El abandono en el casco histórico de Tegucigalpa,  un símbolo del rechazo al pasado

Texto y fotografías: Fernando Destephen

 

La Casa Morazán es un museo dedicado a la vida y obra de Francisco Morazán. Un lugar limpio, ordenado, con varios salones llenos de pinturas y murales en honor a Morazán, así como también cartas y objetos que le pertenecieron a él. Es una casa restaurada para ser un refugio del recuerdo morazanista en el Centro de Tegucigalpa, en contraste con el abandono del edificio que está justo enfrente, lo que alguna vez fue el cine Variedades: un par de rótulos exhiben el número de teléfono para mayor información sobre la renta del lugar, una cortina de metal sella y separa el lugar del resto de un casco histórico que luce más abandonado con el tiempo.

 

El Centro Histórico de Tegucigalpa es «uno de los más diversos del país y es de los pocos que puede representar las diferentes etapas de la historia», dice Rolando Canizales, gerente del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH); sin embargo las oficinas de esta entidad se ubican en el barrio Buenos Aires, en el terreno del antiguo museo Villa Roy, una instalación que está a punto de ser tragada por la tierra debido a una inestabilidad en el terreno, por lo que está cerrado al público. 

 

Aparte del deslizamiento, el edificio está en malas condiciones. Sin embargo, hay una buena noticia: ya hay 13 millones de lempiras de presupuesto para el rescate de este inmueble que estuvo en el abandono durante casi 10 años.

 

¿Por qué invertir en recuperar un museo? «Estamos ante un edificio que se convirtió en símbolo de identidad para los hondureños, y en especial para los habitantes de Tegucigalpa», contesta Canizales. En las paredes de este edificio hay historia: este lugar fue construido entre los años 1936-1940 por Roy Gordon, gerente de la Rosario Mining Company, la minera de San Juancito. Luego, la casa fue propiedad de Julio Lozano Díaz, presidente de Honduras durante el periodo de 1954 a 1956, y derrocado el 21 de octubre de 1956 por un golpe de Estado militar. El extractivismo, los golpes, las dictaduras, también están amalgamados en esas paredes. 

 

La doctora Gloria Lara, miembro de la Comisión Ciudadana del Centro Histórico del Distrito Central (CCCHDC), habla de Ciudad Histórica, no de casco histórico, al referirse al centro. Considera que Tegucigalpa como poblado se construyó en el «lugar menos adecuado» porque nació y se desarrolló como pueblo minero, por las minas de plata; de ahí lo de las calles estrechas «y el trazo [distribución de las calles] que parece tan cerrado».

 

Lara cree que impulsando la recuperación del casco histórico se podría contar con fuentes económicas y empleos, pero agrega que tienen que ser espacios bien manejados en la parte administrativa, bien restaurados, bien iluminados y con seguridad constante.

 

Edificio donde funcionó el cine Variedades en la intersección de la calle Salvador Mendieta, hacia la avenida Cristóbal Colón, en el barrio El Centro. Tegucigalpa, mayo de 2024. Foto CC / Fernando Destephen.

Un ejemplo de restauración de un edificio histórico son los Condominios La Ronda, un complejo habitacional construido en el espacio físico de lo fue el hotel La Ronda, una de las joyas de la corona en la memoria colectiva de referencias en Tegucigalpa; ahora son una serie de apartamentos, que se construyeron como parte de una campaña de restauración del casco histórico de Tegucigalpa, el proyecto Vuelve al Centro, que también rescató la Casa Quinchón León, que funciona como un centro comercial, oficinas y espacios de coworking, en medio de un caótico centro con las calles cerradas, debido a los trabajos de reparación de calles que hace la alcaldía en la avenida Cervantes.

 

El proyecto Vuelve al Centro fue encabezado por el ingeniero Fernando Castillo, socio de la empresa Raíz Capital, encargados de la renovación del edificio Quinchón León. El proyecto era más agresivo, buscaba darle una imagen diferente al centro de Tegucigalpa. No se mencionó la palabra gentrificación;  se dijo que se iba a convertir la zona «en un centro de renovación del espíritu empresarial, centrado en la inclusión social, el desarrollo cultural y el empoderamiento económico de los trabajadores humildes». Para el año de la inauguración, en el 2016, el precio de los condominios rondaba desde los 8 mil lempiras hasta los 16 mil, cuando el salario mínimo de los trabajadores era de 7,759 lempiras; por tanto, estaban totalmente fuera del presupuesto de un «trabajador «humilde» .

 

A pesar de los intentos de gentrificación, en el centro de Tegucigalpa se respiran los mismos aires de siempre, con vendedores ambulantes de frutas y verduras, de accesorios para teléfonos y medicinas, mientras las tiendas de ropa usada y de ropa de maquila adornan sus fachadas con anuncios de las ofertas de temporada. 

 

El casco histórico aún se mantiene, se resiste a desaparecer; muchos son los edificios vacíos, sucios y con valor patrimonial que se dañan a diario y que quedan fuera del presupuesto del IHAH.

 

En el casco histórico subsisten varios edificios de carácter privado, ahora vacíos, pero con valor histórico. Se destacan los que alguna vez funcionaron como cines: Clámer, Aries y Tauro, Presidente, Variedades. Algunos están en abandono y otros ahora son tiendas. Los cines se han concentrado en modernos centros comerciales, quitando el entretenimiento del centro histórico, que se ha vuelto una zona de bastante tráfico, donde abundan los estacionamientos, lleno del ruido de los carros durante el día, y por la noche la peligrosa soledad de varios edificios abandonados que solo acumulan el polvo de la indiferencia.

Fachada de lo que fue el cine Clámer en el centro de Tegucigalpa, ahora un espacio vacío y cerrado, con algunas intervenciones artísticas externas. Tegucigalpa, mayo de 2024. Foto CC / Fernando Destephen.

Existe un plan maestro para el manejo y conservación del centro histórico de Tegucigalpa; también hay un reglamento, «herramientas que ayudan a los funcionarios públicos a que puedan hacer una buena gestión de este patrimonio», dice Canizales, y agrega que la responsabilidad de preservación no es solo del gobierno, sino de cada ciudadano, y más de aquellos que son propietarios particulares de inmuebles con valor histórico.

 

La indiferencia hacia los edificios históricos y en general hacia el valor cultural y patrimonial viene, explica Canizales, de una forma de pensar vinculada a la falta de valoración de la herencia cultural: «vemos algo histórico, lo consideramos como un signo del pasado del atraso»; por ello es necesario pasar por un proceso de adquirir conciencia. 

Y adquirir conciencia es reconocer que el edificio donde funciona el Congreso Nacional es patrimonio cultural, y que el mismo Congreso Nacional es dueño del edificio antiguo de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), situado junto al puente Mallol. Dentro de este edificio en abandono, también de gran valor cultural, se esconde un mural de Arturo López Rodezno. Según Canizales, periódicamente monitorean su estado, y se plantea la posibilidad de moverlo, pero no hay capacidad técnica en el país para restaurarlo,y la burocracia del Congreso Nacional ralentiza un simple trámite como la entrada al lugar para la supervisión anual del estado del edificio y del mural.

Para la arquitecta y docente de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras Gloria Grimaldi, para que no se abandone el casco histórico es necesario mejorar las condiciones que obligan a una migración interna hacia las periferias de la ciudad, lo que va dejando en abandono el centro de Tegucigalpa. Grimaldi lamenta que esos espacios «quedan abandonados, y son zonas que ya tienen instalación eléctrica, ya tienen drenajes sanitarios. Están pavimentados, o sea, podríamos decir están urbanizados, pero a la gente ya no le atrae llegar a vivir ahí».

Grimaldi recuerda el proyecto Vuelve al Centro, pero considera que «no basta una iniciativa, sino que tiene que haber una puesta en valor de la alcaldía, de las empresas que invierten en las residencias y que la gente quiera regresar a vivir [allí]». 

El déficit habitacional de Honduras supera las 1.3 millones de viviendas. Otro problema es el techo para vivienda social en el país, que es de un millón de lempiras, lo que «hace inviable la construcción en ciudades grandes como Tegucigalpa, Comayagua, San Pedro Sula y Roatán», de acuerdo a Gustavo Boquín, presidente de la Cámara Hondureña de la Industria de la Construcción (Chico) y exinterventor de la polémica  Inversión Estratégica de Honduras (Invest-H). 

Para Edwin Araque, presidente del Banco Hondureño para la Producción y la Vivienda (BanhproviI), el aumento del financiamiento hasta de un millón de lempiras para vivienda social es un acto de justicia. Por su parte, la arquitecta Grimaldi considera que sería más fácil reinvertir en el Casco Histórico porque ya hay infraestructura.

Todo proyecto de restauración en el casco histórico, más allá del entusiasmo, ocupa de una voluntad política que funcione lejos de las redes de corrupción y que no entienda la cultura como un bien que se premia por un aporte económico.

Sobre
Fernando Destephen 1985 Tegucigalpa, Honduras. Fotoperiodista y contador de historias.
Comparte este artículo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.