La Casa del Teatro Memorias presenta una vez más la obra que la vio nacer: Monólogos de la Vagina, que, además, se presentará durante todo septiembre. La obra que escribió la feminista estadounidense Eva Ensler explora la vagina desde el sexo, la menstruación, orgasmos, el nacimiento o la masturbación femenina y expone los graves problemas que aún persisten para la mujer en el mundo: violaciones, mutilación genital y violencia doméstica.
Texto: Persy Cabrera
Fotografías: Fernando Destephen
Año 2001, en el Madison Square Garden se ocupan 18,000 asientos para presenciar unaobraque, además de contar con tal público, tuvo en su elenco a artistas como Whoopy Goldberg, Jane Fonda y Queen Latifah, entre otras, que se apuntaban a la presentación en este histórico pabellón de Nueva York.Veintiún años después, en Tegucigalpa, en sus redes sociales la Casa del Teatro Memorias anunciaba que la presentación para el jueves 8 de septiembre tenía todos sus boletos agotados, situación que se repetiría en las dos presentaciones restantes de la semana. La obra —con los años, los escenarios, los elencos y los países de diferencia— era la misma: Monólogos de la Vagina.
En palabras del director de esta adaptación y fundador de esta casa teatral, Tito Ochoa, Monólogos de la Vagina «no es solo una obra de teatro, es un fenómeno social y político donde se presenta» y explica que su éxito se debe a que antes de esta obra se habían realizado poemas a los ojos, el cuerpo o los senos, pero nunca a la vagina.
Esta pieza teatral fue escrita por Eva Ensler, dramaturga y feminista estadounidense que tras entrevistar a más de 200 mujeres escribió la primera versión de Monólogos de la Vagina en 1996 y reunió en nueve monólogos las historias que obtuvo en las entrevistas. Historias que inician desde el lenguaje y los nombres que se le da a la vagina hasta un relato bellísimo, sensible e incluso metafísico del dar a luz. Ochoa también la define como «un poema bellísimo a la mujer que toma la vagina como centro medular de toda la existencia femenina y como un empoderamiento de la sexualidad de la mujer».
Para Inma López, actriz en esta obra, productora y también fundadora de este teatro, Monólogos de la Vagina es una «escuela artística». Unos once años han pasado desde la primera vez que la presentó junto a Tito Ochoa en el teatro Manuel Bonilla y, desde entonces, de tanto en tanto, los nueve monólogos sobre la vagina regresan a los escenarios del Memorias en el Barrio La Plazuela del centro de Tegucigalpa. Y, otra vez, con asientos llenos.
«Es una obra muy linda que resignificamos cada vez que la hacemos, en cada temporada nos vamos dando cuenta de cosas nuevas, significados nuevos», dice Inma en los camerinos mientras se prepara para la presentación junto a Marey Álvarez y Mariela Zavala, sus compañeras de elenco. Entre las tres han interpretado esta obra alrededor de unas 180 veces, algunas de ellas en El Salvador y Nicaragua.
Marey Álvarez considera que los temas de esta obra todavía pueden ser considerados un tabú, pero que este espacio es «muy bonito poder dar a conocer estos temas al público así abiertamente y que la gente se sienta cómoda escuchando todo lo que pasa». Mariela Zavala —por su parte— destaca los buenos resultados en el público masculino que asiste a experimentar estos monólogos y comparte que «hay unos testimonios bonitos de hombres que dicen: “ya no miro la vagina igual que antes”».
De la obra de la que sigue aprendiendo, Inma López también explica que «es sumamente sensorial, es como una canción que te gusta escucharla muchas veces». Y de las tantas historias que podrían rescatar tras más de una década presentándola, junto a Marey y Mariela recuerdan a una fiel asistente de Monólogos de la Vagina a la que le contabilizan 35 veces asistiendo a disfrutarla.
Aun en el futuro más optimista, uno en el que los hechos que estaobra denuncia estén superados, Tito Ochoa considera que Monólogos de la Vagina no perderá vigencia. «La obra como tal es un clásico que va a perdurar en el tiempo y que nunca va a perder vigencia. Esa es la diferencia entre un arte de coyuntura y un arte universal, trasciende al tiempo y al espacio», explica Ochoa.
Considerada epicentro del movimiento contra la violencia de género, estos monólogos desmenuzan la forma en la que la población se relaciona con la vagina, no necesariamente todas sus aproximaciones son confrontativas per se, pero sí explican cómo se ve a la mujer y todavía —de forma más metafísica— como se percibe a sí misma a través de estas aproximaciones. La larga lista de sobrenombres que tiene la vagina —y que sirve como introducción al monólogo inicial— resume una actitud avergonzada o de morbo frente a un tema que debería tratarse con la misma naturalidad que lo constituye.
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— Radio América HN (@radioamericahn) September 9, 2022
La Conferencia Episcopal de Honduras reafirma su posición frente al uso de la “Píldora Anticonceptiva de Emergencia” (PAE): “NO HA VARIADO”, además que la misma sigue siendo “categóricamente abortiva”. pic.twitter.com/u7X9366Pba
«Cuando se presentó en Honduras generó una conmoción terrible en los medios de comunicación. Nos atacaron muy fuerte diciendo que “¿cómo era posible que se dijera esas cosas?” y que “¿cómo era posible que se mencionara la palabra vagina?”», menciona Tito Ochoa sobre esto y agrega que se puede deber a la influencia de sectores conservadores y religiosos frente a la decisión de las mujeres sobre su cuerpo.
En Honduras, la mujer continúa a la espera de la despenalización del aborto y de la Pastilla Anticonceptiva de Emergencia (PAE), tema en el que, por ejemplo, la Conferencia Episcopal de Honduras (CEH) asevera en una nota aclaratoria del pasado 9 de septiembre que «la pastilla en cuestión sigue siendo categóricamente considerada como abortiva».
Once años después de esa noche de primera presentación en el Teatro Nacional Manuel Bonilla, Monólogos de la Vagina sigue presentándose en el Memorias, y, desde su concepción en Estados Unidos, sigue llenando el teatro en el que se interpreta. Tegucigalpa, una ciudad que se reconoce como «conservadora», llena los asientos de esta casa del teatro y experimenta la anécdota morbosa de asistir a una obra que tiene en su nombre la palabra vagina. La mujer, el hombre, todos los asistentes aprenden a quererla, a entender el placer de la mujer y a respetar su decisión. También aprenden a guardar silencio y reflexionar sobre las atrocidades que se han cometido en su contra. Después de la risa nerviosa o carcajada, se asoma el silencio que recuerda que todavía hay mucho por avanzar.
«Puede sufrir por nosotras y ensancharse por nosotras, morir por nosotras y sangrar y traernos entre sangre a este mundo difícil y maravilloso. La vagina también. Yo estaba allí, en la habitación. Lo recuerdo», reza una cita de Eva Ensler y de Monólogos de la Vagina.