
El presidente sabe lo que hace
Me puse los anteojos, parecía como si ningún día hubiera pasado. La lluvia era un invento de un señor que camina por la peatonal.
Me puse los anteojos, parecía como si ningún día hubiera pasado. La lluvia era un invento de un señor que camina por la peatonal.
Este cuento forma parte de los textos inéditos de Jorge Federico Travieso.
La verdadera Cenicienta se levanta de la camilla. Está atontada y respira con dificultad. Los bomberos llegaron a tiempo para rescatarla de las cenizas de su casa. Entre el enjambre de latas, cartón y madera chamuscada han de hallarse los cuerpos calcinados de sus dos hermanas; pero la verdadera Cenicienta ya no hace por acercarse a mirar.
Como parodia del Universo Cinematográfico de Marvel (UCM), The Boys hace sus deberes mostrando una visión «adulta y madura» del género de superhéroe y pone en tela de juicio las consecuencias de mega corporaciones detrás de un poder absoluto e invencible. Tiene tiempo para hablar sobre la radicalización de personas hacia extremos conservadores a través de fake news, y casi todos los personajes en The Boys se desarrollan al recordar o pensar en sus padres.
«¡Jueputa, jueputa, jueputa!», fueron las tres primeras palabras que pronunció don Ricardo años después de aquel accidente automovilístico que lo dejó mudo y parapléjico, que lo aisló del mundo como si estuviera en coma.
Texto: Jorge Luis Oviedo Ilustración: Pixabay El lobo pastor de ovejas Un lobo, como muy bien se sabe, hace mucho tiempo, se quiso pasar de
Texto: Xavier PanchaméIlustración: Pixabay Sin un rescoldo de cariño, Jimena se marchó de la ciudad. Se puso los mitones azules para despistar a los avergonzados
Las dos casas habían establecido una vecindad especial, determinada por el sello peculiar de aquella ciudad que sube siempre en busca de aire respirable. Una era achaparrada, tal si hubiera doblado el espinazo para arrebujarse en modesto chal. La otra se erguía con la firmeza erecta de un pequeño bastión que defiende comodidades burguesas. La más alta dominaba el lugar con aplastante predominio. Sus muros asomaban sobre el patio de la vecina, viendo con despectivo soslayo el pequeño mundo que allí se agitaba.
Texto: Alejandro Carrasco Ilustración: Pixabay La noche antes de morir, Álvaro me escribió al WhatsApp: «No pude terminar el cuento». Le contesté que lo habláramos
Todos asistían a las representaciones, no por el interés de escuchar las palabras codificadas en computadoras que los jefes del teatro habían dado a los artistas, sino para ver cómo cada día el personaje principal iba perdiendo sus movimientos originales, sus palabras claras, sus facciones auténticas, su olor a trabajo de campo o fábrica antigua de habitantes terminados.
El jueves la esposa llegó a visitarlo alrededor de las diez de la mañana. Saludó de mal genio, con gesto arrogante, viendo a los trabajadores por encima del hombro.
Paul era un chico simpático que vivía con sus padres y sus dos hermanos, eran una familia muy unida. Residían en las afueras de la ciudad, por aquello de la comodidad que permite estar cerca de zonas boscosas y alejadas del ruido insano de los motores de los vehículos en la ciudad. A pesar de eso, no eran del todo felices.
Junto al camino real que conduce hacia Tierras Coloradas, la cruz del finado Casio ya solo asoma los hombros de puro sumergida en un túmulo de piedras, que crece indefinidamente por obra y gracia de la piedad cristiana, pues cada quien que pasa por allí se cree obligado a arrojar sobre el montón un guijarro más, en sufragio al alma del difunto. Y la cruz, con sus brazos extendidos, de más bien la idea de ser un náufrago que está pidiendo auxilio en medio de aquel mar de soledad.
Tres meses después de su lanzamiento ha vendido 13.4 millones de copias, superando en ventas a franquicias populares como Call of Duty y FIFA. Hidetaka Miyazaki y FromSoftware han escalado una tierra de gigantes para verse cada vez más fuertes y respetables en una industria plagada por las micro transacciones y proyectos que salen a la venta sin haber tenido el debido tiempo de desarrollo.
Texto: Dar Barahona Ilustración: Pixabay «Hay quienes se consideran perfectos, pero es sólo porque exigen menos de sí mismos». H.H. «¡Te voy a azezinar!», así
Mr. John llegó al anochecer a la choza campesina de Leuterio. Dos enormes canes le seguían con ojo avizor y más detrás dos acompañantes indígenas. La primitiva vivienda de Leuterio la constituía un corredor pequeño y una enorme habitación que tenía el triple uso de dormitorio, cocina y sala de recibo.
Me gusta tener pesadillas. De esas en las que tenés que despertar varias veces antes de despertarte de verdad. Entre más oscuras y perturbadoras, mejor.
«Anariba es poseedor de un estilo muy particular: es un narrador que parodia, que trastoca, con maestría en la ironía y el humor», dice Emma Matute del Cid, licenciada en Literatura por la UPNFM y máster en Literatura Hispanoamericana por Tulane University, en el prólogo que forma parte de este manuscrito.
Porque una huella, cuenta algo, dice y ha dicho algo; si se pudieran reunir todas la huellas hechas por la humanidad y unirlas desde el comienzo de los tiempos, se podría contar la historia del mundo probablemente con más exactitud de la que hemos conocido por la información de geólogos, arqueólogos y científicos dedicados a reunir datos y hacer un eslabón en su carrera y para sus colegas.
Este cuento forma parte de Antología personal. Cincuenta años de cuentos (1963-2013), Océano, 2017, y se reproduce con la autorización y gentileza de su autor.
Sentía que su corazón también estaba partido por el surco de la desesperanza y, sobre todo, por lo que ella creía que era el desamor.
La casa del salón de los pilares (Mimalapalabra 2022), primer libro de cuentos de Dago Aspra, se compone de 17 relatos cortos, en su mayoría fantásticos. En este mundo acelerado, llama la atención cómo la novela sigue teniendo más demanda cuando existen cuentos, como los de esta ópera prima, que podrías terminarlos antes de que el segundero del semáforo acabe con su cuenta regresiva, como en «Semáforo de las seis», una narración de suspense que resultará significativa para cualquier capitalino que haya manejado por Tegucigalpa en horas pico.
Texto: Jorge Medina Ilustración: Pixabay El hombre recobró la energía de sus músculos y se levantó de la cama. Su mujer había encendido el fuego
Cuando ella le llevó el almuerzo —un plato de cocido hecho de prisa— aguardaba él a la reja, agarradas las manos a los barrotes. Era un mocetón membrudo, tirando a rojo, de mandíbulas fuertes, velloso como un perro de aguas, de barba viril. Un macho como pocos.
Esta mujer había tenido una historia galante de placer y de pecado. Corrió mucho mundo. Fue amada por magnates porque ella sabía mantener siempre rebosante la copa de las tentaciones, y más de alguno perdió su cordura en el abismo de los ojos verdes de doña Leonor.
No estaba entre mis intenciones estallar en exabruptos imprudentes provocados por los celos. Yo no era esa clase de hombre. Siempre dejaba que las cosas tomaran su curso y que cayeran por su propio peso, como una piedra arrojada al mar.
Un fotógrafo se metió en el peñasco para hacer una foto curiosa.
Había experimentado con tres botellas de cerveza, una sobre el pico de la otra y la última hacia arriba. Pero indefectiblemente el cristal regaba el suelo antes de apretar el botón.
Hoy en el parque, aunque César me había prometido ya no hacerlo, volvió a referirse a vos como Chicharrón, ese apodo horrible que te inventamos.
La señora Danielou amaba a su loquito como a cosa ninguna en el mundo. Por eso, cuando cayó en el pozo agradeció que fuera él quien bajara a ayudarla.
—¡La señora cayó al pozo!
—¡Noo! ¡Dios!
Cuando Carola logró despertarse, se dio cuenta de que los llantos de recién nacido no existían solo en sus sueños. Se asomó al moisés y Camilita se tranquilizó en cuanto vio la cara de su mamá. Pero ver a su hija bajo el carrusel de estrellas tuvo el efecto contrario en ella. El bebé de los sueños de Carola no era el suyo. No sabía quién era la mamá del niño escurridizo y chiquito, tan chiquito, del hospital.
El ángel tenía un rostro estático de dolor. Estaba pálido, de una blancura mortal que lo cubría de pies a cabeza. Sus ojos tenían el brillo de quien está fuera de las cosas de todos los días y las alas se apagaban en abanicos rotos.
Durante todo el año, Rocío ha contado los días y los pasos que la separan del horizonte marino. Una semana antes, sus pies casi pueden sentir la arena blanca y esa marca en la playa que dejarán previo al clavado final entre las olas.
Mi madre no estaba lista y durante mucho tiempo se había hecho la idea de que yo no era nada más que un gas atorado en el intestino o un problema de colon.
Por Guillermo Anderson Ilustración: Candy Carvajal Hacer una lámpara de luciérnagas, atrapar caballitos de San Vicente, ver comer a un chapulín, temerle a las madreculebras,
En el calendario corría la fecha 25 de marzo de 2004. Para ese entonces, la tecnología había dado algunos avances en diferentes áreas, entre ellas la comunicación, que fue beneficiada de alguna manera en la mejora de la difusión de la noticia, y con ello también los periodistas y reporteros se vieron beneficiados.
Por José Adán Castelar En la nación más desprestigiada de la tierra, en donde a cada minuto ocurre un crimen, aquel niño quiso romper con
Por Josué Álvarez Foto de portada: Pixabay —Licenciado… —La voz, de un inconfundible acento de barrio, salió de una figura corpulenta e intimidante. Era Gilberto,
En verano no sonaba. A menos que me golpeara la cabeza al cruzar la puerta del balcón del segundo piso. A mi mamá le dije,
Se trataba de un postre, excepcional desde su misma concepción, que desafiaría las reglas del oficio al hacer depender su apreciación final de un evento sobre el cual nadie tendría control alguno.
Por Perla Rivera Talón de Aquiles Desconocía los sinsabores de la derrota, toda empresa era un rotundo éxito y en todo el país era reconocido
Las consecuencias del clientelismo político en un país como Honduras son graves y no permiten el desarrollo de la democracia. El clientelismo se convierte en
Ethel era una pintora decadentista excepcional. Sin duda una joven promesa en las artes y no solo a nivel local, la buena crítica a su obra le había llevado a trascender a pesar de su corta edad en el ámbito internacional
La herencia En el bosque, el lobo le ayudó a cortar algunas hierbas venenosas. Al terminar, se tomaron de las manos y llegaron donde vivía
Maite solía permanecer sentada en el sillón grande de la sala. Se notaba que era el mueble más cómodo de la habitación, ideal para estar
Después de tener el frasco en mis manos, recordar mis síntomas y pensar que era el puto virus, pero no, no era el virus —tampoco estaba paranoica— pensé en llamarlo y hablar sobre este asunto, pensé todo, pero decidí hacer lo contrario, jugar su juego, aunque eso significara planear mi propia muerte.
Esta es la historia de un memorioso que pierde la memoria. Pasaba al lado de una inmensa procesión y las rancheras se escuchaban alto, el féretro en una vitrina era llevado al cementerio, lugar donde no cabía un muerto más, las estructuras no estaban bajo tierra, eran edificios altos con muchas ornamentas.
Me di cuenta esa mañana al verme frente al espejo, después de la inspección pertinente al concluir el cepillado. Era aquella una fisura disimulada desde un ángulo frontal, quizá por eso no la había notado.
Mientras aguardaban la llegada de Cornelius Vanderbilt, los cinco hombres permanecieron en silencio. Habían acordado una reunión de emergencia luego de recibir las noticias desde Honduras.
―Amor ―le había dicho su mujer del otro lado de la puerta del baño, antes de tocar dos veces―: no te demorés en la ducha, que quiero bañar al bebé.
Debo ir a comprar las cosas para la cena —le dijo Sandra Nelson a su padre—. No tardaré demasiado.
Doña Fernanda Santiago de Rodríguez y Verdugo vive sola y rodeada de lujo en la torre más alta de una ciudad construida sobre montes poblados, como mares embravecidos.
Junto al póster de los Beatles tenía un viejo retrato de León Trotsky que le recordaba su época de la universidad, aquellos años en donde militó en una organización de izquierda semiclandestina, o eso creían ellos: que eran clandestinos. Hablaban de los problemas de la universidad, de los baños que siempre estaban sucios, hechos una pocilga, de la necesidad de seguir construyendo el partido obrero y la Cuarta Internacional, digamos que hablaban de todo y mucho, hablaban más de lo que fumaban, y fumaban.
Míster Ghost era un hombre sencillo, que al parecer, no tenía necesidad económica alguna, ya que había nacido en el seno de una familia acaudalada, aunque poco se sabía de sus orígenes y de sus familiares.
Caperucita roja, dejó el mundo de la inmundicia en el wifi del hogar. Antes de ser una mujer entera en cuerpo y alma. Decidió convertirse en una asidua lectora de novelas rosas de Corín Tellado y de literatura de hadas madrinas.
Cómo hubiese querido tener la fuerza y decirle que sí, que venía de estar tomando. Borracho. Pero cuando entré, creí que ella no notaría nada, porque a esa hora empezaba El corazón valiente, su novela favorita. Por eso yo había escogido esa hora para llegar a la casa, por eso estuve tres horas en la calle aunque no quería. Solo.
No durmió en toda la noche escuchando los ladridos de su perro y pensando en el azaroso viaje. Lleno de ansiedad, se la pasó dando vueltas en su cama, hasta que los hilillos de luz entraron por los orificios del techo e iluminaron el cuarto. La alarma sonó a las cinco y treinta de la mañana.
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