Luego del asesinato de Berta Cáceres, en 2016, la lucha emprendida por las distintas organizaciones que han exigido que se haga justicia ha tomado distintos matices: desde la lucha callejera hasta expresiones de comunidad y espiritualidad indígena ancestral en distintos espacios y lugares del país. El Campamento Feminista Viva Berta se enmarca en la más reciente de estas batallas: el juicio que se lleva a cabo en la Corte Suprema de Justicia (CSJ), en la ciudad de Tegucigalpa, contra David Castillo, expresidente ejecutivo de Desarrollos Energéticos S. A. y considerado coautor intelectual del crimen contra la líder indígena.
Mientras en el interior de la CSJ, David Castillo enfrenta juicio por ser considerado coautor intelectual del crimen contra Berta Cáceres, perpetrado en 2016, en las afueras, el Campamento Feminista Viva Berta concluyó su tercera semana. Organizaciones de distintas partes del país han llegado hasta Tegucigalpa para realizar este evento que para ellas, es la continuación del legado que ha dejado Berta para las mujeres indígenas de Honduras.
Para activistas y organizaciones que se mantienen a la espera de un resultado que podría poner en prisión a David Castillo en una condena que ronda entre los veinticinco y treinta años de cárcel —según el artículo 193 del nuevo código penal hondureño— instalar un campamento de esta dimensión conlleva un enorme esfuerzo, debido a que la mayoría de las organizaciones se movilizan hasta la capital hondureña desde sus regiones de origen para realizar una actividad que implica una medida de presión más para el Gobierno hondureño.
Que el campamento se declare feminista es importante para las mujeres que han decidido llevarlo a cabo, debido a que Berta Cáceres era una mujer indígena y feminista, esto refuerza la identidad de la lucha y su legado, explica Ninoska Alonzo, de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras, a través de un contacto con las radios comunitarias del Copinh.
«Es un legado que se nos ha dejado, es una forma de seguir resistiendo», explica por su parte Mabel García de la Organización Fraternal Negra de Hondureña (Ofraneh), una organización con la que Berta tuvo siempre una relación cercana basada en los lazos de hermandad, solidaridad y coincidencias de lucha. Para Mabel, este campamento no es otra cosa que una forma de presionar al Estado hondureño para que esclarezca el caso y condene a los culpables intelectuales y materiales del asesinato de Berta Cáceres.
En el campamento, como en muchos espacios donde se exige justicia por el crimen contra la líder del Copinh, la consigna «Berta vive en todas las rebeldías», es permanente. La rebeldía de estas mujeres radica en soñar y luchar por una sociedad que garantice la libertad de las mujeres y sus derechos fundamentales, que no haya más feminicidios, que no haya más mujeres oprimidas en sus hogares y en sus organizaciones.
El campamento de las organizaciones sociales estará instalado en las inmediaciones de la Corte Suprema de Justicia hasta el final del juicio contra David Castillo, donde se ha revelado la implicación de Daniel Atala, otro ejecutivo de la empresa DESA, por lo que Copinh, la Ofraneh y otras organizaciones esperan también sea llevado a juicio.