Fotografía y texto: Fernando Destephen
En los primeros meses de 2012, Belkis Orbelinda Cruz Reyes (30) emprendió la ruta migratoria. Lo hizo con esa normalidad con que se asume la migración en Honduras. Pasó a Guatemala y ya dentro de México, el 4 marzo de ese año, se subió a «La Bestia», el imponente tren que recorre el país llevando productos y migrantes. Belkis se cayó y el tren le cortó la pierna derecha de la rodilla hacia abajo; ahora usa una prótesis que está a punto de quebrarse.
El retorno de Belkis a Honduras fue asistido por la Cancillería debido a su estado, pero esa asistencia terminó en el aeropuerto de San Pedro Sula. «Me dejaron ahí en el aeropuerto y nada más» contó Belkis desde la casa donde vive con una amiga en la colonia Villa Cristina de Comayagüela, uno de los muchos cerros de la ciudad que desde hace unos años se llenan de casas. Antes del viaje, Belkis vivía en Siguatepeque y después del accidente su madre logró recolectar tres mil Lempiras para ayudar con el regreso de Belkis a Siguatepeque. Su recuperación tardó un año.
Belkis es ahora integrante de la Comisión Nacional de Apoyo a Migrantes Retornados con Discapacidad (Conamiredis) una organización que asiste a migrantes retornados en su recuperación de la salud mental y a veces gestiona prótesis, como en el caso de Belkis, quien ahora es parte de un registro cruel, el de los migrantes que salieron de Honduras completos y que retornaron con una discapacidad. Ella recibió ayuda psicológica para superar el trauma de haber perdido su pierna.
«Estaba triste, como que no no valía nada pues, y que ya no iba a poder caminar.»
Cuando Belkis retornó al país, aún no existían ni las Unidades Municipales de Atención al Migrante Retornado (UMAR) ni los Centros de Atención al Migrante Retornado (CAMR), ambos proyectos creados debido al flujo migratorio en el país.
Las UMAR iniciaron en noviembre de 2017 impulsadas por la entonces Primera Dama, Ana García, con la intención de dar una respuesta estatal al flujo migratorio de hondureños retornados o deportados durante la ruta migratoria hacia los Estados Unidos.
De las 14 Umar que existieron, solo la de Tegucigalpa se mantiene activa, pero no en predios de la alcaldía, sino en lo que alguna vez fue la capilla en la Cancillería, porque a la oficina ubicada en el barrio Morazán, al lado del Plantel de Bomberos al este del Estadio Nacional, se le cayó una pared por lo que el 1 de diciembre se hizo el traslado de la oficina. Las otras cerraron por reestructuración del gobierno actual y por falta de presupuesto y no hay, hasta el momento, fondos para que se abran otra vez. Rosa Posadas, funcionaria de la Cancillería, confirmó que en mayo de 2022 se cerró la última por falta de presupuesto y están en esa espera de inyección de fondos para continuar.
Estas unidades eran lo primero que muchos migrantes retornados o deportados veían al regresar a su país.
Los Centros de Atención al Migrante Retornado (CAMR), están ubicados en Omoa y San Pedro Sula. En estos dos centros se atienden adultos, mientras que en el centro Belén se atiende únicamente a menores de edad procedentes de la ruta migratoria: Guatemala, Belice y México.
Las UMAR eran la extensión de los CAMR pero articulados con las alcaldías, con la intención de que, si el connacional deportado no visitaba los CAMR por la confusión del viaje, la frustración o la tristeza de lo que se podría considerar un fracaso – el viaje de regreso como deportado – se acercara a la UMAR más próxima y el proceso fuera local.
La colonia Villa Cristina, al norte de Comayagüela, se ubica en una serie de cerros conectados con pequeños pasillos que llevan largos graderíos y más casas; es una construcción empinada y desordenada, no es una zona accesible para personas discapacitadas. Pero Belkis se ve en la obligación de subir y bajar gradas y recorrer caminos irregulares diariamente con una prótesis dañada, así abastece su emprendimiento, que es una pulpería que cierra a las 9 de la noche y en la que tiene unas cuantas libras de azúcar, arroz, frijoles, café, la mitad de un cartón de huevos, una libra de manteca y un rollo de papel higiénico sobre una estantería color negro que ahora funciona como alacena. Del otro lado, colgados en una pared, hay ristras de consomé, churros sabor jalapeño, tajaditas artesanales, super glue y una refrigeradora gris que Belkis compró a crédito.
Lo que obligó a Belkis hace 12 años a salir caminando de Honduras con la intención de llegar a los Estados Unidos son las mismas razones que ahora obligan a miles de hondureños a migrar en caravanas: pobreza, pobreza extrema, inseguridad y desempleo. La migración por goteo o masiva no se puede esconder.
Ahora, 12 años después, Belkis vive en la casa de una amiga porque tuvo que vender su casa durante la cuarentena de 2020 y no tiene un espacio propio para vivir, pero no se detiene y ha emprendido con una pulpería en las alturas de la colonia Villa Cristina frente a todas las adversidades que le provocan miedo al caminar porque su prótesis está dañada y podría sufrir un accidente, pero aún así continúa.
El gobierno le ayudó con su traslado desde México, pero nada más, no hubo seguimiento a su caso, llamadas, bonos. Nada, a pesar de haber hecho los trámites para recibir asistencia.
En el CAMR de Omoa, por ejemplo, dijo Rosa Posadas que había una oficina de Instituto Nacional de Formación Profesional (Infop) donde se presentaba la oferta laboral de la zona a los migrantes retornados; sin embargo, tras el paso de las tormentas tropicales Eta e Iota, el personal del Infop en el Centro Omoa se retiró ya que el centro se perdió, pero fue rehabilitado en mayo del año anterior incluyendo la oficina del Infop lo que representó un costo de casi 700 mil dólares que fueron aportados por la OIM y USAID.
En un post de Twitter se registra la rehabilitación de un CAMR en San Pedro Sula el 10 de mayo de 2022 con la presencia del vicecanciller, Tony García y Laura F. Dogu embajadora de los Estados Unidos en Honduras:
Cancillería inaugura el Centro de Atención al Migrante Retornado (CAMR), en la ciudad de San Pedro Sula pic.twitter.com/CSfLZCVkbL
— Cancillería Honduras (@CancilleriaHN) May 10, 2022
Pero para poder recibir ayuda y los beneficios de estos proyectos, los migrantes deben pasar el registro en las Umar o en los CAMR, de lo contrario, no son elegibles y muchas personas no aceptan los beneficios o trabajos que ofrecen.
Ahora Belkis, desde el patio de la casa de su amiga desde donde se observa Comayagüela, centra su esperanza en que la Comisión Nacional de Apoyo a Migrantes Retornados con Discapacidad (Conamiredis) logre la personería jurídica y pueda ayudar a muchos migrantes que retornan con discapacidad y enseñarles a vivir una vida nueva.
De acuerdo con datos delObservatorio Consular y Migratorio de Honduras (CONMIGHO), al 31 de diciembre de 2022, los hondureños retornados fueron 88,555. Mientras que vía aérea desde EEUU, México y Centroamérica sumaron 55,429 y los retornados desde México y Centroamérica al 31 de diciembre sumaron 32,963. Del total de retornados, a Honduras, unos 52,243 (65%) son hombres; 15,578 (19%) son mujeres; 7,220 (9%) son niños y 5,814 (7%) niñas.
«Las mujeres migrantes son sujetos capaces de crear una nueva consciencia, intuitivas, perspicaces y signo de inspiración para su entorno. Son la viva expresión de la vida con sus encantos, ternura y la fortaleza.»
Contraportada del libro, La Fuerza de la Vida.