El fútbol femenino sí existe

Recientemente la Federación Nacional de Fútbol Hondureño (Fenafuth) ha insinuado que el fútbol femenino en Honduras no existe. Jorge Salomón, presidente de la Fenafuth, dijo que «platicará» con FIFA para que los quinientos mil dólares que esta institución mundial destinaría al fútbol femenino en el país, sean invertidos para los equipos masculinos de primera y segunda división, según medios nacionales. Esto ha causado mucho malestar en jugadoras ya retiradas, en las que están aún en actividad, y en las que vienen iniciando. Ante esto se lanzó una campaña en redes sociales con el hashtag: #SíExiste, y he podido conversar con algunas jugadoras de mi camada y siento en sus palabras el descontento y decepción. En Honduras, el fútbol femenino nunca ha recibido apoyo, la liga femenina de San Pedro Sula ha existido gracias a patrocinadores, al bolsillo de los entrenadores e incluso de la recolecta de las jugadoras. 

Aún en los países donde el fútbol femenino es apoyado, hay una gran brecha salarial entre jugadores y jugadoras. Esto deja en evidencia las prácticas machistas que son ejercidas a favor del capital. Así que para mí, esto no solo es una acción de corrupción, también es una acción violenta, que reafirma las múltiples violencias ejercidas en el cuerpo de las mujeres por el patriarcado y el racismo. Es por ello que he decido contar un poco de mi paso por el fútbol.

Durante mi niñez, cuando tenía la edad de diez años, me gustaba mucho jugar fútbol junto a mi hermano mayor y mis primos, en un lugar llamado TuriCentro, ubicado en Tela, la ciudad donde vivíamos. Jugar fútbol pasó a ser parte de mi rutina diaria, en casa y en la escuela. Se me daba bien, era muy buena y hábil, lo disfrutaba mucho.

En 1998, el huracán Mitch, interrumpió mi vida y la de mi familia ocasionando mi mudanza a la ciudad de San Pedro Sula, donde continué jugando en el barrio y en mi nueva escuela. Tuve el privilegio de ser entrenada por Tin Martínez, a quien de manera cariñosa le decíamos tío Tin. Durante su carrera también jugó en diversos equipos de El Salvador, y a su regreso a Honduras jugó en el Motagua e integró, en 1996, la selección hondureña, que iniciaba su preparación para la eliminatoria para el Mundial Francia 98.

Los entrenamientos con el tío Tin eran de lunes a viernes, de cuatro a seis de la tarde. Generalmente los domingos teníamos encuentro deportivo contra otro equipo femenino. Siempre lo recordaré con mucho amor y respeto, no solo por sus enseñanzas en el fútbol, sino por su gentileza, fortaleza, disciplina y hermosos sentimientos.

En 2003 fuí parte del equipo hondureño F.C Barcelona femenino, de esta manera ingresé a la liga femenina y participé en un par de juegos en San Pedro Sula. En ese entonces no sabía mucho de viajar a otros lados, ni siquiera sabía cómo cuidar de mí misma en lugares desconocidos, ni cómo relacionarme con gente extraña. Recuerdo que a mi madre le costó firmar para autorizar mi ingreso al equipo.

Entre 2003 y 2007, fui parte del equipo femenino del colegio donde estudiaba, practicábamos todas las tardes después de clases. Posteriormente, regresé a la liga femenina con el Social Sol, y con un poco más de experiencia me convertí en una jugadora que —por mi personalidad— pasaba desapercibida, pero que tenía talento. Fueron buenos años, hice amistades, tuve lecciones de vida y sobretodo jugaba fútbol. Con Social Sol, logramos llegar a la final enfrentando al famoso equipo Gatorade. Fue un juego difícil, recuerdo que perdimos, sin embargo no recuerdo que los resultados se sintieran como una derrota, ya que el hecho de haber llegado a ese punto era un triunfo para nosotras. ¡Fue el típico David contra Goliat!

Luego formé parte del Chivas de Guadalajara, donde participé en excelentes juegos, llegando a la final contra la U.P.N.F.M. en el Estadio Olímpico. A pesar de que perdimos, recuerdo haber disfrutado y reído junto a mis compañeras de equipo. Las Chivas, siempre fue un equipo no muy querido en la liga femenina, tanto por las personalidades de sus jugadoras como por la de su entrenador. Pero siempre hablaban de Las Chivas, para bien o para mal, y eso no nos importaba, nosotras simplemente jugábamos.

Tiempo después estuve en proceso de selección para la Sub-23. Recuerdo que los uniformes que nos entregaban para entrenar tenían mal olor, a veces lodo, y eran tallas enormes. También recuerdo haber preguntado si tenían otro porque el que me habían dado era muy grande, la respuesta que me dieron fue: «es ese o no uses nada», así que lo usé por dos días. Sí, así era. Me decepcioné tanto pero aún quería vestir el uniforme de la selección, lamentablemente por cosas de la vida no pude viajar, ya que para salir del país necesitaba una autorización de mi padre, que estaba en Estados Unidos, y los documentos no salieron a tiempo. 

Dejé de jugar entre 2012 y 2013, dedicando más tiempo a mis estudios universitarios y al trabajo. Me fui alejando de los campos de fútbol, dando paso a otra etapa de mi vida: el movimiento estudiantil universitario. Recuerdo que aún en las huelgas, el fútbol no faltaba, jugábamos durante las tardes para no aburrirnos. Tiempo después regresé a la liga femenina, jugando para el Real España, en el 2016. Me retiré ese mismo año, ya con varias lesiones encima. Ese año también asesinaron a mi hermano menor. Mis energías se volcaron a mi familia, al movimiento social, popular, feminista y al intento de estar bien. 

Con cada paso que daba en mi formación política, más me alejaba del fútbol, porque en Honduras se ha utilizado para alienar a las personas, sin embargo, he decidido traer estos recuerdos y posicionarme públicamente para hacer memoria como acto de rebeldía. Si todo esto que les he contado no es evidencia de que el fútbol femenino sí existe, creanme cuando le digo que hay jugadoras antes de mi camada, que de igual  manera están dispuestas a alzar la voz.

Con el tiempo también he comprendido que la corrupción en Honduras es tal que las artes y los deportes son dejados en el olvido, mientras otros consumen los fondos, esa es la realidad. Pero parte de esa realidad es también esa voz que están alzando las jugadoras, ese coraje, esa convicción en decir «ya basta, ya no más».

¡Decir que el fútbol femenino hondureño existe es un acto político!

Sobre
Melisa Espinoza Ruiz, San Pedro Sula, 6 de junio de 1988. Docente, integrante del Foro de Mujeres por la vida y de la Asamblea de Mujeres Luchadoras de Honduras.
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Escritora, no labora en Contracorriente desde 2022.
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