El 26 de septiembre la Liga Nacional de Honduras reanudó su actividad, pese a que la pandemia no ha cedido y a los aprietos económicos de la mayoría de equipos. No hay público en los estadios. Muchos vendedores se quedaron sin ingresos porque dependían de estos espectáculos. La pelota libra una gran batalla contra la pandemia.
Texto: Allan Bu
Fotografía de archivo: Martín Cálix
«El Barney» se movía en las calles aledañas a los estadios sampedranos intentando vender boletos para presenciar espectáculos de la Liga Nacional de Honduras. Trabajaba la reventa en el «mercado negro», pero desde marzo de 2020 los ingresos que conseguía por el fútbol son historia. Ahora vende artículos personales en las redes sociales.
La liga hondureña suspendió actividades del 16 de marzo y canceló el torneo Clausura 2020 el 29 de abril. El 26 de septiembre, cuando el país tenía 74 548 casos y cuando los expertos decían (y lo siguen diciendo) que por la falta de pruebas era imposible determinar en cuál etapa de la pandemia estábamos, volvió a abrirse el fútbol profesional a Honduras.
La Liga Nacional reanudó sus actividades bajo un extenso y meticuloso protocolo de bioseguridad, en que se contemplan once medidas generales para contrarrestar la propagación del COVID-19. En un documento de 45 páginas se contempla desde realizar pruebas PCR y pruebas rápidas a los jugadores y personal de cancha, hasta el número de personas que debe ir en un autobús para ingresar al estadio.
De acuerdo a este protocolo, en cada entrenamiento se tomará la temperatura de los involucrados y se realizará una breve entrevista. Se ha pedido a los equipos que coloquen pediluvios, estaciones de lavado de manos y aplicadores de gel. El uso de las mascarillas es obligatorio en todo momento, a excepción de los jugadores y árbitros en el partido.
A los jugadores y a los árbitros se les llama a que se bañen inmediatamente al terminar el partido, pero por ejemplo en un estadio como el de Tocoa, Colón, donde no hay servicio de agua potable esta medida es inviable.
El protocolo también llama a los jugadores a llevar una dieta alimenticia saludable, sumada a la ingesta de suplementos para el fortalecimiento del sistema inmune. Mientras que en el juego será prohibido abrazarse para festejar un gol y aunque durante el partido choquen una y otra vez, durante la charla del entrenador y la oración previa al encuentro, los futbolistas deberán mantener el distanciamiento social.
Bajo toda esta rigurosidad y con el estadio vacío, «Barney» no ha podido continuar con su «rebusca»: «Nos vino a afectar. Los vendedores somos independientes. Era una entrada que teníamos hace años en los juegos, más que todo en los juegos de Real España y Marathón». «Barney», apodado así por su tamaño, ha tenido que cambiar de rubro en la venta informal: «Tenemos que ver cómo sobrevivimos. Dios no nos deja de la mano, siempre se agarra para los frijolitos, pero es bien difícil».
Por la pandemia, «Barney» dice que ha dejado de percibir al menos el 40 % de sus ingresos, pues también vendía entradas para conciertos y otros eventos. Ahí se acuerda de la gente que solo tenía ingresos por su trabajo en el estadio, como los vendedores de carne o los que ofrecían chicles. «Deben estar enjaranados (endeudados). No queda de otra en este país, uno arañando y los corruptos se hacen más millonarios», dice en pose de analista.
Jonathan Amaya, colaborador del Club Deportivo Marathón, sostiene que sólo en el estadio Yankel Rosenthal hay ocho puestos de comida, que emplean a cuatro personas cada uno. «Hay personas que se dedican solo a vender en los estadios y es una situación bien complicada para ellos, tantos meses sin recibir un peso», nos dice.
Piden la misma vara
Tres o cuatro días antes de los juegos de Liga Nacional del Club Deportivo Olimpia, Melbin Cerbellón, líder de la Barra Ultrafiel, ya planificaba que haría la barra de los blancos en el estadio. Él es uno de los líderes de la barra del equipo más popular del país. «Para nosotros seguir al Olimpia es algo que tenemos en mente en la semana y ahora no podemos hacerlo», dice.
Comenta que en el juego de la jornada 4 del torneo Clausura Olimpia vs Motagua, querían cantarle a su equipo, como lo hicieron los aficionados del Real España en las afueras del Yankel Rosenthal el miércoles 14 de octubre en el partido en el que Marathón ganó 3-0. Junto a los líderes de la barra Los Revolucionarios —la barra del Motagua— líderes de la Ultrafiel sostuvieron una reunión con la Policía Nacional, en la que las autoridades les pidieron no asistir al estadio.
«Teníamos planificado poner nuestras mantas en el estadio aunque no pudiéramos entrar y estar afuera cantándole al equipo, pero ahorita Sinager y la Comisión de Prevención de Riesgo en los Estadios nos dijeron que cuidadito nos acercamos porque podemos incurrir hasta en delito», explicaba Cerbellón esta semana. Hoy el partido Olimpia vs Motagua terminó en un empate 0-0, sin el aliento acostumbrado de las barras.
Hay una prohibición sobre reuniones masivas desde que el país entró en estado de emergencia en marzo hasta la fecha, pero este líder afirma que «el caso de Sinager es bien chistoso» porque a los políticos que andan en campaña sí les dan permisos de reunir a muchas personas, como ha quedado en evidencia con las actividades de los nacionalistas Mauricio Oliva y Nasry Asfura o la candidata de Libre, Xiomara Castro.
El miércoles 14 de septiembre, la Secretaría de Seguridad emitió un comunicado en el que se prohibía la presencia de aficionados en las afueras de los estadios. Quienes estuvieran por ahí tendrían que demostrar mediante identidad que pueden estar ahí según el calendario de circulación nacional. «Para las autoridades, la barra sí va a contagiar. Este país es bien chistoso, pero ni modo, qué le vamos a hacer», dice con marcada ironía Cerbellón.
Manifestó que ellos como organización han realizado diversas actividades de ayuda como regalar comida, agua y hasta reparar algunos techos en solidaridad por la pandemia. «Hay casos positivos en familiares de barristas, pero no por alguna actividad de nosotros, sino porque la enfermedad existe», dice. Y pide que los «midan con la misma vara a todos, que hagan la revisión general porque se supone que las leyes son para todos».
Cerbellón, además, consideró que la gente podría volver a los estadios porque en Honduras cuando no es la etapa final del torneo, la asistencia nunca pasa del 40 %. Ha escuchado que para otras etapas del actual certamen ya podría haber público en las gradas.
Por su parte, la barra del Motagua, Los Revolucionarios emitieron un comunicado en que dejan claro que desean apoyar a su equipo después de tanto tiempo sin hacerlo, pero reconocen que el peligro no ha pasado. «Recordemos que la pandemia no ha terminado, el virus está en cualquier parte y estamos expuestos a contagiarnos. Debemos respetar las medidas indicadas por las autoridades», sostienen los «Revos» en un comunicado.
En el documento llaman a los aficionados a proteger a sus familias, jugadores y profesionales de la salud «que salen a diario a salvar vidas de personas que se han contagiado». Sostienen que los demás (otras barras) han salido de «manera irresponsable sin cumplir las medidas de bioseguridad, sin importar contagiarse y llevar el virus a sus casas». Agregan que «nuestra barra no se manifestará masivamente en los alrededores del estadio ni en ningún otro lugar, ya vendrán mejores tiempos donde podamos estar todos juntos alentando a una sola voz».
Venciendo al COVID
El futbolista Luis «Güicho» Guzmán cumplirá 41 años en diciembre. Ha militado en ocho equipos de Liga Nacional en Honduras y es sobreviviente del COVID-19. Su caso fue el más mediático en el mundo del deporte.
«Agradezco a Dios porque ha tenido el control», dice el «Güicho» en su plática con Contracorriente. Se le conoce por ser un hombre profundamente religioso. «Esta experiencia fue algo bien difícil, soy muy sano y nunca me había enfermado de esa forma. Hubo momentos cuando los doctores dijeron que mis pulmones estaban trabajando al 50 %. Me sentí a veces muy mal. Nunca se me cruzó que iba a perder mi vida, pero no te voy a negar que sentía miedo», nos cuenta.
El futbolista estuvo quince días en su casa antes de ser internado en el Hospital del Tórax, en Tegucigalpa, en un momento en que los centros asistenciales en San Pedro Sula y Tegucigalpa estaban saturados por la cantidad de enfermos. «Un día casi me muero en los brazos a mi mamá. No podía dar ni tres pasos y me faltaba el aire. Creo que en casa pasé los momentos más difíciles, estuve cinco días con oxígeno», recuerda.
Guzmán cuenta que desde su lecho de enfermo en el hospital logró que cuatro personas «aceptaran a Cristo como su salvador. Si era mi propósito, pues lo volvería a pasar», nos dice, quien a sus cuarenta años piensa en seguir activo en la Liga. En el hospital permaneció durante doce días. Ingresó el 18 de julio y salió el 30 del mismo mes. El 7 de agosto se realizó una prueba PCR y el resultado fue negativo.
Perdió dieciséis libras de su peso habitual. Y a veces siente dolores en el pecho, la espalda y las piernas. En este proceso no recibió ayuda de Liga Nacional, cuenta y tampoco del equipo para el que jugaba —el Real de Minas—, cuyo presidente Gerardo Martínez, solo llamó en una ocasión preguntando por su estado de salud. Menciona que otros personajes como Raúl Cáceres y Héctor Zelaya, gerente de Motagua, sí estuvieron pendientes.
Guzmán no seguirá en el modesto Real de Minas. Después de año y medio jugando en ese equipo le adeudan mes y medio de salario. Su caso se repite a menudo en la Liga Nacional, donde al menos seis equipos no mantienen al día sus planillas. «Espero que honren la deuda que tienen conmigo. Estuve año y medio metiéndoles el lomo», dice indignado.
El «Guicho» es un hombre optimista, a pesar de que hasta el jueves 15 de octubre, en Honduras se sumaban 85 458 casos confirmados y 2533 muertes por COVID-19: «Creo que en este momento ya nadie es igual que antes de la pandemia. Dios nos permite estar aquí».
Los clubes
En los entrenamientos y concentraciones de los clubes ahora no solo se habla de estrategias y de cómo doblegar al «enemigo», también hay que estar pendiente de la mascarilla, el gel y el distanciamiento social. Los periodistas ya no son permitidos en las prácticas y en los partidos únicamente pueden asistir los fotógrafos. Para el caso, en el Real España, equipo con base en San Pedro Sula, realizan pruebas PCR cada quince días. Todos los clubes están obligados a hacerlo.
Desde que se llega a la sede aurinegra, jugadores, entrenadores y personal administrativo se ven sometidos a un riguroso protocolo. Hay que desinfectarse los pies, aplicarse gel y tomarse la temperatura. Y si no es jugador, no tiene que quitarse la mascarilla. Antes de la pandemia, los jugadores se quedaban en la sede una noche previa al juego, ahora ya no. Cada uno llega por su cuenta al estadio.
En los hoteles solo pueden quitarse la mascarilla para comer. Y dependiendo el tamaño de la unidad de transporte solo pueden ir quince si es mediano y treinta si es grande. Durante los juegos se escuchan las voces de todas las personas en la cancha, «se siente raro, parece que estás en un entrenamiento. Uno espera que haya bulla», nos dice Julio Aguilera, de relaciones públicas del Real España.
Las finanzas y el COVID-19
En la Liga Nacional de Honduras, aunque se llame profesional, hay muchos equipos que rayan en el amateurismo. A excepción del Olimpia y Motagua, los otros equipos, unos más que otros, siempre están con sus finanzas en rojo.
El COVID-19 les ha planteado un nuevo reto para sus arcas. Antes del arranque de este torneo, seis equipos iniciaron una «huelga» en la que exigían apoyo a la Federación de Fútbol y hasta al Gobierno para arrancar el torneo.
En reunión con el presidente Juan Orlando Hernández, los equipos pidieron que se les dotara de todo lo relacionado con bioseguridad y el Gobierno les aprobó la solicitud. Según recoge el diario Más, dio a cada equipo 450 000 lempiras para gastos sanitarios, pero de acuerdo a las proyecciones realizadas por los equipos estos gastos serían 1 150 000 lempiras.
Los clubes recibieron un modesto aporte de la multinacional Fifa, que maneja cuentas de miles de millones de dólares y que otorgó a cada federación miembro tres millones. No se ha especificado cuánto dinero fue destinado a la Liga Nacional.
Además, ocho equipos de Liga solicitaron un préstamo al Banco Hondureño de Producción y Vivienda (Banhprovi). Argumentaron que no tenían dinero para comenzar el torneo y los obtuvieron. Cuando se reunieron con los presidentes de la Liga, el Gobierno se comprometió a conseguir un crédito con intereses blandos.
Para los equipos, los ingresos por taquillas —si antes eran muy pobres— ahora son inexistentes. Quedan las cifras por patrocinio, pero tampoco las empresas están dispuestas a invertir en publicidad en época de pandemia. Motagua perdió dos patrocinadores al comienzo de la crisis sanitaria. Y los que se quedaron han reducido sus aportes.
Pese al complejo panorama económico y sanitario que la pandemia plantea para el país, en Honduras el fútbol ha regresado a Honduras. Hasta hoy se han disputado cuatro jornadas del torneo Apertura 2020. La pelota le quiere ganar al COVID-19.