Aunque, de manera oficial, el Hospital Escuela Universitario (HEU) no es un centro de asistencia para atender la pandemia, el principal centro médico de Honduras tiene un protocolo de identificación de posibles casos positivos por COVID-19: dos carpas de recepción —una por cada portón de entrada— y una carpa donde son remitidas las personas con sospecha de haber contraído el virus, y a la vez en cada sala enfermeras y médicos monitorean los pacientes.
La semana pasada, la administración del hospital confirmó 13 casos positivos del personal que labora en el centro médico: 6 enfermeras auxiliares, 2 médicos, 2 licenciadas en enfermería, 1 ayudante de enfermería y finalmente 2 empleadas de limpieza.
En medio de esta crisis sanitaria, las personas encargadas de brindar la seguridad han redoblado esfuerzos. 80 guardias de seguridad pasaron de trabajar en turnos de 12 horas a hacerlo en turnos de 24 horas. La empresa para la que laboran ha logrado facilitar el traslado de los guardias de seguridad desde sus casas hasta el hospital, y de regreso. De otra manera, muchos de estos agentes no podrían llegar desde los barrios en donde viven.
Para ser guardia de seguridad, uno de los requisitos es haber servido en el Ejército o la Policía Nacional de Honduras, todas las empresas de seguridad en el país exigen la constancia de alguna de estas instituciones.
Según el estudio «La seguridad privada en conflictos territoriales, ambientales y agrarios en Honduras» realizado en 2017 por Fabricio Herrera para la ong Diakonia, existen inconsistencias en cuanto a los datos sobre el número de guardias de seguridad en el país, mientras la Secretaría de Seguridad indica que existen unos 32,800 guardias de seguridad, Naciones Unidas afirma que en el país son al menos unos 14,787 agentes de seguridad, donde la cifra se dispara es con la Comisión de Seguridad del Congreso Nacional que apunta hacia los 80 mil guardias de seguridad. El mismo estudio explica que «por cada guardia inscrito y bajo aparente control, hay 5 en situación irregular». En Honduras podrían existir al menos 706 empresas de seguridad según las Naciones Unidas, apunta Herrera en su estudio.
Honduras es un país con altos índices de violencia. Según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, desde el 5 de enero, al 1 de mayo, se presentaron 11 homicidios múltiples que cobraron la vida de 41 personas, de las cuales 10 son mujeres. El 71 % ocurre en 5 municipios de 3 departamentos: Distrito Central, San Pedro Sula, Choloma, Esquipulas del norte y Catacamas. Incluso en tiempo de pandemia la violencia es el día a día en el país, esto ha justificado la militarización de la seguridad pública y la proliferación de empresas de seguridad privada en los últimos años.
«Los guardias de seguridad tenemos mala fama, dicen que somos unos perros, pero solo cumplimos con el protocolo de seguridad», explica, un poco entre risas, Junior Mendoza, el supervisor de turno. Junior es padre soltero desde que a su pareja le surgió la oportunidad de trabajar en España. Él decidió apoyarla esperando un mejor futuro para ellos y sus dos hijas —que durante sus largas jornadas de trabajo quedan a cargo de la madre de Junior—, a quienes ha visto adaptarse con facilidad a los mecanismos de bioseguridad que ha implementado en su hogar: no abrazarse cuando él regresa del hospital, sino hasta después del baño, quitarse la ropa y sumergirla en un balde con agua y detergente, saludarse con el codo, y usar las mascarillas y gel en caso de salir.
Acostumbrarse a vivir de esta manera y estar preparado para adaptarse con disciplina —porque es la clave para seguir órdenes y que no suceda nada— , son cosas en las que coinciden todos los guardias de seguridad del hospital, pero sobre todo no bajar la moral, explican. De esta manera afrontan sus puestos de trabajo los guardias de seguridad del principal centro médico del país, quienes ahora deben procurar también no contraer el virus.
Para Núñez, un exagente de la Policía Nacional, lo más difícil que ha tenido que afrontar durante la cuarentena es el abastecimiento de su familia, que su familia tenga lo que necesita. Núñez vive con su esposa y sus cuatro hijos en la colonia El Zapote Norte —un barrio de Comayagüela—. Luego de servir durante 22 años en la Policía Nacional ha pasado los últimos 4 años de su vida siendo guardia de seguridad.
Los guardias de seguridad en el HEU reciben a las personas y las orientan hacia dónde deben ir según lo que necesiten, son los primeros en atender a las personas, y son los últimos que ven al salir, pero existen muchos momentos de tensión que terminan en discusiones e insultos hacia los agentes.
Si bien la cuarentena ha bajado el flujo de personas hacia el hospital, también ha acumulado la frustración cotidiana en un país con enormes diferencias económicas, y donde uno de los mayores retos es el acceso a la salud.
«Él no sabe quién soy yo. Yo fui entrenada como agente élite pero también para tener paciencia», explica Sindy, una exagente de la Policía Militar que ahora trabaja como oficial de seguridad en el HEU, luego de recibir insultos y amenazas de un joven que llevaba dos días intentando entrar para ver a su esposa. La expolicía militar toma un vaso de refresco y respira hondo para volver a tomar su posición en uno de los portones de entrada del hospital.
Junior, quien también trabajó durante muchos años en la seguridad de la Embajada Estadounidense, está convencido que los guardias de seguridad saldrán fortalecidos de la pandemia, que esta crisis ha reforzado que lo más importante es la disciplina, y que serán mejores profesionales cuando esto termine.