Migrar es un derecho humano

Foto portada: Un padre junto a sus dos hijos camina hacia la frontera de Corinto con el fin de llegar a EEUU. Omoa, Cortés. Deiby Yanes.

En junio de 2020, en medio de una pandemia que nos pone a todos y todas en riesgo, una caravana de migrantes partió de Honduras hacia Estados Unidos. Sin duda, la pandemia no ha detenido todas las injusticias y los problemas que pasan en nuestro país, sino que las ha venido a reflejar de una manera aún más visible.

Todo esto hace que me pregunte, ¿tendremos una Honduras que aguante unos años más? Cuando yo no podía creer que existiera una manera más grande de demostrar lo mal que estaba este gobierno y una forma más cínica en la que quedara en evidencia todos los robos tan descarados que han hecho y que continúan haciendo a nuestras instituciones públicas, justo en ese momento, vino la pandemia y nos demostró que estamos ante un gobierno insensible, que a través de sus instituciones públicas solo busca lucrarse de las coyunturas para enriquecerse unos cuantos y empobrecer aun más a la mayoría de la población. 

Los hospitales públicos colapsan y los hospitales privados cobran altas sumas de dinero para que una persona pueda ser atendida. Mientras tanto la crisis aumenta para la mayoría, en cada calle, podemos ver a muchísimas personas -más que antes- pidiendo comida, pidiendo dinero para poder comprar alimentos, madres y padres con todos sus hijos, niños y niñas, y en contraste muchas colonias, cierran sus portones de acceso para que estas personas no se acerquen a ellos a pedirles dinero. Así que no es nada fuera de lo común que la gente siga huyendo, siguen huyendo porque este país no se aguanta.

Siempre he creído que la gente huye, porque las personas que tienen que migrar de forma ilegal no lo hacen porque el camino sea bonito y el proceso liviano y fácil, no lo hacen con felicidad, no lo hacen queriendo dejar a toda su familia. Lo hacen porque lo necesitan, porque huyen de la inseguridad, porque muchas veces están siendo amenazados, porque no tienen trabajo o el trabajo que tienen no ajusta para pagar todas las deudas que hay en casa, ni para alimentar a los hijos y personas que tienen a cargo.

El camino del migrante tiene una lista enorme de riesgos en la que ahora podemos incluir el riesgo del contagio por la COVID-19. A pesar de eso emprenden el viaje con la consciencia de que es probable morir en el intento, pero es que no pueden dejar de pasar ese riesgo porque huyen de un país que no les ha brindado la seguridad y  las oportunidades que como ciudadanos merecen. Honduras es un país que obliga a muchas personas a irse, a dejar sus raíces, sus hijas e hijos, sus padres y sus madres.

Las personas migrantes saben que en el camino pueden ser secuestradas, asesinadas, violadas, pero se van, porque cualquier cosa es mejor que seguir aguantando la miseria a la que este país las ha destinado, este país que las expulsa al no brindarles una vida digna. 

El 24 de agosto de 2010 hubo una masacre de setenta y dos personas migrantes de distintas nacionalidades, en San Fernando de Tamaulipas, en México, entre ellos, varios hondureños. Hasta ahora, el caso sigue en impunidad, las familias siguen exigiendo verdad, justicia y reparación, por los asesinatos a sus familiares. Exigen justicia porque aunque hayan algunas personas detenidas por estos crímenes, ni siquiera hay sentencias en contra de los acusados.

Exigen verdad, porque los familiares de los asesinados tampoco tienen certeza de que los cuerpos que les entregó el Estado de México sean de sus hijos, hijas, hermanos. Muchos de ellos y ellas siguen creyendo y guardando la esperanza de que sus familiares están vivos en algún lugar, que regresarán. Hasta hoy, hay nueve cuerpos que no han sido identificados. Los familiares siguen exigiendo verdad porque se preguntan, ¿por qué los mataron?, ¿qué querían de ellos? No hay una respuesta para los familiares y mientras pasan más años de esta masacre, siguen huyendo personas de Honduras, de Latinoamérica, por el hartazgo de un país que no les da la oportunidad de gozar de sus derechos.

Los familiares de estos 72 migrantes, también exigen reparación porque después de diez años, ni el Estado mexicano, ni los demás Estados centroamericanos han hecho algo por brindarles justicia y verdad. He tenido la oportunidad de conocer testimonios de algunos familiares de estas 72 personas migrantes. Uno de ellos, una madre que cada vez que se acercan estas fechas en que se recuerda la masacre, su salud se descompensa. En varias ocasiones ha tenido que ser hospitalizada porque lo emocional ya se convirtió en un problema de salud físico. También conocí a otra madre que perdió dos hijos, su esposo y su cuñado en esta masacre, ahora está perdiendo la memoria. Con esto, me digo a mí misma, ¿cómo no perder la memoria, cómo no perder la razón ante tanto dolor?

Y esta no es la única masacre perpetrada en contra de personas migrantes, hubo muchas. Como lo mencioné antes, hay familias que siguen esperando a sus hijos, hijas, madres, padres, hay familias que conforman el Comité de Familiares Desaparecidos, y todos los años van en busca de ellos, y van con la esperanza de esta vez, poder encontrarlos.

Mientras, la migración no se detiene. El muro no la detiene. Las personas seguirán migrando, ejerciendo su derecho, pero arriesgándose a que un día, puedan ser ellos los desaparecidos que se tengan que buscar después.

Hace poco, en una red social, leí una publicación escrita por un médico. Él nos decía a todos los jóvenes que sí teníamos la oportunidad de irnos del país, nos fuéramos. Debo confesar que me dio escalofríos, porque siempre he dicho que aquí nací y aquí quiero morir, y claro que es un pensamiento que nace desde mi privilegio de haber tenido una vida más digna con relación a la que muchas personas tienen en Honduras. El mensaje que había publicado ese doctor, en cierta forma, me afectó, porque siempre he sido una persona que se visualiza a futuro, y me pregunté, ¿este país tiene algún futuro?

Aunque sea difícil pensar en irme del país, yo no tendría que pasar una ruta migrante, a lo mejor podría buscar otras formas para tener otro tipo de condiciones, ya que tengo algunas facilidades para hacerlo. Migrar, para mí, nunca será igual que para la mayoría de personas que se van de Honduras, y allí radica el problema, en que algunos y algunas tenemos esa ventaja y debemos hacer de eso un derecho, no un privilegio.

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Abogada, feminista, defensora de Derechos Humanos. Gusta de las películas y la lectura.
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Pianista y filóloga hondureña. Máster en estudios avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de Barcelona. Licenciada en Arte por la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, misma institución en la que se desempeña como docente. Es autora de numerosos ensayos sobre poesía y literatura. Correctora de estilo y editora de la sección Cronistas de la cotidianidad en Contracorriente.
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