Nuevo Porvenir, la pequeña aldea hondureña que sufre por la tragedia en Ciudad Juárez

Migración, INM, NuevoPorvenir, México, Honduras

A tres días del incendio en lo que el gobierno mexicano llama «estación migratoria» en Ciudad Juárez, aún hay incertidumbre sobre quiénes son las víctimas mortales, quiénes los heridos y su estado. En una lista preliminar de 39 personas fallecidas, estaban seis migrantes hondureños junto a otros provenientes de Guatemala, Venezuela, Ecuador y El Salvador. Edin Josué Umaña, Dikson Arón y Jesús Adony, de la aldea Nuevo Porvenir en Protección, Santa Bárbara en el occidente de Honduras aparecen en esa lista pero sus familiares no han recibido el aviso oficial y han decidido seguir con la esperanza de obtener buenas noticias.

Texto: Allan Bu
Fotografía: Fernando Destephen y Jorge Cabrera

A las cinco de la mañana del domingo 19 de marzo cuando el sol aún se escondía con timidez en la fría montaña, partieron hacia el Norte, Edin Josué Umaña de 26 años y Dikson Arón Córdova de 31. Para la comunidad Nuevo Porvenir esto no era noticia extraña, los jóvenes huyen de la pobreza allí, se van a la ciudad o se van para Estados Unidos, es un paso más para seguir viviendo.

La Gran Terminal en San Pedro Sula fue su primer destino. Ahí se reunieron con otros dos amigos: Jesús Adony Alvarado Madrid de 32 años de edad que también creció en Nuevo Porvenir y se había desplazado a San Pedro Sula para trabajar como obrero en la maquila y Cristian Javier Carranza Toro de 24 años quien era familiar de Jesús pero que venía de El Naranjito en Santa Bárbara. En la terminal de buses los esperaba el coyote, al que ya habían pagado para que los llevara a Estados Unidos. Por un viaje así, un coyote cobra entre 10,000 y 13,000 dólares por persona.

Avanzaron a buen ritmo y el viernes 24 de marzo, Edin y Jesús avisaron a sus familias que ya estaban por salir hacia Ciudad Juárez, en la frontera de México con Estados Unidos. Ahí esperarían para dar el «salto», como se le conoce al último paso que dan los indocumentados para ingresar a tierra estadounidense. Fue lo último que se supo de ellos, el sábado 25 de marzo fueron detenidos y encarcelados por autoridades mexicanas en una estación migratoria, que realmente funciona como un centro de detención con celdas donde los migrantes esperan su deportación.

No hubo noticias de ellos hasta el martes 28 de marzo, cuando el centro de detención donde habían más de 60 personas migrantes encerradas, tomó fuego. Los amigos Edin, Jesús, Dikson, José Ángel y Óscar que caminaban juntos, se encontraban adentro. El 30 de marzo, la Fiscalía General de México informó en conferencia de prensa sobre el deceso de seis hondureños, los cinco mencionados arriba y Alis Dagoberto Santos López, quien inicialmente no aparecía registrado como hondureño.

Maritza Funes junto a su esposo Sergio Rodríguez retiran su pasaporte con urgencia para esperar la visa humanitaria que ellos creen México dará a las familias de los migrantes hospitalizados por el incendio en Ciudad Juárez. Foto CC/Jorge Cabrera
Maritza Funes junto a su esposo Sergio Rodríguez retiran su pasaporte con urgencia para esperar la visa humanitaria que ellos creen México dará a las familias de los migrantes hospitalizados por el incendio en Ciudad Juárez. Foto CC/Jorge Cabrera

Sin embargo, un día después, el canciller hondureño Enrique Reina escribió que los diplomáticos hondureños en México estaban dando seguimiento «cercano a la situación de los 14 hondureños en México. Con contactos permanentes con el Instituto Nacional de Migración (INM) se está en proceso de confirmar la identificación de seis posibles fallecidos. El viceministro Tony García se encuentra en México para este efecto y mantenernos informados». El funcionario no confirmó la muerte de los seis migrantes y además mencionó a 14 hondureños afectados por el incendio a pesar de que en el último comunicado oficial de la Cancillería solo se habló de 13.

La información ha sido confusa desde el inicio. El vicecanciller hondureño Antonio García anunció en redes sociales que 13 hondureños habían muerto en la tragedia de Ciudad Juárez, rectificó después por la misma vía. En realidad habían ocho hondureños hospitalizados y cinco más de los cuáles se desconocía información y aún a la fecha de publicar esta pieza no hay certeza, pero García dijo en Twitter que esperaba «malas noticias».

Si un alto funcionario como García carece de información, en el Nuevo Porvenir lo único que hay es angustia. Carlos Ramón Umaña, padre de Edin Josué lamentó que «no hay una versión concreta. Mire, hay momentos que nos alegran y dicen que están en el hospital, otros dicen que se escaparon y hasta salió un fregado diciéndole a mi hija que él los tiene encerrados y que necesita que les manden dinero para entregarlos, que los tienen como secuestrados», dijo.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador dijo en conferencia de prensa que no quería «meterse o dar datos porque hay una investigación abierta» y que podría ser que los responsables utilicen como amparo que él esté adelantando información. «Todos van a esperar el resultado de la investigación, como corresponde, va a ser la Fiscalía la que va a iniciar los procesos judiciales correspondientes». El presidente mexicano garantizó que no habría impunidad aunque el primer mensaje que dio en conferencia de prensa fue culpabilizando a los migrantes de haber iniciado el fuego tras una protesta.

El periodista Alberto Pradilla quien ha cubierto el fenómeno migratorio desde Centroamérica y México escribió en su cuenta de twitter que «entre heridos y fallecidos en la cárcel para migrantes de Juárez son 68 personas. Pero además había 15 mujeres que fueron desalojadas. Así que al menos había 83 personas en un recinto para 60». Varios medios locales habían reportado antes las malas condiciones en las que se encontraban los migrantes detenidos en espera de su deportación o en espera de respuesta por algún caso de asilo, los migrantes protestaban incluso por falta de agua.

Don Carlos (camisa azul) atiende una entrevista junto a familiares de tres jóvenes afectados en un centro de detención migratoria en Ciudad Juárez, México. Foto CC/Fernando Destephen
Don Carlos (camisa azul) atiende una entrevista junto a familiares de tres jóvenes afectados en un centro de detención migratoria en Ciudad Juárez, México. Foto CC/Fernando Destephen

Para don Carlos, un hombre del campo que cultiva café, maíz y frijoles, la información que ha visto en los medios es mucha, y desde su comunidad todo se ve aun más confuso. Contó que primero vio una noticia donde se asegura que la Fiscalía de México no permite que salga a la luz datos de las tragedia. Después escuchó que el Gobierno de Estados Unidos quiere llevarse a los migrantes lesionados para ayudarlos y que en México no lo permiten y por último dice que un conocido de la familia en Estados Unidos le aseguró haber visto a su hijo en un hospital en ese país, todo esto sin haber recibido nunca una comunicación de la cancillería. «Lo peor es no tener una información certera, si está muerto o vivo. Cada una de las familias está luchando por escuchar la verdad, pero no la encontramos todavía».

En el Nuevo Porvenir aguardan por noticias. Familiares de los tres jóvenes involucrados en la tragedia viajaron a Tegucigalpa pues la coordinación entre los gobiernos de Honduras y de México les permitirá viajar a Ciudad Juárez. Don Carlos dice estar preparado para cualquier noticia, incluso no descarta que los muchachos se hayan fugado «si estos se escaparon, puede que ya estén en Estados Unidos», dijo con marcado optimismo.

Nuevo Porvenir

El Nuevo Porvenir, se llamaba solamente Porvenir hasta 1998, cuando el Huracán Mitch prácticamente desapareció la aldea anterior, destruyó casas, fincas de café y sembradíos. El terreno se volvió de alto riesgo y las 55 familias que vivían allí lograron reubicarse en un lugar más seguro a seis kilómetros del desastre. Ahí comenzaron con casas de nylon y madera. Así nació el Nuevo Porvenir y ahí crecieron Edin Umaña, Adony Alvarado Madrid y Dikson Córdoba.

Los tres son parte de la legión de jóvenes que han abandonado la comunidad buscando oportunidades que no encuentran en una pequeña economía comunitaria que se dedica especialmente al cultivo del café. José Perdomo, vecino de la comunidad y familiar de Dikson Córdoba, dijo que no hay un registro de cuántos jóvenes se han ido en último año, pero está seguro que «es un montón de jodidos que han agarrado para allá, aquí todos quieren irse para allá».

Comunidad Nuevo Porvenir, Protección, Santa Bárbara. Foto CC/Fernando Destephen
Comunidad Nuevo Porvenir, Protección, Santa Bárbara. Foto CC/Fernando Destephen

«Aquí se cuentan que son pocos los jóvenes que hay, después solo viejos estamos quedando, que ya no servimos mucho», mencionó con una carcajada. María Alexandra Quintanilla, tía de Edín Josué y cuñada de Carlos escuchó la plática e interrumpió para contar que un hijo suyo se fue a los 11 años, iba acompañado de su padrastro, quien finalmente no pasó, sin embargo el niño fue entregado por la migración estadounidense a su padre, quien desde hace años vivía en Estados Unidos. Ahora tiene 15 años, estudiaba pero resultaba muy caro y entonces, ahora trabaja.

En Nuevo Porvenir la gente se dedica a sembrar café y granos básicos, pero don Carlos dice que estas ocupaciones no alcanzan para tener una vida mejor, pues en el caso del café es temporal, dura aproximadamente unos tres meses, «ahorita acaba de pasar la cosecha de café y también se terminó la cosecha de pisto (dinero)», dijo.

La escasez de empleo no es algo propio del Nuevo Porvenir, es una crisis de país, que el 2022 cerró con una Tasa de Desempleo de 8.9%, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Y esta tasa no contempla la precariedad del empleo, pues hay miles que no trabajan a horario completo ni perciben el salario mínimo del rubro en que laboran.

«Aquí en Porvenir todos los jóvenes se quieren ir», repitieron tres personas mayores en conversaciones distintas. A Nery Torres de 23 años, lo encontramos con machete en mano y bailando reggeaton mientras se afanaba con la herramienta. Le preguntamos si él deseaba irse para Estados Unidos y nos dijo inicialmente que no. Después reconoció que en el 2021 intentó irse en una caravana, pero su patrón lo convenció que se quedara y solo se fue su hermano, que llegó hasta Guatemala.

Por último nos dijo que hay varios que quieren irse pero no tienen quien los apoye con el dinero para el coyote—que son de 10,000 a 13,000 dólares—, dijo que tiene un par de sobrinos que recién llegaron a Estados Unidos y todavía no puede pedir ese apoyo, «no hay quien me ayude, si me ayudaran de una me voy también», reconoció, sin importar que minutos antes dijo estar muy triste por no saber nada de sus amigos enlistados como víctimas del incendio de Ciudad Juárez. Antes de su partida, Nery se había tomado unas cervezas para celebrar que ellos buscarían un nuevo porvenir.

Imagen panorámica de Protección, Santa Bárbara. Foto CC/Fernando Destephen
Imagen panorámica de Protección, Santa Bárbara. Foto CC/Fernando Destephen

La escuela de la comunidad solo tiene tres aulas y 70 alumnos. El profesor Adelso Bautista consideró que de sus alumnos un 90% tiene al padre en Estados Unidos. El profesor también señala que muchos jóvenes se están yendo de la comunidad y responsabiliza a la falta de empleo, pero también a la calidad del empleo, pues él está trabajando, pero no ha recibido salario por tres meses. «Yo creo que voy a migrar en cualquier rato y estoy trabajando, incluso maestros de la secretaría quieren irse. Es que nosotros ganamos la mitad de lo que cuesta la canasta básica. Imagínese yo me quiero ir, no digamos la gente que no tiene una entrada».

El Nuevo Porvenir es jurisdicción del pintoresco pueblo de Protección, Santa Bárbara, que se encuentra a unos 18 kilómetros de la carretera CA-5. En este municipio la economía se mueve por el café, el cultivo de granos básicos y las remesas. Así lo expresó, Jonathan Alvarado, quien es el administrador de la Municipalidad, la única en todo Honduras que ganó el Partido Salvador de Honduras (PSH).

«En este municipio en los últimos cuatro o cinco años se ha levantado el comercio y la infraestructura y eso tiene que ver con la migración porque aquí la mayor parte de las casas que usted ve de terraza son gente que está en Estados Unidos, a la gente le cambia el estilo de vida», dijo Alvarado.

Contó que en la municipalidad apoyan a personas pobres que necesitan alimentos y contó el caso de una joven señora que todas las semanas llegaba a la Municipalidad, pero hace tres meses uno de sus hijos mayores se fue como indocumentado para Estados Unidos y esto le cambió la vida, «ahora ya ni viene por la provisión, antes la teníamos aquí todas las semanas, ahorita ya días no la miramos», dijo.

Otras familias

Del Barrio Los Mangos en Choluteca, al sur de Honduras, salió José Ángel Ceballos de 21 años, trabajaba como mecánico industrial pero decidió irse hacia el Norte. Hasta el viernes 31 de marzo la familia no tenía información oficial de donde se encontraba o si estaba con vida, «unos dicen que están muertos, pero no se sabe», le dijo a Contracorriente, Luis Felipe Ceballos, tío de José Ángel.

Contó que en su familia estaban destrozados y su única solicitud era que el joven regresara, vivo o muerto. La poca certeza de la información genera más angustia. Es natural que en las familias afectadas haya impotencia, «en los canales sale que está muerto, pero las autoridades no han dicho nada», dijo Felipe Ceballos.

Higinio Ramirez recibe una llamada desde México de un migrante que le informa de la situación en la zona donde se encuentra su hijo. Foto CC/Jorge Cabrera
Higinio Ramirez recibe una llamada desde México de un migrante que le informa de la situación en la zona donde se encuentra su hijo. Foto CC/Jorge Cabrera
Felipe Ceballos, tío de Jose Ceballos, uno de los migrantes hondureños hospitalizados en Ciudad Juárez, trabaja en su taller mientras espera noticias de su sobrino. Foto CC/Jorge Cabrera
Felipe Ceballos, tío de Jose Ceballos, uno de los migrantes hondureños hospitalizados en Ciudad Juárez, trabaja en su taller mientras espera noticias de su sobrino. Foto CC/Jorge Cabrera

Higinio Ramírez, oriundo de Cedeño, Valle, también se encontraba en el centro de detención migratorio, pero este hondureño de 28 años, está hospitalizado y estable. Eso reconforta a su padre, que también se llama Higinio, «lo mejor es que se encuentra con vida, eso es lo que más me alegra, que él se va a levantar de la camilla», dijo el hombre que por momentos solloza. «Son cosas inhumanas que se hacen en esos países, los migrantes son perseguidos. Debe de haber castigo», pidió Higinio.

Desde el Gobierno mexicano se ha responsabilizado a la compañía de seguridad que estaba subcontratada, pero están procesadas penalmente cinco personas, uno es guardia de la empresa privada, tres son oficiales del INM y uno es migrante venezolano, hay una sexta persona que está prófuga. En este proceso, el gobierno ordenó cerrar el centro migratorio.

Este incendio se suma a la lista de tragedias producto de las políticas migratorias de México y Estados Unidos, como la de 2009 en la que 72 migrantes fueron asesinados en San Fernando Tamaulipas o cuando en el 2022, 53 migrantes murieron asfixiados en un contenedor en San Antonio, Texas. Y la tragedia tampoco disuadirá a miles de migrantes en Honduras y en América Latina, que alistan una mochila y toman la ruta buscando un nuevo porvenir. En el 2022, más de 2.7 millones de migrantes fueron detenidos intentando ingresar a Estados Unidos.

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