El 7 de diciembre de 2024, el papa Francisco presidió su audiencia general en el Vaticano, ante un nacimiento cristiano en el que el pesebre del Niño Jesús estaba cubierto con una kufiya, pañuelo con sus característicos cuadros blanco y negro que se ha convertido en potente símbolo de la causa palestina. En Estados Unidos, unas semanas antes, cristianos evangélicos, en su mayoría, votaron masivamente por regresar a un convicto, mentiroso, racista y generador de odio, a la silla de liderazgo de la nación más poderosa del mundo. El punto, por supuesto, es la diferencia entre cristianos evangélicos y católicos en el abordaje de algunos de los acontecimientos sociales y políticos más importantes de nuestro tiempo.
Sin duda, el hecho de que el máximo líder religioso del catolicismo mencionara los ataques en la franja de Gaza que han dejado decenas de muertos cada semana, incluidos niños y niñas, mientras en la iglesia evangélica se celebra la toma del poder en Estados Unidos de su «mesías», hace una diametral diferencia y muestra dos narrativas predominantes contrapuestas.
Partiendo de que las fiestas navideñas, en principio, celebran la venida del hijo de Dios a la tierra, y que son los cristianos quienes mantienen de forma más ferviente ese significado, que representa el fundamento de su religión, me pregunto si ese evento, que según registros históricos y nuestros calendarios data de hace más de 2,000 años, ayudó a que Donald Trump ganara las elecciones y se convirtiera en el nuevo presidente de Estados Unidos. Permítanme explicar.
Un cable de la agencia EFE que a finales de septiembre fue reproducido por medios de comunicación en Honduras afirmó que, según encuestas de la consultora Lifeway Research, casi dos de cada tres evangélicos hispanos en Estados Unidos apoyaban a Trump. Además, un artículo de Associated Press dice que, según una encuesta de AP VoteCast, aproximadamente 8 de cada 10 votantes evangélicos blancos apoyaron a Trump en las elecciones.
Los evangélicos, principalmente los neopentecostales conservadores, encontraron en Trump a un «mesías» que prometió darles poder, proteger sus «valores tradicionales», y revertir el derecho al aborto en todo el país, abolir el matrimonio igualitario y tomar medidas contra la aceptación de personas trans a nivel general.
A pesar de que en el discurso el cristianismo se fundamenta en el amor al prójimo, la promesa que Trump hizo a los evangélicos fue, aparentemente, demasiado atractiva. Según la prensa internacional, el político, empresario y convicto estadounidense prometió en su campaña de 2016 que, de ser elegido, «el cristianismo tendrá poder», y en 2024 renovó su promesa diciendo a los cristianos que se les otorgaría «un poder a un nivel que nunca antes habían tenido». Esto no solo le generó al nuevo mandatario estadounidense simpatía en el país norteamericano, sino que evangélicos de todo el mundo, incluidos algunos hondureños, claman su nombre. Después de todo, es alguien que les garantiza una influencia mundial para que su sistema de valores prevalezca sobre cualquier otro.
En el mandato presidencial anterior de Trump, los evangélicos ya habían logrado tomar el poder en la Casa Blanca, y ahora seguramente estarán de vuelta. En esa ocasión un grupo de líderes evangélicos conservadores logró instalar a Capitol Ministries, una organización religiosa fundamentalista que se dedica a impartir estudios bíblicos en congresos y capitolios de 60 países en el mundo, con su principal sede y patrocinio en la Casa Blanca.
En ese entonces, Contracorriente, junto a Columbia Journalism Investigations (CJI), el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), y 14 medios de investigación latinoamericanos, investigaron y revelaron la forma en la que ese ministerio conservador estaba manipulando e influenciando una agenda antiderechos en todo el continente.
Otro de los puntos principales de estos grupos evangélicos pro Donald Trump en Estados Unidos es su apoyo incondicional a Israel, al considerarlo el «pueblo elegido por Dios». Esta postura incluye su respaldo hacia las acciones de Israel en lo que numerosos organismos internacionales y defensores de derechos humanos han calificado como un genocidio contra el pueblo palestino en Gaza.
Aunque durante su campaña política Trump —un firme aliado de Israel— no prometió medidas específicas más allá de «terminar con la guerra», sí aseguró que las elecciones de noviembre de 2024 eran «las más importantes de la historia de Israel». Teniendo el antecedente de que en su primer mandato cumplió con la controvertida decisión de trasladar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, ahora la expectativa es que sus decisiones favorezcan al gobierno de Netanyahu.
En Honduras, durante la pasada administración de Trump y con Capitol Ministries en su mejor momento, también se trasladó la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, y el ministerio tuvo una influencia importante sobre la mayoría parlamentaria en el Congreso Nacional hondureño, marcando una etapa de fuerte alineación geopolítica y religiosa con las decisiones de Estados Unidos. Actualmente, en Honduras, según la página web de Capitol Ministries, Rafael Antúnez, pastor del Centro Cristiano Filadelfia Internacional y de la Confraternidad Evangélica de Honduras, es el nuevo representante de la organización. Antúnez se ha mostrado cercano al poder político, orando en el 118 aniversario del conservador Partido Nacional, y dirigiendo la liturgia religiosa en la instalación de la tercera legislatura del pasado Congreso Nacional en 2020.
Si bien el nacimiento de Jesucristo simboliza para el mundo la llegada de un salvador cercano y lleno de amor, su figura se ha convertido en una herramienta política que moviliza a millones de personas en favor de agendas conservadoras y contrarias a los derechos fundamentales. Respondiendo a la pregunta de si el nacimiento del «hijo de Dios» influyó en la llegada de Trump al poder, diría que sí, pero no como una promesa divina, como lo interpretan los evangélicos neopentecostales que lo apoyan. Más bien, ha influido como un sistema de valores percibido como superior, utilizado para dividir, excluir y oprimir a grupos históricamente vulnerados, adaptándose estratégicamente a los intereses de quienes lo manipulan. Pienso que es tiempo de que los cristianos evangélicos con conciencia asuman su responsabilidad, cuestionando a sus congregaciones, a sus familias y a sí mismos.
Mientras tanto, en Palestina, donde se encuentra Belén, la ciudad donde según el texto bíblico nació Jesucristo, la Navidad y el Día de Reyes no tuvieron el mismo significado que hace más de dos mil años. Con un genocidio en curso y con el panorama profundamente desesperanzador que representa la llegada de Donald Trump nuevamente al poder, el mensaje de paz que alguna vez se vinculó con el nacimiento de aquel Mesías parece más distante que nunca.