Las heridas que ha dejado la dictadura

A Gabriel le dispararon el 1 de diciembre. Una de tantas balas que las fuerzas militares dispararon ese día, le pegó en el pecho y lo dejó en un estado grave de salud. Gabriel, con 38 años de edad está aprendiendo a hablar de nuevo y acostumbrándose a ser atendido hasta en las cosas más sencillas por su esposa Mariana.

Mariana es fuerte, ella quiere justicia. Un día de enero de este año, yo trabajaba con una organización defensora de Derechos Humanos y recibimos una llamada de  Mariana. Nos sorprendió porque usualmente las personas sienten temor de denunciar, de hacer conocidos estos casos por el miedo a la reacción de un gobierno que no permite que se le investigue, que se le cuestione.

El 26 de enero conocí a Gabriel y a Mariana en persona. Quienes hacemos este trabajo sabemos que debemos ser fríos frente a las víctimas; pero cuando escuché a Mariana contar cómo Gabriel se sentía de mal porque ahora ella tenía que hacerlo todo por él, que él se sentía como una carga para ella. Mariana escuchaba que otros familiares de víctimas le decían: “Yo aunque sea así hubiera querido que me dejaran a mi esposo”. Y yo, aunque debía ser fría, no podía evitar que se me salieran unas lágrimas que inmediatamente me limpiaba para que las personas no se sintieran en mayor vulnerabilidad.

El 26 de noviembre hubo una ruptura, muchas personas se dieron cuenta de cosas que nos vienen haciendo daño desde hace tiempo, cosas que solamente se dejaban pasar.

Estuvimos nerviosos, sensibles, felices, sentimientos combinados. El 27 de noviembre, a eso de las dos de la mañana, fue el momento en el que tuvimos un poco de esperanza todas las personas que estamos cansadas de tantos años de bipartidismo, el mismo bipartidismo que nos ha sumido en la violencia, corrupción y desigualdad social.

Pero en Honduras, la esperanza dura lo poco que duró el resultado en la página del Tribunal Supremo Electoral mientras le subía los puntos al ya presidente, Juan Orlando Hernández (reelegido ilegal e ilegítimamente), aplastando la posibilidad que un gobierno de oposición se instalara.

Mariana anda con Gabriel en todos lados, le pregunta “¿Se siente cansado, amor?”, lo tiene que levantar varias veces cuando él se siente muy fatigado de pasar sentado, lo queda viendo con ternura, y cuando nos cuenta cómo fue que le pasó todo esto a Gabriel, las lágrimas no las puede contener.

Gabriel, como algunos de los que han sido asesinados en las movilizaciones o de los que han salido gravemente heridos; no andaba en la manifestación, él había ido a su trabajo en su moto porque no había buses ese día, de igual forma, decidió asistir a su trabajo. Al regresar, cuando Gabriel iba por la López Arellano, una famosa colonia de Choloma donde se han perpetrado viles asesinatos por las fuerzas represivas del Estado, específicamente militares, a Gabriel ese 1 de diciembre le dispararon.

Gabriel llamó a Mariana para decirle que lo habían despachado de su trabajo, y que ya iba por la López, Mariana tranquila no pensó que en cinco minutos recibiría la llamada de su cuñado, el hermano de Gabriel; para decirle que le habían disparado y que ya no se podía hacer nada. “No bromees así, yo acabo de hablar con él” fue lo que Mariana le dijo, pero su cuñado, Raúl, no le estaba mintiendo. Gabriel si había sido víctima de un disparo de bala por parte de la Policía Militar y daban por hecho que ya no iba a vivir, pero Gabriel, a diferencia de muchos y muchas sobrevivió; y nos cuenta cómo fue, lo que sintió, la impotencia que siente actualmente de saber que Mariana tiene que hacer todo por él, de saber que además de sus tres niños, ahora Mariana debe cuidarlo a él también.

El caso de Gabriel es uno entre muchos, entre tantos asesinados, entre tantas madres que han perdido a sus hijos, entre tantos hermanos que han perdido a sus hermanos o hermanas, entre tantos hijos e hijas que les arrebataron a sus padres.  Hasta el día de hoy, según registros de la Coalición contra la Impunidad hay 36 muertos por la crisis post electoral, 33 de ellos personas que se encontraban tanto en las manifestaciones o que eran activas en estos movimientos y fueron asesinadas en situaciones aisladas haciéndolas pasar como “delincuencia común”. Los heridos gravemente por las balas militares, no se quedan atrás, el Comité de Familiares de Desaparecidos de Honduras (COFADEH) registra 232 heridos en las fechas del 26 de noviembre al 31 de diciembre del 2017.

Gabriel me ha sorprendido tanto por cómo me cuenta lo que pasó, ahora que ya logra hablar. Me su historia y la dicha que es que él esté vivo cuando ya lo daban por muerto. Admiro el amor que le tiene Mariana y la dedicación que ella le ha dado para que él pueda ir mejorando, me asombra su fuerza, su energía y su voluntad; la de ella para apoyarlo a él y también para sacarle las fuerzas necesarias cuando muchas veces él se siente desvanecer. Como bien les dijo un doctor, “El caso de Gabriel es un milagro porque su estado no era para que él sobreviviera.”

En este mundo tan despiadado y en este país donde lo sufrimos doble, es sorprendente ver estas historias; escucharlas, conocer a estas personas que nos dan esperanza y ganas de seguir luchando por nuestros derechos y logremos que la justicia no sea solo a palabra sino que la pongamos en práctica. En este país, Gabriel y Mariana me hacen soñar en que en esta Honduras tan llena de sangre y pisoteada en la que vivimos, por fin pueda ver la claridad del sol y se rija no por corrupción y violencia, sino por igualdad, libertad y una verdadera democracia e independencia, esa independencia que al final solo fue la idea que nos vendieron.

 

Nota: Los nombres reales se cambiaron por seguridad de las víctimas.

Foto: Martín Cálix

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Abogada, feminista, defensora de Derechos Humanos. Gusta de las películas y la lectura.
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