Entre el agua y las fronteras delictivas

Honduras acaba de vivir una emergencia por lluvias, alrededor de 47 mil personas afectadas por las inundaciones en las zonas más vulnerables del país, entre ellas el Valle de Sula. El Comité de Alertas de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) declaró las tres alertas en distintos momentos para las zonas bajas de La Fragua y Ramal del Tigre en Atlántida y  Baracoa en Cortés, eso incluía La Playita, ubicada en el sector Chamelecón en San Pedro Sula, donde las familias tuvieron que salir de emergencia, pues lo que habían anunciado como frente frío, se estaba convirtiendo en un recuerdo del Huracán Mitch que azotó en 1998 el país y lo puso en el camino del retroceso.

Andrea, una joven del sector Chamelecón transmitía en vivo a través de su perfil de Facebook las inundaciones que estaban enfrentando sus vecinos y su familia, pedía ayuda y daba a conocer su situación de riesgo. Entre suspiros y una voz que trataba de no quebrar, relataba a sus amigos en esta red social cómo su casa iba llenándose de agua y su miedo de no saber qué hacer ante las inundaciones que incluso llegaron al campo de fútbol de su colonia.

Aun así, la realidad de Andrea no fue vista por muchas personas. La emergencia se limita a las cifras, 47 mil afectados, 800 centros educativos inundados, 1 fuerza de tarea conjunta del gobierno para enfrentar esto, cientos de políticos aprovechando la emergencia para hacer campaña política.

-Aló, papi la casa se está inundando.- Andrea llama a su padre, llorando de impotencia, para que regrese a casa.

Los muchachos (integrantes de la Mara Salvatrucha) le ayudaban a sacar las cosas de su casa o al menos a elevarlas para que no se dañaran y no perdiera todo, esto mientras llegaba la ayuda. La espera se hizo eterna porque a pesar de tener dos batallones militares en el sector, la ayuda nunca llegó.

“Acá solo llegó la Cruz Roja y un comité de jóvenes que vinieron a sacarnos en unos camiones, incluso uno de esos camiones se quedó un momento sin moverse porque el agua estaba entrando al motor y aún con esas complicaciones, lograron trasladar a varias familias a la escuela cerca del parque del sector”, relata Andrea.

Ya son 20 años los que tiene Andrea de vivir en el sector Chamelecón, desde la fundación del mismo en 1952. Su colonia se inició con el estímulo migratorio al caserío de Chamelecón por parte de la municipalidad de San Pedro Sula, concediendo cuatro años de trabajo libres de carga; y en 1902, el General Terencio Sierra otorgó título a Chamelecón que constaba de cuatro caballerías; una para población y tres para agricultura. El poblamiento del sector inicia a principios de los 70’s después de que el alcalde Juan Fernando López quien, con la ayuda del Cuerpo de Paz, logra el trazado de calles y la instalación de servicios básicos. Un trazado de calles sin las fronteras de hoy.

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Ahora Chamelecón es uno de los sectores más peligrosos de San Pedro Sula que cuenta con dos batallones militares y varias postas policiales que no han logrado controlar la situación de violencia y en esta emergencia tampoco lograron servir a todas las colonias.

El miedo al agua, a las inundaciones se equipara al que siempre se vive, que paraliza y pone entre la espada y la pared a cientos de familias que tienen que elegir entre quedarse en su casa con el agua hasta la cintura o irse a un albergue cruzando la frontera, donde la vida corre también riesgo de muerte, tal cual fue el caso de la zona donde Andrea vive, donde alrededor de 50 familias tuvieron que moverse muy cerca del límite.

Andrea nunca ha vivido sin fronteras, desde pequeña ha sabido practicar el lema de oír, ver y callar, la ha ayudado a sobrevivir en la colonia. Nunca tuvo amigas o amigos. Dos de sus primos eran pandilleros y habían entrado en guerra con su propia pandilla, por lo que todos los días caminaba hacia el colegio escoltada por un pandillero asignado a cuidarla y aunque nunca le pasó algo directamente, tuvo que ver como asesinaban a su primo a los 13 años de edad y meses después a su tío.

“Siempre ha sido complicado para una, porque recuerdo que no tenía amigas, nadie me hablaba por miedo y de paso tuve que vivir esas experiencias en que no solo asesinaron frente a mí a mi tío y primo, sino también saber que años después mi otro primo de 15 años y su hermano eran asesinados adentro de su casa. Aprendí a vivir con el miedo y gracias a él creo, tengo el carácter con el que me defiendo”, Andrea lo dice con la mirada altiva, es una sobreviviente.

Cuando comenzó la emergencia y el agua comenzó a inundar su colonia, su casa. Andrea no consideraba como una opción moverse a otra colonia para salvar su vida, incluso moverse a lugares cercanos donde la pandilla (Barrio 18) controle y no se inunde porque es un riesgo para quienes son habitantes del territorio MS.  Al final la mejor decisión para los habitantes de La Playita, fue moverse a la escuela más cercana que quedaba siempre en el territorio MS para reducir el riesgo de cualquier enfrentamiento, aunque según Andrea siempre había una posibilidad que la pandilla 18 pudiese llegar.

“Cuando nos tuvimos que ir para la escuela, no podíamos dormir, cada integrante de las familias que estábamos, se turnaban para vigilar, porque en cualquier momento podían llegar los otros a hacer relajo. Además de eso nos tocó lidiar con los activistas nacionalistas, que horas antes, habían estado discutiendo con varias personas que estábamos como damnificados. Hubo un altercado en el que un hombre quiso incluso apuñalar a una vecina porque ellos querían quedarse con todo lo que estaba llegando de donación. Regresar a nuestras casas era mejor en cierto modo”; explica Andrea. A las familias en esta escuela las desalojó un grupo que se identificó como activistas nacionalistas aduciendo que la escuela ya no sería más albergue y que todos regresaran a sus casas, a pesar de que la emergencia aún seguía.

Ya en su casa, Andrea y su familia se sienten menos amenazados, al menos por la pandilla. Llegaron y comenzaron a pedir a dios que cesara de llover. Ya donde son conocidos, los pobladores se sienten incluso protegidos por el grupo criminal que controla.

El miedo está interiorizado y normalizado en la cotidianidad de las personas que viven en sectores controlados. Por más que existan colonias aledañas donde no se inunda donde poder huir, muchas personas prefieren no arriesgarse porque se sienten vigilados y saben que por más que intenten verse a escondidas o creen estrategias para movilizarse de una colonia a otra, hay un riesgo que prefieren no correr.

“Nosotros, por ejemplo, podíamos movernos a Villanueva pero no teníamos cómo hacerlo ni dinero, pero hay muchas personas de acá que no tienen tampoco esa posibilidad, así que les toca quedarse o irse donde sea más seguro aunque no lo sea del todo, acá siempre ha sido así. Cuando el Huracán Mitch, se nos movilizó a lugares relativamente seguros, mi mamá me cuenta que uno de esos lugares fue el Campo AGAS y cómo ahí atrás quien controla es la Pandilla 18, dice que se metían y aprovechaban a matar a sus contrarios, se miraban muertos por todos lados”.

Andrea no recuerda mucho lo ocurrido en el Mitch, pero sí tiene certeza de que eso ocurrió, porque lo ha visto toda su vida viviendo en la frontera, escondiéndose de las balas disparadas en enfrentamiento entre pandillas y/o policías, cada día siempre a la misma hora.

Así como Andrea, millares de familias en Honduras viven la situación de estar en emergencia climática en medio de una emergencia constante por sus vidas y su movilización coartada por fronteras invisibles pero densas en los imaginarios de estas personas que nunca han sabido qué es vivir sin vigilancia y en libre movilización.

Ella y su familia se sienten presos, por eso Andrea sueña con ser enfermera y seguir ayudando a su comunidad desde otros espacios y poder sacar a su familia de la colonia, para que, aunque sea ancianos sus padres puedan disfrutar de la libertad.

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Cofundadora de Contracorriente y directora de desarrollo. Cubre temas de género, en específico población LGTBI, violencia y juventud. METIS fellow 2019.
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