La amargura del azúcar

En Honduras, unas 200 mil personas trabajan en la industria azucarera durante la temporada de zafra, que es la cosecha de la caña. La mayoría son obreros subcontratados por los ingenios azucareros, no cuentan con derechos laborales como el seguro social o prestaciones. El pago por la cosecha depende de la recolección y, en muchos casos, los trabajadores no logran superar el salario mínimo y los que lo hacen, llevan al límite su resistencia física trabajando hasta los domingos.

Texto y fotografía: Amílcar Izaguirre

Una pelea con un primo y los reglazos de un maestro hicieron que Juan Flores se retirara de la escuela a los doce años. No recuerda por qué inició aquel pleito infantil, pero sí que desde esa edad se convirtió en un peón que ha experimentado diferentes trabajos duros. A sus 59 años continúa trabajando como «machaquero» en una de las plantaciones de caña de azúcar en el municipio de San Manuel, Cortés, al norte de Honduras, donde se produce la mayor cantidad de azúcar del país.

Juán salió del municipio de San Francisco de Coray, departamento de Valle en el sur del país en 1998 después del paso del huracán Mitch, en busca trabajo y un mejor futuro. En San Manuel,trabajó por muchos años en las fincas bananeras pero hace 14 años se dedica al corte de caña, un trabajo temporal donde no hay seguro social y menos un salario justo porque, según los cortadores de caña, ellos reciben su pago de un contratista que es el que le vende el servicio a las azucareras. En el Valle de Sula se ubican cuatro ingenios de azúcar de las empresas Azucarera Chumbagua en Santa Bárbara; Azucarera del Norte en Santa Rita, Yoro; Azucarera Yojoa en Río Lindo y la Compañía Azucarera Honduras en Villanueva, ambas en Cortés.

A los cortadores se les paga de acuerdo con la cantidad de metros de caña cortados. Los llaman «machaqueros» por la herramienta que usan para cortar la caña, «la machaca», un machete ancho, pesado, encorvado por el medio y sostenido por un mango de madera. Para evitar heridas, los «machaqueros» usan chimpas y guantes como los que usa un portero en un juego de fútbol.

Antes de comenzar con el corte de caña, los obreros le prenden fuego a los lotes para quemar las hojas secas y la maleza que hay entre las plantas con el objetivo de facilitar el corte y evitar ser mordidos por alguna serpiente. En tiempo de zafra, las ciudades como San Pedro Sula, La Lima, El Progreso y Villanueva son cubiertas por una capa de humo que impide la visibilidad y contamina el aire. Los pobladores de estos municipios han pedido a las municipalidades en cabildos abiertos que detengan la quema de caña.

Según la revista de negocios Forbes para Centroamérica, entre 2019 y 2020, la zafra azucarera de Honduras generó unos 200 mil empleos directos e indirectos, la producción de azúcar en esa temporada fue de 11.5 millones de quintales de los cuales el 70% fue para suplir el consumo nacional y un 30% se exportó a mercados internacionales.

Oney Montes, encargado del acarreo de caña mecanizado y manual de la Compañía Azucarera Hondureña. S. A. (CAHSA), dijo a este medio que un promedio de 13 toneladas métricas se muelen a diario en esta compañía. También aseguró que el 60% del corte de caña es manual mientras un 40% de la cosecha es mecanizado, lo que ellos llaman «corte en verde» porque no es necesario quemar para cortar la caña.

Dice Montes, quien lleva trabajando 23 años en esta empresa, que ellos le apuntan a trabajar en un futuro cercano de manera 100% mecanizada, una práctica que cataloga como amigable con el medio ambiente. «Vamos poco a poco, pero un 40% es una cifra considerable y para el otro año esperamos estar en un 50 % manual y un 50% mecanizada», comentó Montes.

Según lo dicho por el experto, para llegar a un proceso 100% mecanizado se requiere de una gran inversión de parte de la empresa porque las máquinas son costosas y también se tienen que nivelar los terrenos para que las cosechadoras hagan su trabajo. Al tener un sistema de corte mecanizado en la zafra, habrá menos oportunidad para los obreros que cortan la caña.

«En muchos países en el mundo queman la caña para cosechar, incluso en Estado Unidos, México y no digamos en Centroamérica», comentó Montes.

El uso de la tecnología en el cultivo de caña presentaría otro problema para los ingenios dado que en Honduras hay poca mano de obra calificada. Para cubrir algunos puestos, el ingenio trae a operadores de máquinas –como la cargadora y cosechadora– de Nicaragua donde sí cuentan con personas calificadas en esa área. «En Nicaragua comenzaron primero que nosotros a cultivar caña, por eso están más avanzados que aquí en Honduras», dijo Oney.

Este año la zafra comenzó el 12 de enero y esperan terminar a mediados de mayo, son cuatro meses de trabajo continuo para los corteros. Al pasar la temporada, estas empresas contratan unos pocos «machaqueros» para realizar la resiembra, limpieza, riego y fertilización de la caña, la mayoría tiene que esperar hasta el próximo año.

«Acá salgo hasta con calambres en el cuerpo» comentó Juan Flores mientras buscaba entre las hojas secas de caña un tibio recipiente de agua que carga para no deshidratarse. Con las manos sucias por el polvo y la ceniza negra que ha dejado la quema de la caña, se limpió el sudor de su rostro, pero éste quedó maquillado con un color negro.

Juan ha trabajado muchos años en la zafra y apenas ha podido comprar el solar donde tiene su casa. Dos de sus seis hijos lo acompañan en la faena. «Este trabajo es duro, usted ve a estos cómo les corre el sudor por la ropa a chorros» dijo Juan después de beber agua y señalando a sus hijos quienes continuaron cortando caña mientras las gotas de sudor caían sobre tierra.

José Ríos, un joven de 22 años del departamento de Choluteca, corta las hojas de la caña y la acomoda para que las máquinas puedan recolectarlas. Foto CC/Amilcar Izaguirre
José Ríos, un joven de 22 años del departamento de Choluteca, corta las hojas de la caña y la acomoda para que las máquinas puedan recolectarlas. Foto CC/Amilcar Izaguirre

Los jóvenes que viven cerca de las plantaciones de caña prefieren salir a buscar trabajo en las maquilas, son pocos los valientes que se atreven a enfrentarse cara a cara con el sol y lo amargo de trabajar en la zafra. Por esa razón, la empresa subcontrata obreros que vienen de la zona sur del país, porque, según Oney Montes, estos obreros tienen la fama de ser los mejores para hacer este trabajo porque están acostumbrados a soportar las altas temperaturas.

Los primos José y Onny Ríos de Concepción de María, departamento de Choluteca, trabajan juntos cortando caña en la misma empresa. José hizo una pausa, y mientras afilaba su machaca, dijo que «la gente sureña le vuela verga compa, con mi primo sacamos 100 varazos» unos 1200 metros lineales, 600 cada uno. «Eso sí compa, si no está acostumbrado y hace esa cantidad un día, al siguiente no regresa porque sale reventado» comentó.

José explicó que la temporada de zafra les permite hacer dinero para comprar fertilizante y herbicida para cultivar las milpas que mantienen en su pueblo, «allá es difícil encontrar trabajo», contó. Al terminar la zafra los primos regresarán a Santa María para preparar la tierra donde cosechan maíz de postrera. «Mire si uno no abona, no saca nada en la cosecha, imagínense que el año pasado estaba a mil cien y mil doscientos el quintal de abono. Esa Xiomara en vez de bajar a las cosas más bien le ha subido a todo» comentó José, refiriéndose a la presidenta de Honduras , Xiomara Castro.

Según comentó un distribuidor de fertilizante, el quintal de urea en menos de dos años pasó de costar entre 480 y 500 lempiras a 1000 y 1200 lempiras, debido a factores como la escasez de contenedores en Asia, el alza del petróleo y la guerra entre Rusia y Ucrania. Rusia es uno de los principales países exportadores de fertilizante después de China. Con la guerra, los precios subieron más del 100%. Estos datos le han servido a la presidenta Castro para evitar los reclamos de los productores agrícolas.

En los cultivos de caña también estaba Wilmer Ramirez, un «machaquero» originario de San Manuel, quien explicó que la mayoría de obreros no tiene otra alternativa y por eso se ven obligados a soportar el rigor de la zafra. Sin embargo, son conscientes que no ganan lo justo. «Por ejemplo, en San Manuel, un ayudante de albañil gana entre 250 y 300 lempiras por día y trabaja desde las seis de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Aquí pagan a 70 centavos el metro de caña cortado y para ganar 300 lempiras tenemos que hacer unos 430 metros diarios, pero muchos no lo logramos. A veces sacamos 3600 lempiras a la semana porque trabajamos los domingos y ese día lo pagan doble. Además hay días que trabajamos hasta las siete de la noche cuando se tiene que terminar algún lote, lo que hacen es que encienden los faroles de las máquinas para alumbrarnos» explicó.

Otro joven que escuchaba a sus compañeros se atrevió a decir que «hay compañeros que sacan buenos pagos según como se verguea, hay quienes sacan hasta 6 mil lempiras a la semana pero también hay otros que solo hacen 2500 a 3000. Hay días que solo ganamos 200 lempiras con dificultad porque la caña está demasiado enredada y se avanza muy poco», comentó.

El brazo de la cargadora deposita la caña en los vagones de vehículo que se encarga de llevarlo hasta la planta procesadora. Foto CC/Amilcar Izaguirre
El brazo de la cargadora deposita la caña en los vagones de vehículo que se encarga de llevarlo hasta la planta procesadora. Foto CC/Amilcar Izaguirre

José Ríos dijo que la compañía da algunos beneficios a los obreros que vienen de otros lugares. Les brinda gratuitamente un lugar donde dormir y les subsidia parte del costo de los alimentos. Un obrero puede pagar 800 lempiras semanales de alimentación, de esta cantidad 500 los absorbe la empresa y 300 los paga el obrero. A la zafra de las compañías hondureñas también llegan obreros nicaragüenses atraídos por el pago porque aunque aquí no se gana lo justo, en Nicaragua es peor la situación por la diferencia en el costo del salario mínimo, según dijo Victor Zepeda, un obrero nicaragüense oriundo de Nueva Chinandega quien lleva cuatro temporadas trabajando en Honduras durante la temporada de la zafra.

«Acá ganamos un poquito más, hasta 7 mil lempiras a la quincena mientras que en Nicaragua solo ganaba 6 mil córdobas, y por 100 lempiras allá me dan 130 a 140 córdobas» dijo Víctor y también comentó que en Nicaragua, el gobierno de Daniel Ortega les quita un porcentaje para pagar el seguro social, incluso a los que trabajan en el campo de manera informal, «si usted gana 6000 lempiras quincenales, en Nicaragua el gobierno le deduce en la planilla 500 córdobas para ese seguro» comentó Victor.

A la orilla de la carretera, entre los lotes de caña, se ubican tres mujeres que preparan la comida para los obreros. En el menú ofrecen pollo con tajadas de banano verde, carne de res y cerdo a precios que oscilan entre 60 y 100 lempiras. Rosalina Hernández es la dueña del comedor, tiene 58 años, y 31 de ellos los ha pasado vendiendo comida en temporada de zafra. Comentó Rosalina que a diario hace unos 200 platos de comida y que para lograrlo apenas duerme unas dos horas porque se acuesta a la 1:00 am y se levanta a las 3:00 am para dejar preparados los alimentos para el siguiente día.

Hace siete años contrató dos empleadas que llegaron del sur, Sandra Aguilera que viene del municipio de Orocuina y Karen Castillo de Pespire, ambas en Choluteca. Son las únicas que se han quedado por más tiempo en este negocio.

«Aquí las únicas que aguantan son las sureñas» dijo Rosalina que observaba a Karen freír tajadas de banano en una estufa colocada en la intemperie, fuera de la carpa, mientras el sol pegaba de manera cenital al mediodía.

A unos cien metros del comedor hay un puesto de primeros auxilios donde atiende Martha Ruth Gonzales Ayala, una enfermera pagada por CAHSA. Ella se encarga de atender no menos de 400 personas entre machaqueros, aguateros y contratistas. Martha comentó que en varias ocasiones le ha tocado reanimar a los obreros que se desmayan por las altas temperaturas o porque no están acostumbrados a ese trabajo. Ella se encarga de hidratarlos con agua y suero, también costura las heridas que a diario sufren algunos de los trabajadores.

Martha es madre soltera, tiene dos niños, uno cursa la secundaria y otro la educación primaria. Vive en la comunidad de Guacamaya, entre El Progreso y Santa Rita. Para poder estar a tiempo en su trabajo tiene que levantarse a las cuatro de la mañana y tomar el bus junto a los demás trabajadores que viajan de San Rita hasta San Manuel. Ahí, bajo una carpa, instala su botiquín en el que guarda varios tipos de medicamentos, pastillas para el dolor de cabeza, mareos y algunos insumos con los que zurce las heridas de los hombres.

Un grupo de cortadores ennegrecidos por la ceniza que deja la caña quemada hacían fila ante una nevera cilindrica color amarillo; Martha repartía equitativamente el suero color rojo con sabor a frutas a los sedientos que llegaban necesitados. Los obreros bebieron unos 450 ml del líquido rojo servido en vasos improvisados hechos de botellas de bebida carbonatada. «No es lo suficiente pero los alivia un poco» dice Martha, quien hace a diario dos termos de suero que muchas veces no alcanza.

«Este año comenzamos a dar suero, solo es una prueba pero si se dan los resultados que busca la empresa, el servicio quedará de manera permanente para las próximas zafras» dijo Martha.

Sobre
Nació en 1985 en el municipio de Trojes, El Paraíso. Es licenciado en Periodismo egresado de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula. Ha trabajado 15 Años como reportero gráfico en distintos temas y medios escritos en Honduras.
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1 comentario en “La amargura del azúcar”

  1. Está interesante, disfrute leerlo muy buen trabajo compas.
    También me llama la atención poder ver una vista o enfoque que pueda poner en la mesa el impacto medio ambiental que tienen esta forma manual de hacer el corte de la Zafra, el impacto respiratorio de los pobladores asentados a lo largo de las plantaciones de caña.
    Ojalá podamos apreciar una segunda parte de esta cobertura, abrazos equipo 🙏

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