En el olvido ha quedado el control y la atención a la pandemia en Honduras

Texto: Allan Bu

Fotografías: Deiby Yánes

Un vendedor de chicles y cigarros en San Pedro Sula dice que no tiene miedo al COVID-19. No lo tuvo al inicio del confinamiento a mediados de marzo y no lo tiene ahora. Se pasea sin mascarilla por la calle donde él vende golosinas creyendo que la pandemia no es un peligro y que es un invento para mantenernos encerrados. Se ufana que durante ocho meses no ha utilizado protección de bioseguridad. «Nunca he usado ese bozal (mascarilla)», nos dice. 

En Honduras hay abundantes casos como el anterior, pero tras las tormentas Eta e Iota, que causaron al menos 91 muertos y pérdidas económicas aún incuantificables, son más las personas que parecen haber bajado la guardia. Contracorriente realizó un recorrido por las concurridas calles sampedranas y encontró dos constantes: aglomeraciones y mucha gente sin mascarilla. 

Durante casi ocho meses el Gobierno mantuvo restricciones para la circulación y un toque de queda en determinados horarios, el cual se mantiene de 10 p. m. a 5 a. m. No obstante, tras el paso de los dos ciclones que devastaron al país, el Sistema Nacional de Riesgos (Sinager) eliminó la circulación por el último dígito de la identidad, que antes de los desastres permitía la circulación de dos terminaciones. Ahora el comercio puede atender al público sin restricciones.

De acuerdo con cifras oficiales, al 14 de diciembre se habían diagnosticado 114 642 casos, siendo los departamentos con mayor incidencia Francisco Morazán (27.8 %) y Cortés (26.8 %).  Más de un 50 % de los casos están en los lugares antes mencionados. El Gobierno confirmaba 2989 muertes por COVID-19.

«Tienen encerrada a la gente», dice el vendedor de chicles. Él solo se ha puesto el cubrebocas cuando es estrictamente necesario para entrar a un lugar, nos cuenta. Presume que no le ha pasado nada pese a que ha obviado las medidas de bioseguridad. 

 

En pleno parque de SPS se pueden observar varias personas sin usar mascarilla. San Pedro Sula, 9 de diciembre de 2020, Foto, Deiby Yanes.

A un costado del Parque Central en San Pedro Sula nos encontramos a don José Orellana, un hondureño que residió en Estados Unidos por 25 años y desde hace tres es taxista en esta ciudad. Tiene 70 años y usa mascarilla. 

—¿Hay muchos clientes hoy?, veo muchas personas en las calles. —Le digo. 

—Haciendo nada. Enjaranando (endeudando) la tarjeta. Montón de gente piensa que esto es broma, —Me  responde, sin quitarse la mascarilla, aunque se olvida del distanciamiento. 

Mientras conversamos, varios cruzan la calle hacia el parque, sin protección. 

—¿Y usted si alguien se sube sin protección a su taxi, lo lleva al lugar requerido? 

Don José, toma un poco de aire, se acomoda con sus dedos la mascarilla y me responde:

—Si sube sin mascarilla, lo llevo porque quien tiene que protegerse soy yo. El que se quiera morir, que se muera. Así somos (los hondureños) de desidiosos.

El Parque Central estuvo cerrado durante meses, pero ahora es un hervidero de transeúntes. Los vendedores ofrecen sus productos y gran parte de ellos no portan mascarillas. Muchos de sus clientes tampoco. El distanciamiento social es una utopía entre tanta gente. 

Hay familias completas en las calles. Parece que la pandemia se acabó cuando el 6 de noviembre se bajaron las restricciones tras el paso devastador de la tormenta tropical Eta. Ese día, el Gobierno autorizó que los supermercados atendieran sin restricciones para que las personas pudieran abastecerse. 

En la siguiente semana continuó la circulación general por la inminente llegada de Iota y desde entonces se ha mantenido igual. La medida se extendió a la banca y al comercio en general. Sinager y la Policía Nacional pidieron a la población en general actuar con responsabilidad acatando las medidas de bioseguridad, como una señal de solidaridad con quienes trabajan en primera línea (médicos y enfermeras) enfrentando la emergencia de la COVID-19.

En la intersección de la primera avenida y la segunda calle, nos encontramos a un grupo de jóvenes que venden productos de las compañías que dominan el mercado telefónico en el país. Ninguno de estos vendedores portaba mascarilla. 

«Terminal, terminal. La dos, vacío, súbale», gritaban los ayudantes de microbús en la  parada de buses en San Pedro Sula conocida como Maheco. Lo hacían entre decenas de personas que circulaban por ese lugar. Uno de ellos anda sin mascarilla y al percatarse de la presencia del lente de Contracorriente se la coloca. 

Una mujer y dos niños viajan sin mascarilla al interior de un rapidito. San Pedro Sula, 9 de diciembre de 2020, Foto, Deiby Yanes.

Lo mismo pasa con otro que va llegando, mira la cámara y se coloca el cubreboca. Incluso, una pasajera se sube sin mascarilla a un autobús de ruta a Chamelecón. Alguien le dice que se la ponga, que hay cámaras, y se la coloca. 

En agosto, después de casi cinco meses sin operar por la pandemia, el Gobierno inició el pilotaje con 20 rutas en Tegucigalpa para que el transporte público regresara a operar. En aquel momento se hablaba de estrictas medidas de bioseguridad. Las unidades solo podrían transportar el 50 % de pasajeros. 

Se dijo que todos los pasajeros iban a portar mascarilla y los ayudantes, ahora algunos sin mascarilla, aplicarían gel en el ingreso de los pasajeros. Todos esos compromisos han sido olvidados y las unidades viajan a cupo lleno y sin gel de manos.

«Ponte la mascarilla que ahí anda ese maje tomando fotos», le advierte un ayudante a otro. Antes de nuestra llegada la mayoría de ellos gritaban intentando convencer pasajeros sin importar el cubreboca, pero ahora todos se lo han colocado. 

El trabajador que dio el consejo al otro, que es un hombre robusto y de unos 30 años, comienza gritar un discurso de responsabilidad en la pandemia. «Póngase la mascarilla, por eso quieren cerrar el país otra vez, porque no quieren protegerse». 

Aprovecho y pregunto, ¿qué hace si alguien no porta mascarilla?, «no lo llevo, simplemente no dejo que la persona suba», responde. «Es que quieren cerrar el país por la gente que anda sin protección. Si lo cierran, no vamos a poder trabajar, pero son burros compa», dice. 

Y ciertamente, la semana anterior el ministro de la Presidencia, Ebal Díaz, manifestó en conferencia de prensa que no se descarta regresar al confinamiento si los contagios siguen aumentando, como ha sido el comportamiento después que se terminaron las restricciones.

El funcionario refirió que ya comienzan a valorar el nivel de contagios y las atenciones de pacientes en los hospitales. Subrayó que no es una determinación fácil de tomar, debido a que cerrar la economía del país afecta a miles de familias hondureñas y muchos no tienen cómo llevar ingreso a sus hogares.

Un ayudante de rapidito no usa mascarilla y así se le acerca a llamar a la gente para que aborden la unidad. San Pedro Sula, 9 de diciembre de 2020, Foto, Deiby Yanes.

Las compras navideñas y la COVID-19

El video parece un día festivo y sin pandemia. Cientos de personas se encuentran en el área de comidas de un centro comercial en San Pedro Sula. En ese escenario no se cumplen los protocolos de bioseguridad. 

«A mí me asusta porque esa es el área de comidas, ahí obligatoriamente usted tiene que quitarse la mascarilla. No hay distanciamiento. Veo un día normal sin covid, ahí no hay cuidados», señaló a Televicentro sobre este video la doctora Karla Pavón, jefa de la Unidad de Vigilancia de la Salud. 

«Esto (las aglomeraciones y descuidos) nos va a pasar factura y nosotros estamos buscando la forma de cómo ir a buscar estos casos», señaló la doctora.

En San Pedro Sula, la Secretaría de Salud (Sesal) ha iniciado campaña para aplicar pruebas rápidas en los mercados locales y en lugar de mucha concurrencia como la terminal de buses.

«Estamos desplazando los triajes móviles a los mercados y centros comerciales para hacer un pesquisaje con pruebas rápidas y dar un tratamiento Maíz a aquellas personas puedan resultar positivas», aseguró el viceministro de salud, Roberto Cosenza, en una conferencia en la Universidad Nacional Autónoma en el Valle de Sula (UNAH-VS). 

Karla Pavón manifestó que la Sesal adquirió 300 000 pruebas de antígenos, que es un hisopado común, pero que el resultado se conoce en 15 minutos. Sin embargo, revela que son muy pocos los que quieren someterse a este procedimiento y prefieren la prueba rápida, que es menos efectiva para el diagnóstico. 

Hay señales de aumento de casos

En Cortés, la Sesal indica que el porcentaje de positividad en las pruebas  PCR realizadas es de 29 %, que aunque es significativo, está muy lejos del pico más alto que tuvo el departamento cuando en la última semana de junio y la primera de julio, se alcanzó un 63 % de pruebas positivas. 

En San Pedro Sula, entre el 17 de marzo y el 12 de diciembre, se habían aplicado 31 095 PCR, de las cuales 15 109 fueron positivas, es decir, el 49 % del total. 

En el hospital Leonardo Martínez, a partir de la semana epidemiológica 45, que comprendió del 8 al 14 de noviembre, hay un leve aumento en las hospitalizaciones, pues en esas fechas el centro asistencial atendía a 31 pacientes y en la semana del 6 al 12 de diciembre esta cifra cerró en 44. En ese período hubo 13 muertes confirmadas por COVID-19. 

Los ingresos por COVID-19 en este hospital llegaron en la segunda semana de diciembre a  2653, mientras que los fallecimientos ya suman 606. También aumentaron los pacientes internados en el Hospital Mario Catarino Rivas, que tiene menos espacio en sus salas orientadas a la pandemia y su ocupación está arriba del 90 %. La semana anterior tenía 37 internados. 19 personas perdieron la batalla por COVID-19 en las últimas dos semanas. En total ya suman 486 muertes en este centro hospitalario. 

Información proveída por la Región Metropolitana de Salud señala que en San Pedro Sula la letalidad del virus alcanza un porcentaje de 3.4 %. En la capital industrial del país en las últimas dos semanas el porcentaje de pruebas positivas es de 36 %.  Se han detectado 593 casos positivos nuevos. 

José Orellana, un taxista que afirma que a sus clientes les exige el uso de las medidas de bio seguridad para evitar la Covid. San Pedro Sula, 9 de diciembre de 2020, Foto, Deiby Yanes.

La jefa de la Región Metropolitana, Lesbia Villatoro, advierte de otra señal de que puede venir un rebrote. Afirma que en dos de los centros de triaje que funcionan en San Pedro Sula, hubo más atenciones. En Expocentro hubo un aumento del 40 %, mientras que en el centro que funciona en el Instituto Hondureño de Formación Profesional se incrementó en un 20 %. Villatoro manifestó en conferencia de prensa que las personas que buscan atención en triajes es porque tienen algún síntoma o han tenido contacto con un infectado.

El lunes 14 de diciembre, el presidente de la Asociación de Médicos del Instituto de Seguridad Social, Carlos Umaña, dijo a la HRN que ya no existía cupo en una de las salas de cuidado intensivos que contaba con ocho espacios y que seguramente se habilitaría un segundo módulo con 17 camas más. «Estamos en el inicio del colapso de las unidades de cuidados intensivos, que son las primeras que colapsan», comentó Umaña, quien advierte de un eventual colapso de los centros asistenciales en enero. 

El panorama es muy similar en Tegucigalpa donde las salas COVID-19 comienzan a recibir nuevamente una cantidad de pacientes. «Aún hay cupo en las salas COVID-19, pero se está llenando. La Unidad de Cuidados Intensivos está llena», escribió en Twitter, la doctora Suyapa Sosa, que es la jefa del Servicio de Neumología del Instituto Nacional Cardiopulmonar, más conocido como Hospital del Tórax. 



Contracorriente consultó al viceministro de salud, Roberto Cosenza, sobre las probabilidades que hay de volver a regular la circulación y dijo: «Creo que el confinamiento ha traído consigo otro tipo de enfermedades. Aquí tenemos que usar las medidas de prevención para continuar con esta apertura económica que tenemos».

La doctora Lesbia Villatoro, jefa de la Región Metropolitana de Salud, envía un mensaje casi desesperado a la población: «a la gente le digo “seguimos en pandemia, no bajemos la guardia”».

En un comunicado emitido el miércoles 16 de diciembre, la Mesa Multisectorial para la Apertura Económica y Social pidió «enérgicamente» a la población en general, empresarios y autoridades no «relajarse durante las fiestas navideñas». 

Además, sugirieron a los partidos políticos «ser ejemplo para la población y respetar en todo momento las medidas de bioseguridad ya estipuladas por Sinager». 



Una joven y su pequeña hija caminan en medio de la multitud en las cercanías del sector Calpules, la mayoría de los damnificados siguen expuestos al contagio, sin medidas de protección adecuadas. San Pedro Sula, 9 de diciembre de 2020, Foto, Deiby Yanes.

Vacunas y confinamiento en el primer mundo

Honduras cumplió nueve meses de estar bajo el asedio del COVID-19. Largos meses de confinamiento han dejado grandes daños a la economía.  Estimaciones indican que se perdieron más de medio millón de empleos, que el 43 % de las pequeñas y medianas empresas cerraron y, de acuerdo con estimaciones del Banco Central de Honduras (BCH), la caída en la economía será en un 9.5 %. 

Lo que pasó en Honduras con las tormentas es incomparable con lo que pasa con la pandemia en otros países, en este país hay una verdadera crisis humanitaria. Miles de personas viven en el bulevar del norte, que atraviesa las tres ciudades más afectadas: El Progreso, San Manuel y La Lima. Ese recorrido muestra que las personas no cuentan siquiera con servicio de agua potable, techos o espacios donde puedan estar distanciados. La pandemia, para estas personas, es la última de sus preocupaciones. 

Como mencionamos en párrafos anteriores, las medidas adoptadas en el país luego que Eta e Iota lo azotaron pueden provocar un rebrote, como ha sucedido en Europa, donde regresaron a las medidas de confinamiento, tras la llegada de una segunda ola del coronavirus. 

A mediados de octubre, países como Holanda, Bélgica y Francia declararon un toque de queda nocturno. En Francia las reuniones solo podían realizarse con diez personas y en República Checa con seis. En Londres, capital de Inglaterra, prohibieron a las personas juntarse en lugares cerrados con otras ajenas a su círculo hogareño. España también limitó la operación de bares y restaurantes a un 50 % en Madrid y en regiones como Cataluña, estos establecimientos se cerraron por dos semanas. A inicios de noviembre, Italia decretó un estricto encierro en las regiones de Lombardía, Piamonte y Calabria.  

Y más recientemente, en Alemania la canciller Angela Merkel, decretó un «duro confinamiento» en un nuevo esfuerzo para frenar la segunda ola de COVID-19 que acecha el país. Centros educativos y negocios no esenciales permanecerán cerrados en la mayor economía europea desde el 16 de diciembre y hasta el 10 de enero. Los alemanes permanecerán en aislamiento la navidad.  

El COVID-19 es un enemigo silencioso y resistente, el mundo tiene puestas sus esperanzas en una vacuna. Aunque hay varios ensayos en fases avanzadas para la comprobación de efectividad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) a través de su director, Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró el miércoles que «la vacuna para el coronavirus tardará un mínimo de 18 meses. Mientras tanto, reconocemos que existe una necesidad urgente de terapias para tratar a los pacientes y salvar vidas». 

Sin embargo, Estados Unidos comenzará a utilizar la vacuna de Pfizer, que tras un estudio en el que participaron unas 41 000 personas alcanzó hasta un 95 % de efectividad. Luego de publicar estas cifras, un comité asesor de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. votó para recomendar la fórmula de Pfizer contra el COVID-19 en personas mayores de 16 años. La decisión ocurrió un día después de que la Administración de Medicinas y Alimentos (FDA) de EE. UU. emitiera la autorización de uso de emergencia para la vacuna.

Inglaterra también ya ha vacunado a más de 138 000 personas en una operación que comenzó esta semana. Estados Unidos alcanzó, el 14 de diciembre, 16 518 487. Ese día se diagnosticaron 192 479 casos nuevos. El gran país del norte suma más de 300 000 personas fallecidas por COVID-19. 

Además, de la vacuna del Pfizer, al 24 de noviembre habían ensayos clínicos a gran escala (fase 3) en curso o previstos para tres vacunas contra el COVID-19 en los Estados Unidos: AstraZeneca, Janssen y  Moderna. 

Aunque los expertos todavía no tienen claridad de cuándo se tendrá una vacuna certificada, la información anterior representa una esperanza para acabar con la pandemia que ha contagiado a más de 55,6 millones y que  ha cobrado la vida de 1,3 millones de personas en todo el mundo.

Varios vendedores de fruta son vistos sin mascarilla en las calles sampedranas. San Pedro Sula, 9 de diciembre de 2020, Foto, Deiby Yanes.

Honduras, este pequeño país centroamericano empobrecido por sus gobernantes, espera con ansias por la vacuna. La ministra de Salud, Alba Consuelo Flores, aseguró que mediante la firma de la alianza Gavi, que firman naciones, compañías farmacéuticas y organizaciones internacionales, el país obtendrá la donación de una parte de la vacuna, para proteger al 20 % de la población hondureña en el 2021.

Aseguró también que el IHSS aplicará la vacuna a sus asegurados. «Se hará una compra adicional de vacuna, de acuerdo a producción y disponibilidad de oferta, para proteger a otros grupos en riesgo», agregó Flores. La ministra quizá olvidó que la vacuna tendrá una demanda mundial y que los países pobres serán los últimos en recibirla. 

El sitio alemán DW.com recoge un estudio de estudio de la Johns Hopkins Bloomberg School, en el que se destaca que los países ricos ya reservaron más de la mitad de las dosis en principio disponibles para 2021. El estudio estima que «al menos una quinta parte de la población no tendrá acceso a las vacunas hasta 2022».

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