Texto: María Celeste Maradiaga
Fotografías: Fernando Destephen
En una conversación sobre «expresiones actuales, cuestionamientos a los límites de la realidad, y la obsesión del periodismo con lo actual y lo presente», los historiadores Otto Argueta de Guatemala y Víctor Hugo Acuña de Costa Rica, se replantearon qué es memoria y qué es olvido.
El diálogo, moderado por la periodista guatemalteca Claudia Méndez, inició indagando sobre la popular premisa de si «la historia es cíclica». Ante esta interrogante, el doctor Otto Argueta argumentó que esto está relacionado con los paralelismos, debido a que cuando un acontecimiento, suceso o evento capta nuestra atención, sentimos la necesidad de darle sentido para de esta manera explicarlo.
«Un paralelismo nos ayuda a darle sentido a esto que estamos observando», dijo Argueta, pero además señaló el riesgo de hacer estas comparaciones entre eventos similares en la historia de forma antojadiza.
Para profundizar en esto, el historiador señaló que no debemos de desvirtuar los acontecimientos actuales categorizándolos en un evento que se da solo porque la historia «se repite» o «es cíclica». En este sentido, Argueta recordó la participación de Bernardo Arévalo —presidente electo de Guatemala— y a Jacobo Arbenz Vilanova —hijo del expresidente de Guatemala Jacobo Arbenz Vilanova— en la última marcha en conmemoración de la revolución de 1944 en Guatemala.
Si bien, ambos son hijos de expresidentes que estuvieron en escenarios de protesta y cambios, Argueta subrayó que siempre hay novedades, entre ellas el apoyo del pueblo indígena en la candidatura de Arévalo y la postura beligerante de los cantones indígenas en el paro nacional y manifestaciones en contra de la actual fiscal general de Guatemala, Consuelo Porras.
El historiador guatemalteco destacó que la historia no es memoria, ya que esto último corresponde a la construcción simbólica con las emociones y recuerdos que le atribuimos a un evento, y a la destrucción y creación de contenido que viene con esto, contrario a la historia que prevalece.
Para Victor Acuña, la memoria es una conspiración, una que puede servir al olvido para perpetrar injusticias que vienen de hace mucho tiempo.
«¿Conjuro del olvido o conjuro de la memoria? Efectivamente es un conjunto de los dos. La memoria conspira contra el olvido y el olvido conspira contra la memoria», subrayó el historiador tico, quien además destacó las políticas memoriales que se hacen desde los discursos de los gobernantes de Centroamérica.
Acuña recordó el discurso del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien criticó que el mandatario salvadoreño asegurara que los procesos de paz no existieron en el país que gobierna. Ante esto, según el historiador, se está poniendo en duda el pasado.
«La memoria no es recordar, sino un despliegue de acción, tiene que ver con movimiento y acción social. Los emprendedores de la memoria, los que se encargan de preservar la memoria, tratan de fundar una ortodoxia de esa memoria, definen cómo se debe recordar, de manera que la memoria es un acto performativo que se actualiza en el presente», afirmó el historiador tico.
«Por más que estemos en el presente,pensándolo, se nos cuela el pasado»
Ambos historiadores señalaron la importancia del periodismo en la historia y los periodistas documentando la historia.
«Los periodistas cuando están en tiempo presente, quieran o no, también están lidiando con otros tiempos, y no solo el tiempo presente que están cabalgando», señaló Victor Acuña.
Argueta, por su parte, señaló cómo desde el periodismo se hace una selección constante a la hora de trabajar acontecimientos históricos, en contraste al revisionismo, es decir, al vaciado de contenido histórico que se hace al comparar acontecimientos del pasado con los actuales.
«No es justo decir que esto es lo mismo que pasó antes porque hay cosas completamente novedosas del pasado, como el poder indígena en las elecciones a Arévalo», ejemplifica Otto Argueta.
Para finalizar, Argueta y Acuña coincidieron en la relación del pasado con las disputas políticas y factores ideológicos. En este tema, el historiador costarricense destacó a Nayib Bukele fundando su legitimidad en el presente y futuro y demonizando el pasado, y al régimen nicaragüense de Rosario Murillo y Daniel Ortega como una revolución fantasmal post-sandinista.
En el caso de Honduras, Argueta resaltó los discursos de funcionarios actuales que invalidan o resaltan el pasado a su conveniencia, y cómo los referentes históricos de la memoria funcionan como un arma para partir a la sociedad en dos.
En este sentido, destaca los discursos de funcionarios del Partido Libre a favor de quienes no son críticos o son activistas de su partido, y llamando «golpistas» a quienes están en contra, recordando la crisis, el agite político y polarizaciones del Golpe de Estado en 2009.
Como conclusiones, ambos historiadores señalaron la importancia de escarbar en el pasado —que siempre se cuela en el presente— y de esta forma reconstruirlo, y cómo en las sociedades con una continua polarización es necesario aprovechar las oportunidades de cambio.