El olvido, la tormenta eterna en la capital

El huracán Iota trazó pasó por el centro y sur de Honduras y aunque se debilitó con el pasar de los días, dejó lluvias que provocaron medio millón de personas afectadas y al menos 100 000 evacuadas.

Texto y Fotografías: Fernando Silva

En menos de 14 días dos tormentas tropicales —Iota y Eta— golpearon territorio nacional dejando al país quebrado y en gran parte bajo el agua. Datos oficiales de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) indican que en acumulado estos fenómenos dejaron casi 4 millones de afectados, sin embargo, hasta la noche del 22 de noviembre las autoridades solo habían habilitado albergues para 89 000 personas.

En el caso del Distrito Central el desastre no llegó hasta residenciales ni algunas de las colonias más habitadas de la ciudad, pero la lluvia constante desde la madrugada del 17 hasta la noche del 18 de noviembre, saturó el suelo de agua y lo debilitó, provocando que casas de las zonas más vulnerables como los barrios El Edén, Reparto, Canaán y Flores de Oriente se hundieran en el suelo dejando a decenas de familias en la calle.

«Mi casa es de madera, pero no se puede habitar porque yo no vivo en suelo firme, sino que son tablas. Vivo con mis seis hijos y se rajó toda la casa», cuenta Ingrid mientras carga en brazos a su hijo menor, acaban de llegar al mega albergue habilitado por Copeco en el complejo deportivo José Simón Azcona, procedentes de la colonia Nueva Suyapa, donde ya llevaban viviendo en una escuela durante dos semanas. Después de las lluvias que dejó el huracán Eta les hicieron buscar un refugio, pero ante las precipitaciones del huracán Iota, la escuela también mostró signos de debilitamiento y las 29 familias que permanecían allí tuvieron que evacuar.

Un ejemplo del mismo patrón es lo reportado por El Heraldo, en donde se denuncia que en el barrio Los Pinos, el muro perimetral de la escuela convertida en albergue, comenzó a caerse.

Ante esto muchas familias han sido llevadas hasta el albergue del Complejo Deportivo, que hasta la tarde del jueves 19 de junio contaba con 129 personas damnificadas, muchos de ellos llevan más de un día sin comer, y sumado a eso no hay distanciamiento, gel antibacterial o mascarillas suficientes, las medidas ante la COVID-19 son nulas a pesar de la supervisión intermitente por parte de oficiales de Copeco. En Honduras, la emergencia por los huracanes hizo desaparecer la mayoría de las medidas gubernamentales para contener la pandemia.

Doña María no ha comido desde que la llevaron al albergue en el Complejo Deportivo José Simon Azcona, el personal de Copeco no responde a sus pedidos de ayuda y no sabe cuánto tiempo tendrá que permanecer allí. Tegucigalpa, Francisco Morazán, 17 de junio de 2020.

Aunque algunas familias cargan con botes de gel antibacterial e insisten a sus hijos por el uso de mascarillas, la falta de planificación de las autoridades hace que el contagio parezca inevitable.

Fidel Barahona, experto en salud pública, explicó a Contracorriente que ante estas circunstancias de hacinamiento y falta de acceso a medidas de limpieza «la probabilidad de contagio es enormemente grande, pero el problema es que el Gobierno no planifica nada. Ya se sabe que cuando hay una inundación hay desplazamiento de una cantidad importante de personas, y que la probabilidad de contagiar es alta pero no se prepararon los albergues para tener una respuesta tanto para evitar el virus como para salvar las vidas por la inundación. Este es el Gobierno de la improvisación en el que las decisiones las toman personas que no saben un comino de salud pública», concluía Barahona.

Roberto Cosenza, viceministro de salud dijo, en declaraciones a medios de comunicación, que más de una cuarta parte de las 3500 pruebas realizadas en los albergues de San Pedro Sula hasta el viernes 20 de noviembre  habían resultado positivas, sobre Tegucigalpa no brindó estadísticas.

Ingrid Irías, brinda sus datos a una de los tres oficiales de Copeco que supervisan el albergue del Complejo Deportivo José Simón Azcona, donde hasta el 19 de junio permanecían 129 personas damnificadas por las lluvias que dejó el huracán Iota. Tegucigalpa, Francisco Morazán, 17 de junio de 2020.

Ingrid se preocupa por la salud de sus hijos ante el virus, pero sobre todo se preocupa porque ya no tienen un hogar donde ella pueda hacer tortillas y vender para sobrevivir, a pesar de esto todavía confía en Dios y en el presidente para que les ayude.

«Todavía no nos han dicho algo conciso, pero esperamos una respuesta para tener un hogar digno para nuestros hijos. La verdad no importa donde nos lleven, con tal que nos lleven a tierra firme donde no haya desbordamientos o inundaciones, yo le pido al presidente de la República, porque confiamos primero en el Señor y luego en él», ruega Ingrid.

Alrededor de Ingrid decenas de familias esperan que dos oficiales de Copeco habiliten las camas que permanecen en una esquina del salón, justo a la par de un charco de agua provocado por una gotera en el techo. 

El miedo de siempre

 

Los mercados de Comayagüela, cercanos al río Choluteca, son el motor comercial de la capital. Según datos de las autoridades de la Jefatura de Mercados de la Capital, unas 50 000 personas trabajan en la zona, y la gran mayoría de habitantes de los barrios y colonias de toda la ciudad compran allí. Sin embargo, estos locatarios también son el sector más amenazado por las inundaciones, y más abandonado por las autoridades.

Enoc, de 67 años, lleva once años vendiendo juguetes usados en un puesto en la entrada de la zona de los mercados. Con cada peligro de inundación ha logrado desalojar a tiempo y no ha perdido nada, dice que lo peor en esta zona es la delincuencia, el abandono de las autoridades y la falta de opciones para aliviar sus deudas.

Desde hace más de una década, Enoc vende juguetes en el mercado Alvaréz en Comayagüela, ante las lluvias y las restricciones de entrada en los mercados capitalinos decidió sacar toda la mercadería por miedo a que se las roben. Tegucigalpa, Francisco Morazán, 17 de junio de 2020.

«Con la alerta del huracán Eta yo dejé mis cosas aquí y no pasó nada, pero esta vez estoy temiendo por los delincuentes, porque cuando miran que un lugar está solo, abren y le dejan a uno como salón de baile. Yo no le temo al huracán, a lo que yo le temo es que me terminen de arruinar quitándome lo poco que tengo, por eso estoy sacando mis cosas».

Enoc se molesta porque ni siquiera ante el peligro de un huracán las autoridades han llegado a atender sus necesidades. Lo dice fuerte y mira de reojo a dos policías que permanecen en medio de la calle conjunta, deberían bloquear el acceso a los mercados, pero todo el que quiere pasar lo hace.

«Lamentamos que no le pongan atención al comerciante individual que es el que más ha sufrido con lo de la pandemia y con esto del huracán, que por lo menos vengan a ver la situación en la que vivimos. Nosotros trabajamos a base de préstamos y los bancos no perdonan sin importar la situación que estamos viviendo en el país, es injusto lo que nos están haciendo, nosotros necesitamos apoyo del Gobierno pero lamentablemente aquí brilla por su ausencia».

Enoc dice que en toda la crisis económica dada por la pandemia —y ahora con las lluvias— no ha dejado de recibir llamadas de los bancos pidiendo que pague sus deudas, asegura: «nos quieren mandar presos por las deudas en lugar de ayudarnos. Cómo es posible que solo la clase privilegiada no se preocupa por nada, aquí nosotros somos los que sufrimos».

Lo más grave de enfrentarse a las lluvias, dice Enoc, es que la gente no puede ir a comprar a los mercados y en su caso los niños no salen a pedir juguetes a sus padres, recuerda que los vendedores solo sobreviven con la venta de cada día.

«Los gobiernos tienen que preocuparse por ayudarnos para poder seguir luchando por nuestro país que lo amamos mucho. Imagínese que aquí ya me han venido a cortar la luz, pero luego igual me siguen cobrando, uno de pobre tiene que pagar hasta por la oscuridad».

Cuando pasó la tormenta Eta y dejó millones de afectados, sobre todo en el norte del país, el presidente Juan Orlando Hernández anunció la puesta en marcha de la operación No están solos, en la que prometió auxiliar a 300 000 de los casi 4 millones de damnificados en todo el país. En ese sentido, en un acto público realizado en el parqueo del parque Acuático Wonderland de San Pedro Sula, pidió a los organismos internacionales los llamados Fondos Verdes del Clima para atender la tragedia en Honduras, un fondo que consiste el desembolso de 35 millones de dólares que se le otorgó al país en diciembre de 2019 y que estaba destinado para la restauración de los bosques de pino afectados por la plaga del gorgojo.

Además, Hernández aseguró que la clave en las emergencias es el papel de las alcaldías a las que ya se les han desembolsado 260 millones de lempiras para atender la emergencia causada por estos fenómenos de tormenta.

En el caso de Tegucigalpa el desembolso de estos fondos encontraría a la municipalidad de Tegucigalpa con una crisis grave. El alcalde capitalino, Juan Nasry Asfura, está enfrentando un proceso judicial acusado por la Unidad Fiscal Especializada Contra Redes de Corrupción (Uferco) por lavado de activos, malversación de caudales públicos, violación a los deberes de los funcionarios, fraude y uso de documentos falsos. La investigación detalla que entre 2017 y 2018 unos 29 millones de lempiras (más de un millón de dólares) fueron desviados de la municipalidad de Tegucigalpa a cuentas personales.

Bajo la lluvia del desastre

 

Las lágrimas de Karina se disfrazan con la lluvia fuerte que cae sobre barrio El Edén, llora mientras observa cómo su cama y muchas de sus pertenencias se mojan esperando que miembros de las Fuerzas Armadas terminen de desalojar lo que queda de su casa que se hundió durante la madrugada del martes 17 de noviembre.

Karina tiene dos hijos menores, y dice que ni en estas condiciones se iría a un albergue donde solo puede encontrarse «delincuentes y el virus», además no quiere dejar las pocas cosas que le quedan, por eso prefiere pedir albergue en la casa de un familiar.

Karina Madrid, fue de las más afectadas ante el hundimiento del terreno en barrio El Edén, de Tegucigalpa. Tegucigalpa, Francisco Morazán, 17 de junio de 2020.

Según el teniente Castillo de las Fuerzas Armadas, de las 120 familias que habitaban la zona unas 17 fueron desalojadas «gracias al trabajo de unos 75 efectivos de las FF. AA. y la Policía Nacional», asegura que el Comité de Emergencia Municipal (Codem) tiene todo lo necesario en los albergues para mantener a todas las personas que lleguen.

Ya que la presencia de seguridad estatal no es permanente y muchas familias dejaron sus pertenencias, un grupo de hombres se quedaron para cuidar las casas de la zona. «Estamos cuidando desde anoche porque si dejamos solo perdemos todo, otros se aprovechan de nuestra desgracia», dice Marvin, quien desde los 7 años vive en el barrio, ahora tiene 37 y trabaja como albañil.

Marvin cuenta que desde que empezaron las lluvias por el huracán Eta, en la primera semana de noviembre, activistas del partido de gobierno llegaron a decirles que tenían que desalojar la zona, pero nadie les ayudó hasta que la madrugada del martes pasado algunas casas comenzaron a hundirse por la saturación del suelo.

«Son cosas que uno no las espera, pero estábamos obligados a desalojar, estos militares vinieron a hacer bulla porque aquí no hemos tenido ayuda de verdad, dicen que nos van a llevar a albergues, pero no dicen que realmente nos van a ubicar en otro lugar».

Marvin vigila desde la parte frontal de una casa de madera —la mejor de la zona—, junto a él se encuentra Pablo, reservista del Ejército que en 60 años de vivir en barrio El Edén, ha visto infinidad de inundaciones.

«Mire, en el 2012 se hundieron unas casas y se hundió un poste de electricidad, cayó sobre esas casas y se iban a quemar. Yo me tiré al poste para cortar los cables, cuando me bajé me cayó encima del brazo una cerca, lo peor es que ya en el hospital me cobraron 18 000 lempiras por salvar mi comunidad», dice Pablo, y recuerda que en esa ocasión no reubicaron a la gente que perdió sus casas, sino que la dejaron por semanas en escuelas hasta que decidieron ellos mismos reconstruir.

Las Fuerzas Armadas evacuaron al menos a 17 familias del barrio El Edén en Tegucigalpa, ante el deslizamiento y hundimiento del terreno por las lluvias del huracán Iota. Tegucigalpa, Francisco Morazán, 17 de junio de 2020.

El presidente Hernández también anunció esta semana que se había reunido con los presidentes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Banco Mundial (BM), Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y Banco Europeo de Inversiones (BEI) con el objetivo de conseguir intereses bajos para créditos dirigidos a la reconstrucción nacional del país.

Según Hernández, «vamos a construir en dos terrenos en San Pedro Sula, serán casas en sistemas de edificios modulares», y pidió la colaboración de empresarios para la donación de 40 manzanas de terreno destinadas a su plan de reconstrucción en el norte, pero no mencionó ninguna ayuda para las familias del centro y sur del país que también perdieron sus casas. «El programa de gobierno Vida Mejor atenderá a más población y lo haremos con mayor fuerza», concluyó.

Pablo recuerda que como reservista del Ejército fue uno de los que «defendió la constitución» en la crisis política derivada del golpe de Estado en 2009, salió porque les dijeron que Manuel Zelaya iba a empezar una guerra y dice que ellos fueron quienes pusieron a Porfirio Lobo.

«La verdad tenemos 12 años de tener de presidente a Juan Orlando. Si estuviera Ramon Mata, ya hubiese reubicado a este montón de gente», asegura Pablo, sobre un narcotraficante arrestado en 1988 por oficiales estadounidenses en territorio hondureño a quien muchos consideraban un Robin Hood.

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Este domingo, en un comunicado, Copeco anunciaba la formación de un fenómeno que dejará lluvias sobre todo en la zona noroccidental del país, por lo que recomendaron «tomar precauciones ante deslizamientos y realizar una revisión del entorno para revisar grietas, fisuras o pequeños deslaves de tierra», esta institución recomendó que la población no debe regresar a zonas que ya han sido evacuadas. Según cifras oficiales, más de 25 000 viviendas han sido dañadas en todo el país.

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Sobre
Fernando Silva, es periodista de investigación. Su trabajo se enfoca en cubrir temas de corrupción, estructuras de poder, extractivismo, desplazamiento forzado y migración. También es realizador audiovisual y ha trabajado desde hace media decada en ese ambito con organizaciones que defienden derechos humanos e instituciones de desarrollo en el país. En 2019 egresó del Curso de Periodismo de Investigación de la Universidad de Columbia y ese mismo año fue parte de Transnacionales de la Fe, que en 2020 ganó el premio Ortega y Gasset a mejor investigación periodística otorgado por diario El País de España. Es fellow de la International Women Media Foundation (IWMF).
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