La pandemia por COVID19 y las medidas de confinamiento tomadas por la mayoría de gobiernos en el mundo para evitar su propagación, han producido algunos efectos en el medio ambiente que podrían ser considerados como positivos, como el saneamiento de la capa de ozono y la mejora en la calidad del aire. Sin embargo, hay muchos otros que son negativos, como el incremento en la producción y uso de artículos plásticos descartables que terminan ensuciando el planeta y, en países como Honduras, con pocos controles para el manejo de desechos, el daño ambiental puede ser grave. ¿Dónde acaban los desechos como guantes de látex, mascarillas, batas impermeables, químicos para desinfectar y piezas complementarias de los equipos médicos utilizados para atender esta emergencia sanitaria?
Texto: Lizz Mejía
Fotografías: Martín Cálix
La pandemia por COVID19 ha hecho obligatorio el uso de la mascarilla y otros implementos de bioseguridad en Honduras. Toda persona que salga a la calle ahora debe usar artículos que antes solo los médicos utilizaban, aumentando la cantidad de desechos hospitalarios que se trasladan a diario a los distintos crematorios, botaderos y rellenos sanitarios en cada uno de los municipios del país. Solamente en el Distrito Central, la Alcaldía reportó en junio un aumento del 135% en los desechos comunes recolectados.
Según el abogado y exfiscal especial del ambiente, Mario Chinchilla, en Honduras no se ha hecho un manejo adecuado de los residuos sólidos y desechos hospitalarios a pesar de contar con la legislación que estipula cuáles son las prácticas permitidas, con el objetivo de preservar la naturaleza y la salud de la población. Las leyes, normas, reglamentos y ordenanzas dirigidas a los entes encargados de la eliminación y disposición final de los desechos hospitalarios se han emitido entre 2008 y 2015, pero no siempre han sido tomadas en cuenta.
Chinchilla asegura que el Distrito Central es uno de los municipios que más daña el ambiente a través de los procesos de disposición de residuos sólidos y desechos hospitalarios. Agrega que para poder cumplir con las leyes ambientales del país es necesario un presupuesto especial, tanto para las municipalidades como para los hospitales estatales, centros de salud y demás establecimientos que rige la Secretaría de Salud.
La Dirección General del Ambiente maneja datos de septiembre de 2019 que muestran que el 54% de los residuos y desechos son generados por 5 de los 298 municipios del territorio nacional, además, solo 30 municipios cuentan con depósitos de basura adecuados, mientras los 268 restantes tienen botaderos a cielo abierto que son los que suelen causar más daño al ambiente.
En febrero de este año, un mes antes de que se reportara el primer caso por COVID19 en Honduras, la Secretaría de Salud ya había publicado el documento “Manejo de Desechos Peligrosos Generados Durante el COVID-19” en el que se especifica cuáles son los protocolos para el manejo seguro y correcto de los desechos generados por todos los establecimientos de salud durante la emergencia. Uno de los puntos más importantes es el de los métodos de eliminación y disposición final.
«Para el tratamiento y disposición final de los desechos generados se debe utilizar tecnologías adecuadas y ambientalmente seguras, pero si queremos eliminar el riesgo de contaminación o contagio, el tratamiento adecuado es la incineración de todos los desechos generados durante la pandemia del COVID-19. Sin embargo, apegados a la realidad nacional, los desechos deben ser considerados como DESECHOS PELIGROSOS EXCLUSIVOS DEL COVID-19 colocados en bolsas rojas y separados de otros desechos generados en los diferentes servicios de salud y considerando siempre el apego a lo establecido en el reglamento vigente estos deben ser dispuestos en una celda de seguridad», indica el documento elaborado por el Área de Riesgos Ambientales de la Unidad de Vigilancia de la Salud.
La doctora Karla Pavón, Jefa de Vigilancia de la Secretaría de Salud explica que el personal de la Unidad de Riesgos Ambientales realiza un monitoreo continuo para asegurarse que se cumpla el lineamiento y así eliminar de manera segura los residuos contaminados por pacientes de COVID-19.
Distintos gestores de desechos hospitalarios recorren el Distrito Central con el objetivo de recolectar los residuos generados en hospitales, clínicas, laboratorios y farmacias. En la capital son 7 las empresas que se encargan del traslado y la destrucción de este material médico potencialmente peligroso. Cada una de estas empresas cuenta con una ruta trazada, autorización de la AMDC, licencia sanitaria y ambiental.
Entre lunes y sábado, estos camiones trasladan más de 11 000 libras de desechos hospitalarios por día al crematorio del Distrito Central. Cada una de las empresas contrata hasta tres o cuatro personas para realizar las actividades de carga, descarga, quema y desinfección, todo depende de la cantidad de clientes y la capacidad del camión utilizado.
El ingeniero German Pavón, gerente de la Superintendencia de Aseo Municipal, comenta que además en los residuos sólidos que recogen los camiones de la AMDC en los barrios y colonias de la capital se ha visto bastante residuo hospitalario, ya que muchos ciudadanos positivos o sospechosos por COVID-19 están siendo atendidos en sus casas. Además, el uso obligatorio de las mascarillas las convierte en el desecho hospitalario más común en el área de residuos sólidos. Agrega que no todos los ciudadanos han acatado la instrucción de cortar o destruir este material ya que en los residuos sólidos residenciales se encuentran muchas mascarillas que parecen estar en buenas condiciones, pero ya han sido usadas previamente.
Ante esta situación, la AMDC creó una guía para el manejo de residuos COVID-19 en hogares y habilitó líneas telefónicas y unidades de transporte con licencia ambiental para que la población se avoque a ellos y de esta manera seguir los lineamientos y protocolos ya establecidos. En cuatro meses y medio apenas se han recibido menos de 20 llamadas. Pavón asegura que los ciudadanos evitan comunicarse con ellos para evitar conflictos con sus vecinos, ya que se ha visto que se estigmatiza y discrimina a aquella persona que presenta una sintomatología relacionada con el virus. Datos de la Alcaldía muestran que la Colonia Lincoln, Colonia La Rosa y la Villa Olímpica son las zonas residenciales en las que más se desecha material médico y hospitalario.
Desde el inicio de la emergencia sanitaria a nivel nacional, la AMDC ha elaborado un depósito especial para la destrucción de estos desechos y evitar así la contaminación de los demás residuos y desechos recolectados por los camiones de basura. El espacio ha sido habilitado en un terreno que fue donado por el gobierno de España durante la administración de Ricardo Álvarez (2014-2018). En esta sección del crematorio hay un relleno sanitario de 7 metros con capacidad para 90 000 toneladas de basura.
En este espacio, denominado Celda 2, se depositan todos los desechos hospitalarios, tanto bolsas rojas como bolsas negras, que se manejan de forma diferente, explica Pavón. Mientras los desechos hospitalarios comunes y de clínicas veterinarias solo son depositados en una trinchera, los residuos que vienen de los establecimientos de salud que brindan cuidados y atención médica a los pacientes COVID-19 son quemados justo al lado de la trinchera. Al final del día, cuando ya han sido destruidos los desechos trasladados por los gestores privados y la AMDC, se utiliza una retroexcavadora para recogerlos y moverlos a la trinchera de al lado, de esta manera se da por finalizado el proceso de destrucción de desechos hospitalarios altamente peligrosos.
El personal de aseo municipal comenta que se decidió quemar al aire libre estos desechos para evitar que los pepenadores y habitantes de los alrededores se acerquen a la celda 2 a buscar materiales que, para ellos, pueden ser útiles tanto para uso personal como para la venta y el reciclaje. Además, comentan que desde antes de la emergencia sanitaria la AMDC solicitó fondos para la compra de incineradores pero no se ha tenido ninguna respuesta.
Para Roberto Guerra, biólogo, docente y consultor, la manera en la que se destruyen estos desechos potencialmente peligrosos puede causar daños severos a nivel ecológico. Durante años, dependencias del Estado, organizaciones no gubernamentales, instituciones académicas y la empresa privada han trabajado en campañas de sensibilización para evitar la quema de residuos sólidos comunes y residuos vegetales y reducir así la emisión de gases de efecto invernadero.
«Ya sea en incineradores o al aire libre, quemar estos desechos hospitalarios que en gran porcentaje son plásticos, producen dioxinas; compuestos químicos cancerígenos» explicó Guerra.
El crematorio municipal del Distrito Central está ubicado en las afueras de Comayagüela, cerca de la salida hacia Olancho. El terreno destinado para el almacenamiento, manejo y destrucción de residuos sólidos producidos en la capital mide alrededor de 100 manzanas. Autoridades de la Alcaldía argumentan que no debe llamarse crematorio, sino relleno sanitario, porque en algún punto se tira una plancha de arcilla que puede medir hasta 7 metros para cubrir y enterrar la basura, «tiene la estructura como de un pastel, va una capa de arcilla sobre una capa de basura y así se sigue hasta nivelarlo con los demás», dice el ingeniero Pavón, señalando las zonas más altas del terreno.
No todo el espacio está ocupado por basura, barro y buitres, pues aún hay vegetación en los cerros y algunas planicies que no se han utilizado para depositar basura. A pesar de ser una zona reservada exclusivamente para desperdicios y basura, encima de los promontorios de bolsas, botes y cajas, hay personas que buscan comida, ropa e incluso material que puede ser reutilizado o vendido para el reciclaje. En las calles hay niños que se entretienen con el primer juguete roto u objeto que les llame la atención. La situación de las personas que trabajan y viven en este lugar es sumamente precaria, pues están expuestas a un sinfín de peligros, desde contraer una enfermedad por la falta de higiene y acceso a agua potable hasta ser heridos por los desechos o los incendios que se producen por el gas metano que emana de la basura.
La población de las áreas residenciales aledañas al crematorio, como la Colonia Villa Santa Teresita, Residencial San José, Residencial Los Olivos, Villa de las Niñas y algunas iglesias son las más afectadas por la cantidad de humo y químicos que se desprenden del material incinerado. Aunque en su mayoría los desechos hospitalarios son plásticos, en ocasiones hay material humano que es considerado altamente peligroso y no debe estar expuesto al aire libre.
Según Guerra, el mal manejo de los residuos puede generar un foco directo de infección ya que es posible que no todos los residuos y desechos de los laboratorios y hospitales se incineren, por lo que se estaría afectando a quienes circulan o permanecen en esta zona del relleno sanitario. Este tipo de contaminantes deben ir dentro de una trinchera impermeabilizada, sellada con cemento, siguiendo todos los estándares brindados por la Organización Mundial de la Salud para el manejo de rellenos sanitarios. «Al quemarla al aire libre y depositarla al aire libre, prácticamente solo se traslada el peligro de un lugar a otro», aseguró el biólogo.
En cuanto al almacenaje de desechos y residuos, Guerra comenta que todos los desechos hospitalarios deben ir en bolsas rojas, porque en las bolsas negras deben ser almacenados los residuos domésticos, de las cafeterías, vasos plásticos, incluso papelería. Pero los desechos hospitalarios de laboratorios, quirófanos y demás deben ser estrictamente guardados en bolsas rojas, sin importar si fueron o no utilizados con pacientes positivos por COVID-19. Los materiales punzocortantes como jeringas, agujas o bisturí deben ser almacenados en contenedores que indiquen que el contenido es peligroso.
El experto también agregó que en épocas de lluvia el peligro aumenta ya que los desechos y residuos que no se destruyeron y los líquidos que pueden contener las bolsas pueden llegar a los alcantarillados e incluso a las fuentes de agua, tales como ríos e incluso los mares. Esto podría afectar a los sectores económicos y poblacionales que dependen de actividades que requieren de agua; camaroneras, salineras, siembras de caña, entre otras.
Recolectar desechos hasta que sea posible migrar
Don Marvin Torres sube y baja las gradas de la Cruz Roja mientras carga bolsas rojas que contienen residuos hospitalarios COVID-19 que deben ser trasladados a la celda 2 del crematorio del Distrito Central, donde serán destruidos. Viste una camisa de manga larga debajo de un overol color azul, de tela ya desteñida, de jardinería, y un par de guantes dieléctricos que protegen sus manos mejor que unos de uso médico. Su rostro está cubierto con una mascarilla quirúrgica y una mascarilla industrial, solo se ven sus ojos a través de los lentes de seguridad. Don Marvin cuenta que toda esta indumentaria, excepto la mascarilla, es desinfectada con cloro y lavada con jabón y detergente al llegar a su casa, ubicada en la Colonia Nueva Capital. A pesar de no contar con todas las medidas de bioseguridad necesarias para realizar este trabajo, siempre cumple a cabalidad con sus responsabilidades.
A sus 48 años está casado y es padre de tres hijos y una hija. La pandemia ha afectado económicamente a su familia ya que uno de sus ingresos principales era la venta de comida en el Mercado Colón. Comenta que su esposa atendía el negocio de venta de comida mientras él laboraba en el área de seguridad en la empresa COLOR, que se encarga de la recolección y acarreo de residuos hospitalarios, tóxicos y biodegradables. Cuando inició la cuarentena, la persona encargada de la recolección de estos desechos renunció al trabajo por miedo al contagio y Torres decidió aceptar este puesto, aún más riesgoso que el de la seguridad.
Durante cinco meses, don Marvin ha trabajado 6 días a la semana, visitando distintos hospitales, laboratorios, farmacias y clínicas privadas. Su jornada laboral es de sol a sol, durante más de 10 horas recorre la ciudad en un camión que tiene una capacidad de almacenamiento de 1,200 libras. En un solo día, explica don Marvin, puede visitar hasta 8 establecimientos de salud y hacer tres viajes al crematorio.
Don Marvin teme por su salud ya que su vestimenta no es la adecuada para realizar estas labores. A pesar de eso, comenta que en ningún momento ha tenido síntomas relacionados con el virus. Al llegar a los distintos establecimientos a los que brinda su servicio, desinfecta la plantilla de sus botas en un pediluvio, utiliza alcohol en gel para limpiar sus manos y le toman la temperatura, esto le da un poco de tranquilidad, pero no resuelve su problema.
Después de las visitas a las bodegas de almacenamiento, don Marvin se dirige al crematorio, donde al entrar pasa por una báscula para llevar un control de cuántos desechos hospitalarios entran por cada viaje. Mientras tanto, él se baja para que los empleados de la alcaldía lo desinfecten a él al igual que al camión. Pasando este protocolo, se dirige a la celda #2 donde descarga las bolsas rojas y las rocía con gasolina para poder quemarlas. Al salir del relleno sanitario, no se repite el protocolo de desinfección a pesar de haber estado en contacto con materiales y desechos peligrosos.
Con cierto alivio y satisfacción cuenta que le comunicó estas inquietudes a su jefe, quien accedió a darle las medidas de bioseguridad necesarias tales como mejores mascarillas y equipo de protección personal adecuado para realizar este tipo de trabajos.
Sus hijos y esposa también se preocupan por su salud y bienestar, pero saben que en este momento dejar el trabajo no es una opción viable. «Ella tiene miedo, tiene miedo porque ella ha visto el trabajo que desempeño, pero igual, hay que trabajar», comenta Torres. Su esposa no ha podido trabajar en el negocio familiar debido al cierre de los mercados de la capital.
«Tengo planes para más adelante como toda persona», responde don Marvin al consultarle si seguirá trabajando en este rubro. Agregó que piensa en salir del país cuando la crisis lo permita, viajar a Estados Unidos para trabajar unos 10 años más porque aún siente fuerzas para hacerlo. Además, espera reencontrarse con su hijo que hace dos años se fue debido a la situación económica. Hoy, él es un gran apoyo para sus padres y hermanos que pasan por una difícil situación que, en el país, es más común de lo que parece.
La basura —toda la basura que producimos en el Distrito Central— es procesada como se puede con lo que se tiene. Los deshechos tóxicos son quemados y aplastados y cerca de ahí, de la zona dedicada al tratamiento final de los residuos hospitalarios de la pandemia por Covid-19, hay personas que deambulan entre las colinas de basura en el Crematorio Municipal buscando algo para comer o vender: un pedazo de plástico o un trozo de metal.
En los barrios de Comayagüela y Tegucigalpa los camiones de recolección de basura suelen pasar al anochecer, cuando ya no les vemos porque nadie quiere ver cómo se llevan aquello que ha dejado de importarnos. La pandemia por COVID-19 ha demostrado el descuido en el que durante muchos años el Estado ha dejado aspectos importantes para el desarrollo sostenible del país. Mientras don Marvin espera a que su patrón le facilite mejores condiciones para realizar su trabajo, uno que implica mayor riesgo en el marco de la pandemia por COVID-19, la montaña de basura sigue creciendo en las afueras del Distrito Central, todos los días más peligrosa ahora con el aumento de los residuos hospitalarios que se generan en las zonas COVID-19 de los centros médicos de Comayagüela y Tegucigalpa.