Unas 350 familias del sector de Chamelecón se han refugiado en los bajos de un puente porque los albergues disponibles no son una opción. Estas familias intentan evadir la inundación, pero también la violencia en sus comunidades controladas por pandillas. El Estado hondureño no les ha garantizado seguridad durante la emergencia provocada por las dos tormentas tropicales que destruyeron sus hogares y ahora, en la incertidumbre calculan que la reconstrucción de sus hogares tardará un año si el Gobierno no destina recursos a su reparación.
El río Chamelecón ha inundado y destruido dos veces las colonias a lo largo de su cauce en el sector que lleva su nombre, que además es uno de los focos de violencia en San Pedro Sula, la segunda ciudad con más homicidios en el país, que únicamente en 2019 registró 438 homicidios según datos de la Sepol. Con las pandillas y su guerra permanente por el control de los territorios, el sector de Chamelecón ha conocido también la inclemencia de dos tormentas tropicales que en cuestión de días han destruido todo a su paso.
Sobre la ribera del río, unas 1500 viviendas yacen entre el fango, la arena arrastrada por la corriente de la inundación y las aguas estancadas que comienzan a oler a putrefacción. En Chamelecón se camina entre la destrucción.
Roxy es una mujer trans de 25 años que junto a su familia lo perdió todo, ella acompaña a su amigo Fernando de 24 años para poder revisar lo que ha quedado de su casa. Roxy y Fernando no solo lo han perdido todo en un sector que les ha visto nacer y crecer, también están conscientes de que la reconstrucción de sus colonias la harán las personas que viven ahí, solas, sin ayuda gubernamental, porque a Chamelecón no llegan las ayudas —dicen, mientras caminan entre los restos de lo que antes era su colonia—.
Crecer en un sector como Chamelecón para una mujer trans es crecer siendo invisible entre los invisibles. La homofobia y la transfobia se manifiesta en bromas y chistes que aparentan amistad o una falsa aceptación, pero que Roxy y Fernando han normalizado para poder sobrevivir.
Cuando el cauce del río creció, huyeron dejándolo todo atrás, una vida representada en las pocas pertenencias materiales que ahora no existen más. Roxy, incluso ha perdido a una tía en medio de este desastre de la que no sabe si está viva o muerta. Fernando, quien antes de las dos tormentas tropicales vivía únicamente con sus dos abuelos a quienes cuidaba, pero que ahora ha debido llevarlos fuera del barrio, se ha quedado durmiendo algunas noches debajo de un puente donde hay otras personas de su sector. Roxy y Fernando no han recibido ayudas de ninguna organización o institución del Estado, ni siquiera de las organizaciones de la comunidad LGBTI, aseguran.
Bajo el puente que desde la ciudad de San Pedro Sula conduce hacia la salida al centro y occidente del país, al menos unas 350 familias pasan los días desde que la tormenta tropical Eta —que provocó la crecida en el cauce del río Chamelecón— inundó sus viviendas, cuando la tormenta tropical Iota apareció para coronar una devastación que se sabe absoluta, muchas de estas familias intentaban limpiar sus casas y volver a habitarlas, algo que ya no pudieron hacer.
Se han instalado bajo este puente a pesar del frío y el hambre, a pesar de que las condiciones sean insalvables, porque en su sector se ha habilitado un único albergue que no tiene la capacidad de refugiar a todas las familias afectadas de esta parte de Chamelecón, el resto de los albergues están en territorio de la pandilla contraria a donde no pueden llegar porque la violencia no se los permite.
Ser damnificado hace que las personas se olviden de la pandemia porque hay otras necesidades que resolver, afirma Santos España, un hombre de la tercera edad que se ha refugiado debajo un puente junto a los vecinos de su comunidad.
Sin credibilidad en los militares —quienes han sido la única presencia del Estado hondureño bajo este puente— y en las demás instituciones que atienden la emergencia climática provocada por las dos tormentas tropicales, los habitantes de la ribera del río Chamelecón han decidido quedarse a la intemperie porque para estas familias es el mal menor entre una lista larga de males que les aquejan.
En Chamelecón incluso la sede del comité sectorial de la Cruz Roja Hondureña se ha convertido en albergue donde están damnificados los 24 voluntarios y su familias. Odalma Henríquez de la Cruz Roja, en el sector de Chamelecón, dice que no se dan abasto para atender a las familias damnificadas de 60 colonias que han sido arrasadas por las inundaciones. Esta también es la razón por la que no han podido continuar con la aplicación de las pruebas para detectar COVID-19 aunque Copeco insiste en que es parte de los protocolos en todos los albergues del país durante la emergencia provocadas por las dos tormentas tropicales.
Las familias de Chamelecón esperan que baje el agua para poder volver a sus hogares e intentar reconstruir sus vidas, una reconstrucción que dicen enfrentarán solos porque a Chamelecón —cuentan los damnificados debajo del puente— no llega nadie del Gobierno.
Mientras las familias de Chamelecón esperan que las condiciones mejoren para volver a sus hogares, en el Valle de Sula sigue lloviendo y los cauces de los ríos han vuelto a subir, poniendo en pausa cualquier idea de reconstrucción porque las colonias han vuelto a inundarse. La tristeza y el llanto es todo lo que han tenido desde que Eta inundó sus hogares hace poco más de dos semanas, estos barrios y colonias han sobrevivido a la violencia de las pandillas, a la violencia gubernamental manifestada desde su ausencia, a la pandemia por COVID-19 y ahora sobreviven al hambre y al frío en condiciones de adversidad absoluta.