Fotografía y texto: Fernando Destephen
A más de 44 años desde que centenares de personas fueron desaparecidas, torturadas y asesinadas en Honduras, Berta Oliva, coordinadora del Comité de Familiares de Detenidos y Desaparecidos en Honduras (Cofadeh), dijo que ya no siente ganas de llorar, porque su objetivo principal está centrado en «aportar, servir y ayudar». Su enfoque, aseguró, es el de educar sobre la década de los ochenta, sobre las desapariciones, la memoria histórica, para que esas acciones no se repitan con la violencia de una guerra silenciosa contra las ideas. Es por eso que se creó el Museo Contra el Olvido.
Durante los años ochenta y noventa se registraron, según datos del Cofadeh, al menos 184 personas secuestradas, torturadas y desaparecidas. Estos hechos ocurrieron durante los mandatos de la Junta Militar bajo el mando del militar Policarpo Paz García (1978 – 1980 – 1982), con la Doctrina de la Seguridad Nacional como práctica de Estado, aun con la apariencia de gobiernos civiles.
El Museo Contra el Olvido, que aún no está abierto al público, es una iniciativa del Cofadeh y viene de un largo recorrido. La idea de luchar contra el olvido nació desde los años ochenta, cuando, con base en testimonios de sobrevivientes de tortura y las confesiones que hicieron tres agentes del escuadrón de inteligencia 3-16, se logró mapear en la zona del Valle de Amarateca el lugar llamado Aldea Bonita. Allí se logró ubicar una finca, en apariencia normal, pero diseñada con ciertas especificaciones en la casa principal. No tenía cuartos, sino una puerta de madera con vidrio al frente, y una segunda puerta atrás con acceso vehicular que, de acuerdo con las investigaciones del Cofadeh, era propicia para que los carros se estacionaran y bajaran a las personas, a las que introducían por la fuerza en una de las salas de tortura.
Afuera de esta casa de tortura había un espacio para asados; era la fachada perfecta de una casa de campo normal. A pocos metros estaba una caseta de ladrillos rojos con una cisterna de metal arriba, pero que no contenía ningún sistema de agua. El metal se calentaba y se convertía en un horno. Era un espacio de siete manzanas en donde se torturaba y asesinaba.
En este centro clandestino se aislaba a los detenidos para generarles miedo, ansiedad y desconexión del mundo; muchos de los sobrevivientes únicamente recuerdan una chimenea, una ventana y lamentos.
La zona también sirvió para internar clínicamente y recuperar a los contrarrevolucionarios de Nicaragua y El Salvador que habían resultado heridos cuando se enfrentaban en la frontera hondureña contra los grupos guerrilleros; para eso se acondicionó un edificio a unos pocos metros de la finca. El lugar era, en apariencia, una casa de las Aldeas Infantiles SOS, pero, en realidad funcionaba como un hospital incógnito; también ahí recuperaban a los torturados, para seguir los interrogatorios.
El terreno de siete manzanas en la comunidad Aldea Bonita, antes propiedad del coronel José Amílcar Zelaya Rodríguez, fue adquirido en 1976 por Mario Rivera López. El terreno sirvió de cementerio clandestino y la cercanía al Río del Hombre lavó la sangre, los olores, los restos de los cuerpos y parte de la verdad. La finca se dividía en dos casas; la principal y la del capataz, que era más una cárcel desde donde trasladaban a los detenidos a la casa principal, para ser torturados.
El recorrido por la casa principal es tétrico. En las paredes hay huellas de manos y cuerpos descubiertos por las pruebas de luminol, que ahora son encerradas por un cristal con la leyenda de lo que ocurrió ahí; los tiempos de castigo, los golpes, las muertes. El silencio se expande a cada rincón de la casa, ese testigo mudo que esconde en sus paredes verdades tan espantosas como personas desolladas vivas. Ya iniciado el proceso del museo ocurrieron dos incendios en las casas, uno en 2009 y otro en el 2018, de acuerdo con el Cofadeh.
Desde 1987 el Cofadeh había ubicado la casa, y en los años noventa pidieron la intervención del lugar; así inició el proceso de adquisición, que se continuó durante el gobierno de Manuel Zelaya Rosales (2006-2009).
El Estado de Honduras fue condenado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el caso emblemático «Guillermo López Lone y otros, contra el Estado de Honduras», referido al secuestro y tortura de seis estudiantes. Uno de los secuestrados y sobrevivientes, Milton Jiménez Puerto, era en el 2009 el canciller de la República, y ello contribuyó a impulsar el proyecto del Museo Contra el Olvido. El golpe de Estado en junio de 2009 y los tres gobiernos subsiguientes del Partido Nacional (2010 – 2022) retrasaron considerablemente el proyecto, pero continuó, aunque con dificultades.
El Museo Contra el Olvido es parte de la recuperación de la memoria histórica, como el Lugar contra el Olvido en Santa Ana, Francisco Morazán. En ese lugar no hubo torturas, pero sí en lugares circunvecinos. Hoy es un lugar de sanación y punto de encuentro para foros y actividades de formación.Las dos casas quedan en lo alto de una loma. Desde arriba se observan las siete manzanas, los dos árboles de mango que han sobrevivido y varias planchas de cemento cubiertas por maleza, debajo de las cuales se cree que hay restos humanos, como en todo el terreno. Falta un trabajo de antropología forense para desenterrar las verdades de un lugar muy colorido con una historia oscura.