Según la Organización Panamericana de la Salud, el 99 % de todas las muertes maternas ocurren en su mayoría en países en desarrollo, y están relacionadas directamente con las desigualdades sociales. La pandemia por COVID-19 provocó un aumento en las muertes maternas en Honduras, si en 2019 el país tenía apenas 92 casos, entre enero y septiembre de 2021 se han reportado 153 muertes maternas.
Por Martín Cálix
En julio de 2020, Leticia falleció de camino a un hospital, luego de dar a luz —con ayuda de una partera— a su cuarto hijo. Su hija Sobeyda se hizo cargo de su hermano recién nacido. Pero Sobeyda que entonces tenía 21 años ya era madre de dos, el menor de sus hijos acababa de nacer, igual que su hermano, por lo que pudo amamantar a ambos a pesar del desvelo que implicó cuidar a dos recién nacidos y de la anemia que padecía provocada por su mala alimentación.
Sobeyda amamantaba a su hijo y a su hermano en medio del desconcierto de haber perdido a su madre durante el año de la pandemia. Para ese entonces la COVID-19 estaba en uno de sus picos de contagio más elevados y el sistema de salud hondureño colapsaba de pacientes que necesitaban ser ingresados a una sala de cuidados intensivos que, por cierto, no contaba con el espacio suficiente que se demandaba.
Leticia tenía 42 años y el miedo de contagiarse con la COVID-19 le hizo tomar la decisión de no ir a un hospital donde pudo haber tenido una atención médica más efectiva. El Hospital Escuela, a casi dos horas en carro del municipio de Cedros, es el hospital más cercano que tenía.
La Secretaría de Salud indica que en Honduras, en 2019, la tasa de mortalidad materna fue de 53 por cada 100,000 nacidos vivos, para 2020 esta cifra aumentó a 58 muertes. La Organización Mundial de la Salud reveló que en 2019, a nivel mundial, unas 830 mujeres murieron a diario debido a complicaciones durante el embarazo, el parto o posterior al parto. Las razones, indica el organismo internacional, están ancladas en las «inequidades en el acceso a los servicios de salud», esto con especial énfasis en mujeres del área rural.
Kimberly tenía 16 años cuando falleció por complicaciones después de dar a luz a Mateo, su hijo perdió la vida pocos días después de nacer y Kimberly enfermó gravemente después de eso. La causa de la muerte de Kimberly sigue sin estar clara. Una dificultad que viven muchos familiares de víctimas de mortalidad materna en Honduras es que nunca tienen información completa de la parte médica, lo que complica mucho más el proceso de duelo y sanación. Melania, la madre de Kimberly, cuenta que su hija estuvo ingresada en cuatro hospitales públicos del Distrito Central, pero nada fue suficiente para mantener con vida a su hija y su nieto.
Las tumbas de Kimberly y Mateo están ubicadas en un cementerio aparentemente olvidado por las autoridades: cruces de tumbas que han dejado de verse debido a la maleza. Originaria de Pespire, un municipio del departamento de Choluteca, a unos 82 kilómetros del Distrito Central y del hospital público más cercano, Kimberly tuvo un embarazo sin mayor control prenatal y finalmente también tuvo un parto prematuro.
Pero antes de quedar embarazada, Kimberly, integraba el equipo de fútbol femenino de su comunidad, ese equipo no existe más, pero sus amigas más cercanas —que también eran compañeras de equipo— han acompañado en el luto a Melania, su madre, quien llora sin consuelo sobre la tumba de Kimberly, mientras es rodeada por las tres jóvenes amigas de su hija.
La doctora Marianela Martínez de la organización Optio, que desde el proyecto Siempre Vivas acompañó casos de mortalidad materna en Honduras, indica que «más de 100 mujeres embarazadas en Honduras han muerto por COVID-19». La doctora Martínez habla también del miedo al contagio de las mujeres embarazadas, además que durante los primeros meses de la pandemia en Honduras se impusieron restricciones de movilidad que les dificultaba continuar con sus controles médicos durante la gestación. La Secretaría de Salud indica que hasta septiembre de 2021 hubo 153 muertes maternas, de las cuales 100 eran pacientes positivas por COVID-19.
La mayoría de los casos de mortalidad materna provienen de zonas rurales. La organización Optio identifica en un análisis de datos de 2009 a 2019, que el 90 % de las mujeres y niñas fallecidas procedían del área rural y solo el 33.3 % logró recibir atención en un hospital de especialidades capacitado para dar respuesta de calidad a estos casos de alta complejidad médica.