Las mujeres necesitamos justicia y un país sin violencia

Texto: Alejandra Flores

Fotografía de Martín Cálix

 

En julio del año pasado, en medio de la pandemia, desde mi trabajo como defensora de derechos humanos de las mujeres, acompañé un caso de abuso sexual a una menor de edad: Pamela, una niña de once años que había guardado lo que le estaba pasando por muchos años, hasta que decidió contárselo a su mamá, ya que tuvo miedo de que a su hermana de cinco años le sucediera lo mismo y por el mismo abusador. 

A pesar de que estábamos en confinamiento por la pandemia, fueron esos días en los que comenzó la reactivación económica y pudimos asistir a la Fiscalía para acompañar el proceso de la interposición de la denuncia de la niña junto con su mamá. Presenciar este proceso de cerca me hizo comprender la vulnerabilidad en la que se encuentran niñas y mujeres a la hora de denunciar un abuso sexual. 

Pamela, por procesos legales, tuvo que ser examinada física y psicológicamente por Medicina forense. Claramente todos estos exámenes se hicieron en compañía de su mamá, pero el hecho que ella tuviera once años no la eximió de la revictimización constante que se les hace a las sobrevivientes de violencia de género, ya sea abuso sexual o violencia doméstica.

Como abogada, entiendo que todo debe ser un proceso y que se tiene que respetar todos los derechos procesales a la persona que es denunciada, dado que vivimos en un país en el que muchos y muchas son criminalizadas por distintos delitos injustamente, sin que se les haga el debido proceso y de una manera violatoria a los derechos humanos. Pero fue este acompañamiento el que me hizo pensar en lo necesario que debe ser un proceso menos revictimizante a la hora de tratar violencia de género.

Ver a una niña de once años atreverse a denunciar a su abusador, buscando cuidar que a su hermanita de cinco años no le pasara lo mismo, hablar con su mamá, denunciar, tener que haber sido desplazada de su hogar junto a su mamá y sus hermanas para no estar cerca de su abusador y  alejarse de él  —mientras el Ministerio Público realizaba las diligencias investigativas— por miedo a las represalias, es totalmente injusto, para cualquier mujer, y en este caso, para una niña.

Los casos en los que acompañamos a mujeres no solo son «otros casos más» y considero que, a pesar de los cuestionamientos que le hacemos a la institucionalidad, debemos seguir insistiendo desde todos los espacios para seguir llevando la lucha contra un sistema tan duro hacia las niñas y mujeres y aún más en un país como Honduras, en una región como la nuestra, donde la opresión es doble por las condiciones de pobreza, por el narcotráfico y el crimen organizado.

Hace poco recibimos la noticia de que posiblemente el abusador ya tiene una orden de captura, y aunque en nuestro país las penas o las cárceles no sean la solución ideal para evitar que existan violencias en contra de las mujeres, es la respuesta que le damos a Pamela que todo lo que pasó, que todo el proceso, las denuncias que interpuso con su mamá y los exámenes médicos que le realizaron no fueron en vano.

Hace dos años recuerdo haber escrito un texto acerca del 8M (Día Internacional de la Mujer) y lo que significaba para mí asumirme como feminista en un país en que el sistema patriarcal y machista es tan patente. Revisándolo ahora siento que las cosas no han cambiado. Sigo encontrando entre las mujeres que me rodean las fuerzas para seguir llevando la lucha feminista en un país como Honduras en medio de la pandemia que además de la crisis sanitaria ha visibilizado aún más la violencia que viven las mujeres dentro de sus hogares.

Además de liberador, asumirse como feministas también conlleva un dolor por todas las cosas que vamos aprendiendo, así como las amistades que vamos perdiendo y otras que se vamos ganando. Saber que muchas mujeres solo tienen los espacios de trabajo o universitarios para escapar de novios, esposos o papás violentos dentro de sus casas es muy doloroso, también lo es tener que acompañar a niñas como Pamela en todo este proceso de denuncia que en algún momento se vuelve también violento. 

Creo que Pamela es parte de ese grupo de mujeres y niñas que me voy encontrando y me rodean de fuerza para seguir mi lucha feminista —desde cualquier espacio en el que esté— en contra del sistema machista y patriarcal tan tangible que sigue existiendo en nuestro país. 

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Abogada, feminista, defensora de Derechos Humanos. Gusta de las películas y la lectura.
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