Las polémicas declaraciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre las formas de prevenir o hasta tratar COVID-19 han generado alarma por su forma de comunicar el manejo de la emergencia. Donald Trump sostuvo una llamada con Juan Orlando Hernández el pasado 24 de abril en la que, según Trump, Hernández le reportó que el uso de hidroxycloroquina ha tenido «resultados increíbles», como tratamiento para pacientes con COVID-19 en Honduras. Eso sucedió después de que la campaña de Trump a favor del uso de este medicamento en los Estados Unidos, generara críticas debido a la falta de sustento médico y científico sobre su pertinencia para el tratamiento de este coronavirus y sobre los efectos secundarios que podría tener.
A pesar de que ni en los Estados Unidos, ni en otro país desarrollado del mundo —tampoco en Honduras— existen estudios rigurosos que hayan demostrado la efectividad del medicamento para tratar o prevenir el COVID-19, su uso ya se incluyó en la guía de atención para pacientes con COVID-19, aprobada por la Secretaría de Salud en Honduras. En esta guía —que es un esquema médico— se indica cómo la hidroxycloroquina se administra junto con la azitromicina, más la aplicación de Microdacyn, en la garganta. Los datos sobre si está dando resultados no existen. Esto pone sobre la mesa el debate acerca del manejo riguroso de la información científica en esta emergencia sanitaria, por parte de la máximas autoridades de los países.
Honduras actualmente tiene deficiencias en la identificación de contagios y recuperaciones. Esto se debe a la falta de pruebas para aplicar a los ciudadanos. Actualmente no hay un dato exacto de cuántas pruebas se realizan. Según información oficial, podrían estarse realizando 80 pruebas diarias y ahora con el laboratorio de virología, en la zona norte del país, se suman 40 pruebas más por día. La ministra de salud, Alba Consuelo Soto, admite que cuesta recolectar todos los datos de los contagiados, pero, sobre todo, de los pacientes recuperados en casa: «Los equipos no tienen capacidad de sacar 1000 pruebas diarias. Hay equipos que no pueden pasar más de 100 pruebas porque se queman (por decirlo sencillamente). En otros países lo que han hecho son pruebas rápidas, que son los PCR que hacemos en Honduras». Los PCR son pruebas de carga viral, de estas, Trump envió 8 mil al gobierno hondureño, luego que Hernández le solicitara una donación de 300 mil.
Mientras tanto, la ministra asegura que los pacientes tratados con hidroxycloroquina han respondido de manera satisfactoria, en cuatro hospitales del país, y que se ha estado usando ese esquema médico desde hace un mes.
Un artículo de New York Times publicado el 4 de abril, explica cómo el presidente Trump —ignorando la opinión de expertos— impulsaba una especie de campaña para el uso de este medicamento, aprobado por la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) de Estados Unidos, para tratar la malaria y el lupus. «Si funciona, sería una lástima que no lo hiciéramos antes» . El gobierno federal había comprado y almacenado, para ese entonces, 29 millones de píldoras de la droga. «Los enviamos a varios laboratorios, a nuestras fuerzas armadas, los enviamos a los hospitales». La ministra de salud hondureña coincide con esa frase de Trump: «No hay nada que perder». Y dice que «con el tema del coronavirus se tiene que experimentar. Se está buscando, el país tenía un poco de hidroxycloroquina en existencia y se está gestionando más para obtenerla y seguir el tratamiento. Todos los países están gestionando no solo nosotros».
Honduras no es el único en la región. El 7 de abril, en El Salvador, el presidente Nayib Bukele anunció la compra de más de 1 000 000 de dosis de este fármaco para tratar a pacientes con COVID-19. «Somos de los países que reciben los tratamientos de hidroxycloroquina gratuitos, de parte de ellos (farmacéutica). Ya va a venir el primer cargamento de 55 000 dosis. Nos van a dar 55 000 dosis regaladas, a parte de eso hemos comprado 1 000 000 de dosis», dijo en cadena nacional. En Honduras, la Secretaría de Salud no ha publicado, hasta ahora, compras de este medicamento en su portal de transparencia. Sí se ha reportado la compra de azitromicina y otros insumos médicos básicos para los hospitales, pero se espera que en las próximas semanas se abastezcan de este medicamento.
Mucho se habla, pero poco se prueba. Según un análisis del discurso, realizado por CNN, Donald Trump ha mencionado las palabras hidroxycloroquina y cloroquina casi 50 veces, desde mediados de marzo. Y según el artículo de New York Times, «un pequeño ensayo realizado por investigadores chinos, que se hizo público, descubrió que el medicamento ayudó a acelerar la recuperación en pacientes moderadamente enfermos, pero el estudio no fue revisado por pares y tenía limitaciones significativas. Los informes anteriores de Francia y China han generado críticas porque no incluyeron grupos de control para comparar a los pacientes tratados con los no tratados y los investigadores han calificado los informes como anecdóticos. Sin controles, dijeron, es imposible determinar si los medicamentos funcionaron».
El pasado viernes un comunicado de la FDA advertía sobre el uso de esas drogas para tratar COVID-19. La agencia dijo que estaba al tanto de informes de problemas graves de ritmo cardíaco en pacientes con COVID-19, tratados con hidroxycloroquina, a menudo en combinación con azitromicina u otros medicamentos que pueden afectar el corazón. «La hidroxicloroquina y la cloroquina no han demostrado ser seguras y efectivas para tratar o prevenir COVID-19», dijo la FDA.
«La hidroxycloroquina se usa para la malaria y no le hace daño a nadie porque los médicos tienen mucho cuidado en pacientes con problemas cardíacos. Todo médico por eso pregunta si se padece de alguna enfermedad porque hay medicamentos que afectan. Entonces no se le receta a los pacientes renales, tampoco a pacientes cardiacos porque no se le puede generar taquicardia. No es que se le va a dar así nomás, siempre hay una evaluación médica», dice por su parte la ministra, al preguntarle sobre esta posición de la FDA. «Ahorita hay una guerra comercial, ustedes (los periodistas) tienen que ser analíticos. No es porque se dice o no, ya verán cuando venga la vacuna, las reguladoras comerciales. Este es un nuevo virus, esto es real, todo el mundo está experimentando en el proceso», agregó.
En San Pedro Sula —epicentro de la pandemia con el 61 % de los casos a nivel nacional—, el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) ha usado los medicamentos en pacientes con COVID-19. El doctor Carlos Umaña, presidente de la asociación de médicos de San Pedro Sula, asegura que aunque los pacientes están siendo dados de alta en este centro hospitalario, no se puede probar que los resultados positivos sean por ese medicamento en específico. «En el IHSS se le da a los pacientes y la evolución es satisfactoria. Que sea por ese medicamento yo no le puedo decir, porque para eso hay que estudiar el medicamento, pero de que hemos tenido buena evolución con los pacientes, los resultados nos avalan. Ya sacamos 9 pacientes de UCI (unidad de cuidados intensivos), pero no existe nadie que esté estudiando el producto en Honduras, uno lo aplica porque está aprobado por la FDA de EE. UU.», dijo Umaña.
Después de toda la publicidad que han hecho los presidentes, el medicamento se ha agotado en las farmacias, asegura Umaña, aunque la ministra de Salud dijo que el medicamento no es de venta libre. «En la población no se debe usar si no hay síntomas. Ese medicamento puede producir consecuencias cardiacas si se usa mal. Cuando la hidroxycloroquina se usa se hacen pruebas médicas. La verdad es que no sabemos si el medicamento está dando resultados per se o si es por la combinación con los otros medicamentos que estamos dando», concluyó Umaña.
El epidemiólogo hondureño William Valladares, explicó que para probar un medicamento se realiza un proceso que requiere una prueba cada siete días. «Se debe identificar la etapa en la que está la enfermedad. La fase 1 es donde está el examen que ha dado positivo, la fase 2, la pulmonar, que es cuando hay efecto en las vías respiratorias, no solo la fatiga, fiebre ni dolor sino un impacto a nivel pulmonar, y está la fase 3, en la que hay una hiper inflamación que es donde hay un sistema respiratorio dañado. Lo primero que hay que identificar es que el medicamento, en este caso la hidroxycloroquina, sea efectivo en las tres etapas, en un ciclo de 7 a 14 días para ir generando o repitiendo la prueba que determina si la carga viral ha bajado. Así que tenemos que esperar un tiempo para establecer el beneficio que ha dado el medicamento. En países como Francia, Italia, Corea, China, Brasil, Costa Rica y EE. UU. se pueden hacer estas pruebas cada siete días para determinar la carga viral y si el impacto del medicamento ha sido positivo o negativo. Pero ahí es donde está la deficiencia, no solo de Honduras, sino a nivel de los países del tercer mundo, en la aplicación de las pruebas, detectar el número de casos positivos o negativos, eso nos dificulta y eso es lo que interviene en la determinación de la eficacia del medicamento. A parte que tiene muchos enfoques, existen patologías que pueden resultar negativas o el medicamento puede ir en contra y el paciente puede fallecer. El sistema se encuentra débil en la capacidad de hacer pruebas, en detectar el número de casos y no hay duda de que hay un subregistro de identificación de casos». El doctor Valladares asegura que el sistema de salud ha hecho lo que puede para controlar la subida de la curva de contagios y que si se flexibilizan las medidas que se han adoptado la situación empeoraría rápidamente.
Para el 28 de abril, en Honduras, se habían confirmado 738 casos positivos de COVID-19 , 66 fallecidos por la enfermedad y 73 recuperados. Uno de los nuevos contagios identificado fue el de un privado de libertad en la cárcel de máxima seguridad en Ilama, Santa Bárbara, al que se le realizó la prueba tres días después de haber fallecido de un paro cardiaco. «Nosotros no mentimos porque no ganamos nada con eso, usted tiene que saber como periodista que si hay más de 500 infectados, cada persona se relacionó con otros y eso lo hemos informado. Es un tema de sentido común así es que podríamos tener un número de contagiados, pero es irresponsable decirle que tenemos 10 000 o 20 000. Nosotros no sabemos si ahorita la mitad de Honduras está infectada, no sabemos», dice la ministra, que minutos antes confirmaba la efectividad de un medicamento en los recuperados.
«Él no es doctor», dijo Trump refiriéndose a Juan Orlando Hernández, cuando habló de la efectividad de la hidroxycloroquina en pacientes con COVID-19. Ninguno de los dos presidentes es médico ni especialista, pero recae en ellos tomar decisiones para manejar la emergencia. Desde las medidas restrictivas hasta el uso de los recursos, desde la compra de ventiladores mecánicos que siguen sin utilizarse —porque el presidente decidió hacer caso omiso a la opinión de los expertos—, hasta el uso de pruebas y medicamentos para tratar la enfermedad. Las decisiones tomadas en Honduras demuestran que la concentración de poder no saca lo mejor de los países.
La pandemia es global y ha hecho que se haga lo que se puede, esto incluye probar medicamentos. Incluso los países que cuentan con la infraestructura científica (universidades, hospitales, laboratorios) necesaria para probar los medicamentos, han demostrado estar superados por la emergencia. Reconocer esa situación es válido. Sin embargo, asegurar el éxito de un tratamiento en Honduras —país que no cuenta con la infraestructura mínima para pasar las pruebas apropiadamente— podría tener implicaciones graves en cuanto al manejo de la información y a la reacción de la ciudadanía, también sobrepasada por la incertidumbre sobre su futuro inmediato.