En Honduras las mujeres no paran, solo resisten

“Si nosotras paramos, para el mundo”, es una de las consignas que desde el año 2015 los movimientos de mujeres organizadas han posicionado cada 8 de marzo, fecha en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Esa fue la consigna ayer en las calles de Tegucigalpa.

La propuesta surge del movimiento de mujeres en Argentina e idealmente pretende que todas las mujeres de más de 150 países a nivel mundial “paren” sus acciones y labores cotidianas para trastocar la economía de sus países, para hacer sentir su ausencia. “Es un llamado de atención a estos gobernantes corruptos que nos tienen pobres y muriendo en la violencia” enfatizaba doña María Gregoria Meza, vice presidenta de la Red de Mujeres de La Esperanza, Intibucá, quien desde las 4:00 de la mañana viajó con rumbo a Tegucigalpa junto a unas 30 mujeres indígenas, para participar en una protesta que culminó en la Plaza Central Francisco Morazán en la capital. Una ciudad muy diferente a sus entornos rurales.

En una de las esquinas de esta misma plaza, “Maya” no paró. Maya se levantó temprano ese día, como cualquiera, para ejercer el trabajo sexual.

Esbelta, alta y de piel trigueña, con 36 años de vida, Maya trabaja a tiempo completo como trabajadora sexual desde los 22 años. A Maya le preocupaba no hacer aunque sea los 500 lempiras que en un mal día hace.

«La situación está bien difícil en este país, ya casi va a ser Semana Santa y en esa semana hay poco trabajo. Nosotras no paramos como dicen esas mujeres que vienen en la movilización, tenemos que comer, nosotras no nos podemos dar el lujo de no trabajar un día», dice Maya quien comparte realidad en esa misma plaza con 20 mujeres más, unas prostitutas, otras vendedoras ambulantes. Maya dice que las reglas de la calle son claras y ellas ya no dejan entrar a otra mujer más a trabajar en su zona, les ha costado muchos años y riesgos ganarse el territorio.

Mientras Maya cuenta esto, en la plaza suena la protesta de organizaciones feministas y de mujeres.

“Hoy paramos porque históricamente no nos dejan decidir sobre nuestros cuerpos, porque estos han servido a las organizaciones criminales, a los militares, a los funcionarios y a los religiosos como campos de batalla”, decía Katto Salinas del Colectivo 4 Lunas. En Honduras es asesinada una mujer cada 16 horas y el 90% de los casos quedan en la impunidad, según el Centro de Derechos de Mujeres (CDM). Se desconoce cuántas mujeres se dedican al comercio informal y al comercio sexual, pero las calles llenas de mujeres trabajando todos los días de forma precaria es la imagen que da rostro a la alta cifra de desempleo que tiene el país.

Liliana Andino una mujer de 51 años, comparte con Maya el espacio, solo que ella vende golosinas en su chiclera. Lleva 30 años en esa rutina, sin parar porque tiene una hija y es madre soltera.

Entre risas, peleas por el espacio compartido con doña Cruz su vecina de venta alrededor del árbol y las pláticas de sus clientes, que en su mayoría son hombres en busca de cigarros; transcurren sus días.

«Yo sé que hoy es el día de la mujer, como el 25 de enero que yo cumplo años, pero no puedo andar en esas marchas y bailes porque tengo que hacer para comer… aunque nos vienen a invitar las muchachas de las organizaciones, uno no puede dejar el trabajo botado» explicó a Contra Corriente Liliana cuando la movilización de mujeres está por terminar frente a la Catedral de Tegucigalpa.

De 3.6 millones de hondureños y hondureñas que componen la Población Económicamente Activa, sólo el 37% son mujeres y casi el doble (63%) son hombres, según datos que maneja el Observatorio del Derecho Humano la Alimentación en Centroamérica. En Honduras hay 2 millones de desempleados, ante esto la opción es el comercio informal. La postal del centro de Tegucigalpa y San Pedro Sula que cada día muestra más personas en las calles en pequeños puestos de miles de artefactos o golosinas para la venta, lo ratifica. El comercio sexual, a pesar de ser ilegal, es también otra opción que cada vez se hace más evidente.

Maya y sus compañeras vieron como las actividades finalizaban desde su banca, ni siquiera de su asiento pueden moverse, porque corren el riesgo de que otra lo tome. “Y si a eso le sumamos las peleas constantes que tenemos con los municipales (policías), sinceramente es imposible parar o moverse a esa marcha que hacen” expresa Maya mientras sigue lamentando que sin duda para ella ese 8 de marzo fue un día igual a los demás.

 

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