Texto: Fernando Destephen
Portada: Persy Cabrera
1:30 PM
En una estación de policía en un país muy, muy lejano y en eterna crisis, un policía escribía un informe sobre un suceso reportado:
El único recuerdo que conservaba el imputado, quien era un estudiante que había pasado por varias carreras sin mayor éxito que poder escribir bien su nombre en un examen —se asegura en el informe policial— es el de estar en un cuarto lineal, con una profundidad en constante expansión sin un final aparente, muchas luces, algo parecido al efecto Droste, pero en físico y no tan teórico, un viaje por las etapas de la historia humana y por otras de las que desconocía su procedencia por la ambigüedad de lo que veía; por supuesto se negó a clasificarlo por miedo a una incorrecta interpretación, porque no conocía las formas socio-antropológicas correctas de referir lo visto para hacer una considerada descripción de los hechos.
Volviendo al tema estructural del infinito invariable, se tomó nota que:
A un metro con 33 pulgadas de donde el imputado se encontraba sentado de forma normal: cabeza recta, plantas de los pies apoyadas en el suelo, rodillas flexionadas a 90º, el peso perfectamente bien distribuido en ambos fémures y con la espalda bien gravitada en el respaldo de una silla de madera lisa, probablemente caoba o una buena imitación, inició la anomalía reportada.
Siguiendo con la declaración, el imputado juró por lo más sagrado que tiene —no especificó qué— que ese vórtice —nombre científicamente aceptado para el portal dimensional— que apareció en una casa blanca, con verja de estacas color magenta (#FF00FF), pasto bien cuidado, cerca de una biblioteca donde regalan chocolate caliente, en un país del que omitiremos el nombre, pero podemos decir que está bastante lejos, y al que se puede llegar si su brújula se descompone, en el que hay una ciudad con 525 habitantes y un café con dos poetas que son amigos, se abrió, por mera coincidencia, o por el simple principio de sincronicidad.
Por cuestiones de seguridad de Estado estilo Big Brother, en una sociedad disciplinaria y de control, o la verdad, por la simple razón de no querer compartir información, se omiten nombres de países, ciudades e individuos que tengan relación en un segundo y tercer grado de afinidad con la persona que fue sutilmente interrogada en un pequeño cuarto de cuatro por cuatro metros, con un vidrio/espejo de Cámara Gesell muy grande y muy sospechoso.
3:30 PM
Se continúa con el proceso.
El tipo aseguró y juró que moriría por esa verdad, que en el momento en que comenzó a sentir la anomalía en su cuarto no había hecho más que destapar una cerveza y encender un cigarro —no en ese orden específico y no al mismo tiempo porque no sería posible— para disfrutar de la lectura de un libro que había pedido prestado en la biblioteca de ese país, y cuyo nombre es:
La dialéctica de Loncho en la filosofía postmoderna y el enfoque crítico de las instituciones secretas en la actual situación de inestabilidad sindical en el mundo y sus consecuencias en la aplicación científica del método Panóptico de las sociedades de control, volumen I.
De repente escuchó un zumbido que lo puso a pensar en si eso podía ser el efecto Doppler de una abeja que lo quería picar, el aleteo de una mariposa o alguna de esas voces que el folclore confunde con eventos sobrenaturales y a las que la santería otorga poderes. Eventualmente el oído se le afinó y supo que no era ni la abeja, ni las alas de una mariposa y menos voces del más allá —independientemente del tiempo/espacio de ese más allá y de la contigüidad—, sino que venía de la pared que compartía con su hermano mayor, que trabajaba en un diario local y que en ese momento estaba de turno escribiendo los anuncios clasificados y los obituarios.
En ese momento tragó la cerveza que tenía en la boca, dio una potente bocanada del cigarro, giró su cabeza en dirección al sonido, y vio la pared un poco transparente, mucha luz, energía acumulada y canalizada en un punto del centro de la pared. Recuerda que por una ilustración de la diosa Krisna con el universo en la boca, está seguro de que lo que se podía ver en esa pared era el universo, o al menos una reducción a escala del mismo: galaxias, asteroides, un borracho, un principito y un baobab, nebulosas, estrellas, nubes de gas, una ballena jorobada y azul eléctrico, una planta de maíz germinando, una tortuga cósmica, todo lo demás no lo puede describir por no existir palabras para nombrarlo. Por lo que se apuntó arriba y para no dar una errónea idea de cómo son las formas de vida fuera de este planeta, o las que no sean aceptables a nuestro estereotipo estético de belleza. El policía tomó nota de que el imputado aseguró no haber estado bajo el efecto de substancias psicotrópicas ilegales como hongos, floricunda, pegamento, thinner o cualquier otra sustancia comúnmente usada para alterar la conciencia.
Según el informe, la habitación comenzó a sufrir una descompensación gravitacional, todo comenzó a temblar y varios objetos se dirigieron al lugar de la anomalía, las manecillas del reloj comenzaron a moverse de manera poco usual, más rápido de lo acostumbrado, una hora pasó en cuestión de un minuto, según puede recordar; asustado como estaba, dejó la cerveza a la mitad y el cigarro se le apagó como consecuencia directa del ambiente frío que produjo la repentina baja de temperatura.
Había rayos, átomos, podía tocar las partículas y las frecuencias subatómicas de todo, cuerdas tan delgadas que una hormiga era como un elefante, superfluidos como superficies de varias capas. Hasta ese momento pudo darse cuenta de cómo era la clase de física cuántica que tanto odió y reprobó. El universo era una maravilla desnuda frente a él, le pedía algo y no podía dárselo.
Poco a poco, el miedo comenzó a disiparse hasta convertirse en curiosidad, respiró, algo que no se controla en momentos de naturaleza extraña o poco comunes. Cuando al fin logró controlar su hiperventilación escuchó algo, trató de interpretar el mensaje, recordó también la clase de semiótica que había reprobado y dijo: mierda.
Después de unos momentos y de acuerdo con la narración del imputado, el tiempo si antes de este suceso era relativo ahora lo era aún más y comenzó a entender lo que le decían:
This is Major Tom to ground control
I’m stepping through the door
And I’m floating in the most peculiar way
And the stars look very different today
Dijo que sabía que lo había escuchado antes, tenía esa sensación que en el folclore se conoce como sabiduría popular: «lo tengo en la punta de la lengua», cosa que de ser cierta, metafísicamente rompería con la ya mencionada arriba estética del ser humano como forma de vida, agradable y bien formada. Mientras apuntaba en una libreta de historia que dijo no haber usado nunca, logró escuchar más, se había acercado más o el vórtice se hacía más grande, y no era uno simple, era un agujero de gusano.
La relación de hechos sigue con otra parte del mensaje:
For here am I sitting in a tin can
Far above the world
Planet Earth is blue, and there’s nothing I can do
Though I’m past 100,000 miles
I’m feeling very still
And I think my spaceship knows which way to go
Tell my wife I love her very much, she knows
Siguiendo con el informe, el imputado tenía la cara arrugada, las líneas del ceño fruncidas y bien marcadas, los ojos entrecerrados, las pestañas más cerca una de la otra, en señal de que estaba entendiendo el mensaje o al menos reconocía elementos para descifrar lo que se decía y para apuntar.
Comenzó a leer lo que había apuntado mientras el portal seguía ahí en agitación pero sin absorber nada, las dos dimensiones interactuaban sin consecuencias catastróficas en el cuarto; las camisas en desorden seguían ahí, los vinilos se habían caído, los libros también, unos juguetes que servían de adorno en varias repisas, DVDs informativos, otros documentales, software de revistas de tecnología, diarios, brownies sospechosos —se deja constancia que fueron decomisados como evidencia—, galletas saladas, todo tal vez un poco más revuelto, nadie que entrara por primera vez al cuarto podría notar un antes y un después en el desorden si el vórtice desapareciera, pero muy probablemente seguiría ahí de forma indeterminada.
Con el mensaje decodificado y en su idioma, el imputado asegura que el vórtice desapareció. La pared quedó como estaba hasta hacía unos momentos, se sintió enfermo, el estómago hacía un movimiento conocido pero extraño, sintió que todo le daba vueltas, de forma instintiva llevó su mano derecha a la boca, pero fue inútil, el vómito salió y su mano no pudo detener la incontinencia de la cerveza tibia mezclada con restos de nachos, tamales y macadamias con jalea de limón.
Sin palabras y agotado por el esfuerzo de su sistema digestivo que funcionó al revés, se tiró en la cama con la mano izquierda en la frente en actitud de «¿qué diablos acaba de pasar?».
Eran las 11:00 de la noche, su reloj funcionaba normal, el cuarto había recuperado su acostumbrada cara de descuido, las mismas medidas, el efecto de profundidad y desorientación había desaparecido, la anomalía no había sustraído nada de este lado, pero había dejado un mensaje que él había dejado caer al pie de la cama.
Sin darse cuenta, se durmió y despertó dos días después a las 9:00 am. Desconcertado por el suceso, se tomó un tiempo para salir de la cama, bajó las escaleras, comió, se bañó; en la radio, una noticia era el trending topic de los programas matutinos, David Bowie había muerto.
Salió de su casa con la normalidad de todos los días y fue en ese momento en que mi persona se encontró con el imputado que tuvo que responder ante la autoridad porque permitió un encuentro cercano de cualquier tipo, por no notificar inmediatamente de la pared bidimensional, por no responderle al mayor Tom y por desobedecer la sección 5/6 de la ley de accidentes dimensionales, bidimensionales y semiótica galáctica e interespacial, artículo 1, 3 y 56.
En ese momento el imputado recordó que había dejado la nota al pie de la cama. Pero ya era tarde, fue capturado como consta en este informe.