Fotografía y texto: Fernando Destephen
«El panita», como se hace llamar Frandys Efraín Osorio Rodríguez, tiene la voz grave, como la de un tipo rudo, pero en realidad es un tipo que sonríe amablemente a sus clientes, a quienes atiende desde las 10 de la mañana en Panitas Burger, un puesto de comida rápida, en Danlí, El Paraíso, lugar en el que este venezolano de 43 años encontró la versión hondureña del sueño americano a finales de 2022.
Desde hace más de un año, Danlí se ha convertido en el paso de miles de migrantes provenientes de África y Suramérica, situación que ha ocasionado una crisis migratoria porque el promedio diario de nuevos ingresos al país es superior a las 5000 personas.
En su puesto, el panita prepara arepas, hamburguesas, salchipapas, shawarma… Trozos de su país que sorprenden, incluso a los migrantes. «Comida buena, al fin», dijo uno que pasó cerca del local, ubicado a la orilla de la calle El Canal, a dos cuadras del parque Monumento a la Madre, en la entrada de Danlí.
Frandys salió de Venezuela y llegó a Danlí en septiembre de 2022. Luego, en noviembre, continuó su camino hasta México, pero en aquel país la frontera estaba cerrada por el endurecimiento de restricciones de los EE.UU.
En el camino de retorno, Frandys puso atención al mercado gastronómico mientras vendía dulces y acomodaba carretas en el estacionamiento de un supermercado. Al ver el potencial de los comensales en la zona, barajó opciones para montar un negocio propio: pensó en asados, baleadas, comida mexicana y pupusas, pero Frandys vio un vacío que decidió aprovechar. En la acera de la calle El Canal había un troco sucio, dejado a la suerte. Para Frandys ese troco fue como una tabla de salvación.
Ubicó al dueño y con el apoyo de un par de personas logró convertir ese lugar en lo que ahora es Panitas Burger, el negocio local de un venezolano que intentó la ruta migratoria. En menos de un año Frandys logró ponerle techo y acondicionó una cocina.
Ahora, mientras prepara las arepas y hamburguesas, bromea, sonríe, voltea la carne. Su sueño es convertir el troco en un buffet de comida venezolana, al que agregará ingredientes hondureños, pero sin perder el distintivo de los sabores de Venezuela.
Al negocio le ha ido bien, tanto, que Frandys tiene tres colaboradoras: dos hondureñas y Carolina, una venezolana que se quedó en Honduras con su familia. Lejos de caer rendido por los obstáculos del camino, Frandys dijo que regresó de México a Honduras con otra mentalidad, la de un empresario extranjero que emprende y hasta crea fuentes de trabajo en una ciudad de fuerte tránsito migratorio.
Carolina, una de sus empleadas, llegó a Honduras hace dos meses, junto a su pareja y su hijo de dos años. Como Frandys hace un año, ella también llegó a vender dulces luego de que se frenara su viaje desde Venezuela hacia Estados Unidos. Usualmente los migrantes deben decidir entre seguir el camino, pagar hospedaje y comer. A veces la decisión lógica es sobrevivir con lo poco, lo cual provoca que se retrase el viaje.
La pareja de Carolina decidió seguir el viaje sin ella e intentó llevarse a su hijo de dos años. Para impedir que el niño corriera riesgos en la ruta, Carolina decidió esconderlo en una finca cerca de Danlí, lugar donde también lo cuidan Y no se equivocó, su pareja siguió en contacto con ella y le contó lo difícil que es México, del viaje en la espalda de la Bestia, como se conoce al tren que de Tenosique, Tabasco, llega hasta Reinosa, Tamaulipas para llegar a un paso fronterizo en Texas, esto en la ruta de oriente, la ruta de occidente va desde Ciudad Hidalgo hasta Baja California. Carolina dijo que incluso le ayudó económicamente para que continuara el viaje.
«Yo tomé la decisión de quedarme acá por la seguridad», dijo Carolina mientras amasaba y preparaba las primeras arepas del día. Mientras Carolina contaba su historia el ritmo de trabajo no disminuyó, Frandys preparaba dos hamburguesas, Carolina trabajaba la masa, las otras dos mujeres se repartían las tareas de corte para preparar las carnes.
El flujo de trabajo dentro del troco no se detiene. Y los sueños de Frandys tampoco. A la idea de un buffet se suma una apuesta para llevar Panitas Burger a domicilio. Ya tiene una motocicleta, a la que solo le faltan algunas reparaciones.