Plumofobia: Heteronorma y diversidad sexual

plumofobia

Por Dylan Duarte


Hace un tiempo un amigo trans, que además es abiertamente gay,  me comentó que se sentía invalidado porque otro hombre trans había cuestionado su orientación sexual. Esta persona le preguntó: «¿Por qué te gustan los hombres, si se supone que te deben de gustar las mujeres?». Esto me hizo recordar mi propia experiencia cuando me sentí presionado y cuestionado: recibí mensajes por
inbox en mis redes sociales que reclamaban mi postura binaria y el hecho de que me asumiera como hombre trans heterosexual desde mi posición como un hombre trans antipatriarcal. Dicha presión me llevó a cuestionar mi atracción por las mujeres y en los últimos cuatro meses de ese mismo año, durante mi estadía en Ecuador, tomé la decisión de salir con hombres cisgénero, dos de ellos eran gays y uno bisexual. Solo compaginé con uno. Los otros dos, además de mencionarme que les gustaban los hombres «muy masculinos», hablaban de sus fantasías sobre tener sexo con un hombre con vagina, y de cómo yo podía suplir sus deseos carnales, así que terminé sintiéndome peor y salí de ahí, triste y decepcionado. 

El tiempo ha pasado y me ha costado reconocerme y aceptarme como una persona bisexual —sintiéndome atraído solo por hombres trans— y monógama, aunque también me han cuestionado por esta última. Vivir nuestra sexualidad desde la disidencia, la cual, aún en espacios «seguros» es categorizada y criticada, donde los patrones cisheteronormados y sexistas se replican invalidando el sentir de cada persona, hace nuestra existencia aún más dura de lo que ya es. ¿Realmente existen espacios seguros para nosotres cuando dentro de la misma comunidad Lgbtiq+ se nos cuestiona por ser «afeminados», por tener «plumas», por vernos maricones y por querer expresarnos libremente?

Soy un hombre trans que tiene el privilegio de tener cis-passing (pasar como hombre cisgénero) —algo que no me enorgullece—, por lo que la gente que me ve como un hombre cisgénero y gay inmediatamente menciona: «tenés mates de mujer». Entonces, además de tener que vivir en una sociedad que te discrimina, también hay que luchar contra personas de la comunidad Lgbtiq+ que ejercen violencia heteronormada. 

Por siglos, la sociedad ha ejercido un control en el cuerpo y en la sexualidad de los seres humanos, generando patrones sistemáticos de violencia, discriminación e invalidación en contra de todas aquellas personas que se salen de la norma. Es un sistema construido con base en prejuicios y estereotipos que vulneran e invalidan a la comunidad Lgbtiq+. Es esta sociedad regida por patrones patriarcales que a su vez ha construido la heteronormatividad, que replica los prejuicios sociales impuestos por la religión, la cultura, la instituciones, quienes a su vez, juzgan nuestra existencia y nuestra diversidad como personas Lgbtiq+ y nos encasillan entre lo que debemos ser y lo que no. 

Entonces, si transicionaste de mujer a hombre, ¿por qué tenés una pareja hombre? ¿No se supone que deberías de salir con mujeres? Muchas personas creen que ser trans es sinónimo de ser homosexual pero no es así. La identidad de género es independiente de la orientación sexual porque lo primero tiene que ver con quiénes somos y cómo nos identificamos (femenino, masculino, ambos o ninguno) y lo segundo con una atracción sexual, emocional, afectiva o romántica. ¿Qué significa? Que una persona independientemente de su identidad de género puede ser gay, lesbiana, bisexual, pansexual, heterosexual, etc. Entonces, si un hombre trans previo a su transición sentía atracción física y emocional por los hombres y se identificaba como heterosexual, al hacer su transición a hombre pasa a ser un hombre gay porque le siguen atrayendo los hombres. 

¿Y qué tiene que ver la heteronorma?, ¿la cisnorma? Cuando hablamos de heteronormatividad nos referimos a un imperativo social, político y económico y a una norma «legal» que nos dice que todas las personas son y deben ser heterosexuales, siendo esta la única forma correcta, aceptable y normal de expresión de los deseos sexuales y afectivos, y que además, presupone que tanto las preferencias sexuales, como los roles de género y las relaciones que se establecen entre los individuos dentro de la sociedad, deben darse con base en el binarismo de género masculino-femenino, teniendo que coincidir siempre el sexo biológico con la identidad de género y los roles y deseos asignados socialmente a este.

El concepto actual de heteronormatividad fue concebido inicialmente —por feministas lesbianas y liberacionistas a finales de la década de los sesenta y principios de los setenta— como «heterosexualidad obligatoria» y fue estratégicamente reemplazado por el de heteronormatividad, acuñado por  Michael Warner en 1991. Esta —además de lo mencionado anteriormente— se presenta como un razonamiento hegemónico en torno a la sexualidad que legitima y privilegia la heterosexualidad como el único modelo válido de relación sexo-afectiva y de parentesco, es decir, afirma que es el único modelo «normal» de conducta sexual y reproductiva. Añadida a la heteronormatividad, tenemos la cisnormatividad. Las personas cisgénero son aquellas cuya identidad de género coincide con su sexo asignado al nacer. La cisnormatividad al igual que la heteronorma asume que todas las personas son y deben ser cisgénero y por ende, a las personas trans que son quienes rompen la norma cisgenerista se les impuna de manera social, cultural, laboral, etc.

La filósofa y feminista Judith Butler menciona que en una sociedad heteronormativa, el sexo biológico, la identidad de género, el papel social de género y la sexualidad responden a una única significación lineal e inalterable descrita bajo una concepción dicotómica en donde se vincula automáticamente el comportamiento social, el deseo sexual y la identidad personal con el sexo asignado al nacer con base en los genitales. Por lo tanto, según la heteronormativa, cualquier otra forma de conducta, manifestación, orientación sexual e identidad de género contraria a la heteronorma, supone una desviación y una anomalía, quitando todas las posibilidades y percepciones relativas a la sexualidad y su diversidad, invalidando, rechazando y excluyendo.

Pero ¿por qué afirmamos que la comunidad lgbtiq+ también replica patrones que la cisheteronormativa ha implantado en nuestra existencia? Esto nos orilla desde la obligatoriedad binarista a seguir viviendo en la invisibilidad por miedo al rechazo no solo de la sociedad, sino también de algunas personas de la misma comunidad Lgbtiq+. 

Lastimosamente, la cisheteronormatividad está ligada de manera implícita a la comunidad Lgbtiq+ que sigue replicando las conductas y los patrones socialmente establecidos. Por ende, no es nada raro que un hombre gay discrimine a otro gay por su expresión de género femenina y que haga hincapié en que les gustan los hombres «machos», o una mujer lesbiana discrimine a otra lesbiana por su expresión de género masculina y le llame «marimacha» o utilice a las mujeres como un objeto, o una persona trans le diga a otra que no puede ser gay, lesbiana o bisexual porque entonces «no tiene sentido su transición», o «si no estás en hormonas no sos trans de verdad». Hay, incluso, gays, lesbianas y bisexuales cisnormados que instan a que solo existan dos tipos de cuerpos y que cada uno tenga una única identidad de género. En pocas palabras, para estas personas una mujer solo es la que tiene senos, vulva y vagina y un hombre solo quien tiene pene, próstata y barba.

Cada día vemos como lesbianas, gays, bisexuales y trans luchan contra la «plumofobia» dentro de la misma comunidad lgbtiq+, la cual no es más que el desprecio hacia las personas disidentes de los roles de género establecidos, es decir, hay un desprecio hacia las mujeres masculinas, los hombres afeminados y las personas trans que viven su sexualidad fuera de la heteronorma. 

Es importante recalcar que, la heteronormatividad tiene un importante papel en la construcción y reproducción de los roles y los estereotipos de género. Desde que nacemos, nos instauran patrones culturales arraigados que se replican entre generaciones, los cuales nos indican de manera insistente lo que debemos ser y hacer. Se nos prepara para ser de una u otra forma y así evitar salirnos de lo que la norma considera válido y correcto. Ahora bien, ¿qué hace que los incorporemos como ideas y creencias reales? Los roles y los estereotipos se van configurando en un contexto que se llama «socialización diferenciada», porque no socializamos a niños y niñas como iguales, sino como seres diferentes uno del otro. Los factores que han influido en la construcción de la normativa heterosexual y que forman parte de la socialización diferenciada son fundamentalmente la familia, la escuela, los medios de comunicación, la religión, la cultura y por supuesto la sociedad. 

Al igual que la heteronorma, la cisnorma tiene graves consecuencias sobre la vida y la salud mental de muchas personas, porque se sigue reproduciendo un sistema que recompensa a quienes forman parte y cumplen estas normas impuestas —aunque sean Lgbtiq+— y castiga a quienes las rompen.

Es importante reconocernos, educarnos y cambiar la manera en que nombramos nuestra existencia y nombramos a las demás personas. No es lo mismo decir «yo soy un hombre cisgénero y heterosexual«» que decir «yo soy normal». La importancia de nombrarnos sin limitar, sin violentar y respetando a cada persona desde su autonomía tiene la enorme ventaja de eliminar prejuicios, estigmas e incluso discriminación. 

Podemos empezar a tratar a las demás personas sin necesidad de ofender, ni de herir, sino respetando su espacio, su existencia, su vida. Incluir todos estos términos en nuestro día a día puede incluso ayudarnos a determinar mejor la causa del problema y así pensar en posibles soluciones. Quizá algún día podamos hacer realidad el sueño de vivir en un mundo donde el derecho a no ser heterosexual sea realidad.

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Dylan Duarte, médico general, egresado de la Escuela Latinoamericana de Medicina. Hombre trans, defensor y activista de los derechos LGBT+.
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