Brote de solidaridad ante incompetencia gubernamental

Miles de hondureños han quedado a la intemperie producto de la depresión tropical Eta. La tardía respuesta de los entes del Estado provocó que comandos de ciudadanos asumieran un rol de asistencia que debe tener el gobierno.  Denuncias ciudadanas indican que protocolos de Copeco impidieron que muchos siguieran brindando la ayuda.

Texto: Allan Bu

Fotografía: Deiby Yánes

Bien dice un adagio popular: «no da el que puede, sino el que quiere». En medio de la tragedia que vive Honduras a raíz de las lluvias que ha dejado la depresión tropical Eta, ha surgido una ola de solidaridad para quienes más lo necesitan.

El Valle de Sula ha sido el sector más afectado del país con varios municipios inundados, miles de familias que han perdido todas sus pertenencias y cientos de hectáreas de cultivos perdidas bajo las aguas dejadas por Eta. Este fenómeno natural sorprendió a muchos hondureños, que tampoco fueron advertidos oportunamente por parte de las autoridades cuando debían abandonar sus casas. Ante el desbordamiento de solicitudes que tuvo el Cuerpo de Bomberos para el rescate de familias en toda la zona y la ausencia de instituciones como la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) y las Fuerzas Armadas,  ciudadanos comunes asumieron la tarea de ayudar a personas que quedaron a la intemperie por las lluvias. 

El Cuerpo de Bomberos no alcanzó a atender la avalancha de solicitudes, pero su esfuerzo ha sido valorado por los hondureños pues dentro de sus posibilidades siempre estuvieron presentes. Las instituciones llamados a actuar en la emergencia son las que menos presupuesto tuvieron para el año 2020: los bomberos con 313,673,000 millones de lempiras y Copeco con 669,766,000 millones; mientras que  la Secretaría de Seguridad con 6,582,821,000 y las Fuerzas Armadas con 8,477,312.052, en muchas zonas de riesgo aparecieron demasiado tarde. 

Un equipo de Contracorriente estuvo en la escuela John Cook de Villanueva, en la inundación de la colonia Príncipe de Paz en Potrerillos y la evacuación voluntaria de familias en la colonia Canaán de La Lima, en los tres hechos hubo un común denominador: la ausencia de instituciones gubernamentales.

Copeco ha respondido con lentitud a la emergencia. Al parecer no había plan pese a que una posible catástrofe por la llegada de Eta fue anunciada por el Centro Nacional de Huracanes de Miami el pasado domingo. En el caso de La Lima la asistencia llegó hasta ayer por la tarde pero la emergencia comenzó en la madrugada.

Esta mañana en comparecencia de prensa el ministro comisionado nacional de Copeco, Max González, informó que 16 000 personas fueron rescatadas en una labor conjunta con Bomberos, Fuerzas Armadas y Policía Nacional. Y que 52 lanchas entre civiles y del Estado, 25 vehículos, 8 helicópteros dos de ellos civiles y cuatro más que se integran como apoyo de la República de Guatemala se movilizaron para esta evacuación.

Pero los estragos del fenómeno comenzaron a verse el miércoles,  los cuadros más dramáticos tuvieron lugar este jueves en La Lima y en las colonias Planeta, San Cristóbal y Jerusalén, donde miles de personas fueron sorprendidas por la llena del río Chamelecón. Algunos salieron, pero cientos de personas solo alcanzaron a subirse a los techos de sus casas. Pedían ayuda desesperadamente. Copeco advirtió apenas ayer, jueves, al valle de Sula de que inundaciones «catastróficas» azotarían las comunidades de las zonas bajas y dio dos horas a las personas para evacuar, sin embargo cientos de familias comenzaron a salirse de sus casas como pudieron desde el miércoles por la tarde, un día antes que Copeco advirtiera de la catástrofe. 

Entonces surgieron personas como Diego Sánchez que desde ese día comenzó a ayudar a gente que tenía problemas para salir de las colonias anegadas. Esa noche no durmió.  En la mañana, lo conmovió la situación en la que quedaron miles de personas y comenzó a organizar una operación de rescate. Instantes después ya tenía una lancha para iniciar los rescates en el sector de La Lima. «Necesitamos apoyo, ando reventado», decía. 

Pedía ayuda a amigos que tuviesen vehículos de doble tracción y remolques para moverse al Lago de Yojoa donde habían disponibles más lanchas para ayudar a más personas. Antes de las 2:00 p. m.  Diego y otros voluntarios que se unieron a la causa ya andaban en las impredecibles aguas que inundaron cientos de viviendas en La Lima y en la colonia Planeta.

En pocas horas ya circulaba en diferentes grupos de whatsapp una lista de al menos doce números de teléfono de personas con lanchas que andaban rescatando personas en El Progreso, Yoro, La Lima, Cortés y Chamelecón. 

En Choloma, Cortés, Manuel Tróchez decidió emprender una cruzada para ayudar a los afectados por las inundaciones. Pidió en Facebook a sus amigos donar ropa, comida y cualquier otra cosa que pudiera servir de ayuda a los damnificados. 

«Para todos amigos de Choloma quiero decirles que vamos a empezar a preparar comida para llevar a los albergues y a otros lugares que necesiten. Pueden escribirme si desean ayudar. También vamos a recolectar ropa y víveres»”, escribió en su Facebook. Obtuvo una respuesta casi inmediata.

Una hora más tarde posteaba bolsas llenas de ropa y platos de comida caliente. «Realmente sorprendente la respuesta de mi gente de Las Cascadas (sector López Arellano), donaron grandes cantidades de ropa. Ya tenemos casi 50 platos de espaguetis y las mujeres de nuestro barrio están preparando 100 platos más», contó antes de salir con la ayuda. 

Tróchez entregó comida  a evacuados que se encuentran en el bulevar del Sur, en la salida de San Pedro Sula hacia Tegucigalpa. Nos confiesa que sintió una mezcla de impotencia y tristeza mientras repartía comida. 

«Es bien difícil verlo y vivirlo. Te causa cierta impotencia y nostalgia por hacer y dar más, querés tener para todos y no alcanza», nos dice.

Y Manuel tiene razón. Los daños son incuantificables aún. Copeco publicó en sus redes que solo en La Lima unas 4 000 familias salieron afectadas. Pero también hay damnificados en Villanueva, Potrerillos, Pimienta, San Manuel, Chamelecón y sector Rivera Hernández en San Pedro Sula, Choloma y El Progreso, Yoro. Esto en el Valle de Sula, la zona más afectada del país.

En Villanueva, Fernando preguntó a través de sus redes sociales «¿no creen que deberías hacer algo por la gente que está damnificada?» Y la respuesta llegó casi de inmediato, pues al instante publicó fotos con bolsas de ropa y algunos víveres. Eran las 9:00 p. m. del jueves cuándo comenzó a pedir colaboración,  más de alguno le comentó que era muy tarde y mejor comenzar por la mañana. «Para ayudar  nunca es tarde hermano», contestó.

Recogió varias bolsas de ropa para los damnificados de Chamelecón y de paso realizó una convocatoria para el siguiente día cuando se iban a recoger comida y víveres para los afectados.  Los casos de Manuel, Fernando y Diego apenas representan a los cientos de hondureños que sin esperar nada a cambio se lanzaron a las calles a ayudar a sus hermanos. Lo hicieron arriesgando la vida y algunos sus posesiones. «Sacamos el buen corazón de los hondureños», dice Manuel.

Obstáculos

La ayuda de los buenos hondureños floreció de forma genuina y espontánea, pero ahora son muchos los testimonios que denuncian las trabas que pusieron las instituciones del Estado que impidieron en muchos casos que la labor humanitaria se realizara. 

Estas acciones se dieron pese al llamado que el presidente Juan Orlando Hernández realizó a empresas y ciudadanos de «prestarle» al gobierno lanchas con determinadas características para realizar el rescate de personas. 

Sin embargo, en uno de los audios que circuló esta mañana a nombre de Juan José Domínguez, se describe la cancelación de un operativo ciudadano para rescatar personas. «Con profunda pena tengo que comunicarles que por decisión unánime del grupo de voluntarios que teníamos organizado para el rescate de personas en la Planeta y La Lima hemos decidido suspenderlo a raíz de tres factores que nos han hecho llegar a la conclusión que no se puede. Me parte el alma». 

El ciudadano enumeró que al voluntariado le solicitan mascarillas y gel de manos. También que la lancha lleve un capitán y chalecos salvavidas, además que los acompañe un policía «y estoy de acuerdo», aclaró agregando que además les estaban pidiendo  «una cartilla de que recibimos el curso de primeros auxilios». Por otro lado, también lo desanimó que se regó la voz de que miembros de la pandilla que domina ese sector, «estaban robándose las lanchas y dejando a los rescatistas en los techos».

«El gobierno ha decidido suspender todo movimiento voluntario, ellos lo harán todo. Así de imbéciles», cerró diciendo. 

En Juticalpa, Olancho una ciudadana apareció en un vídeo sosteniendo por lo menos dos decenas de platos con comida denunciando que no les habían permitido entregársela a los damnificados. «Veníamos a dejar esta comida, pero la gente de Copeco nos dijo que teníamos que dar los nombres y nos hicieron protocolo. Nos hicieron regresar con toda la ropa y la comida y eso no es justo. Vengo muy resentida. Estamos indignados porque estamos tratando de ayudar y esta gente solo quiere política», dijo la ciudadana al borde de las lágrimas. 

Contracorriente intentó comunicarse con el encargado de Copeco en la zona norte para conocer los protocolos aplicados al voluntariado, pero no respondió a los mensajes. 

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