Las familias productoras de flores están reportando pérdidas por el cierre de sus floristerías debido a la pandemia por COVID-19. Algunas de estas familias hablan de pérdidas que se estiman en 800 000 lempiras por cada familia productora. Otras ni siquiera han estimado el impacto económico de la pandemia en este rubro que no representa una necesidad básica para las familias hondureñas.
Están conscientes, que aunque intenten gestionar para ser beneficiadas por el plan de rescate que el gobierno hondureño anunció, la posibilidad es escasa. Este plan de rescate económico para sectores afectados por la pandemia representa 350 millones de lempiras para el agro nacional en calidad de préstamos.
Luego que se decretara el toque de queda absoluto y las demás medidas que restringen la movilidad y que prohíben mantener abiertas las tiendas que no sean proveedoras de servicios de primera necesidad, las floristerías han pasado a ver en el 2020 un año cuesta arriba.
En la zona de El Piligüin, más de mil familias, que durante generaciones se han dedicado a la producción y venta de flores, están a punto de perder el trabajo de sus vidas. Ante la incertidumbre de un apoyo gubernamental hacia el sector, algunas familias se preparan para que este año sea el último año que produzcan flores.
Las principales fechas para este rubro son el Día del Amor y la Amistad (14 de febrero) y el Día de las Madres, que en Honduras se celebra cada segundo domingo de mayo.
Como un intento —que podría ser el último— algunas floristerías han abierto en la semana previa al día de las madres, exponiéndose al cierre de sus negocios, a una multa, a ir presas por violar el toque de queda e incluso a contagiarse por COVID-19. En el bulevar Suyapa de la ciudad de Tegucigalpa, algunas mujeres y sus familias abrieron aunque no se les esté permitido, aunque comprar flores no sea una necesidad fundamental, aunque podrían enfermarse, porque a fin de cuentas es Día de las Madres y estas madres buscan seguir trabajando para sobrevivir con dignidad.