En todas las sociedades caracterizadas por la desigualdad como las latinoamericanas y más aún las centroamericanas, el aborto es un delito que como ha expuesto en diversas ocasiones Oswaldo Feusier «ha pasado a convertirse en una suerte de tabú médico-jurídico, del que se conocen y comentan sus defectos, pero que no obstante continúa aplicándose a los marginales casos que constituyen su “clientela”».
Es precisamente esa «clientela» —nombrada así por Feusier— la que enfrenta las dificultades y consecuencias más graves de la configuración de esta política criminal. Se trata de las mujeres que viven en situación de pobreza, las que no tienen acceso a los recursos económicos para contratar servicios privados o para viajar a otro país con políticas menos represivas y con servicios públicos o privados que les aseguren condiciones de seguridad sanitaria en un proceso de interrupción de un embarazo. Es esa clientela del sistema penal la que enfrenta riesgos de vida o de agravamiento de su salud para resolver esta necesidad.
En ambientes de criminalización extrema como el que enfrentan las salvadoreñas jóvenes y pobres, esta política es aplicada en situaciones de emergencias obstétricas, donde las mujeres, cuando llegan a los hospitales públicos buscando atención médica por fuertes desangramientos, son acusadas inicialmente de aborto, detenidas en las primeras horas de ingreso hospitalario, posteriormente juzgadas con base en otro delito, siendo condenadas por homicidio agravado por parentesco a penas de treinta y más años de cárcel.
La aplicación de esta política criminal contra las mujeres las puede llegar a exponer a situaciones graves, como por ejemplo, en El Salvador en el tratamiento médico ante embarazos ectópicos, donde por lo general, en vez de intervenir en las primeras semanas que el diagnóstico ha identificado una ubicación fuera del útero, los médicos esperan la pérdida de latido fetal, amenazando la ruptura de una trompa de falopio que puede provocar graves hemorragias e incluso amenazar la vida de la mujer. Esta es una práctica cuestionada en la mayoría de los países del mundo, pero el personal médico la justifica diciendo «que no pueden actuar antes por temor a ser acusados de provocar un aborto».
De esta manera, cuando la interrupción de un embarazo solo es tratada como delito se provocan riesgos para las mujeres pobres: el de ir presas, el de tener graves consecuencias para su salud e incluso el de perder la vida. De allí que un Estado que trate el aborto solo como un proceso delictivo, se puede considerar un Estado Feminicida, porque atenta deliberadamente contra la vida de las mujeres.
La necesidad de una política de salud sexual y reproductiva integral
La insistencia en la necesidad de que se reconozca el derecho al aborto, que se despenalice o al menos que se establezcan formas de aborto no punible, no debe hacernos perder de vista que es necesario que esta respuesta estatal se inscriba en el marco de una política de salud sexual y reproductiva integral.
La salud sexual y reproductiva tiene diferentes componentes, pero hay tres que son imprescindibles para abordar el aborto desde una perspectiva preventiva: la implementación de programas de educación integral en sexualidad en todos los niveles del sistema educativo y a nivel comunitario, asegurar la distribución y el acceso a métodos anticonceptivos y la prevención y atención eficaz de la violencia sexual.
Las dramáticas y crecientes cifras sobre embarazo en niñas y adolescentes en nuestros países centroamericanos muestran una realidad cada vez más difícil de ignorar. No se trata de creer que todas las niñas y adolescentes que resulten embarazadas producto de una violación sexual van a abortar. De lo que se trata es de que tengan la opción de hacerlo y en última instancia sean ellas quienes tomen esa decisión. De lo contrario, para las que viven con más desesperación estas situaciones, la sociedad solo les empuja a opciones aún más dolorosas como el suicidio por envenenamiento.
Únicamente una política integral de salud sexual y salud reproductiva que incluya regulaciones no delictivas de las prácticas de interrupción del embarazo, hacen posible que la maternidad libremente elegida se convierta en una posibilidad para todas las mujeres.
Por un debate serio orientado a construir consensos básicos sobre el aborto
Durante casi tres décadas, los debates en torno al aborto en nuestra región han escenificado posiciones encontradas e irreconciliables, donde muchas veces se pierde de vista el propósito de mejorar la vida para nuestras sociedades. Esta es una polarización desigual, donde existen posiciones ligadas a sectores conservadores y de fuerte poder económico e influencia mediática, que han pretendido la imposición de verdades absolutas, ignorando que hay otros puntos de vista para abordar los problemas y las situaciones que se analizan.
Pese a lo anterior, nuestras sociedades han ido evolucionando y aunque coyunturalmente se enfrenten dificultades políticas y fuertes tensiones con la construcción democrática, hay cambios culturales, políticos y sociales que han ido abriendo fisuras en los imaginarios de la mayoría de las personas. Esto también tiene que ver con las ideas que la gente tiene en torno al aborto.
Estas pequeñas grietas en las maneras de pensar, aparentemente monolíticas en la mayoría de las poblaciones, puede constituirse en la base inicial de respuesta a la renovada necesidad de un debate serio, basado en información científica, que reconozca las diferentes perspectivas éticas y morales presentes en las posiciones para abordar de forma amplia los debates sobre aborto y que nos permita construir soluciones donde la vida, la salud, la libertad y el respeto a la dignidad de las mujeres se vaya construyendo.
Trigona es un emprendimiento que surgió hace cuatro años y que se dedica a la producción y comercialización de productos apícolas. Ricardo Díaz Meráz —uno de sus fundadores—, explica que Trigona es una palabra del latín que significa tres ángulos y que decidieron bautizar a su proyecto con ese nombre, ya que es una empresa familiar fundada por tres hermanos. «Emma, Héctor y yo decidimos crear Trigona y luego con el apoyo de la embajada de Estados Unidos en Honduras, también logramos crear Beecheii, nuestro santuario de abejas, que lleva este nombre en honor a la abeja sagrada de los mayas que se encuentra en peligro de extinción».
Uno de los productos que Trigona ofrece es la miel cruda, una miel que únicamente ha pasado por el filtrado de las impurezas y el envasado, de esta manera conserva todas las propiedades que tiene dentro de la colmena. «Lastimosamente la mayoría de las mieles que vas a encontrar en el comercio han sido sometidas a procesos térmicos para evitar la cristalización o el famoso “se me hace azúcar la miel”, que en realidad es un proceso completamente natural que ocurre en unas mieles antes que otras, dependiendo estrictamente de la flor que hayan visitado las abejas», nos explicó Díaz agregando que el problema consiste en que algunos productores la calientan para asegurarse que, al menos durante dos años, no se va a cristalizar, pero en ese proceso es cuando se pierden todos los componentes que hacen a la miel un súper alimento.
«Estos son procesos térmicos que duran alrededor de veinticuatro a cuarenta y ocho horas, donde todas las flavonoides que le agregan las abejas que son metabolitos secundarios de las plantas, que en otras palabras son las propiedades medicinales y nutricionales que tiene la miel, se pierden. Nosotros creemos en la alquimia de las abejas y en la magia que ellas hacen al crear este producto, por tanto lo respetamos mucho», dice Ricardo, y nos explicó que la miel Trigona conserva todos los nutrientes y que dependiendo de la floración que hayan visitado las abejas será el tiempo de cristalización. También factores como cambios bruscos de temperatura o someter la miel a refrigeración es un acto equivocado, ya que favorece a la cristalización y que debe ser guardada en un lugar a temperatura ambiente y refugiada de los rayos solares.
Trigona, además ofrece el polen de abeja que es un multivitamínico natural que tiene todos los aminoácidos esenciales que ocupa el cuerpo humano, es popular porque ayuda a fortalecer el sistema inmunológico. «Verdaderamente se trata de un suplemento natural que te ofrece todo lo que tu cuerpo necesita en el día y por eso ayuda a levantar tu sistema inmunológico. También tenemos jalea real que es conocida como el alimento de la eterna juventud y que tiene una proteína que se llama royalactina. Hay varios estudios que aseguran que la royalactina es capaz de promover la producción de colágeno en el cuerpo humano y por eso es conocida como el alimento de la eterna juventud», expuso Ricardo.
También cuentan con toda una colección de mieles gourmet que son las mieles cremadas, elaboradas con una receta especial que consiste en una combinación con frutos secos como arándanos, higos, jalapeños, fresas, mangos. Además ofrecen la miel cremada pura.
Parte de los ingresos generados en Trigona van destinados a Beecheii que es un santuario de abejas ubicado en la capital de Honduras y que tiene como objetivo la educación sobre la importancia de diferentes polinizadores en Tegucigalpa. «Nos enfocamos en los cuatro grupos importantes de polinizadores que son los murciélagos, las mariposas, los colibríes y las abejas, entonces este centro funciona como un lugar para educación, principalmente orientada a niños de escuelas públicas y privadas».
Antes de la pandemia, Beecheii recibía visitas diarias y los niños de las diferentes escuelas llegaban por un promedio de dos horas y media. «Les explicábamos sobre la gran importancia de las abejas y otros polinizadores, también sobre la importancia de tomar acciones para salvar a las abejas. Cosas muy simples como sembrar un par de plantas en su macetera, en su terraza, en su balcón o en algún lugar expuesto, y que tomaran conciencia de que con esto ya estaban contribuyendo a salvar a los polinizadores», nos comentó Ricardo, luego de explicarnos que desde el 2006 todos estos grupos de polinizadores y especialmente las abejas, han sufrido de un colapso de las colmenas, por lo que las poblaciones a nivel mundial han empezado a caer, sin embargo existen varios grupos de acción para tratar de establecer poblaciones más saludables en el mundo.
«Creemos firmemente que las futuras generaciones son las que van a tener la voz de acción y la acción como tal, para poder generar cambios en nuestro medio ambiente. Generamos estos productos —que personalmente considero maravillosos— y de la mano estamos educando y tratando de sensibilizar en la mayoría de lo posible a la población sobre la gran importancia de estos seres que fueron llamados por muchas instituciones a nivel mundial como el ser más importante sobre la tierra: las abejas. En esencia esto es Trigona», finalizó.
Actualmente, Beecheii permanece cerrado al público, ya que a raíz de la pandemia por COVID-19 las escuelas también permanecen cerradas, sin embargo Ricardo Meráz nos comentó: «hemos pensado en hacer tours virtuales, pero también hemos utilizado este tiempo de confinamiento para reformar y mejorar nuestros productos y nuestro santuario».
Podés conocer más de Trigona y Beecheii en sus cuentas de Instagram y además hacer tus pedidos a través de la plataforma de Hugo.
El fin de semana en Roatán hubo una protesta en contra del proyecto «Honduras Próspera», la Zona Especial de Empleo y Desarrollo (ZEDE) que comenzó a desarrollarse en la isla el pasado mayo. Un conflicto se ha desatado y hasta el momento el Comité para la Adopción de Mejores Prácticas de las ZEDE, mejor conocido como CAMP, brilla por su ausencia. En este comité integrado por 21 personas solo destacan 4 políticos y funcionarios del gobierno de Honduras, los miembros restantes son reconocidos estrategas políticos, empresarios, banqueros y activistas extranjeros. Hasta la fecha, al menos 2 personas de este comité han fallecido y no se conoce de una reestructuración del mismo.
El 11 de febrero de 2014, a través del Diario Oficial La Gaceta, se dio a conocer quienes integran el CAMP para las ZEDE. La función de este comité es supervisar la creación y administración de estas zonas especiales y las personas asignadas a él son elegidas por el presidente de la república. En la lista inicial hay políticos y funcionarios públicos hondureños, empresarios europeos y estadounidenses, activistas y fundadores de distintos institutos de investigación. La mayoría de estas personas se identifican con ideas y principios libertarios y conservadores. Seis años después de su nombramiento, no se sabe si en algún momento se celebraron reuniones para discutir temas referentes a las ZEDE o si se han hecho cambios en el comité.
Los hondureños que forman parte del CAMP son Ricardo Maduro Joest, empresario que fungió como presidente de la República por el Partido Nacional en el período 2002-2006 y Octavio Rubén Sánchez Barrientos, exministro de staff del gobierno de Porfirio Lobo Sosa. A ellos se suman el actual jefe del gabinete presidencial, Leonel Cardona López y Ebal Díaz Lupian, quien desempeña el cargo de secretario de la presidencia. Al intentar comunicarnos con Díaz para consultar cuál es el deber y la posición del CAMP ante lo ocurrido en los últimos días en Roatán con su proyecto de ZEDE, Próspera, no obtuvimos respuesta.
Otro de los miembros del CAMP es Mark Klugmann, quien, a pesar de no ser hondureño, es un personaje que ha incidido en la política nacional, desempeñándose como asesor en los gobiernos de presidentes nacionalistas, Juan Orlando Hernández y Porfirio Lobo Sosa. El norteamericano también fungió como asesor de los expresidentes estadounidenses George Bush (padre) y Ronald Reagan. En una entrevista para el medio digital Libre Mercado, Klugmann aseguró que las ZEDE son «demarcaciones en las que se ofrecen facilidades a las empresas y los inversores. Hay numerosas razones para desarrollar nuevas zonas económicas especiales. Permiten que todo un país sea testigo del efecto que puede tener un tratamiento más favorable al sector privado». Klugmann no es el único estadounidense en el comité, lo acompañan otras 8 figuras públicas y políticas.
Faith Whittlesey, una de las 4 mujeres seleccionadas para ocupar puestos en el comité regulador de las ZEDE, fue la mujer de más alto rango en el personal de la Casa Blanca durante el gobierno de Ronald Reagan. Uno de sus mayores logros durante esa administración fue sentar las bases de la lealtad duradera de la derecha religiosa al Partido Republicano. Whittlesey consiguió el apoyo de grupos evangélicos y otros conservadores religiosos, los demócratas obreros descontentos y la Asociación Nacional del Rifle.
Ella también organizó el Grupo de Alcance Centroamericano de la Casa Blanca, cuyo objetivo era documentar la orientación marxista de las guerrillas sandinistas en Nicaragua. Más tarde, negó cualquier conexión con el escándalo que surgió cuando la administración vendió armas a Irán y utilizó las ganancias para financiar rebeldes que buscaban derrocar al gobierno revolucionario sandinista. Falleció a los 79 años, el 21 de mayo de 2020, a causa de un cáncer de hígado.
Grover Norquist, activista político y estratega por causas conservadoras y libertarias. Actualmente es el presidente de la organización de cabildeo Americans for Tax Reform. Según datos publicados por diversos medios de comunicación estadounidenses, recientemente el activista libertario tomó en préstamo fondos de ayuda del gobierno federal que estaban dirigidos para el alivio de las pequeñas empresas que se vieron afectadas por la pandemia. «Tomó un préstamo de entre 150 000 dólares y 350 000 dólares del Programa de Protección de Cheques de Pago, según los datos divulgados por la Administración de Pequeñas Empresas», publicó Bloomberg el 6 de julio de este año.
Mark Skousen es un economista norteamericano de principios libertarios y, según lo publicado en La Gaceta, es miembro del CAMP. Skousen dirigió entre 2001 y 2002 la Fundación para la Educación Económica, organización sin fines de lucro que promueve el libre mercado. Durante su presidencia, el economista organizó una conferencia libertaria no partidista con el objetivo de congregar a todos los grupos de reflexión, organizaciones y personas que se preocupan por la libertad personal, los derechos civiles, los principios de libre mercado y la libertad económica.
Michael Reagan, hijo adoptivo del expresidente estadounidense Ronald Reagan, es actor, conductor de programas radiales, estratega político y miembro del Partido Republicano. A lo largo de su vida, se ha visto envuelto en distintos líos legales, en 1981 se le acusó de violar las leyes de seguridad del Estado de California. Las autoridades del Condado de Los Ángeles alegaron que Reagan trabajó con algunos inversionistas que realizaron arreglos accionarios y venta de valores ilegales.
Alex Cranberg, es un empresario de la industria petrolera y reconocido donante del Partido Republicano que se vio envuelto en un escándalo en 2019 cuando él y uno de sus socios presentaron una oferta para la búsqueda de petróleo y gas en un extenso sitio controlado por el gobierno ucraniano. El estadounidense, a través de Ukrainian Energy, una empresa de reciente creación, compitió para la obtención de los derechos de perforación y ofreció millones de dólares menos que su único competidor. Pero su empresa, recibió el contrato de 50 años, después de haber sido recomendada por funcionarios públicos de Estados Unidos.
Morton Blackwell es un activista conservador y miembro del Partido Republicano. En 1979 fundó el Leadership Institute, una fundación educativa sin fines de lucro que se dedica a la enseñanza del uso de la tecnología política a activistas conservadores. Actualmente se desempeña como miembro del Comité Nacional de Virginia en el Comité Nacional Republicano. A Blackwell se le considera especialista en asuntos relacionados con las reglas de la institución política a la que pertenece.
El Juez del Tribunal de Demandas Federales de Estados Unidos, Loren A. Smith, quien se autoproclamó como libertario también forma parte del CAMP. Smith fue nombrado juez en 1985, en la administración de Reagan después de haber estado involucrado en la campaña electoral del entonces presidente de Estados Unidos. A lo largo de su carrera se le ha conocido por ser uno de los jueces más conservadores del país y por haber sido asesor en la redacción de la constitución de Tailandia en 2007.
Protesta en Roatán en contra del proyecto ZEDE «Honduras Próspera». Fotografía ciudadana.
Richard W. Rahn es presidente del Instituto para el Crecimiento Económico Global y es miembro del consejo editorial de Cayman Financial Review. Desde 2002 hasta 2008, Rahn se desempeñó como el primer miembro extranjero de la Junta Directiva de la Autoridad Monetaria de las Islas Caimán, que regula el centro financiero offshore más grande del mundo.
En la publicación de La Gaceta también se menciona al georgiano Kakha Bendukidze, quien se hizo conocido como uno de los principales libertarios de Rusia después de la caída de la Unión Soviética. Durante su carrera, dirigió un grupo de trabajo sobre impuestos y moneda dentro de la Unión de Industriales y Empresarios de Rusia y presionó para que se produjeran cambios en la política fiscal. Cuando la Unión Soviética comenzó a privatizar empresas estatales, el libertario georgiano obtuvo Uralmash, la fábrica de maquinaria pesada característica del ya desaparecido país y muchas otras empresas en las industrias de construcción de maquinaria, energía y química, bajo el paraguas de una sociedad de cartera llamada OMZ. Bendukidze falleció pocos meses de ser nombrado miembro del CAMP, el 13 de noviembre de 2014 después de someterse a una cirugía de stent cardíaco.
Otro empresario europeo que integra el comité regulador de las ZEDE es el banquero y fundador del Saxo Bank Lars Seier Christensen. El danés es seguidor de Donald Trump y sus políticas económicas y fiscales. En una entrevista brindada al diario Berlingske, asegura que «Donald Trump es mejor que el presidente estadounidense promedio». A esto agregó que la política económica del mandatario beneficia a todo el mundo y su gestión de la pandemia ha sido objeto de críticas injustas.
Barbara Kolm, vicepresidenta del Banco Nacional de Austria y directora del Instituto Hayek es, quizás, la persona más polémica involucrada en el comité. Según información de la Organización Fraternal Negra Hondureña (Ofraneh), Kolm es la presidenta del Comité CAMP de las ZEDE. Recientemente fue acusada de financiar ilegalmente a distintos movimientos populistas de ultraderecha. La austriaca, en repetidas ocasiones, ha negado la existencia del cambio climático. Cuando fungió como directora del Centro Económico Austriaco, estuvo presente en una de las conferencias del político alemán Tilo Sarrazin, quien rechaza la migración no blanca hacia Europa.
Gabriela von Habsburg, también conocida como Archiduquesa Gabriela de Austria, fue Embajadora de Georgia en Alemania desde 2009 hasta 2013. Es nieta de Carlos I, el último Emperador de Austria. Gabriela asegura que la historia de Georgia sirvió como crisol para la cultura europea y sostiene que las reformas liberalizadoras del presidente Mikheil Saakashvili han estimulado la economía de Georgia y han sido bien recibidas por la población, lo que la ha llevado a trabajar para que Georgia sea miembro del mercado europeo.
Salem Ben Nasser Al-Ismaily es el único árabe que ocupa un puesto en el CAMP. Actualmente es asesor en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Omán. También se desempeñó como presidente y director ejecutivo de la Autoridad Pública de Promoción de Inversiones y Desarrollo de Exportaciones del Sultanato de Omán. Al-Ismaily es el fundador y presidente de la International Research Foundation, institución sin fines de lucro que ha sido pionera en la investigación de la libertad económica en la Liga Árabe. Esta fundación busca medir hasta qué punto los ciudadanos de las naciones árabes pueden tomar sus propias decisiones económicas, sin limitaciones impuestas por el gobierno o las élites.
De los 21 integrantes del CAMP, 3 son empresarios latinoamericanos. Uno de ellos es el panameño Surse Pierpoint, creador de la Fundación Libertad Panamá que busca promover las reformas de libre mercado. Desde 1989 es el gerente de Colón Import & Export y forma parte de la directiva de la Asociación de Usuarios de la Zona Libre de Colón, Panamá, donde fue presidente de 2014 a 2017. También está Alejandro Chafuen del Atlas Economic Research Foundation, quien además forma parte de varios think tanks enfocados a la investigación de temas relacionados con temas de libre comercio y el abogado peruano Enrique Ghersi, litigante en tribunales y arbitrajes, especialista en Derecho Penal Económico y Análisis Económico del Derecho. Incursionó en la política en 1990, fue elegido como diputado por el partido Frente Democrático y participó en la Comisión Bicameral de Presupuesto.
Algunos de los miembros integrantes del CAMP fallecieron en los últimos 6 años y aun se desconoce si hay cambios, renuncias o nuevos integrantes, mientras tanto los promotores de las ZEDE buscan materializar sus proyectos e ideas sin contar con la supervisión del órgano destinado a cumplir con esa función.
La vida en los centros de triaje es caótica: muchas personas entran y salen, nerviosas y cabizbajas. Enfermeras y médicos lucen agotados, y el personal de limpieza —a quienes no se les paga ni siquiera el salario mínimo— desinfectan con velocidad las instalaciones. Todos pasan el día enfundados en trajes grises con los que apenas se les puede los ojos.
Según cifras oficiales, en Honduras existen 73193 casos positivos para Covid-19 hasta la noche del 24 de septiembre, de los cuales el 26.6 % (19496) han sido detectados en el departamento de Francisco Morazán. Con la pandemia, hemos aprendido que lo que antes era una iglesia, ahora se ha convertido en un centro de triaje (o centro de atención primaria), o lo que antes era un bazar o incluso edificios gubernamentales que tienen un ala destinada a esto.
El gobierno hondureño aprobó 450 millones de dólares provenientes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para la instalación de centros de triaje en todas las municipalidades, pero no hay información pública sobre los habilitados en el Distrito Central, donde actualmente funcionan siete. Algunos funcionan recién desde hace dos meses, y el personal médico y de limpieza —contratados por el programa Código Verde durante la emergencia— trabaja en turnos de seis horas durante el día y doce horas durante la noche, los siete días de la semana para atender hasta 120 personas por turno aunque esta cantidad puede variar y bajar hacia el fin de semana.
En las zonas de triaje las personas pueden optar por la prueba rápida y si en esta el resultado es positivo, se les aplica ahí mismo el hisopado cuyo resultado tarda 48 horas. Si las personas no necesitan estabilización u oxígeno para su recuperación, realizarán su cuarentena en casa, de lo contrario algunos centros de triaje cuentan con una área para estabilizar a los pacientes, pero, «estos solo es para estabilizarlos, para que puedan ser trasladados a los hospitales», insiste Rony Antúnez, doctor jefe del triaje del Centro Cívico Gubernamental, con capacidad para 25 pacientes en su área de estabilización.
Antúnez también cree que los triajes de la capital hondureña no se darían abasto ante un posible contagio masivo ahora que el gobierno ha comenzado la re apertura económica en esta zona y que ha flexibilizado las medidas de restricción que durante la pandemia se habían mantenido.
Erwin López, coordinador del turno A en el triaje del Centro Cristiano Internacional (CCI), explica que es difícil realizar las pruebas control porque muchas personas no vuelven a los triajes para realizarla. A pesar de ello, la página de la Biblioteca Médica de Honduras indica que hay 24580 recuperados en el país, una cifra menor a la de otros países de la región.
Si una prueba de hisopado puede costar entre 1200 y 1500 lempiras, también se debe tomar en cuenta que el traje de nivel 3 que los microbiólogos usan para realizar estas pruebas, puede llegar a costar tres mil lempiras, un traje cuya vida útil es apenas de seis horas pero que los microbiólogos hondureños usan durante todo el día.
A Contracorriente se le fue negado el acceso a los triajes de de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y al del bulevar Juan Pablo II, durante el reporteo de esta fotogalería, donde se nos explicó que el acceso para los medios está prohibido.
Una mujer pasa a través de una maquina sanitizadora en el triaje del Instituto Hondureño de Formación Profesional. Tegucigalpa, 23 de septiembre de 2020. Foto: Martín CálixLa doctora Roslinda Zúniga da consulta a una joven en triaje del Instituto Hondureño de Formación Profesional. Tegucigalpa, 23 de septiembre de 2020. Foto: Martín CálixUn niño se realiza la prueba PCR o hisopado en el triaje del Centro Cívico Gubernamental, Tegucigalpa, 23 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix. Tubos de ensayo con muestras de sangre de pacientes que han llegado para realizarse la prueba para Covid-19 en el triaje del Centro Cristiano Internacional, Tegucigalpa, 22 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.Un microbiólogo realiza análisis a una muestra de sangre en el triaje del Centro Cívico Gubernamental. Tegucigalpa, 22 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix. Cada triaje de la ciudad tiene tres equipos de limpieza que desinfectan permanentemente las instalaciones. Tegucigalpa, 22 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.Rony Antúnez, doctor jefe del triaje del Centro Cívico Gubernamental, acomoda un tanque de oxígeno en el área de estabilización de los pacientes positivos para Covid-19. Tegucigalpa, 22 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.La sala de estabilización del Centro Cívico Gubernamental tiene una capacidad limitada para 25 pacientes. Tegucigalpa, 22 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.La doctora Milagro Ramos, doctora jefa del triaje del Centro Cristiano Internacional, realiza una ronda por los cubículos de cada médico asegurándose de que todo esté yendo bien. Tegucigalpa, 22 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix. Una mujer es atendida en la sala de espera del triaje del Centro Cívico Gubernamental. La sala de espera de este triaje está en uno de los pasillos del complejo construido originalmente para albergar las principales oficinas del gobierno hondureño. Tegucigalpa, 23 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix. Un médico camina durante su guardia entre los cubículos de atención del triaje del Centro Cívico Internacional. Tegucigalpa, 22 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.Un miembro del personal de aseo del triaje de Mayangle limpia durante su turno. Comayagüela, 22 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix. Las personas que buscan atención médica en el triaje del Mayangle deben esperar en una zona junto a los contenedores de basura que emana del triaje. Comayagüela, 22 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.Un joven recibe su paquete del medicamento Maíz en el triaje del Centro Cívico Gubernamental. Este paquete azitromicina 500mg, ivermectina 12mg, zinc 100 mg y un antiséptico para enjuague bucal, es otorgado de manera gratuita a los pacientes positivos para Covid-19. Tegucigalpa, 23 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.Una microbióloga aplica el reactivo a una prueba rápida para detectar Covid-19. Tegucigalpa, 23 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
De los 72 000 casos confirmados de COVID-19 que registra Honduras, solamente se reportan 22 000 recuperados, porque el Laboratorio de Virología ha tenido moras y porque no toda la población tiene acceso a la prueba para reportarse como tal. Los pacientes recuperados por COVID-19 pueden presentar secuelas serias y en los hospitales públicos no les están dando un seguimiento, por lo que muchos buscan atención privada.
Honduras tiene las cifras más bajas de recuperados en el norte de Centroamérica. Los datos oficiales de Guatemala señalan 15 000 casos positivos más que Honduras, pero reportan 76 000 recuperados, mientras que en El Salvador con 28 000 casos positivos aseguran que 22 000 ya están recuperados. Esto contrasta con las cifras de Honduras que registra menos de la mitad de los casos recuperados del total que han sido positivos.
Hasta el momento se han procesado 173 418 pruebas PCR en los 2 laboratorios nacionales de virología, cada uno en las ciudades más grandes del país: Tegucigalpa y San Pedro Sula. Este último abrió hace un par de meses y su construcción valorada en 2 millones de dólares, fue realizada en su totalidad con una donación del gobierno de Estados Unidos. El manejo de estos ha sido cuestionado y durante la pandemia cambiaron de coordinación 3 veces tras confirmar que existe mora en el procesamiento de las pruebas.
En los primeros meses de la pandemia se dio a conocer que, debido a la demanda, el Laboratorio Nacional de Virología entregaba resultados entre 7 y 14 días, hasta esta última semana la jefa del laboratorio, Mitzi Castro, quien lleva apenas 2 semanas en el cargo, señaló públicamente que ya no existe mora en los resultados desde la semana pasada y que los resultados se entregan en 48 horas.
Castro detalla que para el procesamiento de pruebas PCR se realiza un corte a las 11 de la mañana cada día y que las pruebas que ingresan después del mediodía se reportan como parte del día siguiente. Además, asegura que con los equipos y radioactivos en buenas condiciones se pueden procesar 2000 pruebas PCR diarias en Tegucigalpa y 1000 en San Pedro Sula. Pero las cifras oficiales señalan que nunca se ha llegado a esa capacidad, los laboratorios en conjunto nunca han procesado más de 2000 pruebas al día.
Fuente: Visualización del Observatorio demográfico Universitario.
Roxana Araujo, epidemióloga y exministra de Salud, dice que los casos positivos tienen que esperar 21 días para realizarse una segunda PCR y notificarse como recuperados si sale negativa «pero ¿cuántos de esos 70 000 que han salido positivos realmente han llegado a hacerse esa segunda prueba? Y (por la mora en el procesamiento de pruebas) no sabemos si se tienen pendientes 1 o 2 meses para poder decir que están recuperados».
La doctora Ligia Ramos, integrante de la directiva del Colegio Médico Hondureño (CMH), que atiende a pacientes en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), agrega que «aquí caso confirmado y recuperado tiene que hacerse el hisopado, pero ni siquiera tenemos datos reales de los pacientes infectados y de los que sí tenemos, a veces se les hace la PCR una vez y nunca más se le vuelve a hacer y nunca van a salir como recuperados».
Por otra parte, el médico internista Ramón Maradiaga asegura que otro de los problemas es el subregistro de datos por la poca capacidad del laboratorio: «hay un subregistro terrible porque hay pocas pruebas, la gente tiene miedo de ir a hacerse pruebas al los centros del Estado por la posibilidad de contagio por la cantidad de personas que van a esos centros. No tenemos un registro real, para eso habría que hacer estudios con miles de personas para ver cuántos hay infectados y si generaron anticuerpos», señaló.
José Cruz, un paciente recuperado de COVID-19 en Tegucigalpa, no está en los registros oficiales porque nunca se reportó en el sistema público. José se contagió y pasó la enfermedad en julio, durante las semanas en que los hospitales públicos reportaban saturación. «Son demasiadas malas experiencias en el sistema de salud público al que no me atreví a ir. Yo había decidido: o muero en casa o voy a un hospital privado y si no tengo para pagarlo ni modo, aquí me voy a morir».
Actualmente existen 2 tipos de pruebas para la detección del COVID-19: la prueba viral que detecta material genético (mediante prueba molecular RT-PCR, también conocida como el hisopado) o por antígeno, ambas indican si un paciente tiene la infección actualmente y las pruebas serológicas de sangre o pruebas rápidas detectan anticuerpos. Estas últimas salen positivas después de 7 a 10 días que una persona presenta síntomas, por lo que al momento de detectarlo, el paciente podría haber contagiado a más personas.
La diferencia entre ambas pruebas es que la molecular es más precisa que la prueba rápida y detecta una infección activa, mientras que la otra detecta el virus hasta que existen anticuerpos, por lo que puede mostrar falsos negativos si la muestra se toma en una fase muy temprana de la infección.
Sin embargo, para muchos hondureños las pruebas rápidas han sido la posibilidad para detectar el virus y es la que se utiliza para reportar una recuperación, porque el laboratorio de virología no tiene la capacidad, pero también porque el costo de las pruebas moleculares en laboratorios privados es bastante alto. Actualmente el hisopado puede costar desde 1200 hasta 5000 lempiras (entre 48 y 280 dólares), con entrega de resultados entre 6 y 48 horas, mientras que las pruebas rápidas para detectar anticuerpos cuestan entre 350 y 700 lempiras (entre 14 y 28 dólares) con resultados inmediatos o a lo sumo de 12 horas.
José se realizó 2 pruebas rápidas, la primera salió negativa, pero tenía síntomas, y médicos cercanos a él le recomendaron que esperara unos días y se la realizara nuevamente. En la segunda obtuvo un resultado positivo. José se trató por medio de amigos médicos en el sistema privado, con vitaminas, té, comida saludable y mucho reposo.
«No tenía dinero para tratarme, pude hacerlo gracias a amigos doctores, a amigos que me dieron dinero y familia que me envió desde Estados Unidos, sin eso no habría podido», José añade que no solo le tiene desconfianza en el procesamiento de pruebas y sus resultados en el sistema de salud público, sino también en el tratamiento que le podían dar.
Secuelas en recuperados y tratamientos
El científico y experto en neurología, Marco Tulio Medina, explica que las secuelas dependen del nivel de gravedad de la COVID-19 que tuvieron los pacientes. «En el caso de las personas con afectaciones leves usualmente las secuelas pueden ser mínimas y dentro de ellas la que más se ha observado es el síndrome de fatiga crónica y así mismo los síntomas de la reducción del olfato, anosmia, puede durar algunas semanas».
Medina explica que en el caso de pacientes moderados o severos las secuelas son mucho más graves: «pueden quedar con un problema pulmonar que se denomina fibrosis pulmonar que puede afectar el desempeño ulterior y generar una insuficiencia respiratoria crónica. También hay una serie de secuelas neurológicas si la persona presentó dentro del cuadro de la infección una encefalitis o mielitis transversa o evento cerebrovascular, tal como los casos que hemos observado en Honduras en el cual la persona puede quedar con parálisis, alteración del lenguaje u otra condición severa», añade.
La doctora Ligia Ramos asegura que en el IHSS hay un equipo de rehabilitación que le da seguimiento a los pacientes que estuvieron internos, pero que en casos leves todos los empleados regresan a sus labores normales en 21 días. «Ni siquiera les hacen PCR para ver si tienen o no el virus, sino que después de los 21 días del diagnóstico solo con pruebas rápidas los mandan a trabajar».
Un estudio publicado por JAMA Cardiology, una revista médica mensual que revela los últimos hallazgos en medicina cardiovascular publicada por la Asociación Médica Estadounidense, señala que las personas que se recuperan del COVID-19 pueden tener un daño cardíaco prolongado e inflamación meses después de la infección inicial, incluso si no fueron hospitalizadas.
El estudio involucró a 100 adultos de 45 a 53 años en Alemania que se habían recuperado recientemente del COVID-19 en donde un tercio de los participantes requirieron hospitalización, mientras que los otros 2/3 pudieron recuperarse en casa. En las resonancias magnéticas tomadas más de 2 meses después del diagnóstico, aproximadamente 3/4 partes de estos pacientes mostraron signos de anomalías cardíacas. Los autores del estudio señalan que aún no se sabe qué significan estas anomalías a largo plazo, pero que en casos muy leves podrían mejorar.
Por su parte, el médico internista Ramón Maradiaga, dice que muchos pacientes con síntomas leves han buscado atención por tener secuelas: «los jóvenes con síntomas leves no quedan excluidos de esto. Tengo pacientes de 18 o 20 años con episodios de dolor torácico de forma recurrente, incluso algunos llevan más de 3 meses, y están totalmente sanos. También la fatiga, que es de los síntomas más importantes, se ha visto sobre todo en mujeres menores de 50 años que son población que no es de riesgo, pero sí pueden quedar con síntomas pos-COVID».
En el caso de los tratamientos utilizados para pacientes con COVID-19, el doctor Medina formó parte del estudio Solidaridad, representando a Honduras, que contiene información de 20 países con una muestra de 11 000 pacientes con datos evaluados por la Universidad de Oxford, que será publicado en las próximas semanas. «Hay muchos investigadores que han planteado que x o y tratamiento es efectivo para luego al final de cuenta darse cuenta de que no lo era. Uno de los ejemplos es el uso de la hidroxicloroquina que se planteó como efectivo a raíz de los estudios hechos en Francia, pero posteriormente los estudios llevados a cabo en diferentes partes del mundo, incluyendo el estudio Solidaridad, se ha demostrado que la hidroxicloroquina no es efectiva».
Un niño espera para que le realicen la prueba PCR o hisopado en el tríaje del Centro Cristiano Internacional. Tegucigalpa, 22 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Medina añade que hasta el momento existen estudios que han demostrado que la dexametasona y el remdesivir pueden reducir la severidad de la enfermedad, así como el uso de respiración mecánica de alto flujo, en lugar de la intubación, y el uso de anticoagulantes.
Maradiaga, por su parte, dice que no existe una normativa de la Secretaría de Salud para tratamiento de pacientes pos-COVID, que algunos necesitan terapia respiratoria, analgésicos y no son remitidos después de la hospitalización porque tantos pacientes severos como leves buscan atención en clínicas privadas. «Casi todos los internistas de la parte privada estamos saturados de pacientes porque la atención pública ha colapsado y un problema extra es que el cierre de las consultas externas en los hospitales públicos ha provocado que pacientes crónicos con otras enfermedades no COVID-19 se estén descompensando y eso va a ser un problema que vamos a tener en los próximos meses».
Maradiaga añade que los enfermos crónicos que buscan atención sufren de hipertensión arterial, diabetes mellitus, enfermedad cardiovascular y problemas oncológicos, que además llegan a requerir hospitalización. Maradiaga atiende además en el IHSS, ubicado en La Granja, en Tegucigalpa.
Un rebrote de casos
La Plataforma Todos contra el COVID-19, un equipo de médicos y expertos hondureños que prepara guías y hace análisis para la atención de la pandemia, señaló en su último informe que «el acceso universal y oportuno a pruebas de laboratorio y el sistema de vigilancia epidemiológica siguen siendo los principales retos para poder tener información estratégica y oportuna para la toma de decisiones. El gobierno, al más alto nivel, debe resolver esta urgente situación que ha sido denunciada desde el primer trimestre del 2020 y que tiene al país a ciegas para poder desarrollar una «apertura inteligente» en todos sus sectores».
La doctora Ligia Ramos añade que esperan un rebrote en 1 o 2 meses con la reapertura económica: «puedo decir que hay una disminución en pacientes graves hospitalizados, de 500 que teníamos hoy hay 50, pero estamos esperando un repunte con la reapertura que más bien se está tardado, ojalá que estemos con una inmunidad de rebaño. Sin embargo, es difícil porque los anticuerpos para este virus se están viendo en los estudios que solo duran de 3 a 4 meses, por eso hay casos de reinfección.
Honduras en junio comenzó con la primera apertura económica, que tuvo que ser detenida al entrar en el pico de infección que ha mostrado el país oficialmente. A finales de julio, se vuelve a realizar la apertura en donde se autoriza a todas las empresas a poder reanudar sus actividades con una cantidad limitada de empleados y bajo medidas de bioseguridad.
Fuente: Cuadro del informe de la Plataforma Todos contra el COVID-19
Para Roxana Araujo la población salió del confinamiento mucho antes de que el gobierno lo autorizara: «en el mes de agosto fue evidente y en estas 2 semanas lo hemos visto. La cantidad de personas que circulan no es la cantidad que estábamos acostumbrados, si bien es cierto el gobierno ha puesto las fases para abrir la economía la población salió mucho antes y en una mayor cantidad».
Mientras tanto, el doctor Marco Tulio Medina señala que los únicos países que han logrado contener la enfermedad como Corea del Sur y Nueva Zelandia lo han hecho mediante pruebas: «Honduras ahora ha apostado por el uso del test o prueba de antígenos (una prueba viral más rápida que la molecular) con el objeto de darle seguimiento a casos activos y tratar de evitar que contaminen a otras personas, en este momento hemos observado una reducción de los casos pero existe el riesgo de que si se baja la guardia en cuanto a las medidas de bioseguridad puede ocurrir lo que está viviendo Europa, un nuevo rebrote», añade.
Las reaperturas en varios países del mundo han sido peligrosas no solo porque las personas no siguen las medidas de bioseguridad y bajan la guardia, sino también porque concentran a más personas en lugares cerrados. Las gotas producidas por estornudos y tos son pesadas, se caen y llegan a una distancia de 1 a 5 metros. Mientras que al suspirar o sacar aire por la boca salen aerosoles que son menos pesados y pueden llegar a una mayor distancia y en lugares cerrados permanecen suspendidos en el aire con el virus.
Con la reanudación del transporte público y la disminución en restricciones por la apertura económica, los expertos señalan que puede haber otra oleada de infecciones. La Plataforma Todos contra el COVID-19, dice que estas nuevas infecciones alcanzarían a grupos que no han llegado, y Roxana Araujo añade que estos grupos podrían ser las zonas rurales que no han tenido tanto contagio.
«Al haber este flujo de migración interna en nuestro país podríamos sorprendernos con una incidencia sobre todo en ese sector. A nosotros en las ciudades no nos queda más que mantener la bioseguridad personal y que entendamos que de alguna forma tenemos que aprender a vivir con esta enfermedad, muchas veces llegan para quedarse en los países, la vacuna aún no está y tenemos que poner mucho de nuestra parte», finaliza Araujo.
La ciudad industrial, San Pedro Sula, ha comenzado a retomar su papel de motor comercial del país. Los hospitales Leonardo Martínez y Mario Catarino Rivas, que estuvieron cerca de colapsar en los primeros meses de la pandemia, ahora muestran una baja sustancial en las hospitalizaciones. El 20 de septiembre, el Sistema Nacional de Riesgos (Sinager) autorizó la salida diaria de 2 personas por último dígito de la tarjeta de identidad y el transporte público está trabajando en su máxima capacidad. Esto ha provocado algunas opiniones encontradas en el personal de salud porque la incidencia de contagios no necesariamente ha sufrido una baja considerable.
En San Pedro Sula hay miles de peatones en las calles. El Parque Central, cerrado por aproximadamente 4 meses, nuevamente recibe visitantes. Las tiendas de ropa, zapatos, electrodomésticos y novedades están abiertas. Los vendedores ambulantes otra vez ofrecen diversos productos en puntos estratégicos de las céntricas calles. La ciudad camina hacia la normalidad nuevamente, después de que se anunciara una reducción en las hospitalizaciones por COVID-19, algo que no significa que la curva de contagios ha bajado lo necesario para una reapertura total de la economía.
La doctora Lesbia Villatoro, jefa de la Región Metropolitana de Salud en San Pedro Sula apunta que en la semana epidemiológica número 38 (del 13 al 19 de septiembre), San Pedro Sula alcanzó 10 779 casos, 3605 pacientes recuperados y 431 fallecidos. En este período se detectaron 536 nuevos casos, un incremento de 56 % en relación con la semana anterior. Sin embargo, Villatoro asegura que la positividad en las pruebas va en descenso porque de cada 100 pruebas que se realizan, 35 salen positivas. Según la doctora, el pico más alto se dio en la semana epidemiológica número 26, a finales de junio, cuando alcanzó un porcentaje del 64 %.
Actualmente, según datos oficiales, el departamento de Cortés reporta un total de 22 313 contagiados, 8037 pacientes recuperados y 734 fallecidos.
Villatoro señala que es importante tener en cuenta que ha disminuido la asistencia de personas buscando atención a los centros de triaje en San Pedro Sula ubicados en el Colegio de Ingenieros Civiles, Expocentro y el Instituto Hondureño de Formación Profesional (Infop). «Ha habido un descenso en las atenciones. La semana pasada fue del 40 %, pero en este momento es del 15 %, y esto ha sido sostenido».
Que las personas ya no acudan a los centros de triaje por atención no significa que no haya personas padeciendo la enfermedad. Villatoro señala que en las brigadas médicas realizadas en diferentes colonias de la ciudad hay un aumento de los casos detectados. «Eso es lo que hemos visto, la estrategia ha sido diseñada con ese objetivo, que vayamos donde sabemos que la gente por transporte o por lo que sea no puede llegar a los centros de triaje».
Familiares de pacientes esperan en las afueras del hospital Leonardo Martínez. San Pedro Sula, 22-09-2020, Foto Deiby Yanes.
No solamente San Pedro Sula ha sido golpeada por la pandemia, todo el departamento de Cortés es el que más casos ha registrado de COVID-19 en el país. Diógenes Chávez, subjefe de la Regional Departamental de Cortés asegura que «hubo una reducción en cuanto a ingresos de pacientes a las salas hospitalarias, también hay menos pacientes en unidades de cuidados intensivos, sin embargo los casos siguen apareciendo».
Chávez apuntó que de acuerdo a los registros que tienen en esa región, la positividad de las pruebas se mantiene entre el 50 % y 55 %, aunque hay algunos municipios en los que estas cifras pueden ser más altas. Hasta el martes 22 de septiembre, el conteo de casos en Cortés estaba así: Choloma (2752), Puerto Cortés (1913), Villanueva (1633), La Lima (895), Santa Cruz de Yojoa (814), San Manuel (566), Pimienta (559), Potrerillos (469), Omoa(449), San Francisco de Yojoa (289) y San Antonio Cortés (151).
En estos municipios las brigadas médicas han visitado 55 353 viviendas y llegaron a una población de 151 669 personas. Cuenta el doctor Chávez que estas visitas domiciliarias tuvieron obstáculos al inicio de la pandemia porque la gente no permitía el acceso a las colonias y mucho menos a sus casas: «Antes la gente tenía miedo de decir tengo COVID-19 y eso causó muchas muertes», manifestó.
La calle aledaña al hospital Leonardo Martínez ya no luce abarrotada. San Pedro Sula, 22-09-2020, Foto Deiby Yanes.
Un tema que se ha mantenido constante en la denuncia sobre el manejo de la pandemia es la falta de pruebas PCR para detectar el virus, esta deficiencia se mantiene hasta ahora y los especialistas como el infectólogo del Mario Catarino Rivas, Luis Romero, sostiene que es difícil determinar la fase de la pandemia en la que nos encontramos. No obstante, hay registros que señalan una baja en la incidencia de COVID-19.
En los hospitales sampedranos, hay reducción de las hospitalizaciones, el caso más evidente es el Leonardo Martínez Valenzuela, que llegó a tener hasta 110 pacientes internados en las salas de COVID-19, incluso hubo momento que tuvo que rechazar a enfermos que buscaban atención. En las últimas semanas, según informe de la oficina de epidemiología del hospital, la cifra de internados se ha movido entre 42 y 61. El martes 22 el número de hospitalizados era de 50.
El hospital Mario Catarino Rivas también tiene una reducción en atenciones a enfermos COVID-19, pero no es tan dramática como el caso del Hospital Leonardo Martínez. El doctor Luis Romero reconoció que «han disminuido las hospitalizaciones en el Mario Rivas, pero eso no quiere decir que hayan disminuido los casos, porque en el interior del país hay muchos contagios, pero no hay diagnóstico (no se hacen pruebas)».
Aunque no precisó la cifra exacta, reveló que hasta el martes 22 unos 40 pacientes permanecían en las Salas Covid, esta cifra abarca aproximadamente el 90 % de capacidad de atención del principal hospital de la región norte.
El Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), también presentó una baja en las hospitalizaciones en agosto, pero en contraste con las cifras presentadas por los hospitales en septiembre, el doctor Carlos Umaña, del Colegio Médico de Honduras, advierte que los casos van en aumento: «Tenemos un ascenso de casos, hay un aumento del 75 % respecto a la semana epidemiológica anterior y solamente en 3 días (sábado, domingo y lunes) hemos tenido la detección de 100 casos nuevos», afirmó.
Las autoridades del IHSS en San Pedro Sula quizás no estén de acuerdo con Umaña, pues esta semana se conoció la suspensión de 10 médicos que habían sido contratados para enfrentar la pandemia en primera línea, aduciendo que ya no son necesarios porque las atenciones han bajado.
De acuerdo a Umaña, los argumentos esgrimidos por las autoridades que han firmado el documento de cancelación de contrato mencionan que la pandemia ha terminado «y eso no es cierto, queremos que la junta interventora rectifique y los mantenga como empleados», afirmó.
El médico dijo que el Colegio Médico de Honduras está preparando la defensa del caso «existe una ley que indica que todos los colegas que trabajan en primera línea deben ser nombrados de forma permanente en la institución».
Una de las doctoras despedidas, quien prefiere mantenerse en anonimato, dijo a Contracorriente: «nos sentimos mal, no es la manera como deberíamos ser pagados». Aclaró que cuando ellos fueron contratados en marzo, en el IHSS les advirtieron que era difícil que todos fuesen contratados, «pero esperábamos que la salida fuese por la puerta de enfrente no por la de atrás».
Las instalaciones del IHSS también lucen con menos afluencia. San Pedro Sula, 22-09-2020, Foto Deiby Yanes.
La pandemia se ha movido al interior del país
En búsqueda de más cifras que nos ayuden a entender el comportamiento de la pandemia, hablamos con Jesús Morán, quien es el secretario general de la Asociación de Funerarias de Honduras . Ellos llevan un registro de todos los sepelios que han realizado bajo el protocolo de COVID-19 en toda Honduras.
Morán dice que efectivamente han tenido una disminución en la demanda de servicios en el último mes en las grandes ciudades, pero sostiene que hay un incremento en entierros en la provincia: «La pandemia se ha movido al interior», infiere.
Morán manifestó que el mayor número de sepelios con protocolo COVID-19 se dio en los meses de junio y julio. «Si una funeraria hacía 45 servicios normales, en los meses mencionados se incrementó el número a 90. Ahora en las zonas urbanas hay una disminución al menos del 40 %», enfatizó.
Desde el comienzo de la pandemia hasta el martes 22 de septiembre, la Asociación de Funerarias ha registrado en todo el país 5270 sepelios de personas en cuyo certificado de defunción aparecía que la causa de muerte era COVID-19. Al miércoles 24 de septiembre, Sinager había confirmado la muerte de 2222 compatriotas, esta cifra solo es el 42 % de fallecimientos con protocolo COVID-19 que registran las funerarias.
Una persona de la tercera edad descansa en el puente peatonal hacia el IHSS, que luce con menos afluencia que en días anteriores. San Pedro Sula, 22-09-2020, Foto Deiby Yanes.
Hay que mencionar, que la asociación a la que pertenece Morán tiene 70 afiliados, pero hay otra cantidad similar que está fuera de sus registros y estas funerarias también han realizado sepelios de víctimas de la pandemia. Así que los 5270, que hasta ahora registran podrían ser más.
Con el virus circulando por toda Honduras y el proceso de reactivación económica avanzando, el escenario se vuelve incierto, tanto que ni los médicos están de acuerdo en lo que se puede venir.
El doctor Diógenes Chávez de la Región Departamental de Cortés piensa que la pandemia puede retomar fuerzas ahora que está circulando más gente en la calle, «ahora estamos en una fase de mucho cuidado porque el hecho que circulen dos dígitos da una confianza a la gente de que esto está pasando y no es así»,dijo.
La sala de triaje instalada en el Colegio de Ingenieros en SPS luce vacía. San Pedro Sula, 22-09-2020, Foto Deiby Yanes.
La doctora Villatoro piensa que la autorización para que circulen dos terminaciones, cambia muy poco lo que ha venido sucediendo, «siempre he dicho que nunca ha estado cerrado, usted va a la calle y siempre hay gente, lo que tuvimos en julio fue un repunte de casos, que esperamos no ocurra ahora. Hay que ser estrictos con las medidas de bioseguridad, que es lo único que evitará contagios», aconsejó.
Desde su perspectiva los casos seguirán aumentando, pero no al ritmo que anticipan algunos de sus colegas, «los casos irán en ascenso, pero será algo controlado. No ha existido necesidad de abrir más cupos en los hospitales, con lo que tenemos, hemos salido».
El infectólogo Luis Romero dice que la cifra de hospitalizaciones indica que hay una disminución, pero es imposible determinar en cuál fase se encuentra la pandemia en nuestro país pues no se hacen pruebas en lugares como La Ceiba, Colón, Choluteca o Gracias, Lempira, «no sabemos cómo estamos. En San Pedro Sula, que ha sido el epicentro, probablemente el número de casos haya llegado a una baja, digo que puede, pero no lo sabemos porque no estamos haciendo pruebas», reclamó.
Empleados de salud se toman un descanso en el hospital Leonardo Martínez. San Pedro Sula, 22-09-2020, Foto Deiby Yanes.
Explicó que en países de primer mundo le hacen pruebas al azar a la gente en las calles, no solo a los sintomáticos y tienen un número más real, «pero nosotros por recursos, solamente le realizamos a personas altamente sospechosas o aquellas con alto riesgo de contagio».
Preguntado el doctor Romero si es que esta baja obedece a que los médicos han encontrado alguna dosis de medicamento efectivo, contestó que no. Refirió que a su juicio de cada 100 pacientes que se enferman de COVID-19, 80 reciben atención en casa, 20 atención hospitalaria y de ellos solo 5 necesitan cuidados intensivos. «Estos últimos son los que realmente han sido beneficiados con tratamientos que ayudan al sistema inmunológico contra el virus, pero manejo antiviral no hay».
Para el doctor Chávez es innegable que se está en mejores condiciones que semanas atrás, pero recalca que sería deducir que la pandemia está pasando a partir de la «reapertura inteligente» impulsada gradualmente por el gobierno, «el peor error que se puede cometer es la confianza», mencionó Chávez.
A finales de 2018, después de resistirme a mi realidad por tantos años, comencé un camino en busca de la identidad que me representa, esa identidad que negué por mucho tiempo como mía.
Nací a principios de los noventa, en un hogar cristiano evangélico, en la ciudad de Siguatepeque. Mi crianza estuvo a cargo de un papá soltero y su madre (mi abuela), que es mi madre también. Mi infancia fue feliz de cierta forma. Era fiel a la iglesia y asistía a la mayoría de sus eventos junto a mi mamá. Sumado a eso, estudié en una institución evangélica donde siempre teníamos que orar antes de las clases, donde las niñas y niños cumplían con los roles tradicionales de género. Cuando estaba en quinto grado sentí atracción hacia una compañerita que estaba en sexto, lo sé porque solo quería pasar junto a ella, hacer cosas con ella, incluso me ponía celosa cuando alguien más se le acercaba.
Desde que cumplí once años soy consciente de que nací en un «cuerpo equivocado», pero desde los seis yo ya mostraba señales de que sería alguien que se saldría de la norma. No me gustaba nada de lo socialmente asociado a las niñas y siempre que me regalaban barbies o algo femenino, lo desechaba.
En mi cumpleaños número seis, mi mamá decidió hacerme una sesión de fotografías, para eso eligió ponerme un vestido azul con rojo y unas medias y zapatillas blancas. Lloré cantidades pidiéndole que no me lo pusiera. Lo hizo, las fotos aún existen. Mi papá llegó de su trabajo y me encontró en el sofá llorando —aún con el vestido puesto— y cuando me preguntó que pasaba, recuerdo que le dije: «papi, ¿me puede comprar un pantalón? Este vestido me hace sufrir, no soy yo». Papi me abrazó, me calmó y luego me llevó a una tienda en donde me compró un pantalón y una camisa blanca de dinosaurios. Estaba tan feliz que usé esa ropa durante toda una semana. Ese y otros recuerdos llenan mi cabeza cada vez que viajo al pasado, pese a no entender qué sucedía conmigo, mis papás siempre se mostraron comprensivos.
El comienzo de mi pubertad fue una tortura. Recuerdo con claridad el primer día que menstrué, era noviembre de 2004 y tenía catorce años. Llegué del colegio y me fui a duchar, vi mi ropa interior manchada y salí del baño en medio de una crisis de ansiedad, llorando y maldiciendo. Llamé a mi mamá a mi habitación y le mostré. Ella me abrazó al ver mi reacción y me dijo: «mi amor, ya hablamos de esto, ¿tiene dudas aún?» Yo solo le dije: «¿por qué me pasa esto a mí?, ¿por qué tengo que sentirme así? No soy esto mami, no quiero menstruar. Lléveme al médico y dígale que me saque todo esto, yo no soy así». Me jaloneé el cabello, me golpeé el vientre, grité, pataleé… lo recuerdo y me duele. Me duele tanto que mientras lo escribo se me llenan los ojos de lágrimas. Era el comienzo de una parte de mi vida que nunca deseé tener.
El tiempo pasó y cuando me gradué del colegio, a mis diecisiete años, me fui a estudiar medicina a otro país. Llegué a La Habana un 1 de marzo de 2008, en medio de muchos sueños e ideales, en realidad no tenía idea de lo positiva que sería mi estadía esos años en la isla de Cuba.
Recuerdo que el estar en otro país, en un espacio multicultural y muy diverso, sobre todo porque yo no conocía nada del «mundo», fue un choque emocional muy duro. Había sido siempre una persona sociable pero con cierta timidez, nunca había asistido a una fiesta o una discoteca, en mi hogar nunca había tenido permiso de salir y mi vida cotidiana era de la casa al colegio, de la casa a la iglesia y viceversa.
Aún así, cuando estaba en segundo año de medicina decidí aventurarme a conocer quién era yo y por primera vez tuve una novia. Yo tenía 19 años y nuestra relación duró un año y medio. En este tiempo pude entender mucho sobre mi sexualidad y, sobre todo, aceptarme, pero debo decir que en el proceso me rompí en muchos otros aspectos. Aceptar que me gustaban las mujeres y que la gente me miraba como una persona lesbiana no fue fácil. Ya ni recuerdo cuántas veces lloré en soledad y le pedí perdón a Dios y a mi mamá por traicionarles, las veces que me sentí sucia, señalada, rota.
Nunca olvido cuando mis amigas me intervinieron en una ocasión para preguntarme si me gustaban las mujeres y les negué todo, aún cuando me decían que me apoyarían. Tiempo después cuando supieron que tenía novia, no tuve más opción que confesarles la verdad y hasta el día de hoy siguen acá apoyándome y aceptándome como soy. Las amo inmensamente.
A medida iba pasando el tiempo, yo sentía más seguridad de mi orientación sexual e incluso era una persona lesbiana muy visible en la universidad, pero la verdad era que llevaba una doble vida. En Cuba sabían mi verdad, pero cuando viajaba a Honduras de vacaciones regresaba a ser esa mujer heterosexual reprimida, que hablaba de hombres y a la que le preguntaban si ya había tenido novio. Así viví hasta que en 2011 le confesé a mi hermana mayor y mi mamá que sentía atracción por las mujeres. Para mi suerte, me apoyaron desde el principio.
Ese año regresé con más seguridad, ya estaba en cuarto año de mi carrera. A esas alturas todos mis compañeros y compañeras ya sabían sobre mi orientación sexual y me aceptaban tal cual era. Me gradué en 2014 y decidí irme a Ecuador en 2015, a partir de ahí mi vida comenzó a tomar un rumbo diferente. Nunca me sentí cómoda con la palabra lesbiana y es que sentía que no me identificaba, así que de alguna manera me había quedado a medias. No me sentía cómoda, pero algo dentro de mí no me dejaba seguir averiguando el porqué, ya que tenía miedo de volver a pasar por lo que viví antes de definir mi orientación sexual.
Llegué al Ecuador en 2015 y me ubiqué primero en un pueblo pequeño que se llama El Chaco, ubicado en la provincia de Napo en la Amazonía. Durante mi estadía mantuve una relación afectiva con alguien, pero a los seis meses me mudé para la ciudad de Riobamba, en la provincia de Chimborazo en la Cordillera de los Andes, y ahí comencé a hacer amigos y a meterme un poco más de lleno al activismo político. Formé parte de los grupos de hondureños indignados en el Ecuador, justo para esa época fue cuando se hicieron las marchas de las antorchas a nivel nacional e internacional y también empecé a empaparme sobre el significado de las letras que identificaban a la comunidad LGBTI.
Una tarde estaba mirando una película basada en la vida real: Boys don’t cry, que trata sobre un hombre trans que se llamaba Brandon Teena. Al terminar la película lo primero que hice fue meterme a Google y escribí «chicas que se sienten chicos», así tal cual, y encontré mucha información. Yo me sentía impactada porque me identifiqué con el tema, y me dije: «quiere decir que esto es real, que así como me he sentido desde que tengo cinco años hay más personas que sienten lo mismo». Recuerdo que terminé llorando, pero al mismo tiempo entendí que en realidad no era una mujer lesbiana, sino un hombre trans. Me quedé ahí, no seguí buscando más y dejé pasar un tiempo, a pesar de que siempre escuchaba una voz interior que me hacía ruido.
En abril de 2016 ya estaba enterado de ciertas organizaciones LGBTI en el Ecuador y una de las principales que conocía era la asociación Silueta X, pero comencé a sentirme como al principio, cuando no aceptaba mi verdadera orientación sexual. Y ahí estaba yo de nuevo, peleando porque no quería aceptar esa realidad y porque sabía que no solo iba a ser un proceso difícil para mí, sino también para mi familia.
En abril de 2016 dije: no puedo seguir así, necesito empezar aunque sea de a poco. Y una tarde salí del apartamento y fui a cortarme el cabello, de hecho todavía tengo la primera fotografía que me tomé saliendo del salón (ni siquiera tuve el valor de cortármelo en una barbería). La sensación de libertad que sentí en ese momento fue algo inexplicable. A partir de entonces fui tomando forma lo que soy hoy: Dylan Duarte. Empecé a vestirme más masculino, empecé a utilizar solamente jeans, tenis, burros, zapatos formales, todo lo compraba para hombre y me sentía muy cómodo. También fui a mi primera marcha gay y fue algo que también me hizo sentir cómodo porque estaba rodeado de gente que era como yo y todos estábamos felices siendo quienes éramos, sin miedo a nada.
Regresé a Honduras en noviembre de 2016 y empecé a acercarme a asociaciones, entonces conocí el colectivo Ixchel que forma parte de la asociación Kukulcán. También empecé a empaparme de otros temas, a recibir talleres, a informarme sobre la realidad de la comunidad LGBTI en el país y a informarme sobre los derechos humanos. Ese recorrido me llevó a conocer al feminismo y a darme cuenta que lo que yo conocía era nada en comparación a todo lo que es. A medida que fui aprendiendo sobre la comunidad LGBTI, también lo hice con el feminismo.
Debo decir que antes de todo yo era pro vida, era anti feminista y muchas cosas más que ahora me provocan risa. A través del feminismo conocí a muchas mujeres y personas trans que compartían sus experiencias. Todo esto me llevó a aceptarme, de manera rotunda, como un hombre trans. El feminismo me salvó la vida porque me ayudó a empoderarme, y a quererme como soy.
Comencé un proceso paulatino y fue hasta en enero de 2019 cuando grabé y publiqué en mis redes sociales un vídeo en el que explicaba quién era y lo que iba a pasar más adelante. Ese fue el momento en que de manera formal me presenté como Dylan. En mi familia hubo muchas reacciones, desde una aparente indiferencia hasta la negación de algunos de ellos, sin embargo todos han tratado de tomarlo desde el respeto y el amor. Ha pasado más de un año ya y ha sido un proceso bastante duro, de muchos cambios externos e internos, pero estoy muy contento por todo lo que he logrado y recorrido. Me siento muy feliz de haber llegado hasta acá y de reencontrarme con mi esencia, con mi verdadero Yo.
Juan López ha decidido oponerse a un proyecto minero por el que se ha reducido el área protegida del Parque Nacional “Montaña Botaderos Carlos Escaleras”, al norte de Honduras. Por su lucha, Juan enfrenta un proceso judicial junto con otras 31 personas que se opusieron al proyecto, de las cuales ocho llevan ya un año en prisión. Esta historia hace parte de la serie periodística #DefenderSinMiedo coordinada por Agenda Propia en alianza con Contracorriente.
El Parque Nacional “Montaña de Botaderos Carlos Escaleras” lleva en su nombre la ironía. Ubicado en Colón, al norte de Honduras, la zona comprende una de las 89 áreas naturales protegidas del país y su nombre rinde honor a un ambientalista de Tocoa (la ciudad más grande de ese departamento), asesinado en 1997 por intentar impedir la instalación de una procesadora de palma africana. Dieciséis años después de su muerte, en 2013, el Congreso Nacional redujo 217 hectáreas de la zona núcleo del Parque (la porción más protegida) para beneficiar un proyecto minero. La aprobación de la explotación minera en esta zona creó un conflicto en al menos veinte comunidades, tanto de la montaña –colindante con el parque– como del valle –donde se está construyendo una planta peletizadora para el procesamiento de óxido de hierro, que se extraerá de la montaña de Botaderos–.
Juan López, líder comunitario de la iglesia Católica en la Parroquia San Isidro Labrador, decidió liderar una resistencia contra los proyectos mineros que afectarían al Parque Nacional y a la ciudad de Tocoa. Juan dice que siempre le huye a la idea de ser un mártir y que cuando conversa con sus compañeros, evitan hablar de la posibilidad de acabar muertos, como Escaleras.
En el parque existen 34 microcuencas de las que se benefician 42.000 habitantes de diferentes comunidades colindantes a la Montaña de Botaderos. Para defender este parque, pobladores de diversas comunidades, Juan incluido, se organizaron en el Comité Municipal de Defensa de los Bienes Comunes y Públicos (Cmdbcp).
Río San Pedro a su paso por la comunidad de Malafalda, en el corazón del Parque Nacional Carlos Escaleras. Tocoa, Colón, 10 de diciembre de 2018. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.
A Juan se le conocía en Tocoa y sectores aledaños como coordinador de pastoral de la Iglesia católica, pero ahora, por su liderazgo, se le ha hecho ver como a un criminal. Según explica, él solamente quiere defender las microcuencas que abastecen de agua potable no solo a los pobladores del área de influencia directa de la mina, sino también de los municipios de Tocoa, Sabá, Gualaco, Olanchito, Bonito Oriental y San Esteban. Estas urbes forman parte del sector conocido como El Aguán, área del valle, rico en recursos naturales y, desde hace décadas, codiciado por las mineras y la agroindustria.
La defensa de Juan se remonta a 2016 cuando las comunidades del sector San Pedro (conjunto de aldeas colindantes con el Parque Nacional) decidieron protestar en contra de la explotación minera en la zona de la montaña. En 2018, la comunidad de Guapinol cerca de Tocoa se organizó en un campamento que impidió durante un año el acceso de la maquinaria de la empresa Los Pinares S.A. a la montaña aduciendo que la construcción de la carretera hacia la minera estaba ensuciando el río Guapinol.
La situación se había salido de las manos y de cualquier otro molde. La comunidad estaba enfurecida porque el 7 de septiembre de 2018 uno de sus pobladores había terminado herido de bala tras un intento de desalojo. En dos ocasiones, las Fuerzas Armadas y la policía desalojaron el campamento, y la última vez se convirtió en un enfrentamiento. Miembros de la comunidad decidieron ir a las instalaciones de la empresa ubicada en Tocoa y allí discutieron con el jefe de seguridad de la minera, recuerda Juan.
Cuatro meses después, la firma Los Pinares S.A., dueña de dos concesiones (de cien hectáreas cada una) para explotar óxido de hierro en la montaña de Botaderos, denunció a 32 personas por daños, incendio, privación injusta de la libertad, asociación ilícita y usurpación por hechos ocurridos durante un campamento de protesta organizado por pobladores de Guapinol.
El expediente judicial relata que los acusados retuvieron entre tres y cinco horas a Santos Corea, jefe de seguridad de la minera, mientras quemaban uno de sus contenedores y destruían un vehículo en un plantel ubicado en Tocoa. El informe de inteligencia policial en el que se basa la acusación, asegura que 51 personas estuvieron involucradas en la actividad delictiva en contra de la compañía y que al menos otras 300 las habrían apoyado.
Las autoridades hondureñas acusaron a este grupo de personas por asociación ilícita, un delito comúnmente atribuido a estructuras criminales como las maras y pandillas, pero que en esta ocasión fue aplicado a los ambientalistas como miembros de una supuesta estructura criminal denominada “Los antimineros”. Juan, señalado como el cabecilla, asegura que el día en el que ocurrieron los hechos él estaba en Tocoa, en la ONG en donde trabaja, Fundación San Alonso Rodríguez, escribiendo un comunicado por el desalojo del campamento de Guapinol.
Habitantes de varias comunidades de Tocoa, Colón, instalaron un campamento en la zona denominada La Ceibita desde el 1 de agosto hasta el 27 de octubre de 2018. Tocoa, 30 de agosto de 2018. Foto: Fernando Silva.
Esa denuncia llevó a Juan a la cárcel, quien estuvo preso en la Penitenciaría Nacional por doce días, periodo que tomó la audiencia en la que se determinó que él y once de sus compañeros que se presentaron voluntariamente ante las autoridades, serían liberados.
El proceso judicial se ha desarrollado en dos grupos: el primero, cuando Juan y once de sus compañeros decidieron entregarse a las autoridades tras la acusación en marzo de 2019; y el segundo cuando ocho más decidieron presentarse también. A este último grupo se le dictó prisión preventiva en septiembre de 2019 y desde entonces los hombres se encuentran encarcelados. Antonio Martínez Ramos, uno de los acusados, había fallecido el 5 de abril de 2015, mucho antes de que el conflicto estallara. Es decir: acusaron a un muerto de participar en numerosos delitos. Los once restantes no han podido ser capturados.
La decisión de resistirse a la minería en este país centroamericano ha sido una pesadilla para Juan y le ha costado más de un dolor de cabeza. Todo porque el proyecto al que decidió enfrentarse está protegido por el Estado.
El 3 de marzo de 2020, poco antes de que la pandemia de la covid-19 llegara al país, la Corte de Apelaciones resolvió un recurso que fue presentado en septiembre de 2019 por la empresa Los Pinares S.A. y el Ministerio Público, y revocó la absolución que existía a favor de Juan y cuatro de sus compañeros. Esto implica que el proceso judicial para ellos, los supuestos cabecillas, vuelve a comenzar. Además, en ese mismo proceso, la Corte ratificó la libertad para los otros siete acusados. Juan ahora teme volver a la cárcel.
A inicios de agosto, la Corte les notificó esta resolución. Es decir, cinco meses después, en un momento en el que Juan y el Comité Ambientalista estaban inmovilizados y no tenían contacto directo con los grupos poblacionales en los que quieren incidir. Debido a las restricciones que implica la pandemia por covid-19 en Honduras, Juan explica que varios procesos que ya habían iniciado han quedado detenidos: la exigencia de cancelación de la licencia ambiental ante la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente (Mi Ambiente), la revocación del permiso de explotación del proyecto y los procesos legales para exigir la liberación de sus compañeros en prisión.
“Estar esperando, porque solo una persona recibe los recursos legales y por correo electrónico, y que a veces tardan incluso en responder si el recurso se recibió o no… Entonces se vuelve muy tedioso hacer todo este trabajo. Esto genera agotamiento, crisis emocional, tanto como en el que está privado de libertad, como en las familias, las esposas, los hijos, las hijas, las mamás, los tíos”, cuenta Juan en una entrevista vía videollamada.
Mientras Juan espera su proceso judicial, después de que sus abogados presentaran un amparo en contra de la reapertura de su caso, los otros ocho ambientalistas (Porfirio Sorto, José Abelino, Orbin Hernández, Ewer Cedillo, Daniel Márquez, Arnold Alemán, Kelvin Romero y Jeremías Martínez) continúan esperando en prisión. Las revisiones de medidas cautelares presentadas por sus abogados han sido denegadas.
Para Juan otra de las preocupaciones es no sobrevivir a la pandemia en el hacinamiento de una cárcel. Al 19 de septiembre, los casos de covid-19 reportados por el gobierno en Honduras ascendían a 70.611. El nuevo coronavirus llegó a los centros penitenciarios desde abril de este año, cuando se reportó un muerto en la cárcel de máxima seguridad El Pozo. En julio, el Instituto Nacional Penitenciario confirmó al menos 1.980 casos entre las personas privadas de libertad, aunque especificó que en el centro penal de Olanchito, donde están siete de los presos de Guapinol, aún no había reportes.
Juan dice que él decidió esto, enfrentarse a un Goliat siendo quizá más como un David, y que lo hace porque su fe en dios y en la iglesia lo llevan. Pero él sabe que en Honduras esto le puede costar la vida y ya está viviendo la amenaza a su libertad.
Un grupo de jóvenes se baña en el río San Pedro a su paso por la comunidad de Malafalda. Tocoa, Colón, 10 de diciembre de 2018. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.4282: Un niño y su caballo atraviesan el río San Pedro en la comunidad de Malafalda. Tocoa, Colón, 10 de diciembre de 2018. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.
Cronología de los mártires del Aguán
El sector del Aguán, rica zona agroindustrial del norte de Honduras, es conocido en el país por ser muy peligroso. No por la violencia de maras y pandillas, por la que se reconoce a Honduras en el mundo, sino por una que es rural y vinculada al abandono estatal, que ha generado conflictos por el acceso a la tierra; y también por el narcotráfico, luego de que los carteles de la droga se apoderaron de esta área como parte de sus rutas.
“Es una zona tan apetecida por los grandes capitales. Las empresas extractivas siempre van a provocar unos niveles de violencia extrema donde lleguen, para ellos la vida no tiene valor alguno. Hay que pasarse por encima de la dignidad humana, de los cuerpos de los pobladores, porque hay que sacar y sacar esa riqueza de la naturaleza”, alerta Juan.
La mayor parte de la población en el valle del Aguán es campesina, y desde tiempos de la reforma agraria en Honduras, en la década de 1970, la palma africana copó las tierras y se convirtió en el monocultivo que genera la mayor parte de empleos en esta zona del país. Allí, las comunidades que se oponen a la minería sobreviven con la palma africana, que también ha sido nociva para las fuentes de agua. Mientras tanto, las personas que viven en la montaña, en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional, viven de la agricultura de subsistencia (maíz y frijoles), en medio de un área abandonada por el Estado y utilizada para cultivos ilícitos como la marihuana.
En el campamento Guapinol, las familias en resistencia compartían día y noche, mientras que algunos pequeños empresarios y miembros de la comunidad les ayudaban con provisiones para seguir en la lucha. Ahora, ocho de los defensores llevan un año presos por los supuestos delitos de incendio agravado y privación injusta de la libertad. Tocoa, 30 de agosto de 2018. Foto: Fernando Silva.
El caso más emblemático de los defensores ambientales en Honduras es el de Berta Cáceres, líder del pueblo indígena Lenca quien en 2015 recibió el Premio Ambiental Goldman por su activismo, y un año después fue asesinada por oponerse a la construcción de una hidroeléctrica en Río Blanco, al occidente del país. Sin embargo, como ya se mencionó, diversos informes han advertido sobre el riesgo que conlleva ser un defensor del medio ambiente en el país. Las cifras más actuales presentadas por Global Witness en julio pasado reportan que solo en el año 2019 fueron asesinados catorce cuidadores de los recursos naturales. Así mismo, el proyecto periodístico Tierra de Resistentes mostró cómo los ambientalistas de este país están más propensos a ser procesados judicialmente y encarcelados que asesinados: de 685 casos de ataques contra ambientalistas registrados entre 2009 y 2019, 138 fueron asesinatos y 424 acosos judiciales.
Esta situación de riesgo también ha sido constatada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) en casos entre 1995 y 2005 como el de Kawas Fernández vs. Honduras y Luna López vs. Honduras, ambos sobre asesinatos contra ambientalistas que no fueron investigados con diligencia por las autoridades responsables.
Por el caso de Carlos Escaleras, la CorteIDH sentenció un acuerdo amistoso entre la familia de la víctima y el Estado de Honduras, entre varias reparaciones el Estado le daría su nombre al Parque Nacional Montaña de Botaderos. La declaratoria de esta área protegida se hizo en 2011, catorce años después del asesinato de Escaleras, y la sentencia de la CorteIDH llegó hasta 2018. Justicia tardía.
La montaña de Botaderos era una zona inaccesible, no solamente por su ubicación geográfica, sino también por estar en el área de influencia del cartel de drogas más grande de Honduras en ese momento, “Los Cachiros”. Este grupo, liderado por los hermanos Devis Leonel y Javier Maradiaga, se desarticuló en 2015 cuando se entregaron a la justicia estadounidense. En su proceso de colaboración, ambos involucraron a altas figuras de la política hondureña, entre ellas, al hermano del presidente Juan Orlando Hernández, Antonio Hernández, quien fue condenado en la Corte de Manhattan por traficar drogas y armas a Estados Unidos. En casos posteriores, en las acusaciones se ha mencionado al presidente Hernández como co-conspirador en el tráfico de drogas y como beneficiario de altas sumas de dinero para pagar sus campañas políticas.
En agosto de 2016, cuando las protestas por la exploración minera en la montaña ya habían comenzado, Adán Fúnez, entonces alcalde de Tocoa, dijo durante un cabildo abierto (reunión de los pobladores con la municipalidad para resolución de conflictos) que todas las concesiones en el sector eran de la familia Rivera Maradiaga (Los Cachiros). El cabildo fue promovido por las comunidades del sector San Pedro para solicitar que se declarara el municipio libre de explotación minera, aunque actualmente hay cuatro exploraciones activas, incluyendo la de Los Pinares S.A.
En un video del noticiero local, Noticias de Colón, se puede ver cómo Fúnez dice, entre los murmullos y expresiones de indignación de la gente: “No creo que ustedes del sector San Pedro siendo amigos de Javier [Rivera Maradiaga] y de toda la familia Rivera, no se dieran cuenta [de] que él había solicitado esas concesiones, incluso la de arriba de la laguna. ¿Ustedes no se daban cuenta? (…) Esa [concesión] que tiene EMCO era de Javier Rivera, el amigo de ustedes y amigo mío”.
Según un reporte de prensa de 2017, en 2014 el Instituto Hondureño de Geología y Minas (Inhgeomin) les canceló dieciocho procesos de concesión minera a “Los Cachiros” y dos concesiones que ya les habían sido otorgadas por estar involucrados en acciones de lavado de activos. El vocero del Ministerio Público aseguró en ese momento que los contratos mineros fueron secuestrados (requisados) por la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC), en el marco de las investigaciones contra la operación económica de este grupo criminal.
EMCO Mining Company –la empresa que menciona Fúnez– es el primer nombre de la compañía registrada por los empresarios de la construcción Lenir Pérez y Ana Facussé. Ahora esta se llama Inversiones Los Pinares, y fue la que solicitó en abril de 2013 dos concesiones para exploración minera en lo que aún era parte de la zona núcleo del Parque Nacional. Es decir: pidieron una concesión en un área natural protegida declarada como tal apenas dos años atrás. Pero ese mismo año, en diciembre, el Congreso Nacional de Honduras, mediante Decreto 252-2013, redujo 217 hectáreas del parque en la ubicación donde se había solicitado la concesión y esta fue aprobada, sin modificaciones, en 2014.
En 2015, la Comisión para la Defensa y la Promoción de la Competencia de Honduras resolvió la concentración económica de esta empresa y dos más de los mismos socios en un holding en Panamá: NE Holdings Subsidiary y NE Holdings Inc., donde Pérez y Facussé siguen siendo socios. Aparte, está Eco Tek S.A. de C.V. la firma encargada de la peletizadora en Tocoa, de la cual Pérez también es el propietario.
Según el Informe de Conciliación de la Iniciativa para la Transparencia de las Industrias Extractivas en Honduras para el período 2014 en ese momento, el país ya contaba con 227 concesiones mineras, 32 de las cuales se encontraban en Tocoa. Tres años después del informe, las concesiones mineras ya habían subido a 306. En ese periodo se realizaron en el país tres Congresos Internacionales para promover la inversión en el marco de la entrada en vigencia de la Ley de Minería, lo que llevó a un aumento en las concesiones. Si bien en 2017 ocho artículos de esta ley se declararon inconstitucionales (porque atentaban contra la Constitución de la República al favorecer a las mineras y obviar los procesos de consulta a los afectados), la reforma cobró vigencia en 2019.
“Mientras uno mantenga la boca cerrada y si la abre sea para agradecer el desarrollo, todo va bien. Pero en el momento en el que uno cuestiona, debe estar uno consciente de que va a tener inmediatamente una reacción violenta en términos mediáticos, una reacción violenta en términos de criminalización, judiciales y, en el peor de los casos, como les ocurrió a Carlos Escaleras, Jairo Ayala, Guadalupe Carney, Chungo Guerra, gente que habló, cuestionó, criticó, denunció y recibió este tipo de reacción de parte de los grandes capitales”, dice Juan y recuerda que no se puede entender este conflicto sin ver al pasado reciente. Además, subraya que le parece simbólico que donde está Inversiones Eco Tek, que es la empresa que va a procesar el hierro que extraiga Inversiones Los Pinares, quede “exactamente donde Corporación Dinant quería ubicar la planta procesadora de aceite de palma africana en 1996 y 1997, por la cual asesinaron a Carlos Escaleras”.
La CorteIDH, en su sentencia del 26 de septiembre de 2018 por el caso Escaleras, relata que “meses antes de su homicidio, el señor Escaleras Mejía se opuso a la instalación de una planta extractora de aceite de palma africana en la ribera del río Tocoa, que sería contaminado por los desechos tóxicos que se depositarían en su cauce. Dicha instalación era gestionada por el empresario M.F. El hermano de la presunta víctima, René Escaleras, manifestó que poco antes del homicidio, dicho empresario –para quien trabajaba– le pidió que hablara con Carlos Escaleras Mejía a fin de que desistiera de su lucha por el medio ambiente, ya que ello le habría provocado una pérdida millonaria por no haber podido instalar la planta procesadora de palma africana. Al conversar con su hermano, este le indicó que continuaría dirigiendo el movimiento en pro del medio ambiente, respuesta que dio lugar a que René Escaleras fuera despedido de la empresa de M.F. Tres meses después de este hecho, Carlos Escaleras Mejía fue ejecutado”.
A quien la resolución de la CorteIDH identifica como “M.F.” es a Miguel Facussé, un empresario hondureño que creó un imperio agroindustrial gracias a la producción de palma africana en todo el país, sobre todo en El Aguán. Lenir Pérez, dueño de Los Pinares S.A. y Eco Tek, es su yerno. Todo queda en familia.
El Estado castiga pero no protege
Las empresas Los Pinares S.A. y Eco Tek cuentan con licencias de impacto ambiental tipo 4, es decir, se les permite operar como proyectos, obras o actividades consideradas de muy alto impacto ambiental potencial o riesgo ambiental. Los megaproyectos de desarrollo se consideran como parte de esta categoría. La licencia de Eco Tek aún es provisional.
En 2013, el Instituto de Conservación y Desarrollo Forestal, Áreas Protegidas y Vida Silvestre (ICF), redactó un plan de manejo para la Montaña de Botaderos que será vigente hasta 2024. En el mismo documento establecen que hay poca investigación sobre la biodiversidad en este parque, ya que las actividades de subsistencia de la población en esta zona y el abandono estatal lo han impedido.
El Plan de Manejo resalta que la Montaña de Botaderos “es el hábitat de una diversidad de mamíferos como el tigrillo, venados, ardillas, monos; aves (loros, guaras, tucanes), serpientes, así como una gran variedad de especies forestales maderables y no maderables. Sin embargo, son muy pocos los estudios e investigaciones biológicas que se han desarrollado en esta área”. Según una referencia incluida por este reporte, muchas de las montañas hondureñas, como las de Yoro y Botaderos, siguen sin estudiarse y son básicamente desconocidas para la ciencia.
El documento además precisa que algunos de los problemas más comunes incluyen: inseguridad de tenencia de la tierra, presión sobre la administración del agua, prácticas inadecuadas de producción y ampliación de frontera agrícola, proceso inadecuado de explotación forestal, presión en áreas con potencial para actividad minera dentro del Parque, presión para la utilización de áreas con potencial hidroeléctrico e intervención de hábitats naturales provocando la pérdida de especies de flora y fauna.
Inversiones Los Pinares S.A. publica constantemente en su página de Facebook sus acciones a favor del medioambiente, en las que destaca la reforestación en áreas “que habían sido deforestadas”, o la mitigación del polvo en la zona donde construyen la planta peletizadora. Una publicación de la empresa en esta plataforma el 21 de agosto pasado resaltaba que “Inversiones Los Pinares es referencia en programas y protección ambiental, y cuenta con un equipo de expertos que velan por el cuidado de bosques, agua, flora, fauna, aires y suelos. Avanzamos, con los más estrictos protocolos de bioseguridad, generando empleo y desarrollo para Tocoa”. A través de la misma página solicitamos una entrevista con los encargados de las relaciones públicas de esta empresa, pero la solicitud no fue respondida.
Los Pinares S.A. ha asegurado que con la construcción de la planta peletizadora al menos dos mil personas tendrán un empleo directo y unas 600 más serán beneficiadas con empleo. Una gran oferta en un país cuya alicaída economía ha quedado aún más devastada por la pandemia. Según un reciente informe de la Secretaría de Trabajo y Seguridad Social, 928 empresas cerraron por el impacto de la pandemia y 127.184 personas perdieron sus empleos. Por otro lado, el sector privado pidió al inicio de la emergencia sanitaria reducir la recaudación fiscal este año. Pero las empresas de este proyecto minero siguieron operando, incluso desde antes que comenzara la reapertura gradual de la economía.
Después de 87 días de la instalación del Campamento Guapinol en Defensa del Agua y la Vida, un juez ordenó el desalojo de las más de 300 personas que exigían la derogación de los permisos a la minera Inversiones Los Pinares S.A. Tocoa, 30 de agosto de 2018. Foto: Fernando Silva.
Las personas que se opusieron al proyecto en Guapinol relatan que el río homónimo que pasa por su comunidad se contaminó por el sedimento causado por la construcción de la carretera que Inversiones Los Pinares, S.A. aún no culmina. Los técnicos de esa empresa han expuesto en diversos medios de comunicación que el río sufriría un daño “temporal” que además se agrega a la suciedad que ya tienen sus aguas por las lluvias en el sector.
Juan, por su parte, asegura que “si colapsa el río Guapinol, saldrá toda la gente en caravana, migrando hacia Estados Unidos. Es una estrategia de desestabilización, por esto la empresa ha conseguido que el Estado le dé seguridad, la policía y los militares están cuidando ahora esta zona”.
Además, Juan añade que el mismo Estado pudo haber empleado a las personas de las comunidades para desarrollar el plan de manejo del Parque Nacional. Sin embargo, él cree que el gobierno ha permitido la explotación minera en áreas protegidas; lo que se suma a los cultivos extensivos y la ganadería que están acabando con los bosques, ante la ausencia de control por parte del Estado.
En Honduras todo sucede en el marco de la Ley. La disminución de la zona núcleo del bosque del Parque Nacional “Montaña Botaderos Carlos Escaleras” fue mediante Decreto Legislativo, en una sesión sin debate pero legal. El otorgamiento de licencias ambientales a empresas que pretenden explotar una zona con un plan de manejo contrario a este tipo de actividades, también es legal. Pero el uso de la ley, en el caso de los ambientalistas con procesos judiciales, ha sido nocivo para los derechos de las comunidades a oponerse a un proyecto con impacto ambiental.
El campamento fue instalado sobre una carretera construida por la empresa minera Inversiones Los Pinares S.A. Esta construcción hizo que el sedimento del terreno cayera sobre el río Guapinol, la única fuente de agua natural de la comunidad. Tocoa, 30 de agosto de 2018. Foto: Fernando Silva.
El 31 de agosto de 2020, la Clínica Jurídica Internacional de Derechos Humanos de la Universidad de Virginia, Estados Unidos, presentó su informe “Acompañamiento al antejuicio de los defensores del río Guapinol y San Pedro”, en el que señaló una serie de irregularidades judiciales como el uso de jurisdicciones nacionales destinadas a conocer exclusivamente casos de crimen organizado y alto perfil contra los ambientalistas. Al mismo tiempo, afirma que de acuerdo con el derecho nacional e internacional, la prisión preventiva debe reservarse para circunstancias extremas y debe tratarse como una excepción y no una regla. “El Estado hondureño debe reconocer y proteger el papel fundamental de los defensores de los derechos humanos y respetar las normas internacionales relativas a la participación de las comunidades locales en los procesos de adopción de decisiones sobre el otorgamiento de concesiones o la ejecución de proyectos extractivos que las afecten”, establece el informe.
Los abogados de Juan y sus compañeros aseguran que en este caso se viola el debido proceso y se puede considerar un arma legal en contra de quienes se oponen a proyectos extractivos. El Estado de Honduras, mientras tanto, sigue sin aprobar una ley de consulta previa para que las comunidades expresen sus dudas y opiniones con respecto a los proyectos extractivos, y este limbo ha permitido la explotación y ha condenado a quienes se opongan a ella.
Mientras Juan estaba seguro de que ni la pandemia había logrado asustar a la resistencia en Guapinol y San Pedro, recibió una buena noticia. Tiene días buenos y días malos. El pasado 17 de septiembre el Grupo de Izquierda del Parlamento Europeo anunció su postulación para el Premio Sakharov a la Libertad de Expresión, los defensores de Guapinol son los nominados, a la par de Berta Cáceres como un reconocimiento post mortem. “Es una nominación que puede ayudar mucho. No se todavía si lo entregarán al Comité, pero ya es algo que dice mucho de esta lucha”, dice Juan, sin demasiada emoción.
“No sabemos si hay gente (de la comunidad) decepcionada. Probablemente sí. Antes de la pandemia supimos de gente que se fue para EEUU., pero no es mucha. La gente está esperando la convocatoria. No podemos convocar ahora (a movilizaciones) por la pandemia pero sentimos que la gente está consciente”, cuenta Juan, en medio de la ruleta de emociones que ha significado su rol como ambientalista en Honduras, donde hacerlo le puede costar la vida.
Nota. Este artículo hace parte de la serie periodística #DefenderSinMiedo: historias de lucha de mujeres y hombres defensores ambientales en tiempos de pandemia. Este es un proyecto del medio independienteAgenda Propia coordinado con veinte periodistas, editores y medios aliados de América Latina. Esta producción se realizó con el apoyo de la ONG globalEnvironmental Investigation Agency (EIA).
En medio de la pandemia, Honduras se prepara para un año electoral, comenzando con las elecciones primarias en marzo 2021 y terminando en noviembre con los comicios generales. La oposición política denuncia irregularidades en la construcción del nuevo censo electoral, mientras lidia con conflictos internos y se enfrenta a una posibilidad de alianza ante la polémica precandidatura de Yani Rosenthal, quien después de estar preso durante 30 meses en Estados Unidos, ha comenzado su campaña electoral con el Partido Liberal.
«Si aquí continúa una dictadura, yo me voy a tener que ir», esta oración tan repetida por las miles de personas que ante la violencia y falta de oportunidades buscan la ruta migratoria hacia el norte, ahora es un ultimátum del candidato que quedó en segundo lugar de las elecciones generales por la presidencia de Honduras en 2017, Salvador Nasralla. «No podré soportar que se cometa un tercer fraude electoral en mi contra», dice al puñado de periodistas que asisten a su conferencia de prensa en la Corte Suprema de Justicia, tras presentar un recurso de amparo en la Sala de lo Constitucional, en contra del proceso de enrolamiento para la emisión del nuevo documento de identidad que realiza el Registro Nacional de las Personas (RNP).
Con mascarilla y rodeado de una decena de militantes de su recién inscrito partido político Salvador de Honduras, el excandidato presidencial de la Alianza de Oposición contra la Dictadura habla con la prensa y denuncia esta acción del RNP que según él, no dará pie a la construcción de un censo electoral depurado. Además, acusó a los 3 magistrados de esa institución —pertenecientes al Partido Nacional, Libertad y Refundación (Libre) y Partido Liberal— de ser concejales políticos dependientes del gobierno que «en conjunto con la Organización de Naciones Unidas planean un nuevo fraude electoral».
Nasralla da su conferencia de prensa a la par de una bandera izada a media asta por las más de 2000 muertes reportadas por COVID-19 en el país. Ahora él y sus contrincantes tendrán que convivir con la pandemia en medio de sus campañas políticas, después que el pasado domingo fueron convocados al proceso de elecciones primarias a celebrarse el 14 de marzo de 2021. En ese contexto, cada uno construye su camino en medio de las advertencias de los expertos sobre una posible crisis política si no se aprueban reformas electorales, y la formación de alianzas que buscan a un líder que logre vencer al partido oficialista en las elecciones generales de noviembre de 2021.
Censo y reformas electorales
El pasado 14 de septiembre, autoridades del RNP enviaron un comunicado al Consejo Nacional Electoral (CNE), en el que apuntaban que la base de datos actual no genera confianza para que se de un proceso electoral primario limpio en 2021.
Esto lo apuntan a partir de los datos arrojados por el proyecto Identifícate, donde de casi 1,5 millones de personas registradas o «enroladas» se han encontrado más de 100 000 inconsistencias pendientes de rectificar y que solo podrán subsanarse con el proceso de validación biométrica subsiguiente. Al final del comunicado, los comisionados del RNP llamaban a las autoridades del CNE para que en conjunto demanden el uso de la nueva base de datos, que resulte de la totalidad del proceso de registro y la obtención del Documento Nacional de Identificación (DNI) por la población, para los comicios primarios y generales de 2021. Esta propuesta no estima fechas.
El Sistema de Identificación Nacional se trabaja en el marco del proyecto Identifícate, con el acompañamiento técnico del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con el objetivo de emitir un nuevo documento de identificación a las personas mayores de 16 años, este documento dejará de conocerse como tarjeta de identidad y pasará a llamarse DNI.
La primera etapa inició con el proceso de enrolamiento que consiste en el registro masivo y actualización de datos. Para esto se contrataron alrededor de 3400 personas para recoger huellas dactilares, fotografías y firmas que pretenden identificar a 8 millones de hondureños incluyendo a menores de entre 5 y 17 años.
Este proceso ya tuvo su primera irregularidad en 2019, cuando el Congreso Nacional aprobó el contrato con la empresa estadounidense de datos Oracle, acción que fue cuestionada debido a que se hizo una compra directa en lugar de una licitación, requisito esencial que se exige en la Ley de Contratación del Estado. El contrato está valorado en 185 millones de lempiras (7,6 millones de dólares) destinados a adquirir licencias para instalar una nueva base de datos.
En ese contexto de retrasos e irregularidades, Salvador Nasralla interpuso un recurso de amparo para que se remueva a los funcionarios del RNP de su cargo y se detenga el proceso de enrolamiento al señalar por ser ilegal y apuntó que «el censo electoral no se está depurando, porque solo se enrolan las huellas y las mismas halan la información del actual censo».
Sobre esta situación el doctor Augusto Aguilar, miembrodelConsejo de Expertos Electorales de Latinoamérica y expresidente del Tribunal Supremo Electoral apunta que «el RNP había propuesto que para las elecciones primarias ya iba a estar la totalidad de la información para la nueva tarjeta de identidad, cosa que no van a poder cumplir, entonces al final vamos a terminar como se esperaba, votando con las 2 tarjetas de identidad para los que ya tienen la nueva».
«Es la construcción de la crisis», dice el doctor Aguilar, quien también manifiesta que existe una preocupación todavía más grande frente a las elecciones de 2021 y es que si no se aprueban las reformas electorales planteadas en la nueva Ley Electoral, y en específico la segunda vuelta electoral.
Una joven ondea una bandera del Partido Libre durante una protesta contra el gobierno de Juan Orlando Hernández debido al manejo de los fondos aprobados para atender la crisis sanitaria provocada por la expansión de la Covid-19 en el país. Tegucigalpa, 12 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix.
Aunque el pasado domingo se realizó la convocatoria a elecciones primarias, Aguilar asegura que todavía se pueden aprobar las reformas y la nueva Ley Electoral para las elecciones generales, e incluso se pueden incluir mecanismos de esa ley para las elecciones primarias si el Consejo Nacional de Elecciones lo decide, por ejemplo, el uso de la huella dactilar digitalizada al momento de votar.
«Si aquí no se aprueban las reformas y la segunda vuelta, tendríamos un presidente electo con un 25 %, sería legal, pero ilegítimo. Ahora ya ninguno de los partidos tiene la capacidad de obtener ni siquiera el 40 %, por eso es la importancia de la segunda vuelta», afirmó Aguilar.
De los 14 partidos políticos legalmente inscritos para el proceso electoral, hasta el momento se ha oficializado la participación en elecciones primarias de los 3 partidos con más caudal electoral: Partido Nacional, Partido Liberal y Libre, los otros partidos llamados minoritarios o nuevos podrán escoger a sus candidatos a través de asambleas supervisadas e informadas ante el CNE.
Para estas elecciones primarias, en julio de este año el CNE aprobó por unanimidad de votos un presupuesto de 1100 millones de lempiras (44,934,640.52 dólares), sin embargo, este presupuesto no contemplaba los gastos de lo relacionado con las medidas de bioseguridad ante la pandemia por COVID-19.
La pareja presidencial, Juan Orlando Hernández y Ana García Carías, durante una intervención en un mitin realizado en las inmediaciones de Casa Presidencial, Comayagüela, 9 de octubre de 2019. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.
¿Un precandidato inesperado?
Hasta el viernes 7 de agosto las cartas de cara a las próximas elecciones internas en los partidos políticos estaban casi definidas, pero todo cambió con la llegada del empresario y político del Partido Liberal Yani Rosenthal, quien guardó prisión 30 meses en Estados Unidos después que en 2015 elDepartamento del Tesoro de Estados Unidos le designó junto a su padre Jaime Rosenthal y su primo Yankel Rosenthal como parte de una red que proveía «servicios de lavado de dinero para apoyar el tráfico internacional de narcóticos».
El día que regresó a Honduras lo recibió una comitiva de simpatizantes del Partido Liberal al que pertenece, y por el que fue funcionario público como ministro de la presidencia entre 2006 y 2008 y diputado en el Congreso Nacional entre 2010 y 2014. Las semanas siguientes se especuló con su posible precandidatura presidencial y Diario Tiempo Digital, que pertenece a su familia, reiteraba constantemente en sus artículos el hecho de que «Yani Rosenthal no fue sentenciado por lavado de activos».
El abogado y especialista en derecho penal, Ramón Enrique Barrios, en una entrevista dada a Criterio.hn, explicaba que no hay vinculaciones entre la tipificación del delito que se hizo en Estados Unidos y el lavado de activos en Honduras.«Más o menos la sentencia establecía que se le condenaba por haber negociado con bienes de procedencia ilícita, específicamente comprar ganado desconociendo su origen. Así decía la sentencia», explicó.
La fiscalía de Nueva York les acusó en 2015por utilizar entidades asociadas al Holding Familiar Inversiones Continental para lavar dinero del narcotráfico para Los Cachiros, un cartel que traficó toneladas de cocaína a Estados Unidos y que mantuvo negociaciones por contratos gubernamentales y sobornos con Juan Antonio «Tony» Hernández, hermano del actual presidente de Honduras.
Finalmente, la fiscalía de Nueva York retiró los cargos por lavado de activos y Rosenthal se declaró culpable por haber participado en transacciones monetarias con bienes de procedencia ilegítima. En una entrevista a Canal 11 —también propiedad de su familia— explicó que compró ganado del cartel del narcotráfico entre 2008 y 2013. Además, agregó que había realizado otros negocios con ellos desde la década de 1990, pero que no supo que eran narcotraficantes hasta 2008.
Simpatizantes liberales ondean banderas en apoyo a Luis Zelaya en la sede del Partido Liberal en la capital hondureña. Luego de las elecciones generales de 2017, en el país hubo un mes de protestas contra el gobierno de Juan Orlando Hernández y su reelección inconstitucional. Tegucigalpa, 19 de diciembre de 2017. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.
Cuando se pregunta la opinión de Salvador Nasralla ante esta inminente candidatura, prefiere no contestar y aclara que solo se daría el tiempo de contestar si fuese alguien que se quiere meter dentro de una corriente de su partido, y dice que a quién le corresponde decir algo sobre la situación es a los dirigentes del Partido Liberal.
«Yo no me meto en los asuntos internos de los demás, porque en esos partidos han surgido personas que están metidas en un montón de negocios turbios lo cual no acontece con el Partido Salvador de Honduras. Lo que puede haber son alianzas, pero eso habrá que estudiarlo una vez que él gane las elecciones internas», dijo a Contracorriente.
El doctor Augusto Aguilar, a partir de su experiencia en la observancia de procesos electorales en todo el continente, asegura que aceptar una candidatura de este tipo es parte de la falta de ética política que se sigue en Honduras. «No me quiero referir a la persona en particular, sino en términos generales porque tenemos en la historia reciente que se han cometido actos irregulares y delitos, y siempre aparecen como candidatos», explicó.
El juicio de «Tony» Hernández, a quien se le encontró culpable por 4 delitos relacionados con narcotráfico en la Corte del Distrito Sur de Nueva York, también develó el nombre de políticos y funcionarios hondureños que habrían estado vinculados a los actos ilícitos y que ante el próximo proceso de elección popular estarán participando para obtener un cargo. Es el caso del expresidente Porfirio Lobo Sosa, que participará como candidato a diputado para el departamento de Olancho, y Reynaldo Ekonomo, actual vicepresidente del Congreso Nacional, que oficializó su adhesión a un movimiento del Partido Nacional. Ambos mencionados por Devis Leonel Maradiaga, cabecilla de los Cachiros, en el juicio del hermano del presidente.
Manuel Zelaya, durante un discurso en la Plaza Central Francisco Morazán del Casco Histórico del Distrito Central. Tegucigalpa, 9 de agosto de 2019. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.
Salir del Partido Nacional para formar alianzas
«Ellos dijeron que solo debía haber 2 movimientos: Tito y Oliva, los demás tienen que buscar acoplarse a alguno de ellos, en ese momento es que nosotros buscamos salir», cuenta Godofredo Fajardo, quien aspira a competir por la alcaldía de Tegucigalpa en el movimiento Todos por el Cambio, liderado por el hijo del expresidente Porfirio Lobo, y que ahora se encuentra fuera de las estructuras del Partido Nacional y ha firmado una alianza con el partido minoritario Democracia Cristiana (DC).
Fajardo ocupó el cargo de viceministro de Cultura, Artes y Deportes en la administración de Porfirio Lobo y fue señalado en un informe del Tribunal Superior de Cuentas en 2011 por cometer una serie de abusos administrativos que llevaron a un perjuicio económico para el Estado de un total de 2,3 millones de lempiras.
La alianza Creciendo para el Cambio, forjada entre este movimiento del Partido Nacional, la Democracia Cristiana y los recién inscritos Rescatemos Honduras, de Marlon Escoto y Todos Somos Honduras de Enrique Yllescas (proveniente del partido Alianza Patriótica liderado por el general Romeo Vasquéz, protagonista en el golpe de Estado de 2009) , se forma, según Fajardo, por las ideologías y principios similares con las que cuentan estas instituciones políticas; además, apunta que lo que les une es el deseo de que salga el actual presidente del poder. Es una facción disidente del Partido Nacional.
«No hubo un compromiso todavía de decir que el candidato es Jorge Lobo, pero ellos también que son conocedores de política, saben que es un buen candidato, que tiene organización nacional, que tiene discurso, que tiene plan y que puede ser de las fuerzas principales junto al Partido Libre y Partido Nacional, yo creo que todo mundo estaría de acuerdo de llevarlo a él como candidato, pero estamos anuentes a participar en algún proceso de selección», concluye.
Fajardo, aunque ahora se declara opositor del gobierno, conoce bien la estructura del Partido por el que ha simpatizado casi toda la vida, y asegura que la mitad del Partido Nacional no está de acuerdo con la corrupción del gobierno de Juan Orlando Hernández.
«Ante un gobierno corrupto, sea del partido que sea, la oposición es obligatoria, todas las personas que nos consideremos honestas y que tenemos los mejores sentimientos por el país no podemos avalar el robo por parte de ningún gobierno, y nosotros, aunque hemos sido nacionalistas desde hace 30 años, no estamos de acuerdo. Por razones de dignidad y moralidad damos un paso al costado».
Fajardo también trabajó como subsecretario de deportes en la primera gestión de Juan Orlando Hernández en la presidencia de Honduras, pero fue separado del cargo apenas 2 meses después de entrar en funciones. Sobre los planes del Partido Nacional frente a las Elecciones Generales de 2021, asegura que ninguno de los precandidatos a la presidencia es el elegido por Juan Orlando Hernández para ocupar su puesto de poder en lo interno del partido y al mando de la nación. «El heredero político de Juan Orlando Hernández, se llama David Chávez, precandidato a la alcaldía».
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Dos activistas del Partido Salvador de Honduras sostienen una bandera del nuevo instituto político para que sirva de fondo mientras el ingeniero Salvador Nasralla da sus declaraciones a los medios, bajo el sol se intercambian la labor cada vez que una cámara enfoca al líder político. Hace casi 4 años, miles de personas se enfrentaban a las fuerzas de seguridad del Estado en defensa de la victoria de Nasralla, líder de la Alianza de Oposición contra la Dictadura, que denunciaba el fraude electoral hasta que el 22 de diciembre la embajada de Estados Unidos en Honduras, emitió en un comunicado felicitando a Juan Orlando Hernández por ganar unas elecciones en las que según la constitución no podía participar. Ese día Nasralla disolvió su participación en la Alianza de Oposición y se retiró de la contienda. Durante este tiempo hubo un total de 27 muertes vinculadas a la violencia postelectoral, según registro del Observatorio de la Dirección General de Medicina Forense.
Ahora Nasralla, quien asegura que cuenta con más de 1,5 millones de votantes para las próximas elecciones, ha protagonizado una serie de hechos que van desde pelearse con periodistas, incitar a las Fuerzas Armadas para que den un golpe de Estado, hasta llamar «señoras y maricones» a los diputados que no quieren sesionar de manera presencial en el hemiciclo del Congreso Nacional por la pandemia.
La imagen mental que tengo de un guardia de seguridad es la de un señor con cincuenta años de edad o más, vistiendo una gorra con el logo de la empresa donde trabaja, pantalones y camisa de uniforme con cierto estilo militar, con una mochila a sus espaldas donde carga repuestos de emergencia para su bicicleta, una bolsa grande para cubrirse en caso de lluvia, recipientes donde lleva su comida y un bote con agua. Se moviliza pedaleando en su bicicleta bajo el sol de la una de la tarde en las calles de cemento de San Pedro Sula o incluso, a las diez u once de la noche en las oscuras avenidas de la ciudad. Esta imagen se ha mantenido así desde hace mucho, porque sin importar las condiciones climáticas, golpes de Estado, índices de violencia, pandemia mundial, el vigilante debe estar en el lugar asignado.
¿Por qué tengo esta imagen de un guardia de seguridad? Porque ese es el trabajo de mi papá desde hace 20 años. Recuerdo que cuando yo era niño lo observaba y escuchaba las historias que contaba junto con mis tíos, ya que casi todos estuvieron en las Fuerzas Armadas antes de ser guardias de seguridad. Al crecer yo también quería entrar a esa institución y ser «todo un hombre», pues como ellos decían «en el batallón a los niños los hacen hombres». Sin embargo, gracias al sacrificio propio y al de mi familia tuve otras oportunidades y mi destino fue diferente.
Hace dos noches mi papá me llamó por videollamada desde su lugar de trabajo, me decía que no saliera porque era peligroso, que quizá se quedaría durmiendo allí porque además estaba lloviendo. Las medidas tomadas por el gobierno a raíz de la COVID-19, lo han obligado a aprender a usar las aplicaciones del teléfono móvil para poder comunicarse con la familia. Su trabajo siempre ha sido de alto riesgo, pero ahora con la crisis que ha generado la pandemia el peligro creció.
Durante el inicio de la cuarentena, en San Pedro Sula únicamente se veían circular por las calles al personal de salud, agentes del orden público, trabajadores de la línea de suministro de alimentos y por supuesto a los guardias de seguridad privada, estos últimos permanecían frente a la puerta de la tienda, en una calle totalmente desolada, con la sospecha que si esa tienda quebraba por falta de ventas ellos también serían despedidos.
«Un día cualquiera» para un guardia de seguridad, significa levantarse a las cuatro de la mañana, mientras su esposa prepara el desayuno y almuerzo, se viste con el uniforme que fue descontado de su salario, prepara la mochila, la bicicleta y se dispone a pedalear su bicicleta durante una hora desde algún barrio, en las periferias de la ciudad, hasta el puesto asignado donde debe estar a las seis de la mañana para relevar a otro compañero. En muchos casos debe estar de pie durante todo el día, no puede dejar el puesto hasta cumplir su jornada de doce horas, a las seis de la tarde llega otro compañero a relevarlo, entonces debe nuevamente pedalear una hora para llegar a su casa, cenar y dormir porque al día siguiente toca madrugar, todo esto por siete mil quinientos lempiras (trescientos seis dólares aproximadamente) al mes, incluso en algunos casos su salario es menor.
Un guardia, en el mejor de los casos tiene todos sus derechos: vacaciones, prestaciones y aguinaldos, pero la mayoría no tiene ninguno y pueden ser despedidos de un día para otro sin reclamar nada. Sin embargo, si es necesario debe hacer doble turno, que significa trabajar veinticuatro horas seguidas, luego descansa media jornada y vuelve a trabajar.
Recordemos que Honduras tiene índices alarmantes de violencia: más de cuarenta y un homicidios por cada cien mil habitantes. Así que en una tienda, por ejemplo, se requiere un guardia las veinticuatro horas del día los siete días de la semana. Esto significa uno durante el día y uno durante la noche, ambos descansan un día a la semana, de manera que se requiere un tercer guardia que cubra estos días de descanso. Al tercer guardia le va peor, porque no solo tiene un horario irregular, sino que apenas le pagan doscientos lempiras por cada jornada que cubre, es decir mil seiscientos lempiras (sesenta y cinco dólares aproximadamente) al mes. La mayoría de los guardias tienen familias numerosas, su esposa y tres o más hijos. Viven en pobreza extrema y en la mayoría de los casos han cursado apenas la escuela primaria, así que no tuvieron más opción que ingresar al batallón.
Recuerdo una reunión a la que asistí hace más de seis años, donde estaban varias organizaciones comunitarias y un exmilitar en representación del Estado, este se dirigió a los jóvenes en cierto momento aconsejando que nos uniéramos al ejército donde tendríamos comida, ropa y un pago, además de una carrera militar, pero ¿que opción tiene una persona cuando cumple con su tiempo de servicio en el ejército más que buscar trabajo como guardia de seguridad?
Ser guardia de seguridad es un trabajo donde el riesgo es el pan de cada día, existen casos en los que los delincuentes han asesinado al guardia solo por quitarle el arma. Muchas veces también son enviados a un lugar donde el día anterior ha sido asesinado un compañero. Y sí, también hay casos en los que el guardia ha asesinado. También están aquellos guardias de los carros repartidores de productos que entran a todos los barrios con altos niveles de violencia. Se arriesgan a pesar de que la empresa no paga el impuesto de guerra (cantidad que se debe pagar a una o varias bandas a cambio de seguridad) y a sabiendas de que los delincuentes pueden asaltarlos o prohíben la entrada de estos vehículos, en cualquier caso el primero que puede resultar muerto es el guardia.
Esto es solo un poco de la compleja situación que viven los guardias en Honduras, una población laboral que pocas veces es percibida por la mayoría.
La próxima ocasión en que vean a un guardia recuerden que probablemente tiene hijos a los que —preocupado— les hace videollamadas a media noche, mientras se alista para subir a su bicicleta y pedalear una hora para llegar a la casa, cenar y dormir porque el siguiente día toca trabajar. Uno de ellos es mi papá.
Como es costumbre, cada 15 de septiembre, en Tegucigalpa, se realiza una movilización simultánea a los desfiles oficiales de los actos protocolarios del gobierno en el día de la independencia nacional de la Corona española y la desanexión a México. Al finalizar la movilización, la Policía Nacional de Honduras lanza bombas lacrimógenas y corretea manifestantes en el casco histórico de la capital hondureña. Este año, la pandemia no permitió que los desfiles oficiales se realizaran, en cambio, los concursos de palillonas se realizaron vía redes sociales. Pero también las protestas se hicieron presentes, al igual que la represión.
Este año, la contramarcha —como se le conoce— fue organizada y realizada por miembros de sindicatos y un puñado de estudiantes universitarios. La ausencia del expresidente Manuel Zelaya y el contingente de su partido político permitió que en los actos de cierre hablaran solo los sindicalistas, y estos fueron interrumpidos por el gas lacrimógeno.
Cada año, llegado este punto, quienes hablan parecen hablar con paciencia aunque sepan que pronto la cortina de gas lacrimógeno los obligará a huir. Este año, quienes hablaban lo hacían con cierta velocidad, con cierta premura porque entre quienes escuchaban hubo muchas personas mayores que no solo estaban ahí exponiéndose al contagio por COVID-19, sino también a la inminente represión policial.
Las manifestaciones en contra de los actos oficiales se han hecho en los últimos años exigiendo la renuncia del presidente Hernández y un cese a la corrupción en el país, señalado por esto directamente el Partido Nacional. Esta misma mañana, en su discurso del grito de independencia, Juan Orlando Hernández decía: «hace dos siglos, valientes próceres ofrendaron sus vidas para dejarnos un legado de paz y libertad, ellos lucharon incansablemente por heredarnos una región próspera, libre y soberana», más tarde, su policía reprimió con gas lacrimógeno y golpes a manifestantes contra su gobierno en la Plaza Central del casco histórico de la ciudad de Tegucigalpa.
Un grupo de mujeres sostienen pancartas en el inicio de la contramarcha. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Los hermanos Jason y Jared venden banderitas, cada una a 20 lempiras —unos 0.80 centavos de dólar— durante la movilización de protesta contra los actos gubernamentales en el día nacional de la independencia. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Una joven camina usando la bandera nacional como capa. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
El grupo Voces del Sitraunah canta canciones de protesta durante la contramarcha organizada por los sindicatos del país. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Lidia López, de 61 años, es una empleada doméstica que junto a otras empleadas domésticas han llegado a la capital hondureña desde Choluteca para unirse a la contramarcha. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
La estatua de Francisco Morazán, ubicada en el centro de la Plaza Central de Tegucigalpa, es resguardada por cadetes de las distintas academias militares del país. 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Un vendedor de los populares helados Bon Ice, espera la llegada de la marcha al parque central de la capital hondureña. Ante la ausencia de los desfiles oficiales —cancelados este año debido a las restricciones por la expansión de la COVID-19 en el país— la contramarcha es el único momento en que tendrá la posibilidad de vender más helados. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
nstante en el que la movilización de los sindicatos llega al casco histórico de la capital hondureña. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
María de los Santos Valle, de 77 años, fue sindicalista durante muchos años, integrando el Sindicato de Empleados Públicos de la Educación. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Jóvenes se enfrentan con piedras a oficiales de la Policía Nacional de Honduras. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Un grupo de policías es acorralado por manifestantes. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Manifestantes son rociados por la tanqueta de la Policía Nacional de Honduras. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Un manifestante lanza una piedra a la tanqueta de la Policía Nacional de Honduras en las inmediaciones de la Plaza Central Francisco Morazán. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Una bomba lacrimógena es sostenida por un periodista durante la represión en el casco histórico. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Un policía atraviesa una cortina de humo en dirección de la Plaza Central Francisco Morazán, durante el final de la represión al plantón que concluiría con una marcha que en todo su recorrido hacia el casco histórico se mantuvo pacífica. Tegucigalpa, 15 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix
Durante 6 meses de la emergencia sanitaria en Honduras, el transporte público estuvo paralizado, pero esta semana se habilitó en un 100 % de su capacidad. El riesgo de contagio en las malas condiciones del sistema de transporte se contrapone a la calamidad a la que miles de transportistas han sido condenados en medio de la pandemia. La reapertura del transporte se ha realizado sin escuchar opiniones científicas en un país que sigue teniendo altos índices de contagio.
«Está totalmente prohibido trasladar pasajeros, la instrucción es clara por parte del gobierno, estamos ante una Emergencia Nacional, no estamos de vacaciones. Exhortamos a los dueños de las unidades que por seguridad eviten utilizarlas y se mantengan en sus casas», dijo el lunes 16 de marzo de 2020, Pyubani Williams, comisionada del Instituto Hondureño del Transporte Terrestre (IHTT), mencionando que se prohibía, durante 7 días, la circulación de las unidades de transporte público a nivel nacional. Esto se extendió por 6 meses.
Con esta decisión se pretendía restringir la circulación de la población y así cumplir con el toque de queda establecido por el Poder Ejecutivo. El toque de queda se mantiene aún, pero la reapertura económica ha ido avanzando gradualmente, llegando este lunes al sector transporte. Durante la cuarentena muchos ciudadanos, por necesidad o desobediencia, siguieron movilizándose, caminando largas distancias a pesar de la inseguridad que se vive en el país, otros utilizaron unidades clandestinas y los que podían pagarlo, se transportaban en taxis no identificados. Esto se tradujo en más de 50 000 detenciones por violar el toque de queda entre marzo y agosto, por parte de la Policía Nacional. Además, solo el día que entró en vigor el toque de queda, se decomisaron 30 unidades de transporte que fueron trasladadas por los agentes de la Fuerza Nacional de Seguridad del Transporte Urbano al plantel del IHTT.
Durante cerca de 6 meses, los dueños de las unidades de transporte, conductores y ayudantes no han podido trabajar, por lo que tampoco han tenido ingresos para poder sustentar sus hogares, pagar la renta de sus vehículos o darles mantenimiento.
Esta unidad de la empresa Impala que cubre la ruta entre SPS y Puerto Cortés tiene un rótulo para exigir a los pasajeros que lleven su mascarilla. Foto Deiby Yanes, SPS, 14-09-2020.
Nelson Fernández, presidente de la Federación de Transporte Especial de Honduras, asegura que para los empresarios del transporte han sido meses bastante difíciles, sin un ingreso fijo, las deudas aumentan y no pueden saldarlas. Fernández menciona, que a pesar de tener conocimiento de la situación del sector transporte, los bancos han estado cobrando las cuotas de préstamos, lamenta que no se hayan implementado las medidas de alivio creadas por la Comisión Nacional de Bancos y Seguros, en las que se indica que las instituciones financieras deben otorgar periodos de gracia sin cobrar intereses o cargos moratorios a sus clientes.
«No ha sido nada fácil para nosotros. Empezamos dándole a nuestros conductores el poquito dinero que teníamos, para sus alimentos», cuenta Fernández, pero no pudieron continuar con esto porque no había manera de obtener más ingresos.
Los motoristas y ayudantes han recibido apoyo del gobierno, pero este no ha sido suficiente para que puedan alimentar a sus familias mientras no trabajan como lo hacían antes de la cuarentena. Fernández asegura que en la zona norte solo se ha repartido la bolsa solidaria en 2 o 3 ocasiones, además de la entrega de un bono de 4000 lempiras (162 dólares).
El gobierno y los transportistas se han reunido para llegar a acuerdos, pero no siempre llegaron a consensos, así que en este tiempo, los transportistas han protagonizado diferentes protestas como medida de presión. La última toma de carreteras fue el 8 de septiembre, un día después de que el IHTT emitiera un comunicado en el que se aseguraba que se había llegado a un acuerdo.
Héctor fumiga los asientos de su unidad de bus para desinfectarlos, como él, muchos conductores han adoptado las medidas de bioseguridad que les permita comenzar a operar. Comayagüela, 14 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
En el documento se autorizaba la segunda transferencia de 4000 lempiras (162 dólares) en el marco del Proyecto de Apoyo Solidario al Sector Transporte Terrestre Público de Personas. Otra de las condiciones indicaba que el IHTT continuaría realizando los pagos pendientes del descuento en combustible, para los cuales ya habrían solicitado 32,5 millones de lempiras para aquellas empresas que están a la espera de los pagos. Adicionalmente, el Estado buscaría el mecanismo para beneficiar a aquellos que no fueron parte del descuento en combustible y así apoyar a todo el sector, incluyendo mototaxis y unidades de transporte interurbano.
En el artículo 25 del decreto legislativo número PCM-050-2020, publicado el 9 de junio de 2020, se autoriza a la Secretaría de Finanzas realizar la asignación presupuestaria al IHTT de hasta 300 millones de lempiras (12,165,450 de dólares) para la ejecución del proyecto destinado a beneficiar este rubro. «Con la asignación presupuestaria el Instituto Hondureño de Transporte Terrestre (IHTT), procederá a distribuir y entregar tal ayuda a los destinatarios de la misma, a través de los mecanismos financieros habilitados por el Banco Hondureño para la Producción y la Vivienda (Banhprovi) o conforme al Contrato de Fideicomiso suscrito entre Banhprovi y el IHTT», indica el artículo.
En el comunicado emitido por las federaciones y asociaciones de transportistas, se dio a conocer que no existía un acuerdo con el Estado y solicitaron que separaran de inmediato a los miembros de la Comisión Directiva del IHTT, alegando que «llevan 4 años y la fecha no han dado respuesta a las renovaciones de los permisos y certificados de operación y el cambio de placas. Además, a la fecha no han podido cancelar el pago pendiente de descuento por galón de combustible, por lo que se solicita nuevamente interponer sus buenos oficios en la gestión necesaria para cargar los pagos correspondientes».
Una madre de familia empuja un coche con sus hijas, mientras una unidad de transporte circula por el bulevar del norte. Foto Deiby Yanes, SPS, 14 de sept de 2020.
En el mismo comunicado también solicitaron un producto financiero para la consolidación y compra de deudas, subsidios o subvenciones para lograr la sostenibilidad del sistema de transporte y definir las condiciones operativas del servicio a nivel nacional, la condonación total del pago de matrícula vehicular del año en curso, la eliminación del pago de impuesto por combustible, sancionar a los vehículos particulares que han prestado servicios de transporte de manera ilegal y por último, piden que se defina la planificación para el inicio de operaciones, esto de acuerdo con la capacidad de cada unidad de transporte y cumpliendo protocolos de bioseguridad.
Finalmente, el IHTT y el rubro del transporte se reunieron y llegaron a un acuerdo en el que se mantenían las condiciones que se mencionaron en el comunicado anterior y las autoridades se comprometieron a cumplir con las medidas de alivio y apoyo que los transportistas solicitaron al gobierno. También se aprobó el plan de reactivación, en el que se estipula que todos los conductores deben cumplir con la capacitación que imparte el IHTT y obtener el salvoconducto para prestar el servicio de transporte.
Además, se acordó que las unidades podrán operar al 100 % de su capacidad solamente si la unidad cuenta con la rotulación de las medidas de bioseguridad a seguir, tal como el uso de mascarilla y careta o lentes. Agregaron que no se permitirán pasajeros de pie o en asientos improvisados, para evitar que sobrepasen la capacidad máxima de cada unidad.
Varios conductores de taxi ya comenzaron a operar. San Pedro Sula, Foto Deiby Yanes, 14 de sept de 2020.
A partir del lunes 14 de septiembre inició la reactivación de este rubro, día de por medio y por número de finalización par o impar van a circular las unidades de transporte, esto aplica a buses de ruta urbana, taxis y buses ejecutivos. En cuanto a las medidas de bioseguridad, los taxis y los buses ejecutivos, o rapiditos, se está implementando el uso obligatorio de gel de manos, este es proporcionado a los usuarios en la unidad de transporte.
Don Ricardo, un conductor de taxi colectivo comenta que ahora le han subido 5 lempiras al pasaje, que ahora cuesta 20 lempiras, debido a que los meses de inactividad sin un ingreso económico y al distanciamiento social que solo permite 3 pasajeros por unidad, no les permite cumplir con las cuotas diarias. Para poder circular legalmente, este taxista tramitó un permiso que le permite laborar sin problemas los 7 días de la semana, si no contara con el documento, se arriesgaría a que le decomisen su unidad y le cobren una multa de más de 2000 lempiras.
Don Ricardo tiene 4 años trabajando como taxista en esta empresa de colectivos y por suerte, su jefe decidió no establecer una tarifa diaria por el uso del vehículo. «Hace años que nos conocemos con el dueño de la empresa y como el taxi que trabajo no es mío, nos dividimos los gastos de las medidas de bioseguridad que costaron alrededor de 2000 lempiras, pagamos mitad y mitad», mencionó. Adaptar los carros a la pandemia no es un gasto para el que estaban preparados y es algo necesario para poder circular de manera legal y segura, tanto para él como para los pasajeros.
Todos estos meses sin trabajar, para don Ricardo significaron calamidad. Sus hermanos que viven en el exterior lo apoyaron para sostener su hogar y cubrir los gastos mensuales, además, recibió el bono que dio el IHTT. Si no hubiera contado con esta ayuda, comenta que probablemente habría salido a trabajar de manera ilegal, aunque lo multaran.
Aunque el distanciamiento social sea una de las medidas recomendadas para evitar la propagación de la Covid-19, durante el primer día efectivo de la reapertura del sector transporte en el Distrito Central, algunas unidades no han podido controlar la acumulación de los pasajeros. Comayagüela, 14 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Por su parte, Nelson Fernández comenta que es una buena noticia saber que los transportistas pueden volver a laborar, siempre y cuando sigan con las medidas de bioseguridad, porque su deber es brindar un servicio de calidad al usuario, «porque tampoco queremos cargar a los médicos, sabemos que han estado trabajando más que antes», explica.
Fernández indica también que la inversión en bioseguridad es solo uno de los gastos que están agobiando a los taxistas, reactivar el sector requiere también revisar y reparar las unidades que han estado paradas desde mediados de marzo. «Tenemos que cambiar mangueras, llantas, filtros, aceites. Es bastante dinero el que tenemos que invertir para volver a trabajar como antes», puntualizó el transportista.
Un pasajero usa alcohol en gel para desinfectar sus manos luego de abordar una unidad de bus del transporte público en el Distrito Central. Comayagüela, 14 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
La pandemia sobre ruedas
La preocupación e incertidumbre es generalizada, el gremio médico teme que esta reactivación vaya a incrementar la cantidad de personas infectadas por COVID-19. El médico internista Ramón Maradiaga comenta que los transportistas deben recibir capacitación diaria por parte de autoridades de salud sobre el tema, y esto debe ser consensuado con el Colegio Médico para buscar mejores opciones y soluciones. En cuanto al riesgo que corre la población al hacer uso de las unidades de transporte, Maradiaga hace énfasis en que se ha documentado que los espacios cerrados son sitios de riesgo para el contagio.
«Se debe cumplir con que vaya una persona por asiento, usar siempre mascarilla sin quitársela en ningún momento, evitar tocarse la cara, usar gel de manos antes de tocar su cara o acomodar su mascarilla. No usen mascarillas con válvula de exhalación ya que si está infectado puede enfermar a otros, evite hablar, si habla más de 15 minutos con una persona y ambas no tienen medidas de protección aumenta el riesgo», recomienda el internista a aquellos que deben movilizarse en unidades de transporte público.
Maradiaga hizo énfasis en que no hay certeza en la cantidad de casos que hay en el país, a esto se suma que no hay un descenso. «Si se revisa el porcentaje de pruebas reportadas a diario, 40 % o 50 % salen positivas, por lo tanto una apertura a gran escala representa mayor riesgo para la población, ya que la mayoría no maneja bien medidas de bioseguridad, y los transportistas tampoco». A esto agrega que en ningún momento el gremio médico se opone al reinicio de las labores de los transportistas, sino que aconsejan al gobierno que esto se haga con criterio científico y educando a la población, porque si esta reactivación falla, todo el país se verá afectado.
Una niña aborda una unidad del transporte público durante el primer día de la reapertura del sector. Los conductores han insistido en cumplir con las medidas de bioseguridad, entre ellas, el uso obligatorio de la mascarilla para que los pasajeros puedan abordar las unidades. Comayagüela, 14 de septiembre de 2020. Foto: Martín Cálix.
Eduardo Peña, estudiante universitario que hacía uso del transporte público para ir a clases o hacer sus compras, comenta que «siempre me dio miedo utilizar transporte público pero ahora definitivamente no lo usaría». A lo largo de la cuarentena, Peña ha caminado para hacer mandados en lugares cercanos a su casa, en algunas ocasiones ha utilizado el auto familiar. «La reactivación del transporte al 100 % me parece poco adecuada a estas alturas. Es entendible que los transportistas tienen la necesidad de trabajar pero lo más importante es la vida y considerando los abusos constantes por parte de los operadores de transporte con los usuarios, dudo mucho que se cumplan las medidas de bioseguridad», asegura el joven.
Para Margarita García, quien se movilizaba en rapiditos y taxis colectivos al menos 6 veces a la semana, la reactivación es irracional y peligrosa para la salud pública. Agregó que «la reactivación debió ser planificada, mantener la capacidad al 50 % con mayor número de transporte disponible, y con un precio accesible». A pesar de saber que el IHTT exige todas las medidas de bioseguridad, tanto para los pasajeros como para el conductor y el cobrador, le da temor hacer uso del transporte público en estos momentos en los que no se ha podido contener la pandemia.
A pesar de haber comunicado cuáles serán las medidas de bioseguridad y el esquema de circulación para el reinicio de las actividades económicas del transporte terrestre de personas a nivel nacional, distintos sectores de la sociedad creen que esta decisión fue muy apresurada y se debe planificar una reapertura mejor estructurada, tomando en cuenta la opinión de médicos o expertos en epidemiología, de esta manera se evita un incremento en los casos de COVID-19 y se sienta un precedente para la reactivación de los demás sectores de la economía.
Mientras tanto, don Ricardo ha comenzado a transitar Tegucigalpa en el vehículo que conduce desde 2016, ahora adaptado con una estructura de plástico que divide el interior en cuatro espacios. Las pláticas habituales con los pasajeros ya no son posibles y la confianza se ha vuelto una prioridad, las personas deberán depositarle el pago a través de una pequeña rendija en el plástico que instaló para dividir el asiento, sin tener contacto. Por ahora la amenaza más grande es la pandemia, dice don Ricardo, aunque no deja de lado que la violencia en el país es algo a lo que teme, su rubro ha sido muy golpeado por esto. «No pertenezco a un punto de taxis, busco pasajeros en esta zona y es más tranquilo, no se paga impuesto de guerra», cuenta con un poco de alivio, de esa manera evita pagar extorsión, por ahora.
En casi 7 meses, Honduras ha detectado más de 65 000 casos positivos de COVID-19. Debido a la emergencia, el gobierno ha recibido transferencias de dinero, insumo médico y equipo de protección personal en donaciones internacionales. Los portales de transparencia no dejan claro el destino de las mismas.
El gobierno de Honduras ha ejecutado 5000 millones de lempiras (213 millones de dólares) en la compra de hospitales móviles, pruebas PCR, algunos insumos médicos, contratación de personal a través del programa Código Verde, bonos a ciertos sectores de trabajadores, transferencias municipales para abrir centros de triaje y la operación Honduras Solidaria. Sumado a esto, el gobierno también ha recibido insumo médico, de bioseguridad y dinero en efectivo, como parte de donaciones de otros países y de organismos internacionales. Las donaciones suman 30 millones de dólares entre proyectos y dinero en transferencias, esto excluye el equipo médico, 120 ventiladores mecánicos, 152 000 pruebas PCR y los insumos de bioseguridad como mascarillas.
Al inicio de la pandemia se decretó que la Secretaría de Relaciones Exteriores se encargaría de gestionar y registrar todas las donaciones que recibiera el país, pero que sería la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) la que se encargaría de recibirla y entregarla en los lugares donde fuera necesaria. El canciller Lisandro Rosales, es el mismo encargado del Sistema Nacional de Emergencias (Sinager).
Excepto un par de casos en que las donaciones fueron entregadas directamente de los donantes a los centros hospitalarios, el registro que lleva la Secretaría de Relaciones Exteriores no detalla más información sobre las demás donaciones recibidas por Copeco. En el portal de transparencia de Copeco, tampoco señalan cuáles fueron los destinos finales. Mientras tanto, en el Instituto Cardiopulmonar y en el Hospital Escuela Universitario —centros hospitalarios consultados por Contracorriente—, tampoco tuvieron claro qué equipo de bioseguridad entregado por Copeco era donado y cuál fue comprado.
En abril, el Tribunal Superior de Cuentas (TSC) le pidió a Gabriel Rubí —en aquel momento ministro de Copeco—, que se estableciera un área dentro de la bodega que tenía la institución en sus instalaciones, para agrupar los insumos que venían de donación y diferenciarlos de las adquisiciones. Además, pidieron que se le instruya al área de Ayuda y Asistencia Humanitaria de Copeco a acompañar con documentación la salida de los insumos y sus autorizaciones.
Las compras realizadas durante la gestión de Rubí fueron sumamente cuestionadas, esto llevó a que fuera destituido de su puesto como director y a que el Ministerio Público (MP) abriera líneas de investigación sobre su gestión. En mayo, Rubí declaró ante la Fiscalía para la Transparencia y Combate a la Corrupción Pública, sobre la compra de un hospital móvil instalado en Villanueva, Cortés.
Contracorriente contactó al actual ministro de Copeco, Carlos Cordero, así como a la vocera para conocer las condiciones actuales de las bodegas y los detalles de las donaciones recibidas. Tras varios días de solicitar entrevistas no se tuvo una respuesta.
En el registro de la Secretaría de Relaciones Exteriores, sobre donaciones aparece que Honduras recibió 2 millones de dólares de Estados Unidos para mejorar el laboratorio de virología de San Pedro Sula, 1 200 000 dólares de la embajada de España para la alcaldía de Comayagua y para organizaciones no gubernamentales; 2 414 300 dólares de Taiwán y 75 000 dólares de la embajada de Colombia.
De los fondos de Taiwán y Colombia solo mencionan que se donaron para apoyar a la emergencia por COVID-19 en Honduras. Ambos fondos fueron recibidos por Copeco, pero en sus portales de transparencia no aparece información sobre el fondo de Colombia. Mientras que el dinero de Taiwán, Copeco señala que lo utilizó para la elaboración 225 000 batas quirúrgicas descartables suministradas semanalmente por un total de 37 000 dólares, el contrato se firmó con la Asociación Hondureña de Maquiladores. Además de eso, utilizaron estos fondos para pagar el contrato de hospedaje y alimentación para la Brigada Médica Cubana, en el departamento de Cortés, por un total de 946 000 lempiras ($37 840) a la Sociedad Mercantil Maya Colonial. El resto de la donación en efectivo de Taiwán no han explicado en que se utilizará.
Otras donaciones de parte de Taiwán, Estados Unidos, Corea y el Consejo Empresarial de América Latina fueron de equipo de bioseguridad, más de 2 millones de mascarillas quirúrgicas y N95, guantes, gel antibacterial, batas, kits de limpieza, gafas, gorros, protectores faciales. En ningún documento de Copeco se señala dónde fue asignado exactamente este equipo.
Además, se recibió apoyo de la Organización Mundial de la Salud, Estados Unidos, Taiwán y la India, para mejorar los centros hospitalarios con cámaras termográficas, oxímetros de pulso y más de 1 millón de tabletas de hidroxicloroquina.
Sumado a esto 120 respiradores mecánicos fueron recibidos por el Estado de Honduras en concepto de donación. El doctor hondureño con residencia en Estados Unidos, Plutarco Castellanos, donó 34 ventiladores, Naciones Unidas donó 6 para el Instituto Hondureño de Seguridad Social, Estados Unidos dio 20 ventiladores el Hospital Escuela Universitario y al Hospital María de Especialidades Pediátricas y 50 para la Secretaría de Salud y Banco Atlántida donó 10 respiradores recibidos por el Poder Ejecutivo.
Nia Carbajal, vocera del Instituto Hondureño Cardiopulmonar (Tórax), señala que debido a las donaciones recibidas fue que se mejoró la capacidad hospitalaria, «en su inicio UCI tenía capacidad para 4 pacientes para ser intubados y a medida que recibimos donaciones —incluso la Asociación de Bancos nos donó respiradores y ventiladores— se incrementó a una capacidad de 8 pacientes que necesiten ser intubados».
Carbajal añade que el mayor problema que han tenido con personal en primera línea es el desabastecimiento mundial en mascarillas N95 porque se estaba entregando KN95 en los hospitales y se comenzó a dar además una mascarilla quirúrgica para reforzar la seguridad, aunque no sean tan efectivas como la N95. «Eso generó incomodidad en el personal, Secretaría de Salud hace como 15 días suplió como 3000 gamas de N95, pero eso no es suficiente».
Solo en el Tórax se utilizan a diario 600 kits de bioseguridad que incluye N95, quirúrgica, guantes, batas descartables, «el costo de cada kit anda entre 1000 a 1200 lempiras y tenemos un personal de 3 turnos, todos los insumos de bioseguridad que puedan adquirirse para persona en primera línea nunca van a ser suficiente aun recibamos donación y adquisición», añade Carbajal.
Pruebas PCR realizadas han sido donadas
Una de las donaciones que más le han aportado a Honduras son las 152 484 pruebas PCR para detectar COVID-19, estas donaciones son casi la totalidad de las pruebas realizadas en el país hasta el momento. Desde que se reportó el primer caso en Honduras, del 11 de marzo hasta el 8 de septiembre se han realizado 154 645 pruebas de las cuales 65 218 resultaron positivas.
Del total, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) donó 84 784, la Organización Mundial de la Salud 3000, el Banco Centroamericano de Integración Económica 26 000, Estados Unidos 17 800, Corea 10 900 y Taiwán 10 000 pruebas que, según su portal de transparencia, fueron destinadas al personal de Copeco.
Las pruebas que el gobierno ha comprado oficialmente a través de Inversión Estratégica de Honduras (Invest-h) fueron 250 000 a la empresa surcoreana Bioneer por 1 875 032 dólares. Estas pruebas se encuentran todas en mal estado.
La junta interventora de Invest-h informó a través de un comunicado que 100 000 que se encontraban almacenadas en bodegas se habían dañado porque no se cumplió con la cadena de frío, mientras que las restantes 150 000 se echaron a perder porque Invest-h no las admitió y se espera que sean sustituidas por el proveedor, pero una cláusula contenida en el contrato firmado por ambas partes, señala que el comprador, o sea el Estado de Honduras, se responsabiliza por daños ocurridos durante el transporte y el almacenamiento.
Hasta el momento aún no se tiene respuesta de qué pasará con estas pruebas, aunque el gobierno asegura que comenzarán a aplicar PCR en todos los centros de triaje habilitados en el país. Pero, entre mayo y junio el Laboratorio Nacional de Virología reportó una mora en las pruebas, en ese momento también comenzó un repunte de laboratorios en el país autorizados para hacer varios tipos de pruebas: 2 tipos de pruebas rápidas de sangre para detectar anticuerpos, el hisopado nasofaríngeo y la Proteína C Reactiva, que busca detectar infecciones en el cuerpo.
Actualmente las pruebas rápidas en laboratorios privados para detectar anticuerpos cuestan entre 350 y 700 lempiras (entre 14 y 28 dólares) con resultados inmediatos o de máximo 12 horas, mientras que el hisopado puede costar desde 1200 hasta 5000 lempiras (entre 48 y 280 dólares), con entrega de resultados entre 6 y 48 horas.
El martes 9 de septiembre fue presentada la nueva jefa del Laboratorio Nacional de Virología, la doctora en microbiología Mitzi Castro, este es el tercer cambio de coordinación que sucede desde que llegó la pandemia por COVID-19 a Honduras.
Con la reapertura económica decretada por el gobierno en la que las empresas pueden funcionar con el 20 % de empleados y aumentando la cantidad gradualmente, dependiendo de la fase de reapertura en que se encuentre el municipio, en muchos trabajos comenzaron a pedir como requisito una prueba rápida de COVID-19.
Estas últimas semanas el Laboratorio de Virología reportó una baja en los casos debido a que los equipos entraron en mantenimiento para poder incrementar el número de pruebas, el lunes 7 de septiembre apenas se procesaron 281 pruebas. Con los cambios que se realizan en el laboratorio, el gobierno espera poder procesar de 2500 a 3000 pruebas diarias para entregar resultados en 72 horas.
A pesar de esto, Karla Pavón, jefa de la Unidad de Vigilancia de la Secretaría de Salud, aseguró en medios de comunicación que en estos meses ya no se tienen mora en las pruebas, como ocurrió meses atrás, «agosto y septiembre no tiene mora, han venido microbiólogos expertos que van a evaluar algunos casos pendientes, si se eliminan o se hacen otras pruebas». Pavón añadió que entraron más kits de extracción al país y cuatro equipos con lo que esperan dar una mejor respuesta en cantidad de pruebas procesadas.
Mientras tanto, en el Instituto Hondureño Cardiopulmonar, el principal centro de atención para COVID-19 en Tegucigalpa, se preparan para una nueva ola producto de la reapertura económica.
«Han sido ya 9 salas las que se habilitaron por la afluencia de pacientes, luego de que se rebasara la capacidad hospitalaria en 106 %, en este momento hemos cerrado dos salas que antes eran una sala de estadía y tuberculosis, estamos por cerrar la sala que era VIH y el hospital estaría atendiendo esto nuevamente», dice Nia Carbajal, vocera del Tórax, sin embargo asegura que desde el viernes 4 de septiembre el centro asistencial reporta un aumento de 1.43 % en la ocupación hospitalaria.
Carbajal sentencia que de seguir aumentando diariamente 1.40 % por un rango de dos semanas tendría que volver a habilitar todas las salas.
A lo largo del río Goascorán —que nace en el departamento de La Paz y desemboca en el Golfo de Fonseca— existen comunidades indígenas campesinas destinadas al olvido casi absoluto. Estas comunidades en permanente acecho del cambio climático en forma de inundaciones o sequía —según la suerte de temporada— hoy intentan sobrevivir a la COVID-19, una enfermedad que no terminan de comprender.
La Cruz Roja ha llegado a las comunidades del denominado Corredor Seco. Les ha llevado una ayuda que duplica el costo de lo prometido por el gobierno, y en 6 meses de la pandemia, es la primera vez que muchas de las familias campesinas que habitan esta zona empobrecida del país, han visto algo de apoyo para seguir sobreviviendo.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) prevé que para 2020 al menos 83,4 millones de personas en el continente entrarían en pobreza extrema, producto de los efectos de la pandemia por COVID-19, es decir, un total de 15,9 millones de pobres más. Según la Cepal esto representa al 13.5 % de la población en la región, lo que a su vez es también la incidencia más alta en los últimos 20 años.
La regidora nacionalista, Oneida López, de la alcaldía de Opatoro —un municipio ubicado en lo alto de la sierra cafetalera del departamento de La Paz y a 97.9 kilómetros del hospital más cercano en la cabecera departamental—, explica que la municipalidad de Opatoro se ha preparado para combatir la pandemia: «destinamos, al principio de la pandemia, fondos municipales en unas raciones para 1000 familias más vulnerables de nuestro municipio». Estas raciones de las que habla la regidora López están valoradas en unos 20 dólares cada una, son la única ayuda que la alcaldía de Opatoro ha podido dar directamente a los pobladores en 5 meses de pandemia.
Mil raciones de alimentos en un municipio con una población de más de 7000 personas. López, asegura también que el gobierno local que ella representa ha invertido fondos municipales —de las transferencias a municipalidades destinadas a paliar los efectos de la COVID-19— en comprar el tratamiento MAIZ (microdacyn, azitromicina, ivermectina y zinc), un paquete que otorga de manera gratuita la Secretaría de Salud en sus visitas domiciliarias a personas sospechosas o positivas para COVID-19.
Hasta el 8 de septiembre de 2020, el departamento de La Paz reportó 1179 casos positivos y 37 muertes por la COVID-19, según datos del Sistema Nacional de Gestión del Riesgos (Sinager). En los datos oficiales que aparecen en la página web destinada para informar sobre el avance de casos COVID-19 en el país, no puede consultarse la estadística municipal. Hasta mayo, según datos de la Secretaría de Salud, La Paz era uno de los cinco departamentos con menos pruebas PCR realizadas.
Según la página de la Presidencia de la República, el gobierno hondureño ejecutaría para paliar los efectos de la COVID-19 en el país, unos 250 millones de lempiras para la construcción de centros de triajes y brigadas médicas en los 298 municipios, unos 200 millones de lempiras más que deberían salir de las transferencias municipales y otros 500 millones de lempiras donados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que serían utilizados para ampliar la capacidad de la red de hospitales públicos del país.
El programa de «Gestión Comunitaria de Cuencas – nuestra cuenca Goascarán», coordinado por la Cruz Roja Hondureña beneficia al menos unas 2700 familias afectadas por la COVID-19 en 17 municipios de la cuenca, y unos 37 centros de salud de la zona con equipo de bioseguridad. La comida que las familias reciben de este proyecto —valorada en unos 46 dólares cada ración— puede significar alimentarse por 15 días, en lugares donde la tienda más cercana se encuentra a 4 horas a pie, y donde el poco comercio que existía antes de la pandemia, quedó completamente paralizado debido a las restricciones decretadas por el gobierno hondureño en su intento por contener el avance de la pandemia. El programa también ha entregado filtros de agua en algunas comunidades de la cuenca del Goascorán.
Estas comunidades eminentemente campesinas, han quedado a expensas del asistencialismo de las organizaciones, una ayuda que se queda en lo puntual. Arriba en las montañas de la cuenca, la señal telefónica se pierde y el acceso a educación es mínimo, se vuelve impensable que en el marco de la pandemia los niños y jóvenes hayan podido acceder a internet para seguir sus estudios. Los centros de salud funcionan con lo básico.
«Uno de los problemas a los que nos enfrentamos los microempresarios en Honduras es la falsa ayuda que el gobierno anuncia por medio de programas como Emprendimiento Solidario. Es una mentira, esos préstamos resultan casi imposibles de conseguir y a los que sí les ha resultado es justamente a los cachurecos (nacionalistas). Esa es la parte frustrante de ser emprendedor en Honduras», cuenta Alejandro Plata, fundador y creador de la marca AP Organics, que elabora y vende productos para el cuidado personal, además de pajillas y vasos hechos de bambú.
Rancho Plata es el nombre de la finca de la familia Plata, ubicada en Danlí, El Paraíso, donde —desde hace muchos años— se siembran diferentes especies de bambú que ahora son utilizados por Alejandro para la elaboración de sus productos: «el bambú se había utilizado para reforestar toda el área. Es una planta maravillosa y se reproduce súper fácil, es un árbol que genera treinta y cinco por ciento más de oxígeno que cualquier otro árbol maderable».
Este emprendimiento surgió a raíz de viajes y experiencias que Alejandro vivió después de renunciar a su trabajo en Tegucigalpa y de tener algunas pérdidas materiales, producto de la tormenta Agatha en 2010. «Yo trabajaba en una empresa muy reconocida de Honduras, ese período fue de mucho aprendizaje, sin embargo ese mundo corporativo con exceso de trabajo, donde sentía que mis jefes no apreciaban lo que hacía, me llevó a reflexionar de que ese no era mi lugar y que no valía la pena continuar. Entré en una profunda depresión, me vine para Danlí y tiempo después decidí abrir mi propio negocio, así que inauguré un bar restaurante, pero todo se derrumbó en 2010, a raíz de una inundación a causa de la tormenta. Mi familia y yo perdimos muchas de nuestras pertenencias y tuvimos que vender el bar».
Tras todos estos hechos y con los pocos ahorros que le quedaban, Alejandro decidió partir de Honduras en busca de nuevas oportunidades: «conocí a un grupo de personas maravillosas que estaban involucradas con la permacultura, con el veganismo y que además creaban sus propios productos de cuidado personal. Entonces aprendí a cosechar mis alimentos, incluso a cuidar mi cuerpo a través del yoga». En todo este proceso también aprendió a elaborar jabones y otros productos orgánicos y fue ahí donde nació la idea de crear su marca AP Organics.
«Yo quise regresar a Honduras mientras estaba viviendo en Costa Rica, porque sentía la necesidad de emprender algo, pero allá —además de que los permisos son engorrosos— hay que invertir una buena cantidad para el permiso de operación. A pesar de estar legal solo tenía permitido dar clases de yoga y hacer ciertos tipos de voluntariado. Entonces hablé con mi padre para regresar y vivir de nuevo en casa».
Alejandro nos contó que comenzó a experimentar con el bambú de la finca. Cortaba con sierra, utilizaba diferentes tipos de lija y se dedicó a buscar todas las medidas de las pajillas tradicionales. Una vez que alcanzó los resultados que quería decidió hacer publicidad por whatsapp: «le ofrecí a mi familia, a mis primos, a mis tías que con mucho gusto me apoyaron y me empezaron a comprar y a promocionar con sus amistades. Luego decidí empezar a hacer los jabones y los bálsamos labiales».
AP Organics tiene como objetivo crear consciencia con relación a lo que las personas consumen, desde lo que se comen hasta lo que se colocan en la piel, por tanto sus productos no tienen aditivos tóxicos ni artificiales. «Es importante recalcar que en algunos comercios se encuentran productos que tal vez no son perjudiciales para el organismo, pero que son hechos de forma cruel: talando bosques, expropiando a las personas de sus tierras, por ejemplo», nos dijo Alejandro, quien agregó que una de sus metas es que muy pronto sus productos sean completamente veganos.
«Tengo un equipo de trabajo, somos cuatro personas, yo soy el creador de todas las ideas. Elaboramos las cosas completamente a mano, con calidad y ética», nos comentó, luego de contarnos que en los dos primeros meses tras el cierre de las fronteras, a causa de la pandemia, su negocio se vio limitado en la elaboración de sus productos porque parte de la materia prima viene de otros países, así que para poder sobrevivir decidieron hacer alianzas con otros emprendedores y actualmente son distribuidores de ellos en el departamento de El Paraíso.
«Todavía no tenemos tienda por lo difícil que ha sido conseguir los créditos, ya que los bancos tampoco tienen un sistema apropiado y que en realidad beneficie a las microempresas, los intereses son bastante altos y las condiciones innumerables. Creo que vamos a tener que buscar financiamiento fuera de Honduras, ya que necesitamos maquinaria para hacer el trabajo más rápido y poder cumplir con los pedidos que nos hacen nuestros clientes», dijo Alejandro, luego de recalcar que si en el próximo periodo presidencial continúan gobernando las mismas personas no está dispuesto a quedarse en el país porque no existen condiciones ni oportunidades para crecer, sino todo lo contrario.
En sus redes sociales se puede ver cómo en muchas de sus publicaciones hacen críticas al actual gobierno: «somos “anti-JOH”, lo manifestamos bastante en nuestra página de facebook, a pesar de que sabemos que a muchas personas no les gusta que se hablen de estos temas, pero creo que es justo que expresemos nuestro malestar ante tanta corrupción e injusticia».
A pesar de que AP Organics comenzó en Danlí, en la actualidad distribuyen sus productos entre bares, restaurantes y algunas tiendas de Roatán, Valle de Ángeles, Tegucigalpa, Intibucá, San Pedro Sula, Copán ruinas y Comayagua. También están realizando envíos a San Salvador, Alemania, Miami e Inglaterra, y actualmente están planificando sacar al mercado una pequeña producción de cerveza de jengibre.
Para contactarlos y adquirir sus productos podés buscarlos a través de sus cuentas de Instagram y Facebook.
Foto portada: Un padre junto a sus dos hijos camina hacia la frontera de Corinto con el fin de llegar a EEUU. Omoa, Cortés. Deiby Yanes.
En junio de 2020, en medio de una pandemia que nos pone a todos y todas en riesgo, una caravana de migrantes partió de Honduras hacia Estados Unidos. Sin duda, la pandemia no ha detenido todas las injusticias y los problemas que pasan en nuestro país, sino que las ha venido a reflejar de una manera aún más visible.
Todo esto hace que me pregunte, ¿tendremos una Honduras que aguante unos años más? Cuando yo no podía creer que existiera una manera más grande de demostrar lo mal que estaba este gobierno y una forma más cínica en la que quedara en evidencia todos los robos tan descarados que han hecho y que continúan haciendo a nuestras instituciones públicas, justo en ese momento, vino la pandemia y nos demostró que estamos ante un gobierno insensible, que a través de sus instituciones públicas solo busca lucrarse de las coyunturas para enriquecerse unos cuantos y empobrecer aun más a la mayoría de la población.
Los hospitales públicos colapsan y los hospitales privados cobran altas sumas de dinero para que una persona pueda ser atendida. Mientras tanto la crisis aumenta para la mayoría, en cada calle, podemos ver a muchísimas personas -más que antes- pidiendo comida, pidiendo dinero para poder comprar alimentos, madres y padres con todos sus hijos, niños y niñas, y en contraste muchas colonias, cierran sus portones de acceso para que estas personas no se acerquen a ellos a pedirles dinero. Así que no es nada fuera de lo común que la gente siga huyendo, siguen huyendo porque este país no se aguanta.
Siempre he creído que la gente huye, porque las personas que tienen que migrar de forma ilegal no lo hacen porque el camino sea bonito y el proceso liviano y fácil, no lo hacen con felicidad, no lo hacen queriendo dejar a toda su familia. Lo hacen porque lo necesitan, porque huyen de la inseguridad, porque muchas veces están siendo amenazados, porque no tienen trabajo o el trabajo que tienen no ajusta para pagar todas las deudas que hay en casa, ni para alimentar a los hijos y personas que tienen a cargo.
El camino del migrante tiene una lista enorme de riesgos en la que ahora podemos incluir el riesgo del contagio por la COVID-19. A pesar de eso emprenden el viaje con la consciencia de que es probable morir en el intento, pero es que no pueden dejar de pasar ese riesgo porque huyen de un país que no les ha brindado la seguridad y las oportunidades que como ciudadanos merecen. Honduras es un país que obliga a muchas personas a irse, a dejar sus raíces, sus hijas e hijos, sus padres y sus madres.
Las personas migrantes saben que en el camino pueden ser secuestradas, asesinadas, violadas, pero se van, porque cualquier cosa es mejor que seguir aguantando la miseria a la que este país las ha destinado, este país que las expulsa al no brindarles una vida digna.
El 24 de agosto de 2010 hubo una masacre de setenta y dos personas migrantes de distintas nacionalidades, en San Fernando de Tamaulipas, en México, entre ellos, varios hondureños. Hasta ahora, el caso sigue en impunidad, las familias siguen exigiendo verdad, justicia y reparación, por los asesinatos a sus familiares. Exigen justicia porque aunque hayan algunas personas detenidas por estos crímenes, ni siquiera hay sentencias en contra de los acusados.
Exigen verdad, porque los familiares de los asesinados tampoco tienen certeza de que los cuerpos que les entregó el Estado de México sean de sus hijos, hijas, hermanos. Muchos de ellos y ellas siguen creyendo y guardando la esperanza de que sus familiares están vivos en algún lugar, que regresarán. Hasta hoy, hay nueve cuerpos que no han sido identificados. Los familiares siguen exigiendo verdad porque se preguntan, ¿por qué los mataron?, ¿qué querían de ellos? No hay una respuesta para los familiares y mientras pasan más años de esta masacre, siguen huyendo personas de Honduras, de Latinoamérica, por el hartazgo de un país que no les da la oportunidad de gozar de sus derechos.
Los familiares de estos 72 migrantes, también exigen reparación porque después de diez años, ni el Estado mexicano, ni los demás Estados centroamericanos han hecho algo por brindarles justicia y verdad. He tenido la oportunidad de conocer testimonios de algunos familiares de estas 72 personas migrantes. Uno de ellos, una madre que cada vez que se acercan estas fechas en que se recuerda la masacre, su salud se descompensa. En varias ocasiones ha tenido que ser hospitalizada porque lo emocional ya se convirtió en un problema de salud físico. También conocí a otra madre que perdió dos hijos, su esposo y su cuñado en esta masacre, ahora está perdiendo la memoria. Con esto, me digo a mí misma, ¿cómo no perder la memoria, cómo no perder la razón ante tanto dolor?
Y esta no es la única masacre perpetrada en contra de personas migrantes, hubo muchas. Como lo mencioné antes, hay familias que siguen esperando a sus hijos, hijas, madres, padres, hay familias que conforman el Comité de Familiares Desaparecidos, y todos los años van en busca de ellos, y van con la esperanza de esta vez, poder encontrarlos.
Mientras, la migración no se detiene. El muro no la detiene. Las personas seguirán migrando, ejerciendo su derecho, pero arriesgándose a que un día, puedan ser ellos los desaparecidos que se tengan que buscar después.
Hace poco, en una red social, leí una publicación escrita por un médico. Él nos decía a todos los jóvenes que sí teníamos la oportunidad de irnos del país, nos fuéramos. Debo confesar que me dio escalofríos, porque siempre he dicho que aquí nací y aquí quiero morir, y claro que es un pensamiento que nace desde mi privilegio de haber tenido una vida más digna con relación a la que muchas personas tienen en Honduras. El mensaje que había publicado ese doctor, en cierta forma, me afectó, porque siempre he sido una persona que se visualiza a futuro, y me pregunté, ¿este país tiene algún futuro?
Aunque sea difícil pensar en irme del país, yo no tendría que pasar una ruta migrante, a lo mejor podría buscar otras formas para tener otro tipo de condiciones, ya que tengo algunas facilidades para hacerlo. Migrar, para mí, nunca será igual que para la mayoría de personas que se van de Honduras, y allí radica el problema, en que algunos y algunas tenemos esa ventaja y debemos hacer de eso un derecho, no un privilegio.
Más de 3037 mujeres fueron reportadas como desaparecidas en Honduras en los últimos 12 años, según datos del Ministerio Público (MP). Del estado de las denuncias se conoce poco, pero los datos revelan que las mujeres son blanco de delitos como trata de personas, secuestro y explotación sexual comercial, que pueden estar ligados a su desaparición. Ante la ausencia de información y protocolos, mujeres organizadas en el país se dedican a buscar y presionar a las instituciones para obtener respuestas y que las desaparecidas no queden en el olvido.
Las familias que han reportado a mujeres desaparecidas en Honduras han acudido a Martha antes de buscar a las autoridades competentes para poner la denuncia.
Cuando Martha no está vendiendo frutas y verduras, está ayudando a personas de su comunidad desde el comité de familiares de migrantes de desaparecidos del que forma parte desde hace 20 años. Vive en una aldea del departamento de Francisco Morazán, en la zona centro de Honduras. Ahí no solo recibe denuncias de mujeres que perdieron contacto con sus familias en su ruta migratoria, también ha acompañado casos de mujeres víctimas de otros delitos, como la trata de personas.
Hablamos con Martha afuera de su casa. Tiene miedo de contar públicamente los casos que ha acompañado, por eso no la llamamos por su verdadero nombre. «A veces me siento bien dañada psicológicamente porque no es fácil, he tenido casos muy difíciles que no les puedo contar ni a mi familia porque no los puedo involucrar también», dice casi en un susurro cuando su nieta se aparece en silencio durante la entrevista. Pide que se la lleven, no quiere que escuche las historias que tiene para contar.
Martha ha buscado a mujeres secuestradas, a víctimas de trata de personas y de explotación sexual comercial. Por esto ha recibido amenazas y asegura no sentirse segura de denunciarlo a las autoridades.
«A veces quisiera tener la capacidad de poder ir y hacer la búsqueda completa por mi cuenta. Uno a veces les entrega toda la información (a las autoridades) para localizar a las víctimas porque a veces mandan pistas de dónde están, pero ni así», dice Martha. Hasta ahora, ha trabajado alrededor de 70 casos de desaparición de mujeres en su comunidad.
En Honduras el Estado no habla de desapariciones, no existe una institución específica que atienda este tema y todas las denuncias se concentran en la fiscalía y la Policía Nacional.
Los datos del MP registran que se presentaron 3037 denuncias de mujeres reportadas como desaparecidas entre 2008 y 2019. Aún así, no hay mucha información al respecto sobre el seguimiento de los casos. «En cuanto al estado de las denuncias referidas no es pertinente la entrega de la misma por encontrarse en etapa investigativa, considerada bajo reserva», señala el MP en la respuesta a una solicitud de acceso a la información realizada por Contracorriente. La vocería del MP tampoco atendió a una entrevista sobre el tema.
Los registros de la Policía y la lucha contra los estereotipos
Es común que a las mujeres se les culpe de sus propias desapariciones. El Foro de Mujeres por la Vida, una plataforma de organizaciones que da acompañamiento a casos de violencia contra las mujeres (violencia doméstica, femicidios y desapariciones), cuenta que han encontrado casos en los que las autoridades se niegan a darle seguimiento a las denuncias.
Aunque sean menores de edad, en algunos lugares se normaliza que las niñas se vayan con un adulto que dice ser su pareja. Así fue uno de los casos que llevó el Foro. «Hay toda una normalización de esta situación, aunque la mamá y el papá denunciaron que (ese hombre) se la había llevado y reportaron que no es la primera niña que se lleva, las instituciones dijeron que no podían hacer nada porque ella había decidido irse», dice Karol Bobadilla, representante del Foro de Mujeres por la Vida.
Este delito se conocía como rapto en el Código Penal de 1983 y se sancionaba con 3 a 6 años de prisión. El nuevo Código que entró en vigencia en junio de 2020 no menciona este delito o uno similar. Entre 2009 y 2019, ingresaron al Poder Judicial 285 casos por el delito de rapto. Casi todos los imputados eran hombres y las víctimas, mujeres.
Bobadilla, asegura que incluso cuando conocen información del paradero de las víctimas, la Policía se ha negado a seguir el caso. «Descubrimos que la niña estaba en un pueblo de Santa Bárbara, la Policía no quiso moverse. Interpusimos la denuncia formal y aún después de mucho tiempo, la niña no ha regresado y se sabe dónde está. Los papás han querido acercarse, la familia también y ella no habla, no dice nada. Ellos (la Policía) dicen que como no dice nada, ella quiere estar ahí. Son las trabas con las que nos encontramos porque como institución no podemos ir a allanar una casa», añade.
Los registros de denuncias de desapariciones en la Policía Nacional desde 2011 hasta 2020 revelan que la mayoría de los casos son menores de edad y en aquellos en que los familiares dieron información sobre lo que creían que les había pasado, su principal sospecha era que se habían ido con alguna pareja, en muchos casos un hombre mayor.
La base de datos de la Policía Nacional registró 383 denuncias por desapariciones de mujeres desde 2011 hasta abril de 2020, la mayoría son de Francisco Morazán. Todas las denuncias aparecen activas, inician y finalizan a la hora que se colocó la denuncia en el sistema, además señala que la mayoría de las desaparecidas se encuentran entre 13 a 17 años.
Este es el relato de los hechos de acuerdo a una de las denuncias de la base de datos de la PNH: «Manifiesta la denunciante que el día 04-02-2016 a las 19:30:00 me encontraba en mi casa de habitación, cuando mi hija xxxx de 13 años salió a comprar a la pulpería y mi otra hija de 10 años me dijo que la última vez que la vio estaba con xxxx de 22 años, el cual es un joven que enamoraba a mi hija, y desde ese día hasta hoy 06-02-02-2016 a las 12:07:00, no sé nada de ella por lo que interpongo la denuncia para su investigación».
De 2671 casos a nivel mundial registrados en Interpol hasta la publicación de este texto, 444 son de mujeres hondureñas. Este registro se conoce como notificaciones amarillas y se publica para localizar a víctimas de rapto por uno de los progenitores, retenciones, secuestros o desapariciones inexplicadas.
Contracorriente contactó al comisario de Policía Héctor Caballero Velásquez, quien es jefe de la división de Interpol Honduras y también es parte de la Dirección Policial de Investigación (DPI) para profundizar sobre cómo reciben las denuncias y por qué no hay un registro del seguimiento de los casos, pero este no respondió.
Crearon su propio protocolo para buscar desaparecidas
La falta de información sobre las denuncias por desaparición de mujeres no permite saber con precisión las causas. Actualmente el único protocolo que existe para las denuncias de desaparición en Honduras es la Alerta Amber, que solo contempla localizar a menores secuestrados o desaparecidos. La ley que contiene esta alerta fue aprobada en 2015, pero aún no se ha implementado por la falta de un reglamento.
Para Martha, la ausencia de un protocolo representa una dificultad, pues las denuncias solo son recibidas por las autoridades y pocas veces han tenido un seguimiento. Esto ha provocado que las mismas familias se dediquen a buscar a las mujeres por su cuenta. Por ejemplo, cuando conocen casos de mujeres que salieron de Honduras en la ruta migratoria, explica Martha, han logrado ubicarlas con la ayuda de organizaciones en otros países. Pero también ha llevado casos en donde las mujeres han sido víctimas de explotación sexual comercial y laboral dentro del país, después de ser engañadas con ofertas de trabajo.
Información del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) señala que el 64 % de las personas de la comunidad donde reside Martha, viven en pobreza. También indica que en este lugar la principal actividad laboral es la agricultura y ganadería. Martha, por ejemplo, se dedica a vender frutas y verduras en frente de su casa, pero dice que no ha podido hacerlo desde que inició la cuarentena por la pandemia por COVID-19. Muchas familias intentan sobrevivir en una crisis económica ahora agravada.
La mayoría de las denuncias por desapariciones de mujeres registradas en la fiscalía se encuentran en la zona norte del país. Solo en el departamento de Cortés, el MP registró 1216 casos. Los demás departamentos no llegan ni a la mitad de esa cifra.
En esa zona se encuentra el Foro de Mujeres por la Vida. Esta plataforma es la que más experiencia ha tenido con las desapariciones en el país. Su caso más emblemático es el de Norma Hernández, en 2010. Norma formaba parte de una de las organizaciones que pertenecen al Foro. Tenía una hija de apenas 40 días de nacida, a quien se encontraba amamantado, cuando varios hombres con pasamontañas y armados se la llevaron argumentando que lo hacían bajo orden del MP.
Hoy nadie conoce de su paradero, pero su caso y las diferentes negligencias investigativas documentadas en el proceso hicieron que el Foro de Mujeres por la Vida realizara un protocolo para atender casos de desaparición forzada de mujeres. El protocolo lleva el nombre de Norma y esperan que algún día se apruebe y se comience a utilizar oficialmente.
El documento detalla aspectos que analizan las posibilidades de que la desaparición de una mujer esté ligada a su género. También explica cómo se debe reaccionar según el posible delito que las víctimas podrían estar sufriendo, así como el lugar y el contenido que deben registrar todas las denuncias. Este documento también menciona las acciones legales y de investigación que deben seguir las autoridades, especialmente si la mujer es encontrada muerta o no se ha dado con su paradero, además de cómo abordar a los familiares para evitar la revictimización.
Karol Bobadilla explica que en Honduras «no hay una institución o fiscalía de desaparecidos, como sucede en otros países, donde van todos esos casos y que ahí sepan cómo proceder, cómo investigar, como hacer en ese primer momento, cuando llega una persona a denunciar por su familiar desaparecido. La mayoría de los casos se diluyen en bastantes instituciones y utilizan criterios bastante vagos para poder hacerlo».
Bobadilla señala que la revictimización es una de las mayores dificultades que enfrentan en estos casos. «A la hermana de Norma le ha tocado dar el mismo testimonio 4 veces porque la fiscalía lo ha perdido, el año pasado, que se capturó a una persona por el caso, tocó que la familia volviera a revivir todo para volver a apuntar lo que sucedió».
Añade que también existe otro vacío de ley, identificado a raíz del caso de Norma, que tenía hijas menores de edad al momento de la desaparición. «No hay procedimientos para establecer que una persona se encuentra desaparecida en trámites civiles para la patria potestad, o un seguro de vida. La única opción es declarar una muerte presunta, lo que es revictimización. En países como México hay una ley especial donde establecen un protocolo distinto porque el estar desaparecida es como un estado civil», explica.
Las redes de trata de personas, un riesgo mayor para las mujeres
La situación de desigualdad y pobreza en la que vive la mayoría de las comunidades en Honduras provoca que muchas mujeres decidan emprender la ruta migratoria. Y desaparecen en el camino. En otros casos han sido víctimas de explotación sexual comercial y laboral, después de ser engañadas con ofertas de trabajo.
«Una joven a la que tuvimos la posibilidad de recuperar, (los tratantes) ya sabían todo de ella y cuando se escapó, la vinieron a buscar. La perseguían y no sé qué más ha pasado, la familia quizás por temor no me puede decir dónde está, solo que anda huyendo. Sé que otras no han podido escapar de la red de trata», cuenta Martha.
La mujer explica que ha acompañado a familiares de mujeres que se encontraban retenidas en redes de trata en Tegucigalpa, luego de que en las comunidades cercanas las fueran a reclutar bajo la idea de conseguirles trabajo. «Ya estando allá, las prostituyen. La situación en el país está difícil y muchas veces pasa que los padres dejan que sus hijas vayan a trabajar y al final resulta que lo que buscan es venderlas. Ocurren bastantes casos cerca de estas zonas», señala.
Aunque no hay información oficial sobre las investigaciones en casos de desapariciones de mujeres, existen algunos delitos que involucran la desaparición previa o momentánea. Información del Ministerio Público recopilada por el Foro de Mujeres por la Vida señala que entre 2016 y 2018 hubo 1707 mujeres víctimas de rapto, secuestro, trata y tráfico de personas, tortura y bajo privación injusta de la libertad. La mayoría de estas mujeres eran menores de edad.
Por otro lado, información que el Poder Judicial le entregó a Contracorriente revela que de 2008 a 2020 se abrieron 12 casos por tráfico de personas, 58 por privación injusta de la libertad y 103 por secuestro, en donde las víctimas eran mujeres. La información añade que los acusados también fueron juzgados por delitos como violación, actos de lujuria, robo, amenazas y posesión ilegal de armas.
Alex Mairena, investigador de la Dirección Policial de Investigación (DPI), asignado a la Unidad de Delitos Especiales, lleva 8 años trabajando contra la trata de personas. En su experiencia, dice que muchas veces estas bandas de trata son internacionales y se interconectan con grupos que operan en otros países.
Mairena recuerda haber llevado un caso de 8 mujeres que fueron engañadas con una oferta de trabajo en Belice donde supuestamente serían meseras, pero en realidad las llevaban para explotación sexual comercial. Una de las víctimas logró escapar y denunciar. «Identificamos una banda que operaba en Honduras y un tratante que operaba en Belice. Ellos las reclutaban aquí y las trasladaban. Entre las rescatadas había 2 menores de edad», señala Mairena, añadiendo que su unidad comenzó a investigar a los tratantes en Honduras y que fueron sentenciados. «La mayoría de ellas (las mujeres rescatadas) eran personas que estaban con necesidad de un trabajo, decepcionadas de un sistema colapsado», añade Mairena.
Esta información también la señala la Comisión Interinstitucional contra la Explotación Sexual Comercial y Trata de Personas (Cicesct). En su informe de 2019, explican que la mayoría de las víctimas nacionales proviene de contextos de desigualdad, pobreza y de entornos de alta vulnerabilidad social. «Honduras es un país de origen y tránsito para los delitos de trata de personas y explotación sexual comercial. Se han encontrado víctimas hondureñas en Belice y en España que llegaron bajo ofertas fraudulentas de trabajo o en busca de mejores condiciones de vida», señalan.
«La mayoría son víctimas de explotación sexual, captadas a través de redes sociales, medios de comunicación escritos con falsas promesas de trabajo, falsas amistades, falsos noviazgos, mediante el uso de amenazas y aprovechando la vulnerabilidad de personas desempleadas», añade el informe.
La Cicesct dice que ha rescatado a 582 mujeres víctimas de trata entre 2015 y 2019. La mayoría era víctima de explotación sexual y pornografía infantil. Entre 2015 y 2017, los 3 años que los informes revelan datos de la ubicación donde fueron rescatadas, mencionan que la mayor parte ocurrió en los departamentos de El Paraíso y Francisco Morazán, pero no indican los lugares de procedencia de las víctimas.
«Para poder documentar los casos pueden pasar hasta un año en el proceso de recolección de pruebas porque para poder desarticular una red de trata hay que demostrar con documentos los delitos, con técnicas especiales de investigación. Lo que lo dificulta es que muchas veces las víctimas no quieren declarar», añade Mairena.
Por este tipo de casos, Martha ha tenido que cambiar de celular al menos 3 veces. Explica que una de las mayores dificultades es que quienes están detrás de secuestrar a las mujeres tienen mucho conocimiento previo de la zona, de dónde viven y de sus familias. Por eso las mujeres que lograron escapar no pueden volver a sus comunidades.
En otra comunidad no muy lejana a la de Martha, vive Fidelina Ávila. Esta mujer ha dedicado 20 años de su vida a la Red de Mujeres Contra la Violencia en Marcala, La Paz, dando acompañamiento a mujeres víctimas de diferentes violencias, sobre todo las relacionadas con delitos sexuales. Ávila es una mujer indígena lenca, como la mayoría de mujeres que atiende en la red, y cuenta que ha tenido que trabajar desde abajo, en contra del machismo tan arraigado culturalmente en sus comunidades.
«Por el patrón cultural a ellas les cuesta denunciar también. Antes ellas tomaban normal que el hombre las sometiera a cualquier tipo de violencia y poco a poco muchas mujeres han logrado salir», explica.
Para Ávila lo más difícil de su trabajo es enfrentar a las autoridades, que muchas veces alargan los procesos y esto implica que los familiares de las víctimas «denuncian, pero desisten porque no hay un sistema que les dé una respuesta rápida. Siempre miran los problemas de las mujeres como en último grado».
Cerca de la zona donde Fidelina trabaja, hace 4 años las autoridades detuvieron a una persona que se encargaba de una red de trata de menores que operaba como un «buscador de talentos» mayormente en zonas rurales y escuelas. Eso le permitió tener acceso a muchas menores. Una persona que se dedicó a investigar el caso, que prefirió no dar su nombre, dijo a este medio que al acusado le encontraron pruebas en vídeo de más de 100 menores abusadas.
«Él estaba documentando, era como para verificar si pasaba o no la prueba, les decía «vamos a hacer este vídeo y vamos a ver qué tal va», más para justificarle a las víctimas que realmente estaban haciendo un trabajo. Las autoridades le dieron seguimiento a una conexión vía nacional o internacional con una red, pero el caso quedó ahí porque se judicializó, no lo investigaron más a fondo», menciona el investigador, quien pidió anonimato.
«Si es así como se trabaja, es bastante complicado llegar realmente a parar esta situación de la violencia y trata de personas en el país», añade la persona que se dedicó a investigar el caso. Este trabajo tuvo repercusiones en su vida: «Fui amenazado, perseguido, secuestrado. Fui perseguido por unos 3 años, fue un momento bastante difícil».
La abogada Elsy Liliana Reyes, delegada de la Región Centro-Oriente del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh), manifiesta que muchas familias que presentan denuncias tienen temor de dar información porque hay alguna amenaza previa y solicitan medidas de protección de la Secretaría de Seguridad. Datos de Conadeh indican que del 2014 a la fecha, recibieron 32 quejas interpuestas por mujeres. De estas, 11 tienen como víctima desaparecida a una mujer o niña.
«En la mayoría de los casos de mujeres es desaparición a secas que puede ser privación injusta de la libertad, pero por parte de terceros. Rara vez hemos registrado casos de mujeres víctimas de desaparición forzada, que es cuando hay participación de elementos de seguridad del Estado, que la persona fue detenida y luego no aparece», añade Reyes.
Reyes explica que en casos de desapariciones de mujeres se les hace seguimiento a las investigaciones de las autoridades competentes: «solicitamos registros migratorios, verificamos si ingresó a algún hospital, si la han encontrado en la morgue…».
De la desaparición al femicidio
Isa Alvarado, vocera de la Dirección General de Medicina Forense del Ministerio Público, dice que, en un país tan violento como Honduras, las familias que llegan a buscar a desaparecidos primero buscan su cuerpo y por último denuncian a la Policía o hacen la búsqueda en hospitales.
Para poder realizar la búsqueda en La Morgue, las personas deben portar su identidad original y copia, llevar foto reciente de la persona desaparecida y recordar la última vez que fue vista y la ropa y pertenencias que portaba ese día.
En varias ocasiones las desapariciones de mujeres también están ligadas a femicidios. El Foro de Mujeres por la Vida, a través de un monitoreo de medios, identificó que en 2019 el 15 % de las mujeres fueron reportadas desaparecidas antes de encontrarlas asesinadas.
Un caso muy conocido se dio en 2014 cuando desapareció María José Alvarado, quien era Señorita Honduras Mundo, junto a su hermana Sofía. Los cuerpos de ambas fueron encontrados 6 días después en una tumba clandestina en Santa Bárbara.
«Este hecho sacudió a toda la sociedad hondureña, sobre todo porque, posteriormente, la investigación reflejó detalles sobre la dinámica de los hechos. Además de identificar al novio de Sofía Alvarado como autor intelectual y material de los hechos (…), dada la presión internacional y de las organizaciones de derechos humanos de mujeres, el sistema judicial respondió con relativa eficacia», señala un informe del Foro de Mujeres por la Vida.
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Martha dice que para ella lo más difícil de tener que atender a familiares desesperados y que a veces solo puede ayudar, dándoles apoyo emocional y darles fuerzas. «Esa mamá está pendiente esperando una llamada de su hija y me dicen «a veces no apago el celular porque me parece que va a llamar» y no es tan fácil. A veces sus mismos familiares les dicen que dejen de intentar, que si no se comunica es porque no quiere y eso es muy difícil para quienes sí las buscan».
Si algo digno ha brotado de esta situación es la articulación de mujeres que están dispuestas a no darse por vencidas. A pesar de todas las dificultades Martha dice: «Pienso que la lucha no está perdida, ya 20 años en esto y sé que no ha sido todo en vano, seguiremos luchando por lograr lo que queremos: que las familias se encuentren o al menos, que tengan una respuesta».
*“Estación del silencio” es un proyecto transnacional coordinado
por Agencia Ocote que investiga y reflexiona sobre las violencias contra
las mujeres en Mesoamérica. Este texto es parte de la primera entrega
sobre femicidios, en las que participan: Agencia Ocote (Guatemala), elFaro (El Salvador)y ContraCorriente (Honduras).
En El Salvador, Guatemala y Honduras se habla de mujeres desaparecidas desde hace poco tiempo. Es un fenómeno lleno de prejuicios y al que los Estados han tardado en dar una respuesta contundente. En El Salvador y Guatemala se crearon leyes que ayudan a entender la situación, pero los registros en Honduras todavía son limitados.
Faltan mujeres en el norte de Centroamérica. Faltan porque las desaparecen con la intención de matarlas, de borrarles su nombre, de explotarlas, de violarlas. Faltan porque se desaparecen ellas, cuando huyen de la violencia con la que se enfrentan a diario.
Faltan mujeres y, en muchos casos, nadie las está buscando. En otros, aparecerán, y no se investigará por qué se fueron. Y, en otros, nunca sabremos por qué nunca volvieron.
Estación del silencio (EDS) es un espacio imaginado por Agencia Ocote desde el nacimiento del medio en 2019, que busca exponer y promover la reflexión sobre las diversas formas de violencias que sufren las mujeres en la región mesoamericana.
En EDS se busca mostrar la realidad, debatir sobre las estructuras que permiten que se callen esas formas de violencia, pero también hallar las grietas por donde puedan asomarse los cambios. Se trata de una plataforma transnacional en la que medios y periodistas de la región, en alianza, investigan para dar una panorámica amplia sobre la situación de las mujeres en estos territorios.
En este segundo episodio de EDS perfilamos la situación de las mujeres desaparecidas en El Salvador, en Guatemala y en Honduras y tratamos de entender un fenómeno que comenzó a nombrarse, investigarse y estudiarse hace apenas unos cuantos años.
La artista guatemalteca Margarita Figueroa de León hace su propia interpretación de la situación de las mujeres desaparecidas. Figueroa decidió ilustrar las instituciones de las que se espera ayuda, contrapuestas con la respuestas con que nos enfrentan. “Estos entes justifican lo que haya sucedido dando razón a la violencia que se haya cometido contra las mujeres”, explica la artista. “Me pareció importante ilustrar también la cara de una de las hondureñas que ofrece su ayuda en ese país, pues representa un atisbo de esperanza”.
Las mujeres que faltan
Para este episodio de Estación del Silencio, solicitamos datos de mujeres desaparecidas a las Fiscalías, las Policías y los órganos judiciales de los tres países, con la intención de hacer una radiografía del fenómeno en el norte de Centroamérica.
La información se solicitó del 1 de enero de 2008 al 30 de junio de 2020, para hacer un análisis de las tendencias en los últimos años. Sin embargo, en cada país, las estadísticas entregadas corresponden a diferentes períodos.
Por ejemplo, el Ministerio Público de Guatemala (MP) envió la información de 2008 a junio de 2020; el de Honduras, de 2008 a diciembre de 2019; y la Fiscalía General de la República de El Salvador, de 2012 a junio de 2020.
Para comparar los datos de los tres países en el mismo período, tomamos los datos de enero de 2012 a diciembre de 2019.
Según la información oficial, sabemos que, en estos ocho años, se denunció la desaparición de 9,849 mujeres en El Salvador, 16,389 en Guatemala y 2,488 en Honduras.
El fenómeno de las desapariciones de mujeres en estos años ha variado según el país.
En El Salvador, se registra un ligero aumento de 2012 a 2014. Desde este año, hay una tendencia a la baja, según los datos de la Fiscalía General de la República.
En Guatemala, en función de la institución que entregó la información, existen unas u otras dinámicas. Según la Policía Nacional Civil (PNC), desde 2011 comienza a registrarse una subida en las desapariciones, que encuentra un pico en 2013, para después empezar una bajada.
En cambio, según el Ministerio Público, hubo dos aumentos de casos en los últimos 13 años: uno en 2011 y otro en 2019. Este último pudo coincidir con el aumento de las acciones de reporte y búsqueda de mujeres desaparecidas, a partir de la creación de un mecanismo para localizarlas, aprobado recientemente.
Y en Honduras, la información del Ministerio Público muestra cómo el fenómeno se ha mantenido bastante estable entre 2008 y 2019, aunque en estos 12 años sí se distingue una ligera tendencia ascendente.
Faltan las adolescentes
En El Salvador, Guatemala y Honduras, hay un grupo de edad en el que se registran más desapariciones: las adolescentes, de entre 13 y 17 años.
En el caso de El Salvador, en ese rango de edad, las cifras se disparan. Según los datos de la Fiscalía General de la República, las adolescentes mujeres, son más vulnerables a encontrarse desaparecidas o privadas de libertad.
De enero de 2012 a junio de 2020, la FGR registró 10,144 denuncias de privaciones de libertad de mujeres. De esas, 3,885 eran adolescentes de 13 a 17 años: el 38.3%. Con los hombres no pasa lo mismo. El rango de edad en el que son más vulnerables se encuentra al cumplir la mayoría de edad.
En Guatemala, los porcentajes de adolescentes son similares, aunque depende de la institución que mida los datos. Según el Ministerio Público, de enero de 2008 a junio de 2020, hay 34,865 registros de mujeres desaparecidas, 11,938 (34.24%) son de adolescentes de 13 a 17 años.
En la Policía Nacional Civil, los datos varían: la mayoría de las mujeres desaparecidas que se registran en sus bases de datos (65%) son adolescentes. El corte de edad que maneja la PNC es de 12 a 17 años.
En Honduras, los datos con los que se cuentan para hacer este análisis son más limitados. El Ministerio Público registra 3,037 casos de mujeres desaparecidas de enero de 2008 a diciembre de 2019, pero la información está desglosada únicamente por municipio y departamento donde se registraron.
La Policía Nacional sí hace el desglose por edad, pero tiene un número más bajo de denuncias: 383, de 2011 a junio de 2020. De estas, un 26.9% corresponden a adolescentes de entre 13 y 17 años. Los datos de mujeres jóvenes, entre 18 y 30 años son más elevados: 35.2%.
La explicación que se encuentra en cada país es diferente. En El Salvador la desaparición de mujeres se asocia directamente con las condiciones en las que la violencia comunitaria y de género hace más vulnerables a las niñas y adolescentes. Según la fiscal Guadalupe Echevarría, directora de la Unidad Especializada para Personas Desaparecidas “en la adolescencia vemos que por rebeldía o por ser manipuladas por otras personas se ausentan de su familia. Eso genera vulnerabilidad. No desligamos esto del tema de pandillas. Ellos hacen una especie de reclutamiento de jovencitas y hemos venido detectando esa situación”.
En Guatemala, las organizaciones de mujeres achacan esto a diferentes causas. Claudia Hernández, directora de la Fundación Sobrevivientes, relaciona algunas de estas desapariciones con las pandillas y la trata de menores. Karla Campos, coordinadora del área de transparencia del Grupo de Apoyo Mutuo (GAM), recuerda además que este grupo de población es uno de los más afectados por la violencia sexual dentro del entorno familiar.
Los datos de la Policía Nacional Civil, por ejemplo, muestran que la mayoría de casos de trata de personas que se registran son de niños y adolescentes. Las estadísticas de la PNC no hacen un desglose por cada caso específico (únicamente agrupan la información por edades, o por sexo, o por lugar de los hechos), así que no podemos cruzar los datos según las características de la persona, pero sabemos que de las 346 víctimas de trata desde 2008 (hombres y mujeres), 278 (el 80%) tenían entre 8 y 19 años.
Los registros que se guardan en Honduras son imprecisos y no nos permiten entender los motivos de las desapariciones. Algunas se asocian a redes de trata, aunque no hay datos para entender la magnitud del problema. Además, organizaciones de mujeres indican que, aunque sean menores de edad, en algunos lugares se normaliza que las niñas se vayan con adultos que dicen ser su pareja.
Según las estadísticas de la Policía Nacional, en los casos en los que los familiares dieron alguna información sobre lo que creían que les había pasado a la niña o adolescente, la principal sospecha era que se había ido con alguna pareja, en muchos casos un hombre mayor.
Nombrar un delito
Cada país del norte de Centroamérica ha manejado el fenómeno de las mujeres desaparecidas de un modo distinto. En todos se ha comenzado a nombrar muy recientemente y sólo en algunos se integró en la legislación.
En noviembre de 2019, El Salvador incluyó en su Código Penal el delito de “privación de libertad”, que tiene una pena de prisión de tres a seis años. Hasta entonces, la ley sólo reconocía la desaparición forzada (la que cometen policías, militares o agentes estatales).
Sin una tipificación clara, antes de la reforma la Fiscalía registró como privación de libertad los casos de desaparición de personas no vinculados con agentes del Estado.
En Guatemala, las desapariciones de mujeres no son un delito, no forman parte del Código Penal, aunque el Ministerio Público es una de las instituciones encargadas de llevar este registro de manera exhaustiva desde hace dos años. En 2018 se implementó un mecanismo para localizar a las mujeres, gracias a la Ley de Búsqueda Inmediata de Mujeres Desaparecidas aprobada en 2016.
En Honduras, tampoco hay un delito específico por desaparecer a una mujer. Pero además en el país no hay una respuesta frontal del Estado hacia el fenómeno de mujeres desaparecidas. El Ministerio Público recoge datos de denuncias, pero no da información acerca de cómo avanzan los casos. No se sabe, por ejemplo, cuántas mujeres continúan desaparecidas, cuántas fueron encontradas vivas y cuántas muertas. Tampoco si se siguió un proceso de investigación.
Personas expertas consultadas para este episodio de Estación del Silencio explican que hay una serie de delitos que pueden asociarse a las desapariciones de mujeres, porque, generalmente, implican que al llevarlos a cabo se privó a las mujeres de su libertad.
Secuestros, desapariciones forzadas, trata de personas o rapto son algunos de estos delitos. En Honduras, de enero de 2008 a junio de 2020 el Poder Judicial registra 12 casos de tráfico de personas, 58 de privación injusta de libertad y 103 de secuestros en los que la víctima fue una mujer.
En Guatemala, según información del Ministerio de Gobernación, sabemos que de enero de 2008 a junio de 2020 se registraron 229 casos de trata de persona y 330 de secuestros donde la víctima fue una mujer. Sin embargo, desde el Organismo Judicial no hay manera de saber cuántas sentencias están asociadas a estos delitos cuando la víctima fue una mujer, ya que no segrega la información según el sexo de la persona agraviada.
Pero, además, tampoco tenemos acceso a datos que nos muestren, por ejemplo, cuántas mujeres víctimas de femicidio, asesinato u homicidio fueron desaparecidas antes.
Esta información, por lo general, se incluye en los expedientes e incluso en las sentencias de los casos, pero no se han sistematizado en estadísticas. Esteban Celada, abogado especializado en derechos humanos de las mujeres en Guatemala, explica que “mucho de lo que se ha trabajado desde sociedad civil y juzgados permite entender patrones de lo que pasa. Pero nos faltan estudios criminológicos y sociológicos para entender la situación y lograr un impacto social”.
Quién busca a las que faltan
En el norte de Centroamérica, igual que en otros países de la región, no se hablaba de mujeres desaparecidas hasta hace unos años. En el caso de Guatemala y Honduras, fueron las organizaciones de mujeres y los familiares de las mujeres desaparecidas quienes pusieron el tema sobre la mesa, quienes nombraron un fenómeno y quienes impulsaron leyes y acciones políticas para buscar a las mujeres que faltan.
En El Salvador fue distinto. La discusión se movió a nivel político y en el sistema de justicia por la presión mediática y la abundancia de casos en los últimos ocho años.
Agrupaciones de mujeres en Guatemala lograron presentar una iniciativa de ley de Búsqueda Inmediata de Mujeres Desaparecidas. En 2015, una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos le dio el impulso que el proyecto necesitaba para ser aprobado y entrar en vigencia.
La ley logró que se creara un mecanismo de búsqueda de mujeres y que se integrara una coordinadora formada por instituciones del Estado y organizaciones para discutir el tema y realizar acciones. También integró una figura interesante: los equipos locales de búsqueda. Estos equipos, coordinados por la Policía Nacional Civil, se basaron en los grupos comunitarios que se forman en Estados Unidos para buscar a personas desaparecidas.
Sobre el papel pintaba bien. Grupos locales, de agentes de policía, vecinos, personas de organizaciones, bomberos e iglesias que se organizan de manera casi automática cuando se registra una desaparición.
Sobre la práctica, la ley tiene varios vacíos. En la iniciativa no se aclaró de dónde saldrían los fondos para integrar la secretaría ejecutiva de la coordinadora nacional del mecanismo de búsqueda de mujeres desaparecidas. La ley dice que esta secretaría debe ser la encargada, entre otras funciones, de conformar y coordinar los equipos de búsqueda, y dar seguimiento a sus acciones.
Sin fondos, la secretaría no ha logrado integrarse, y por lo tanto tampoco los equipos de búsqueda. Según Karol Castro, jefa del departamento de equidad de género de la PNC, en la institución lograron crear algunos grupos a través del Modelo Policial de Seguridad Integral Comunitaria. “El responsable es el mando superior de la Policía Nacional Civil en el sector, que es el que convoca. Después, se integran bomberos municipales, líderes comunitarios, personal de los Consejos Comunitarios de Desarrollo (Cocode)…”, explica Castro.
En Honduras, la búsqueda de mujeres sigue en manos de la sociedad civil. A día de hoy no existe un protocolo o norma a seguir cuando se dan estos casos.
Son las mismas mujeres las que se organizan en las comunidades para buscar a las mujeres y para acompañar los casos penales. El Foro de Mujeres por la Vida, por ejemplo, está conformado por varias organizaciones que hacen este trabajo en el norte de Honduras. En estos años les han dado acompañamiento a mujeres e incluso crearon un protocolo para atender los casos.
Este protocolo explica cómo reaccionar según los delitos de los que las mujeres pueden ser víctimas. También las acciones legales y de investigación que deben seguir las autoridades, sobre todo si la mujer es encontrada muerta o no se localizó.
Karol Bobadilla, representante del Foro de Mujeres por la Vida, explica que en Honduras no hay una institución dedicada a conocer casos de mujeres desaparecidas, que sepa cómo hacer las investigaciones y cómo actuar cuando una persona llega a denunciar una desaparición: “La mayoría de los casos se diluyen en las instituciones”, cuenta.
En El Salvador, existe un Protocolo de Acción Urgente y Estrategia de Búsqueda (PAU), que se presentó en diciembre de 2018 y que explica que no debe existir un tiempo de espera antes de reportar una persona como desaparecida. Sin embargo, familiares y organizaciones muestran que esto no sucede.
Verónica Salazar, trabaja con una organización que defiende los derechos de las mujeres en el departamento de Cuscatlán. La activista señala que muchas veces las mismas entidades estatales actúan con negligencia. “Cuando se llega a reportar que una niña no ha llegado a la casa, la Policía dice que se debe esperar 24 horas para tomar la denuncia. En 24 horas pueden pasar muchas cosas. Luego regresan, pero ¿en qué situaciones regresan?”.
En el norte de Centroamérica son los familiares de las mujeres desaparecidas los que se mueven día a día para que este tema no quede en el olvido y para que se busque una solución al problema.
Para que las instituciones no las dejen de buscar, para que las encuentren cuando falten, para que la sociedad no normalice sus desapariciones, para que los casos logren justicia.
Uno de los mayores gastos para atender en la pandemia fue la compra de 7 hospitales móviles por 1200 millones de lempiras (48 millones de dólares), en un proceso que actualmente la fiscalía investiga por irregularidades. Después de esperar casi 5 meses, 2 de los hospitales móviles, 1 para Tegucigalpa y el otro para San Pedro Sula, se encuentran finalizando el proceso de instalación. Diversas organizaciones de sociedad civil han hecho veeduría de este proceso, el representante de la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) y presidente de la Comisión Ciudadana de Transparencia de San Pedro Sula, German Pérez, visitó la instalación en San Pedro Sula y aseguró a Contracorriente que en el hospital falta equipo médico y que el espacio es muy reducido para atender a pacientes con COVID-19.
Mientras el Ministerio Público investiga la supuesta comisión de los delitos de fraude, malversación de caudales públicos en la compra, aún no se conoce la fecha en que los hospitales móviles comenzarán a funcionar en el país. Por un lado, Invest-h dice que una vez entregados a la Secretaría de Salud, son ellos quienes tendrán que definir el inicio de las operaciones. «La responsabilidad de Invest-h es únicamente entregar los hospitales listos y funcionales», señalan en el comunicado número 27.
Contracorriente (CC) habló con German Pérez (GP), quien fue invitado por la designada presidencial, María Antonia Rivera, para visitar las instalaciones del hospital móvil en San Pedro Sula, junto a otros representantes de sociedad civil, con el fin de conocer los avances del proyecto. Perez señala que Invest-h asegura que el equipo que falta viene en camino, pero no dan fecha y que la compra de los hospitales móviles fue una decisión apresurada.
CC: ¿Cómo fueron invitados a hacer el recorrido?
GP: La invitación era para que conociéramos los avances que se han tenido hasta ahora sobre la instalación de los hospitales móviles, qué tanto habían avanzado y un poco también dar a conocer cómo estaba el hospital para, de alguna manera, contrarrestar muchas opiniones que andan circulando en las redes sociales, declaraciones de algunas personas sobre los hospitales.
CC: ¿Qué fue lo que encontraron dentro de las instalaciones?
GP: Iniciamos un recorrido en el que 2 personas hacían la explicación: una era ingeniera de Invest-h y la otra era un arquitecto que trabaja con la empresa contratada para la instalación del hospital. Ellos básicamente fueron mostrando las diferentes áreas del hospital, inicialmente hay una recepción y luego están las salas de cuidados intensivos, detrás de unas puertas corredizas automáticas. Además, hay una sala de emergencia donde evalúan a la persona y ver si corresponde entrar al hospital, sino lo trasladan, me imagino, al Hospital Catarino Rivas, dependiendo de la gravedad con la que la persona llegue, ahí más que todo es para atender a personas que necesitan entrar a una unidad de cuidados intensivos (UCI).
Hay 6 salas de 10 camas cada una, que corresponden a UCI. Tienen sus servicios sanitarios, un área de Rayos X, comedor, farmacia, una área para los médicos y en términos generales es de 91 camas de las cuales 60 son de UCI y las otras 31 son para —me imagino— gente que ya va saliendo o que está en espera de entrar a una unidad intensiva.
Yo no soy un experto, de acuerdo con lo que nos explicaron, el hospital cumple con todas las especificaciones de los organismos internacionales en términos de hospitales. Mi observación sería que las áreas del hospital tienen igual ancho de lo que tiene un contenedor, está el pasillo central de donde se deriva la comunicación a las siguientes salas y son un grupo de contenedores conectados, y las salas UCI están en otro contenedor donde hay 10 camas, que a mi manera de ver y creo que el director del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) lo dijo también, están demasiado juntas y el pasillo central entre las camas es angosto.
CC: ¿Las unidades se encuentran totalmente equipadas para atender a pacientes graves?
GP: Un médico hizo la observación de que para una UCI se necesita un ventilador mecánico por cada cama, y que no se miraban ahí los ventiladores, que tampoco estaban los aparatos que medían los flujos de oxígeno, que esos van pegados a la pared, tampoco había bombas de infusión. Dijeron que todo ese equipo no había venido pero que ya estaba en camino y se había reclamado.
CC: ¿Les dijeron para cuándo esperan que vengan los ventiladores mecánicos?
GP: Bueno, se supone que hay una presión por entregar ya el hospital, quien está a cargo hasta ahorita es Invest-h y se lo debe entregar a la Secretaría de Salud, ellos lo recibirán y considero que si no los reciben a satisfacción posiblemente no los va a recibir, porque ellos al recibirlo los deben empezar a utilizar y para eso deben entrenar personal.
Yo no creo que sea lo mismo estar en un hospital como tal, a funcionar ahí que el espacio es mucho más reducido y con personas que realmente estarán graves. Entiendo que la entrega (del hospital móvil) será como en la tercera semana de este mes. No dieron una fecha de los equipos que hacen falta y solo dijeron que el reclamo se había hecho, que los iban a enviar, pero no dieron fecha.
Hospital móvil, aún sin funcionar en San Pedro Sula. Foto Deiby Yanes, San Pedro Sula, 04 -09-2020
CC: ¿Había otro equipo necesario que no se encuentre en el hospital móvil?
GP: Otro doctor hizo la observación cuando estábamos en la sala de Rayos X de que los enfermos que tienen COVID-19 están afectados de los pulmones y es necesario que haya un tomógrafo porque no es suficiente con una radiografía, sino que es necesario algo más de última generación.
CC: ¿A su criterio, la compra de los hospitales fue la mejor decisión para atender la pandemia?
Bueno, estos hospitales móviles generalmente se fabrican no para una larga vida, sino que se usan en situaciones de guerra, en emergencias o en desastres naturales y se instalan en una forma acelerada. En el caso de nosotros los hospitales tardaron, por un lado, en que los construyeran, por otro, en que llegaran aquí y se hiciera la instalación.
También hay que considerar que además del costo de los hospitales había que hacer la cimentación, todas las instalaciones eléctricas, sanitarias, agua potable, los desechos sólidos. Todo eso tiene un costo bastante alto y desde mi punto de vista no sé si se tomó una mala decisión por la presión de la enfermedad, por la falta de experiencia o fue algo premeditado.
CC: ¿Qué cree que se podía haber hecho?
GP: Pues un amigo ingeniero me comentó que la Cámara Hondureña de la Industria de la Construcción (CHICO), le había hecho una propuesta al gobierno ofreciéndole construir hospitales en el menor tiempo posible, además que la oferta no era tratando de ganar, sino que tratando de sacar los costos y tratando de ayudar al país en la construcción de un hospital que después pudiera ayudar a la atención médica en emergencias y especialidades, y que posiblemente hubiera tardado lo mismo que estos en construirlos, traerlos, armarlos.
Creo que hizo falta de parte de quienes tomaron las decisiones porque nuestras compañías de construcción podrían haber hecho los hospitales, además ese dinero hubiera quedado aquí, se hubiera generado mano de obra y actividad económica en esa construcción.
CC: ¿Les dieron una fecha de cuándo planean que empiecen a funcionar los hospitales? Entendiendo que si no han llegado los ventiladores no podrían funcionar completamente
GP: Bueno, igual hubo un pedido de ventiladores mecánicos de parte del gobierno así que hay un montón por ahí almacenados, más los que han donado, y creo que no sería mayor problema porque entiendo que más bien ahora la idea es que alguien que se enferme no llegue a necesitar los ventiladores mecánicos, por eso es que se han hecho los triajes para evitar porque quien llega a UCI aunque salga de ahí siempre queda afectado.
Militares custodian la entrada al hospital móvil. Foto Deiby Yanes, 4 de sept de 2020, San Pedro Sula.
CC: Otro tema que ha sido polémico alrededor de los hospitales móviles es el de la sobrevaloración, en el recorrido que dieron ¿les dio una impresión al respecto?
GP: Aquí son 2 cosas, una es la parte de la instalación física y la otra es la parte de los equipos y de la posible operación. En la parte física son los ingenieros civiles y mecánicos que podrían dar una mejor valoración y en la parte de operación son los biomédicos o médicos, las opiniones de los médicos han salido en los medios.
Por ejemplo, el director del Hospital Leonardo Martínez, comentó que el hospital una vez terminado iba a contar con los medios básicos para la atención de pacientes con COVID-19, pero el gerente del Seguro Social, el doctor Janiana, que podría ser funcional para atender otras patologías, pero no tan adecuado para tratar el COVID-19. Esas son opiniones de 2 directores de hospitales que están tratando el tema, yo no puedo opinar más que lo que ellos dicen. Yo doy mi opinión de sentido común y es que yo vi que los espacios para manejar personas graves son muy reducidos, incluso meter una camilla en los pasillos es complicado por la distancia entre cada cama, pero bueno, tendrán que reducir el número de camas por área al ver que no se puede mover, eso de la operación no se la puedo comentar.
De forma personal, mi comentario es que con el dinero invertido y que se sigue invirtiendo se hubiera construido un hospital de verdad, con todas las especificaciones que hubiera tardado el mismo tiempo o un poco más, pero nos hubiera quedado un nuevo hospital que habría servido para muchas cosas una vez que pase la pandemia.
Lo que si me da para hablar de la sobrevaloración son las declaraciones del Consejo Nacional Anticorrupción, la Asociación por una Sociedad más Justa, la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés, que ellos han cotizado en varios lados, aún en Turquía que fue donde se construyeron los hospitales, y han encontrado ofertas mucho más bajas que lo que pagó Invest-h, además, con otras condiciones de pago como garantías y no con un pago anticipado del 100 %. Por todas estas organizaciones lo han demostrado y por lo cual uno puede decir que sí hubo una sobrevaloración.
CC: ¿Qué piensa sobre las investigaciones que hay sobre esta compra?
GP: Definitivamente las instituciones contraloras del Estado deberían estar investigando, dando y recabando información para comprobar si realmente se cometió algún acto de corrupción. Pienso que nos tienen en ascuas porque no hemos escuchado nada y el temor que tenemos muchos es que esto termine en la impunidad y que suceda como con el desfalco al Seguro Social, que muchos de los implicados se fueron y la responsabilidad solo le cayó a unos pocos, mientras que los que estaban detrás, que se sabían quienes eran, nunca salieron involucrados. Lo mismo puede pasar acá, darle largas al asunto y ya nos están distrayendo con un montón de cosas como las elecciones. Por otro lado, con el hecho de que ya hay 2 hospitales aquí y los otros 5 que se supone que ya vienen, con eso estoy más que seguro que se va a empezar a bajar la guardia y se va a ir olvidando.
El pasado lunes 31 de agosto se llevó a cabo el Panel Economía y conflictos sociales en la Honduras postpandemia, organizado por Contracorriente, con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll Stiftung y National Endowment for Democracy. En el panel se desarrolló un espacio de análisis y debate entre diversos actores de la sociedad hondureña y expertos regionales, para abordar los efectos de la crisis económica en medio de la conflictividad que ha mostrado el descontento de la mayoría de la población, debido a la precariedad económica y social en que sobrevive, agudizado por la pandemia por la COVID-19 y el manejo que le ha dado el Estado de Honduras.
La crisis económica postpandemia, es uno de los escenarios que se tiene con mayor certeza. Sin embargo, la crisis económica es un fenómeno global, como la pandemia, los efectos y los impactos de cada país varían dependiendo de la legitimidad de sus instituciones y de la viabilidad de su modelo económico tanto hacia lo interno como con relación al mercado global. Honduras, es un ejemplo de que la proyección de crisis económica remite obligadamente a la proyección de una crisis social con el elevado riesgo de adquirir acciones violentas.
Para conocer más sobre las proyecciones económicas tras la pandemia y los conflictos sociales, en Contracorriente realizamos un evento en línea en el que tuvimos la participación de Ana Glenda Tager, directora General Alianza para la Paz, Ricardo Castaneda, economista del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), el comisionado Jair Meza, vocero de la Policía Nacional de Honduras y Pedro Barquero, presidente de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés.
Honduras es uno de los países más pobres de América Latina y uno de los países más desiguales del mundo, y para Ricardo Castaneda del Icefi, la falta de acceso a la salud y al sistema escolar, es una de las dificultades que el Estado ya tenía, pero que la pandemia lo ha venido a desnudar. Adicionalmente señaló que, ante la pandemia, se pueden perder alrededor de 260 000 empleos, lo que puede provocar un escenario de crisis económica en la recaudación de impuestos, ya que esta decaerá.
Castaneda además se refirió al endeudamiento acelerado en el que está cayendo Honduras por la pandemia: «tus ingresos disminuyen y tus gastos aumentan, pues el mecanismo que utilizas para poder financiar esta parte es el endeudamiento. Y posiblemente al finalizar este año, Honduras cierre con una deuda del 60 % del producto interno bruto, lo que significa que por cada 100 lempiras que se produzcan 60 ya se deberán».
Frente a esa realidad, el Icefi ha insistido, previo a la pandemia, que la política fiscal de Honduras no está diseñada ni para reducir la pobreza ni para reducir la desigualdad y mucho menos para garantizar, quizás, los derechos de las personas. Pero «para lo que sí está diseñada es para garantizar el privilegio de unos pocos», señaló Castaneda.
«La pandemia nos deja lecciones sumamente dolorosas, pero con esto esperamos que se hagan cambios a la política fiscal y esos cambios sean el resultado de consensos entre los distintos actores de la sociedad para hacer la paz entre una política fiscal para el desarrollo, pero también una política fiscal para la democracia», expresó.
En Honduras, previo a la pandemia, la partida presupuestaria más grande era el servicio de la deuda, es decir, que del presupuesto nacional se destina más para pagar deuda que lo que se estaba destinando para educación y para salud.
Por su parte, Pedro Barquero, presidente de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés (CCIC), manifestó que «lamentablemente el manejo de la crisis no ha sido el ideal, se esperó mucho tiempo y las medidas que se han tomado son medidas tibias, cuando lo que se ha necesitado son medidas contundentes desde un inicio», dichas decisiones han hecho que no se vea mucho avance en cuanto a la reapertura económica, explicó. «En la medida que empecemos a trabajar, evitará que se sigan perdiendo fuentes de trabajo», agregó.
Barquero mencionó que para reactivar la economía se necesita tener un control en el tema de salud, y que los nuevos centros de triaje —muchos de ellos instalados con apoyo del sector privado— les han dado la confianza para volver a trabajar. Sin embargo, dijo que para eso «es necesario ir poco a poco permitiendo una mayor circulación de la gente».
En su participación, el presidente de la CCIC, comentó que a la par de la apertura viene la reactivación, que son cosas diferentes: «abrir la economía es solo decir, vamos a trabajar, pero reactivar la economía es implementar las políticas públicas que necesitamos para que esa reapertura surta el efecto que queremos, ¿y cuál es ese efecto?, pues primero que se dejen de perder empleos».
Hasta le fecha, en Honduras se han perdido alrededor de 500 000 puestos de trabajo, ya sea por suspensión o por despido directo que, según Barquero, podría tomar de 2 a 5 años poder recuperarlos. Para Barquero las políticas públicas adecuadas acercarán al proceso de recuperar los empleos en 2 años, pero de continuar la situación actual, de pocos dígitos en circulación y negocios cerrados hará que dichos empleos se recuperen hasta en 5 años.
Entre las políticas necesarias para avanzar en la reapertura mencionó la prórroga de pago de impuestos: «no que nos regalen impuestos, no que no nos cobren impuestos, lo que necesitamos es que nos permitan pagar los impuestos más adelante», esto debido a que «el sector privado tiene problemas de liquidez, entonces necesitamos cuidar cada centavo para poder mantener los puestos de trabajo y no necesitamos ahorita la preocupación de estar pagando impuestos», mencionó.
Además, agregó que debe haber una política para los créditos en este momento de pandemia: «los préstamos tienen que ser también para todo el mundo, para todas las personas y para todas las empresas y tiene que ser a tasas bajas y plazos largos, a modo tal que se le pueda hacer frente a las necesidades de corto plazo, pero pagadera a largo plazo y con una tasa lo suficientemente baja para que también no se sienta tanto en el flujo inmediato».
Otro elemento en mención es que se deben considerar los fondos no reembolsables de los sectores más desposeídos de la economía, refiriéndose a las personas que menos tienen y necesitan algún tipo de esta ayuda.
Sin embargo, Barquero señaló que en el marco de todas estas medidas la corrupción es un factor a considerar. «En Honduras se ha demostrado en los últimos años y sobre todo en la pandemia, altos niveles de corrupción, muy poca honradez, muy poca transparencia y poca eficiencia en el manejo de los recursos públicos, entonces si las medidas se implementan sin honradez, sin eficiencia y sin transparencia (…) más bien vamos a empeorar la situación económica. Ese último tema yo lo pondría en duda, a pesar de que lo necesitamos, a pesar de que en muchos países les está funcionando, pero el tema de la honradez y la corrupción pone en riesgo que podamos implementar esas medidas en nuestro país», finalizó.
Por otra parte, la crisis económica por la pandemia ha desatado conflictos sociales en los países de la región, por esto, Jennifer Ávila, directora de Contracorriente y moderadora del evento, consultó a Ana Glenda Tager, de la organización Alianza para la Paz ¿qué herramientas tienen los Estados para mediar conflictos, sin llegar a la violencia? Ante la interrogante, Tager mencionó que «la situación de la crisis que ha generado el coronavirus, no solo para Centroamérica, sino a nivel global, es una situación sin precedentes en el mundo y por lo tanto creo que tenemos que tratar de no analizarla exactamente igual a otras crisis».
Otra de las cosas que Tager mencionaba era como «muchas personas estamos esperando la reapertura y volver a la normalidad, pero no es así, el virus continúa ahí. En otros países que han hecho la reapertura ha habido rebrotes». Pero para Tager, a esta normalidad hay que sumarle los conflictos sociales. Un ejemplo de ello es la compra sobrevalorada de ventiladores y lo que la corrupción genera en la población, «si yo tengo un familiar internado que le hace falta uno (refiriéndose al ventilador) y me entero de que la razón es porque hubo corrupción, la inconformidad aumenta», señaló.
Esa y otro tipo de inconformidades, comentaba Tager, hace que «la población afectada por extorsiones, ataques armados y desplazamientos internos encuentren como única puerta de salida estas caravanas de migración a otros países en unas condiciones terribles, pero que muchas veces pareciera ser mejor que seguir estando en un país que lo único que hace es negarnos las posibilidades de poder tener una vida digna», señaló.
En cuanto al papel de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional en la pandemia, Tager mencionó «que en vez de buscar evitar el conflicto, y que haya comunicación transparente y credibilidad y legitimidad hacia el gobierno, este lo que hace es sacar a las fuerzas militares o a la Policía para que vayan a reprimir las manifestaciones de una sociedad que está inconforme y que no está viendo con buenos ojos el manejo que se está haciendo de la crisis», concluyó.
Por su parte, la Policía Nacional de Honduras, ha estado al frente de la pandemia para «mantener el orden», dijo el comisionado de policía Jair Meza, participante del panel, sin embargo la pandemia, se suma a los conflictos ya mencionados por los demás panelistas, «el problema de la alimentación, que ha generado manifestaciones que se han dado en ciudades grandes, no en ciudades pequeñas, de las cuales algunas han sido violentas y otras pacíficas, sin embargo a la policía le corresponde mantener el orden público», dijo.
Solo en el contexto de la pandemia, que ya va sobre los 6 meses, Meza mencionó que se han efectuado «más de 56 000 detenciones a nivel nacional, vinculadas al no cumplimiento de alguna medida, como ser el uso de mascarilla o el toque de queda». Ante esta situación, según datos brindados por Meza, hasta la fecha hay más de 600 policías infectados, más de 400 recuperados y 15 fallecidos. Además la policía sufre una recarga de trabajo, ya que les ha tocado incluso usar las patrullas como ambulancias para trasladar enfermos, sobre todo en zonas del país donde hay menos infraestructura.
Meza justificó las acciones de represión de la Policía Nacional en las protestas por la inconformidad en medio de la pandemia, diciendo que se debe velar por el derecho a la libre circulación y que ellos como institución del Estado tienen la tarea de actuar de acuerdo a la prioridad del derecho.
En cuanto a las limitaciones de la policía para mediar conflictos Meza manifestó que «cuando hay una manifestación pacífica, hay mucha comunicación con los dirigentes tanto de derechos humanos, como sindicales, y se les brinda seguridad. El problema es cuando las manifestaciones llegan a un desbordamiento, cuando hay tomas de carretera en forma total en donde no se permite la libre circulación, es ahí cuando viene el conflicto, nosotros iniciamos el diálogo, sin embargo se desborda el ímpetu que se da. Muchas veces se necesita y se obliga a que se utilicen los recursos que se tienen, repito,respetando los derechos humanos y cuando se llega a mediar, y hay mucha comunicación creemos que las protestas han sido efectivas y la circulación también y no ha habido ningún tipo de enfrentamiento», finalizó.
Castaneda del Icefi, concluyó el panel diciendo que «aún cuando podamos hablar de proyecciones económicas lo cierto es que si no se resuelve el problema económico eso se convierte en un problema de ingobernabilidad democrática, donde todos los sectores pierden y a partir de eso se requiere un pacto, un acuerdo fiscal de gran envergadura que prácticamente resuelve 3 preguntas: ¿cuál es el país que se quiere?, ¿qué medidas deben implementarse para lograr ese país? ¿qué se quiere, cuánto cuesta ese país que se quiere y cuánto se va a financiar?
Por su parte, Barquero mencionó que el poder está centralizado y que «no es positivo que un solo poder del Estado tome todas las decisiones», agregando que el gobierno debe escuchar a la sociedad civil para responder a las demandas sociales.
Mientras que el comisionado Jair Meza, opinó que «debemos empezar a trabajar desde ahora, unidos y con mucha comunicación».
Islas de la Bahía es el destino turístico por excelencia tanto para hondureños como para extranjeros y es también el territorio designado para la creación dePróspera, una Zona de Empleo y Desarrollo (ZEDE). Esta iniciativa fue puesta en marcha en mayo de 2020, mientras la población hondureña se concentraba en sobrevivir al tercer mes de confinamiento por la pandemia de COVID-19.
«¿Te perdiste el Carnaval y tienes curiosidad por las Ciudades Privadas Libres? ¡Hay una solución para ambos! El viaje para inversionistas de Sin Estado 2020 es al país centroamericano Honduras. Conocido por la tasa de homicidios más alta del mundo occidental, sigue siendo un lugar atractivo para vivir e invertir. Al obtener residencia, incluso puedes esperar la exención de impuestos sobre los ingresos extranjeros», con esta entradilla se promueve Roatán como el lugar perfecto para invertir sin pagar impuestos. El blog Staatenlos (Sin Estado), del suizo Christoph Heuermann, promueve en Suiza, Alemania y Austria (la región DACH) una combinación de turismo e inversiones en ciudades libres de impuestos, una de ellas es Roatán, en donde se ha puesto en marcha la ciudad modelo Próspera.
Próspera Economic Development Platform, es un proyecto acogido bajo la Ley Orgánica de las ZEDE, decreto legislativo número 236 del 24 de enero de 2013. Con el desarrollo de este proyecto, se crearía la primera ciudad modelo en Honduras que ha prometido turismo médico, educación superior y viviendas vanguardistas y sostenibles, también fortalecimiento y diversificación de la economía de la isla. Además, los socios de esta empresa esperan que distintas empresas nacionales e internacionales tengan éxito en esta jurisdicción.
Las ZEDE son áreas del territorio nacional que están sujetas a un régimen distinto o especial, donde los inversionistas extranjeros y nacionales estarían a cargo de la seguridad, resolución de conflictos y la política fiscal. Las únicas leyes nacionales aplicables en este pequeño territorio son la Constitución de la República y el Código Penal. En otras palabras, es una porción de Honduras que se convierte en un enclave.
La ZEDE que planifican desarrollar en Islas de la Bahía no es la primera ciudad modelo que se intenta materializar en el territorio hondureño. Entre 2013 y 2017, el sur del país fue seleccionado para crear empleos y atraer la inversión extranjera a través de esta modalidad. En los municipios de Amapala, Goascorán y Alianza daría inicio el megaproyecto que prometía la atracción de turismo y un centro logístico en el departamento del Valle. Esta idea tenía el visto bueno de la República de Corea del Sur, incluso, se firmó un tratado y se realizaron estudios de factibilidad para mostrar la seriedad del proyecto. Sin embargo, la ZEDE no se concretó.
Honduras Próspera LLC, antes llamada Sociedad para el Desarrollo Socioeconómico de Honduras, inscrita en Delaware, Estados Unidos en 2017, asegura en sus cuentas de redes sociales y el portal prospera.hn que este sería el primer Distrito Próspera en Honduras, pero que La Ceiba es otro punto del país en el que esperan crear otra ZEDE*, en la que se desarrollará un parque industrial, con la asesoría de una empresa consultora alemana.
Según la página web del proyecto: «Próspera se asocia con gobiernos como el de Honduras para promover y operar Distritos de Desarrollo Económico, similares a Zonas Económicas Especiales (ZEE). Estos distritos están integrados con las comunidades locales y tienen una gobernanza y una reglamentación semiautónomas. Con un marco legal de derecho común, reglamentaciones familiares y flexibles, una declaración de derechos, impuestos bajos y protección del medio ambiente, Próspera permite a los empresarios resolver problemas de manera estructural y responsable para el pueblo de Honduras y del resto del mundo».
En redes sociales y notas publicadas en las páginas web de los socios de la empresa, han dicho que se estima la atracción de más de 500 millones de dólares de inversión extranjera y la creación de 10 000 empleos a lo largo de los 5 años en los que se ejecutará el plan. Erick Brimen, venezolano, presidente del Consejo Ejecutivo de Honduras Próspera LLC, explica en diversas publicaciones de LinkedIn y Twitter que en este consorcio de inversionistas internacionales hay centroamericanos aportando económicamente al desarrollo de la iniciativa, pero que menos del 25 % del total del capital es de inversionistas hondureños.
Documentos de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, muestran cifras distintas a las expuestas por los socios de la empresa. En 2019, ofrecieron 400 000 dólares en acciones, de las cuales se vendieron 300 000 dólares. Este año pusieron a la venta 5 millones de dólares en acciones y solamente un cuarto de millón en acciones fueron vendidas. Se puede ver que el proyecto no avanza de la manera esperada y explicaría por qué han saturado las redes sociales para promocionar la ZEDE.
Contactamos a Brimen por mensajería de Twitter para hacerle preguntas al respecto. “Por ahora estamos comenzando con 58 acres pero tenemos opción de comprar aproximadamente unas 400 acres adicionales en total para seguir creciendo más adelante como en el corredor Norte en general, con La Ceiba en particular; también Cuyamel”, Brimen explica que esta iniciativa comenzó con 10 000 000 dólares* en capital semilla y que actualmente hay alrededor de 30 inversionistas en el proyecto. Sobre la venta de acciones no dio más detalles.
Brimen, sin embargo agregó que «Christoph no representa al grupo ni tiene rol de gerencia. Él es uno de varios compradores de acciones como un inversionista relativamente pequeño (menos del 0.5%). Principalmente a él le gusta mucho el proyecto porque reconoce que será atractivo para “digital nomad tourists” que lo siguen a el en sus blogs», refiriéndose a lo publicado en el blog Staatenlos de Christoph Heuermann.*
El desarrollo de esta ciudad modelo se dividió en 3 fases. La primera parte será Próspera Village, un espacio de 23.47 hectáreas en las que se desarrollarán viviendas. La formación empresarial y la aceleración de los negocios es otro de los objetivos a cumplir en la primera fase. El terreno a utilizar fue transferido a Próspera ZEDE y está listo para iniciar con la construcción de la infraestructura, indica el sitio web.
Algunos pobladores de Roatán comentan que esas tierras fueron adquiridas a través de vendedores privados y que la empresa ha tratado de hacer negocios con varios empresarios y habitantes de la zona para la compra de más terrenos. Brimen asegura que la compra / venta de tierras se ha hecho legalmente, entre partes privadas y que han adquirido los terrenos “de buenos vecinos buscando tener un impacto positivo socialmente inclusivo”.
La segunda fase abarca el desarrollo del Pueblo de Próspera, se trata de un plan de uso mixto compuesto de resorts, edificios educativos, un hospital privado, centros residenciales, comerciales, financieros y de negocios, parques y un paseo público frente a la playa. Esto se desarrollaría en 10 años. Para finalizar, se construirá la Ciudad de Próspera, que sigue los estándares internacionales sobre infraestructura, edificios y operaciones sostenibles.
Vista áerea de Coxen Hole, Roatán. Foto Deiby Yanes.
La resistencia local
En diciembre de 2017, los promotores extranjeros de Próspera llegaron a la isla para reunirse y hablar con los pobladores de las zonas aledañas al terreno en el que se construiría la ciudad modelo. En un inicio, ofrecían un proyecto turístico que atraería inversión extranjera al municipio. Los lugareños, específicamente los habitantes de Crawfish Rock, no se opusieron, pues el turismo es la actividad económica más importante en esta isla y han convivido con la inversión extranjera desde hace mucho tiempo.
Es hasta el 2020, cuando empiezan a salir notas de prensa y publicaciones en redes sociales, que los isleños se dan cuenta que Próspera no era solo una propuesta turística sino una ciudad modelo. Debido a esta situación, los patronatos empezaron a reunirse y a solicitar información acerca del proyecto que atenta con cambiar por completo su territorio.
El pasado 10 de agosto, mediante un comunicado, la federación de patronatos y distintas asociaciones civiles de la isla dieron a conocer que este proyecto ha causado incertidumbre, ya que este plan empezó a desarrollarse sin socializar o realizar una consulta popular. Agregan que se les ha violentado el derecho a conocer las consecuencias socioeconómicas, políticas y territoriales del mismo. Una de las preocupaciones expresadas es la idea de supeditarse a leyes extranjeras desconocidas, a la privación de los derechos de circulación en sus municipios y a ser expatriados dentro de su propio país por causa de utilidad pública.
«Considerando la preocupación sentida de diferentes sectores de la población en Islas de la Bahía, ya que la ley ZEDE en los artículos 25, 26 y 28 indica que no existe garantía alguna de que la propiedad privada no será EXPROPIADA por supuesto bien común. De esta manera son valederas las inquietudes de la población de la comunidad de Crawfish Rock (pertenecientes a uno de los 9 pueblos ancestrales, los Isleños de habla Inglesa), al ser expuestos ante el inicio supuestamente del proyecto promovido por Prospera Economic Development Platform (PROSPERA.HN) en esta localidad de la isla», indica el comunicado emitido y firmado en Roatán, Islas de la Bahía.
Óscar Hendrix, miembro de uno de los patronatos, comenta que después de la publicación del comunicado, el presidente del Consejo Ejecutivo de Honduras Próspera, se reunió con el patronato de Crawfish Rock, quienes serían los vecinos inmediatos de la ZEDE en caso de que la idea se materialice, para convencerlos de apoyar la iniciativa y desligarse del documento presentado a inicios de agosto. Incluso, los promotores de la ciudad modelo enviaron un documento, con fecha del 20 de agosto de 2020, a los pobladores de Crawfish Rock en el que se establecía que el patronato se desligaba del comunicado público y estaba de acuerdo con la creación de Próspera. Los miembros del patronato no firmaron.
«Entendemos que existen algunas preocupaciones en cuenta del actual gobierno de Honduras y las ZEDE en su generalidad. Sin embargo, estos grupos no nos representan ni estamos de acuerdo con su posición en su Comunicado Público en lo que se refiere específicamente a Próspera. Estamos trabajando activamente directamente con el Grupo Próspera, nuestra experiencia hasta ahora ha sido positiva y han apoyado a nuestra comunidad de muchas maneras desde que se convirtieron en nuestros vecinos incluso brindando a nuestros niños oportunidades educativas y a muchos de nosotros trabajos.
Agradecemos las intenciones de terceros, pero advertimos que pueden tener repercusiones negativas para nosotros y nuestra comunidad, ya que nuestros trabajos y oportunidades futuras están siendo puestos en riesgo por terceros que afirman incorrectamente representarnos. Tenemos acceso a una comunicación abierta con Próspera y plantearemos las inquietudes que tengamos, si las hay, directamente con el Grupo Próspera», indica la carta sin firma.
El 29 de agosto se realizó la elección de la junta directiva del Patronato de Crawfish Rock. Antes de iniciar con el proceso, se informó que solo aquellos que tuvieran 3 años o más viviendo en la zona podrían elegir o ser electos para formar parte de la directiva. Rosa Danelia Hendrix, presidenta de la Federación de Patronatos de Islas de la Bahía, dio a conocer que a pesar de haber socializado el lineamiento mencionado anteriormente, un joven que vive fuera de Crawfish Rock y trabaja con Próspera quiso participar en la elección. Teniendo en cuenta que no forma parte de la comunidad y hay un claro conflicto de intereses, la asamblea no lo permitió.
Estos ciudadanos también temen que esta ciudad modelo se expanda por el casco urbano de Roatán, ya que otra empresa ha solicitado permisos para una ciudad modelo en el municipio de José Santos Guardiola.
Cruceros en Mahogany Bay, Roatán, Islas de la Bahía. Foto Deiby Yanes
Christoph Heuermann, inversionista de Próspera y promotor de estos proyectos en su blog Staatenlos, comentó a Mikkel Throup en el podcast The Expat Money Show, que la idea es expandirse lo más que puedan: «empezamos con un poco de tierra en Roatán, pero quizás después de algunos años tengamos toda la isla, luego las islas vecinas y parte del continente, y luego nos convertimos en un país (…), el próximo Singapur, Hong Kong». Estas declaraciones fueron vertidas el 21 de febrero de 2019.
Un año después de la participación en el podcast, Heuermann, promocionaba en su blog una excursión para inversionistas a una isla fértil para inversiones, ya que cuenta con el proyecto de ciudades libres más avanzado a nivel mundial, refiriéndose a Próspera en Roatán.
La gira por el Caribe hondureño incluía bucear en la zona de los arrecifes de coral, conocer la playa, disfrutar de la vida nocturna en West End, conocer Utila y Cayos Cochinos. Pero el objetivo primordial era reunirse con los promotores de la ZEDE para informarse sobre los antecedentes de Próspera y visitar el terreno en el que se construirá la ciudad modelo.
A esto se suma una visita a Santa Elena, una pequeña isla que mide alrededor de 3 kilómetros de largo y 1.5 de ancho, en la que inversionistas suizos, alemanes y austriacos planifican crear una «micronación» que se especializa en educación y será una extensión de la ZEDE Próspera. Esta isla es la quinta más grande del archipiélago de Islas de la Bahía, cuenta con pocos habitantes y actualmente no es un destino turístico popular.
Un documento publicado por Christoph Heuermann, indica que 3 empresas de Alemania, Austria y Suiza han comprado la parte sin desarrollar del oriente de la isla de Santa Elena, un terreno con playa de aproximadamente 5 acres. Agregan que esto no se trata de cualquier proyecto, sino de un territorio con un acuerdo de asociación con las ZEDE en Roatán. La conexión a esta zona especial, aún no ofrecida, será preparada por la asociación en la que todos los consultores e inversionistas del proyecto principal son parte de la ZEDE. Los contribuyentes activos son Marc-Felix Otto de la empresa Advisory House, Rahim Taghizadegan del Instituto de Investigación Scholarium y Christoph Heuermann, quien se dedica a invertir en ciudades privadas.
Más que contradicciones en el ámbito legal, estos proyectos son la expresión de una política de Estado dispuesta a entregar territorio nacional al mejor postor, sin controles, con absoluta autonomía y libertad. La ley orgánica que regula estas zonas indica en su primer artículo que estas son parte inalienable del Estado de Honduras, sujetas a la Constitución de la República y al gobierno nacional. Sin embargo, los inversionistas y promotores de los megaproyectos hacen ver que ellos son los dueños de los territorios en los que serán desarrolladas estas ciudades y que tienen el derecho de imponer un sistema de justicia y policía propio y autónomo.
Para el abogado hondureño Julio Gaborit, las ZEDE violentan la normativa legal del país, a pesar de que este territorio siempre va a regirse por la Constitución de la República y el Código Penal. «Es como tener una casa y una persona propone comprar, no alquilar, una habitación en la que va a hacer lo que más le guste, sin importar las reglas que se hayan establecido en la casa», explica Gaborit. Agrega que puede haber conflictos entre la Constitución, los tratados internacionales y las leyes internas de la ciudad modelo.
Gaborit comenta que la manera en la que se explican las ZEDE en la ley orgánica, deja un vacío con el tema de los poderes del Estado, porque si hay una normativa interna aplicable solamente a ese territorio, tendría que crearse un poder legislativo para esta ciudad modelo, o si los asuntos legales de la zona serán evacuados, a través de la Corte Suprema de Justicia de Honduras, o si formarán un poder judicial aparte. «Solo porque se haya aprobado esta ley vía decreto legislativo, con el voto de los diputados, no implica que sea correcto. Así se han aprobado más leyes inconstitucionales e ilegales que afectan al país», puntualizó.
Arquitectura sostenible, obras inaccesibles El consorcio Zaha Hadid Architects (ZHA), en colaboración con AKT II y Hilson Moran Partnership, será el encargado de la construcción de las viviendas que estarán disponibles para los que estén interesados en habitar la ZEDE de Roatán. Las residencias Roatán Próspera, van desde pequeños apartamentos tipo estudio hasta casas familiares, y serán construidas a partir de materiales prefabricados de madera cultivada en la localidad. De acuerdo con ZHA, las residencias están diseñadas para atender las necesidades de los propietarios, por lo que el consorcio eligió la ubicación de los muebles, materiales, y la distribución de los interiores.
En teoría, el proyecto cuenta con aspectos ecológicos que incluyen la recolección de agua —mediante un tipo de sistema de deshumidificación— y paneles solares integrados que se conectarán a las baterías para almacenar electricidad, que también funcionarán como toldos de sombreado. El consorcio encargado de ejecutar el proyecto asegura en su propuesta que hacen un uso adecuado de la tecnología y que los desechos, la contaminación, la huella de carbono y la energía pueden reducirse mientras se logra una mejor calidad de construcción.
La arquitecta hondureña Fernanda Aguilar, comenta que a pesar de la propuesta vanguardista y ecológica que presenta el consorcio ZHA, es muy bien sabido en el mundo de la arquitectura que estos diseños y proyectos no son factibles, pues suelen ser costosos por su belleza y el mantenimiento que necesitan, son infraestructuras para una minoría, si es que pueden financiarlos.
Aguilar asegura que «no cabe duda de que las obras de Zaha Hadid son impresionantes, pero su mantenimiento y el impacto ambiental suelen ser un problema. Se sabe de edificios en los que el presupuesto no dio abasto al momento de mantenerlo, incluso hay dos proyectos que fueron demolidos por ser económicamente inviables». Agregó que en Honduras estas edificaciones serían un fracaso porque requieren un alto presupuesto, mano de obra calificada y un alto riesgo laboral.
Un ejemplo del riesgo laboral en las obras diseñadas por el consorcio ZHA, es la construcción del estadio Al Wakrah de Qatar, que será utilizado para la Copa del Mundo 2022. Oficialmente se comunicó la muerte de 3 obreros, debido a accidentes laborales. Algunas fuentes indican que son muchos más los trabajadores que han perdido la vida. Asociaciones humanitarias como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, han difundido comunicados denunciando las pésimas condiciones laborales en la construcción de estos estadios.
El centro Heydar Aliyev es otra obra invasiva y costosa que excluye a la mayor parte de la población, Hadid trabajó en ese proyecto con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, para ayudar a transformar la ciudad capital del país asiático en el próximo referente de la cultura mundial. El diseño para este centro, que lleva el nombre del padre del presidente Aliyev, ganó el premio al Diseño del Año 2014 del London Design Museum, mientras 250 familias fueron expulsadas de sus hogares para dar paso a la materialización del diseño que deleitó a los críticos de la arquitectura.
Brimen, por su parte asegura que “absolutamente no se puede hacer daño al arrecife, hay que respetar las zonas protegidas, y hay que replantar árboles que se corten x2; adicionalmente se está estableciendo un comité de adopción de mejores prácticas adicionales”, además explicó que los precios de las casas irán entre 25 000 dólares y 1 000 000 de dólares. “Anticipamos que las que se venderán más estarán entre $50k y $100k (para jóvenes profesionales), se empezarán a entregar viviendas antes de que acabe el 2021”, explicó a través de sus respuestas a nuestras preguntas en la mensajería de twitter.
Roatán en la pandemia Por ser un departamento cuya economía depende del turismo, Islas de la Bahía se ha visto sumamente afectado durante los casi 6 meses de la pandemia por COVID-19 en Honduras. La disminución de turistas y cruceros ha dejado a muchos de los habitantes sin ingresos fijos. Según el presidente de la Federación de Cámaras de Comercio e Industrias de Honduras, Menotti Maradiaga, en declaraciones brindadas a distintos medios de comunicación, el sector turismo ha dejado de percibir alrededor de 600 millones de lempiras al día, situación que pone en riesgo la estabilidad laboral de un estimado de 150 000 empleados.
Rony Alemán, empresario de la ciudad de Roatán explica que la cuarentena fue un duro golpe a su economía, tanto en su negocio como a nivel familiar. «Nos hemos visto muy afectados, lastimosamente los cruceros no están entrando, lo que significa que el transporte turístico está parado», explica Alemán, quien se dedica a brindar el servicio de transporte a los turistas que llegan a vacacionar a la isla. También menciona que los hoteles han estado alojando únicamente a nacionales que regresaron del exterior por la ausencia de veraneantes.
En cuanto a la apertura económica de este sector —anunciada por la ministra Nicole Marrder, a mediados de agosto— el empresario comenta que la afluencia de turistas es mínima, ya que solo han ingresado ciudadanos hondureños. Agregó que están a la espera de que el ferri vuelva a funcionar normalmente, ya que los turistas han estado entrando solamente vía aérea en viajes onerosos, lo que implica menos turistas.
Muchos pequeños y medianos empresarios, como Alemán, están sufriendo las consecuencias de un cierre total de país que no fue planificado y que tampoco ofreció soluciones o alivios verdaderos a aquellos que viven del turismo.
A esto se suma la situación precaria del Hospital Público de Roatán, que al inicio de la emergencia sanitaria no contaba con los insumos de bioseguridad necesarios para atender pacientes y proteger al personal médico. Hasta que se confirmó el primer caso de COVID-19 en la isla, las autoridades sanitarias comenzaron a tomar en serio la situación. En cuanto a la unidad de coronavirus del hospital, el espacio es reducido y solamente puede albergar a 15 o 20 pacientes. Debido a la poca capacidad de esta sala, se habilitó otra en la que se le puede dar atención a 30 pacientes más.
A pesar de ser el hogar de más de 50 000 personas y el destino turístico por excelencia en Honduras, Roatán no cuenta con la infraestructura hospitalaria adecuada para atender a su población, mucho menos para una pandemia. Un hospital y 2 centros de salud son los únicos establecimientos de salud que están a la orden para todos los habitantes. Solo aquellos que tienen una mejor posición económica, pueden acudir a la clínica privada que está en la isla.
Mediante comunicados, elección de juntas directivas y reuniones, los pobladores de Crawfish Rock han mostrado su preocupación y desconcierto. Óscar Hendrix califica de sospechosa la manera de proceder de estos empresarios involucrados en el desarrollo de la ZEDE, ya que, en plena pandemia, cuando la mayoría de la población está en casa y no cuenta con los medios o recursos para manifestarse, sale a la luz la iniciativa de crearla atentando contra la normativa interna establecida en la isla. A pesar del encierro, Hendrix asegura que «la gente ya está enfilada, porque siente que no fueron sinceros con la población y que están viéndoles la cara».
Mientras tanto, Staatenlos ofrece trabajo a austriacos, suizos o alemanes que quieran ir a vivir a Roatán y ser una especie de capataces europeos de un proyecto habitacional en playas vírgenes en la isla de un país que entrega su territorio para enclaves libres de impuestos, con su propia ley y policía. Unsere mikronation, nuestra micro nación, la llaman para atraer inversionistas y aventureros que, como en las películas western, estén dispuestos a vivir en la ciudad modelo de uno de los países más pobres, violentos y corruptos del mundo.
Aclaración:
*La ZEDE en La Ceiba será un distrito dentro de la misma ZEDE Próspera de Roatán.
*En el texto publicado el pasado miércoles 2 de septiembre se colocó por error que el capital semilla de Próspera fue de 10 000 dólares, sin embargo la cifra real es de 10 millones de dólares.
*En el texto publicado el pasado miércoles 2 de septiembre no se colocó la respuesta que el señor Erick Brimen dio con respecto a las opiniones del inversionista Christoph Heuermann, sin embargo en la nota no se menciona en ningún punto que éste último sea vocero del proyecto. Sus opiniones son relevantes por la atracción que hace de turistas, la oferta de trabajo a extranjeros dentro del proyecto y porque es un accionista del mismo.
Los restaurantes que aún persisten a pesar de la expansión de la COVID-19, en este momento preciso y con las condiciones sanitarias, se debaten entre 2 decisiones difíciles: cerrar o continuar. Muchos restaurantes han cerrado y los que aún continúan abiertos lo hacen a través de los servicios de entrega a domicilio, funcionando al límite de sus capacidades.
En lugares como Valle de Ángeles —a unos 30 kilómetros de Tegucigalpa y más conocido por sus artesanías y la postal con las alas de ángeles—, muchos restaurantes han cerrado por no poder sostener las planillas y los costes durante los 6 meses que suma la crisis sanitaria en Honduras. La situación no ha sido muy diferente en el casco histórico de la ciudad de Tegucigalpa, donde algunos restaurantes mantienen sus puertas cerradas como el restaurante de comida vegetariana Govinda ‘s.
En su comunicado del pasado 7 de mayo, el Consejo Hondureño de la Empresa Privada, indicaba que «la industria de restaurantes en Honduras consume el 30 % de la producción del sector agroalimentario, un 38 % del sector avícola y es responsable de la generación de más de 110 000 puestos de trabajo de manera directa y más de 500 000 de forma indirecta».
Hasta la noche de este 1 de septiembre, Honduras contabilizó un total de 61 769 casos confirmados (más de 20 000 casos nuevos en el último mes) de COVID-19 y 1888 fallecidos. Esta constante sostiene las condiciones de precariedad del sistema sanitario nacional y reduce las posibilidades de una reapertura constante, la misma se ha interrumpido precisamente por el temor a una mayor propagación o la incapacidad en algunos sectores de garantizar las condiciones de bioseguridad.
El 31 de agosto, en una conferencia de prensa, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud, alertó que la reapertura de actividades económicas sin control son propicias para el desastre: «ningún país puede pretender que la pandemia simplemente se ha terminado. El virus se propaga rápidamente y una apertura sin control es una receta para el desastre».
Selvin Barralaga, viceministro de Turismo de Honduras, aseguró el pasado 5 de agosto, en una entrevista concedida a LTV Honduras, que el gobierno hondureño ha otorgado a través de Banprovi 500 millones de lempiras para el sector turismo, esto —dijo— es parte de la estrategia gubernamental «Honduras Solidaria». En junio, el gobierno habló también de la pérdida de al menos unos 100 000 empleos en el sector. Barralaga explicó que junto al turismo y la industria de los cruceros, los restaurantes han sido los sectores con mayor afectación, producto de la emergencia sanitaria declarada el pasado mes de marzo en el país.
Los restaurantes que se resisten a desaparecer —aquellos que no pertenecen a una franquicia internacional y que no han sido beneficiados con las medidas fiscales que presume el gobierno hondureño y a los que no les ha llegado algo de los 500 millones de lempiras, aprobados para paliar los efectos de la pandemia— enfrentan el futuro con la incertidumbre de no saber si serán los próximos en cerrar definitivamente.
Dos hombres son atendidos por una bartender de uno de los cafés de Expresso Americano, ubicado en el Paseo Liquidámbar del casco histórico de la capital hondureña. Tegucigalpa, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín CálixEn la entrada de El Conquistador, restaurante para el que trabaja desde hace una semana, Pamela, de 28 años, desinfecta a cada cliente que entra. Pamela es madre de 2 hijos y ha tenido que enviarlos con los abuelos de estos porque durante 5 meses y medio no trabajó, luego de que a principio de la pandemia el restaurante anterior para el que trabajaba cerrara, ahora lo hace por 150 lempiras diarios haciendo turnos de rotación para que otros compañeros, como ella, puedan trabajar. Valle de Ángeles, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix José, mesero de El Conquistador, atiende a un cliente tomando las medidas de bioseguridad. En Valle de Ángeles, restaurantes como El Conquistador, han comenzado a atender clientes dentro de sus instalaciones, ubicándolos mesa de por medio. Valle de Ángeles, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín CálixUna joven prepara las raciones de alimentos para los platillos que deben enviar a domicilio en Monchis Rest, y aunque el restaurante está abierto para los clientes, la afluencia aún es muy reducida. Valle de Ángeles, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín CálixDelicias del Valle ha reducido de 12 a 2 los empleados que trabajan durante la pandemia. Durante los primeros 4 meses de emergencia sanitaria por la COVID-19, este restaurante se mantuvo cerrado de manera absoluta. Valle de Ángeles, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix
Una pareja come dentro de un restaurante. Las nuevas medidas adoptadas por gobierno permiten esto en algunos lugares del país que se encuentran en Fase 1 de la reapertura. Valle de Ángeles, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix
El Avenida Café, ubicado el Distrito Hotelero San Martín, tuvo que cerrar definitivamente como resultado de la cuarentena decretada por el gobierno hondureño el pasado mes de marzo ante la inminente expansión de la Covid-19 en el país, ahora solo ha quedado el local ubicado en Plaza Las Hadas, una plaza comercial sobre el Anillo Periférico. Tegucigalpa, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix Un letrero de «no pasar» evita el ingreso a la zona de restaurantes en Casa Quinchón, en el centro histórico de Tegucigalpa. 28 de agosto de 2020. Foto: Martín CálixIsaac López, de 30 años, socio fundador de La Tertulia Bistro —un café ubicado dentro de Casa Quinchón— atiende una llamada telefónica mientras espera clientes. La Tertulia Bistro ha vuelto a abrir al público apenas hace 4 semanas, este café es uno de los 4 restaurantes que sobreviven a un total de 12 en Casa Quinchón, a quien La Tertulia ha pagado 33 000 lempiras, aún durante los meses de cierre total. Tegucigalpa, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix Detrás de un plástico que funciona como barrera protectora, una cocinera prepara alimentos en Baleadas Lourdes del Mercado Los Dolores. Tegucigalpa, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín CálixUna joven atiende a un cliente en Deli Mex, un restaurante de comida mexicana ubicado en el centro histórico de la capital hondureña. Tegucigalpa, 25 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix
Una mujer espera ser atendida en una heladería artesanal en Valle de Ángeles. 28 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix
En algunos restaurantes han habilitado zonas de limpieza que incluye un manual de desinfección. Valle de Ángeles, 26 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix
Las calles de Valle de Ángeles, lucen casi vacías ante la ausencia de turistas debido a la emergencia sanitaria decretada por el gobierno hondureño el pasado mes de marzo ante la expansión de la COVID-19 en el país. Valle de Ángeles, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix
Govinda`s es quizá el único restaurante de comida vegetariana en el casco histórico de la capital hondureña, y luego de 5 meses de pandemia continúa cerrado al público. Tegucigalpa, 28 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix
En La Truckería, ubicado en el Distrito Hotelero San Martín, un joven toma pedidos para ser enviados a través de los distintos servicios de entrega a domicilio disponibles en Tegucigalpa. 25 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix
Como un parto colectivo definió Katto Salinas a su iniciativa que lleva por nombre Aleras y que «ha logrado subsistir por ese apoyo y por ese consumo local de las mujeres», recalcó. Aleras es una marca de toallas menstruales y accesorios ecológicos enfocada en la menstruación sostenible.
«Para mí la educación menstrual es un punto estratégico para el desarrollo social, junto con el uso y la elaboración de productos ecológicos hechos a mano, porque son hechos desde otra cosmovisión, son hechos desde esa lógica de menstruar en tela aún teniendo millones de opciones desechables y descartables a las manos. Creo que es rebeldía pura, es transgresor, es resignificar la manera en que yo recojo mi sangre menstrual», nos comentó Katto, en relación con lo productos que elabora y las actividades que realiza, porque además de la venta de los accesorios se dedica a la ejecución de talleres sobre educación menstrual.
Katto nos contó que antes de que Aleras naciera, ella había sufrido un accidente que la dejó sin poder caminar durante seis meses, «yo estaba en medio de una crisis como esta, pero me aferré a mi sueño y logré materializarlo. Ya tengo más de dos años y vamos dándole para adelante».
Katto Salinas emprendió este sueño que comenzó en 2017, pero que se concretizó el 17 de junio de 2018, gracias al apoyo de otras mujeres y amigas, que impulsaron su proyecto. «Yo soy quien se encarga de todo, de los inventarios, de costurar, de elaborar patrones, de generar las ideas que quiero para las imágenes, de crear algunos que otros diseños», nos comentó.
Aleras va más allá de vender solo un producto, ya que también nace como una iniciativa desde la economía de los cuidados feministas. Katto nos contó que es ella quien se encarga de la asesoría en el uso de todos los accesorios: «yo soy activista y además educadora menstrual, y en lo personal he llevado un proceso de sanación bastante amplio, desde diferentes perspectivas, y eso me ayuda mucho a sanar, a menstruar sin dolor, a menstruar desde otro punto y desde otra realidad».
Katto hace el acompañamiento de, al menos, los tres primeros meses de uso de las copas menstruales: «es una experiencia muy bonita porque vas mirando que aunque sean mujeres del área urbana, con alta formación académica, desconocen muchas cosas, y es que nadie nos las enseña, nadie nos dice que la copa va a una vulva y que no te tenés que quitartela cuando orinás, porque orinás por la uretra que se encuentra abajo del clítoris. Nadie te dice que tenés que pedirle permiso a tu cuerpo y contarle que vas a usar una copa o cualquier otra cosa, que tenés que armonizar tu cuerpo para ir poco a poco cediendo y así tener otra relación. Es importante ser consciente de que si el útero duele es porque hemos gestado dolor en él y no solo porque la regla duele y así es, como de manera equivocada nos han dicho».
Aleras promueve la menstruación sostenible y consciente, y se enfoca en la salud sexual y menstrual de las niñas y mujeres. Además pretende concientizar sobre la cultura y la diversidad menstrual, ya sea informando desde otras narrativas a nivel de redes sociales o también brindando talleres de manera presencial.
«Dada la pandemia modificamos algunos de los talleres. Hace poquito dimos una jornada de diálogos menstruales y ahora estamos planificando otra, enfocada en esa resignificación y en la mejora de la relación con el útero, su sanación y el menstruar conscientemente, más allá de solo usar un producto ecológico también menstruar con el cuerpo, con el ser, porque la menstruación no es algo que nos pasa, es algo que vivimos y que somos», nos comentó Katto, y agregó que en Aleras, por ejemplo, no se habla de higiene, sino de gestión menstrual por el hecho de que es importante reconocer que la menstruación no es algo sucio.
«La construcción de la menstruación, de la vulva, de los órganos genitales femeninos ha sido asentada en la construcción del pecado, del morbo, de lo sucio, y nosotras lo negamos», dijo Katto. A partir de eso, Aleras pretende posicionar la gestión integral de la salud menstrual y esto incluye el acceso a la información, al agua potable, a un lugar privado donde una mujer pueda cambiar su toalla, el acceso al producto adecuado según su realidad: «yo miro muy violento, por ejemplo, ofrecer la copa menstrual a una niña o a una mujer del interior que no es consciente del cuerpo que posee, del territorio que tiene».
Katto está organizando un proyecto sobre alfabetización corporal y menstrual de niñas jóvenes y mujeres adultas: «es necesario para poder politizar este cuerpo que habitamos y definir de nuevo esta parte nosotras, esto que forma parte de nuestras vidas, de nuestro ser y que es el quinto signo de salud vital», dijo.
Aleras también ofrece libros sobre educación menstrual, sanación del útero y la resignificación de la menstruación desde el conocimiento ancestral y la ginecología natural, porque para Aleras la autogestión de la salud, el habitar de manera consciente el cuerpo y el útero es necesario para sanar. «Si nosotras habitamos conscientemente el cuerpo ganamos y somos conscientes de crear y construir juntas esas herramientas de autodiagnóstico y de sanación que ya nos han dejado nuestras abuelas, nuestras mamás, nuestras tías, nuestras ancestras. En octubre voy a empezar a lanzar una convocatoria para más talleres sobre educación menstrual y otros enfocados en ginecología natural», comentó Katto.
El año pasado hicieron giras para dar clases sobre educación menstrual y elaboración de toallas de tela. Estas fueron dirigidas a niñas cafetaleras en la zona de Santa Elena, La Paz, y en Santa Bárbara. «Este año también teníamos planes de más giras, pero por la pandemia no se pudo, sin embargo esperamos que el otro sí podamos realizarlas», finalizó Katto Salinas.
El objetivo principal de Aleras es velar por el bienestar del cuerpo de las mujeres, y eso también significa reconocerlo como parte del medio ambiente. El primer producto que ofrecieron fue la toalla menstrual Aleras, de manera posterior introdujeron la copa menstrual, también toallitas de algodón que se utilizan para secar la vulva después del baño, jabones para lavar las toallas, un libro menstrual con información básica, almohadas terapéuticas y antifaz para cólicos menstruales hechos de hierbas, semillas y maceración de aceites. Katto nos comentó que pronto ofrecerán calzones menstruales y lencería de algodón que permitan la respiración adecuada de las vulvas y otros productos que ayudarán a mejorar los síntomas premenstruales que sienten muchas mujeres.
Podés contactarte con Aleras, a través de su página de Instagram Aleras, y en su contacto de whatsapp +50431573694
Estos días han sido agotadores, a veces despierto y me gustaría que todo fuera diferente. La sensación de querer irme del país, en busca de otras oportunidades, ha aumentado porque aquí cada vez es más difícil sobrevivir, digo sobrevivir porque en Honduras no vivimos, sobrevivimos y resistimos. Pero luego pienso en todo lo que significa Honduras: mi familia, mis esfuerzos por estudiar y ser lo que soy; su gente, ese amor que la caracteriza y las ganas de luchar por la dignificación. Todo eso me retiene.
Cuando comenzó la cuarentena, pensé que soportaría todas las cargas laborales, personales y académicas. Después de más de cinco meses puedo decir que no ha sido tan fácil, mis ánimos y ganas de hacer las cosas que antes hacía se han agotado y estoy segura que alguien al leer esto se sentirá identificado. De hecho, escribir esto me ha costado, tengo tantos sentimientos de enojo, tristeza y ganas de llorar, porque he sentido que he perdido gran parte de mi vida: la cercanía de la gente, poder abrazarla y sentir que todo está bien.
Quiero pensar que la pandemia acabará pronto, pero pensar en la realidad a la que nos enfrentamos me preocupa mucho. Pienso en todos los saqueos y el robo que le han hecho a este país quienes administran el Estado, y a veces me pregunto: ¿cómo puede existir gente tan mala?, le han hecho tanto daño a este país, pero pretender robarle las esperanzas a un pueblo en medio de una pandemia es hasta inhumano.
Han sido muchos los sectores que se han visto afectados, digo muchos, porque esa es mi percepción, pues los sectores privilegiados, como las grandes trasnacionales han funcionado durante toda la crisis, de hecho se han lucrado de ella, la banca por ejemplo, sigue generando sus ingresos, ¿o díganme si saben de alguien que ha dejado de utilizar los bancos? Como es de esperarse aquí los pobres son los que más sufren cualquier crisis.
Es claro que no contamos con una respuesta humanista a la actual crisis, al contrario la respuesta del Estado ha sido militarista y represiva. Han utilizando todos los recursos, desde las armas hasta los medios de comunicación, a través de la sobreinformación y desinformación que, a diario, la mayoría de los grandes medios transmiten y solo profundizan más en el pánico, con lo que aumentan la ansiedad, el estrés, el miedo y la depresión. El gobierno no brinda ninguna alternativa para frenar con estas otras enfermedades que afectan a una gran parte de la población hondureña.
Hace unos días enfermé y cuando busqué asistencia médica en una clínica privada me la negaron, solo puedo decir que fue una horrible experiencia. Encima de todo me quedé sin trabajo. Todo esto me ha generado un sentimiento bien fuerte,porque además mi carga académica en este periodo de la universidad fue bastante intensa y bajo un sistema de clases online.
Siempre he dicho que esta crisis nos ha afectado a todas y todos, de una u otra forma, por eso es necesario hacer replanteamientos de luchas, en la cual todos los sectores que históricamente hemos sido marginados (movimientos de mujeres, movimientos campesinos, movimientos indígenas, el sector estudiantil, entre otros) nos aglutinemos y luchemos por una emancipación de nuestro territorio, que nuestras luchas sean por un bienestar colectivo y humanista.
No podemos permitir que los «poderosos» nos sigan colonizando y saqueando, debemos seguir luchando. Salir a las calles, ya habrá momento para eso, pero por ahora es la lucha por no perder la esperanza de que podemos liberar este país, de seguir organizándonos en los espacios que están proponiendo verdaderos cambios para el bienestar colectivo. No podemos perder la empatía, ese sentimiento de amor que caracteriza a la especie humana, el querer ver feliz a las personas que apreciamos y ver como nuestras amigas, amigos y familiares salen adelante en un país tan bonito, pero difícil como Honduras.
Hace unos días, el doctor Juan Alemendares de la organización Madre Tierra, escribió el artículo Pandemia por el pánico, donde decía que «en el caso de Honduras el ochenta por ciento de los hondureños son pobres, tenemos un déficit de más de cien mil viviendas y los que tienen su casita viven prácticamente hacinados, de tal forma que no pueden permanecer en casa más de un día porque de lo contrario no comen y sus hijos pueden morir, Por lo tanto, tienen que desplazarse y como estamos en un régimen represivo y un Estado de excepción, si rompen esta regla son encarcelados, o bien, expuestos a gases lacrimógenos que no solamente hacen llorar si no que matan porque dañan los pulmones y los exponen al daño viral». Y yo agrego a esto que, a pesar de toda la adversidad, revivir la esperanza y regalarnos una sonrisa en tiempos de pandemia puede ser el acto más revolucionario que alguien puede dar.
Luego de casi 6 meses, Honduras sigue en estado de emergencia por la pandemia de COVID-19. Las medidas de confinamiento absoluto se han ido levantando de forma paulatina, a pesar de que los casos siguen subiendo de forma vertiginosa en todo el país. En entrevista con Contracorriente, el científico hondureño Marco Tulio Medina, miembro del equipo para el ensayo Solidaridad de la OMS en Honduras, advirtió que la vacuna podría llegar al país entre marzo y mayo de 2021. Además dijo que este ensayo probó que la hidroxicloroquina y el lopinavir no son tratamientos efectivos contra la enfermedad y que ante la poca capacidad para hacer pruebas, las zonas rurales de Honduras se encuentran en mayor riesgo de seguir aumentando en contagios.
En Honduras, los primeros casos de COVID-19 fueron anunciados por el gobierno, el 11 de marzo de 2020. Han pasado casi 6 meses y 60 000 contagios se han confirmado, mientras el confinamiento se ha ido flexibilizando, ya que se ha reactivado la economía gradualmente. Mientras tanto, no hay certeza sobre en qué fase está la pandemia en el país, especialistas afirman que el gobierno no está realizando las suficientes pruebas para determinarlo.
Al realizar menos pruebas, los contagios confirmados se han reducido, sin embargo, el jueves 27 de agosto fue el día con mayor cantidad de muertes al registrarse 56 decesos por COVID-19, según el Sistema Nacional de Riesgos (Sinager). Hasta el viernes 28 se contabilizaban 1827 muertes y 58 810 casos.
Para conocer más sobre el comportamiento de la pandemia después de 6 meses, Contracorriente consultó al científico hondureño Marco Tulio Medina (MT), exdecano de la facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Autónoma de Honduras (UNAH). El especialista en neurología también es miembro del equipo hondureño del estudio Solidaridad, impulsado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este ensayo busca tratamientos efectivos contra la COVID-19.
Fotografía: Presencia Universitaria
CC. Después de casi 6 meses que se detectó el primer caso en Honduras ¿En qué momento está la pandemia en nuestro país?
MT Como sabemos, al inicio los primeros focos fueron en San Pedro Sula y Tegucigalpa y la cuarentena inmediata, durante varias semanas, evitó que la progresión se acentuara de una manera brusca, pero la imposibilidad de que la mayoría de la población hondureña pudiera permanecer en cuarentena debido a los niveles de pobreza extrema, obligaron a las personas a salir para encontrar sus alimentos.
Aunque oficialmente había una cuarentena, desde el punto de vista no oficial, las personas empezaron a salir al cabo del primer o segundo mes. Esto provocó brotes en muchos lugares, el primer epicentro de la epidemia fue San Pedro Sula y luego Tegucigalpa, después se dispersó el virus por todo el país.
CC. ¿Y en este momento cómo estamos?
MT En este momento uno de los problemas que tenemos para valorar cómo está la pandemia es la limitada cantidad de pruebas de PCR y sabemos que hay un importante subdiagnóstico de personas afectadas. No se tienen las pruebas o la respuesta de las mismas llega de manera tardía.
La forma indirecta como se ha podido valorar es con el número de pacientes hospitalizados graves o los pacientes que han muerto. Particularmente creo que el criterio más importante es el nivel de hospitalización, que se ha reducido en San Pedro Sula y Tegucigalpa, en esas zonas del país parece ser que la pandemia está en un descenso, no obstante, existe el riesgo, dada la reapertura de que podamos tener un rebrote.
CC. Ese subregistro del que habla, ¿ustedes tienen una estimación de cuánto podría ser?
MT Mire, eso representa algo así como el 0.5 % de la población hondureña. Estudios en otras partes del mundo como España o Chile, prácticamente plantean que esa cifra podría andar, eventualmente, hasta 5 veces más de la reportada oficialmente. Si incluimos los casos asintomáticos, los datos de la universidad apuntan a —y lo apuntaban desde hace algunos meses— que la pandemia para estas épocas, tendría que andar entre unos 200 000 o 300 000 hondureños que tienen la enfermedad, sobre todo en zonas que no tienen acceso a pruebas, hay muchos que no han tenido la posibilidad de hacerse una prueba.
CC. ¿Y en el resto del país cómo avanza la pandemia?
MT La circunstancias han sido un poco diferentes, para poner un ejemplo, en zonas aisladas del país como la Mosquitia o incluso Roatán, ha habido un problema serio por su dispersión rápida y sobre todo enGracias a Dios, con limitado apoyo de salud. Creo que en este momento Honduras se encuentra en unas circunstancias, sobre todo en los grandes centros urbanos, de reducción de la pandemia, pero con el riesgo enorme de tener un rebrote.
En los grandes centros urbanos, los datos indirectos, relacionados con saturamiento de las unidades de cuidados intensivos en los hospitales, que se ha reducido en las últimas semanas, implica que estamos en una fase de meseta o en una pequeña reducción del problema, pero corremos el riesgo de un rebrote si no seguimos medidas estrictas de salud pública.
CC. ¿Mencionar meseta es sinónimo de que la pandemia está en su pico y luego viene la reducción?
MT En este caso estamos hablando de una reducción. La palabra correcta sería una discreta reducción de la progresión de la enfermedad.
CC. ¿Pero esto solo en las ciudades que fueron epicentro al inicio?
MT En el resto del país tenemos muchas dudas de qué está pasando por la falta de datos. Casualmente, en los datos que han sido evaluados por la UNAH y el Departamento de Epidemiología, se observa que Cortés y Francisco Morazán, están en alto, pero Valle y Atlántida, tienen muchos casos y Gracias a Dios tiene cifras bastante importantes.
Y de las tasas de defunción, Gracias a Dios es la tercera con más defunción después de Cortés y Francisco Morazán. Ahí ha sido bastante grave porque no hay posibilidades. Hay zonas del país en las cuales el nivel de saturación es bastante. Por ejemplo de alerta roja ha estado el hospital de La Paz (88 % de ocupación), el de Roatán, el de Tela (94 % de saturación) y en hospital San Francisco de Juticalpa (102 % de saturación). Hay un grupo de centros médicos saturados, tal vez en Tegucigalpa ha bajado, pero en otras partes no está tan bajo.
Estas cifras representan un subregistro por un específico factor y el limitado de pruebas de PCR; el limitado número de máquinas, los problemas relacionados con reactivos; el daño de algunos de estos equipos que no ha sido reparados y la limitación de los recursos humanos. Todo esto ha provocado que no tengamos el número de pruebas que se requieren para revisar con mayor certeza la evolución de la pandemia.
CC. ¿Esta larga cuarentena ha servido o solamente ha dado una falsa percepción de control?
MT Claramente que ha servido para evitar un colapso total de un sistema de salud muy débil. Realmente ha evitado que Honduras entre en un caos desde el punto de vista de salud pública. Creo que la implementación de las zonas de triaje, los hospitales intermedios donde se atiende de forma temporal a los pacientes y las brigadas, más que la población ha empezado a entender la necesidad del uso de medidas preventivas, han ayudado al control de la pandemia.
CC. ¿Se están tomando las medidas adecuadas o qué se debe hacer?
MT. Se debe de seguir implementando medidas a nivel del sistema de salud, que debe claramente fortalecerse. Debe haber una gran transparencia de los recursos, los materiales de bioseguridad deben tener una alta calidad porque ya vemos que ha muerto una gran cantidad de personal en el sistema de salud. También es crucial aumentar el número de pruebas y una vigilancia epidemiológica cuidadosa.
CC. ¿Es posible la reinfección en personas que se reportaron como recuperadas?
MT Ha habido varios problemas de esta situación, particularmente en Hong Kong, Bélgica y Holanda. Aunque es raro esta condición, determina un factor que debe de pensarse que la inmunidad por el virus tal vez sea transitoria y que con esto tendrá que tomarse enormes consideraciones al momento de la aplicación de las vacunas y la necesidad de las personas que ya han sido infectadas sigan tomando las precauciones correspondientes.
CC. Y del estudio Solidaridad de la OMS, ¿qué puede decirnos?
MT El estudio Solidaridad, es sumamente importante y Honduras ha venido participando con 5 hospitales. Ha brindando información científica muy relevante particularmente que la hidroxicloroquina y el lopinavir no son efectivos y seguirá dando datos valiosos.
CC. ¿Honduras podrá acceder a la vacuna rápidamente una vez sea aprobada?
MT Está siendo valorada por la OMS, dependiendo de los resultados de las vacunas que están más avanzadas (Oxford, Estados Unidos, 3 de China, Rusia), con base en ellos en qué momento se utilizarán, pero se estima que alrededor de marzo o mayo del próximo año.
Estamos ante una pandemia cuya única alternativa son las medidas preventivas y un seguimiento epidemiológico cuidadoso.
Hasta el jueves 27 de agosto se contabilizaban 56 649 casos positivos de COVID-19 en todo el país, de los cuales 902 se encuentran hospitalizados. Estas cifras indican una disminución de casi el doble de hospitalizaciones en comparación con el mes pasado. El gobierno de Honduras ha gastado un total de 1 268 600 000 millones de lempiras (50,7 millones de dólares) entre la adquisición de 7 hospitales móviles, contratación de 11 empresas para las obras de instalación y 2 consultores para supervisar la instalación y operación de los mismos, un gasto que no ha sido reflejado en la atención sanitaria requerida, ya que después de 5 meses, solo 2 de los hospitales han llegado al país y están próximos a ponerse a disposición de los pacientes. Las empresas contratadas para la instalación de los hospitales móviles tienen una larga historia en procesos de contratación irregulares.
La junta interventora de Inversiones Estratégicas de Honduras (Invest-h), anunció este lunes que los 2 hospitales móviles que llegaron desde Turquía el pasado 10 de julio, casi han completado su proceso de instalación en los planteles ubicados en San Pedro Sula y Tegucigalpa. Estos son los primeros de un total de 7 centros hospitalarios que esa institución compró por 1200 millones de lempiras (48 millones de dólares) a Elmed Medical Systems. Ante diversas denuncias e irregularidades, este proceso de adquisición está siendo investigado por el Ministerio Público (MP).
La compra millonaria de Invest-h no contemplaba la instalación de los hospitales móviles al llegar a Honduras. Para esa tarea —la institución que hasta junio presidía el ingeniero Marco Bográn— contrató a 11 empresas y 2 consultores para ejecutar y supervisar las obras de instalación de la gran apuesta en infraestructura del gobierno, ante la emergencia por la COVID-19. Estas empresas, que en su mayoría ya habían sido beneficiadas con contratos estatales previo a la pandemia, recibirán un total de 68 millones de lempiras (2,7 millones de dólares).
Sin embargo, los tiempos de contratación se diluyen ante la tardanza de la empresa que envía los módulos de aislamiento, y las irregularidades en los procesos parecen incrementar cada día. En este caso, Contracorriente encontró que al menos 4 de las empresas encargadas de la supervisión e instalación de las obras, participaron en procesos y obtuvieron beneficios en acuerdos de contratación del desaparecido Fondo Vial, una dependencia gubernamental que fue liquidada por el gobierno de Juan Orlando Hernández en 2017 y que ha sido investigada por el MP y la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC), por otorgar contratos a empresas utilizadas para el lavado de activos.
Las empresas para instalación
Hasta su desaparición vía decreto ejecutivo, el Fondo Vial era la institución encargada de dar mantenimiento a la red vial del país. Para lograr esta tarea constantemente firmaba contratos con diversas empresas, ese fue el caso del proyecto Mantenimiento Periódico y Rutinario de la Red Vial no Pavimentada, en la cual adjudicó en 2012 un total de 48 contratos para el mantenimiento de 53 sectores de la red vial no pavimentada en todo el país.
Uno de esos contratos fue adjudicado a la Inmobiliaria Rivera Maradiaga (Inrimar), cuyo gerente general era Devis Rivera Maradiaga, un narcotraficante confeso, líder del cártel de Los Cachiros. Maradiaga, como testigo protegido de la Fiscalía de Nueva York, ha vinculado actos criminales con importantes figuras del gobierno hondureño, como el expresidente Porfirio Lobo y el actual presidente Juan Orlando Hernández.
También, entre las empresas que fueron beneficiadas en ese mismo proceso —que ha sido señalado como irregular y que en su momento fue examinado por la ATIC— se encuentran 4 que están encargadas de las obras para la instalación de hospitales móviles comprados por Invest-h.
Las empresas parte del proyecto para la instalación de los hospitales, que en ese entonces fueron beneficiadas con contratos al igual que Inrimar, fueron: Constructora Serrano Colindres (Cosco), Servicio de Mantenimiento y Construcción (Sermaco), Maquinaria y Proyectos (Mypsa), y Servicios de Ingeniería Salvador García y Asociados. Estas empresas presentaron ofertas independientes y firmaron contratos individuales.
En el caso de Cosco, el proyecto de 2012 otorgado por el Fondo Vial fue un contrato por 17,8 millones de lempiras para encargarse del mantenimiento del sector 22 de la red vial del departamento de El Paraíso. No hay informes de auditoría o reportes disponibles que confirmen la ejecución del mantenimiento vial requerido en el contrato.
A través de los años, esta empresa ha estado vinculada a otros proyectos de mantenimiento de la red vial. Un ejemplo son dos contratos firmados por Marco Bográn en su condición de titular de Invest-h en mayo de 2019, quien les otorgó el proyecto de Conservación de la Red Vial no Pavimentada, en el departamento de Lempira y Olancho, por un total de 69,3 millones de lempiras. Hasta el mes de marzo de este año, tampoco había reportes de ejecución de estos proyectos en los informes de producción, disponibles en la página del Instituto de Acceso a la Información Pública de Invest-h.
Finalmente, en abril de este año, para el proyecto de los hospitales móviles, Invest-h le adjudicó 2 contratos para la instalación en las ciudades de La Ceiba y Juticalpa, por un monto total aproximado de 18 millones de lempiras.
Al ingresar los datos de tomo y libro del registro mercantil de Cosco, no se encuentran los datos en línea. Sin embargo, sí es posible obtener los datos de constitución de otra empresa relacionada, a través del registro público del Estado de Florida en Estados Unidos, donde en 2015 Wuilliams Serrano Portillo, gerente general de Cosco, conformó la Sociedad de Responsabilidad Limitada Cosco Heavy Equipment Import & Export, cuya dirección en el registro público de dicho Estado lleva a una casa que dista de parecer una empresa formal.
En el caso de Sermaco, el medio digital Expediente Público reveló en una investigación las cercanías que mantienen los socios fundadores con el ingeniero Luis Eveline Hernández, quien fue gerente del Servicio Autónomo Nacional de Acueductos y Alcantarillados (Sanaa), jefe de la Unidad de Gestión Ambiental en la Secretaría de Obras Públicas, Transporte y Vivienda, (Soptravi) y en la Corporación Hondureña de Desarrollo Forestal (Cohdefor). Su esposa Jance Funes es la actual rectora de la Universidad Politécnica de Ingenieria (UPI), que promueve cada año el Congreso Internacional de Minería y Geología en Honduras. Además, es excandidata a diputada por el movimiento nacionalista Salvemos Honduras, de Ricardo Álvarez, y en 2017 fue la representante de las universidades privadas en el diálogo político que surgió como respuesta del gobierno a la crisis post electoral.
A todas estas influencias se suma el hecho de que Luis Eveline y Jance Funes son los socios fundadores de Ecomac S.A. de C. V., la empresa que Elmed Medical contrató ante la supuesta imposibilidad de expertos originarios de la fábrica en Turquía, para venir al país y supervisar la logística y coordinar las tareas de instalación de los hospitales.
En el proceso que Sermaco compartió con Inrimar en 2012, el Fondo Vial le adjudicó un contrato por 23,9 millones de lempiras para encargarse del mantenimiento del sector 9 de la red vial en Copán.
Estos contratos fueron adjudicados mientras Hugo Ardón Soriano, fungía como director ejecutivo del Fondo Vial. Este exfuncionario es hermano de Alexander Ardón, exalcalde de El Paraíso, Copán, por el Partido Nacional, quien ha sido acusado en la Corte Federal de Manhattan, por suponerlo responsable de los delitos de narcotráfico a gran escala y uso de armas de grueso calibre para dicho ilícito. Además, Alexander Ardón fue testigo en el juicio en contra de Tony Hernandez, hermano del presidente hondureño.
Estos vínculos y contratos entre los proyectos del Fondo Vial y el narcotráfico fueron un detonante para el cierre de la dependencia gubernamental que pasó diversas etapas desde su formación. Creada en 1999 a través de la Ley del Fondo Vial como una entidad desconcentrada de la Secretaría de Estado en los Despachos de Obras Públicas, Transporte y Vivienda, (Soptravi), luego pasó a ser una entidad adscrita a la Secretaría de Infraestructura y Servicios Públicos (INSEP) que reemplazó a Soptravi. En 2017 fue intervenida por una junta conformada por el Consejo Directivo de Invest-h y finalmente fue liquidada y sustituida por la Dirección de Conservación del Patrimonio Vial (DCPV) perteneciente a Invest-h.
«El manejo de los fondos durante la pandemia se ha hecho con mucha transparencia», afirmaba Marco Bográn, en una comparecencia ante medios de comunicación un mes antes de que le removieran de su cargo, ante las diversas denuncias de irregularidades por parte de la ciudadanía y organizaciones como el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), que incluso presentó una denuncia ante el Ministerio Público por suponerlo responsable de abuso de autoridad y fraude.
Un trailer contenedor a la espera de su ingreso a la zona de instalación de uno de los hospitales móviles procedentes de Turquía. Tegucigalpa, 4 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix.
Los consultores
Previo a la remoción de Bográn de su cargo, una auditoría realizada por la Asociación por una Sociedad más Justa (ASJ), ya señalaba la preocupación en la toma de decisiones, ya que señalaban la falta de evidencia de que las compras auditadas hubiesen sido consultadas con expertos antes de realizarse.
Cuando el Congreso Nacional llamó a través de una comparecencia en línea al exdirector de Invest-h para preguntarle sobre los criterios que tomó en cuenta para elegir al proveedor de los 7 hospitales móviles, Bogran contestó que los buscaron en internet, según sus palabras hicieron «un barrido de soluciones en internet».
El Colegio de Ingenieros Civiles, también mencionó en un comunicado que en el caso de la adquisición de los hospitales móviles, cuando estaban dispuestos a ofrecer sus capacidades técnicas y humanas para mejorar los procesos de licitación y contratación respectivos, Bográn les dijo que no les necesitaban pues «con sus asesores técnicos habían efectuado los análisis correspondientes, tomado sus decisiones y colocado las órdenes de compra para la adquisición de los hospitales modulares».
Hasta el momento en que se aprobó la Ley Especial de Aceleración Económica y Protección Social Frente a los Efectos del Coronavirus COVID-19, donde se definió que Invest-h sería uno de los encargados de administrar los fondos de la pandemia, esta institución no tenía experiencia en el manejo de compras hospitalarias o del sistema sanitario, se encargaban principalmente de proyectos de mejoramiento de la red vial del país. Por eso, parte de los recursos fueron destinaron para contratar a 2 consultores que se encargarían de garantizar la correcta toma de decisiones en la compra de equipo para los hospitales móviles y la construcción de los planteles de instalación.
Así se contrató a Oscar Sady Orellana, ingeniero eléctrico industrial, de 50 años, y Hector Josue Sanchez García, arquitecto, de 28 años, por un periodo entre el 27 de marzo y el 27 de septiembre. Las tareas asignadas a los 2 consultores, en su mayoría, estaban relacionadas estrictamente con la llegada de los hospitales móviles, sin embargo, los 2 que han llegado al país comenzaron a instalarse apenas 2 meses antes de la terminación de su relación contractual con el Estado.
Entre las tareas de Orellana se encuentran: realizar visitas a los 7 hospitales móviles para definir el equipo médico y hospitalario requerido, acompañar al personal de cada unidad para guiarlos en el uso adecuado del equipo médico a utilizar en los hospitales móviles, verificar que el uso del equipo médico en los hospitales se esté llevando a cabo según las especificaciones. Por estas tareas se estipuló un pago total de 375 000 lempiras (15 000 dólares), de los cuales ya se le pagaron el pasado 17 de junio 123 867 lempiras (casi 5000 dólares).
En el caso de Hector Sánchez, sus tareas eran procurar la aplicación de normas y buenas prácticas en los 7 hospitales, apoyar en la adecuación y rediseños de los 7 módulos de aislamiento, actividades de supervisión de obras de infraestructura vinculadas a la construcción de los 7 módulos. El pago para este arquitecto es de 210 000 lempiras (8400 dólares), de los que ya se le hizo 2 pagos: uno en junio por 70 000 lempiras (2800 dólares) y otro en julio por 44 655 lempiras (1786 dólares).
Las tareas estipuladas para ambos consultores contemplan los 6 meses de trabajo y los 7 hospitales móviles, sin embargo, ante el retraso de los módulos de aislamiento comprados por Invest-h, se mantuvieron sin ejercer las funciones estipuladas en el contrato durante 4 meses y según un comunicado emitido por la junta interventora de Invest-h el pasado lunes, el resto de los hospitales llegarán al país hasta la última semana de septiembre, por lo que no llegarán a completar el trabajo por el que les contrataron.
Los otros encargados
Los contratos millonarios para la instalación de los hospitales no han sido suficientes para cumplir con los tiempos establecidos, y según José Coello, portavoz de las Fuerzas Armadas (FF. AA.), ha sido necesaria la cooperación de las FF. AA. para entregarlos en tiempo y forma.
— Si ya habían empresas contratadas para la instalación de los hospitales, ¿de qué específicamente se encargaron las FF. AA.?
— El apoyo que ha venido dando FF. AA. es con el recurso humano, se pusieron a disposición 30 efectivos militares entre ellos ingenieros militares para apoyar a la empresa encargada de armar e instalar los hospitales móviles, más que todo generar un trabajo en conjunto y sinérgico para que se concrete lo más pronto posible.
José Coello recuerda que este es un proceso en el que han estado desde el principio, no solo en la instalación. Nada se mueve en la pandemia sin que los militares lo resguarden.
«Desde que llegaron a la aduana, los hospitales fueron trasladados a la 105 Brigada de Infantería, y posteriormente al lugar designado para el armado, de igual forma fue en Tegucigalpa, que primero se trasladó al Campo Parada Marte», remarca.
Aunque Coello asegura que la entrega de los hospitales todavía se encuentra en el parámetro de tiempo establecido en los contratos firmados entre las empresas e Invest-h, sin embargo los hospitales llevan un mes en instalación cuando el contrato decía que se instalarían en 15 días. Además, remarca —sin necesidad de preguntarle— que todavía no saben quién tomará la administración de los centros hospitalarios, aunque hace algunas semanas él mismo aseguraba que serían oficiales designados por la institución militar.
Esta incertidumbre se suma a todas las otras dudas de un proceso de administración, instalación y compra de los hospitales móviles. En un principio, los 7 hospitales serían administrados por la Cruz Roja Hondureña, sin embargo, el acuerdo firmado con Invest-h se disolvió debido a la falta de información dada por la institución de gobierno.
Aracely Ramos, vocera de la Cruz Roja, dijo: «pedimos las especificaciones técnicas, pero no tuvimos respuesta, por lo que decidimos finalizar el acuerdo, ya que nosotros como organización humanitaria gozamos de la credibilidad del pueblo hondureño y no podíamos enfrentarnos a la atención si no estamos preparados con el personal y equipo específico». Además, Aracely dice que desde que a principios de mayo se canceló el acuerdo, pensaron que Invest-h ya tenía a los encargados de administrar estos hospitales.
Sobre la falta de capacidades del gobierno para gestionar la crisis provocada por la pandemia, el doctor Samuel Santos del Colegio Médico de Honduras (CMH) asegura que «nadie puede decir que tiene los médicos para atender una crisis de esta envergadura, en este momento tenemos pocos intensivistas a nivel nacional, por eso me parece que es ignorancia por parte de las FF. AA. que dicen que ellos pueden manejar estos hospitales».
Hasta el 26 de agosto se contabilizaban un total de 56 649 casos positivos de COVID-19 y 1747 muertes a causa del virus, un panorama preocupante según el doctor Santos, quien asegura que aunque hay una disminución de casos positivos, las muertes diarias por causa del virus siguen en aumento. Los últimos 2 días sumaron 100 personas fallecidas por COVID19 y el personal sanitario sigue reportando decesos entre sus filas, en un contexto de apertura económica que puede multiplicar los casos de contagio comunitario. «Todo esto nos va a llevar a que los hospitales colapsen nuevamente», asegura Santos.
Hace poco seguía la noticia que el embajador de la Unión Europea en Honduras, adeudaba los derechos laborales a su exempleada doméstica. Aún con esa denuncia, días atrás, este señor fue condecorado en el Congreso Nacional. Me llamó mucho la atención y pensé en que estos abusos e incumplimientos son una constante lamentable en nuestra sociedad. Así que era buen momento para confrontarme y cuestionarme, ya que como feminista estoy obligada a ser coherente entre el discurso y mi propio caminar; examinar si practico la sororidad con todas las mujeres o solo con mis amigas, hermanas o con aquellas por las que inmediatamente siento empatía.
He querido, desde mi propia condición de mujer privilegiada, reconocer y considerar las profundas desigualdades que atraviesan las mujeres que no han tenido las mismas oportunidades que yo o que se encuentran en condiciones distintas, esa interseccionalidad de la que hablamos las feministas, esa desventaja u opresión de muchas que viven por estar en otras situaciones de vulnerabilidad. Tal es el caso de las trabajadoras domésticas remuneradas, quienes históricamente han sido explotadas y su trabajo ha sido invisibilizado de manera «legal», pues en nuestra legislación no encuentran protección adecuada, peor aún en la práctica.
Como ya he contado en crónicas anteriores, desde el feminismo me rebelo ante los mandatos patriarcales, entre ellos que el trabajo de cuidados sea asignado exclusivamente a la mujer por ser mujer, en las relaciones de pareja. Así voy contando la importancia y la necesidad de la corresponsabilidad, educando en igualdad etc, pero ¿qué pasa si todo ese trabajo de cuidado se lo endilgamos a otra mujer porque trabaja para nosotras?, me parece que ello no es más que trasladar la opresión propia a otra mujer «porque yo puedo y porque yo le pago». No es sencillo mantener la coherencia entre lo que digo y la práctica.
En una ocasión platicaba con una conocida sobre el cansancio del trabajo de casa y me dijo: «bueno, pero usted tiene empleada en su casa, no tiene porqué hacerle el trabajo a ella», y en ese momento me ganó el privilegio y pensé: «sí, que tonta he sido todo este tiempo». Sin embargo, casi de inmediato me puse a reflexionar en lo cansado que es el trabajo de casa y que por justicia —aunque he empleado a una persona para labores domésticas—, hay cosas que yo puedo hacer y siento que es mi deber hacer. Por ejemplo, generalmente yo cocino y hago las labores de limpieza y desinfección de las compras —en este momento— por el riesgo del contagio por el virus. No quiero exponer a otra persona, así que prefiero hacerlo yo y me quedo más tranquila y segura de haberlo hecho, siento que esa responsabilidad es indelegable.
Luego, hablando con una amiga de este tema, me preguntaba si es correcto tener trabajando conmigo a una mujer donde puede decirse que existe una relación de jerarquía, ¿no estaría yo reproduciendo la opresión? Entonces respondo razonando que ello dependerá en gran medida de la forma en que me relaciono con ella: el respeto, el tratar con dignidad y las condiciones de salario y trabajo que deben ser justas —en toda la dimensión de lo que implica la justicia—, pues es claro que muchas mujeres optan por el trabajo doméstico o de cuidados por la histórica y escasa oportunidad de empleo formal en Honduras y muchas de ellas por la nula preparación escolar. Nada de esto jamás debería ser un motivo para aprovechar su situación, más bien es mi deber estimular y proporcionar las condiciones para que la vida de esta mujer mejore, podría ser motivándola a continuar sus estudios y permitiendo que esto sea posible, de ello tengo buenos ejemplos.
Una amiga y compañera que siempre ha apoyado así a las personas que han trabajo en su casa y la de su familia me dijo: «en mi familia siempre apoyamos a las trabajadoras domésticas para que estudien, se trata solo de hacer un pequeño esfuerzo para que le cambie la vida a una persona». Ahora también recuerdo que una de mis sobrinas, a la edad de 10 años, matriculó en la primaria de su escuela a la persona que trabajaba en su casa pues me dijo: «tía no puede ser que ella aún no ha terminado la escuela». La chica terminó la primaria asistiendo a su escuela los días domingos. ¡Qué alegría me dio recordarlo! Estos ejemplos me llenan y aunque a veces pierdo la esperanza creo que hay muchas mujeres justas.
Es humano e imperativo valorar el trabajo que las trabajadoras domésticas realizan, además del trabajo físico, el trabajo de cuidado entraña lo emocional y los apegos. La persona que cuida a mi niño me dijo en una ocasión: «mire Claudia, a veces le quiero abrazar al niño, pero en mi antiguo trabajo me prohibían este tipo de cosas», a lo que respondí: «usted abrácelo todo lo que quiera que él necesita sus abrazos». Qué necesario e importante es el reconocimiento, el agradecimiento, el amor y la ternura, especialmente en esta época de pandemia, considerando también que la mayoría de ellas vienen de áreas rurales y por las prohibiciones de movilidad y de transporte no han podido visitar a sus familias e hijos durante todo este tiempo.
Cuando veo a la persona que trabaja conmigo en el cuidado de mi bebé, pienso en lo cariñosa y amorosa que es con él, y como me dijo mi compañero de vida: «en este momento ella no puede acariciar ni abrazar a su propio hijo de tres años». En ese momento me invadió un sentimiento de pesar, le pregunté si quería viajar a su casa —pues, por su trabajo, mi pareja viaja constantemente, podíamos hacer arreglos para que él la llevara—, pero me contestó que no, que en su comunidad no están aceptando por el momento que lleguen personas de las grandes ciudades por miedo al contagio. Sin duda esa es otra de las formas de discriminación de las que son objeto, también ella misma me comenta que muchas de sus conocidas que trabajan en casas han sido despedidas o suspendidas sin salario.
El tema de los derechos laborales de las trabajadoras domésticas, está presente en mí desde hace mucho, pues a lo largo de nuestras vidas muchas mujeres —con el objetivo de cursar estudios—, hemos hecho labores o colaboraciones en casas de familiares y si bien no cuenta como una relación laboral en sentido estricto sí conlleva responsabilidades y obligaciones.
Cuando cursé la clase de Derecho Laboral Avanzado, en mi postgrado, tuve especial atención en los derechos de las trabajadoras domésticas remuneradas, pues me fue asignado investigar sobre el tema. Así conocí del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo y que Honduras se ha negado a ratificar y cuya ratificación sería un tremendo avance, sería un piso mínimo para reclamar sus derechos en las instancias necesarias y conllevaría la obligación estatal de respetar, prevenir y garantizar sus derechos.
Recientemente se aprobó el Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo, que protege contra el acoso laboral incluyendo el acoso sexual, tanto en el empleo formal como el informal, que es tan frecuente contra las trabajadoras domésticas remuneradas. En esa época yo vivía con mi hermana mayor y recuerdo que le hice una especie de entrevista a la empleada que trabajaba en casa. Ella me contó que además de la explotación laboral que había vivido en su trabajo anterior, también había experimentado acoso sexual por su empleador y familiares de este. Me comentó que en una ocasión que su empleadora no durmió en casa, tuvo que colocar un mueble en la puerta de su habitación pues el jefe quería abusar sexualmente de ella.
Desde entonces resolví que si en algún momento cuando necesitara emplear a alguna persona para trabajar en casa, debía ser vigilante de mi entorno para no permitir que eso sucediera, así como también me comprometí a pagar un salario justo y ofrecer condiciones de trabajo adecuado, así como oportunidades de tiempo para desarrollo. En esto último voy a trabajar el año que viene. Cierro diciendo que si bien, todas las mujeres hemos vivido formas de opresión y luchamos contra ellas, jamás debemos olvidar revisar nuestro entorno. Hacer los ajustes para caminar de forma coherente con nuestro discurso y no trasladar a otras mujeres nuestras propias opresiones, pues como apuntaba Kimberle Williams Crenshaw: «si no somos interseccionales, algunos de nosotros, los más vulnerables, caerán entre las grietas».
La concesión de territorios para la exploración y explotación minera, la construcción de proyectos de energía renovable y no renovable y la ley especial para crear Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE), han generado diversos conflictos en las comunidades, en su mayoría rurales, donde los proyectos tienen impacto. El Estado ha garantizado la seguridad jurídica a las empresas, a través de 2 vías: la represión y la agilización de procesos judiciales en contra de las personas que se oponen a los proyectos. Defensoras y defensores del medioambiente en Honduras han denunciado amenazas, persecución, negación de información sobre los proyectos, secuestros y hasta asesinatos. La pandemia los ha inmovilizado en un toque de queda que ya se ha extendido por más de 5 meses.
En medio de la crisis de salud que enfrenta Honduras debido a la pandemia, la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente (MiAmbiente), anunció el pasado 31 de marzo, que los trámites para las licencias ambientales cambian de modalidad para realizarse de manera virtual y que las empresas que cuentan con licencia ambiental tienen la autorización para seguir operando en el estado de emergencia. Lisbeth Jiménez, miembro de la Organización Madre Tierra, sostiene que durante este confinamiento a causa de la COVID-19 se ha aumentado la explotación a los bienes naturales: «nosotros decimos que todos estamos en confinamiento menos el extractivismo», explicó.
Aquí 5 casos que lo ilustran.
Tumbas exhumadas del cementerio viejo en la comunidad de Azacualpa, municipio de La Unión en el departamento de Copán. Algunos pobladores cuentan que Minerales de Occidente paga entre 100 mil y 110 mil lempiras por cada cuerpo exhumado y trasladado hacia el nuevo cementerio. Foto: Martín Cálix/ Archivo
Conflicto minero en Azacualpa: el cementerio que tiene oro debajo
La organización Madre Tierra ha trabajado desde hace 10 años en temas de derechos humanos con un enfoque sobre el tema de derechos ambientales, apoyando a comunidades que se resisten a proyectos extractivos. Jiménez, quien ha trabajado los últimos años de cerca con el Comité Ambiental de Azacualpa, en el departamento de Copán, al occidente de Honduras, explica que «la empresa Minerales de Occidente S.A. (Minosa), no se ha detenido en deteriorar el territorio de Azacualpa, tiene 40 años de explotar este territorio, pese a que debía finalizar operaciones en 2023, se le ha extendido su licencia ambiental».
Minosa, es una empresa subsidiaria de la transnacional canadiense Auraminerals, que fue creada en el 2000 por Guillermo Bueso, ejecutivo de Banco Atlántida. La Compañía de Bienes Atlántida S.A. de C.V. es una de las mayores accionistas de Minosa. Esta empresa minera tiene una concesión para explotación metálica de 400 hectáreas en La Unión, Copán, la cual explota actualmente la comunidad de Azacualpa y está dinamitando la zona donde se encuentra un cementerio, para extraer oro. Según datos brindados por el Centro de Estudios para la Democracia (Cespad), esta actividad está poniendo en riesgo a 590 viviendas, las cuales pueden venirse abajo a consecuencia de los derrumbes.
Pese al confinamiento, esta empresa continúa operando y ha realizado intentos para continuar con la exhumación de cadáveres sepultados en el cementerio de esta comunidad, por esta razón, el pasado miércoles, el Comité Ambiental de Azacualpa, por medio de sus redes sociales, denunció que las detonaciones se realizan de manera continua. «Las detonaciones se hacen cada 24 horas, aproximadamente a 85 metros mínimos de nuestra comunidad. Esto ha traído impactos materiales, psicológicos poniendo en riesgo y vulnerabilidad a la población de Azacualpa. Denunciamos el silencio de todas las autoridades del Estado —locales y nacionales—, las cuales no prestan atención a estos desastres que son muy visibles ante nuestra comunidad», dicen en su comunicado.
La comunidad de Vallecito durante un reconocimiento de la frontera de su territorio. Estos reconocimientos constantes le permite a la comunidad identificar violaciones a sus territorios ancestrales. Vallecito, 22 de octubre de 2019. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.
Las diversas amenazas del pueblo garífuna
Cuando llegó la pandemia a Honduras, las comunidades garífunas del norte de Honduras se organizaron para realizar brigadas de prevención e información sobre la pandemia. La Organización Fraternal Negra de Honduras (Ofraneh), realizó un manual de cuidado con saberes ancestrales y las mujeres iban de casa en casa con té de hierbas preparado y una guía con información para prevenir contagiarse de la COVID-19. Todo esto se detuvo por la violencia que no cesa en estos territorios.
Las comunidades garífunas han sido históricamente violentadas. La Ofraneh ha realizado distintas denuncias por la instalación de proyectos turísticos, ciudades modelo y cultivos extensivos en sus territorios, que no serían posibles sin el contubernio de las empresas con las autoridades estatales. En medio de estas denuncias, la persecución, asesinatos, y acciones como el secuestro reciente de 5 personas en la comunidad garífuna Triunfo de la Cruz, hace que el miedo inunde las comunidades.
«La violación de los territorios es para el beneficio de personas ajenas al pueblo garífuna y de esta manera se lucran empresarios e inversionistas internacionales. Esto pasa desde el gobierno de Callejas, cuando implementó nuevas medidas para el turismo, pero no del turismo como es, sino del extractivista que despoja a los pueblos», expresó Naama López, activista garífuna en una protesta que se realizó el pasado martes frente a las instalaciones del Comisionado Nacional de Derechos Humanos (Conadeh), en Tegucigalpa.
Durante el confinamiento por la pandemia, el pueblo garífuna reportó el asesinato de Edwin Fernandez, de 31 años, en la comunidad de Río Tinto, Tela, y 2 meses después el secuestro de 5 pobladores de la comunidad del Triunfo de la Cruz.
«La misteriosa desaparición de los 5 jóvenes en Triunfo de la Cruz, a manos de supuestos agentes de la DPI (Dirección Policial de Investigación), ha dado lugar a un sinfín de conjeturas, algunas de ellas alimentadas por la élite de poder, que se siente afectada por la sentencia de la CIDH, la cual es enfática en la devolución del denominado Lote A1. Las mansiones y hoteles boutique establecidos de forma dolosa en tierras comunitarias, se han constituido en un enorme obstáculo para lograr el cumplimiento de la sentencia», explica la Ofraneh en un comunicado. Además esta organización ha venido denunciando que uno de los garífunas secuestrados, Snaider Centeno, presidente del patronato de Triunfo de Cruz, se había opuesto a plantaciones de palma africana que invaden el territorio en Punta Izopo, y que esto podría haber traído amenazas y el posterior secuestro.
Según la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG) Honduras tiene 190 mil hectáreas de palma africana, extendidas Cortés, hasta Colón, en el norte de Honduras, los departamentos donde están asentadas las comunidades garífunas. La plantación de palma aceitera se ha extendido en los parques nacionales y las reservas y ha sido responsable de la pérdida de humedales.
Dos niñas y un niño originarios de la comunidad de Guapinol realizan un cartel en favor de la defensa del agua frente al Ministerio Público en la capital hondureña. Tegucigalpa, 27 de agosto de 2019. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.
Las comunidades siguen exigiendo consulta
A pesar de que Honduras ratificó el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que habla sobre el derecho de los pueblos originarios a ser consultados en la toma de decisiones de sus derechos colectivos, aún no se cumple este derecho, según miembros del Comité pro Defensa del Ambiente de Puerto Cortés.
Las comunidades de El Faro, los Mangos, San Isidro, San Ramón y Marejada, de Puerto Cortés, han realizado diferentes denuncias desde 2019, luego de que se realizara un relleno en un predio cercano a estas comunidades, donde se está construyendo una planta térmica.
Patricia Puerto, miembro del Comité pro Defensa del Ambiente Vecinos de Puerto Cortés, manifiesta que los dueños de esta planta es Rentas Americanas Honduras S.A. de C.V. de grupo Laeisz. «Nosotros nunca fuimos consultados de ninguna manera, ni por los patronatos, todos sabemos que para aprobar esto se debe de convocar por todos los medios pero nunca lo hicieron con nosotros, solo tomaron en cuenta a miembros del patronato y a familiares de estos, ya que en el documento que nos hizo llegar la alcaldía solo firman 48 personas».
En Honduras, el único mecanismo de consulta legalizada es la consulta ciudadana, pero actualmente existe un anteproyecto de ley denominado Ley de Consulta Previa Libre e Informada, que ha sido rechazado por varias organizaciones comunitarias. En 2018 se realizó una asamblea por el Observatorio de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas de Honduras (Odhpin), con la representación de los 7 grupos étnicos que aseguran que esta es una iniciativa racista que servirá para estar al servicio del gobierno y el exterminio de los pueblos.
Un hombre sostiene un cartel en contra de la explotación minera durante un evento realizado en el parque central de Tocoa, esta actividad se realizó en apoyo a la comunidad de Guapinol. Tocoa, 9 de diciembre de 2018. Foto de archivo: Martín Cálix / Contracorriente.
El caso de Guapinol
La criminalización de los defensores ambientalistas de Guapinol, llegó a un nivel preocupante durante la pandemia. La Corte de Apelaciones revocó un sobreseimiento a favor de 5 defensores ambientales de la comunidad de Guapinol, en Tocoa, Colón, el cual fue otorgado en marzo de 2019, enfrentando así actualmente un auto de formal procesamiento, al que se le suma la criminalización de más líderes ambientalistas. Actualmente guardan prisión 8 defensores más de esta zona, ahora recluidos, uno en la Ceiba, Atlántida y 7 en el Centro Penitenciario de Olanchito, Yoro.
Juana Esquivel, quien pertenece a la Fundación San Alonzo Rodríguez, en Tocoa, Colón, asegura que esta es una persecución y hostigamiento político, «esto lo hacen para hostigar a quienes nos manifestamos en contra de dos proyectos mineros aquí en la región, realizando la criminalización por 3 vías, una es por las redes para generar una campaña de desprestigio contra las organizaciones que están en lucha, otra vía es la militarización en las comunidades y la otra es la persecución y hostigamiento judicial para lograr encarcelar a las caras más visibles y así enviar un mensaje al resto de las comunidades».
La comunidad de Guapinol, protesta en contra de una concesión minera aprobada en el Parque Nacional Montaña de Botaderos, que en 2013 el Congreso Nacional redujo con la aprobación de un ajuste en la zona núcleo que le quitó 217 hectáreas para que esta minera se instalara. La empresa Los Pinares S.A., busca la extracción de óxido de hierro y ha previsto iniciar operaciones a partir del 2021, ya que el avance de la construcción de esta planta ha avanzado en un 60 %, que contará con un equipo para el procesamiento del mineral, así lo aseguró Edwin Torres, gerente de proyecto de Inversiones Pinares a los medios de comunicación en el pasado mes de febrero.
Esquivel condena la colusión que han tenido las autoridades con la empresa Inversiones Los Pinares, al otorgarles nuevamente el permiso de operación sin previa consulta: «la municipalidad de Tocoa ha sido cómplice para la autorización de estos permisos ilegales porque en el municipio nosotros denunciamos 2 empresas: Inversiones los Pinares e Inversiones Ecotek, ya que están instaladas de manera ilegal en nuestro municipio y la corporación municipal tiene responsabilidad administrativa y legal por prestarse a estos actos de corrupción».
«Todo esto es una avalancha del modelo extractivo que está arreciando sus ataques en contra del movimiento social en todo el país, utilizando desde secuestros, asesinatos y encarcelamientos para nosotros los defensores. Estamos viviendo momentos difíciles, pero las comunidades estamos firmes en la resistencia y defensa de los territorios, tanto como los que estamos aquí, como los que este gobierno ha encarcelado», finaliza Esquivel.
Campamento en Pajuiles, Tela. Foto archivo/ Jennifer Avila
Defendiendo el territorio sin acceso a la salud
Por otra parte, el panorama de la comunidad de Pajuiles, en Tela, Atlántida, es desfavorable, ya que los pobladores de esta comunidad enfrentan el desempleo y muchos no han sido beneficiados con las entregas alimentarias por parte del gobierno y mucho menos ha llegado a ellos el equipo de bioseguridad que las autoridades prometieron que llegaría en estas bolsas solidarias, así lo denunció el Movimiento Amplio por la Dignidad y la Justicia (MADJ), a través de un comunicado publicado el 13 de julio.
Víctor Fernández, miembro del MADJ —organización que desde 2008 ha acompañado las protestas de esta comunidad—, relata que una de las situaciones más críticas del escenario de la pandemia en la zona «es la falta de acceso a la salud, la descriminacion que se vive de parte de los funcionarios encargados de tutelar los derechos de todos a las comunidades en proceso de lucha como el caso de Pajuiles, las violacion de derechos humanos en todas sus facetas».
La resistencia del campamento denominado Campamento digno por el agua y por la vida, se instaló en Pajuiles en 2017 para realizar acciones en protección del río Mezapa, ya que en 2005 el Estado de Honduras otorgó una concesión con licencia ambiental para el desarrollo de un proyecto hidroeléctrico sobre este río, a la empresa Hidroeléctrica Centrales el Progreso (Hidrocep) con una área de 2.7 kilómetros cuadrados, afectando las comunidades de la cordillera Nombre de Dios, Mezapa y Planes de Arena Blanca y en 2008 se le otorgó una licencia por un periodo de 50 años de vigencia.
Ante la llegada de la COVID-19, se han tomado diferentes medidas, «controles de bioseguridad para evitar que las personas de las comunidades contraigan la COVID-19. Esta acción coordinada responde a la acumulación de los procesos políticos en la zona y la amplia capacidad organizativa y operativa que los núcleos del Movimiento Amplio han creado», puntualiza Fernández.
Pese a esta situación, Fernández relata que el confinamiento se vive en solidaridad en las comunidades. «Ha sido importante imponer el autocuidado durante esta pandemia, el campamento digno permanente es un espacio de solidaridad de hermandad para consolidarnos y enfrentar las adversidades como la violación de derechos humanos de las comunidades, pese a esto nos hemos mantenido unidos, hemos optado por la comida colectiva y no solamente con esta comunidad, sino que con otras que también enfrentan situaciones críticas».
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La pandemia hace más difícil la defensa del medioambiente para estas organizaciones y comunidades, mientras el gobierno muestre sus signos autoritarios y su prioridad para beneficiar los proyectos extractivos. En estos meses, El Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (Fosdeh) y el Instituto de Derecho Ambiental de Honduras (Idamho), han demandado a los poderes Ejecutivos y Legislativo de Honduras, la firma del acuerdo de Escazú, este tratado internacional es un mecanismo que busca el acceso a la información ambiental para así lograr el acuerdo de las partes involucradas en proyectos de explotación de los bienes naturales. Este acuerdo fue adoptado el 4 de marzo del 2018 en Escazú, Costa Rica. Encontrándose abierto para su firma, ratificación o adhesión desde el 27 de septiembre de 2018, hasta el 26 de septiembre de 2020
De igual manera la CIDH ha pedido a los Estados de América por medio de un comunicado de prensa que refuercen sus leyes, políticas, programas y reglamentos medioambientales, para prevenir daños y violaciones de derechos humanos a las comunidades y que cumplan con el Protocolo de San Salvador y el Acuerdo de Escazú, de lo contrario los Estados no deben intervenir ni aprobar ninguna actividad industrial o agrícola, sin haber aplicado los mecanismos de consulta y participación sin las normas internacionales, sin el consentimiento libre, previo e informado de los pueblos indígenas.
Lo que está en juego no es solo el futuro de la Fuerza Armada de El Salvador (FAES), sino de la democracia propiamente, escriben los historiadores Knut Walter y Otto Argueta. El uso desmedido de la fuerza violenta –sobre todo si es innecesaria– deslegitima al gobierno y a la misma institución que la ejerce, porque evidencia su incapacidad de hacerse respetar y acatar por la libre voluntad de la población.
Bajo el embate de una pandemia de grandes consecuencias, las instituciones políticas de la República de El Salvador se encuentran en un momento que habrá de definir el desarrollo social y económico del país en términos decisivos como el Acuerdo de Paz, firmado en 1992. En los años desde la finalización de la guerra, las dos fuerzas políticas más importantes del país —Alianza Republicana Nacionalista (Arena y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)— se sucedieron en la conducción de alcaldías, legislatura y ejecutivo nacional. El país vivió una relativa paz política, aunque aquejado por altos índices de violencia social y una economía de crecimiento muy bajo. Quizás el único indicador positivo fue el de un aumento de las remesas que permitió a muchas familias mantenerse por encima de la línea de pobreza, así como oxigenar las aspiraciones consumistas de la clase media. Mucho de eso ha cambiado en el último año.
En junio de 2019, El Salvador estrenó su primer presidente de una generación de posguerra, Nayib Bukele, acuerpado por una coalición poco ideológica e impulsado por un desencanto abrumador con los resultados de las gestiones de los gobiernos anteriores. Aunque su trayectoria política la construyó dentro del FMLN, su expulsión de ese partido sentó las bases de una animosidad aguda hacia la izquierda sin que se acercara a la derecha empresarial. Es más, encabeza el primer gobierno en que el partido político del presidente no tiene ni un solo diputado en la Asamblea Legislativa, debido a la asincronía de las elecciones presidenciales y legislativas, a lo sumo, puede recibir el apoyo de 10 diputados del partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), bajo el cual Bukele se postuló, y de unos pocos más de partidos minoritarios o que se han desligado del partido Arena. Sin embargo, los seguidores del presidente hacen alarde de que su victoria electoral —con un poco más del 53 % de los votos en primera vuelta— lo faculta para gobernar bajo criterios de excepcionalidad que riñen con las disposiciones y normas constitucionales.
Quizás la característica más evidente del nuevo gobierno es la juventud de sus principales cuadros ministeriales y administrativos. Estamos frente a un cambio generacional que se refleja en la generalidad del gabinete de gobierno y la dirección de las empresas estatales: personas (mujeres y hombres) de la edad del presidente, quienes le han acompañado en su trayectoria política de la última década. Con toda razón se autoproclama como el primer gobierno de «posguerra», cuyos integrantes no se sienten tan identificados con los resultados o las consecuencias de la guerra, tales como el Acuerdo de Paz, las reformas a la Constitución y la ideología de los partidos políticos en contienda desde entonces.
La condición de «posguerra» también se manifiesta en las tareas que se le han encomendado a la Fuerza Armada de El Salvador (FAES) en los planes del nuevo gobierno. Algunos de estos roles son una herencia de los 6 gobiernos anteriores, especialmente en lo que se refiere a la participación de soldados y oficiales en el área de seguridad pública, pero otros sugieren una mayor identificación con los programas y objetivos del actual gobierno, además de un protagonismo político más destacado. ¿Cómo se manifiesta la relación de este gobierno y la FAES transcurrido más de un año de haberse juramentado el presidente Bukele, la de un gobierno y una Fuerza Armada aparentemente sin mayores compromisos con un pasado que prefieren olvidar?
Antecedentes
El camino que se ha transitado para llegar al momento político actual es en algunos sentidos la historia de la Fuerza Armada, propiamente. Los orígenes de la moderna FAES se remontan al golpe de Estado, de octubre de 1979, cuando un grupo de oficiales, tanto jóvenes (capitanes y mayores) como algunos veteranos (coroneles) decidieron que el gobierno del general Carlos Humberto Romero no estaba en capacidad de ponerle fin a la creciente efervescencia social de sindicatos obreros, asociaciones estudiantiles, organizaciones profesionales y grupos de izquierda que pronto se convertirían en escuadras guerrilleras, primero en las principales ciudades del país y después en las zonas rurales. El derrocamiento del general Romero también puso fin a casi cincuenta años de gobiernos encabezados por militares, quienes se turnaban en el poder mediante elecciones amañadas y ocasionales golpes de Estado.
Pero el acuerdo para derrocar a Romero no se tradujo en consenso sobre cómo enfrentar el auge de la movilización social. Algunos sectores militares y civiles abogaban por un entendimiento político con la oposición, mientras que otros optaron por una intensificación de la represión. Sí hubo acuerdo sobre varias reformas relativamente radicales en lo económico (reforma agraria, nacionalización de la banca y del comercio exterior) y lo político (elecciones multipartidistas, reforma constitucional) supuestamente en respuesta a las demandas populares, mientras que la FAES se retiró de la administración directa del gobierno para dedicarse a la guerra contrainsurgente que comenzó a arreciar después de 1980.
Durante la década de los ochenta, la relación de la FAES con el Departamento de Defensa (Pentágono) de Estados Unidos se volvió indispensable, no solamente en lo militar, sino en toda la gama de acciones y procesos de la contrainsurgencia. Sin ese apoyo externo en pertrechos y asesoría, es probable que la FAES no habría podido mantener a raya a las diversas fuerzas guerrilleras que se unieron para formar el FMLN. La actividad económica tampoco habría subsistido sin las inyecciones masivas de dólares de ayuda, complementadas con el paso del tiempo por las remesas que comenzaron a enviar los —cada vez más grandes— contingentes de población salvadoreña que habían emigrado hacia el norte.
Durante la guerra contrainsurgente de la década de los ochenta, la FAES fue criticada duramente por los abusos a los derechos humanos cometidos contra la población civil no combatiente. Varias masacres de poblaciones enteras fueron documentadas por los medios de comunicación y se convirtieron en parte del debate político en Estados Unidos, sobre la conveniencia o la moralidad de seguir apoyando a la FAES. El Congreso estadounidense, controlado por el Partido Demócrata, condicionó el envío de ayuda militar y económica a unas certificaciones semestrales que debía emitir el Departamento de Estado sobre la mejora del respeto a los derechos humanos en El Salvador. La ayuda estadounidense también se asoció directamente con la instauración de un sistema democrático de elecciones plurales y regulares que comenzó con la elección de una asamblea constituyente en 1982, a la que siguieron elecciones presidenciales en 1984 y 1989, y elecciones legislativas y municipales en 1985, 1988 y 1991, es decir, una elección cada 15 meses en promedio, todas ellas bajo una —más o menos— nutrida lluvia de balas.
En resumidas cuentas, los procesos militares, políticos y sociales que vivió el país en la década de los ochenta, resultaron en un entramado de fuerzas políticas, militares y sociales que nunca antes se había conocido en el país: una derecha empresarial involucrada directamente en la vida política a través del partido Arena; un partido de centro-izquierda (la Democracia Cristiana) en el poder, identificado con la democratización, pero también debilitado por la oposición al proyecto reformista contrainsurgente y el desgaste de la guerra; una izquierda en armas que se convirtió en partido político de amplio arrastre popular, pero sin los números de votos suficientes para ganar una elección presidencial sino hasta 2009; y una Fuerza Armada que aceptó una solución negociada a la guerra sin haberla perdido militarmente, pero que bajo el Acuerdo de Paz de 1992 tuvo que dar por concluida una larga presencia cuasihegemónica en la conducción política del país. Sin embargo, todavía quedan cabos sueltos de un pasado que chocan con las nuevas realidades sociales, económicas, políticas y geopolíticas del país desde que terminaron la Guerra Fría y la guerra contrainsurgente.
Soldados del Comando de Transmisiones de la Fuerza Armada durante un desfile militar como parte de las celebraciones del 15 de septiembre. Foto Archivo FACTUM/Salvador MELENDEZ
Estos cabos sueltos pueden describirse como una herencia de dilemas y paradojas que no se superaron o resolvieron en su momento. En otras palabras, son el producto de una secuencia o trayectoria de decisiones acertadas o desacertadas o que simplemente dejaron de tomarse. Los dilemas son problemáticos porque obligan a tomar una decisión a partir de opciones que son igualmente buenas o malas, mientras que una paradoja se refiere a una situación contradictoria, cuya superación requiere con frecuencia la toma de medidas excepcionales.
La primera paradoja está presente desde hace muchas décadas: la función principal de la FAES, para la cual se entrenan sus oficiales y su tropa, es la guerra en defensa de la soberanía nacional y la integridad del territorio salvadoreño. Sin embargo, desde al menos 1907 no ha habido guerras entre países centroamericanos desde que Estados Unidos se interesó en mantener la estabilidad en la región para asegurar su importantísima inversión militar y comercial en el Canal de Panamá, y patrocinó, en consecuencia, la firma de tratados de paz y amistad en la ciudad de Washington en 1907 y 1923, que fueron suscritos por todos los países centroamericanos. La única excepción a esta paz americana centenaria fue el enfrentamiento de cuatro días entre El Salvador y Honduras, en julio de 1969, que no tuvo que ver con la integridad del territorio nacional, sino con la situación de centenares de miles de salvadoreños indocumentados que se habían ido a vivir a Honduras. Todos los otros enfrentamientos armados en los que han participado los ejércitos nacionales en Centroamérica en el siglo XX han sido guerras internas, de los cuales solamente Honduras se ha visto eximida.
La cuasi imposibilidad de que estalle una guerra entre países centroamericanos se refleja en la ausencia de problemas limítrofes y en los altos niveles de integración económica y social que se han alcanzado en la región desde el final de los conflictos armados internos. En términos estrictamente militares, ningún país centroamericano está en capacidad de invadir y derrotar a un ejército vecino. Ni se preparan para ello, como sería el caso de existir planes de guerra o la realización de maniobras militares de guerra convencional. En otras palabras, ningún país centroamericano —que sepamos— está pensando en invadir a otro.
El Acuerdo de Paz y las reformas constitucionales correspondientes, permitieron superar del todo una segunda paradoja cuando le retiraron a la FAES una función problemática que había asumido en 1931: la de gobernar el país a partir de su control del órgano ejecutivo y de los ministerios claves. Este protagonismo político adquirió visos de paradoja después de 1950 especialmente, cuando los sucesivos militares de carrera al frente del gobierno decían defender la república y la democracia, pero procedían con drasticidad a reprimir las actividades de la oposición política, especialmente cuando se trataba de grupos y movimientos de orientación izquierdista o reformista. Este orden político que marginaba y excluía a grupos opositores fue una de las principales causas del estallido de la insurgencia popular en la década de los ochenta.
En un plano internacional, esta paradoja de regímenes encabezados por militares se manifestó en —su cada vez más difícil— relación con los gobiernos de corte liberal y democrático, en occidente, una discrepancia que resultó evidente aún antes de agotarse la Guerra Fría y de conocerse la magnitud de la destrucción en vidas humanas y costos económicos del conflicto interno. Es decir, se evidenció la obsolescencia del modelo político autoritario-militar así como la barbaridad de la guerra contrainsurgente, a tal grado de que la opción por la democracia pluralista y el respeto a los derechos humanos y cívicos fundamentales no fue objetada, sino por grupos radicales de extrema izquierda y derecha.
Aunque el entorno internacional no ha sido favorable para que las fuerzas armadas centroamericanas vuelvan a desempeñar un papel político directamente, otros fenómenos transnacionales han ocupado su atención, tales como la migración indocumentada, el contrabando, el narcotráfico y las pandillas con vínculos internacionales, todos ellos combatidos especialmente por el gobierno de Estados Unidos, el cual ha procurado reclutar a los gobiernos centroamericanos para auxiliarle en estos empeños. Esto ha abierto las puertas a nuevas oportunidades para los militares en tareas que permiten utilizar la fuerza de las armas en temas como el control fronterizo y los patrullajes en zonas de tránsito de migrantes y rutas de narcotráfico y contrabando.
Son precisamente las nuevas fuentes y expresiones de violencia social y criminal que vuelven a colocar sobre el tapete la paradoja quizás más importante que haya afectado a la FAES, durante buena parte del siglo XX hasta la firma del Acuerdo de Paz en 1992: las responsabilidades que se le encomendaron en el ámbito de la seguridad pública. La Guardia Nacional (GN), fundada en 1912 como una policía rural inspirada en la Guardia Civil de España, siempre estuvo bajo la dirección administrativa y operativa del Ministerio de Guerra (después Defensa), mientras que la Policía Nacional (PN), la policía urbana, pasó a ser parte del Ministerio de Defensa en 1946. El resultado fue que el papel más importante de la FAES antes del Acuerdo de Paz (exceptuada la guerra contrainsurgente), se centró en la dirección por parte de oficiales de carrera de la totalidad de los cuerpos de seguridad (policías urbanas y rurales). Esta «militarización» de la seguridad pública fue vista con buenos ojos por aquellas personas que estaban convencidas de que la población salvadoreña debía ser tratada con firmeza para mantener el orden social vigente. Sin embargo, el respeto hacia la autoridad policial, basada más en el temor que en la legitimidad, se fue perdiendo hasta quedar en entredicho con el inicio del conflicto armado.
El Acuerdo de Paz de 1992 y las reformas correspondientes a la Constitución separaron a la FAES de las labores de seguridad pública, las cuales fueron asumidas por una nueva Policía Nacional Civil (PNC), con su propia Academia Nacional de Seguridad Pública (ANSP), Inspectoría General y administración financiera. Sin embargo, casi desde el momento de la firma del Acuerdo de Paz, se presentaron nuevos desafíos que la PNC no estuvo en condiciones de controlar debidamente: la violencia social o comunitaria asociada con las pandillas y el crimen organizado que se sumaron a la delincuencia común de larga data. El país ha sufrido —con sus altibajos— una de las tasas de homicidios más altas del planeta. Esto convenció a los presidentes de la República de que era indispensable echar mano de la FAES para apoyar las labores de patrullaje de la PNC, una atribución que les confiere la Constitución (artículo 168) cuando se hayan «agotado los medios ordinarios para el mantenimiento de la paz interna, la tranquilidad y la seguridad pública».
Crisis de la seguridad pública y reposicionamiento militar
El período comprendido entre 1992 y 2003 puede entenderse como una puerta giratoria por donde salió y volvió a entrar la Fuerza Armada como protagonista en la vida política del país. Al mismo tiempo que se implementaron reformas destinadas a reducir el papel de la FAES —tanto en términos de su dimensión como de sus atribuciones en la sociedad salvadoreña— crecía el problema de seguridad pública, especialmente en torno a las pandillas, la principal causa de la inseguridad en el país relacionada con los homicidios y las extorsiones. Si bien las pandillas existían desde antes del fin de la guerra, su crecimiento numérico y su actividad violenta son fenómenos de posguerra que fueron desatendidos por los primeros gobiernos de tiempos de paz, mientras la apuesta giraba en torno a la estabilización política y económica del país y de la competencia partidaria.
Fue hasta el gobierno de Francisco Flores (1999-2004) que las pandillas recibieron una atención específica por parte del Estado, que no solo fue tardía, sino contraria a los principios democráticos que se buscaba asentar en la sociedad. El gobierno de Flores identificó a las pandillas como un problema de primer orden y las declaró como una amenaza a la seguridad nacional. Las acciones fueron punitivas y basadas en un enfoque de guerra, que se extendería por los siguientes gobiernos hasta el actual.
El enfoque punitivo y reactivo ampliamente conocido como «política de mano dura» fue estrenado por el gobierno de Flores, en julio de 2003, con el Plan Mano Dura, que luego dio lugar a la política de Súper Mano Dura, durante el gobierno de Antonio Saca (2004-2009). Ese enfoque contempló la creación de leyes antimaras, el encarcelamiento masivo de jóvenes asociados a las pandillas por su apariencia y lugar de habitación y el despliegue de soldados en las calles del país en tareas conjuntas con la PNC.
La mano dura inició en un periodo en que la tasa de homicidios no se encontraba en los niveles a los que subió después del inicio de esos planes. Entre 2003 y 2006, el período de implementación de las acciones de mano dura, la tasa de homicidios pasó de 36 a 65 muertes por cada 100 000 habitantes por año.
Las acciones punitivas de la «mano dura» fueron acompañadas de una retórica oficial de guerra contra un enemigo único. Una campaña mediática oficial incidió en el aumento de la percepción de inseguridad y recalcó que las pandillas eran la causa de esa situación. Según diversos estudios, entre ellos «Las políticas de seguridad pública en El Salvador», elaborado por Jeannette Aguilar, las políticas de mano dura tuvieron una finalidad electoral y de incidencia en la opinión pública más efectiva que los objetivos propios de una política de seguridad.
Durante los siguientes dos gobiernos del FMLN, los militares adquirieron un rol aún más protagónico en la seguridad pública respecto del que tuvieron en los gobiernos de Arena. Durante la gestión de Mauricio Funes (2009-2014) se intensificaron las leyes antipandillas durante un alza nunca antes vista de homicidios y hechos violentos que impactaron de manera especial la opinión pública, como la quema de un bus con pasajeros, en junio de 2010. La «Política Nacional de Justicia, Seguridad y Convivencia» propuesta por el gobierno de Funes, nunca fue debidamente implementada y en su lugar se impuso una visión represiva de la seguridad pública que formalizó el incremento de la fuerza militar. De acuerdo al estudio de Aguilar, antes mencionado, a la llegada de Funes a la presidencia en junio de 2009, el número de efectivos militares destinados a la seguridad pública era de 1975. Al finalizar el primer año de su gobierno, ese número se incrementó a 6500, mientras que en 2014, el último de su gobierno, el número de militares asignados a esas tareas era de 11 200. Al concluir el gobierno de Funes, el total de efectivos militares (24 799) era superior al de la Policía Nacional Civil (23 000).
Paradójicamente, ese masivo despliegue militar fue liderado por la misma autoridad que propició la llamada tregua entre pandillas (2012-2013), el único experimento que dio lugar a un descenso significativo de los homicidios en el país. La tregua generó una polémica que aún polariza las opiniones pero que permite hacer algunas consideraciones importantes. La primera de ellas es que la tregua fue una oportunidad para un cambio de enfoque sobre la inseguridad que, debido a la manipulación política y a la falta de transparencia, impidió explotar su potencial como medida para reducir la violencia y transformarla. La segunda es que se demostró que políticamente la mano dura, el discurso antipandillas y la demostración de cero tolerancia es una necesidad política electoral en el país. La tregua, como método no violento de reducción de la violencia, demostró ser efectiva, pero también vulnerable ante los mensajes electorales de los partidos en contienda. Mientras eso sucedía, se afianzó una narrativa oficial que desmeritaba a la PNC y justificaba la necesidad de darle un mayor protagonismo a la FAES, además de que profundizó la retórica de guerra y descalificó a la tregua.
Dos estudiantes caminan al lado de soldados salvadoreños que montan guardia en la intersección de Residencial La Gloria y la entrada a San Roque, en San Salvador. Foto Archivo FACTUM/ Salvador MELENDEZ
Durante el segundo gobierno del FMLN (2014-2019), la opción preventiva y de rehabilitación, siempre plasmada en los planes y políticas, quedó nuevamente descartada. Más bien, fue la retórica de guerra que caracterizó al presidente Sánchez Cerén, y la tregua se convirtió en otra pieza del campo de batalla electoral. Una nueva política, denominada Medidas Extraordinarias de Seguridad, dio continuidad a las anteriores, incluyendo la expansión de la presencia militar en la seguridad pública y el endurecimiento de las leyes y disposiciones especiales en las cárceles de pandilleros que provocaron numerosas denuncias de violaciones a los derechos humanos.
Durante ese gobierno fueron creados varios batallones dentro de la FAES dedicados específicamente a la seguridad pública. La imagen que describe este periodo en la democracia salvadoreña es la de un vehículo artillado recorriendo las calles de un barrio urbano y marginal, una imagen con un alto contenido simbólico pero con muy bajo nivel de efectividad en materia de seguridad. De hecho, la violencia se transformó y si bien inició un descenso en 2016, esta se orientó a una confrontación con las fuerzas de seguridad del país.
La presidencia de Bukele
Ningún presidente hace tabula rasa al inicio de su gobierno. Nayib Bukele tomó la conducción del gobierno sobre unos rieles que tenían ya una dirección establecida: la seguridad pública en El Salvador es represiva y la FAES tiene un lugar privilegiado en ella, producto de una inversión de recursos y publicidad que sitúa a cualquier presidente ante el dilema de transformar o reproducir.
La gestión del nuevo presidente comenzó sin demoras con una intervención en el área militar. «Se ordena a las Fuerzas Armadas retirar de inmediato el nombre del Coronel Domingo Monterrosa, del Cuartel de la Tercera Brigada de Infantería, en San Miguel», escribió Nayib Bukele en su cuenta de Twitter, el 2 de junio de 2019, un día después de la toma de posesión de su mandato presidencial. El nombre que el presidente ordenó retirar de la instalación militar es el de uno de los responsables de la masacre en El Mozote, cuando dirigía el Batallón Atlacatl a inicios de la guerra civil en 1981, según lo señala la Comisión de la Verdad de la ONU.
Esa decisión dio la señal de que el gobierno definía su postura frente al dilema de apoyar el reclamo de las víctimas de la guerra, los señalamientos de la Comisión de la Verdad de la ONU y las investigaciones sobre los responsables de la masacre en El Mozote, cuando fueron asesinadas al menos 800 personas; o el dilema de mantener la distancia política sobre esos temas y evitar el escabroso camino de la justicia y la memoria de la guerra. La opción que escogieron los dos gobiernos anteriores del FMLN fue precisamente la de obviar en buena medida el tema, a pesar del reclamo de las víctimas.
Toda decisión tiene consecuencias, activa fuerzas y visibiliza las diferentes opciones existentes sobre el camino a seguir. Para muchas personas, la decisión del presidente Bukele rompió con las tradicionales lealtades presidenciales hacia uno u otro bando de la guerra y situaba al gobierno del lado de la reparación, la justicia y la memoria. Eso convenció a muchas personas de darle el beneficio de la duda a un presidente y a un gabinete de gobierno que se presentó como nuevo, distanciado de las posturas ideológicas que habían dominado la política nacional.
Posteriormente, se activaron otras acciones coherentes con esa decisión inicial. En noviembre de 2019, el juez que tramita el caso de la masacre en El Mozote le requirió al presidente Bukele entregar los documentos militares relativos al caso, que juzga al alto mando que comandaba la FAES en 1981. El presidente, como comandante general de la Fuerza Armada, tiene la potestad de que sus órdenes prevalezcan sobre las del ministro de la Defensa, además de que la orden de un juez al presidente de la República es vinculante. Es decir, Bukele pudo ordenar abrir los archivos y además debía hacerlo. Si bien el presidente repitió lo que desde 1990 han dicho diferentes gobiernos en el sentido de que no existen documentos relacionados con las acciones militares como la de El Mozote, ordenó que se abrieran los archivos a un equipo de peritos que forma parte del proceso que se lleva por la masacre.
Otra decisión que dio signos de un camino diferente fue el nombramiento del actual ministro de la Defensa, René Merino Monroy, ascendido a contralmirante de la Fuerza Naval a los 55 años de edad. Es la primera vez que un ministro de la Defensa proviene de la Fuerza Naval, además de que la mayor parte de su carrera como oficial ha transcurrido en tiempos de paz, es decir, de un militar relativamente joven que no representa las tradicionales fuerzas ligadas al conflicto armado en el país.
Si bien estas decisiones daban signos de la inclinación del presidente por una de las opciones en el dilema de las relaciones con los militares en el país, también permiten identificar lo que posteriormente se convirtió en una paradoja: signos de cambio democrático (nueva generación, cambios relativos a la memoria histórica) que refuerzan prácticas no democráticas. Desde el inicio de su gestión, el nuevo ministro de la Defensa fue uno de los principales defensores de mantener el despliegue militar para la seguridad pública, algo que se había iniciado con los gobiernos pasados y que forma parte del Plan de Control Territorial del presidente Bukele, uno de los más importantes planes de su gestión.
El Plan de Control Territorial tiene el objetivo de hacer frente a los grupos criminales en el país, para lo cual se requiere un financiamiento de $575,2 millones. El presidente Bukele atribuyó a ese plan el descenso de los homicidios en el país, algo que ha sido cuestionado porque el plan inició a finales del mes de junio de 2019 y la tendencia al descenso de los homicidios empezó en 2016. De acuerdo con datos de la PNC, en 2015 el promedio fue de 18 asesinatos diarios, 14 en 2016, 11 en 2017 y hasta julio de 2019 el promedio era de 8 homicidios diarios.
El plan consta de 7 fases de las cuales solamente se conocen 3; la primera de ellas, llamada Control Territorial, contempló el despliegue de militares y policías y el estado de emergencia en las cárceles de manera similar al de los dos gobiernos del FMLN; la segunda fase, denominada Oportunidad, está orientada a la reconstrucción del tejido social y debe involucrar a todas las carteras del gobierno para evitar que los jóvenes ingresen a las pandillas; y la tercera fase, llamada Modernización, incluye la compra de equipo de tecnología de punta para la Fuerza Armada y la PNC. La fase 3 fue oficialmente presentada en agosto de 2019 y tendría un costo de $210,1 millones. El presidente Bukele buscó obtener un crédito del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) por $109 millones, los cuales se destinarían a la compra del equipo en cuestión.
La demora en la aprobación del financiamiento de la tercera fase del Plan Control Territorial, fue la razón principal por la cual el presidente Bukele irrumpió en la Asamblea Legislativa acompañado por un contingente militar y policial, el 9 de febrero de 2020. Este hecho ocurrió luego de varias semanas de ataques mediáticos del presidente en contra de los diputados y de amenazas de cerrar la Asamblea Legislativa y de encabezar la «ira del pueblo» contra los diputados.
Durante las siguientes semanas, este hecho fue calificado nacional e internacionalmente como uno de los atentados más graves a la democracia y la institucionalidad política de El Salvador, y se convirtió en un tema que dominó la opinión pública. De particular importancia fue la decisión de acompañar la transgresión a la institucionalidad democrática, específicamente a la independencia de los órganos del Estado, con la Fuerza Armada y la PNC y sumarle a eso la movilización de servidores públicos como una forma de presión.
El presidente Bukele acompañado con militares tras la toma con soldados del Salón Azul de la Asamblea Legislativa, el pasado 9 de febrero. Foto Archivo FACTUM/ Salvador MELENDEZ
En abril de 2020, el presidente Bukele anunció su intención de ignorar la sentencia de la Corte Suprema de Justicia que ordenó frenar las detenciones y los confinamientos «forzosos» de quienes violaran la cuarentena decretada ante la pandemia del COVID-19. Al igual que en el resto del triángulo norte centroamericano, en El Salvador las medidas para prevenir el contagio durante la pandemia por COVID-19 fueron impuestas a través de toques de queda y estados de emergencia que otorgaron a las fuerzas armadas y policiales la potestad para controlar el movimiento de las personas. El presidente incluso amenazó con demandar a la Asamblea Legislativa y a la Corte Suprema de Justicia ante el Sistema de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), alegando que dichos órganos violaron los derechos a la salud y la vida del pueblo salvadoreño luego de que la Asamblea Legislativa se opuso a la extensión del estado de emergencia solicitado por el ejecutivo, por considerar que se habían cometido violaciones a los derechos humanos durante su vigencia. Debido a que el presidente prorrogó la medida sin autorización, la Corte Suprema de Justicia dejó sin efecto la prórroga de la ley de emergencia y pidió a la Sala de lo Constitucional revisar si la medida era constitucional o no.
Otras denuncias por violaciones a los derechos humanos ocurrieron luego de que el presidente Bukele autorizó a los cuerpos de seguridad el uso de fuerza letal para contrarrestar el aumento de homicidios ocurrido entre el viernes 24 y el domingo 26 de abril de 2020. Durante esos 3 días ocurrieron 60 homicidios en todo el país, los cuales fueron atribuidos por las autoridades a la pandilla Mara Salvatrucha y a las 2 facciones de la pandilla Barrio 18, por órdenes de sus respectivos líderes en prisión. Esto ocurrió luego de que el promedio diario de homicidios bajó a 2 a partir del 14 de abril, incluyendo un día, el 15 de ese mes, en que las autoridades no registraron ningún homicidio. La tendencia a la baja en los índices de homicidios continúa y es un signo esperanzador para una sociedad golpeada por la violencia desde hace décadas.
Con esa orden, el presidente Bukele repitió el tipo de reacciones que tuvo el gobierno del FMLN para enfrentar el aumento de los homicidios en 2015. Desde el inicio de su gestión, Bukele también ordenó el estado de emergencia en algunas prisiones del país siguiendo lo establecido por el gobierno del FMLN a través de las que fueron conocidas en su momento como las «medidas extraordinarias» en las prisiones del país. La situación llegó al extremo el 26 de abril, con el anuncio de que pandilleros de cualquier afiliación serían mezclados en las prisiones del país y puestos en aislamiento absoluto. Las imágenes de miles de pandilleros semidesnudos en los patios de las prisiones fueron criticadas nacional e internacionalmente debido a que contradecían la tradicional separación de las pandillas en las prisiones, ordenada en 2004 con la «mano dura» de los gobiernos de Arena, y además porque contravenían todos los protocolos de bioseguridad requeridos durante la pandemia por COVID-19.
Las decisiones anteriores pueden ser analizadas desde la perspectiva del sensacionalismo mediático que producen, lo cual luego de un tiempo tiende a disminuir o bien derivar en otra noticia que genera impacto en los medios de comunicación. Sin embargo, esas decisiones se suman a una trayectoria que luego de un año de gobierno se hace cada vez más visible: la creciente participación de la FAES en diferentes ámbitos de la vida política del país. Esto se aprecia hasta en el aumento del gasto militar para 2020 en un 52 % en comparación al año anterior, pasando de $145 a 220 millones, es decir, 75 millones adicionales, lo que representa el mayor aumento proporcional desde la firma del Acuerdo de Paz. A esto habría que sumarle el 50 % de los $109 millones del préstamo solicitado al BCIE para aumentar el despliegue territorial de la FAES en las tareas de seguridad pública, lo que forma parte de la fase 3 del Plan de Control Territorial del presidente Bukele.
Un año después de la primera decisión del presidente Bukele de remover el nombre del coronel Domingo Monterrosa, del cuartel de la Tercera Brigada de Infantería, han ocurrido varios eventos en los que las fuerzas militares ocupan un lugar predominante en las decisiones de Bukele sobre seguridad pública, control de la pandemia y presión política frente a otros órganos del Estado. La paradoja es ahora más evidente: un gobierno surgido de un amplio movimiento político que reemplazó a las tradicionales fuerzas políticas que compitieron dentro de las reglas de la democracia durante los últimos 30 años, recurre ahora a acciones reñidas con la legalidad constitucional para asegurar su posición y hacer valer sus decisiones con el apoyo de una institución —la FAES— cuya separación e independencia del juego político es fundamental para la consolidación de la democracia.
Conclusiones
En resumidas cuentas, el fin del conflicto armado en 1992 y la marginación de los militares de la administración directa de la seguridad pública han colocado a la FAES en una situación problemática que se ha querido superar con redefiniciones del concepto de seguridad y con la presencia de nuevas amenazas a la soberanía nacional y la integridad territorial, así como ciertas atribuciones que le otorga la Constitución vigente. Una de estas disposiciones constitucionales, compartida con casi todos los países del mundo, es la que permite al gobierno utilizar a la FAES en situaciones y circunstancias excepcionales de catástrofe nacional que no pueden ser debidamente manejadas por otras instituciones del estado. La Constitución salvadoreña también contempla que los órganos del estado (legislativo, ejecutivo, judicial) echen mano de la FAES para hacer efectivas sus disposiciones en sus respectivas competencias constitucionales (artículo 212), lo cual no deja de ser preocupante si dos órganos del Estado enfrentados quieren disponer de la FAES simultáneamente para imponer su voluntad. El resultado podría asemejarse a un golpe de Estado como los de antes, en el que se impone una solución por medios de fuerza, pero esta vez envuelta en una legalidad constitucional.
Con independencia de los problemas asociados con la existencia y las funciones de las fuerzas armadas en Centroamérica, todos los gobiernos enfrentan el dilema crónico de cómo distribuir los escasos recursos fiscales con los cuales deben atender una multiplicidad de obligaciones. Entre estos se incluye el mantenimiento de las fuerzas armadas. Si bien es cierto que los presupuestos asignados al Ministerio de Defensa en el caso de El Salvador desde el Acuerdo de Paz en 1992, han sido los más bajos en los últimos 100 años, en proporción al producto interno bruto, no dejan de ser erogaciones que deben justificarse plenamente, como las de cualquier otra dependencia del estado, bajo criterios de eficacia y eficiencia.
No está claro cómo se superarán estas paradojas y dilemas. Lo cierto es que en el caso de El Salvador, la participación de la FAES en tareas ajenas a sus funciones y atribuciones ordinarias ocasiona polémicas sobre el uso lícito de la fuerza militar en áreas de la gestión gubernamental que supuestamente deben ser atendidas por otras instancias de carácter civil debidamente preparadas y organizadas. A veces parecería que la FAES puede ser utilizada para cualquier acción que un gobernante estime producirá mejores frutos que si lo ejecuta otra instancia gubernamental.
Por otra parte, están las disposiciones constitucionales que aseguran a la FAES su existencia como institución permanente del Estado. En este sentido, un debate sobre la reducción sustancial o disolución de la FAES está fuera de lugar. Sin embargo, sí es necesario definir con la mayor precisión posible las atribuciones y prerrogativas de la FAES para que la institución armada no sea manipulada o instrumentalizada por fuerzas políticas u órganos del gobierno en pugna, que pueden afectar negativamente su carácter apolítico y no deliberante. En términos generales, la FAES debe estar presta para ayudar cuando se requiera sin alterar su carácter militar, pero también volver cuanto antes a ejercer las funciones convencionales que le asigna la Constitución.
Lo que está en juego no es solamente el futuro de la FAES, sino de la democracia propiamente. El uso desmedido de la fuerza violenta —sobre todo si es innecesaria— deslegitima al gobierno y a la misma institución que la ejerce porque evidencia su incapacidad de hacerse respetar y acatar por la libre voluntad de la población. También debe contemplarse el nivel de compromiso y afinidad de las fuerzas políticas más importantes con la democracia. Tanto Arena como el FMLN surgieron de tradiciones políticas antidemocráticas o no democráticas. Su compromiso con una solución negociada de la guerra pasó por la aceptación de una democracia incluida en un paquete de reformas promulgada años antes del Acuerdo de Paz (incluida la Constitución de 1983). A decir verdad, la única fuerza política claramente identificada históricamente con la democracia liberal fue la Democracia Cristiana, que terminó desgastada y derrotada electoralmente cuando la guerra llegaba a su fin.
En este momento, por lo tanto, puede argumentarse que la democracia necesita amigos incondicionales, quienes la respaldan tanto como sistema de selección de gobernantes por medio de elecciones, así como proceso de negociación e interlocución en busca de acuerdos que beneficien a la población entera. Después de casi 30 años de haberse firmado la paz, la situación económica para buena parte de la población sigue siendo precaria, complicada aún más por la violencia social y la pandemia de COVID-19. Las formalidades de la democracia —sus instituciones y procesos— todavía tienen que demostrar que están en capacidad de responder con eficacia y agilidad ante el cúmulo de amenazas inmediatas que enfrenta la población, a lo cual hay que sumar los bochornosos antecedentes de corrupción y malversación que han salpicado a todas las fuerzas políticas que han llegado al poder en las últimas décadas. Lo peor que le puede pasar a un sistema democrático es que se paralice o se entrampe y que el desencanto popular lo termine hundiendo.
Autores:
Knut Walter. Historiador. Ha sido docente en universidades de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Estados Unidos. Es autor de varios estudios monográficos de historia centroamericana moderna, especialmente de El Salvador y Nicaragua, y coordinó la elaboración de textos de historia salvadoreña y centroamericana.
Otto Argueta. Historiador y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Hamburgo, Alemania. Coordinador regional de la Alianza para la Paz. Sus investigaciones se concentran en temas de criminalidad y violencia con especial énfasis en pandillas, crimen organizado, narcotráfico y policía, así como sistemas políticos y procesos de formación del Estado.
El presente artículo es parte de un proyecto de investigación regional desarrollado por Alianza para La Paz con apoyo de la Fundación Heinrich Böll.
En las redes sociales, podemos ver que cada día se suman más emprendedoras y emprendedores que buscan alternativas de subsistencia. A pesar de que nos encontramos en medio de la pandemia por la COVID-19 y una crisis económica profundizada por la misma, la creatividad y la resistencia no cesan. En este ocasión les presentamos a Sweetopia y a Sass, dos ejemplos de que se puede resistir, manifestar y emprender al mismo tiempo.
Explorando en las diferentes plataformas virtuales, encontramos a Sweetopia, un negocio dedicado a la fabricación de postres artesanales. Además del buen aspecto de sus creaciones nos llamó la atención la manera en que son presentadas, ya que los postres, además de deliciosos ingredientes, van cargados de humor crítico.
Quisimos saber quiénes eran las personas encargadas de este interesante proyecto, sin embargo al comunicarnos a través de mensaje de texto, pidieron anonimato para contar su historia, «por razones de seguridad decidimos no publicar nuestros nombres, más que todo por los temas políticos de los posts, porque en nuestro país, por desgracia, el gobierno criminaliza a las personas que alzamos la voz en protesta de sus actos de corrupción».
Sweetopia inicialmente se llamaba Homemade. La persona encargada de redes sociales nos comentó que las recetas vienen de su abuela, hace once años su madre comenzó el negocio con un postre que se volvió famoso en Tegucigalpa. «Somos mi hermana, mi mamá y yo trabajando juntas desde hace once años. Mi mamá comenzó vendiéndole su famoso pecan pie a un café de Tegucigalpa. Al pasar los meses seguía distribuyendo más postres a este café y luego le fue vendiendo a otros negocios y restaurantes», nos comentó la persona encargada de las redes sociales de Sweetopia.
Años después, en una reunión familiar donde conversaban sobre el futuro de su negocio, decidieron que querían llegar directo al consumidor final y poder darles una atención más personalizada. Entonces abrieron su página en facebook. «Nuestro community manager creó el nombre de Sweetopia y él se encargó de hacerlo famoso a través de su humor negro, en él incluía temas de política y de noticias actuales», nos comentó.
Entre los nombres de sus postres encontramos la torta Invest-h y en el texto que acompaña su fotografía se lee: «De cariño le decimos “el pastel diputado” porque se vende a cada rato» , otro texto dice: «La bautizamos como “la Torta Invest» porque todos quieren robarse una tajada». En Sweetopia además de encontrar exquisitos postres encontramos la manifestación de la empatía de las creadoras con la población indignada por la injusticia, el robo y la corrupción que impera en Honduras desde hace décadas y que en momentos duros, como esta crisis sanitaria, se agudiza.
En el mes de junio decidieron hacer este tipo de publicaciones, bautizaron a sus postres con nombres que expresan la inconformidad ante la incertidumbre por la llegada de los hospitales móviles al país y los actos de corrupción de parte de Invest-h. «Dentro de tanta mala noticia también quisimos buscar un poco de humor y sacarle una sonrisa a la gente, por medio de nuestros posts», explican.
Sweetopia abrió una línea fit diversificándose con postres para personas que hacen dietas cetogénicas, libres de gluten y para diabéticos, se llama Fitopia. Hoy Sweetopia lleva casi siete años en las redes sociales, podés encontrarlas en su cuenta de Instagram Sweetopia. Están disponibles en Hugo y tienen pick up service.
También conversamos con Melany Hernández, propietaria de Sass boutique, una tienda que se especializa en la venta de ropa y que fue inaugurada hace seis años: «Sass comenzó en octubre de 2014, yo tenía veinticuatro años. Toda mi vida he trabajado. Desde que tengo siete años intentaba ayudar a mi papá en ciertas labores de su empresa, desde pegar sobres de empaque para entregas de mercancía, hasta contar productos, aunque en muchas ocasiones lo hiciera mal. Pero él me incentivaba a trabajar y me gustaba mucho».
Primero se abrió la tienda en Tegucigalpa, pero ante la demanda de envíos a San Pedro Sula, Melany decidió abrir una sucursal por allá. «Cuando empezó la cuarentena cerramos las tiendas, y a pesar de la crisis cumplimos con todos los pagos a nuestras empleadas y empleados, por suerte teníamos fondos para hacerlo», nos comentó.
Luego surgió la idea de hacer las camisas con mensajes de «Feliz cumpleaños en cuarentena». En realidad Sass se ha dedicado a la compra y venta de ropa y accesorios , la producción de camisas es el negocio del hermano de Melany Hernández y en algún momento ella incursionó en esta actividad, sin embargo prefirió dedicarse de manera exclusiva a su tienda.
«Cuando empezó la crisis una clienta que quería hacer un regalo me preguntó que si todavía hacía de las camisas que yo le había vendido hace algunos años, entonces le pregunté a mi hermano que si me permitía ir a su negocio, que queda cerca de mi casa, y hacer la camisa, me dijo que sí y la hice. Le tomé una fotografía, la subí al Facebook y fue una locura porque muchísimas personas me escribían para hacer sus encargos. Y es que aún en medio de la crisis uno quiere agradar a los seres queridos con algún regalito», nos dijo Melany. Días después y a raíz de todas las irregularidades por parte del gobierno en relación a los fondos destinados a la pandemia por la COVID- 19, Melany decidió elaborar camisetas con el mensaje «¿Dónde está el dinero?», la consigna que se ha vuelto viral en redes sociales y también se ve reflejada en pintas en calles y puentes de las ciudades principales del país.
Ella nos manifestó que como emprendedora, como madre y como ciudadana se siente inconforme e indignada ante la corrupción y la negligencia por parte de quienes nos gobiernan: «yo pienso que los hondureños y las hondureñas tenemos un miedo tremendo, y más que el miedo a una enfermedad es el miedo a las respuestas que nos dan las autoridades del país. No hay condiciones en el sistema de salud, por ejemplo, sabemos que si nos llegamos a enfermar no vamos a tener ni siquiera oxígeno, no vamos a tener nada. Entonces bajo estas inconformidades surge el hecho de que uno también siente la necesidad de protestar, poner un granito de arena y hacer algo que haga ruido».
Melany decidió regalarle camisas a amistades y a ciertos líderes políticos de la oposición, con el objetivo de que el mensaje llegara a todos los lugares posibles. Las subió con mucho miedo a las redes sociales de Sass y de manera inmediata la gente se manifestó con mucha emoción: «nunca tuve un comentario en mi contra ni en contra de las camisetas porque creo que somos muchas las personas que estamos conscientes de los conflictos que atravesamos por culpa de gobernantes corruptos».
Melany, con ayuda de su papá y de su hermana, continúa realizando más diseños. «Al sol de hoy, mi papá pinta las camisas, él se siente útil en ese sentido y me ayuda muchísimo porque realmente tienen una demanda increíble. Mi hermana, por su parte, me ayuda con los diseños, las ideas yo las pongo y ella me las ejecuta», finalizó Melany. Podés pedir sus camisetas en la cuenta de Instagram de Sass .
El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse, habla y grita, llora y se desespera. El teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre.
Muchas cosas han cambiado para el Teatro Memorias desde el 14 de marzo, cuando inició la cuarentena a causa de la COVID-19: «nosotros habíamos estrenado la obra El sueño de una noche de verano de William Shakespeare, el 12 de marzo, y esperábamos tenerla dos meses en cartelera, pero la pandemia nos cayó y tuvimos que cerrar la sala. Desde ese momento en que se cerró la entrada del teatro sentimos que estábamos totalmente indefensos, acéfalos, huérfanos y sin saber qué hacer». Tito Ochoa, director de Memorias, nos comentó que les tocó esperar casi un mes para poder reaccionar y saber que esta pandemia no iba a durar uno, dos o cuatro meses, sino que iba a durar casi todo el año: «posiblemente en 2021 vamos a tener bastantes inconvenientes, entonces a la productora de la Casa del Teatro, Inma López, se le ocurrió la idea de crear la casa del Teatro Memorias virtual».
En los siete años que lleva desde su fundación, Memorias ha producido un promedio de ciento cincuenta presentaciones anuales, con un repertorio de veinte espectáculos. Sin duda se ha convertido en un referente muy importante de gestión, de producción, de investigación y creación teatral, no solo de Honduras, sino también en Centroamérica, ya que ha demostrado que es un modelo muy importante para la creación de las artes escénicas.
En la década de los setenta, la familia Ochoa Camacho formaba parte fundamental del Teatro obrero del pueblo unido (TOPU), y años después, en los ochenta, los hermanos Tito, Blanca, Alba y Lourdes Ochoa, fundaron el grupo teatral Rascaniguas. En 1990 emprendieron el proyecto de la Asociación Cultural Memorias, que comenzó con la realización de obras de carácter ecológico, estos espectáculos se presentaron durante cinco años. Para el año 1996 aparece el Teatro Estudio, que es una vertiente de lo que hoy conocemos como el Teatro Memorias, y se monta la obra El enemigo del pueblo de Henrik Ibsen, y con eso se inicia lo que se conoce hoy en día como el Teatro Memorias, dedicado al montaje de obras de autor.
La actriz Marey Álvarez, durante la presentación de «Monólogos de la vagina». Tegucigalpa, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.
«En el año 2007, mis hermanas Blanca y Lourdes hicieron una primera versión de Los monólogos de la vagina. En 2009 regresé de Colombia junto con mi esposa Inma Lopez, y retomamos la actividad de la Asociación Cultural Memorias. Montamos cuatro obras: Lisístrata de Aristófanes, El inspector de Gógol, La mirandolina de Goldoni y La visita de la vieja dama de Durrenmatt», nos comentó Tito Ochoa, quien además es un destacado actor y director de teatro, egresado de la Academia de Arte de las Musas, de la República Checa.
Todas esas obras sirvieron de inicio para lo que será la primera sala de teatro privado en Tegucigalpa, un espacio alternativo que hoy se conoce como la Casa del Teatro Memorias y que se encuentra ubicada en el barrio La plazuela, en el centro de Tegucigalpa. «En el 2013 la inauguramos con la obra Los monólogos de la vagina. Desde ese momento se produce una transformación de lo que venía siendo la actividad teatral en la capital, que se dedicaba casi exclusivamente a las presentaciones en el teatro Manuel Bonilla y que realizaba presentaciones para estudiantes de colegios y universidades», nos comentó Tito.
Con la creación de este espacio se establece un nuevo paradigma en la vida teatral de Tegucigalpa, porque por primera vez se produce un teatro de repertorio, que trabaja todo el año ofreciendo funciones de temporada de obras clásicas, contemporáneas y de teatro hondureño, y que ha revolucionado la actividad artística en la ciudad.
El Teatro Memorias realiza una importante actividad de montaje de obra, y además participa en la realización de grandes eventos internacionales como la Muestra Centroamericana de Teatro, que invita a lo mejor del teatro profesional de la región. «Estamos hablando de gente que está exclusivamente dedicada al teatro profesional, que lo han estudiado y que se dedican a esto como un oficio. En la Casa del Teatro Memorias, hemos incrementado la participación del público que acogen estas presentaciones de manera masiva», dijo Tito Ochoa.
A raíz de la crisis sanitaria, han realizado lo que se conoce como cápsulas artísticas y los actores, que no podían salir de sus casas, trabajaron en la elaboración de videos caseros rememorando lo que había estado pasando antes de la cuarentena y expresando lo que estaba sucediendo con sus vidas en ese momento. Luego anunciaron que iban a presentar obras de teatro —en línea— que se habían realizado durante todo el proceso del funcionamiento desde su inauguración.
Comenzaron presentando en Youtube, de manera gratuita, la obra La cena de los idiotas, que tuvo un impacto impresionante, ya que fue vista por seis mil espectadores: «esto es algo que jamás habíamos tenido en una temporada normal, la obra ha sido vista en un montón de sitios y ha tenido una repercusión nacional e internacional. Creo que haberla presentado en esta plataforma abrió la posibilidad de llegar a muchas personas y lugares, esto no hubiese sido posible de haberla presentado en nuestra sala. En este momento estamos perfeccionando una idea para poder tener nuestra propia plataforma que permita que la gente pueda ver las obras y que nos pueda apoyar, de manera directa, con un pequeño pago simbólico para poder sostener la Casa del Teatro Memorias, ya que tenemos costos y gastos impresionantes en cuanto al alquiler y a los servicios, porque no hemos recibido un solo peso en los últimos cinco meses».
A pesar de la crisis, Tito Ochoa nos comentó que considera que este momento de la historia es una oportunidad para poder buscar y desarrollar nuevas maneras de encontrar vínculos para que el público pueda ver las obras. «Al principio nosotros estábamos reticentes a desarrollar una actividad virtual porque consideramos que el teatro es eminentemente presencial. Lo que estamos haciendo ahora es en realidad una actividad que no es el teatro tal y como lo conocemos, pero dadas las condiciones en que estamos no podemos quedarnos cruzados de brazos y decir “esto no es teatro y por lo tanto no lo vamos a hacer”. Pienso que hay que realizarlo y no considero que sea perjudicial, por el contrario creo que es una alternativa a lo que estamos viviendo. Esto también va a permitir que mucho público que no vive en Tegucigalpa —y que no tiene acceso cuando hacemos las giras nacionales— tenga la oportunidad de presenciar nuestro trabajo».
Tito Ochoa, director de la compañía del Teatro Memorias. Tegucigalpa, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.
Hace diez años, las funciones eran gratuitas porque la gente tampoco quería pagar por ver teatro, entonces poco a poco, Memorias comenzó a cobrar un boleto de cincuenta lempiras. En la medida que las personas tomaron conciencia de que lo que estaban presenciando tenía un alto nivel de profesionalismo y calidad y que era realizado por personas que conocen el lenguaje, acudían a ver la obras por el valor que se establecía. «A nosotros la gente no solo nos paga un boleto, también nos ha donado mucho más del precio propuesto para la presentación. Por ejemplo, en La cena de los idiotas algunas personas nos donaron desde seiscientos hasta mil lempiras, sin que nosotros lo pidiéramos. Entonces ahí es donde te das cuenta de que las personas sí valoran este gran esfuerzo que se está realizando desde la Casa del Teatro Memorias», nos comentó Tito Ochoa.
Memorias cuenta con el apoyo de la Cooperación Suiza para el Desarrollo, que es quien los sostiene en gran medida, pero también hay costos que ellos como organización tienen que cubrir. «El público juega un papel fundamental porque el gobierno realmente no ha hecho nada ni siquiera en las cuestiones de salud y educación, ¿cómo vamos a esperar que en la cultura, en el arte y en el teatro hagan algo? Lo único que nos puede salvar es el pueblo y los medios de comunicación que generan espacios que permiten la divulgación de las actividades artísticas y teatrales alternativas, que posibilitan que la gente se informe y que apoyen este tipo de actividades, solo así vamos a salir. Como dicen “solo el pueblo salva al pueblo”, por tanto, no esperamos nada del gobierno ni de ninguna organización que no aportó cuando la cuestión era presencial, mucho menos lo hará ahora que es virtual».
Teatro Memorias ha planificado para esta semana la presentación de la obra La doncella, del autor Ariel Dorfma. También están realizando gestiones con docentes que iban junto con sus estudiantes cuando se realizaban las presentaciones presenciales. Además esperan presentar la obra Pareja abierta, del autor Dario Fo, para estudiantes de la Cátedra de la mujer que lidera la profesora Hilda Caldera. Están gestionando, con el Centro Cultural de España, la realización de la obra La ciudad oscura de Antonio Rojano.
Memorias es la prueba del trabajo riguroso, profesional e independiente, es la prueba de que existen alternativas para la creación artística aún en medio de la pandemia. Su futuro parece incierto, sin embargo nos están mostrando cómo es posible enfrentarse a la adversidad y al mismo tiempo darle continuidad al trabajo escénico. «No podría decir exactamente qué va a pasar con la Casa del Teatro Memorias de aquí a abril del próximo año, pero lo único que puedo decir es que estamos resistiendo», finalizó Tito Ochoa.
Hace unos días conversé con mi amiga Guadalupe Sarmiento, quien es maestra y coordina una institución educativa a distancia. Platicamos sobre nuestras preocupaciones con respecto al futuro de la educación pública con la nueva normalidad de la pandemia. «Hay un compromiso muy alto no solo con la institución, con los estudiantes y padres de familia, sino también un compromiso moral con nosotros como personal administrativo de la institución», me comentaba. Guadalupe y yo, somos de alguna manera, compañeros de labores estudiantiles, ya que desde un corto tiempo atrás, he tenido la oportunidad de apoyar facilitando contenido académico en la institución que ella labora y eso me ha llevado a relacionarme un poco más con la educación.
En medio de la situación actual por la COVID-19 he sido testigo de cómo varios de los estudiantes adultos han hecho enormes e incalculables esfuerzos por seguir estudiando, a pesar de que muchos de ellos han quedado sin trabajo. También, otros continúan trabajando en medio de la pandemia, exponiéndose ellos y a sus familias. Esto ha sido bastante duro para todo el equipo de la institución, y mi caso no es la excepción, ya que se trabaja hombro a hombro para que todos los alumnos puedan finalizar con éxito su año académico.
Sin embargo, han surgido inconvenientes, desde aquellos que pueden parecer muy simples y pasar desapercibidos hasta los que tienen una connotación verdaderamente compleja. Yo creo que el asunto se torna a veces complicado debido a la carencia de las herramientas tecnológicas que, por cierto, aún no han sido entregadas a los docentes, estudiantes y demás colaboradores, y por supuesto por la difícil decisión que tienen en sus manos los padres de los alumnos: ¿la comida del día o la recarga para el internet? Esto lo conocemos porque varios de los estudiantes lo han hecho saber y desde la institución se ha tratado el tema con la mayor delicadeza y seriedad posible.
Desde una perspectiva muy personal reconozco que, en ocasiones, muchos esfuerzos parecen diluirse y volverse nada cuando alguno de los alumnos se desmotiva, debido a la precariedad que les acompaña desde el tiempo en que comenzó la cuarentena. Pero también rescato que tratamos, en la medida de lo posible, de animarnos los unos a los otros, para seguir el proceso de adaptación en medio de esta nueva normalidad para la educación pública hondureña.
La reforma educativa sigue siendo una utopía en Honduras, un país en el que aún hay escuelas que tienen como techo a un par de manacas de coco, y sus cimientos están sostenidos por algunas varas de madriago o de algún árbol que sea capaz de soportar un par de años de abandono y lo que conlleva: lluvias, ventarrones y los soles de marzo y abril. Y qué decir de las mesas o pupitres en los que nuestros jóvenes deberían recibir clases, muchas veces toca sentarse en el suelo y si la suerte acompaña, seguramente algún pedazo de bloque o alguna tabla pueden realizar la función de asiento para sentarse y aprender.
Cualquiera podrá replicar lo escrito anteriormente con aquella frase de Malala: «cualquier lugar puede ser útil para aprender». Es válido, sin duda alguna, pero el punto central no es el lugar, sino el desmesurado abandono al que se ha llegado para que los lugares en que se imparten las clases sean espacios poco pedagógicos y casi una ofensa para las generaciones actuales, a las que se les ha hecho el llamado a «liderar la ruta del desarrollo del país», pero son pocos o casi nulos los medios e instrumentos que se les brinda para realizar tal hazaña.
Pero ahora con la COVID estas maltrechas aulas están vacías, y la educación se ha trasladado a un escenario aun más precario para más de un millón de niños y niñas: sus casas. La falta de acceso a la tecnología y la brecha digital en Honduras es aún muy profunda, además que tener un celular inteligente no significa que las personas puedan utilizar este como una herramienta docente. Si algo nos ha demostrado esta pandemia es que aún nos hace muchísima falta la formación digital para la enseñanza y aprendizaje aplicado a la educación formal.
Retomando entonces la plática entre mi amiga, me comentaba que «la pandemia ha sido un revés no solo a nuestra economía, sino de manera social y psicológica, ya que los estudiantes, en la mayoría de los casos, se han visto afectados en relación a su formación académica y en las nuevas formas a las que se enfrentan. Hay muchos factores en juego: el factor económico (no todos cuentan con los recursos para recibir clases virtuales), el factor psicológico (se han llenado de estrés, ansiedad e incertidumbre), el factor social (somos seres sociales, esa falta de cercanía nos afecta), el aumento de las tasas de deserción y las pérdidas en los aprendizajes».
Ella me contaba lo difícil que ha resultado, no solo para sus estudiantes, sino también para los docentes, ya que no estaban acostumbrados a este tipo de modalidad. Además de que no han recibido ningún tipo de apoyo de parte del Estado y la Secretaría de Educación no ha incluido, de manera directa, planes educativos basados en esta nueva modalidad de enseñanza, nada más han dado directrices generales y de ahí han partido.
Sin duda siempre hay algo positivo, aunque cueste verlo y, como me comentaba mi amiga Guadalupe, esta crisis ha llevado a explotar las áreas técnicas de los docentes y estudiantes, es un buen momento para conocer de un mundo tecnológico que muchas y muchos desconocíamos.
Después de esta conversación, me di cuenta que la unidad granítica entre institución y padres de familia es fundamental para sacar adelante un año escolar casi perdido. Claro está que cualquiera podrá rebatir los puntos abordados diciendo que hay prioridades, que no es el momento, que la salud es primero y la educación puede esperar, que perder un año tampoco es para morirse, entre otras cosas… y también hasta cierto punto estos argumentos son válidos, debido a la crisis que hoy nos arropa. Sin embargo, después de tanto señalamiento a las autoridades gubernamentales por desvío de fondos y malversación de caudales públicos que debieron ser usados en alguna medida para impulsar las reformas que ya mencionamos, —creo yo— cabe la pregunta ¿cuándo entonces será el momento de la educación? Indistintamente de si es presencial, semipresencial o a distancia, ¿cuándo será una prioridad la implementación de la era digital en la educación pública?
En casi 5 meses de pandemia, Honduras ha contabilizado 48,400 personas contagiadas de COVID-19 después de procesar un estimado de 118,000 pruebas PCR. Solamente el 0.12% de la población hondureña ha sido sometida a la prueba de hisopado nasofaríngeo utilizada para detectar el virus. Algunos laboratorios privados se han encargado de realizar y procesar muestras para las personas que pueden pagar un elevado precio. Mientras tanto, la falta de capacidades técnicas en el sistema sanitario público y la corrupción han generado una pérdida de $1.9 millones en pruebas que se arruinaron en el transporte y almacenamiento, mientras se esperaban máquinas adquiridas por $585,360.00 para el procesamiento de las mismas.
A través de un comunicado emitido el 9 de agosto, la junta interventora de Inversión Estratégica de Honduras (Invest-h) informó que 100,000 pruebas de reacción en cadena de la polimerasa, PCR por sus siglas en inglés, que se encontraban almacenadas en bodegas, estaban en mal estado porque no se cumplió con la cadena de frío. A estas se suman 150,000 pruebas que se echaron a perder porque Invest-H no las admitió y se espera que sean sustituidas por el proveedor, pero según una cláusula contenida en el contrato firmado por ambas partes, el comprador, o sea el Estado de Honduras, se responsabiliza por daños ocurridos durante el transporte y el almacenamiento.
Estas pruebas fueron adquiridas por el Estado de Honduras por $1,875,032.00 a través de Invest-h a la empresa surcoreana Bioneer, por pedido de la Subsecretaría de Redes Integradas de Servicios de la Secretaría de Salud. Cuando se recibió el producto, 16 días después del pago realizado a través de Citi Bank, la Comisión Veedora y Auditora y técnicos de la Secretaría de Salud pudieron identificar que la temperatura ambiente en la que fueron almacenadas dichas pruebas no estaban conforme a las normas establecidas. Las pruebas debían entonces someterse a una evaluación para verificar que aún podían utilizarse.
Mientras se realizaba el desaduanaje de las 150,000 pruebas restantes, las primeras fueron almacenadas en un cuarto frío entre 2 °C y 8° que no cumple con la temperatura estipulada en los protocolos del manejo de este material, que es de -21 °C, según el comunicado de la junta interventora. El material aún se encuentra en el almacén de la empresa de transporte y se ha procedido a realizar las gestiones legales correspondientes para el reemplazo de este material averiado.
La jefa de Vigilancia de la Secretaría de Salud, Karla Pavón, declaró ante medios de comunicación que «son 250 mil pruebas compradas por Invest-h, pero llegaron 100 mil. Nosotros como SESAL no tenemos bodegas, por tanto, la licenciada Claudia Sikaffy gestionó una bodega con cadena de frío y estas pruebas así lo requieren. Fueron 100 mil las que llegaron a ese almacén, pero las pruebas no cumplían con esa cadena de frío».
La doctora Pavón comenta que aún se desconoce si el material se averió en las unidades de transporte de la empresa encargada de realizar el envío y la entrega de las pruebas. «Los responsables son quienes lo recibieron. El jefe de la unidad, que está delegado, recibió las pruebas y ahí constató en los recibos que recibían sin las condiciones de cadena de frío. Se las entregó una empresa de transporte que mandó Invest-H», aseguró.
Alba Consuelo Flores, ministra de salud, dijo que la Secretaría de Salud ha actuado con transparencia porque a ellos solo les corresponde recibir producto que se encuentra en óptimas condiciones, si no, no se reciben, es por esto que no puede confirmar el estado en el que llegaron las pruebas compradas a través de Invest-H, pero asegura que no fueron trasladadas con la cadena de frío correspondiente. También lamentó que los trámites administrativos no se hayan realizado de la manera adecuada, por lo que los entes de justicia tendrán que deducir responsabilidades a los implicados.
Una médica aplica una prueba rápida para Covid-19 en las instalaciones del Colegio Hondureño de Periodistas. Tegucigalpa, 3 de junio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Compra de pruebas y máquinas
En abril, Invest-H, a través de la orden de compra número 015-2020 y factura proforma B200404-P1 del 6 de abril, ejecutó un total de USD $1,934,657.86 en concepto de compra de pruebas, seguro, transporte y gastos de desaduanaje. El costo de cada una de estas pruebas es de $7.50, indican los documentos del ente gubernamental. El trámite de compra se hizo directamente con la empresa surcoreana Bioneer, ya que ésta no cuenta con representación en el territorio nacional.
Bioneer Corporation es una empresa fundada en 1992 y reconocida por sus pruebas para la detección de enfermedades como Zika, Gripe Porcina, Chikungunya, Dengue, entre otras. La empresa surcoreana se comprometió a entregar 100,000 pruebas en los primeros 15 días del mes de abril, el segundo lote de 100,000 pruebas el 17 de abril y un último lote de 50,000 pruebas más el 24 de abril.
Por la compra de esta cantidad de pruebas, el gobierno pagó $1,875,032.00 a Bioneer a través de una transferencia bancaria con fecha del 6 de abril de 2020. En una segunda transferencia de fondos, el 9 de abril de 2020, se pagaron $57,582.00, correspondientes a los gastos de transporte y seguro para los tres envíos de compra de 250,000 pruebas AccuPower SARS-CoV-2 Real Time RT-PCR Kit. Invest-H también pagó gastos de desaduanaje a la empresa DHL.
Algunos expertos en microbiología explican que los kits que se compraron a la compañía surcoreana son los adecuados para detectar la COVID-19 pero no son compatibles con la tecnología que se utiliza en el Laboratorio Nacional de Virología. Esto deja ver que la compra de las 250,000 pruebas se hizo sin contar con asesoría adecuada.
«Generalmente, la plataforma de los fabricantes de equipo, consumibles y reactivos de PCR, son plataformas de cada fabricante. Es decir, la gente de Bioneer tiene su propio equipo y plataforma, creo que el Gobierno de Honduras no las tenía como tal», asegura un microbiólogo hondureño que pidió anonimato.
Documentos de adquisición de Invest-h muestran que los 250,000 kits no fueron la única compra que se hizo a la compañía surcoreana. En mayo, después de haber pagado y recibido las pruebas, se compró equipo para el óptimo funcionamiento del Laboratorio Nacional de Virología, este sería el idóneo para procesar las muestras que se tomarían con las pruebas que se compraron en abril.
Lisandro Rosales, en su condición de Comisionado Especial de Atención a la Emergencia, autorizó a Marco Bográn, entonces director de Invest-h, el uso de $50,150.00 para pagar los gastos de transporte aéreo mediante FedEx o DHL y seguro de la maquinaria que llegaría desde Corea del Sur. Pero las facturas muestran que el total de la compra de las máquinas fue de $635,510.00, cantidad que fue pagada por adelantado.
Con esta compra se adquirieron 5 máquinas para la extracción automática de ácido nucléico y 530 kits para la extracción rápida y precisa de ADN o ARN viral. Además, en la factura con fecha del 18 de mayo, se incluye una donación de dos máquinas de extracción valoradas en $42,000.00 cada una. El 12 de junio Invest-h hizo entrega de este equipo al Laboratorio Nacional de Virología. Para este momento, ya habían pasado alrededor de dos meses desde la llegada de los tres lotes de pruebas para la detección de COVID-19 que, según Invest-h y la Secretaría de Salud no se habrían podido utilizar por la pérdida de la cadena de frío durante el trayecto.
Personal de una empresa distribuidora de equipos e insumos para laboratorios dio a conocer que desde hace dos semanas no se han procesado muestras en San Pedro Sula y el Distrito Central, esto por falta de reactivos para las máquinas que esta empresa alquiló al gobierno. Durante estos 5 meses se han estado procesando muestras con reactivos y sistemas de varias compañías que desarrollaron pruebas para la detección de la COVID-19, no las de Bioneer porque las pruebas que estas máquinas procesarían se arruinaron. Actualmente, los laboratorios que han adquirido pruebas y reactivos son los privados, mientras el Laboratorio Nacional de Virología solo cuenta con 10,000 pruebas para San Pedro Sula y el Distrito Central.
En Honduras, el Laboratorio Nacional de Virología es el encargado de procesar las muestras enviadas por centros de salud, hospitales públicos, Instituto Hondureño de Seguridad Social y centros de triaje. Entre marzo y julio se realizaron 110,640 pruebas de PCR. A medida avanza la pandemia, se ha ido aumentando la cantidad de muestras procesadas a nivel nacional, en marzo se realizaron solamente 1,052 pruebas mientras que en julio se procesaron más de 1,000 muestras a diario, pero en agosto, días como hoy se procesaron menos de 900 pruebas.
La mala gestión de los fondos asignados al combate de la pandemia y la falta de asesoría al momento de realizar compras de insumos para hospitales y laboratorios incrementan los problemas que enfrenta la población hondureña y el sistema de salud público. El descenso de casos positivos no se debe al aplanamiento de la curva, sino a la falta de materiales para detectar la enfermedad.
Según el Observatorio Demográfico Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, menos del 0.12% de la población hondureña ha sido sometida a la prueba de hisopado nasofaríngeo utilizada para detectar el virus. Tegucigalpa, 7 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
El programa Fuerza Honduras, fue aprobado en el Congreso Nacional el 16 de julio, y consiste en un fondo de 250 millones de lempiras (10 millones de dólares) provenientes de un préstamo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), para montar centros de triaje y aislamiento en todos los municipios, excepto el Distrito Central y San Pedro Sula. Expertos señalan que esto debió hacerse antes y parece ser un último recurso para arreglar la incompetencia con la que se ha manejado toda la pandemia.
«Fuerza Honduras es una operación gigantesca y esto nos va a permitir construir algo que Honduras no ha tenido. Es una fuerza importante en lo que llamamos atención primaria en salud», señaló el presidente Juan Orlando Hernández, durante una cadena nacional cuando anunció el programa el pasado 13 de julio. Fuerza Honduras se hará con una inversión total de 460 millones de lempiras (18 400 000 dólares) en todo el territorio nacional, ya que las municipalidades contribuirán con una contraparte de 210 millones de lempiras (8 millones de dólares) correspondientes al 45 % del total de la transferencia municipal del mes de abril de 2020.
Para Juliette Handal, expresidenta del Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep) y empresaria farmacéutica, este programa es un intento desesperado por arreglar las malas decisiones tomadas desde el inicio de la pandemia. «Ahora quieren tapar agujeros tremendos que ellos mismos han generado, quieren curarse en salud dándoles a las alcaldías que desde el inicio dijeron que no tenían fondos. Lo primero que debieron haber hecho era identificar focos de contagio locales, como lo señalaban los médicos», señala.
Hasta el momento, 281 municipalidades han recibido 167 millones de lempiras (6 millones de dólares), ejecutados a través de la Secretaría de Gobernación, Justicia y Descentralización. Hasta el 10 de agosto, Honduras ha destinado 5000 millones de lempiras (203 millones de dólares) para atender la emergencia por COVID-19.
El presidente Juan Orlando Hernández, a través de su cuenta de Twitter, el 5 de agosto, señaló que a través del programa Fuerza Honduras se contrató a 1532 profesionales de salud para realizar 190 brigadas médicas, y que además se comprarán 1399 tanques de oxígeno y se construirán 163 centros de triaje.
Una médica toma la temperatura a una mujer durante una jornada de las brigadas médicas domiciliarias. Tegucigalpa, 9 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Las respuestas locales son diferentes
La municipalidad de la Lima, en Cortés, se encuentra entre las 10 alcaldías que más fondos recibieron con el programa Fuerza Honduras, con 2 920 000 lempiras (116 800 dólares). En la alcaldía aseguran que el programa les está ayudando a fortalecer el sistema de salud local al remodelar el espacio que pertenecía a la Casa de la Cultura como un centro de triaje, que estará completamente habilitado la próxima semana, pero que después de la pandemia se convertirá en una policlínica para atenciones generales.
La Lima, reporta 700 casos positivos por COVID-19, de una población de alrededor de 75 000 habitantes. Maycol Izaguirre, jefe de relaciones públicas de la municipalidad, señala que el triaje servirá para atender a 30 personas diarias, además contará con zonas de estabilización para pacientes leves o intermedios a los que se les dará 24 horas para estabilizarse, de lo contrario será remitido a los hospitales cercanos al municipio: el Mario Catarino Rivas, el Leonardo Martínez en San Pedro Sula y al Hospital de El Progreso.
«Estos fondos de Fuerza Honduras se están utilizando para la compra de insumos, la cual ya se hizo, y el pago de planilla de cada uno de los médicos que fueron seleccionados coordinadamente por el departamento de recursos humanos de la alcaldía y con Mario Figueroa, coordinador de salud del municipio de parte de la Secretaría de Salud», señaló Izaguirre.
De igual manera, en el oriente del país, en Danlí, municipio de El Paraíso, se recibió 2 188 000 lempiras (87 000 dólares), con lo que habilitó el centro de triaje ubicado en la Escuela Pedro Nufio, en donde se podrán atender hasta 550 personas diarias.
El encargado de operaciones de la oficina del comisionado especial para el Manejo de la Emergencia, Julio Quiñónez, informó que el centro cuenta con 6 clínicas de atención médica, espacio para toma de muestras, farmacias y un área de espera con capacidad para 70 personas que serán atendidas por 110 empleados que laboran en el centro, contratados bajo el programa Código Verde y la alcaldía municipal.
«Aquí se estará dando el servicio de entrega del tratamiento MAIZ, la toma de pruebas rápidas, la atención médica y una amplia zona de estabilización con sus respectivos tanques de oxígeno y manómetros». Quiñónez señaló que buscan descongestionar el Hospital Regional Gabriela Alvarado.
Sin embargo, la situación de respuesta no es la misma para todas las municipalidades. En la alcaldía de Opatoro, en el departamento de La Paz, apenas se desembolsó 338 000 lempiras (13 520 dólares) para la creación de centros de triaje y brigadas médicas. Aunque no reportan casos positivos oficialmente y su población es pequeña, ronda los 8000 habitantes, de empezar a tener contagios podría significar que los casos graves no lleguen a tiempo a hospitales.
La cuadrilla de desinfección de la Municipalidad de Santa Lucía desinfecta todo automóvil que ingresa al municipio proveniente de la ciudad de Tegucigalpa. 16 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Juliette Handal, señala que los centros de triaje «tal vez sirven porque algunos están con camas que pueden atender mientras hay un espacio y alguien se muere en los hospitales. Eso de verdad que es lamentable».
En Opatoro apenas cuenta con 5 Centros de Salud con Médico y Odontólogo (Cesamo), que tienen condiciones mínimas para la atención general. En el municipio no existe un hospital, y el más cercano, el Hospital Doctor Roberto Suazo Córdova, se encuentra a 72 kilómetros de distancia, en la cabecera departamental La Paz.
Oneyda López, regidora de Opatoro, reconoce esta situación: «como municipio no tenemos las condiciones para atender, no lo pudieron mantener en países de primer mundo y mucho menos nosotros».
López señala que hasta el momento la municipalidad se dedica a establecer puntos de control en las entradas y salidas del municipio, a colocar en aislamiento domiciliario por 14 días a las personas que ingresan y a proveer de alimentos a familias con el programa Honduras Solidaria que ha llevado raciones para 2809 familias en la zona.
El paquete MAIZ que entregan los médicos en sus visitas domiciliarias contiene 500 mg de azitromicina, 12 mg de ivermectina, 100 mg de zinc, y un antiséptico para enjuague bucal. Tegucigalpa, 9 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Programas asistencialistas previo a las elecciones aumentan la deuda
Las primeras 3 alcaldías que más fondos han recibido para el programa son Choloma y Villanueva en Cortés y El Progreso en Yoro. El caso de esta última alcaldía es parte de una de las 16 líneas de investigación que el Ministerio Público realiza por compras en la pandemia. La investigación en El Progreso es por la supuesta sobrevaloración de las bolsas solidarias entregadas por medio del programa Honduras Solidaria.
Una de las irregularidades denunciadas es la aprobación de un contrato entre la municipalidad y la empresa Inversiones y Suministros Bonilla Alberto, propiedad de Héctor Bonilla, para la compra de 16 productos diferentes para incluir en la bolsa solidaria por 7 millones de lempiras (280 000 dólares). Bonilla fue candidato a diputado suplente, por el Partido Nacional, en las elecciones de 2017.
Los denunciantes señalan que además la empresa no cumplía con los requisitos de la Ley de Contratación del Estado y que además es intermediaria para adquirir los productos con otro tipo de empresas.
Recomendamos este video sobre el caso en El Progreso, Yoro:
Para el programa Honduras Solidaria, el gobierno desembolsó a las alcaldías 708 658 000 lempiras (28 millones de dólares) para atender a más de 700 000 familias en 2 fases.
A un año de las próximas elecciones en el país, Handal, señala que el programa Fuerza Honduras podría llegar a utilizarse con fines políticos, para ayudar a cada estructura política que tienen los alcaldes en Honduras.
Los fondos públicos en Honduras ya han sido investigados por sus vínculos con campañas políticas, por un lado, se utilizan para el asistencialismo a cambio de votos. Por otro, han sido parte de malversación, como en el caso Pandora, una investigación de la Maccih y la Ufecic, que reveló corrupción en el desvío de fondos estatales a través de organizaciones no gubernamentales, para financiar las campañas políticas del Partido Nacional y Liberal en 2013. El 4 de agosto, la Corte de Apelaciones decretó sobreseimiento definitivo a 22 de 38 implicados.
Para la atención de la emergencia, desde abril, el Congreso Nacional aprobó que el gobierno pudiera gestionar préstamos hasta por 2500 millones de dólares. Roxana Rodríguez, viceministra de Finanzas, detalló que se han desembolsado 373 millones, de los cuales 235 se han ejecutado para la pandemia.
Además del programa Fuerza Honduras, el 31 de julio, el gobierno suscribió con el BID un préstamo por 59 millones de dólares para el Programa de Apoyo al Sistema Integral de Protección Social, que será ejecutado a través de la Secretaría de Estado en el Despacho de Desarrollo Social (Sedis) y la Secretaría de Estado en el Despacho de Salud (Sesal).
Este monto se pretende utilizar para el fortalecimiento de la oferta de servicios educativos, pero también para el programa Vida Mejor, a través de transferencias monetarias condicionadas.
La viceministra de Crédito e Inversión Pública de la Secretaría de Finanzas, Liliam Rivera manifestó: «esta es una operación que está enmarcada dentro del financiamiento aprobado por el Congreso Nacional de los 2500 millones de dólares, destinado para el programa de emergencia de apoyo y preparación ante el COVID-19 y de reactivación económica, tiene unas condiciones financieras bastante favorables con una tasa de interés libor de 6 meses más 1.75 % de interés con un plazo de 40 años para amortizar la deuda y un período de gracia de 5 años».
Ismael Zepeda, del Foro Social de Deuda Externa (Fosdeh), dijo en una publicación en la página de Facebook del Fosdeh: «en este momento se están tapando muchos baches con nuevo endeudamiento, sin tener un sacrificio real por parte del gobierno. Existirán secretarías que van a necesitar, no solo el presupuesto aprobado, sino hasta se puede hablar de duplicar fondos, eso sería viable siempre y cuando se vea reflejado en la realidad y el bienestar de la población, aunque a este día no se ha visto ningún bienestar en la población, sino solo sufrimiento».
Del presupuesto total ejecutado, una gran parte ha sido foco de serios cuestionamientos sobre irregularidades, entre ellos la compra de 7 hospitales móviles que realizó Invest-h por un monto de 1200 millones de lempiras (48 millones de dólares) a Elmed Médical, una empresa que hace un par de semanas fue denunciada por la empresa SDI Global LLC por presunto fraude, la sobrevaloración en compras de insumos médicos y las 250 000 pruebas de COVID-19 que se dañaron estando en bodega.
«El sistema de salud ha estado en completo abandono, nos pone a pensar que estas decisiones podrían vincularse a las intenciones de privatizar la salud. En lugar de hacer lo más lógico, que era fortalecer la estructura que ya teníamos. De haber gastado menores cantidades, tendríamos menos contagios y muertes», finalizó Handal.
El arte existe para que la realidad no nos destruya
El arte es uno de los sectores más golpeados por la pandemia. Pese a eso, es interesante explorar las manifestaciones que se están generando en Honduras, los nuevos caminos que los artistas han encontrado para seguir creando y subsistir de manera digna, incluso desde la virtualización y los soportes tecnológicos. Sin duda nuestros artistas tienen mucho que decirnos en estos días: exponer un sinfín de fracturas sociales, presentar nuevos lenguajes y mostrarnos que existe una fuerza de resistencia y reparación en estos tiempos de crisis.
Con trece años de edad, Ever Castellanos, sintió la curiosidad de tocar la guitarra e ingresó a un conservatorio privado en Tegucigalpa. Sin embargo, al poco tiempo su profesor le sugirió a él y a sus padres que ingresara a la Escuela Nacional de Música, donde estudió por tres años. Tiempo después estudió guitarra clásica en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). «Mi formación en muchas áreas ha sido autodidacta porque en Honduras nos toca formarnos así en muchos campos de la música. A mí me interesa mucho la composición y en los últimos años me he dedicado a estudiar todos sus tópicos, pero en el país no existe esta modalidad. Sin embargo, creo que haberlo hecho así me ha dado las herramientas para conocerme a profundidad, saber cuáles son mis fortalezas y desventajas». Ever, ahora tiene 27 años y se dedica a la enseñanza de la guitarra clásica.
Antes de la pandemia, Ever estuvo enfocado en buscar opciones para seguir estudiando. «Me han aceptado en varios lugares, pero conseguir el apoyo económico de una beca no es sencillo. Lo que yo pretendo estudiar más adelante es una maestría en composición», nos comentó. En mayo, en medio de la crisis sanitaria y con ciertas dudas, decidió impartir clases de guitarra de manera virtual, a través de Zoom: «yo imaginaba que no estar presente físicamente podría ser un obstáculo, pero con base en lo que he experimentado considero que es mucho más productivo. Hay muchas maneras de explicar de forma efectiva cómo hacer algo, ya sea con la música o con el instrumento. Hay plataformas, softwares que permiten explicar y exponer lo que uno quiere hacer con la música. A través de los medios virtuales yo puedo tener mis instrumentos, puedo tener una plataforma para explicarles solfeo, por ejemplo».
La respuesta que ha tenido de sus estudiantes ha sido positiva. Nos comentó que considera que es, incluso, más productiva y que logran avanzar mucho más que cuando ha impartido las clases de manera personal: «a mí me gusta mucho dar clases, es lo que me apasiona, sobre todo cuando encuentro personas que están interesadas en aprender, eso me llena, me gratifica mucho», dijo, y manifestó lo contento que se siente enseñando, ya que también le ha permitido encontrar a personas de todas las edades que tienen mucho interés en el camino de la música, personas que estiman mucho el trabajo que hace. Además que desde su casa se siente tranquilo y percibe lo mismo en sus alumnos. «La música también se da en ese ambiente de flexibilidad, no siempre tiene que ser algo rígido», aseguró.
Este año precisamente, Ever, tenía la oportunidad de ir a Colombia , pero por un documento que no se pudo completar a tiempo, no pudo viajar. También aplicó a una beca con la Fundación Antonio Gala para jóvenes creadores, pero la fundación no pudo conseguir permisos para que ingresaran latinoamericanos: «en la entrevista me dijeron que me tenían de primera opción entre todos los que habían concursado, porque les había gustado mucho mi propuesta y que lo único que ellos temían era que sucediera lo que sucedió, y que si algo así pasaba que no me desmotivara. De hecho me mandaron un correo para volver a aplicar con ellos, entonces es lo que voy a hacer. No me desespero con eso, además yo considero que en el arte no siempre es el tiempo para estudiar, siempre se aprende un poco más y entre más pasa el tiempo uno madura las ideas, madura la manera de expresar, y es lo que siempre busco».
Al terminar la cuarentena, Ever piensa continuar impartiendo clases y poder ayudar a otras personas que tienen muy buenas capacidades musicales, pero que quizá están desperdiciando un poco sus talentos por falta de recursos económicos: «creo que esta es una muy buena forma también de entrenarlos para el mundo laboral, para que sepan cuáles son los retos que se avecinan de esta nueva forma de enseñar. También me interesa formar a la población que está carente de aprecio al arte. Quiero ayudar a muchas personas para que puedan hacer lo mismo que yo estoy haciendo, de hecho ya estoy elaborando métodos y recursos para ir enfocando a quienes tienen capacidades para hacerlo. Yo puedo estar en cualquier otro país y seguir atendiendo alumnos vía Zoom. Es maravilloso y considero que es una forma encantadora de trabajar y de motivar, yo estoy totalmente satisfecho con este trabajo».
Podés contactarlo a través de su Instragram ever.cast, también en su canal de YouTube Ever Castellanos y directamente a su teléfono +504 8764-3179
Carlos Roberto Umaña San Martín, es un reconocido músico, bajista y contrabajista hondureño. Realizó estudios de música en CCDMAC, Durango, México. Fue fundador de Jazz Nova y Tríptico Jazz. Nos contó que ha trabajado junto a Camilo Corea, Julio Zelaya y Guillermo Anderson, y que ha participado en más de dieciocho grabaciones discográficas. También ha compartido escenarios con Pedro Aznar, Mike Stern, Gerardo Lalo Rojas,el Perro Sompopo, Luis Enrique Mejía Godoy, Katia Cardenal, Erick Gudie, Eidtus, Los Guaraguao, Tito Carrillo.
Funda la Casa del Jazz en 2018, en Tegucigalpa, cuyo objetivo es la paz social y la prevención de la violencia mediante proyectos de arte y cultura. Antes de la crisis sanitaria ofrecían conciertos en vivo, muchos de ellos eran gratuitos. En el 2019 decidió emprender junto a su padre y a su esposa, la empresa Pi Art, que además alberga, la antes mencionada, Casa del Jazz. «Mi empresa representa un emprendimiento de economía naranja que da acceso a la cultura y fomenta la paz y la felicidad humana. Mi padre Rigoberto Umaña es socio cofundador y mi esposa Lidia Cálix, copartícipe del desarrollo de este, en todos los sentidos, desde el 2019.
Con Pi Art Institute, instituto de formación artística, iniciamos becando a niños de Aldeas SOS formándolos en en el área musical».
Umaña nos contó que su proyecto fue creciendo, y fue muy bien acogido por el público, de tal forma, que a finales del 2019 migró a un entorno más grande en otra colonia de la ciudad. Amplió la oferta culinaria en la Casa del Jazz, de italiana a cubana, y los conciertos de música clásica, rock, son cubano, y otros géneros, ya no solo se ofrecían dos veces por semana, sino durante cinco días. También montaban exposiciones de arte y apoyo a otros emprendedores que mostraban y compartían sus productos con el público. «Ese mismo año, y paulatinamente a estos movimientos, participé en cursos de formación en la Cámara de Comercio e Industrias de Tegucigalpa y nuestro proyecto fue acreedor del premio Honduras Emprende 2019. Por otra parte, presentamos un proyecto ante la Cooperación Suiza para el Desarrollo en Honduras, pues la naturaleza de Pi Art congenia con sus objetivos, y fue aprobado en 2020», nos comentó.
Estaba planificado que para finales de marzo del presente año, iniciaría con un concierto en vivo con músicos nacionales e internacionales, sin embargo, la pandemia lo obligó a cancelar y cerrar. Sucedió lo mismo con los cursos de música y otras actividades que también fueron temporalmente cerradas. A raíz de esto, Roberto Umaña, su padre y esposa, decidieron invertir este tiempo, hasta el día de hoy, para fortalecer el restaurante que, por cierto, cuenta con la asesoría del Chef Mike y con un excelente equipo de trabajo.
Además han iniciando la producción de Pi Art Records, que es un estudio de grabación que comenzó con dos discos de Umaña, en compañía de músicos nacionales e internacionales: «esta producción se caracteriza por tener componentes músico terapéuticos y que hemos compartido conciertos en vivo mediante la plataforma Facebook live desde nuestra actual sede. Nos mueve el arte y somos un movimiento cultural con entereza pues las crisis nos han servido para reinventarnos», dijo.
Para poder operar La Casa del Jazz, en estos tiempos de pandemia, Roberto y su equipo recibieron formación de la Cámara de Turismo, y es así como se han apegado a los protocolos de medidas de bioseguridad. Además crearon su página web, cuentan con sistema de comunicación y facturación y ofrecen servicio a domicilio. «Hemos tenido excelentes comentarios de nuestros clientes por la calidad de la comida, los empaques biodegradables, la atención brindada, pues todas siguen las medidas de bioseguridad. Con PI Art Institute, próximamente ofreceremos las clases desde nuestra plataforma virtual, ofreceremos formación artística para grupos vulnerables y vulnerados, de manera gratuita, también para amateurs y artistas de las distintas áreas o disciplinas», nos comentó Lidia Cálix (esposa de Roberto Umaña), quien además es una reconocida académica y docente universitaria del departamento de Arte de la UNAH.
Lidia, también nos dijo que están siendo apoyados por la Cooperación Suiza en Honduras y la Cámara de Comercio e Industrias de Tegucigalpa. «También, junto al padre de Carlos Roberto, apoyamos económicamente el proyecto. Además ayudo en el diseño de propuestas y les doy seguimiento», finalizó. En la actualidad, Umaña San Martín también trabaja en el Instituto Nacional Penitenciario de Honduras, como director del programa de formación artística en centros de privados de libertad. También está grabando su disco Green Garden, con músicos nacionales e internacionales.
Solo 15 casos de femicidio en Honduras han conseguido sentencia condenatoria desde que se tipificó el delito en 2013. Los casos se desarrollan en un sistema de justicia con poca capacitación en temas de género y ahora, con una legislación que reduce las penas. Las mujeres que se atreven a denunciar violencia doméstica no son atendidas a tiempo, no están a salvo, lo que puede terminar en femicidios.
Heidy García aún conserva las cicatrices de la violencia que vivió durante años. El 23 de octubre de 2018 su expareja intentó asesinarla con un machete. Ahora ella tiene 39 años y de ese día no solo han quedado cicatrices en el rostro y en el cuerpo, además de problemas de salud. Perdura también mucho dolor y miedo.
Heidy tuvo que denunciar cinco veces a Andrés Martínez por violencia doméstica para lograr que le dictaran una orden de restricción. Sin embargo, nadie verificó que esta se cumpliera y él volvió.
«Para que intentara terminar de matarme» dice Heidy, quien fue agredida un día después de su cumpleaños cuando regresaba de un almuerzo que le preparó una amiga. La atacó frente a su hija menor, cuando cocinaba la cena para sus hijos.
«Me iba a dar en medio de la cara, pero el reflejo hizo que me moviera, y le dije ‘me mataste’, y él me dijo ‘sí, y te voy a terminar’».
Heidy logró escapar de ese ataque y estuvo internada en el Hospital Escuela Universitario.
El caso de Heidy se encuentra en la Corte Suprema de Justicia por tentativa de femicidio. Se desconoce si hay más casos en la misma situación dado que el Poder Judicial no entregó la información solicitada al respecto.
En abril de 2013 entró en vigencia la regulación del femicidio en el Código Penal. Sin embargo, los registros del Ministerio Público reportan casos de ese delito a partir de 2017, cuatro años después, y hasta 2019 se contabilizan 30 casos. Esto contrasta con las 7,041 denuncias por asesinato, infanticidio, parricidio y homicidio interpuestas entre 2008 y 2019 en las que la víctima fue una mujer.
La mayoría de esos casos no han sido judicializados. Entre 2010 y 2019 apenas 35% de los casos que recibió el Ministerio Público ingresaron a los juzgados. De los 104 casos por femicidio que llegaron a la Corte Suprema de Justicia entre 2014 y 2019, solamente 23 han logrado sentencia, siete de ellas absolutorias, 15 condenatorias y una cuya resolución no queda clara ya que la información del Poder Judicial señala que se trató de un caso donde hubo dos delitos, femicidio y falta contra las personas. En esa sentencia, uno de los dos delitos fue absuelto y el otro condenado, pero en la resolución no se especifica cuál.
Revictimización que pudo evitarse
Las organizaciones de mujeres aseguran que la tasa de impunidad en femicidios es de más del 90% de los casos. «Podemos percibir que hay un menor compromiso del sistema de justicia en resolver los crímenes. Los delitos que se cometen contra las mujeres prevalecen por las formas de pensar tan fuertes en el sistema de justicia de considerarlos de menor importancia» dice Gilda Rivera, directora y fundadora del Centro de Derechos de Mujeres, CDM.
Desde que Heidy llegó al hospital quería justicia. Lo primero que hizo fue pedirle a un agente de la Dirección Policial de Investigación (DPI) asignado al Hospital Escuela Universitario que apuntara el número de identificación de su agresor. Esperaba que los agentes actuaran rápido.
Andrés Martínez no fue detenido de inmediato, sino dos meses después, cuando Heidy se enteró dónde se encontraba. Ella convenció a agentes de la DPI a que fueran por él. «Estoy haciendo el trabajo de ustedes, imagínense que yo soy la víctima y les estoy haciendo su trabajo. Si ustedes no me van a ayudar yo me voy a ir a las noticias», narra Heidy. La Policía accedió a su reclamo a cambio de que ella los acompañara lo que aceptó aún con el temor de que su agresor la volviera a atacar.
Alejandra Salgado, abogada de la Asociación Calidad de Vida, que refugió a Heidy después del ataque, denuncia que en muchas ocasiones, como le sucedió a Heidy, les toca a las mujeres hacer las investigaciones para demostrar ante las autoridades la violencia sufrida. Eso pone en peligro sus vidas, «Si ella no se hubiese movido, quién sabe cómo estaría ese caso», afirma Salgado.
Un sistema aliado con el machismo para la impunidad
Gilda Rivera, del CDM, asegura que una de las mayores dificultades para que las mujeres tengan acceso a la justicia es el poco compromiso institucional. «Prevalecen pensamientos machistas y de opresión a las mujeres, incluso en los mismos operadores de justicia. Se suma una institucionalidad plagada de corrupción, donde —muchas veces— hombres que tienen poder logran sentencias o resoluciones a su favor».
El CDM conoce bien el sistema. Durante varios años impulsó el caso de Vanessa Zepeda, una enfermera que fue asesinada en 2010 por su expareja, el neurocirujano Rafael Sierra. En 2015, Sierra fue condenado a 15 años de prisión por homicidio.
«Pero el señor se dio a la fuga. Horas antes estaba ejerciendo en el Instituto Hondureño de Seguridad Social y alguien le avisó que iría preso. Ahí hay una clara demostración de cómo opera el sistema de justicia. El Ministerio Público ha sido incapaz en este caso de hacer algo».
Han pasado cinco años y Sierra sigue prófugo.
«En Honduras una muerta se reduce a una estadística. El asesino de mi hija la mató sabiendo que en este país no importa matar a una mujer. Cada vez que leo el periódico miro mujeres asesinadas, ¿Qué es lo que pasa? ¿Cuántas mujeres quedaremos así? ¿En qué nos ayuda el Estado? No hay justicia» comentó Bessy Alonzo, madre de Vanessa Zepeda, en el reportaje el riesgo de ser mujer en Honduras, realizado por Oxfam Honduras.
Desde 2008, el Ministerio Público solamente ha recibido 11 capacitaciones en el tema de femicidios, mientras que el Poder Judicial apenas cuenta con una que recibieron once personas y fue coordinada por el Centro de Estudios de la Mujer-Honduras, CEM-H.
Para Gilda Rivera, de CDM, el problema es mucho más profundo que la falta de capacitación y tiene raíces en las relaciones desiguales de poder.
«Hay una centralización del poder en los jefes y se deja que actúen. Muchas veces se ha dicho que los operadores de justicia necesitan más formación. Puede ser que sí, pero también nos hemos encontrado a operadores de justicia que tienen acceso a procesos formativos y que siguen actuando igual.»
El Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belem do Pará (también conocido como el CEVI), en su informe de análisis de la situación de Honduras, publicado en 2017,señaló que a pesar de que el Código Procesal Penal prohíbe la conciliación entre las partes en delitos de carácter sexual y agresiones domésticas «… no es aplicable a la totalidad de delitos relacionados con violencia contra las mujeres. De acuerdo con la información recibida por el CEVI, los operadores de justicia siguen permitiendo la conciliación, a pesar de lo estipulado por la Ley Contra la Violencia Doméstica». El CEVI pidió al Estado hondureño prohibir la conciliación en casos de violencia contra las mujeres.
Con todo en contra, buscando refugio
A pesar de que Heidy consiguió que su expareja pagara con cárcel lo que le hizo, ella aún no se siente segura. Durante el 2019, estuvo recibiendo llamadas de distintos números, la voz era la de siempre, la de su agresor. Primero pidió disculpas y prometió que si retiraba la denuncia él trabajaría para mantenerla a ella y a la hija que procrearon juntos. Heidy le respondió «Cuando me hiciste esto, perdiste todos tus derechos».
Entonces, Andrés Martínez comenzó a amenazarla.
«Una cosa te voy a decir, no te maté y esto no se va a quedar así. Mejor cuídate porque te voy a matar, yo no voy a pagar de gusto (el tiempo de cárcel)».
Al escuchar esas amenazas, Heidy acudió al Ministerio Público, intervinieron su teléfono celular y le brindaron protección por un tiempo.
Entonces, ella decidió que debía irse del país. Primero expuso su caso a la Secretaría de Derechos Humanos. Consiguió la documentación que respalda el riesgo que corre su vida, pero dice que solo le asignaron a un policía que una vez llegó a pedirle su firma.
Además de lo vivido y las amenazas recibidas, la situación de Heidy se complicaba cada vez más. Ella había comprado su propia casa, pero nunca tuvo dinero suficiente para pagar la escritura, lo que era motivo de una discusión constante con Andrés porque él no la dejaba trabajar y arreglar ese trámite, a menos que lo incluyera en la escritura de propiedad. Ahora no puede regresar a esa casa y vive en la de de una familiar, quien hace poco comenzó a pedirle que desocupara el espacio. Para Heidy encontrar trabajo ha sido más difícil ahora porque perdió mucha movilidad en un brazo después de la agresión sufrida.
«Yo pensaba migrar, me dijeron que ellos no sacaban a personas del país y buscaron que no migrara. Me da miedo el camino por mis hijos, pero también me da miedo estar aquí.»
Heidy también pidió apoyo al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), pero su solicitud fue denegada porque Andrés Martínez aún comparte la patria potestad de su hija.
Alejandra Salgado, la abogada de Heidy, cuenta que hicieron el trámite en el Juzgado de Familia para quitarle la patria potestad al agresor, pero su solicitud fue también denegada. En respuesta dijeron que debían esperar la sentencia. El Código Civil de Honduras señala que una patria potestad se suspende «por la prolongada demencia del padre, por estar el padre en entredicho de administrar sus propios bienes y por larga ausencia del padre, de la cual se siga perjuicio grave en los intereses del hijo, a que el padre ausente no provee.» En el mismo capítulo la ley detalla que esta suspensión deberá ser decretada por un juez.
Dilcia Castillo, trabajadora social de la Asociación Calidad de Vida, afirma que Heidy siente miedo de que todo el sistema judicial falle. «Las autoridades no le van a ayudar, ella no necesita una ayuda temporal sino permanente.»
Violencia doméstica: ignorada y desatendida
«Cuando nos encontramos ante un femicidio es porque el Estado ha fallado en su función de prevención, no ha podido dar las condiciones necesarias, y una mujer ha perdido la vida producto de esta ineficacia», señaló Tirza Flores, magistrada de la Corte Suprema de Justicia, durante un foro de análisis sobre femicidios.
Los hombres acusados en el Poder Judicial por femicidio presentan también cargos por otros delitos como aborto (obligar a una mujer a abortar), actos de lujuria, allanamiento de morada, asesinato, homicidio simple, portación ilegal de armas, asociación ilícita, amenaza y robo agravado. En ningún registro aparecen cargos por violencia doméstica.
«La Corte Suprema de Justicia recibe un promedio anual de al menos 20 mil denuncias por violencia doméstica. El 50% caduca porque la mujer depende económicamente del hombre y no puede continuar el proceso, o porque caen de nuevo en el círculo de violencia. Eso último solo podría mejorar en la medida en que exista un modelo de atención integral. De manera que, antes de llegar al juzgado, la mujer realmente haya sido escuchada y esté consciente de que si no sigue con el proceso ese círculo de la violencia va a continuar» asegura Ana Concepción Romero, coordinadora de los Juzgados de la Violencia Doméstica.
Alejandra Salgado, la abogada de Heidy, dice que «El Estado debe ser más riguroso en cuanto a la violencia doméstica. Hemos conocido denuncias que al final terminan en tentativa de femicidio. Los hombres dejan de tenerle miedo a ser detenidos por violencia doméstica porque saben que los mandarán a barrer o a hacer piñatas.”
Aunque la legislación hondureña reconoce varios tipos de violencia doméstica, por ejemplo física, psicológica, sexual y patrimonial, los agresores que cometen esos actos sin llegar a causar daños tipificados como delitos en el Código Penal son sancionados con la prestación de servicios a la comunidad por entre uno y tres meses. El no acatar esta disposición daría lugar al delito de desobediencia a la autoridad penado de uno a tres años de prisión.
El Código Penal vigente sanciona el delito de violencia intrafamiliar con entre uno y tres años de reclusión y de dos a cuatro años si existen daños corporales, penetración a la morada o uso de drogas, entre otros. Cuando los delitos tienen una pena menor a cinco años, pueden ser conmutables por el pago de diez lempiras (40 centavos de dólar) por día de reclusión sentenciado.
Heidy asegura haber sido víctima de todas las violencias, incluso de un aborto provocado por uno de los golpes de su expareja. Después de la tentativa de femicidio, Heidy estuvo en una de las siete casas refugio para mujeres que existen en Honduras ubicadas en las ciudades de Tegucigalpa, Santa Rosa de Copán, La Ceiba, San Pedro Sula, La Esperanza, Choluteca y Puerto Cortés. Todas son iniciativas privadas, promovidas por fundaciones u organizaciones no gubernamentales.
El gobierno de Juan Orlando Hernández creó un programa para mejorar la calidad de vida de las mujeres, que llamó Ciudad Mujer. El programa cuenta con centros que ofrecen apoyo para la autonomía económica, atención y protección de la violencia, salud sexual y reproductiva y educación comunitaria. Pero ninguno funciona como casa refugio.
Idania Amador, psicóloga de la Asociación Calidad de Vida dice que desde Ciudad Mujer no hay suficiente apoyo para las mujeres. En casos de mucho riesgo han pedido apoyo económico e institucional y hasta el momento no lo han conseguido.
«La relación que tenemos con Ciudad Mujer es que la institución nos remite casos por violencia doméstica al refugio, pero no cumplen lo que prometen. Nos traen mujeres que no tienen a donde regresar, entonces queremos hacer la vinculación para que nos apoyen en eso. Lo único en lo que nos apoyan es si una usuaria tienen alguna cita médica y les dan el primer cupo» explica Amador.
Una legislación en reversa
En Honduras, la única ley específica sobre violencia contra las mujeres es la Ley Contra la Violencia Doméstica, aprobada en octubre de 1997. Esto convierte al Estado en uno de los seis países de América Latina que, a pesar de haber ratificado la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW), no cuenta con una ley que aborde de forma integral la violencia basada en género.
El nuevo Código Penal, tipifica por primera vez la figura de violencia contra la mujer y dedica un capítulo entero al delito, sin embargo, las penas establecidas en estos casos son más bajas en relación con el código anterior. A pesar de haber sido aprobado en 2018, el nuevo código aún espera una respuesta del poder ejecutivo para su posible derogación o modificación.
Organizaciones de mujeres señalan que el nuevo Código Penal disminuye e incluso desaparece algunos delitos de violencia contra las mujeres. La pena para el femicidio disminuyó a entre 20 y 30 años de prisión, cuando anteriormente se contemplaba entre 30 y 40 años. De igual forma, la pena por violación sexual disminuyó a entre 9 y 13 años, cuando se encontraba entre 10 y 15.
El análisis del Mecanismo de Seguimiento de la Convención Belém Do Pará (CEVI), señala que además no existe una regulación expresa en el Código Penal sobre violación y abuso sexual dentro del matrimonio y uniones de hecho.
De acuerdo con la información que la Encuesta Nacional de Demografía y salud, Endesa, le entregó al CEVI, del total de mujeres que reportó haber tenido esposo o compañero, un 22% respondió que en los últimos 12 meses experimentaron alguna de las tres formas de violencia (física, psicológica y sexual) por parte del compañero. Un 21% fue víctima de maltrato psicológico, 10% sufrió violencia física y el 3% violencia sexual. El 11% fue objeto de maltrato físico y sexual.
Para Gilda Rivera, el problema más grave no es la disminución de penas. «Yo no creo que disminuyan las violencias contra las mujeres por aumentar años de cárcel, esa es una estrategia de vigilar y castigar. Creo que la violencia contra la mujer pasa por acciones preventivas y responsabilidad del Estado, más que por lo punitivo.»
Hasta el momento, la respuesta del Estado ante la situación de violencia contra las mujeres se dio en 2016, cuando creó la Unidad de Investigación de Muertes Violentas de Mujeres y Femicidios, adscrita a la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC), del Ministerio Público. Al mismo tiempo se creó la Comisión Interinstitucional de Seguimiento a Muertes Violentas y femicidios, que comenzó a funcionar en 2018, integrada por instituciones de gobierno y representantes de organizaciones de mujeres.
Sin embargo, en 2019 organizaciones feministas integrantes de la comisión presentaron un informe de seguimiento en el que denunciaron que «A la fecha, los informes han sido muy escasos, de forma verbal y la mayoría no tienen ni orden de captura». Adicionalmente, solo un 21 % de los fondos acordados para prevenir e investigar la violencia contra las mujeres fueron desembolsados y que no quedaba claro en qué se estaban utilizando.
Jorge Galindo, vocero de la ATIC, señaló a Contracorriente que la Unidad de Investigación de Muertes Violentas de Mujeres y Femicidios solo opera en San Pedro Sula y en Tegucigalpa, desde donde se desplazan cuando son crímenes de alto impacto.
Sobre los casos que investiga la unidad, Galindo dice que «todos inician como muerte violenta de una mujer y el fiscal luego mira si hay un delito como el femicidio». Añade que en total solo existen 50 agentes de la ATIC para atender la demanda nacional de todos los delitos cometidos.
Una auditoría social a la unidad de investigación de la ATIC, realizada por organizaciones de mujeres y Oxfam Internacional, detalla que hasta 2018 solo se habían registrado 28 requerimientos fiscales de los cuales apenas cuatro fueron por femicidios.
«En los primeros tres años se proyectaba que investigarían 220 casos de mujeres asesinadas o víctimas de femicidios. Sin embargo, esto no se ha cumplido. No existen datos que respalden el resultado de este compromiso de parte de la ATIC» concluye el documento.
A dos años de que Heidy sobreviviera un ataque femicida, aún espera que se dicte la sentencia contra su agresor, planeada para el 21 de octubre de 2020. Después de que tuvo que moverse por su cuenta para buscar justicia, dice no sentirse tranquila.
«Es imposible, nunca voy a vivir en paz. Siempre voy a tener ese miedo. No le puedo estar dando el tiempo para que él piense en hacerme lo que quiera, para que encuentre otra forma de atacarme.»
Heidy no confía en la seguridad que pueda darle su país, el mismo que tantas veces le ha fallado.
*“Estación del silencio” es un proyecto transnacional coordinado por Agencia Ocote que investiga y reflexiona sobre las violencias contra las mujeres en Mesoamérica. Este texto es parte de la primera entrega sobre femicidios, en las que participan: Agencia Ocote (Guatemala), elFaro (El Salvador)y ContraCorriente (Honduras).
Hemos perdido. La pandemia nos ha hecho perder la vida social como la conocíamos, la costumbre familiar de reunirnos en casa de los abuelos al menos cada semana, las fiestas de cumpleaños… a muchos, miles ha hecho perder sus trabajos un golpe muy duro para la economía familiar y nacional. Pero lo que más nos ha golpeado es la pérdida de familiares, amigos, vecinos por esta enfermedad sin poder despedirnos, ni hacer los rituales tradicionales para avanzar y seguir con la vida.
Para este podcast habamos con varias personas sobre ¿cómo avanzar después de las pérdidas en esta pandemia?
Guión, narración y entrevistas: Jennifer Avila
Edición y musicalización: Gabriel «El Flow» Laínez
Fotografía de portada: Martín Cálix
Hace 150 días se suspendieron las actividades escolares de manera presencial en Honduras y desde el 25 de marzo la Secretaría de Educación ordenó continuar las clases de manera remota, así se comenzó una nueva modalidad a través de medios electrónicos que requieren acceso a internet. Este nuevo sistema afecta a pequeños y jóvenes que no tienen acceso a un teléfono inteligente o una computadora en sus hogares, mucho menos un servicio de internet residencial.
Este mes, Honduras comenzó la reapertura de sus fronteras y de la economía pero esto no se aplicó al sistema educativo del país. El Ministro de Educación, Arnaldo Bueso, no ha comparecido ante los medios de comunicación con la justificación de ser el responsable de coordinar el programa “Honduras Solidaria” pero en sus redes sociales indicó que «Es imposible que se retorne este año a los centros de estudio, para nosotros lo primordial es salvaguardar la salud de todos los estudiantes y docentes del territorio hondureño». También reiteró que el regreso a clases de forma presencial dependerá de la recomendación del Sistema Nacional de Riesgos (Sinager).
Educación en desigualdad
La Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán de Honduras, realizó un estudio en abril donde afirma que los estudiantes de menos recursos se han «quedado al margen» de las actividades educativas en el sector público durante la pandemia; pero el 6 de julio, la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ) determinó que 1.1 millón de niños estarían sin recibir clases.
El Instituto Nacional de Estadística en Honduras (INE) indicaba en 2018 que solamente el 16.6 % de los hondureños tenía acceso a internet en su casa, que un 12.8 % accedía a este servicio desde una computadora y que el 87.2 % lo hacía desde un teléfono móvil o celular. Según la firma WeAreSocial en 2019, la penetración de acceso al Internet en Centroamérica y el Caribe era de 61% y 48% respectivamente, mientras que la penetración de las redes sociales en la población era de 59% y 40% respectivamente.
En Honduras, un país mayormente rural, la educación antes de la pandemia ya tenía indicadores negativos. Los niños y niñas más excluidos de la cobertura educativa son aquellos que viven en la zona rural (48,7%), los que tienen entre 3 y 5 años (65%), los adolescentes de entre 12 y 14 años (55,1%) y de 15 a 17 años (74,6%), según datos brindados por el INE.
Mientras en las ciudades se habla del teletrabajo, en comunidades como San Lorenzo, en Candelaria, Lempira, el maestro busca la manera de llevar el material impreso a los niños, que en la mayoría de los casos no cuentan con un dispositivo móvil en casa para comunicarse. Los alumnos del Centro de Educación Básica Pedro Nufio, en esta comunidad se enfrentan además a la mala señal de internet. De hecho, las pocas veces que los estudiantes logran acceder a las plataformas electrónicas para recibir sus clases lo hacen por medio de la señal de roaming de El Salvador, según cuenta el maestro Allan Martínez.
Allan está a cargo de 48 jóvenes de séptimo, octavo y noveno grado y asegura que «El reto como maestros ha sido buscar otras alternativas para adecuarnos al contexto, para evitar que las nuevas alternativas de interacción con los alumnos no generen un gasto o una inversión muy grande en los padres de familia. La plataforma más utilizada por nosotros es el Whatsapp, las llamadas telefónicas y los mensajes de texto y en las últimas instancias llevar material impreso a los hogares que no tienen acceso a estas vías de comunicación».
Martínez enfatizó en las múltiples limitaciones en estas zonas rurales. «No todos tienen acceso a teléfonos inteligentes, mucho menos a computadoras, así que utilizan los teléfonos de sus papás, de un hermano y varias veces hasta de un vecino, así que nosotros hemos tenido ayuda de estos intermediarios cuando la información no llega de manera directa a los estudiantes, lo más importante es nivelar a los jóvenes, reforzarlos y ayudarles a llegar a las competencias necesarias».
En la comunidad Pacheco, un caserío en las montañas del municipio de La Paz, ubicado a 30 minutos de la cabecera departamental, el maestro José Noé Rodas tiene a su cargo primero y tercer grado en la escuela Presidente Kennedy de esa aldea. El maestro se las ingenia para llevar a sus alumnos las asignaciones escolares.
José Rodas relata que la crisis generada por la COVID-19 ha dificultado impartir la educación a todos sus alumnos. «Los planes se nos han trastocado completamente» dijo.
Rodas además explica que gran parte de las asignaciones escolares debe enviarlas por WhatsApp, pero que de igual forma no todos sus alumnos tienen acceso a la tecnología, por lo tanto, en ocasiones debe hacer un esfuerzo por hacer copias en físico del contenido y las tareas. «No todas las familias tienen un teléfono inteligente y en ocasiones quienes lo tienen tampoco cuentan con el dinero suficiente para contratar un plan de internet. También nosotros como maestros a veces tenemos dificultades para tener internet; entonces lo que hacemos en ocasiones es viajar a la comunidad para poder entregar algunas tareas en físico».
Pero eso además representa un riesgo y un reto adicional a su labor, «A veces por la cantidad de retenes en la carretera es casi imposible que nos desplacemos desde nuestros hogares» advirtió.
El Observatorio Universitario de la Educación Nacional e Internacional de la UPNFM (OUDENI) realizó una encuesta a principios de abril a personal docente de Pre Básica, Básica y Media que recogió los criterios de 31,426 docentes de todo el país: 3,867 del sector privado y 27,559 del sector público urbano y rural.
Uno de los hallazgos fue que los docentes utilizan una gran variedad de medios para comunicarse con sus alumnos, siendo el teléfono móvil uno de los más frecuentes. Aunque también usan otros medios como grabar videos con clases para el nivel medio que luego son difundidos por canales de la Secretaría de Educación y el uso del portal educativo Educatrachos. «Principalmente utilizaron medios propios como llamadas telefónicas a estudiantes o padres de familia, grupos de WhatsApp con estudiantes y/o padres de familia, uso de otras APPs para reuniones virtuales y correo electrónico. Pero también usaron estrategias muy creativas adaptadas al contexto tales como colocar anuncios en lugares públicos de las comunidades en los cuales se especificaron las tareas de cada grado, e incluso, casos de docentes que hicieron visitas a las casas de cada uno de sus estudiantes en zonas rurales».
La maestra Katherine Paz, tiene una realidad diferente a la del profesor Allan ya que ella labora en la Escuela Privada Santa Mónica, ubicada en la colonia San Miguel de Tegucigalpa. Paz interactúa diariamente con sus alumnos durante tres horas a través de la plataforma Zoom. Ella ha catalogado este cambio como una oportunidad de aprendizaje ya que «Los maestros nos hemos vuelto más tecnológicos y podemos transmitir al alumno ese conocimiento».
Paz tiene a cargo 29 niños de quinto año, quienes tienen acceso a diferentes plataformas para lograr la interacción virtual, entre ellas Google meets, Google classroom y la grabación de videos para explicar mejor a los alumnos las clases que más se dificultan. «Estos videos los subimos a la plataforma de Google classroom y así el alumno puede verlo las veces que quiera y lo necesite para reforzar el tema que ya se vio en clases.»
Aunque en la zona urbana se tiene mayor acceso a la educación y a la tecnología, actualmente en este grado hay tres niños que han quedado atrasados en el proceso del aprendizaje. Uno de ellos es Carlos (nombre ficticio), «él es hijo de una periodista y como ella sale a trabajar, envió a su hijo a pasar una temporada donde la abuela, no recuerdo exactamente el nombre del lugar pero es un pueblo y ahí aparentemente no hay señal, así que tienen que salir a cierto lugar para interactuar con la mamá y así ella le envía las tareas al niño y luego el niño las reenvía y llegan a mí, para evaluarlas» cuenta Paz.
Los datos hasta abril mostraban que las dificultades de interacción eran mayores en el área rural, donde apenas el 29 % de los estudiantes había tenido vínculos con sus maestros a través de conexiones digitales, cifra que crece hasta el 45 % en la zona urbana, según el informe presentado por la universidad pedagógica.
Proveer y educar: el doble rol de padres y madres de familia durante la pandemia
La ASJ presentó en marzo una investigación que evidencia que una familia invierte unos 592 dólares al año en la educación de sólo uno de sus hijos. Eso equivale a 59.2 dólares por cada uno de los 10 meses que dura el ciclo escolar. Para una familia promedio hondureña de tres hijos y que percibe el salario mínimo mensual de 372 dólares, la inversión en educación representa el 48 % de los ingresos mensuales. Eso es en condiciones normales en donde el gasto en internet no es obligatorio.
María Estela Romero, nos relata lo difícil que ha sido ayudar a sus dos hijos durante este confinamiento. Ella es madre soltera, vive en casa de sus papás con sus hermanos e hijos, son aproximadamente 20 personas bajo un mismo techo. Antes de la pandemia dividían sus gastos de manera equitativa, pero a las dos semanas de confinamiento se vieron afectados y solo María conserva su empleo con un salario de aproximadamente 580 dólares al mes.
Ella se encarga de los gastos de este hogar, situación que le ha afectado a su estado anímico, ya que debe proveer para pagar alimentación, agua, luz y internet que son las necesidades básicas en un hogar, pero sobre todo, cumplir con las obligaciones en su empleo y con sus hijos.
Los niños de Romero cursan el sexto y tercer grado en la Escuela República de Costa Rica, pero pese a que sus niños tienen computadora en su casa, es difícil porque deben turnarse para utilizarla y cumplir con las responsabilidades de una carga académica que es pesada.
«Hay maestros que envían más de dos asignaciones por día, en mi caso muchas veces mis hijos no entienden los temas y deben de esperar a que yo regrese a casa para ayudarles, así que yo me apoyo de videos o lecturas para poder explicarles.»
También asegura que no existe una interacción directa entre maestros y niños, ya que solo se comunican por medio de grupos de whatsapp con los padres. «Los maestros envían las tareas al chat y a veces nos explican qué se debe de hacer, así que prácticamente somos los padres los que damos clases a nuestros hijos.»
Las falencias de la Secretaría de Educación
Por su parte, el docente Sergio Rivera, considera que lo más grave es que la Secretaría de Educación está siendo conducida por un político entusiasta, ingeniero y sin experiencia en la docencia. «Bueso nunca ha impartido una clase y desconoce cómo se debe manejar la Secretaría de Educación, es por eso que él dice que las evaluaciones realizadas hasta la fecha no serán tomadas en cuenta como válidas, pero a los docentes les exigen informes que muestren que han estado evaluando a los estudiantes».
Sostiene que, a diferencia de otros países, el sistema educativo de Honduras ya estaba en crisis antes de la pandemia, pues tenía grandes problemas de cobertura con más de 900,000 niños y jóvenes fuera de las aulas de clases y con bajos niveles de aprendizaje en matemáticas, español y ciencias.
«Es una irresponsabilidad de la Secretaría de Educación que digan que todos los alumnos están aprendiendo a través de la estrategia que están dando, porque no es así». Agregó que si el Gobierno decidiera que los niños que estudian en el sector público sean ascendidos al grado siguiente «sería mentira, engañar al padre de familia, engañar al niño, decirle que va al siguiente grado sin tener las competencias del grado anterior.»
La educación está en el centro del desarrollo y la democracia. Sin embargo, Honduras es un país que ha presentado grandes brechas de desigualdad y subdesarrollo y la precariedad del sistema educativo nacional es uno de sus principales indicadores. La pandemia llegó a profundizar esa situación y no se vislumbra una salida inmediata, ni la capacidad y voluntad de invertir para superar el problema en el mediano plazo.
Por: Lourdes Trigueros de Médicos Sin Fronteras
Ilustración de Ana Villanueva
Los sentimientos que causan los duelos relacionados a la COVID-19 son una de las preocupaciones más constantes para los equipos de psicología. Los retos presentados por el aislamiento nos han llevado a buscar nuevas maneras de tratamiento, asegura la psiquiatra Lourdes Trigueros, referente médica del proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Guatemala.
El duelo es un proceso que todas las personas tenemos que afrontar ante las pérdidas, como la de un ser querido; son procesos dolorosos y difíciles que esencialmente nos sirven para adaptarnos y darle un nuevo sentido a nuestra manera de ver la vida.
Desde que llegó la pandemia por COVID-19, todo el mundo experimentó un duelo inesperado, en el que perdimos algo: desde la “normalidad”, al cambiar el mundo súbitamente de un día a otro, hasta en los casos más trágicos, el fallecimiento de los seres queridos. Esto sin contar a las millones de personas que no pudieron refugiarse de esta enfermedad y de las políticas que muchos gobiernos aplicaron justificándolas en contención del virus, lo que afectó a miles de personas refugiadas y migrantes en todo el planeta.
La funcionalidad principal del duelo es hacernos más resilientes; las personas somos muy tenaces y tenemos la capacidad de aprender a través de las pérdidas y los traumas que vivimos. El sentido que le encontramos a la vida después de haber experimentado un duelo de manera sana, nos hace definitivamente más fuertes ante el futuro.
En el momento de la pandemia por COVID-19, sucede que los seres queridos son separados inesperadamente, las redes de apoyo pueden verse debilitadas, hay múltiples pérdidas, seres queridos mueren de manera súbita en casa, o a veces solos en hospitales, estas situaciones contribuyen a que el proceso pueda ser mucho más difícil de llevar. Es sumamente importante que la persona que está falleciendo esté acompañada de la familia o del personal de salud de donde se encuentre. Esto es fundamental tanto para quien está en el proceso de la muerte como para sus seres queridos.
El distanciamiento social, la cuarentena y las restricciones de viaje no nos permiten acompañarnos físicamente, darnos abrazos, muestras físicas de cariño, ni hacer los rituales tradicionales tan necesarios en los momentos de duelo.
Estos duelos que experimentamos a diferentes niveles, nos dejan con retos enormes, personales y colectivos. Tenemos ante nosotras la responsabilidad de cuidarnos de una nueva manera como comunidad, de salir adelante y de prever un mejor futuro para las personas que en esta crisis viven en condiciones de precariedad e inestabilidad. Todo ello hace que ahora nos reformulemos las maneras en cómo sanarnos personalmente, de fortalecer más nuestros lazos familiares y comunitarios, a pesar de la distancia y las dificultades.
Las consecuencias del distanciamiento
El distanciamiento social, que es tan necesario para combatir esta pandemia, deja a las personas que experimentan una pérdida de un ser querido por COVID-19, con un sinfín de sentimientos que no se pudieron expresar en tiempo y forma, generando sentimientos de soledad y culpa que no pueden ser considerados a la ligera y que tienen que atenderse definitivamente.
La soledad y los sentimientos que causan los duelos relacionados a la COVID-19 son de nuestras preocupaciones más constantes como equipo. Los retos presentados por el aislamiento nos ha concentrado en encontrar nuevas maneras de tratamiento, por ejemplo, una de las barreras que vivimos ahora en la terapia psicológica es no poder tener cara a cara al paciente, ahora nuestras herramientas se convierten en el tono de voz, los silencios y las palabras que utilizamos, la confianza ahora se construye a través de nuestra comunicación verbal y de nuestra constancia. Esto nos ha dejado la tarea de afinar nuestra sensibilidad y tener nuevas maneras de dar terapia y contención.
Los psicólogos y los profesionales de la salud vamos a tener que trabajar con la capacidad de resiliencia de las y los pacientes, hacerla más fuerte, poder buscar herramientas a nivel individual, familiar y comunitario que sean creativas para que el acompañamiento se pueda llevar a cabo de una manera más natural y que, al final, los pacientes puedan seguir teniendo una vida cotidiana que les dé bienestar y tranquilidad.
Impactos en el personal de salud
Los efectos de esta pandemia en el personal médico y sanitario son a veces los más devastadores e invisibilizados, el constante miedo de contagiarse o contagiar a un ser querido, la terrible estigmatización de la que han sido presa y la falta de equipo de protección personal, ha provocado que muchos se aíslen emocionalmente generando en la comunidad médica sentimientos de impotencia y frustración.
Desarrollar herramientas que nos permitan cuidarnos y cuidar a los demás es fundamental, estar en contacto con nuestros seres queridos por teléfono, enfocarnos plenamente en el día a día y tener una buena dinámica con nuestro equipo de trabajo y familia nos ayudará a estar bien.
Para las y los trabajadores de salud, recomiendo tomar fuerza para continuar, generar ideas juntos y proponer acciones que puedan llevar alivio y esperanza a nuestros pacientes, además de considerar el auto cuidado y las redes de apoyo dentro de nuestros centros de trabajo.
Las consecuencias en la salud mental de todas las personas en el mundo con el paso de la COVID-19 todavía están por estudiarse, lo que sí es seguro es que ha cambiado la manera en que nos cuidamos y como nos comunicamos. Con el paso de los meses nos hemos hecho cada vez más conscientes de los efectos personales y comunitarios que tiene nuestra participación en la vida del planeta. La oportunidad de un nuevo y mejor futuro la tenemos en nuestras manos y para ello sentirnos bien es indispensable.
*La Dra. Lourdes Trigueros es la referente médica del proyecto COVID-19 en La Gomera, Guatemala. El proyecto consistió en otorgar atención en salud mental a personal de salud del departamento de Escuintla, que se encuentran trabajando en la primera línea contra el COVID-19, al igual que se otorgó atención a personas que se encontraban en aislamiento debido a la enfermedad.
La pandemia por COVID19 y las medidas de confinamiento tomadas por la mayoría de gobiernos en el mundo para evitar su propagación, han producido algunos efectos en el medio ambiente que podrían ser considerados como positivos, como el saneamiento de la capa de ozono y la mejora en la calidad del aire. Sin embargo, hay muchos otros que son negativos, como el incremento en la producción y uso de artículos plásticos descartables que terminan ensuciando el planeta y, en países como Honduras, con pocos controles para el manejo de desechos, el daño ambiental puede ser grave. ¿Dónde acaban los desechos como guantes de látex, mascarillas, batas impermeables, químicos para desinfectar y piezas complementarias de los equipos médicos utilizados para atender esta emergencia sanitaria?
La pandemia por COVID19 ha hecho obligatorio el uso de la mascarilla y otros implementos de bioseguridad en Honduras. Toda persona que salga a la calle ahora debe usar artículos que antes solo los médicos utilizaban, aumentando la cantidad de desechos hospitalarios que se trasladan a diario a los distintos crematorios, botaderos y rellenos sanitarios en cada uno de los municipios del país. Solamente en el Distrito Central, la Alcaldía reportó en junio un aumento del 135% en los desechos comunes recolectados.
Según el abogado y exfiscal especial del ambiente, Mario Chinchilla, en Honduras no se ha hecho un manejo adecuado de los residuos sólidos y desechos hospitalarios a pesar de contar con la legislación que estipula cuáles son las prácticas permitidas, con el objetivo de preservar la naturaleza y la salud de la población. Las leyes, normas, reglamentos y ordenanzas dirigidas a los entes encargados de la eliminación y disposición final de los desechos hospitalarios se han emitido entre 2008 y 2015, pero no siempre han sido tomadas en cuenta.
Chinchilla asegura que el Distrito Central es uno de los municipios que más daña el ambiente a través de los procesos de disposición de residuos sólidos y desechos hospitalarios. Agrega que para poder cumplir con las leyes ambientales del país es necesario un presupuesto especial, tanto para las municipalidades como para los hospitales estatales, centros de salud y demás establecimientos que rige la Secretaría de Salud.
La Dirección General del Ambiente maneja datos de septiembre de 2019 que muestran que el 54% de los residuos y desechos son generados por 5 de los 298 municipios del territorio nacional, además, solo 30 municipios cuentan con depósitos de basura adecuados, mientras los 268 restantes tienen botaderos a cielo abierto que son los que suelen causar más daño al ambiente.
Una mascarilla a la orilla de la mediana en el Bulevar Morazán de la capital hondureña. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
En febrero de este año, un mes antes de que se reportara el primer caso por COVID19 en Honduras, la Secretaría de Salud ya había publicado el documento “Manejo de Desechos Peligrosos Generados Durante el COVID-19” en el que se especifica cuáles son los protocolos para el manejo seguro y correcto de los desechos generados por todos los establecimientos de salud durante la emergencia. Uno de los puntos más importantes es el de los métodos de eliminación y disposición final.
«Para el tratamiento y disposición final de los desechos generados se debe utilizar tecnologías adecuadas y ambientalmente seguras, pero si queremos eliminar el riesgo de contaminación o contagio, el tratamiento adecuado es la incineración de todos los desechos generados durante la pandemia del COVID-19. Sin embargo, apegados a la realidad nacional, los desechos deben ser considerados como DESECHOS PELIGROSOS EXCLUSIVOS DEL COVID-19 colocados en bolsas rojas y separados de otros desechos generados en los diferentes servicios de salud y considerando siempre el apego a lo establecido en el reglamento vigente estos deben ser dispuestos en una celda de seguridad», indica el documento elaborado por el Área de Riesgos Ambientales de la Unidad de Vigilancia de la Salud.
La doctora Karla Pavón, Jefa de Vigilancia de la Secretaría de Salud explica que el personal de la Unidad de Riesgos Ambientales realiza un monitoreo continuo para asegurarse que se cumpla el lineamiento y así eliminar de manera segura los residuos contaminados por pacientes de COVID-19.
Distintos gestores de desechos hospitalarios recorren el Distrito Central con el objetivo de recolectar los residuos generados en hospitales, clínicas, laboratorios y farmacias. En la capital son 7 las empresas que se encargan del traslado y la destrucción de este material médico potencialmente peligroso. Cada una de estas empresas cuenta con una ruta trazada, autorización de la AMDC, licencia sanitaria y ambiental.
Un camión recolector de basura recorre el bulevar Fuerzas Armadas de la capital hondureña. Comayagüela, 31 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Entre lunes y sábado, estos camiones trasladan más de 11 000 libras de desechos hospitalarios por día al crematorio del Distrito Central. Cada una de las empresas contrata hasta tres o cuatro personas para realizar las actividades de carga, descarga, quema y desinfección, todo depende de la cantidad de clientes y la capacidad del camión utilizado.
El ingeniero German Pavón, gerente de la Superintendencia de Aseo Municipal, comenta que además en los residuos sólidos que recogen los camiones de la AMDC en los barrios y colonias de la capital se ha visto bastante residuo hospitalario, ya que muchos ciudadanos positivos o sospechosos por COVID-19 están siendo atendidos en sus casas. Además, el uso obligatorio de las mascarillas las convierte en el desecho hospitalario más común en el área de residuos sólidos. Agrega que no todos los ciudadanos han acatado la instrucción de cortar o destruir este material ya que en los residuos sólidos residenciales se encuentran muchas mascarillas que parecen estar en buenas condiciones, pero ya han sido usadas previamente.
Ante esta situación, la AMDC creó una guía para el manejo de residuos COVID-19 en hogares y habilitó líneas telefónicas y unidades de transporte con licencia ambiental para que la población se avoque a ellos y de esta manera seguir los lineamientos y protocolos ya establecidos. En cuatro meses y medio apenas se han recibido menos de 20 llamadas. Pavón asegura que los ciudadanos evitan comunicarse con ellos para evitar conflictos con sus vecinos, ya que se ha visto que se estigmatiza y discrimina a aquella persona que presenta una sintomatología relacionada con el virus. Datos de la Alcaldía muestran que la Colonia Lincoln, Colonia La Rosa y la Villa Olímpica son las zonas residenciales en las que más se desecha material médico y hospitalario.
Desde el inicio de la emergencia sanitaria a nivel nacional, la AMDC ha elaborado un depósito especial para la destrucción de estos desechos y evitar así la contaminación de los demás residuos y desechos recolectados por los camiones de basura. El espacio ha sido habilitado en un terreno que fue donado por el gobierno de España durante la administración de Ricardo Álvarez (2014-2018). En esta sección del crematorio hay un relleno sanitario de 7 metros con capacidad para 90 000 toneladas de basura.
En este espacio, denominado Celda 2, se depositan todos los desechos hospitalarios, tanto bolsas rojas como bolsas negras, que se manejan de forma diferente, explica Pavón. Mientras los desechos hospitalarios comunes y de clínicas veterinarias solo son depositados en una trinchera, los residuos que vienen de los establecimientos de salud que brindan cuidados y atención médica a los pacientes COVID-19 son quemados justo al lado de la trinchera. Al final del día, cuando ya han sido destruidos los desechos trasladados por los gestores privados y la AMDC, se utiliza una retroexcavadora para recogerlos y moverlos a la trinchera de al lado, de esta manera se da por finalizado el proceso de destrucción de desechos hospitalarios altamente peligrosos.
A través de la ventana de vidrio de la oficina de ingreso al crematorio municipal del Distrito Central, un trabajador municipal del servicio de recolección de basura, muestra la hoja de declaración de transporte de residuos para disposición final proveniente del hospital privado Medical Center. Una vez registrado el camión y el peso de residuos que carga, se le permite el ingreso. Comayagüela, 31 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
El personal de aseo municipal comenta que se decidió quemar al aire libre estos desechos para evitar que los pepenadores y habitantes de los alrededores se acerquen a la celda 2 a buscar materiales que, para ellos, pueden ser útiles tanto para uso personal como para la venta y el reciclaje. Además, comentan que desde antes de la emergencia sanitaria la AMDC solicitó fondos para la compra de incineradores pero no se ha tenido ninguna respuesta.
Para Roberto Guerra, biólogo, docente y consultor, la manera en la que se destruyen estos desechos potencialmente peligrosos puede causar daños severos a nivel ecológico. Durante años, dependencias del Estado, organizaciones no gubernamentales, instituciones académicas y la empresa privada han trabajado en campañas de sensibilización para evitar la quema de residuos sólidos comunes y residuos vegetales y reducir así la emisión de gases de efecto invernadero.
«Ya sea en incineradores o al aire libre, quemar estos desechos hospitalarios que en gran porcentaje son plásticos, producen dioxinas; compuestos químicos cancerígenos» explicó Guerra.
Los residuos hospitalarios provenientes de las zonas Covid de los hospitales de la ciudad son quemados, esto sucede en un intento para evitar que las personas que trabajan recolectando plástico y residuos se expongan al contagio. Comayagüela, 31 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
El crematorio municipal del Distrito Central está ubicado en las afueras de Comayagüela, cerca de la salida hacia Olancho. El terreno destinado para el almacenamiento, manejo y destrucción de residuos sólidos producidos en la capital mide alrededor de 100 manzanas. Autoridades de la Alcaldía argumentan que no debe llamarse crematorio, sino relleno sanitario, porque en algún punto se tira una plancha de arcilla que puede medir hasta 7 metros para cubrir y enterrar la basura, «tiene la estructura como de un pastel, va una capa de arcilla sobre una capa de basura y así se sigue hasta nivelarlo con los demás», dice el ingeniero Pavón, señalando las zonas más altas del terreno.
No todo el espacio está ocupado por basura, barro y buitres, pues aún hay vegetación en los cerros y algunas planicies que no se han utilizado para depositar basura. A pesar de ser una zona reservada exclusivamente para desperdicios y basura, encima de los promontorios de bolsas, botes y cajas, hay personas que buscan comida, ropa e incluso material que puede ser reutilizado o vendido para el reciclaje. En las calles hay niños que se entretienen con el primer juguete roto u objeto que les llame la atención. La situación de las personas que trabajan y viven en este lugar es sumamente precaria, pues están expuestas a un sinfín de peligros, desde contraer una enfermedad por la falta de higiene y acceso a agua potable hasta ser heridos por los desechos o los incendios que se producen por el gas metano que emana de la basura.
Un hombre sube una colina de basura en el crematorio municipal del Distrito Central. Comayagüela, 31 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
La población de las áreas residenciales aledañas al crematorio, como la Colonia Villa Santa Teresita, Residencial San José, Residencial Los Olivos, Villa de las Niñas y algunas iglesias son las más afectadas por la cantidad de humo y químicos que se desprenden del material incinerado. Aunque en su mayoría los desechos hospitalarios son plásticos, en ocasiones hay material humano que es considerado altamente peligroso y no debe estar expuesto al aire libre.
Según Guerra, el mal manejo de los residuos puede generar un foco directo de infección ya que es posible que no todos los residuos y desechos de los laboratorios y hospitales se incineren, por lo que se estaría afectando a quienes circulan o permanecen en esta zona del relleno sanitario. Este tipo de contaminantes deben ir dentro de una trinchera impermeabilizada, sellada con cemento, siguiendo todos los estándares brindados por la Organización Mundial de la Salud para el manejo de rellenos sanitarios. «Al quemarla al aire libre y depositarla al aire libre, prácticamente solo se traslada el peligro de un lugar a otro», aseguró el biólogo.
En cuanto al almacenaje de desechos y residuos, Guerra comenta que todos los desechos hospitalarios deben ir en bolsas rojas, porque en las bolsas negras deben ser almacenados los residuos domésticos, de las cafeterías, vasos plásticos, incluso papelería. Pero los desechos hospitalarios de laboratorios, quirófanos y demás deben ser estrictamente guardados en bolsas rojas, sin importar si fueron o no utilizados con pacientes positivos por COVID-19. Los materiales punzocortantes como jeringas, agujas o bisturí deben ser almacenados en contenedores que indiquen que el contenido es peligroso.
Trabajadores de Codelex (Compañía de Limpieza Excelente) descargan un camión con residuos provenientes del Hospital Escuela Universitario. Codelex trabaja únicamente con el HEU y el IHSS, incluyendo las Cliper. Comayagüela, 31 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.En la trinchera Covid del Crematorio Municipal, una perra husmea entre las bolsas provenientes de los hospitales de la ciudad. Comayagüela, 31 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
El experto también agregó que en épocas de lluvia el peligro aumenta ya que los desechos y residuos que no se destruyeron y los líquidos que pueden contener las bolsas pueden llegar a los alcantarillados e incluso a las fuentes de agua, tales como ríos e incluso los mares. Esto podría afectar a los sectores económicos y poblacionales que dependen de actividades que requieren de agua; camaroneras, salineras, siembras de caña, entre otras.
Recolectar desechos hasta que sea posible migrar
Don Marvin Torres sube y baja las gradas de la Cruz Roja mientras carga bolsas rojas que contienen residuos hospitalarios COVID-19 que deben ser trasladados a la celda 2 del crematorio del Distrito Central, donde serán destruidos. Viste una camisa de manga larga debajo de un overol color azul, de tela ya desteñida, de jardinería, y un par de guantes dieléctricos que protegen sus manos mejor que unos de uso médico. Su rostro está cubierto con una mascarilla quirúrgica y una mascarilla industrial, solo se ven sus ojos a través de los lentes de seguridad. Don Marvin cuenta que toda esta indumentaria, excepto la mascarilla, es desinfectada con cloro y lavada con jabón y detergente al llegar a su casa, ubicada en la Colonia Nueva Capital. A pesar de no contar con todas las medidas de bioseguridad necesarias para realizar este trabajo, siempre cumple a cabalidad con sus responsabilidades.
A sus 48 años está casado y es padre de tres hijos y una hija. La pandemia ha afectado económicamente a su familia ya que uno de sus ingresos principales era la venta de comida en el Mercado Colón. Comenta que su esposa atendía el negocio de venta de comida mientras él laboraba en el área de seguridad en la empresa COLOR, que se encarga de la recolección y acarreo de residuos hospitalarios, tóxicos y biodegradables. Cuando inició la cuarentena, la persona encargada de la recolección de estos desechos renunció al trabajo por miedo al contagio y Torres decidió aceptar este puesto, aún más riesgoso que el de la seguridad.
Marvin de 48 años, vive con su familia en la Colonia Nueva Capital y trabaja para la empresa Color, al comienzo de la cuarentena tuvo que elegir entre su trabajo de seguridad y el trabajo de recolectar residuos de las zonas Covid de los centros hospitalarios, aunque todo este tiempo ha trabajado con el mínimo de equipo, Marvin dice que su jefe ya le ofreció mejor condiciones de bioseguridad. Comayagüela, 1 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix.
Durante cinco meses, don Marvin ha trabajado 6 días a la semana, visitando distintos hospitales, laboratorios, farmacias y clínicas privadas. Su jornada laboral es de sol a sol, durante más de 10 horas recorre la ciudad en un camión que tiene una capacidad de almacenamiento de 1,200 libras. En un solo día, explica don Marvin, puede visitar hasta 8 establecimientos de salud y hacer tres viajes al crematorio.
Don Marvin teme por su salud ya que su vestimenta no es la adecuada para realizar estas labores. A pesar de eso, comenta que en ningún momento ha tenido síntomas relacionados con el virus. Al llegar a los distintos establecimientos a los que brinda su servicio, desinfecta la plantilla de sus botas en un pediluvio, utiliza alcohol en gel para limpiar sus manos y le toman la temperatura, esto le da un poco de tranquilidad, pero no resuelve su problema.
Después de las visitas a las bodegas de almacenamiento, don Marvin se dirige al crematorio, donde al entrar pasa por una báscula para llevar un control de cuántos desechos hospitalarios entran por cada viaje. Mientras tanto, él se baja para que los empleados de la alcaldía lo desinfecten a él al igual que al camión. Pasando este protocolo, se dirige a la celda #2 donde descarga las bolsas rojas y las rocía con gasolina para poder quemarlas. Al salir del relleno sanitario, no se repite el protocolo de desinfección a pesar de haber estado en contacto con materiales y desechos peligrosos.
Marvin trabaja para Color, una empresa que distintos centros hospitalarios de la ciudad contrata para la recolección de los residuos Covid. Comayagüela, 1 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix.
Con cierto alivio y satisfacción cuenta que le comunicó estas inquietudes a su jefe, quien accedió a darle las medidas de bioseguridad necesarias tales como mejores mascarillas y equipo de protección personal adecuado para realizar este tipo de trabajos.
Sus hijos y esposa también se preocupan por su salud y bienestar, pero saben que en este momento dejar el trabajo no es una opción viable. «Ella tiene miedo, tiene miedo porque ella ha visto el trabajo que desempeño, pero igual, hay que trabajar», comenta Torres. Su esposa no ha podido trabajar en el negocio familiar debido al cierre de los mercados de la capital.
«Tengo planes para más adelante como toda persona», responde don Marvin al consultarle si seguirá trabajando en este rubro. Agregó que piensa en salir del país cuando la crisis lo permita, viajar a Estados Unidos para trabajar unos 10 años más porque aún siente fuerzas para hacerlo. Además, espera reencontrarse con su hijo que hace dos años se fue debido a la situación económica. Hoy, él es un gran apoyo para sus padres y hermanos que pasan por una difícil situación que, en el país, es más común de lo que parece.
Marvin de 48 años, carga bolsas de residuos hospitalarios Covid que son producidos en la Cruz Roja Hondureña y que debe transportar hacia el crematorio municipal. Comayagüela, 1 de agosto de 2020. Foto: Martín Cálix.
La basura —toda la basura que producimos en el Distrito Central— es procesada como se puede con lo que se tiene. Los deshechos tóxicos son quemados y aplastados y cerca de ahí, de la zona dedicada al tratamiento final de los residuos hospitalarios de la pandemia por Covid-19, hay personas que deambulan entre las colinas de basura en el Crematorio Municipal buscando algo para comer o vender: un pedazo de plástico o un trozo de metal.
En los barrios de Comayagüela y Tegucigalpa los camiones de recolección de basura suelen pasar al anochecer, cuando ya no les vemos porque nadie quiere ver cómo se llevan aquello que ha dejado de importarnos. La pandemia por COVID-19 ha demostrado el descuido en el que durante muchos años el Estado ha dejado aspectos importantes para el desarrollo sostenible del país. Mientras don Marvin espera a que su patrón le facilite mejores condiciones para realizar su trabajo, uno que implica mayor riesgo en el marco de la pandemia por COVID-19, la montaña de basura sigue creciendo en las afueras del Distrito Central, todos los días más peligrosa ahora con el aumento de los residuos hospitalarios que se generan en las zonas COVID-19 de los centros médicos de Comayagüela y Tegucigalpa.
Carlos Raudales, trabajador de Codelex, prende fuego a los residuos hospitalarios provenientes del Hospital Escuela Universitario. Comayagüela, 31 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
La tendencia que se ha impuesto en el triángulo norte, sobre todo en el manejo de la emergencia por COVID19, es la falta de transparencia en el manejo de recursos públicos y la toma de decisiones acompañado esto con el descrédito de medios de comunicación que investigan quiénes son los ganadores y perdedores de la pandemia. Los gobiernos de Honduras, El Salvador y Guatemala han visto la oportunidad de limitar el acceso a la información pública y generar un mecanismo de bloqueo al ejercicio periodístico, especialmente el independiente. Este fue el tema de conversación en el seminario virtual «Pandemia y autoritarismo: retos de la libertad de prensa en el norte de Centroamérica» organizado por Alianza Américas y la Fundación Heinrich-Böll-Stiftung San Salvador.
El pasado miércoles 29 de julio, se llevó a cabo el seminario virtual «Pandemia y autoritarismo: retos de la libertad de prensa en el norte de Centroamérica» en el que se analizó sobre la libertad de prensa como un pilar clave para la democracia que se enfrenta a limitaciones y amenazas en el ascenso de gestiones autoritarias en los países del triángulo norte. Para ello se contó con la participación de Alejandra Gutiérrez, directora de Agencia Ocote; Julia Gavarrete periodista de la revista Gato Encerrado; y Danielle Mackey periodista independiente y colaboradora de Contracorriente.
Alejandra Gutiérrez, mencionó que «la democracia no solo es ir a elecciones cada cuatro o cinco años. En el sentido más amplio de la democracia, es que la ciudadanía tome decisiones sobre sus gobernantes y sobre el tipo de país que quieren, pero para eso, debe tener bienestar social, derecho de la información, a la libertad de expresión, de manera que tengan las herramientas adecuadas para tomar esas decisiones» agregando que esto no sucede en Guatemala.
Por su parte, Julia Gavarrete de Gato Encerrado en El Salvador, mencionó que «mientras se venda la idea de que se tengan elecciones cada cierto tiempo eso no es de celebrar y no debería limitarse a eso. El ideal de democracia debe construirse en ir respetando derechos, en tener acceso a la información y respetar la libre expresión». Gavarrete fue víctima del robo de su equipo de trabajo mientras investigaba el manejo de la pandemia por parte del gobierno de Nayib Bukele, quien en su primer año de gobierno se ha destacado por atacar a los medios que critican su mandato.
Por otra parte, Danielle Mackey quien ha cubierto la región para diversos medios de comunicación, explica que «La democracia es con frecuencia debate y protesta. Y hacer democracia también significa lograr controlar a los elementos más poderosos de la sociedad cuando infringen en el bienestar común». Danielle mencionó que la democracia no es adorar a líderes. Una relación sana entre el líder y el ciudadano es que este último pueda hacerle preguntas fuertes y que el líder se vea obligado a responder con respeto y con hechos. Algo que en su experiencia entre El Salvador y Honduras, no está pasando.
Las panelistas concordaron que la situación en Guatemala, Honduras y El Salvador es similar, por la corrupción y cómo la democracia se ve amenazada por un sistema de justicia que les afecta y en el caso de El Salvador «la democracia está en detrimento. Con la pandemia se ha visto una lucha de poder que ha frenado que la pandemia pueda ser atendida de una manera eficaz»comentó Julia Gavarrete. Mackey por su parte dijo que en estos países -refiriéndose a El Salvador y Honduras- «a través de procesos democráticos se han escogido a líderes que violan la democracia y se creen más fuertes que ella, y ellos (los hombres) están rodeados por redes que los defienden y los sistemas democráticos no han podido frenarlos».
Posteriormente Gavarrete agregó que se debe «generar información a pesar de los ataques recibidos, para intentar dar a conocer que está pasando con el sistema, ahora más con la pandemia en la que hay bastante información».
Mackey por su parte manifestó que «la manipulación de la información digital a través del uso de sitios web que se disfraza de noticieros es un acto cínico y peligroso porque eso llega al periodismo que erosiona en la creencia colectiva por la información falsa, que la población en general debe cuestionar».
La limitante en las solicitudes de información es a lo que se enfrentan estos medios, ya que, según las panelistas, la información se está tratando como confidencial y en otros casos demorando la entrega o entregando incompleta la información. De igual forma la centralización de los datos es utilizado como freno al trabajo con el que intentan revelar lo que otros quieren mantener oculto.
Vea la conversación completa aquí:
La pandemia por el COVID-19, nos ha mostrado una realidad que nos ha costado asimilar. Han pasado varios meses y aún anhelamos la normalidad anterior al confinamiento, no nos hacemos a la idea de una nueva forma de vida. Pero no todo es tristeza, desolación y muerte. Con la pandemia también han aparecido algunos elementos que provocan esperanza, en este artículo me propondré hablar sobre algunos de ellos.
Poemas de la cuarentena
El sábado 18 de julio, el poeta y exministro de cultura de Guatemala, Miguel Ángel Sandoval, me hizo llegar vía redes sociales su más reciente libro intitulado Poemas de la Cuarentena,publicado por la editorial F&G editores. El tema, como es de esperar, es la situación social provocada por el COVID-19. Es un libro pequeño (no más de setenta páginas), que recoge el sentir de una sociedad sufriente, demandante de una solución física ante esta pandemia, pero que necesita un equilibrio psicológico.
Partiendo de esta situación, estos poemas muy cortos y punzantes, como es el estilo de Sandoval, enfatizan la esperanza común como solución primordial: «Aprendí a vivir lleno de dudas/ todo por causa o culpa/ de un virus planetario; /de todas las certezas/ solo una y con dificultad conservo,/ pues vivo todavía,/ el resto es lo desconocido».
La propuesta de Poemas de la cuarentena, es conservar la esperanza de la vida, incluso en tiempos difíciles, porque «El amor en los tiempos del/ coronavirus/ es la versión local del cólera macondiano/ en tiempo real, infelizmente real». Por tanto, adaptarnos a la situación es el primer paso para la sobrevivencia, lo demás, lo determinará el camino.
Honduras como epicentro
El 1 de junio, se hizo público por parte de ATEA Editorial, el libro Antología mundial de escritores en cuarentena: Honduras como epicentro, compilado por el poeta hondureño Héctor Flores (Chaco). Esta propuesta nació como un reclamo a la situación de descalabro, casi generalizado, provocado por el gobierno hondureño, pero que se repite en muchos países del mundo. Cerca de ciento cincuenta páginas que incuban veintiún narraciones (cuentos) y sesenta y cuatro poemas en idioma español, inglés, kurdo, portugués y turco.
En esta antología se hizo presente la voz de hombres y mujeres de los cuatro puntos del planeta, no solo para mantener viva la llama de la alegría, sino también, para elevar una canción de protesta contra el desfalco que algunos gobiernos del mundo han hecho a sus propios pueblos. Algunas de las voces más reconocidas de esta antología son las de Julio Escoto, Armando García, Eduardo Bähr, Padre Melo, Martín Cálix y otros por Honduras; Hussein Habasch de Kurdistán; Jorge Canales y Santiago Vásquez de El Salvador; Miguel Ángel Sandoval y Karina Guerra de Guatemala; Julio Chamorro y María Leónvera de Colombia; Simón Carlos y Julia Cabalé de Cuba; y varias decenas de jóvenes más que suman esfuerzos diariamente para sobrevivir al COVID-19 y a la corrupción globalizada que es un mal peor.
La espera infinita II
La antología poético-narrativa Honduras como epicentro, sirvió de antesala a otro evento de gran importancia para las letras hondureñas: el encuentro de la Espera Infinita II. Ya en 2019 se había celebrado la primera edición de este encuentro de poetas, narradores y músicos de todo el mundo, en la ciudad de El Progreso.
Para el 2020, la segunda edición de La Espera Infinita se dio de manera virtual. Así que del jueves 11 al domingo 14 de junio se presentó, mediante redes sociales, aproximadamente a setenta y tres escritores y músicos del mundo. Este evento se realizó buscando fortalecer la sobrevivencia del Teatro La Fragua (de El Progreso) en tiempos de pandemia. Pero más allá de eso, el encuentro afirmó la necesidad de adaptarnos a esta situación compleja para toda la sociedad empobrecida, que come lo que produce en el instante. Nuevamente voces de gran recorrido literario dijeron sí a la invitación, como una entrega desinteresada de sus propuestas para que el mundo sea más llevadero. De este encuentro se editó el libro con el mismo nombre, publicado el recién pasado 20 de julio.
Estos tres libros (que no son los únicos producidos durante esta pandemia) son la contracara de la desolación provocada por el COVID-19. En una situación de estrés, desesperación y desgaste colectivo, es importante voltear la vista a las luces que nos van surgiendo en el camino, porque ellas nos darán la pauta para sobrevivir. No todo se ha perdido, aún hay cosas y personas por las que luchar y para las que escribir. Aún hay sonrisas que compartir, aún están ustedes y merecen más que el llanto de la muerte, aún están ustedes y merecen buenas noticias. Y aún nacen libros incluso en tiempos de pandemia. El resto, lo determinará el camino.
El secuestro de 4 garífunas en la comunidad Triunfo de la Cruz, del municipio costero de Tela, Atlántida, ha evidenciado la violencia a la que han sido sometidos los garífunas durante décadas. Sus líderes, como Miriam Miranda de la Organización Fraternal Negra de Honduras (Ofraneh), sostienen que el Estado es cómplice. En los últimos 10 años, el pueblo garífuna ha reportado 105 ataques contra sus comunidades y la situación se ha agudizado desde 2015, cuando el Estado de Honduras perdió dos demandas ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH), por violación al derecho ancestral y colectivo del territorio que habitan.
Playas vacías, no hay música ni bailes. No retumban los tambores. En aquellas calles donde antes se desbordaba la alegría, ahora deambula el miedo y la zozobra. Niños y abuelos se encuentran escondidos en sus hogares desde que el sábado 18 de julio, un comando con armas de grueso calibre irrumpió violentamente en la comunidad llevándose a 3 líderes y 2 personas más. Eran aproximadamente las 5:20 a. m., los vecinos dormían y apenas reaccionaron.
Desde que la pandemia por COVID19 llegó a Honduras, los fines de semana hay una restricción total de circular, pero esto no detuvo a quienes se llevaron a Alberth Snaider Centeno, presidente del patronato, a Milton Martínez y Suamy Aparicio Mejía, miembros del Comité de Tierras y también a Alberth Santana Thomas y Gerardo Mizael Róchez, que son allegados a la comunidad. Los vecinos creen que las desapariciones están directamente relacionadas con un viejo conflicto de tierras, pero los organismos a cargo de la investigación guardan silencio sobre el posible móvil.
Este no parece ser un hecho aislado, pues según la Ofraneh de 2008 a 2019, se registraron 105 hechos de violencia contra el pueblo garífuna, entre asesinatos, amenazas, criminalización, desplazamiento, desapariciones y acoso judicial.
Información recabada por Contracorriente, para el proyecto Tierra de Resistentes, revela que en los últimos 11 años se reportaron 685 casos de violencia contra defensores del medio ambiente en Honduras, de los cuales la población más atacada fue la garífuna. De 138 asesinatos vinculados a la defensa de la naturaleza, 7 fueron perpetrados contra este pueblo.
El Estado de Honduras ha dado pocas respuestas a estos hechos, incluso fue vencido en sendas demandas internacionales en 2015 por las comunidades del Triunfo de la Cruz (Tela, Atlántida) y Punta Piedra (Iriona, Colón), que reclamaron violaciones al derecho a la propiedad colectiva de la tierra. 5 años después, estos poblados siguen esperando el cumplimiento de la sentencia.
En el fallo del año 2015, la Corte Interamericana de Derechos Humanos le reconoció a los habitantes del Triunfo de La Cruz, los territorios que le fueron otorgados en dominio pleno y también los consignados en garantía de ocupación. Según el organismo internacional, el Estado no garantizó el derecho a la consulta, de la que goza la comunidad, mediante sus propias instituciones y órganos de representación para la planificación y ejecución de los proyectos turísticos Marbella, Laguna Negra y Playa Escondida, que actualmente ocupan tierras otorgadas a los garífunas.
En las entradas a El Triunfo de la Cruz, aún se encuentran hileras de piedras, un poco más grandes que un balón de fútbol, con las cuales los vecinos intentaron, sin éxito, que los secuestradores no se llevaran a sus amigos. Nada los detuvo, los delincuentes. que usaban uniforme policial, según testigos, se bajaron de sus vehículos para hacer a un lado los obstáculos. «Hubiese sido una masacre», comenta uno de los líderes de la comunidad.
La Policía Nacional, llegó una hora después, pese a que fueron avisados casi en el momento en que ocurría el secuestro y que la ciudad de Tela, donde está el cuartel principal de la Policía Nacional, queda a 10 minutos de la comunidad.
Las casas a orillas de la playa en el Triunfo de la Cruz, ocupan zonas apetecidas para el turismo. 24 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
Por tradición, las playas de El Triunfo de la Cruz han sido de las más apetecidas por los turistas nacionales. Sin embargo, debido a las medidas de confinamiento por la cuarentena de COVID-19, ahora se encuentran vacías y, desde el sábado 18 de julio, tampoco los niños de la comunidad conviven con el mar, como lo hacían antes.
«Miramos a nuestros mayores, que cuando entra un carro salen corriendo y entran a sus casas. Antes los niños jugaban en nuestras playas, ahora no podemos ver a ninguno ahí, están escondidos, llenos de terror», reconoce Edgardo Benedith, un exmilitar, que entre los años 2000 y 2003 fungió como presidente del patronato de la aldea.
El exdirigente afirmó que las comunidades garífunas están acostumbradas a vivir en paz, con respeto a la vida, a los padres y a los mayores: «deberíamos ser un ejemplo en eso, no solo en nuestra música. Psicológicamente ha sido un daño terrible para el Triunfo de la Cruz, no estamos acostumbrados a vivir en un ambiente así».
César Benedith, hermano de Edgardo y miembro del comité de ambiente comunitario y de la Ofraneh, coincide que en la comunidad no se había vivido un hecho así, aunque reconoce que sí hubo amenazas y hay líderes que han tenido que abandonar la comunidad. Aunque la Policía Nacional no ha hecho pública su hipótesis sobre el secuestro, César se atreve a brindarnos una teoría: «nosotros lo que pensamos es que fue por el asunto de nuestras tierras. El presidente (del patronato) ha estado haciendo acciones de trabajo y recuperación».
César Benedith, miembro del comité de tierras del Triunfo de la Cruz, Tela, Atlántida. 24 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
El 10 de julio, 8 días antes ser sacado por la fuerza de su casa, Centeno y la comunidad de El Triunfo, habían celebrado una asamblea comunitaria en la que desconocieron las actuaciones de una organización llamada Plataforma de Desarrollo, la cual estaba sosteniendo reuniones con emisarios de la municipalidad de Tela.
«Sus asesores (de la plataforma) son los responsables de las ventas de tierras que han habido en la comunidad. La historia no prescribe. La comunidad ha dicho no a esa plataforma.Tenemos una sentencia que cuidar», dijo en esa reunión Centeno.
Además, preguntó a quienes impulsaban ese organismo paralelo al patronato «¿Por qué no hacemos una organización para puyar (presionar) al Estado y decirle: “hey necesitamos que cumpla esa sentencia”? y decirle: “necesito que me den los documentos de mi tierra” ¿Por qué no hacer eso? Hay 11 diputados garífunas en el Congreso y ninguno pelea por las 2 sentencias que han ganado los garífunas, ¿en qué estamos?» sentenció Centeno, a través de un Facebook Live, realizado después de la asamblea.
César contó que hace un año, Centeno denunció persecución en su contra ante la Fiscalía de Etnias e incluso acudió en noviembre de 2019 al Mecanismo de Protección para Defensores de Derechos Humanos, pero no obtuvo respuesta. «Por eso sentimos que hay complicidad del Estado. Si ellos respetaran esos convenios, estas cosas no pasarían», dicen sus compañeros del patronato.
Mientras nos explican el caso, vemos a 3 mujeres saliendo de su casa, han salido a tomar algo refrescante y se unen a la plática. Después cantan una canción en su idioma, no la entendemos. ¿Hace falta la música verdad?, les decimos en plan de conversación e inmediatamente la más sonriente nos dice: «ahora no hay música, estamos de luto, se llevaron a nuestros hermanos, y no pregunte más porque de eso yo no sé nada».
Los pobladores del Triunfo de la Cruz, mientras realizaban una protesta en la carretera CA 13, ante la vigilancia de elementos de la Policía. Triunfo de la Cruz, Tela, 23 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
Protestas reprimidas
Desde el lunes 20 de julio, las comunidades de El Triunfo, realizaron protestas pacíficas en la carretera CA-13, que va de San Pedro Sula a La Ceiba, para exigir al Estado de Honduras una investigación sobre el secuestro. Siguen pidiendo a los captores que la vida de sus amigos y compañeros sea respetada.
El viernes 24 de julio, una comitiva integrada por el diputado Osman Chávez y la gobernadora política de Atlántida, ambos garífunas, intentaron sostener una reunión con la comunidad, pero la misma fue rechazada por los manifestantes quienes dejaron claro que el patronato no había sido convocado a la reunión y que la intención era celebrarla con un grupo afín al partido de gobierno.
«No han estado en la lucha, podemos decir que esas personas son contrarias a la lucha. No importa que sean diputados o gobernadores, nosotros queremos unión de la comunidad para la búsqueda de nuestros compañeros. Aquí no queremos políticos», sostuvo la manifestante Francis López.
Libertad y Justicia para sus compañeros secuestrados, son parte de las exigencias expuestas durante las manifestaciones. Triunfo de la Cruz, Tela. 24 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
La comunidad decidió que para los siguientes días se buscaría una reunión con la dirigencia de la comunidad que ha estado participando en la lucha. Los pobladores sostienen que la única organización que ha estado con ellos exigiendo justicia es Ofraneh.
Bajo el lema «Las vidas garífunas importan», varias comunidades se han unido al reclamo. Habitantes de Travesía y Baja Mar, comunidades de Puerto Cortés, de Santa Fe, Colón y de La Ceiba, también manifestaron su repudio por esta acción de violencia. Algunas protestas en El Triunfo de la Cruz han sido reprimidas por la Policía Nacional, y el sábado 25 de julio, incluso, hubo disparos en contra de los presentes en las manifestación. No se reportó ninguna persona herida.
En El Triunfo esperan que sus amigos regresen. César Benedith pide que la vida les sea respetada y regresen al seno familiar: «Vivos se los llevaron, vivos los queremos», dice, repitiendo el lema de la campaña que se ha levantado en redes sociales desde el 18 de julio.
La gobernadora de Atlántida, Noelmi Arzú, durante una breve reunión con garífunas que se manifestaban en la carretera. Triunfo de la Cruz, 24 de julio 2020. Foto Deiby Yanes.
Respuesta de las autoridades
Días después del secuestro, llegaron a El Triunfo de La Cruz 2 equipos de diferentes agencias de investigación del gobierno. Los primeros fueron los miembros de Agencia Técnica de Investigación Criminal, ATIC.
Un equipo de 3 investigadores se entrevistó con los líderes de la comunidad y nos pidió mantener la distancia durante las pesquisas. Lo único que respondieron a nuestras preguntas es que el caso había sido trasladado a la Fiscalía de Etnias y que ellos habían sido enviados para iniciar la investigación.
Unas horas más tarde se incorporó un equipo de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI). Ambas unidades realizaron un recorrido por la comunidad y tomaron declaración a algunos testigos. «Les pedimos que mantengan la distancia», nos repitieron, mientras realizaban la investigación forense en una escena, seguramente contaminada luego del tiempo transcurrido.
El mutismo rodea esta investigación. Buscamos detalles de la misma en la sede del Ministerio Público en Tela, pero no había ningún fiscal, todos se encontraban en audiencias. Tampoco hubo respuesta por parte de Yuri Mora, vocero de la Fiscalía General de la República. No contestó los mensajes en los que solicitamos información respecto al caso.
Agentes de la Dirección Policial de Investigación, DPI, realizan pesquisas en la casa de uno de los jóvenes raptados en la comunidad del Triunfo de la Cruz. 23 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
En la entrada a la comunidad del Triunfo de la Cruz, hay cámaras de seguridad, los garífunas se quejan que inexplicablemente las autoridades no han mostrado videos de los vehículos en los que secuestraron a los jóvenes el sábado 20 de julio de 2020. Triunfo de la Cruz, Tela. 24 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
No obstante, ya hubo una captura que la Policía Nacional vinculó con el secuestro de los líderes. El sospechoso fue identificado como «El Gringo», y aparece registrado con 2 nombres: Renie Michael Ugalde y Gustavo Alonso Cáceres. Las autoridades determinarán cuál es el verdadero. Según las investigaciones pertenece a una banda criminal que siembra terror en el litoral atlántico. El individuo fue atrapado en la colonia Las Palmas, de Tela, y en el allanamiento a su vivienda se encontró indumentaria policial parecida a la que usaron quienes perpetraron el rapto, además decomisaron tres armas de fuego.
La pelea por territorios de paso de droga, ha convertido al litoral atlántico en uno de los principales escenarios del crimen organizado en Honduras. Esas disputas han provocado que 7 municipios ubicados en este corredor aparezcan en la lista de los 25 lugares del país con más homicidios en el año 2019: La Ceiba (101), Puerto Cortés (106), Tela (69), Tocoa (55), Trujillo(34), Jutiapa (34) y Omoa (38).
Antes de su entrega a la justicia de Estados Unidos, en el año 2015, Javier y Leonel Rivera Maradiaga, jefes del cartel de Los Cachiros, controlaron el corredor del Atlántico. Esa organización criminal dominó el 90 % del tráfico de drogas en Honduras. En ese sector también operaba Wilter Blanco, jefe del cartel del Atlántico, que fue detenido en Costa Rica en 2016 y extraditado a los Estados Unidos un año más tarde. Se declaró culpable y fue sentenciado a 20 años de prisión.
Un agente de la Policía Nacional observa la protesta de los pobladores, en la carretera CA 13. Triunfo de la Cruz, Tela, 23 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
Pese a la caída de los capos antes mencionados, la narcoactividad continúa siendo una constante en el litoral atlántico y en todo el país. Las comunidades garífunas, por su ubicación, se encuentran en contacto permanente con el crimen organizado.
La vocera de la Policía Nacional, Dania Cruz, fue consultada por Contracorriente, sobre los avances de la investigación del secuestro y sostuvo que el equipo encargado ya tiene perfiladas a las personas vinculadas a los hechos, pero que hasta el momento no se puede dar más detalles. No obstante, aseguró que «hay equipos de búsqueda y se realiza un fuerte trabajo de investigación de forma estratégica».
El viernes 24 de julio, hubo nuevos indicios sobre el caso. En una hacienda ubicada en la colonia Lomas del Carmen, en San Pedro Sula, se encontró una bolsa con 2 pasaportes que identifican a Alberth Snaider Centeno y la cédula de Milton Martínez, 2 de los líderes secuestrados en El Triunfo de la Cruz. En ese lugar también se encontraron 3 armas de fuego, 4 celulares, una laptop, una cámara fotográfica, entre otros objetos.
Por otro lado, familiares y vecinos de los secuestrados piden claridad en la investigación, pues justo en la entrada a El Triunfo de la Cruz, hay cámaras de vigilancia, pero desconocen si hay imágenes del momento en que salieron los vehículos. El comisionado de la Policía, Héctor Ruiz, confirmó a Contracorriente que las cámaras habían registrado imágenes de los vehículos con que realizaron el secuestro. Días después de dar esas declaraciones, el oficial fue separado de la investigación.
En un comunicado, los vecinos de El Triunfo, afirmaron que el oficial hacía un trabajo transparente. «Con el retiro del comisionado Ruiz y los 30 elementos asignados como apoyo, una vez más la comunidad se siente indefensa y desprotegida», sostienen.
El Comisionado Nacional de Derechos Humanos de Honduras (Conadeh), emitió un comunicado en el que sostiene que se están realizando acciones de defensa pertinentes ante las autoridades del Estado para que se realice una eficiente investigación de los hechos ocurridos el sábado 18 de julio. Además, recuerda que «el Estado de Honduras tiene la obligación ineludible de proteger y hacer respetar el derecho a la vida de los habitantes y el adicional deber de protección especial a los grupos en situación de vulnerabilidad, entre ellos, pueblos indígenas y afrohondureños».
Pobladores del Triunfo de la Cruz han realizado diversas manifestaciones pacíficas en la entrada a la comunidad, sobre la carretera CA 13, exigiendo la liberación de sus compañeros secuestrados. Triunfo de la Cruz, Tela, 23 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
Las sentencias ignoradas por el Estado
En el año 2015, el Estado de Honduras perdió 2 demandas que las comunidades garífunas de El Triunfo de la Cruz y Punta Piedra, interpusieron en su contra, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Se declaró al Estado culpable de la violación de varios derechos de estas comunidades, sin embargo, casi 5 años después, el Estado no ha cumplido con dicha sentencia.
En el caso de El Triunfo de La Cruz, la sentencia de la CIDH señala la violación del derecho a la propiedad colectiva, establecido en el artículo 21 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, por el incumplimiento de delimitar y demarcar las casi 380 hectáreas de territorio que le habían sido conferidas a la comunidad, en calidad de título ejidal en el año 1950 y en dominio pleno en 1993. Tampoco se delimitaron 408 hectáreas que fueron reconocidas como territorio tradicional al Triunfo de la Cruz, por el Instituto Nacional Agrario (INA).
El conflicto de Punta Piedra se remonta a una invasión promovida por un militar en el año de 1992. Casi 3 décadas después y pese a existir una sentencia internacional a favor de la comunidad, no hay interés por parte del Estado en retornar las tierras en litigio a sus propietarios.
La sentencia que le restituyó a la comunidad de El Triunfo de la Cruz sus derechos sobre tierras ancestrales, también contiene medidas cautelares o de protección debido a los conflictos por esos territorios. Esta protección tampoco ha sido dada por el Estado, tal como lo evidencia el secuestro de 5 personas.
«No miramos voluntad política de parte del gobierno para darle cumplimiento a esta sentencia», sostiene César Benedith. Explicó que la sentencia internacional ordena indemnizar a las personas que están ahí y devolver esas tierras al pueblo garífuna.También se habla de reparaciones a la comunidad, «pero hasta el sol de hoy no hay respuesta», dijo.
En el Triunfo de la Cruz, los cultivos de yuca y plátano se hacen en parcelas equitativas, acá la tierra es de propiedad colectiva. 24 de julio 2020. Foto Deiby Yanes.
En las tierras sobre las que la CIDH reconoció derechos ancestrales de los garífunas, se encuentran actualmente los proyectos privados Marbella, Playa Escondida y proyecto Laguna Negra. Benedith relata que el proyecto Playa Escondida Beach Club entró a la fuerza en su territorio. «A pesar que nosotros tenemos medidas cautelares y que la ley dice que debemos tener una consulta previa, libre e informada antes que entre cualquier tipo de proyecto en la comunidad», explicó.
Este proyecto es un desarrollo turístico dedicado al alquiler de casas y apartamentos vacacionales. En sus redes sociales anuncian apartamentos que van desde 4915 lempiras (199 dólares) la noche, hasta un penthouse por 7500 lempiras (300 dólares) la noche. El sitio cuenta con 30 condominios totalmente amueblados y con vista al mar.
El proyecto Club Marbella, pertenece a Inversiones y Desarrollo El Triunfo, S.A. (Idetrisa), según cita la sentencia de la Corte IDH. Idetrisa es una sociedad conformada por parte de la élite del país ubicada en San Pedro Sula. Como socios aparecen Williams Chaín, Jorge Canahuati, Roberto Constantino Larach, Elías Andonie, Jorge J. Faraj, Taufick Canahuati, Camilo Atala y Nicolás Chaín.
Club Marbella y Laguna Negra, son dos proyectos habitacionales que no han logrado concluirse. Contracorriente preguntó a la Municipalidad de Tela sobre el estado de dichas edificaciones a lo que la oficina de relaciones públicas respondió que se encuentran detenidas porque no hay trámites de ninguna índole en la comuna.
Un empleado de esa Alcaldía, que prefirió mantenerse en el anonimato, afirmó desconocer la situación de esos proyectos. Dijo no tener la certeza si se estaban desarrollando o no, pero sí confirmó que en la actual administración (que ya tiene 2 años y medio) no han realizado ningún trámite con respecto a Marbella y Laguna Negra. «No conozco la documentación de esos proyectos. También desconozco quiénes son los propietarios. Con el Ministerio Público se realizó una visita y ni siquiera había un rótulo que identificara el proyecto» comentó.
«Creo que he escuchado de Laguna Negra, pero no tenemos una documentación sobre el lugar. Lo que le podría decir es que ahí existen todas las condiciones para no montar un proyecto en esas tierras», aseveró el empleado municipal. Entre las cosas que el entrevistado considera hacen a estos terrenos inviables para la construcción, mencionó las disputas por la tierra y que también bordean áreas de manglares en área protegida.
Municipalidad de Tela, Atlántida. 23 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
En conversación con Contracorriente, Miriam Miranda, coordinadora de Ofraneh, denunció que desde que Punta Piedra y El Triunfo de la Cruz, recibieron la sentencia favorable por parte de la CIDH se ha generado mayor conflictividad hacia ambas comunidades y ella considera que «es un mensaje no solamente de desprecio y desconocimiento a la sentencia, es también un mensaje de desprecio a los derechos del pueblo garífuna y es necesario entender esto».
Edgardo Benedith, era el presidente del patronato en El Triunfo de la Cruz, cuando se interpuso la demanda internacional en 2003. «Solo son promesas y más promesas, querían que se llegara a un acuerdo con la gente que está establecida y que fueran saneadas las tierras que están sin ocupación para devolverlas a El Triunfo de la Cruz, pero todavía no hay una propuesta seria para nuestros abogados», expresó.
Para ellos la tierra es esencial en aras de mantener su cultura. El idioma, música y danza garífuna fueron declaradas por la Unesco, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2001. «Queremos seguir manteniendo nuestra cultura, nuestra cosmovisión, nuestras danza y creencia, nuestros valores y ética», dice Benedith.
Por eso no están dispuestos a ceder en una lucha en la que está en peligro su vida. Así lo deja claro, por su parte, César Benedith: «sería lo último que pudiésemos hacer. Sería un gran pecado como dirigentes, hijos de esta comunidad y como pueblo garífuna».
Edgardo Benedith, fue presidente del patronato del Triunfo de la Cruz, cuando en el año 2003 presentaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, la demanda contra el Estado de Honduras. Triunfo de la Cruz, Tela, 23 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
Persecución y memoria
Doña Ernesta, a quien de cariño le dicen “Neta”, cumplió 79 años. Puede hablar con propiedad de la historia de El Triunfo de La Cruz. Algunas cosas se esconden en las rendijas de la memoria, pero ella recuerda que la paz ha sido interrumpida en varias ocasiones por la misma razón: la disputa de su tierra.
El primer evento que ella recuerda fue en 1945, cuando un oriundo de la comunidad llamado Cirilo Colón vendió una parcela y esta fue cercada por el nuevo propietario. Los pobladores no podían pasar. Entonces hubo revuelta y recuperaron el terreno en 1949. «Yo estaba pequeña», aclara doña Neta, en El Triunfo de la Cruz la propiedad es colectiva, nadie puede vender «la tierra es de todos», sentenció.
En 1993, empezó el conflicto que la comunidad aún no puede resolver. Durante la aprobación de la Ley de Modernización Agrícola, impulsada por el nacionalista Rafael Leonardo Callejas y que desmanteló la Reforma Agraria, varias personas de la comunidad — principalmente los mayores— fueron convencidos de vender parcelas de tierra por 700 lempiras a la municipalidad de Tela, la que luego traspasó la propiedad para la ejecución del proyecto turístico Marbella. En total se vendieron unas 44 hectáreas de tierra, pero nadie podía vender individualmente y la asamblea comunitaria desestimó la propuesta.
Desde entonces se inició una lucha en la comunidad que no ha encontrado solución a través de los entes estatales, al extremo que en 2003 tuvieron que demandar al Estado de Honduras ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Esa batalla se ganó en 2015, pero se espera aún que se cumpla la sentencia que ordena la devolución de los terrenos.
Doña Neta, cuenta que sus abuelos fueron despojados de sus tierras por invasores guatemaltecos, quienes echaron las vacas a sus cultivos. «Nuestros abuelos tenían miedo, no eran como nosotros, en lugar de pelear por su tierra, prefirieron salir de ahí», nos cuenta con su vista puesta en el mar. Sus abuelos luego llegaron al El Triunfo de La Cruz.
Doña Ernesta, de 79 años, recuerda que los conflictos por la tenencia de la tierra han sido los principales causantes de las controversias que han quebrantado la paz de esta comunidad. Triunfo de la Cruz, Tela, 23 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
Múltiples formas de violencia contra el pueblo garífuna
También en Tela, a pocos kilómetros de El Triunfo de la Cruz, se encuentra San Juan, un lugar en la bahía de Tela que también está siendo asediado por sus tierras. El jueves 23 de julio, Ofraneh denunció que hombres vestidos de militares armados habían entrado a la aldea para intimidar a sus habitantes.
El presidente del patronato de esta comunidad, Marvin Güity, denunció estar recibiendo amenazas y ser víctima de seguimiento por parte de hombres armados que han llegado al menos en 2 ocasiones a San Juan. Dijo que se hacen pasar por miembros de la Policía Militar y a raíz de esta situación, él ha decidido ocultarse. Ahí también hay zozobra.
Vallecito, en el departamento de Colón, es el hogar de Miriam Miranda, la mayor líder garífuna del país. Ese municipio también tiene una historia de lucha. Sus terrenos fueron ocupados por un narcotraficante que murió en el mar. Ahora el lugar donde era una narcopista es un terreno donde los garífunas cultivan cocos. Pero no todo es bueno, Miranda tiene medidas cautelares y es acompañada permanentemente por 4 militares.
«No es un hecho aislado (el rapto del Triunfo), el pueblo garífuna ha denunciado públicamente tanto nacional como internacionalmente todo el acoso, persecución, criminalización y judicialización de defensores y defensoras garífunas, que hemos estado en lucha permanente para que se respeten nuestros derechos ancestrales, territoriales y culturales», dijo en entrevista a Contracorriente la coordinadora de Ofraneh, Miriam Miranda.
En septiembre de 2019, fue asesinada en Masca, Puerto Cortés, la lideresa Mirna Teresa Suazo. Ella era la presidenta del patronato de la comunidad, que está en la zona de influencia de una de las ciudades modelo. En diversas ocasiones han rechazado la instalación de 2 plantas hidroeléctricas en el Río Masca.
Pobladores del Triunfo de la Cruz, Tela, colocan barricadas previo a iniciar las protestas en la carretera CA 13. Triunfo de la Cruz, Tela. 24 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
En 2013, cuando Juan Orlando Hernández era presidente del Congreso Nacional, se aprobó la Ley de Regiones Especiales de Desarrollo, que da la posibilidad de crear zonas de empleo y desarrollo económico, Zedes, que tienen autonomía del gobierno y muchos interpretan como una cesión de la soberanía nacional. Esto no lo aceptan en la comunidad de Masca.
La violencia en contra de líderes negros continuó. En octubre del año pasado, la comunidad garífuna de Cuzuna, ubicada en Iriona, Colón, fue sacudida por el asesinato de María Digna Montero, maestra y parte del grupo de trabajo de educación intercultural bilingüe de la Ofraneh.
El 19 de junio, fue asesinado Antonio Bernárdez, de 71 años, que era un respetado líder de la comunidad de Punta Piedra en Colón. Este poblado, al igual que El Triunfo de La Cruz, le ganó una demanda al Estado de Honduras y está a la espera de que se cumpla y de que les devuelvan las tierras que les han pertenecido desde la llegada de los garífunas al país, hace 223 años.
Líderes garífunas también denuncian la expulsión de sus pueblos de la Bahía de Trujillo, por empresarios canadienses. A eso se suma la expansión de las plantaciones de palma africana, que también son utilizadas por el crimen organizado para apropiarse de vastos territorios que facilitan su actuar al margen de la ley.
En los narcotraficantes, los garífunas han encontrado otro enemigo feroz en la disputa por sus tierras. Así lo reconoció Miriam Miranda, en una entrevista para el medio alemán DW, cuando recibió en 2019 el premio de Fundación Friedrich Ebert por su lucha en pro del respeto de los derechos humanos: «hay una gran presencia del crimen organizado. El Estado hondureño lo sabe. Y responsabilizamos al Estado porque no brinda seguridad a nuestras comunidades. El gobierno sabe quiénes están alrededor de los territorios del pueblo garífuna. En el pueblo garífuna siempre hemos vivido en armonía. Esta violencia tiene por objetivo que la gente salga de las comunidades», resaltó Miranda.
En concordancia con esta idea, César Benedith, oriundo de El Triunfo de la Cruz, asegura que «hay una persecución, aquí hay 4 compañeros perdidos y en Santa Rosa de Aguán, han matado los pescados de la laguna que alimenta la comunidad. Han venido asesinando los líderes en diferentes aldeas y a este momento no hay respuesta».
Un pescador realiza su faena en las cercanías de la comunidad de San Juan, Tela, Atlántida. 24 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
La respuesta del gobierno para esclarecer los crímenes contra los líderes y comunidades garífunas y evitar su repetición ha sido nula. Las investigaciones inician pero se pierden en la indiferencia, el silencio y, en algunos casos, la intimidación contra las personas que insisten en preguntar por su avance. La impunidad llega incluso al extremo de desobedecer sentencias internacionales como las emitidas por la CIDH.
En el caso del secuestro en El Triunfo de la Cruz, Juan Orlando Hernández, en su cuenta de Twitter expresó que su gobierno «está enfocado en lograr justicia para los 4 garífunas de la comunidad garífuna, por su supuesto rapto el 28 de julio». A esto, la Ofraneh respondió con un comunicado en el que indican que «el Estado de Honduras aduce ser “garante” de los derechos humanos, pero desafortunadamente las estadísticas indican lo opuesto. En los últimos años más de una docena de garífunas han sido asesinados por la defensa del territorio ancestral y, hasta la fecha, el Estado no presenta resultados concretos, y más bien en ciertos casos se ha limitado a desacreditar los argumentos que relaciona los crímenes con la defensa del territorio».
¿Justifican acaso el turismo, la palma africana y el narcotráfico la muerte, persecución y desplazamiento forzado del pueblo garífuna en Honduras? La resistencia garífuna y la solidaridad hacia ella nos demuestran que no. Algo que contrasta con la indiferencia, la opacidad y la complicidad del Estado y de empresarios nacionales e internacionales.
Te invitamos a ver el siguiente video:
*Nota aclaratoria: Los hombres secuestrados en Triunfo de la Cruz el 18 de julio fueron cinco, cuatro de ellos eran garífunas, y tres de ellos líderes reconocidos de la comunidad.
Parafraseando a Atahualpa Yupanqui: La guitarra ya sabía de la música antes de ser guitarra porque antes de ser guitarra fue madera, y antes de ser madera fue árbol, y árbol escuchaba las canciones que le cantaban los pájaros. Y en tiempos de crisis puede que la humanidad se aferre a aquellos símbolos primigenios de aquel hogar que nos resguarda, quizá por eso la cuarentena ha provocado una avalancha de conciertos online, músicos subiendo videos, y todo tipo de manifestación que apele a la colectividad en confinamiento.
Desde el pasado 15 de marzo, cuando en Honduras se declaró alerta roja y cuarentena, debido a la expansión de la COVID-19, todos los sectores productivos del país se vieron afectados, unos más que otros, la industria cultural es un ejemplo directo, está totalmente paralizada y sin mayores posibilidades de reactivar los espectáculos.
Algunos músicos han optado por echar a andar su negocio de venta de comida, otros siguen grabando canciones para comerciales, también están los que trabajan para alguna de las orquestas del Estado hondureño y entonces tienen un ingreso fijo. La vida de quienes hacen música para vivir —en mitad del evento más significativo de lo que va del siglo, la pandemia por COVID-19— ha cambiando drásticamente en los últimos cuatro meses.
Sin conciertos, sin ensayos, y reduciendo su contacto con la música a la práctica individual, los músicos se han visto afectados de manera directa por la puesta en pausa de la vida (como la conocíamos).
La sensación general es la de tener que adaptarse, aunque ahora mismo no se tenga certeza de cómo podría darse la adaptación a una nueva normalidad: conciertos con el mínimo de público, barreras de plástico para protegerse entre los músicos, y mascarilla para quienes puedan usarlas. Está claro: según el instrumento, unos más que otros, podrán optar por protegerse con mascarilla. Aún así, todo lo anterior, únicamente es solo una idea, porque el sector cultural y los espacios para espectáculos no abrirán de manera inmediata. Porque el gobierno tampoco contempla el sector cultural en su plan de reapertura, únicamente lo mantiene bajo excepción, impidiendo que cines, teatros, salas de conciertos y bares no puedan abrir, aunque el plan actualizado del gobierno para poner de nuevo en marcha a la economía sí le permite a las iglesias volver a llevar a cabo liturgias y cultos.
Encontrar una manera en que los ensayos puedan funcionar tecnológicamente ha resultado un reto para los músicos hondureños debido al acceso incipiente de internet: no es posible con el acceso actual a internet que todos los instrumentos suenen al mismo tiempo de manera simultánea. También representa una dificultad no poder agenciarse de equipo para las transmisiones online, los intentos de ensayos virtuales resultan caros. Una inversión que muchas personas no pueden costear.
Joan de la Rosa, flautista de la Banda Sinfónica de las Fuerzas Armadas, Café Guancasco e Invitro Rock, ensaya en la sala de su casa. La pandemia por COVID-19 ha estancado la grabación del segundo álbum de Café Guancasco. Tegucigalpa, 23 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Stefany Rosa, clarinetista de la Banda Sinfónica de las Fuerzas Armadas, durante una práctica en la sala de su casa. Como música, Stefany, extraña los conciertos en teatros y a sus amigos, a quienes no ha visto durante la cuarentena. Tegucigalpa, 25 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Obed Baca, toca piano y acordeón en Sidd, esta banda de rock hondureña se encontraba iniciando la promoción del álbum recopilatorio de sus primeros diez años cuando el gobierno declaró la cuarentena por COVID-19. Tegucigalpa, 22 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Karla Lara, durante la transmisión de su programa de radio Sin café no hay mañana. Su apartamento lo ha convertido en oficina, sala de ensayo, y en cabina de radio cuando lo ameritan las condiciones. Karla, hace música y radio desde los dieciséis años, con el tiempo se afianzó como una de las cantantes de la canción popular más importantes del país. En tiempos de pandemia, Karla reflexiona sobre el miedo, sobre cómo estamos desarrollando el miedo por los demás debido a la COVID-19. Tegucigalpa, 23 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
En un espacio de su casa y habilitado como sala de ensayo, Leonardo Moreno, compone y practica las canciones para el segundo álbum de Cienaños, la banda intentará meterse al estudio para grabar, a pesar de la crisis sanitaria. Antes de la COVID-19, y tras el cierre del bar que le dio nombre a la banda, Leonardo se dedicó a la realización de eventos para sostener su carrera de músico. Tegucigalpa, 24 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.06-5621: Arlyn Moradel, guitarrista de la banda Puras Mujeres, practica en la sala de su apartamento. Arlyn, apunta que en estos momentos en los que no han podido verse para ensayar, la banda ha llevado un proceso interno de sanación que ayuda a fortalecer el vínculo de sus integrantes. Tegucigalpa, 27 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.Ronnie Minera, guitarrista de Sidd, retratado en el porche de su casa, donde ha acondicionado para poder practicar. Ronnie es psicólogo, pero desde antes de egresar de esta carrera trabaja como técnico anestesiólogo en el Hospital Escuela Universitario. Tegucigalpa, 25 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.Para poder practicar sin mayores complicaciones, Cindy Aguilar, se acomoda en una esquina de su casa para que el rebote del sonido sus congas no le afecte demasiado. Cindy es baterista y percusionista de Puras Mujeres, pero es su trabajo como docente de primaria el que sostiene su hogar. Cindy es madre soltera de un niño de seis años. Tegucigalpa, 25 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
El saxofonista Ariel Lagos, practica en la sala de su casa. Ariel toca en el cuarteto Saxos de Honduras, en Pez Luna, Pandas con Alzheimer y Transeúntes, pero su trabajo base está en la Banda de los Supremos Poderes. Tegucigalpa, 22 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Romina Mémoli, vocalista de Pandas con Alzheimer, durante una práctica en casa. Cuando la cuarentena fue declarada por el gobierno hondureño, la banda de Romina se encontraba preparando la promoción de su primer álbum: Pandemia Flexipop, pero todo plan ha tenido que ser postergado. Romina ha sido madre durante la pandemia, explica que la cuarentena ha permitido que ella y su pareja puedan concentrarse en ser padres y no preocuparse tanto por conciertos y eventos. Además de Pandas con Alzheimer, Romina se ha vinculado con procesos de sanación desde la música, algo que realiza en simultáneo con la banda. Tegucigalpa, 28 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
En Contracorriente, nos hemos dado la tarea de reunir las historias de emprendedores y emprendedoras hondureñas que han surgido en este tiempo de pandemia. En medio de esta crisis sanitaria, estas personas han encontrado la manera de generar nuevas formas de sostenimiento, han descubierto talentos y en otros casos han decidido realizar los sueños que habían depositado en el baúl de pendientes.
Marcela Pineda fundó el proyecto El Agricultor Urbano, junto a una amiga mexicana, con quien desde hace un tiempo comparten el mismo ideal de formar una gran familia de agricultores, con un estilo de vida más saludable, sustentable, consciente y responsable. «No queremos solo vender productos amigables con el ambiente, lo que queremos realmente es generar un impacto positivo, que la gente pueda cultivar sus propios alimentos. Esto tiene muchos beneficios para la salud de las personas, pero también para la salud del medio ambiente», nos comentó Marcela.
Cuando decidieron emprender pensaron en la necesidad de crear conciencia sobre la importancia de hacer cambios contundentes y rápidos en relación a los estilos de vida que las sociedades convulsionadas han creado. También pensaron en cómo mostrar que «todo el mundo puede formar parte de este cambio, desde casa».
Su emprendimiento comenzó en julio de este año. Ellas ofrecen el taller de huertos urbanos y además venden todo lo necesario para que la gente pueda cultivar en casa: semillas, plántulas, cajón y medio de cultivo. Marcela nos cuenta que están trabajando para brindar muchos más productos y talleres: «Estamos planificando kits de actividades para niños, gestionando productos orgánicos y semillas nuevas. La verdad es que hemos tenido muy buena respuesta y eso nos motiva a seguir innovando y agendando nuevos grupos para talleres. Este fin de semana recién pasado, impartimos el primer taller».
Antes de la crisis por la COVID-19, Karla Mairena y su esposo pasaron a la lista de los desempleados en el país. Ambos trabajaban en la industria de eventos y entretenimiento. Karla y su familia viven en San Pedro Sula, y nos cuenta que es madre de una niña de tres años y un niño de dos: «soy mamá de dos hermosos bebés y por ellos nació la idea de emprender, por la necesidad de brindarles seguridad sanitaria, económica (sus necesidades más importantes) y emocional (que sus papás estén bien para ellos)».
El nombre de su emprendimiento es Chucherías.com, y nace de esa necesidad de llevar el sustento a su hogar y de seguir garantizando un empleo a Sonia, su asistente de hogar. «Antes de que empezara esta crisis, yo trabajaba como jefe de operaciones para una prestigiosa organizadora de eventos, y Sonia era quien se encargaba durante el día del cuidado de mis bebés y de ciertas labores en casa. Ahora hemos reorganizado el trabajo doméstico y el cuidado de mis niños. Mi esposo y yo estamos involucrados con ese trabajo y también en el que genera Chucherías.com. Mi esposo, siendo modesta, es uno de los mejores DJ del país, su nombre es Ramón Gravina, pero todos lo conocen como Bishop DJ, y él es el chef de varias recetas: los ceviches, los boneless y las alitas son parte de sus creaciones», nos comentó Karla.
Karla y Ramón tienen un amplio menú: alitas de pollo, ceviche peruano, boneless, pizza, pastelitos, sangría (que son la especialidad de Karla), entre muchas cosas más. La respuesta de la gente ha sido muy buena, ahora tienen clientes frecuentes que valoran la experiencia que brindan a través de su comida.
Podés encontrarlos en su cuenta de Instagram chucherías.com.
«Hace ocho años me dedico a la dirección cinematográfica, soy fotógrafo profesional y también estudié diseño gráfico», nos comentó Andrés Elvir, quien ha emprendido el proyecto de Arthepizza, desde hace dos meses.
Andrés, trabajó durante años en una compañía de televisión, donde se desempeñó como jefe de piso, sin embargo renunció a ese trabajo porque sentía que necesitaba crecer de manera personal y profesional. Luego se lanzó como freelancer, y una empresa extranjera lo invitó a participar en la filmación de un comercial: «ahí me quedé por un buen tiempo, haciendo anuncio tras anuncio y cada vez fui adquiriendo mucha experiencia. Antes de la pandemia estaba planificando un viaje porque me salió un proyecto en México, que me llevaría dos meses. También tenía todo el año agendado porque habían surgido varios proyectos en Honduras y en El Salvador. luego llegó la pandemia y todo se vino abajo».
En realidad, Arthepizza comenzó como una actividad familiar y para consumo del hogar. Andrés, junto a su hermano y sus sobrinas cocinaban de dos a tres veces por semana: «poníamos a las niñas a que nos ayudaran a hacer la masa, la salsa, y a que decoraran las pizzas. Era también una manera de tenerlas entretenidas porque ellas extrañaban estar en la escuela, hacer sus actividades y paseos cotidianos».
También nos contó que mientras compartía fotografías de las pizzas en sus redes sociales, sus amistades le escribían porque les encantaba su aspecto: «un día, mi amiga Daniela Naranjo, me llamó para preguntarme cuánto le cobraba por hacerle dos pizzas y que se las enviara a su casa, y fue así como comenzó todo. Ella me recomendó en sus redes sociales, con sus familiares y amigos. De pronto me comenzaron a caer llamadas telefónicas de personas desconocidas porque querían hacerme pedidos».
Andrés dice que actualmente han surgido muchos proyectos audiovisuales y que está buscando formas para poder realizarlos a través de videollamadas: «afortunadamente las herramientas tecnológicas se prestan para dirigir los rodajes y controlar las cámaras desde mi casa. Pienso que no hay nada que sea extremadamente difícil de hacer, todo consiste en trabajar con mayor planificación que antes, coordinarse bien y comunicarse».
Arthepizza va en crecimiento y estará pronto en Tegucigalpa. Andrés no duda en que en un futuro cercano tendrá que contratar personal para que él pueda continuar con su nuevo emprendimiento y seguir con sus creaciones audiovisuales.
Podés encontrarlo en su cuenta de Instagram arthepizza.com
El presidente Juan Orlando Hernández ha puesto a las Fuerzas Armadas (FF. AA.), al frente de acciones estratégicas en la atención de la pandemia por COVID-19, en Honduras. Esto no es gratuito. Los recursos de las FF. AA. aumentan cada año así como sus prerrogativas en un país sin amenaza de guerra. Durante la emergencia por la pandemia, vemos a esta institución en programas que van desde el asistencialismo, hasta la administración de hospitales. Sin embargo, la Secretaría de Finanzas ha omitido en la rendición de cuentas el presupuesto ejecutado por esa institución, y han pasado desapercibidas las compras de insumos y medicamentos con irregularidades, al igual que las denuncias por violaciones a derechos humanos.
Las FF. AA., lideradas por el general Tito Livio Moreno, operan más que cualquier otra institución en sectores de importancia en la pandemia. De hecho, el pasado viernes 24 de julio, el general de brigada José Ernesto Leva Bulnes, fue nombrado presidente de la junta interventora de Inversión Estratégica de Honduras (Invest-h), una institución que administra 3700 millones de lempiras destinados a la crisis, y que está siendo investigada por el Ministerio Público por actos de corrupción.
El presupuesto de la Secretaría de Defensa, al igual que el de salud, educación, energía y seguridad, no fue parte de la reducción del 2 % establecido a través del decreto ejecutivo PCM 020-2020 para todas las Instituciones del sector público no financiero para atender la emergencia.
Las tareas asumidas por las FF. AA. durante la pandemia, han sido la justificación de gastos que son cuestionables. José Coello, vocero de las FF. AA., aseguró en entrevista con Contracorriente, que esta institución no ha realizado compras directas durante la emergencia: «compras directas no tenemos, no compramos equipo médico y no estamos a cargo de compras en emergencia sanitaria». Sin embargo, documentos publicados en el portal de transparencia del Instituto de Acceso a la Información Pública (IAIP), señalan que solo en procesos de compra directa, la Secretaría de Defensa ha ejecutado, a través de las FF. AA., 4129 millones de lempiras en 51 procesos de adquisición menor, entre marzo y junio. Ese gasto equivale al 80 % del presupuesto que el Hospital Escuela Universitario —uno de los principales centros asistenciales públicos del país— ha ejecutado en la totalidad de sus compras durante la pandemia.
El presupuesto asignado a esta secretaría se ha gastado en la atención de las necesidades operativas de los miembros de la institución, tales como la compra de medicamentos para tratar el virus en clínicas médicas y oficinas de las diversas unidades.
Los gastos realizados por la Secretaría de Defensa, presentan irregularidades. La orden de compra número 2020008, emitida el 18 de abril por el Comando General de la Policía Militar del Orden Público (PMOP), ordenó el «suministro de medicamentos e insumos médicos para uso, atención y prevención del COVID-19, del personal de policías militares en la clínica médica del complejo militar en Tegucigalpa y San Pedro Sula». Esa adquisición se valoró en más de 268 000 lempiras y la empresa favorecida fue Corporación Industrial Farmacéutica S.A. de C.V. (Corinfar), que ha sido señalada en años anteriores por el Ministerio Público por sobrevaloración de medicamentos e insumos.
En 2017, la fiscalía especial del Ministerio Público señaló que 6 empresas adjudicaron 1352 órdenes de compra de medicamentos con precios sobrevalorados, entre 2008 y 2015. La más favorecida de ellas fue Corinfar con un monto de 182 416 millones de lempiras. La investigación fue abierta por la fiscalía y se procedió al secuestro de documentos en la Secretaría de Salud. Sin embargo, hasta el momento no se emitieron requerimientos y no ha llegado a los juzgados. A esa empresa también se le vinculó, en 2013, en un caso en el que 5 empleados de la Secretaría de Salud y una ejecutiva de Corinfar fueron acusados de al menos 22 delitos y del saqueo de casi 2 millones de unidades de medicinas que fueron extraídas del Almacén Central de Medicamentos, con el propósito de ser llevadas a bodegas privadas para su comercialización.
En total, la Policía Militar desembolsó en este tiempo de pandemia a esta empresa 806 000 lempiras en medicamentos que, de acuerdo a las tres órdenes de compra, eran en su mayoría para tratar alergias, gripe y tos.
Por otra parte; la Policía Militar, la Fuerza Naval, el Ejército y la Fuerza Aérea han decidido dirigir parte de su presupuesto a la compra de medicamentos e insumos de bioseguridad. Contracorriente encontró que estas unidades compraron parte de estos insumos a una empresa que pertenece a familiares cercanos de un mayor de aviación en la Fuerza Aérea hondureña.
Evelyn Suyapa Bustillo Pagoada, esposa del mayor de aviación Marvin Leonardo Meléndez, aparece en los informes de compras presentados por las FF. AA. como gerente de la empresa Inversiones Bustillo Pagoada S. de R.L., dedicada a la compra y venta de medicamentos a través de la Farmacia Eviba, localizada en una gasolinera cerca del primer Batallón de Infantería, en Tegucigalpa. Las compras directas ejecutadas por el Ejército, Fuerza Naval y la Fuerza Aérea a esta empresa hacen un total de 235 650 lempiras, a través de 7 procesos de adquisición realizados hasta el pasado 2 de junio. Entre ellos se destaca una compra de Ivermectina (componente del tratamiento MAIZ promovido por el gobierno) que ejecutó el Ejército por casi el doble del precio del medicamento (33 Lempiras por unidad) comparado con una compra similar ejecutada 6 días después por la Industria Militar a Corinfar, a 18 lempiras la unidad del mismo medicamento. Además, los documentos indican que Inversiones Bustillo Pagoada, no cuenta con una certificación vigente de la Oficina Normativa de Contratación y Adquisiciones del Estado (Oncae).
Estas compras de medicamentos y equipo de bioseguridad son justificadas en los informes como insumos para el tratamiento del personal de las FF. AA. que se encuentran asignados en tareas relacionadas con la pandemia, por lo que se han visto expuestos al virus. Las órdenes de compra son firmadas y autorizadas por el coronel Willy Oseguera, comandante de la PMOP, sin la aparente supervisión de personal sanitario.
El pasado lunes 20 de mayo, el general Moreno aseguró que aproximadamente 250 miembros activos de la institución han sido afectados por el virus.
Un agente del Ejército de Honduras durante su guardia en un retén policial en el Bulevar Morazán de la capital hondureña. Tegucigalpa, 15 de abril de 2020. ¿Cómo se atiende la pandemia dentro de las FF. AA.?
Una fuente anónima que trabaja en una unidad perteneciente a la Fuerza de Seguridad Interinstitucional Nacional (Fusina) —que integra a miembros de la Policía Nacional y FF. AA., como la Policía Militar, Fuerza Naval, Fuerza Aérea, Ejército y Fuerza Antimaras y Pandillas— mencionó a Contracorriente que un 35 % de sus compañeros se encuentran contagiados de COVID-19 y que el temor y el descontento es latente ante la falla en los procedimientos para tratar la pandemia al interior de la institución.
«Hicieron pruebas rápidas (en su unidad), allí salen 32 positivas y los aíslan a todos en un batallón, mientras sale el resultado definitivo del hisopado que tarda 14 días. Cuando el resultado vino solo 17 eran positivos, pero como todos estaban en un mismo lugar aislados, se contagiaron». Además, aseguró que los miembros que conforman su unidad no están felices con el trato que han recibido desde que inició la pandemia, ya que el sueldo es de 7000 lempiras para la escala básica, y al inicio de la emergencia los mantuvieron en servicio durante 90 días seguidos sin descanso o posibilidad de visitar a sus familias.
«El trabajo se duplicó, los explotaron bastante. Todo siempre es desigual, un oficial no va a trabajar como uno de escala básica, los que más sufren son los soldados» explicó. Además, mencionó que la atención en el Hospital Militar incluye el tratamiento MAIZ (microdacyn, azitromicina, ivermectina y zinc), pero los militares no están tomando el medicamento ya que sienten que les acelera el corazón.
En el mes de abril, la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA), advirtió en un comunicado sobre los efectos contraproducentes del uso de estos medicamentos para tratar el COVID-19. Esta institución previno sobre problemas graves de ritmo cardiaco en pacientes tratados con azitromicina en combinación con hidroxicloroquina, que es parte de otro de los tratamientos aplicados por el gobierno en pacientes hospitalizados.
Ante la compra de medicamentos por parte de unidades externas al Hospital Militar, la doctora Ligia Ramos del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) y miembro de la junta directiva del Colegio Médico de Honduras, opina que estas compras son evidencia de que las FF. AA. están más afectadas de lo que reportan: «el Hospital Militar, que sería el ente que los tendría que manejar a ellos, no tiene la capacidad para hacerlo por lo que se están automedicando. Pero lo que sí hay que decir es que la Secretaría de Salud es la que debería estar rectorando todo lo relacionado con la pandemia y lo que tiene que ver con atención. La verdad es que no hay capacidad técnica en los funcionarios públicos y tampoco en las FF. AA.».
La pandemia ha demostrado los efectos producidos por un Estado que invierte más en seguridad y defensa que en salud. Para el 2020, el presupuesto asignado a la Secretaría de Seguridad y Defensa es de 8477 millones de lempiras, aproximadamente 200 millones de lempiras más que en 2019. Datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri), indican que hasta 2019, Honduras era el país de la región centroamericana que mayor porcentaje de su producto interno bruto (PIB) invertido en el campo militar.
En una llamada telefónica, la doctora Ramos nos aseguró que «da mucha impotencia ver que todo ese dinero en armamento se pudo haber invertido en mejorar el sistema de salud mucho antes de la pandemia, pero se estaba gastando en las FF. AA. y se estaba robando el dinero».
Al comparar los recursos reportados por la Secretaría de Finanzas, que se han utilizado para enfrentar la pandemia en el Hospital Escuela (5,1 millones de lempiras) con los informes de las FF. AA., resulta que tan solo la Fuerza Naval ha ejecutado el equivalente al 50 % del presupuesto del Hospital Escuela en combustible para hacer relevos en retenes y patrullajes durante el toque de queda. Además, los informes de las FF. AA. indican que esos 2,5 millones de lempiras, fueron desembolsados a Inversiones Amor S. de R.L., una empresa que hasta la llegada del COVID-19 al país no contaba con registro ONCAE para participar en compras estatales.
Formación militar previo a una jornada de las visitas médicas domiciliarias de la Secretaría de Salud y Copeco. El Ejército se suma a estas jornadas ayudando a resguardar a los médicos de las brigadas en barrios controlados por pandillas. Tegucigalpa, 9 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Administración de la pandemia
Invest-h compró 7 hospitales móviles por un monto de 1200 millones de lempiras a Elmed Medical, cuyo propietario, Axel López, fue señalado por la empresa SDI Global LLC por presunto fraude. De acuerdo a esos señalamientos, López plagió la propuesta, especificaciones y código de registro para operaciones internacionales que obtuvo a través de una cotización que solicitó a SDI Global LLC. Ante esos señalamientos, Marco Bográn, exdirector de Invest-h, es investigado por el Ministerio Público por la presunta comisión de los delitos de fraude, malversación de caudales públicos, abuso de autoridad y violación de los deberes de los funcionarios.
De esos 7 hospitales, el pasado 10 de julio, llegaron 2 y actualmente están siendo inspeccionados por el Ministerio Público para comprobar su estado. Al terminar la verificación de las autoridades el equipo será trasladado a dos planteles, uno en Tegucigalpa y otro en San Pedro Sula, y pasarán a ser administrados por las FF. AA.
A pesar de los señalamientos por corrupción en la administración de hospitales móviles, José Coello, portavoz de la institución castrense, asegura que «la administración continúa en pie» e informa que son dos oficiales lo que ya se nombraron para liderar los hospitales móviles que vendrían a aligerar la carga de los demás hospitales del país. En ese sentido, el encargado en Tegucigalpa será el coronel de infantería Leonel Mazzoni Hernández, anteriormente asignado en el cargo de subgerente financiero del Instituto de Previsión Militar.
Esta no es la primera vez que militares se hacen cargo de la administración de sistemas de atención en salud. Desde 2018, la Junta Interventora del Hospital Escuela Universitario, ubicado en Tegucigalpa, está conformada por el general en condición de retiro Edilberto Ortiz Canales.
Ortiz Canales, contó a Contracorriente que las FF. AA. han entregado insumos de bioseguridad a empleados y pacientes del Hospital Escuela, además que el personal del hospital puede contar con las FF. AA. plenamente ante cualquier necesidad. «Yo soy responsable de verificar los procesos y sistema logístico, de tal forma que todos los recursos que se ejecuten lleguen al usuario final en forma expedita, me refiero a la adquisición de insumos, entre ellos medicamentos y equipo médico. A partir de nuestra llegada el hospital ha ido mejorando todo ese sistema de procesos y mejorando las adquisiciones», asegura Ortiz, quien anteriormente fue director del Hospital Militar.
Sobre la comparación entre los recursos asignados al sistema de salud y la compra e inversión en seguridad, Ortiz opina que el gobierno ha cumplido a cabalidad con sus expectativas y ha brindado atención óptima al público. «El Hospital Escuela sí ha sido apoyado con recursos, se ha invertido lo que corresponde para mejorar la atención al pueblo hondureño. Estamos prácticamente en un 80 % del abastecimiento de medicamentos, estamos cumpliendo, por eso considero que el apoyo que le da el gobierno al hospital ha sido dentro de los parámetros, excelente».
Dos militares ingresan al Hospital Escuela Universitario. Tegucigalpa, 10 de junio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Sobre el papel de las FF. AA. en asuntos públicos y en la administración de esta emergencia, Leticia Salomón, socióloga y economista hondureña asociada al Centro de Documentación de Honduras (Cedoh), opina que «es una mezcla de un proceso creciente de desconfianza en la institucionalidad civil y en su propio gabinete, con un proceso de identificación y admiración por la disciplina y la subordinación militar para seguir órdenes. Los militares están ahí, firmes, agradecidos e incondicionales». Además, Salomón, apunta que las funciones de apoyo que asumen encomendadas por el gobierno no son gratis y ni nuevas, se originaron hace varios periodos de gobierno.
«Las FF. AA. han tenido un papel protagónico en el tema de seguridad desde el gobierno de Ricardo Maduro, él inició con el programa Honduras Segura, mediante el cual los militares abordaban de 2 en 2 las unidades de transporte público para “disuadir” a los delincuentes. A las 3 o 4 semanas, el gobierno tuvo que suspender esa modalidad por las cantidades millonarias que la institución le cobraba. Un general retirado me confirmó que ellos cobraban por el servicio porque esas eran tareas de instituciones civiles y ellos incurren en gastos al hacerse cargo de ellas. Asumo que eso se volvió una norma, lo que vuelve lógico preguntar ¿cuánto están recibiendo las FF. AA. hoy por cada una de las “nuevas misiones” en que las incorpora el gobierno? Me refiero a las funciones que le asigna a la institución y no a los militares retirados, como las relacionadas con desarrollo agrícola, transporte e instalación de hospitales, entrega de bolsas solidarias», concluye.
Una patrulla de la Policía Militar del Orden Público ingresa al Instituto Nacional Cardiopulmonar, mejor conocido como Hospital del Tórax Tegucigalpa, 14 de julio de 2020.
El Hospital Militar
El presidente Juan Orlando Hernández, fue atendido en el Hospital Militar, luego que anunció el 16 de junio que una prueba PCR le dio resultado positivo para coronavirus. Este hospital se financia principalmente con el 6 % del salario de los afiliados —miembros activos y retirados de las FF. AA., policía civil y empleados del Instituto de Previsión Militar— y la asignación que realiza el Estado a través de la Ley de Presupuesto General de Ingresos y Egresos a la Secretaría de Estado en el Despacho de Defensa Nacional. Por esto, el comandante general de las FF. AA., el presidente del país, fue atendido allí a pesar de las críticas que esto generó. Según Magda Ferrera, oficial de comunicaciones del Hospital Militar, no hubo limitaciones de atención a otros soldados contagiados a causa de la hospitalización del presidente.
En redes sociales, diversos usuarios solicitaron que el Hospital Militar se abriera para la atención de la población en general, entre ellos, el doctor experto en salud pública, Marco Eliud Girón, que mencionó en una entrevista a medios de comunicación «que no les tiemble las manos al solicitar el centro hospitalario militar, es el único hospital que está vacío». Además, esta solicitud fue acompañada por el exjefe del Estado Mayor Conjunto, Romeo Vásquez Velásquez, quien perpetró el golpe de Estado de 2009.
No entiendo como el #HospitalMilitar en #Honduras no se hábilita para los pacientes #covid19 ! Que falta de sensibilidad de los gobernantes! Q triste los corazones q pueden ayudar y no lo hacen! Pero q Dios los bendiga, lo necesitan mucho! @JuanOrlandoH@FFAAHN@PoliciaHonduras
«Al prestar su centro hospitalario, el cuerpo armado recibirá doble beneficio, por un lado el agradecimiento del pueblo, y por otro, ampliará su infraestructura, equipo y hasta medicamento» aseguró Velásquez. Con esto confirmó lo dicho por Salomón de que ninguno de los servicios prestados por los militares se hace de forma gratuita para el Estado.
En ese sentido, el general Moreno, jefe del Estado Mayor Conjunto, aseguró que «el Hospital Militar es de todos los que están afiliados al Instituto de Previsión Militar, esto es un conglomerado de más o menos 50 000 personas más sus familiares. A cada uno de nosotros nos deducen el 6 % para la compra de insumos médicos, instalaciones físicas y otras necesidades logísticas y operativas. Es importante mencionar que con el funcionamiento le quitamos un gran peso al IHSS y a otras instituciones de salud. Además hemos atendido emergencias y puesto toda nuestra infraestructura a disposición del pueblo. Lo que no nos gusta es que personas quieran hacer críticas a la institución para beneficio propio, queriendo llevar agua a su molino».
Violaciones a derechos humanos durante la pandemia
El 25 de abril, una barrera de fuego y piedras dividió la calle en la entrada de la pequeña aldea costera de El Paraíso, en el municipio de Omoa, Cortés. Los pobladores se manifestaban por el asesinato de Marvin Rolando Alvarado, un joven panadero de 32 años de edad que vivía en el sector.
Según el diario La Prensa, que recopiló información de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI), Marvin murió en el hospital Mario Catarino Rivas, después de haber sido detenido en un retén militar mientras se conducía en su vehículo junto a 2 primos y su hermano Arturo, durante el toque de queda. Según información del Comité de Familiares de Detenidos y Desaparecidos en Honduras (Cofadeh), agentes de la Policía Militar los detuvieron, golpearon y finalmente les dispararon. Marvin no logró resistir los golpes y el impacto de bala.
Además, el informe de Cofadeh indica que cuando su hermano Arturo fue dado de alta, la policía lo llevó directamente a las oficinas de la DPI para intimidarlo porque supuestamente atacó a los policías militares. Según información de esta organización, un par de semanas después, el hermano menor de Arturo y Marvin decidió quitarse la vida ante la situación y la intimidación de las autoridades.
Dina Meza, presidenta de la Asociación por la Democracia y los Derechos Humanos (Asoprodehu), que también dio seguimiento al caso, aseguró a Contracorriente que 2 de los policías militares involucrados fueron detenidos gracias a las gestiones que lograron establecer a través del Comisionado Nacional de Derechos Humanos (Conadeh), que solicitó la actuación del Ministerio Público para investigar la muerte de Marvin Rolando.
En ese contexto, el Conadeh presentó un informe en el que indican que desde que inició el estado de emergencia han recibido 3179 denuncias, de las cuales 1198 fueron relacionadas directamente con las medidas adoptadas por el gobierno frente al COVID-19. El 57 % de esas quejas fueron en contra de autoridades centrales, 299 en contra de la Secretaría de Salud, 110 en contra de la Policía Nacional, 127 en contra de autoridades municipales y 50 en contra de autoridades de los centros penales.
El informe establece que la mayoría de denuncias fueron generadas por la cobertura y provisión de servicios de salud y de equipo de protección personal, restricción de la movilización establecida por el toque de queda, programas de distribución de alimentos, privación o falta de acceso a servicios públicos, medidas o efectos en la economía y situación laboral.
Militares en un retén policial ubicado en la salida hacia el departamento de El Paraíso desde la capital hondureña. Tegucigalpa, 3 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Berta Oliva, coordinadora de Cofadeh, asegura que «en este momento ya no hay nada más que esperar, Honduras ha tocado fondo en temas de derechos humanos. La presencia militar no es para combatir el virus o la pandemia, sino para meter el temor e inhabilitar a la población. La gente tiene miedo a morir por hambre, por el virus y tiene miedo a morir por la represión, la pandemia a esta dictadura le ha caído como anillo al dedo porque reactiva y coloca a las FF. AA. para ponerlos como los salvadores del problema».
Las protestas en la comunidad de El Paraíso, en Omoa, Cortes, se terminaron después del lunes 27 de abril, cuando decenas de personas acudieron al entierro de Marvin Alvarado. Con pancartas, mascarillas puestas y exigiendo justicia, la comunidad marchó frente al carro que llevaba el féretro del joven. En declaraciones a un medio de comunicación local, Jaime Alvarado, otro de los hermanos de la víctima, declaró que militares le habían dicho que «él era el siguiente».
Labor militar en tareas de asistencialismo gubernamental
Los familiares de las víctimas de COVID-19 han sido sustituidos en los funerales por militares y policías quienes, según declaraciones del portavoz de las FF. AA,, solo acompañan el proceso para «mantener el control» y asegurar que no se acumulen más de 10 personas en el entierro.
Sin embargo, a inicios de mayo conocimos el caso de la familia de don Luis, un paciente con neumonía bilateral, sospechoso de COVID-19 y que murió en una sala del IHSS de San Pedro Sula. Sus familiares denunciaron malos tratos por parte de los militares encargados de la custodia del cuerpo. Declararon que agentes de la Fuerza de Seguridad Interinstitucional Nacional (Fusina), amenazaron con llevar el cuerpo a una fosa común sin ubicación confirmada, en el departamento de Cortés, sin tener siquiera una prueba confirmatoria de que la muerte fue por COVID-19. Ante esa situación solo quedó una opción para los familiares: cremar el cadáver.
Sobre este caso específico, Edwin Lanza, presidente de la Asociación de Funerarias de Honduras, asegura que «esta injerencia por parte del ejército no es permitida, Fusina lo único que hace es custodiar el viaje del féretro que seleccionó la familia, ellos no deben tener injerencia en cuanto a lo que se tiene o no que hacer, los familiares son los que deciden».
Cuatro jóvenes del Ejército de Honduras camina por las instalaciones del Instituto Hondureño de Formación Profesional. Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Contracorriente, solicitó a la Secretaría de Defensa el número de entierros acompañados a nivel nacional por Fusina con apoyo de la Policía Militar de Orden Público. Sin embargo, la respuesta desde la auditoría jurídica militar de las FF. AA. fue que «no son el ente competente para dar este tipo de información, en virtud que solo cooperan con otras instituciones».
Además de acompañar los entierros de las víctimas por COVID-19, las FF. AA. han liderado la logística de entregas de mascarillas confeccionadas por la Industria Militar y provisiones de alimentos a través del programa gubernamental Honduras Solidaria.
Como una presunta respuesta a la situación de hambre que se agudizó para muchas familias a raíz de las medidas de confinamiento, y que dejó a muchos negocios sin operar por meses, el gobierno inició la operación Honduras Solidaria, que tenía como objetivo llegar con raciones de alimentos a 3,2 millones de personas en todo el país.
La pequeña bolsa transparente que incluye un folleto bíblico y víveres para aproximadamente 3 días es entregada por militares cada 2 semanas a familias de barrios marginales, vendedores de mercados, transportistas y otros comercios informales.
Según Joaquín Mejía, doctor en derechos humanos, «Las FF. AA. han aprovechado “el río revuelto” para ver que obtienen en su propio beneficio, pero se han olvidado del Programa de Desarrollo Agrícola que se aprobó el año pasado, en el que se les encomendó 4000 millones de lempiras. El gobierno envía a la gente a confinamiento, pero el 70 % de la población vive de la economía informal y por tanto tiene que salir porque vive del día a día. ¿Qué han hecho con este presupuesto las FF. AA.? Pues la respuesta es la de siempre, este es un dinero que desafortunadamente se han robado».
Mejía indicó que un informe del Comité para la Libre Expresión (C-libre), registra más de 80 manifestaciones exigiendo el derecho a la alimentación durante la pandemia «¿Y quienes creen que estuvieron reprimiendo esas manifestaciones según ese informe?: militares y policías».
Un grupo de militares descarga un camión del Ejército hondureño en labores de entrega de alimentos en el marco del proyecto gubernamental «Honduras solidaria». Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
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El general José Leva Bulnes, nuevo presidente de la junta interventora de Invest-h, aseguró después de su juramentación que no van a tapar actos de corrupción y pidió públicamente que «Dios ayude a Honduras y como temeroso de Dios puedo decir que vamos a entrar con la voluntad, con el deseo de que en 180 días vamos a tener que salir para dejar una institución totalmente transparente».
Para Leticia Salomón esto es parte de «un patrón del presidente actual quien desde su posición en el Congreso Nacional, mostró su inclinación por los militares y su involucramiento en tareas de seguridad y en represión de la protesta social. A cambio, los militares se vieron favorecidos por el aumento constante de su presupuesto y por la tasa de seguridad en detrimento del presupuesto de salud y educación, iniciativa que provocó la precariedad en que hoy se encuentra el sistema de salud con la pandemia».
Además, Salomón señala que hay 2 hechos principales alrededor del presidente Juan Orlando Hernández que ayudan a entender la preponderancia que tienen las FF. AA. en la función estatal. «Él es una especie de militar frustrado, estudió en el Liceo Militar e imagino que guarda cierta admiración y cercanía con todos los que conforman ese cuerpo militar. Además, usa a la institución militar como su propio brazo armado para mantenerse en el poder a pesar de los cuestionamientos nacionales e internacionales por corrupción y narcotráfico».
Según datos de la Secretaría de Salud brindados a Contracorriente, de marzo al 12 de junio, 5 hondureños del personal sanitario murieron a causa del COVID-19, entre ellos 3 enfermeras, un médico especialista y un microbiólogo. Sin embargo, los datos del Colegio Médico de Honduras (CMH) aseguran que, a la fecha, de los 12 000 médicos que hay a nivel nacional, aproximadamente 4000 ya se han infectado (más del 40 %) y 30 ya fallecieron a causa de la pandemia. Esto está reduciendo la capacidad de atención en los hospitales y afectando psicológicamente al personal que queda.
El personal médico se ha enfrentado a una ardua batalla desde la llegada del coronavirus al país por la calamidad en la que están atendiendo a los miles de contagiados. Desde 2018 el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), ha evidenciado las pérdidas millonarias que ha sufrido el sistema de salud en Honduras, ya que aproximadamente 700 millones de lempiras han sido desfalcados en varios actos de corrupción, a esto se suma la priorización de la seguridad y defensa en el presupuesto nacional en detrimento de la inversión en salud.
Durante los 4 meses de la emergencia por COVID19 en el país, el personal sanitario ha denunciado la falta de insumos en los hospitales. No cuentan con el equipo médico necesario para atender en las salas COVID, esto genera contagio y, en varias ocasiones, la muerte de sus compañeros, enlutando así al gremio médico. Una nota de la BBC, explica que el personal sanitario en todo el mundo es el más expuesto a una alta carga viral que hace más difícil la recuperación. En países como Gran Bretaña, el 50 % del personal médico ha estado en reposo por la enfermedad.
En Honduras, en los últimos días, 2 médicos y una enfermera perdieron la batalla contra el COVID-19, en la ciudad de San Pedro Sula y Tegucigalpa, las ciudades que representan un 73 % de los contagios confirmados a nivel nacional. Las víctimas respondían a los nombres de Arnaldo Rodas; Karla Figueroa, quien laboraba como enfermera en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS); y Rubén Darío Casanova, jefe de urología del Hospital Escuela Universitario.
La doctora Ligia Ramos, miembro del CMH, asignada a la sala de COVID del quinto piso del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), lamenta y condena los fallecimientos de sus colegas y asegura que no se hubieran contagiado si en los centros asistenciales se contara con el equipo médico adecuado para atender la emergencia.
«El gobierno debe invertir de manera correcta el presupuesto para poder darle sostenibilidad al manejo de los pacientes y así evitar que nosotros nos sigamos contaminando. Además, deben tomar en cuenta el impacto que las muertes de nuestra gente nos genera, todos ahora estamos padeciendo de estrés postraumático, no podemos seguir así», finaliza Ramos.
Un policía de fuerzas especiales y un miembro del Ejército hondureño, resguardan a una médica durante una jornada de las brigadas médicas domiciliarias que realizan la Secretaría de Salud y Copeco para identificar casos positivos para Covid19. Tegucigalpa, 9 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Salud mental del personal sanitario
Josué Orellana, presidente de la Asociación Nacional de Enfermeras y Enfermeros Auxiliares de Honduras (Aneeah), confirma que entre este personal se han contagiado 800 personas a nivel nacional, hay 13 fallecidos; 14 hospitalizados, entre ellos 12 están estables y 2 en cuidados intensivos.
«Las autoridades tienen que tener algo muy claro: hay que cuidar a los cuidadores porque si no se hace, el pueblo automáticamente se queda sin atención. Además de descuido al personal médico, los hospitales como el Tórax, Hospital Escuela y San Felipe, se encuentran rebasados de su capacidad hospitalaria, esto pone en peligro la salud física y psicológica de todo el personal de salud», explica.
Por otra parte, Javier Lara, miembro del sindicato de trabajadores del Hospital Escuela, cuenta que los traumas psicológicos en el sistema sanitario son severos y esto les debilita físicamente: «Hemos visto morir no solo a nuestros pacientes, sino a compañeras y compañeros, grandes seres humanos. Nos duele el alma vivir esas situaciones, es un dolor inexplicable porque escuchamos el clamor de que no los dejemos morir, esto es traumante, porque no podemos salvar vidas, no porque no queramos, sino porque no contamos con lo necesario».
Lara, confiesa que muchas veces han tenido que sacar de sus bolsillos para comprar el equipo de bioseguridad, ya que lo que dan en los hospitales no es lo requerido para atender las salas de pacientes COVID: «el personal de salud debe cuidarse porque también muchas de nuestras compañeras de enfermería son madres solteras, jefas de hogares, y nadie está dispuesto a dejar solo a sus familiares, pero asimismo agradecemos que nuestros pagos actualmente están al día».
El psicólogo David Montalvan, señala que las situaciones de desesperanza que se viven en los centros hospitalarios, sobre todo en las salas COVID, son el resultado de las fallidas políticas del Estado: «la Secretaría de Salud, el Colegio Médico y de Enfermeras están indefensos, sin equipo de bioseguridad, sin camas para atender a sus pacientes y claro que esto afecta psicológicamente a todo el personal de salud al estar tan expuesto al contagio del virus».
Montalvan señala que la carga del personal médico es grande, ya que así como temen contagiarse no quieren perder a ninguno de sus pacientes: «el personal sanitario se siente agobiado al realizar largas horas de trabajo, al no poder comer y dormir bien, y sobre todo por no poder ayudar a todo el que necesita salvar su vida, esto es impactante en sus estados psicológicos».
De igual manera, manifiesta que es necesario que todo el personal que esté en primera línea debe de recibir salud mental, para poder tener un bienestar propio y así brindar ese mismo bienestar a quienes atienden en los centros asistenciales. También es necesario mantener una rutina saludable, dormir mínimo de 7 a 9 horas al día, alimentarse saludable y lo más importante: crear redes sociales reales, con grupo de amigos, vecinos o aquellas personas que generen confianza.
Una enfermera brinda instrucciones a las personas que llegan en busca de atención en el hospital móvil. Villanueva, Cortés, 9 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
Código Verde ¿liberación a la carga de trabajo del personal sanitario?
Según el informe de rendición de cuentas de la Secretaría de Trabajo, se han invertido 394 millones de lempiras en el Programa Código Verde Más, que consiste en la contratación de personal médico para la atención de pacientes con COVID-19.
Dicho Programa contrató 3597 profesionales de la salud para la atención de la emergencia de COVID-19, unos 1237 profesionales de la medicina para atender la mora quirúrgica de los centros asistenciales, y 750 para la atención oportuna de los pacientes positivos al coronavirus, a través de las brigadas médicas.
Pero tanto la doctora Ligia Ramos como Josué Orellana, presidente de la Aneeah, aseguran que los médicos contratados en esta modalidad han presentado retraso de sus pagos, que algunos ya han enfermado y los demás colegas han tenido que contribuir económicamente para toda su atención, ya que no cuentan con un seguro que los respalde.
Ante estas declaraciones intentamos comunicarnos con la doctora Piorela Anariba, vocera de los médicos Código Verde, pero no tuvimos respuesta, de igual manera, con Miguel Morazán, quien es el delegado presidencial del programa Con Chamba Vivís Mejor quien tampoco respondió.
Por otra parte, la Conferencia Médica Latinoamericana y del Caribe (Confemel), ha dado a conocer su malestar ante estas contrataciones del personal sanitario, ya que asegura que esta es una serie de reformas a normativas que, argumentando la urgencia en la necesidad de personal, han autorizado en Honduras la contratación de médicos sin considerar «la normativa que rige el gremio médico de su país» .
La organización de profesionales de la salud recordó a las autoridades hondureñas el principio de la colegiación como una garantía para un ejercicio profesional de la medicina: «su responsabilidad constitucional es poner la salud del pueblo hondureño en manos de médicos contratados bajo el cumplimiento de los requisitos exigidos por la Constitución y la ley».
La estigmatización continúa
El doctor Carlos Umaña, presidente de los médicos del IHSS en San Pedro Sula, señaló que continúan teniendo reportes de parte del personal médico, ya que en varios lugares les han prohibido el ingreso a establecimientos de alimentos y que ,en muchos casos, hasta en sus propias colonias de residencia reciben malos tratos al verlos portar sus uniformes. «Los médicos estamos teniendo problemas para abastecernos. Nuestras familias no pueden salir a abastecerse, ni nosotros porque estamos estigmatizados. Recuerden que nosotros también somos seres humanos y comemos, nuestras familias también», puntualizó.
Umaña hizo un llamado a la población y pide que colaboren con las personas encargadas de enterrar a los fallecidos de COVID-19. Además, de que en el supermercado, tengan la cortesía de permitir que los médicos y enfermeras puedan hacer sus compras antes que el resto de las personas, ya que son largas jornadas de trabajo las que se están realizando para hacer frente al COVID-19.
Hace unos días reflexionaba si escribir o no sobre las vivencias y los cuestionamientos desde mi caminar feminista. Anteriormente he señalado la forma injusta en que se construye el ejercicio de la maternidad y mis dudas se generaban cada vez que le contaba a algunas personas lo duro que es maternar en este sistema tan opresor y desigual para las mujeres.
En una ocasión que le platicaba a una pariente lo agotada y estresada que me sentía me dijo sin más: «si querés dame al niño, yo me lo llevo». Ella interpretó que yo no amaba a mi hijo, pues desde el sistema patriarcal se nos enseña que la maternidad y el amor está directamente vinculado con dolor y sacrificio, entonces se interioriza que si no hay sacrificio no hay amor. Lamentablemente mis cuestionamientos se interpretan como desamor o desdén y pensé si ser tan honesta y cuestionar los mandatos patriarcales en torno a la maternidad podrían herir a mi hijo cuando creciera y me leyera, pero justo eso fue lo que me motivó a escribir.
Creo que gran parte del cambio vendrá de la educación desde casa, me voy a empeñar en educar a mi hijo como un adulto funcional, que de acuerdo a su edad tenga asignaciones en casa y que entienda que el trabajo de casa es responsabilidad de todas las personas que integran una familia, al tiempo que interiorice que ya de adulto, si con su pareja deciden procrear, debe asumir el cuidado de su hijo o hija de manera igualitaria por simple justicia. Dicho esto, me convencí de escribir y expresar que todo ese cansancio, agotamiento y frustraciones (muchas veces incomprendidas) que las madres —especialmente de hijos pequeños— sentimos no debe ser la normalidad, ni se acerca a lo justo. Las maternidades deben ser informadas cuando se decide ser madre, pero a la vez el cuidado de hijas e hijos debe ser asumida por el padre y la madre en igual proporción, pues físicamente lo único que papá no puede hacer es darle el pecho a la criatura, así que no existen impedimentos para que los hombres asuman su papel de cuidador en igual proporción que la mujer.
Sin embargo, en la «normalidad», las mujeres siempre asumimos más trabajo en casa, especialmente si la mujer no tiene empleo fuera. Incluso se le tacha de que «no hace nada» y que como es «mantenida» por su compañero. Esta es una injusta asignación si consideramos que el trabajo de casa es repetitivo e interminable.
Por otro lado con la masiva inclusión de las mujeres al trabajo remunerado las cosas no han cambiado, pues los hombres no se han sumado al trabajo de casa. La mayoría de estudios coinciden que las mujeres dedican cincuenta por ciento más de tiempo a estas labores que los hombres. Particularmente en este aislamiento por la pandemia, las mujeres sufrimos una sobrecarga de trabajo. Para las que no tienen empleo remunerado implica mayor tiempo de cuidado a los hijos, realización de la escuela virtual etc., y para las que tienen empleo remunerado implica que al mismo tiempo tenemos que hacer todo el trabajo no remunerado, lo que incluye las interminables labores de desinfección para evitar que el virus entre a casa, no es para nada extraño que esa tarea también la estamos asumiendo las mujeres por el mismo rol de cuidadoras que el patriarcado nos asigna.
Justamente hoy, después de hacer la compra en el supermercado, realizaba esas tareas y medité que además del trabajo físico que conlleva esa desinfección, hay una carga emocional derivada del temor por el riesgo de contagio que la actividad puede implicar. Hoy y en otras ocasiones me ha ocurrido que vuelvo a desinfectar parte de la compra, pues me aterra la idea de que por algún descuido o falta de concentración mi familia pueda contagiarse. Sin duda esta es una carga que se agrega a las que ya tenía, es realmente extenuante asumir todas estas labores sin la justa corresponsabilidad. Por otro lado, durante este confinamiento me ha tocado hacer turnos y asistir a las oficinas de mi trabajo, también dar seguimiento a las labores a través de videoconferencias. Mi hijo aún no cumple los dos años de edad y entonces logro avanzar con mi carga laboral mientras él duerme. En ocasiones tengo que trabajar con mi computadora y con él sentado en mis piernas. Por suerte tengo a personas que me ayudan en su cuidado y en las tareas de la casa, sin embargo yo me encargo de la cocina, de las compras en el supermercado y muchas otras cosas que van surgiendo en el día a día.
Lamentablemente el patriarcado y el capitalismo se han encargado de romantizar el trabajo de casa y de cuidado como un acto de amor, que se asigna de manera connatural a las mujeres. Estos roles se construyeron con figuras idealizadas que asumen el papel de madre mártir-divinizada. La asignación exclusiva a la mujer de labores de cuidado de casa y de hijas e hijos es injusta y desproporcionada, y como no califica de «trabajo productivo» es infravalorado. Desde la visión androcéntrica y patriarcal, las que cuestionamos esa desigualdad somos juzgadas como «malas madres o malas mujeres», así que —por temor a ese juzgamiento o simplemente porque así se construyó desde la niñez el rol de ser mujer— muchas mujeres se ven obligadas a conciliar el teletrabajo con todo lo que implica el cuidado de casa, el cuidado y tareas escolares de hijas e hijos, y hasta hacen malabares que atentan con su propia salud.
Confieso que no es fácil soltar estos mandatos patriarcales, yo me confronto constantemente y me niego a cumplirlos. En el duro y, a la vez, liberador proceso de deconstrucción a veces me alcanzan, pues lamentablemente el sistema es injusto. Como un ejemplo, las leyes están hechas por y para los hombres, sin pensar en la obligación y derecho de ellos a participar en el cuidado de los hijos cuando nacen. Esto profundiza esa desigualdad en detrimento de la mujer y también el derecho del hombre de asumir la paternidad de manera igualitaria y lo desvincula de manera legal de esa obligación. Otros países han avanzado en ello y nos toca seguir demandando esos avances. En ese sentido, hago mías las palabras de una querida amiga: «todo esto no imposibilita el amor que tengo a mi hijo, el problema no son ellos, es lo injusto del sistema», lo injusto radica en el hecho que se nos exige a trabajar fuera como si no maternamos y a maternar como si no trabajamos fuera de casa, es una conciliación compleja.
Este obligado tiempo de aislamiento, es una buena oportunidad para que los hombres le planten cara a estos mandatos patriarcales y a nuestras propias demandas de corresponsabilidad. También es una oportunidad de reconocer el sitio privilegiado en que los ubica el sistema patriarcal y despojarse de esos privilegios participando activamente en su obligación del cuidado de hijas e hijos, de las labores en casa como adultos funcionales y no como una ayuda, pues está claro que es un deber. Solo de esta manera vamos a caminar hacia formas de relacionarnos de manera igualitaria, como apuntaba Ruth Bader Ginsburgh: «Las mujeres solo alcanzarán igualdad real en que los hombres compartan la responsabilidad con ellas de criar a la siguiente generación».
El Ministerio Público (MP), informó ayer el decomiso de 44 vaporizadores y nebulizadores en mal estado. Este equipo médico ha sido adquirido en la millonaria compra de los hospitales móviles, de los cuales 2 llegaron al país el pasado 10 de julio, y aún se encuentran en la aduana de Puerto Cortés.
«Los 44 vaporizadores fueron utilizados y tenían fecha de caducidad en el año 2016, también 54 circuitos del flujo de anestesia estaban en mal estado, los cuales corresponden al hospital móvil que será instalado en la ciudad de San Pedro Sula. Esto es uno de los hallazgos preliminares y que en su momento se detallarán en totalidad», citó el MP a través de su cuenta de twitter.
Ante los actos de corrupción señalados por la compra de este equipo médico, el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), en su octavo informe Corrupción en tiempo de Covid, ha dejado al descubierto la sobrevaloración de 32 millones de dólares en la compra de 7 hospitales móviles, los cuales fueron adquiridos para atender la emergencia que enfrenta el sistema de salud, debido a la pandemia por COVID-19.
En tal sentido el CNA reveló que Inversión Estratégica de Honduras (Invest-h) pagó por los 7 hospitales móviles la suma de 47 millones de dólares, pero que su valor real es de 14 millones de dólares, realizando así un perjuicio para las finanzas del Estado de Honduras de 32 537 185 de dólares.
«El único pico más alto que el país ha logrado alcanzar hasta este momento, es el de la corrupción, sobre todo cuando se logra identificar la sobrevaloración de hospitales móviles por más de 800 millones de lempiras. El caso del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) se quedará corto con este latrocinio», expresó el jefe de la Unidad de Investigación del CNA, Odir Fernández, en su página de Twitter, refiriéndose a este tema.
Un grupo de enfermeras y enfermeros del Hospital San Felipe protestas por las malas condiciones de trabajo. Tegucigalpa, 17 de junio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Incoherencias en las facturas
Las incoherencias presentadas por dicha organización revelan que la fecha de la emisión de las facturas es del 2 de julio del 2020, y la adquisición de los hospitales fue cancelada el 18 de marzo del presente año, demostrando así que la emisión de las facturas fue realizada 4 meses después del pago correspondiente a los hospitales móviles.
Asimismo, el CNA teme que el sistema de facturación de la empresa Elmed Medical no esté regulado bajo el sistema tributario, de ser así no se podría evitar la modificación de los números correlativos de las facturas.
También han revelado que la empresa proveedora de los hospitales es Vertisa, la cual se encargó de la fabricación de los mismos en Turquía, y no la empresa de Álex López, como se ha asegurado por parte del director de Invest-h, Marcos Bográn, ya que López solo fungió como intermediario del proceso de compra.
Por esta razón, se ha cuestionado si la diferencia de precios es la correspondiente al pago de comisión por la intermediación entre Vertisa y el Estado de Honduras, valor que corresponde a 10 090 000 dólares, que López con su empresa Elmed habrían cobrado por este objeto.
Marcos Bográn contrató a su tío para instalar hospitales móviles
Marco Antonio Bográn Corrales, es abogado de profesión, estuvo al frente de Invest-h durante nueve años, pero el 27 de junio dejó la titularidad de dicha unidad administradora luego de ser señalado en la malversación de aproximadamente 48 millones de dólares en las compras de emergencia a causa del coronavirus que llegó al país el pasado 13 de marzo.
Bográn proviene de una familia de políticos y empresarios hondureños, sobrino de María Antonieta Guillén Bográn exdesignada presidencial en el gobierno de Porfirio Lobo Sosa, mandato que ha sido cuestionado por diversos actos de corrupción. Asimismo, según investigaciones del CNA, es sobrino de Napoleón Bográn Idiáquez, presidente de la empresa Consultores de Ingeniería Sociedad Anónima (Cinsa), que fue contratada por Invest-h para la supervisión y construcción de los planteles donde se instalarían los hospitales móviles. Esto viola la Ley de la Contratación del Estado de Honduras, ya que en su artículo 15 numeral 6, estipula que quedan inhabilitados de tener acuerdos con el Estado los siguientes: «Ser cónyuge, persona vinculada por la unión de hecho o parientes del cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad de cualquiera de los funcionarios bajo cuya responsabilidad esté la precalificación de las empresas, la evaluación de propuestas, la adjudicación o la firma del contrato».
También es sobrino de Arturo Corrales Álvarez, quien se ha desempeñado en varios cargos gubernamentales, entre ellos, primer comisionado civil de Copeco, en el gobierno de Carlos Roberto Flores; intercedió entre el Gobierno de Manuel Zelaya y las transnacionales dedicadas al suministro de combustible, y también fue llamado por el presidente para conformar su proceso de Consulta Ciudadana o Cuarta Urna, que derivó en el golpe de Estado de 2009. En el mandato de Porfirio Lobo Sosa, fue nombrado ministro de la Secretaría Técnica de Planificación y Cooperación Externa; luego canciller de la República en septiembre de 2011 hasta abril de 2013, y en mayo de 2013, ministro de Seguridad y Comisionado Nacional de Defensa y Seguridad. El sucesor gobierno de Juan Orlando Hernández lo ratifica como ministro de Seguridad, en enero de 2014, y un año después lo nombró nuevamente canciller de la República.
Quizá los nexos políticos y de parentesco más importantes de Bográn en este momento son los que tiene con el presidente del Tribunal Superior de Cuentas (TSC), José Juan Pineda Varela, ya que el TSC es el ente encargado de establecer las responsabilidades administrativas, civiles y penales de los funcionarios públicos defraudadores del Estado.
Desde que la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (Maccih) fue retirada del país, al TSC se le ha dado la potestad de investigar actos de corrupción con más autoridad que el mismo MP, siendo esta una de las razones que agrava la situación por la que ha sido señalado Bográn, ya que él está protegido por el TSC.
Bográn, entre sus diferentes cargos, estuvo al frente de la Cuenta Desafío del Milenio (MCC), y durante su estancia en dicho cargo, Honduras no logró aprobar una de las 3 barreras de la evaluación.
Actualmente el extitular de Invest-h está siendo investigado por 3 delitos de corrupción: delito de fraude, abuso de autoridad y malversación de caudales públicos, así lo ha dado a conocer el MP.
Un enfermero realiza una prueba para Covi19 a un periodista en las oficinas del Colegio Hondureño de Periodistas. Tegucigalpa, 03 de junio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Múltiples actos de corrupción en el sistema de salud
El desfalco del IHSS, revelado en 2015 ha provocado un gran impacto, ya que la malversación se aproxima a 330 millones de dólares, robo que se realizó mediante una red de empresas falsas, provocando la muerte de pacientes que recibieron medicamentos y tratamientos inadecuados.
Raúl Pineda, analista político y exdiputado del Partido Nacional, opina que es oportuno que las entidades de justicia actúen de manera inmediata en este momento que se ha revelado un nuevo desfalco que agrava la crisis sanitaria: «Se debe establecer el daño económico que ha provocado este delito y evidenciar quiénes son los verdaderos actores del mismo». También sostiene que el informe presentado por el CNA contiene la suficiente información para que el MP lo tome como un dato de prueba que le de fundamento a un requerimiento que podría ser ampliado en un juicio.
«No solo son los hospitales, hubo problemas con los respiradores, con la compra de las mascarillas, pareciendo así que Invest-h sustituyó a la Secretaría de Salud y que desde ese preciso momento hay una intención perversa por parte de quien tomó la decisión de que fuese un organismo dedicado a otras actividades a realizar las compras especializadas en temas de salud».
Otra institución que está en investigación es Copeco en titularidad de Gabriel Rubí, que al inicio de la emergencia también realizó la compra de los primeros 160 respiradores mecánicos, que en su momento representantes del Colegio Médico de Honduras denunciaron que no eran los adecuados para atender a pacientes graves de COVID-19. Esto respaldado por el CNA quien comprobó que el equipo llegó incompleto, faltando insumos como cables y sensores que facilitan el monitoreo de los pacientes, pero al no cumplir con los estándares médicos terminaron almacenados en las bodegas de los hospitales. De igual manera, la compra de 800 000 mascarillas KN-95, las cuales no cuentan con la suficiente protección para ser utilizadas por el personal médico en las salas COVID.
Pineda, asegura que Honduras ha perdido una década de institucionalidad desde 2010 a la fecha, ya que estos actos de corrupción continúan dañando la imagen del país, evitando así la inversión extranjera y demostrando que se pierde la credibilidad, no existe un crecimiento en ningún rubro, siendo este el resultado de la corrupción y de la tolerancia de la población.
Instalación de los hospitales móviles
El pasado 10 de julio, llegaron a territorio nacional los dos primeros hospitales móviles, los cuales se encuentran a la fecha en la aduana de Puerto Cortés, el director de Operaciones Aduaneras, Marco Tulio Abadie, ha informado por medio de un comunicado de prensa que, a la fecha, se han inspeccionado 39 contenedores, verificando en su totalidad el área de cuidados intensivos que será instalada en San Pedro Sula.
El secretario de Estado de la Presidencia Ebal Díaz, ha informado que la instalación de los hospitales móviles será realizada por ingenieros hondureños en modalidad remota. Esto quiere decir que los diseñadores de los hospitales estarán desde su país dirigiendo.
Asimismo, José Coello, vocero de las Fuerzas Armadas (FF. AA.)ha informado a Contracorriente que están a la espera que se les brinde las instrucciones para la custodia de los hospitales, durante su traslado e instalación, ya que 30 efectivos acompañarán a los técnicos que se encargará de dicho proceso.
Tras la renuncia de Marcos Bográn, Evelyn Bautista fue nombrada como la nueva titular de Invest-h, pero a los 13 días de su nombramiento presentó la renuncia irrevocable ante la presidencia de la república, dada esta razón el gobierno decidió la intervención de la institución y ayer en horas de la noche fue juramentada la junta interventora, que será dirigida por un militar.
Por 180 días asumirá la interventora el control total de Invest-h, asumiendo la titularidad Ernesto Leva Bulnes, quien tendrá el cargo de presidencia, militar activo de las FF. AA., también forman parte de la interventora el ingeniero José Gustavo Boquin y el ingeniero agrónomo José Alberto Benítez Portillo.
El daño económico
Las finanzas públicas muestran su mayor deterioro ya que no solo en la actual pandemia se reporta una grave disminución de los ingresos tributarios, sino también una caída en el crecimiento del país que se prevé en, al menos, cuatro puntos al concluir el año.
Según el economista Claudio Salgado, en los próximos meses se avecina una crisis económica nunca antes vista: «todos los pronósticos realizados han rebasado la realidad, el Banco Central de Honduras había hablado de que el crecimiento de este año andaría por el 2.2 %, ahora el Banco Mundial habla de un 5 % menos, y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de un 10% menos, de ser así, esto va a generar más pobreza, mayor desempleo y claramente una crisis social».
Mientras tanto, el informe anual que presenta la organización no gubernamental Transparencia Internacional, demuestra que Honduras ocupa la posición número 26 de los países más corruptos del mundo.
LEA el recorrido de nuestras investigaciones y coberturas con respecto a las compras del Estado durante la pandemia en este espacio: La pandemia de la corrupción en Honduras
El pasado miércoles 22 de julio, se llevó a cabo la presentación del libro Redes de Poder político-económico en Honduras: un análisis post-golpe, del autor Harald Waxenecker, a través del conversatorio organizado por la Fundación Heinrich Böll Stiftung y el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi). En el libro se describe la configuración de poder político y económico que prevalecía en Honduras en 2009 y después del golpe de Estado. Con la pandemia de la COVID-19, grupos de sociedad civil se cuestionan si habrá una reconfiguración del poder con el impacto político y económico que tiene esta nueva crisis.
Este estudio de Waxenecker, caracteriza la élite económica de Honduras. Hace un acercamiento metódico distinto a partir del análisis de redes en los enfoque interlocking directorates (directores) e interlockingownership (accionistas), construyendo relaciones entre empresas y personas, a través de la base de datos del Servicio de Administración de Rentas (SAR), la cual sistematizó las directivas y encontró una red céntrica de unas 326 empresas conectadas. Entre estas se encuentran: Grupo Karims S.A., Fondo de Inversiones S.A., Organización Publicitaria (OPSA), Banco del Pais S.A., Inversiones Atlántida, S.A., Standard Fruit de Honduras S.A., Banco Ficohsa, Hoteles de Honduras S.A. de C.V., Corporación Dinant S.A., Terra Representaciones y Servicios S.A.
«Esto demuestra y posiciona los parentescos dentro de la red de las élites con distintos segmentos que no se pueden separar en grupos económicos, porque estos se encuentran interrelacionados, ocasionando una economía desigual, a partir de la crisis del golpe de estado en 2009, que vuelve este año a golpear a toda la región y a Honduras en el contexto de la pandemia», explicó el autor.
Waxenecker, menciona que el contexto tras el golpe de Estado ha dejado cuatro variantes: la concentración del poder político, distorsión de la competencia económica, remilitarización y violaciones de derechos humanos —que en la actualidad se ve muy presente— y la disfuncionalidad del sistema de justicia, refiriéndose a la corrupción.
Posterior a la presentación, se llevó a cabo un foro que tuvo la participación de Ana Pineda, abogada experta en derechos humanos, en derecho penal y exministra de Justicia y Derechos Humanos, en el gobierno de Porfirio Lobo; Hugo Noé Pino, economista y docente en Unitec; y Jennifer Ávila, periodista y directora de ContraCorriente.
Según Ana Pineda, el estudio le permitió darse cuenta «no solo cómo las distorsiones entre lo económico y lo político afectan la situación de derechos humanos, sino también el desafío que se debe hacer como una tarea compleja y ardua para poder mejorar la situación de derechos humanos (…) esto por el entramado económico y político que se retroalimenta recíprocamente en función de sus propios intereses y no en función de los intereses de la mayoría». Por otro lado, mencionó que «la pandemia ha afectado la economía del país, y la situación al finalizar será dramática, ya que hasta el momento las micro, pequeñas y medianas empresas, han cerrado en un 44 %».
Por su parte, el economista y expresidente del Banco Central de Honduras, Hugo Noé Pino afirmó: «todavía no se conoce el impacto completo que deja la pandemia, y lo que se puede visualizar hasta el momento es el endeudamiento público». Y en cuanto a la reconfiguración del poder por la pandemia, mencionó que «dependerá de lo que pase en el funcionamiento de la economía, ya que Honduras se encuentra en uno de los momentos más conflictivos y una de las rutas será que conduzca a una reapertura democrática y con mayor participación ciudadana, que aliviaría las tensiones y daría pie a un mejor planteamiento económico».
En cambio, la periodista Jennifer Ávila, señaló que «cambiar de gobierno no garantiza la reconfiguración del poder, ni tampoco aceptar un gobierno autoritario que promueva un cambio de poder». También mencionó que «en Honduras nos hemos dado cuenta con mayor claridad, más o menos desde 2013, que no podemos separar el estudio económico formal de las economías ilegales», refiriéndose a pequeñas fisuras en esas élites económicas que el estudio muestra con los cambios de las dinámicas en el narcotráfico en 2015 y la afectación que tuvo en empresas de la familia Rosenthal, tras los casos por los que dos de sus socios principales pagaron cárcel en Estados Unidos.
Ávila, añadió: «sabemos cómo algunas empresas insignia, que están en este informe, han hecho el cambio de sus dueños y fueron designados en Estados Unidos por el narcotráfico. Y vemos en estos años que no se puede separar estas dos cosas. Este tipo de dinámicas criminales y del narcotráfico también cambian y reconfiguran un poco el poder económico».
La crisis tras el golpe de Estado de 2009 sigue vigente en el ámbito económico, social y estas secuelas visibilizan la falta de voluntad del Estado en poder garantizar los derechos a todas las personas, y la evidente voluntad del mismo, para privatizar los bienes naturales, algo que Waxenecker llama «naturaleza politizada», y el beneficio de las élites en detrimento de las mayorías.
Pueden ver el foro completo aquí:
Recientemente la Federación Nacional de Fútbol Hondureño (Fenafuth) ha insinuado que el fútbol femenino en Honduras no existe. Jorge Salomón, presidente de la Fenafuth, dijo que «platicará» con FIFA para que los quinientos mil dólares que esta institución mundial destinaría al fútbol femenino en el país, sean invertidos para los equipos masculinos de primera y segunda división, según medios nacionales. Esto ha causado mucho malestar en jugadoras ya retiradas, en las que están aún en actividad, y en las que vienen iniciando. Ante esto se lanzó una campaña en redes sociales con el hashtag: #SíExiste, y he podido conversar con algunas jugadoras de mi camada y siento en sus palabras el descontento y decepción. En Honduras, el fútbol femenino nunca ha recibido apoyo, la liga femenina de San Pedro Sula ha existido gracias a patrocinadores, al bolsillo de los entrenadores e incluso de la recolecta de las jugadoras.
Aún en los países donde el fútbol femenino es apoyado, hay una gran brecha salarial entre jugadores y jugadoras. Esto deja en evidencia las prácticas machistas que son ejercidas a favor del capital. Así que para mí, esto no solo es una acción de corrupción, también es una acción violenta, que reafirma las múltiples violencias ejercidas en el cuerpo de las mujeres por el patriarcado y el racismo. Es por ello que he decido contar un poco de mi paso por el fútbol.
Durante mi niñez, cuando tenía la edad de diez años, me gustaba mucho jugar fútbol junto a mi hermano mayor y mis primos, en un lugar llamado TuriCentro, ubicado en Tela, la ciudad donde vivíamos. Jugar fútbol pasó a ser parte de mi rutina diaria, en casa y en la escuela. Se me daba bien, era muy buena y hábil, lo disfrutaba mucho.
En 1998, el huracán Mitch, interrumpió mi vida y la de mi familia ocasionando mi mudanza a la ciudad de San Pedro Sula, donde continué jugando en el barrio y en mi nueva escuela. Tuve el privilegio de ser entrenada por Tin Martínez, a quien de manera cariñosa le decíamos tío Tin. Durante su carrera también jugó en diversos equipos de El Salvador, y a su regreso a Honduras jugó en el Motagua e integró, en 1996, la selección hondureña, que iniciaba su preparación para la eliminatoria para el Mundial Francia 98.
Los entrenamientos con el tío Tin eran de lunes a viernes, de cuatro a seis de la tarde. Generalmente los domingos teníamos encuentro deportivo contra otro equipo femenino. Siempre lo recordaré con mucho amor y respeto, no solo por sus enseñanzas en el fútbol, sino por su gentileza, fortaleza, disciplina y hermosos sentimientos.
En 2003 fuí parte del equipo hondureño F.C Barcelona femenino, de esta manera ingresé a la liga femenina y participé en un par de juegos en San Pedro Sula. En ese entonces no sabía mucho de viajar a otros lados, ni siquiera sabía cómo cuidar de mí misma en lugares desconocidos, ni cómo relacionarme con gente extraña. Recuerdo que a mi madre le costó firmar para autorizar mi ingreso al equipo.
Entre 2003 y 2007, fui parte del equipo femenino del colegio donde estudiaba, practicábamos todas las tardes después de clases. Posteriormente, regresé a la liga femenina con el Social Sol, y con un poco más de experiencia me convertí en una jugadora que —por mi personalidad— pasaba desapercibida, pero que tenía talento. Fueron buenos años, hice amistades, tuve lecciones de vida y sobretodo jugaba fútbol. Con Social Sol, logramos llegar a la final enfrentando al famoso equipo Gatorade. Fue un juego difícil, recuerdo que perdimos, sin embargo no recuerdo que los resultados se sintieran como una derrota, ya que el hecho de haber llegado a ese punto era un triunfo para nosotras. ¡Fue el típico David contra Goliat!
Luego formé parte del Chivas de Guadalajara, donde participé en excelentes juegos, llegando a la final contra la U.P.N.F.M. en el Estadio Olímpico. A pesar de que perdimos, recuerdo haber disfrutado y reído junto a mis compañeras de equipo. Las Chivas, siempre fue un equipo no muy querido en la liga femenina, tanto por las personalidades de sus jugadoras como por la de su entrenador. Pero siempre hablaban de Las Chivas, para bien o para mal, y eso no nos importaba, nosotras simplemente jugábamos.
Tiempo después estuve en proceso de selección para la Sub-23. Recuerdo que los uniformes que nos entregaban para entrenar tenían mal olor, a veces lodo, y eran tallas enormes. También recuerdo haber preguntado si tenían otro porque el que me habían dado era muy grande, la respuesta que me dieron fue: «es ese o no uses nada», así que lo usé por dos días. Sí, así era. Me decepcioné tanto pero aún quería vestir el uniforme de la selección, lamentablemente por cosas de la vida no pude viajar, ya que para salir del país necesitaba una autorización de mi padre, que estaba en Estados Unidos, y los documentos no salieron a tiempo.
Dejé de jugar entre 2012 y 2013, dedicando más tiempo a mis estudios universitarios y al trabajo. Me fui alejando de los campos de fútbol, dando paso a otra etapa de mi vida: el movimiento estudiantil universitario. Recuerdo que aún en las huelgas, el fútbol no faltaba, jugábamos durante las tardes para no aburrirnos. Tiempo después regresé a la liga femenina, jugando para el Real España, en el 2016. Me retiré ese mismo año, ya con varias lesiones encima. Ese año también asesinaron a mi hermano menor. Mis energías se volcaron a mi familia, al movimiento social, popular, feminista y al intento de estar bien.
Con cada paso que daba en mi formación política, más me alejaba del fútbol, porque en Honduras se ha utilizado para alienar a las personas, sin embargo, he decidido traer estos recuerdos y posicionarme públicamente para hacer memoria como acto de rebeldía. Si todo esto que les he contado no es evidencia de que el fútbol femenino sí existe, creanme cuando le digo que hay jugadoras antes de mi camada, que de igual manera están dispuestas a alzar la voz.
Con el tiempo también he comprendido que la corrupción en Honduras es tal que las artes y los deportes son dejados en el olvido, mientras otros consumen los fondos, esa es la realidad. Pero parte de esa realidad es también esa voz que están alzando las jugadoras, ese coraje, esa convicción en decir «ya basta, ya no más».
¡Decir que el fútbol femenino hondureño existe es un acto político!
La pandemia por COVID-19 ya cubre todo el territorio nacional. Se sabe de casos en los 18 departamentos del país, aunque las pruebas siguen realizándose en mayor número en las dos ciudades más importantes: Tegucigalpa y San Pedro Sula. Los municipios de las zonas más afectadas, que siempre han sido olvidados por el Estado, continúan así, ahora enfrentándose a la pandemia. El municipio de Puerto Cortés se mantiene como uno de los de mayor incidencia por contagios de Covid-19, según estadísticas brindadas por la Secretaría de Salud (Sesal) y se estima que cada día se estarían contagiando 32 personas. A pesar de ser una ciudad importante por su infraestructura portuaria, su sistema sanitario se encuentra ya saturado.
El Hospital de área de Puerto Cortés alberga a los pacientes que necesitan hospitalización en el puerto, así como del municipio aledaño de Omoa, la capacidad del centro asistencial ya se ha visto rebasada. Este hospital está bajo el modelo de gestión descentralizada desde enero de 2020, cuando la SESAL anunció que la responsabilidad del hospital recaería sobre la Fundación de Apoyo del Hospital de Puerto Cortés, entidad que a lo largo de este tiempo ha ejecutado diferentes obras a beneficio del mismo.
En esta ciudad, hasta la fecha ya se registran 713 casos positivos de COVID-19, 160 recuperados, y 38 fallecidos, con una letalidad del 5.33 %.
Según datos que brinda la Sesal, y que la municipalidad de Puerto Cortés replica a través de sus páginas oficiales, el municipio presenta una media de 32 contagios por día, y se han realizado en estos cuatro meses de incidencia de la pandemia apenas 1243 pruebas PCR.
Este día, la municipalidad de Puerto Cortés anunció que donará 120 mil lempiras para el hospital, recaudados a través de la tasa de salud municipal.
Una ambulancia de la Cruz Roja Hondureña ingresa un paciente de Covid-19 en el hospital de Puerto Cortés. Puerto Cortés, 16 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.Camiones de la empresa Chiquita Brands esperan cruzar el control fronterizo de Corinto, en la Frontera entre Honduras y Guatemala. La empresa bananera cerró operaciones en Honduras y a partir de julio de 202 trasladó todas sus operaciones de embarque a Puerto Barrios, Guatemala. Frontera de Corinto, 16 de julio de 2020, Foto Deiby Yanes.Miembros de la Cruz Roja de Omoa, Cortés, trasladaron a una señora de 43 años de edad, desde Cuyamel, Omoa, Cortés, hasta el Hospital de Puerto Cortés, presentando complicaciones para respirar debido al Covid-19. Puerto Cortés, 16 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.Portón de entrada a la empresa Operadora Portuaria Centroamericana, en estas instalaciones se encuentran aún los contenedores provenientes de Turquía con los hospitales móviles. Puerto Cortés, 16 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes. El Hospital de Puerto Cortés, al igual que los demás hospitales a nivel nacional se encuentra saturado de pacientes por Covid-19, sólo cuenta con 30 camas, y los cupos están llenos, familiares de los pacientes se quejan que en muchos de los casos tienen que esperar que se desocupen camas para que los puedan atender. Puerto Cortés, 16 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.Instalaciones de la empresa Nacional Portuaria en Puerto Cortés, Honduras. Puerto Cortés, 16 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.Familiares de pacientes ingresados por Covid-19 en el hospital de Puerto Cortés, deben esperar en las afueras del centro asistencial, a expensas de las inclemencias del clima. Puerto Cortés, 16 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.Familiares de pacientes ingresados por Covid-19 en el hospital de Puerto Cortés, en busca de noticias sobre el estado de salud de sus parientes ingresados. Puerto Cortés, 16 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes. Familiares de pacientes ingresados por Covid-19 en el hospital de Puerto Cortés, en busca de noticias sobre el estado de salud de sus parientes ingresados. Puerto Cortés, 16 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
En Contracorriente, hemos reunido las historias de tres mujeres que han decidido emprender y reinventarse tras el impacto de la pandemia por COVID-19 en Honduras. Gracias a su voluntad, a su deseo de seguir adelante y de generar ingresos económicos para ellas y sus familias, han logrado el éxito en sus negocios. El encierro por las medidas de prevención ellas lo convirtieron en una oportunidad de consolidar su empoderamiento económico.
Texto: Linda Ordóñez
Gricelda Varela ha dedicado casi toda su vida a la enseñanza de la danza. A sus dieciséis años fundó el Ballet Pavlova, una institución que se dedica a la formación del ballet clásico. El confinamiento a causa de la COVID-19, la ha llevado a reinventar sus métodos de enseñanza. Ahora las clases las imparte a través de videoconferencias.
«Cuando recibí la noticia de que el gobierno había decidido decretar la cuarentena, sentí mucha preocupación por mi escuela. En ese momento entendí que venían muchos retos y que tenía que idear nuevas formas de enseñar, por eso decidí impartir las clases a través de Zoom, sin embargo un porcentaje de mis estudiantes ―sobre todo las que tienen entre dos y cinco años― han tenido que poner en pausa su proceso, ya que para sus padres y madres es un poco complicado», cuenta Gricelda, quien a raíz de esta situación también decidió emprender una pequeña empresa de bebidas medicinales elaboradas con plantas y productos naturales. Hey Life, es la marca de su nuevo emprendimiento.
«Empecé contándoles a mis familiares y amistades sobre lo que estaba haciendo y desde ese día los pedidos han sido por docenas. Esto me ha permitido mantener ―incluso generar más― los ingresos de mi hogar. Me siento satisfecha porque sé que son productos saludables y que contribuyen de manera positiva a la salud de mis clientes».
Podés encontrarla en sus redes sociales como balletpavlovahn.
Los ingresos económicos de Andrea Álvarez se vieron afectados hace tres meses. «Antes me dedicaba a la venta del servicio de manejo de redes sociales en una agencia publicitaria, pero a raíz de la cuarentena todo se vino abajo. Sin embargo, esa crisis fue justamente la que me motivó a crear Om Nom Nom, mi negocio de hamburguesas», relata Andrea.
A pesar de sus dudas y miedos de que a la gente no le gustara su producto, decidió lanzarse, y la respuesta y aceptación fue inmediata. «El proceso de creación me llevó alrededor de un mes y medio: probar recetas, buscar proveedores, probar ingredientes, hacer el logo de la marca, entre otras cosas. Buscamos que los ingredientes que utilizamos sean orgánicos, por ejemplo, nuestras lechugas son cultivadas en la huerta de Simplysano, sin pesticidas ni fertilizantes químicos; el pan es de papa que es muy nutricional y así evitamos la harina procesada; también la carne es selecta y con aditivos libres de gluten, como la avena y la linaza; la salsa es elaborada con miel de la marca hondureña Trigona. Todas esas observaciones al detalle de probar las salsas, ponerme a inventar un poco, investigar qué cosas gustaban y qué cosas no, incluso experimentar los errores más comunes al hacer hamburguesas, han sido en gran parte la clave del éxito que hemos alcanzado», nos cuenta Andrea.
Om Nom Nom, pretende que sus clientes se lleven una experiencia distinta. Incluso las envolturas de la hamburguesas son de materiales compostables y vienen personalizadas con figuras de gatos —parecidos al que aparece en el logo— y el nombre de cada uno de los clientes.
Podés contactarte con Om Nom Nom a través de su página de Instragram omnomnomhn.
«Tengo veinticuatro años y soy estudiante de medicina. Acababa de empezar con el internado rotatorio, pero con lo de la pandemia nos suspendieron las actividades. En ese momento sentí que necesitaba estar en actividad y hacer cosas productivas que al mismo tiempo me gustaran, pero aún no tenía claro qué cosas. Luego llegó la fecha de los cumpleaños de algunas de mis amigas y al saber que por las circunstancias no iba a poder abrazarlas se me ocurrió enviarles regalos personalizados. Entonces comencé a enviarles botellas de vino —ya que sé que les gusta a todas— y les puse etiquetas con diseños y mensajes divertidos y afines a ellas», nos cuenta Isabella Mejía, quien ha emprendido su propio negocio de vinos.
Wine Thirsty, se lanzó en medio de la crisis sanitaria por la COVID-19, sin embargo desde el primer día los pedidos no han parado. Tienen toda una gama de diseños establecidos y también ofrecen la posibilidad de que crear diseños y mensajes exclusivos.
«Mi papá es diseñador gráfico y él es quien me ha ayudado en la creación de las etiquetas, yo le explico mis ideas y él las plasma. Mis amistades han sido un gran apoyo desde el inicio, me han recomendado con otras personas. Desde el primer día creé la página en instagram, mis amigas me ayudaron a compartir en sus historias, y entonces la cuenta se viralizó», comenta Isabella.
Podés comunicarte y hacer tus pedidos a través de su página de Instagram winethirstyhn.
En el mes de julio entró en vigencia el nuevo Código Penal de Honduras. Esta ley penal deroga al antiguo Código Penal aprobado en 1983. Muchas críticas se han suscitado en torno al contenido de esta nueva ley penal. Por ejemplo, algunas organizaciones de la sociedad civil han denunciado que se trata del «Código Penal de Impunidad». Esto se da en el marco de la reducción de penas previstas para varios delitos, sobre todo los de corrupción y narcotráfico. Sin embargo, al analizar el sistema de justicia penal en Honduras, quise hacer mi crítica desde el abolicionismo, en una sociedad profundamente sacudida por injusticias raciales, sociales, económicas, y políticas. En parte porque —a mi juicio— la mayoría de las posturas sobre este instrumento caen en dos grandes corrientes de pensamiento: el posmodernismo crítico o la decadencia disciplinaria. A veces también se utilizan ambas para describir los beneficios o consecuencias negativas de esta nueva ley. Posturas enmarcadas dentro de estas categorías, son insuficientes para esbozar propuestas transformadoras de la realidad nacional.
El posmodernismo crítico se refiere a la tendencia de creer que los problemas modernos se resuelven con soluciones modernas. Es decir, es una crítica que —a pesar de desconfiar de las instituciones modernas— es incapaz de anticipar soluciones más allá de la modernidad. Esta modernidad, tal como nos explica el sociólogo Boaventura de Sousa Santos, se ha sustentado en los ejes de la regulación y emancipación social. Mientras la regulación se define ampliamente como la gestión de conflictos por medio de leyes, cortes, y tribunales de justicia; la emancipación social se refiere a los discursos sobre libertades y derechos humanos de los cuales la sociedad se beneficia. Santos también nos explica cómo la modernidad es un paradigma históricamente agotado. Aunado a esto, él sostiene que, en los territorios coloniales como Latinoamérica, el paradigma de la modernidad fue aplicado con una línea abismal donde colapsaron la emancipación y regulación social, y en vez, los conflictos se han resuelto históricamente con despojo y violencia.
Por otro lado, cuando hablo de decadencia disciplinaria, me refiero a la categoría desarrollada por el filósofo Lewis Gordon para describir la producción de conocimiento a partir de la absolutización de las disciplinas. Esta absolutización implica que el conocimiento se desconecta de los problemas del mundo real, se despolitiza, y se convierte en dogma. Es importante abrir el debate hacia otras posturas que procuren escapar tanto el posmodernismo como la decadencia disciplinaria. Una conversación abierta, crítica, y amplia, sobre el abolicionismo en Honduras es oportuna.
Abolicionismo y racismo en América Latina
El movimiento abolicionista se puede definir como una red no coordinada de personas, activistas, intelectuales, y movimientos luchando por la abolición de las cárceles y el sistema penitenciario. A diferencia del reformismo carcelario, el movimiento abolicionista concibe a las cárceles en sí, como una violación a los derechos humanos. Por tanto, no tiene como objetivo principal mejorar las condiciones de las cárceles, sino que sustituirlas con otras instituciones más humanas, como centros de reeducación y de salud mental. En nuestras sociedades modernas hemos definido las cárceles como una institución imprescindible. Es normal que pensemos que el encierro es la consecuencia natural al cometer un delito. Precisamente, el movimiento abolicionista busca derrumbar ese sentido común, que hasta se podría tildar de intersubjetividades fascistas. Las intersubjetividades fascistas, entonces, representan los pensamientos socialmente compartidos que han sido atravesados por quinientos años de capitalismo, colonialismo, y heteropatriarcado. Ese pensamiento legitima el establecimiento de cárceles donde una persona puede pasar toda su vida bajo el tratamiento más grotesco y deshumanizador.
Una de las expositoras, quizás más famosas de este movimiento, es la activista estadounidense de derechos civiles, Angela Davis. En su libro Democracia de Abolición, explica que el movimiento abolicionista es tan antiguo como el surgimiento de la prisión como principal forma de castigo. A través de su estudio ella demuestra cómo en Estados Unidos, el Complejo Penitenciario Industrial (CPI) fue sustituyendo a la esclavitud. De hecho, uno de los puntos principales de su libro es evidenciar el carácter racista de las cárceles. Muchas veces en América Latina se piensa que ese tipo de expresiones son propias de los Estados Unidos, y que en nuestro continente no existe el racismo como ha existido en EE. UU. Sin embargo, los estudios críticos sobre la democracia racial, la pigmentocracia, y el mestizaje, han venido a desmantelar esa narrativa en nuestro continente. Además, han probado como el racismo ha sido un eje organizador de las sociedades latinoamericanas, permeando profundamente los procesos de estratificación social.
La relación del sistema penitenciario con el racismo en América Latina, es que las cárceles han funcionado como un mecanismo de estratificación racial: castigando y encarcelando masivamente a los más empobrecidos y racializados. Es por eso, que al dar una lectura a las estadísticas de los distintos institutos penitenciarios de nuestro continente podemos darnos cuenta como la gran mayoría de la población penitenciaria pertenece a los sectores más vulnerables de la población. De igual forma se ha reportado extensamente cómo los reclusos y las reclusas viven en una situación carcelaria deshumanizante. Por ejemplo, algunas organizaciones estiman que al menos diez países de América Latina superan en un 200 % su capacidad de encierro; convirtiendo, así, las cárceles en efectivos centros de hacinamiento. Muchos vienen de zonas rurales y de los barrios populares de las ciudades. Es también empíricamente observable como la gran mayoría de presos y presas no son blancos, ni mestizos/criollos. Son mayoritariamente personas racializadas. En América Latina apostarle a la encarcelación masiva de personas es también apostarle al racismo estructural.
Examinando las críticas al nuevo Código Penal
Algunas de las críticas que han surgido en torno al nuevo Código Penal giran alrededor de criterios problemáticos en el sentido que reducen el problema de la violencia e injusticia a los contenidos de una ley. A continuación, se discuten dos de estas críticas, las cuales pienso, son las que más relevancia han tomado en distintos espacios.
Primero, una crítica importante que ha surgido es la denominación de esta ley como el «Código Penal de la impunidad». Además, se habla de ella como el producto de un pacto entre corruptos que se han visto en la necesidad de protegerse ante eventuales acusaciones de índole penal. Sin embargo, esto es un contrasentido ya que no presenta un contraste con el antiguo Código Penal. En todo caso, si este constituye el «Código Penal de la impunidad», entonces el antiguo Código Penal es el código de las injusticias y encarcelación masiva. El Código Penal de 1983 fue creado un año después de la Asamblea Nacional Constituyente que aprobó la actual Constitución. Este instrumento fue un pacto entre élites, avalado por las Fuerzas Armadas, los grupos económicos de poder, los EE. UU., y el bipartidismo nacional/liberal. El anterior código fue utilizado por los gobiernos de turno para prometer «mano dura» contra los criminales. Así, entonces, fue modificado, reformado, y trastocado una cantidad casi incontable de veces.
Bajo el anterior código la población penitenciaria llegó a ser la más alta de la historia de Honduras. Sin embargo, la mayoría de las personas procesadas o condenadas, y que forman parte de dicha población, no son narcotraficantes a gran escala, ni funcionarios públicos que se han hecho millonarios a costa del erario, ni tampoco empresarios que han construido sus negocios con base en el soborno y tráfico de influencias. Afirmar lo contrario sería negar la misma realidad de nuestro país. Sí se encuentra con mayor frecuencia dentro de esa misma población, a personas consumidoras de drogas, personas que comercializaban cantidades pequeñas o medianas de droga en las calles (también conocido como dealers o distribuidores), a algunas personas que transportaban, entre otros. Sin embargo, estas personas no representan a las cabezas del crimen organizado nacional y transnacional. También se encuentran en mayor cantidad a pandilleros, tanto hombres como mujeres; a campesinos, obreros, pescadores, y personas de zonas rurales del país que han sido acusados y condenados de cometer delitos.
Sobre este punto quisiera hacer énfasis en dos aspectos: primero, los delitos relacionados con las drogas, y segundo, las maras y pandillas. Es de gran relevancia resaltar que en los delitos relacionados con las drogas hay un permanente abuso de poder por parte del Ministerio Público. Una institución con más falencias que beneficios, y que, para encubrir su incompetencia e inoperancia de no poder capturar, acusar y procesar a traficantes peligrosos, se ve en la penosa tarea de acusar a consumidores de droga como si se tratara de grandes exportadores de narcóticos. Así, entonces, muchas personas que han estado en posesión de pequeñas o medianas cantidades de droga han sido acusadas por el Ministerio Público por el delito de tráfico de sustancias ilícitas, en sus distintas modalidades (comercialización, distribución, facilitación de medios para almacenamiento y transporte, incluso producción). Cuando en estos casos transcurre su curso procesal, y se llega a las etapas avanzadas del proceso penal, es decir el juicio oral y público, muchas de estas personas recobran su libertad, ya que es evidenciado cómo las cantidades que poseían eran claramente para su consumo personal. Esto únicamente denota el carácter abusivo de una institución decadente.
A pesar de la cantidad importante de personas privadas de libertad por delitos relacionadas con las drogas, este fenómeno ha ido en aumento, y Honduras se ha convertido en un hub para las empresas del narcotráfico transnacional.
Sobre las pandillas. A pesar de que se han creado varias leyes y órganos jurisdiccionales que buscan castigar delitos que usualmente son cometidos por las maras y pandillas, tales como la extorsión y la asociación ilícita, la cantidad de personas que se han unido a las maras ha ido en aumento exponencial durante los últimos diez años. Para el 2018, Diario El País informaba que en Honduras existen aproximadamente 70 000 miembros de maras y pandillas. Lo anterior sugiere y evidencia, que el aumento de penas sobre los delitos de asociación ilícita, y la creación de órganos de excepción para juzgar la extorsión, no han tenido un efecto desalentador. Al contrario, la extorsión es un fenómeno en aumento y sufrido a diario por miles de comerciantes y transportistas. Estos dos aspectos previamente subrayados demuestran que las cárceles no son un remedio efectivo para detener los crímenes en un país como Honduras.
Finalmente, sobre esta crítica al nuevo Código Penal, quisiera agregar que tanto este, como el anterior código, sufren de exactamente los mismos defectos. Son instrumentos para los grupos de poder, y en contra de la población empobrecida y racializada. No detienen la criminalidad, ni traen justicia a la sociedad. No podemos hablar de un código de la impunidad, cuando vivimos en la sociedad de la miseria, la violencia, y el despojo. Hablar exclusivamente de un código, o de la corrupción como los únicos males que agobian al país es ser reduccionista. Tanto la corrupción como este código son apenas síntomas de un país atravesado por modos coloniales, patriarcales, y capitalistas de explotación y dominación. Sin embargo, esta crítica proviene de organizaciones de la sociedad civil hegemónica que han vivido permanentemente desconectadas de las poblaciones indígenas, campesinas, de mujeres, estudiantes, y también desconectados de los problemas de las personas más vulnerables de la sociedad hondureña. Son organizaciones que se han arrojado una cantidad infinita de atribuciones en nombre del pueblo, y que han sido incapaces de justificar su presupuesto.
La segunda crítica que quisiera abordar proviene del feminismo hondureño. Esta crítica es una exigencia legítima para la protección de las vidas e integridad de las mujeres. El movimiento feminista busca un escrutinio de las instituciones públicas en relación con el castigo de delitos cometidos contra mujeres. Es decir, el procesamiento de aquellos hombres que han cometido delitos como la violación y el feminicidio. Sin embargo, hay dos aspectos importantes a resaltar sobre esta crítica. Primero, desde mi perspectiva, cualquier proyecto emancipatorio debe traer consigo una consigna de justicia social. Creo firmemente que el movimiento feminista es el mejor ejemplo de un movimiento emancipatorio, y por supuesto su demanda de protección ante la violencia patriarcal es algo bastante serio. Con lo que difiero, es con el pensamiento problemático de asimilar la justicia y protección de las mujeres con el encierro y la cárcel. Por eso insisto, que una de las herramientas más poderosas para transformar la sociedad es la politización de los problemas sociales. Esto ha convertido al movimiento feminista en un ejemplo exitoso de organización política. Por lo que, analizando el contexto hondureño, veo en el feminismo la oportunidad de repensar y derrumbar categorías intersubjetivas de un sentido común colonial, patriarcal, y capitalista.
Precisamente este principio de esperanza política en el feminismo me hace pensar que la justicia social no es compatible con la exigencia de más cárceles y más encierro. Las cárceles son, al contrario, un elemento importante de injusticia social, por lo tanto, no es una institución que pueda sustituir los anhelos de una sociedad liberada de estructuras heteropatriarcales. En particular, quiero hacer énfasis en cómo las cárceles reproducen la violencia machista. En Honduras existen cientos de mujeres y niñas presas en condiciones de grave hacinamiento y violencia patriarcal. A pesar de esto, muy poco se escucha al movimiento feminista pronunciarse sobre los asesinatos de mujeres privadas de libertad o sobre las violaciones ocurridas en las distintas cárceles del país. Quizá es momento de repensar la categoría de «sororidad» y evidenciar sus profundas distinciones sobre algunas mujeres. El segundo aspecto se enfoca en las experiencias de otros países, donde las penas más altas han hecho nada o casi nada para frenar la violencia machista, las violaciones y el feminicidio. Al contrario, se ha observado que entre más alta es la población penitenciaria de un determinado país, el contexto social se torna más violento y peligroso para las mujeres. Creo que el feminismo debe enfocarse en derrumbar y desmantelar la opresión machista a través del trabajo político, e imaginar una sociedad utópica donde no haya lugar para feminicidios, pero tampoco, para cárceles. Ahí yace uno de los retos más importantes de las mujeres en Honduras.
Algunos apuntes para el debate sobre el abolicionismo en Honduras
Para ser capaces de tener una sociedad radicalmente diferente, debemos ser capaces de imaginarla. Nuestros anhelos y sueños deben ser compatibles con nuestras luchas políticas, esto implica, entre otras cosas, no diluir los esfuerzos en atacar un instrumento que ha sido igual de negativo que su antecesor. El abolicionismo es una propuesta seria que busca fomentar y establecer los elementos básicos para una sociedad convivencial. Se trata, además, de un proyecto político que busca desmantelar el racismo institucional y evidenciar la relación de las cárceles con las injusticias. Hablar de abolicionismo en una sociedad como la de Honduras pareciera una contradicción debido al alto índice de crímenes violentos (sean estos cometidos por funcionarios públicos o por particulares). Sin embargo, es importante resaltar que el éxito para la erradicación de esos delitos no vendrá nunca de leyes draconianas o impositivas. Al contrario, cada vez que se imponen penas más severas aumenta la cantidad de crímenes violentos. Así se ha podido observar en los últimos años en Honduras, ya que a pesar de contar con penas exorbitantes para los delitos, por ejemplo, de asociación ilícita, el número de miembros de maras y pandillas ha ido en aumento (como mencionaba previamente).
Es por eso, que la erradicación de esos delitos vendrá exclusivamente de nuestra capacidad de poder tomar control de nuestro futuro. Eso implica, entre otras cosas, que nuestra lucha debe ir encaminada a desmantelar las estructuras de dominación/opresión que operan a través de Honduras, y también, de convertir esos espacios opresivos en espacios liberados. El nuevo Código Penal no es un espacio liberado, pero tampoco lo es su predecesor. Ambos son instrumentos de encarcelación masiva que han buscado proteger a las élites hondureñas de cualquier repercusión por sus actos delincuenciales. Una de las formas más efectivas de frenar la corrupción y los abusos en el país radica en la capacidad de organizarnos y movilizarnos, ya no como sociedad civil, sino como sociedad política. Precisamente, la politización de los problemas sociales y de los grupos vulnerables, desembocará en una conciencia profunda de los problemas de la sociedad hondureña. Esto, a su vez, permitirá un escrutinio, ya no meramente observante como acostumbra la sociedad civil hegemónica, sino uno que controle y detenga los abusos antes de que estos ocurran.
Como movimientos sociales y políticos debemos entender que la instrumentalización del Estado no es la única alternativa, sino también, nuestra capacidad de establecer una permanente lucha anticolonial, antiheteropatriarcal, y anticapalista. En Honduras es momento de hablar de abolicionismo, y de despenalización, en vez de exigir una hiper penalización de la sociedad. Los derechos, luchas, y aspiraciones de una sociedad antes de ser legalizados, deben ser politizados.
Finalmente, esta opinión no busca proveer remedios ni soluciones totales. Apenas busca despertar la curiosidad intelectual del lector ante estos temas muy poco discutidos en Honduras, y también, los invita a debatirlos, criticarlos y ampliarlos con base en sus propias experiencias y conocimientos.
Entre marzo y junio, 47,060 personas fueron detenidas por incumplir el toque de queda decretado por el gobierno de Honduras como respuesta a la pandemia por COVID-19. Las detenciones fueron por un máximo de 24 horas y muchas de ellas arbitrarias haciendo que miles de ciudadanos fueran sometidos a tratos indignos y puestos en riesgos de seguridad y contagio. Eso ocurrió mientras las capacidades de la Policía Nacional han sido reducidas en plena pandemia.
Astrid Ramos, abogada de la Red Lésbica Cattrachas, fue detenida el 2 de julio en la ciudad de Comayagua junto a su tío, Darwin Alexis Ramos, en una situación que muestra el desorden y la arbitrariedad con la que las autoridades hondureñas enfrentan la pandemia. La municipalidad de Comayagua determinó el cierre de calles alrededor del mercado para evitar que las personas se aglomeraran, pero no dejó acceso a los residentes de los alrededores quienes quedaron encerrados.
Darwin Ramos iba camino a sacar su vehículo de un estacionamiento público cuando la policía lo detuvo, Astrid intervino y fue detenida también. «Me dijeron que era una «mercadera», que ellos no me creían que era abogada, que era una gritona y hacía escándalo. Además, me rompieron mi camisa dejando entrever uno de mis pechos, que por suerte estaba cubierto por mi brassier. Luego me trasladaron a una celda enfrente de donde estaba mi tío y yo le dije que exigíamos una llamada. Hicieron caso omiso, no nos dijeron bajo qué cargos estábamos detenidos a pesar de que lo exigimos en varias ocasiones», cuenta Ramos.
Astrid Ramos y su tío Darwin estuvieron detenidos durante 4 horas sin ninguna medida de bioseguridad como mascarillas, gel de alcohol y distanciamiento.
En mayo, un grupo de organizaciones internacionales de sociedad civil publicaron un comunicado en el que denunciaron que los defensores de los derechos humanos y los activistas anticorrupción no podían circular libremente para informar sobre la crisis, proteger los derechos de los ciudadanos y fiscalizar. «La organización de derechos humanos Cofadeh, documentó solo en las primeras semanas de la pandemia que 45 defensores de los derechos humanos sufrieron ataques, hostigamiento o represalias por el trabajo que llevan a cabo durante la crisis y que 7 periodistas fueron agredidos, detenidos y se les quitó el equipo y se borró el material grabado», indica el informe.
La Policía Nacional de Honduras ha sido considerada como una de las más corruptas y violentas de América Latina, situación que ha dado lugar a múltiples procesos de reforma tal como lo plantea el informeReforma Policial en Honduras: El Papel de la Depuración y la Comisión de Transformación policial, del Wilson Center. Pero la violencia y la corrupción ha sido el resultado de la larga situación de precariedad institucional y laboral en que se encuentra la Policía. Por esto, la manera en que esta institución ha sido afectada por la pandemia se suma a la crisis social que vive el país.
Un agente de la Policía Nacional resguarda a una médica durante una jornada de las brigadas médicas domiciliaria realizada en el Barrio El Bosque. Tegucigalpa, 9 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
A lo largo de estos cuatro meses de cuarentena, las responsabilidades de la fuerza policial han aumentado al tiempo que enfrenta una reducción del personal policial contagiados por la COVID-19 y otros fallecidos por la misma causa.
La Policía Nacional cuenta con 18 000 agentes en todo el país. El comisionado Jair Meza, portavoz de la Policía Nacional, asegura que todos están trabajando, pero según datos de la Secretaría de Seguridad otorgados a este medio, en la institución policial hay 402 casos confirmados de COVID-19. Meza asegura que los oficiales enfermos están aislados obligatoriamente en instalaciones autorizadas por la Policía Nacional, donde están siendo atendidos por el personal médico de la institución. Estas instalaciones están ubicadas estratégicamente en cada región del país para atender a los agentes policiales que están en la fase 1 de la enfermedad. Si uno de ellos muestra síntomas graves, es trasladado al Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) o al Hospital Militar. Meza comenta que esta decisión se tomó para no saturar el sistema de salud con pacientes que no necesitan de tanta atención médica y porque la salud de los agentes es una prioridad para la institución. «Más de 60 aún están a la espera de resultado y hay 102 agentes recuperados», agregó el portavoz Meza.
Según datos de la Secretaría de Salud, entre el 26 de marzo y el 12 de junio se realizaron 1602 pruebas a agentes policiales, apenas el 8.6 % del total de agentes. Actualmente, según Meza siguen trabajando en la vigilancia del cumplimiento del toque de queda, intervención de barrios y colonias, cierre de negocios y comercios no esenciales o no incluidos en la reapertura inteligente, operativos de bioseguridad, desalojo de vías públicas y retenes o puestos de control policial.
La Policía Nacional tiene a sus agentes expuestos en las calles todo el día con el mínimo de protección: mascarilla y gel de alcohol y a veces les toca realizar acciones de mayor riesgo de contagio como el traslado de ciudadanos enfermos a los centros asistenciales. En varios municipios alejados de las ciudades no hay ambulancias y es la Policía Nacional quien brinda la ayuda. Diariamente, entre 10 y 15 patrullas son utilizadas como ambulancias en los municipios del interior del país.
A pesar de tener más responsabilidades durante la pandemia, Meza asegura que el cuerpo policial sigue realizando operativos para controlar la violencia y la delincuencia en el territorio nacional. Agrega que ellos han visto una reducción de delitos como hurto, robo y femicidios y menciona que los homicidios han bajado un 4 % en comparación a otros meses.
«Hay que reconocer que el crimen no para, tanto el crimen organizado como el crimen común. Se han realizado operaciones importantes, se ha decomisado dinero, se ha decomisado droga en grandes cantidades, se han decomisado carros —permitidos por las excepciones—, que han sido utilizados para cometer ilícitos, por eso los entes de seguridad y la policía deben estar en todo», comentó.
En medio de un recorrido por el mercado del Zonal Belén de Comayagüela, el sub comisionado Madrid responde su teléfono a un superior. La policía de la cuarta estación, que está bajo la conducción de Madrid, ha tenido que utilizar la represión con gas lacrimógeno en sus operativos de cierre de uno de los mercados con mayor afluencia del Distrito Central. Comayagüela, 8 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.En la salida hacia el departamento de Olancho, una mujer policía revisa los papeles de un conductor para confirmar su día de circulación, medida que se ha impuesto ante el avance de la Covid19 en el país. Tegucigalpa, 2 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Pero la violencia no se ha reducido como se esperaba tras las medidas de confinamiento y mayor presencia policial en las calles. El Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (Iudpas) y el Observatorio Nacional de la Violencia (ONV), presentó un informe en el que indican que se registraron 443 homicidios, un promedio de 7 víctimas diarias, entre marzo y mayo. La disminución del flujo de personas en las calles y las restricciones del gobierno ante la pandemia, no coinciden con el número de homicidios, indica el boletín que contiene información brindada por el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager), el Sistema Nacional de Emergencias (911) y el Instituto Nacional de la Mujer.
A pesar del mandato de no circular los fines de semana, es durante esos días que se presenta la mayor incidencia de homicidios con un 33.2 % del total de víctimas. Durante los primeros meses del año se han registrado 15 homicidios múltiples en los que murieron 56 personas y el 60 % de esos eventos ocurrieron durante el confinamiento obligatorio en Francisco Morazán (4), Cortés (4) y Ocotepeque (1).
A esta información se suman los hechos de violencia doméstica e intrafamiliar que han afectado la vida de niños y mujeres. En las primeras 11 semanas del año (de enero a la primera quincena de marzo) se registraron 18 936 denuncias, lo que equivale a 1792 denuncias semanales. Cuando iniciaron las medidas de confinamiento por la pandemia, solamente en las primeras 6 semanas se reportaron 12 544 denuncias, en la mitad del periodo anterior, hubo un aumento del 4.1%, dejando ver que la violencia no está solo en las calles.
La aglomeración en los mercados: un punto de conflicto
La decisión que se tomó en Comayagua de cerrar la calle alrededor de los mercados, refleja una una realidad que se replica en todos los municipios del país: la aglomeración incontenible en las zonas comerciales. En Tegucigalpa, los mercados han sido zonas de aglomeración y conflicto, las autoridades han intentado cerrarlos, la policía los ha desalojado con gas lacrimógeno y no hay manera de evitar la aglomeración. Se enfrentan allí la necesidad de sobrevivir y el riesgo de contagio.
La Policía ha logrado, a través de pequeñas reuniones, que al menos en el mercado Zonal Belén se llegue al diálogo. Se ha discutido la identificación y señalización de los locales, cómo va a funcionar cada comercio dependiendo del rubro y las medidas de bioseguridad a tomar en cuenta, túneles de desinfección, uso correcto de mascarillas y dispensadores de gel desinfectante.
Edwin Molina, vicepresidente del Zonal Belén, menciona que tienen más de 4 meses trabajando con la Policía Nacional, desde el 15 de marzo, período en el que han logrado evitar enfrentamientos. Agregó que el acordonamiento del mercado, la estructura de ingreso controlado y el protocolo de bioseguridad, han sido logros del entendimiento entre ambos grupos.
«Se ha brindado un carné de identificación y un certificado de ingreso a los adjudicatarios, a los proveedores y colaboradores. Eso nos ha llevado a fortalecer las medidas de bioseguridad para que el mercado no colapse con una aglomeración como en días normales, en los que llegaban hasta 50 000 personas», puntualizó Molina. Con estas medidas se busca reducir la cantidad de clientes en horas pico para evitar contagios que los lleven a cerrar nuevamente los locales.
A pesar de los esfuerzos realizados en conjunto entre los locatarios y la Policía Nacional, no todos los vendedores son beneficiados. A lo largo de estos 4 meses, los vendedores ambulantes de las zonas aledañas al mercado se han visto afectados. En la misma semana que se afinaron los detalles para la reapertura del Zonal Belén, varios vendedores fueron desalojados con bombas lacrimógenas y su mercadería fue confiscada por la Policía Nacional y la Policía Municipal. Los ciudadanos aseguran que a pesar de comprender cuál es la situación que vive el país, la necesidad de llevar comida a casa es más grande ahora que no tienen espacios para trabajar. Otros vendedores comentaron que el decomiso de verduras, frutas y demás mercadería por parte de los agentes policiales, es injusto.
Un oficial de policía hace guardia en un retén del mercado Zonal Belén. Comayagüela, 8 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Las detenciones de la Policía
La abogada Astrid Ramos, fue detenida junto con su tío por la Policía Nacional debido a que, por disposiciones municipales y del Sinager, se instalaron portones de lámina para rodear el Mercado San Francisco y las casas aledañas a la zona comercial, lo que dejó encerrados a los residentes entre 5 p. m. y 7 a. m., por lo que deben buscar otro lugar para estacionar sus vehículos.
El departamento de Comayagua reporta el 0.8 % de casos de COVID-19 a nivel nacional, según los datos estadísticos de Sinager y la Secretaría de Salud. En la ciudad de Comayagua se reportan entre 2 y 4 casos por cada barrio o colonia, es por esto que en la tercera semana se detuvo la reapertura inteligente de la economía y regresaron a la fase 0.
La respuesta de la Alcaldía ante la pandemia ha sido la entrega de alimentos a las personas que residen en las afueras de la ciudad y el cierre de los accesos al mercado más transitado de Comayagua. La ciudad no cuenta con centros de triaje y a diario solo se realizan 70 hisopados en el centro de salud.
La zona del Mercado San Francisco está bajo el control de la Policía Nacional y el decreto del toque de queda ha venido a justificar detenciones ilegales según Astrid Ramos.
«Lo que sucedió es que uno de mis tíos salió aproximadamente como a las 4 de la tarde para ir a traer el carro que tenía estacionado en una calle aledaña a esa zona y luego ir a estacionarlo en el parqueo del supermercado, entonces él fue y pudo sacar el vehículo hasta pasadas las 5:30 de la tarde. Mi casa está aproximadamente a una cuadra y media del estacionamiento y en medio de ese trayecto está precisamente uno de los portones con candado. Cuando mi tío llegó, tocó el portón y le dijo a los policías que resguardaban allí que por favor le abrieran, los policías le dijeron que no, que dejara de estar haciendo escándalo, que él no tenía por qué andar en la calle», narra Ramos.
Ante esta situación, su tío, Darwin Alexis Ramos, ya molesto, les dijo que él no se iba a exponer a caminar de regreso a esa hora porque ellos no querían abrir el portón. Llamaron al 911 y una patrulla lo trasladó a la posta policial. Mientras eso ocurría, un policía municipal llegó a abrir el portón y los vecinos que estaban oyendo todo, avisaron a la familia del detenido.
«Al momento que a él lo subieron por la fuerza a la patrulla yo decidí también montarme a la patrulla voluntariamente repitiendo que él tenía derecho a la defensa y que yo era abogada y defensora de derechos humanos. En el transcurso del camino hacia la posta policial me comuniqué con Indira Mendoza, coordinadora de la red lésbica Cattrachas, para que hicieran las diligencias pertinentes. Pusieron en conocimiento de la Fiscalía de Derechos Humanos y la Fiscalía de Protección a Defensores y Defensoras de Derechos Humanos, sobre mi situación, ya que en el camino los policías me estaban amenazando con detenerme a mí también en mi carácter de persona natural y a pesar de que le repetí en distintas ocasiones que era defensora de derechos humanos y que soy abogada, ellos hicieron caso omiso e incluso se burlaron mí y de mi profesión», explicó Ramos, en una nota de voz, momentos después de su detención.
Al llegar a la posta policial, el señor Ramos fue llevado a una celda en la parte trasera de la Policía Departamental de Comayagua, mientras Astrid siguió comunicándose con la fiscal de Derechos Humanos y con la Fiscalía de Protección a Defensores y Defensoras de Derechos Humanos. En ese momento, un agente le arrebató su celular y otros cuatro procedieron a detenerla y esposarla.
La abogada Glenda Ayala, comisionada del Comité Nacional de Prevención Contra la Tortura, Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes (MNP-Conaprev), comentó que ante la alta cantidad de personas detenidas por violación al toque de queda, el mecanismo realizó visitas a las postas en distintos puntos del país y «se encontró que en muchas de estas postas no se aplican las medidas establecidas por Sinager. Es imposible aplicar un distanciamiento social cuando las celdas son de tamaño reducido y hay más de 30 o 40 personas que ingresaron de manera apretada», expresó Ayala.
El MNP-Conaprev ha recibido denuncias sobre el uso excesivo de la fuerza por parte de los agentes policiales, que en muchas ocasiones han utilizado bombas lacrimógenas para dispersar aglomeraciones que pudieron haber sido evacuadas de manera pacífica. La abogada Ayala, agrega que la Policía Nacional tiene conocimiento de la escala de proporcionalidad del uso de la fuerza y las armas de fuego, pero esto no es tomado en cuenta y de manera desproporcionada e innecesaria reprimen al pueblo.
También han podido observar que no hay un criterio definido por parte de la autoridad policial para realizar detenciones, que en muchos casos son masivas y no se toma en cuenta si la persona salió a comprar comida para su familia o tiene una emergencia. La comisionada Ayala, agregó que estas detenciones masivas sin la aplicación de los protocolos de bioseguridad podrían aumentar el contagio de la COVID-19 en distintos sectores del país. Esto también pudo afectar a los miembros de la fuerza policial contagiados.
En algunas ocasiones, los ciudadanos detenidos no son llevados a postas policiales o establecimientos adecuados o autorizados por la ley. El mecanismo recibió la denuncia de que algunas personas detenidas en Comayagua fueron trasladadas al Gimnasio León Alvarado, donde eran obligadas a realizar actividades físicas que van en contra de la dignidad humana. También en Tegucigalpa, más de un centenar de detenidos fueron llevados a una cancha de fútbol en la colonia Kennedy.
A nivel nacional, la Policía ha habilitado 20 unidades departamentales y municipales de prevención que albergan a los arrestados. La cantidad de espacios habilitados en cada unidad oscila entre 2 y 26, para un total de 287 áreas con celdas.
El MNP-Conaprev, en vista de estos sucesos, envió un oficio a la dirección de la Policía Nacional en el que solicitaron información acerca de los centros de detención que se han habilitado en el marco de la pandemia, sobre todo para las detenciones masivas. A la fecha, no han recibido respuesta y esto impide una vigilancia eficiente.
La comisionada Ayala del Conaprev se refirió al caso de la abogada Astrid Ramos y su tío Darwin Ramos, diciendo que fue muy preocupante que no se les facilitó el uso de la mascarilla ni se le informó cuáles eran los motivos de la detención.
El MNP-Conaprev elaboró un informe acerca de este suceso y lo han hecho llegar a la dirección de la Policía Nacional. El documento contiene recomendaciones para que se respeten los derechos de las personas detenidas, que están establecidos en la Constitución de la República y otras leyes. Solicitan que se garanticen las salvaguardas en las primeras horas de la detención, ya que se han reportado otros casos en los que niegan la comunicación con un familiar o con un abogado defensor así como el reconocimiento médico. Los centros de detención no cuentan con información acerca del estado físico en el que ingresó la persona detenida, no hay un médico que practique las evaluaciones pertinentes, lo que permite abuso de autoridad por parte de los policías, manifiesta el informe.
En el bulevar del norte, un policía realiza una infracción a un conductor por circular en un día que no le corresponde. La medida de circulación según el último dígito del número de identidad ha sido adoptada en el Distrito Central ante la expansión de la Covid19. Tegucigalpa, 2 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Ante estas denuncias, el comisionado Meza puntualizó que el ente encargado de observar esto es la Dirección de Asuntos Disciplinarios de Policiales. Los casos están siendo revisados y se deducirá responsabilidad a cada uno de los agentes que hayan hecho un uso excesivo de la fuerza o abusaron de su autoridad.
Mientras la Policía Nacional mantiene a sus 18 000 agentes trabajando a nivel nacional, ya sea acompañando brigadas médicas, trasladando ciudadanos enfermos a los centros asistenciales, dispersando aglomeraciones o en retenes de tránsito, se hace más evidente que el mando está en los militares, que demuestran su autoridad en acciones que deberían ser realizadas por la Policía Nacional como la revisión de salvoconductos y la autorización para el paso de automóviles o peatones. Incluso, en ocasiones los militares buscan aprobar o regular la labor informativa de los medios de comunicación.
La arbitrariedad es terreno fértil para las violaciones de derechos humanos. El Comisionado Nacional de Derechos Humanos (CONADEH) ha recibido de marzo a mayo, tras la instauración del toque de queda, 1398 denuncias por violaciones a los derechos humanos, sin que en alguna se haya deducido responsabilidades.
La población se enfrenta a esto en plena pandemia, a la arbitrariedad, la precariedad, la desinformación y el abuso de unas autoridades y funcionarios que tampoco están libres de contagiarse y quedar en las manos del propio Estado al que representan.
Un policía de fuerzas especiales y un miembro del Ejército hondureño, resguardan a una médica durante una jornada de las brigadas médicas domiciliarias que realizan la Secretaría de Salud y Copeco para identificar casos positivos para Covid19. Tegucigalpa, 9 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
La vida del circo es la vida de los nómadas: ir de un lugar a otro, una y otra vez. Un ciclo que se repite eternamente y que se hereda de una generación a otra. El oficio circense ha perdurado en la historia, más o menos desde hace tres mil años, y ha sobrevivido a muchos altibajos mutando a lo largo del tiempo. De los primeros circos de fenómenos a la censura de animales dentro de sus espectáculos, el circo como forma de vida, aparenta poder con los cambios de la vida moderna, y en la actualidad enfrenta al que quizá sea el cambio más significativo en muchos años: la vida pospandemia.
El Circo Segovia llegó a Honduras cuando la COVID-19 comenzaba a invadir todo en el país. Luego de una breve estación en Choluteca, lo que tuvo fueron dos funciones más en Tegucigalpa. Luego, el gobierno hondureño decretó una cuarentena, que si bien se ha cumplido muy poco, no ha permitido la reapertura de lugares para espectáculos debido al ascenso imparable de los casos positivos para COVID-19.
En estas condiciones, Alejandro Segovia dobló la carpa, solicitó un salvoconducto para los trabajadores más cercanos a él, y se marchó de madrugada, dejando atrás a todo el equipo de logística del circo, cuentan los que quedaron varados: un salvadoreño, un colombiano, dos hondureños, y una familia mexicana. Han tenido que recurrir a pedir dinero o a buscar otros trabajos en una vida —que en aparente pausa por el virus— los aleja del mundo del circo.
La gira centroamericana del Circo Segovia tenía como última estación, antes de volver a Guatemala, el territorio hondureño. Pero —cuentan los extrabajadores del circo— que los problemas económicos de la empresa venían haciéndose visibles desde antes. Alejandro, dueño del circo, había estado retrasando el pago de salarios, argumentaba tener problemas económicos de los que prometía iban a salir, pero esa promesa no se cumplió jamás.
La pandemia provocó que se hicieran visibles las diferencias dentro de la empresa, explican quienes ahora están varados tras el cierre de los espectáculos de todo tipo debido a la COVID-19. Cuentan que en el inicio de la crisis las ayudas para el circo llegaron en grandes cantidades pero que fueron mal administradas, los trabajadores de origen guatemalteco fueron tratados de mejor manera que el resto, quienes apenas tuvieron acceso a poco de la ayuda.
Miguel y su familia, mexicanos todos, son herederos de la tradición circense y han trabajado en circos de mayor prestigio, hasta la muerte de la jefa anterior —quien era parte de la familia Gasca—, dueña de uno de los circos más grandes de México. La generación de su padre y la anterior a esta han vivido en el circo. El circo no es otra cosa que el territorio que habitan, la patria nómada del espectáculo. Esta familia mexicana siente que aunque con mucha adversidad lograrán salir de esta situación, sin perder la dignidad, recuperando su conexión con la carpa. Segovia le adeuda cuatro mil dólares a Miguel.
Fabio es salvadoreño, dentro del circo era el mecánico y el troquero. Segovia se fue dejándolo a la intemperie y adeudándole dieciocho mil dólares. Ahora trabaja como conductor de un tanque cisterna para un diputado del partido Libertad y Refundación (LIBRE) , con lo que gana puede tener una entrada de dinero para comer y ayudar al resto de sus amigos. A este trabajo se ha sumado el colombiano Jarder, a quien Segovia le quedó debiendo tres mil dólares de salario.
Elvin y Stephanie son una pareja de jóvenes hondureños que Segovia sumó a su circo en algún punto de la gira (Stephanie dice que en Guatemala y Elvin dice que en Choluteca). Estos dos jóvenes se unieron al Circo Segovia luego de intentar huir de la violencia de las pandillas en el barrio donde vivían en Tegucigalpa y al que no pueden volver porque los matarían. Stephanie cuenta que se unieron a una caravana migrante —pero no recuerda a cuál de todas— para intentar llegar a Estados Unidos, pero en el camino conocieron el circo. Elvin dice que trabajaba de mesero en un restaurante de comida rápida en Choluteca. Las versiones se cruzan al hablar por separado con ellos y entran al terreno de la ambigüedad, hablan poco, hablan visiblemente nerviosos. El circo les quedó debiendo cerca de doscientos dólares.
Estas son las personas que el Circo Segovia abandonó a su suerte en Tegucigalpa: los invisibles del espectáculo, las personas que hacían posible la logística para actores y actrices. Los que durante los cuatro meses que lleva la crisis sanitaria en Honduras no han tenido acceso a servicios de salud ni la posibilidad de mejorar sus condiciones actuales.
Urihan de 12 años, pide dinero en la calle desde que el Circo Segovia cerró funciones debido a la cuarentena decretada por el gobierno hondureño tras la expansión de la COVID-19 en el país. Comayagüela, 15 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Maritza pide dinero a los conductores que pasan frente a donde antes estuvo el Circo Segovia, en La Granja. Ella y su familia permanecen varados sin posibilidades de volver a México debido a la cuarentena por COVID-19. Comayagüela, 15 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Miguel se hace cargo del cuidado de sus hijos, mientras Maritza (su pareja) pide dinero en la calle. Comayagüela, 15 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Stephanie de 25 años, se encontró con el circo cuando huyó de Honduras en una caravana, que ahora dice que no recuerda cuál de todas fue. Ella y Elvin (su pareja) migraron para huir de la violencia de las pandillas en su barrio, ahora se sienten engañados y a la intemperie. Comayagüela, 14 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Elvin y Stephanie cocinan sus alimentos en una estufa de bloques improvisada, donde alternan el uso de la única cacerola que tienen para preparar lo que van a comer. Comayagüela, 14 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Urihan toma un descanso para beber un vaso de refresco, dentro de la casa rodante de su familia. Comayagüela, 15 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Dentro de la casa rodante de la familia Velásquez hay varias imágenes de la Virgen de Guadalupe, símbolo de la espiritualidad mexicana. Comayagüela, 15 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Urihan juega con su hermana menor durante un descanso por la tarde. Urihan y su madre piden dinero para poder sostener a su familia ahora que no hay trabajo en ningún circo debido a la expansión de la COVID-19. El dinero que piden ellas dos es la única entrada económica de esta familia. Foto: Martín Cálix.
En un improvisado refugio de plástico pasan los días, Elvin y Stephanie, luego de que fueran abandonados por el Circo Segovia, al que se unieron luego de intentar llegar a Estados Unidos en una caravana migrante. Comayagüela, 14 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Todos los niños, todas la niñas, que viven en un circo aprenden la vida dentro del circo, pronto empiezan a aprender los actos para convertirse en actores y actrices circenses, explica Miguel Velásquez, quien fue trapecista antes de ser carpero. Comayagüela, 15 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Jarder y Fabio; Miguel y Maritza, junto a sus tres hijos; Elvin y Stephanie, son a quienes el Circo Segovia abandonó a su suerte. Comayagüela, 14 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Luego del breve paso por Honduras, del Circo Segovia de Guatemala, únicamente ha quedado una casa rodante y viejos plásticos, donde pasan casi a la intemperie quienes trabajaban en la logística del circo. Comayagüela, 15 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
“Estación del silencio” es un proyecto transnacional coordinado por Agencia Ocote que investiga y reflexiona sobre las violencias contra las mujeres en Mesoamérica. Este texto es parte de la primera entrega sobre femicidios, en las que participan: Agencia Ocote (Guatemala), elFaro (El Salvador) y ContraCorriente (Honduras).
Diseño del proyecto y dirección: Alejandra Gutiérrez Valdizán
Coordinación editorial y datos: Carmen Quintela Babío
Diseño e infográficos: Maritza Ponciano
Ilustraciones: Alberto Rodriguez Collía
Coordinación de audiencias y audiovisuales: Lucía Reinoso Flores
Coordinación creativa: Julio Serrano Echeverría
Desarrollo: María Batz
Redes sociales: Carmen Elena Cerezo
Audio: José Carlos Monterroso
El Faro:
Edición: Daniel Valencia y José Luis Sanz
Periodistas: Valeria Guzmán y Gabriela Cáceres
Diseño de infográfico: Lisset Guevara y Daniel Reyes
ContraCorriente:
Edición: Jennifer Avila Reyes
Periodistas: Vienna Herrera
Fotografía: Martín Cálix
Financiamiento: Foundation for a Just Society, con el soporte institucional de Fondo Centroamericano de Mujeres y Oak Foundation
El gobierno de Honduras ha logrado que se aprueben fondos por más de 90 000 millones de lempiras para atender la emergencia provocada por la COVID-19, pero en contraste con esta cifra, la precariedad campea en las salas de los centros asistenciales. La Secretaría de Finanzas publicó en su portal de transparencia el 29 de junio que se han ejecutado 4589 millones de lempiras, pero este dinero ha resultado insuficiente. En Tegucigalpa, San Pedro Sula y El Progreso se han emprendido campañas de donación para apoyar la operación de sus hospitales, hasta ahora abarrotados de pacientes y con más de 1200 miembros de su personal contagiado.
Portada: Un miembro del personal de salud del Instituto Nacional Cardiopulmonar se desinfecta en la cabina de sanitización del centro médico. Tegucigalpa, 14 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un médico se asoma a la puerta del Hospital Leonardo Martínez en San Pedro Sula. Usa una bata azul, gorro, guantes y mascarillas, pero en lugar de botas usa dos bolsas de recolectar basura. En la imagen se retrata la precariedad en la que trabaja el personal de salud de la red hospitalaria de Honduras que le hace frente a la pandemia.
Hay un contraste abismal entre el discurso oficial y el presupuesto aprobado para hacer frente a la COVID-19 con la realidad en la que navegan la mayoría de centros asistenciales en este país centroamericano. En los hospitales un día hay mascarillas, pero no hay trajes y al siguiente faltan las botas. Hay insuficientes insumos de protección personal y los médicos se han cansado de denunciarlo.
Las protestas de los profesionales no son en vano, desde el inicio de la pandemia a mediados de marzo hasta finales de junio la Secretaría de Salud confirmó que unos 1200 miembros del personal de salud se habían contagiado. Mientras el Colegio Médico de Honduras sostuvo que desde el comienzo de la pandemia a la fecha han perdido la vida 18 médicos, a causa del COVID-19.
Suyapa Sosa, jefa del servicio de neumonía del Instituto Cardiopulmonar u Hospital del Tórax en Tegucigalpa, tiene una definición clara para toda esta situación: «Es como una violación a los derechos humanos de toda la gente. Esto es una burla, los médicos nos sentimos menospreciados, después de que de alguna manera, somos los que estamos defendiendo a la población. No hay palabras. No sabemos dónde está toda esa cantidad de dinero que fue aprobada para la pandemia».
El 40 % del personal de Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital del Tórax están con incapacidad porque enfermaron de COVID-19, esto ha tenido como consecuencia que se disminuyan los cupos porque no hay personal. «Hay montón de deficiencias en las medidas de bioseguridad en esas áreas y así están todas las salas. Aquí no es que seamos cobardes, es que tampoco queremos ser héroes o mártires, pero tenemos una responsabilidad como personas y médicos», explica Sosa.
Médicos con bolsas como botas atienden a familiares de pacientes en el Hospital Leonardo Martínez en San Pedro Sula.
El país con más presupuesto de la región para enfrentar la COVID-19
Cuando aún en Honduras no se había diagnosticado ningún caso de COVID-19, el 18 de febrero, con la aprobación de 100 millones de lempiras el Congreso Nacional comenzó a preparar el «muro de contención» contra la pandemia. La hemorragia de decretos que llevaban a la liberación de cientos de millones continuó cuando el Ejecutivo pidió al Legislativo la aprobación de 623 millones de lempiras en compras directas para la obtención de trajes de protección, hospitales móviles, respiradores mecánicos, remodelación de salas, camas, indumentaria, termómetros y contratación de personal médico.
Posteriormente, el 13 de marzo, el Poder Legislativo aprobó una partida de 12 400 millones de lempiras bajo el amparo de la Ley de Aceleración Económica y Protección Social Frente a los Efectos del Coronavirus. Además, el 17 del mismo mes, mediante Decreto Ejecutivo se ordenó a la Secretaría de Finanzas (Sefin), reorientar el 2 % del Presupuesto General de la República para atender la emergencia provocada por la pandemia. La cifra ronda los 3600 millones de lempiras.
La suma de millones no quedó ahí. Días después, el 1 de abril, la administración de Juan Orlando Hernández, fue autorizada por el Congreso Nacional para endeudarse hasta en 62 000 millones de lempiras para hacerle frente a la pandemia que ha tenido confinada a Honduras en los últimos 4 meses. Por esos días, organismos internacionales de crédito como el FMI, el Banco Mundial, el BID y el BCIE anunciaron la disponibilidad de 143 millones, 119 millones, 59,2 millones y 250 millones de dólares, respectivamente, como apoyo a Honduras para afrontar la crisis derivada de la COVID-19. Hay que decir que buena parte de estos fondos no están en las arcas del Estado de Honduras, sino que la Secretaría de Finanzas (Sefin) tiene la autorización para gestionar estos fondos ante la banca nacional y los organismos internacionales de crédito.
En su portal de transparencia, la Sefin anuncia que la Secretaría de Salud ha ejecutado en compra de equipo de protección personal, 48 millones de lempiras, y que en total ya gastó 527 millones en el combate a la pandemia. Desde el comienzo de la emergencia a mediados de marzo hasta el 29 de julio, se han ejecutado 4589 millones para atender la emergencia pero casi la mitad de ese presupuesto, unos 2100 millones de lempiras, ha sido ejecutado por Inversiones Estratégicas de Honduras, Invest-h, que destinó, según el detalle en el reporte de Sefin, 52 millones a la compra de equipo de protección personal. En cambio, para los hospitales móviles, que aún no prestan ningún servicio y cuya compra tiene todos los elementos de una estafa, se erogaron 1025 millones de lempiras.
Respecto a los países del istmo centroamericano, Honduras es el que cuenta con mayor presupuesto aprobado para combatir la pandemia. En el caso de sus vecinos El Salvador y Guatemala cuentan con 2000 millones de dólares disponibles para hacerle frente a la emergencia. Mientras que Costa Rica destinó el 1 % de su presupuesto.
Un médico permanece en espera del carro fúnebre en la entrada principal del Instituto Nacional Cardiopulmonar, mejor conocido como Hospital del Tórax. Tegucigalpa, 14 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
A pesar del presupuesto, los hospitales sobreviven con donaciones
En la red social Facebook hay una página de la Fundación Hospital Leonardo Martínez, donde se publica una gran cantidad de donaciones que ha recibido dicho hospital, el principal centro de atención para enfermos de COVID-19 en la costa norte. Batas, mascarillas, guantes, gorros, guías para suero, colchas, edredones, equipo médico, microondas, entre otros, son algunos de las donaciones recibidas en el centro asistencial.
Incluso, en esa página se encuentra el anuncio de una campaña llamada Yo me uno, en la que se invita a la población a aportar «un granito de arena» en una institución bancaria del país. La Fundación sostiene que los fondos irán a las cuentas del Leonardo Martínez.
Igual sucede en el otro hospital de San Pedro Sula, el Mario Catarino Rivas, cuya fundación de apoyo ha publicado una gran cantidad de donaciones de gel antibacterial, alcohol, pediluvios e insumos de protección personal. Una de las publicaciones agradece la donación de 1000 trajes quirúrgicos. En la misma cuenta esta fundación hace un llamado a los hondureños: «Apelamos al corazón de todas las personas que reciban este mensaje, ya sea mucho o poco lo que puedan donar. Estos fondos serán destinados a la segunda sala COVID del hospital».
También hay centros asistenciales como el Hospital del Tórax y el Hospital del Sur donde los médicos han iniciado campañas para recaudar fondos y poder comprar equipo de protección personal pues el que ha sido proporcionado por el gobierno simplemente no alcanza, aunque desde los entes oficiales digan los contrario.
En El Progreso, ante un escenario desolador, varias organizaciones de la ciudad impulsaron una campaña para recolectar donaciones en beneficio del hospital local. Organizaciones como Rotarac, Club Rotario, Club de Leones, Grupo de amigos del Hospital de El Progreso (Gadhepro) y grupo de Amigos de El Progreso (GAP) realizaron durante la semana una campaña para realizar contribuciones para suplir las necesidades existentes.
Incluso en su portal web, la Secretaría de Salud, registra numerosas y cuantiosas donaciones. Por ejemplo la de un banco hondureño que brindó equipo de protección personal a seis hospitales de Tegucigalpa: Hospital del Tórax, San Felipe, Hospital Escuela Universitario, Hospital María, Hospital Militar y el IHSS. El gobierno recibió millonarias donaciones de Global Links (organización que proporciona suministros médicos a países necesitados de todo el mundo) y World Vision, (dedicada al trabajo con niños). Entre ambas organizaciones entregaron 6,3 millones de lempiras para comprar equipo de protección de personal.
Suyapa Sosa del Hospital del Tórax aseguró a Contracorriente, que desde que el personal se enteró que sería el centro de referencia para COVID-19, la asociación de médicos del hospital comenzó a tomar medidas porque sabía que ser el centro de referencia en Tegucigalpa sería muy caro.
En el hospital han intentado captar fondos con algunas acciones en el ámbito local y también han iniciado una campaña para recaudar fondos en la plataforma GoFundMe que se denomina Todos Somos Tórax, misma que hasta el momento tiene unos 200 donantes y ya suma más de 16 000 dólares. La meta de recaudación es de 30 000 dólares.
Para darle transparencia a todos los fondos que han recibido, los médicos han solicitado la veeduría del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA). Quieren respaldar el «gasto de cada centavo» porque han tenido gran apoyo de la gente en esta pandemia. «Haremos un informe con una lista de toda la gente que ha donado para la integridad que la Asociación de Médicos del Tórax quede intachable», afirmó Sosa, quien asegura que con los diversos apoyos que ha recibido el hospital se ha estado comprando insumos médicos, equipos de protección de personal y otros suministros. «Queremos seguir comprando mayor equipo de protección personal porque se necesita una infinidad de cosas que sabemos no vamos a tener una respuesta a corto plazo por la apatía o lentitud de la gente que maneja los presupuestos», añadió.
Una joven observa mientras el carro fúnebre sale con el cuerpo de su familiar fallecido por Covi19 en el Instituto Nacional Cardiopulmonar (Hospital del Tórax). Tegucigalpa, 14 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Sosa, reconoció que el gobierno ha enviado algunas cosas, pero que en ese centro las donaciones han sido un alivio y que otra salida es que los médicos han comprado su equipo de forma personal. «Mire, para ponerle un ejemplo, el gobierno nos viene y nos da 30 kits, esos se van en un turno de una sala. Nosotros ocupamos más de 500 equipos de protección al día. Es insuficiente lo que se nos da. Yo hoy entré sin botas. Así nos toca, hay días que se encuentran botas, otro día no, entonces nos ponemos bolsas mientras vienen los equipos y eso es todos los días. Se compraron cosas que no sabemos cómo se compraron. Enviaron equipos que no funcionan (ventiladores mecánicos), que están en la bodega y que lamentablemente no serán útiles para la emergencia», explicó.
Según el portal de transparencia. Invest-h, ha adquirido durante la pandemia 450 ventiladores mecánicos con un valor de 342 281 956.50 lempiras. Por otro lado, las denuncias de ausencia de equipo médico y equipos de protección de personal han sido constantes, pues al comienzo de la emergencia la doctora Suyapa Figueroa, presidenta del Colegio Médico de Honduras (CMH), reclamó por la ausencia de estos suministros en los centros hospitalarios: «el personal de la salud, que es quien está en riesgo inminente al contagio, y está desprotegido. Nosotros estamos comprando las mascarillas y los insumos con nuestro propio dinero», denunció.
En esa ocasión, Figueroa afirmó que las mascarillas N-95 y los trajes especiales para prevenir la pandemia no llegaban a los médicos y trabajadores de la salud, en cambio sí les llegaba a bomberos, militares, policías y hasta a los elementos de la Dirección de Investigación Policial (DPI).
El 13 de abril, en una protesta pacífica, el presidente de la Asociación de Médicos del Instituto Hondureños de Seguridad Social, Carlos Umaña, reclamaba: «queremos que Sinager (Sistema Nacional de Gestión de Riesgos) nos proporcione todo el equipo que se necesita a diario, sabemos que lo tienen, por lo que hoy estamos en representación de enfermeras y médicos en el país».
Por otro lado, un galeno que labora en el Mario Catarino Rivas y que prefirió mantener el anonimato, declaró que las autoridades de los centros de atención no están autorizados para hacer denuncias acerca de la precariedad y escasez. Pero es innegable que hay un problema, afirmó que a los médicos se les brinda una mascarilla N95 para 5 días, que para el uso médico es excesivo.
Una de las profesionales de enfermería que labora en el hospital móvil de Villanueva, que sirve como centro de triaje de este municipio, manifestó desde el anonimato que en todos los centros de atención es igual. Hay carencias, el día que hablamos en ese lugar no se estaban haciendo exámenes de hisopado (PCR). Es la realidad, miles de millones aprobados en presupuesto para el combate a la pandemia versus interminables carencias.
Pacientes solicitando los resultados de la prueba de la Covid-19 en el hospital móvil de Villanueva, Cortés. 9 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes
No en pocas ocasiones se ha escuchado decir a funcionarios del gobierno de Juan Orlando Hernández que la alta demanda de productos de bioseguridad a nivel mundial ha provocado el desabasto de estos suministros en el hospital. Sin embargo, el empresario José Nolasco, asegura que Honduras es uno de los principales importadores de productos de bioseguridad.
El empresario sostiene que cuando se trata de trajes de bioseguridad, botas, guantes, mascarillas, entre otras, la llegada al país depende de cuánto quiera pagar el comprador: «si usted paga aéreo le viene aproximadamente en 15 días, por barco son 28 días después de que usted coloca la orden», dice con seguridad. Agrega, que estos tiempos se cumplen pese a que Honduras «la han castigado» en envíos desde China dejando sus pedidos prácticamente de último, pero aún así los productos no deberían tardar más de un mes para estar en el país: «todos estos productos, están hechos, nada está por hacer, si las cosas estuvieran por hacer se tardaría unos 60 días, pero todo está hecho», sostiene.
Incluso explicó que hay otras opciones pues, «desde Vietnam, un pedido se va a recibir en 8 días porque allá no “castigan” a Honduras». Por las razones que menciona, el empresario piensa que no hay motivo para esgrimir el atraso en pedidos. «Esta pandemia ha sido manejada por gente inescrupulosa que solo se ha dedicado a ver su bolsa, en todo lo que hacen van viendo que sacan y se han olvidado del fin primordial del estado que es la persona», señaló el empresario.
Nolasco también afirmó que todos estos productos en los puertos de entrada al país pasan muy poco tiempo «porque no paga impuestos, no se tardan en las aduanas».
Lo cierto es que después de 4 meses de pandemia, los médicos continúan denunciando que no hay equipos de bioseguridad. Las donaciones se convierten en un alivio en lo que parece ser una lucha desigual contra un enemigo invisible, que se vuelve más fuerte ante las acciones de un gobierno falto de transparencia e ineficaz.
El Salvador, Guatemala y Honduras suman más de 13 mil muertes violentas de mujeres en los últimos ocho años. Aunque muchas de estas cumplen las características de las leyes para ser consideradas como femicidios, no se contabilizan como tales. Tampoco todas llegan a recibir justicia. En este primer episodio de Estación del silencio, un especial sobre violencias contra mujeres en Mesoamérica, hablamos de femicidio e impunidad en el norte de Centroamérica.
A las mujeres las matan. En muchos casos, las matan en medio de un sistema de relaciones desiguales de poder, con ensañamiento, con violencia, con brutalidad. Las matan hombres, casi siempre. Y muchos casos quedan en la impunidad.
El Salvador, Guatemala y Honduras son los tres países más peligrosos para ser mujer en Centroamérica.
Estación del silencio (EDS) es un espacio imaginado por Agencia Ocote desde el nacimiento del medio en 2019, que busca exponer y promover la reflexión sobre las diversas formas de violencias que sufren las mujeres en la región mesoamericana. En EDS se busca exponer la realidad, debatir sobre las estructuras que permiten que se callen esas formas de violencia, pero también hallar las grietas por donde puedan asomarse los cambios.
EDS es una plataforma transnacional en la que medios y periodistas de la región, en alianza, investigan para dar una panorámica amplia sobre la situación de las mujeres en estos territorios. Este primer episodio de EDS reúne a El Faro, de El Salvador; a ContraCorriente, de Honduras; y a Agencia Ocote de Guatemala; y está patrocinado por Foundation for a Just Society (FJS). Durante seis meses, las periodistas investigaron expedientes judiciales, cifras y estadísticas y escucharon las narraciones sobre mujeres que fueron brutalmente asesinadas o que lograron salvar su vida.
Además, el artista guatemalteco Alberto Rodríguez Collía hace una reflexión gráfica sobre las historias que le compartieron las periodistas a cargo de las investigaciones en cada país. Rodríguez no ilustra, interpela.
Las muertes violentas de mujeres son muchas, pero no todas son catalogadas como femicidios, algunas por no tener las características y otras por omisión institucional, y la mayoría permanecen en la impunidad.
La violencia generalizada se suma a las desigualdades que atraviesan toda la región, al poco acceso a la educación, la falta de trabajo, las diferencias salariales, el racismo y la escasa representación política.
La ley, la impunidad
Cada país recoge una serie de circunstancias por las que una muerte violenta se considera femicidio. Y aunque en los tres hay coincidencias (que víctima y victimario mantengan o hayan mantenido en el pasado algún tipo de relación, que haya existido algún tipo de violencia previa o que la muerte se haya llevado a cabo con ensañamiento), la legislación en cada país exige más o menos pruebas para distinguir un femicidio de otro delito.
En dos de los países del norte de Centroamérica existen leyes específicas establecidas para tipificar los femicidios. Guatemala fue el primer país en crearla. En 2008, se aprobó la Ley contra el Femicidio y otras formas de violencia contra la mujer, que establece penas de entre 25 y 50 años.
En 2012, en El Salvador entró en vigor la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia. Esta norma tipificó por primera vez el feminicidio y diferentes modalidades de violencia de género. Para el sistema de justicia salvadoreño es necesario que se pruebe que el delito ocurrió con “motivos de odio o menosprecio” o que la víctima fue atacada “por su condición de mujer” para lograr una condena. Para el feminicidio las sanciones van de 20 a 50 años de prisión.
Honduras, a pesar de que no tiene una ley específica que aborde de manera integral la violencia de género, incluyó el tipo penal de femicidio en su Código Penal en 2013. Se estipularon unas sanciones de entre 30 y 40 años, aunque la reforma del Código Penal de 2018 —que se esperaba que entrara en vigor en junio de este año— redujo estas a entre 20 y 30 años.
Existen leyes. Existen características específicas. Y, aun así, las muertes violentas de mujeres que se dan en estas condiciones no siempre son perseguidas penalmente bajo el delito de femicidio.
Fiscales, abogados y juezas aseguran en El Salvador, Guatemala y Honduras que los hechos suelen terminar con una calificación preliminar o con una sentencia condenatoria o absolutoria por delitos como homicidio, asesinato o parricidio, aunque tengan las características de femicidio. Sin que quede evidencia en el sistema judicial y en la narrativa social de que esas mujeres murieron por el hecho de ser mujeres.
En los tres países no se registran con rigurosidad los crímenes contra mujeres cometidos dentro de un sistema con unas condiciones desiguales de poder. Si un femicidio se juzga como tal, no sólo se reconoce a víctimas y sobrevivientes, también se contribuye a que una sociedad no omita que este fenómeno y estos crímenes suceden.
“Reconocer lo que le pasó a la víctima es importante para que la sociedad no lo obvie… Es una medida ejemplarizante para otras mujeres y para la sociedad entera”, afirma la investigadora social y directora de la Asociación La Alianza en Guatemala.
El silencio
Con los datos en la mano, sabemos que en Guatemala, según información del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), de 2012 a 2019 se realizaron 5,932 necropsias de mujeres víctimas de un hecho criminal. En este mismo período de tiempo, el Ministerio Público (MP) registra 16,443 casos abiertos por varios delitos en los que la víctima fue una mujer: homicidios, asesinatos, parricidios, ejecuciones extrajudiciales y femicidios.
Desde que se tipificó el delito de femicidio en 2008, el 13.4% de los casos de muertes violentas de mujeres fueron inscritos como femicidios en el MP. En estos 12 años, la suma es de 3,314 casos de femicidios y 24,650 casos de muertes violentas de mujeres en la Fiscalía.
En Honduras, el Ministerio Público registra 3,483 denuncias por muertes violentas de mujeres entre abril de 2013 —mes en el que entró en vigor el delito de femicidio— y julio 2019. De estas, 30 fueron registradas como femicidios. En este tiempo, en el Poder Judicial se ingresaron 104 casos por el delito de femicidio, que representan el 2.98% de las denuncias
En El Salvador se reportan 3,015 muertes violentas de mujeres entre 2012 y 2019. En la Fiscalía General de la República, se presentaron 809 requerimientos por feminicidio e intento de feminicidio, pero 404 de esos 3 mil casos se admitieron con tipificación de feminicidio en audiencia preliminar: el 13.4%.
En los tres países se registran 13,374 muertes violentas de mujeres entre 2012 y 2019. En El Salvador, 3,015; 5,932 en Guatemala y 4,427 en Honduras. Hasta ahora, es imposible determinar cuántos de todos estos hechos debieron ser investigados y recibir justicia como femicidio porque el acceso a los expedientes judiciales es tortuoso y está blindado para el análisis y la investigación.En el caso de El Salvador, los expedientes de casos de violencia contra la mujer suelen tener reserva total para cuidar la dignidad y privacidad de las víctimas.
Estas denuncias y casos abiertos deben pasar por un proceso penal y recibir una sentencia condenatoria o absolutoria. Pero este proceso no siempre es rápido ni siempre termina en una sentencia.
El Salvador registra 259 condenas emitidas por feminicidio (incluyendo simple y agravado) y 63 por intento de feminicidio, de acuerdo con la Fiscalía General de la República. En porcentajes, hablamos de que el 8.5% de muertes violentas de mujeres recibe una sentencia por femicidio.
En la Corte Suprema de Justicia de Honduras ingresaron 104 casos por femicidio desde 2014 hasta 2019. De estos, 23 han terminado en una sentencia que en 15 casos (el 14.4% del total) fue condenatoria
En Guatemala el porcentaje es algo mayor. Por los 3,314 casos de femicidio registrados en el Ministerio Público desde 2008, se emitieron 711 sentencias, 572 condenatorias, según la Fiscalía. Las condenas representarían el 17.3 % de los casos.
Esta investigación transnacional partió con la idea de analizar las sentencias de muertes violentas de mujeres para examinar los patrones de los victimarios y verificar los criterios de los jueces a la hora de tipificar uno u otro delito.
Sin embargo, esto sólo se logró parcialmente en El Salvador. El equipo de El Faro analizó las únicas sentencias disponibles al público en la Corte Suprema de Justicia, de 82 víctimas de feminicidio y feminicidio tentado desde 2012. A pesar de que existen más sentencias y casos, el Órgano Judicial dice ser incapaz de dar cifras totales y procesadas porque algunos tribunales no tienen un sistema de seguimiento de expedientes penales.
En Guatemala, el Organismo Judicial (OJ) asegura, a través de la Unidad de Información Pública, que las sentencias unificadas se encuentran en el Archivo de Tribunales, donde clasifican todos los fallos que ya están en firme. Sin embargo, para obtener los documentos, debe de darse el número de expediente, el año de la sentencia y el juzgado o tribunal que la emitió, información que no entrega el mismo OJ.
En Honduras, a pesar de que se solicitó por acceso a la información pública, el Poder Judicial no entregó información pormenorizada por casos.
Lo sistémico del problema
En esta investigación narramos las historias de tres mujeres: Karla Paola, en Guatemala; Yoly, en El Salvador; y Heidy, en Honduras. Catorce, 42 y 39 años.
Dos femicidios y una tentativa. Dos condenas y un caso abierto, a la espera de sentencia.
Las historias de estas tres mujeres ilustran las dificultades para que un caso se tipifique como femicidio; la complejidad para que se logre una condena, después de años de espera y de temor; las denuncias desatendidas.
También muestran los comportamientos violentos arraigados y el desprecio a las mujeres en el norte de Centroamérica. En palabras de Elsy Morales, jueza de instrucción y titular del Juzgado Especializado de la Mujer en San Miguel, El Salvador, “el hombre sigue considerando a la mujer como una cosa, como un objeto, y sigue queriendo disponer de su cuerpo”.
Y la desconfianza y el temor de las mujeres a denunciar la violencia de sus parejas, ante un sistema que no les da respuesta y que deja la puerta abierta a que la violencia física y psicológica termine en femicidio.
El enfoque de género es el gran ausente en los tres países. Expertas en violencia contra las mujeres en El Salvador, Guatemala y Honduras explican que no todos los fiscales y jueces están preparados para investigar y juzgar casos de femicidio. Dicen que no están familiarizados con este enfoque y que en las investigaciones y decisiones judiciales se cruza un sesgo machista.
“Prevalecen pensamientos machistas y de opresión a las mujeres, incluso en los mismos operadores de justicia”, dice Gilda Rivera, directora y fundadora del Centro de Derechos de Mujeres, en Honduras.
En los tres países hace falta personal e instituciones especializadas. En El Salvador, la Fiscalía General de la República tiene seis unidades especializadas, en Honduras hay dos y en Guatemala hay una Fiscalía contra el delito de Femicidio, pero sólo tiene cobertura en dos municipios.
Personal designado en las fiscalías especializadas hay 46 en El Salvador, 20 en Honduras y en Guatemala, 43 (contando fiscales, agentes y auxiliares). Pero, además de femicidios en el caso de El Salvador y Honduras deben investigar otros hechos de violencia contra las mujeres.
Aunque, según las estadísticas oficiales El Salvador y Guatemala tienen una tendencia a la baja de casos de femicidios, los tres países aún coronan las cifras más dramáticas de la región.
El norte de Centroamérica sigue siendo hoy un lugar en el mapa resaltado con tinta roja, donde las mujeres viven en una estación de silencio, de violencia, de impunidad.
*“Estación del silencio” es un proyecto transnacional coordinado por Agencia Ocote que investiga y reflexiona sobre las violencias contra las mujeres en Mesoamérica. Este texto es parte de la primera entrega sobre femicidios, en las que participan: Agencia Ocote (Guatemala), elFaro (El Salvador)y ContraCorriente (Honduras).
En Honduras, en las últimas 24 horas, 2 personas con sospechas de COVID-19 murieron en camino a diferentes centros de triaje, y un joven falleció afuera de un hospital. Los centros de atención sanitaria del país están colapsados y apenas han llegado 2 de los 7 hospitales móviles que compró Inversión Estratégica de Honduras (Invest-h), supuestamente para descongestionar el sistema de salud. Mientras tanto, el Ministerio Público (MP) abrió de oficio 11 líneas de investigación sobre esta y otras compras realizadas durante la pandemia. Esta investigación incluye a la Secretaría de Salud, la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), las donaciones al programa «Honduras Solidaria» y una donación de Corea en el Hospital de Atlántida. El presupuesto ejecutado para la atención a la emergencia asciende a 183 millones de dólares hasta el momento.
El colapso de los hospitales se denunció desde hace varias semanas. En Tegucigalpa, cada día es más común ver largas filas de personas que esperan recibir atención en centros hospitalarios, o en las farmacias y establecimientos donde venden los tanques de oxígeno. Esta realidad choca con las declaraciones de autoridades como el viceministro de Salud, Roberto Cosenza, y el comisionado especial para la atención de la pandemia, Lisandro Rosales, quienes han insistido en que el sistema sanitario no está colapsado aún. Las decisiones de los encargados de la emergencia nacional: Invest-h, Copeco y la Secretaría de Salud bajo el mando del presidente Juan Orlando Hernández, siguen teniendo consecuencias, una de las más caras para el Estado fue la compra de siete hospitales móviles que prometieron estarían en el país para junio.
Invest-h compró 7 hospitales móviles por un monto de 1200 millones de lempiras (48 millones de dólares) a Elmed Médical, una empresa que hace un par de semanas fue denunciada por la empresa SDI Global LLC por presunto fraude por parte de Alex López, representante de Elmed Medical, quien pidió una cotización y luego plagió la propuesta, fotografías, especificaciones e incluso su código de registro para operaciones internacionales. En Honduras, Marco Bográn, exdirector de Invest-h, es investigado por el MP por la supuesta comisión[V1] de los delitos de fraude, malversación de caudales públicos, abuso de autoridad y violación de los deberes de los funcionarios.
Pero Bográn no es el único cuestionado, el MP abrió de oficio once líneas de investigación sobre compras realizadas durante la pandemia que incluye a la Secretaría de Salud, la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), las donaciones al programa Honduras Solidaria y donación de Corea en el Hospital de Atlántida. Hasta el momento los gastos durante la pandemia ascienden a 4589 millones de lempiras (183 millones de dólares) de acuerdo con el portal de transparencia de la Secretaría de Finanzas.
Jorge Galindo, vocero de la Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC) adscrita al MP, señaló que esta semana la ministra de Salud, Alba Consuelo Flores, dará declaraciones y «se seguirán las investigaciones, no se descarta más decomiso de documentos de acuerdo con lo que se vaya dando en las declaraciones o en la misma investigación».
Una persona transporta un tanque de oxígeno en el baúl de su carro en las afueras del Hospital de Tórax. Tegucigalpa, 14 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Las compras de los hospitales móviles representan el 26 % del presupuesto total ejecutado durante la pandemia, en contraste con el 2 % que se invirtió en medicamentos, el 1.6 % en recurso humano y menos del 1 % que se invirtió en mejorar la infraestructura hospitalaria ya existente, como fue el caso del Instituto Nacional Cardiopulmonar (Hospital del Tórax) y los centros de aislamiento temporal que reciben migrantes deportados.
La solución inmediata a la falta de capacidad hospitalaria ha sido el funcionamiento de centros de triaje en San Pedro Sula, en las instalaciones del Colegio de Ingenieros Civiles y Expocentro, además de los triajes móviles; mientras que en Tegucigalpa se encuentra uno en las instalaciones del Instituto Nacional de Formación Profesional (Infop), en la Colonia Mayangle, en la Universidad Católica de Honduras y este fin de semana comenzó a funcionar otro en el Centro Cívico Gubernamental. Sin embargo, ninguno de estos centros tiene capacidad para atender a pacientes graves y solo puede remitirlos cuando un hospital tenga un cupo para hospitalización.
En los hospitales, los médicos siguen denunciando la falta de insumo médico y ante esta situación en el Instituto Cardiopulmonar, hace dos semanas se comenzó a recaudar fondos para la compra de equipo de protección personal, en este hospital se consume diariamente 500 trajes de bioseguridad. De igual forma, semanas atrás un grupo de médicos del Hospital Escuela Universitario (HEU) realizó una colecta para comprar una carpa con el fin de realizar el triaje a pacientes con sospechas de COVID-19.
Además, el HEU realizó la compra de un tanque estacionario de oxígeno para aumentar la capacidad «lo que permitirá al centro asistencial tener alrededor de diez días continuos de suministro hasta el siguiente recambio», dijo Manuel Gamero, director de logística e infraestructura del HEU. La compra se hizo con fondos del HEU y no forma parte del presupuesto nacional designado para la pandemia.
En la carpa de triaje del portón número uno del Hospital Escuela Universitario, una enfermera toma la temperatura al personal que ingresa a trabajar en el «Turno A». Tegucigalpa, 14 de mayo de 2020. Foto: Martín Cálix.
Situación de los hospitales móviles y la investigación
El vocero de la ATIC le dijo a Contracorriente, que de las inspecciones que se hicieron en los predios donde se van a instalar los hospitales móviles «ingenieros civiles del MP constataron que no están dotados de: energía eléctrica, tuberías, aguas residuales, agua potable incluso los accesos no están listos para cuando lleguen los contenedores, entre otras anomalías que se lograron detectar luego de la inspección».
Uno de los hospitales se ubicará en las cercanías del Patronato Nacional de la Infancia (PANI), en Tegucigalpa, mientras que el otro se plantea quedar a un lado del Hospital Mario Catarino Rivas, en San Pedro Sula.
Desde junio Invest-h, señalaba que los terrenos estarían listos en julio y que solamente hacían falta ciertas instalaciones, entre ellas las de agua y energía eléctrica, hasta el momento estas obras no parecen haber avanzado. A esto se le suma que hasta que los contenedores sean inspeccionados y posteriormente se movilicen a donde se instalarán, la población aún tendrá que esperar quince días de instalación para que comiencen a funcionar.
Para la adecuación de los terrenos en Tegucigalpa y San Pedro Sula, Invest-h, contrató en San Pedro Sula a Servicios de Mantenimiento y Construcción S.A. de C.V. (Sermaco), por un monto de 10 millones de lempiras (400 000 dólares) y para la supervisión a Gabinete Técnico (Gatesa) por 1 300 000 lempiras (52 000 dólares). Mientras tanto, en Tegucigalpa se contrató a Maquinaria y Proyectos por 10 millones de lempiras y a Consultores Asociados de Honduras (Conash), para la supervisión por 1 400 000 lempiras (56 000 dólares).
A pesar de que ya se contrató a estas empresas para que se encarguen de la instalación, las Fuerzas Armadas de Honduras apoyarán con la seguridad en el traslado y durante la instalación de los hospitales, además dos tenientes fueron asignados para administrarlos.
«La decisión de los hospitales móviles fue discutida ampliamente con varios miembros del gabinete, incluyendo a la junta interventora del IHSS, donde evaluamos esta solución integral junto al presidente de la república» recordó Bográn, cuando aún era director de Invest-h, durante una reunión que le pidió el Congreso Nacional para que rindiera un informe sobre la gestión, administración y ejecución de los fondos durante la emergencia.
Los hospitales se pagaron completamente desde abril y no se determinó alguna penalidad por la demora, a su vez no existió una solicitud de garantía de cumplimiento y de anticipo para respaldo y control, como señala una auditoría de la Asociación por una Sociedad más Justa (ASJ).
«Esto es sumamente importante por el alto impacto que puede derivarse si el proveedor incumple con su entrega, en un contexto en que el tiempo es vital (…), Invest-h se adhirió a las condiciones establecidas por el proveedor, asumiendo todos los riesgos de la compra», añade el documento.
Los hospitales deben contener 91 camas: 10 de unidad de cuidados intensivos (UCI), 76 de unidad de alta dependencia, 2 para triaje y 3 para emergencia. Además de tuberías hidrosanitarias, 1 planta potabilizadora, sistema de esterilización, de radio protección y de trituración de desechos, unidad de rayos X y de ultrasonido, equipos de bioquímica y hematología.
Además, Invest-h señala que los hospitales son de infraestructura sólida y de estándar internacional, por lo que tiene que tener acabados de grado hospitalario con piso de vinil, techo con cielo falso de aluminio, puertas, ventanas, señalización hospitalaria, manga de conexión entre contenedores, paredes prefabricadas divisoras, rampa metálica y mampara para bloque de baños.
Mientras tanto, la información sobre los otros hospitales móviles es escasa. El portavoz del MP manifestó que en declaraciones que realizó Bográn la semana pasada como parte de las investigaciones «cuando se le consultó sobre la llegada de los otros 5 centros hospitalarios, él simplemente manifestó que no sabía cuándo llegarían a Honduras».
Sin embargo, la directora de Invest-h, Evelyn Bautista, anunció en la página oficial de la institución que recibió un correo del proveedor con los tiempos de entrega de los otros 5 hospitales, «El proveedor nos ha comentado que estos hospitales van a estar completados dentro de 3 a 4 semanas». Bautista añade que el traslado lo harán en 2 embarcaciones, una con 3 hospitales y otros 2 en la semana siguiente.
Pero por el momento nadie parece seguro de que realmente vendrán los hospitales, el propio ministro de la presidencia, Ebal Díaz, dijo durante una cadena nacional: «esperamos que los 5 hospitales restantes sean una realidad, pero si se identifican que hay problemas el Estado procederá de manera legal a recuperar el dinero».
Dentro de la carpa de triaje del Hospital María, una enfermera limpia la careta de plástico que forma parte de su equipo de trabajo. Tegucigalpa, 14 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un Ministerio Público limitado
Más temprano, el día que el MP allanó la casa de Marco Bográn, un vehículo llegó para trasladar varias cajas con documentación a la vivienda de su madre, días después el MP también allanó esa casa donde encontraron en una bodega las cajas con documentación relacionada con el caso. Bográn brindó su declaración la semana pasada y posteriormente se tomó la declaración de 2 funcionarios más.
Los 2 hospitales móviles llegaron a la zona norte el viernes pasado, el MP esperaba el desembarque para inspeccionar los contenedores, pero la Administración Aduanera les solicitó los documentos originales de factura comercial, conocimiento de embarque, permisos no arancelarios y documento de exoneración de la franquicia conocido como dispensa «cualquier otro proceso aduanero no está amparado en el marco jurídico que corresponde a la administración Aduanera de Honduras y en caso de proceder a la intervención de la mercancía contenida en el manifiesto de carga sin el debido proceso, no seremos responsables de cualquier daño o precinto fiscal», mencionaban en una carta.
Invest-H le entregó a la Administración Aduanera de Honduras una copia digital de las facturas originales que debían llegar este miércoles, en ellas encontraron incongruencias por lo que Invest-H tuvo que pedirle a Elmed Medical que corrigiera los documentos y los enviara nuevamente, ahora se espera que lleguen a Tegucigalpa este viernes.
“Cabe aclarar que la equivocación en los correlativos en la facturación no es responsabilidad de INVEST-Honduras sino del proveedor de los hospitales de aislamiento móviles” señaló Invest-H durante un comunicado en el que también presentaba una fotografía de las facturas originales corregidas.
En su cuenta de Twitter, el fiscal general adjunto, Daniel Arturo Sibrián, exigió a las autoridades de Invest-h remitir la documentación necesaria para poder inspeccionar los contenedores y que de no cumplir, el MP procederá legalmente por obstaculización de la ley, abuso de autoridad, encubrimiento y desobediencia.
A los responsables de INVESTH (quienes aún no remiten los docs. necesarios para nuestra inspección), les instamos, para q’ procedan a cumplir de inmediato su deber con la justicia, evitando más retrasos a nuestra labor. Caso contrario, el MP procederá de oficio y conforme a Ley. pic.twitter.com/KXCtjLL0D4
— Daniel Arturo Sibrián Bueso (@dsbhn1) July 12, 2020
«El MP ha determinado que estos contenedores no van a salir de la portuaria hasta no ser inspeccionados», agregó Yuri Mora, portavoz del MP.
Después de los procesos judiciales que enfrentaron los diputados con los casos presentados por la Misión de Apoyo Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (Maccih), el Congreso Nacional aprobó el año pasado varias leyes que disminuyen y limitan las capacidades investigativas del MP.
Una de ellas se realizó en noviembre, mediante la Ley Especial para la Gestión, Asignación, Ejecución, Liquidación y Rendición de Cuentas de Fondos Públicos en donde se imposibilita la acción penal del MP en delitos relacionados con el uso y aprovechamiento indebido de recursos públicos como la malversación de caudales públicos y otros vinculados con la corrupción de los funcionarios, porque se establece que antes de una investigación debe existir un informe del Tribunal Superior de Cuentas (TSC).
Esta situación no permite que el MP pueda emitir requerimientos fiscales en casos como las compras durante la pandemia, pero aseguran que decidieron adelantar las investigaciones para proceder una vez que el TSC entregue las auditorías correspondientes a cada caso.
El MP aún espera que la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) resuelva un recurso de inconstitucionalidad que desde octubre del 2019 se presentó por la Fiscalía para la Defensa de la Constitución en contra de esta ley «por considerar, entre otros aspectos, que violenta preceptos constitucionales al exceder su alcance y temporalidad a la validez del decreto que la contiene, además de reemplazar la facultad que tiene el Poder Judicial de juzgar y le otorga esta facultad al TSC, frenando de esta manera atribuciones investigativas y avances en la lucha contra la corrupción».
Por su parte, el magistrado presidente del TSC, Juan Pineda, a través de su cuenta de Twitter dijo que el MP «tiene potestad constitucional de requerir penalmente. Cualquier ley contraria puede alegarse inconstitucional vía excepción y proseguir con el proceso. Lo anterior no precisa informe del TSC excepto por presunción de enriquecimiento ilícito».
A lo que el fiscal adjunto le respondió que si ese fuera el caso no se habría dado sobreseimiento provisional en el caso Red de Diputados presentado por la Maccih-Ufecic «porque el MP no contaba con el informe del TSC, y la inconstitucionalidad vía excepción no fue una opción jurídica a considerar por el juez natural en ese caso, solo sobreseyó».
El TSC acompañó los procesos de adquisiciones de Invest-h, según afirmó Bográn ante el Congreso Nacional. Sin embargo, el Consejo Nacional Anticorrupción le exigió a Pineda de abstenerse de la investigación contra Invest-h, ya que Pineda es suegro de la hermana de Marco Bográn, «un claro conflicto de intereses. Asimismo, exhorta dar trámite a los informes y denuncias presentadas en el marco de la pandemia» el TSC ha acompañado también las compras de Copeco y la Secretaría de Salud.
Ante esto, Pineda emitió un comunicado en el que señaló que se excusaría, en caso de ser necesario, para conocer las resoluciones en el caso de Invest-h, aunque a su criterio no hay conflicto de intereses «No es atribución de ninguno de los magistrados que integran el pleno del TSC participar en los procesos operativos de auditoría, esa facultad le compete a los auditores que conforman una comisión dirigida por un supervisor y un jefe de equipo», añadió.
A esta situación del MP se le suma que a finales de mayo el Congreso Nacional aprobó la interpretación de 3 artículos del Código Procesal Penal que limita la capacidad de confiscar documentos y emprender acciones para la lucha anticorrupción. Entre la reforma se pide que «las órdenes de secuestro de documentos u objetos relacionados en la investigación y persecución del delito, que sean importantes por su finalidad probatoria solo serán expeditas por un juez competente».
El MP tuvo que ser autorizado por jueces para poder realizar los secuestros de documentos en las 11 líneas de investigación de las compras durante la pandemia. Al momento de la aprobación de la ley señalaban que esta reforma es inconstitucional y que «este tipo de reformas tácitas contrario a ayudar a las investigaciones de hechos ilícitos, vienen a obstaculizar la lucha contra la corrupción en épocas en que las sociedades democráticas demandan más transparencia y el uso adecuado de los recursos públicos».
La corrupción en compras de Copeco y el hospital de Villanueva, Cortés
Antes de que se desatara la polémica sobre Invest-h, las compras realizadas por la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco), también fueron sumamente cuestionadas. Esto llevó a que Gabriel Rubí fuera destituido de su puesto como director y volvió al cargo que ocupaba antes, como diputado del Partido Nacional por el departamento de Yoro.
Primero, el Foro Social de la Deuda Externa (Fosdeh) denunció en redes sociales que Copeco había comprado televisores, cafeteras, dispensadores de agua y otros equipos con precios sobrevalorados, las autoridades del Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager) aseguraron que lo presentado en el portal solo eran precios de referencia y que aún no han comprado el producto. Esto produjo la suspensión del titular de la dirección administrativa de la institución, Cristian Elías Santelli, quien fue el encargado de aprobar la compra por 2,3 millones de lempiras a la empresa GNM Corporación, las facturas publicadas posteriormente pareciera tener rangos normales de precios, pero los detalles de contacto de la empresa no se pudieron corroborar.
Además de su cargo en Copeco, Cristian Santelli funge desde 2015 como representante legal de la organización no gubernamental de desarrollo, denominada Asociación Vivienda Benéfica Hondureña (Vibeh). Entre 2015 y 2019, esa organización recibió un aproximado de 19,6 millones de lempiras como parte de cinco convenios firmados con la Secretaría de Desarrollo e Inclusión Social para la construcción de techos, letrinas y pisos del programa Vida Mejor.
Copeco también realizó la compra de los primeros 160 respiradores mecánicos, que desde el inicio especialistas denunciaron que no son adecuados para atender a pacientes graves de COVID-19. Además, el Consejo Nacional Anticorrupción comprobó que el equipo llegó incompleto, faltando insumos como cables y sensores que facilitan el monitoreo de los pacientes y terminaron almacenados en las bodegas de los hospitales. Invest-h posteriormente efectuó la compra de los materiales que les hacía falta y aún se encuentran reparando para su funcionamiento.
Aunque Copeco ya no ejecuta más fondos para la pandemia, aún se siguen desenredando irregularidades en las compras que se realizaron antes. La semana pasada, Diario El Heraldo, reveló que se le compró a Miguel Flores (esposo de la comisionada presidenta del Instituto Hondureño de Transporte Terrestre (IHTT), Pyubany Williams), la suma de 4 millones de lempiras en gel antibacterial.
El diario señala que, aunque Flores no figura como socio o representante de la empresa Visa Inversiones —a la que se le compró el gel—, los cheques a los que tuvieron acceso se giraron a nombre de Flores. Esto a pesar de que la Ley de Contratación del Estado prohíbe que los funcionarios públicos y comisionados, su esposo, cónyuge o familiar en cuarto grado de consanguinidad pueda participar en negocios con el gobierno de Honduras.
Sobre esto, una fuente del MP aseguró a El Heraldo que también investigan esta irregularidad, y añadió que ya se tenía una denuncia por la mala calidad del gel comprado por Copeco. El contrato se realizó durante la gestión del excomisionado Gabriel Rubí.
Otra de las investigaciones que el MP realiza en Copeco es sobre el abandono y la falta de equipo en un hospital móvil ubicado en Villanueva, Cortés, y que funciona desde el 13 de mayo. A pesar de que en un inicio se pensó que esta unidad serviría para internar pacientes de COVID-19, se ha convertido en el único centro de triaje del municipio, que también atiende a pueblos aledaños como San Manuel, Pimienta y Potrerillos.
Según datos proporcionados por empleados del hospital móvil, la mayoría de los pacientes que llegan en busca de atención, provienen de las maquilas. 9 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.Los pacientes que buscan atención por síntomas de Covid, en el hospital móvil de Villanueva, deben esperar en una carpa. Villanueva, Cortés, 9 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.Algunos de los pacientes que llegan en busca de atención. Villanueva, Cortés, 9 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.
Este centro de atención ha estado rodeado de polémica desde el inicio, aunque fue instalado el 11 de abril, pasó más de un mes para comenzar a brindar atención. El MP, la semana pasada, secuestró documentos en las oficinas de Copeco en Tegucigalpa como parte de las investigaciones. Según un comunicado del MP, en mayo tomaron la declaración del exministro Gabriel Rubí y del alcalde de Villanueva, Walter Perdomo, entre otros funcionarios.
Mientras tanto, el centro funciona brindando consulta general esencialmente orientada a enfermos de COVID-19. El doctor Ezer Castellanos, quien dirige las operaciones en el hospital, apuntó que comenzaron atendiendo 5 o 6 pacientes al día, pero que en estos momentos las atenciones rondan entre 80 y 90 personas diarias. En promedio al día se toman unas 40 muestras para pruebas PCR.
Esa demanda de pacientes es atendida por 9 doctores, 3 microbiólogos, 6 enfermeras, 3 licenciadas en enfermería y colaboradores por parte de la alcaldía de Villanueva que atienden a los pacientes y definen si requieren de la entrega del kit de medicamentos MAIZ o deben ser enviados a una sala de estabilización en caso de que no requiera hospitalización permanente, y quienes necesitan ser internados son remitidos a los hospitales Mario Catarino Rivas y Leonardo Martínez, en San Pedro Sula.
Mientras el MP aún se enfrenta a las limitantes para la investigación de la posible corrupción durante la pandemia, los hospitales móviles que llegaron al país probablemente funcionarán hasta agosto, si es que se logra capacitar y contratar al personal de salud necesario. A esto se le suma que el futuro de los otros 5 hospitales móviles, destinados a departamentos con muy escasa atención en salud, aún es incierto.
Siente, piensa, decide y acciona a partir de internalizar nuevas prácticas como el autoerotismo, el disfrute de la dimensionalidad sexual en libertad, el placer, el arte, la palabra, el ocio y descanso, la sanación interior, la rebeldía, la alegría…
–Lorena Cabnal, feminista indígena maya q’eqchi.-
Texto: Lizbeth Guerero
Fotografía: Clarissa Donaire
El pasado 28 de junio se cumplieron once años del golpe de Estado del 2009. Las heridas de aquellos días insólitos se profundizaron en la última década. Pareciera que aquel sueño de nación libre se quedó estancado en una cárcel de máxima seguridad, una donde las huellas del pasado contrainsurgente se mezclan con las nuevas políticas represivas y extractivas del capitalismo neoliberal.
Al actual escenario de horror, se suma la llegada del punto más crítico de la pandemia por la COVID-19 y la guerra contra los cuerpos feminizados (cacería de brujas), que consolida una cofradía extensa de impunidad e indefensión en todo el país. No obstante, para no caer en el abismo, las mujeres nos seguimos acuerpando, soltando dolores, sanando de manera individual y colectiva. Seguimos reivindicando el cuidado como la primera militancia política.
Con esa deuda histórica, cargada de cientos de muertes y miles de violaciones sistemáticas de derechos humanos a toda persona «que se oponga al sistema heteropatriarcal y racista que sostiene este mundo de dueños», como dice Rita Segato, las revoltosas (de siempre y las agregadas) seguimos insistiendo.
La rabia acumulada es mucha. Cuando la ciudadanía salió con antorchas en manos (2015), y el Movimiento Estudiantil Universitario (2016), —con fuertes liderazgos de mujeres jóvenes—, en nuestro imaginario se sembraba la ilusión de un proyecto de nación, poniendo en alerta a los guionistas de la ficción estatal. Pero antes del último Fraude Electoral (2017) y las protestas de la Plataforma de Salud y Educación (2018), el fantasma de la represión ya recorría las calles y las casas de Honduras. Ahora la esperanza está en quienes se atreven a tejer comunidad a pesar de tener casi todas las fichas en contra.
«Feministear» la política, politizar la sanación
En este tiempo de pandemia, en el que las violencias contras las mujeres han estado aún más expuestas, el feminismo hondureño le ha dado a la política partidista sus merecidos reveses. La gota que sigue anunciando la tormenta es el grito de las locas, las escandalosas, las mujeres organizadas que se resuelven a salir juntas, a contar sus vivencias, a decirle al mundo que también existimos y que somos violentadas, no sólo por el sistema, sino también por los compañeros que luchan con nosotras contra ese sistema y que ya estamos cansadas de seguir cargando esas múltiples opresiones.
Romper el silencio —aunque con mucho miedo— buscar acompañamiento, recuperar la fuerza en los cuerpos, las cuerpas, las medicinas de las compañeras que han pasado por lo mismo o que sienten empatía con nuestras historias, las historias de todas y todos.
Claro que son pasos gigantes y escupitajos que le tiramos al monstruo de mil cabezas que nos oprime cuando decidimos sanar y sentipensarnos como feministas. Que el patriarca de un partido político con altos misóginos en sus filas, reconozca que la identidad del Partido Libertad y Refundación (LIBRE) es —o debería ser— «feminista y antipatriarcal», nos indica que nuestra cosecha se va asomando. Y ha costado el sudor, la sangre y las lágrimas de muchísimas. El feminismo es nuestra revolución, pero la sanación es nuestro acto de subversión.
Y claro que duele todo, agota la incertidumbre. Forzar los ojos miopes entre tanta oscuridad. La despolitización de la sociedad y la cacería de brujas nos hacen más complicado el camino, pero todavía quedan las conspiraciones, alianzas, narrativas sanadoras, cuidados comunitarios, ternuras radicales y voces inconformes de esos cuerpos femeninos —en su mayoría violentados— que se resisten a morir en la infamia. Ahí radica la esperanza, en Honduras y en todo el planeta, en la necedad de reivindicar la dignidad como forma de vida.
No es que nuestra nave territorial vaya en sentido contrario. Más bien, creo que se quedó estancada entre la vida y la muerte, pero somos —y hemos sido— las mujeres quienes estamos tratando de encontrar los caminos que nos lleven de regreso al futuro. Quizá sea el «llamado» o instinto natural de la Pachamama, para curarnos y salir de esta decadencia sistémica.
El periodista Sergio Bahr en su canal de podcast, Vivir en el Xibalbá, contaba hace unos días, que en el Siglo XVII, la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa mandó a asesinar mujeres acusadas de brujería. Otro dato histórico que nos muestra que la cacería de brujas, como sucede en todo el mundo y, como hemos denunciado siempre, aún no ha terminado, al contrario, se tecnifica y se recrudece. Eso nos da una pista fuerte de los temores que siente el poder heteropatriarcal.
Melisa Cardoza, escritora feminista hondureña, en su artículo Vivir al día, publicado en Radio Progreso el 6 de abril del 2020, dice: «Que estemos encerradas no quiere decir que hemos claudicado. Y como del mismo palo viene la cuña, también nos queda atesorar la huella de las más sabias gentes de nuestros territorios rebeldes, prepararnos juntas para enfrentar el contagio, no abandonar a nadie como en una foto espantosa de Guayaquil, dar de comer a todas las personas que podamos, tomarnos los tés y comidas que nos criaron, cuidar a la gente mayor, sembrar para comer, volver a pensar juntas y abrazarnos muy fuerte para sabernos vivas como nos queremos».
La represión, las múltiples violencias (físicas, sexuales, emocionales, políticas) y la pandemia de femicidios que se desató en Abya Yala en la última década, son los síntomas de un sistema de muerte y despojo (patriarcado-capitalismo), que primero ejerce todas sus opresiones en los cuerpos, en las mentes, en los corazones y también en los animales y en ecosistemas enteros.
La sanación como un acto de subversión
Si bien es cierto, desde los feminismos comunitarios de Guatemala y los decoloniales de Bolivia, Argentina, Chile, entre otros, las mujeres se han replanteando la lucha política organizada, luchando desde sus territorios, buscando nuevas formas de (re)encontrarse en dolores propios y colectivos, contarse nuevas narrativas para sanar, cuidar y defender sus cuerpos-cosmos, su energía vital como una forma radical de militancia. La defensa de la tierra comienza en nuestros cuerpos.
Aunque con otros matices, en el país más violento y pobre del denominado «Triángulo (patio) Norte», también surgen nuevas propuestas políticas para sanar esta multiplicidad de heridas. Entre las nuevas dinámicas organizativas de mujeres jóvenes, las colectividades, los legados de resistencia ancestral, pero también desde la herida abierta, nos seguimos haciendo muchas preguntas: ¿cómo le hacemos para sanar estas heridas profundas?, ¿quiénes o qué son esos monstruos que nos subyugan?, ¿cómo politizamos toda esa rabia?, ¿por dónde empezar?
Los caminos que he tomado para responder esas preguntas —además de generarme muchos duelos y pérdidas—, me han convencido que esos monstruos también habitan en mí, que algunos ya los traigo conmigo a través de mi genealogía y otros me los ha impuesto la máquina de muerte. Sin embargo, cuando nos atrevemos a crear otra retórica y nos apropiamos de nuestros espacios, empezando por nuestra primera nave espacial, la redención comienza a ser una posibilidad palpable.
Entre compañeras y esas mujeres imprescindibles (brujas) que reivindican el cuidado como una acción política transformadora, comprendí que un proceso integral de sanación atraviesa y remueve todas las máscaras. En otras palabras, si no cuestiono toda mi estructura vital y el rol que desempeño en este juego (intimidad, familia, sociedad, profesión, militancia, cosmos), continúo parchando las heridas, en vez de curarlas de raíz, pero sobre todo, sigo reproduciendo el cáncer de crueldad en todos los seres y territorios con los que coexisto.
Un ejemplo de estos cuestionamientos viene desde las feministas que se interpelan desde la empatía, en vez de la mal comprendida sororidad, —cuando se invoca como un discurso superficial de «amor» y no como una práctica ética constante entre mujeres—, llevando estos hallazgos personales a la colectividad.
Así retroalimentamos el proceso de sanación sin el sello capitalista y colonialista de algunos feminismos que pretenden institucionalizar nuestras luchas, nuestros sentipensares, nuestras medicinas, para responder a sus intereses neocoloniales. Para el caso, Leka Paz, artista feminista hondureña, publicó en su muro de Facebook el 26 de junio del 2020: «Dejemos de creer que el panfleto que nos dieron en la escuela política es un dogma que hay cumplir sí o sí, somos seres humanas, aprendamos a cuidarnos y a buscar alternativas éticas y políticas para poder colectivizar desde el reconocimiento de nuestras propias vivencias. Bastante tenemos con el colonialismo que duele en la espalda baja, las rodillas y el corazón, como para volver a caer en un feminismo colonialista y sus conceptos pensados desde contextos nada parecidos a los nuestros».
El trabajo que tenemos pendiente en Honduras en cuanto a procesos de sanación es descomunal, eso lo tenemos claro. Tampoco pretendemos idealizar la sanción pero antes también hubo y también habrá miles de cuerpos-mentes-corazones que igual se rebelarán contra los monstruos, los propios y los implantados, los de aquel lado, pero también de los que están de nuestro lado. Así vamos reafirmando la vida, escribiendo nuestra historia.
La gran pandemia patriarcal lleva unos seis mil años, pero las resistencias feministas organizadas, siempre han encontrado la manera para sacar la cabeza por debajo de la tierra —parafraseando a Alfonso Guillén Zelaya—. A las centroamericanas nos toca el doble de trabajo, pero lo estamos haciendo.
La pandemia por COVID-19 ha significado para Honduras otro episodio más de corrupción y crisis social. La crisis sanitaria fue evidenciada de la manera más cruda con el desfalco al Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) en 2015, sin embargo ha sido parte de la precariedad permanente en la que se encuentran los servicios del Estado para la población. Esta pandemia además encuentra al país con la ausencia de la Misión de Apoyo contra la Corrupción e Impunidad (MACCIH) que tras exponer las redes de corrupción dentro del Estado, fue retirada.
La población está atrapada entre la corrupción y el colapso del sistema de salud. Esta es nuestra cobertura sobre el manejo de la emergencia:
Ante la dura crisis de salud que enfrenta Honduras a causa del COVID-19, la corrupción estatal y política que tiene colapsados los hospitales y servicios de salud pública, muchas personas optan por el uso de remedios naturales heredados o aprendidos en su familia. Y ante la desigualdad y el capitalismo, es necesario que trascienda esa memoria familiar y que se repliquen los saberes ancestrales.
Recuerdo de mi niñez las veces en que mi abuela -a quien yo llamo mamá- sobó y purgó a muchas personas que venían a ella buscando lo que hoy se llama medicina alternativa. Las infusiones, los brebajes de raíces, hojas y semillas hace mucho que existen en nuestro país y en nuestra cultura, y desde hace mucho que anteceden a los medicamentos que hoy nos venden las droguerías. El poder sobar y sanar el cuerpo es un conocimiento que en mi familia ha pasado de generación en generación, también recuerdo cuando mamá me sobaba porque «la panza me sonaba como tambor de un lado y como comal del otro», y eso es parte de ese conocimiento ancestral.
Sobar y purgar a una persona es una de las prácticas ancestrales más comunes en las comunidades de Honduras, para ayudar a que las personas mejoren su salud generalmente «cuando hay empacho», es decir, cuando hay problemas digestivos, o cuando «le hicieron ojo a los niños» (de eso no tengo una explicación) o en situaciones de «descompostura de huesos», fiebre u otras. Para quien cree, acudir donde una sobadora o un sobador, puede salvarle la vida.
Mamá murió el viernes 12 de junio de 2020, a las ocho y cuarenta y cinco de la mañana en mis brazos y en los de mi madre, ambas vimos ese último suspiro y ante un último gesto en su rostro, solo decidimos sobarla y dejarla descansar. Y es que al sobar, como ella decía, «le pasas tu energía a la gente y ellas te pasan su calor», creo que inconscientemente quisimos darle nuestra energía en ese momento de adiós, anhelando quedarnos con su calor para siempre.
Con la muerte de mamá entre miles de cuestiones emocionales —que no relataré para que no se vuelva un escrito de lamento—, la familia perdió una enorme fuente de conocimientos sobre nuestra propia esencia, y su comunidad perdió a una sobadora. Una sobadora que toleró a niñas y niños llorones que la mordían o que incluso la escupían cuando los sobaba muy duro, pero a la que sus madres querían mucho por ayudarles a sanar a sus cipotes. Mamá decía que después de la sobada con manteca de gallina y la purga con sal inglesa, o con sal y azúcar o con aceite de ricino, y últimamente con limonadas laxantes, «al día siguiente esas cipotas y cipotes ya andaban como nuevos».
Los vecinos han preguntado si mamá murió de COVID-19, pero no han preguntado sobre cómo se siente mi madre por haber perdido a una de las personas a quien ella más ama en la vida. Como decía Eduardo Galeano: «vivimos en la cultura del envase», lo que está por fuera importa más que lo que hay adentro. Cuando la salud de mamá empeoró, la llevamos al Hospital Cardiopulmonar, porque siempre la atendieron allí, aunque ella odiaba los hospitales y no quería morir en uno de ellos. ¡Gracias a Dios la sacamos de allí a tiempo!, la atendieron en la capilla católica que hay dentro del hospital, no como un ritual de espiritualidad o en busca de que la gente «encuentre paz», sino porque —como en los demás hospitales públicos de Honduras— no hay espacio, ni medicamentos, ni condiciones para recibir a la enorme cantidad de pacientes que están ingresando a diario. Evitar que muriera junto a pacientes de COVID-19 fue una decisión dolorosa, pero acertada.
La ignorancia sobre el COVID-19 y la falta de políticas y protocolos claros sobre velatorios y entierros para quienes no mueren por este virus, sumado a la negligencia de las autoridades de comunidades como Vallecillos en Francisco Morazán, hacen que enterrar a nuestros muertos, sea más duro que verlos morir.
Mamá para la familia, doña Julia para sus amistades y vecinos y María Siriaca, según su fe de bautismo y cédula de identidad. Vaya que tenía múltiples identidades mi abuela, y de todas sus facetas, la de sobadora me llena de enorme orgullo porque entiendo que, pese a sentirse cansada después de sobar a alguien, ella siempre lo hizo como un servicio a su gente, de forma desinteresada, con amor por sus vecinos, por su pueblo Vallecillos, y por el legado de su familia. Ese legado pasó a manos de mi madre y de manera más reciente a mí.
Como intuyendo que mamá se iría, decidí preguntarle cosas, observar un poco más y sobar de vez en cuando a uno que otro incauto que cree que sí aprendí. Sobre todo decidí amar mis manos calientes, que según mamá eso ayuda para ser buena sobadora, pero no para hacer baleadas.
Las herencias familiares, en un país empobrecido como Honduras no son grandes propiedades ni fortunas inmensurables. Ese tipo de herencias solo son posibles para las pocas familias que controlan el sistema económico y político del país. Para el «pueblo pueblo», las herencias familiares son la enorme riqueza cultural y ancestral que cada familia posee: las recetas de comida, las costumbres de celebraciones, los conocimientos sobre remedios y sobre todo, el amor y el ánimo por mantenerse unidos y poder servir a otros. Todo esto pese a la norma, pese al miedo, pese a lo lejanos que nos está volviendo esta pandemia, pese a lo pasivos que nos ha vuelto la corrupción y la impunidad.
En los últimos años mamá sobaba cada vez a menos personas, porque sus fuerzas ya no eran las mismas y porque cada vez que lo hacía tendía a enfermarse. Ella decía que «al vecino hay que servirlo siempre, y que si uno no tiene dinero para dar se da lo que se sabe y se ayuda con lo que se puede».
Son incontables las mujeres, niños y hombres, familias enteras las que salen todos los días a las calles de las principales ciudades del país para pedir dinero o comida. Las mujeres y niños más vulnerables aguantan amenazas, insultos y hasta acoso sexual en medio de la desesperación de no tener cómo sobrevivir después de que la pandemia llegó a Honduras.
La pobreza en su forma más extrema, siempre ha obligado a las personas a la mendicidad que durante años se ha documentado —a veces con morbo— y que en países como Honduras nunca ha tenido respuestas estatales que salven a los pobres de la precariedad económica y humana. Según el Instituto Nacional de Estadística de Honduras (INE), el 38.7 % de la población hondureña ya vivía en pobreza extrema en 2018, esta es la última actualización de cifras en su sitio web. Cuando la pandemia por COVID-19 llegó al país, las expresiones de esa pobreza se volvieron más cotidianas, más evidentes. Esta pandemia y las medidas con las que el Estado ha respondido a la misma, han precarizado la vida de miles de personas, muchas de ellas se encuentran ahora viviendo en condiciones de calle, por haber perdido su fuente de ingreso.
Luego de la declaratoria de emergencia que impuso un toque de queda permanente e instó a la población hondureña a llevar una cuarentena (para la que no estaba preparada), miles de personas han sido obligadas a salir a los principales bulevares de la ciudades para pedir dinero, comida y cualquier cosa que ayude a sobrellevar la adversidad que implica afrontar la expansión del virus en territorio hondureño. En muchas de estas calles de Tegucigalpa y San Pedro Sula a veces se veía jóvenes limpiando vidrios a cambio de lo que los conductores quisieran darles, otros hacían malabares hasta con machetes y bolas de fuego; no se veía familias enteras, tantas madres solteras y niños como después de la pandemia. El anillo periférico en Tegucigalpa ahora es un largo recorrido donde se ve grupos de personas con rótulos que anuncian su abandono.
La tasa de desempleo abierto (TDA) —o personas que quieren trabajar pero no encuentran una plaza— se mantuvo estable en más de 240 000 personas durante el 2019, eso significa un 5.7 % de la población económicamente activa (PEA), según la Secretaría de Trabajo y de Seguridad Social (STSS). Pero con la pandemia muchas personas perdieron sus trabajos, a pesar de que dos semanas tras la declaratoria de la emergencia nacional se emitió el decreto ejecutivo PCM 021-2020, según el gobierno hondureño para evitar los despidos y garantizar los puestos de trabajo. Las empresas obligaron a sus empleados o «colaboradores» (según la nueva terminología) a compensar los días como vacaciones, ignorando por completo el escenario mundial y en un acto más de voracidad. Los trabajadores han recibido presiones de sus patronos para volver a sus puestos de trabajo, en muchos casos con salarios reducidos, mientras el país atraviesa el punto más elevado de la curva de contagio.
Pero los que no tenían un trabajo formal, una gran parte de la PEA de Honduras que sobrevive del comercio informal la tienen aún más difícil. Las medidas de reapertura de la economía nunca los contempló en el plan que terminó fracasando.
Según un informe de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), publicado el 16 de junio, «producto de la crisis provocada por la pandemia de la COVID-19, la población en condiciones de pobreza extrema en América Latina y el Caribe podría llegar a 83,4 millones en 2020, lo que implicaría un alza significativa en los niveles de hambre, debido a la dificultad que enfrentan dichas personas para acceder a los alimentos, señala la Cepal, con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)».
En las ahora menos transitadas calles de las principales ciudades de Honduras, se puede ver a mujeres, madres solteras, trabajadoras domésticas que no han vuelto a trabajar porque sus empleadores temen que ellas lleven el virus a las casa donde trabajan, mujeres —jóvenes y ancianas— que deben soportar acoso sexual e insultos de parte de los conductores, que les tiren un lempira o que incluso amenacen con denunciarlos en la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (Dinaf), para que les quite a los pequeños que no pueden quedarse en casa, porque no tienen, porque la perdieron por falta de pago en el alquiler. Son familias pobres que la pandemia ha hecho más pobres y más discriminadas.
Quienes están en las calles trabajaron antes en rubros como el de la construcción, transporte, electricidad, trabajo doméstico, por nombrar algunos. Todas estas personas tienen algo en común: no han podido quedarse en casa haciendo cuarentena, salvándose del virus, pidiendo la despensa por delivery o saliendo en sus vehículos solamente porque están cansados de estar encerrados. Todas estas personas, rechazadas por quienes salen protegidos para no contagiarse de COVID-19, temen más al hambre que al virus.
Esta pareja de ancianos, pide dinero en la rotonda del monumento a la madre en San Pedro Sula. María Angélica Portillo y Felipe Benítez, aseguran que su única hija hace muchos años que los dejó en el abandono y no les ayuda, por lo que ahora deben dedicarse a pedir en la calle para poder cubrir sus necesidades. San Pedro Sula, 9 de julio de 2020. Foto: Deiby YánesEn el bulevar Juan Pablo II de Tegucigalpa, Azael pide dinero junto a su madre, quien lo carga en brazos. Azael nació el 16 de marzo de 2020, en un mundo en cuarentena por la COVID-19. Su familia lleva casi cuatro meses pidiendo dinero para poder sobrevivir en medio de un toque de queda y la posibilidad de contagiarse del virus. Tegucigalpa, 7 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.Henry Hernández de treinta y cinco años lleva casi cuatro meses pidiendo en la calle para poder comer él y su familia. El avance de la COVID-19 hizo que el aserradero donde trabajó por cinco años despidiera a todo su personal y suspendiera operaciones. Sin empleo y con una familia que depende de él, Henry ha tenido que recurrir a pedir dinero en el bulevar Centroamérica de la ciudad de Tegucigalpa, donde ha recibido amenazas e insultos, incluso tuvo que enfrentar la posibilidad de que la Dinaf le separara de su hija y sus dos hijos, razón por la que ni ellos ni su esposa —que es diabética y debe tener su medicamento— lo han vuelto a acompañar. Esta familia paga un alquiler de 2000 lempiras en la colonia 19 de septiembre. Tegucigalpa, 7 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.Selvin Quinilla, treinta y cuatro años, desde hace tres meses está pidiendo en la calle para poder llevar dinero a su hogar. Selvin afirma que tras iniciar la crisis lo despidieron de la maquila donde trabajaba, y ante las múltiples necesidades tuvo que instalarse en el bulevar del Sur, salida hacia Tegucigalpa, a la altura del peaje, para pedir ayuda a los conductores. Tiene una hija pequeña y vive en el sector de Chamelecón. La caridad, asegura, es la única entrada de dinero que ahora le queda. Al igual que Selvin, esa calle se ha llenado de madres y niños pidiendo ayuda, apelando a la solidaridad de los conductores. Aducen que no hay trabajo y deben pedir para poder alimentarse. San Pedro Sula, 9 de julio de 2020. Foto: Deiby Yánes.Melissa de diecinueve años y María de veinte años, han tenido que cargar sus hijos en brazos y pedir dinero para poder sobrevivir, luego de que fueran abandonadas por sus parejas al momento de quedar embarazadas. Se conocen desde la escuela, han sido amigas desde entonces, y ahora también viven juntas con sus hijos en Altos de La Quesada, un barrio controlado por una pandilla. A veces —explican estas dos jóvenes— los conductores les ofrecen dinero a cambio de sexo, o las insultan y amenazan con denunciarlas al Dinaf por estar con sus hijos pidiendo al final del Anillo Periférico. Ellas no tienen opciones, no las han tenido desde hace cuatro meses. Tegucigalpa, 7 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.María de veinte años carga a su hijo y pide dinero, a veces también comida. Durante estos cuatro meses, María ha debido aguantar insultos y acoso sexual de los conductores a quienes se acerca para solicitarles ayuda. María —quien vive en un barrio controlado por una pandilla— fue abandonada por el padre de su hijo en el momento en el que ella quedó embarazada. Tegucigalpa, 7 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.Don Orlando, es diabético y pide ayuda en el semáforo de la comunidad de Dos Caminos, Villanueva, Cortés. Por andar en silla de ruedas, dice que, a veces corre bastante riesgo por estar en la autopista que conecta hacia San Pedro Sula. Durante los meses que la crisis por la COVID-19 se ha agudizado. Dice que los conductores dejan menos dinero, y además ya hay más niños pidiendo en la calle y eso afecta en la cantidad que él recolecta. Dos Caminos, Villanueva, Cortés. Jueves 9 de julio de 2020. Foto: Deiby Yánes.Varada en Honduras, luego de que el Circo Segovia cerrara operaciones, Maritza y su familia —todos mexicanos— se ven obligados a pedir dinero para sobrevivir. Esta familia de trabajadores del circo fue abandonada sin posibilidades de volver a su país. Tegucigalpa, 8 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.Antes de la pandemia, Iván, era conductor de una volqueta, se quedó sin trabajo y al poco tiempo fue declarado en el país una cuarentena que él y su familia (su esposa y sus tres hijas) no pueden cumplir. Sin ahorros, sin trabajo, sin posibilidades se ha visto obligado a pedir ayuda en el bulevar Centroamérica. Tegucigalpa, 7 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.Decenas de personas, en su mayoría provenientes de la colonia Lempira, sector Chamelecón, desde tempranas horas se lanzan a la calle, en la salida hacia Tegucigalpa, para pedir ayuda económica y poder comprar alimentos. Madres con hijos en brazos y familias completas se aglomeran en este punto de la carretera. Esta es una escena que se ha vuelto cotidiana a raíz de la crisis generada por la COVID-19. San Pedro Sula, 9 de julio de 2020. Foto: Deiby Yánes.Jenny tiene dieciocho años, luego de cuatro meses de cuarentena y toque de queda, se ha visto obligada a pedir dinero en el Anillo Periférico, apenas es su primer día. Tegucigalpa, 8 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.Meilin, se acerca a los autos que paran cuando el semáforo que intercepta la Avenida Paraguay y el bulevar Juan Pablo II se coloca en rojo, entonces se acerca a las ventanillas y con un rótulo de cartón pide dinero. Ella y toda su familia se han visto obligados a pedir dinero por la falta de empleo que se agudizó con la llegada del coronavirus al país. Tegucigalpa, 7 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.Se dieron un tiempo para descansar y comer un poco. José Luis Villanueva, en silla de ruedas, todos los días recibe la ayuda de su amigo inseparable Will Mejía, quien lo empuja de un lado a otro en la carretera, en medio de los autos para poder pedir en el anillo de circunvalación de San Pedro Sula. Al final del día —dicen— se reparten equitativamente lo obtenido. Don José Luis nos contó que a diario debe pagar 130 lempiras por el cuarto que habita en el barrio Medina, y que además debe llevar para colaborar con los alimentos de su hogar. Su esposa vende comida en ocasiones, pero no les alcanza y una nieta que es la más cercana a ellos, tampoco encuentra trabajo. Cuenta que antes de la pandemia le iba mejor en la calle, ahora dice que no recoge ni la mitad de lo que hacía, porque la gente tiene miedo a los contagios y no baja los vidrios de sus carros. San Pedro Sula, 9 de julio de 2020. Foto: Deiby Yánes.
Este editorial fue escrito el 9 de julio de 2020
Han pasado ya tres meses y medio desde que la pandemia por COVID-19 llegó a Honduras. Durante todo este tiempo, la población hondureña ha tenido que adaptarse a una nueva normalidad: un estado de emergencia nacional con toque de queda, contagios en todo el país, desinformación y sobreinformación y a que todos los días por la noche —en cadena nacional— el gobierno brinde unos datos poco creíbles.
En junio, en Contracorriente, hicimos una encuesta para saber en quiénes pone la confianza la gente en este momento de crisis. La mayoría de la población encuestada respondió que no confía en lo que el gobierno dice, pero sí confía en los médicos. En este tiempo, el personal sanitario nos ha informado la situación real en los hospitales, que actualmente están en su máximo de capacidad para atender la pandemia y viven una pesadilla entre la responsabilidad de atender la pandemia y el desabastecimiento de equipo de bioseguridad, oxígeno y camas.
Son decenas de muertes las que se reportan a diario —en medios de comunicación o en las redes sociales— de personas trabajando en los hospitales. Hasta el cierre de este editorial, el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager) ha reportado 26 384 contagios y 704 fallecimientos desde marzo, número que se duplicó en junio.
Si bien es cierto que llevar el subregistro de esta pandemia es un reto para los periodistas de todo el mundo, las limitaciones se vuelven más grandes en países como Honduras, donde la información está centralizada y no existe claridad ni siquiera en la legislación al respecto, debido a las contradicciones existentes entre la Ley de Transparencia y la Ley de Secretos. En Estados Unidos, el New York Times y Propública, encontraron herramientas para saber el número real de muertes en varios estados y el impacto en otro tipo de muertes por el colapso del sistema sanitario. Utilizaron bases de datos públicas y abiertas de la línea 911 de emergencias y proyecciones del sistema de salud abiertas y precisas que pudieron comparar con datos del registro civil de este año y años anteriores.
En Honduras, solicitar esa información es posible, encontrar coherencia en lo que se recibe es una tarea igual de ardua que superar la pandemia. Las bases de datos que nos han entregado en estos meses tienen errores en las sumas, algunas venían incompletas, y en otros casos, las bases de datos de la misma institución se contradicen. No hay manera de comparar muertes y hospitalizaciones con años anteriores si algunos hospitales ni siquiera tienen los datos recopilados y otros dicen estar impedidos por la Secretaría de Salud para dar esta información.
Sinager es la entidad responsable de comunicar el número de infectados, recuperados y fallecidos durante la actual emergencia. Sin embargo, en Contracorriente tenemos bases de datos de la Secretaría de Salud, el Instituto Hondureño de Seguridad Social, SINAGER, algunas alcaldías del país y el Registro Nacional de las Personas, con registros de infectados, recuperados, número de pruebas, hospitalizados y fallecidos de marzo al 12 de junio de 2020 que no concuerdan con lo publicado por Sinager. Los Oficiales de Información Pública nos han pedido tiempo, la mayoría de las veces, debido a que las personas en el área de estadística de las instituciones se reportaron enfermas con coronavirus. Todas estas bases de datos se han entregado 20 días o un mes después de solicitadas, además, al menos la mitad han sido entregadas en formatos cerrados como documentos pdf o imágenes.
La Secretaría de Salud reportó 21 442 pruebas realizadas de marzo a mayo, de la cuales el 65.4 % fueron realizadas en las ciudades más importantes del departamento de Cortés y Francisco Morazán. El restante 34. 5 % se distribuye en 16 departamentos. En los más lejanos, como Gracias a Dios, apenas se realizaron 10 pruebas en todo ese periodo. Actualmente el virus está en los 18 departamentos del país.
En los datos de fallecidos a nivel nacional de la Secretaría de Salud y del Sinager, existe hasta el 12 de junio un subregistro de 29 muertes que el gobierno no publicó. Sin embargo, es en los municipios donde se refleja el mayor subregistro.
Municipios como Choloma en Cortés, con alta incidencia de contagios, registró 15 muertes más que las reportadas por el gobierno, en Villanueva en esta misma zona del país fueron 14 muertes. Entre más pequeño es el municipio, más grande es el subregistro. Ese el caso de San Nicolás, Santa Bárbara, donde la municipalidad realizó 14 entierros con protocolo COVID-19, pero Sinager no reportó ni una sola muerte en ese periodo. Solamente en una docena de municipios encontramos un subregistro de 49 muertes que no fueron reportadas por el gobierno, pero el número puede ser más grande.
La Asociación de Funerarias de Honduras, reportó al periódico El Heraldo que entre marzo y junio, sus funerarias asociadas realizaron 526 entierros con protocolo COVID-19 en Cortés, Tegucigalpa y 3 municipios del sur de Honduras. Uno de los problemas con esto es que las pruebas confirmatorias por COVID-19 tardan más de dos semanas y muchas de las personas no sobreviven ese tiempo, por lo que quedan en el acta de defunción como «sospecha de COVID-19».
Otro asunto de preocupación es la falta de registro de las defunciones en el Registro Nacional de las Personas (RNP), a pesar de que el Instituto Nacional de Estadística (INE) junto con los hospitales, están entregando un acta de defunción que señala la causa de muerte a los familiares de los fallecidos por COVID-19 confirmados o con sospecha. Honduras tendrá un proceso electoral interno en marzo de 2021 y las elecciones generales se realizarán en noviembre de ese mismo año, aún se espera respuesta del RNP con respecto a la actualización del censo y la nueva cédula de identidad. Las elecciones no se han pospuesto, pero el RNP sigue poniendo de excusa que por la pandemia el trabajo está detenido.
Pero en las elecciones, ahora mismo solo están pensando los partidos políticos que ya están haciendo campaña y negociando para elegir los candidatos que competirán en el proceso interno. Mientras tanto, las familias hondureñas están perdiendo a sus seres queridos en medio de la desinformación. Son muchos los reportes de familias que no vieron durante semanas a sus familiares enfermos hasta que los sacaron en un ataúd sellado, no pudieron enterrarlos y semanas después no tienen certeza si su familiar murió o no de COVID-19. Otras familias ha reportado discriminación en los cementerios donde las comunidades no dejan enterrar personas que murieron por el virus. A esto se suma que toda ceremonia religiosa o tradicional por la muerte de todas estas personas está suspendida para evitar la propagación del virus, algo que también afecta en gran medida la salud mental de las personas, la manera en la que se vive el luto.
En estos momentos es aún más necesario, además de documentar los hechos y hacer un análisis de los datos, romper el silencio.
Hace dos semanas la empresa Diálisis de Honduras S.A., anunció que en Tegucigalpa se suspendería una de las tres sesiones de hemodiálisis semanales que tienen que recibir los pacientes con insuficiencia renal crónica. Esto a causa del aumento de contagios por COVID-19 entre su personal.
La pandemia ha evidenciado el precario sistema de salud pública y el abandono en que permanecen las personas más vulnerables del país, entre ellos los pacientes con enfermedades crónicas. Desde que iniciaron las medidas de restricción con el toque de queda absoluto el 16 de marzo, los pacientes que reciben su tratamiento a través de la empresa Diálisis de Honduras S.A. han enfrentado la constante amenaza de la suspensión de una parte del tratamiento a causa de la falta de pago del gobierno. Ahora esa sentencia se hizo realidad y los pacientes renales llevan dos semanas al borde del colapso por la reducción del tratamiento de tres sesiones de cuatro horas por semana a dos sesiones de tres horas por semana.
Sin cifras oficiales por parte de la empresa o la Secretaría de Salud, los pacientes y sus familiares señalan que el número de casos positivos y los fallecimientos de pacientes renales a causa del COVID-19 siguen aumentando. En un mes, la recién formada Asociación Hondureña de Familiares y Pacientes con Enfermedad Renal ha documentado 23 decesos a causa del virus en pacientes renales, solo en Tegucigalpa, y desde que inició la pandemia cuentan 120 fallecidos a nivel nacional, casi un 20 % de las muertes totales reportadas por el gobierno a causa de la pandemia.
Una base de datos solicitada por Contracorriente a la Secretaría de Salud, sobre las muertes por COVID-19, con registros hasta el 12 de junio pasado, solo cuenta a 4 personas con insuficiencia renal crónica, como enfermedad de base. Sin embargo, los datos están incompletos, ya que la estadística no muestra las enfermedades de base en 197 casos.
Dos mujeres conversan del otro lado de la calle mientras esperan ser atendidas en Diálisis de Honduras. Comayagüela, 3 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Secretaría de Salud sin respuestas
Según estadísticas publicadas por la empresa Diálisis de Honduras, hasta mediados de 2019 en todo el país se atendía a 3200 personas con insuficiencia renal crónica, en clínicas ubicadas en 14 ciudades a nivel nacional. Esta empresa desde 2015 es beneficiada con la adjudicación de contratos por más de 300 millones de lempiras anuales, cifra que supera el presupuesto que el gobierno ha asignado anualmente para el tratamiento de los pacientes renales.
En 2017 la Secretaría de Salud adjudicó una licitación a Diálisis de Honduras —único concursante en ese proceso— por 342 millones de lempiras, aunque en ese año se había presupuestado para este tratamiento un aproximado de 227 millones, es decir que hubo un déficit de 115 millones. Esta misma historia se repitió en 2018 al adjudicarse la licitación a esta empresa por 516 millones de lempiras cuando el presupuesto tan solo alcanzaba para 290 millones, 226 millones de déficit que se sumaron a la deuda del año anterior. Aunque la deuda de 2017 se pagó, desde 2018 se viene arrastrando un saldo que se ha pagado en pequeñas partes cada vez que la empresa amenaza con suspender el tratamiento.
En 2019 no hubo proceso de licitación y sólo se amplió el contrato firmado el año anterior, y para 2020 ya se publicó un pliego de términos de referencia donde se presupuesta que la contratación tendrá un coste de 747 millones de lempiras.
Un oficio del 1 de julio, firmado desde la oficina privada de Alba Consuelo Flores, titular de la Secretaría de Salud, y dirigido a la oficina de la abogada Patricia Molina, presidenta ejecutiva de Diálisis de Honduras, recordaba a la empresa «el derecho de las personas que hacen uso del servicio de diálisis a obtener prestaciones oportunas, profesionales y con calidad», y agregaba de forma tímida sin ningún tipo de exhortación, la necesidad de que «la Empresa Diálisis de Honduras continúe brindando los tratamientos en la duración y cantidad semanal establecidos, es decir 3 tratamientos a la semana por 4 horas por cada paciente».
Dicha falta de firmeza en el llamado a cumplir con los tratamientos se debe a que desde junio de 2019 no se hace una adición al contrato entre Diálisis de Honduras y el gobierno, sumado a que la Secretaría de Salud adeuda actualmente una cantidad aproximada de 175 millones de lempiras a la empresa.
Mientras tanto, ante las denuncias de parte de los pacientes, este lunes 7 de julio, Flores, ministra de Salud, se reunió con miembros de la Asociación Hondureña de Familiares y Pacientes con Enfermedad Renal, para resolver la problemática causada por la atención deficiente de la empresa que el gobierno ha contratado para brindarles el tratamiento. En dicha reunión acordaron la gestión de un lugar con la alcaldía del Distrito Central para pacientes con insuficiencia renal y síntomas de COVID-19, y el envío de inspectores a Diálisis de Honduras para el cumplimiento del tratamiento.
Los pacientes con insuficiencia renal son atendidos en Diálisis de Honduras por turnos, un turno por día y por orden de llegada. Comayagüela, 3 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Reducción del tratamiento
Al menos 30 personas con mascarillas esperan en la acera frente al edificio de Diálisis de Honduras, ubicado en la Calle Real de Comayagüela. Algunos de los pacientes que recibieron el tratamiento de hemodiálisis se acumulan en diferentes lugares, el distanciamiento social parece solo retórica.
Algunos solo platican, otros le compran tajadas de plátano fritas a una mujer que vende en un pequeño puesto, un par se sienta en una jardinera, otros en sillas debajo de una carpa al lado de la entrada, la mayoría se encuentra de pie en pequeños grupos a lo largo de toda la acera, son pacientes que ya salieron de su tratamiento y esperan transporte para regresar a sus casas, o familiares de pacientes que esperan a su salida. Dentro del edificio color rojo y azul, semanalmente reciben el tratamiento de hemodiálisis un aproximado de 670 personas, o al menos ese es el estimado que registra la Asociación Hondureña de Familiares y Pacientes con Enfermedad Renal.
Por parte de la empresa no hubo respuesta para validar esa información o para obtener su versión. A raíz de las denuncias de los pacientes, que han protestado de forma intermitente desde el pasado 28 de junio, se emitió un comunicado donde oficializaron que el tratamiento de hemodiálisis pasaría de 3 sesiones de 4 horas por semana a 2 sesiones de 3 horas por semana.
El comunicado apunta que debido a que 19 miembros del personal en la clínica de Tegucigalpa son sospechosos de COVID-19, tendrían que disminuir el número de sesiones semanales. Además, señalaban a la Secretaría de Salud como responsable por no contar con más personal debido a las restricciones de contratación y las limitaciones para capacitar recurso humano por su cuenta. Esta decisión de Diálisis de Honduras significó para los pacientes el aviso de un posible camino lento hacia la muerte.
«Usted me mira parada aquí pero yo ando hinchada aunque acabo de salir de mi diálisis, porque me dejaron dos kilos de sobra, ¿entiende? Entonces lo que tengo que hacer es no comer ni tomar agua hasta que sea el martes otra vez, ¿usted cree que de aquí a las 10 de la noche no me da hambre?, y allí es cuando mi cuerpo se empieza a descompensar porque yo además soy diabética e hipertensa», cuenta Karina Salinas, quien es miembro de la asociación.
Karina no esconde su enojo mientras habla de las malas condiciones en las que han permanecido casi desde que iniciaron las medidas restrictivas en el país, a raíz de la pandemia. No es solo la disminución de su tratamiento —dejándoles con líquido y toxinas en su organismo— lo que les ha afectado, sino que también han observado la mala calidad de los insumos con los que se les está tratando.
«La mala calidad de insumos aquí es increíble, esto ya en la tarde —señala la venda que le pusieron sobre su catéter— ya está despegado totalmente, antes sí daban buenos insumos pero ya no sé cuál es el interés. Ellos le cobran al gobierno una cantidad, esa cantidad debe cubrir 3 días a la semana, 4 horas, además de la calidad de insumos y personal calificado».
Karina Salinas, vocera de la Asociación Hondureña de Familiares y Pacientes con Enfermedad Renal. Comayagüela, 3 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Un documento del Centro de Información en Salud, del Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y Renales de Estados Unidos, indica que el catéter venoso central, que Karina cubre con una gasa de mala calidad, es un acceso vascular que permite que se conecte a la máquina que bombea sangre desde su cuerpo hasta un filtro donde se combina y limpia con una solución que contiene agua y sustancias químicas. Esto sirve para eliminar de manera segura las toxinas, exceso de sal y líquido en la sangre —una función que los riñones ya no pueden ejecutar por sí mismos—, y finalmente la sangre limpia es bombeada de vuelta al organismo. Si la gasa que cubre este acceso es de mala calidad puede infectarse y llevar a una hospitalización, que ante el colapso en los hospitales públicos en la capital sería catastrófico.
En un principio, la excusa de la empresa con los pacientes por la mala calidad de los insumos era que no se habían abastecido a causa del cierre de las fronteras, ahora ya no hay explicaciones para los pacientes, pero sí sigue la desorganización que los pone en peligro. Un ejemplo de ello es que Karina cuenta que durante varias semanas mezclaron a pacientes positivos confirmados, con sospechosos y no sospechosos del virus.
En ese sentido, el Congreso Nacional, en una sesión virtual realizada el 28 de mayo, aprobó una ley orientada a darle continuidad al tratamiento de hemodiálisis y diálisis para los pacientes que sufren de insuficiencia renal, donde se demandaba a Diálisis de Honduras una sala para atender exclusivamente a pacientes positivos de COVID-19. Sin embargo, denuncias difundidas en redes sociales y medios de comunicación, señalan que esa misma semana, el 25 de mayo, se le negó el tratamiento al periodista deportivo Jacobo Carías, en una clínica de la empresa ubicada en San Pedro Sula, quien murió 6 días después de no poder realizar su sesión de hemodiálisis.
Acompañada de un familiar, una mujer espera ser atendida en Diálisis de Honduras. Comayagüela, 3 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Condiciones óptimas inalcanzables
«Yo me he hecho 3 exámenes para saber si tengo el virus, y cada uno me ha costado 500 lempiras, pero los pacientes renales tenemos muchas enfermedades y mucho medicamento. Entonces imagínese que yo no trabajo, yo lo que hago es vender ropa usada o lo que puedo conseguir para revender, a mí hasta me ha tocado vender mis cositas para poder seguir viva, por mis hijos porque ellos me necesitan. Hasta mis zapatos me ha tocado vender», cuenta Karina, mientras se acomoda la mascarilla quirúrgica que también tuvo que comprar porque Diálisis de Honduras les regaló una hecha de tela, que no les protege del virus, pero que aseguran les debe durar 7 días.
Karina cuenta que en estos meses también ha dejado de comprar algunos medicamentos para poder darle de comer a sus 3 hijos. «Mis hijos pequeños no entienden porque mamá no trae la comida suficiente a la casa, ellos me preguntan y yo intento explicarles», agrega.
Debido a esta situación desde hace un mes no compra la caja de Venofer, un medicamento que reemplaza al hierro en la sangre para fomentar la producción de glóbulos rojos en pacientes con enfermedad renal crónica. «Cuesta 2300 y es para que usted no caiga en estado de anemia. Porque si no uno cae en una anemia que provoca que duela todo, no poder caminar, no tener fuerza. Lo que sigue a eso es un paro cardiaco», concluye Karina.
En una situación todavía más difícil se encuentra René Mariona, un paciente de insuficiencia renal crónica que lleva 20 de sus 36 años en tratamiento de hemodiálisis. Después de salir del tratamiento espera en su silla de ruedas hasta que un conocido llega a recogerlo para por fin descansar en un pequeño cuarto, en el que le dan posada en la colonia Nueva Suyapa. La espera puede durar horas, y sin dinero otros pacientes le apoyan y lo invitan a comer en alguna de las cafeterías cercanas.
Antes de la llegada de la pandemia al país, René, ganaba algo de dinero atendiendo puestos de golosinas en los predios de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, ahora no tiene ninguna posibilidad de generar ingresos, una situación crítica que se suma al estado avanzado de su enfermedad que le demanda medicamentos cada día más costosos.
René Mariona tiene treinta y seis años de edad y lleva veinte años asistiendo a Diálisis de Honduras, nació con una complicación congénita que impidió el desarrollo de sus riñones, por lo que debe asistir al menos tres veces por semana para su tratamiento. Entre la larga lista de medicamentos que deben suministrársele, el Zemplar (una forma sintética de Vitamina D) es el medicamento con precio más elevado: 5,800 lempiras. Comayagüela, 3 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
«Imagínese que no tengo entradas y gasto extra con el transporte, además paso estresado porque uno no sabe si se va a contagiar. Yo solo salgo cuando hay que venir acá, y realmente porque es obligación», asegura. Rene necesita aplicarse semanalmente tres ampollas de un medicamento llamado Zemplar, que en farmacias por caja de cinco ampollas tiene un valor de 5800 lempiras, inalcanzable.
Sobre la disminución de las sesiones de tratamiento asegura: «es preocupante porque yo por el tiempo que llevo con la enfermedad no soy de las personas que puedo estar aguantando mucho sin el tratamiento completo, me puedo descompensar. Después volver a recuperarse es bien difícil, la verdad no podemos estar sin el tratamiento completo» .
La falta de medicamento y el incumplimiento en las sesiones semanales por parte de Diálisis de Honduras, es un agregado también a la mala alimentación que se ha agudizado a raíz de la falta de recursos. Y aunque René ha recibido dos veces la bolsa solidaria que ha distribuido el gobierno, como medida para atender a la población más vulnerable del país, asegura que no es suficiente para mantenerlo fuerte.
La misma situación vive Karina: «Mire yo casi no puedo caminar muy bien, ni mucha distancia porque a esta altura la anemia la tengo hasta el tope y es normal, ¿cómo sabe uno que tiene anemia? Pues no puede caminar, se cansa y hasta hablar es dificultoso. Es bien difícil».
Antes de irse en el taxi que ha contratado para llevarla a su casa, Karina, recuerda que en un par de ocasiones mientras se dirigía a recibir su tratamiento la pararon en los retenes que la Policía Nacional ha establecido para evitar la circulación de personas no autorizadas, entre ellos los servicios de taxi como el que ella usa: «Ya me han parado, pero como yo soy bien brava y me paro, me bajo y les digo: “¿entonces quién putas me va a llevar a mi tratamiento?”, así que no les queda de otra que dejarme pasar».
A pesar del cansancio los pacientes de insuficiencia renal crónica en Tegucigalpa transcurren su enfermedad y la pandemia en esa condición: con la suficiente indignación para exigir su derecho a vivir.
Un guardia de seguridad asignado en Diálisis de Honduras, asiste a una mujer a su salida del centro médico. Comayagüela, 3 de julio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Voy a empezar diciendo que ha sido difícil tomar el ordenador y escribir sobre algo tan personal y al mismo tiempo, tan común (como no quisiera que fuese). Me motivé a hacerlo al ver la valentía de una amiga, quien contó una experiencia dolorosa y personal, entonces decidí —por fin— hacer algo que había postergado por casi dos años. Además, como apuntaba Kate Millet: «lo personal es político», y creo que no hay nada más personal que contar mi experiencia con la depresión postparto. Creo que es un tema necesario de hablar y me atrevo a pasarlo por la mirada feminista.
Hace un tiempo encontré el feminismo y no hubo regreso. He ido abandonando poco a poco las formas de discriminación interiorizada, identificando los estereotipos y roles de género que nos discriminan a las mujeres, y trabajo en liberarme de ellos. También intento que otras personas: mujeres y hombres, hermanas, amigas, colegas y estudiantes visibilicen esas formas de discriminación contra la mujer. Debo confesar que no ha sido fácil el camino, como dice Andrea Dworkin: «muchas mujeres se resisten al feminismo porque es una agonía ser totalmente conscientes de la brutal misoginia que perpetran la cultura, la sociedad y las relaciones».
Pero, en este camino, una de las experiencias más duras que me ha tocado enfrentar, ha sido luchar con la depresión postparto. Como feminista, cuando estaba embarazada, en mi mente, ya lo tenía resuelto, ya tenía teorizada la necesidad de la deconstrucción del mito de la «maternidad romantizada» por el sistema patriarcal y capitalista, que dicho sea de paso ambos se alimentan entre sí para coexistir y sostener la explotación de las mujeres. No obstante, al nacer mi bebé por cesárea y no por parto vaginal —como exigen los estándares de ser madre—, una colega me dijo que yo aún no era mujer porque no había «parido normal». Sumado a ello, de manera inexplicable no pude amamantar. Pese a que mis cercanas me provisionaron de todos los brebajes acostumbrados: pinol, cocoa, malta y hasta cerveza, no tuve resultados positivos.
Mi frustración y tristeza crecía cada día. El primer mes no fui capaz de descansar o dormir, aunque tomaba litros de té de tilo, alhucema etc., y lloraba al menos quince veces cada día. No exagero, lloraba por todo, pero lloraba más por no estar feliz y porque no me sentía afortunada de haber dado vida, pues se supone que ser madre es el sueño de toda mujer y a pesar de que mi hijo estaba perfectamente sano, sentía toda una carga de culpas que me mataban. No sentir esa conexión o esa magia —de la que me habían hablado— al intentar amamantar a mi hijo, era una tortura y me llené de frustración, pues me sentía inútil. Pensé que nunca sería «buena madre», que era una mujer de casi cuarenta años incapaz de cuidar de mi propio hijo. Llegué a pensar que lo mejor era morir.
Me sentía avergonzada por mi tristeza, escuchaba mil opiniones de cómo hacer dormir al bebé, pero el comentario que más me dolía era que «las madres ni cansancio sentimos cuando se trata de cuidar de un hijo». Estaba devastada, esa frase me calaba hondo. En una ocasión mi hermana mayor —que ha sido una figura materna para mí— me dijo: «creo que vos tenés depresión postparto, leé, buscá información que eso existe», esa fue mi primera alerta. Días después el pediatra de mi hijo —que es una gran amigo y un enorme apoyo— me dijo: «veo en usted signos que indican que podría padecer depresión postparto, es mejor referirla con un especialista». Así fue como busqué ayuda profesional y entendí que mi profunda tristeza tenía una causa hormonal, y que desafortunadamente muchas mujeres lo viven y no lo cuentan por temor a verse juzgadas como malas madres o mujeres cobardes e inútiles.
La depresión postparto es real y dolorosa. Según datos de la Organización Mundial de la Salud afecta a una de cada seis mujeres que dan a luz. Lo más grave, además de los impedimentos por sesgos patriarcales para buscar apoyo, es que en este país la salud mental es un lujo que no todas las mujeres, o tal vez la mayoría, pueden costearse, cuando en realidad es obligación del Estado satisfacer este derecho. Así que me reconozco mujer privilegiada por haber podido tratarme.
Con el tratamiento que tomé —pese a que tampoco es reconocido por seguros médicos privados— mi salud ha mejorado. Logré comprender que había construido un mito en torno a ser feminista, pensaba que si lo cuestionaba todo no me perturbaría la crítica y el juzgamiento, pero no fue así, pues deconstruirme es una lucha diaria y aunque me niego a los mandatos patriarcales, inevitablemente estos todavía me alcanzan. Si bien, mi tristeza era una situación de salud, no poder estar a la altura de los estándares patriarcales de ser una «buena madre» profundizaba aún más mi dolor. Por ello las feministas insistimos en lo nocivo que estos roles y estándares impuestos pueden llegar a ser, tratándose de depresión —en el caso más grave— puede conducir al suicidio.
Al compartir esta situación quisiera que si alguien al leer estas líneas se siente identificada, busque apoyo profesional, no sienta vergüenza de estar triste o agotada y pida ayuda. Si bien —como he dicho—, el Estado está obligado a satisfacer el derecho a la salud incluyendo la salud mental, lamentablemente la realidad informa abandono estatal, sin embargo aún se puede acudir al apoyo de organizaciones no gubernamentales. De igual forma a las personas que no están viviendo con depresión, pero son cercanas a mujeres maternando, las motivo a que apoyen y respeten la forma de ejercer la maternidad de las mujeres, que apoyen sin imponer estándares de lo que representa ser «buena madre» o no. Los hombres deben involucrarse en igual proporción al cuidado de hijas e hijos, apoyar a sus compañeras si están pasando una situación de salud, no juzgar ni cuestionar a las mujeres, ya que maternar ya en sí es difícil y más aún si se padece depresión u otra enfermedad.
He sido afortunada por poder vivir para compartirlo, he tenido redes de apoyo de mujeres fantásticas, mis hermanas y amigas cercanas que nunca me juzgaron, y aunque a veces siento coletazos de la depresión, sigo caminando.
La pandemia por COVID-19 expone la realidad a la que se enfrentan las mujeres transgénero en Honduras: falta de reconocimiento de su identidad de género y derechos por parte del Estado, violencia y discriminación. La pandemia también aumenta la crudeza de esa realidad porque impide migrar, algo que para algunas de ellas es la única posibilidad de sobrevivir.
Nahomy no logra dormir bien desde que inició la cuarentena por COVID-19. Es la una de la madrugada en España y se siente inquieta. Mientras lee lo que se publica sobre el virus, se ha enterado que la pandemia ha llegado a su país natal, Honduras. Le angustia lo que pueda pasar en su país donde el sistema de salud está colapsado desde hace muchos años.
Las mujeres trans en Honduras ya eran vulnerables antes del COVID-19 y desde antes eran discriminadas en el sistema sanitario y no reconocidas en su identidad de género. Para el sistema, no pasan de ser solo un dato más en las estadísticas de las unidades de infecciones de transmisión sexual.
Nahomy Otero o «La Nahomy» como le dicen sus amigas cercanas, ha sido defensora de los Derechos Humanos desde hace más de 15 años, en específico incidiendo por los derechos de las mujeres transgénero y personas con VIH en Honduras.
Justo antes del cierre de fronteras, ella se preparaba para recibir a varias compañeras y amigas que por la violencia en Honduras buscaban salir del país a finales de marzo de 2020.
«Yo esperaba a una de ellas el primero de abril. Ya tenía su boleto de avión comprado y todo y ahora le ha tocado quedarse allá en medio de esta incertidumbre. Imagínate», expresa.
Entre junio de 2009 y marzo 2020 se registraron 111 transfemicidios en Honduras. Las edades de las mujeres asesinadas van de los 12 a los 34 años de edad, según el informe sobre muertes violentas de la comunidad LGTBI, de la Red Lésbica Cattrachas.
Nahomy también huyó, como ahora lo quieren hacer sus amigas. Huyó para no ser parte de esas estadísticas. Hace 20 años, cuando miembros de una mara la raptaron para violarla y asesinarla, ella sobrevivió, después de eso intentó quedarse en su país pero la violencia la siguió.
«Me metieron a un cuarto, cerca de un potrero, intenté escaparme, pero ahí me dieron la primera puñalada. Sentí que mi alma salió del cuerpo, sentí ese aire, ese suspiro que salía de mí, pero también escuché una voz que me decía que yo no iba a morir así, que me levantara y no se cómo, pero mis pies estaban desatados, cuando me levanté. Después de eso decidí ser parte del cambio, quería ayudar a otras personas, Dios me estaba dando otra oportunidad de vivir», relata y asegura de que lo que le sucedió en ese potrero fue una señal para tener claridad en su propósito de vida.
Ella dice que el hostigamiento lo habría soportado de no ser porque en esa misma temporada asesinaron frente a ella a una de sus amigas y ella pudo identificar al asesino. Y aunque el asesinato no estaba relacionado a su labor como defensora, Nahomy se preguntó si valía la pena quedarse o irse para poder sobrevivir.
Ahora es otra de sus amigas la que está en peligro. Después de enterarse que su amiga había sido brutalmente golpeada y dada por muerta a finales de 2019, Nahomy empezó a buscar la forma de apoyarla desde su experiencia para que pudiera llegar a España y poder darle posada mientras se instalaba. Estar en España se ha convertido en una oportunidad para ayudar a otras mujeres como ella.
Nahomy Otero vive una nueva etapa de su vida. Tiene 41 años y se considera una sobreviviente. Ilustración: Ambar Nicté.
Planes que la pandemia detuvo
Marlene, a quien llamaremos de esa manera por seguridad, tiene 37 años y es defensora de Derechos Humanos, educadora y contadora. Le gusta la ciencia, la física cuántica, los números y compartir su conocimiento con otras compañeras, se define fuera de lo heteronormativo, le gusta vestirse como se siente cómoda sin tener que seguir cánones de belleza de ningún género. Es la amiga a quien Nahomy esperaba a finales de marzo.
El ataque a Marlene conmocionó a sus compañeras, por la brutalidad de lo ocurrido y porque la agredida lo sobrevivió. «Estaba regresando de mi trabajo de abordaje (abordaje sobre educación sexual y derechos humanos) con mis compañeras que ejercen trabajo sexual y pues de repente como a las 12 o 1 de la mañana, algún loco transfóbico, me empezó a golpear con una piedra, me agarró desprevenida. Pasé seis días en el hospital, bastante grave, 85 puntos en la cabeza,» retrata con una voz firme, mientras termina de cocinar en la casa donde vive temporalmente por seguridad.
Marlene y sus compañeras se movilizaron inmediatamente, interpusieron la denuncia y solicitaron medidas de protección al Mecanismo protector para las y los defensores de Derechos Humanos, periodistas, comunicadores sociales, y operadores de Justicia, un conjunto de diferentes instituciones del Estado en coordinación con representantes de gremios y sociedad civil, que se dedican a generar estrategias para prevenir y proteger a las personas que se dedican a la defensa de los derechos humanos y libertad de expresión.
Sin embargo, luego de aproximadamente tres horas de entrevista, brindando las pruebas y las amenazas previas que había tenido ejerciendo su rol como defensora, su solicitud no fue aceptada.
«Me dijeron que mi caso no aplicaba, busqué ayuda internacional y en eso estoy… estaba. Por la situación del COVID-19 no se pudo concretar el viaje que tenía para el 31 de marzo, ya no se pudo. Esto de salir del país, lo decidí realmente por el riesgo de perder mi vida y para buscar una nueva perspectiva de vida en otro país».
Marlene, no tenía planeado salir del país, ella se miraba trabajando en lo que le gusta, incluso terminando su carrera universitaria, con su familia con quien recién había vuelto a tener contacto. Su plan de vida cambió súbitamente.
Pero ella no era la única que tenía planeado irse antes del cierre de frontera.
Cristina Portillo tiene 34 años, es estilista profesional y amiga de Nahomy. También había planificado irse del país a finales de marzo o principios de abril porque estaba cansada de que no la reconozcan como ciudadana y sujeta de derechos. Cotizó el boleto de avión justo antes del cierre de las fronteras.
Cristina había sacado una profesión como estilista de belleza y luego de varios años se involucró en política, militando en el Partido Nacional en San Pedro Sula.
«Trabajé cuatro años en la Alcaldía Municipal de San Pedro Sula con el ingeniero Armando Calidonio y luego te das cuenta que no hay oportunidades de crecimiento. Ejercemos el sufragio pensando que con eso salimos adelante en nuestros derechos, pero la discriminación al final es la misma dentro de la sociedad, es igual, no cambia nada.»
Cristina relata que su objetivo al involucrarse en política, era poder incidir en los espacios estatales para que la población LGTBI, en especial las mujeres trans, pudieran tener mejores oportunidades de trabajo.
«En varias ocasiones, en algunas reuniones con aspirantes a diputados hablaba sobre la importancia de no discriminar a las mujeres trans, les contaba que había abogadas y profesionales de otras ciencias que no tenían oportunidad en la empresa privada. Pero la respuesta a ello, siempre fue el silencio por parte de los aspirantes.»
Todo lo que había hecho le parecía en vano, y ahora tenía mayor claridad que las mujeres trans o de cualquier otra población vulnerabilizadas, solo eran sujetas políticas cuando les tocaba ejercer el sufragio.
Cristina Portillo, atendiendo a una clienta en un salón de belleza. Ilustración: Ambar Nicté.
«Y lo confirmé cuando opté por una plaza municipal del área de migración. Obviamente no me dijeron directamente que era por ser mujer trans, pero sí se por mis contactos que hubo comentarios sobre mi identidad de género.»
Irse del país es algo que había pensado desde hace años. Intentó pedir asilo a través de organizaciones con el objetivo de buscar nuevas oportunidades, huir de la discriminación. Sin embargo, no obtuvo respuestas.
«Pareciera que para pedirles asilo, tenes que haber perdido una parte de tu cuerpo, te tuvieron que haber agredido físicamente, cuando a veces la agresión verbal basta y sobra. El daño social y trauma psicológico que te hace la sociedad en este país y la falta de oportunidad es como que estar muerta en vida.»
En Honduras no existen leyes que garanticen los Derechos Humanos de la población LGTBI. Actualmente, los únicos recursos legales que han tenido son el artículo 321 del Código Penal y la Ley de Protección para las y los Defensores de Derechos Humanos, Periodistas, Comunicadores Sociales y Operadores de Justicia, que solamente ampara a aquellas personas que han sido certificados como defensores de DDHH.
En el nuevo Código Penal que entró en vigencia, los agravantes por discriminación y odio se eliminan y quedan como circunstancias agravantes motivaciones racistas u otros relativos a la ideología, religión o creencias de la víctima, edad, lengua, situación familiar, etnia, raza o nación a la que pertenezca, su sexo, orientación sexual o identidad de género, razones de género, enfermedad o discapacidad; y reincidencia.
Desde que se involucró en política, Cristina ha recibido amenazas por parte de grupos delictivos y considera que no solamente es perseguida por su identidad de género, sino también por haber militado en un partido político.
Cristina teme por su vida, siente que si no logra irse del país será parte de las estadísticas de muerte en el país, tiene 34 años y quiere vivir más.
Toque de queda no reduce violencia
La población LGTBI ha vivido y enfrentado un problema endémico, el de la exclusión e invisibilización. La violencia estructural es cotidiana.
«Decimos doble pandemia por las condiciones del sistema de salud fracasado, desmembrado que no tiene respuestas a la población general, mucho menos tiene una capacidad de respuesta a la población LGTBI de manera diferenciada, específica, para las necesidades que demandamos. La preocupación ha sido grande, porque la pandemia nos ha puesto en condiciones de mayor vulnerabilidad.»
Durante la cuarentena las violaciones a los derechos humanos se han incrementado afirma Donny Reyes, director de la Asociación Arcoiris y integrante del Comité de diversidad sexual de Honduras (CDSH).
Según el Diagnóstico situacional de las personas LGTBI en relación al COVID-19, por parte de CDSH,un 40% de la población vive en una casa alquilada, 36% en la casa de un familiar y 22% en casa propia. Un 41% de la población LGTBI trabaja, mientras que un 24% no trabaja ni estudia y un 11% trabaja y estudia. Para Donny Reyes, ese 24% es el que está en condiciones de mayor vulnerabilidad.
Según el diagnóstico, solo el 6% de la población abordada se identificó como mujer transgénero, por lo que el CDSH documenta mediante entrevistas individuales casos de mujeres transgénero que han ejercido trabajo sexual en el país durante los toques de queda.
«Salen a exponerse en la búsqueda de recursos para poder pagar su cuarto de hotel o su vivienda, llevar alimentos. Muchas de ellas tienen a cargo abuelas, sobrinos que dependen de ellas, que sobreviven con lo que ellas llevan» afirma Donny Reyes, además de que a raíz de ello, se han registrado arrestos con fuerza excesiva por parte de policías y militares.
«Incluso tenemos registrado el caso más reciente que fue el de la compañera trans en La Ceiba quien fue asesinada en pleno a pedradas, destruyéndole su cara con bloques y ¿Quién está en control de estas ciudades en estos momentos? la fuerza de seguridad y del orden público del Estado, o sea todas las fuerzas de seguridad estatales» puntualiza.
Donny Reyes se refiere al transfemicidio de Luz Zúniga, de 23 años de edad, asesinada el 1 de mayo en La Ceiba. Según diversos medios de comunicación locales, la mujer fue asesinada a golpes por un hombre, que al igual que ella, estaba en condición de calle.
Durante la cuarentena, se han registrado dos asesinatos de mujeres trans en la zona norte del país, la primera es Luz en La Ceiba y la segunda en Villanueva de quien se desconoce su nombre.
Durante años la población LGTBI ha incidido para que la Ley de Identidad de Género y la de no discriminación sean discutidas y aprobadas por el Congreso Nacional. La primera ley es clave para reducir la tasa de mortalidad de las mujeres trans en el país, ya que con esta ley, el Estado está obligado a cumplir con la despatologización y el reconocimiento de las personas por su nombre social. Una deuda del Estado que ha causado traumas en la población trans que lucha por el derecho a la salud de manera diferenciada.
Documentar la situación de la población LGTBI durante la pandemia ha sido difícil para las organizaciones de Derechos Humanos, ya que no es posible verificar o trasladarse a los lugares en que ocurren los hechos y denunciar formalmente ante la fiscalía.
Las medidas de restricción que el Estado emitió durante la pandemia para evitar la propagación del virus, impiden que las y los defensores de Derechos Humanos puedan movilizarse libremente a los lugares dónde se reportan incidentes y agresiones.
Donny Reyes hace hincapié en que la justicia es una deuda que tiene el Estado y que en tiempos de pandemia denunciar se vuelve más complejo. «En Tegucigalpa está la Región Metropolitana de la UMEP 1 de la policía que es en el centro de la ciudad, ir a la policía a denunciar a la policía, es una cosa muy complicada» afirmando que muchas de las agresiones registradas han sido por parte de las fuerzas del orden público.
En el Diagnóstico situacional de las personas LGTBI en relación al COVID-19 del CDSH se registra que el 34% de las personas consultadas identifican como sus agresores a los militares, mientras que el resto a policías nacionales, de tránsito y municipales. Y debido a ello solo el 3% de ellas han interpuesto formalmente su denuncia.
Esta realidad ha sido constante en la vida de muchas mujeres. Nahomy recuerda que los golpes, las humillaciones y amenazas por parte de las autoridades policiales fueron parte de su vida y de las amigas con quienes inició la transición.
«A veces nos iban a soltar allá por el Catarino (como se le conoce a la zona donde está ubicado el Hospital Mario Catarino Rivas en San Pedro Sula) y cuando teníamos suerte, la noche anterior no nos habían metido en barriles con agua mientras nos insultaban» recuerda Nahomy.
«La situación trasciende desde la violencia física, la violencia sexual hasta lo elemental que es la alimentación. No hay una estrategia ni una política pública del Estado orientada a atender esta población, ni siquiera un oficio donde se diga «atiéndase en la emergencia a estos colectivos» reitera Donny Reyes.
Esta situación de calamidad ha sido atendida desde los colectivos LGTBI, por ejemplo, llevando comida a las personas que carecen de ella. Sin embargo, esto es un riesgo por el toque de queda como medida de prevención. El medio internacional Presentes, publicó un reportaje sobre la detención de Gabriela Redondo, defensora de derechos humanos y directora del Colectivo Unidad Color Rosa de Honduras, el sábado 11 de abril por la policía cuando salió a buscar alimentos a pocos metros de su casa. Durante la detención, los policías la intimidaron y se burlaron de ella, llamándole por el nombre que aparece en su documento personal.
Asimismo, Viena Ávila, directora de otra organización de mujeres trans en la zona norte del país, comentó a Contracorriente la preocupación que tenía por sus compañeras y la frustración que le causaba no poder apoyarlas como quisiera con alimento, ya que ni siquiera a las y los defensores de derechos humanos se les ha permitido circular durante la pandemia.
«Muchas se han acercado para pedir apoyo, sobre todo por el tema alimentario y que no tienen otra manera de generar un ingreso, estamos recolectando lo básico» comenta Viena Ávila de la Asociación Feminista Trans (AFET) quien le relata a Contracorriente que algunas viven en hoteles o en sectores vulnerados.
«El gobierno tiene la estrategia de entregar lo que llaman bolsas solidarias, pero esas bolsas no benefician a las compañeras, porque son específicamente para familias y muchas de ellas no están con sus familias», explica.
Ante este escenario, líderes de la población LGTBI interpusieron un recurso de amparo para restituir el derecho a defender derechos, derecho a la libertad de circulación y expresión de defensores y defensoras de derechos humanos violentados por el Estado de Honduras mediante Decreto Ejecutivo PCM-021-2020 y sus prórrogas:
Los decretos que motivan esta acción, según su propio texto, son de aplicación general excluyendo a servidores públicos de las fuerzas policiales y militares, personal sanitario, del Comisionado Nacional de Derechos Humanos (CONADEH) y empresas que se dediquen a la producción y distribución de alimentos. Quienes suscribimos esta acción, estamos impedidos de desarrollar nuestra labor de defensoría de derechos, la cual no debe prohibirse en ningún caso en un Estado de derecho, mucho menos durante la vigencia de estados de excepción.
La exclusión y falta de voluntad política ante esta situación en particular ha sido denunciada en diversos espacios digitales por parte de la población LGTBI. Uno de ellos es el foro virtual «Coronavirus y Derechos Humanos LGTBI» organizadoporVictory Institute. Abner Jiménez, representante por Honduras de la organización Somos- CDC denunció la negativa por parte de SINAGER ante las solicitudes de apoyo para la población LGTBI, indicando que dicha población, no es clave en el marco de la pandemia por COVID-19.
Un estado intervenido por la religión
La falta de reconocimiento por parte del Estado agudiza la situación de la población LGTBI. A pesar de que las diversas organizaciones nacionales y organismos internacionales tales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en reiteradas ocasiones han interpelado al Estado para que cumpla con los acuerdos internacionales de reconocer a todas las personas por igual y a partir de ello también brindarles sus derechos constitucionales, el Estado de Honduras les sigue invisibilizando, entre otras, por razones justificadas en doctrinas religiosas.
El Informe Estado Laico y Fundamentalismos Religiosos elaborado por la organización Cattrachas, registra diversas declaraciones de autoridades estatales de alto nivel de los poderes Ejecutivo y Legislativo en contra de los derechos de la población LGTBI, fundamentados en la moral religiosa.
Diputados y diputadas en sesión legislativa en el Congreso Nacional. Ilustración: Ambar Nicté.
En el informe documenta hechos como lo ocurrido el 10 de noviembre del año 2015 cuando la Confraternidad Evangélica de Honduras solicitó al presidente del Congreso Nacional, Mauricio Oliva, que se pronunciara públicamente sobre el matrimonio igualitario.
Ante esta solicitud, Oliva respondió en conferencia de prensa, acompañado por representantes de la Confraternidad que «Es importante dejar establecido que nosotros y en este caso hablo en mi caso personal, hay barreras de tipo moral, religiosos, culturales y legales en mi país que veo que no harían viable tal propósito» y reiteró que no puede impedir que alguien presente el proyecto en la Cámara «En mi plano personal quiero ratificar que yo, Mauricio Oliva, en mi calidad de simple diputado no acompañaría una iniciativa en ese sentido» puntualizó.
Alberto Solórzano, pastor y miembro de la Confraternidad Evangélica manifestó en una entrevista a Contracorriente que su cercanía con el gobierno es estratégica, no forma parte de ningún hecho espontáneo y que ellos han provocado ese acercamiento a raíz de temas como el matrimonio igualitario y el aborto.
«¿De dónde se paga la educación de este país? De los impuestos que pagamos, entonces, tenemos el derecho y las obligaciones de solicitar que a la hora de educar se eduque correctamente, según nuestras convicciones, a los hijos nuestros y a los hijos de nuestros hijos.»
Para Solórzano, el matrimonio igualitario es algo incorrecto«La Biblia menciona que actos de esta naturaleza caen en lo inmoral, así como ser infiel es inmoral, tener dos mujeres es inmoral, practicar la sexualidad de forma desordenada es inmoral.»
Algunas de las recomendaciones de organismos internacionales ignoradas por el Estado de Honduras son: eliminar de su ordenamiento jurídico toda norma que pudiera discriminar por razones de orientación sexual o identidad de género e impedir el pleno goce de los derechos económicos, sociales y culturales de las personas lesbianas, gais, bisexuales y transgénero, prohíba la discriminación en el ámbito público y privado, entre otras.
Sobre esto Solórzano afirma que detrás de estas solicitudes, hay otros intereses y que son financiados por grupos que buscan acceder a beneficios de salud «ellos podrían invocar su derecho de decir, no me siento hombre, me siento mujer entonces me voy a operar, me voy a poner todo lo que una mujer tiene para proyectarme como una mujer» considera que estos grupos, han logrado introducir personas en organismos como la ONU para instalar este tipo de agendas.
El 26 de mayo de 2020, en medio de la pandemia, Costa Rica se convirtió en el primer país de Centroamérica en reconocer el matrimonio igualitario, luego de una opinión consultiva por parte de la CIDH, en la que la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucional el Código de Familia que no permitía el derecho de matrimonio de personas del mismo sexo. Logros y avances en materia de derechos humanos que solo se logran en un país donde la democracia y la estabilidad política lo permite.
Para Nahíl Zerón de la organización Cattrachas, el actuar del Estado de Honduras es una paradoja, ya que no cumple con las recomendaciones y con los acuerdos que firma internacionalmente, no reconocen a la población LGTBI dentro de las leyes estatales cuando las personas están vivas, pero sí cuando han sido asesinadas.
«Es súper paradójico que sí reconozcan nuestras muertes pero no reconozcan nuestras orientaciones e identidades cuando estamos vivos y vivas» refiriéndose que en el Ministerio Público existe una Unidad de Muertes de Personas Pertenecientes a Grupos Sociales Vulnerables, dependencia de la Unidad de Muertes Violentas.
«Esa unidad no funciona con un enfoque diferenciado o sea hablar de gays, lesbianas, bisexuales, trans, entonces el no comprender la orientación sexual e identidad de género obviamente hace que el trabajo no sea eficiente. También el retroceso del Código Penal cuando se quitó el agravante de odio también para nosotros era un poco preocupante porque ya no se puede justificar por ejemplo una muerte ejercida con odio hacia una persona LGBT.»
El doble discurso del Estado, al firmar y ratificar acuerdos internacionales en temas de derechos humanos versus la realidad legislativa del país, es una violencia más hacia la población LGTBI.
Nahomy a la izquierda y Cristina a la derecha hace 20 años durante una fiesta, dos días antes del primer ataque a Nahomy. Ilustración: Ambar Nicté.
***
El éxodo de personas LGTBI hacia otros países se ha vuelto cada vez más evidente. El 30 de junio, en plena emergencia por COVID-19, a pesar de que las carreteras y las fronteras están militarizadas, una caravana de 80 migrantes se atrevió a desafiar el toque de queda. En esa caravana, un grupo de personas LGTBI también pretendía llegar a Estados Unidos, pero llegando a la frontera con Guatemala se regresó porque la policía amenazó con lanzar bombas de gas lacrimógeno.
Las oportunidades para salir del país se cierran hacia cualquier destino. Se cerraron para este grupo que iba en caravana hacia Estados Unidos, como para las amigas de Nahomy que esperaban poder irse a España.
«A veces recuerdo todo lo que viví en Honduras, todo lo que sufrí, hasta que llegué aquí me doy cuenta de todo el daño que pasé, que sufrí, solo por sostener una identidad de ser trans» afirma Nahomy mientras desde el balcón de su apartamento en España donde puede ver la plaza y salir de vez en cuando con su perro. Una escena que en su propio país era imposible sin ser discriminada.
Nahomy ahora tiene 41 años y sueña con tener una casa refugio junto a otros compañeros que han huido a España para poder ayudar a otras mujeres y hombres que no puedan ser libres en su país. Por ahora espera que Marlene y Cristina, sus amigas de la juventud, puedan salir de Honduras para recibirlas.
La situación de precariedad en el Hospital de El Progreso, Yoro, al norte de Honduras, no tiene límite. La unidad asignada para atender enfermos con COVID-19 reportó este fin de semana 44 pacientes internos cuando la capacidad en la sala es para 30 personas.
Uno de los pacientes requería ser trasladado al Hospital Leonardo Martínez Valenzuela en San Pedro Sula, pero le comunicaron que aquel centro ya no estaba recibiendo pacientes debido a que ya no tenía capacidad, los cupos se agotaron.
La unidad Covid-19 de este centro hospitalario cuenta con solo un médico para cada turno de 12 horas. Los pacientes que llegan en busca de atención y que presentan sintomatología sospechosa de Covid-19 son recibidos en una improvisada carpa en la entrada del hospital donde también hay solo un médico atendiendo durante jornadas extenuantes y riesgosas.
La pandemia también ha golpeado al personal sanitario del hospital progreseño. Hace pocos días, una enfermera falleció a causa del Covid-19 y actualmente ocho médicos de diferentes áreas han sido diagnosticados con esta enfermedad al igual que una docena de enfermeras, un camillero, dos miembros del área administrativa y una del personal de cocina. Debido a esto, la consulta externa del hospital progreseño se ha quedado sin personal de atención.
Los contagios alcanzan a quienes trasladan a los pacientes que buscan atención. Cuatro miembros del Cuerpo de Bomberos, también se encuentran infectados, según conocimos en nuestra visita al hospital.
Las deficiencias en el área de atención en este hospital evidencian las carencias de insumos, equipo médico e infraestructura.
Desde hace varias semanas se reportó que el centro asistencial urgía de equipo de protección, condiciones de climatización para la unidad Covid, camas, pruebas rápidas, monitores cardiacos, oxígeno y equipo de sanitización.
Ante este difícil panorama, varias organizaciones progreseñas impulsaron una campaña para recolectar donaciones en beneficio del hospital. Organizaciones como Rotarac, Club Rotario, Club de Leones, grupo de amigos del Hospital de El Progreso (GADHEPRO) y grupo de Amigos de El Progreso (GAP) realizaron durante la semana una campaña para realizar contribuciones para suplir las necesidades existentes.
Los resultados de la jornada solidaria permitieron que fueran entregadas 15 camas hospitalarias manuales por un valor de 171,675 HNL; 3,040 mascarillas KN95 (304 cajas de 10 unidades cada una) por un valor total de 121,600 HNL. La donación tuvo un valor total de 293,275 HNL, se realizó por parte del Grupo de Amigos de El Progreso y se entregó al grupo de amigos del Hospital de El Progreso para su manejo.
En la misma semana, la municipalidad de El Progreso anunció la entrega de un donativo de 575 mil HNL. La directora del Hospital, Dra. Liliam Gallo, informó a los medios de comunicación que la donación que entregará la municipalidad progreseña será manejada a través de GADHEPRO. La Dra. Gallo también informó que se recibió una donación de equipos de aire acondicionado para el área Covid-19 por un monto de aproximadamente 125 mil HNL para mejorar la climatización de esa área.
Los fondos también serán destinados para mejorar una morgue, una bomba de agua para la sala Covid-19 y también para adquirir equipo de protección para los empleados que toman las muestras de los pacientes sospechosos de dicha enfermedad.
A pesar de esas donaciones, surgen quejas por parte del personal de otras áreas del hospital quienes alegan que el equipo de protección no alcanza para ellos. Una de las empleadas, que pidió obviar su nombre por temor a represalias por parte de las autoridades, aseguró que «las mascarillas quirúrgicas que les entregan son de baja calidad, sólo duran tres horas, y no sabemos qué han hecho todo el equipo de protección que han recibido, incluso, una compañera enfermera necesitaba oxígeno para su madre y la directora nunca contestó a su petición».
Este día, cuatro cuerpos fueron entregados en ese hospital a sus familiares después de morir por COVID-19. Sin embargo, aun no han sido reportados en el informe oficial emitido por las autoridades de Sinager. El último dato publicado por esta instancia reportó 58 nuevos casos positivos en el municipio de El Progreso, lo que hace un total de 637 casos de marzo a la fecha.
El gobierno de Honduras ha ejecutado 4,589.2 millones de Lempiras para enfrentar la emergencia sanitaria por la pandemia, sin embargo solamente 527,526 millones de lempiras han sido ejecutados por la Secretaría de Salud y las compras de insumos necesarios para que los hospitales estén equipados, han estado a cargo de INVEST-H, una institución que desde que inició la emergencia ha sido señalada por posible fraude y sobrevaloración en la compra de hospitales móviles, equipo de bioseguridad y ventiladores mecánicos. Mientras tanto, en los hospitales donde se está atendiendo a la población enferma, la precariedad reina y el personal sanitario solo cuenta con la esperanza de que la población se organice para hacer donaciones y actividades que les permitan sobrevivir.
Don Mario, llegó este domingo 5 de julio de 2020, con síntomas de Covid 19, acá es atendido en el triaje del Hospital de El Progreso. Foto Deiby Yanes.El área de triaje en el hospital de El Progreso, presenta condiciones deplorables. 5 de julio de 2020, Foto Deiby Yanes.Las autoridades municipales solicitaron nuevamente un cierre del municipio. 5 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.Calle del Comercio en El Progreso, Yoro, no hay actividad comercial durante el fin de semana. 5 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.Este puesto de frutas en la salida a Santa Rita, permanece abierto el fin de semana. 5 de julio de 2020. Foto Deiby Yanes.Esta es la única ambulancia con la que cuenta el cuerpo de bomberos de El Progreso, Yoro, para el traslado de pacientes con Covid 19. 5 de julio de 2020, Foto Deiby Yanes. Sólo un médico atiende en el área de triaje del Hospital de El Progreso, en turnos de 12 horas al día. Foto Deiby Yanes
Me gustan los días lluviosos, sin embargo sé que para los grupos más vulnerables dentro de la sociedad se vuelven días muy difíciles. Esto se debe a la situación de abandono e indigencia a la que históricamente han sido sometidos, además de vivir dentro de un sistema dirigido por gobernantes corruptos sin escrúpulos.
Lo siguiente tiene estrecha relación con algo que se sucedió con mi abuelo hace unos días. Debido a la pandemia por COVID-19 se nos ha impuesto salir según el último dígito de nuestra identidad y si es en vehículo se nos permite un acompañante. Ese día nos tocó transitar a los dos, y llovía, aquello era una tormenta de los mil demonios (como dice mi abuelo) y a pesar de eso, lo que decidimos entonces —debido a la situación— fue tomar el carro de casa y salir a abastecernos.
Era más o menos las siete de la mañana, llegamos al centro de la ciudad y por el congestionamiento no podíamos avanzar muy rápido. Debido a la lluvia la gente iba corriendo de un lado a otro. Más de una persona presionaba para que la dejaran entrar al banco y no mojarse, los guardias trataban de contener a las personas por aquello de evitar las aglomeraciones. Los motociclistas aceleraban hasta el fondo, y los conductores de vehículos presionaban sus bocinas para que el tránsito avanzara —aún y cuando el semáforo estaba en rojo—, esa es una práctica fastidiosa y repugnante con la que tristemente tenemos que vivir en nuestro país.
Después de unos minutos por fin pudimos avanzar y decidimos dar un giro a la izquierda para librarnos del tráfico y salir más rápido. En la calle que tomamos, la situación no estaba tan distante de la que veníamos: un tráfico más o menos moderado, el semáforo en rojo, y la lluvia —que esta vez había empezado a caer con aire y golpeaba de izquierda a derecha—. Decidí entonces ver el panorama con un poco más de minuciosidad y observé hacia el otro lado de la ventana: la lluvia azotaba con más ira, pero pude notar a un niño de no menos de siete años de edad que estaba tratando de protegerse a la orilla de la acera, no tenía la suficiente protección. Llevaba puesta una camisa de mangas cortas, un short bastante desgastado, sus pies descalzos que besaban el frío del pavimento; en sus manos sostenía un poco de alimento —que supongo — le dieron o encontró en algún basurero.
Debo reconocer que cada vez que recuerdo esa imagen, algo se rompe dentro de mí. No pude esperar más y lo siguiente que hice fue tocar el hombro de mi abuelo y señalar hacia donde estaba el niño. Mi abuelo me devolvió la mirada y tragué saliva (hondo). Reconozco que ambos nos miramos un par de segundos más antes de tomar una decisión, mi abuelo suele decir que en estos tiempos tan difíciles se puede desconfiar hasta de la familia. Pero yo había visto los ojos de aquel niño y lo único que noté fue el reflejo del dolor por tanta indiferencia de esta sociedad.
Decidí entonces bajarme del vehículo para recoger al niño y llevarlo con nosotros. Yo traía puesta una sudadera que entregué al pequeño para que pudiera secarse un poco, no faltó quien nos mirara raro, o uno que otro conductor que me insultó por retrasar más el tráfico. Reconozco que estábamos en medio de la calle y que no pudimos estacionar correctamente el auto. Decidimos partir hacia la casa de una amiga a quien llamaré Andrea y que trabaja con organizaciones que se encargan de apoyar a niños desprotegidos. El chico estaba totalmente desconcertado, pude notarlo porque en varias ocasiones le pregunté su nombre, sobre su familia, amigos o conocidos, y se quedó completamente callado, dejé de insistir pues supuse por su silencio, que su casa y su cama eran la vil y lapidaria calle de nuestra ciudad.
Llegamos a casa de Andrea y como ella ya estaba enterada de la situación salimos nuevamente sin pensarlo dos veces. Iba preguntándome si Dios estaba ahí o si solo estaba —como yo— tragándose toda la saliva. Andrea nos llevó al lugar donde podrían ayudar al niño, realmente soy poco para aseverar cosas como esta, pero por algún momento sentí más fé y esperanza, esperaba que el desenlace de esto fuera positivo, y sucedió así gracias al enorme corazón de Andrea, ella hizo toda la gestión y en el hogar de una oenegé decidieron recibirlo, claro está, después de tomar algunos datos y de hacer una que otra pregunta para obtener más información sobre el chico (que nosotros poco podíamos aportar, pero decidimos en la brevedad hacer el intento de ayudar).
Después de un par de horas, había llegado el momento de regresarnos. No tuve el valor suficiente para despedirme de aquel niño, supongo que se me haría dos pedazos el alma, mi abuelo y Andrea sí lo hicieron. Decidí salir del hogar, entrar al vehículo y quedarme ahí, pensando sobre tanta injusticia, corrupción y desigualdad que diariamente ataca a la niñez de nuestro país. Mi abuelo y Andrea volvieron al vehículo y decidimos partir, la hora de compras y demás cosas ya se nos había agotado. Andrea me dijo: «me preguntó si volverás», sin explicación alguna supe que había sido una pregunta del niño y cuando arrancó el vehículo me dije: ¿cómo se puede salir adelante si son miles los que están en situaciones igual o peor que la de él? ¿cómo se puede pasar adelante en un vehículo y no detenerse?
La espera en el Hospital Leonardo Martínez Valenzuela (HLMV) en San Pedro Sula es angustiosa. Decenas de familiares esperan en las aceras por información de los enfermos. El viernes 3 de julio, 107 pacientes eran atendidos en las salas COVID-19 de este hospital. Todas están a su máxima capacidad. Hasta la fecha, se han confirmado 144 fallecimientos por esta enfermedad en este centro asistencial. Otros 92 casos esperan confirmación post mortem.
Es la mañana del viernes 3 de julio y decenas de personas esperan en las aceras del hospital Leonardo Martínez. La angustia y la esperanza se ocultan tras la mascarilla, algunos lloran. En las salas de este hospital, 107 pacientes son tratados por COVID-19 y desde afuera sus familiares esperan por buenas noticias.
Cuando el 11 de marzo se diagnosticaron los primeros dos casos de coronavirus en Honduras, el HLMV pasó a ser un centro de atención para los enfermos por COVID-19. La atención general y de especialidades se suspendió quedando solo activa la atención a partos de emergencia. En este centro asistencial se atienden unos 18 mil partos al año y un promedio de 20 cirugías ginecológicas diarias. Antes de la pandemia, personas del Valle de Sula buscaban atención en consulta general, pediatría, odontología, ortopedia y psicología.
Todos los días, las enfermeras reciben varias bolsas que contienen cobijas, pañales para adulto, toallas húmedas, agua y quizás suero que entregan las familias para los pacientes. Los medicamentos para tratar la COVID-19 los está dando el hospital. Cada paquete lleva el nombre del paciente y en el hospital han establecido un horario.
Enfrente de la entrada, expectantes, se encuentra una pareja de hermanos. Desde hace 18 días se encuentra hospitalizada su madre, Lucía. «Nos dicen que se encuentra estable. Aunque ya nos han dicho que satura menos» nos dice la hermana, como si el lenguaje médico fuera ahora más entendible que antes.
Un médico brinda información información a familiares de pacientes que esperan buenas noticias afuera del hospital. Foto/ Deiby Yánez
En términos médicos, saturación es una medida que refiere a la cantidad de oxígeno disponible en la sangre. Cuando el corazón bombea sangre, el oxígeno se une a los glóbulos rojos y se reparten por todo el cuerpo. Los niveles de saturación óptimos tienen rango de entre 95 y 100 por ciento de oxígeno y garantizan que las células del cuerpo reciban la cantidad adecuada de oxígeno. Niveles deficientes de saturación son síntoma grave en un paciente de COVID-19. A esto se le llama hipoxia.
«Mire, con esto uno se vuelve experto en términos que ni siquiera conocía» repite ella. Una hora después vimos que se marchaban, pero volverán mañana a la misma calle y con la misma esperanza que lo hicieron los últimos 18 días, volver a ver a su madre.
Son las 9:45 a.m. y muchos familiares que no han entregado sus paquetes hacen una fila. En menos de 30 minutos, como si fuese un mal presagio, tres carros funerarios han pasado por esa calle. Apenas a unos 100 metros de la entrada principal del hospital, la esperanza se agotó. Una mujer se desmayó esperando que le entreguen los restos mortales de su madre. Al recuperarse grita y solloza como una niña. Se sienta en el asfalto y no hay nada que la consuele. Los amigos y familiares tratan de calmarla. Su madre llegó enferma con COVID-19 y salió en un ataúd envuelto en una bolsa negra.
Entre el jueves 2 y el viernes 3 de julio, ocho cadáveres fueron entregados a sus familiares bajo el mismo protocolo de seguridad. Una patrulla de la Policía Nacional acompaña el transporte del cuerpo del hospital al cementerio. Tres familias quedan esperando para recibir los restos de sus familiares al siguiente día. En total, 11 fallecidos en dos días.
A las 10:20 a.m. encontramos a Erlan Padilla, empleado de una empresa que vende productos de bioseguridad acompañando a un colega diagnosticado con COVID-19. «Esto está a reventar» nos dice. Padilla ha llevado a su amigo en dos ocasiones y no lo han hospitalizado porque no hay cama disponible. «Anoche no durmió» revela sobre su compañero de 45 años al que tienen con oxígeno, pero que tendrá que regresar a casa.
Ese día había 15 pacientes en la Unidad de Cuidados Intensivos, 40 en cuidados intermedios y 41 en observación con filtro. En la sala especial COVID-19 para maternidad son atendidas siete madres y cuatro recién nacidos. Estas cifras fueron ofrecidas a este medio por el área de epidemiología del hospital.
Un médico brinda información información a familiares de pacientes que esperan buenas noticias afuera del hospital. Foto/ Deiby YánezLa alcaldía sampedrana mandó a fumigar calles aledañas al centro asistencial sampedrano. Foto/ Deiby Yánez
El sol y la esperanza
El sol brilla, el asfalto calienta y hay amenaza de lluvia sobre San Pedro Sula. Un carrito fumigador de la alcaldía sampedrana despierta de su letargo a los angustiados hondureños que se mantienen afuera del hospital. El vehículo pasa en dos ocasiones y la gente se mueve para ser alcanzada por los aspersores de un líquido que nadie sabe a ciencia cierta qué es.
Uno de los guardias de seguridad a quien todos llaman el “Negro” dice que «ahorita ya no hay cupo, solo le están dando el medicamento al que viene». En el hospital nos dicen que solo hay tres cupos en la Unidad de Cuidados Intensivos y seis en una sala de COVID-19 orientada a maternidad. «Solo un milagro haría que hallen cupo» afirmó. Desde marzo, cuando arrancó la pandemia, hasta el jueves 2 de julio, el hospital Leonardo Martínez recibió 1310 pacientes de COVID-19, de los cuales, 81 fueron atendidos en la Unidad de Cuidados Intensivos, 524 en cuidado intermedios, 519 fueron enviados a sus casas para aislamiento, 367 pacientes fueron dados de alta y 196 fueron referidos a otros centros asistenciales.
En declaraciones a diario La Prensa, el Viceministro de Salud, Roberto Cosenza, aseguró que la próxima semana se estarían habilitando 50 camas más en el Leonardo Martínez e igual cantidad en el Mario Catarino Rivas. Además, se habilitará una sala Covid en el Centro de Triaje ubicado en Expocentro.
Don Jorge reclamó por agua y la instalación una letrina móvil para los familiares de los enfermo. Él lleva 18 días esperando. Foto/ Deiby Yánez
Es casi mediodía y afuera del hospital se nos acerca don Jorge y nos pregunta el nombre del medio para el cual trabajamos. Cuando recibe la respuesta, deja ir un mar de quejas «mire, aquí nos piden higiene y que nos lavemos las manos y no hay agua por ningún lado. Tampoco hay sanitario. Los varones podemos ir a meternos a cualquier palo (árbol) ¿pero y las mujeres?», se pregunta indignado.
Tampoco hay sillas y la carpa instalada por COPECO filtra el agua cuando llueve. Don Jorge se retira molesto, también se queja de que hay poca información sobre la condición de salud de los pacientes.
Las hermanas Karla y Maura tienen 15 días de “vigilar” desde afuera del hospital la salud de su madre. Las acompaña el esposo de Maura, Luis Rodríguez. Su madre tiene tres condiciones que la hacen más vulnerable a la enfermedad: es diabética, hipertensa y es mayor de 60 años. Un camillero con el que han tomado confianza, les da información sobre ella.
En una base de datos de la Secretaría de Salud, entregada a Contracorriente, se indica que de las 335 personas fallecidas entre marzo y mayo a nivel nacional por COVID-19, 37 padecían cardiopatía y 40 diabetes.
Este es el portón por en donde son entregados los restos mortales de los fallecidos de sala de COVID-19. Foto/ Deiby Yánez
Karla y Maura han sido testigos de la muerte en las puertas del hospital. «A una señora de la tercera edad la traían con esperanzas de que podían salvarla, pero creo que ya venía muerta» nos cuentan. Esa misma noche también supieron de otra persona que murió esperando por atención.
Ya son las 10:40 a. m. y otro cuerpo es retirado de la morgue del hospital. En el reporte de defunción se registra que la causa es neumonía por COVID-19. Sus familiares esperan el cuerpo que será enterrado en el cementerio de Dos Caminos en Villanueva. El conductor de la funeraria dice que ha llevado ya tantos cadáveres que «la verdad hasta he perdido la cuenta».
Desde el 26 de marzo hasta el jueves 2 de julio se registran 236 fallecimientos por COVID-19 en ese hospital, de los cuales 144 han sido confirmados y el resto espera el resultado de la prueba para dicha enfermedad.
Al momento de publicar esta nota, se han registrado 22,116 casos de COVID-19. En San Pedro Sula se han diagnosticado 4,426 casos con un reporte de 188 muertes según información que dio la Región Departamental de Cortés a La Prensa. El departamento de Cortés reporta 9,743 casos con 319 decesos según fuentes oficiales. El Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (SINAGER) oficializó 605 víctimas mortales por la pandemia a nivel nacional, el 23% (144 confirmadas) de esas muertes fueron en el Hospital Leonardo Martínez.
Este es el portón por en donde son entregados los restos mortales de los fallecidos de sala de COVID-19. Foto/ Deiby YánezEste es el portón por en donde son entregados los restos mortales de los fallecidos de sala de COVID-19. Foto/ Deiby Yánez
El camillero
El camillero pide que no le tomen fotos. Está molesto. «De forma educada se los voy a pedir, de qué me sirve a mí?» pregunta, pero repentinamente empieza a dar información. «Todo lo que es de los finados, ropa y hasta relojes, lo desecho yo» nos cuenta.
Contó que hace dos meses no recibe salario y que algunos de sus compañeros que hicieron el reclamo fueron despedidos por quienes dirigen el hospital. «Dicen que hoy pagan», se anima. Tiene razón de estar molesto «aquellos que ponen el pecho a la pandemia están trabajando por amor propio» dice.
«Póngalo ahí», exclama como si me diera la orden para escribirlo.«Supuestamente nos iban a dar un bono y nada, parece que solo es para doctores y licenciadas en enfermería, para el personal de apoyo nada» nos dice el camillero que se mueve en las salas Covid-19 del centro hospitalario. Anda lentes, guantes, dos mascarillas y una bata de bioseguridad. Sostiene que el hospital tiene en abundancia insumos de bioseguridad, pero algunos de sus compañeros andan con bolsas plásticas en los pies en lugar de botas.
«Mire yo soy cachureco, pero este gobierno me tiene molesto, por eso ando de toque».
Este reclamo no es solamente del camillero. También hubo huelgas de los trabajadores en el centro de triaje ubicado en el Colegio de Ingenieros de Honduras y el martes 3 de julio, los camilleros del Hospital Mario Catarino Rivas también reclamaron por sus salarios.
El personal de salud en el Leonardo Martínez se las ingenia para protegerse. Este empleado se armó de bolsas en ausencia de botas. Foto/ Deiby Yánez
En el marco de la pandemia, los trabajadores de la salud han denunciado la falta de insumos de bioseguridad. El reclamo ha sido constante y hay centros, como el Hospital del Tórax en Tegucigalpa y el Hospital del Sur en Choluteca, que han emprendido campañas para recibir donaciones para que sus trabajadores puedan protegerse de la forma adecuada. En la última semana de junio, 170 empleados de diferentes áreas del Hospital Escuela fueron retirados como sospechosos de COVID-19.
De acuerdo a estadísticas ofrecidas por la Secretaría de Salud, desde el comienzo de la pandemia en marzo hasta finales de junio, 1,221 trabajadores de la salud se habían contagiado. De las muertes, la SESAL no ha ofrecido una cifra oficial pero se conoció de varios médicos, como Denisse Murillo, Alexis Reyes (San Pedro Sula) y Julio Licona, que fallecieron por COVID-19.
El personal de salud en el Leonardo Martínez se las ingenia para protegerse. Este empleado se armó de bolsas en ausencia de botas. Foto/ Deiby Yánez
Mañana la espera volverá
Es mediodía y la humedad de San Pedro Sula es sofocante. Con su mascarilla azul, paraguas y una mirada triste, nos encontramos a doña Julia. Hace cuatro días trajo al hospital a uno de sus 12 hermanos. Es el menor de la numerosa familia, tiene 44 años, es diabético y padece Síndrome de Down.
Llamadas, mensajes, esperanzas, oraciones, repudio…todo se conjuga en aquella calle. Hay dudas y hay reclamos. Hay sonrisas opacas, pero también lágrimas.
Maura y su hermana Karla tienen a su madre internada desde hace dos semanas. Foto: Deiby Yánez.
Allí está Esmeralda con su hermano. Ellos vienen de Choloma y esperan que su madre recién ingresada salga bien librada de la batalla. Hasta el momento ellos no tienen el resultado positivo de COVID-19, pero su progenitora está en una sala para tratar a pacientes víctimas de la pandemia. La señora tiene 65 años y fue ingresada el 30 de junio. Es diabética, pero ellos aseguran que no es positiva de coronavirus. «Creo que ella no tiene» se plantea su hija.
El reloj está por marcar la 1:00 p.m. y una enferma es ingresada en brazos al centro de atención. Su condición es delicada. Dos de los presentes ayudan a los familiares a cargarla. Ellos esperan que salga por el mismo portón, el de la vida.
Una hora más tarde, una persona es trasladada a la unidad estabilizadora ubicada en el Gimnasio Municipal para continuar con su recuperación. Todavía no ha ganado la guerra, pero ya venció varias batallas. La instalación deportiva fue acondicionada por la alcaldía sampedrana para recibir a pacientes menos complicados. Una de las pocas buenas noticias del día.
Por la tarde, dos cuerpos más fueron entregados a sus familiares. Salen directo al cementerio y son acompañados por la Policía Militar. Hay tres familias más que esperan por los restos de sus seres queridos, que no serán entregados hasta la mañana siguiente.
Entre los que esperan está un hombre de unos 30 años. Viste camisa de un equipo de fútbol de la Liga de España y toma refresco. Acompañó a su esposa para reclamar el cuerpo de su hermano, Douglas, quien tenía 19 años y llegó con un dolor de cabeza, según afirma su familiar. Estuvo siete días en el hospital y murió.
Ser testigos de tanta muerte e incertidumbre hace que los rumores sean parte de la nueva cotidianidad de estas familias. Esmeralda, quien espera por su madre de 65 años, cuenta que hace un par de noches una mujer hablaba por teléfono con su esposo quien estaba internado en el hospital. Al otro lado del auricular, el hombre le dijo que estaba bien. Ella colgó tranquila. Minutos más tarde fue llamada al mismo celular, su cónyuge había muerto.
En medio de tanto temor por la muerte, también hay vida. La madre y su hijo recién nacido recibieron salen del hospital. Foto/ Deiby Yánez
Sin embargo, estas familias también han sido testigos de la vida. Dos madres se marcharon a casa con sus recién nacidos en brazos. El hospital aplica una prueba para descartar la presencia de COVID-19. Paradójicamente, el lugar donde se están perdiendo muchas vidas, también recibe a muchos que ven el brillo de la luz por primera vez.
A las 3:00 p.m. quedan muy pocos familiares en las afueras del Hospital Leonardo Martínez Valenzuela. Se van cansados y hambrientos, pero con la esperanza de que su ser querido salga por la puerta de la vida. Si sale por el otro lado ni siquiera podrán verlo. Nadie quiere esperar en ese portón.
La pandemia cayó al mundo del fraude. La compra de los hospitales móviles y otras irregularidades en el manejo de la pandemia en Honduras pone en evidencia algo que ha sido muy común en el fraude, la evasión de impuestos y el lavado de activos: las llamadas “empresas de maletín”. ¿Son legales o ilegales? ¿Cómo las usan para cometer delitos económicos? ¿Cuál es su función en el vínculo entre la política y el crimen organizado?
Axel G. López y Evana López han registrado dos compañías en Florida, Estados Unidos. Axel es el presidente, secretario, director y agente de la empresa Elmed Medical Inc. aún activa en Orlando, Florida. Aunque existe desde 1998, se habría perdido en el mar de corporaciones creadas en Florida en las que una sola persona tiene todos los roles y pocas conexiones con otras inversiones. Pero la conocemos porque fue denunciada por la empresa SDI Global LLC por falsificar la orden de compra de siete hospitales móviles que Honduras pagó por adelantado.
Esta orden fue aprobada por INVEST-H y posteriormente el Estado de Honduras desembolsó 21 millones de dólares como pago por adelantado por hospitales que, hasta este momento crítico de la pandemia, aun no han llegado al país. El director de INVEST-H, Marco Bográn renunció después que la falsificación de la orden de compra fue denunciada y asegura que los hospitales vienen en camino en un buque desde Turquía. La Agencia Técnica de Investigación Criminal (ATIC) ha comenzado una investigación al respecto. El dinero pagado por estos hospitales corresponde al 27% del presupuesto asignado por el gobierno para combatir la emergencia por COVID19 en Honduras.
Este caso se ha denominado como “ la gran estafa” y la empresa de López como “empresa fantasma” o “empresa de maletín”. Se espera incluso que las autoridades estadounidenses investiguen el caso.
Pero esto es más común de lo que pensamos. Las “empresas maletín” para el lavado de dinero forman parte de la economía estadounidense. Personas de todo el mundo, quienes con frecuencia son empresarios, políticos, carteles de drogas o grupos terroristas abren sus empresas en lugares catalogados como paraísos fiscales, países como Suiza o Bermuda, o dentro de los Estados Unidos, ciertos estados como Florida, Nueva York, Delaware y Dakota del Sur.
Utilizando esas empresas, el cártel mexicano Los Zetas compró caballos de carrera en los Estados Unidos, tal y como detalla la periodista Melissa del Bosque en su libro Bloodlines. Canalizaron los pagos para los caballos a través de empresas maletín que aparentan no tener nada que ver con el cártel, para así introducir el dinero en la economía legal. Otro ejemplo es el caso del ex-jefe de campaña de presidente Donald Trump, Paul Manafort, quien lavó millones de dólares recibidos de su trabajo como asesor político en Ucrania para no pagar impuestos. Manafort creó empresas en países bien conocidos por ser paraísos fiscales y las usó para comprar propiedades de lujo en los Estados Unidos. Así trajo de vuelta el dinero al sistema financiero legal estadounidense sin dejar rastro. Esto se descubrió durante la investigación de los posibles nexos entre la campaña del Presidente Trump con Rusia.
El mecanismo es tan efectivo para un narco, un asesor de Trump como empresas que se lucran con la pandemia.
Entre 1998 y 2019, Axel López ha registrado cinco empresas en el estado de Florida. La razón de esas empresas describe servicios relacionados con exportaciones, salón de belleza, tecnología para los desechos médicos, entre otras. En una misma dirección física están registradas Elmed Medical Systems Inc. y Vertisa Medical Waste Technologies LLC. Axel López también registró American Business Links Corporation en una dirección física diferente pero siempre en el Estado de Florida. En ésta, al igual que en Elmed Medical Systems Inc. comparte algunas funciones con Evana López.
Una cierta clasificación corporativa estadounidense, Limited Liability Company o Compañías de Responsabilidad Limitada (LLC por sus siglas en inglés), frecuentemente es la que permitiría la creación de una “empresa fantasma” y aunque no son ilegales ni son siempre usadas para cometer actividades ilícitas, tienen varias características que las hacen convenientes para cometer el fraude financiero.
Por ejemplo, una LLC es muy fácil de registrar. No es necesario estar en los Estados Unidos, se requiere muy poco tiempo y poca información acerca de sus actividades y dueños. Es tan fácil que incluso se requiere menos información para crearlas que lo que se solicita para un permiso de préstamos de libros en una biblioteca pública estadounidense.
El costo para inscribir una LLC en el estado de Florida es de $125. Se crea un nombre para la empresa, el cual se inscribe junto con el nombre y la dirección del agente registrado (una persona con una oficina o un buzón de correo para recibir la correspondencia de la empresa en Florida) y después se llena un formulario de inscripción en un sitio web estatal. El agente registrado, es con frecuencia un abogado que ofrece ese servicio.
El nombre de la persona que verdaderamente es dueña de la empresa, no es requerido en ningún momento del trámite, tampoco se requiere el nombre de un administrador ni de los miembros de la junta directiva.
Miami, Fl. Foto: Contracorriente
Según la experiencia de Chris Quick, exagente del FBI estadounidense que investigó “crímenes de cuello blanco” y que ahora es investigador privado con su propia LLC en Carolina del Sur, el anonimato que ofrecen las LLC es una característica atractiva para muchos empresarios pero también es una dificultad para los investigadores cuando aparecen pistas de actividad criminal, porque es difícil seguir el hilo cuando no se sabe a quien se busca.
«Las LLC no necesariamente están asociadas con la persona que está a cargo. El dueño de una LLC incluso puede ser otra LLC» dice Quick. Como una cebolla en la que todas sus capas ocultan su centro, investigar este tipo de empresas requiere «quitar cada capa para por fin llegar a los dueños. Son capas de anonimato.»
Cuando el objetivo es lavar activos ilícitos —por ejemplo, el dinero robado de las instituciones públicas a través de la corrupción, o el financiamiento de grupos ilegales— frecuentemente se escoge esconder el dinero a través de compras que permiten ocultar el origen y el propietario de los fondos, como fue el caso con los caballos de carrera de los narcotraficantes, entes presentado. Y aun cuando se trata de una propiedad, como por ejemplo un apartamento o un yate, el nombre en la escritura puede ser el de la LLC, no el del político corrupto o el criminal dueño del dinero. Así, quien quiera investigar quién está detrás de la compra solo se va a encontrar con un abogado contratado para recibir la correspondencia que llegue a la LLC.
Un informe de 2010 de las Naciones Unidas, avalado por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, estimó que ese año unos $300 mil millones de dólares de ganancias ilícitas pasaron por el sistema financiero estadounidense.
Familiares de pacientes y personas buscando atención en un hospital de San Pedro Sula. Foto: Deiby Yánez
En Honduras la compra de los hospitales móviles no es la única irregularidad donde figura una relación con una empresa en Miami. Invest-H compró por 3,5 millones de dólares equipo de bioseguridad a la empresa Access Telecom, dedicada a la tecnología inscrita en Miami, Florida, Estados Unidos. En el documento público de esa orden de compra consta el nombre de Arturo Osmond Maduro Zelaya, de 50 años y sobrino del expresidente Ricardo Maduro. Ante denuncias de irregularidades, Marco Bográn, ex director de Invest-H, aseguró que había sido un error colocar a Osmond Maduro como contacto en la orden de compra ya que «no tiene ninguna responsabilidad y no es parte de la empresa.»
Access Telecom fue fundada en 1999 y su presidente actual es Abraham Benhamu, según documentos públicos. Está ubicado en el local número 82 en un edificio en el noreste de Miami, y entre 2015 y 2017 en el local 80 de ese mismo edificio, había una empresa presidida por Arturo Maduro, denominada Distelsa LLC.
Empresarios hondureños realizaron cotizaciones en otras empresas internacionales y determinaron que esta compra por 3,5 millones de dólares pudo haberse hecho a 1,7 millones.
Mientras tanto, en Honduras los hospitales están colapsados y más de 300 personas que trabajan en el sistema sanitario están enfermas por no tener los implementos necesarios para protegerse del virus.
Una propuesta de ley que busca la transparencia
Actualmente hay una propuesta de ley en el congreso estadounidense llamada el Acta de Transparencia Corporativa de 2019, que exige que los dueños beneficiarios de cada LLC sean identificados en un registro que no sería público pero sí estaría al alcance de las autoridades cuando en una investigación se requiera saber quiénes realmente están detrás del dinero.
La ley fue propuesta por la congresista Carolyn B. Maloney del estado de Nueva York, quien dijo a Contra Corriente que «el uso legal de las empresas de maletín o anónimas en los Estados Unidos permite la actividad criminal impune y esconde detrás de esos escudos a la gente que lava el dinero, que impulsa la trata de personas y a veces hasta a los terroristas. Durante años, las autoridades que hacen cumplir la ley le han pedido al congreso que quite esa barrera a través de exigir que se divulgue las identidad de los dueños beneficiarios de las LLC.»
Quick, el ex-agente del FBI, dice que lo idóneo para poder investigar los flujos de dinero sería saber los nombres de los dueños de las empresas y el porcentaje de acciones que comparten. Tal información permitiría por ejemplo que los investigadores podrían acceder a las cuentas bancarias de los dueños para mapear la ruta de dinero ilícito. Afirma también que conocer esa información sería una forma de ser transparentes «Hay que poder descifrar por lo menos una parte del rompecabezas.»
Hay oposición a la propuesta de ley presentada por Maloney por parte de los gobiernos estatales de los Estados Unidos que se apoyan en las ganancias obtenidas con las tarifas de registro y los impuestos de las LLC. Solamente en el año 2012, el estado de Delaware ganó $860 millones gracias a las LLC. También hay resistencia por parte del Colegio de Abogados de los Estados Unidos (en inglés, The American Bar Association), el gremio de abogados más poderoso del país, que argumenta que los cambios propuestos a ley violarían el privilegio de secreto profesional entre abogado y cliente.
El ex agente Quick agrega que hay razones legítimas que justifican el anonimato que provee las LLC. «Si una LLC gana decenas de millones de dólares puede ser que los dueños no quieran que esto se sepa para no convertirse en objetos de secuestro o de hostigamiento para donaciones a organizaciones benéficas.»
La realidad está llena de paradojas. Por un lado, en Honduras se ponen las esperanzas en que el sistema de justicia de los Estados Unidos juzgue a políticos corruptos y narcotraficantes que el sistema nacional no juzga. Por otro lado, ese mismo sistema, el norteamericano, es incapaz frenar que fraudes al Estado hondureño se hagan utilizando las ventajas que ese país ofrece.
*Parte de esta investigación es apoyada por la Beca Adelante de International Women in Media Foundation (IWMF)
Honduras: el cuarto país con más hambre de la región. Un país de fertilidad rural que ha ido secando y violentando sus campos con monocultivos de palma africana, de las que solo se puede extraer un aceite, que serviría para cocinar si hubiera comida. En ese contexto cayó la pandemia que se convirtió en un confinamiento estricto que agudizó la pobreza y dio a nivel estatal como respuesta: rellenar a las personas con bolsas de harina y folletos bíblicos como si lo que hiciera falta es fe y no articular el plan por el que pelean los campesinos; uno que suma justicia social y alimentaria.
Donaldo Madrid tiene 30 años y 4 hijos. Es “EL” taxista de Tegucigalpa: el que sabe todos los atajos, todos los precios, todas las direcciones, dónde está todo y dónde están todos. Cuando era niño soñaba con ser futbolista y lo intentó, pero una lesión lo llevó al oficio que estaba más a la mano, a seguir los pasos de su padre. Ahora la pandemia le ha negado ejercer ese oficio que por 13 años le ha permitido el sustento de su familia. Desde hace tres meses y medio Donaldo no puede ser taxista, por eso ha cubierto el número en su carro para convertirlo en servicio delivery de verduras, frutas, pan y lo que usted pida.
El 16 de marzo, las autoridades hondureñas, lideradas por el presidente Juan Orlando Hernández y el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (SINAGER), iniciaron una serie de medidas restrictivas en todo el país ante el hallazgo del primer caso positivo de COVID-19 reportado en la capital, Tegucigalpa. Esta ciudad, alberga un aproximado de 800 barrios y colonias de las que el 74% se encuentra en condiciones vulnerables, según un estudio del Colegio de Arquitectos de Honduras (CAH) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
La vulnerabilidad que señala ese estudio expresa la pobreza, violencia y falta de acceso a servicios públicos en que viven principalmente las familias asentadas en los cinturones de miseria o barrios marginales -como normalmente les llamamos-. Son el reflejo de lo ocurrido en la urbanidad hondureña desde los años ochenta: familias del campo llegaron a las ciudades esperando oportunidades de trabajo que finalmente no aparecieron o fueron precarias.
En ciudades como Tegucigalpa, la mayor fuente de empleo es la burocracia estatal. Fuera de eso lo que queda es un creciente sector informal que abarca el 70% de la Población Económicamente Activa (PEA) del país. Aquí las calles son inmensos mercados con puestos de frutas y verduras, venta de ropa usada importada desde Estados Unidos, zapaterías, venta de comida tradicional, talleres para reparar todo lo que esté descompuesto, el lugar donde se encuentra hasta lo que no necesitas. En las calles transita la inmensa diversidad de productos y servicios que resulta de la búsqueda diaria por sobrevivir en un país sin empleos.
Antes de que llegara la pandemia, Donaldo estaba incursionando en la venta de ropa, zapatos y accesorios escolares. Quería sacarle más provecho al carro que con el esfuerzo de toda su vida había comprado un par de años atrás. Ya no le ajustaba el ingreso de las carreras diarias como taxista, entonces cada fin de semana aprovechaba para viajar a comunidades aledañas a Tegucigalpa para vender sus productos. Le iba bien y de paso sus hijos y esposa salían un rato del caos de la ciudad y compartían más tiempo con él. Regresaba a Tegucigalpa antes del atardecer para retomar su oficio de taxista y hacer su recorrido habitual de fines de semana llevando y trayendo a sus clientes a diferentes zonas de entretenimiento nocturno. Para Donaldo, ese carro era el motor de la economía y unidad familiar, pero con el toque de queda, tuvo que estacionarlo y con él las oportunidades para sacar adelante a su familia.
Un hombre carga un saco en sus espaldas y una bolsa en su mano derecha, luego de abastecerse en los mercados de Comayagüela, 9 de junio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Al margen de la ciudad
Ante la pandemia, muchos de los que no tenían opciones o fueron suspendidos de sus empleos regresaron a vivir con sus familias en el interior del país. A pesar de la fertilidad de la tierra y la exuberancia del paisaje natural, en el campo se vive en la precariedad a causa de los múltiples conflictos que han cobrado cientos de vidas después que el Estado priorizó la modernización agrícola a través la agroindustria. Esta es la historia de Centroamérica: las guerras civiles que se dieron en países vecinos fueron impulsadas por procesos fallidos de reforma agraria y a pesar que en Honduras no se declaró la guerra, la violencia sí llegó a los campos a través de un estado contrainsurgente.
En la actualidad, la situación del campo dejó de ser un problema político y la atención se pone en los efectos del cambio climático que tienen de fondo un acelerado proceso de despojo de tierras para el monocultivo, como la palma aceitera. El campo dejó de ser el lugar de la seguridad alimentaria para ser el lugar donde se aseguran las fuentes de energía para países del primer mundo. Como dicen los campesinos: “ahora tenemos el aceite para cocinar, pero no la comida”.
En la zona más productiva del país, el Bajo Aguán en el norte de Honduras, se libra un conflicto agrario originado a inicios de la década pasada que se agudizó después del golpe de Estado de 2009. La disputa de tierras entre comunidades campesinas y empresas de exportación de palma aceitera y sus derivados dejó entre 2008 y 2010 un total de 120 asesinatos, según estadísticas de la Policía Nacional. Las víctimas fueron campesinos y guardias de seguridad.
Según cifras de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG), en 2018 los cultivos de palma africana abarcaron 1900 kilómetros cuadrados de territorio en Honduras, una superficie más extensa que algunas de las ciudades más grandes del continente como Bogotá o Ciudad de México.
Un joven carga una carretilla con residuos de fruta de palma africana. Foto: Martín Cálix.
En el Valle de Quimistán, en el occidente del país, el monocultivo de caña de azúcar ha desplazado la producción de granos básicos. Según información del Movimiento Ambientalista Santabarbarense (MAS), el 60% de la tierra se usa para cultivar caña.
A diferencia de los territorios donde domina el cultivo extensivo, en el resto del país la sequía está acabando con cualquier forma de agricultura. El corredor seco – una franja en la zona centro, sur y oriente que abarca 174 de los 298 municipios del país- enfrenta una sequía que se agravó en los últimos dos años, según lo dijo Mario Martínez, director del Instituto de Conservación Forestal, a la agencia de noticias EFE.
En ese terreno cayó la pandemia, con ese campo seco, violentado y cubierto de monocultivos. Un documento publicado por el proyecto no gubernamental EUROSAN Occidente, (Seguridad Alimentaria, Nutrición y Resiliencia en el Corredor Seco) indica que en Honduras “la cuarentena ha demostrado la falta de acceso de algunas personas a bienes y servicios esenciales, también ha dejado en evidencia las lagunas del sistema de protección social, ambos temas que empeorarán por el cambio climático en los próximos años y que pone la alarma en los sistemas alimentarios”.
Las medidas adoptadas para enfrentar la emergencia aumentan el riesgo de hambre en el país y la respuesta estatal ha sido el asistencialismo a través del programa “Honduras Solidaria”. El gobierno prometió llevar una provisión de alimentos casa por casa a 3.2 millones de hondureños y hondureñas, pero desde que inició la operación en la última semana de marzo, los beneficiarios han denunciado irregularidades y falta de transparencia. Además, la bolsa es insuficiente, con alimentos de poca carga proteica pero eso sí, con folletos bíblicos.
“Hay gente que ha reducido los tiempos de comida, las familias solo están comiendo una vez al día. Se están manteniendo gracias a la recuperación de comida tradicional. Por ejemplo, toman pinol (bebida a base de maíz) porque no hay para cenar o no toman desayuno”, cuenta Betty Vásquez, coordinadora del MAS, quien ha sido testigo de cómo las comunidades están sobrellevando la pandemia con la solidaridad entre familias.
Betty es baja de estatura, con ojos grandes pero cariñosos que asoman tras un par de lentes. Es parte del pueblo Lenca, que tiene presencia en al menos 10 de los 18 departamentos del país. En esa zona, ha prevalecido la falta de reconocimiento del pueblo indígena debido al racismo. Betty lleva más de veinte años defendiendo el territorio y los bienes naturales.
Al hablar de la situación alimentaria en el contexto actual, Betty explica que en esas zonas no se puede decir que haya hambruna porque “la gente consigue plátanos, yucas y hay intercambio de productos”, pero sí asegura que había escasez desde antes del COVID-19 y ahora agravada por el regreso de las personas que perdieron sus empleos en las ciudades.
En un contexto de conflicto y explotación de los bienes naturales por transnacionales, el hambre está en el último lugar en las prioridades del Estado. Betty alerta que la bolsa de comida entregada por el Estado durante la pandemia, además de no alcanzar, incluye productos dañinos: “Se va teniendo una dieta que no nutre, no genera energía y no reduce el nivel de vulnerabilidad en salud, lo que hace es mantener a la gente llena”.
Entre la comida tradicional y la bolsa de alimentos entregada por el Estado, las familias del campo logran no morir de hambre pero sí vivir con ella.
Provisiones listas para ser entregadas a beneficiarios del programa «Honduras solidaria», Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Sobrevivir al hambre
Donaldo tiene una familia numerosa. En su casa vive con su esposa y tres de sus hijos; sus abuelos también viven allí, en el barrio Bellavista de Tegucigalpa. En la misma calle viven sus suegros y otros familiares. Donaldo se ha adaptado a las crisis, siempre sobreviviendo. Ha sido mecánico automotriz, trabajó en servicio al cliente en una tienda de ropa e incluso fue técnico de fútbol en una liga burocrática y jugador de la misma hace un par de años -aunque él asegura que solo lo hizo por pasión- esto mientras no podía “taxear” porque el carro era rentado y porque a veces, ese vehículo viejo, lo dejaba botado con todo y clientes en cualquier calle de la ciudad.
Donaldo ahora tiene su propio carro pero no puede ser taxista por las restricciones de movilidad que ha decretado el gobierno en la pandemia. Ahora Donaldo tiene que adaptarse a una nueva crisis, ingeniar una nueva oportunidad para generar ingresos dentro de las siguientes dos semanas, periodo para el cual le alcanzan los ahorros que logró hacer.
Por eso ahora, Donaldo tiene un pequeño puesto de venta de frutas, verduras y pan en su barrio y sigue en las calles ofreciendo sus productos con servicio de delivery. Y aunque tampoco puede ser un servicio de delivery del todo autorizado, se las arregla para no ser detenido en los retenes policiales (porque al inicio de la cuarentena, la policía decomisaba vehículos que circulaban sin un salvoconducto). Él y su familia venden desde las 8 de la mañana hasta las 7 de la noche cuando se pone en vigencia el toque de queda en la capital. No hay otro negocio de este tipo en la zona donde vive por lo que tiene una buena cantidad de clientes y está generando hasta más ingresos que antes de la pandemia.
“La gente ha ido viendo que somos los únicos que venden, además, mis clientes como taxista me comenzaron a pedir que les llevara las verduras y eso hicimos”, dice Donaldo, pero también asegura que ha sido un riesgo, porque en el lugar donde compran el producto para vender, el mercado Zonal Belén, se identificaron casos positivos de COVID-19. Además, los productos subieron de precio y comenzaron a escasear.
Una encuesta del Programa Mundial de Alimentos, realizada en abril en 444 mercados tradicionales de todo el país confirma lo anterior al señalar que “ha habido un incremento en el precio de todos los productos, esto por incremento de parte de proveedores, dificultad de compra y escasez”.
Solo en Tegucigalpa existen 12 mercados en los que, según la municipalidad, se mueve un promedio de 2.4 millones de dólares diarios en más de 8 mil locales. En ellos se encuentran desde comedores que ofrecen baleadas -un plato típico del país hecho con una tortilla de harina untada de frijoles refritos en manteca de cerdo, queso y las proteínas que el cliente decida (la oferta es amplia)-, hasta fábricas de piñatas de todas las formas imaginables, con representaciones del bestiario medieval más imposible.
Los mercados en Honduras están llenos de colores, olores y ruidos; y aunque seguramente no son los más ordenados del mundo, son el lugar donde las personas con menos ingreso económico pueden acceder a una buena alimentación y donde muchas familias han logrado crecer económicamente al poner, por ejemplo, un puesto de venta de ropa usada y trabajar sin descanso por muchísimos años.
Desde que inició el toque de queda, algunos de los mercados funcionaron a medias con la vigilancia de la Policía Nacional y con la aglomeración de siempre. El 24 de abril, 400 puestos de tres mercados contiguos en Comayagüela -la ciudad gemela de Tegucigalpa con la que conforman la capital del país- se quemaron en un incendio cuya causa aun no ha sido establecida. Las llamas consumieron el sustento económico de muchas familias capitalinas.
Un evento similar ocurrió el pasado 17 de junio cuando en el mercado Guamilito de San Pedro Sula -uno de los más emblemáticos en Honduras- un incendio consumió más de la mitad de los locales. Los locatarios que habían colocado puestos ambulantes en las afueras del mercado, observaron con terror como su fuente de trabajo, que en muchos casos funcionaba desde la fundación del mercado hace 53 años, se convertía en cenizas.
Hasta el momento no hay una solución gubernamental para las familias que lo perdieron todo en estos incendios. Eso no ha impedido que esas familias reconstruyan sus locales en abierto desafío al toque de queda y a las nuevas medidas de confinamiento.
El lunes 19 de junio, el gobierno emitió una orden para cerrar seis mercados de la capital ante el aumento exponencial de casos de coronavirus en esta ciudad que presenta actualmente el más elevado número de casos en el país.
La primera vez que Donaldo conversó con nosotros sobre este tema, estaba intentando seguir con su negocio durante el proceso de reapertura económica en fases decretado el gobierno. Unos días después, falleció su suegro, don Marcos, a quien las autoridades reportaron como caso sospechoso de COVID-19. Donaldo y sus familiares no pudieron velarlo y, mientras la Policía Militar lo enterraba, ellos apenas pudieron despedirse a la distancia. Dos semanas después de su muerte, la familia de don Marcos supo que el resultado del examen había dado negativo.
A raíz de esta situación, las autoridades sanitarias indicaron que toda la familia debía permanecer en cuarentena, pero el encierro absoluto representa la muerte para una familia que vive al día. “Aquí nadie vino a supervisar que estuviéramos en cuarentena, teníamos miedo por los niños y porque él (su suegro) murió por una complicación en los pulmones, pero buscamos ayuda, incluso en la Cruz Roja, donde nos dijeron que esperáramos una llamada para que nos hicieran los exámenes, al final ya no están haciendo las pruebas y nunca nos llamaron. Como él resultó negativo, regresamos a trabajar”.
Después, Donaldo sufrió un desalojo violento, con gases lacrimógenos, que la Policía Nacional realizó en el mercado Zonal Belén. El gobierno decidió cerrar ese mercado argumentando que los locatarios habían incumplido las medidas para evitar el contagio. Donaldo había llegado ese día para comprar las frutas y verduras para su negocio.
Ahora, Donaldo y su esposa tratan de protegerse del virus: compraron gafas para cubrirse los ojos y buscan la forma de comprar mascarillas con certificación como la N-95, que cuesta 5 dólares cada una. Aunque la situación no sea fácil, tienen que seguir trabajando para comer, porque la ayuda del gobierno es insuficiente.
Desde 2006 la legislación hondureña cuenta con la Política de Seguridad Alimentaria Nutricional y, en los últimos cinco años, se han articulado instancias como la Unidad Técnica de Seguridad Alimentaria y Nutricional (UTSAN) para coordinar todas las acciones en torno al tema y articular diferentes actores.
Con la pandemia, la crisis alimentaria se agudizó en el país y trajo mayor incertidumbre a las familias con menos recursos.
Donaldo y su familia reciben la bolsa solidaria destinada por el gobierno enfrentar la crisis. Dicen que las entregas se han cumplido con la regularidad que les prometieron, cada dos semanas, tanto para los trabajadores del transporte como para los habitantes de su barrio. Sin embargo, el problema es el contenido.
“Esas bolsas lo más que alcanza es para dos días, en mi casa somos ocho y la verdad es que el gobierno nos mintió porque a los taxistas nos habían dicho que, como no habíamos trabajado, nos iban a dar un saco de comida. Todo mundo estaba alegre porque se supone que traía suficiente para toda la familia, pero no sé qué pasó que nos salieron con esa bolsita que lo que más trae es manteca y jabón”.
Cada bolsa solidaria entregada a las familias pobres por el Ejército hondureño lleva en su interior un ejemplar del «Libro de vida», un libro cristiano diseñado para jóvenes latinoamericanos en edades entre los 16 y los 21 años, Tegucigalpa, 8 de abril de 2020. Foto: Martín Cálix.
Las familias reciben del gobierno una bolsa que, en la mayoría de los casos, contiene raciones medianas de arroz blanco, frijoles rojos, azúcar, sal, café, pasta, salsa de tomate, harina de maíz, harina de trigo, manteca vegetal, dos latas de sardina, gel desinfectante y un folleto de enseñanzas bíblicas. Los testimonios de las familias que recibieron esta “bolsa solidaria” indican que las medidas y el contenido no estaban estandarizadas.
«Aspectos logísticos hicieron modificar la decisión del Estado porque el saco era muy pesado e imposibilitaba que a todos, de manera simultánea, se les pudiera dar. La última persona necesitada iba a recibirlo en 4 meses, entonces lo que se hizo fue tener raciones más pequeñas que duran entre 7 y 15 días para llegar a más personas de forma inmediata», cuenta el ingeniero Omar Rivera, titular del Foro Nacional de Convergencia (FONAC), a quien el gobierno encargó la veeduría del programa.
La provisión viene en una bolsa transparente. Contiene productos de marcas conocidas por la población, como el Café Rey, muy común en los barrios urbanos y de dudosa calidad por su procedimiento de elaboración. Un Nescafé local, un tipo de producto que dañino para la salud por sus grandes cantidades de azúcar quemada. La bolsa no incluye vegetales, lácteos ni proteínas esenciales para superar la malnutrición prevaleciente en el país.
“Lo único en la bolsa que se puede hacer para comer bien, son los espaguetis y tortilla -se queja Donaldo-. No viene nada prácticamente. Por lo menos le hubiesen dado a la gente lácteos y verduritas, porque carne es mentira y seguro se la iban a robar igual, porque hasta las mascarillas que supuestamente tienen que venir no vienen, se las roban”.
La inclusión de folletos bíblicos en la bolsa solidaria puede sorprender en otros países, pero en Honduras no es novedad. Desde el Golpe de Estado en 2009 y con la llegada de Juan Orlando Hernández al poder se ha acelerado un proceso de ósmosis entre el Estado y la iglesia. Se trata de grupos neopentecostales que se han involucrado activamente en comisiones de gobierno, programas militares dirigidos a menores y decisiones geopolíticas como la apertura de una oficina comercial de Honduras en Jerusalén, Israel. En la bolsa solidaria no había espacio para mayor cantidad y calidad de los alimentos, pero sí para los folletos que donó la Confraternidad Evangélica de Honduras.
Datos de la Secretaría de Finanzas indican que hasta el momento se han invertido 36.4 millones de dólares en este proyecto, desembolsados a 292 municipios para la compra de los víveres incluidos en la bolsa. Este proyecto es implementado por miembros de las Fuerzas Armadas y activistas del Partido Nacional -al que pertenece el actual presidente-. Un informe de la Secretaría de Desarrollo Económico también indica que fueron 27 empresas las contratadas como proveedoras, en su mayoría hondureñas; entre ellas, Corporación Dinant, la mayor procesadora de aceite de palma africana del país.
El coordinador de la distribución de alimentos, Arnaldo Bueso, indicó que en el área urbana, integrada por las seis ciudades con las cifras más altas de contagio a nivel nacional, se ha llevado alimentos a 2.3 millones de personas y en la zona rural del país, las provisiones han llegado a 711 mil hogares.Es decir, casi se ha alcanzado el objetivo prometido de llegar a 3.2 millones de hogares.
Para Ana Dueñas, estudiante de nutrición en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), el valor nutricional de cada bolsa de alimentos es un aspecto necesario de analizar, sobre todo en tiempos en que el sistema inmune tiene que mantenerse a su máxima capacidad. La ausencia de frutas, lácteos, verduras y carnes -dice- pone en mayor riesgo a las personas frente a la pandemia y resulta insuficiente repartir sólo harinas y algunas legumbres y latas.
“Que una familia se alimente solo de eso es imposible. Es necesaria una alimentación variada con todos los grupos de alimentos; además, incluyen manteca, que es una grasa saturada que lo que hará es afectar la salud de las personas a largo plazo”, señala.
El informe Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe de 2018 -elaborado por la FAO, Organización Panamericana de la Salud (OPS), Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Programa Mundial de Alimentos (WFP)- indica que en el país hay 1.4 millones de hondureños subalimentados; además, el 42% de los niños y niñas sufren desnutrición crónica. El mismo informe indica que el 56% de los adultos posee obesidad o sobrepeso.
El porcentaje de personas subalimentadas y con sobrepeso podría estar asociado al tipo de alimentación al que se tiene acceso en condiciones de precariedad en la ciudad como en el campo. Un estilo de alimentación que se reproduce en las provisiones que entrega el gobierno durante todas las emergencias. Una realidad que se aleja de la política pública del gobierno, expresada en su guía alimentaria para Honduras (2013), que incluye alimentos como tubérculos, frutas y carnes.
Ana Dueñas creó un menú a partir de los alimentos entregados por el programa Honduras Solidaria para verificar si es posible con ellos alcanzar las 2 mil calorías diarias necesarias para una dieta balanceada.
-¿Crees que realmente esta bolsa alcanza para la comida de una semana de una familia promedio hondureña?
-Alcanzar puede alcanzar pero muy racionada. Si nos vamos al almuerzo colocamos dos tazas de arroz, una taza de frijoles y tres sardinas, pero eso es lo que trae una lata completa de sardinas, entonces prácticamente si una sola persona consume eso en dos tiempos de comida, se terminó todo lo que le dieron.
-¿Y esto tiene el valor nutricional necesario?
-Pues lo tiene, pero no es una alimentación variada. Los frijoles y el arroz juntos forman una proteína completa, hay cereales pero son refinados (poca cantidad de nutrientes) y la manteca no nos aporta nada. Si estamos pensando en una familia de cinco personas es una cantidad mínima que alcanzaría por mucho dos días. Nosotros tenemos frutas que se producen en el país, se pudo haber ideado algún mecanismo para que las familias tuviesen acceso a esos alimentos.
Un documento del Consejo Agropecuario Centroamericano (CAC) indica que Honduras cuenta con más de 100 mil hectáreas de producción de frutas como piña, melón, sandía, banano y rambután. Sin embargo, una investigación del Secretaria de Integración Económica Centroamericana (Sieca) ubica a Honduras en la tercera posición en una lista regional de países exportadores de frutas siendo las más representativas el banano (85.2%), melón (8.9%) y piña (4.3%). La república bananera no le da frutas a su población.
Una mujer compra verduras en los mercados de Comayagüela, 9 de junio de 2020. Foto: Martín Cálix.
Futuro de hambre
Además de enfermedad, la pandemia por Covid-19 trajo a Honduras más desempleo. La mitad de los miembros que tenían trabajo en una familia fueron despedidos, según un monitoreo del Programa Mundial de Alimentos (PMA). El mismo informe estima que, con el confinamiento, más de 250 mil personas pasaron a una fase crítica de acceso a los alimentos o se encuentran en estado de emergencia humanitaria con altos índices de mortalidad a causa de la malnutrición.
Desde el pueblo Lenca, desde el mundo campesino, se enciende una esperanza.
“Muchos de los productos que la gente de nuestra organización está comiendo es de las semillas que se intercambiaron -dice Betty Vásquez-. Estamos haciendo un banco de semillas donde en cada comunidad se están produciendo pequeños lotes de maíz y buscando un incentivo para ayudarle a los productores. Pero es una iniciativa pequeña y aislada”. También dice que del incentivo que aprobó el gobierno para apoyar a los agricultores, no les llega nadas.
La iniciativa del MAS -la organización que lidera Betty- trabaja en la recuperación de la comida tradicional con semillas, comidas y plantas a través de mesas de intercambio entre comunidades de campesinos y campesinas. Es una iniciativa nueva y pequeña, pero en el país la Fundación para la Investigación Participativa con Agricultores de Honduras (Fipah) antes ya ha articulado unos 11 bancos comunitarios de semillas en todo el país y, desde 2017, el gobierno junto a la FAO se comprometieron a impulsar acciones para el establecimiento de un banco nacional de germoplasma, con el objetivo de conservar la diversidad genética de los cultivos.
Preservar las semillas es un esfuerzo que ya está en marcha, pero se enfrenta a una realidad devastadora: la falta de acceso a tierras para los campesinos. Betty menciona sobre otra situación preocupante: la aprobación del decreto ejecutivo PCM 040-2020, por medio del cual el gobierno concesiona tierras nacionales a 4 dólares por manzana para la producción agrícola, esto como medida enmedio de la pandemia. Según organizaciones campesinas como el Consejo para el Desarrollo Integral de la Mujer Campesina (Codimca), esta medida solamente favorece a la agroindustria, a los grandes terratenientes y no a los pequeños productores.
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Y en esta crisis, la gente sobrevive. No gracias sino pese al Estado, con su larga tradición de gobiernos que con una mano ofrecen represión y con la otra asistencialismo, sus dos maneras de permanecer en el poder. Sobrevive la gente encontrando formas de trabajar y alimentarse o, si se agotan las opciones, migrando hacia el norte, haciendo la rebusca fuera. Sobrevive Donaldo inventándose nuevos trabajos. Sobreviven los campesinos como Betty sembrando y reservando un tesoro de semillas. Sobreviven.
Una reforma a la Ley General del Ambiente permitirá que Honduras pueda importar desechos tóxicos al país, provenientes de baterías de carros, después de que se aprobara la interpretación de varios artículos de la ley durante una sesión virtual del Congreso Nacional el pasado 17 de junio. Los cinco artículos mencionados en el decreto prohibían la introducción al país de desechos tóxicos considerados perjudiciales o contaminantes y se modificó para señalar que “no es prohibida la importación, fabricación y/o reciclaje de baterías de plomo/ácido, selladas nuevas o usadas”.
El Instituto de Derecho Ambiental de Honduras (Idamho), una organización no gubernamental dedicada a la justicia ambiental, declaró a través de un comunicado, que no existe una razón jurídicamente válida para interpretar esos artículos. “Se deduce de sus propios términos la intención de los legisladores de 1993 que prohíben la importación de desechos tóxicos proveniente de otros países, por el daño que producen a la salud de la población y a los ecosistemas”.
La iniciativa fue presentada por la diputada nacionalista, Leonor Osorio, quien declaró a través de redes sociales que la polémica generada después de su aprobación era “una interpretación malintencionada de diputados de oposición”. Para la parlamentaria no se está abriendo el país al ingreso de tóxicos sino únicamente de baterías de plomo.
El analista ambiental Pedro Landa dice que los daños a la salud humana y los efectos ambientales por el plomo ácido ya se habían vivido en Honduras con fábricas de batería de plomo que cerraron operaciones por los daños ambientales que verificó el Centro de Estudios y Control de Contaminantes (CESCCO). “Los resultados de investigaciones identificaron que más del 30% de los trabajadores estaban contaminados con niveles de plomo en su sangre por encima de 10 veces más del límite máximo permitido por la Organización Mundial de la Salud”.
Jari Dixon, diputado del partido Libertad y Refundación (Libre), señaló que “el problema es que van a traer cantidades industriales de este material, baterías en mal estado, eso es considerado en cualquier parte del mundo desecho tóxico, hay países que se están queriendo deshacer de ese material porque es contaminante”.
Osorio dice que su propósito es crear una industria del reciclaje de baterías que además genere empleo. “Si no fomentamos la industria de reciclaje de una manera seria y ordenada que cumpla con todos los estándares internacionales, lo que vamos a lograr es que no tengamos la industria, cierren sus operaciones y se vayan a un país donde sí les den las condiciones para poder operar y competir, así como Guatemala y Costa Rica” decía la publicación. En Costa Rica existe la planta de reciclado BP Metals, mientras que en Guatemala existe Acumuladores Iberia, representante de las baterías LTH.
La situación para la población hondureña podría complicarse, como sucedió antes. Un informe del CESCCO señala que en el área urbana de Tegucigalpa hasta 2004 operaban cuatro fábricas y cerraron operaciones por presiones legales, laborales, ambientales y sociales. Datos generados para el estudio indicaron que 33% de trabajadores expuestos al plomo manifestaron padecer síntomas del sistema nervioso central como cefalea y náuseas, seguido por letargia e irritabilidad y tenían niveles excesivamente altos de plomo en su sangre.
En el mismo informe señalan que entre 1969 y 1976 se reportaron 5 eventos de mortandad de peces en el Lago de Yojoa, cifra que ubica al sitio como el de mayor incidencia de estos eventos en el país, que en autopsias posteriores se determinó que la causa de muerte era intoxicación aguda por metales pesados que contaminaban la zona, entre ellos el plomo.
“Estos datos son importantes, dado que indican, por una parte, que los trabajadores que manipulan plomo en los puestos de trabajo carecen de medidas de higiene y seguridad y, por otra parte, revela un manejo inadecuado del plomo en todo el ciclo de vida” añade el documento.
Dennis Castro Bobadilla, diputado por el partido Alianza Patriótica, señaló en medios de comunicación que “ninguna ley de ese tipo surge si no hay alguien interesado en ese aspecto (…) las personas que tienen un interés particular, un diputado que representa o cuida intereses económicos”.
Bobadilla señala que Honduras tuvo la fábrica Distribuidora de baterías Yojoa, pero que además el país ha tenido una relación cercana con la industria de reciclaje de plomo con El Salvador que desde 1994 hasta 2007 tuvo la fábrica de baterías Record ubicada en La Libertad de El Salvador. Esta fábrica produjo tantos daños ambientales y a la salud de personas que se emitió emergencia ambiental en la zona. Un informe del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales en El Salvador identificó 300% de plomo en aguas residuales de la compañía y 99 casos positivos de plomo en la sangre, 79 de ellos correspondían a menores de edad.
La empresa Central America Data señala que en 2019, el valor importado de baterías para autos desde México a Centroamérica registró $72 millones. El mayor comprador de baterías nuevas provenientes de las fábricas de reciclaje de México fue Guatemala con $21 millones, seguido de Honduras y Costa Rica, con $15 millones cada uno.
El plomo, a pesar de ser un metal muy utilizado es extremadamente peligroso para la salud por su neurotoxicidad. Es una sustancia que se acumula y afecta a diversos sistemas del cuerpo: nervioso, hematológico, gastrointestinal, cardiovascular y renal, con mayores efectos nocivos en los niños y niñas.
Las baterías de carros contienen ácido sulfúrico, agua destilada, placas positivas compuestas por pentóxido de plomo y placas negativas de plomo activo. Para el proceso de reciclaje, las baterías son aplastadas y mediante un proceso de combinación con agua, se puede separar el plomo del plástico que las recubre.
Aunque las compañías que se dedican a esto filtran el agua utilizada con químicos para separarla de los residuos del plomo, esto produce emisiones de plomo en el aire y un mal manejo expone a los seres humanos que manipulan el plomo, al terreno en donde se encuentra la empresa y a las fuentes de agua que tengan contacto.
La diputada Osorio asegura que con industrias certificadas no representan daños a la salud. “Si las baterías son recicladas por industrias certificadas no hay daños a la salud de nadie, ni de los empleados ni de las poblaciones. En el caso de las plantas establecidas en el país (en naciones que permiten la industria de reciclaje de baterías), tienen estrictas medidas de bioseguridad con reconocimientos internacionales, cada empleado usa equipo de protección personal y de forma muy regular se hacen inspecciones médicas. En el caso de la población, en más de una década no se conoce de denuncias por toxicidad porque simple y sencillamente no la hay”.
Sin embargo, los marcos normativos que regulan a las fundidoras secundarias de plomo en Canadá, Estados Unidos y México no brindan niveles equivalentes de protección ambiental y de la salud, según reportó un “Estudio sobre las exportaciones de baterías de plomo-ácido usadas generadas en Estados Unidos y el reciclaje de plomo secundario en Canadá, Estados Unidos y México” realizado por el secretariado de la Comisión de Cooperación Ambiental del norte.
El estudio destaca que en México no existen reglamentos que establezcan límites en la emisión de plomo en chimeneas, tampoco tiene un protocolo obligatorio para la separación, por motivos médicos, de los trabajadores que presentan niveles de plomo en la sangre iguales o superiores a un umbral especificado.
Para el analista ambiental Pedro Landa, la ley “estaría condenando al país a convertirse en un basurero tóxico y a tener una pandemia permanente peor que la que estamos viviendo a nivel mundial”. Agregó que el país no tuvo voluntad política para atender a la población que se contaminó en el Valle de Siria por la presencia de la empresa la empresa Minerales Entre Mares de Honduras, donde la Fiscalía del Medio Ambiente certificó los daños en la salud.
La situación que se podría generar en Honduras nuevamente motivó a que la Consultoría Especializada en Legislación y Gestión Ambiental (Ecojuris) recolecte firmas digitales para hacerlas llegar al Congreso Nacional, hasta el momento han recolectado más de 4 000, “con lo que tengamos se las vamos a hacer llegar porque como no se sabe con la pandemia cual es el mecanismo para presentarlas” señaló Nohelia Vallejo, encargada de gestión del turismo y patrimonio en Ecojuris.
La petición va acompañada de una carta dirigida a los diputados en la que señalan que estas modificaciones pueden ser malinterpretadas y no solo permitir el ingreso de baterías en mal estado “puede entenderse también, que los productos o desechos clasificados en el Convenio Basilea podrán importarse cuando se notifique su movimiento transfronterizo lo cual es una carta abierta para introducir no solo baterías, sino cualquier tipo de desperdicio”.
Ecojuris añade que esto sería una regresión contra el Convenio de Basilea y otros tratados internacionales suscritos por Honduras, que regulan el movimiento transfronterizo de desechos peligrosos.
De igual forma, el Gremio de profesionales de la ingeniería ambiental de Honduras, a través de un comunicado, asegura que el país manda un mensaje de incumplimiento y un irrespeto a las condiciones elementales de mantener un ambiente sano a su población. Además, denuncian que la reinterpretación “deja un vacío en la cadena de la gestión integral del residuo como el drenado de los electrolitos de la batería o acumulador de plomo, los electrolitos son una solución altamente corrosiva y con plomo soluble y en partículas con potencial riesgo sanitario y ambiental que merece atención si es tratado en el ámbito nacional”.
Landa asegura que la puesta en marcha de una fábrica de reciclaje de baterías de plomo significaría “condenar a esta población a la muerte, al exterminio y probablemente un problema del éxodo de estas comunidades, todo por el negocio de unas cuantas personas”.
La pandemia por COVID19 ha dejado 491,595 muertes en todo el mundo -al menos esas son las reportadas-. Sin embargo, en varios países se ha evidenciado que existe un subregistro debido al retraso en la información y a la falta de acceso al sistema sanitario y de monitoreo de la pandemia. En Honduras, de marzo a mayo el Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (SINAGER) reportó 248 muertes por COVID19; Tegucigalpa y San Pedro Sula las ciudades más afectadas.
En ese tiempo se realizaron 8322 pruebas para detección de COVID19 en el departamento de Francisco Morazán, la mayoría en Tegucigalpa y 7013 en Cortés, la mayoría en San Pedro Sula. En el resto del país, 16 departamentos, el departamento con más pruebas que les sigue es Atlántida con 1289 y el que menos pruebas reporta es Gracias a Dios con apenas 10. Pero la enfermedad ya abarca los 18 departamentos del país y el contagio local no ha podido detenerse, por la falta de seguimiento a los nexos epidemiológicos en otras ciudades del país que no son San Pedro Sula y Tegucigalpa.
Según el Banco Mundial, la capacidad de camas hospitalarias por cada mil habitantes en Honduras es de 0.7, es decir, menos de una cama para mil habitantes. En San Pedro Sula y Tegucigalpa están los centros hospitalarios destinados para la atención de COVID19, con más presupuesto y personal médico, pero en el interior del país, donde no hay acceso a la salud, también hay casos y muertes.
En Contracorriente solicitamos información sobre entierros con protocolo COVID19 de marzo a mayo a las 298 municipalidades del país. Solamente 121 respondieron la solicitud, pero de esas 35 dijeron no tener los datos, indicaron que solo SINAGER los maneja o que el Registro Nacional de las Personas los debe tener pero no está trabajando. Solicitamos a estas municipalidades el número de entierros con protocolo COVID19 en los cementerios públicos de sus municipios, también el número de entierros por otras causas de muerte. En este conteo no entra el dato de los cementerios privados.
Algunas municipalidades entregaron la información de manera parcial, por ejemplo la de Tegucigalpa, solamente entregó la información de un cementerio, cuando los cementerios municipales son cuatro. Otro problema de la información, en todos los casos, es que hay una cantidad (74 de los entierros reportados) que quedó registrada como «sospechosos de COVID19» debido al retraso en los resultados de las pruebas. Muchas familias recibieron el resultado de la prueba realizada a su familiar, después de una o dos semanas de que este falleciera.
En este video presentamos algunos de esos datos para comenzar a hacer el subregistro de muertes. Los datos ya tienen un mes de retraso, por la lentitud de la respuesta por parte de las alcaldías, pero lo que pudimos observar en los datos recopilados es que la tendencia de muertes en junio es al aumento. El ejemplo más claro es que Tegucigalpa, los primeros 15 días de junio reportó 58 entierros por COVID19 -en el único cementerio municipal que incluyeron en la base de datos- una cantidad mayor al número de entierros totales, en los cuatro cementerios, por otras causas muerte que, en este caso, fue de 29.
*Honduras sufre el COVID-19 en medio de una crisis del Estado en su conjunto. ¿Cuáles son las dimensiones de esta crisis? ¿Por qué miles de hondureños huyen de su país? Los vínculos de la política con el crimen organizado se articulan con formas patrimonialistas de ejercicio del poder y con una larga erosión de la democracia en el país.
Texto publicado originalmente en la revista Nueva Sociedad
Honduras es uno de los países más pobres del continente. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), cuenta aproximadamente con el 40 % de su población en situación de pobreza extrema y el 67.4 % en pobreza relativa, concentradas especialmente en el área rural, donde el 73.5 % de los hogares viven en condiciones de pobreza.1 En medio de este escenario de desesperanza, la emigración es «ante todo una lucha por la supervivencia»,2 lo que queda de manifiesto en dos importantes crisis migratorias recientes: la inédita emigración de miles de niños no acompañados en 2014 y las «caravanas de migrantes», que iniciaron su marcha en la terminal de buses de San Pedro Sula el 12 de octubre de 2018.
De 9,9 millones de hondureños, alrededor de 945 000 residen en Estados Unidos, cerca de 90 000 en España y decenas de miles en México. Aproximadamente 300 000 hondureños huyeron hacia ee. uu. en 2019,3 en un contexto de crecientes medidas antiinmigratorias por parte de Donald Trump y del gobierno mexicano. En consecuencia, el Observatorio de Migraciones Internacionales en Honduras registró un aumento de las deportaciones entre 2018 y 2019, con el retorno de 109 185 hondureños entre enero y diciembre de 2019, expulsados en su mayoría de México (64 649) y ee. uu. (40 984), de los cuales 24 040 eran niños.4 Frente a la ausencia de una política económica de reinserción laboral, la mayoría de los retornados intentan nuevamente emigrar, en algunos casos hasta 10 veces.
A pesar de las dificultades experimentadas en las últimas décadas, las remesas enviadas por los migrantes son el verdadero pulmón de la economía nacional y representan 3 veces la inversión anual de la empresa privada. Estas cifras de migración internacional revelan la incapacidad del Estado para lidiar con los múltiples problemas del país, que incluyen, además de los altos niveles de pobreza, violencia, inseguridad, desempleo, corrupción e impunidad,5 conflicto agrario, crisis medioambiental y reunificación familiar.6
La extrema violencia ocupa un lugar central en la cotidianidad hondureña, con una tasa de 41.4 por cada 100 000 habitantes en 2018. Se registraron 71 695 asesinatos entre 2004 y 2018, con un promedio de 10 muertes violentas diarias.7 Uno de los sectores con mayor exposición al crimen organizado es el transporte. A modo de ejemplo, el 27 de febrero de 2020, el vicepresidente de la Asociación de Taxistas de Honduras, Rony Figueroa, fue baleado frente a su hogar. Días antes, Figueroa había denunciado la extorsión y violencia cometida contra su gremio. También había condenado públicamente la deficiente respuesta de las autoridades policiales frente a las amenazas de miembros de la mara ms-13, que cobraban el «impuesto de guerra» en su punto de taxi, y llegaron a secuestrar a uno de sus colegas. Este no es un caso aislado. El 12 de marzo de 2020, la prensa local anunció que los vecinos de una colonia de Tegucigalpa resolvieron la inseguridad a cuenta propia: quemaron vivo a un sicario que había asesinado a un conductor de autobús a plena luz del día. En las redes sociales circularon videos explícitos del hecho, práctica cada vez más normalizada por la prensa y los internautas.
A causa de la extorsión (en sus diferentes formas, alrededor de 80 000 empresas han clausurado en los últimos 5 años.8 La violencia como vía de resolución del conflicto también se manifiesta de manera cotidiana en disputas conyugales y familiares, violaciones, secuestros y asaltos.9 El diario español El País, reportó recientemente uno de los tantos flagelos contra el núcleo familiar hondureño, con la noticia de un fallido secuestro que terminó con la desaparición de un niño y el asesinato de sus familiares.10 Podrían citarse casos ad infinitum, siendo la inseguridad y la violencia extrema los mayores desafíos de la sociedad hondureña. Según el director del Centro de Documentación de Honduras, los heterogéneos grupos criminales que operan en el país centroamericano no podrían actuar en la dimensión que lo hacen sin la complicidad del Estado,11 con la narcopolítica como expresión más emblemática de los vínculos entre Estado y crimen organizado.
El Estado como botín de los triunfadores
¿De dónde deriva la incapacidad del Estado hondureño de responder a los problemas que agobian a un país signado por la pobreza, la desigualdad social y la violencia? Secularmente, el Estado ha sido visto como el botín de los vencedores y de sus aliados, lo que explica en buena medida su ineficiencia. El saqueo de los fondos públicos para usos privados y el clientelismo han sido problemas duraderos. Los pobres representan la masa de maniobra de políticos corruptos, que actúan como dadores de empleos a sus correligionarios, cuya única virtud es la lealtad partidaria. Este panorama se ha complicado en los últimos 10 años con el involucramiento del gobernante y su familia en el tráfico internacional de drogas. El hermano del actual presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández ―quien retiene la gestión del Estado mediante un supuesto fraude electoral―, fue declarado culpable de una cantidad de delitos que incluyen el tráfico de drogas.
La Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York lo considera un narcotraficante de gran escala, colaborador de grupos criminales colombianos y mexicanos para la importación de droga a ee. uu. desde 2004. Según la acusación, Antonio Hernández aseguraba el pasaje de estupefacientes con el apoyo de miembros ―fuertemente armados― de la Policía Nacional, también involucrados en el asesinato de dos de sus narcotraficantes rivales. El texto detalla cómo logró financiar las millonarias campañas electorales del Partido Nacional de Honduras (pnh) en 2009, 2013 y 2017, gracias al transporte de alrededor de 200 toneladas de cocaína hacia ee. uu., y añade que «durante ese periodo, Hernández ayudó a Joaquín Guzmán Loera (el Chapo) con numerosos y grandes envíos de cocaína».12
La estrecha vinculación entre narcotráfico y política había sido develada hace tiempo tras la captura en 2015 del hijo del expresidente Porfirio Lobo (2010-2014), del pnh, por miembros de la Administración para el Control de Drogas (dea). Conforme a las explosivas declaraciones del jefe del clan de narcotraficantes Los Cachiros, Fabio Lobo actuaba como facilitador de las negociaciones entre la mafia y el Estado, por lo que fue sentenciado a 24 años de prisión por asociación ilícita en ee.uu. Los Cachiros declararon haber subvencionado campañas electorales nacionalistas (2009 y 2013) a cambio del apoyo de la maquinaria estatal. Prominentes miembros del Partido Liberal, también fueron sentenciados a penas de cárcel por prestar servicios comerciales y bancarios al crimen organizado. Es el caso de la poderosa familia Rosenthal, asentada en San Pedro Sula, la capital económica del país, cuyos miembros como Yankel Rosenthal (ministro de Inversión del primer gobierno de Hernández [2014-2018]), y su primo Yani Rosenthal (integrante del gabinete de Manuel Zelaya [2006-2009]), fueron sentenciados respectivamente a 2 años y 5 meses y a 3 años de cárcel, tras haber admitido lavar dinero de Los Cachiros. El fallo ocurrió en el contexto de la estrategia estadounidense de combate contra el narcotráfico y, con la aprobación de Juan Hernández, se produjeron veinte extradiciones entre 2014 y 2019.13 Entre ellos, se cita a los hermanos Valle-Valle, un poderoso clan de traficantes de la zona occidental, y al exalcalde del municipio de El Paraíso, Copán, Alexander Ardón. Según los investigadores de InSight Crime, la mediación de Antonio Hernández entre los clanes Valle-Valle, Ardón y sus operadores –quienes habían construido un verdadero imperio– fue esencial para cimentar el flujo de la droga.
Sobre la base de los testimonios de los excapos hondureños extraditados a ee.uu., la Fiscalía estadounidense menciona sutilmente a Porfirio Lobo y a Juan Hernández en tanto «co-conspirador-3 (cc3)» y «co-conspirador-4 (cc4)» en el tráfico de drogas.14 De este modo, las declaraciones de Ardón reforzaron la tesis del flujo de narcodólares a la política, más aún luego de que confesara el desembolso de 2 millones de dólares para Lobo en 2009 y 1,6 millones para Hernández en 2013.15 La operación consiste en hacerse del apoyo de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas como herramientas de transporte y resguardo de la droga, infiltrando de forma gradual los diferentes niveles de la administración pública. Con la entrega de Ardón y la captura de «Tony» Hernández en Miami, la política de extradición se ha tornado en contra del presidente. Las declaraciones de los antiguos socios-rivales de su hermano han venido a debilitar la ya deteriorada relación del gobierno con la ciudadanía. Entre el 2 y el 15 de octubre de 2019, Hernández fue mencionado al menos 100 veces por los testigos en el juicio contra su hermano. Por añadidura, el 24 de abril de 2020 debería haber tenido lugar la primera audiencia contra el exoficial de la Policía Nacional y supuesto primo del presidente Hernández, Mauricio Hernández, acusado por la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York de tráfico de drogas, pero se postergó por la pandemia de COVID-19. Mauricio se declaró inocente de las incriminaciones que lo vinculan a las actividades de «Tony» Hernández el pasado 20 de febrero.16
La representación legal de «Tony» Hernández en Honduras ha declarado que el exoficial Mauricio Hernández no tiene parentesco alguno con su cliente y familiares. Por su parte, el gobierno hondureño desestima las declaraciones de los detenidos en ee. uu. e insiste en que el presidente Hernández es quien más ha hecho por la seguridad nacional. La acusación contra «Tony» no implicaría ni a su familia ni al Estado.
El presidente hondureño ha manifestado que los narcotraficantes buscan la venganza propagando mentiras infundadas. No obstante, dos recientes y explosivos sucesos han hecho tambalear el discurso oficial de buena gobernanza en materia de seguridad: el despiadado asesinato en la cárcel del supuesto narcotraficante Magdaleno Meza en octubre de 2019 y la violenta fuga de Alexander Mendoza el 14 de febrero de 2020. Detenido en 2018 y acusado por las autoridades hondureñas de ser socio de los Valle-Valle, Meza fue enviado a la prisión de «máxima seguridad» El Pozo 1. Durante su arresto se encontró una serie de «narcolibretas» en las que se hace mención a «Tony» y a «joh» (¿Juan Orlando Hernández?), por lo que devino en pieza clave del juicio contra el hermano del presidente. Meza, quien debía ser extraditado en 2020, fue salvajemente asesinado dentro de la prisión. El mismo día del crimen circularon videos de seguridad donde se puede observar claramente cómo fue acuchillado y baleado múltiples veces aun ya muerto. Muchos han interpretado su asesinato como un medio de silenciar las voces que comprometen al gobierno.17 Por otro lado, el rescate del cabecilla de la mara ms-13, el «Porkys» Mendoza, por un grupo de 20 personas armadas hasta con explosivos y disfrazadas de agentes de la Policía Militar, deja en evidencia la fragilidad de las fuerzas del orden. Como demuestra la grabación de las cámaras del Tribunal donde se desarrollaba la audiencia, los criminales lograron en un inicio burlar la seguridad, para luego matar a 4 oficiales y liberar al narcotraficante en una operación «de película».
A pesar de todo, no se han deteriorado significativamente las relaciones del presidente con el Departamento de Estado de ee. uu., que aún sostiene a su incómodo aliado regional. Las tensiones entre el Departamento de Estado y el Departamento de Justicia son visibles respecto de Honduras. El gobierno del pnh ha buscado mejorar su reputación subordinando su política exterior a Donald Trump, por lo cual se ha trasladado la embajada hondureña en Israel a Jerusalén y se integró a Hezbollah en la lista de organizaciones terroristas. Pero en ee. uu., que ha invertido 200 millones de dólares en transferencias para la política de seguridad hondureña entre 2016 y 2017,18 existen voces que le reclaman transparencia al Estado hondureño en sus finanzas públicas, especialmente provenientes de la Cámara de Representantes.
Precisamente en las antípodas de las expectativas de nacionales y extranjeros, los gobiernos hondureños se han caracterizado por valorar el Estado como el botín de los triunfadores. En 2015, el trabajo de periodistas locales permitió desvelar los vínculos entre el desfalco del Instituto Hondureño de Seguridad Social (ihss) y el financiamiento de la campaña electoral del pnh de 2013. El antiguo y persistente hábito político de considerar la función pública como un medio para pillar los fondos del Estado fue enérgicamente condenado por la ciudadanía.19 La acción colectiva, bajo la forma de multitudinarias «marchas de las antorchas», le torció el brazo al gobierno y lo obligó a instalar una Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (maccih), apadrinada por la Organización de Estados Americanos (oea) y semejante a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (cicig), aunque con mayores limitaciones.
Como no se logró que la maccih adquiriese las atribuciones de la cicig, los partidos políticos de oposición la denunciaron desde su fundación en 2016. Fue también objeto de presiones por parte del partido oficialista, lo que llevó a su total desarticulación en enero de 2020. La maccih tenía el desafío de fortalecer las frágiles e inestables instituciones nacionales, dar cuenta de las redes de corrupción y proponer soluciones para transparentar el manejo de los asuntos públicos. Los 12 casos presentados por su equipo de investigación permitieron que por primera vez altos funcionarios públicos fuesen procesados, entre ellos la exprimera dama Rosa Elena Bonilla de Lobo,20 con lo que la maccih ganó mayor credibilidad que los propios partidos políticos e instituciones nacionales.21 Dentro de sus sugerencias, sobresale la necesidad de impulsar reformas político-electorales integrales, como la Ley de Política Limpia, dirigida a transparentar las campañas electorales. Los diputados modificaron sustancialmente la propuesta original y aprobaron en 2016 una ley que en realidad dificulta la implementación de políticas de transparencia electoral.
De acuerdo con los investigadores del Centro de Estudio para la Democracia, en Honduras existe un intercambio de favores entre redes de corrupción público-privadas, renovados en periodo electoral, que consiste en invertir en política para luego obtener «contratos de concesión que generan enormes fortunas y que, a la vez (…) son el canal apropiado para lavar dinero y activos provenientes del narcotráfico y del crimen organizado».22 En lugar de ejecutar reformas integrales para trastocar esta tendencia, los diputados del Congreso Nacional aprobaron el célebre «fondo departamental» el 18 de octubre pasado, el cual les permite gozar a discreción de fondos públicos para alimentar sus redes clientelares. Para colmo, tales fondos solo podrán ser auditados una vez que los honorables diputados terminen su mandato. Alejados de las inquietudes generales de la sociedad, durante 2019 los legisladores se concentraron esencialmente en negociar a puerta cerrada la repartición de los nuevos órganos electorales.23
El difícil aprendizaje de la democracia hondureña
Tras las tentativas democráticas de mediados del siglo pasado (1948-1963) y un entremezclado periodo de dictaduras militares tanto conservadoras como reformistas, Honduras experimentó sin interrupción 6 procesos electorales entre 1980 y 2006, 4 de los cuales favorecieron al Partido Liberal. Este último se desintegró parcialmente con el golpe de Estado de 2009 ejecutado contra el «populista refundador»24 Manuel Zelaya, quien desde el propio plh pretendía hegemonizar el escenario político por medio de una Asamblea Nacional Constituyente, iniciativa que fue bloqueada por miembros de su propio partido con el apoyo de las Fuerzas Armadas, sectores empresariales, mediáticos, religiosos y de los poderes del Estado. Después de décadas de entendimientos y negociaciones con el pnh, en uno de los sistemas bipartidistas más duraderos del continente, el dislocamiento del campo liberal ha resultado en la primacía de su rival en las instituciones del Estado. Con una década de gobiernos del pnh, Hernández ha logrado lo que para muchos era el propósito de Zelaya: aprobar la ilegal reelección en 2017 y acaparar los poderes del Estado.
Porfirio Lobo (2010-2014) había concentrado su mandato en la reintegración de Honduras al concierto internacional tras el golpe de Estado y, en ese marco, llegó a un entendimiento con el depuesto presidente Zelaya, denominado Acuerdo de Cartagena. El pacto dirimió las tensiones brotadas con el golpe, por medio de un proceso de doble legitimación: el gobierno de «reconciliación nacional» liderado por el pnh sería reconocido nacional e internacionalmente, siempre y cuando, Zelaya, gozase de la apertura necesaria para inscribir un nuevo partido político. Gracias al acuerdo, Honduras fue reintegrada en la oea y Zelaya dio nacimiento a su instrumento político de tipo personalista, el Partido Libertad y Refundación, conocido como Libre. Las negociaciones dejaron en impunidad a los responsables del golpe de Estado, que violaron sistemáticamente los derechos humanos, pero también la malversación de los fondos de Petrocaribe y la fallida consulta popular de 2009 bajo el gobierno de Zelaya. Con la incorporación del expresidente al juego político, el tablero hondureño se encuentra, desde las elecciones de 2014, en una especie de retorno de la vieja tradición bipartidista, ahora cuatripartita. Los principales rivales del oficialismo son Libre, como segunda fuerza que disputa el voto del plh, y el conocido presentador de televisión Salvador Nasralla, quien hasta la fecha no ha inscrito su nuevo partido Salvador de Honduras.
Contando con el alineamiento de los militares, de un partido vertical y un organizado ejército de reserva clientelar, Hernández logró derrotar a sus contrincantes por dos veces consecutivas (2013 y 2017), a través de procesos electorales colmados de irregularidades e ilegalidades. La instrumentalización de los organismos electorales, las denuncias de manipulación electrónica en los conteos y de compra de votos, junto con el clientelismo,25 son elementos persistentes en la cultura política hondureña, perfeccionados por el pnh en las últimas elecciones. Las recomendaciones dejadas por las misiones de observación electoral de la oea y de la Unión Europea han sido omitidas en su mayoría, lo que alimenta la permanente desconfianza de la ciudadanía hacia sus instituciones. En cambio, Hernández le ha devuelto al ejército un papel decisorio, imponiéndole como caballo de Troya a la guardia pretoriana de su régimen, la Policía Militar del Orden Público (pmop) y la Tropa de Inteligencia y Grupos de Respuesta Especial de Seguridad (tigre). Ciertamente, el carácter policiaco-militar ha sido el rasgo distintivo de las propuestas programáticas del pnh, actor históricamente aliado de las Fuerzas Armadas. Adicionalmente, ha logrado imponer a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, al fiscal general y al procurador general de la República de Honduras. Los presidentes del Poder Legislativo y del Judicial, los ministerios de Seguridad y de Defensa, la Policía y el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas le son plenamente leales. En un escenario de acumulación de poderes de esta naturaleza, ¿es posible que el presidente desconozca la participación de su hermano en las redes internacionales del crimen organizado?
En este contexto, fiel a la tradición de líder político tradicional, el expresidente Zelaya ha buscado acuerdos de cúpula con el partido de gobierno para obtener puestos en el sistema electoral para sus más cercanos lugartenientes. Con la tradición autoritaria de un líder de viejo estilo rural, que en un momento se convirtió al estilo «chavista»,26 rechazó la idea de apoyar a una amplia coalición política para pedir en las calles la renuncia de Hernández y prefiere esperar pacientemente las próximas elecciones presidenciales de 2021.27 Según un conjunto de estudiosos de la realidad nacional de la revista Envío-Honduras, el arreglo entre las cúpulas del pnh y de Libre en el Congreso Nacional, que le permitió a esta última agrupación una representación en los nuevos órganos electorales, es la principal «válvula de oxígeno» del régimen orlandista.28 Mauricio Oliva, actual presidente del Congreso Nacional y precandidato presidencial por el pnh para las elecciones de 2021, no ha vacilado en congratularse por llegar a un acuerdo con Zelaya. Efectivamente, como observó hace más de 50 años un importante estudioso de la política centroamericana, el proceso político de esta región es fundamentalmente un juego de «manipulación y negociación entre competidores por el poder, cuyos recursos constituyen el objeto de una apreciación y de un reconocimiento recíproco que conlleve a un acuerdo negociado a alto nivel».29 No obstante, buena parte de la ciudadanía parece no identificarse con los tradicionales «competidores por el poder»,30 e iniciativas como la más reciente Plataforma de Lucha por la Salud y la Educación, liderada por la presidenta del Colegio Médico, Suyapa Figueroa, son en buena medida percibidas como legítimas alternativas para la defensa de los servicios públicos y para reactivar el movimiento de oposición al régimen autoritario de Hernández.
Figueroa lideró las marchas de maestros, médicos, estudiantes y otros sectores sociales en la toma de ejes carreteros del país durante el curso del año 2019, denunciando las derivas neoliberales del gobierno en materia de salud y educación, exigiendo sus garantías como derechos universales, «sin restricciones, con calidad, pero sobre todo calidez».31 El fracaso del neoliberalismo en Honduras es inequívoco, y el desplome de las estructuras sanitarias y educativas son su máxima expresión. Como consecuencia, la ciudadanía está abandonada a su suerte frente al brote de epidemias y pandemias. La reciente crisis del dengue puso a prueba el modelo de salud ―2019 cerró con 180 decesos, de los cuales el 58 % eran menores de 15 años―.32 Con casi 2000 casos de COVID-19 confirmados, muchos médicos consideran que hasta la fecha el gobierno no ha tomado las medidas preventivas adecuadas, incluso hay reportes de que se estarían buscando terrenos para posibles fosas comunes. En ausencia generalizada de equipos sanitarios básicos y de medidas de bioseguridad para el personal de salud, con una economía informal y la mayoría de la población viviendo del día a día, el panorama hondureño no es nada alentador.
Al igual que otros países del mundo, Honduras enfrenta la terrible pandemia desatada por el coronavirus, pero lo hace en el marco de una crisis del Estado en su conjunto. El país es conducido por un líder político ligado al narcotráfico que se apoya en los militares para mantenerse en el poder, un presidente impopular que lidera un Estado militarizado e incompetente. Honduras carece de un liderazgo creíble para enfrentar la crisis sanitaria. Las respuestas estatales caracterizadas por el autoritarismo, la improvisación y la distribución clientelar de alimentos son una muestra evidente de la crisis del Estado. Los días del coronavirus representarán un desafío en gran escala para la empobrecida nación hondureña.
1. Cit. en Rolando Sierra Fonseca: «Honduras: del golpe de Estado de 2009 a la crisis continuada» en Análisis Carolina No 16, 8/2019, p. 7.
2.Ibíd., p. 10.
3. Foro UNAHMOS: «Entrevista a Ricardo Puerta y César Castillo. Migración, causas y consecuencias» en Presencia Universitaria, 13/2/2020.
4. Boletín Informativo del Observatorio de Migraciones Internacionales en Honduras vol. 1 No 2, 1/2020.
5. Gilles Bataillon: «Amérique centrale: violences et pseudo-démocraties (1987-2018)» en Hérodote vol. 171 No 4, 2018, p. 75.
6. R. Sierra Fonseca: ob. cit.
7. Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad: Boletín del Observatorio de la Violencia No 52, 1-12/2018, p. 2.
8. Marvin Barahona: «Múltiples crisis y una visita suspicaz» en Envío-Honduras vol. 17 No 59, 9/2019, p. 17.
9. G. Bataillon: ob. cit., p. 69.
10. Jacobo García: «El pequeño Enoc o la maldición de Honduras» en El País, 26/1/2020.
11. Víctor Meza, Edmundo Orellana, Leticia Salmón, Thelma Mejía y Félix Molina: La militarización de la seguridad pública en Honduras, Centro de Documentación de Honduras, Tegucigalpa, 2015.
12. Departamento de Justicia: «Former Honduran Congressman Tony Hernández Convicted in Manhattan Federal Court of Conspiring to Import Cocaine into the United States and Related Firearms and False-Statements Offenses», Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York, 18/10/2019.
13. Parker Asmann: «Denuncias criminales descorren fachada antinarcos del presidente de Honduras» en Insight Crime, 3/9/2019.
14. Steven Dudley: «Cómo un exalcalde podría tumbar al presidente de Honduras» en Insight Crime, 27/8/2019.
15. Emily Palmer y Elisabeth Malkin: «Honduran President’s Brother Is Found Guilty of Drug Trafficking» en The New York Times, 18/10/2019.
16. Departamento de Justicia: «Former Honduran National Police Officer Charged with Conspiring to Import Cocaine into The United States and Related Firearms Offenses», Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York, 4/9/2019.
17. Ismael Moreno: «Una coyuntura tormentosa e incierta: ¿cuál es el camino a seguir?» en Envío-Honduras vol. 17 No 60, 11/2019, p. 9.
18. Héctor Silva Ávalos y Parker Asmann: «Cuatro conclusiones del juicio de eeuu contra el hermano del presidente de Honduras» en InSight Crime, 24/10/2019.
19. G. Bataillon: ob. cit., p. 80.
20. El Consejo Nacional Anticorrupción denunció el 13 de marzo de 2020 la decisión de los jueces de la Corte Suprema de Justicia de celebrar un nuevo juicio del caso «Caja Chica de la Dama», anulando así la sentencia de 58 años que Bonilla de Lobo había recibido por causa de fraude y apropiación indebida.
21. Center for Latin American & Latino Studies: «El Monitor de MACCIH, Edición Especial», CLALS Working Papers Series, American University, Washington, dc, 9/1/2019, pp. 3-4.
22. Gustavo Irías: «La ley de política limpia, una evidencia del boicot de la élite hondureña a reformas electorales sustanciales», Centro de Estudio para la Democracia, Tegucigalpa, 6/2017, pp. 13-14.
23. M. Barahona: ob. cit., p. 18.
24. A su manera, Zelaya puede ser pensado en los términos propuestos por Carlos De la Torre: «Los populismos refundadores» en Nueva Sociedad Nº 267, 1-2/2017, disponible en www.nuso.org.
25. Mario Posas: «Avances y retrocesos de la democracia electoral en Honduras (1979-2019)», trabajo presentado en el coloquio internacional «América Central 1979-2019. De la revolución sandinista a la caravana de migrantes», Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Ciudad de México, 6/11/2019.
26. Peter Peetz: «¿De hacendado a revolucionario? Mel Zelaya y el giro hacia la izquierda del gobierno hondureño» en Iberoamericana vol. 9 No 33, 2009.
27. Milton Benítez: «Entrevista con Manuel Zelaya: Salida del Narco Dictador: ¿negociada o luchada?» en El Perro Amarillo, Facebook Live, 10/4/2019.
29. Charles W. Anderson: Politics and Economic Change in Latin America: The Governing of Restless Nations, Van Nostrand Reinhold, Nueva York, 1967, cit. en G. Bataillon: Genèse des guerres internes en Amérique Centrale (1960-1983), Les Belles Lettres, París, 2003, p. 63.
30. Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación, Compañía de Jesús: «Percepciones sobre la situación hondureña en el año 2018. Sondeo de opinión pública. Novena edición» en Boletín Abril 2019, Radio Progreso, 4/2019, p. 12.
31. S. Figueroa: «La relación médico paciente» en Revista Médica Hondureña vol. 87 Nº 1, 1-3/2019, p. 6.
32. Organización Panamericana de la Salud: «Actualización epidemiológica: dengue», OPS / OMS, 7/2/2020, p. 9.
Mi infancia, o lo que recuerdo de ella, transcurrió en la calurosa ciudad de El Progreso, Yoro, ciudad ubicada entre la imparable San Pedro Sula y la bella ciudad del puerto de Tela. La casa de mi mami o “la casa de Progreso”, como le llamo actualmente, es la herencia material de los días de gloria de mi padre como futbolista del Club Deportivo Marathón. Siempre fue una casa grande, con muchos árboles y muchos animales. Por años funcionó en la parte frontal izquierda una modesta pulpería con un enorme y viejísimo Framboyán rojo (Acacia roja, como se le conoce de manera popular) que mide aproximadamente siete u ocho metros de altura. El barrio El Barro siempre fue un lugar relativamente tranquilo, silencioso y feliz.
La casa colinda por la parte derecha con la casa de mi tía Carminda, y por la parte de atrás con la casa de tía Josefa, donde históricamente vivieron mi abuelo y mi abuela paterna. Mi abuelo envejeció lento, como el clásico extrabajador acomodado de La Tela Railroad Company, con su vicio del cigarro, su hábito de la lectura y sus rutinas de tiempo inamovible. Mi abuela en cambio, siempre me pareció atrapada en su vejez, tenía costumbres religiosas muy arraigadas, su afición por la cocina y el recato de la construcción social que se demanda a una mujer.
Por contraparte, mis abuelos maternos son mi vínculo al sur, a ese maravilloso paraíso que representa el calor de Choluteca en mi vida. Ambos nacidos y crecidos en Soledad, El Paraíso, donde habría transcurrido con normalidad su vida de no ser por su pertenencia al Partido Nacional, lo que hizo que, en los años de peleas a muerte entre liberales y nacionalistas, tras varios atentados a sus vidas tuviesen que desplazarse forzosamente e instalarse en las cuencas de oro o, mejor dicho: Orocuina.
Mi abuelo materno murió cuando yo apenas era una bebé. De recuerdo nuestro solo existe una fotografía familiar donde yo estoy en brazos de mi madre y él con su enorme estatura sobresale de fondo. Mi abuela materna falleció cuando yo era una puberta, de ella recuerdo las veces de visita al pueblo, las interminables pláticas entre ella y mamá por telefonía fija, y la conversación sobre la muerte que tuve con Sor Agustín (monja del colegio donde estudiaba) el día que mamá se presentó al mediodía a decirnos (a mi hermana y a mí) que debía viajar de urgencia al pueblo porque Mamá Emma, como le decíamos a mi abuela, había muerto y que debíamos quedarnos en casa de mis abuelos paternos.
Desde siempre he pensado que nuestra crianza ha sido el experimento matriarcal de mi madre. En casa, históricamente, las labores domésticas han estado a cargo de mi padre: cocinar, limpiar, alimentar a los animales. Ella siempre da instrucciones, quién dice qué y cómo hacer; nunca existió el castigo físico y dentro de sus limitaciones económicas y emocionales nos ha dado todo; nunca se ha opuesto a ninguno de nuestros impulsos de lo que hemos querido ser, y fue una flexible y única autoridad en todos los temas. No existieron rituales de enseñanza de cocina, Laura, mi hermana mayor y yo aprendimos por observación o curiosidad directa preguntando cómo hacer determinado platillo.
Mi niñez transcurrió de manera agridulce, pero fue la adolescencia y su llegada convulsa la que hizo de mi vida un paraje triste. Siempre fui una niña huraña, sin embargo, en mis años de juventud esa conducta evasiva y conflictiva llegó a picos tan altos que con el tiempo mi madre terminó por llevarme al neurólogo y al psiquiatra.
Viajamos a Tegucigalpa, a ese capital fría y tan distante que yo recuerdo de mis diecisiete años. Luego de varios análisis, entrevistas psicológicas e interminables filas y soportando el olor característico de los hospitales, el diagnóstico llegó: bipolaridad tipo II y disfunción en el lóbulo temporal. Desde entonces, debido a los medicamentos, el recuerdo de esos años se convirtió en una espiral atemporal donde los únicos recuerdos intactos que tengo es el olor y sabor de los espaguetis. Esos espaguetis de origen difuso, que no logro recordar si eran receta exclusiva de las pocas que preparaba mi madre o de las tantas que mi padre aprendió a realizar al sazón de las indicaciones de mamá. Lo que sí recuerdo es que desde entonces la salsa que era entre anaranjada y roja, con chile verde y cebolla blanca mezclada con espaguetis, se convirtió en mi segunda comida favorita.
De todos mis abuelos y abuelas, siempre tuve más cercanía con Papá Carlos, mi abuelo paterno, me gustaba escucharlo hablar con la gente que llegaba a la pulpería, verle leer el periódico todos los días a las dos de la tarde, sentado en la plástica silla verde pegada a la puerta del corredor de su casa, y luego verle cenar a las cinco de la tarde en el largo comedor café donde siempre me sentaba a su lado derecho. Disfrutaba verlo fumar los Belmont azules que guardaba en una caja metálica sobre la división de la sala, observar detalladamente el ritual de limpieza con harina que le hacía a su gran anillo rojo todas las tardes luego de bañarse, y su desfile ritual de las siete de la noche: llegaba a mi casa a jugar naipe o solo a hablar con mamá.
No recuerdo nunca haberlo visto hacer alguna labor doméstica, pero fue en 2009, meses antes de que enfermara, cuando llegué a su casa y lo encontré cocinando espaguetis, estaba parado en la ancha cocina mientras renegaba porque los fideos se habían pegado al fondo. Ya había pasado su hora de almuerzo, le ofrecí ayuda y se negó, me quedé ahí, viéndole desde el comedor hacerse líos con la salsa hasta que por fin terminó. Se sirvió y se sentó al comedor, y no fue hasta cuando ya estaba por terminar que me dijo que no sabían tan mal, que podría agarrar si tenía hambre. En realidad estaban bastante feos, insípidos, pero desde entonces los espaguetis se convirtieron para mí en ese lenguaje de la ternura y se mezclaron en mi historia de vida.
A finales de 2009 a Papá Carlos le diagnosticaron Corea de Huntington, una extraña enfermedad neurodegenerativa. Durante cuatro meses colaboré con mi padre cuidándolo, mientras tanto la enfermedad se volvía más agresiva y generaba otras complicaciones médicas. Durante ese tiempo en sus pocos momentos lucidez me contaba historias de su juventud y yo le leía El retrato de Dorian Gray ,y le prometía que se pondría bien y que le iba a enseñar a hacer salsa de espaguetis, pero eso no ocurrió. La mañana del 19 de enero del 2010 la aplastante noticia de su muerte llegó.
Pasaron meses hasta que pude volver a comer espaguetis sin que la tristeza me ahogara y desde entonces los espaguetis son parte de mi itinerario en la cocina para demostrar amor y casi un criterio de selección afectiva.
Mi exnovia Kim a quien conocí a inicios de mi carrera universitaria amaba los espaguetis como yo, ella solía visitarme en casa de mi madre y luego de nuestras cansadas jornadas de amor siempre nos escabullíamos a la cocina a cocinar juntas la receta de espaguetis de mamá.
Daniel, mi actual pareja es un todo terreno de la comida y si fuera un poco más observador se daría cuenta que luego de cada discusión siempre tengo antojos de espaguetis, él disfruta cocinar y yo siguiendo los patrones maternos, prefiero que él lo haga, si bien la receta no es la misma porque él cocina al estilo Tegucigalpa hemos utilizado los espaguetis como la receta del amor y la reconciliación.
Con mis amigas y amigos pasa igual, infinidad de veces les he pasado la receta o les he preparado yo misma espaguetis, de igual forma, ha pasado varias veces que mis amantes me conquistan el estómago y la vida por medio de espaguetis.
Mi tía, que llama fideos con salsa a los espaguetis, sabe que cuando estoy de visita en el pueblo será una comida añorada por mí. Siempre he pensado que cocinados en hornilla saben un poco más a nostalgia y pasado, sin embargo, me hacen recordar con ternura a las personas que amo.
Actualmente en estos tiempos de cuarentena donde he pasado noventa días sin salir de casa (con la única compañía de mi gato), sin poder ir a casa de mamá, sin poder ir a mi pueblo, sin poder estar con mi pareja; la receta de mamá no ha faltado. Hacer el ritual de cocinar espaguetis es una forma de autocuidado emocional, cocinarlos en la quietud del recuerdo, sentir su olor y su sabor caliente es el portal a la ternura de todos mis recuerdos construidos alrededor de la salpicante salsa anaranjada y roja. Los espaguetis se convirtieron en mi lenguaje del amor y que me hacen sentir cerca de todos mis afectos.