La gastronomía hondureña es muy diversa de acuerdo a la región del país donde nos ubiquemos. El olfato se dispara con alguna exquisitez. En este cambiante clima de agosto me atreví a ir a la playa nuevamente, pero ésta vez me alejé de lo tradicional y me acerqué a lo cultural.
Hoy quiero platicarles de un lugar que me dejó atónito: “Garífunas Place”. Éste acogedor rinconcito está ubicado en La Ensenada, Tela, Atlántida. Cuando llegás a la comunidad, entrás y es la última champita.
Primero es importante señalar que la vista es impresionante, lo delicioso de esto es sentir la brisa del mar y la relajante sensación de arena en tus pies.
La gran variedad de platillos que acompaña el lugar te deja con la boca hecha agua desde que llegás. Descubrí este rinconcito gracias a Raúl, un lanchero de la zona que me dijo: “allí se va a chupar los dedos perrín”.
Al conocer el lugar la vista se te ilumina, te sientas en una silla y el mundo cambia, el mar generalmente está espectacular, la verdad no hay otra palabra para describir esa postal.
La cultura garífuna es la que más ha influenciado nuestro país, por el mundo está popularizado el tradicional baile “punta” y ni hablar de sus deliciosos platillos.
No puedo criticar decoración o servicio de meseros porque completamente se me olvidó, el mar me hipnotizó y además que es un rinconcito pequeño atendido con cariño y que según me dijo Raúl, el pescado es fresco.
En el menú encuentras todos los mariscos en las preparaciones que se te ocurra, si eres alérgico a ellos allí sí que no te lo puedo recomendar.
Sopas, caracol, camarones, langosta, ceviche, pescado todos estos en las preparaciones que se te antojen.
Déjame decirte que caí rendido a los pies, bueno a las aletas de un pescado “XL”, así le llaman y te imaginarás la razón. Nunca en mi vida me había comido un pescado tan grande, te cuento que se tarda de 20 a 30 minutos que te sirvan, pero te prometo que vale la pena.
Este pescado inmenso lo sirven orgullosamente como el especial de la casa, es un pescado de profundidad que comúnmente le llaman: “curruncha”, nos reímos a carcajadas por el nombre pero además por admirar el tamaño de este animal.
La curruncha viene acompañada de un arrocito con frijoles, tajadas de plátano, ensalada de lechuga, cebolla en encurtido y limones.
Este pescado está muy bien frito que dan ganas de ir a pedir la receta, es crujiente por fuera y suave por dentro, el arroz con frijoles sabroso, las tajadas como tiene que ser bien fritas y la ensaladita fresca.
A este peculiar platillo lo único que le falta es la bendición de papa para que sea santo, son 300 lempiras que te juro no te arrepentirás.
Tuve la oportunidad de probar los camarones a la diabla, estos con los mismos acompañantes que el pescado, te cuento que tienen un picante sensual riquísimo que realmente das gracias al cielo porque existen este tipo de cocineros y cocineras.
Al estar en lugares como estos en contacto directo con la naturaleza y además con parte de nuestra cultura, te hace sentir orgulloso de nuestra tierra y que en realidad no tienes que estar en un gran complejo para saborear estas delicias.
Me quedé con las ganas de probar la popular “machuca”, pero es que la verdad quedé “hasta atrás”. Si algún día vas por esa zona y la pruebas me decís cómo estuvo.
Después de la tostada con el sol que me di, el pescado gigante que me comí, no me queda más que decir que la comida preparada con cariño, dedicación y además con magia garífuna es de las mejores experiencias que he tenido en mi vida.
Te invito a ir a Garífunas Place, allí está la magia y lo comprobarás, porque como me dijo Raúl, allí te chupas los dedos.
Y recuerda que comer no es lo mismo que degustar.