Migrantes en EE. UU., ¿amparados o desamparados ante la pandemia?

Pocas semanas han pasado desde que el COVID-19 levantó la mano y dijo presente. Ha sido tiempo suficiente para dejar al descubierto el descalabro en el sistema de salud pública que existe en la gran mayoría de los países del mundo. En algunos, sin lugar a duda, ese descalabro es mayor, como es el caso de Italia, España, Brasil, Estados Unidos y Chile, sólo por poner algunos ejemplos. Un sistema de salud pública responsable y sólido no es aquel que combate con eficacia una enfermedad, sino aquel que sabe prevenirla con sagacidad. Tal es el caso de la isla de Cuba, donde la ciencia médica ha encontrado tierra fértil. Cuestión que actualmente le permite a los médicos realizar más de 1,000 exámenes diarios para comprobar los contagios, al tiempo que se han desplazado brigadas médicas para auxiliar a países como Italia, Venezuela, Brasil y Nicaragua. 

A España e Italia, en solo un mes, el COVID-19 los puso de rodillas. Y algunos países de América, incluyendo EE. UU., se quedaron como María Antonieta de Francia luego de la decapitación de su marido; viendo la masacre y esperando su hora.

En el caso de Estados Unidos, es importante decir que el sistema de salud con que cuenta es uno de los más excluyentes y cuestionables de la región. La historia de que en este país hay un «gran» sistema de salud es un mito. Primero porque la salud pública de calidad no existe. Segundo, si quieres salud de calidad tienes que matricularte con una aseguranza, y esto no es que sea malo, el problema es que este país es como una mesa, cuya pata principal está conformada por al menos 50 millones de migrantes de todo el mundo. Muchos de ellos ilegales que trabajan con horarios indefinidos con salarios muy bajos, por esto —entre otras razones—, no cotizan en el mercado de la salud.

El panorama, sobre todo para los pobres, resulta poco halagador. Para los migrantes de todo el mundo, especialmente los que residimos en Estados Unidos, aún menos esperanzador, porque nos enfrentamos a medidas de contención del virus poco claras, y a necesidades económicas y de seguridad más exigentes. Por otro lado, ante la crisis del COVID-19, el gobierno de Estados Unidos se ha comportado de manera mediocre. No ha efectuado un confinamiento adecuado, no ha facilitado el método de las pruebas rápidas para la ciudadanía en general, no ha dado medidas claras sobre el comportamiento que debe adoptar las sociedad laboral ni mercantil, no ha proporcionado información contundente sobre las acciones empresariales. 

Y, si bien es cierto que algunos Estados adoptaron medidas de contención del virus, en algunos de ellos estas medidas fueron, como dice el dicho «gallogallina». Esto permite que cada ciudadano haga su propia interpretación y aplicación de las medidas. El problema con este método es que el virus no entiende de interpretaciones o aplicaciones particulares en cuanto a las leyes, el COVID-19, en tres segundos que tiene de vida al aire libre, puede contagiar a todas las personas con que se encuentre, ya sea una o mil. Para reforzar este comentario, dejo por caso lo ocurrido en la ciudad de Austin, capital del Estado de Texas. Después de que se emitiera una orden de quedarse en casa, se emitió una aclaratoria de que dicha orden no era obligatoria. En un tuit, la ciudad posteó lo siguiente: 

City of Austin

@austintexasgov

El Departamento de Policía de Austin ha recibido varias llamadas en referencia a la orden de Quedarse en casa/Trabajar Seguro. Es importante saber que esto no es un encierro mandatorio. La prioridad de APD es mantener al público seguro a través de educación y conciencia.

7:56 p. m. · 25 mar. 2020  https://twitter.com/austintexasgov/status/1242978609461112841

La trampa que encierra esta cuestión es que gran cantidad de personas viven de lo que ganan a diario, esto significa que la frase «Es importante saber que esto no es un encierro mandatorio» les da luz verde para salir cada mañana a buscar sus trabajos como si nada estuviera ocurriendo. Y a la vez, es una manera que tiene la ciudad de librarse de ciertas responsabilidades coyunturales. En esta ciudad, la orden de confinamiento entró en vigor el martes 24 de marzo a las 12 de la media noche, no obstante, el miércoles 25 de ese mes, las calles estaban igual de transitadas que el día anterior, porque para la población —sobre todo migrante—, la concienciación sobre el virus no traspasa la línea de «tendré cuidado», enfatizando la conjugación en futuro del verbo «tener».

A la fecha (27 de marzo) EEUU cuenta con más de 80 mil casos de contagios y alrededor de 1300 muertos y, como dicen los escrutiñadores electorales: «y subiendo». Hace solo 7 días (el 20 de marzo) se contabilizaban alrededor de 20 mil contagios y poco más de 200 fallecimientos. Vea usted el aumento en una semana.

Con medidas tan débiles como las adoptadas en Austin, el COVID-19 será como un tornado. Y más aún si le sumamos la incapacidad económica de gran parte de la población para pagar el tratamiento de esta pandemia. Como se mencionó anteriormente, en Estados Unidos, la salud está en manos privadas, lo que da lugar a que las aseguradoras hagan grandes negocios. Tal es el caso de Danni Askini, quien se recuperó del COVID-19 en un hospital de Boston, pero le llegó una factura de 34,927.43 dólares, porque no contaba con el respaldo de una aseguradora. Vea aquí la nota.


A estas alturas del COVID-19, los gobiernos del mundo deberían estar aglutinados en un sistema de abordamiento del problema de modo conjunto, no obstante, muchas naciones siguen, como dice el dicho «cada cual llevando agua para su propio molino». Una de las pocas luces que vemos al final del túnel es la utopía de que el COVID-19 pueda mutar a una versión menos mortífera, como ya lo sospecharon algunos científicos, no obstante, esto es como apostarle al póker: nunca sabes si vas a ganar o perder.

Anacleto Soriano Contributor
Sobre
(1990) Estudiante de Sociología en UNAH-VS. Autor del libro de poesías ECOS, que, junto a Sinestesia de Alexandra Prudencio, conforma la primera publicación de la serie poética Viceversa. Cofundador del grupo musical Son de Pueblo, en El Progreso. Agricultor por vocación.
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Escritora, no labora en Contracorriente desde 2022.
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2 comentarios en “Migrantes en EE. UU., ¿amparados o desamparados ante la pandemia?”

  1. Cinthya Maldonado

    Excelente articulo, que deja clara la situación de muchos migrantes en EEUU , en esta crisis del covid 19.
    Y que una vez mas deja entrever el sistema de salud de dicho pais.

    ” La salud es un derecho universal “

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