Mi voto violentado por el Estado y el crimen organizado

-Esto no es democracia más bien una falacia…la verdadera guerra no ha terminado, los que nos han masacrado aún controlan el Estado.

Rebeca Lane  –

Texto: Bella Carrillo

Me había costado decidir si votaría en estas elecciones primarias, sé que es una responsabilidad como buena ciudadana, pero con todo el panorama de inestabilidad política que tenemos en Honduras me lo cuestionaba mucho. Al final decidí que sí lo haría a pesar de que me costó elegir algunos perfiles de candidatas y candidatos. Al ver los perfiles de muchas mujeres dispuestas a querer llegar a instancias donde se toman decisiones para cambiar un poco la realidad de este país, me convencí de que tenía que ejercer mi derecho al sufragio.

Llegó el día de las elecciones primarias. Me encontraba ansiosa por saber qué sucedería, me levanté a las 2 a. m., pues me habían invitado a un canal de noticias para que les acompañara a hacer análisis sobre las elecciones, y precisamente acerca de la participación política de las mujeres, por lo tanto debía estar temprano. Tenía la lista de quiénes serían las y los candidatos a los que les daría mi voto.

Cuando eran alrededor de las 11:30 a. m., me preparé para ir a ejercer mi sufragio. Con el enrolamiento, que consistió en obtener un nuevo documento de identidad, me cambiaron de centro de votación —algo que le sucedió a miles de votantes— y no conocía la ubicación de la escuela. Le llamé a un buen amigo para que me orientara, pues él conoce esa zona. Al llamarlo me comentó: «La zona es un poco “cría”, pero tranquila, como son elecciones fijo la Policía está brindando seguridad». A mí no me preocupó eso, pues solo me imaginé que era una zona parecida al Carrizal (el barrio donde me crié, y al que mucha gente le llama un lugar «cría», lo cual siempre me ha parecido un comentario bien clasista).

Llamé a un taxista —amigo mío—, le comenté que iba para aquel lugar y me llevó. Estaba lejos de donde me encontraba y al llegar a la zona por la Aldea Nueva Suyapa observé mucha movilización y carpas de los partidos políticos. Unos hombres quedaron observando el carro y tocaron: «¿qué ondas?», nos dijeron, y luego le hizo señas a otro. Me asustó, pero había tres policías: una mujer y dos hombres, les preguntamos sobre la dirección exacta de la escuela y nos dijeron que no conocían bien la dirección, cosa que me pareció extraño porque si están brindando seguridad a las personas votantes deben conocer la zona.

Luego el policía se dirigió a unas mototaxis y pude observar que estaba hablando justamente con las mismas personas que nos habían interrogado anteriormente. Regresó y nos dijo: «mire, esta zona es bien caliente, ni yo me atrevo a bajar donde está esa escuela, porque está llena de mareros, y si usted va es bajo su responsabilidad. Yo no me hago responsable si no regresan». En ese momento, pude ver cómo nos miraban los hombres que estaban frente al vehículo, quienes tenían un aspecto intimidador. Mi amigo taxista me dijo: «vámonos que no vamos a ponernos en peligro solo por un voto».

Le dije al policía que ellos estaban en la obligación de brindarme seguridad, y me respondió que no era su responsabilidad y que era mi decisión si iba. En ese momento sentí un nudo en la garganta por el miedo y el enojo de no poder votar. También sentí que violentaron mi derecho político, porque no votaría por aquellas mujeres y hombres que había decidido apoyar y todo debido a la incompetencia de los órganos encargados de brindarme seguridad, quienes debieron asegurarse que ejerciera libremente mi voto.

Mientras regresaba lloré, porque solo pensé en lo mal que estamos por la violencia en este país. Por un lado, un Estado que no garantiza nuestros derechos y por otro el crimen organizado que nos oprime tanto, sobre todo a nosotras como mujeres. 

Por eso, al analizar las propuestas de muchas de las candidatas me motivé y me di cuenta de que había alternativas. En medio de todo y a pesar de lo que me sucedió, qué bonito es saber que hay mujeres dispuestas a luchar por todas aquellas que no lo pueden hacer y que tienen las intenciones de cambiar las desigualdades que vivimos desde esos espacios 

Si vemos la historia de la participación política de la mujer y la analizamos, nos damos cuenta que ha sido casi nula. Para darles un dato, desde 1981 hasta 2019 solo 187 mujeres han ganado un puesto en el Congreso Nacional, en comparación de 1401 hombres. Y para ser exacta nunca hemos tenido una mujer presidenta. Si observamos los datos de cuántas mujeres optaron por una candidatura a diputadas para estas elecciones, eran 441 a diferencia de 923 hombres y una mujer a candidata a presidenta contra 8 hombres.

Doy los datos anteriores, porque cuando reflexioné sobre ellos me quedé asombrada y esto me reafirma la desigualdad política en la que nos desenvolvemos las mujeres, no solo en Honduras sino en el mundo. Razón por la que me dije a mi misma: «tengo que apoyar a las mujeres que apuestan y luchan por estar en esos espacios, aunque sea con mi voto, porque no es fácil estar solas y más en estos ámbitos que nos enfrentamos contra todo un sistema patriarcal tan opresor». Es que es necesario apoyarnos entre nosotras, pero debemos apostarle a mujeres que son conscientes y que llevan alternativas para la reivindicación de nuestros derechos, no aquellas que son instrumentalizadas por el mismo sistema y que al final se convierten en nuestras enemigas y se vuelven opresoras.

Por otro lado, con todos los señalamientos que le han hecho en los últimos días a este Gobierno y que las y los hondureños conocemos bien, hasta puedo pensar que es una forma de infundir miedo e intimidar para que no votemos. Y reflexiono: si esto es así en estas elecciones, ¿Cómo serán las próximas?, ¿llenas de intimidación y de fraudes electorales en todos los partidos, irrespetando la voluntad del pueblo?.

Al final no pude votar, me sentía mal por no haberlo hecho sabiendo que sí quería apoyar a las mujeres que iban como candidatas, pero espero poderlo hacer en el próximo proceso. Pero esto no me quita las esperanzas de ver en mejores condiciones este país y espero que quien me lea, si le pasó algún suceso similar, que no se desanime a ejercer su derecho como buen ciudadana y ciudadano.

Cierro llamando a que nos preparemos, que nos organicemos, si queremos cambiar el rumbo de este país haciendo uso de las elecciones, porque esto apenas comienza. No la tenemos fácil y aún más las mujeres —considerando los contextos tan desiguales a los que nos enfrentamos—, pero como dicen por ahí: «desde la dignidad podemos rescatar este país», para nosotras y nosotros: los buenos hondureños. 

Sobre
Bella Genoveva Carrillo Aguilar, 23 años, hija de padres campesinos (la tercera de 5 hijos). Nació en el municipio de Trojes, El Paraíso, en el año de 1996. Estudiante de la carrera de periodismo. Feminista y defensora de los derechos de las mujeres. Me interesa escribir e investigar sobre las comunicaciones con enfoque de género.
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