Honduras nace de niñas violentadas

Como una epidemia que no se ha intentado aplacar es el embarazo adolescente en Honduras. Es como una crisis constante, el germen de este país. En 2016  el Departamento de Salud Pública de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) reveló a través de un estudio que «el embarazo adolescente no solo representa el 11% de todos los nacimientos del mundo, sino que contribuyen al 23% de la carga de enfermedad relacionada con el embarazo y el parto, porque las adolescentes de diez a catorce años tienen cinco veces más probabilidades de morir como resultado del embarazo y el parto que las mujeres adultas».

Honduras es el segundo país de América Latina con la tasa más alta de adolescentes embarazadas, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), por sus siglas en inglés. Una de cuatro niñas en Honduras, antes de cumplir los 19 años, por lo menos una vez había salido embarazada o convertida en madre, esa realidad es mayor cuando se comienza a identificar a las menores por los niveles de pobreza, educación y el lugar donde viven.

Las niñas madres no son cifras, por eso compartimos estas historias anónimas que pueden ser la de nuestra vecina, nuestra prima, nuestra hermana, nuestra madre, nosotras mismas.

Tengo 16 años y 7 meses de embarazo

No sé de donde soy, mi mamá nunca nos habla de nuestro nacimiento, de dónde venimos. Mi papá nos abandonó cuando yo estaba muy pequeña porque mi abuela siempre dijo que yo no era de él, que seguro era hija de otro hombre, por eso nunca nos ayudó. Mi mamá se juntó con un muchacho que la maltrataba, le gritaba y le pegaba. Para mí era un shock ver el cuerpo de mi mamá lleno de moretes. Por eso quedé traumada, siempre que me gritan lloro. Por eso me fui a la casa de mi abuela a los 11 años y comencé a descarrilarme.

Mi abuela siempre me criticaba, si yo salía a la pulpería decía que era a ver hombres, que a mí me gustaba andar en la calle. Por eso cuando terminé sexto grado no seguí estudiando, porque debía quedarme en la casa cuidando a mi abuela y para evitar que ella hablara de mí. Me sentía encerrada, entonces comencé a visitar amigas y salir a fiestas y a los 16 años conocí a mi actual pareja.

Él era un joven de 22 años, también la vida lo ha tratado mal. Comenzó a buscarme y antes que comenzáramos una relación ya me celaba, no le gustaba verme con otra gente y llegaba a mi casa sin avisar. Yo me sentía atrapada en la casa y por eso decidí irme con él. A los pocos meses quedé embarazada.

Hemos sufrido bastante mi bebé y yo mientras él sale a vagar con mujeres, todo es culpa de las mujeres de la calle.

Vivíamos con su abuela y ella siempre me decía que él tenía otras mujeres, que incluso tenía dos hijas a quienes no ayudaba y que lo de mujeriego nunca se le iba a quitar. Todo eso me ponía mal y él decidió que nos fuéramos a vivir a una casa aparte. Ya en la casa los dos solos él cambió por completo, me gritaba y todo lo resolvía con golpes. Una vez le vi en su celular mensajes de otras mujeres y le reclamé, él me pegó en la panza y en la cara. Siempre que me grita me pongo nerviosa, recuerdo lo que mi mamá vivía. Yo por eso no le digo nada a ella, porque se pone mal.

Hemos sufrido bastante mi bebé y yo mientras él sale a vagar con mujeres, todo es culpa de las mujeres de la calle. Hace un mes tuvimos una pelea, todo fue por unos mensajes que yo le descubrí, toda la noche fue de peleas, de golpes. Al día siguiente le dije que me iba, y él me dijo: -vos no estás saliendo de acá. Me agarró la ropa y me la escondió y vine yo, porque siempre he sido peleona, le dije: -bueno, no me querés dar mi ropa, entonces te voy a ir a quemar la tuya. Entonces vino él, me agarró con fuerza, me tiró en un colchón, me puso una cuchillita en la garganta y se puso encima de mi panza. Me agarró como trapo viejo.

A él no le importa que yo esté embarazada, yo paso sangrando, el bebé se me ha querido venir tres veces, ya no puedo más. Puse la denuncia y ahora tengo más miedo, esta es una zona controlada por pandillas y no quiero que ellos se metan en este problema. Su familia me ha amenazado, me dicen que este es problema de pareja, que no denuncie y que lo haga por mi bien.

Mi familia solo me critica, solo me dice que si estuviera estudiando no me estaría pasando esto. Yo solo hice hasta sexto grado y no voy a seguir, para eso hay que ser inteligente y yo no lo soy. Para estudiar hay que sacrificarse y yo ya no puedo.

Siempre he vivido atrapada, pero ahora sí quiero huir, no quiero que él piense que le tengo miedo, pero ya me quiero ir de aquí.                                                                    

Tengo veintiocho años y me embaracé a los 13

Mi mamá huyó de la guerra en El Salvador, se vino con mis tíos para Honduras y aquí se enamoró de mi papá. Mi padre la abandonó cuando estaba embarazada y al solo nacer yo, mi mamá se juntó con otro hombre, un machista al que ella siempre obedecía. Cuando yo cumplí ocho años me fui a matricular solita a la escuela porque quería estudiar. Mi mamá nunca estaba y no teníamos dinero así que me puse a trabajar, le ayudaba a cocinar a una vecina que tenía un comedor y eso me ayudaba a pagar mis gastos.

Cuando el huracán Mitch, mi padrastro abandonó a mi mamá, ya éramos cuatro hermanos en ese entonces. Mi mamá tuvo que trabajar de lavar y planchar ropa todo el día y nosotros quedábamos solos en la casa. El problema fue que a ella le faltó darnos orientación sexual, por eso al nomás salir de la escuela, con 13 años, quedé embarazada de un novio que tuve. Él tenía 21 años y yo 13. El embarazo lo descubrí hasta que ya tenía cinco meses porque por andar comiendo guayabas me caí de un árbol y cuando me sobaron se dieron cuenta del embarazo.

Tuve que trabajar más, entonces así embarazada me dediqué a cuidar a otro niño, me pagaban 150 lempiras a la semana que yo ahorraba para tener todo listo para el parto. Mi mamá siempre me dijo que siguiera estudiando y así seguí en el colegio. Estudié a distancia. El papá de la niña me dijo que me fuera con él pero una vecina descubrió que él tenía una prima que aparentemente viajaba a Guatemala y se dedicaba a la prostitución allí y lo que querían era robarme la niña, por eso no me fui con él.

A mí ni jugar muñecas me había gustado. Siempre me gustó jugar trompo o fútbol, siempre andaba con niños, ahora me tocaba cuidar a una bebé. Una niña cuidando de otra niña.

Mi abuelita tenía preferencia hacia mi hermano varón, le valíamos las niñas, ni comida nos daba. Así en la calle conocí a mi novio. Fue un noviazgo que nos mirábamos en las tardes, mirábamos tele, a veces comíamos churro y a hacer lo demás. La primera relación sexual solo se dio. La verdad, nadie me había hablado nada de eso. Ni siquiera de la regla me habían hablado, yo me asustaba cuando miraba la sangre.

El parto fue una experiencia fea. Mujeres gritando, algunas defecaban, las enfermeras trataban mal a las mujeres, a una la costuraron sin ponerle anestesia y ella gritaba. Yo me asusté.

Luego, cuando vi a mi niña me di cuenta que tendría que trabajar más duro para darle de comer y ahora tenía que cuidar a esa bebé y eso que a mí ni jugar muñecas me había gustado. Siempre me gustó jugar trompo o fútbol, siempre andaba con niños, ahora me tocaba cuidar a una bebé. Una niña cuidando de otra niña.

Mi vida era estudiar, cuidar de mis tres hermanos, a un niño por el que me pagaban y a mi hija. Los ponía a ver pichingos y si se portaban mal les pegaba dos fajazos. Cuando mi hermano estaba adolescente se lo tuvieron que llevar porque ya comenzaban a andar las maras y nos dio miedo que lo mataran. Así quedé con dos hermanas y mi bebé.

Cuando cumplí 17, estando en el colegio conocí a un hombre de 40 años. Pensé que si con un joven no me había ido bien, con un viejo sí me iría mejor. Así volví a quedar embarazada. Volví a salirme del colegio porque me tocaba cuidar a mis hermanas y a una tía enferma de cáncer que estaba en la casa. Todo ese proceso hizo que la bebé se me viniera antes. Una noche en la casa mientras iba al baño a orinar la tuve, allí en el baño parí. Ella no se golpeó porque venía como metida en una bolsa.

A los días la llevé al hospital porque se me había puesto moradita y allí me dijeron que no viviría. Yo les pedí a los doctores que por favor me operaran que ya no quería tener más hijos, ellos me dijeron que no, que yo estaba muy joven para tomar esa decisión.

Yo les pedí a los doctores que por favor me operaran que ya no quería tener más hijos, ellos me dijeron que no, que yo estaba muy joven para tomar esa decisión.

Mi hija sobrevivió y yo seguí estudiando. Tuve unos meses muy difíciles porque mi tía murió de cáncer, a mi abuelo lo atropelló un carro, anduvimos de funeral en funeral. La pasábamos mal porque los padres de mis hijas nunca ayudaron en nada y ya la primera niña iba al kínder.

Logré graduarme del colegio y entrar a la universidad. Tenía pequeños trabajos y hacía algunos voluntariados. En ese tiempo el padre de mi segunda hija volvió y de nuevo me embarazó. No pude seguir estudiando en la universidad, pero pronto voy a seguir. Mi tercera niña también nació en la casa, yo pensé que iba a ser varón y hasta nombre de niño le tenía, al final le pusimos nombre de unas muñecas que tenía mi vecina, y eso que nunca me gustaron las muñecas.

Ahora me busco la vida, lavo, plancho, limpio casas, lo que salga. Mis hijas no tienen padre, ni lo quieren. Yo creo que sí estuve enamorada, pero eso sí, nunca me dejé golpear de un hombre, lo intentaron, pero no me dejé.

Yo a mi hija le he dicho que si anda de enamorada segura panza, que estudie.

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Directora de Contra Corriente Periodista, artista y documentalista. Amante del cine, la música y la literatura. Cofundadora de Contra Corriente.
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