Desde el jueves 17 de agosto, por la frontera Las Manos en El Paraíso, que conecta a Honduras con Nicaragua, ingresaron diariamente entre cuatro mil y cinco mil migrantes. Esa realidad choca con la capacidad de Honduras para acoger a estos migrantes, pues en Danlí solo hay un albergue para 70 personas. Con la ciudad celebrando su feria —tras tres años de no hacerlo— y sin poder atender el flujo migratorio, sus autoridades pidieron ayuda al Gobierno Central.
Texto: Allan Bu
Fotografía: Fernando Destephen
El parque Monumento a la Madre de Danlí estaba irreconocible a mediados de agosto. Un centenar de sencillas tiendas de campaña o carpas, levantadas por migrantes suramericanos habían inundado casi en su totalidad la plaza, ubicada en la entrada de la ciudad. Inaugurada en 1987, la plaza luce una escultura en bronce de una mujer con una niña en brazos, obra del reconocido escultor Mario Zamora Alcántara. Pero en agosto la escultura pasaba desapercibida ya que la plaza estaba descuidada por la municipalidad, con matorrales por doquier y el desgaste provocado por el paso de los campamentos de migrantes.
Afuera de una de las carpas se elevaba una columna de humo. A Biker, un venezolano de barba puntiaguda y piel trigueña, le tocó aquella noche cocinar pollo guisado sobre un improvisado fogón. Como él, miles de migrantes llegaron a esa ciudad del oriente de Honduras como lo han hecho otros tantos en los últimos dos años. Danlí se ha convertido en un paso obligatorio para el nuevo éxodo latinoamericano que marcha hacia Estados Unidos a un ritmo de 4 mil personas diarias desde agosto de 2023.
Biker cree que el 90 % de los congregados en la plaza son compatriotas suyos, y quizá sea cierto, pero también es cierto que los últimos dos años por Danlí han desfilado rusos, afganos, kazajos, hindúes, japoneses, nigerianos, mauritanos, chinos, filipinos, coreanos, entre otros. Este flujo comenzó a mediados del 2021 con la llegada de cientos de haitianos a Trojes, El Paraíso. Desde entonces no se ha detenido. En el 2022, según cifras del Instituto Nacional de Migración (INM), ingresaron al país 188,858 migrantes. Esta cantidad fue superada el 27 de agosto del 2023 cuando se tenía un recuento de 239,505 migrantes que ingresaron al país.
Del 1 de enero al 27 de agosto de 2023, ingresaron al país de forma irregular 239,505 migrantes, superando en 50,647 la totalidad del 2022.
En julio se creía que las cifras se habían disparado con el ingreso de unos 3 mil migrantes diarios en promedio. Pero el jueves 17 de agosto se registró un nuevo récord con el ingreso de 5,200 personas de distintas nacionalidades. Desde entonces, la cifra no ha bajado de cuatro mil ingresos diarios.
La mayoría de migrantes entran por el puesto de control ubicado en Las Manos, El Paraíso, el mismo por donde ingresó Biker, quien agregaba papa, tomate, chile y un poco de cebolla al pollo guisado. También le puso ajo y orégano, pero no pudo comprar zanahorias. «Estamos en supervivencia y nos toca un poquito duro», dijo mientras movía el guisado.
Biker salió el 20 de julio de Venezuela, sobrevivió el paso por la selva del Darién y atravesó Panamá, Costa Rica y Nicaragua. «Es un camino muy difícil, uno pasa muchas cosas. Yo he pasado rabia, tristeza y nostalgia. Es algo que no todo mundo lo aguanta», dijo, mientras cocinaba para sus compañeros de travesía.
Un paso rebalsado
El 24 de agosto, las autoridades ordenaron el desalojo de todos los migrantes congregados alrededor del Monumento a la Madre. No hubo violencia. Unos 20 autobuses privados fueron dispuestos para trasladarlos hacia la frontera con Ocotepeque. Una vez desocupada la plaza, la Policía Municipal se apostó en el lugar para evitar que otras carpas fueran levantadas. «La gente de Danlí reclamaba este parque», le dijo a Contracorriente Pablo López, del departamento de Justicia de la Municipalidad.
En Danlí no hay nada que por ahora detenga esta marcha. Ni las estafas de las mafias, que cobran entre 250 a 500 dólares a los migrantes por llegar a este punto del mapa, donde ingresan por el paso de Las Manos, un punto ciego en la entrada a Honduras. De ahí caminan unos 100 metros para tomar un autobús hacia Danlí, paso obligatorio en la ruta hacia el norte del continente.
«En el día no se nota porque bus que llega, es bus que se carga y se va. Véngase después de las 10 de la noche y verá, aquí se inunda de gente. Aquí hoy no quedó muy sucio, el problema es que la gente no tiene donde hacer [necesidades fisiológicas] y se hacen en todos lados. No hay sanitarios», comentó un empleado de migración.
Para él, este éxodo no tiene freno porque, aunque intenten detenerlo, la gente va a buscar por dónde pasar para tratar de llegar a Estados Unidos y huir de los problemas que hay en sus países de origen.
El 23 de agosto, el aumento de la migración provocó que funcionarios de la alcaldía se reunieran con Allan Alvarenga, director del INM y Rafael Barahona, comisionado presidente del Instituto Hondureño de Transporte Terrestre (IHTT). Además, estuvieron presentes funcionarios de la Secretaría de Derechos Humanos y de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco).
Al día siguiente, más funcionarios del Gobierno y representantes de las Naciones Unidas llegaron hasta la frontera de Las Manos para buscar soluciones a una situación que ha rebasado a la institucionalidad hondureña.
El director de Desarrollo Psicosocial de Copeco, Ulises Aguilar, reconoció que el Gobierno enfrenta «una crisis y es preocupante, pero también nos obliga a generar una respuesta inmediata para que la gente que está en tránsito por nuestro país tenga las condiciones humanas basado en cada uno de los derechos que les asiste, [y] poder transitar de manera tranquila el país», dijo
Alice Shackelford, coordinadora residente de Naciones Unidas en Honduras, dijo que lo importante es «entender mejor el impacto de todo esto y conocer el trabajo que se está haciendo en las instituciones. Hay que ver cómo podemos conjuntar esfuerzos entre la red humanitaria y la institucionalidad».
Shackelford mencionó que hay que reconocer y limitar el impacto de este tránsito en las poblaciones locales, pero al mismo tiempo garantizar que los migrantes que están llegando al país tengan su derecho respetado y una acogida del Estado. «El Gobierno de Honduras en estos temas migratorios se ha comportado muy bien. Ha mantenido sus principios de apoyo alrededor de los derechos humanos, se ha mantenido ese enfoque. Eso lo celebramos. Seguiremos trabajando con ellos», destacó.
Vender arepas para continuar
Uno de los impactos en las poblaciones locales es económico. Aquellos migrantes que ya no logran avanzar hacia Estados Unidos se quedan en Honduras buscando ayuda humanitaria o bien optando por trabajos de supervivencia en las principales ciudades del país.
Otros corren con más suerte y luego de mucho esfuerzo encuentran un trabajo que les permita recolectar dinero para continuar el viaje. Es el caso de Carolina, una venezolana que pernoctó en las carpas del Monumento a la Madre. Ella consigue rebajas, invierte en insumos y prepara arepas para venderlas al día siguiente en las oficinas de migración. «Salimos de Venezuela sin real [dinero]», dijo mientras su esposo y un joven de 16 años picaban papa y otros ingredientes para preparar el platillo. En Honduras, ella y su esposo tienen un mes de estar cocinando, pero esta es la segunda estación que hacen, pues contaron que anteriormente estuvieron durante 15 días vendiendo comida en Colombia.
«No me gusta pedir, lo veo fastidioso, pienso que la persona se va a sentir incómoda, por eso intentamos ayudarnos», dijo Carolina. Ella cuenta con pocos utensilios, una mesa rústica y un fogón sobre tres piedras, pero le ofrece a sus clientes arepas de pollo, jamón y queso, carne molida y carne de res desmechada.
«Es con toque venezolano», presumió. En el menú también se incluye un platillo en el que se sirve frijol negro, arroz, plátano maduro, un huevo encima del arroz, queso y carne desmechada. El platillo se llama «pabellón criollo», dice
Carolina seguirá vendiendo arepas hasta que logre reunir dinero para continuar el viaje e intentar trabajar en Estados Unidos para reunir más dinero y mejorar la vida de su hijo de 18 años, quien necesita una operación en la cadera. En Venezuela esa intervención cuesta 10 mil dólares. «Yo espero llegar allá y pedirlo. Por ahora se quedó con la abuela», dijo Carolina entre lágrimas.
«Esto no es vida para nadie. Tenemos que dormir en el piso. Aquí han caído unos ventarrones [aguaceros] que hasta las hamacas nos han caído encima. Esto no es vida para nadie. Ya tengo tres meses en camino y esto no es vida para nadie», se lamentó.
Para ella, Honduras solo es un punto de paso. Lo que gana no compensa porque la moneda en Honduras tiene poco valor, como en Venezuela. «Aquí no se hace porque la moneda es igual que en Venezuela. La economía es casi igual, aquí tu sacas un poco de real [dinero] y cuando vienes a ver no es nada», dijo.
Su apreciación no está alejada de la verdad pues un dólar equivale a 32 bolívares y a 24.35 lempiras.
A venezolanos que huyen de una Venezuela pobre y con bajos salarios les toca atravesar a una Honduras también sumida en la pobreza. En este país centroamericano, según cifras oficiales, el 59 % de la población está en la línea de pobreza. El Banco Mundial estima que es un 52 % el segmento que no tiene recursos para cubrir sus necesidades básicas. La inflación ronda el 10 % y el salario mínimo varía entre los 325 y 630 dólares mensuales, según el rubro de la actividad económica que se mida.
Carolina no pudo abordar las unidades de transporte que trasladaron a los migrantes para descongestionar Danlí, pero hay amigos que ya avanzaron en la ruta que le mandan información para el viaje: «Lo primero que me han dicho es que llevemos bastante real porque si no, no vamos a pasar, te devuelven, te echan para atrás». Ella piensa que necesita unos 400 dólares para avanzar por Guatemala y México.
Migrar no es una fiesta
El alza en el número de migrantes que ingresaron a Honduras e hicieron escala en Danlí coincidió con el Festival Internacional del Maíz, un evento representativo de la ciudad en el que hay degustaciones de todos los productos derivados del maíz. Además, es una fiesta donde hay actividades hípicas y desfile de carrozas. La ciudad tenía tres años de no organizarla por las restricciones que impuso la pandemia de Covid-19. Este año, el regreso de la feria coincidió con el éxodo migratorio más impactante en los tiempos modernos de Latinoamérica.
Del 1 de julio al 27 de agosto de 2023, la web del INM indica que ingresaron al país 104,000 personas, pero de estas solo 4,012 entraron por la aduana de Guasaule, en Choluteca, el resto ingresó por El Paraíso. En las dos delegaciones de migración de Danlí se atendieron más de 70,000 migrantes.
La situación es crítica para la ciudad, como lo ha sido para otras ciudades de paso obligatorio de esta nueva crisis migratoria, entre estas Tapachula, Ciudad Juárez, El Paso, Texas, y hasta Nueva York, ciudad santuario de migrantes. El 23 de agosto, el alcalde Abraham Kafati manifestó en televisión nacional que estaba planteando cerrar la ciudad por la cantidad de migrantes que estaban llegando, pero rectificó por la tarde del mismo día. En julio de 2022, Kafati dijo a Contracorriente que «esta gente viene y se estaciona aquí en Danlí y Trojes, y si usted va donde están las oficinas de migración se va a asustar de la cantidad de gente que hay afuera haciendo sus necesidades en la calle y buscando quién les dé de comer porque no hay albergues y no hay forma».
Su discurso se ha suavizado en la palabra, pero no en la práctica. El 24 de agosto de 2023, anunció un acuerdo para trasladar a los migrantes de forma gratuita hasta la frontera de Ocotepeque, una práctica que se repite en Guatemala, en México y en Estados Unidos: las ciudades que colapsan o ven cerca un colapso provocado por el aumento de la migración buscan cómo trasladar a los miles de migrantes hacia otro lado. «Obviamente eso lo tenemos que hacer día a día, pero a futuro nosotros tenemos que buscar una solución permanente porque tenemos entendido que el flujo de migrantes será mayor, viene mucha más gente”.
Para el alcalde Kafati no hay dudas: la gente huye de la falta de empleo y la pobreza en sus países, pero no tienen ninguna intención de quedarse en este país. «Vienen buscando mejores derroteros, ellos no quieren quedarse aquí en Danlí ni en Honduras, ellos quieren pasar a Estados Unidos en donde se supone que están los dólares», dijo.
No obstante, la posibilidad de transporte gratis para los migrantes, al menos durante la feria, solo duró un día. Así lo aseguran otros funcionarios de gobierno a quienes se les consultó. Pablo López, director de Justicia Municipal, manifestó que no podían afectar la operación de las personas que se dedican al negocio del transporte, quienes tendrían menos clientes de haber movilización gratuita para los migrantes.
La petición de la Municipalidad al Gobierno central para que les apoye con el transporte, ha provocado opiniones diversas. Ulises Aguilar, de Copeco, consideró que el Gobierno no puede transportar migrantes porque es algo similar a un delito «como una trata de personas», pero manifestó que están buscando soluciones y acuerdos con empresarios del transporte para que humanicen las tarifas. «No queremos que dejen de ganar, es un negocio, pero sí que haya un poco de empatía. El tema es que hay muchos compatriotas nuestros que hacen esta ruta y tienen necesidades, entonces creo que hay cosas que se devuelven en la vida», dijo.
Pablo López describe que colocar transporte gratuito por un día fue «un paliativo a corto plazo», pero sabe que es un servicio muy oneroso. «La Municipalidad no puede absorber esos gastos. Ayer la empresa privada nos apoyó con cualquier cantidad de buses», dijo.
Los transportistas privados pusieron a disposición de los migrantes 20 unidades que trasladaron a la frontera con Guatemala a unas 1,200 personas. No es la primera vez que esto sucede. En otras ocasiones ya hubo transporte gratis, pero tampoco es algo que pase a menudo. Hay mucha armonía entre el sector transporte y el Instituto Hondureño del Transporte Terrestre (IHTT).
Harvin Ferrufino, uno de los empresarios del rubro, agradeció la presencia de empleados del IHTT en el sector «para que haya orden en el tema migratorio». En una entrevista con Radio América, el comisionado presidente de la entidad, Rafael Barahona, elogió el «desprendimiento» de los transportistas que dejaron de percibir ganancias por un día para colaborar con Danlí.
Lo cierto es que a diario, el sector transporte puede llegar a ganar 2 y 3 millones de lempiras, si se toma en cuenta que en cada autobús viajan alrededor de 50 migrantes que pagan 40 dólares cada uno. El empresario del transporte, Ferrufino, dijo que a diario salen unos 25 buses, pero un empleado del IHTT, asignado a supervisar las salidas diarias de Danlí, afirmó que viajan de 40 a 50 buses cada día.
El medio Reporteros de Investigación denunció que autoridades del IHTT están involucradas en el millonario negocio del transporte de migrantes. La investigación menciona que empleados de la entidad que regulan el transporte son dueños de unidades que trasladan migrantes. El reportaje señala a Barahona como participante del negocio.
A la fecha, en Danlí ya no hay transporte gratis. La medida duró solo un día. Lo que sí es permanente es que los migrantes ya no pueden ubicarse en las áreas verdes de la ciudad. Así lo confirmó Pablo López: «Sabemos que algunos hermanos migrantes no andan dinero para seguir su camino, eso es tremendo y tenemos emociones encontradas, pero lastimosamente no podemos quitarle el espacio que tienen los danlidenses para poder disfrutar de estas áreas», dijo.
El mismo funcionario, cuando un migrante le pidió información si habría más autobuses, le respondió que ya no había transporte gratis y que la mejor sugerencia que le podía dar es que se fueran a la terminal de la ciudad a tomar un bus de ruta.
La oleada migrante continuará. Los negocios con los migrantes continuarán. Kenia Zerón, regidora municipal y defensora de los migrantes, indicó que los organismos internacionales de derechos humanos estiman que más de 45 mil personas han cruzado o vienen cruzando la selva del Darién en Panamá. Casi todos ellos pasarán por Honduras.
Biker quizás no tiene estadísticas, pero constató en su recorrido que muchos otros compatriotas suyos vienen atrás. «Vienen miles, tengo amigas que me escriben y me dicen “cuéntame por dónde van, ¿cómo va la vuelta? échame el cuento para no estrellarme”. Yo les digo que no es fácil, pero si lo quieren hacer que lo hagan. El que le quiera echar bola a la vaina, que le dé».