La final de fútbol es un día importante para el país, no solo para los aficionados de los equipos finalistas. Esa tarde de domingo, calurosa como los días últimos en la capital llevé a un periodista amigo a presenciar ese momento en que la gente se olvida de todo y se concentra en el balón y la meta. Era una final inusual, el equipo Motagua (Tegucigalpa), un equipo tradicional con 15 copas contra el Honduras Progreso (El Progreso), un equipo emergente con apenas una copa ganada.
Un partido de trámite ya que el equipo de la capital había ganado por una notable diferencia de 3 goles en el encuentro anterior. Su triunfo era inminente.
Camino al estadio las calles lucían abarrotadas por aficionados, vendedores y muchos carros. Era una fiesta, nadie quería perdérselo, menos los seguidores del Motagua; niños, niñas, jóvenes y adultos engrosaban las grandes filas para hacer su ingreso al estadio.
A pesar de ser una práctica común la sobreventa de boletos, la gente no permanece alerta en la entrada del estadio a pesar de las consecuencias mortales que podría traer, las que tuvo ese día.
Llegamos al estadio a las 2:45PM y para ese entonces ya no había boletos destinados a personas de la tercera edad o con alguna discapacidad. Yo pagué completo mi boleto, aunque infringiera la Ley de equidad y desarrollo integral para las personas con discapacidad que determina que la entrada a los espectáculos públicos incluyendo los estadios, deberá tener un descuento del cincuenta por ciento. Tantas eran las ganas de presenciar el partido.
Una vez ya dentro del recinto deportivo nos ubicamos en la localidad de sombra sur. En el estadio había una buena cantidad de gente, mientras que afuera del mismo las filas no habían disminuido mucho.
Todo estaba listo y yo ya tenía sintonizada la estación de radio por la cual daría seguimiento al encuentro, el reloj marcaba las tres con cincuenta; los equipos estaban por saltar al terreno de juego, mientras en la radio se informaba que en el portón número 1 se estaban presentando problemas.
Mucha gente con boleto en mano queriendo entrar y la instalación del estadio no aguantaba más. Yo escuchaba eso en la radio, pero el ambiente dentro del estadio era el mismo, el zumbido, la tensión, la fiesta, parecía una burbuja.
El portón 1 estaba cediendo. La presión de la gente que al verlo cerrado comenzó a empujarlo lo hizo ceder. Así los aficionados en una turba en la que iban niños también derribó la barrera que no les dejaba disfrutar la fiesta deportiva.
Faltaban 10 minutos para comenzar el encuentro cuando la avalancha entró produciendo de forma inmediata 2 muertos.
La presencia de socorristas de la Cruz Roja, del Cuerpo de Bomberos y de la Policía fue insuficiente para evitar esta tragedia. Yo lo escuchaba por la radio.
Se comentaba que los socorristas hacían todo lo posible para salvar la vida de las y los aficionados, que se estaba solicitando más ayuda al personal voluntario para que la cifra de muertos no aumentara.
Era claro que la fiesta tenía que continuar y que ni la vida misma iba ser capaz de impedir que se celebrara la final de fútbol.
Nadie en su comodidad dentro del estadio se daba cuenta de lo que estaba pasando. Hubo un minuto de silencio al iniciar el partido, pero no explicaron por qué. En honor a las víctimas ¿cuáles? Nadie allí sabía.
No hay nada que celebrar con lo qué pasó afuera del estadio, los agentes de seguridad recomendaron no cancelar, ya el estadio estaba lleno.
— Eduardo Atala (@EduardoAtala1) 29 de mayo de 2017
Mientras Andino Portillo del equipo azul sorprendía al arquero tras recibir un pase de tiro de esquina y la afición gritaba GOOOOOOOL, camino al hospital en una ambulancia, Olman Cálix de 56 años moría lento.
El partido llegó a medio tiempo y allí volví a tener información de lo acontecido en el portón número 1. Ya eran 3 las personas fallecidas y una gravemente herida.
El encuentro no se suspendió. El comisario del partido brilló por su ausencia y las autoridades de la liga no ejercieron su papel. La junta directiva del Motagua simplemente se ahorró una fiesta pomposa por “respeto” a las víctimas y así también se guardaron las ganancias de ese negocio mortal, poner a reventar el estadio en su ciudad.
El periódico deportivo DIEZ tituló su portada del día siguiente: Motagua aplasta al Progreso. Esto es ganar a costa de perder vidas ajenas. Una copa que suma más sangre a este país productor de muerte.