Ser pobre y esperar por una vacuna

Vacunatón Honduras

Cuando María se mudó de Sabana Grande —un municipio en el sur del departamento de Francisco Morazán— a Comayagüela en el Distrito Central, lo hizo para ser trabajadora doméstica, un trabajo que en 1966 y con 16 años hacía por cinco lempiras al mes. María fue trabajadora doméstica ininterrumpidamente hasta 2020, cuando el Gobierno hondureño declaró el estado de emergencia sanitaria debido a la expansión de la COVID-19. Su patrona —quien la contrató durante los últimos once años y por quinientos lempiras al mes— no quiso contratarla más por temor al contagio, y desde entonces no volvió a trabajar. María y su hermano Inés de 67 años y en silla de ruedas, han llegado a vacunarse al complejo deportivo militar Campo de Parada Marte, donde esta mañana se les aplicó la segunda dosis de la vacuna Pfizer contra la COVID-19.

Para poder completar su esquema de inmunización, María e Inés debieron levantarse a las 5 a. m. y subirse a un bus que el programa Vida Mejor, a través del proyecto Familias Felices, ha puesto a disposición para que las personas de su colonia puedan acceder a los centros de vacunación. Al bajar del bus, María e Inés debieron escuchar varios insultos de personas que pasaron la noche en las inmediaciones del centro de vacunación, acusándoles de ser activistas del Partido Nacional, pero María explica que la única ayuda que ha recibido durante la pandemia fue una provisión de comida y la vacuna contra la COVID-19.

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