Una oposición desgarrada frente a un pueblo desterrado

Portada: Martín Cálix

Una guerra mediática entre el Partido Libertad y Refundación (Libre), Luis Zelaya (y demás liberales) y el ex candidato a la presidencia, Salvador Nasralla se ha desatado en medios de comunicación y redes sociales. El mes pasado, con el arranque de las caravanas de migrantes hondureños, nos vinimos a dar de golpe con muchas realidades, una de ellas: que a la «oposición» nunca le hemos importado. Mientras estas caravanas partían, e incluso algunos hondureños de la caravana morían en el trayecto, el ex candidato presidencial Salvador Nasralla nos recordaba cómo le habían robado las elecciones el pasado noviembre, cosa que al parecer es lo único que le importaba; porque sí, sabemos que hubo fraude, pero al pueblo lo  que más nos duele de ese fraude son las muertes,  las manifestaciones reprimidas, las personas que actualmente están sufriendo las heridas físicas y emocionales que les dejó la crisis post electoral.

El fraude es una clave importantísima para entender que este régimen de Juan Orlando Hernández es ilegítimo, el hecho que no ganó de forma transparente; pero más allá de lo que es únicamente «política» para unos, para otros significó perder familiares asesinados por las fuerzas represivas del Estado, o ser criminalizados por manifestarse en contra del fraude.

¿Y qué pasa con esta Oposición? Salvador Nasralla actualmente recoge firmas para la creación de su nuevo partido, «Salvador de Honduras», su esposa, Iroshka, hace campaña por su cuenta, como todos los políticos ayudando e instando a  la gente más humilde para que voten por ellos en los próximos comicios. Mientras tanto, Manuel Zelaya Rosales, a quien algunos siguen llamando Presidente, llegó a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en Tegucigalpa, capturado por las cámaras de algunos diputados de Libre se aprovechó para hacer campaña en redes sociales, con la famosa frase de «Urge Mel», eslogan de campaña usado por Manuel Zelaya antes de ser Presidente.

A pesar que la reelección no ha sido regulada en ninguna Ley y la Constitución la sigue prohibiendo tajantemente por un artículo pétreo, a menos que sea reformada a través de una consulta popular, Mel también la mira como oportunidad para poder volver a la presidencia.

La consulta popular que están insinuando ahora está naciendo desde un Congreso nacionalista, que quiere regular la reelección para poder legitimar este gobierno, y la Oposición que nos representa no se mostrará en desacuerdo por esto,  por el hecho que a Mel nunca le ha molestado la reelección, porque así funciona la política, algo engorrosa y poco ética, mientras el pueblo se desangra. Así, hay una caravana de políticos «en oposición» en camino a las urnas, y una caravana del pueblo, en camino a Estados Unidos. La primera, en busca siempre de sus intereses, y la segunda va arriesgándose, en busca de un futuro y una vida mejor que en su país nunca pudieron conseguir.

La caravana migrante hizo que los medios nacionales e internacionales nos volvieran a ver, a Honduras, ese corazoncito, chiquito, que es Centroamérica, «el patio trasero de Estados Unidos». Este país que lo han hecho trizas y ahora, el ojo del huracán por las miles de personas que huyen de sus ciudades violentas, de las maras, mujeres que van huyendo porque las han violado y sus agresores continúan libres, porque el país tampoco ofrece la justicia que tanto añoramos. Los y las migrantes  demuestran que nuestro país vive actualmente una «crisis humanitaria», aunque el gobierno ha dicho que son buses llenos los que regresan de la caravana, el camino sigue siendo hacia el norte.

Esta caravana muestra el deseo que todos hemos tenido alguna vez, cuando hemos estado expuestos a los riesgos del país. Recuerdo el 11 de marzo de hace 3 años, cuando a mi madre y a mí nos asaltaron en una colonia de San Pedro Sula que ni siquiera sabíamos era peligrosa, me pusieron una pistola en la sien, y mi reacción inmediata fue querer irme del país. Nuestros hermanos y hermanas migran porque la situación los obliga, porque vivimos en un país donde en los primeros seis meses del año, hay un total de 1800 muertes violentas, esto según el Observatorio de la Violencia de la UNAH, un país donde más de tres millones de personas viven en pobreza extrema, y donde más del 90% de femicidios, queda en la impunidad; y así sucesivamente, podría seguir, no despotricando contra mi país, sino contra las autoridades y gobiernos que nos han mantenido en un sistema que, si las cifras bajan un poco, es considerado «un buen gobierno», aunque este mismo haya sido señalado por actos de corrupción.

El caso del desfalco millonario al Instituto Hondureño de Seguridad Social, en el que se desviaron 7,000,000 de lempiras para financiar la campaña que llevó a la presidencia a Juan Orlando Hernández muestran que el Estado es solo un botín, y el caso Pandora, donde fue saqueada la Secretaría de Agricultura y Ganadería por miembros de los Partidos Nacional y Liberal, al final fue, como todo lo que nos da un poco de esperanza, un show más.

A todo esto, la oposición, nuestra oposición, por la que votamos miles el pasado 26 de noviembre, por la que voté yo, ha estado en un tirar y jalar por parte de sus líderes, los cuales ya empezaron sus campañas políticas. Nasralla dice algo, le responde Mel, o algún diputado, y nunca aclaran nada, juegan con las personas que todavía les tienen confianza, se tiran tierra, luego hacen lo mismo con el Partido Liberal, y a todo esto, el Partido Nacional, el fuerte, el grande, el poderoso, cumple su misión de «divide y vencerás». Mientras eso pasa, nos hacen más y más daño, con los recibos altísimos por parte de la empresa EEH, nos hacen daño con todos los migrantes que huyen de este país porque nunca se les ha brindado una vida digna, un empleo digno, una educación pública e integral, un sistema de salud que brinde condiciones salubres y que las personas no se mueran esperando ser atendidas.

Así se han ido desvaneciendo todos nuestros sueños de que el país podrá mirar la luz algún día no muy lejano de ser una Honduras sin corrupción, inseguridad y todos esos males que han sido esparcidos por gobiernos déspotas que, solo han empobrecido más al pobre y enriquecido más al rico.

Solo nos queda esperar que el movimiento popular, que nosotras y nosotros busquemos formas en las calles de cambiar de una vez por todas este sistema, porque a través de las urnas, no tenemos esperanza.

 

Nota: Las opiniones expresadas en este espacio son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de Contracorriente.

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Abogada, feminista, defensora de Derechos Humanos. Gusta de las películas y la lectura.
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