Las deudas del Estado de Honduras con los buzos miskitos

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La Moskitia hondureña está alejada del foco la mayor parte del tiempo, a excepción de cuando se habla de sus tragedias. Ahora, después de que la Corte IDH dictó una sentencia a favor de 42 buzos miskitos que quedaron con discapacidades a causa de su oficio, el Estado hondureño está obligado a cumplir con distintas medidas reparatorias en esta zona que siempre ha sido ignorada por los planes de gobierno. A pesar de la presión de una sentencia internacional, la realidad no cambia, los buzos continúan arriesgando su vida en la pesca de langosta y otros crustáceos marinos.

Texto: María Celeste Maradiaga
Fotografías: Fernando Destephen
Ilustración: Stefany Fonseca

Era la última hora de pesca y el bote que transportaba a Willy debía regresar a la costa hondureña ese mismo día. Tenía 215 libras de langosta recolectadas y quería permanecer en el primer lugar de sus compañeros buzos como el que más crustáceos había pescado en todo el viaje.

«Nos estábamos rifando entre otro buzo y yo el primer puesto del bote. En eso, cuando estaba buceando y se terminó mi tanque, salí a la superficie, vi que ya no estaba mi cayuquero, y no vi el bote. No pensé que me habían abandonado», cuenta Willy.

Con su tanque de oxígeno vacío, lejos del bote que lo llevó hasta ese sitio de pesca y sin divisar a su cayuquero, Willy Gómez naufragó en el mar Caribe por más de ocho horas. Inicialmente, el bote lo había dejado pescando cerca de la costa de Jamaica, en uno de los bancos pesqueros que frecuentan los buzos que salen de La Moskitia o del departamento de Islas de la Bahía, en Honduras.

Primero pensó que el bote podía estar cerca, entonces empezó a gritar y pedir ayuda. En sus adentros, Willy le pidió a Dios que no lo dejara morir flotando, sino que lo llevara a donde su mamá y su papá para que ellos lo enterraran.

«No pude hablarlo, pero lo dije con el corazón, repitiéndomelo todo el tiempo», dice. Estaba resignado a morir, pero no en medio del mar, solo, y sin que su familia conociera de su paradero. 

Aproximadamente a las 4:30 de la tarde, cuando el sol bajaba, Willy pudo ver una figura diminuta a lo lejos: se trataba del bote de pesca que lo había transportado en ese viaje. El mar ya estaba oscuro, pero con las pocas fuerzas que le quedaban nadó hacia el bote hasta que otros buzos lo reconocieron y lo sacaron del agua.

Esto ocurrió hace aproximadamente 30 años, pero Willy reconstruye esta y otras vivencias en sus tiempos de buzo pescador como si se tratara de algo reciente y con un español casi impecable, y lo hace mientras, en medio de nuestra conversación, se comunica con su pareja en idioma misquito. . 

A pesar del trauma que le ocasionó su naufragio en la década de los ochenta, no tuvo otra opción más que tomarse un tiempo y luego volver a trabajar como pescador.

Willy Gómez Pastor es uno de los 42 buzos beneficiados en la sentencia dictaminada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) contra el Estado de Honduras. Vive en la aldea de Walpata en Puerto Lempira, municipio de Gracias a Dios. Foto CC/ Fernando Destephen.

Pescó por otros 15 años sin ninguna novedad más que los dolores de cabeza ocasionales y la fatiga de trabajar por extensos periodos de tiempo. La realidad de los buzos en alta mar es compleja: no existen leyes en la legislación hondureña que velen por su salud integral, son explotados por los dueños de los botes si no recolectan la cantidad de marisco acordada y, además, corren el riesgo de enfermar por descompresión en cada pesca, algo que puede llevarlos a la muerte.

En 1993, mientras buceaba cerca de Las Bahamas y Haití, Willy enfermó por descompresión. Al emerger del mar después de pescar langostas, se montó en su cayuco e inmediatamente sintió mareos; cuando se desvaneció, fue llevado al bote de pesca por su cayuquero. En todo ese tiempo estuvo inconsciente.

Tomaría dos días llevar a Willy a la cámara hiperbárica de Guanaja en Roatán, departamento de Islas de la Bahía. Inicialmente, no podía mover su cuerpo del cuello para abajo, por lo que permaneció hospitalizado dos meses, y el dueño del bote se encargó de pagar las sesiones de la cámara hiperbárica. «Nada más», dice Willy.

Willy recuperó la movilidad en casi todo su cuerpo, menos en su pierna izquierda, por lo que ahora se desplaza con un bastón para caminar a donde sea que vaya por esta lesión permanente.

La enfermedad por descompresión se debe a un aumento de la presión debido al nivel de agua que recae sobre el buzo, esto produce formación de burbujas de nitrógeno en su cuerpo debido a la alta presión en cada inmersión al momento de la pesca y puede presentarse ya sea por ascender muy pronto a la superficie, no implementar un tiempo y profundidad adecuada para cada inmersión que realizan y no respetar los tiempos de parada entre cada sumergimiento.

Todos estos factores hacen que el exceso de gas no sea liberado lentamente por el buzo, lo que conlleva a una sobresaturación crítica y a la formación de burbujas en el organismo, las que pueden obstruir los vasos sanguíneos e impedir la circulación de la sangre en distintas zonas del cuerpo, como las extremidades, terminaciones nerviosas, y ocasionar problemas cerebrales, cardíacos y respiratorios.

Ahora Willy tiene 60 años de edad y vive con su esposa en Puerto Lempira, cabecera municipal del departamento de Gracias a Dios, pero es originario de Tansin, una comunidad a más de 20 kilómetros de Puerto Lempira y donde habitan la mayoría de buzos que salen a la pesca por buceo en ese municipio.

Las medidas que el Estado no ha cumplido

Willy es uno de los 42 buzos lisiados beneficiados dentro de la sentencia del Caso Opario Lemoth Morris y otros (Buzos Miskitos) vs. Estado de Honduras, notificada el 14 de octubre de 2021. Previamente, el 25 de marzo de 2021, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) aprobó un acuerdo de solución amistosa con el Estado hondureño, mediante el cual el Estado de Honduras reconoce que es responsable por lo que han vivido los buzos y sus familias.

Mediante esta sentencia el Estado hondureño se compromete a tomar 25 medidas de reparación que respondan a las necesidades de los buzos lisiados y el trabajo que han desarrollado en conjunto con estas personas. Entre los principales desafíos en la recolección de datos de cada buzo lisiado está la situación de extrema pobreza en la que viven, la falta de accesibilidad geográfica y los altos costos de traslado entre las distintas zonas de La Moskitia hondureña.

Lucas Mantelli, coordinador jurídico para la oficina de Mesoamérica y México del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil) y quien sigue de cerca esta demanda junto a la abogada María José Araya de la oficina para Mesoamérica de Cejil, explican que, aparte de las medidas individuales que benefician a cada uno de los buzos lisiados dentro de la demanda, también existen las medidas de garantía de no repetición, las cuales buscan que los hechos que dieron lugar a las violaciones de derechos humanos no vuelvan a suceder. Además, existen medidas en materia de salud, y entre estas está el fortalecimiento de la salud pública en la región de la Moskitia.

El Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil) imparte un taller de concientización a los buzos lisiados de La Moskitia sobre las medidas que el Estado hondureño está obligado a cumplir luego de la sentencia. Foto CC/ Fernando Destephen.

La directora del Hospital de Puerto Lempira, Yeni Gabriela Calderón, manifiesta que previo a la sentencia de la Corte IDH ya habían emitido una solicitud a la Secretaría de Salud para incluir una sala especializada en atención a los buzos lisiados dentro del hospital, la cual estaría compuesta por una nueva cámara hiperbárica y una sala de rehabilitación para los buzos, algo inexistente hasta el momento. Este proyecto fue enviado hace dos o tres años, y la doctora Calderón explica que tampoco han tenido acceso a fondos para la realización de este proyecto.

En el periodo de 2017 a 2021, el hospital de Puerto Lempira pasó a manos de los militares por orden del expresidente Juan Orlando Hernández, esto luego de la firma del convenio «Alianza para el Desarrollo de La Mosquitia», el cual prometía una inversión de 99 millones de lempiras para mejorar la infraestructura, equipamiento y el pago de salarios al personal del hospital. Durante ese tiempo, la única cámara hiperbárica existente en la región de la Moskitia también estuvo en control de las Fuerzas Armadas.

La situación precaria no cambió en el hospital, asegura la doctora Calderón, y tampoco se adquirió otra cámara hiperbárica en esos cinco años, sin embargo, se amplió el número de personas a cargo de la atención a los buzos lisiados. Actualmente existen cuatro médicos, dos técnicos que manejan la cámara hiperbárica, y cinco controladores internos que están pendientes del paciente dentro de la cámara en el hospital, pero lo ideal, señala la doctora, es que no solo estas 10 personas conozcan sobre los cuidados o la atención a los buzos lisiados, sino todo el hospital.

Calderón explica que el funcionamiento de la cámara hiperbárica es autosustentable, es decir, cuando llega un buzo enfermo por descompresión y el dueño del bote paga por su tratamiento, este dinero es el que se utiliza para pagar la energía, el combustible y los medicamentos y atenciones del paciente. Antes, el precio por cada sesión de descompresión en la cual el buzo permanecía cinco horas dentro de la cámara hiperbárica, era de 5,000 lempiras (203.54 dólares), sin embargo, en 2021, ascendió a 7,000 lempiras (284.96 dólares).

La atención en la cámara hiperbárica está disponible las 24 horas del día, se evalúa al buzo enfermo por un doctor de emergencia y este reporta al médico de turno el estado del paciente. Si este se encuentra en estado crítico, es atendido de forma inmediata y trasladado a la cámara. El tiempo que transcurre desde el primer signo de enfermedad por descompresión hasta la llegada al hospital es clave, menciona la doctora Calderón, ya que entre menos tiempo transcurra más posibilidades existen de revertir los efectos por el síndrome de descompresión y se corre menos riesgo de que el paciente quede paralítico o adquiera algún tipo de discapacidad.

En el caso de Willy, él necesitó de 23 sesiones en la cámara hiperbárica luego de ser diagnosticado con «enfermedad descompresiva tipo A» y con el 90 % de limitación en su movilidad. Fue atendido en una cámara hiperbárica privada en el Hospital Cornerstone Chamber and Medical Service de Roatán durante un mes, y la dueña del bote se encargó de pagar las sesiones de la cámara hiperbárica, pero solo eso.

Marylu Frederick, dueña del bote langostero Marylu 1 en el que Willy Goméz trabajaba como buzo, fue convocada a audiencia por el accidente de Willy por parte de la juez de paz de Guanaja, esto después de que un inspector de trabajo de Puerto Lempira lo solicitara. Sin embargo, la expatrona de Willy no se presentó a la audiencia y no pagó la indemnización correspondiente de 197,690.35 lempiras, en vista de que Willy había adquirido una discapacidad permanente del 80 % de su cuerpo.

El ingreso de buzos afectados por el síndrome de descompresión ha aumentado en un 166 % desde el 2009. En la última temporada de pesca, de julio a marzo, la cámara hiperbárica del hospital de Puerto Lempira fue utilizada por 80 buzos. 

Antonia Jerónimo, de GOAL, una agencia de respuestas a emergencias humanitarias a nivel mundial, señala que desde abril hasta finales de julio de 2022 han censado 921 buzos lisiados, entre ellos, los que sobreviven con una discapacidad y los que han fallecido. Este dato engloba a los buzos de los seis municipios de Gracias a Dios.

Según el informe El buceo en la pesca y la acuicultura en América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO en inglés), de 1,500 buzos activos, cada año se accidentan alrededor de 400, y de éstos, entre 15 a 20 mueren, conforme a una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2005. A grandes rasgos, los datos oficiales plasmados en este informe indican que actualmente existen 4,021 buzos activos en Honduras, sin incluir a los buzos lisiados. En 2011, se estimaban alrededor de 3, 720 personas con enfermedades producto de la descompresión.

Los datos proporcionados por la Dirección General de Pesca y Acuicultura (Digepesca) en este informe reportan que, para 2016, la flota activa de todas las pesquerías estaba compuesta de 238 barcos industriales, y la generación de empleo directo a bordo era de aproximadamente 6, 127 personas, considerando una tripulación de 12 personas y hasta 75 pescadores buzos en cada barco langostero con nasas y para captura de caracol.

En el escrito presentado a la Corte IDH detalla que la mayoría de las víctimas de la enfermedad por descompresión tenían entre 20 y 25 años cuando sufrieron sus primeros accidentes de buceo.Foto CC/ Fernando Destephen.

«Vemos que la raíz del problema no está en la ganancia de la demanda, la raíz está en las empresas. El Gobierno debe empezar desde ahí, porque si no habrán nuevos buzos lisiados», expresa Zicry Caballero, de la Comisión de Acción Social Menonita (CASM). Una de las medidas dictadas por la Corte IDH al Estado hondureño es «garantizar una adecuada regulación, fiscalización y supervisión de las industrias pesqueras» con la finalidad de garantizar condiciones de trabajo dignas y seguras para los buzos.

La diputada del Partido Liberal por el departamento de Gracias a Dios, Erika Urtecho, ha expresado su preocupación por las dificultades que viven los miskitos y, en específico, las condiciones en las que viven los buzos lisiados. La congresista asegura que el tema de los buzos no debería de centrarse solamente en los 42 que ganaron la demanda contra el Estado hondureño, sino que se debería de extender a más víctimas.

«Esta sentencia incluye muchos puntos que son importantes, lamentablemente en los gobiernos anteriores se comprometieron a cumplir estas medidas y no han avanzado como deberían. Por ejemplo, en el tema de indemnizaciones están atrasados, deberían de haber indemnizado a todos, pero solo han indemnizado a la mitad. También hay que reconocer que, al ser uno de los departamentos más olvidados y marginados por tantos años, es complicado el acceso a partidas de nacimiento, tarjetas de identificación y actas de defunción», indica Urtecho.

Las empresas «no registradas»

«La pesca submarina con fines comerciales genera un perverso círculo vicioso de dependencia y afectaciones para el pueblo miskito. El lucrativo negocio de las empresas pesqueras se nutre de la necesidad de los miskitos, convirtiéndolos en su mano de obra barata, sometida a condiciones extremadamente severas e infrahumanas», detalla la sentencia de la Corte IDH contra el Estado hondureño. Las empresas ligadas a las embarcaciones o dueños de botes en donde buzos se han accidentado no están contenidas en la demanda contra el Estado de Honduras, esto –argumenta el escrito– debido a que el Estado hondureño no guardó ni guarda registro de las empresas.

El escrito de solicitudes, argumentos y pruebas presentado en el 2020 por la Asociación Miskita Hondureña de Buzos Lisiados (AMHBLI), Miskitu Indiang Mairin Asla Takanka (MIMAT), el Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación (Eric), el Equipo Jurídico por los Derechos Humanos y el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil), constata que el Estado hondureño nunca cumplió con las obligaciones de fiscalización y supervisión de las operaciones de las empresas dedicadas a la pesca industrial de langosta. Además, el Estado no guardó registros de quienes prestaban servicios para estas empresas, y tampoco de los accidentes que ocurrían.

La demanda detalla que en 1995 existían 199 botes langosteros registrados en Honduras, 21 años después, la Dirección General de Pesca y Acuicultura (Digepesca) reportaba una flota activa de 238 barcos industriales. En cuanto a la cantidad de dinero generada por esta actividad, en 2017 la pesca por buceo generó 180 millones de dólares en divisas, y en el 2019 se constató que Estados Unidos era el principal destino de exportación del crustáceo, seguido de Europa.

Sin embargo, el escrito detalla que los capitanes de las embarcaciones reciben entre el 25 % y 30 % del valor del producto total capturado por los buzos. En cada salida «un buzo puede llegar a obtener unos 150 dólares, lo cual representa el salario de entre tres meses y un año de trabajo en actividades agrícolas en la zona», de esta manera, el ingreso de un buzo por los 7 meses de temporada equivale a 54,000 lempiras (menos de 2,000 dólares).

Entre las medidas dictadas al Estado de Honduras por parte de la Corte IDH está garantizar una adecuada regulación, fiscalización y supervisión de la actividad de las industrias pesqueras y un programa permanente que debe ser implementado por el Estado para fiscalizar y supervisar que los equipos de trabajo de las empresas pesqueras estén en buenas condiciones, que no haya hacinamiento en los barcos, que haya comida de calidad, entre otros.

Este programa será dirigido por la Comisión Interinstitucional para la Atención y Prevención de la Pesca por Buceo (CIAPEB), la cual designará a funcionarios de Digepesca, la Marina Mercante, Secretaría del Trabajo, Secretaría de Salud y la Fuerza Naval. 

Alcoholismo, violencia doméstica y pobreza

La doctora Yeni Calderón explica que dentro de la propuesta del equipo médico que atiende a los buzos están las pruebas toxicológicas, las cuales deberían de aplicarse a los buzos junto a los demás exámenes generales antes de que estos salgan a pescar a alta mar. Pero esto no se implementa actualmente, los exámenes correspondientes no son aplicados a los buzos, aún cuando la atención médica es una de las medidas dictadas por la Corte IDH.

Una habitante de La Moskitia, quien prefiere mantenerse en el anonimato, asegura que la situación de los buzos es complicada tanto por las condiciones precarias en las que trabajan como por el alcoholismo y el uso de drogas que afectan su salud e incrementa el riesgo de enfermar por descompresión.

«Lo usan como su fuente de energía, porque no ha de ser nada agradable estar tantas horas allí abajo en ese estado. Drogados bucean, y eso ha sido de toda su vida, esa es su forma, si aquel barco no le da su marihuana, no se montan a trabajar en él», asegura, y además menciona que solo un 5 % de los buzos no utilizan marihuana cuando se dedican a las labores del buceo.

Esta habitante también asegura que el alcoholismo figura en la vida de los buzos como una válvula de escape, una enfermedad que es respaldada por dueños de negocios que dan crédito a los buzos una vez estos vienen de pescar para que, en la mayoría de ocasiones, gasten su dinero en bebidas alcohólicas.

Según el informeHonduras: desatando el potencial económico para mayores oportunidades del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento o Banco Mundial, Gracias a Dios es el departamento con mayor puntaje en el índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), con un 51.7 %. Actualmente, los ingresos de un buzo equivalen a 100 lempiras por libra, cuando pescan aproximadamente 200 libras, lo que resulta en una estimación de 15,000 lempiras por viaje. Willy Gómez, buzo lisiado, asegura que en sus tiempos de pesca la libra de crustáceos se vendía por 200 lempiras, alcanzando de esta manera un promedio de 40,000 lempiras por viaje.

Vilma Greham Velázquez perdió a su esposo Roger Gómez Alfred, quien enfermó por descompresión en el 2002. Foto CC/ Fernando Destephen.

El informe de Índice Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas (PNUD) para el año 2022, revela que en Honduras cerca de 1.2 millones de personas tuvieron una puntuación de privación igual o superior al 33 %. En cuanto al Índice de Pobreza Multidimensional Global (PM global), las carencias en las condiciones de vida de los hogares y las privaciones en materia de educación y salud son las que más atribuyen a la pobreza multidimensional.

La situación es aún más grave en el departamento de Gracias a Dios, pues está entre los departamentos con mayor porcentaje de población en situación de pobreza multidimensional en Honduras, junto a los departamentos de Lempira, Colón, Olancho e Intibucá. Por otro lado, los departamentos de Islas de la Bahía, Cortés, Francisco Morazán, Atlántida y Colón mostraron un menor porcentaje de población en situación de pobreza multidimensional.

A principios de agosto de 2022, la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) en conjunto con la Secretaría de Estado de Defensa Nacional (Sedena) trasladaron 16 toneladas de alimento a la Moskitia hondureña donadas por la organización estadounidense Feed The Hungry. El ministro de Sedesol, José Carlos Cardona, expresó que una de las finalidades de esta gestión es proporcionar alimento a una de las zonas del país que más ha sido olvidada por los gobiernos anteriores.

Otro de los problemas que empeoran la situación de las familias miskitas es la violencia doméstica. Según el observatorio de violencias contra las mujeres del Centro de Derechos de Mujeres (CDM), hasta julio de 2022, el Sistema Nacional de Emergencia (911) registró 22,899 denuncias de violencia doméstica y 36,464 denuncias de maltrato familiar. De este registro, 141 denuncias corresponden a Gracias a Dios, y 95 corresponden a denuncias por maltrato familiar. Sin embargo, en lo que va del año, Gracias a Dios es el único departamento que no registra feminicidios o muertes violentas de mujeres a nivel nacional.

Golda Haylock, vicealcaldesa de Puerto Lempira, asegura que la violencia dentro de los hogares en Puerto Lempira no se atiende porque hay pocas denuncias. «Normalmente se han visto casos de violencia dentro del hogar y no se denuncia, no sé si es por el trámite al momento de realizar la denuncia, en el que se debe traer testigos por ejemplo, pero las mujeres no tienen la costumbre de denunciar aquí, yo pienso que es por eso que no se puede llevar una estadística real de la violencia intrafamiliar en La Moskitia», explica.

Además, la vicealcaldesa señala que al momento en el que la Policía Nacional se da cuenta de algún tipo de violencia dentro del hogar, ya es demasiado tarde y el conflicto ya está consumado. Es por esta razón que dentro de la alcaldía de Puerto Lempira tienen una oficina de atención a la mujer, pero, aún así, ninguna mujer se acerca a denunciar, asegura Golda Haylock.

Una de las iniciativas de las distintas organizaciones de la zona junto a la alcaldía para frenar los distintos tipos de violencia en La Moskitia es el programa de convivencia llamado «Tejiendo un nuevo camino». Este programa tiene la finalidad de formar a promotores de convivencia y mediadores de conflicto antes de que un problema llegue a instancias legales y sin que se necesite la fuerza política.

«Cualquier problema, cualquier diferencia que haya, ya sea escolar, familiar o de vecinos, existen cuatro puntos en los cuales la gente puede llegar y tratar de dialogar», explica la vicealcaldesa de Puerto Lempira. Haylock señala que en el tema de mujeres también se ha trabajado dando charlas y creando campañas para hacer conciencia sobre la violencia doméstica y maltrato familiar para que de esta manera las mujeres se sientan con la seguridad de hablar de sus derechos y realicen las denuncias correspondientes.

Según el Informe de Desarrollo Humano (IDH), las brechas de género se ensancharon más en el componente de ingresos en todos los departamentos de Honduras durante 2019. Gracias a Dios se encuentra entre los cuatro departamentos que presentan mayores brechas entre el IDH de mujeres y hombres. «Las mujeres presentaron una tasa bruta de matrícula en educación prebásica, básica y media de 68.4 frente a una tasa del 66.6 mostrada por los hombres. Asimismo, la tasa de deserción escolar de mujeres y hombres fue de 4.9 y 6.1, respectivamente, indica el informe.

Valentía, dolor y tragedia

Antes de mencionar la discapacidad que adquirió por la enfermedad descompresiva o las dificultades que atravesó al dedicarse a la pesca por buceo desde los 16 años, Willy recuerda a su hermano, Blandy Gómez Pastor.

Blandy también se dedicaba a la pesca de buceo y fue de los primeros buzos en luchar por los derechos de las personas que se dedican a este oficio. Lo hizo en los años noventa. Willy cuenta que su hermano Blandy fundó la primera organización de buzos activos, siendo el presidente y coordinando a los buzos de los 6 municipios de Gracias a Dios: Puerto Lempira, Ahuas, Brus Laguna, Juan Francisco Bulnes, Villeda Morales y Wampusirpi. Además, contaba con el apoyo de los dueños de botes, quienes estaban dispuestos a hacerse cargo de los buzos accidentados, y a donar cayucos y lanchas para el transporte de los mismos.

También abogó por mejorar las condiciones de los buzos en alta mar, el pago justo de su salario y el alimento por parte de los dueños de los botes. Willy explica que esto le trajo problemas a su hermano. A la esposa de Blandy la asesinaron y él, eventualmente, falleció en circunstancias poco claras. Los seis sobrinos de Willy quedaron huérfanos.

Acta de defunción de Blandy Gómez Pastor, hermano de Willy, quien también se dedicaba a la pesca de buceo y fue de los primeros miskitos en exigir mejores condiciones para los buzos. Foto CC/ Fernando Destephen.

El acta de defunción de Blandy Gómez Pastor detalla que este murió por descompresión mientras pescaba, y constata el pago de la indemnización a los padres de Blandy por 100,000 lempiras por parte del dueño del bote, el empresario naviero Marlon Winston Tatum. Sin embargo, Willy sostiene que a su hermano «lo mataron en el mar» por quitarle el poder a los dueños de los botes y exigir condiciones dignas para los buzos activos y buzos lisiados.

Además, los dos sobrinos de Willy, hijos de Blandy, fallecieron pescando, uno de 17 años y el otro de 18. Uno de ellos nunca regresó de pescar y se perdió en el mar. Sus otras sobrinas, cuatro mujeres, quedaron huérfanas en Tansin, sin estudios o algún oficio aprendido. Willy dice que viven del día a día, y él no puede regresar a ayudarles a una comunidad que no tiene hospital.

Aún con la tragedia y el suspenso que ha traído la pesca de buceo a la vida de Willy, él explica que no hay más remedio que dedicarse al buceo en La Moskitia, una zona abandonada y desatendida en el oriente de Honduras. 

«La necesidad de muchos hace de este un oficio de huérfanos, viudas e inválidos, pero esta es la única manera de sobrevivir –dice Willy. Después vuelve a sumergirse en sus historias en lo profundo e incierto del mar Caribe–. A mí esto es lo que me queda –menciona recordando su naufragio como una de las tantas veces en que las que estuvo cerca de perder la vida pescando–: es lo único que me queda, las anécdotas».

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