El ciberactivismo y nacimiento de Iguales

Nací en 1992, en el barrio Morazán de San Pedro Sula, donde pasé toda mi infancia. Me crié con mi abuela, quien tomó el papel de madre hasta el día de hoy. Mi niñez avanzaba y me fui dando cuenta que no tenía la misma forma de actuar o de expresarme con relación a todos mis vecinos y primos. 

Recuerdo que cuando estaba en segundo grado de la escuela, sentía el deseo de estar siempre cerca de un compañero que se llamaba Guillermo, siempre estaba observándolo y quería tocarlo y hablar con él en todo momento. Sin duda sentía mucha atracción, y es que todos nacemos con ese líbido, pero en aquel momento todo se gestaba solo en mi mente. Fui creciendo y tenía algunas actitudes no tan masculinas —dentro de los roles que la sociedad ha asignado—, esto siempre me hacía estar en la mirada de los demás y me fui convirtiendo en alguien tímido y retraído.

Estudié mi carrera de Ciencias y Letras y Diseño Gráfico en el Instituto Santo Tomás. En los primeros años sufrí acoso, golpes, humillaciones, todo tipo de ataques y agresión verbal a causa de mi orientación sexual y fue cuando decidí hablar con mis familiares, sin embargo ellos se negaron a aceptarlo por muchos años. Al poco tiempo logré independizarme, me fui de casa y demostré que ser homosexual no era un motivo para que ellos se avergonzaran. 

Cuando cumplí diesciseis años comencé a trabajar, esto significó el inicio de otra realidad: la discriminación en el área laboral, que incluyó despidos injustificados y llamados de atención absurdos. Todo esto era por ser un hombre sexualmente diverso y asumido. Mi vida de estudiante estaba estancada y terminé mi secundaria seis meses después que mis compañeros. La vida de adulto y mi pública sexualidad se enfrentaban en una batalla campal, pero sabía que tenía el derecho de vivir y ser libre. Siempre tuve parejas y jamás nos escondimos, viví en libertad y eso siempre me hizo pagar un precio alto en mi vida familiar, estudiantil y laboral.

A raíz de estas cosas me vi obligado a cambiar de actitud y decidí mostrarme como una personas segura, entonces comencé a sacar mi voz, quería que todo el mundo supiera que jamás iban a pasar por encima de mí. Al mismo tiempo una voz interna me decía: yo tuve el valor, pero otros chicos gays están siendo agredidos en mi barrio y colegio. En realidad yo sufría por dentro, porque quería que todos sacaran la fuerza, sin embargo con el tiempo comprendí que no todos actuamos y nos defendemos de la misma manera.

Desde pequeño soñé con desempeñarme en los medios de comunicación y sabía que era un gran reto, ya que no solo tenía que ver con el talento, sino también con el estudio. A decir verdad me desenfoqué de mis metas académicas por un tiempo, pero necesitaba un empleo para subsistir. Por suerte logré conseguir el trabajo de oficina –que siempre quise– y costear mis estudios. Inicié la licenciatura en psicología y actualmente estoy haciendo tesis y práctica.

En medio de mis estudios y trabajo de oficina, mi sueño de estar en los medios se había postergado, pero la inquietud interna siempre seguía, sin embargo sabía que en algunos medios, quizá, me desfavorecería el hecho de ser abiertamente gay. A pesar de eso me armé de valor y toqué puertas y tuve la oportunidad de trabajar en Radio Fabulosa 102.1, con esto sentí que superé otro reto más.

Poco a poco conseguí el respeto de mis familiares, en mis trabajos y centro de estudio, pero siempre sentí que me faltaba algo más, algo que me sacara de mi centro y zona de confort, de hecho cuando comencé a estudiar psicología lo hice solo por tener un título universitario, incluso el tiempo pasaba, avanzaba en mis clases y yo aún no tenía claro en qué área me iba a especializar. Finalmente logré decidirme por psicología social. Por otro lado, en mi último trabajo ya no me sentía cómodo, claro quería probar y experimentar algo nuevo y sacarle provecho a la profesión que elegí para mi vida. Entonces decidí cerrar mi ciclo con la empresa Mundo Laboral, a la cual dediqué varios años.

El tiempo pasaba y la necesidad de encontrar mi norte seguía latente. Siempre, de una u otra forma, tuve cercanía con varios colectivos LGTBIQ de San Pedro Sula, pero nunca me animé siquiera a ser voluntario, de alguna manera sentía que no llenaban mis expectativas. Tiempo después comencé a crear ideas, pero continué postergando todo por mis actividades cotidianas. 

Llegó el 2020 y con él la pandemia por la COVID-19 y aquel vacío continuaba latente, fue entonces cuando comencé a ver las grandes necesidades que estaban saliendo a flote en la comunidad LGTBIQ en San Pedro Sula: sin poder salir porque no tenían salvoconducto, sin poder trabajar para cubrir sus necesidades primarias y ahogándose en toda su problemática, y las autoridades y líderes completamente ajenos. Debo confesar que nunca me sentí a gusto con ninguno de los colectivos con los que tuve acercamiento. Siempre me pareció que el activismo no se dinamizaba, que no se actualizaba y que no había oportunidad a nuevas ideas y nuevos activistas.

Con toda esta situación acrecentada por la crisis sanitaria decidí echar manos a la obra y comencé con el ciberactivismo a través de las redes sociales, y fue en ese momento en que el que fundé la Asociación Iguales, un movimiento LGTBIQ. Tuve el apoyo de mi pareja y cercanos y ellos me dieron la motivación y apertura suficiente como para comenzar con este nuevo proyecto social.

Iguales fue lo que siempre estuvo en mi mente y ya era momento de echarlo a andar, y yo tenía las ganas, el talento y la preparación académica para hacer frente a la problemática de la comunidad en la zona norte. Comencé con un perfil normal de Facebook y rápidamente tuve la aceptación de conocidos y extraños, me sorprendió todo el ruido y la apertura que causó, no solo en la comunidad sexualmente diversa, también en personas heterosexuales. 

Iguales busca el respeto y el cumplimiento de los derechos que tenemos como población. Poco a poco se han ido adhiriendo varias personas al movimiento y esto suma y sigue. Actualmente tenemos un equipo de cuarenta y seis personas, entre voluntarios y una junta directiva, y todos los días se suman más, estamos muy motivados y queremos romper esquemas, tener una diversidad sin límites y llegar a espacios jamás alcanzados en todos los sentidos. Iguales siempre fue mi sueño y eso que muchas veces interpreté como un vacío, pero ha llegado para quedarse.

Mi sueño ahora es vivir en un país donde la diversidad sea entendida como valor, un país en el que todas las personas sexualmente diversas puedan vivir libres, seguras, iguales en dignidad y derechos. 

El ciberactivismo en nuestras redes sociales está impactando y eso me alegra mucho, trabajar y llenar vidas con ayuda de las plataformas digitales. Considero que cuando uno inicia como activista en cualquier área que tenga que ver con derechos humanos lo indispensable siempre es el bien común antes que el propio. 

A mis 27 años sé que es un gran reto ser activista y defensor de una población que históricamente ha sido vulnerada, sobre todo en un país como Honduras. Considero que cambiar el pensamiento de la sociedad y detener la discriminación es una de las grandes metas, muchos dirán que es imposible, pero estamos caminando y trabajando en ello.

Sobre
Javier Carrington, San Pedro Sula, 15 de diciembre de 1992. Psicólogo, locutor y gay. Fundador de la Asociación Iguales.
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Escritora, no labora en Contracorriente desde 2022.
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