En 2007 se aprobó la Ley de Promoción a la Generación de Energía Eléctrica con Recursos Renovables que autorizaba la compra directa de energía sin necesidad de licitaciones y la promoción de incentivos hacia las empresas generadoras. Desde entonces se han firmado más de 200 contratos con empresas privadas, de los cuales solo 90 han entrado en operación y están generando energía. La capacidad instalada de las generadoras renovables representa el 62% del total contratado en el país. Según estimaciones del Sindicato de Trabajadores de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (STENEE), entre renovables y térmicas, se produce un promedio de 1600 megavatios de los 1670 que se necesitarán en 2020. Después de 13 años un gran porcentaje de los 70 mil millones de lempiras de deuda que mantiene la ENEE es a causa de los contratos que garantizaron un negocio redondo para los empresarios, pero significaron aumentos de tarifas y ninguna mejora para aproximadamente 1.6 millones de habitantes que no cuentan con electricidad en el país.
Cuando en 2011 la maquinaria de la empresa Energía Eólica de Honduras invadió la tranquilidad de los pobladores de los municipios de Santa Ana y San Buenaventura para instalar 51 aerogeneradores de 80 metros de altura, los pobladores de esa zona pagaban por mucho unos 100 lempiras (4 dólares) mensuales por consumo de energía eléctrica. Al menos eso cuenta doña Sandra, vicepresidenta del Consejo Indígena Lenca de Santa Ana.
Ahora doña Sandra no logra entender cómo en un solo año —entre febrero de 2019 y febrero de 2020— pasó de pagar 467 lempiras (19 dólares) a pagar 834 lempiras (34 dólares), a pesar de que su consumo de kilovatios/hora solo se ha incrementado la mitad de lo que le están cobrando.
Esta mujer de un poco más de 50 años se pregunta cómo a pesar de todas las promesas, mentiras y engaños que se pusieron en práctica, para que una gran parte de la comunidad aceptara la instalación de un proyecto de energía renovable en un territorio con título ancestral perteneciente a la población lenca, no han obtenido ni siquiera una reducción en los costos de la energía que consumen.
Este proyecto aprobado por el Estado de Honduras en 2008 durante la gestión de Manuel Zelaya Rosales mediante el decreto ejecutivo PCM-16-2008, es el punto que inició la puesta en marcha del cambio de matriz energética que permitió la contratación de cientos de proyectos de generación de energía renovable. Estos proyectos se han convertido en uno de los principales causantes del descalabro económico de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), y que a inicios de este año resultó en la instalación de una comisión interventora.
El parque eólico ha sido totalmente invasivo en la comunidad de Santa Ana, las torres metálicas se ven desde cualquier punto del pueblo, 13 de febrero de 2020. Foto: Martín Cálix.
Nueva interventora, viejas cuentas por pagar
«Es urgente que la deuda histórica que hoy suma más de 70 mil millones de lempiras pueda ser reestructurada debidamente, con base en las negociaciones transparentes que garanticen a la ENEE ahorros significativos», ese fue el mensaje que el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (COHEP) dejó en un comunicado de prensa en diciembre de 2019. Unas semanas después el Consejo de Ministros anunciaba la instalación de una comisión interventora con el objetivo de «lograr la estabilización financiera de la empresa y la aplicación plena de la Ley General del Sector Eléctrico de Honduras».
La Ley General del Sector Eléctrico de Honduras entró en vigencia en 2014, pero hasta el día de hoy su implementación en el sector energético del país ha sido prácticamente nulo, provocando una ampliación de la crisis que se viene arrastrando desde que en los años 90, ante los racionamientos de casi doce horas en muchos departamentos del país, se declaró la crisis que conllevó a los primeros contratos con las generadoras térmicas privadas.
Estas generadoras tuvieron el monopolio de la venta de energía a la ENEE hasta que en el gobierno de Manuel Zelaya Rosales se abanderó el cambio de matriz energética para pasar de la generación de energía «sucia», a través de las térmicas, hacia la generación de energía renovable aprovechando los bienes naturales del país. A partir de esa fecha, según informes de la Secretaría de Energía, hubo al menos 200 contratos firmados con empresas privadas.
Según Hugo Noé Pino, economista y miembro del Instituto de Investigación de Políticas Públicas (IIPP), una gran parte de la deuda que sostiene la ENEE es provocada por esos contratos. «Hasta los mismos empresarios han mencionado que son contratos sobrevalorados por encima de los precios en Centroamérica», apunta el economista y explica que el desastre ha sido sistemático e incluye también las pérdidas técnicas que no se redujeron y eran responsabilidad de la Empresa Energía Honduras (EEH), de capital mayoritariamente colombiano, con la que se firmó un contrato de fideicomiso por 360 millones de lempiras (14.5 millones de dólares).
EEH era la encargada de reducir las pérdidas por efectos de distribución en 17 puntos porcentuales. Sin embargo, no se logró y actualmente la cantidad de pérdidas en la ENEE asciende a una cantidad de 12,630 millones de lempiras (509 millones de dólares). «En esa carrera impulsada desde la presidencia de promover alianzas público privadas, no se analizó bien la compañía que se estaba contratando, ni si tenía la competencia adecuada. ¿Qué tipo de intereses económicos jugaron?, ¿por qué el sindicato se involucró?», apuntó Hugo Noé Pino. Una hipotética cancelación del contrato ante su incumplimiento podría significar un mayor perjuicio económico para el Estado ante una posible demanda por parte de EEH. Todo lo que rodea a la ENEE representa pérdidas.
Ahora la comisión interventora liderada por la abogada Miriam Guzmán, quien dirigía el Servicio de Administración de Rentas (SAR), es la encargada de poner en funcionamiento —en medio de la crisis— la Ley General de la Industria Eléctrica que tiene como plan básico la liberalización del mercado energético y la división de la empresa estatal en tres sociedades: Empresa de Generación y Comercialización de Electricidad (Egeco), Empresa Eléctrica de Transmisión y Operación (Emeto) y Empresa de Comercialización y Distribución de Electricidad (Edco).
También se ha señalado la importancia de que esta interventora haga una renegociación de los contratos de energía renovable que se firmaron entre 2008 y 2019, en el marco de la Ley de Promoción a la Generación de Energía Eléctrica con Recursos Renovables, que fue aprobada por el gobierno de Zelaya y reformada en 2013 en el Congreso Nacional mientras Juan Orlando Hernández era presidente del Legislativo.
Estos contratos de energía renovable no pasaban un proceso de licitación, simplemente eran ofertados a las empresas ante la junta directiva de la ENEE , la cual según ley estaba obligada a aceptar la propuesta de generación y luego se pasaba al Poder Legislativo para su aprobación definitiva. Las generadoras aprovecharon la ley para beneficiarse económicamente de un negocio con 0% de riesgos al obtener costos fijos por la potencia instalada, aunque la energía producida no sea constante en el caso de las eólicas, plantas solares e hidroeléctricas, porque dependen de las condiciones climáticas y los recursos naturales de donde generan la energía. Para Hugo Noé Pino lo que hará la interventora en este sentido es tomar algunas medidas paliativas y esconder actos indebidos del gobierno.
La ciudad de los vientos en Honduras
Santa Ana y San Buenaventura son dos municipios al sur de la capital de Honduras. En los últimos años se han convertido en un destino turístico de fin de semana por la atracción del parque eólico que fue cimentado en las montañas que le rodean, más precisamente en el Cerro de Hula. Un lugar que según el Instituto Hondureño de Ciencias de la Tierra (IHCIT) fue un volcán activo y que conserva los vestigios de las terrazas agrícolas prehispánicas más importantes de la región.
Doña Sandra ha vivido toda su vida en la zona y cuenta que ahora cuando ve a los turistas venir de la ciudad a tomarse fotos con las eólicas se siente triste y frustrada, la lucha para que respetaran las tierras de sus ancestros se acabó y nadie —casi nadie— escuchó sus reclamos.
El pueblo lenca de Santa Ana cuenta con un título ancestral que data de 1882, este título les da pleno derecho sobre sus tierras; además, como pueblo indígena están amparados por el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que indica que ante la instalación de proyectos de cualquier índole sobre sus tierras, será obligatoria la consulta a los pueblos y comunidades indígenas que habitan la zona de instalación. Sin embargo, en 2008 cuando empezaron a convocar a reuniones de socialización del proyecto, nadie les consultó si querían esa instalación en sus tierras, solo les dijeron que sería «lo mejor que podría pasarle a Santa Ana» y luego desaparecieron por un par de años.
La empresa encargada del proyecto fue Energía Eólica de Honduras, una subsidiaria de la empresa Globeleq Mesoamérica Energy, con registro público en Las Bermudas, según un documento de la Comisión para la Defensa y Promoción de la Competencia al que tuvo acceso el medio centroamericano El Faro para uno de sus reportajes. En un principio este proyecto estaba destinado a tener una capacidad instalada o potencia máxima de 102 megavatios de energía y en ese contexto instaló 51 aerogeneradores en las montañas que rodean las tierras lencas, en 2013 se dio una ampliación en el tiempo del contrato y se instalaron 12 turbinas más para completar uno de los parques eólicos más grandes de Centroamérica con 126 megavatios de potencia instalada.
Según estimaciones del Sindicato de Trabajadores de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (STENEE), en Honduras hay una potencia instalada de 2638 megavatios pero la reducción de la generación a causa del clima en las hidroeléctricas, fotovoltaicas y eólicas, deja la potencia firme en 1600 megavatios. Esto supone 100 megavatios menos de lo que se necesita para la demanda de energía en el país. Esa fluctuación de energía no representa ninguna pérdida para los generadores que en los contratos firmaron garantías para que se les paguen costos fijos por la potencia instalada. Por ejemplo, en el contrato que firmaron Manuel Zelaya Rosales, expresidente de la Honduras, y Jay Gallegos, representante de Globeleq Mesoamérica Energy se estipulaba que ante una posible privatización de la ENEE, el gobierno garantizaría el cumplimiento de las obligaciones adquiridas, pasara lo que pasara.
Doña Sandra tiene otra perspectiva de las estrategias de las empresas de energía renovable y la forma en que aventajan cualquier situación. Las familias se han quejado por el ruido insoportable de las turbinas durante la noche, la sombra intermitente que se mete a las casas provocando dolores de cabeza y los cimientos de concreto de las torres que han provocado que el suelo se vuelva infértil para la siembra.
A solo unos metros de la zona de ampliación del parque eólico, en San Buenaventura, vive Bairon y su familia. Cuentan que les ha tocado acostumbrarse al desvelo provocado por el motor y aspas del monstruo productor de energía de 80 metros de altura, «uno se acostumbra», dice la mamá del joven mientras hace tortillas en el fogón de su cocina. Desde el aerogenerador más cercano al terreno familiar, donde se ubica su pequeña casa, se puede ver la totalidad del parque eólico instalado. Bairon señala los lugares donde jugaba cuando era niño, en los tiempos donde todo estaba lleno de árboles. «Hemos tenido reuniones donde hemos solicitado que ejecuten la reforestación que habían prometido. Solo prometen y nunca vienen».