Cuentos

Es hora de contar

Casas vecinas

Las dos casas habían establecido una vecindad especial, determinada por el sello peculiar de aquella ciudad que sube siempre en busca de aire respirable. Una era achaparrada, tal si hubiera doblado el espinazo para arrebujarse en modesto chal. La otra se erguía con la firmeza erecta de un pequeño bastión que defiende comodidades burguesas. La más alta dominaba el lugar con aplastante predominio. Sus muros asomaban sobre el patio de la vecina, viendo con despectivo soslayo el pequeño mundo que allí se agitaba.

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Leer en el espejo

 Texto: Alejandro Carrasco Ilustración: Pixabay La noche antes de morir, Álvaro me escribió al WhatsApp: «No pude terminar el cuento». Le contesté que lo habláramos

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Último acto

Todos asistían a las representaciones, no por el interés de escuchar las palabras codificadas en computadoras que los jefes del teatro habían dado a los artistas, sino para ver cómo cada día el personaje principal iba perdiendo sus movimientos originales, sus palabras claras, sus facciones auténticas, su olor a trabajo de campo o fábrica antigua de habitantes terminados.

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Paranoia

El jueves la esposa llegó a visitarlo alrededor de las diez de la mañana. Saludó de mal genio, con gesto arrogante, viendo a los trabajadores por encima del hombro.

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El semidios artificial

Paul era un chico simpático que vivía con sus padres y sus dos hermanos, eran una familia muy unida. Residían en las afueras de la ciudad, por aquello de la comodidad que permite estar cerca de zonas boscosas y alejadas del ruido insano de los motores de los vehículos en la ciudad. A pesar de eso, no eran del todo felices.

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Balas cruceadas

Junto al camino real que conduce hacia Tierras Coloradas, la cruz del finado Casio ya solo asoma los hombros de puro sumergida en un túmulo de piedras, que crece indefinidamente por obra y gracia de la piedad cristiana, pues cada quien que pasa por allí se cree obligado a arrojar sobre el montón un guijarro más, en sufragio al alma del difunto. Y la cruz, con sus brazos extendidos, de más bien la idea de ser un náufrago que está pidiendo auxilio en medio de aquel mar de soledad.

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