Tejiendo con letras

Que Honduras se desangra no es novedad. Mientras estas letras intentan ordenarse en palabras para plasmar ideas, preguntas, respuestas y desahogo, la voz que está con voz (una radio nacional) transmite que acaban de balacear al director del periódico alternativo El Libertador y a su esposa. Los poderes fácticos arremetiendo nuevamente.

Aquí gobierna la ley del más corrupto, pero en este entierro para todos hay vela.

Arriba hay una reducida horda, en mayoría descendientes lejanos de Alí Babá. Bailan al son de las élites mercenarias de la globalización: politiqueros, banqueros y militares, especialmente del aguililla norteño. Salvo raras excepciones, estos Epulones entregan y depredan las riquezas comunes que nos quedan, con tal de vivir en opulencia ociosa. Hacen camellar a los de abajo con ínfulas de superioridad, por sus apellidos, muchas veces comprados. La falta de arraigo embrutece.

En medio, los profesionales y de oficio, comúnmente malinches o de conciencias adormecidas. Sobresalen los autoproclamados líderes del cambio desde múltiples plataformas como sociedad civil, grupos obreros y agrarios, colegios profesionales, izquierdas, iglesias, alianzas, etcétera. Al paladear las migajas de las migajas de los Epulones, bailan su son y traicionan hasta la nana para seguir migajeando.

Abajo la mayoría predominantemente jóvenes y mujeres, son tratados de menos.

Conquistas sociales parecen un voltear de tortilla machista amasada por mujeres valiosas pero invisibilizadas. En la lucha sirven de carne de cañón contra los represores en lo público; carne para los pinchos fálicos de los dirigentes, al interior. Algunos comienzan desde abajo con una compa “en la calle codo a codo siendo mucho más que dos”. Pero cuando a ella la lucha la va curtiendo para que ellos vayan subiendo, la reemplazan por otra más joven y de arribita. ¡Y ay de aquella que descubra y ejerza su talante de liderazgo! Si la asesinan, comienza un teatro.

En el velorio de la guardiana de los ríos, Berta Cáceres luchadora social asesinada en marzo de 2016, hubo toma de fotos y firma de autógrafos. En estos escenarios desfilan los discursos y acuerdos de duelo, tapaderas de complicidad del que otorga callando. ¡En vida hermanos, en vida!

El poder, aún en micro dosis se torna en elixir de eternidad y es adictivo. A la juventud en vez de prepararla delegándole liderazgo, se la relega. La reprimen y humillan los viejos de su misma clase. De los estatutos profesionales hay historias. Docentes ostentando hasta tres plazas y recién egresados sobreviviendo por años “cubriendo” incapacidades o calentando huevos alegres por una plaza. Médicos con sueldos jugosos como directores politiqueros sin perder sus plazas y jóvenes por contrato, o haciendo guardias en clínicas privadas ganando menos del salario mínimo. En la UNAH los chafas gasean estudiantes, les matan a sus padres, los asesinan; comandados actualmente por alguien otrora dirigente sindical. Y el muchacho que explotando de frustración ajusticia algún traidor, se abandona a su suerte en la cárcel.

Cuentan que en la Cuba de Fidel, cuando descubrieron a altos militares narcotraficando, los enjuiciaron, los condenaron y pagaron con pena máxima. En una película de Mandela, se ve cuando el movimiento libertador, ajusticiaba a sus compañeros que se convertían en orejas y soplones del poder opresor establecido.

Auditorías internas, denuncias, corrección y cárcel son necesarias. Los valores como la lealtad son imprescindibles y se aprenden adentro con ejemplo.

Honduras nunca se va sanear a puros güevos, ni tiñéndose el pelo. La lucha pacífica es incluyente. El cambio se organiza y realiza con ovarios, candidez y energías juveniles. Requiere de los viejos humildad, valor y  fe para nacer de nuevo en otros y otras.

Miriam Wood Contributor
Sobre
Nacida, criada y enraizada en El Progreso, Yoro, Honduras; aun cuando ande peregrinando por el mundo. Ostento varios títulos y prefiero el de necedad.
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