El niño que perdió un dragón
—¡Puta, perdí mi dragón! —exclamó el niño de pijama a cuadros.
Se acostó sin cenar, se bañó sin ganas, atrasó el sueño en espera del dragón. Nadie sabía qué era lo que esperaba sentado, en la orilla de la cama, dubitativo, razonando las sinrazones de la pérdida de un dragón en estos tiempos; la filosofía existencial en un niño, la irresponsabilidad social que implicaba el descuido de no haberlo amarrado a la pata de la cama. ¿Y si tiene hambre? ¿O frío?