Honduras: el corazón de Centroamérica que se desangra. Un pueblo pacífico pero con una realidad de violencia que atraviesa a toda su población, especialmente a siete de cada diez hondureños y hondureñas que viven en pobreza extrema. La noticia se mueve por esa herida de violencia de nuestros 59 homicidios por cada cien mil habitantes. Por nuestras dos mujeres asesinadas diariamente. Por nuestros jóvenes y niños que migran indocumentados hacia Estados Unidos terminando muchos muertos, presos o exiliados sin poder regresar a su tierra.
Honduras está ubicada entre: Nicaragua, El Salvador y Guatemala, países que han pasado por guerras internas auspiciadas desde Estados Unidos en los años 1970 -1980 y Honduras, no exenta de esta violencia sufrió más de 180 desapariciones forzadas, que aún están en la impunidad. El único país de la región que no tuvo una guerra civil declarada y a pesar de eso ha superado en violencia y corrupción a sus países hermanos. El país del eterno silencio, donde la realidad es gris, donde no se sabe realmente qué es lo que pasa.
Honduras es la segunda nación con más desigualdad del continente americano, porque hay una pequeña concentración de élites que posee la mayor parte de la tierra y la industria. La concentración de la tierra en Honduras es preocupante: el 3% de los propietarios controla el 70% de las tierras, es decir que siete de cada diez campesinos carecen de propiedad.
Esas élites han convertido al Estado en una hacienda propia, y han fortalecido a una mafia política y económica que sin piedad negocia con la vida de la mayoría, con los derechos básicos del pueblo hondureño. El desfalco al Instituto Hondureño de Seguridad Social para financiar la campaña del actual presidente, lo ponen de manifiesto.
Es evidente que la población que usa las nuevas tecnologías de la información para comunicarse y saber lo que pasa en el mundo, ha crecido a pesar de ser Honduras uno de los países más empobrecidos de Latinoamérica.
En 2015 con las movilizaciones de “indignación” (similares a las ocurridas en España) en las calles de Honduras pidiendo la renuncia del presidente y una Comisión Internacional contra la Impunidad como la de Guatemala, se descubrió este público que había estado cautivo por medios que solamente inyectaban información sin creer en el criterio propio de sus receptores. Este movimiento de indignación nos mostró varias cosas, entre ellas que el periodismo de investigación puede movilizar a la gente, especialmente joven y urbana, para exigir mejores condiciones para el país y vigilar que las autoridades estatales estén haciendo bien su trabajo, y en caso de no ser así, denunciarlas.
Nos enseñó que a pesar de la poca formación política ciudadana, la gente se mueve cuando conoce la verdad, y cuando esa verdad es tan cruel que es imposible quedarse sentado.
Varios periodistas destaparon escándalos de corrupción que señalan al actual presidente que pretende reelegirse, miembros de su partido y autoridades al más alto nivel en saqueo de instituciones del Estado, también la implicación de la policía nacional en actos ilícitos de asesinato y narcotráfico, muchos de estos periodistas extranjeros.
Cada año diversas ong´s presentan sus informes que muestran cifras, datos que reconocen a la Honduras desangrada y pobre sin embargo el impacto es menor, los medios siguen cooptados y han sido incapaces de dar seguimiento a estas pistas para buscar la verdad y contarla.
Un ejemplo de esto es el reciente informe de la organización Global Witness que coloca a Honduras como el país más peligroso para defensores del ambiente. Después del asesinato de la ambientalista Berta Cáceres, los ojos del mundo se posaron en Honduras, tal y como fue durante el golpe de Estado de 2009. Algunos medios de comunicación intentaron ir más allá y la comunidad internacional comenzó a indagar en este problema, por décadas desconocido pero vivido en las comunidades rurales. Global Witness lo evidenció, sin embargo es necesario dar seguimiento a estos datos, a esos casos que ellos documentaron, encontrar por qué y que la gente lo reconozca, más allá que como informe, como una verdad que había sido oculta y sobre la cual se puede actuar.
Estamos en un momento crucial, luego de un golpe de estado estilo siglo XXI, después de la llama de la indignación y justo en el momento en que se implanta una dictadura. No puede garantizarse la democracia y los derechos humanos sin medios de comunicación libres y comprometidos con la verdad.
Honduras necesita ser contada e investigada, la ciudadanía necesita saber las razones de la situación de pobreza, violencia y corrupción que hunde cada vez más al país. La población urbana urge conocer lo que sucede tierra adentro y la gente tierra adentro necesita ser escuchada. Un medio con ese compromiso necesita Honduras.