Fotografía y texto: Amilcar Izaguirre
Don Roberto Rivera ha dedicado su vida a cultivar hortalizas en la fértil tierra de la cordillera El Merendón. Este agricultor de 76 años comenzó a labrar la tierra en la comunidad de El Gallito desde que tenía 12 años.. Con sus más de seis décadas de experiencia asegura que sembrar hortalizas es como jugar a la lotería, siempre con el riesgo de no saber si va a perder o ganar.
Don Roberto dijo que para tener éxito en la producción de hortalizas se necesita de sistemas de terracería y riego, pero para eso se requiere invertir mucho dinero, de lo contrario, las cosechas dependen de la lluvia y el problema con eso es que gran parte del año no llueve lo suficiente. «Esa mostaza que ve ahí ya debería de estar produciendo, pero le ha faltado el agua y tengo que esperar una semana para poder cosechar», comentó.
El otro problema que enfrenta es la tercerización de la venta de sus cosechas. Los agricultores de la comunidad de El Gallito, a pesar de estar a menos de una hora de camino de los principales mercados de San Pedro Sula, no pueden vender directo a los consumidores y lo hacen a través intermediarios que compran sus productos a precios tan bajos que a veces no se logra cubrir ni los costos de producción. «Nosotros hemos intentado ir a vender directo a los mercados pero a veces ni caso nos hacen y los dueños de puestos de verduras quieren comprar al precio que ellos dicen, por eso preferimos vender acá aunque a precios muy bajos», comentó don Roberto.
Según don Roberto, hay temporadas en las que los precios de algunas verduras «se disparan», es decir, que aumentan repentinamente; cuando eso pasa ellos no las tienen disponibles en sus parcelas, deciden sembrar y para cuando llega la cosecha el precio ya no es el mismo. «Rara vez vendemos algún producto a buen precio, pero cuando eso pasa uno se recupera de las pérdidas», dijo y puso por ejemplo que la libra de cebolla, tomate o papa puede llegar a valer 25 lempiras y bajar a 8 lempiras en poco días; cuando eso pasa, las pérdidas son inevitables para los productores.
Entre altos y bajos, don Roberto apenas ha logrado subsistir. En todos estos años no ha logrado expandir el terreno de cuatro manzanas y media que le dejó su padre, y ahora sus tres hijas y tres hijos también trabajan sembrando hortalizas en el mismo terreno. Aún así, hay temporadas que no pueden cultivar el total de la tierra porque no cuentan con financiamiento y menos si se trata de sembrar tomate y chile que son los productos que generan más ganancias pero que también requieren más insumos.
Elder Rivera, hijo de don Roberto, lleva 15 años viviendo de la agricultura. Recién regresó de los Estados Unidos en donde trabajó por tres años pero fue deportado y ha retomado las duras labores del campo.
Don Roberto comentó que ellos necesitan el apoyo técnico de expertos en esa área y de sistemas de riego para aumentar la producción; sin embargo, el gobierno nunca se ha acercado a ellos para brindarles ayuda. «Nosotros escuchamos decir de un tal bono tecnológico pero acá eso no llega, hace poco me apuntaron en una lista para un bono de la tercera edad, quedaron de avisar a través de patronato, pero hasta la vez no han dicho nada» comentó.
La ayuda para los productores de la que ha escuchado hablar don Roberto, se trata del Bono Tecnológico Productivo (BTP), distribuído por la Dirección de Ciencia y Tecnología Agropecuaria (Dicta) de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG). Este bono está compuesto por 20 libras de maíz, 40 de frijol, un quintal de urea, fórmula 12-2412 y un kit fitosanitario que no solucionaría los principales problemas de este agricultor ya que su principal cultivo son las hortalizas no los granos.
En Honduras existen unos 385 mil pequeños y medianos productores y, según el portal de la (SAG), el Gobierno de la presidenta Xiomara Castro apenas ha logrado entregar 4,695 en lo que va 2023. El año pasado se ejecutó un presupuesto de 700 millones de lempiras, este año ejecutarían unos 1000 millones y la meta es atender a unos 350 mil productores. Un 70% de los productores en Honduras trabajan en laderas con poca tecnología y baja producción según datos del Banco Mundial (MI).
Los únicos que se acercaron a ayudarles, según comentó don Roberto, fueron funcionarios de la Agencia de Mexicana de Cooperación Internacional de Desarrollo (AMEXCID), que trabajaba para fortalecer el desarrollo agrícola en Honduras pero que lastimosamente no continuaron. «Los mexicanos nos dieron capacitación para trabajar mejor la tierra sin dañar el medio ambiente, también intentaron establecer un mercado directo con los principales supermercados de San Pedro Sula, fuimos a reuniones con los dueños pero lastimosamente no se logró nada», comentó don Roberto.
«Nosotros cuidamos las fuentes de agua y no permitimos que se siga talando el bosque para sembrar hortalizas, pero ocupamos apoyo para tecnificar lo que ya tenemos y establecer un mercado que nos mantenga y mejore el precio para no tener pérdidas» comentó don Roberto, mientras junto con su hijo amarraban pequeños ramos de perejil, los cuales venden a dos lempiras cada uno a compradores que llegan a sus sembradíos.