En la comunidad Triunfo De la Cruz, en Tela, Atlántida, han pasado tres años desde el secuestro de cuatro líderes comunitarios sin que hasta hoy se tenga información sobre su paradero. Mientras tanto, Darwin Centeno, primo de Sneider Centeno, presidente del patronato de Triunfo De la Cruz y uno de los secuestrados el 18 de julio de 2020, cumple con la responsabilidad que le encomendó Sneider: darle mantenimiento a un terreno recuperado.
Texto y Fotografía: Fernando Destephen
En la noche del sábado 15 de abril, en Triunfo de la Cruz, Tela, al norte de Honduras, el capitán de barco, Carlos Barrios perdió su lancha pesquera. Alguien cortó la cuerda con la que la sujetaba así que, durante toda la noche, su lancha, que además guardaba sus redes pesqueras, anduvo a la deriva en el mar. A la mañana siguiente, Carlos buscó la ayuda de Darwin Centeno.
La lancha la encontraron volcada en la playa a eso de las 9 de la mañana, a casi dos kilómetros de su atracadero. Seis personas, entre garífunas y turistas y ayudados con varios troncos y trozos de madera lograron voltearla para sacarle el agua y la arena. El alma volvió al cuerpo de Carlos. Mientras tanto, ancló la lancha en la playa de un terreno recuperado por La Organización Fraternal Negra Hondureña (Ofraneh) asignado a Darwin Centeno, para hacer trabajos de mantenimiento y protección.
Darwin es primo de Sneider Centeno quien fue presidente del patronato de Triunfo de la cruz en el año 2020; también es miembro de la Ofraneh y uno de los líderes garífunas secuestrados el 18 de julio de 2020 por personas con uniformes de la Dirección Policial de Investigación (DPI).
Darwin cuenta que fue su primo quien le asignó el trabajo de cuidar el terreno recuperado y ha tomado ese lugar de líder que la comunidad necesita. Poco a poco, Triunfo de la Cruz va saliendo del miedo que invadió a su población después del desaparecimiento de los líderes garífunas; dice Darwin que ha sido más bien una mezcla de miedo, pero a la vez de valor lo que los impulsa a seguir su proyecto de recuperar tierras ancestrales y cultura. «Vamos a seguir luchando por nuestro territorio y por nuestra ancestralidad», expresó.
Después de recuperar la lancha, Darwin y Carlos bebieron un trago de guifiti en una champa propiedad de Darwin y su pareja, Denia Castillo, donde venden comidas y bebidas. El guifiti es cosecha de hace dos semanas: lleva maní y cannabis, su olor es dulce y redondo por el maní, explicó Darwin. Un trago para recuperar la energía invertida en el rescate de la lancha.
En un territorio comunitario pero también abierto al turismo, el trabajo de Darwin Centeno no solo se limita a ayudar a compañeros en apuros, como Carlos, también le toca limpiar y ordenar el terreno y la playa, sembrar palmeras y uvas de playa y ofrecer hamacas, comidas y bebidas a los turistas que se acercan. Algunos se molestan cuando Darwin les explica las reglas, que son las básicas en todo lugar: cuidar, no botar basura y comportarse.
«Más que todo que no quemen debajo de los cocos, que no hagan fogatas. Limpio con cal y abono para que los cocos se reproduzcan. Una de las cosas que estamos viendo es que el cambio climático está haciendo que el mar se acerque más y, nos toca sembrar cocos para echar atrás la marea», explicó.
El terreno parece un estacionamiento, está bordeado de palmeras altas a manera de muro. Del lado derecho hay palmeras recién sembradas creciendo ordenadas dentro de llantas, también hay promontorios de basura listos para ser quemados.
La casa de Darwin está del lado izquierdo; ahí él y Denia venden frutas y verduras en una improvisada pulpería en el cuarto donde también guarda su moto y una motosierra. Avanzando hacia la playa, la arena es limpia y las palmeras crean una sombra que protege del sol. Las champas hechas de madera y bambú forman una barrera frente a la playa, la que aún tiene sus barras y que impiden que cuando la marea sube, llegue hasta la casa de Darwin y Denia.
Hace 36 grados centígrados el domingo 16 de abril, Darwin anda sin camisa, una cadena dorada con un Cristo crucificado cuelga de su cuello, algunas de sus rastas le caen sobre los hombros. Darwin tiene 39 años y es consciente de la responsabilidad que le dejó su primo Sneider y de la cosmovisión del pueblo garífuna; este terreno está proyectado como un punto de encuentro para los vendedores de la zona, una reubicación para concentrar las ventas ambulantes de playa en kioscos, ofrecer los productos con más facilidad a los clientes y mayor comodidad para los vendedores, hacer parques y un kinder trilingüe: Barauda.
Este sitio no es producto del azar, no es una recuperación antojadiza, por este terreno cruza un camino ancestral que va del cerro Izopo al cerro «Salí Si Podes». A un lado de este camino ancestral se proyecta la construcción del kinder Barauda.
De acuerdo con Darwin, las personas que ocuparon el terreno lo hicieron sin consulta previa e informada al patronato de Triunfo de la Cruz, fue una decisión inconsulta con la comunidad, contó Centeno. En el terreno sólo había una champa.
Darwin contó que dentro del proyecto se incluye la siembra de uva de playa, hicacos (una fruta parecida al rambután pero de color rosado), yuca, arroz y ñame como parte de huertos comunitarios para lograr la soberanía alimentaria y ser autosostenibles. El manglar, el bambú y las palmeras son sembrados para evitar daños por marea alta o marejadas. Centeno explicó que la resiembra es para adaptarse al cambio climático, no sembrar en los tiempos acostumbrados sino probar cosechar fuera de temporada.
La relación de Darwin con las frutas de playa no es nueva puesto que su madre, Lilian Centeno, vendía una paila diaria de uvas de playa y de hicacos y así logró sacar adelante a sus hijos. Todo se compraba al día, contó Darwin. desde la comida hasta la ropa diaria y los uniformes escolares; se trataba de una economía familiar basada en la venta de frutas de playa. Unos años después, Darwin Centeno, ya con 39 años y ocho hijos es el encargado de cuidar este terreno.
Más allá de las champas de Darwin y de Denia,} está el mar, y aunque se aleje, siempre regresa, dice ella y cuenta que cuando el mar se retira de esa frontera, hay gente que construye champas en esa nueva playa pero, el mar regresa y se traga lo que está en su camino.